Dignidad humana y Salvación (Textos)

Anuncio
Concilio Vaticano II (1962-1965) Constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium”
Este texto describe el modo como la Iglesia Católica considera que todas las personas están ordenadas a la salvación
que Dios ofrece. En otras palabras, no se trata de que Dios llame a unos y olvide a otros, o que elija un pueblo para
descartar los demás. En relación con lo leído sobre Moisés y su experiencia en la zarza ardiendo como una experiencia
de Dios hecha en la propia conciencia, vemos que el Concilio sostiene que la voluntad de Dios –su interpelación a través
de todos los niveles de lo creado– “se conoce por el dictamen de la conciencia” y que en ésta se descubre la igual dignidad de todos ante Dios. En otras palabras, la experiencia de la conciencia, tal como la hemos descubierto en Moisés, es
también una experiencia mística y profética, de relación con el Absoluto que desafía a la voluntad para que actúe.
16. Por fin, los que todavía no recibieron el Evangelio, están ordenados al Pueblo de Dios por varias razones. En primer lugar, por cierto, aquel pueblo a quien se confiaron las alianzas y las promesas y del que nació Cristo según la
carne (cf. Rom 9,4-5); pueblo, según la elección, amadísimo a causa de los padres; porque los dones y la vocación de
Dios son irrevocables (cf. Rom 11,28-29). Pero el designio de salvación abarca también a aquellos que reconocen al
Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que confesando profesar la fe de Abraham adoran
con nosotros a un solo Dios, misericordiosos, que ha de juzgar a los hombres en el último día. Este mismo Dios tampoco está lejos de otros que entre sombras e imágenes buscan al Dios desconocido, puesto que les da a todos la vida, la inspiración y todas las cosas (cf. Act 17,25-28), y el Salvador quiere que todos los hombres se
salven (cf. 1Tim 2,4). Pues los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, y buscan
con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. La divina Providencia no niega
los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro conocimiento
de Dios y, sin embargo, se esfuerzan, ayudados por la gracia divina, en conseguir una vida recta. La Iglesia aprecia
todo lo bueno y verdadero, que entre ellos se da, como preparación evangélica, y dado por quien ilumina a todos los
hombres, para que al fin tenga la vida. Pero con demasiada frecuencia los hombres, engañados por el maligno, se hicieron necios en sus razonamientos y trocaron la verdad de Dios por la mentira sirviendo a la criatura en lugar del
Criador (cf. Rom 1,24-25), o viviendo y muriendo sin Dios en este mundo están expuestos a una horrible desesperación. Por lo cual la Iglesia, recordando el mandato del Señor: "Predicad el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,16), fomenta encarecidamente las misiones para promover la gloria de Dios y la salvación de todos.
Concilio Vaticano II (1962-1965)
Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual “Gaudium et Spes” (G.S.)
Este texto explica que la unidad de todos los hombres se da en la respuesta positiva a la iniciativa divina. Esta respuesta acontece en toda acción realizada en fidelidad a la conciencia que se esfuerza por encontrar la verdad. La ley moral,
dato universal de la experiencia humana, se interpreta a la luz de la fe como la interpelación divina. La dignidad de la
persona radica en esa acción según su conciencia.
16. En lo íntimo de su conciencia descubre el hombre siempre la existencia de una ley, que no se da él a sí mismo, pero a la cual está obligado a obedecer, y cuya voz, cuando incesantemente le llama a hacer el bien y evitar el mal, le
habla claramente al corazón, siempre que es necesario: Haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene dicha ley inscrita por Dios en su corazón; obedecerla constituye la dignidad misma del hombre, y por ella será juzgado. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, donde él se encuentra a solas con Dios, cuya voz resuena en lo
más íntimo de aquél. Y mediante la conciencia se da a conocer en modo admirable aquella ley, cuyo cumplimiento
consiste en el amor a Dios y al prójimo. Mediante la fidelidad a la conciencia, los cristianos se sienten unidos a los demás hombres para buscar la verdad y resolver, según la verdad, los muchos problemas morales que surgen tanto en
la vida individual como en la social. Luego cuanto mayor sea el predominio de la recta conciencia, tanto mayor es la
seguridad que tienen las personas y los grupos sociales de apartarse del ciego albedrío y someterse a las normas objetivas de la moralidad. Puede a veces suceder que yerre la conciencia por ignorancia invencible, sin que por ello pierda su dignidad. Pero esto no vale, cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien, con lo que la conciencia se va oscureciendo progresivamente por el hábito de pecar.
17. Mas el hombre no puede encaminarse hacia el bien sino tan sólo mediante la libertad que tanto ensalzan y con ardor tanto buscan nuestros contemporáneos, y no sin razón. Con frecuencia, sin embargo, la fomentan en forma depravada, como si no fuera más que una licencia que permite hacer cualquier cosa, aunque fuere mala. Al contrario, la
verdadera libertad es el signo más alto de la imagen divina en el hombre. Porque quiso Dios dejar al hombre en manos
de su propia decisión de suerte que espontáneamente busque a su Creador y llegue libremente a su felicidad por la
adhesión a Él. Mas la verdadera dignidad del hombre requiere, que él actúe según su conciencia y libre elección, es
decir, movido y guiado por una convicción personal e interna, y no por un ciego impulso interior u obligado por mera
coacción exterior. Mas el hombre no logra esta dignidad sino cuando, liberado totalmente de la esclavitud de las pasiones, tiende a su fin eligiendo libremente el bien, y se procura, con eficaz y diligente actuación, los medios convenientes. Ordenación hacia Dios, que en el hombre, herido por el pecado, no puede tener plena realidad y eficacia sino
con el auxilio de la gracia de Dios. Cada uno, pues, deberá de dar cuenta de su propia vida ante el tribunal de Dios,
según sus buenas o sus malas acciones.
Encíclica Populorum Progressio (El Desarrollo de los Pueblos) Paulo VI (26 de marzo de 1967)
La experiencia de liberación del Éxodo se convirtió en el paradigma para la fe yahvista que nació de él. Y es, iluminado
por la muerte y resurrección de Cristo, un referente todavía válido para la Iglesia hoy. Así lo deja entrever la encíclica
Populorum Progressio, de Paulo VI. Y las conclusiones de la 2ª Asamblea Conferencia Episcopal Latinoamericana, tenida en Medellín en 1968, que cita largamente el texto papal.
20. […] Así es como podrá cumplirse en toda su plenitud el verdadero desarrollo, que es el paso, para todos y cada uno, de unas condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas.
21. Menos humanas: la penuria material de quienes están privados de un mínimo vital y la penuria moral de quienes por el egoísmo están mutilados. Menos humanas: las estructuras opresoras, ya provengan del abuso del tener, ya del abuso del poder, de la explotación de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones. Más humanas: lograr ascender de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las plagas sociales, la adquisición de la cultura. Más humanas todavía: el aumento en considerar la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza [Cf. Mat. 5,3], la cooperación al bien común, la voluntad de la paz. Más humanas aún: el
reconocimiento, por el hombre, de los valores supremos y de Dios, fuente y fin de todos ellos. Más humanas, finalmente, y, sobre todo, la fe, don de Dios, acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad en la caridad de Cristo, que a todos nos llama a participar, como hijos, en la vida del Dios viviente, Padre de todos los
hombres.
2ª Asamblea de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), Medellín, 1968
Documentos finales. Introducción.
En las conclusiones de la asamblea del Celam se habla de la experiencia de liberación de la opresión como experiencia
de la presencia salvífica de Dios. No se identifican las dos realidades, hay distinción, pero en ningún caso hay oposición
ni dicotomía. El texto termina citando Populorum Progressio: en el proceso de desarrollo no se puede dejar de sentir el
‘paso de Dios que salva’. Es al interior de todo proceso de humanización y hominización que Dios actúa creando y liberando.
6. Así como otrora Israel, el primer Pueblo, experimentaba la presencia salvífica de Dios cuando lo liberaba de la
opresión de Egipto, cuando lo hacía pasar el mar y lo conducía hacia la tierra de la promesa, así también nosotros, nuevo Pueblo de Dios, no podemos dejar de sentir Su paso que salva, cuando se da "el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas. Menos humanas: las carencias materiales de los que están privados del mínimum vital y las carencias
morales de los que están mutilados por el egoísmo. Menos humanas: las estructuras opresoras, que provienen
del abuso del tener y del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las
transacciones. Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura. Más humanas también: el
aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza, la cooperación en el bien común, la voluntad de paz. Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los
valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Más humanas, por fin, y especialmente, la fe, don
de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad en la caridad de Cristo, que nos llama a todos
a participar, como hijos, en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres".
Exhortación Apostólica “Evangelii Nuntiandi”, Paulo VI, 8 de diciembre de 1975
En continuidad con los documentos anteriores, en esta exhortación, “Anunciando el Evangelio”, se insiste en la relación
estrecha entre la fe en el Dios cristiano y las consecuencias de la misma fe para la vida concreta, singular y social, de
cada un@. La lucha por la justicia, concluye, ‘no es extraña a la evangelización’.
Un mensaje que afecta a toda la vida
29. La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los
tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social, del hombre. Precisamente por esto
la evangelización lleva consigo un mensaje explícito, adaptado a las diversas situaciones y constantemente actualizado, sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre la vida familiar sin la cual apenas es posible el progreso personal (G.S. 47-52), sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida internacional, la
paz, la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación.
Un mensaje de liberación
30. Es bien sabido en qué términos hablaron durante el reciente Sínodo numerosos obispos de todos los continentes y, sobre todo, los obispos del Tercer Mundo, con un acento pastoral en el que vibraban las voces de millones de hijos de la Iglesia que forman tales pueblos. Pueblos, ya lo sabemos, empeñados con todas sus energías
en el esfuerzo y en la lucha por superar todo aquello que los condena a quedar al margen de la vida: hambres,
enfermedades crónicas, analfabetismo, depauperación, injusticia en las relaciones internacionales y, especialmente, en los intercambios comerciales, situaciones de neocolonialismo económico y cultural, a veces tan cruel
como el político, etc. La Iglesia, repiten los obispos, tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres
humanos, entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización.
Descargar