El goce segregativo y la institución analítica. Ricardo Cababié - 22 de junio de 2015

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FORO ANALÍTICO DEL RÍO DE LA PLATA
Material de Circulación Interna - Biblioteca
El goce segregativo
y la institución analítica
Ricardo Cababié
Espacio Escuela
22 de junio de 2015
El goce segregativo
y la institución analítica
Ricardo Cababié
“De esa lobreguez está tan lleno el aire
que nadie sabría cómo evitarla.”
Fausto
El ser parlante: el segregador
Somos lobos entre lobos, para descifrar esto un buen argumento
bíblico: recordemos la violencia fratricida entre Caín y Abel que pone
en evidencia la rivalidad asesina entre hermanos, pero también la arbitrariedad del Dios-Padre; su mirada consagró a uno en detrimento del
otro, luego vendrá la venganza contra el semejante ya que, con el gran
Dios no es posible.
La discriminación del otro puede tomar formas inusitadas.
Existe un afán visceral-delirante por encontrar en el otro, el punto de
divergencia, de “pequeña diferencia”, el bendito-maldito detalle, la quintaesencia de la esencia, Freud lo marcaba en aquel grupo que se diferenciaba del otro por la sutil manera de expresar una palabra. Lo propio y
ajeno en una mera inflexión verbal...
Aquí bien vale una digresión un tanto extensa como necesaria: Freud
hace alusión al Shibboleth, éste deriva de una historia bíblica en la cual la
pronunciación de esta palabra fue utilizada para distinguir a miembros
de un grupo –la tribu de Efraim– cuyo dialecto carecía del sonido Sh, a
diferencia de los otros, los galaaditas, que si lo incluía.
Se narra que después de una derrota sobre la tribu de Efraim, los eframitas sobrevivientes cuando intentaban cruzar el río Jordán, se encontraban a sus enemigos vigilando el paso y para identificarlos los galaaditas
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El goce segregativo
sometían a cada viajero a una simple prueba fonética; pronunciar esa
palabreja. En el caso que no pudieran, los degollaban; así murieron más
de 40.000 de la tribu de Efraim.
No resulta, entonces, tan lírica esta referencia freudiana, el pellejo
estaba en juego en este matiz fonético. Me pregunto: ¿Cuáles fueron los
shibbolets en juego al escribir Freud su manifiesto llamado “Historia del
movimiento psicoanalítico”?
Perdura la intriga de por qué Freud haya sentido la necesidad de
escribir ese texto casi como una auto-imposición. El psicoanálisis era
adolescente para entonces cuando lo publica en 1914. Una historia que
es la del movimiento, no de una ciencia o de una doctrina, y menos aún
la de una institución.
Hay allí una exigencia interna para trasmitir al lector, sea éste discípulo o profano. No se contenta con exposiciones didácticas ni presentaciones discursivas. Freud tiene que hacerse historiador de su propio
pensamiento tanto para marcar las etapas en pos de una continuidad
como para justificar las modificaciones que siempre –e insiste en ello–
solo la experiencia –léase la expresada por el inconsciente–, ha hecho
necesarias.
Es el encuentro con acontecimientos no deseados, que se presentan
a propósito de la transferencia, pero la fórmula también es válida para
muchos otros fenómenos, sobre todo lo que más tarde llamará compulsión a la repetición de situaciones dolorosas. Es el encuentro imprevisto
con el obstáculo lo que hace que el psicoanálisis avance, a condición de
no eludirlo, sino de superarlo sacando provecho de él.
Único fundador del psicoanálisis, ¿será el historiador más confiable?
Hay un movimiento que parece no poder controlar, que comienza a escapársele de las manos. Escribir la historia en este caso, puede también
servir para llamar al orden…
En lo que hace al movimiento, la circunstancia desencadenante es
muy particular: hay peligro en ciernes y urgencia en conjurarlo. Es la
primera vez que el psicoanálisis se ve amenazado desde adentro. (Recuerdo
un comentario de C.Soler en su última visita a Buenos Aires: “El peor
enemigo del psicoanálisis son los mismos psicoanalistas”).
Hasta ese momento los ataques han llegado desde afuera, pero a Freud
no le preocupaban demasiado –no sentía gusto, decía, por la polémica–.
La consideraba vana. La situación cambia radicalmente cuando son los
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más próximos –encabezados por el príncipe heredero– designado por el
propio Freud, los que pretenden conspirar.
“El psicoanálisis es mi creación”. Desde el comienzo Freud reafirma
su paternidad exclusiva y de ellos surge que “nadie mejor que yo puede
saber lo que es el psicoanálisis”. Y lo que no es, se podría agregar. Solo
Freud puede decidir sobre el shibbolet del psicoanálisis, sobre la génesis y
evolución de sus conceptos fundamentales, acerca del concepto de libido
o del campo de acción del mismo psicoanálisis. Nada menos.
La autoridad que emerge desde su letra, se afirma en forma enérgica y
segura. No es la de Urvater, la de un padre primordial con su poder cuestionado por los hijos y resuelto a hacerse obedecer. Freud nunca quiso
estar a la cabeza de ninguna institución.
La autoridad que se cuestiona es de otro orden, no la del tirano, sino,
la de un garante. Recordemos: “El psicoanálisis es mi creación y nadie
mejor que yo puede saber lo que es el psicoanálisis”. Certificado de origen
y certificado de garantía, todo en uno. Y precisamente, para que no se
confundan los dos sentidos de la autoridad,
Freud decidió hacer de Jung, el jefe, el führer del movimiento, pero ya
hay razones para arrepentirse de esa elección… El “íntimo círculo” se irá
transformando en movimiento, hasta Freud describe ese movimiento
de conquista con satisfacción, enumera los países conquistados, cita las
numerosas revistas que están al servicio de la causa, pero otra cosa es la
organización del psicoanálisis.
Alguna vez he leído un señalamiento de Freud quizás alterno a esta
corriente, algo así como que el psicoanálisis no puede prosperar allí
donde hay un exceso de reglas… Si la referencia es a la organización
de la asociación, Sandor Ferenczi, parece desconfiar de ello. Habla de
la “patología de las asociaciones”. Sabe que cuando se trata de agrupaciones políticas, sociales o científicas, en ellas reinan la “megalomanía
pueril, la vanidad, el respeto por las fórmulas vacías, la obediencia ciega
y el interés personal”
Subraya –sin pelos en la lengua– la analogía entre toda agrupación y
la familia. En ambas amor y odio con el padre que estamos listos para
desplazar, aniquilar, enterrar. Rivalidad y celos entre hermanos; tentativas de todo orden para obtener los favores del padre. Nada falta en este
cuadro virulento que anticipa lo que Freud más tarde irá a delinear en
su “Psicología de las masas”.
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Ferenczi presiente que las sociedades analíticas no podrían escapar
a esto. Todo lo contrario, con la ayuda de las pasiones, transferencias e identificaciones, el riesgo se exacerba. Y si embargo… es precisamente el gran cuestionador quien va a defender a capa y espada, con
firmeza y aparente convicción, el proyecto acuñado por Freud de crear
una Asociación Internacional, brindando argumentos que exceden lo
racional: “La tarea de la Asociación será permitir una puesta en común
de los conocimientos, una discusión franca y atemperada de los aportes
de cada uno.”
Una pizca de entusiasmo –como diría Lacan en “El psicoanálisis
razón de un fracaso”. Optimista de pronto, Ferenczi, prevé que “la fase
auto-erótica actual de la vida de la asociación, sería reemplazada por la
fase más evolucionada del amor de objeto, en que ya no se buscaría la
satisfacción mediante las zonas erógenas psíquicas (vanidad-ambición)
sino, en los objetos mismos de nuestro estudio”. Tan interesante como
divertido. Nos podemos indagar sobre cuál Ferenczi es más creíble. El
que augura un hermoso porvenir con un lenguaje de ternura, o el que
sostiene que va a prevalecer el lenguaje de las pasiones, el de la horda
de los hermanos. Va a recusar a los falsos amigos, sin nombrarlos pero
resulta indubitable reconocer de quién se trata. Cito: “La manera más
peligrosa y deleznable de aprobar las teorías de Freud, es redescubrirlas
y retomarlas bajo otro nombre”. Todos pueden navegar a su gusto, pero
no “bajo falsa bandera”. Advertencia sin rodeos. Y es precisamente lo
que se propone Freud afirmar en su historia del movimiento aunque se
dedique largamente a minimizar las teorías de Adler, no hay nada que
temer allí, no es por ese lado.
Con el tema Jung la cosa cambia, una cosa es no admitir conceptos
como “voluntad de poderío” o “protesta masculina”, que incursionar
en conceptos freudianos muy caros al creador como Inconciente-libidorepresión. Todo esto montado en un sistema ético-religioso que contrasta
con el ateísmo del psicoanálisis freudiano. Con Jung, como ocurrió con
Fliess, la herida seguirá doliendo pero hubo alivio sin duda, el que se
encontró en la ruptura, pero también decepción y amargura.
Historia del movimiento es entonces un texto de combate, polémico,
tanto que Freud no duda en recurrir a cualquier medio, a exponer argumentos desacostumbrados bajo su pluma. Y es así como cita unas palabras de Adler: “¿Ud. cree que para mí es un gran placer esto de pasarme
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la vida a su sombra?” (¿Habrá sabido que el hermano mayor de Adler
se llamaba Sigmund?).
Freud hace alusión a los “prejuicios raciales” que revolotean por el
psicoanálisis –eufemismo por antisemitismo– del infiel Karl Gustav. En
otro momento utiliza contra Jung el testimonio de uno de su ex paciente:
“No adelanté nada… no se tomaba en consideración ni la transferencia ni
el pasado… me iba del análisis con el más profundo de los desalientos”.
El argumento no parece muy legítimo pero había una guerra declarada en silencio. S. Ferenczi en su texto “Sobre la organización del movimiento psicoanalítico. Problemas y métodos del psicoanálisis” comenta
varios episodios en términos de combate; “lucha por la causa”, “la obligación de hacer la guerra, responder a los garrotazos recibidos”, etc.
Acerca del epígrafe: “Fluctuat nec mergitur”, la nave del movimiento
se puede bambolear, pero no se hunde. El lema freudiano –quizás descifrado por el propio Lacan– no es otro que: “Adelante con las naves”.
Las naves lacanianas no surcaron su travesía sin alguna zozobra, aunque
supo qué hacer en cada intento que han tenido en hacerlas naufragar. La
dirección de una Escuela creada en soledad lo asemeja a Freud. La fundación y la disolución siempre estuvieron en manos de Lacan.
Los temas del poder y sus vasos comunicantes, las intrigas palaciegas y
las reyertas imaginarias, no escapan a ninguna agrupación, parafraseando
a Ferenczi. “La erotización del poder no es un ejercicio secundario sobre
el objeto, sino que conforma sus propios cimientos”, dice Zizek. El goce
segregativo ¿de qué modo se anuda al poder y de cuál poder hablamos?
No hay poder si el mismo no se encuentra erotizado, aunque tengamos
que utilizar los ejemplos más macabros que la historia nos pueda brindar.
Al final del Seminario XI, Lacan señala que ninguna explicación histórica hegeliano-marxista puede dar cuenta totalmente de ese fenómeno
traumático que fue el nazismo.
O como el significante amo –en su versión de la pasión por la ignorancia– opera en lo real por vía del estrago social a través de la segregación y la devastación subjetiva. Si bien el proceso segregativo es esencial
a la estructura misma, hay distintas formas de tratar lo inasimilable que
retorna como unheimlich lo siniestro-familiar freudiano, lo éxtimo…
El proceso que lleva a la violencia segregativa es aquel que va formando
un discurso amo puro, no dialectizable, donde se forcluye toda posibilidad de saber y que inevitablemente lleva al sacrificio.
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El goce segregativo
No es lo mismo el discurso amo que ordena un saber y produce la
extracción del plus de gozar (en este sentido el discurso amo es fundamento del pacto social) que el significante amo que ordena gozar sin articulación a ningún saber. Esta última forma del discurso es la que lleva
a considerar la alteridad como a un enemigo, basura a desechar, que
niega el ser del Otro y debe ser eliminado para que exista el “nosotros”.
Lacan en el Seminario XVIII: “De un discurso que no fuera del
semblante” plantea un tipo de identificación un tanto diversa que bien
se podría nominar como “segregativa” porque afirma que es el fundamento de todo racismo.
Allí Lacan teoriza el fenómeno de la segregación, primero separa
este fenómeno identificatorio del discurso amo, es decir que a veces se
confunde discurso amo y segregación como si tuvieran la misma raíz.
Lacan insiste en que el esclavo trabaja para el amo, pero no necesariamente se tiene que identificar con él.
El tipo especial de identificación segregativa del que se trata, es que
no basta la identificación simbólica al rasgo del ideal, lo que la sostiene
es el objeto plus de gozar. El objeto es el soporte en este tipo de identificación. Por ejemplo un sujeto puede identificarse al ideal del líder como
rasgo, y por otro lado tener el plus de goce. La identificación segregativa
ocurre cuando se adosa el rasgo y el objeto de goce.
El soporte de la identificación segregativa es acuciante para el sujeto,
esto quiere decir que concentra el exceso de goce y esto implica necesariamente la abolición de otras formas de goce que giran en relación a otros
rasgos que comenzarán a ser negativos. De modo tal que si la concentración de goce es comer únicamente sushi, los que comen el asadito en la
calle pueden caer en desgracia; pueden comenzar a ser vistos con rasgos
despreciativos; sucios, animales etc.
Estos rasgos de negatividad concluyen en injuriosos y de allí a la segregación hay un solo paso. La forma ideológica que va a tomar esta clase
de identificación es contingente, lo más importante es la coalescencia
del rasgo del ideal (el bigotito de Hitler) y el plus de gozar (el objeto que
concentra el goce) lo de la raza aria es secundaria. Lo cual quiere decir
que se podría diseñar segregación con cualquier ideología, aún con el
progresismo.
Es decir que poco importa todo el sistema de ideas que intenten
explicar el holocausto: la burguesía alemana sin identidad y con aspi7
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raciones de un ideal que la universalice, con la aparición de un Hitler
que había tenido frustraciones y era bastante delirante, como aquello de
fabricar la pureza de la raza para ascender en esa sociedad que gritaba
por un líder que los sacara del infierno por un rato, para volver a transitar por el acheronte más tarde.
Lacan nos señala en este mismo Seminario: “Es crucial decir simplemente que no hay ninguna necesidad de esta ideología (se refiere a la
raza aria) para que se constituya un racismo, basta con un plus de gozar
que se reconozca como tal”.
“Y si alguien se interesa en lo que pueda ocurrir, hará bien en decirse
que todas las formas de racismo en tanto que un plus de gozar basta para
soportarlo, esto es lo que está para nosotros a la orden del día”.
Y aquí su vaticinio: “Esto es lo que nos amenazará en los próximos
años, ustedes van a comprender mejor porque cuando les digo que la
teoría, el ejercicio auténtico de la teoría analítica nos permite formular
en cuanto a lo que es el plus de gozar”.
Recapitulando se pude hablar de dos tipos de identificación:
1) Al ideal que deja un vacío, el objeto está en otra parte y que se puede
llenar de distintas maneras de saber del goce.
2) Al ideal fundamentalista que encarna el plus de goce y al mismo tiempo
crea las condiciones para que algo tenga que ser sacrificado para mantener
esa única forma de goce que Lacan llama plus de gozar apretado, porque
lo concentra. Las más de las veces el objeto a sacrificar es el sujeto mismo.
¿Cómo no mencionar a los kamikases japoneses en la última guerra
mundial? ¿O actualmente a los combatientes de la jihad islámica que se
inmolan por una causa supuestamente religiosa?
El discurso capitalista al implicar un cuestionamiento del plus de
gozar bajo su forma de plus-valía provoca, nos marca Lacan, este efecto
de identificación; donde cada uno en cierto nivel podría sacar su tajada.
El ser arios les permite a cada cual gozar de su plus, es decir, sacar su
tajada. Hay docenas de films que describen esta variable.
El plus de goce como plusvalía está abierto en la modernidad para
insuflar este tipo de identificación. Cada sujeto podría, en la sociedad
capitalista, sacar su tajada en cualquier ideal puesto en el mercado y a
veces en detrimento de su propio sistema de ideales, me voy a referir a
esto luego con una viñeta clínica.
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El goce segregativo
Hasta aquí la digresión. Si bien el discurso es un orden establecido
en lo real, pero un orden que al fin y al cabo, implica modos de gozar.
A Hamlet, los daneses le producían nauseas, marcando en este rasgo
singular, una arista segregativa, pero a la hora de entrar en la escena
con su deseo decidido, se acordó de su origen reivindicándolo, el mismo
origen que lo llevaba a sintomatizar.
Los regionalismos culturales-póliticos, rasgos colectivos que se
comparten en pos de una tradición a defender, dejan reyertas en el
camino, cuando no, guerras fratricidas al estilo de España y la ex-Yugoslavia.
De los genocidios, se puede decir que son delirios masivos donde al
ideal se le ha incrustado un significante de goce a través de la transmisión de rasgos identificatorios en la vana búsqueda de la homogeinización
de la raza y su pureza, o de la pureza de las ideas, tomando posiciones
a ultranza en salvaguarda de las mismas, aquí el buen Dios, más allá el
demonio.
Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta
de los seres humanos muertos de las peores maneras que la malicia
humana ha sido capaz de inventar. Una de ellas, la más criminal, la
más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde
el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda a matar en
nombre de Dios.
Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca
han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que por el
contrario, han sido y siguen siendo la causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que
constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia
humana, esto último es una apreciación de José Saramago, el escritor
portugués premio Nóbel de Literatura en un ensayo llamado el “factor
Dios”. Entre la hermandad musulmana, no son lo mismo los chiitas que
los sunitas y dentro de Israel no son iguales los inmigrantes que llegan de
Rusia que los falashas llegados de África y en la diáspora, los dos grandes
grupos Askenazies y Sefaradies difieren al punto de la discriminación…
Católicos y protestantes, lo sabemos, llevan siglos de controversias.
¿Se trata acaso de pontificar al Uno hegemónico como una aspiración humana, universal?
El discurso de la superioridad étnica no tiene fronteras, como
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tampoco, la identificación a esa superioridad, a veces la historia nos
enseña que lo siniestro puede estar a la vuelta de la esquina, quien
hasta ayer era un semejante, un referente, de pronto pasa a ser una
mantis religiosa de la peor calaña como los llamados Kapos en los
campos de concentración nazi, hasta ayer amables vecinos, hoy implacables verdugos que, para conservar la vida hubieron de lamer la bota
de los nuevos amos.
No hay para Lacan, racismo sin discurso. El racismo se puede pensar
en relación al goce del Otro, odiar es no soportar el goce del Otro.
Si no nos soportamos como seres humanos, es de figurarse el curioso
efecto que produjo O. Wells con su transmisión radial anunciando la
invasión de marcianos, la sola mención de que un goce extra-terrestre
viene a visitarnos, produjo pasajes al acto en cadena.
La “premonición” lacaniana del 67, de que se iba a producir una extensión siempre más dura de los procesos de segregación por los efectos de
universalización, está a la orden del día. El poder trae aparejado nuevas
“etnias” pero la verdadera maquinaria de la segregación es la impunidad.
Hasta algunos son capaces de socavar voluntades con el fin de perpetuarse en el poder y tener cerca a su amante: la impunidad.
Salió la nueva Biblia: El Mercado
Existe, es un observable, un proceso mundial de uniformización de las
peculiaridades individuales, se uniformiza entonces, los deseos y los goces.
Hay una reducción y un intento de homogeneizar los modos de gozar
de la civilización. El capitalismo –lo que Lacan llama discurso capitalista–,
tiene como efecto industrializar al deseo mismo. Como el superyó, la
lógica capitalista impone una voracidad ilimitada: más se le ofrece, más
demanda. Hay que buscar formas de goce innovatorias.
La cultura de lo exótico intenta dar respuesta, se busca Otro que no
tenga el mismo modo de goce, como aviso clasificado es cotidiano... Es
al revés que el racismo, no solamente se soporta la diferencia sino que
se la valora, se le ha inoculado un brillo fálico. El turismo de aventura
nos es más que un tour por el goce del Otro.
El Mercado ordena gozar, y nos condiciona en cómo y cuando hacerlo,
nos llena de gadgets para reconfortarnos, open 24 hs. Lo novedoso es fugaz
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El goce segregativo
y simultaneo, obra de internet, el tiempo y el espacio al unísono como
para que de un modo similar, aterrorizar a Borges y a Pascal.
Segregación y discriminación: Dos modalidades de goce
C. Soler nos hace ver que segregación y discriminación no representan
lo mismo, podemos encontrar sociedades discriminatorias pero no segregativas, la India con su sistema cástico es un buen ejemplo, habiendo
un significante amo que funcione, permite tratar las diferencias de los
goces sin la segregación.
Pero también es dable la segregación voluntaria: Antes de consultarme, Ana estuvo un año con una psicoterapia focalizada en su dificultad
para conseguir trabajo, llega a la conclusión que no desea trabajar, había
realizado antes un “viaje interior” por dos años a la India, sólo trabajaba para comer, mientras se detenía a sentir cómo había estado presionada toda su vida en trabajos que la mortificaban, pero vuelve al país y
no sabe porqué, mientras, ve todo de afuera.
La otra segregación, la impuesta, es una vía de tratar lo insoportable,
lo imposible de soportar. Todo discurso, ¿no es una fuente de discriminación? Si cada discurso es un ordenamiento de goce, hace capturar a
otros en su lista. Entre los discursos hay una tensión, una rivalidad, una
intolerancia.
El discurso racista consiste en elevar esta “pequeña diferencia” del narcisismo, a un grado de diferencia absoluta, donde sólo quedaría el juego de
la dialéctica mortífera del Uno con el Otro. El rasgo identificatorio para
seleccionar y definir los campos de enfrentamiento contra el enemigo, es
el rasgo religioso anudado con la emblemática nacional-cultural.
En función de esto se encuadra, la violación de mujeres musulmanas,
en la guerra de la ex-Yugoslavia, pone de manifiesto que la violación puede
ser usada como arma de guerra, en el delirio militar, fue utilizada como
un instrumento más en la maquinaria de la limpieza étnica, golpea al
enemigo ciertamente en su fibra más íntima: en su descendencia.
La discriminación y la segregación como modalidades de goce en el
sujeto cobra interés clínico: Boris, es un inmigrante rumano que llega al
país a finales de los 90’, en estos años, su vida atravesó cambios sustanciales. Viene de una familia de alta tradición católica, donde el orden
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moral era tan inexcusable como la fidelidad conyugal, ambos animaban
los hábitos de la familia. Sus hijos fueron educados en un férreo colegio
de hermandad franciscana y con un sentido de solidaridad social y austeridad poco común.
Parte de su Rumania natal por falta de trabajo, ya que la empresa de
transportes que lo empleaba quiebra, en una crisis económica del país. Al
poco tiempo de llegar se emplea como peón de taxi, tratando de dominar
dos variantes para él ineludibles; una el idioma, la otra la discriminación, con respecto a la primera tenía nociones de castellano, es así que
en pocos meses lo fue dominando, la segunda es aún hoy relativo motivo
de mortificación.
Empezó trabajando en el taxi por el 20% de la recaudación, teniendo
que hacerse cargo del combustible, lo cierto es que trabajaba 14 hs. diarias
para llevar a su casa unos magros pesos. Pero con el tiempo Boris se fue
aporteñando, tomaba viajes sin accionar el reloj taxímetro, respondiendo
esta actitud –según él– a una discriminación por parte de su empleador.
Después compró un mecanismo para que el reloj se desplazara más
rápido, y ahora hace su apuesta con algunas pasajeras que denotan en
sus semblantes carencias sexuales, es decir, le ofrece sus servicios de
taxi-boy. Ya quedó atrás cuando le decían: ¿Rusito no entendés lo que te
digo? Entonces, ¡jodete!
¿Qué pasó con Boris? ¿Cómo se instala subjetivamente a contrapelo
de sus ideales, sus hábitos y dogmas? ¿Cómo pensar esta posición actual
canallesca, donde el goce propio desplazó a todo sistema de ideales?
Habría que profundizar en los programas identificatorios, no importa
de qué extracción sean, sino en cómo se encarnan en la sociedad a través
de la personalidad de los gobernantes. Es una cuestión de complacencias, de formas de gozar, en lo vernáculo, el rasgo político y el rasgo de
goce vienen a fundirse en la misma matriz, formando una heráldica,
una insignia.
Lo que cuenta es la promoción de esta insignia de goce incrustada
en el seno de la comunidad, ella engendra una fraternidad instituida
sobre el modo de gozar, y no sobre los antiguos significantes que ya no
funcionan como ideal.
Menudo trabajo para los que vienen, expurgar esa modalidad de goce
canallesca, sin trasmitir la del propio cuño.
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FORO ANALÍTICO DEL RÍO DE LA PLATA
Material de Circulación Interna - Biblioteca
Responsable de Biblioteca: Eduardo Boyé
Coordinador de Publicaciones: Luciano Lutereau
Coordinador General del FARP: Pablo Peusner
SECRETARÍA DEL FARP
Horario: lunes a jueves de 18 a 22 hs.
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COLEGIO CLÍNICO DEL RÍO DE LA PLATA
Formaciones Clínicas del Campo Lacaniano
Director: Gabriel Lombardi
Coordinadora: Cristina Toro
Coordinador adjunto: Luis Prieto
Ofrecemos una formación psicoanalítica de acercamiento sostenido a los
textos cardinales con un marcado sesgo clínico, tanto en los seminarios como
en los talleres donde practicamos el ejercicio de escritura y lectura de la casuística hasta extraer su lógica. Nuestra enseñanza se integra a la Red Internacional
de Foros y a la Escuela de Psicoanálisis del Campo Lacaniano. En el seminario anual “Ética y Política del Campo Lacaniano” nos proponemos situar los
alcances de las diversas instancias que componen nuestra comunidad analítica,
su sentido y sus usos posibles: el Colegio Clínico, la Escuela Internacional, el
Foro y nuestra Red Asistencial.
RED ASISTENCIAL DEL FARP
Desde el año 2007 el FARP ofrece tratamiento psicoanalítico a niños, adolescentes, adultos y parejas. Esta oferta toma los rasgos particulares de una institución que, orientada por la Escuela, transmite y promueve el Psicoanálisis.
Integrantes: Laura Salinas, Sebastián Fernández Mores, Natalia
Domínguez, Leonardo Itzik, Valeria Mercuri.
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