Señor Ministro de Justicia de la Nación

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Buenos Aires, 14 de julio de 2003.
Señor Ministro de Justicia de la Nación
Don Gustavo Beliz
S
/
D
Cumplimos en dirigirnos a Ud. en nombre del
Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, a fin de comunicar
nuestra oposición, por decisión unánime de los miembros de su
Directorio, a la designación del Profesor Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni,
como Juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
1
-
Esta
presentación
la
efectuamos
de
conformidad con la convocatoria conteni da en el Decreto 222/03 del
Poder Ejecutivo Nacional, en base a la cual se somete a la opinión
pública, la postulación del Dr. Zaffaroni, para ocupar la vacante en la
Corte Suprema de Justicia de la Nación. En este sentido, debemos
destacar que el hecho de proponer una discusión pública como la que
nos ocupa, constituye un indiscutido avance en los procedimientos
republicanos de gobierno.
2
-
Sin
perjuicio
de
lo
expuesto,
creemos
necesario destacar, como lo hemos hecho en una declaración pública
anterior, que dicho decreto contiene, a nuestro juicio, cláusulas lesivas
a la libertad del ejercicio profesional, y de clara implicancia
discriminatoria. Ello por cuanto el dictado del decreto 222/03,
contiene una serie de exigencias a cumplir por los abogados aspirantes
a ser designados ministros de la Corte Suprema, entre las cuales se
encuentra la de dar a conocer los patrocinios, las defensas y
asesoramientos jurídicos efectuados en los últimos ocho años.
3 – El Profesor Zaffaroni ha dedicado, como es
sabido, muchos años a la tarea de investigación del derecho penal,
creando o robusteciendo en el campo filosófico teorías nacidas en
Europa hace aproximadamente treinta y cinco años. Sus conclusiones
son conocidas, no solo por las exposiciones que efectuó en el mundo
entero, conferencias y libros, sino también por
sentencias que dictó
cuando se desempeñaba como Juez Federal, luego Juez de Sentencia y,
por último, Juez de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal
y Correccional, siempre en la Capital Federal.
A nuestro criterio, el hecho de ser un indiscutido
estudioso de la ciencia penal, y quizás uno de los hombres que en
mayor medida ha expuesto su pensamiento, no importa por sí mismo un
antecedente válido para apoyar la designación pretendi da.
Es verdad que la sinceridad y la reiteración por
parte del postulante a la Corte de la exposición de su pensamiento,
efectuada con gran lealtad y claridad, permite el conocimiento exacto
de su manera de concebir el derecho de su especialidad.
En nuestro caso, el Profesor Zaffaroni expuso,
como decimos, elocuente y reiteradamente su pensamiento. En este
sentido, cabe resaltar su libro titulado “Hacia un realismo jurídico
penal marginal”, editado en el año 1993. Puede leerse allí, según su
autor, quien expresa como síntesis de su pensamiento “ que procuramos
la renovación de la dogmática penal desde la deslegitimación del
sistema penal orientada instrumentalmente hacia la limitación y
reducción de su ámbito y violencia, en camino a una utopía -por lejana
no realizada, pero no por irrealizable - abolicionista del sistema penal ”.
El expuesto es el mismo concepto que Mariano Alberto Ciafardini,
actual
Secretario
de
Estado
de
Política
Criminal
y
Asuntos
Penitenciarios del Ministerio a vuestro cargo, ha sostenido en el libro
titulado “Abolicionismo Penal ” Dice así el autor: “La abolición del
sistema penal no puede en nuestros días entenderse más que como una
utopía. Lo utópico, sin embargo, no es sinónimo de imposible. Las
utopías no son falacias . Es más, muchas utopías han generado las
ideas fundadoras de grandes proyectos que tuvieron finalmente su
concreción”.
En el mismo año 1993, entre otros conceptos
inclinados hacia la supresión de la pena privativa de libertad, sostuvo
Zaffaroni lo imperioso de redefinir el derecho penal “y concebirlo
como un discurso para limitar, para reducir, para acotar y,
eventualmente, si se puede, para cancelar el poder político, o sea las
penas”. Téngase en cuenta que el derecho penal se distingue,
precisamente, por la manera de sancionar las conductas ilícitas.
La concepción filosófica del Dr. Zaffaroni sobre
el derecho penal y, en especial, la teoría del delito y la pena, pueden
verse también en toda su extensión explicada en las numerosas obras
que ha editado: “El sistema penal argentino “, editorial “Ad Hoc”,
1992;
“Criminología,
aproximación
desde
un
margen”,
editorial
“Temis”, 1993, así como el primer tomo de su importante obra titulada
“Derecho Penal, parte general”. Nada personal sobre “El crimen
organizado y sistema de justicia” (editorial De Palma, 2001) y “La
justicia penal hoy” (Fabián di Plácido editor).
En
síntesis,
pretende
el
profesor
de
la
Universidad de Buenos Aires que el derecho penal como castigo a
quienes delinquen, debe ser abolido . Su preocupación no estriba en
los que sufren las acciones de quienes matan, violan o roban, sino,
destacadamente, en la manera de disminuir sus penas dentro del actual
sistema legal, o postulando su abrogación gradual pero inexorable.
Siendo Juez, son conocidas sus sentencias. Todas
concluyen en un encuadramiento y razonamiento destinado siempre a
mejorar la situación del delincuente:
a) Así, la violación por vía bucal es concebida
solo como un abuso deshonesto, y de esa manera destina a su autor u na
pena sustancialmente menor que la correspondiente al delito de
violación, poniendo al autor del delito al borde de su libertad.
b) Cuando se roba un auto y se lo deja en la calle,
cualquiera sea la razón de ello, convierte al automóvil, incluso un
último modelo, en una cosa perdida por su dueño original. Esta opinión
lleva a aducir que el ladrón que se apropia del auto anteriormente
robado solo comente una infracción menor, para la cual el Código
Penal solo le destina una baja multa.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, pocas
veces en su historia ha descalificado de manera tan terminante un fallo
como el precedente.
El 10 de noviembre de 1988 dijo el Alto Tribunal
que “solo es posible concluir de la manera expuesta sobre la base de
una arbitraria valoración de la prueba e inteligencia de las normas
de derecho común aplicables”.
Más adelante sostuvo la Corte: “Que aparte de la
absurda valoración de la prueba, importa una grosera contradicción
con la lógica más elemental y el senti do común sostener el fallo del
pronunciamiento recurrido”.
Termina la resolución del más Alto Tribunal con
la siguiente y elocuente frase: “En consecuencia, tan inadecuada
inteligencia del derecho común, capaz, por otro lado, de dejar en
letra muerta las disposiciones penales que prevén el robo o el hurto
de automotores, constituye una causal de arbitrariedad”
c) Arrancarle a alguien lo que porta no es un acto
violento, sino simplemente constituyen una apropiación de cosa ajena
y, por tanto, lo califica de hurto, cuya pena hace impune el delito para
los menores de 18 años, aplicando, igualmente, una muy baja pena de
condena, la cual será siempre condicional, o sea sin
cumplimiento
efectivo para el ladrón; el robo tiene prevista una pena muy superior al
hurto. La posición del Dr. Zaffaroni no cuenta con la adhesión de la
doctrina ni el resto de la jurisprudencia.
d) Los casos de excarcelación, cuando se trata de
personas que sustentan un pensamiento político contrario al del
postulante, pueden ser denegados sin argumentos. Ni siquiera la
detención del imputado le resulta necesario que tenga fundamento
explícito.
Así, en 1984 tuvo ocasión Zaffaroni de dictar una
sentencia con tales argumentos. Es importante consignar que el
entonces Procurador de la Nación adujo, al conocer sobre la apelación
de los defensores que “no existe en el pronunciamiento apelado una
sola línea que sirva para conocer cual es el criterio de los jueces y su
fundamento legal”. Termina el Dr. Juan Octavio Gauna -el 4 de febrero
de 1985- sosteniendo que al “adolecer de una decisiva carencia de
fundamentación”, la resolución que lleva la firma del Dr. Zaffaroni
“queda invalidada como acto jurisdiccional pues agravia el derecho de
defensa en juicio”.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, por su
parte, adhiriéndose a la opinión del Procurador en fallo del 23 de abril
de 1985, entre otros argumentos, sentenció que la denegación de la
libertad del imputado no puede mantenerse, pues carece de fundamento,
agregando que el fallo resulta descalificable con arreglo a la doctrina
del tribunal en materia de arbitrariedad, al haberse vulnerado el
derecho de defensa en juicio por inobservancia de la ley.
Quizás este último fallo, Señor Ministro, revela
con más nitidez la gravedad de la designación propuesta.
No se trata de nombrar un cultor del derecho que
sostenga teorías no aplicables en ningún país civilizado, sino lo que es
aun peor, que tales ideas sean dejadas de lado en forma absoluta y
total, si quien es juzgado no comulga con su filosofía política.
e) Discrepando con la opinión jurisprudencial
general, Zaffaroni ha sostenido que cuando el código agrava su pena
por el uso de armas, solo se refiere a las de fuego, descartando
cualquier otro elemento que aumente el poder agresivo del atacante,
por ejemplo cuchillos, inoculación de gérmenes, etc.
f) En el caso “Sánchez”, el Dr. Zaffaroni sostuvo
que no se había probado que dos delincuentes detenidos mientras
robaban a mano armada a varias personas en una oficina, tuvieran
intención de hacer daño, porque al no disparar no se podía demostrar
que los proyectiles eran aptos, aunque el arma estaba cargada con balas
que le correspondían a ese calibre y modelo.
El Dr. Zaffaroni también sostiene públi camente
que la reincidencia como mayor castigo a quien ha delinquido varias
veces, debe ser suprimida de la ley. Su teoría, en la Argentina ha
tenido una acogida parcial, pues se establece que para aplicar el
instituto del agravamiento por reiteración es necesario que existan por
lo menos cuatro sentencias de efectivo cumplimiento, lo cual rara vez
puede ocurrir. Cabe consignar que en ningún país importante del
mundo se sigue el pensamiento del pretendido candidato a Ministro de
nuestra Corte Suprema. Puede verse, entre otros, el reciente Código
Penal español -art. 22, inciso 8-, y el nuevo Código Penal de la
República Francesa, 1994/95 -art. 1328 y siguientes-.
En otro orden, existen constancias escritas del
pensamiento del penalista a favor de la teor ía del dos por uno, que
produjo la libertad de una gran cantidad de delincuentes antes del
cumplimiento de una pena. El Dr. Zaffaroni, junto a dos colegas, hizo
públicas exposiciones de profunda crítica al Congreso de la Nación
cuando los legisladores, abrumados por el aumento de la agresividad
puesta de manifiesto en la comisión de los delitos, volvió sobre sus
pasos y derogó la ley conforme a los reiterados requerimientos de
nuestro Colegio.
También
se
debe
a
la
inspiración
del
Dr.
Zaffaroni el llamado Código de Convivencia o Contravencional. Esta
ley restó posibilidades de prevención de muchísimos delitos al prohibir
la intervención policial ante la presencia de merodeadores, personas
sospechosas
en
su
aspecto,
etc.
Son
conocidas
también
las
consecuencias de haber liberado el ejercicio de la prostitución en las
calles públicas, que por su liberalidad extrema produjo la llegada al
país de muchísimas personas dedicadas a la prostitución.
El pensamiento del Dr. Zaffaroni es, a nuestro
criterio manifiestamente inconstitucional . En efecto, nuestra Ley
suprema indica la obligación de castigar los delitos que se cometen
contra los bienes jurídicos esenciales de nuestra comunidad. Al mismo
tiempo, establece reglas para garantizar un juzgamiento ecuánime que
al tiempo de penar, garantice ampliamente el derecho de defensa, junto
con otras garantías elementales del ser humano.
Al sostenerse, como decimos, que hay que reducir
hasta la nada al derecho punitivo, expresión utilizada por el Dr.
Zaffaroni expresamente, se aleja claramente de la letra y del
pensamiento de la ley máxima. Esta conclusión, a la que se arriba
analizando la obra escrita por Zaffaroni, es a nuestro criterio razón
suficiente para invalidar su nombramiento en la Corte Suprema.
Es oportuno que en esta ocasión señalemos
nuestra convicción de que el aumento del delito en nuestro país se ha
producido, en buena medida como consecuencia de una política
legislativa y por tanto obligatoriamente, en muchos casos, judicial, de
la
cual
el
Dr.
Zaffaroni
es
un
reconocido
abanderado.
La
despenalización en general, cuando la vida, la integridad física, la
libertad ambulatoria, la libertad sexual, el honor, la propiedad y otros
valores éticos elementales de nuestra sociedad se encuentran tan
severamente amenazados, convierte la pretensión de designación del
Dr. Zaffaroni en otro instrumento destinado a seguir protegiendo a
quienes agravian la base misma de la convivencia social.
Señor Ministro, el Dr. Zaffaroni posee destacadas
condiciones profesionales y académicas. Sin embargo, ser buen jurista,
un autor polémico o un profesor que genera debates intelectuales por
sus posiciones doctrinales, no acredita necesariamente la idoneidad
para desempeñarse como juez de la Corte Suprema. Una cosa es
discutir en el aula universitaria, y otra es administrar justicia en el
nivel más elevado del Poder Judicial.
En el momento actual la sociedad reclama la
seguridad pública como un bien fundamental. Resulta manifiestamente
contradictorio promover para la máxima instancia judicial a un jurista
que sostiene posturas abolicionistas en las penas y permisivista en las
conductas.
La
experiencia
internacional
muestra
que
la
respuesta adecuada frente a la ola de delitos y violencia requiere de un
plan integral que articule las leyes, la justicia, la fuerza policial y la
participación comunitaria con firmeza y decisión.
No parecería ser que este nombramiento esté en la
dirección señalada.
Por lo tanto, el Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni no es
el candidato adecuado para integrar la Corte Suprema de Justicia
de la Nación.
Señor
Ministro,
hemos
de
reiterar
nuestro
pensamiento ante el Senado de la Nación si se produjera formalmente
la propuesta del Poder Ejecutivo en la persona del Dr. Eugenio
Zaffaroni. Al mismo tiempo solicitamos una reflexión sobre esta
postulación, alejada de las pasiones y fundada solo en el bien común,
que únicamente puede ser sustentado si el derecho penal está dispuesto
a castigar equilibradamente a quienes lo vulneran.
Por
todo
lo
expuesto,
consideramos
que
la
designación del candidato propuesto por el Poder Ejecutivo Nacional,
resulta totalmente inoportuna frente a la crisis institucional y de
seguridad ciudadana que aqueja a nuestro país.
Quedamos a disposición del Seño r Ministro para
ampliar,
si
estima
necesario,
los
argumentos
señalados
precedentemente.
Saludamos a Ud. con la mayor consideración.
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