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MANUEL DE IRUJO
SIN FLORITURAS
Conversación mantenida en 1975
con D. Manuel de Irujo por Iñaki Anasagasti
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Nació en Estella (Lizarra)
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En la política nabarra
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Ministro con Largo Caballero
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Ministro sin cartera con Negrín
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Trabajando en Londres
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La entrevista que le hice en Caracas
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Daniel de Irujo, defensor de Sabino
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El enfado de Luis Arana
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La turbo-campaña en Nabarra
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“Soy candidato nacionalista vasco”
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El trabajo con Aguirre
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La pintoresca detención en su despacho
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La faena que le hicieron a Aranzadi
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El trabajo de los diputados en Madrid
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Aguirre y Leizaola como diputados
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Galeuzka
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Saludando en catalán
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“Vallespín, le huele a usted la cabeza a pólvora”
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Fui el precio del Estatuto
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Para todos. El ministro vasco
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Presentó la dimisión por solidaridad
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Todos vascos
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Al exilio por monte
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Europa
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MANUEL DE IRUJO
“Fui el precio del Estatuto.
El ministro vasco.”
Manuel de Irujo, el mozo navarro, era todo una personalidad. Diputado,
ministro, navarro hasta las cachas, fue esa clase de hombre que no deja
indiferente nadie. Su físico, su voz, su oratoria, su humanismo, su sentido
del humor, y sus expresiones, hacían de él, sobre todo para un pipiolo como
era yo en 1975, el arquetipo del político a tiempo completo que encandilaba
hasta por la forma de dar la mano, como él decía de Aguirre.
Irujo había tenido dos hermanos viviendo en Caracas, Eusebio y José
Ignacio, y cada cierto tiempo les visitaba. Una vez vino por Venezuela y
quiso mantener una reunión con los jóvenes de Euzko Gaztedi. Previamente,
al ir a la Universidad, se me paró el coche en una autopista. Era un Ford
Consul inglés al que en el Centro Vasco de Caracas le llamaban el Apolo. Se
lo había comprado a una tía mía y cuando pasaba de 70 a 80 kms por hora
le vibraba hasta el volante, como la nave espacial Apolo, al entrar en la
atmósfera. De ahí el nombre. Ante la avería, dejé el Apolo en la autopista, en
mitad de ella, y me fui al Centro Vasco a la reunión con Irujo. Para mí, en
ese momento, era más importante hablar con Don Manuel que mi viejo
cacharro. Cuando terminé el encuentro volví a la autopista con un amigo
pensando que la grúa se habría llevado el coche. Pues no. Allí estaba como
un monumento pidiendo a gritos que lo sacasen de en medio. Gotzon
Lacasa, y con una batería nueva, sacamos al Apolo. Me imagino lo que
durante toda la tarde dijeron de mí los conductores caraqueños. Lo raro fue
que no se lo llevase la policía.
Posteriormente trabé una estrecha relación con Irujo y así como con
Rezola, de Irujo tengo cartas y más cartas pues la “enfermedad” de esta
generación era la de escribir y la correspondencia. Creo que se podría
reescribir la historia de estos años al minuto en virtud de los miles de
papeles que por cualquier cosa remitían a todo el mundo. Ellos eran líderes
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democráticos y en democracia lo que impera es la palabra y la letra, y estas
personalidades imprescindibles estaban en la vanguardia de la misma. Con
una máquina de escribir, dominaban el mundo. ¡Qué no habrían hecho hoy
en Internet!
Irujo escribía unas muy bellas y oportunas colaboraciones para la
Radio Euzkadi clandestina que teníamos en Venezuela con su nombre y
apellido y con el seudónimo de Lizarraga, habida cuenta que era de Estella.
Colaboraba con entusiasmo comentando noticias de prensa, polemizando
con navarros del régimen, destacando hechos históricos, proclamando que
todas las libertades eran solidarias, difundiendo la idea europea, ensalzando
el Gobierno Vasco en el exilio, en fin, divulgando en clave positiva todo lo
que podía ser interesante para un medio clandestino como aquel. Irujo fue,
por tanto, uno de los mejores colaboradores de la Txalupa (nombre en clave
de Radio Euzkadi).
Pero no sólo escribía, sino, cuando iba por Venezuela, lo llevábamos a
los estudios y le hacíamos grabar sus propias charlas. Todo un lujo. Tras su
fallecimiento lo que pude encontrar de ésta época lo editamos en cinco
volúmenes y ahí se puede ver el amplio abanico de lo que tocaba
semanalmente Lizarraga.
Así las cosas, estando ya Franco en las últimas, propuse al Grupo EGI
que para celebrar con redoble de tambores el “Aberri Eguna” del año 75
invitásemos a Don Manuel a visitar Venezuela. Se aprobó y con Peru Ajuria
de secretario le recibimos por todo lo alto y lo movimos con las autoridades
de todos los estamentos oficiales, con los medios de comunicación y con el
Centro Vasco. Fue un viaje magnífico donde el viejo león pudo sacar sus
garras y demostrar lo que era un político en estado puro. Aquello para mí fue
inolvidable.
Muerto Franco en noviembre de 1975 y comenzando a regresar del
exilio las viejas figuras de tiempos de la República comentamos en el E.B.B.
que Don Manuel no podía volver un buen día sin más y habida cuenta que la
Asamblea de salida del PNV de la clandestinidad se iba a producir en Iruña,
lo que sería conveniente era alquilar un avioncito y hacerlo aterrizar en el
aeropuerto de Pamplona a comienzo de la Asamblea.
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Cuando se lo propusimos a Don Manuel nos torció la nariz. Aquello no
le parecía serio, pero, como hombre disciplinado, accedió. Y en marzo de
1977 salió del aeropuerto de Biarritz, para, con escala en Hondarribi,
aterrizar en Noain. Al salir dijo aquella bella frase: “Cuarenta años de exilio,
os contemplan”.
Yo, que organicé el viaje, no pude volver con él. Ander Landaburu, el
periodista, se puso tan pesado que le tuve que dejar mi sitio. Nunca me lo
agradeció.
A partir de ahí lo movimos a tope. En momentos en los que pocos
sabían hablar en público, Don Manuel, con toda su dignidad histórica, era
una mina. Convocadas las elecciones de junio de 1977 organizamos una
candidatura para el Senado con el partido Socialista y con ESEI. De esta
forma salió elegido en Navarra senador y era tanto su carisma y sus buenas
formas que le dieron el Premio Naranja en el Senado.
Cuando abrimos la campaña por el Estatuto Vasco él y la Pasionaria
dieron un mitin en la Casilla de Bilbao que marcó toda una época.
Un mal día comenzando 1981 Don Manuel se nos murió. Su funeral y
entierro fueron multitudinarios. El sacerdote en la homilía dijo: “hombres así
justifican una generación”. Y tenía razón porque su fallecimiento fue todo un
impacto donde se destacó la pluralidad de sus afectos y apoyos, y la entrega
de toda una vida a un ideal democrático.
Posteriormente, y siendo Juan Alberto Belloch ministro, le pedimos a
éste se hiciera justicia histórica con el ex-ministro Irujo y encargara y
colocara en sitio preferente un cuadro del líder navarro. Nos hizo caso y el
cuadro de Don Manuel cuelga hoy de una de las paredes del Ministerio de
Justicia. Al ministro López Aguilar le hemos pedido edite el libro de su paso
por el Ministerio.
Pero veamos previamente y en trazos sencillos quien era el “Mozo
Navarro”.
Describamos ahora la trayectoria vital de Don Manuel.
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Nació en Estella
Nació en Estella (Navarra) el 25 de septiembre de 1891, y es todavía
un niño cuando su padre, don Daniel, abogado, defiende a Sabino de Arana
y Goiri, fundador del nacionalismo vasco, durante el proceso que lo llevó a la
cárcel. Estudia bachillerato en el Colegio de los Jesuitas de Orduña,
graduándose en 1907. Pasa luego a la Universidad de Deusto (Bilbao),
obteniendo el título de la Facultad de Letras en 1910 y en la Facultad de
Derecho en 1912.
El 27 de octubre de 1916 contrae matrimonio con doña Aurelia Pozueta
Aristizábal. De dicha unión nace su única hija Miren. D. Manuel enviuda
pronto.
Manuel de Irujo y Ollo ejerció la abogacía desde muy joven, hallándose
inscrito a tal efecto en los Juzgados de Estella, Tafalla y Tolosa, formando
parte de los Colegios de Abogados de Pamplona, San Sebastián y Madrid.
En la política nabarra
Fue lanzado joven a la política, figurando como candidato nacionalista
vasco para diputado foral de Navarra en los años 1919, 1921 y 1923. Pero
en el confuso ambiente de la Monarquía en Navarra sólo le fue reconocida la
elección de 1921, volviendo a ocupar el cargo de diputado foral en 1930 en
los últimos meses de la Monarquía en razón de su elección del año 1921.
Se había distinguido en la política de Navarra por su gran dinamismo y
su deseo de incorporar al antiguo Reino a la vida y al progreso de los
tiempos, sacándole de los carriles rigurosamente tradicionalistas y haciendo
que se manifestase de modo claro la democracia, lo cual no obsta para que
Irujo reconociera grandes méritos en la obra de sus predecesores en la
Diputación Foral, en la que habría que contar, naturalmente, la defensa
eficaz del patrimonio comunal, forestal, de Navarra y el desarrollo agrícola,
así como el de otras importantes ramas de la Administración.
Establecida la República, en 1931, fue elegido diputado a Cortes por
Gipúzkoa como nacionalista vasco, así como en las elecciones para el
Parlamento de la República en los años 1933 y 1936, ejerciendo el mandato
sin interrupción y con la misma actuación dinámica en relación con sus
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electores y las colectividades vascas y en obra legislativa y política del
Parlamento.
Desarrolla una intensísima campaña política en favor del nacionalismo
vasco y es ponente, junto con José Antonio Aguirre, de los estatutos del
PNV en la Asamblea de Tolosa.
Al producirse el levantamiento franquista en 1936 se hallaba en Tolosa
separado de sus familiares que permanecieron en Navarra, donde la
guarnición militar con las fuerzas de la Guardia Civil y los tradicionalistas se
hicieron dueños de la situación y emprendieron ofensivas simultáneas por el
norte y por el sur, llegando hasta la Sierra de Guadarrama, en los límites de
la provincia de Madrid y procediendo a conquistar arrolladoramente a
Gipúzkoa.
Los franquistas redujeron a prisión a toda la familia, madre, hija,
hermanos, hermanas, hijos de éstas, dictando contra cada uno de los
hermanos la pena de muerte.
En estas condiciones, desde el 18 de julio de 1936, Irujo como diputado
había actuado en Gipúzkoa en la resistencia armada y en la tarea de
contener las represalias a que algunos grupos se dejaron llevar. Durante las
primeras semanas de sublevación, Irujo, con sus compañeros, diputados
elegidos por Gipúzkoa, gestionó en el cuartel de Loyola la rendición de la
Guarnición militar de la ciudad de San Sebastián, lográndose desapareciera
toda disidencia contra la República en Gipúzkoa. Y dirigió como
personalidad civil de la máxima categoría la organización militar y civil de la
zona central de Gipúzkoa (incluido el cuartel y Basílica de Loyola), contra la
invasión procedente de Navarra.
Ministro con Largo Caballero
Al constituirse en septiembre de 1936 el nuevo Gobierno de la
República, presidido por el socialista Largo Caballero, fue nombrado Ministro
en representación del Partido Nacionalista Vasco, trasladándose a Madrid no
obstante todos sus familiares seguían presos en poder de los franquistas.
La actuación como Ministro sin Cartera permitió al biografiado ocuparse
de la protección de los vascos en la zona de Madrid durante toda la época
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de la ofensiva desencadenada por el franquismo partiendo de Marruecos. La
narración más directa de su actuación en esta fecha la dejó escrita su
colaborador Jesús de Galíndez, conocido en todo el mundo tras su
secuestro, en su libro “Los vascos en el Madrid sitiado” (Buenos Aires,
1945). Este precioso libro define así la llegada del Ministro de Madrid:
“...Cuando Manuel de Irujo llegó a Madrid para hacerse cargo de su
Ministerio, la situación cambió. Dada la inseguridad por entonces existente
nadie ignoraba –acaso tan sólo Irujo lo ignoraba- que corría peligro...
algunos medios extremistas incontrolados no comprendían que un católico
fuese ministro.”
A comienzos del mes de noviembre salió Irujo, con el Gobierno de la
República, de Madrid en dirección a Valencia, donde continuó haciendo la
misma labor de protección de los vascos y de la defensa de los derechos de
los hombres en todas las circunstancias y en condiciones que pudieran
parecer menos dramáticas que las de los primeros meses trascurridos de la
guerra peninsular.
Trabaja intensamente para evitar los desmanes que la sublevación
militar había provocado en el campo republicano, logrando conducir el poder
judicial por el terreno de la escritura de la justicia y no de los ánimos
exacerbados. En la reorganización del gobierno del 17 de mayo de 1937 fue
designado Ministro de Justicia, tarea en la que trabajó hasta el 10 de
diciembre, fecha en que dimitió en protesta contra la insuficiencia de
garantías de la independencia de los tribunales. Cuando llega el momento
en que se pone en juego su sentido de la rectitud moral no acepta injusticias.
Se le quiere retener, y él no acepta, hasta que se le pone en circunstancias
de ser medido en su lealtad y en su disciplina cuando el jefe del Gobierno,
Negrín, lo emplaza en última instancia: “¿Se aviene usted a aceptar lo que
decida el presidente Aguirre?” Y don Manuel dice: “Sí”. Así y por razones
superiores de orden político, vuelve a cumplir con su deber como Ministro sin
Cartera de la República.
Durante todo el año 1936 hasta la caída de Santander en 1937, Irujo
había venido siendo el enlace del gobierno de Euzkadi, que contenía, paso a
paso, la ofensiva de las tropas franquistas, ayudadas por Hitler y Mussolini y
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favorecida con la más que inoperante actuación en sentido adverso a la
democracia del Comité de No-Intervención.
En el curso del año 1937 Irujo había actuado en el seno del gobierno
de la República con intervención a favor del restablecimiento del Culto
católico conforme a la Constitución y la Legislación de la República. Diversos
documentos lo establecen en la obra “Los Vascos y la República Española”,
por A. De Lizarra (Buenos Aires, 1944). En otro plano ejercía una constante
actividad para asegurar el funcionamiento normal de las Delegaciones de
Euzkadi en Valencia y Barcelona en lo que se refiere a la protección de
quienes siendo vascos residían en todas aquellas zonas del Levante
Peninsular, en términos análogos a la Delegación de Madrid. En su obra “El
Cardenal de la Paz”, biografía del Cardenal Vidal i Barraquer, editada tres
veces en catalán antes de la primera edición en lengua castellana
(Barcelona 1971), D. Ramón Muntanyola escribe: “...la instalación en
Barcelona del Gobierno Vasco y la nueva orientación del Gobierno de Negrín
con la participación en el Gabinete de un Ministro católico señalaron nuevos
cauces. El 17 de agosto de 1937 el Ministro de Justicia, el Sr. Irujo, firmó un
decreto autorizando el ejercicio del culto. Un mes más tarde, en septiembre,
fueron liberados 146 sacerdotes de la Cárcel Modelo de Barcelona y la
Capilla que bajo el amparo del propio Ministro de Justicia había sido abierta
en la calle del Pino adquiría carta de naturaleza y una cierta popularidad”.
Ministro de Justicia, la obra de D. Manuel de Irujo tuvo en el
funcionamiento de los Tribunales y en la situación de los presos una
significación excepcional. No pudiendo recoger sino algunos rasgos,
citaremos que en la obra “Orígenes y vida del Ilustre Colegio de Abogados
de Madrid”, sacada a la luz por el propio Colegio en 1971 (Madrid, 1971),
escrita por D. Maximiano García Venero y que lleva una introducción del
decano del Colegio de Abogados se decía”...designada por el Ministro Sr.
Irujo, fue compuesta, por republicanos, liberales, demócratas, hombres de
toga que en su mayoría llevaban largos años ejerciendo”. Esta Junta había
terminado con la ocupación extralegal de las funciones del Colegio por
Abogados Sindicales. Fue por su autorización como se realizó la visita del
Comité Internacional de la Cruz Roja a las cárceles para informarse del trato
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recibido por los presos de toda clase, habiendo sido al parecer la primera
ocasión en el mundo en que el citado organismo humanitario internacional
obtenía autorización para efectuar tal visita directamente.
Otras muchas intervenciones se refirieron al funcionamiento de los
tribunales ordinarios o de excepción, a la inserción en la documentación de
los procesos, incluso de los trámites orales, de las circunstancias de la
acusación, defensa, pruebas y sentencias. Y se ocupó muy en particular de
las justificaciones de todos los hechos inherentes a las personas en los
registros correspondientes de nacimiento, defunciones, matrimonios, etc.,
así como en la puesta en marcha de la Sala de Justicia y del procedimiento
ante dicha Sala.
Ministro sin cartera
Desde diciembre de 1937 hasta el 16 de agosto de 1938, Irujo ocupó el
cargo de Ministro sin Cartera en el Gobierno. En la última fecha citada
dimitió del cargo al mismo tiempo que el Ministro catalán Jaume Ayguadé
que figuraba, solidarizándose con éste en las demandas de respeto a las
facultades autonómicas del gobierno de la Generalitá de Catalunya así como
en protesta contra una decisión del Consejo de Ministros relativa a
expedientes del cumplimiento de penas de muerte.
Vuelto a Cataluña donde se hallaba el Gobierno, se ocupó de la
evacuación de los documentos relativos a su paso por el Ministerio y de los
colaboradores que había tenido a sus órdenes cuando llegaba el ejército
franquista a la capital catalana y avanzaba a lo largo de la frontera del
Pirineo hasta el mar. En esta época y como diputado asistió también a las
últimas reuniones de las Cortes de la República en territorio español. Ha de
señalarse, en toda esta época de la guerra, la constante relación en que se
mantuvo con las representaciones internacionales acreditadas ante el
Gobierno
republicano,
ayudándoles
en
todas
sus
intervenciones
humanitarias y de protección de los que se acogían al amparo de sus
Embajadas. E, igualmente, a la realización de canjes de prisioneros.
En el curso de 1939, bajo instrucciones del presidente del Gobierno de
Euzkadi, don José Antonio de Aguirre, se instaló en Inglaterra y asumió allí
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la representación general de los vascos, asistiendo a las delegaciones que la
Presidencia y algunos Departamentos ministeriales que el Gobierno de
Euzkadi tenía en Gran Bretaña.
Al estallar la guerra mundial y quedar incomunicado el Continente del
mundo libre, en 1940, mientras el Presidente del Gobierno vasco caminaba
en la clandestinidad hacia América, a donde llegó en una odisea dramática a
comienzos del segundo semestre de 1941, Manuel de Irujo organizó y
presidió en la capital británica el Consejo Nacional Vasco, poniéndose en
relación con los gobiernos exiliados del Continente y muy en particular con el
Movimiento francés libre del general De Gaulle. Euzko Etxea, la casa donde
se reunían los vascos en Londres, fue entonces, durante toda la guerra, un
centro en el que actuaron los representantes de la democracia catalana y
peninsular y donde en conferencias y reuniones se produjeron gran número
de visitas de las representaciones diplomáticas de lengua española,
especialmente de Latinoamérica, y otras personalidades.
Desde 1945 ésta representación quedó incorporada, al restablecerse
las comunicaciones con el exterior, a la Presidencia del Gobierno de
Euzkadi. Como diputado, asistió Irujo con el grupo vasco, después de la
Conferencia de San Francisco, en que se crearon las Naciones Unidas, a la
reconstrucción del sistema gubernamental de la República Española en
sesión del Parlamento español reunido en la Sala de Cabildos del Distrito
Federal de los Estados Unidos de México. A partir de este momento ocupó
Irujo el cargo de Ministro de Industria, Comercio y Navegación (en exilio) en
el Gobierno de la República, con residencia en París en 1945 y 1946.
Trabajando en Londres
En la Delegación de Londres, Irujo propulsó la tarea de poner en
comunicación a los niños que habían sido evacuados (incluso a la Europa
del Este), desde Euzkadi durante la guerra en el País Vasco para evitarles
fueran víctimas de los bombardeos y de la penuria extrema a que estaba
sometida la población, con sus respectivos familiares y con miras a la
eventual repatriación de aquella población infantil evacuada. Fue ésta una
de las
tareas humanitarias colectivas del Gobierno de Euzkadi en que
participó en su sector, particularmente importante, el biografiado.
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Hombre de Derecho, orador, conferenciante y escritor, Irujo es autor de
las siguientes obras: “Inglaterra y los Vascos” (Buenos Aires, 1945);
“Instituciones Jurídicas Vascas” (Buenos Aires, 1945); “La Comunidad
Ibérica de Naciones”, en colaboración con los señores Araquistain, Cortesao
y Pi Suñer (Buenos Aires, 1945); “Arana Goiri ante los Tribunales” (México,
1953), y “Biografía de don Arturo Campión” (Buenos Aires, 1971), “El
Ministro Vasco”.
Ha escrito innumerables artículos que han ido apareciendo en todos los
periódicos vascos que se editaron en el exilio de Europa y América y
pronunció un sinnúmero de conferencias allí donde la causa vasca lo
requirió.
En los años setenta se prepararon las memorias de su paso por los
Ministerios de la República. Dicha compilación histórica fue editada por la
editorial vasca de la Argentina EKIN. En la obra del P. Alberto de Onaindía
“Hombre de Paz en la Guerra”, aparece algo de su brillante labor
humanitaria en la guerra internacional de la Península.
El exilio de D. Manuel de Irujo fue muy activo; europeísta de
vanguardia, fue Miembro del Consejo Parlamentario y Vicepresidente del
Consejo Federal del Movimiento Europeo por parte del estado Español. Por
dimisión de Salvador de Madariaga, D. Manuel de Irujo fue elegido
Presidente del Consejo Federal Peninsular del Movimiento Europeo.
Por su europeismo activo, don Manuel fue nombrado “Amigo de Europa
1974” en la ciudad italiana de Asís un mes de octubre, por la juventud
democrática cristiana europea. Se le entregó una medalla de oro.
Visitó Venezuela en los años de 1953, 1957, 1959, 1969, 1972 y en
1975 viajó a Caracas para ser nombrado Presidente de Honor del Centro
Vasco de Caracas (Venezuela) como tributo y homenaje a su larga
trayectoria de hombre público vasco al servicio total de la causa de Euzkadi.
D. Manuel presidió las festividades del Aberri Eguna 1975 en Caracas. De
toda su Agenda en Venezuela damos cuenta en este libro.
El 27 de agosto de 1972 el PNV le rindió un homenaje en Donibane
Lohitzun (San Juan de Luz). En él estuvieron presentes hombres de todas
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las ideologías y tendencias políticas. En junio de 1977 fue elegido senador
por el Frente autonómico. Falleció en Estella al inicio del año 1981.
La entrevista en Caracas
En 1975 el Centro Vasco de Caracas le nombró a D. Manuel de Irujo,
Presidente de Honor de la entidad. Con este motivo se organizaron en aquel
“Aberri Eguna” diversos actos en los que participó de forma muy destacada.
Con su visita se preparó una publicación que recogió todas las
intervenciones en la prensa y la televisión. De allí D. Manuel viajó a Buenos
aires. Fue su último viaje americano. De allí volvió a París, donde vivía.
Aquellos días anduve muy cerca de D. Manuel coordinando su
estancia. Una noche, en casa de su sobrina Maite casada con Eduardo
Escosura y ante un magnetofón, conversé con él informalmente pues tenía
la frustrada ilusión de escribir algo sobre nuestro primer Lehendakari,
Aguirre. D. Manuel se sometió a mi bombardeo y yo grabé aquella
conversación. Recuerdo que al final y después de mucho hablar me
acompañó hasta mi coche “El Apolo”. Estaba D. Manuel en mangas de
camisa. Yo, joven inexperto me sentí muy honrado por el detalle, pero mi
coche no quiso ponerse en marcha. D. Manuel se dispuso a empujarlo,
hasta que al final, alguien se apiadó de mí, y el motor comenzó a funcionar.
Ruborizado dejé en la acera de su casa a un D. Manuel que reía feliz la
situación. Tenía 83 años.
En 1981 con motivo de su fallecimiento traté de poner en carpetas la
correspondencia que mantuve con él. Y encontré aquella entrevista que
dormía el sueño de los justos.
Aporto hoy esta conversación, salida en bruto de la grabadora, como
contribución al conocimiento y biografía de aquel gran hombre que falleció al
iniciarse el año 1981. Es una entrevista espontánea que aporta datos y
ambientes de un época quizás no muy conocida o quizás solamente tratada
en el libro escrito por Eugenio Ibarzabal. Al encontrar el trabajo pensé que
sería bueno darlo a conocer. Y aquí está.
- Perdóneme Don Manuel y permítame una pregunta previa. ¿Es usted
sabiniano?
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- Chico lo que yo soy es viejo. Por eso puedo hablar de Sabino, porque
le conocí y le abracé.
- ¿Personalmente?
- Claro que si. Corrían los días del último lustro del siglo XIX. En la
casa del Campo Volantín de Bilbao donde habitaba con mis padres, una
enfermedad contagiosa vivida en la vecindad aconsejó llevarme a la de un
amigo. Esta fue Sabin-Etxea, en la que pasé varias semanas. Al poco
tiempo, encarcelado Sabino, pidió a su padre que le llevara al chico para
darle un beso. Y a los cinco años cruzaba el rastrillo de la prisión de
Larrinaga para abrazar a Arana-Goiri. Ahí tiene usted ante si a una persona
que estuvo con Sabino Arana, que no es cualquier cosa.
- ¿Qué fue para usted Sabino arana?
Arana Goiri fundó el Partido Nacionalista Vasco, al que me honro en
pertenecer y en servir. Pero Arana Goiri es mucho más, mucho más que el
fundador de un Partido, por importante que éste puede ser para Euzkadi.
Arana Goiri es el renovador, el forjador de la conciencia del pueblo vasco. Y
en tal sentido nos pertenece a todos los vascos.
Recuerdo las palabras de Don Miguel de Unamuno, tan poco dado a
lisonjas, cuando, desde la Cátedra de griego de Salamanca, comparaba a
Sabino con Rizal el patriota filipino y Martí el cubano. Don Miguel, que había
presenciado en la Audiencia de Bilbao la vista en juicio oral contra Sabino a
causa del cable enviado a Roosevelt felicitándole por haber dado libertad a
Cuba –a la sazón colonia americana-, hacía notar el recio carácter y rectitud
de Sabino, puestos de manifiesto en el propio juicio. Más adelante, había de
dejar escrita la semblanza de Arana Goiri con Rizal, el primero enamorado
del euskera y el segundo del tagalo. Fue él quien nos habló del talante
profético de Sabino.
Es posible que algunos socialistas, liberales o abertzales marxistas no
evoquen el nombre ni atraigan al recuerdo de Arana Goiri. Pero, también
para ellos hizo Sabino el llamamiento a la conciencia de nuestro pueblo. Y
es cierto que Sabino era vizcaíno de pura cepa. Más, a la verdad he de
añadir que ningún autor de la época otorgó a Navarra los honores que
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pueden leerse, salidos de la
pluma de Arana Goiri, con motivo de la
Gamazada.
En el Jurado que absolvió a Sabino en la relacionada causa, dos de
sus miembros eran castellanos. Y el veredicto absolutorio fue adoptado por
unanimidad. ¿Qué le parece?
Daniel Irujo, defensor de Sabino
- Tengo entendido que su padre, de nombre Daniel, fue abogado
defensor de Sabino de Arana Goiri. Pero también he leído en algún sitio que
el padre de José Antonio de Aguirre fue asimismo defensor de Sabino. ¿Qué
me puede decir usted de esto?
- Efectivamente mi padre fue abogado defensor de Sabino Arana y
tenía un pasante que era el padre de José Antonio de Aguirre. Cuando mi
padre se marchaba a Estella se encargaba de sus asuntos su pasante,
Teodoro Aguirre.
No sé si intervino el padre de Aguirre en algunas de las incidencias a
las que dio lugar cualquiera de los dos, o los dos, procesos de Sabino Arana
en los que intervino mi padre. En el primer proceso, donde le condenaron, en
ese no intervino. En ese intervino Eguidazu.
Eguidazu era un hombre genial, con características propias, que dio
lugar en su intervención, a no me acuerdo qué incidente. Por este motivo en
los juicios, sumarios y procesos sucesivos evitaron la intervención de
Eguidazu. Desde entonces se hizo cargo mi padre y el pasante de mi padre
era precisamente el padre de Aguirre.
Seguramente los escritos de conclusiones y si no eran estos, los
anexos, estaban firmados por el padre de Aguirre. Seguramente. De modo
que el padre de Aguirre aparecerá en actuaciones oficiales como abogado
de Arana y Goiri porque lo era. Ahora realmente el titular era mi padre
Daniel. Correspondía un poco a la edad. Mi padre era mayor que el padre de
José Antonio. Le llevaba los diez, doce o quince años suficientes para que
unido a la categoría de profesor de la Universidad de Deusto y a la vez
profesor del padre de Aguirre fuera él el titular. Y eso los vinculó.
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De modo que en ese cordial acogimiento que para nosotros es hoy el
recuerdo de Sabino Arana y Goiri y de los procesos que tuvo, recordemos
que efectivamente fue defensor adjunto o pasante de mi padre, el padre de
José Antonio.
- ¿Me puede decir algo más de su padre?
- Alejandro María Daniel de Irujo y Urra, era su nombre completo. Nació
en Lizarra, Estella, el 10 de abril de 1864.Educado en carlista –era hijo de
Manuel Evaristo de Irujo y Apestegui, abogado, diputado foral carlista y
alcalde de Lizarra, siendo muy pequeño se dedicaba a quitarle las
municiones a los soldados liberales, esconderlas, y luego dárselas a los
voluntarios carlistas. Por ello, su madre, doña Engracia de Urra, lo alejó de
Lizarra, enviándolo al Colegio de Betharran, de nuestro San Miguel de
Garikoitz.
Terminada la guerra, lo trasladaron al Colegio que los Padres Jesuitas
tenían en Orduña, donde estudió el bachillerato y conoció a Sabino de
Arana, de quien sería íntimo amigo.
Cursó la carrera de abogacía en Valladolid, y a su término, contando
apenas 23 años, los Padres jesuitas de Deusto, que poco tiempo antes
habían inaugurado el Colegio de Estudios Superiores, le ofrecieron el
profesorado de Historia General de Derecho, Procedimiento Judicial y
Prácticas Forenses, que desempeñó durante varios años, a la vez que
ejercía la abogacía. De esa época data su “Historia del Derecho”, libro de
texto en la Universidad de Deusto.
Vivió los últimos años en Lizarra, alternando su profesión con el cultivo
de viñas. Allí, en Lizarra, de su matrimonio con doña Aniana de Ollo y Elordi
nacieron sus diez hijos, de los cuales, soy el primogénito.
En el campo patriótico, fue mi padre, quién organizó con motivo de la
Gamazada el viaje de los nacionalistas bizkainos a Iruña y Castejón, villa
ésta donde por primera vez se enarboló la bandera vasca con el lema de
“Jaungoikoa eta Lagizarra”; quien defendió a Sabino, reo del estado español
en 1895 y 1902, siendo consideradas sus defensas, como páginas muy
notables del historial del nacionalismo vasco. El proceso del 7 y 8 de
16
noviembre de 1902 fue recogido y publicado en Buenos Aires, en 1913, por
don Nemesio de Olariaga, el director propietario del periódico y editorial
IRRINTZI.
Cuando murió en Lizarra, el 11 de febrero de 1911, Euzkadi pero,
sobre todo, Navarra, le lloró largamente, porque con su muerte desaparecía
no sólo el amigo entrañable, el defensor de Sabino, sino también uno de los
mejores abertzales de la época de oro del nacionalismo vasco, de aquel
nacionalismo, que sólo en Navarra dio hombres de la talla de Juan Iturralde
y Suit, Estanislao Arantzadi e Izkue, Manuel de Arantzadi, Arturo Campión,
etc. ¿Algo más?
El enfado de Luis Arana
-
Dice usted que siempre admiró y quiso al Lehendakari Aguirre
porque entre otras cosas fue su amigo. ¿Recuerda cuando lo conoció?
- Desde luego; si no fue después de ser elegido diputado no le faltaría
mucho. Yo a José Antonio, hombre de Acción Católica, amigo de Herrera
Oria, no le he conocido. Quiero decir que conocí a José Antonio Aguirre
alcalde de Getxo y hombre puesto en la brecha al frente de las gentes
activas de Bizkaia propugnando el estatuto y propugnando la actividad
vasca. De modo que realmente conocí al diputado José Antonio Aguirre.
Quizás le conociera personalmente antes de que fuera diputado, pero creo
que no. Creo que le conocí después.
- ¿Y en su actividad dentro del Partido Nacionalista Vasco?
- Si. Cuando más le conocí y cuando más le traté fue porque el Partido
Nacionalista Vasco necesitaba remozarse, y en aquel entonces D. Luis
Arana Goiri y las gentes que le presidían llamaron a una pléyade de gentes
para que fueran ponentes de esta remoción. Nos reunimos la primera vez
no se si diez o doce. Mucha gente. La segunda, cuatro. La tercera, tres. En
resumen que los ponentes definitivos que concurrimos a la Asamblea y que
mantuvimos en la Asamblea la ponencia y que discutimos sus condiciones
fuimos José Antonio de Aguirre y yo.
Eso exigió una compenetración política mayor entre los dos y un
conocimiento personal también mayor. Además tuvimos la desagradable, no
17
diré sorpresa, aunque fue sorpresa, pero sobre todo la desagradable escena
que nos dio D. Luis Arana.
D. Luis Arana cuando se planteó el problema de cual debía ser la
bandera defendió que la bandera vasca actual, la bicrucífera, era la bandera
de Bizkaia y que la bandera vasca debía ser barrada en fondo rojo, cruz
blanca y barras verdes.
Pero como la actual ikurriña empezó a hacerse en Bizkaia, de Bizkaia
pasó a Gipúzkoa, de Gipúzkoa pasó a Laburdi y a Navarra y... al mundo, y la
que pasó fue la bicrucífera, por eso nosotros, José Antonio Aguirre y yo, con
todos los respetos pero dándonos cuenta de la responsabilidad que suponía
aquello le dijimos:
- Mire usted D. Luis. Aunque usted la dibujó, Sabino ideó esa bandera
para Bizkaia. Es verdad. El pueblo vasco, al menos el pueblo nacionalista
vasco la ha aceptado para Euzkadi. Nosotros somos demócratas.
Atempérese usted a esta realidad. Eche usted la vista, si es capaz desde
aquí, a los Centros Vascos en América que la tienen como bandera vasca.
Vaya usted a las playas de Biarritz y la verá ondear como bandera vasca.
¿Cómo quiere usted hacer lo contrario ahora que la ha adoptado hasta la
Sociedad de Estudios Vascos?
- ¿Usted era miembro de la Sociedad de Estudios Vascos?
- Si, era miembro. La Sociedad la había adoptado a pesar de algunas
actitudes ambiguas y difíciles de D. Julio Urkijo pero en definitiva había
aceptado el que la bandera bicrucífera fuera la bandera vasca. Un poco en
términos,
no
diré
políticos,
sino
culturales,
intelectuales,
porque
históricamente no había bandera vasca por eso me acuerdo que le dije a D.
Luis en la Asamblea con José Antonio: “D. Luis. Existen banderas históricas
como es la bandera de Nabarra, que es la bandera roja con las cadenas y
que si se hubiera tratado de desconocer esta realidad hubiera sido el
primero que hubiera dicho que no se puede hacer. Esa bandera es un
producto de la historia y la historia no nos pertenece. Nos pertenece ver la
verdad que hay en la historia. Pero se trata de la bandera vasca que hemos
hecho nosotros, que ha hecho Sabino, que la ha hecho usted mismo para
18
Bizkaia y nosotros la hemos aceptado. La estamos aceptando ya para toda
Euzkadi. ¡Si de lo que tenemos necesidad es de que sea no la bandera del
Partido Nacionalista, sino que sea la bandera de la Patria! ¡Deje usted en
paz que lo que ha aceptado el país, dentro y fuera del Partido, siga su
curso!”
- ¿Se aceptó?
- Bueno pues esa fue una acción dentro del Partido Nacionalista Vasco
de José Antonio y mía y la causa que precipitó la salida de D. Luis de Arana
y Goiri, porque D. Luis cuando acabamos de hablar José Antonio y yo al ver
que se levantaban los presentes y aplaudían sonadamente a la bandera
bicrucífera, se levantó y se marchó. Fue una escena muy triste pero nos unió
mucho más a José Antonio y a mí.
La campaña en Nabarra
- Posteriormente ¿hicieron proselitismo juntos?
- Había que hacerlo. Nos unió también una actitud muy digna por parte
de Aguirre que estuvo calificada por unas palabrejas poco afortunadas:
“¡Vamos a la conquista de Nabarra!” Las palabrejas de “Conquista de
Nabarra” nos hicieron en Nabarra mucho daño porque fueron mal
interpretadas ya que no se trataba de una conquista material sino que era ir
a la conquista del espíritu de Nabarra es decir a la predicación en Nabarra.
Bueno lo cierto es que ideada por José Antonio y llevada a cabo y
principalmente por Aguirre, Monzón y por mí recorrimos Nabarra de arriba
abajo. Es posible que diéramos 50 mítines si no fueron más. Hubo de todo.
- ¿En que sentido?
- Estoy recordando uno en el que el cura y el sacristán echaron las
campanas al vuelo. Teníamos la Iglesia cerca y a la hora del mitin, tolón,
tolón, tolón, y lógicamente con las campanas al vuelo y de manera tan
sonora no había posibilidad material de hacer nada por lo que hubo que
esperar a que terminaran de sonar las campanas dando lugar a una actitud
dura por parte de un sector de los circundantes. Hubo algún otro en la
Ribera un poco pintoresco pero en general fueron bien aceptados, en
19
algunos es posible que intervinieran otras gentes pero en realidad supongo
que en el 80% de los mítines, y si fueron 50 pues en 40 de ellos, intervinimos
los tres. Creo que fueron muy pocos en los que no intervinieron José Antonio
y Telesforo Monzón.
Desde luego yo intervine en todos. De modo que éramos un poco el
trío de la bencina que recorría aquella Navarra tan difícil.
- ¿Qué efectos causaban sus mensajes en la concurrencia?
- El efecto en la juventud fue bueno. Con la gente trabajadora, con la
masa que forma parte del pueblo, escasa.
- ¿Por qué?
El sentido nabarro.
“Si claro mi apellido es vasco” -decían. “Yo soy Echeberria, Goñi,
Elurtondo, Azcárate y claro que se que significa esto, lo otro o lo de más
allá.”
Mire usted, el sentido es éste: Quizás lo diga mejor con un ejemplo. Yo
era candidato a diputado a Cortes por Gipúzkoa y por Nabarra y también era
abogado de una porción de Ayuntamientos nabarros. Uno de ellos era
Mañeru donde todo el ayuntamiento era carlista. El alcalde, el Ayuntamiento
y los concejales. Y el abogado de ese Ayuntamiento era yo.
“Soy candidato nacionalista vasco”
Pues bien me presenté a todos los ayuntamientos de donde era
consejero abogado con el fin de saludarlos. Y les decía a todos: “Soy
candidato nacionalista vasco. Ustedes tienen su candidato y no les pido a
ustedes que voten por mí, pero quiero tener la satisfacción de que ustedes
me conozcan también como candidato y sepan que soy el candidato
nacionalista y que cualquiera que sea, cualquiera, el resultado de esta
elección seguiré siendo candidato nacionalista por aquí y por Gipúzkoa. Por
Gipúzkoa no tengo la menor duda de que voy a salir electo pero por aquí
tengo muchísimas dudas al respecto porque el pulso sobre el censo electoral
no me lo acusa. Pero a pesar de todo quiero que conozcan ustedes quien,
20
cómo y de que manera soy y me presento”. Esa era un poco mi tarjeta de
visita y eso fue en Mañeru.
Y les dije: “Ser nacionalista vasco es ser fuerista del siglo XIX pero en
la modalidad de expresión que tiene el siglo XX. El País Vasco es una
nación. ¿Qué es una Nación? Pues un conjunto hecho por la naturaleza con
una sangre, un idioma, una cultura, una historia, una manera de ser, un
genio determinado. Fulano de tal: ¡Uff que nabarro es ese tío! Fulano de tal:
¡Pero que bruto es! Bueno pues todo eso define un carácter, una situación
unos modos. Bueno pues a eso en técnica se le llama Nación, Nacional y
Nacionalismo. Y en vez de ser fuerismo es nacionalismo. Para el caso es
exactamente igual. En cuanto a eso que llaman separatismo y todas estas
cosas, pues si, pues si, porque quiero que Nabarra esté separada de lo
demás porque es Nabarra y quiero que Euzkadi esté separada de lo demás
porque es Euzkadi. Separar quiere decir ¿poner aduanas? ¡Hay caramba!
¡Yo quiero quitar las que hay! No tengo ningún empeño en fabricar aduanas
sino en vivir con la máxima cantidad de espacio económico y de trabajo en
que se pueda expandir uno porque estoy convencido de nuestra capacidad
de expansión: es nuestro mayor mérito. Mucho más que el de la tierra y que
el de las minas. Más que todo eso es nuestra capacidad de trabajo.
Bueno ésto es ser nacionalista y yo soy ese candidato.
Además les añadí, porque sabía como se apellidaban: Usted se llama
Larrañaga, usted Goñi, usted Echeberria, usted tal, etc. ¿Ustedes saben lo
que significan sus apellidos?
Si señor. El mío Echeberria, “casa nueva”, el otro que si jaral o abeto,
el de más allá que si “casa vieja”, el otro una cosa tal y así todos sabían lo
que significaban sus apellidos. ¡Pues les voy a contar a ustedes un cuento!
Un cuento que es historia.
Al terminar la primera guerra civil fue nombrado cura de Mañeru uno de
Villatuerta, pueblo al lado de Estella. No sabía euskera. En Mañeru había
gentes que no sabían castellano y para poder entenderse con ellos tuvo que
solicitar los servicios de un ama de llaves que sí lo sabía y que vino del Valle
que era el límite donde se empezaba a dejar de hablar euskera por parte de
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los chicos pero que sin embargo era hablado por todas las personas
mayores, cosa que hoy pasa en muchas partes. Y les dije: ¿No comprenden
ustedes que estamos demasiado cerca de nuestras fuentes? Este fue mi
discurso.
- ¿Qué efecto causó?
- Cuando acabé uno de ellos me dijo: Oiga usted, todo eso que ha
dicho usted está muy bien pero ¿por qué no es usted candidato carlista? Si
nosotros somos eso, eso mismo somos. Eso que ha dicho usted, lo mismo,
lo mismo.
Bueno ésta era la Nabarra a la que Monzón, Aguirre y yo hablábamos
de nacionalismo. Y una de dos. O no nos entendían o entendían que eran lo
mismo que ellos.
Quiere decir que había necesidad de unos empujones más para que la
idea cuajara y para que la idea cundiera pues tenía futuro.
El trabajo con Aguirre
Y el recuerdo que tengo de José Antonio en aquellos mítines la tengo
muy presente. Estábamos muy hermanados, nos entendíamos muy bien y
había mucha confianza entre los tres.
- ¿De todo esto salió el que José Antonio fuera diputado por Nabarra?
- Pues mire usted. Lo de José Antonio fue lo siguiente.
Por Nabarra en las Cortes constituyentes se presentaron tres
candidaturas. Una, las izquierdas. Otra, las derechas y una tercera, la
nacionalista vasca.
La nacionalista vasca la encabezaba Aranzadi. Aranzadi había sido
diputado por Nabarra en siete legislaturas. Por Pamplona. Durante las
últimas dos o tres fue el único nacionalista vasco porque las cosas se
pusieron en Bizkaia y en Guipúzkoa de tal modo que no pudimos sacar un
diputado a Cortes nacionalista vasco. Y Aranzadi salió en no me acuerdo si
fueron seis o siete legislaturas seguidas hasta llegar al golpe de Estado de
Primo de Rivera en 1923, en cuya fecha era diputado a Cortes también.
Bueno pues Aranzadi encabezaba la candidatura nacionalista vasca.
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La candidatura de las derechas estaba formada por Beunza y
compañía que eran los mismos que en las comisiones de alcaldes estaban
unidos con el Partido Nacionalista Vasco. Y en Bizkaia y en Guipúzkoa los
carlistas portaban la misma candidatura porque la candidatura que se hizo
para Gipúzkoa y Bizkaia fue la de los alcaldes. No fue la del Partido pues
salieron Oreja, Leizaola y el cura aquel canónigo de Vitoria...
- ¿Pildain?
- Si Pildain, que fue después obispo de Canarias y José Antonio y
otros. Bueno en Nabarra no existía esa relación que había en Bizkaia y en
Guipúzkoa. No había más que dos candidaturas. Virtualmente, centro
derecha e izquierda. Hablando el lenguaje actual una de centroderecha de
nacionalistas y derechas y otra de izquierda de republicanos y socialistas.
Y entonces el partido en Nabarra se planteó el problema. ¿Vamos a
salir en Nabarra? No. La mayoría se la va a llevar la izquierda y el Partido
Nacionalista Vasco a comer ramas. Fuera. No vamos a salir. Pues entonces
vamos a abrir una brecha en la candidatura de las derechas para que sea la
candidatura de Nabarra lo mismo que son las de Gipúzkoa y la de Bizkaia.
- ¿Y qué hicieron ustedes los nacionalistas nabarros?
- Ninguno de los que formábamos parte de la candidatura en Nabarra
estábamos dispuestos a formar parte de las candidaturas de las derechas.
Ni las derechas estaban dispuestas a que ninguno de nosotros formáramos
parte de sus candidaturas. Quiero decir que éramos incompatibles.
- ¿Por qué razón?
- Pues mire usted. Durante la dictadura yo había sido prácticamente el
confidente y el amigo de los enemigos de la Dictadura, incluso fui a la cárcel.
Y fui a la cárcel porque había necesidad de sacar gente de Madrid que no
llegaron a enviármela.
- ¿Le enviaban a usted para defenderlas a gentes de fuera de
Nabarra?
- Si porque les había dicho: yo del Ebro para allá, no quiero saber
nada. Ahora bien los que me manden ustedes y puedan ponérmelos en
23
Logroño, en el Ebro, esos a mi cuenta. Es muy posible que me vaya con un
autobús y que incluso si encuentro a la Guardia Civil haga que la Guardia
Civil se monte en el autobús.
Les decía esto porque por aquel entonces andaba mucho por las
carreteras y yo conocía a toda la Guardia Civil y ya sabe usted que la
Guardia Civil tenía la obligación reglamentaria de no montarse en los
autobuses sino de andar a pie. De andar a pie porque para eso es o era
rural. Pero... si hay un amigo que les dice:
¿Dónde van ustedes?
A Retuerto.
Pues véngase ustedes, súbanse. Yo hacía esto siempre y sabían
perfectamente que no lo hacía con aviesas intenciones. Y es verdad porque
lo hacía directa y simplemente. Y hasta les añadía:
Es verdad que el reglamento dicta eso de caminar pero, en este
momento, ¿qué más da el que se tengan que chupar todo este sol a que
vayan tranquilamente, se quiten pues los zapatos y se echen a la bartola?
Bueno, pues estaba dispuesto a hacerlo siempre y por eso me
conocían. Pero también me conocieron en Madrid, pues algunas notas,
cartas o algo que envié cayó en manos de la policía y un buen día me
encontré en la cárcel.
La pintoresca detención en su despacho
- Don Manuel en este momento hace una pausa y suelta una
estruendosa carcajada. De esa tan características suyas por lo simpáticas y
maliciosas.
Por lo que se ve la cosa no fue muy grave
- Algo así. Vino a buscarme el capitán de la Guardia Civil, que era un
bendito de Dios. Era un hombre hecho a sí mismo, oficial de cuchara, quiero
decir que no era oficial de carrera, sino que había ido subiendo desde abajo
a base de una autoeducación hecha principalmente con libros. Y este
hombre venía a pedirme libros.
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¿Qué libros cree que puedo leer?
Lea usted estos. Le contestaba y la daba dos o tres libros. Cuando los
acababa de leer venía y le daba otros. Bueno pues este hombre fue el
encargado de meterme en la cárcel.
- ¿De qué manera?
- Un día estaba yo ejerciendo como abogado con un individuo que
tenía un pleito difícil. En esto vino el chico:
Está el Sr. Capitán de la Guardia Civil que dice que tiene urgencia en
verle a usted.
¡Que pase!
Entra el capitán que venía muy de punta en blanco, vamos muy vestido
de uniforme y con un aire muy sumiso me dice:
Buenas tardes D. Manuel, buenas tardes.
¡Buenas tardes!
Le miro y pregunto:
Usted tiene orden de detenerme.
Si señor (con un susurro).
Y usted ha puesto la pareja en el andén y en la plaza.
Si señor
Pues mire usted. Haga el favor de quitar la pareja del andén y de la
plaza porque... ¡Mire usted! Aquí conmigo vive mi madre y a mi madre no le
cabe en la cabeza que se pueda meter en la cárcel más que a los criminales
y la sola idea de que sepa que a su hijo lo van a meter en la cárcel hará
posible que le haga pasar un mal rato considerable. De modo que prefiero
engañarle y decirle que voy a Pamplona. Por cierto ¿Cómo va usted a
llevarme a Pamplona?
Pues tengo que detenerle a usted aquí y llevarlo mañana en autobús.
¡Hombre! Pues mire usted. Dígale a la pareja que eche andar carretera
adelante, que vayan poco a poco. ¿Quién me va a llevar? El sargento... creo
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que se llamaba López. Si. Bueno pues que vayan caminando. Tengo que
despachar con este señor durante una media hora todavía. Media hora
franca. Mientras, quite usted a sus parejas de ahí, que yo mismo cogeré el
coche y cuando vea a la pareja los monto y vamos todos a Pamplona. En
Pamplona dejamos el coche y me acompañan al Gobierno Civil que es
donde tiene que llevarme ¿no es así?
- Si señor. ¿Usted me da su palabra de no escaparse?
Capitán, no le propondría a usted algo así si no tuviera esa decisión.
- Muchas gracias Don Manuel. Muchas gracias.
El fulano que estaba conmigo, que era un liberalote de los de no ir a
Misa y que me llamaba poco menos que meapilas, estaba más blanco que
su camisa.
- Pero tú...
Si hombre si. Eso no tiene la menor importancia. Este Primo de Rivera
no va a durar nada y además han anunciado para estos días una redada.
Esto será para una semana. No importa nada.
Despaché su caso, le di los papeles, tomé el coche avisé que no me
esperasen en casa, me marché –y encontré a la pareja como a un km. de
Estella. Los monté y a Pamplona...
- ¿Desde que otro punto protegía usted a las gentes republicanas y de
izquierdas?
- Bueno esta situación tenía otro campo de vista. Yo era un hombre
bastante introducido en negocios. Era miembro de varios Consejos de
Administración. Manejaba bastante dinero. Colocaba mucha gente. Y era un
poco el refugio de los que eran ordinariamente de ideas socialistas. Un poco
como el abogado de los republicanos. Vamos a llamarle a eso en términos
de la calle, abogado, protector de republicanos, socialistas, izquierdas,
gentes contrarias al Gobierno...
- ¿Sabían que era usted nacionalista vasco?
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- Claro. Todo el mundo sabía que era nacionalista vasco porque allí no
había otra organización desafecta al gobierno que la nuestra.
En esas condiciones ¿cómo iba a aceptar ir en una candidatura con las
derechas aunque fueran muy amigos míos y todas esas cosas? Total que se
hizo un puesto en la candidatura de las derechas e incluyeron a José
Antonio Aguirre. Y José Antonio fue diputado elegido por Bizkaia y por
Nabarra.
La faena que le hicieron a Aranzadi
- ¿Qué hicieron los nabarros?
- Los nabarros pedimos a los bizkainos que en la nueva elección de
Bizkaia en el puesto de Aguirre fuera Aranzadi.
- ¿Por qué esto?
- José Antonio había optado por Nabarra como es natural. El puesto de
Bizkaia dependía de las derechas y al quedarse José Antonio con el puesto
de Nabarra, cesó en el de Bizkaia y fue nuevamente convocada la elección
para el puesto en Bizkaia.
- ¿Fue aceptado Aranzadi?
- Nosotros pedimos que fuera Aranzadi. Llevaron a Robles Arangiz, a
quien por otra parte aprecié mucho.
- ¿Causó desagrado esta medida?
- Si y nos hizo mucho daño aquello. Porque Aranzadi, que había sido
diputado siete veces por Nabarra conocía a las gentes que estaban en el
poder y que eran las mismas que habían estado con él en la oposición.
Francesc Cambó un día comentó:
- Mire Irujo, hay algo que no entiendo. Aranzadi ha estado en la
oposición con las gentes que hoy son ministros de la República. Tiene los
despachos abiertos de todos los Ministros o de muchos Ministerios y en éste
momento prescinden ustedes de él. No lo entiendo.
Efectivamente, nos hizo mucho daño aquello. Pero en fin, son
incidentes de la vida.
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- ¿A usted personalmente le molestó el hecho?
- A mí me hizo mucho daño aquello y durante mucho tiempo estuve
muy enfadado. Dejé de asistir a mítines. Los mandé donde fue el Padre
Padilla muchas veces pero... claro es, llegó un momento en que me hice la
reflexión de que con acierto o sin él, los acuerdos y las actitudes adoptadas
en orden democrático por las diversas entidades que conforman un partido
político o de una organización, hay que aceptarlas tal como son. Y la vida
siguió, pero nos hizo daño aquella actitud. Mucho daño al nacionalismo en
Nabarra y fue hasta un retroceso porque significó una falta de consideración.
A esa falta respondió Gipúzkoa en las elecciones siguientes llevándome a
mí, porque no fui diputado en las Cortes Constituyentes. Fui diputado a
Cortes de 1933 a 1935.
- ¿Recuerda usted algo de la labor desarrollada por la minoría
parlamentaria vasca en las Cortes? ¿Qué tipo de intervenciones eran las de
Aguirre?
- Las intervenciones de José Antonio eran siempre políticas, nunca
administrativas, nunca de negocios. Siempre políticas.
- ¿Las suyas?
- Algunas mías fueron políticas como aquella contra Calvo Sotelo al
que llamé el último godo y un montón de cosas más. Pero en general mis
intervenciones fueron de tipo administrativo.
- ¿Recuerda algunas?
- Creo que tendré un ciento de intervenciones sobre el estatuto
Municipal porque era el representante que tenía el grupo vasco en la
comisión de Gobernación y tuve que hacer muchas intervenciones. Lo
mismo me ocurrió en la comisión de comercio marítimo que tenía que ver
con todos los negocios, dinero en consideración, que se pagaba en todas
aquellas líneas internacionales o pura y simplemente en navegación libre
donde intervenía extraordinariamente la ventaja que pudiera uno tener por
las ventajas que nos las daban hechas en Bilbao los navieros que conocían
ya el negocio.
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Fue allí donde conocí a Nicolás Franco el hermano del dictador, vive
todavía y es padre de ese otro Nicolás Franco que ha dicho hace pocos días
que hay que acabar con el caudillaje y que hay que traer la democracia.
Pues éste era el asesor de las comisiones y con éste hombre tenía mucha
confianza. Cuando me nombraron de esa comisión empecé por decirle:
- Mire usted. Yo se nadar. Fuera de eso no me pregunte usted más
porque es toda mi preparación. Ha fallecido Bikuña el diputado naviero,
armador, que sabía mucho de estas cosas y como siempre que sucede algo
así, me ha tocado a mí afrontar la situación y aquí estoy. De modo que tiene
usted que asesorarme.
En ese plan fui. Y el hombre se portó conmigo muy bien. Conservo de
él de aquella etapa un gran recuerdo porque intervine mucho. Mucho.
También tengo recuerdos de la comisión ferroviaria. Mire usted. En los
ferrocarriles el capital vasco invertido entonces era bastante considerable.
Ahora no porque se han estatificado los ferrocarriles pero en aquella época
los ferrocarriles del Norte eran del Norte y Madrid-Zaragoza-Alicante era
Madrid-Zaragoza-Alicante. Además el Banco de Bilbao, el de Vizcaya, el
Banco Urquijo, el de San Sebastián y el Crédito Nabarro estaban muy
metidos. Había mucho dinero vasco invertido. Mucho. Y claro allí estaba yo
defendiendo el dinero vasco.
- ¿Me podría explicar eso del dinero vasco?
- La riqueza vasca. Me acuerdo de un día en que estaba en el banco
de la Comisión sosteniendo la necesidad de elevar las tarifas ferroviarias
contra los socialistas. Estos decían que no y, yo, que si, porque a mí me
habían demostrado que perdían dinero y yo necesitaba defender ese punto
de vista. Lo estaba haciendo cuando entró Calvo Sotelo a jurar el cargo.
Calvo Sotelo estuvo durante mucho tiempo en el exilio porque no se
atrevía a venir hasta que un día el Gobierno le dio seguridades de que no le
iba a pasar nada. Y era por eso que entraba a jurar el cargo.
El ambiente era de eso. Todas las tribunas llenas de señoras bien
empolvadas. En fin una cosa extraordinaria.
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Mientras estaba yo desde el banco de la comisión defendiendo el punto
de vista de la comisión contra los socialistas es en aquel momento cuando
entra Calvo Sotelo y se dirige a la Presidencia. El Presidente era Alba quien
amablemente me hizo un gesto. El público se calla aunque se notaba
bastante el runruneo que suele haber cuando se habla de cosas de
economía porque la gente se aburre. Y el Presidente me dice:
Si el Sr. Irujo no tiene inconveniente podíamos suspender un momento
esta deliberación para dar lugar a que el señor diputado jure el cargo.
Yo, que me había dado cuenta del asunto pensé que la cosa tenía
bemoles y le dije:
- Señor Presidente. ¿No le parece a su señoría que la economía del
país merece la categoría de dejarle que se discuta este problema sin perder
la unidad de la continencia de la causa que tiene ahora y ya habrá tiempo de
que este señor, nuevo diputado (que no le cité por su nombre), jure su
cargo?
Calvo Sotelo respondió en seguida:
- El señor diputado tiene mucha razón. Esperaré.
Excuso decirle que esperó una hora porque hice correr el tiempo todo
lo que pude para que la gente se aburriera y para que se desinflara aquello.
De modo que intervenciones tengo a porrillo. Pero no de tipo patriótico
porque de este tipo o políticas son pocas.
- ¿Y la de Calvo Sotelo?
- A Calvo Sotelo le llamé el último godo. El me dijo que los gallegos no
eran godos, sino suevos.
Y es verdad, pero el godo, sobre todo en América son los españoles
cuando son tiranos. Y en ese sentido le llamé el último godo. Con toda la
mala intención del mundo. Como si hubiera sido un chileno o un venezolano.
Tengo algunas intervenciones de esas, pero junto a ellas... pues qué
diré yo, como miembro de la comisión de ferrocarriles pues no sé si tendré
cincuenta o cien, no sé. Como en la discusión del Estatuto Municipal que
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incluso tengo una de esas ediciones que empieza por decir: El Estatuto
Municipal es el producto de un diálogo entre la comisión y el representante
de la oposición que fue permanentemente el vasco Irujo.
El trabajo de los diputados en Madrid
- Dentro de la minoría ¿tenían los parlamentarios dividido el trabajo?
Me refiero a si la gestión política estaba asignada a un diputado, la
administrativa a otro, etc. Por ejemplo, D. Jesús Mª de Leizaola creo que no
haría habitualmente intervenciones de tipo político sino mas bien
administrativas. ¿Es así?
- No. También Leizaola realizó intervenciones de ese tipo. Todavía me
estoy acordando de una intervención de Leizaola muy brillante, de tipo
patriótico, con motivo de la discusión del Estatuto en lo referente a Álava.
Porque ya sabe usted que en Álava tuvo mayoría relativa el Estatuto vasco.
No tuvo mayoría absoluta y Maeztu arrastró, a izquierdas y derechas, y
muchos en Madrid pensaron que a Álava había que aplicarle el mismo ritmo
que a Nabarra, o sea, separar del Estatuto a Álava, para que así éste fuera
solo para Gipuzkoa y Bizkaia solas.
Nuestra tesis era que Nabarra había votado el primer día el Estatuto
atemperándose a la condición de que, una vez conocido el texto del
Estatuto, ese texto adquiriera mayoría en Nabarra, pero Araba no había
hecho esa reserva. En segundo lugar argumentábamos con dolor que en
Nabarra el "Estatuto No" había tenido mayoría sobre el "Estatuto SI", pero en
Araba el "Estatuto NO" había obtenido el 43 o 44% del censo y el "Estatuto
SI" el 5 o el 7%. De modo que la diferencia era notable. Sin embargo ellos
argumentaban que no habiendo tenido mayoría absoluta no podía darse por
descontado que el país quisiera el Estatuto, y por tanto pedían se hiciera
nueva consulta a Álava. Ese era su plan. Se quita del Estatuto a Nabarra, se
quita a Álava y se reduce exclusivamente a la zona de la vertiente del
Atlántico. Nosotros, como es lógico, no queríamos eso.
Bueno pues entonces tuvo Leizaola una intervención muy buena.
Además y como por otra parte él conocía muy bien el texto del Fuero alavés
y del Fuero de Ayala, en el que hay determinadas condiciones... Todavía me
31
estoy acordando y viéndolo. Le hizo traer a un ujier un libro... "Traiga este
texto", y con un librote grande, grande, grande, grande, estuvo leyendo unas
citas en las que basó su intervención, para decir:
"Dicen sus señorías ¡como vive Álava! Yo les digo a sus señorías:
¡Como muere Álava!"
Era verdad.
En aquel año en el que se discutían estas cosas Álava tenía menos
habitantes que el anterior. 0 que los dos anteriores. En el censo, Álava había
bajado. No había empezado la industrialización de Gasteiz y Álava había
bajado. De modo que se le quite a usted de la cabeza que Leizaola no tuvo
intervenciones patrióticas. Las tuvo.
Mire usted. El Parlamento trabajaba dividido en comisiones y en pleno.
Y en cada comisión hay un representante de cada grupo parlamentario. Uno
o varios. Nosotros, como no teníamos mas que diez diputados, cada uno
estaba en su sitio. Es decir, a la comisión del Estatuto fue José Antonio, ya
que ésta era la comisión política. La del Estatuto. Todas las deliberaciones
del Estatuto las llevó José Antonio. Su suplente era Leizaola. En la comisión
internacional estaba Leizaola. Y Leizaola estuvo en todas las deliberaciones
de la comisión internacional. Ahora bien, en la comisión de Gobernación, en
la de Administración Local, la de navegación marítima, en todas esas
comisiones, vamos a llamarles de problemas administrativos, aunque fueran
problemas políticos de alta envergadura, imagínese usted como pueden
serlo, en esas comisiones no estaba José Antonio, porque estaba un poco
reservado al Estatuto y esas cosas.
Aguirre y Leizaola como diputados
- ¿Recuerda como intervenía José Antonio?
- Los discursos de José Antonio no son muchos, pero son buenos, y
como además hablaba con tal convicción, con tal afirmación que la gente le
tenía bastante simpatía. ¡Hay tipos humanos...! José Antonio daba calor.
Leizaola da conciencia del hombre dedicado a una cosa y que
honradamente acepta las contingencias de esa cuestión.
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José Antonio daba calor y se preocupaba de dar calor. Mire usted,
hasta en la forma de dar la mano.
De modo que quiere decir que el sistema de producirse en los dos era
distinto, pero lo cierto es que se unieron muy bien, muy bien. Leizaola cubrió
las ausencias de José Antonio muy bien ¡y hubo algunas ocasiones, y yo soy
testigo de ellas, en que estuvo estupendo! Muy bien Leizaola. Porque saber
Leizaola, saber, sabia mucho más que José Antonio y que yo. Leizaola sabe
mucho, yo le suelo decir: "¡Chico, sabes tantas cosas que das asco! Le
suelo decir a él. ¡Ah, que cosas tienes! - contesta. En fin, no tiene sentido del
humor. Pero Leizaola sabe mucho. Mucho. Tiene una memoria felicísima. Y
lo hizo bien.
Ahora, por ejemplo, en todos esos problemas por ejemplo de los
ferrocarriles. ¿Por qué no se dedicaban ellos a ferrocarriles y yo si? Pues no
lo se. Porque si. Don José Horn, que era el jefe de la Minoría, me decía:
"Oiga usted, Irujo. Sabe usted que Irazusta dice que no tiene tiempo
porque tiene que ir a no se donde, que tiene no se que, y es mejor que se
ocupe usted, porque ya el mes pasado no vino a ninguna de las dos
sesiones. Ya ve usted. De modo que”... “Bueno, pues si”.
¿Qué iba a hacer? Esas cosas que pasan en un grupo de gente afín.
- Su labor como diputados ¿no les restaba tiempo para hacer una labor
proselitista en EUZKADI en aquella época? ¿Se podía hacer esa labor de
tipo político?
- Esta es la primera pregunta que debiera usted haber hecho antes de
la segunda. Si ésta labor hubiera evitado la otra. Bien hecha la pregunta.
Esta labor no evitaba la otra.
Yo, ni una sola vez, he dejado de asistir a un acto vasco, para, como
diputado, estar en Madrid. Ni una sola vez. No lo recuerdo, vamos. Tengo la
firme convicción, la firme convicción de que eso no es así. Le voy a dar a
usted un ejemplo. Y mire usted que es interesante. Muy interesante.
Ya no está ninguno de los que acudieron. Los dos han muerto. Iba a
tomar posesión de su cargo el Nuncio. Bueno, pues las derechas, como el
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Nuncio era un poco liberalote, un poco amigo de Prieto y un poco amigo de
tal, lo declararon, Gil Robles y compañía...
¡Tedeschini!
Si. Lo declararon ruido. Vamos, que no eran amigos suyos. Pero
nosotros acordamos ir. Bueno, el mismo día en que había de tomar posesión
el Nuncio había un mitin, no sé dónde. Donde el diablo perdió el poncho. En
Amorebieta o donde fuera. Digo esto sin ánimo de meterme con Amorebieta,
que los quiero mucho. Pero es un ejemplo. Y yo en lugar de ir a la toma de
posesión del Nuncio, a la que fueron José Antonio Aguirre y Juanón
Careaga, dos, pues no había más en Madrid, pues en lugar de estar en
Madrid aquel día, estuve en Amorebieta. Digo Amorebieta o Galdakano o
donde fuere. Creo que era Bizkaia. Creo.
“¡Hombre, que es muy importante, porque, decían siempre es muy
importante la cosa que organiza cada cual! Fíjese usted lo importante que es
lo que organiza usted. ¿Verdad? Pues hágase usted secretario del batzoki
de Galdakano y ¡vamos!... la corriente del mundo va a depender del
resultado de aquel mitin. Bueno, y como no hay más remedio que pasar por
esa realidad, y además hay que desear que las gentes cuando se meten en
estas danzas lo hagan con ese espíritu de creer que hacen algo importante y
trascendental, pues yo sacrificaba Madrid a Euzkadi. ¡Constantemente!
Excuso decirle que José Antonio iba lo menos posible a Madrid. José
Antonio era muy poco asiduo a Madrid. ¡Muy poco asiduo! Leizaola no
mucho. Yo, creo que si. Partí mi semana en dos. Pasaba cuatro días en
Madrid y tres en Euzkadi. Y asistía normalmente. Ahora bien, cuando había
algo que hacer en Euzkadi, iba a Euzkadi y se acabó.
- ¿Usted cree que el prestigio que pudo alcanzar José Antonio en el
Parlamento o el nombre que adquirió en aquella época fue el que conformó
su personalidad nacional para que en aquel 7 de Octubre fuera elegido
Lendakari?
- Creo que el prestigio lo adquirió más en Euzkadi que en Madrid. Lo de
Madrid fue coronar el prestigio de Euzkadi.
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Mire usted: El hecho de que Aguirre fuera concejal de Getxo, y luego
alcalde, para posteriormente encabezar a los alcaldes de Bizkaia en Gernika
y tropezar con la fuerza pública que había tomado posesión de Gernika era
mucho. El hecho de invitar a los de Álava, Gipuzkoa, y Navarra a que se
unieran a él, y conseguir que se unieran a él para lograr la comisión de
alcaldes y que fuera él el Presidente de esa importante comisión, todo eso
fue muy importante.
El viaje de los alcaldes a Madrid
Yo le tengo que decir a usted que fui opuesto al viaje de los alcaldes a
Madrid. Pero mi oposición fue confidencial y dentro del Partido. Les decía.
''Estos alcaldes vascos que van a Madrid van a ratificar al Gobierno y a las
izquierdas en su oposición al Estatuto, y a nosotros lo que nos conviene, es
el Estatuto. ¡Por este camino si que vamos a dar una sonada! Eso si,
efectivamente iremos el 80 o el 90% de los alcaldes o los representantes de
los Ayuntamientos a Madrid y esa fuerza está ahí, eso no se inventa, pero
prácticamente no vamos a sacar nada. "Si, me decían, pero hay que
hacerlo". Bueno, pues todo eso fue presidido por Aguirre.
Más ejemplos que me acuerde. Cuando se forma la agrupación
parlamentaria, la llamada minoría parlamentaria vasco-navarra, es verdad
que el Presidente era Beunza y el secretario Aguirre, pero eso fue un poco
en atención a la edad. José Antonio era un chico. Un chico de 28 años, y
claro el otro era ya un hombre muy hecho y derecho, y muy estatutista, ¿eh?
Cuidado, ¡Y muy estatutista! De modo que no tuvo nada de particular que
fuera Beunza el Presidente. Además, las intervenciones de Beunza en
aquellos momentos en favor del Estatuto fueron muy buenas. Muy buenas.
Solamente se nos opuso en una cosa. En lo de vasco-navarra. Y dió esta
razón, que se la he oído.
‘‘¡Pero, hombre!, Navarra es vasca” le decíamos. “Sí, es verdad. Pero
Navarra tiene quince siglos de historia -nos decía- y yo no renuncio con mi
firma al nombre de 15 siglos de historia".
Aquel argumento por lo menos era digno de ser tenido en cuenta y de
respeto. ¿Verdad? Algo muy digno de respeto. Le quiero decir a usted con
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todo esto, y ya que me lo pregunta, que José Antonio quedó consolidado
como adalid, como jefe, como número uno de la promoción vasca en 1931 al
frente de los alcaldes.
Claro que cada uno de esos actos ratificó más todavía el hecho de lo
que le he dicho a usted antes. Por ejemplo en Nabarra. Aquí fuimos José
Antonio, Monzón y yo. Que duda cabe que esos tres nombres, de un modo
claro y de un modo categórico, estaban marcando unas posiciones muy
determinadas. Ni Monzón, ni yo éramos diputados. José Antonio, si. Esto
quiere decir que en esos mismos mítines el que hablaba el último, el que
daba, porque lo era, la sensación de jefe de grupo era José Antonio, que era
diputado. De modo que en eso, hasta en eso, se estaba marcando muy
claramente su posición de adalid, de líder. Y todos estábamos de acuerdo.
Como por otra parte José Antonio era simpático, cordial, muy amable y
tenía un don de gentes extraordinario, su personalidad era muy atractiva.
Además en materia social fue un hombre muy abierto. Fue un hombre al que
no se le caían los anillos para hacer concesiones a la realidad social en su
propia fabrica de chocolates, Chobil. Impuso con su hermano Juan Mari el
salario familiar, la participación de los obreros en las ganancias, en los
dividendos de la fábrica y todas esas ventajas que se van obteniendo con
mucha dificultad todavía en la sociedad y a fuerza de mucha lucha. Pues él
lo puso en práctica con su familia y concretamente lo aplicó su hermano
Juan Mari, el que vive en Amberes.
Aguirre, hombre de moral cristiana
Además no se le olvide a usted que para entonces ya era José Antonio,
al frente de la Juventud Católica de Bizkaia, un hombre señalado con el
dedo para ser líder. Eso por ejemplo lo dijo Herrera Oria, cuando fue el
Presidente de todas las juventudes del Estado y José Antonio lo era de las
de Bizkaia. Esa diferencia tenía José Antonio tanto con Leizaola como con
nosotros.
Nosotros, que nunca hemos negado nuestra condición cristiana,
nuestra moral cristiana, no nos hemos caracterizado por la acción con las
juventudes católicas. A mi no se me ocurrió ni de lejos. No es que no fuera
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católico, pero no me llamaba. En cambio, Aguirre era Presidente de Bizkaia.
Claro, esto era una diferencia, y esa diferencia, no hay que olvidarlo, condujo
más fácilmente a la unión con las derechas en 1931 para sacar el Estatuto.
Mucho más fácilmente que si hubiera sido yo. Mire usted la diferencia.
José Antonio era amigo, el adalid de los católicos en Bizkaia. Yo,
prácticamente, el protector de los republicanos y de los socialistas en
Nabarra. A José Antonio le tocaba ir a presidir funciones de iglesia. A mí, ir a
la cárcel. Lo digo esto de forma simplificada para que usted palpe el
ambiente de 1931 y se de cuenta que la situación en Bizkaia no era la misma que en Nabarra. La diferencia es notoria, ¿verdad? Y así se explica que
en Nabarra se abra un boquete en la candidatura de las derechas y digan:
''Estos de Navarra, Aranzadi, Irujo y compañía ¡nada! Aguirre, si'' Y Aguirre
iba aunque no fuera de derechas.
De modo que quiere decir que un poco la historia anterior a ser alcalde
de Getxo había ya hecho de José Antonio la posibilidad de ser marcado
como adalid. Además, su actuación como alcalde de Getxo y su gestión en
Bizkaia fue magnifica. La de la comisión de los alcaldes fue magnifica.
También es verdad que todos le ayudamos mucho; ¿eh? Porque en Nabarra
ayudarle con los alcaldes significó que tuve necesidad de hacer... ¡hay que
ver los esfuerzos que tuve que hacer para que el alcalde de Pamplona...!
"Oiga usted -le decía al republicano-, yo no le pido que forme parte de
la comisión, porque los de Vitoria, Donostia y Bilbao estén en contra. Pero
hágame usted el puñetero favor de no estar en contra, ¿eh? "No, no si estoy
de acuerdo con ustedes", decía.
Conseguimos al de Sangüesa, al de Viana, y al de no sé dónde, y al de
Estella, claro está. Hicimos una comisión de alcaldes que le vino a José
Antonio al pelo. Pusimos unos telegramas incendiarios.
- ¿Los redactaría usted?
- La mayor parte si, pero a fin de cuentas fueron los alcaldes. Fuimos a
Madrid con la comisión de alcaldes. Me acuerdo con bastante detalle como
había tenido, una conversación con los gestores republicanos que había en
la Diputación:
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David Jaime, Rufino García Larache, Salinas". ¡Ah -me decían- no
hagan ustedes esa alcaldada de los bizkaínos!"
-"Pero hay que dar la sensación de tal-" me comentaban los míos, a
quienes no oculté los comentarios. "Las izquierdas están hablando de
alcaldes". ¡No, no! ¡Hay que hacerlo!”, replicaban.
"¡Pues hay que hacerlo!" Y allí me tuvo usted. Fui de representante, no,
de alcalde del Ayuntamiento de Aguilar de Codes. Allí estuve yo en 1931,
uno de tantos de los alcaldes cavernícolas que fueron a Madrid fue éste
cura. Y cuidado que estaba un poco tocado por las reacciones que había
oído a las izquierdas. A mi me interesaba Ia eficacia, pero yo en aquel
entonces no tenia la confianza suficiente con José Antonio para haber
podido influir sobre este punto, ni traté de hacerlo. Es más, no se si cuando
sucedió esto le conocía ya personalmente, porque le conocí en el juego de
las relaciones a que dio lugar el Estatuto y sobre todo en la campaña de
Nabarra, luego nos distribuimos ya los papeles. Por ejemplo GALEUZKA.
Galeuzka nació entonces y a Galeuzka había que dedicarle tiempo. Y a
Galeuzka me dediqué. Viajé a Catalunya y viajé a Galicia y estuve allí con
Cortesao, Otero Pedrayo y Castelao. De modo que me dediqué a esta
actividad muy ampliamente. Después de acompañarlos en Nabarra me fui a
Barcelona.
Galeuzka
- ¿Qué me puede decir usted de Galeuzka?
Corrían los días vividos al compás de las Cortes Constituyentes. La
República Española en su Constitución regulaba los Estatutos de
Autonomía. Proclamado el de Catalunya, Maciá era su Presidente. En
Euzkadi se gestaba trabajosamente el Estatuto Vasco, en cuya preparación
intervinieron, primeramente la Comisión de Alcaldes, cuatro por región, y
más adelante las Comisiones Gestoras de las cuatro Diputaciones, por
disposición del Gobierno de la República. Había que insuflar espíritu al grupo
gallego que pretendía llevar también a su país el estatuto autonómico. Ello
determinó lo que se llamó “viaje triangular”, que comenzó en Galicia, siguió
en Euzkadi y terminó en Catalunya.
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La comisión catalana que se trasladó a Galicia la constituían dos
grupos presididos por los Sres. Nicolau d’Olwer y Batista i Roca. La comisión
vasca que realizó el mismo viaje la presidía Jesús Doxandabaratz. De la
misma formábamos parte Julene Urzelay, Miren Sánchez Gamarra y yo. La
continuación del viaje a Catalunya dio motivo a que el número de vascos se
multiplicara por varios enteros.
En Galicia celebramos actos públicos en Santiago, Coruña, Pontevedra
y Vigo. En Catalunya las recepciones en Lérida y Barcelona fueron
apoteósicas, los actos muy concurridos y la recepción en la Generalidad,
grandiosa y emocionante.
Todos los actos se realizaron con las tres banderas de Catalunya,
Galicia y Euzkadi desplegadas y enlazadas. En recuerdo de aquella
campaña quedó el anagrama de GALEUZKA, formado con las letras iniciales
de los nombres de Galicia, Euzkadi y Catalunya.
En Euzkadi se celebraron muchos actos. Tal vez el más emocionante
fuera el celebrado en Urbasa, a la salida Sur del Túnel de Lizarraga. Lo
agreste de aquel cuadro sirvió de inspiración a catalanes y gallegos.
Maciá pronunció, desde la presidencia de la Generalidad, palabras tan
solemnes como cordiales y sencillas, con las cuales se cerró el primer
capítulo de Galeuzka.
La revista de este nombre se encargó de conservar durante varios
meses el sentido de aquella inicial manifestación.
En el proceso que se siguió a la Generalidad con posterioridad a la
huelga revolucionaria de 1934, fui llamado a declarar ante el Tribunal de
Jurisdicciones, para que explicara en que consistió aquel movimiento y
cuales fueron los términos por los que los gallegos, catalanes y vascos
quedamos asociados. Y en 1936 era plebiscitado el Estatuto de Galicia.
Saludando en catalán
Por cierto que en Barcelona recibí una lección. Fue en mi primer mitin
en Barcelona. Le dije a Carrasco Formiguera, que era dirigente de Unió
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Democrática de Catalunya: "Oiga usted. A mí me gustaría empezar o
terminar la intervención con algo en catalán".
"¿Sabe lo que puede decir? El otro día Io dijo no me acuerdo quién, y
entusiasmó al público diciendo que él era republicano pero que "per demuns
de la República y de la Monarquía, la Patria Catalana".
iConcho! dije eso y cuando terminé se levantó enfrente un republicano
catalán de primera fila, Barrera, que murió, y empezó a dar vivas a la
Republica y quedé como si fuera un reaccionario que se había metido allí.
Lección que no he olvidado. Hablé después en castellano y rehice la cosa, y
aquel que se había levantado me aplaudió y después me comentó: "Eso no
es de su cosecha".
"No pregunte usted de qué cosecha es".- le dije.
"No se lo pregunto a usted".
No quise decirle que había sido Manuel Carrasco i Formiguera.
A Carrasco le conocí, porque tenía con los Laraches y con Manuel
Aranzadi una finca en Bellver de Sinca, límite con Lérida. También con ese
motivo conocí a Maciá. Nada mas conocerle, tenia la casa por allá, conocí a
Carrasco Formiguera, que estaba desterrado de Barcelona a cierto número
de kilómetros de la ciudad. Estaba en Tamarich de Litera, un pueblo
aragonés de habla catalana. Él hablaba catalán y le contestaban allí en
catalán. Bueno, vuelvo a lo anterior.
La figura de José Antonio Aguirre se hace a través de la presidencia de
las Juventudes católicas y se hace muy fuerte. Se consolida como alcalde de
Getxo. La iniciativa de ir a Gernika es una iniciativa feliz. Se consolida
muchísimo más con la comisión de alcaldes porque resulta el Presidente de
la junta de alcaldes de Álava, Gipuzkoa, Bizkaia y Nabarra.
- ¿En la comisión de alcaldes estaban las izquierdas?
- Es verdad que no estaban. No sólo no estaban sino que las
izquierdas eran nuestros enemigos, excepto las de Navarra, que se callaron,
pero lo hicieron por amistad con nosotros, concretamente conmigo.
- ¿Lo que me ha dicho antes?
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- Sí. Al alcalde de Tudela, que era un tal Cuadra, y al de Pamplona, les
pedí: "Hágame ustedes el favor de dejarnos en paz, porque nosotros
necesitamos sacar esto". Los dos eran estatutistas, ¿eh?... Los dos.
Volviendo a su pregunta sobre José Antonio. Aguirre se consolida con
la Comisión de alcaldes, pero de un modo franco en el viaje a Madrid. Usted
saque la cuenta que se presentó en Madrid el 80% de los alcaldes del Pais
Vasco y estos presentan como jefe a un chico con la cara limpia, simpático,
cordial, con aspecto de iluminado, con un gran don de gentes, de un gran
afecto humano, de un valor personal extraordinario, porque lo tenía, lo tenía.
Y claro está, se consolida como el hombre del país.
- ¿Qué tal les recibieron en Madrid?
Es verdad que nos recibió en la puerta del ascensor quien sería
Presidente de la República, D. Niceto Alcalá Zamora, y nos despachó, no
con cajas destempladas, pero si con su educación: -"Miren ustedes- nos dijo.
Si van ustedes a seguir el camino del Estatuto catalán, les falta a ustedes el
plebiscito. Para seguir el camino de la Constitución, hace falta que haya
Constitución. Eso no quiere decir que yo no reciba con singular agrado a una
representación auténtica y legítima del País Vasco".
¡Imagínese usted! Todo eso significaba que habíamos perdido el
tiempo, y no solo que habíamos perdido el tiempo, sino que habíamos
armado en contra a la Republica. Pero habíamos logrado movilizar a
nuestras gentes.
¡Cuidado que Alcalá Zamora no era hombre de izquierda y esas cosas!
Pero habíamos armado en contra a la República. Y a mi eso me sacaba de
quicio. No ir al Pacto de San Sebastián en 1930 y armar en contra a la
República, de la que teníamos que sacar el Estatuto, ¡recaray! ¡Si nosotros
lo que queríamos es el Estatuto! Pero en fin, eso no obsta para que si se
trata de forjar la figura de un hombre representativo de aquella colección de
alcaldes que eran el 90% del País Vasco representado, o el 80% aquello
fuera una cosa muy seria. ¿Quién la simbolizaba? ¡Aquel hombre! ¡Aquel
chico! José Antonio Aguirre.
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Por eso le digo que todo ese conjunto de circunstancias contribuyeron
poderosísimamente a forjar la personalidad pública de aquel hombre
extraordinario que fue nuestro primer Lehendakari.
“Vallespín, le huele a usted la cabeza a pólvora”
- D. Manuel, una pregunta imposible: ¿Obraría hoy usted como en
1936?
- En líneas generales creo que si. Le voy a decir lo que hice.
Mire usted, en el año 1936 yo era diputado por Gipuzkoa. Tenía
negocios papeleros; era Presidente de una papelera de Tolosa y estando en
Madrid, me informan que había junta. Venían unos alemanes para hacer
algo. Llegué a la mañana siguiente y me notificaron que se había
suspendido la Junta porque era “Aneraun”. “Aneraun” es un caserío que está
en la muga en Navarra donde hay un frontón y donde todos los años los
tolosarras se reúnen. Pues a “Aneraun”. Allí estaba Uzkudun al que gané
jugando a la pelota. Dio esa circunstancia, ¡mira por donde!
Y cuando de Aneraun llegamos a Andoain, en una vagoneta, los
empleados de la vía me dijeron: “¿Usted es Irujo?” “Si”. “Se ha sublevado el
ejército en África.” “¿De dónde lo saben ustedes?” “Pues de tal, y tal.”
“¿Tiene usted teléfono?” “Si.” Llamo a la junta de la papelera a Donostia, al
Gobierno Civil. Era el Gobernador Civil, Artola. Artola de Pamplona era una
buena persona, republicano, de Izquierda Republicana. Bastante afecto a las
cosas vascas. Ha muerto en Paraguay creo, y le pregunté. ¿Qué hay de
esto? Pues que hay una sublevación, pero ni noticias ni telegramas. No me
dejó nada, nada tranquilo. Bien, mañana a las 8 de la mañana te llamo a tu
oficina. Era de noche. Me fui a buscar otro compañero y le digo. Mañana a
las ocho nos vamos al Gobierno Civil. No me ha dejado nada tranquilo esto.
En los periódicos no nos supieron dar noticia alguna y al día siguiente en el
Gobierno Civil la actitud del Gobernador era de: “Bien. Bueno, bueno.”
“Dame el teléfono” le dije y dame el teléfono oficial del Gobierno de Vizcaya.
“Hablé con el Gobierno civil de Vizcaya. Aquí estamos. No nos hemos
desnudado en toda la noche. Estuvimos con los zapatos puestos.” “¿Y el
cuartel de Garellano?” “No se sabe como está.” En Vitoria me sale el
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Gobernador personalmente al aparato. Me dice: “La Fuerza Pública ha
tomado posesión del orden Público. Hay bando de guerra. Me han dicho que
por el momento está aquí pero mi situación es totalmente peliaguda.”
Lo dijo el propio Gobernador Civil. Y entonces fue cuando con Lasarte
dimos una alocución radial diciendo: “Se ha sublevado el ejército en África.
Cualquiera que sea la apetencia que con ella se persiga la sublevación del
ejército para imponer, por ley marcial a la ciudadanía su voluntad es un acto
de tipo fascista y de tipo contrario a la democracia y nosotros pedimos al
país que se oponga a eso”.
Esa fue nuestra primera manifestación...
¿Quiere usted decirme si yo en situación parecida volvería a hacer lo
mismo? Pues si, porque lo de los cuarteles fue consecuencia de aquello. Se
tomaron los cuarteles de Loyola porque había que tomarlos. ¿Pues que
quiere usted que hiciéramos? ¿Dejarlo?
En el cuartel mandaba Vallespín. El teniente Coronel Vallespín. Yo
hablaba por teléfono con él todos los días. Y le he llegado a decir a
Vallespín: “Vallespín le huele a usted la cabeza a pólvora”. Chillando mucho,
como si tuviera muchos cañones detrás.
Logramos por ese procedimiento que dentro del Cuartel de Loyola,
Vallespín encontrara términos tan duros y tan difíciles para subsistir que
admitió el diálogo con nosotros. Y nos reunimos delante de los cuarteles de
Loyola yendo cinco diputados, porque no admitía el diálogo con el
Gobernador. Con los diputados si. Estuvimos Pikabea, Lasarte, Amilibia,
Irazusta y yo. Cinco diputados. Fuimos a pedir la rendición incondicional con
aplicación de la ley. Que si, que no, que si, que no. La respuesta mañana a
las ocho de la mañana. Eso era a las seis de la tarde. Durante la noche se
escapó Vallespín. Se escapó. No tengo noticias de que se escapara más
que él solo. Al día siguiente los cuarteles se rindieron y se rindieron a los
diputados. Por cierto. Quise salvar la vida de 10 u 11 oficiales a los que
fusilaron y no lo pude conseguir porque no me asistieron en Madrid. Y los
quise salvar porque les dije: “Esos habrían tenido un acto de sublevación
pero el responsable que era Vallespín se ha escapado, y estos en cuanto se
ha escapado Vallespín se han entregado de modo que lo menos que
podemos hacer es indultarles de la pena de muerte. Pero no lo logré. Hubo
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once oficiales, entre otros, uno de mi pueblo, que además era republicano,
que fueron fusilados. Lo sentí en el alma.
Fui el precio del Estatuto
- ¿Y su elección como Ministro?
- Cuando se forma tras la sublevación militar un Gobierno de la
República me llama el ministro Alvarez del Vayo. Hablaba por radio. Y se
enteraron los de Burgos. Y los de todas esas partes porque estábamos
cortados, yo estaba en la Diputación de Donostia cuando llamaron. Primero
llamaron: no estaba. Pero dejaron la hora en que nuevamente habrían de
llamar. Llamó el propio Alvarez del Vayo y me dijo: “Le ha llamado a usted
Largo Caballero, presidente del Gobierno.”
“No está ahora aquí pero yo sé lo que quiere decir y puesto que está
usted ahí se lo diré a usted. Se ha formado el Gobierno de la República.
Como sus intervenciones parlamentarias fueron de la máxima intensidad en
materia de obras públicas, le hemos reservado a usted la cartera de Obras
públicas”. Mi respuesta fue:
“Mire usted querido Vayo. Un Gobierno republicano que tiene una
Constitución en la cual dice que los pueblos que viven dentro del Estado
pueden tener un estatuto, si ellos lo quieren, no tiene derecho a llamarme a
mí, nacional vasco, y nacionalista vasco, a que tome parte de él mientras
ese Gobierno y ese estado no nos reconozcan. Yo no le pido a usted la
independencia, ni le pido a usted nada más que el estatuto. Pero el estatuto
si.”
- Cuente usted con él.
Bueno, entonces diríjase usted al Partido Nacionalista Vasco. – Déme
usted el número-. Y le di el número de Bilbao. Y llamé inmediatamente al
Partido.
Di con José Antonio y le dije: “Acaba de llamarme Vayo. Me ha dicho
ésto. Yo le he mandado al carajo. Le he dicho que yo no soy ministro de un
Gobierno que no nos da el estatuto. Me ha dicho que cuente con él. Que si
hace falta lo aprobarán por decreto. Yo no soy amigo –también se lo dije a
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José Antonio- de que lo den por decreto, porque por decreto es al fin y al
cabo por decreto. Si van a reunir las Cortes pues que lo aprueben las
Cortes. Es mejor que sea una ley. Pero en fin ya lo sabéis. Díselo a esa
gente y allá vosotros. El resultado fue un viaje de José Antonio y mío a
Madrid.
Yo veía como aquel viaje era una consagración de que José Antonio
sabía perfectamente que estaba señalado con el dedo. Se lo habrían dicho,
lo había percibido y lo ¡había aceptado!, de ser el Presidente y me llevaba a
Madrid a que cubriera el puesto de Ministro de la República –que no era
ningún bombón ¿eh?- pero al fin y al cabo era el segundo puesto que
entonces tenía el Partido en sus manos, mejor dicho el primero –porque el
de Presidente de Euzkadi todavía no había surgido- iba a surgir de aquello.
- Bueno yo soy de algún modo el precio del Estatuto ¿eh?
Fíjese usted. No ha valido para mucho. Pero en fin (carcajada). Por eso
el conjunto de circunstancias que condujeron a Aguirre a ser Presidente está
perfectamente explicado y perfectamente normalizado en el curso de la
historia vivida. ¿Por qué no fue José Antonio el presidente de la selección
vasca que fue a Santiago de Compostela y todas estas cosas que se
hicieron? Porque era miembro de la comisión de Estatutos y estaba
discutiendo el Estatuto Vasco. Y por eso fui yo. Sino hubiera ido él. ¿Hasta
qué punto se dejó de contar con él para lo que pudiera ser prestigio y
representatividad? Nunca. Nunca, se dejó de contar con él. Nunca. Además
he de decir otra cosa en honor nuestro. En definitiva en honor de los vascos
en general. No creo que hubiera por parte de nadie ningún obstáculo. Así
por ejemplo me dicen aquí en Venezuela que en estas elecciones en el
partido Copei el candidato es Juan, pero también quería ser Pedro, y
también se presentó Diego, pero se retiró a tiempo para que fuera Pedro, o
para que fuera Juan o para que fuera Diego. De modo que quiere decir que
Aguirre no tuvo ningún género de obstáculo por parte de nadie. Lo veo entre
los carlistas, lo he visto, aquí mismo. Lo están vds. viendo a todas horas.
Pues no creo que a nadie se le ocurriera nunca estorbar la carrera de un
chico muy majo, muy bien plantado, muy bien puesto, que además lo hacía
muy bien cuando hacía falta y que reflejaba un poco el contenido y la
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realidad vivida: que además era bizkaíno y les satisfacía a los bizkaínos que
fuera bizkaíno. Esto es muy importante ¿eh? ¡Ah las cosas como son! De
modo que ese conjunto de circunstancias, además del hecho de que no se
podía tomar ninguno de los cinco candidatos a diputados nacionalistas
vascos por Nabarra para completar la candidatura de las derechas porque
los nacionalistas vascos de Nabarra, pues, ¡no éramos de derecha! Había
que escoger uno. ¿Quién? José Antonio, y no era de derechas. Bueno pues
ahí está. Quiere decir que José Antonio era lo mejorcito, lo que sobresalía.
Excuso decir que eso se consolidó amplísimamente, amplísimamente en la
gestión hecha en Nabarra. Se consolidó en la gestión del Estatuto, sobre
todo en los debates del Estatuto. En la Comisión de Estatutos tuvo la
fortuna, el acierto, el mérito de contar para la mayor parte de las cosas con
lo que podía haber sido oposición. Por ejemplo Calvo Sotelo. Calvo Sotelo
votó la mayor parte de los artículos del Estatuto, Calvo Sotelo. ¿Por qué?,
¿qué sé yo? Un algo un poco difuso. Porque para Calvo Sotelo y para
aquellas gentes lo vasco inspiraba una cierta confianza en el orden de que
teníamos “moral cristiana y con moral cristiana nos entendemos”. Cosa que
no les sucedía con los catalanes. Los catalanes de Esquerra. Pero en
cambio teníamos esa otra vitola de ser gentes que no procedíamos de
“nosaltres sois” y de la alcantarilla de Barcelona, como procedía por ejemplo
Companys. Companys era por ejemplo el amigo, del “Noi de Sucre” una
especie
de
anarquista,
y
de
nacionalistas
catalanes
que
fueron
evolucionando. Lógicamente todo eso deja con sentido de alguna manera
difuso, de alguna manera, que no obsta al mérito extraordinario que tuvieron.
Le conocí mucho a Companys y le quise mucho a Companys y veo el mérito
que tiene Companys; la capacidad que tuvo para ir evolucionando hasta lo
que era cuando le conocí y cuando le dejé, o cuando le fusilaron en
Montjuich.
El Ministro Vasco
Pero no obstante eran eso: “ezquerdosos”; en cambio los nacionalistas
vascos: gente que va a misa, gente que cree en Dios. José Antonio que
había sido adalid de la Junta Católica, de los propagandistas. Vamos, la élite
de la juventud católica. Era el presidente. De modo que quiere decir que
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todo, todo, contribuyó a hacer de José Antonio un hombre afectuoso, cordial,
bueno, inteligente, simpático y que tuvo el gran mérito de habiendo sido un
hombre que había estado vinculado a la derecha toda su vida, su vida
política, quiero decir, empezó siendo propagandista católico, la cosa está
bien clara, supo inspirar grandísima confianza a la izquierda, por ejemplo a
Prieto y compañía, ¡Ah, eso es un mérito extraordinario que no lo tienen
todos!
Porque yo ya sé que he sabido inspirar una relativa confianza a la
izquierda, pero no a la derecha. Y cuidado que ni blasfemo, ni hago gala de
no ser cristiano y cuando hace falta lo digo, aunque no voy presumiendo de
serlo, pero lo digo y afirmo: soy hombre de moral cristiana. Pero José
Antonio tenía una capacidad de lustre grande. Eso mismo que me
preguntaba usted de cómo fue la asamblea de Tolosa donde se reunió el
Partido Nacionalista Vasco y se aprobaron los estatutos. Allí se hicieron una
porción de afirmaciones que realmente son nuevas. Mire usted. Tome los
estatutos de Tolosa y es verdad que en ellos hay un proemio que exige para
cualquiera que sea miembro del Partido Nacionalista Vasco respeto a las
ideas, a las creencias y a la historia que ha creado el pueblo vasco; pero se
lee el articulado y no hay ninguna coma que impida a un protestante a un
mahometano ser miembro del Partido Nacionalista Vasco. Le impide sí salir
a la calle como nacionalista vasco diciendo que los evangelios son una
novela inverosímil, que los han inventado cuatro ebrios. Eso sí, porque eso
es ofender a las creencias del país, ofender a lo que es más íntimo y más
cordial aceptado por el país y en ese sentido está incorporado a la vida, y
lema del Partido. Pero de Tolosa y con el Estatuto en la mano se puede
perfectamente, perfectamente, ser agnóstico y ser miembro del Partido sin
ofender ni a Dios, ni al prójimo, ni a los Estatutos. Y eso fue labor de José
Antonio y mía. Quiere decir labor del Partido, pero los ponentes fuimos José
Antonio y yo. Empezamos muchos pero acabamos los dos. ¿Qué más?
- Usted como ministro ¿fue un poco el representante de lo Vasco
dentro de la República?
- Un poco no. Un mucho.
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- Usted atendía a las directrices del Partido o le hacía más caso al
Presidente del Gobierno Vasco. ¿Cómo compaginaba ese tipo de relación?
- Mire usted. Prácticamente del Gobierno Vasco. Le voy a contar a
usted una sola situación, que la define. Yo era Ministro de Justicia. Al tomar
posesión del Ministerio de Justicia dije: “Seré Ministro de Justicia mientras
pueda asegurar que los Tribunales obren con independencia. El día que no
pueda asegurar eso, dejaré el cargo”. Lo dije sabiendo lo que decía porque
en las guerras las gentes suelen servirse de los Tribunales como se sirven
de la policía. Y el Presidente del Consejo de Ministros que era Negrín, un
hombre extraordinario por todos los conceptos era también hombre capaz de
apretar así a los Tribunales y como me lo figuraba por el conocimiento que
de él tenía...
Presentó la dimisión
Llegó un momento en que ese caso se dió. Con la formación de los
Tribunales de Guardia y con las visitas, las recomendaciones y los
puñetazos en la mesa del Presidente del Consejo de Ministros a los
magistrados.
Y yo presenté la dimisión.
He dicho que soy Ministro de Justicia hasta este momento. No tengo
seguridad alguna de que en adelante no continúen ejerciéndose presiones
sobre los tribunales como hasta ahora. Ahí queda eso.
- ¿Iniciativa suya?
- ¡Iniciativa mía!
- ¿Respetando su palabra dada?
- ¡Claro! Y además no lo consulté con nadie. Porque no tenía por qué
consultarlo. Todo el mundo sabía que lo había aceptado así.
Y viene Negrín. Me dice –“Bueno Irujo. Usted debe retirar la dimisión.”
“Pues no la retiro.” “Bueno pues debe seguir siendo Ministro aunque no siga
siendo Ministro de Justicia.” “Pues no lo soy.” “Oiga usted. Y si yo le
propusiera plantear el problema al Presidente Aguirre y lo que él decida.” “A
eso me avengo.”
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Y el Presidente Aguirre, ¡buen aldeano era! Mira, mira, mira. Le dejó
bien a Negrín. Me dejó mal a mí y ministro... ministro sin cartera.
El Presidente Aguirre fue quién decidió. La razón: más haces dentro
que fuera. Dimitir, lo último. En estas circunstancias en que estamos
¿dimitir? Poco o mucho lo que hagas ahí bien estará. Negrín le prometió a
Aguirre que yo iba a hacer, iba a acontecer, iba a tal, iba a cual y algo hizo,
porque en la primera sesión a la que asistí Negrín dijo: Srs. aquí está el
nuevo ministro de Justicia, Mariano Ansó. El Sr. Irujo es Ministro sin cartera,
pero como es notorio el afán por la vida humana y por los derechos del
hombre del Sr. Irujo que es permanentemente su defensor, frente incluso de
los intereses que pueda parecer más inmediatos de la guerra y de la
República, para Irujo los derechos del hombre están por encima de todo, y
¡para mí también! Pero yo tengo que ganar la guerra ¿qué les parece a
ustedes? Y Sr. Ministro de Justicia que las penas de muerte, los conformes
sobre las penas de muerte todo lo que se refiera a eso, siga a cargo del Sr.
Irujo.
¡Ah! si, si, si. Yo encantado- dijo el Ministro de justicia. Y se dio la
circunstancia de que yo seguí siendo el firmante de las penas de muerte, no
siendo ministro de justicia.
Claro eso significa que los condenados a muerte tenían un defensor
nato en la posibilidad de sacarle cinco pies al gato o de sacarle punta al
lápiz. Ya lo sabía todo el mundo que yo era opuesto a la pena de muerte por
naturaleza y que además en la mayor parte de los casos cuando lo que
castigaban eran ideas yo era opuesto totalmente a la pena de muerte y más
en esas condiciones. Bueno esto le dice a usted hasta qué punto influyó
José Antonio en mí, el Presidente. Mire usted, la verdad es que yo fui
nombrado por el Partido Nacionalista Vasco pero actué como ministro vasco.
Normalmente.
- ¿A secas?
No recuerdo, por propia iniciativa, haberme llamado el ministro del
Partido Nacionalista Vasco nunca. El ministro vasco, todas las veces. Y los
demás me decían lo mismo. Incluso algunos vascos que estaban allá. Como
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los comunistas. Hernández era nacido en Baracaldo o no sé donde, pero yo
era el ministro vasco. De modo que creo además, que con eso no hice
ningún desfavor al partido sino todo lo contrario. Porque con eso lo que se
consolidó fue el partido que por su propia naturaleza es representante de lo
vasco, “per se”. No necesita llamarse. Lo es ya. ¿Eso se llama representante
del Partido? No hace falta. Con llamarse vasco ya se sabe que es del
Partido. Si no hubiera sido del partido hubiera sido socialista vasco, o de
Acción Vasca, pero como es del partido, pues vasco.
Todos vascos
Esa fue mi tesis. Esa fue mi práctica y creo que no perdí nada con ello.
Recuerdo cuando organicé el Aberri Eguna de 1.938 en Calderetas, en
Barcelona al que fueron todos, éste, el socialista que está aquí, Santiago
Aznar. Aznar y todos sus compañeros y Juan de los Toyos. Fue el Aberri
Eguna del pueblo vasco. Del pueblo vasco. Se bailó y se cantó, se bebió y
se alegró la gente, y todas esas cosas. Todavía estoy viendo a Leizaola
haciendo de bersolari. Él no se acordará porque estaba un poco mamadete,
pero bien, bien, bien estuvo aquello. Sin duda hubo alguna vez que me
dieron alguna instrucción pero no era lo usual. Sí lo hicieron a raíz de la
caída de Bilbao.
También hay que tener en cuenta que estábamos en guerra y se
imponían ciertas cosas. Por ejemplo. Yo me encontré en Madrid con una
delegación del Partido Nacionalista Vasco. ¿Cómo? Esto se ha acabado.
Esta es la delegación de Euzkadi desde mañana. Y se acabó. Fundé la
Delegación en Valencia. Pero de Euzkadi. Con nacionalistas vascos desde
luego. No se si habría alguno que no lo fuere. En Barcelona fundé la
Delegación de Euzkadi. Tenía mucho interés en que lo estatal, el Gobierno,
la representación del Gobierno en el exterior fuera mucho más que ello,
porque en Euzkadi empezó a funcionar esto de modo singular. Cada
consejero mandaba a su delegado. Llegaba a Valencia o a Barcelona, el
delegado del Consejero de Gobernación, el delegado del Consejero de
Industria, a comprar, o de Comercio, a comprar. No, no y no. Fui a hacer
delegados del gobierno. Y Barcelona, Madrid y Valencia fueron delegaciones
del Gobierno. Delegados del Partido no quedó ninguno, porque el partido
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podía actuar y debía actuar a través del Gobierno y a través del Gobierno
influir como un equipo nacional, que es como funcionábamos. No me
arrepiento nada de haber hecho eso. Hoy lo volvería a hacer igual.
- En el año 1937, José Antonio Aguirre hizo una visita oficial a
Barcelona siendo presidente ¿A qué se debió la misma?
- A muchas cosas. A que era lógico, a la situación de guerra, a la
complicidad política, y a que José Antonio tenía mucho interés en salvar el
ejército vasco.
Al exilio por Monte
Julián Zugazagoitia el ministro socialista pone en entredicho la salida
de vds. por la frontera pirenaica.
- ¿Qué podría decir de esa salida del país hacia el exilio?
Pues no tiene razón. Yo fui con Companys, Aguirre y con una porción
de gentes, entre ellos Julio Jaúregui. Yo estaba en Inglaterra. Con Leeche.
Leeche era el ministro inglés de Barcelona hasta que dejó de serlo
(Embajador). Se había hecho muy amigo mío. Leeche me dijo. Mira mi casa
solar está al Norte de Inglaterra. Tengo mucho interés en que conozcas a mi
mujer y a mis hijos y conozcas mi casa y además he adquirido contigo la
bastante amistad para llevarte. Tengo interés en llevarte a casa. Un inglés
solo quiere llevar a casa a un amigo cuando es amigo de veras. Es la
verdad. Además a José Antonio le pareció eso muy bien. Vete, vete. Yo
tenía a mi hija Miren aprendiendo inglés en Londres y la cogí y me fui con mi
hija a casa de Leeche al norte de Inglaterra. Estando allá recibí un cable de
José Antonio. Ven. Porque Barcelona o caía o había caído.
Dejé todo aquello, dejé a mi hija en casa de Leeche y tomé el tren o el
avión y me fui. Salimos juntos Companys, Aguirre, Terradellas, creo que
Ayguadé, Julio Jaúregui y dos o tres de los funcionarios de la Delegación
vasca de Barcelona que servían en Hacienda. Por cierto me acuerdo que
uno de ellos tenía unas pistolas muy bonitas y como no poseía pasaporte
diplomático y suponía que al pasar la frontera le obligarían a enseñar lo que
llevaba, me dijo: “Hombre estas pistolas son tan bonitas -¡Mira que sacar
unas pistolas!- pero en fin. Como usted tiene pasaporte diplomático... Bueno,
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pues vengan las pistolas. Y cogí el maletín y saqué el pasaporte diplomático.
Costó trabajo mantener la mano sobre el maletín. No la abrieron y se
salvaron las pistolas. Pero no se. No recuerdo la frase de Zuga.
- Zugazagoitia en su libro dice que habían ido a acompañarle a Azaña y
tropezaron ustedes con Negrín, porque no querían que Azaña saliese
después de haber salido ustedes. Se encontraron en el camino y se miraron
de una manera un poco rara.
- No, no nos saludaron. Yo con Negrín cordialmente. Me encontré con
él. No me acuerdo de Zuga en aquel entonces. De Negrín si. Venía de
acompañar al Presidente Azaña que salió antes que nosotros. Le había
dejado a Azaña en el otro lado. Venía de eso cuando todavía nosotros
estábamos pisando tierra catalana.
De Zuga no me acuerdo.
- Sobre las vidas humanas salvadas en el conflicto de la guerra civil.
- Yo soy cristiano, demócrata y vasco. Mi gestión respondió a esos
dictados. Los apliqué en Donostia, en los primeros meses de la guerra civil,
antes de ser nombrado Ministro. Los seguí aplicando después, valiéndome
de todos los medios que podía utilizar desde aquel cargo. Soy enemigo de la
pena de muerte. Una vida humana es el primer tesoro del mundo. Salvé las
que pude. Y si tengo remordimientos, no será por los que salvé, sino por
aquellos que, por falta de acierto, de tesón o de valor no pude salvar.
- Hay quienes le critican duramente su actitud humanitaria. La
considera fuera de lugar.
- El que los demás sean ladrones o asesinos no le obliga a uno a ser
ladrón y asesino, ni le impide sentir y obrar por impulsos de solidaridad
humana. El incumplimiento o la trasgresión de la moral y la ley por el prójimo
no excusan el incumplimiento o la trasgresión por uno mismo. Yo tenía el
deber misterioso de salvar vidas humanas. Lo cumplí, sin otro límite que el
de ser fiel al régimen que servía. No pocos republicanos, y entre ellos no
pocos vascos deben la vida a canjes. Y para lograrlos había que ofrecer en
el cambio seres vivos, no cadáveres.
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- ¿Es usted religioso?
- Soy católico practicante. No he dejado de serlo nunca. Me he sentido
miembro cordial de la Iglesia del Vaticano II antes de que éste tuviera lugar.
He lamentado profundamente la actitud de la Iglesia española. El daño que
el Cardenal Gomá hizo a la iglesia redactando y haciendo firmar a los
obispos la Pastoral Colectiva, al servicio de indicaciones recibidas del
General Franco –lo afirma él mismo en la carta en que envía a los prelados
las galeradas de la Pastoral, redactando ya –es incalculable. Invité al
Cardenal Vidal y Barraquer a que viniera a su archidiócesis de Tarragona. El
Cardenal hubiera aceptado. No lo hizo porque los silencios del Secretario de
Estado del Vaticano, Cardenal Pacelli a la sazón, fueron lo bastante
elocuentes para retenerlo en su exilio. Todos mis empeños en reanudar el
culto público en la zona republicana tropezaron con la actitud de la Iglesia.
¿Qué puedo hacer más que lamentarlo?
- ¿Jamás sintió la tentación de dejar de ser asesor del Gobierno de
Euzkadi para rehacer su vida?
- Yo hubiera podido trabajar por mi cuenta, como lo han hecho otros,
labrándose con su trabajo una fortuna, sin vivir de exiliado, con la maleta
preparada. Pero es difícil desprenderse de uno mismo. Me alcanza la
responsabilidad de haber contribuido a la dirección de los asuntos políticos
en juego, de los que tantos pesares y sufrimientos se derivaron a nuestras
gentes. ¿Qué menos podía hacer que servirles con mi dedicación personal?
¿Qué menos podía hacer cuando uno oye, un día tras otro la relación de
que, al padre, al marido, al hijo, lo mataron por haber votado por mí?
- ¿Perdió usted todos sus bienes?
- El 11 de septiembre de 1937 el Capitán General de Burgos nos
impuso a mí y a mis hermanos Andrés y Pello sendas multas de veinte
millones de pesetas, a mí, y de tres a cada uno de los otros dos (Boletín
Oficial del Estado núm. 301 de 27 de octubre 1.944). En ejecución de la
multa fueron incautados y vendidos mis bienes de fortuna, no tan solo
valores y cuentas bancarias, sino hasta la cama en que dormía, sin que se
salvar de la rapiña más que unos turrutales, donde había plantado pinos,
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adquiridos con titulación deficiente, lo que determinó el desvío del
expediente y que constituyen hoy mi única propiedad inmueble en Estella.
Más que la pérdida de mis bienes he sentido en mi largo exilio la pena
de no poder pisar la tierra en que nací y la zafia brutalidad de la represión
padecida por el país.
- Don Manuel en el disco editado por “gudari” con canciones abertzales
es usted el pianista que acompaña las canciones. ¿Le gusta la música?
- Tocaba el piano mi madre y yo le tenía mucha afición. En general me
gustaba mucho la música. Era txistulari y durante mi estancia en Bilbao
sustituí al organista de Deusto. Lo mismo hice durante la gran guerra cuando
viví en Redhill. El organista estaba movilizado. La parroquia no podía darse
el lujo de pagar otro organista. Yo le sustituí durante cuatro años.
- ¿Cómo ve hoy a Nabarra?
- A Nabarra la veo como es o, como yo creo que es. Lo que sucede en
Nabarra con relación a Gipuzkoa, Araba y Bizkaia, es que desde el año 1200
Nabarra estaba separada de Euzkadi occidental por la “frontera de
malhechores”. Hacía
comercio sirviéndose de los puertos de Baiona y
Donibane, y es en Baiona donde los buques abanderados con la bandera de
Nabarra empezaron a utilizar el timón fijo que se llamó por eso timón a la
“navarrésque” y también a la “baionesse”. Cuando el Duque de Alba ocupó
militarmente Nabarra a las órdenes de Fernando el Católico, la vanguardia
de su ejército la formaban vascos occidentales, oñacinos y gamboinos
amigados por el Conde de Treviño, después Duque de Nájera y Virrey de
Navarra nombrado por Fernando el Católico. En los intentos de los legítimos
reyes de Nabarra para recobrar su trono, los mejores soldados de Gipuzkoa
lograron los cañones ganados a los artilleros franceses que estaban al
servicio de Nabarra a la sazón. Desde 515 hasta la guerra de la
Independencia, los nabarros y los vascos occidentales no tenemos otra
relación jurídica que nos uniera que la corona de Castilla. Toda esta vida
disparatada y contra natura sirvió para crear un clima. Y ese clima, forjado
en siglos de historia, no desaparece con viento del cierzo. Eso es lo que
tenemos delante. Eso es lo que tenemos que vencer, recordando la otra
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parte de la historia que nos une, que no es poca y, sobre todo la realidad
étnica vasca, con su idioma, con su genio civil, con su tradición, con su
filosofía. Nabarra es la vieja Vasconia.
- ¿Tiene usted muchos libros en París?
- Mis libros de antaño están en Estella. Están los que no se llevaron
durante los largos años de ocupación. Los que he ido formando en biblioteca
en el exilio, están en París. Aquí tengo pocos libros, los que van saliendo
ahora, que son los que leo cuando me dejan. Lo que yo hago vale bien poca
cosa, pero la verdad es que no me dejan tiempo libre para poder vivir mi
propia vida como yo quisiera. Estoy constantemente rodando por las
carreteras, tengo que ir de París a Donibane y ahora a Venezuela o a
Buenos Aires o a visitar a mi hija a Inglaterra o así como a las obligaciones
inherentes a mi cargo me sujetan extraordinariamente dejándome muy poco
tiempo para leer.
- Euzkadi o Nabarra, ¿cómo me ha dicho?
- Sabino Arana llamó al País Vasco, Euzkadi. El vocablo ha tenido un
gran éxito provocando emociones patrióticas y reñidas oposiciones. Serafín
Olave unos años antes que Sabino de Arana llamara a EuskalherriaEuzkadi, le llamó Nabarra en sus constituciones federales aprobadas en
Tudela. Yo en ese libro, “Instituciones Jurídicas Vascas”, digo que la historia
puede sintetizarse en dos asertos: Vasconia’tik Napa´rurra. Napa’rutik
Euzkadira. Navarra fue, es y seguirá siendo el corazón de la vieja Vasconia.
Nosotros aspiramos a alentarlo además con la dinámica de la nueva
Euzkadi. Fue la Corona de Navarra con Sancho VI el Sabio, la que puso el
último límite al País Vasco creando la línea de separación entre Castilla y
Navarra de Miranda a Castejón en el Canal del Ebro. Fue el mismo rey
navarro el que fundó y aforó a Donostia, Durango y Vitoria. Pero a partir del
siglo XIII estamos separados de los vascos occidentales y siete siglos de
historia no se beben como un cóctel de vermouth. Los vascos que queremos
una Euzkadi unida debemos merecerla a fuerza de empeño, de trabajo y de
amor.
- ¿Le gustan a usted los mítines como vemos aquí en Venezuela?
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- De verdad le digo que yo estoy en un mitin mucho más a gusto
oyendo que hablando. Cuando me encargan un mitin no suelo saber qué
decir. Lo que preparo, raramente lo digo tal y como lo preparo, las ideas
expresadas por los demás o las observaciones hechas en el acto, me llevan
por distintos derroteros y cuando había pensado hacer una proyección
histórica para derivar después hacia lo actual o hacia el futuro, me encuentro
con un hecho no previsto y varía el curso de mis palabras, de la misma
manera que cuando se anda por el monte se deja un camino para tomar otro
porque es mejor o más agradable o menos expuesto. Si alguna fuerza tiene
mi palabra es la de reflejar lo que siento, lo que quiero, lo que deseo o lo que
temo. Yo no soy actor. No sabría repetir lo que de un autor recibiera, como
no fuera algo capaz de hacerlo propio, yo mismo. Es posible que mis
palabras den esa sensación y tal vez la proyección de esa sensación ayude
a que alguna vez tenga éxito más o menos relativo. Ahora tenemos delante
una situación muy difícil, no voy a descender a ella; pero si reiterar sus
grandes dificultades. Tenemos el enemigo dentro de casa y hay que ganarle
el
terreno
luchando
con
corrección,
sin
negarle
sus
derechos,
amparándoselo si es preciso, pero afirmando nuestro punto de vista de
democracia, de solidaridad vasca y humana.
- Una penúltima pregunta. ¿Usted políticamente a Aguirre lo
encuadraría dentro de la democracia cristiana?
- Si. Sin dudar. En todos los momentos de su historia. Sin dudar. Era
un demócrata cristiano, convencido, completo y cabal. Hombre al que se
podía calificar hoy objetivamente de Izquierda Demócrata Cristiana. Pero
demócrata cristiana. De izquierda quiero decir por su condición social. Era
muy avanzado en lo social. Muy avanzado. No solo no le asustaba nada lo
social sino que más bien tomaba parte y tomaba parte con cariño y con
afecto en todo lo que fuera su límite. Pero en cambio en moral cristiana era
neto. De moral cristiana. De modo que desde luego creo que Aguirre fue
hombre demócrata cristiano en todas las etapas de la existencia que yo le he
conocido.
- ¿Qué es para usted Europa?
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- Para nosotros Europa ha sido aspiración siempre. Recordamos que el
Aberri Eguna de Donostia, allá por los días de 1933, tuvo como lema
“Euzkadi-Europa”. Y nuestra preocupación europea nos puso en relación con
las corrientes democráticas cristianas surgidas en Europa en aquellas fechas
y a todo lo largo de este siglo XX.
Los vascos integramos los “Nuevos Equipos Internacionales” que
constituían la fórmula de expresión de la democracia cristiana europea. El
gran congreso de los mismos se celebró en la Delegación de Euzkadi, en
París, a la sazón II Avenue Marceau, donde hoy se halla establecida la
biblioteca de la Embajada Española. Y quien hizo los honores a los
asistentes, quien dio el tono al acto fue el Presidente Aguirre, asistido de
Landaburu y Lasarte.
Era el propio presidente Aguirre el que acudió a la Asamblea de la
Haya convocada al finalizar la gran guerra para constituir “Europa”. Allí había
de encontrarse con los Sres. Madariaga y Prieto. Y de allí había de surgir el
esbozo del “Consejo Federal Español del Movimiento Europeo”. Porque
acordado allí fue la constitución de los Estados Unidos de Europa. La tesis
triunfante por abrumadora mayoría partió del supuesto de los Estados ya
formados, proyectando unir a estos los lazos federales, sin perjuicio de que,
el Parlamento Europeo, una vez constituido en forma democrática –por
sufragio universal-, adoptara los acuerdos que estimara para servir la
aspiración que para Aguirre, como `para nosotros, no se satisface con la
Europa de los Estados, sino con la Europa de los Pueblos.
En este aspecto discurrimos de la misma manera que al apoyar el
estatuto Vasco, no porque este nos diera plena satisfacción sino porque, con
el apoyo de la mayoría del país, constituía la formula democrática del
nacimiento de Euzkadi. Los que no combatieron llenaron las carreteras de
lemas maximalistas: “Fueros si, Estatuto no”. Pero lo que aquella
propaganda envolvía, no era la aspiración foral, sino la oposición al estatuto,
que constituía a la sazón el primer paso para la existencia de Euzkadi, y el
único que podía ser dado en aquel entonces.
Todos los que invoquen “Europa” como garantía de democracia,
libertad y paz, podrán contar con nosotros. Europa siempre.
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- El resto de la entrevista Don Manuel la haremos en París.
- ¡Cómo no, chico! ¡Encantado!
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