“El ansia de conocer bien el mundo”: una aproximación a la dinámica del conocimiento. Alicia Saliva Dra. en Linguistica Universidad Complutense Madrid En el canto XXVI del Infierno Dante y Virgilio llegan a la octava fosa, la de los fraudulentos, toda resplandeciente de llamas que ocultaban a pecadores. Una de ellas, que en lo más alto de su punta se dividía en dos, revestía a grandes iracundos: Ulises y Diomedes. Virgilio, a pedido de Dante, y con mucha autoridad por ser un eximio poeta latino, se acerca a preguntarles adónde los llevó a morir la pena y el dolor que padecieron en la vida. Habla Ulises, dentro de la llama oscilante: “Cuando me separé de Circe, que me mantuvo más de un año preso en Gaeta, antes de que Eneas la llamase así, ni la dulzura del afecto a mi hijo, ni la piedad por mi anciano padre, ni el amor que debía hacer feliz a Penélope pudieron vencer en mí el ansia que sentía de conocer bien el mundo y los vicios y el valor humanos, por lo cual me lancé por el ancho mar abierto, solo, con una barca y los pocos compañeros que no me abandonaron nunca.” Pasó por las costa de Cerdeña, de Marruecos y de España, hasta llegar, ya viejos y cansados él y sus compañeros, a la estrecha hoz (el estrecho de Gibraltar) donde Hércules plantó sus señales para que el hombre no pudiera pasar más allá. Allí increpa a sus compañeros ya que su sed de conocimientos antes de apagarse en tan largo viaje, había crecido enormemente:.” “¡Oh hermanos!” que a través de cien mil peligros habéis llegado a Occidente, a la escasa jornada que les queda a nuestros sentidos no le neguéis la experiencia de seguir detrás del sol hacia el mundo deshabitado. Pensad en vuestra naturaleza. No fuisteis hechos para vivir como los brutos, sino para alcanzar virtud y conocimiento El famoso capitán de la guerra de Troya es un paradigma universal -retomado por infinitos poetas- cuando se quiere hablar del conocimiento como una aventura impostergable en la vida de un hombre, como un fuego interno que pareciera encenderse cada vez más a medida que uno empieza a caer en su fascinación, que, por el placer y el gusto que se encuentra en su actividad, lleva a realizar hazañas y hasta locuras. Si la historia de la humanidad así lo ha consagrado, tímidamente queremos acercarnos a este breve e intenso discurso de Ulises, para que se acreciente y aclare ante nuestros ojos porqué el, hace tantos miles de años, siguió sin titubeos esta urgencia de conocer. Sabemos que los mitos hablan del hombre, de las verdades más intrínsecas del ser humano; nos inquieta saber, mediando el análisis que emprendemos ahora, si en nosotros existe esta llama, este ansia de conocer bien el mundo, exactamente y con la misma fuerza que existía en Ulises, y qué pasa con ella, y dónde está, y si nos es útil para nuestra vida de habitantes del siglo XXI. Ulises relata, frente al ancho mar abierto (una imagen que como pocas puede sintetizar lo atractivo de la inmensidad y de la apertura de lo infinito) los grandes afectos que su fecto cautivador le llevó a abandonar. El ansia de conocer fue más fuerte que cosas tan ero tan queridas como la dulzura del afecto al hijo, la piedad por su anciano padre o el amor a la mujer que lo esperaba. Entonces, está claro que Ulises buscaba ser lo más feliz que pudiera en su inmersión en las aguas marinas. Es decir, el interés de Ulises, algo que lo mueve de tal manera que deja atrás personas amadas, no podía ser sólo por ese ancho mar y todos sus secretos, aún en toda su inmensidad, sino que, a través de su conocimiento, nadie podría dudarlo, buscaba algo más grande aún: su propia felicidad. El conocimiento es infinito y, por lo que vemos, el deseo del hombre también. Imaginemos,pues, cuando se encuentran este ansia infinita y la realidad, que no acaba nunca. ¡Es una fiesta! Pero, ¿qué es esta infinitud? ¿algo etéreo, algo que está fuera de lo que todos los días podemos conocer y disfrutar? ¿dónde está lo infinito, que pueda atraernos siempre, para que siempre tengamos ganas de entrar en la realidad y conocerla? Escuchemos a Van Gogh, el gran enamorado del infinito, del conocimiento, de la belleza. El 29 de abril de 1889, en una carta a su hermano Theo, le habla de la hermosura de un paisaje de olivos, de una hermosura que casi casi no se puede pintar, pero que está allí, que si se puede ver es porque él mira detenidamente ese olivar: “Por momentos, así como contra los sordos acantilados se estrellan desesperadas las olas, una tormenta de deseo de abrazar algo.....¡Ah, mi querido Theo, si vieras los olivos en esta época! El follaje de plata vieja y plata verdeante contra el azul. Y la tierra labrada, de un tono anaranjado. Es algo muy distinto de lo que se piensa en el Norte.....El murmullo de un vergel de pinos posee cierta intimidad, como de algo inmensamente viejo. De lo hermoso que es me resulta difícil tanto pintarlo como concebirlo. ...Yo estoy atado a la tierra por lazos más que terrestres” Éste es un primer paso. Identificar la actividad del conocimiento y del estudio con una celebración, con un convite, porque lo infinito nos espera en cada aprendizaje. Llegamos a ella para disfrutar de lo bien hechos que estamos, tanto que podemos experimentar la posesión de la realidad, que nos invita a que la conozcamos cada vez más. Así puede ser el estudio de todos los días, y para ello tenemos que caer en la cuenta de que, aunque estemos viendo cómo funciona un átomo, interviene en esa operación todo lo que nosotros somos, lo que deseamos, y aquello que más deseamos, nuestra felicidad. Entonces, una pregunta seria: ¿Es posible que la vida del estudiante, llena de deberes y tareas, no tenga como única motivación que cada clase termine, que cada tarea de cada tarde, acabe, se termine? Sería terrible pensar que la vida es el esperar que acabe este problema, sobre todo porque después sobreviene otro. Claro, como siempre, la cuestión es el ahora, debemos preguntarnos cuál es el bien por el que vivimos ahora, no dentro de un mes y ni siquiera dentro de un rato. Entonces, el conocimiento es como un ancho mar abierto. Y para los alumnos de un secundario esto es algo que se hace patente cada mañana, ya que tienen la gran suerte, que se da una sola vez en la vida, de encontrarse entre las manos como con un enorme, un descomunal abanico, abierto a 180 grados, o si se pudiera, a 360. En un solo día pueden escuchar una poesía, entender cómo funciona una célula, saber porqué se producen los terremotos,maravillarse ante una ecuación que salió perfecta. “A la escasa jornada que les queda a nuestros sentidos no le neguéis la experiencia de seguir detrás del sol hacia el mundo deshabitado”. Entonces, el placer de ir detrás del sol, de ir detrás de la verdad, se puede experimentar. La experiencia de ir detrás del sol. Fíjense,desde los lejanísimos griegos que nos viene pasando lo mismo, el hombre viene estudiando desde que el mundo es mundo, siempre ha estudiado y, por lo que parece, si abren todos los días el diario, por ejemplo en la parte de ciencia, nunca dejará de estudiar. Parece entonces que el hecho de estudiar y de conocer la realidad el hombre no lo hizo nunca obligado, con una pistola detrás de la cabeza. Él solito, por pura búsqueda, por pura prueba de acierto y error, descubrió el fuego, la rueda; construyó, a partir de una agudísima observación de las leyes que rigen el espacio y el tiempo, por ejemplo, algo tan complejo como las pirámides o, por acercarnos más a nuestra cultura, las impresionantes catedrales. Podríamos resumirlo en algunas palabras que se ponen al lado del verbo conocer: ansia de conocimiento, deseo de conocer. Pareciera ser que hay algo que no deja en paz al hombre, que lo lleva sin tregua hacia el conocimiento. O sea, es una actividad permanente y atractiva. Eso es lo que dice, con una fuerza incontestable, la historia de la humanidad. ¿Es así en ustedes alumnos, y en nosotros profesores, y en los padres, y en los tíos, y en los hermanos? Ulises, entre sus breves palabras, para arengar a sus viejos compañeros les dice: “Pensad en vuestra naturaleza”. ¿Cuál es esta naturaleza?: “No fuisteis hechos para vivir como los brutos, sino para alcanzar virtud y conocimiento”. Ulises fue un estratega que sabía mover los corazones con la palabra, y nadie quedaba fuera de su embrujo. Sabe a qué debe apuntar si quiere que lo sigan: “pensad en vuestra naturaleza”, una naturaleza que existe en todos y cada uno de nosotros, en cada uno de los alumnos. Seguir una naturaleza es darse cuenta de que, como contaba una profesora de historia, si veo una historieta desordenada, pregunto cuál es su verdadero orden. Es decir, si somos sinceros, muchas cosas nos suscitan una pregunta, nos hacen querer entender cómo está hecha la realidad. Recordemos una imagen de Cortázar, cuando habla de su conducta humilde como lector: “cuando yo abro un libro lo abro como puedo abrir un paquete de chocolate, o entrar en el cine, o llegar por primera vez a la cama de una mujer que deseo; es decir, es una sensación de esperanza, de felicidad anticipada, de que todo va a ser bello, de que todo va a ser hermoso.” Abrimos la envoltura de un chocolate esperando encontrar algo que nos satisface. El hombre no es como un simple telescopio que solamente se percata de la existencia de las cosas, sino que se siente atraído por ellas. A Ulises le nace esta curiosidad estando en una isla, rodeado de mar, con otras costas a la vista. Es decir, es en la relación con la realidad que nace la curiosidad, que nace un interés por la naturaleza de las cosas y su significado. Claro, si uno se queda todo el día frente a una pared en blanco, o frente a una pantalla de televisión como la Mildred de Fahrenheit 451, poco deseo podrá despertársele. En mí, esta pasión por un largo periodo de estudio de las letras nació, como no podía ser de otra manera, de un poema y de una obra de teatro. Fue el romance de “Verde que te quiero verde”, de Federico García Lorca, recitado por Alfredo Alcón, y La señorita de Tacna, representada por Norma Aleandro. Claro, dos grandísimas figuras, con toda su pasión, dando voz a uno de los poetas más brillantes del siglo XX y a un gran fabulador, como es Vargas Llosa. Al cóctel no le hacía falta ningún elemento más. Yo estaba buscando. Y vi estas dos obras en una misma semana. Quise saber qué tenía dentro la palabra para decir tanto de mí, de lo que vibraba en mí, de lo yo intuía que deseaba en la vida. La curiosidad por la realidad nace de un punto de interés, y luego ese puntito es como una cuña que puede hacer efecto palanca y abrir en dos un gran pedazo de buena madera, dejando que entre la cautivadora y entera realidad. “Cuando me separé de Circe, que me mantuvo más de un año preso en Gaeta, antes de que Eneas la llamase así, ni la dulzura del afecto a mi hijo, ni la piedad por mi anciano padre, ni el amor que debía hacer feliz a Penélope pudieron vencer en mí el ansia que sentía de conocer bien el mundo y los vicios y el valor humanos, por lo cual me lancé por el ancho mar abierto, solo, con una barca y los pocos compañeros que no me abandonaron nunca.” “¡Oh hermanos!” que a través de cien mil peligros habéis llegado a Occidente, a la escasa jornada que les queda a nuestros sentidos no le neguéis la experiencia de seguir detrás del sol hacia el mundo deshabitado. Pensad en vuestra naturaleza. No fuisteis hechos para vivir como los brutos, sino para alcanzar virtud y conocimiento. “Por momentos, así como contra los sordos acantilados se estrellan desesperadas las olas, una tormenta de deseo de abrazar algo.....¡Ah, mi querido Theo, si vieras los olivos en esta época! El follaje de plata vieja y plata verdeante contra el azul. Y la tierra labrada, de un tono anaranjado. Es algo muy distinto de lo que se piensa en el Norte.....El murmullo de un vergel de pinos posee cierta intimidad, como de algo inmensamente viejo. De lo hermoso que es me resulta difícil tanto pintarlo como concebirlo. ...Yo estoy atado a la tierra por lazos más que terrestres” Van Gogh “Cuando me separé de Circe, que me mantuvo más de un año preso en Gaeta, antes de que Eneas la llamase así, ni la dulzura del afecto a mi hijo, ni la piedad por mi anciano padre, ni el amor que debía hacer feliz a Penélope pudieron vencer en mí el ansia que sentía de conocer bien el mundo y los vicios y el valor humanos, por lo cual me lancé por el ancho mar abierto, solo, con una barca y los pocos compañeros que no me abandonaron nunca.” “¡Oh hermanos!” que a través de cien mil peligros habéis llegado a Occidente, a la escasa jornada que les queda a nuestros sentidos no le neguéis la experiencia de seguir detrás del sol hacia el mundo deshabitado. Pensad en vuestra naturaleza. No fuisteis hechos para vivir como los brutos, sino para alcanzar virtud y conocimiento. “Por momentos, así como contra los sordos acantilados se estrellan desesperadas las olas, una tormenta de deseo de abrazar algo.....¡Ah, mi querido Theo, si vieras los olivos en esta época! El follaje de plata vieja y plata verdeante contra el azul. Y la tierra labrada, de un tono anaranjado. Es algo muy distinto de lo que se piensa en el Norte.....El murmullo de un vergel de pinos posee cierta intimidad, como de algo inmensamente viejo. De lo hermoso que es me resulta difícil tanto pintarlo como concebirlo. ...Yo estoy atado a la tierra por lazos más que terrestres” Van Gogh