TEMA 9 - Junta de Comunidades de Castilla

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TEMA 18
LA POTESTAD SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACION. EL SERVICIO
PUBLICO: FORMAS DE GESTION. LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DE
LA ADMINISTRACION
SUMARIO:
I.- LA POTESTAD SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACION
I.1.- Introducción
I.2.- Principios que informan la potestad sancionadora
I.2.1.- El principio de legalidad
I.2.2.- El principio de tipicidad
I.2.3.- El principio de irretroactividad
I.2.4.- El principio de culpabilidad
I.2.5.- El principio de proporcionalidad
I.2.6.- El principio del non bis in idem
I.2.7.- El principio de presunción de inocencia
I.3.- Regulación del procedimiento sancionador
I.4.- Estructura del procedimiento sancionador
I.4.1.- Iniciación
I.4.2.- Instrucción
a) Alegaciones
b) Prueba
c) Propuesta de resolución
d) Audiencia
I.4.3.- Resolución
I.5.- Prescripción de las faltas y de las sanciones
II.- EL SERVICIO PUBLICO: FORMAS DE GESTION
II.1.- Concepto
II.2.- Régimen jurídico del servicio público
II.2.1.- Principios generales
II.2.2.- Creación y establecimiento
II.2.3.- Régimen de funcionamiento
II.3.- Formas de gestión de los servicios públicos
II.3.1.- Gestión directa
a) Gestión por la propia Administración
b) Gestión por organismos públicos con personalidad jurídica
c) Las sociedades privadas
II.3.2.- Gestión indirecta
a) La concesión
b) Gestión interesada
c) Concierto
d) Sociedad de economía mixta
III.- LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DE LA ADMINISTRACION
III.1.- Introducción
III.2.- Presupuestos de la responsabilidad patrimonial
III.2.1.- Lesión resarcible
III.2.2.- Imputable a la Administración
III.2.3.- Relación de causalidad
III.2.4.- Ausencia de fuerza mayor
III.3.- Indemnización
III.4.- Prescripción
III.5.- Procedimiento
III.5.1.- Procedimiento general
a) Iniciación
b) Instrucción
c) Audiencia
d) Dictamen
e) Terminación
III.5.2.- Procedimiento abreviado
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I.- LA POTESTAD SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACION.
I.1.- Introducción.
Por sanción puede entenderse en un sentido amplio un mal infligido por el poder del
Estado a un ciudadano como consecuencia de una conducta ilegal. En nuestro
ordenamiento, tal como reconoce nuestra Constitución, este mal puede ser impuesto
tanto por el poder judicial como por el ejecutivo, a diferencia del sistema judicialista,
fundamentalmente anglosajón que, basado en una estricta aplicación del principio de
división de poderes, reserva a los jueces la imposición de toda clase de pena y
castigos.
I.2.- Principios que informan la potestad sancionadora.
Como ha dicho el Tribunal Constitucional, los principios inspiradores del derecho
penal son de aplicación, con ciertos matices, al Derecho Administrativo sancionador,
dado que ambos son manifestaciones del ordenamiento punitivo del Estado. La
doctrina del Tribunal Constitucional ha sido tenido en cuenta por el legislador quien
en la LRJPAC dedica a esta materia el Capítulo I del Título IX, bajo el título de
“Principios de la potestad sancionadora”. Estos principios son los siguientes:
I.2.1.- Principio de legalidad.
Este principio se encuentra recogido en el art. 127.1 del la LRJPAC en el que se dice
que “la potestad sancionadora de las Administraciones públicas, reconocida por la
Constitución, se ejercerá cuando haya sido expresamente atribuida por una norma
con rango de ley”, lo que supone que en ausencia de Ley formal la Administración
no puede sancionar. La Ley formal no sólo ha de reconocer la potestad
sancionadora en relación con una determinada actividad, sino que, además, debe
configurar los elementos esenciales de la misma, por lo que el principio de legalidad
está directamente vinculado al de tipicidad, como después veremos. Ahora bien,
como ha manifestado el Tribunal Constitucional este principio no incide en las
disposiciones o actos nacidos al mundo del derecho con anterioridad al momento en
que la Constitución fue promulgada.
I.2.2.- Principio de tipicidad.
Este principio se encuentra recogido en el art. 129 de la LRJPAC, tanto por lo que
respecta a la infracción como a la sanción. Respecto de la primera, el núm.1 del
referido artículo dice que “sólo constituyen infracciones administrativas las
vulneraciones del ordenamiento jurídico previstas como tales infracciones por una
Ley”, la cual, además las deberá clasificar en leves, graves y muy graves, y respecto
de la segunda, en su núm.2 se dice que “únicamente por la comisión de infracciones
administrativas podrán imponerse sanciones que, en todo caso, estarán delimitadas
por la Ley”. No obstante esta reserva de ley y a diferencia de lo que sucede en el
Derecho Penal, por vía reglamentaria se pueden introducir especificaciones o
graduaciones al cuadro de las infracciones o sanciones establecidas legalmente
que, sin constituir nuevas infracciones o sanciones, ni alterar la naturaleza o límites
de las que la Ley contempla, contribuyan a la más correcta identificación de las
conductas o a la más precisa determinación de las sanciones correspondientes.
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I.2.3.- Principio de irretroactividad.
El art. 9.3 de la Constitución proscribe la irretroactividad de las disposiciones
sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos. Así se dice también en el
art. 128.1 de la LRJPAC, según el cual “serán de aplicación las disposiciones
sancionadoras vigentes en el momento de producirse los hechos que constituyan
infracción administrativa” , añadiéndose en el 128.2 que “las disposiciones
sancionadoras producirán efecto retroactivo en cuanto favorezcan al presunto
infractor”.
I.2.4.- Principio de culpabilidad.
El principio de responsabilidad personal o subjetiva, que es básica en el Derecho
penal, también rige en el Derecho administrativo sancionador. Este principio ha sido
recogido en el art. 130.1 de la LRJPAC, cuando dispone que “sólo podrán ser
sancionadas por hechos constitutivos de infracción administrativa las personas
físicas y jurídicas que resulten responsables de los mismos aun a título de simple
inobservancia”, entendiendo así que la culpabilidad en Derecho Administrativo no se
exige sólo por dolo o culpa, sino también por omisión de la diligencia exigible en el
cumplimiento de la normativa administrativa.
I.2.5.- Principio de proporcionalidad.
Este principio demanda la adecuación de los medios empleados a los fines
perseguidos y es de trascendental importancia en el Derecho Administrativo
sancionador, por cuanto lo normal aquí es que éste regule las sanciones de forma
flexible, otorgando un cierto margen de apreciación la Administración para la
graduación de la sanción a la entidad de la infracción y de sus efectos. La LRJPAC
establece que de forma especial se deberán tener en cuenta los siguientes criterios
para efectuar la graduación de la sanción a aplicar:
a) La existencia de intencionalidad o reiteración.
b) La naturaleza de los perjuicios causados.
c) La reincidencia, por comisión en el término de un año de más de una
infracción de la misma naturaleza cuando así haya sido declarado por
resolución firme.
I.2.6.- Principio del non bis in idem.
Este principio supone la interdicción de doble sanción por unos mismos hechos a un
mismo responsable en las relaciones entre el orden penal y administrativo. El
contenido de este principio incluye dos aspectos: de un lado, la no duplicidad de
sanciones administrativas y penales siempre que se cumpla la triple identidad de
sujeto, hechos y fundamento; y de otro, que cuando exista previsión legal de dos
procedimientos punitivos (penal y administrativo) sobre los mismos hechos, tenga
preferencia el primero, de manera que sólo cuando la calificación penal de los
hechos no conduzca a la imposición de una pena podría producirse –respetando los
hechos declarados probados en la sentencia penal- una sanción administrativa por
los mismos hechos.
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La aplicación de los principios examinados está dirigida a las relaciones que se
producen entre la Administración y los ciudadanos en general, no a las que se
puedan derivar de una relación especial, como sucede con el personal a su servicio
y de quienes estén vinculados a ellas por una relación contractual, respecto a
quienes no son aplicables las prescripciones relativas a la actividad sancionadora
contenidas en la LRJPAC.
I.2.7.- Principio de presunción de inocencia.
La aplicación de este principio supone que únicamente se podrá imponer una
sanción administrativa cuando haya existido una actividad probatoria de cargo con
todas las garantías, incumbiendo a la Administración sancionadora la carga de la
prueba, quién, además, habrá de motivar la resolución sancionadora con la
valoración otorgada a cada medio de prueba practicado.
I.3.- La regulación del procedimiento sancionador.
A diferencia de lo que sucede con el procedimiento administrativo, la LRJPAC no
regula un procedimiento sancionador común, sino que en sus artículos 134 y
siguientes, se contienen los principios que deben informar los diversos
procedimientos que legal o reglamentariamente puedan aprobarse. El procedimiento
sancionador general se encuentra regulado en el Real Decreto 1398/1993, de 4 de
agosto, por el que se aprueba el Reglamento del procedimiento para el ejercicio de
la potestad sancionadora (RPPS), el cual, según se dice en su art. 1, se aplicará en
defecto total o parcial de procedimientos específicos, no sólo en la Administración
General del Estado, sino también en la Administración de las Comunidades
Autónomas, respecto de aquellas materias en que el Estado tiene competencia
plena y de forma supletoria (art. 149.3 de la Constitución), cuando no exista
normativa concreta.
El ejercicio de la potestad sancionadora requerirá la tramitación del procedimiento
legal o reglamentariamente establecido en el que se garantizarán al presunto
responsable los siguientes derechos:
a) A ser notificado de los hechos que se le imputen, de las infracciones que
tales hechos puedan constituir y de las sanciones que, en su caso, se les
pudieran imponer, así como de la identidad del instructor, de la autoridad
competente para imponer la sanción y de la norma que atribuya tal
competencia.
b) A formular alegaciones y utilizar los medios de defensa admitidos por el
ordenamiento jurídico que resulten procedentes.
c) Los demás derechos reconocidos en el artículo 35 de la LRJPAC.
I.4.- Estructura del procedimiento sancionador
I.4.1.- Iniciación.
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El procedimiento sancionador se inicia siempre de oficio, por acuerdo del órgano
competente, bien por propia iniciativa o como consecuencia de orden superior,
petición razonada de otros órganos o denuncia.
La resolución por la que se inicie el procedimiento sancionador deberá tener el
siguiente contenido mínimo:
a) Identificación de la persona o personas presuntamente responsables.
b) Los hechos sucintamente expuestos que motivan la incoación del
procedimiento, su posible calificación y las sanciones que pudieran
corresponder, sin perjuicio de las que resulten de la instrucción.
c) Instructor y, en su caso, Secretario del procedimiento, con expresa
indicación del régimen de recusación de los mismos.
d) Organo competente para la resolución del expediente y norma que le
atribuya tal competencia, indicando la posibilidad de que el presunto
responsable pueda reconocer voluntariamente su responsabilidad.
e) Medidas de carácter provisional que se hayan acordado por el órgano
competente para iniciar el procedimiento sancionador, sin perjuicio de las
que se pueden adoptar durante el mismo.
f) Indicación del derecho a formular alegaciones y a la audiencia en el
procedimiento y de los plazos para su ejercicio.
El acuerdo de iniciación debe trasladarse al instructor, junto con las actuaciones
realizadas, y también se notificará al denunciante y a los inculpados. En la
notificación se advertirá a los inculpados que de no efectuar alegaciones sobre el
contenido de la iniciación del procedimiento en el plazo de 15 días que se concede
para alegaciones, la iniciación podrá ser considerada propuesta de resolución
cuando contenga un pronunciamiento preciso acerca de la responsabilidad
imputada.
I.4.2.- Instrucción.
Dentro de la fase de instrucción, y al igual que sucede en el procedimiento
administrativo común, se comprenden las siguientes fases: alegaciones, prueba,
propuesta de resolución y audiencia.
a) Alegaciones.
A partir de la notificación de la iniciación del procedimiento, los interesados disponen
de un plazo de 15 días para la formulación de alegaciones, aportación de
documentos o informaciones y, en su caso, proponer prueba, concretando los
medios de que intente valerse.
Por su parte, el instructor deberá realizar de oficio cuantas actuaciones resulten
necesarias para el examen de los hechos, recabando los datos e informaciones que
sean relevantes para determinar, en su caso, la existencia de responsabilidades
susceptibles de sanción.
b) Prueba.
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Concluido el trámite de alegaciones, el instructor podrá acordar la apertura de un
período de prueba por un plazo no superior a treinta días ni inferior a diez. La
práctica de las declaradas pertinentes debe realizarse en los términos previstos en el
art. 81 de la LRJPAC para el procedimiento ordinario.
c) Propuesta de resolución.
Concluida, en su caso, la prueba, el órgano instructor formulará la propuesta de
resolución, la cual deberá contener al menos:
a) Fijación los hechos, especificándose los que se consideren probados y su
exacta calificación jurídica.
b) Determinación de la infracción que dichos hechos constituyan
c) Persona o personas responsables.
d) Sanción que se propone, medidas provisionales que se hubieran adoptado
o bien declaración de inexistencia de infracción o responsabilidad.
Además de lo anterior, cuando como consecuencia de la instrucción del
procedimiento resultase modificado alguno de los hechos, sanciones o
responsabilidades contenidos en la iniciación del procedimiento, esta circunstancia
se deberá incluir en la propuesta de resolución.
d) Audiencia.
La propuesta de resolución se notificará a los interesados, acompañando a la misma
una relación de los documentos obrantes en el procedimiento, concediéndoles un
plazo de quince días para formular alegaciones y presentar los documentos e
informaciones que estimen pertinentes.
Se podrá prescindir de este trámite cuando no figuren en el procedimiento ni sean
tenidos en cuenta otros hechos ni otras alegaciones y pruebas que las aducidas por
el interesado, salvo que el escrito de iniciación del expediente se hubiese
transformado en propuesta de resolución cuando concurran los requisitos exigidos
para ello
I.4.3.- Resolución.
El órgano competente para resolver puede acordar, motivadamente, la realización
de las actuaciones complementarias que considere indispensables para su
resolución. En este caso, el acuerdo se deberá notificar a los interesados,
concediéndoles un plazo de siete días para formular alegaciones. Estas actuaciones
complementarias deberán practicarse en un plazo no superior a quince días,
quedando suspendido, en este caso, el plazo para resolver el procedimiento.
La resolución deberá dictarse en el plazo de diez días, desde la recepción de la
propuesta de resolución, salvo en el caso de que se realicen las actuaciones a que
se refiere el párrafo anterior.
En la resolución no se podrán aceptar hechos distintos de los determinados en la
fase de instrucción del procedimiento, salvo lo que pueda derivarse de las
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actuaciones complementarias, sin perjuicio de su posible diferente valoración
jurídica, en cuyo caso y de ser más grave la sanción, se le deberá notificar este
extremo al interesado para alegaciones por un nuevo plazo de quince días.
La resolución del procedimiento sancionador, además de los requisitos generales
que para las resoluciones se contienen en el art. 89.3 de la LRJPAC, incluirán la
valoración de las pruebas practicadas, especialmente de aquellas que constituyan
los fundamentos básicos de la decisión, fijarán los hechos y, en su caso, la persona
o personas responsables, la infracción o infracciones cometidas y la sanción o
sanciones que se imponen, o bien la declaración de no existencia de infracción o
responsabilidad.
En el supuesto de que no hubiese recaído resolución transcurridos seis meses
desde la iniciación, excluidos los supuestos de interrumpción por causas imputables
a los interesados o de suspensión por tramitarse otro procedimiento por los mismos
hechos ante los Organos Comunitarios Europeos o ante el orden jurisdiccional
penal, se deberá declarar la caducidad del expediente.
La resolución que pongan fin al procedimiento sancionador habrá de ser motivada y
resolverá todas las cuestiones planteadas en el expediente y será ejecutiva cuando
ponga fin a la vía administrativa. Cuando no sea ejecutiva, en la misma se adoptarán
las medidas cautelares precisas para garantizar su eficacia hasta que sea ejecutiva.
I.5.- Prescripción de las faltas y de las sanciones.
Con carácter general, las infracciones muy graves prescribirán a los tres años, las
graves a los dos años y las leves a los seis meses. En cuanto a las sanciones, las
impuestas por faltas muy graves prescribirán a los tres años, las impuestas por faltas
graves a los dos y por faltas leves al año. El plazo de prescripción de las
infracciones comenzará a contar desde el día en que la infracción se hubiera
cometido y el de las sanciones desde el día siguiente a aquel en que adquiera
firmeza la correspondiente sanción. La prescripción se suspenderá cuando se inicie
el procedimiento sancionador o el de ejecución, reanudándose, en ambos casos, si
el mismo estuviese paralizado durante más de un mes por causa no imputable al
infractor.
II.- EL SERVICIO PUBLICO: FORMAS DE GESTION.
II.1.- Concepto.
Aunque existen diversas opiniones sobre el concepto de servicio público, el mismo
puede ser definido, siguiendo a Garrido Falla como “servicio técnico prestado al
público de una manera regular y constante mediante una organización de medios
personales y materiales cuya titularidad pertenece a una Administración pública y
bajo un régimen jurídico especial”.
II.2.- Régimen jurídico de los servicios públicos.
II.2.1.- Principios generales.
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Como se desprende de la definición apuntada, son principios que rigen en nuestro
derecho la actividad de prestación de la Administración en régimen de servicio
público:
-
-
-
El de continuidad y regularidad en la prestación
El principio de universalidad, por cuanto tiende a asegurar la cobertura
universal de una necesidad igualmente sentida universalmente, a todos los
que lo soliciten, conforme a lo establecido legalmente.
El principio de igualdad, que íntimamente ligado con el anterior, exige la
igualdad en el acceso, funcionamiento y utilización del servicio.
El principio de adaptación o elasticidad del servicio público, conforme al
cual éste debe ser adaptado permanentemente a las exigencias del interés
general.
El principio de participación de los usuarios en la definición, organización e
incluso gestión del servicio público
El principio de responsabilidad de los poderes públicos por su
funcionamiento, conforme al régimen general de la responsabilidad
patrimonial.
II.2.2.- Creación y establecimiento.
La facultad de la Administración para establecer servicios públicos sobre las
materias que tenga atribuida competencia, es una manifestación más de su potestad
organizatoria. No obstante si ese establecimiento conlleva su reserva al sector
público, requerirá una Ley específica como establece el art. 128.2 de la Constitución
y si el servicio va a ser objeto de gestión indirecta, requerirá el previo reconocimiento
de que la actividad de que se trate queda asumida por la Administración como
propia de la misma (art. 155.2 TRLCAP).
II.2.3.- Régimen de funcionamiento.
Desde su establecimiento, surge una relación entre usuario y Administración o
gestor indirecto del servicio- que estará formalizada en el reglamento del servicio y
del que se desprende para el usuario el derecho a recibir la prestación en las
condiciones que se derivan de los principios antes definidos y las contrapartidas que,
en su caso, debe satisfacer.
II.3.- Formas de gestión de los servicios públicos
La actividad de prestación o de servicio público puede ser cumplida por la
Administración directamente o por medio de organizaciones privadas propias. Así se
reconoce expresamente en la Ley de Bases del Régimen Local, la cual prescribe
que los servicios públicos locales pueden gestionarse de forma directa o indirecta,
salvo los que impliquen ejercicio de autoridad, respecto de los cuales sólo cabe su
prestación en régimen de gestión directa.
II.3.1.- Gestión directa.
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En las formas de gestión directa se mezclan formas de derecho público y de derecho
privado. Entre las primeras estarían la gestión por la propia Administración y la
gestión por un organismo autónomo. Entre las segundas, las sociedades mercantiles
a) Gestión por la propia Administración
En este caso, el servicio está a cargo del personal directamente dependiente de la
Administración de que se trate. Esta forma admite que haya un órgano especial de
gestión o no, pero en el primer caso, este órgano no ha de tener personalidad
jurídica.
b) Gestión por organismos públicos con personalidad jurídica
En este caso, las Administraciones crean un organismo público específico para la
gestión de un servicio concreto, el cual está dotado de personalidad jurídica propia,
aunque se encuentre vinculado o dependa de una Administración. El ente público
más usual es el organismo autónomo.
c) Las sociedades privadas
En estos casos el servicio o actividad se gestiona directamente en forma de
empresa privada, la cual habrá de adoptar una de las formas de Sociedad mercantil
y así esta previsto en la Ley de Hacienda Pública en la Administración de la Junta de
Castilla-La Mancha.
II.3.2.- Gestión indirecta
La gestión indirecta de los servicios públicos engloba una serie de figuras por las
que la Administración encomienda a los particulares la prestación de servicios
públicos. Es esencial, por ello, en estas formas de gestión una disociación entre
titularidad y gestión del servicio público. La primera ha de quedar siempre en poder
de la Administración, lo que le permite, entre otros poderes, controlar la ejecución
del servicio y definir las prestaciones que han de darse a los particulares. Al
prestatario del servicio únicamente se le encomienda la gestión del mismo, conforme
a las instrucciones que al efecto haya establecido la Administración y, como es
consustancial a la transferencia de la gestión, de manera temporal.
El Texto Refundido de la La Ley de Contratos de las Administraciones Públicas
agrupa las formas de gestión indirecta bajo la denominación común de contrato de
Gestión de Servicios Públicos, definiendo éstos como “los contratos mediante los
que las Administraciones Públicas encomiendan a una persona, natural o jurídica, la
gestión de un servicio”. (art. 155). Como formas de gestión indirecta, el TRLCAP
recoge las siguientes: Concesión, gestión interesada, concierto y sociedad de
economía mixta.
a) La concesión.
La concesión de servicios públicos ha sido una de las figuras claves de la
Administración tradicional. Mediante ella el que el concesionario se obliga a prestar
un resultado a cambio de un precio alzado, que se cifra en el derecho a la
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percepción de unas tarifas fijas. El servicio se realiza así a riesgo y ventura del
contratista concesionario, si bien aquí este principio debe ceder ante la necesidad
inherente al servicio público de garantizar la regularidad y continuidad en la
prestación, lo que se traduce, también, en que a su régimen jurídico se aplica el
principio de equilibrio financiero para evitar que una alteración sobrevenida en las
prestaciones económicas pactadas pueda interrumpir la prestación del servicio.
El objeto de la concesión consiste en la transferencia de facultades que la
Administración realiza a favor del particular para la gestión del servicio, mediante un
contrato en el que se establecen las condiciones que han de regir la concesión.
b) Gestión interesada.
En la gestión interesada de los servicios públicos la Administración y el empresario
participarán en los resultados de la explotación en la proporción que se establezca
en el contrato. Este contrato, por tanto, ha de determinar el régimen de obligaciones
y responsabilidades del contratista en la gestión del servicio, así como una
“cláusulas de interesamiento” que concretarán el porcentaje de participación de cada
una de las partes en los beneficios económicos que resulten de la explotación del
servicio.
c) Concierto.
El TRLCAP prevé esta modalidad cuando una persona natural o jurídica venga
realizando prestaciones análogas a las que son objeto del servicio público. En virtud
del contrato, la Administración podrá servirse de las instalaciones y medios del
contratistas, a cambio de un precio a tanto alzado.
Son los sectores educativo y sanitaria aquellos en los que, dadas sus características
peculiares y la concurrencia en sus respectivos ámbitos de actividades públicas y
privadas, el recurso al concierto se ha manifestado especialmente idóneo y eficaz.
d) Sociedad de economía mixta.
El TRLCAP prevé que para la gestión de algunos servicios públicos pueda crearse
una sociedad en la que la Administración participe, por sí o por medio de una
entidad pública, en concurrencia de personas naturales o jurídicas. Creada la
sociedad, ésta aparece ante la Administración pública como concesionaria del
correspondiente servicio público, con las obligaciones de tal, y la Administración con
los poderes de policía y control del servicio público.
III.- LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DE LA ADMINISTRACION.
III.1.- Introducción
La Constitución de 1978 elevó al máximo rango la responsabilidad patrimonial de la
Administración al decir en su art. 106.2 que “los particulares, en los términos
establecidos en la ley, tendrán derecho a ser indemnizados por toda lesión que
sufran en cualesquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza
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mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento de los servicios
públicos”.
El desarrollo constitucional ha sido efectuado básicamente en la LRJPAC, en la que
se recoge un sistema de responsabilidad directo (responde directamente la
Administración frente a los particulares, por las actuaciones de sus agentes) y
objetivo (sin necesidad de que exista actuación culposa) de la Administración, al
establecer en su art. 139.1 que “los particulares tendrán derecho a ser indemnizados
por las Administraciones Públicas correspondientes, de toda lesión que sufran en
sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión
sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos”,
matizando en el núm. 2 del referido artículo que “en todo caso, el daño alegado
habrá de ser efectivo, evaluable económicamente e individualizado con relación a
una persona o grupo de personas”.
III.2.- Presupuestos de la responsabilidad patrimonial.
III.2.1.- Lesión resarcible.
El primero de los requisitos es que exista una lesión en cualquiera de los bienes o
derechos de los particulares, equivalente, por su contenido, como señala la
jurisprudencia a cualquier daño o perjuicio. Esta lesión debe ser:




Efectiva, entendiendo por tal, el daño cierto ya producida y excluyendo así
los eventuales o simplemente posibles, pero no actuales.
Evaluable económicamente, requisito que concurre cuando se produce un
auténtico quebranto patrimonial, que se pueda cuantificar y valorar en
dinero, no cuando sólo ha habido molestias o perjuicios subjetivos sin
trascendencia económica objetiva.
Individualizada con relación a una persona o grupo de personas, lo que
implica que la lesión sea residenciable en un patrimonio concreto,
excluyéndose así la indemnización de las cargas generales.
Antijurídica, requisito que no implica que la conducta del causante del
daño sea contraria a Derecho, sino que como establece el art. 141.1 de la
LRJPAC, el particular “no tenga el deber jurídico de soportar (el daño) de
acuerdo con la Ley”.
III.2.2.- Imputable a la Administración.
Para que exista responsabilidad no es suficiente con que exista lesión, sino que la
misma debe ser imputable a la Administración. Este requisito supone: primero,
determinar por qué actos responde patrimonialmente la Administración y, segundo,
determinar qué Administración es la que debe responder.
Respecto de la primera cuestión, el criterio que utiliza la LRJPAC, al igual que la
Constitución, es el de funcionamiento de los servicios públicos. La expresión
“servicios públicos” que emplea el precepto ha de ser entendida en un sentido
amplio, comprendiendo toda función o actividad de la Administración, o al decir de la
jurisprudencia “el conjunto que abarca todo el tráfico ordinario de la Administración”.
253
A la vez, la expresión sirve para excluir la actuación de los agentes de la
Administración que se realice con desconexión de los servicios públicos.
Por lo que a la segunda cuestión, la imputación se realizará a la Administración que
sea titular de los servicios públicos. Ahora bien, como puede ser que exista
concurrencia en la prestación de un determinado servicio público, la LRJPAC, en su
art. 140, distingue dos supuestos:
1) Si la responsabilidad deriva de la gestión de un servicio que se realiza mediante
fórmulas conjuntas de actuación –por ejemplo un convenio- la responsabilidad
será solidaria de todas ellas, sin perjuicio de que el instrumento regulador de la
colaboración distribuya internamente la responsabilidad.
2) En otros supuestos de concurrencia, la responsabilidad se fijará atendiendo a
criterios de competencia, interés público tutelado e intensidad de la intervención.
Cuando no sea posible dicha determinación, la responsabilidad será también
solidaria.
III.2.3.- Relación de causalidad.
Este es el presupuesto clave de la responsabilidad, pues no basta que se haya
producido una lesión en el patrimonio de los particulares que éstos no tengan
obligación de soportar, sino que es preciso probar que entre la lesión y el servicio
público hay una relación de causa a efecto directa e inmediata y no excluyente por el
particular.
Si la culpa es exclusiva de la víctima o de un tercero, se rompe el nexo de
causalidad y no existe responsabilidad administrativa. Si la culpa no es exclusiva,
pero concurre en la producción del daño, la jurisprudencia permite “moderar y
atemperar equitativamente la responsabilidad administrativa.
III.2.4.- Ausencia de fuerza mayor.
Tanto según el art. 106.2 de la Constitución, como el 139.1 de la LRJPAC, excluyen
la responsabilidad los supuestos debidos a fuerza mayor. Ello implica que sólo estos
supuestos y no los de caso fortuito se eximen a la Administración de la obligación de
indemnizar.
La diferencia entre fuerza mayor y caso fortuita ha sido objeto de abundantes
disquisiciones doctrinales, pero por lo que a la responsabilidad patrimonial se refiere,
el art. 141.1 de la LRJPAC define lo que se entiende fuerza mayor al decir que “no
serán indemnizables los daños que se deriven de hechos o circunstancias que no se
hubiesen podido prever o evitar según el estado de los conocimientos de la ciencia o
de la técnica existentes en el momento de producción de aquéllos”, añadiendo que
“todo ello sin perjuicio de las prestaciones asistenciales o económicas que las leyes
puedan establecer para estos casos”, supuesto de exclusión en el que encajan, por
ejemplo, los casos de contagio por enfermedades desconocidas e indetectables en
la sanidad pública, como fue en su día el SIDA. Esta reforma, que incluso para
algunos autores, como Pelayo Pardos, la califican de inconstitucional, pretende
hacer frente a una tendencia jurisprudencial a reconocer la responsabilidad de la
Administración sanitaria por el contagio de enfermedades, admitiendo, sin embargo,
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que esta exclusión pueda ser compatible con determinadas prestaciones por parte
de la Administración
III.3.- Indemnización.
El objeto de la acción de responsabilidad es la reparación del daño causado. Los
dos preceptos básicos en esta materia, el 106.2 CE y el 139.1 de la LRJPAC,
recogen el principio de reparación integral, pues se establece como objeto de la
reparación “toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos”. De ahí
que la reparación afecte a todos los daños alegados y probados por el perjudicado,
como el daño emergente o el lucro cesante, aunque no a las meras expectativas de
dudosa realidad.
En cuanto a la forma de calcular la expropiación el art. 141.2 LRJPAC dice que “la
indemnización se calculará con arreglo a los criterios de valoración establecidos en
la legislación de expropiación forzosa, legislación fiscal y demás normas aplicables,
ponderándose, en su caso, las valoraciones predominantes en el mercado”.
Por lo que se refiere a la fecha de determinación de la indemnización, ésta es la del
día en que la lesión se produjo. Ahora bien, para conseguir que la reparación sea
integral el apartado 3 del art. 141 dice que esa fecha se determinará “sin perjuicio de
su actualización a la fecha en que se ponga fin al procedimiento de responsabilidad
con arreglo al índice de precios al consumo, fijado por el instituto Nacional de
Estadística, y de los intereses que procedan por demora en el pago de la
indemnización fijada, los cuales se exigirán con arreglo a lo establecido en la Ley
General Presupuestaria”.
III.4.- Prescripción.
La reclamación ha de presentarse en el plazo de un año desde que se haya
producido el hecho o acto que motive la indemnización o desde que se hubiere
manifestado su efecto lesivo, salvo que se trate de daños de carácter físico o
psíquico a las personas, en cuyo caso el plazo comenzará a computarse desde la
curación o la determinación del alcance de las secuelas.
III.5.- Procedimiento.
Para hacer efectiva la obligación de reparar es necesario que la Administración
declare la existencia de responsabilidad a través de un acto administrativo que, en
cuanto tal, debe adoptarse a través del procedimiento de responsabilidad
patrimonial, el cual se encuentra regulado en los artículos 142 y 143 de la LRJPAC y
en el Reglamento de los procedimientos de las Administraciones públicas en materia
de responsabilidad patrimonial, aprobado mediante el Real Decreto 429/1993, de 26
de marzo, en los que se regulan dos tipos de procedimiento: el general y el
abreviado.
III.5.1.- Procedimiento general.
a.- Iniciación.
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El procedimiento puede iniciarse de oficio o por reclamación de los interesados. De
iniciarse de oficio, el acuerdo de iniciación se notificará a los particulares
presuntamente lesionados, concediéndoles un plazo de siete días para que aporten
las alegaciones, documentos o informaciones que estimen convenientes. Si se inicia
a instancia de parte, en la reclamación deberán especificarse las lesiones
producidas, la presunta relación de causalidad entre éstas y el funcionamiento del
servicio público, la evaluación económica si fuere posible y el momento en que la
lesión efectivamente se produjo, e irá acompañada de cuantas alegaciones,
documentos e informaciones se estimen oportunos. De admitirse la reclamación, se
impulsará de oficio en todos sus trámites.
b.- Instrucción.
Esta fase tiene por objeto la determinación, el conocimiento y la comprobación de
los datos en virtud de los cuales debe pronunciarse la resolución. Dentro de esta
fase y en el plazo de treinta días, se podrán practicar las pruebas que hayan sido
declaradas pertinentes. Igualmente, se podrán solicitar los informes necesarios,
entre los que se encontrará el del servicio cuyo funcionamiento haya ocasionado la
presunta lesión.
c.- Audiencia.
Una vez practicadas las anteriores actuaciones, se debe poner de manifiesto el
expediente al interesado por un plazo no inferior a diez días ni superior a quince a fin
de que pueda formular alegaciones y presentar documentos, facilitándole una
relación de los documentos obrantes en el expediente, a fin de que pueda obtener
copia de los que estime pertinentes. En los procedimientos iniciados de oficio,
cuando el interesado no se persone en trámite alguno de la instrucción ni tampoco
en el de audiencia, el instructor propondrá que se dicte el archivo provisional de las
actuaciones, la cual se convertirá en definitiva, una vez transcurrido el plazo de
prescripción.
d.- Dictamen.
Este dictamen sólo procede en los expedientes de responsabilidad patrimonial de
cuantía superior a 100.000 pesetas. En este caso, una vez concluido el trámite de
audiencia el instructor propondrá que se solicite el preceptivo informe del Consejo
Consultivo de Castilla-La Mancha, remitiéndose a tal efecto junto con el expediente,
la propuesta de resolución correspondiente.
e.- Terminación.
En el plazo de veinte días desde la recepción del dictamen resolverá o someterá la
propuesta de acuerdo para su formalización al interesado. La resolución deberá
pronunciarse sobre la existencia o no de la relación de causalidad, lesión producida
y, en su caso, la cuantía de la indemnización, explicitando los criterios utilizados
para su cálculo.
III.5.2.- Procedimiento abreviado.
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Iniciado el procedimiento general y antes del trámite de audiencia cuando sean
inequívocos la relación de causalidad y la lesión, así como la valoración del daño y
el cálculo de la cuantía de la indemnización, el órgano competente podrá acordar la
sustanciación de un procedimiento abreviado, a fin de reconocer el derecho a la
indemnización en el plazo de treinta días, suspendiéndose el procedimiento
ordinario.
El acuerdo de iniciación del procedimiento se comunicará a los interesados,
concediéndoles un plazo máximo de cinco días de audiencia.
Concluido el trámite de audiencia, en los cinco días siguientes, el instructor
propondrá, cuando por su cuantía sea preceptivo, que se solicite el dictamen al
Consejo Consultivo de Castilla-La Mancha por el trámite de urgencia.
Si el dictamen discrepa de la propuesta de resolución, el órgano competente para
resolver acordará el levantamiento de la suspensión del procedimiento ordinario y la
remisión de todo lo actuado al órgano instructor, notificándolo al interesado.
Transcurridos treinta días desde la iniciación sin que haya recaído resolución, se
haya formalizado el acuerdo o se haya levantado la suspensión del procedimiento
general, podrá entenderse que la resolución es desestimatoria.
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