San_Martin_-_Filosofia

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San Martín, el Siete Vidas. Con la suerte del campeón.
Cuando la realidad supera la ficción
- “Jorge, ¿quieren ficción….?”, expresará un devaluado (y muy fugaz) “celebrity” de
nuestra pantalla chica. Aunque en la pirámide social de los nuevos ídolos, Leo Fariña nunca hará
historia de la que nos gusta, e ironía de por medio, su célebre frase merece adornar esta
extraordinaria iniciativa de producir cuentos que referencien al pasado o recopilen, como en éste
relato, exageradas historia noveladas o cuentos increíbles. Más aún, cuando lo que parece ficción
son hechos de la cruda realidad. Precisamente, en tiempo donde referenciarse con Rial, Ventura,
Roccasalvo, Beto Casella o Del Moro, es más asiduo que las imprescindibles artículos de
Halperin Donghi o Galasso, sólo por nombrar algunos de los nuestros.
El destino y la suerte del campeón
Una sabía máxima futbolera, muy de tablón, reza: “a veces pega en el palo y ‘dentra’, y otras
(señal de la yeta) paga en palo y ‘va pa’ juera’. Es el destino.
He aquí algunos ejemplos que involucran trágicamente a nuestro General. Y lejos de
menoscabar el genio y talento de Don José, las circunstancias fortuitas también componen una
parte importante en la vertiginosa coyuntura que surca el destino de los hombres y su proyección.
Pero si bien está más que probado que, “a la suerte hay que ayudarla”, es indudable que los
sucesos contingentes, colaborarán a construir el devenir de los pueblos, pareciendo muchos ellos,
el resultado de la fantasía del mejor iluminado literato. Ámbitos donde la realidad supera la
ficción.
La álgida vida de José de San Martín es un claro ejemplo que en muchos momentos de su
derrotero personal, la suerte estuvo de su lado. Así pues, ya sea por el heroico arrojo de un
soldado, su pericia individual, su perspicaz instinto de sobrevivencia, o simplemente, porque en la
agenda de la providencia no estaba impuesto que ese sería su día final. “Condenado al éxito”,
dirá un presidente argentino. Vale la expresión, dos siglos después, para ilustrar la innumerable
cantidad de veces que el General estuvo al borde de la muerte y pudo salir airoso. Revisemos:
--- “Una que sepamos todos….”. Quien no estuvo en un cumpleaños, fogón o reunión
familiar, y aparecen (casi milagrosamente) una guitarra y un cantor sin personalidad. “Una que
sepamos todos”, sugieren. Bueno, va… CABRAL EN SAN LORENZO. De esa sí que zafó el
General. Y de eso, la amplísima mayoría, algo sabemos.
Juan Bautista “el zambo” Cabral y su altruismo inundaron las páginas de nuestra historia. El
“Negro” Cabral era hijo de don José Jacinto, un indio guaraní y de una esclava negra, Carmen
Robledo. Los papás de Cabral estaban al servicio del hacendado Luis Cabral, donde
presumiblemente José Jacinto perdió su apellido guaraní para incorporar el de su patrón, como era
costumbre entonces en esos “pagos”. En tanto, el histórico óleo de Julio Fernández Villanueva
grafican claramente la escena. Y lo dice también la marcha. “Cabral soldado heroico /
cubriéndose de gloria / cual precio a la victoria / su vida rinde, haciéndose inmortal (…)”.
Inmortal. Uaauuuhhh. ¡Cuánto darían la Xipolitaquis por algo así!; me dijo un alumno el año
pasado.
“Inmortal”. Ni más, ni menos. Justo reconocimiento para uno de los primeros mártires de la
historia nacional, cuya providencial acción figurará de manera conspicua en la iconografía
patriótica. Y si bien contó con el coraje de su tocayo puntano Juan Bautista Baigorria, quien
“aguantó” el embate realista ante el caído San Martín, la heroicidad del correntino de Saladas
permitió proteger la vida del correntino de Yapeyú, “salvando la libertad naciente”, como
refrenda la emotiva marcha de Carlos Benielli y Cayetano Silva.
Marcha de San Lorenzo que habla del “Clarín estridente”. Desde allá viene la cosa. Y….
culpa de Magneto.
Siete Vidas. Pocas para vos José….
Siete vidas tiene un gato, marcarán los cabuleros de antaño. O como cantan los hijos de la
“Faraona” Lola Flores, Antonio y Lolita: “Tranquila mi vida / He roto con el pasao’ / Mil
caricias pa’ decirte / Que siete vidas tiene un gato / Seis vidas ya he quemao’ / Y esta última la
quiero vivir a tu laoooooo”.
¿Y la última vida cuál habrá sido? Habrá sido en el valle de Huaura, después del desembarco
en Perú, cuando el ejército se sumergió en las trágicas epidemias de paludismo y disentería. Ahí
pegó en el palo. Tal vez otra vida “se la gastó” en la epidemia europea de cólera en 1832, que
haciendo estragos en Francia, tanto San Martín y su hija no pudieron escaparle al flagelo. Pero
también: “palooooo”.
Otra en la que la pasó jodida fue la en la batalla de Albuera. El último combate en que
participó San Martín, “jugando” por España (16 de mayo de 1811). Donde tuvo un enfrentamiento
directo con un oficial de caballería francés. Fue herido en el brazo izquierdo. Debió haberse
cubierto la estocada con ese miembro, y en un fulminante contrataque (cual pelotazo del mejor
Andrés Iniesta o Xavi Alonso) atravesó su espada sobre el adversario ante el delirio de sus
soldados que desde una especie de platea miraban azoraos la escena.
Y otra más donde los dioses volvieron a estar de su lado, fue cuando entró de “cazuela”
(debería escribir: casualidad) en un canje de prisioneros con los británicos después de haber sido
tomado prisionero a bordo de la Fragata Santa Dorotea. Exagero: mil ingleses por tres españoles.
Dije, exagero. Británicos, y buitres hubo siempre.
Va una más. En Arjonilla cuando lo salvó Juan de Dios. O cuando lo confundieron con
General Francisco Solano Ortiz de Rozas y volvió a escaparse de la parca. Y aquella caída sufrida
en Falmouth, ciudad y puerto marítimo en la desembocadura del río Fal, en la costa sur de
Cornwall, en Inglaterra, cuando un vidrio le hirió el brazo izquierdo. La pucha. ¿Son muchas, no?
Una más y no jodemos más: “Por los Caminos del Vino”
No es el programa artístico organizado por el Ministerio de Cultura del Gobierno de
Mendoza. Aclaro.
Voy a contar un acto propio de la inseguridad del momento aquel. La cosa fue que, en el
pueblito de Cubo del Vino, también conocido como El Cubo de la Tierra del Vino o
simplemente El Cubo, municipio español de la provincia de Zamora y de la comunidad autónoma
de Castilla y León, camino obligado entre Valladolid y Salamanca, fue asaltado por cuatro
bandoleros y quedó herido en la mano y el pecho. Esa estuvo difícil. Eran cuatro pandilleros
contra uno sólo. Y volvió a salir triunfante. Una especie de Martín Karadagian contra cuatro
titanes, pero sin público, ni barra de hielo, ni viuda misteriosa. Sólo, y por los caminos del vino.
Como quien camina hoy por Tupungato, Rivadavia o Luján de Cuyo. Por los caminos del vino,
vio. Que risa. Cualquier mal pensado podría decir: A San Martín, lo protege el Juez Griesa. Y eso
sí sería increíble. El Cholo es bien nuestro. En fin, nadie muere en la víspera, mucho menos San
Martín, “el siete vidas”.
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