fundación centro de estudios de la mujer TALLER SEMINARIO PROCESOS POLÍTICOS E IGUALDAD DE GÉNERO Fecha, 23 y 24 de agosto de 2010 Lugar: Academia Chilena de Ciencias (Almirante Montt 454, Metro Bellas Artes) De cambios, resistencias y nostalgias: La cuestión de la familia en Chi le contemporáneo frente a la pregunta por la igualdad de género. Ximena Valdés S. – CEDEM versión preliminar Para responder a la pregunta general sobre la igualdad que ha colocado este seminario y con el fin de discutir algunas hipótesis, he revisado estudios sobre el campo de la familia y los géneros así como investigaciones en el tema bajo mi responsabilidad1. Dividiré esta presentación en tres partes: la primera considera datos sobre filiación, matrimonio y divorcio para señalar que algo ha cambiado con respecto de la familia de la última mitad del siglo XX; la segunda considera los imaginarios y representaciones sobre familia y géneros considerando que tan importante es hacer visibles los cambios y la incorporación de los criterios de igualdad como las resistencias que ofrece una particular matriz cultural. Nos preguntamos cuál es el grado de porosidad que tienen las concepciones de familia al discurso de la igualdad; la tercera tiene por objeto dar cuenta de las orientaciones que se hacen visibles según categorías sociales en materia de familia, conyugalidad, parentalidad y sujeto. 1. ¿Cuál es el punto de partida para hablar de cambio? Voy a situarlo en el modelo de familia conyugal de la sociedad salarial2, construida al alero del Estado de Bienestar y del proceso de industrialización que compartieron las generaciones mayores y que se afirmó en Chile entre las leyes sociales de 1924 y 1973. Nos referimos a un modelo referencial –padre, madre e hijos, autoridad masculina y separación de esferas económica/masculina, doméstica/femenina- que se acompañó por marcos jurídicos concordantes con este modelo (regímenes de matrimonio, ley de filiación, medidas laxas para establecer la paternidad responsable, etc.) y regulaciones laborales (las 8 horas de trabajo). Sabiendo que no toda la población hacía suyo este modelo de familia, que sólo una quinta parte de las mujeres trabajaba en los años setenta, que el concubinato era un fenómeno extendido en las clases populares, que la familia extensa tenía un peso importante en particular en el mundo rural, los discursos institucionales y las políticas públicas buscaban afirmarlo. Así, el 1 Estado y sus FONDECY 1030150 “Modernización y vida privada. Estudio de las formas familiares emergentes en tres grupos sociales de Santiago” (2003-2006); FONDECYT 1060018 ·”Paternidad en Chile en las clases populares, medias y superiores en el medio urbano (2006-2008; FONDECYT 1095007 “Familia y trabajo en la economía de exportación: incidencia de los regímenes laborales excepcionales en familias vinculadas a la minería, la salmonicultura y la fruticultura” (2009-2012).. 2 Noción acuñada por Robert Castel (1995). Les métamorphoses de la question sociale. Une chronique du salariat. Fayard, Paris. dispositivos sociales y laborales lograron que la sociedad chilena culminara con un proceso de “ordenamiento familiar” regido por el modelo de familia conyugal. Si bien la Iglesia católica siempre persiguió que las uniones fueran sancionadas por el matrimonio –primero religioso y luego aceptando el civil- , esta idea no plasmó en los comportamientos sociales hasta bien avanzado el siglo XX. Fueron el proceso de industrialización y la presencia del Estado de Bienestar los principales factores de institucionalización de las uniones lo que fue de la mano con el sistema de protección social que normó el acceso a beneficios colocando el matrimonio como piso para acceder a ellos (Valdés, 2007). En concordancia con el aumento de la tasa de nupcialidad, la proporción de hijos nacidos fuera del matrimonio decreció del 30,3% en 1930, al 20,2% el año 1950 y al 15,9% el año 1960 marcando esta proporción su mínimo histórico3. Entre los años 50’ y 70’ del siglo pasado el “desorden familiar”4 legado por un siglo y medio de historia republicana logró hacer de la familia sancionada por el matrimonio la forma de vida predominante. A fines de los sesenta se puso de relieve ciertos rasgos del proceso de modernización que vivía la sociedad chilena. Fue la década en que se introdujo la contracepción, en que la vida sexual se sustrajo a las condenas de la moral tradicional, en que se hablaba de la liberación de la mujer y en un período que cambió profundamente las estructuras sociales del país. Sin embargo los discursos modernizadores no llegaban a la familia ni a la modificación del papel de la mujer en la mayoría de la población. Se los divulgaba pero no necesariamente se los incorporaba5. Las concepciones tradicionales sobre mujer y familia en distintos grupos sociales, urbanos y rurales predominaban ampliamente otorgando un lugar central de las mujeres en la casa y valorando a la 3 Samuel Valenzuela (2006) Democracia familiar y desarrollo. Chile y Suecia desde 1914. En: El eslabón perdido, Valenzuela et al. Taurus, Santiago. p. 115. 4 Diagnóstico muy frecuente en los debates sobre la “cuestión social” de las primeras décadas del siglo XX. 5 Armand y Michele Mattelart (1968). La mujer chilena en la nueva sociedad. Ed. Pacífico, Santiago. buena dueña de casa6 (pese a que ellas tenían muy poco que mostrar en materia de propiedad de la vivienda). Ser buena madre y buena esposa era la opinión más transversal a las clases sociales7. Al trabajo de las mujeres se lo vinculaba a las necesidades económicas con una débil significación como elemento de autonomía e independencia de las mujeres8. En los sectores populares se desestimaba la independencia económica, sólo entre el 4 y 6% le daba importancia. En la clase media inferior llegó al 10%, en la clase media superior al 18% y en la clase alta al 10%. Estos y otros datos hicieron interpretar las orientaciones de las mujeres –y hombreshacia la familia bajo la noción de “tradicionalismo moderno”. Primaba la matriz cultural “familista” de cara a la modernización que vivía la sociedad. La mayoría de las chilenas no habían sido suficientemente alcanzadas por la secularización, aceptaban las ventajas de la modernización pero no sus consecuencias existiendo además una acentuada disonancia entre las imágenes que hombres y mujeres tenían de la mujer, en particular de la casada, y sus comportamientos9. En suma, hacia fines de los años sesenta, las representaciones sobre familia y sobre el lugar de las mujeres en ella concordaban con el modelo conyugal con separación de esferas construido por la sociedad salarial aunque los discursos públicos divulgaran nuevas ideas al respecto. Como sabemos, los cambios en el modelo de desarrollo y las formas de encarar lo social por parte del Estado a partir del golpe militar desmantelaron los contratos sociales y sexuales pre-existentes. 6 Ello repercutió en las familias instalando Más respuestas en esta dirección de campesinas (48%), inquilinas (53%) y capas populares urbanas (50%) pero con una significativa proporción de mujeres de clase media inferior (38%) y media superior (50%) y clase alta (20%). 7 55% de las campesinas, 65% de las inquilinas, 42% de la clase inferior urbana, 66% de la clase media inferior, 64% de la clase media superior, 40% de la clase alta 8 Los grupos urbanos y rurales de estratos populares opinaron entre rangos de 72 a 84% que los fines del trabajo eran de tipo económico mientras esta opinión en la clase media inferior llegó al 70%, en la clase media superior al 38% y en la clase alta al 50%. 9 Este “tradicionalismo moderno” se expresaba entre otros en opiniones de la clase media que estaba bien que las mujeres trabajaran pero no la propia esposa sino otras, las madres pensaban que sus hijas debían estudiar pero que su horizonte de felicidad era el matrimonio. En el medio rural, las madres pensaban que el mejor oficio para sus hijas era el de costurera pues trabajaban en la casa. incertidumbres y readaptaciones. La figura del “padre industrial” proveedor de la familia se vio fuertemente erosionada a causa de lo que ocurrió en el mercado de trabajo con el proceso de volcamiento de la economía al mercado externo, el desmantelamiento de la industria nacional, la disminución de los puestos de trabajo en el sector público, etc. Como contrapartida, esa gran mayoría de dueñas de casa al perderse los ingresos masculinos, al disminuir o al tornarse inestables debieron comenzar a crear distintos mecanismos para contribuir a reproducir a sus familias. Es decir, las bases sociales y económicas de la familia conyugal se desmantelaron en concordancia la emergencia de nuevos referentes culturales a nivel nacional e internacional que cuestionaban el lugar y papel de las mujeres. Con ello quiero decir que si bien los discursos de igualdad emergen con la democratización política, las bases de reproducción de la sociedad se fracturaron con antelación. 2. Fragilización de la familia institución La familia conyugal y el matrimonio como modelo referencial fue dando curso a un proceso de diversificación importante. La nuclearización que caracterizó a la industrialización se estancó abriéndose a un abanico de formas de vida en común dentro de las cuales destacan dos fenómenos: la informalización de la vida conyugal y la fragilidad de los lazos matrimoniales10. A partir de los 80’, es decir hace 30 años, se asiste a la disminución de los matrimonios, el aumento de las uniones de hecho, las nulidades, la disminución de los hijos nacidos dentro del matrimonio y el aumento de los nacidos fuera. 10 Eugenio Tironi et al. (2003) Cuánto y cómo cambiamos los chilenos. Balance de una década.Cuadernos Bicentenario, Santiago; Samuel Valenzuela et al. (2006). El eslabón perdido. Familia, modernización y bienestar en Chile. Taurus, Santiago. hijos nacidos dentro y fuera del m atrim onio 2000-2003-2006-2009 m atrim onios y divorcios 2000-2003-2006-2009 180000 160000 140000 120000 100000 n ú me r o Ser i e1 80000 Ser i e2 60000 80000 60000 núm ero 40000 20000 0 Serie1 1 40000 2 3 4 Serie2 20000 0 1 2 3 4 m atrim onios y divorcios h i j o s d e n t r o y f u e r a ma t r i mo n i o Si en el año 1960 el 16% de los hijos nacían fuera del matrimonio, en el 2000 esta situación ya se acercaba a la mitad para culminar en esta década a cerca de dos tercios de los hijos nacidos extra-matrimonialmente. Si la tasa de nulidad en los años 60-70 no llegaba a más del 4% de los matrimonios hoy los divorcios casi igualan al número de matrimonios. Fragilización del matrimonio y salida de la filiación del matrimonio van de la mano con la informalización de las uniones. Estos son los fenómenos más relevantes que se instalan a partir de los años 80. A ellos se suman el aumento de la edad de las uniones, el aumento de la edad del primer hijo, disminución de la tasa de fertilidad y una fuerte tendencia a las uniones consensuales propias de los sectores populares que ahora aumentan más en los estratos medios y altos de ingresos11. Lo que se puede colegir en términos de la evolución de la familia institución es que las normas sociales y jurídicas vigentes durante el siglo XX en términos matrimoniales, hoy ya no gobiernan las vidas privadas. Que las nuevas normas como la ley de filiación (1998) y divorcio (2004) han permitido que el campo legal no vaya a la saga de los comportamientos sociales, entendiendo que hace un par de décadas comenzaron a desencadenarse procesos de distanciamiento de los comportamientos sociales de las normas que prevalecieron buena parte del siglo pasado. 11 Jorge Rodríguez (2004). Tendencias recientes de las uniones consensuales en América Latina. En: Cambios en la familias en el marco de las transformaciones globales, necesidad de políticas públicas eficaces. CEPAL, Serie Seminarios y Conferencias, Santiago. A las reformas en materia de filiación –muy resistidas, recordemos- que culminaron por otorgar igual status a los hijos nacidos dentro y fuera del matrimonio y la legislación sobre divorcio –igualmente resistidas por los medios conservadores y eclesiásticos- que reemplazó al mecanismo de las nulidades matrimoniales se sumaron otras normas jurídicas dirigidas a limitar el poder y la autoridad masculina en la familia (leyes de violencia intrafamiliar) y a mitigar la desresponsabilización de los hombres de sus responsabilidades paternas (legislación sobre pensiones alimenticias). 2. Cuán lejos del modelo tradicional , cuán cerca de la igualdad Al revisar algunos estudios hay una idea que se reitera una vez instalado el discurso de la igualdad. Es la fuerza de la tradición o el peso del patrón tradicional de familia con separación de esferas, regida por la ley del padre y bajo el imperativo de la maternidad. La sociedad fue cambiando, y sin embargo ni las concepciones de familia ni los patrones de género sobre los cuales estas reposan, no parecen tener demasiada porosidad a dichos cambios. Parece ser una constante que en los últimos años nuestra sociedad se muestre apegada a las fórmulas tradicionales pese a lo que nos muestran los datos demográficos que constituyen evidencia de la erosión de la familia institución. El año 2000 cuando ya el discurso de la igualdad estaba plenamente instalado, un estudio sobre las opiniones y actitudes frente a temas claves inherentes a las percepciones de género12 caracterizaba a nuestra sociedad por la presencia de “un conservadurismo fracturado y un liberalismo práctico”, es decir, se enfrentaba la experiencia de la modernidad y la necesidad de adaptación a ella con ausencia de un discurso netamente liberal que reflejara nuevas articulaciones ideológicas y visiones de mundo junto a estilos de vida no condicionados en sus fundamentos por mandatos basados en un orden social jerárquico tradicional13. Vale la pena destacar que las actitudes netamente liberales se concentraban entre los 18 y 33 años (53%) 12 y Trabajo de la mujer, acceso a la contracepción, inicio de la vida sexual, divorcio, aborto, mujeres en la vida pública. 13 Javier Martínez y Margarita Palacios (2000). Encuesta Nacional. Liberalismo y conservadirismo en Chile. Análisis sobre opiniones y actitudes de las mujeres chilenas al fin del siglo XX. GIM, Santiago. P. 41. netamente conservadoras en las cohortes de más de 46 años (48%). Lo que llamó la atención a los autores fue la presencia de orientaciones conservadoras en población joven (19,3%) y un reparto de esta actitud en estratos altos (11,1%), medios (16,4%) y bajos (18,9%) 14. Este estudio ve asomarse algunas libertades individuales y emergen en las representaciones sociales ciertas dimensiones que acojen los principios de igualdad entre hombres y mujeres. La noción de “conservadurismo fracturado y liberalismo práctico” se refiere a la adaptación a la modernidad de una sociedad que acarrea una pesada matriz cultural tradicional que puede ser de corte ideológico o justificarse por el lugar que ocupan las personas en la escala social: débiles niveles educacionales y falta de exposición a la modernidad. No obstante, existiría en la población un conservadurismo duro, de corte ideológico en sectores sociales con alto capital escolar que continúa pensando en el imperativo de la buena madre, que la mujer sólo puede trabajar cuando la familia no esté descuidada con franca oposición al aborto y divorcio. Si la mayoría de la población se mueve en la órbita liberal y neutral –ni tan liberal ni tan conservadora- esto se traduce en que ya no hay cuestionamiento al trabajo, ni a la independencia económica de las mujeres, ni a la contracepción pero las opiniones divergen en cuanto temas “morales” como el aborto y divorcio. El Informe PNUD del año 200215, muestra que una minoría de la población tenía una imagen de familia relacional y democrática (17%) mientras una mayoría se inclinaba por una imagen tradicional que se abría desde imaginarios asentados en la defensa de la autoridad masculina a aquellos que posicionaban a la esposa y a la madre con el lugar y papel central de la familia. Destaca a la vez este informe las dificultades que tienen los procesos de individualización en nuestro país. La extendida opinión de que la familia se encontraba en crisis convivía paradojalmente con el hecho de que para la mayoría, las identidades individuales se forjaban en la familia. Nos encontramos con representaciones sociales donde “todo es familia” lo que coincide con los hallazgos del 14 15 Op. Cit. P.38. PNUD (2002). Informe de Desarrollo Humano. “Nosotros los chilenos: un desafío cultural” Informe PNUD 199816, que coloca de relieve el amurallamiento familiar frente a la inseguridad presente en la sociedad. En síntesis, sólo la sexta parte de la población tiene una imagen de familia democrática y relacional que se construye en sus relaciones internas y frente al mundo exterior17. Son los grupos ilustrados, con alto capital cultural, urbanos, preferentemente no creyentes cuya identidad se construye en el afuera y el adentro dando paso a proyectos individuales junto con valorar y desplegar relaciones democráticas en la vida privada. Frente a esta minoría hay una fuerte presencia de la imagen normativa de familia (43%) cerrada sobre si misma pero sin gran despliegue de vínculos internos. Es un lugar de refugio, de apoyo y descanso (rurales, evangélicos, clase media). La imagen abnegada está definida desde el rol de la madre y centrada en la crianza de los hijos y llega al 26%, está extendida en todos los grupos sociales de preferencia sin adscripción política18. Al año 2002 entonces, cuando los principios de igualdad llevaban recorridos una buena década el grueso de la población tenía imágenes de familia muy lejanas a incorporar referentes igualitarios. Parece importante detenerse en otros aspectos de este informe. Junto a establecer la “paradójica importancia que tiene la familia” para los chilenos esta se muestra como un lugar sobreexigido, cargado de necesidades y demandas. Así, “mientras más la familia funciona como una fuente compensatoria de los sentidos y pertenencias que son propiamente sociales, más se ve recargada de exigencias adicionales”. El informe PNUD reciente19 vuelve sobre el tema, esta vez sobre las relaciones y roles de género. Afirma que “las representaciones culturales que orientan las relaciones de género han cambiado en muchos sentidos, sin embargo en amplios sectores de la población su definición tradicional aun tiene un peso importante”. Incluso, señala este 16 PNUD (1998). “Las paradojas de la modernización”, Santiago. PNUD (2002). págs. 209-210. 18 Op.cit. p. 210. 17 19 PNUD (2010). Informe de Desarrollo Humano 2010 “Género: los desafíos de la igualdad”. Santiago. informe, “un porcentaje no despreciable de la población defiende explícitamente la tradición 20. Con respecto a las relaciones de género y familia, el mapa de las representaciones culturales21 agrupa al 18% de la población en una representación tradicional que se sostiene en la complementariedad hombre-mujer, hombre en la provisión, mujer en lo doméstico donde se viven las diferencias equilibrando dignidades. Otro 18% tiene una representación machista que se sostiene en la autoridad, poder y capacidad de los hombres para dar sustento y ordenar el mundo privado; la mujer, figura interiorizada, en lo doméstico y la crianza bajo la tutela masculina. La representación pragmática agrupa al 26%. Hay que adaptarse por razones prácticas a los imperativos de la vida moderna (trabajo de las mujeres, mayor igualdad sexual) y proclama igualdad en el reparto de tareas domésticas: liberalismo e igualitarismo frente a ellas y conservadurismo frente a la homosexualidad y la transgresión de las identidades sexuales dadas por la naturaleza. Las representaciones luchadoras (15%) y liberal (23%) muestran un abanico de cambios a diferencia de las otras francamente tradicionales, o bien, adaptativas. Lo notable es la aparición de una imagen cuyo malestar provoca un centramiento en la capacidad y fuerza de las mujeres: los hombres son innecesarios porque las mujeres son autónomas y no los necesitan. Si las otras representaciones son francamente conservadoras con respecto de la tolerancia a la diversidad sexual y la homosexualidad, esta no lo es. La representación liberal se asienta en relaciones de género horizontales. Todos son iguales, habiendo amplia tolerancia a la diversidad de identidades sexuales. El eje de esta representación es la individualidad y autonomía de hombres y mujeres. Es la representación más tolerante a la diversidad sexual y la que considera que el trabajo doméstico es menor satisfactorio que el trabajo fuera del hogar. La familia se ve menos como un lugar de responsabilidades y más como un lugar de cariño, actividades comunes, de despliegue de la sexualidad, sentimientos y placer. 20 Op. Cit. P. 286. Representación tradicional (18%): Un mundo en orden: la complementareidad del hombre y la mujer en sus roles tradicionales es para apoyarse y para quererse; representación machista (18%): El mundo se rige por la ley jerárquica del padre: los hombres mandan y proveen, las mujeres obedecen, son madres y esposas; representación pragmática (26%): Juntos pero no revueltos: se pueden cambiar los roles de acuerdo a las necesidades pero hay que mantener las diferencias y la moral tradicional; representación luchadora (15%): ellas lo dan todo pero ellos se llevan las ventajas; representación liberal (23%): en el fondo las diferencias no existen, todas las personas son iguales y son autónomas. 21 Al parecer entonces, estamos frente a una matriz cultural que otorga legitimidad a patrones de género correspondientes a la sociedad industrial, de corte tradicional, asentados en jerarquías sexuales, que está presente de manera mayoritaria en la población atravesando clases sociales, perdurando este rasgo en la última década no sin mostrar reacomodos y resignificaciones de la matriz tradicional y desplazamientos hacia imágenes y representaciones de familia que se sostienen en relaciones horizontales e igualitarias. No obstante, la hipótesis de que la población chilena se mueve más y mejor en las representaciones adaptativas, pragmáticas, en ese “conservadurismo fracturado y liberalismo práctico” es plausible dada la reiteración que ofrecen los datos a situar las representaciones sobre familia en el punto de incorporar ciertas dimensiones del cambio, como por ejemplo el trabajo de las mujeres y la contracepción, negando otras dimensiones que conciernen las libertades individuales. Por un lado entonces, la matriz tradicional se mueve en función a la adaptación a la modernización y modernidad en la sociedad post-industrial globalizada pero preserva rasgos tradicionales. Por otro lado, las visiones de familia y relaciones de género ya sea más liberales o más inscritas en la modernidad tocan a una minoría de la población dado que todos estos datos colocan a la mayoría en el campo más adaptativo – definido como práctico o pragmático- , y a una franja no desestimable como claramente conservadora o tradicional. Sin embargo, aunque estemos considerando categorías y enfoques disímiles merece especial interés la ampliación del campo liberal-moderno e igualitario junto con representaciones que afirman la individualidad, capacidad, independencia y autonomía de las mujeres que se eximen de ver a los hombres como necesarios. Según estos estudios del PNUD, donde se echa de menos la continuidad en el seguimiento de estos procesos y mayor profundización según géneros y categorías sociales, estaríamos en presencia de la ampliación del campo liberal moderno, con componentes igualitarios que nutren nuevas relaciones de género en la vida privada de las personas. No obstante, reiteramos, la mayoría de la población se agrupa en fórmulas adaptativas y pragmáticas sin desentenderse de visiones de mundo tradicionales a lo que se suma una franja de más de un tercio que se reclama francamente conservadora. Es sobre esta realidad que adquiere sentido la noción de conservadurismo fracturado y liberalismo práctico. 3. Tradición selectiva 22: conyugalidades, paternidades y sujetos Nos pareció adecuada esta noción de “tradición selectiva” para interpretar lo que observamos en investigaciones basadas en entrevistas a parejas de residencia urbana, con hijos, a ambos miembros por separado23 donde las mujeres trabajan y, a padres24, todos de edades inferiores a 45 años. Dividiremos los hallazgos según tres categorías sociales. Ingresos altos, medios y bajos. 1. Grupos de ingresos altos/clase alta y media superior Los profesionales con estudios superiores y altos ingresos, residentes en la parte alta de Santiago o en los nuevos barrios cerrados del norte de la ciudad pueden dividirse en dos orientaciones. En ambas orientaciones las parejas están casadas, a veces en segundas nupcias y en todos los casos bajo el régimen matrimonial de separación de bienes (un caso de régimen de gananciales). El número de hijos varía según orientación de 1 a 7. Los descendientes de familias en que las madres trabajaban, los hijos de familias que vivieron fuera del país, los hijos de separados, se ubican en una orientación igualitaria. Las mujeres trabajan y valoran este espacio de autonomía y de realización profesional al igual que la pareja masculina. En los descendientes de familias en que la madre no trabajaba, de familias en que había una reproducción por varias generaciones de ciertas tradiciones familiares (colegios, religión, estilos de vida), donde las mujeres, profesionales, solían abandonar 22 Esta es una noción usada por Eleni Varikas para interpretar las transformaciones culturales en Grecia prestada a Raymond Williams. Eleni Varikas (1988) Trop archaïques ou trop modernes?. Les citadines grecques face a l’occidentalisation. En: Les femmes et la modernité. Peuples Méditerranéens 44-45 Paris. Pp. 269-292. 23 Ximena Valdés et al. Resultados de Investigación FONDECY 1030150 “Modernización y vida privada. Estudio de las formas familiares emergentes en tres grupos sociales de Santiago” publicados como Ximena Valdés et al. ¿Modelos familiares emergentes o fractura del modelo tradicional?. En: Ximena Valdés, Christine Castelain-Meunier y Margarita Palacios (2006) Puertas adentro. Femenino y Masculino en la familia contemporánea. LOM, Santiago. Pp.11-103. 24 Investigación Fondecyt sobre paternidades en distintos grupos sociales el trabajo por la crianza de los hijos se manifestaba una orientación que tendía a reproducir la separación de esferas pese a que estas mujeres habían trabajado antes de tener hijos y eran profesionales. La orientación igualitaria está marcada por la separación de la vida conyugal del ejercicio de la maternidad y la paternidad, es decir, hay una inversión afectiva en la vida de la pareja (recreación, comidas en restaurantes, vida social, viajes, interés por construir una sexualidad placentera). Igualmente, la pareja está conformada por individuos con intereses distintos que se despliegan fuera de la casa. Perfeccionarse profesionalmente, hacer estudios de post-grado fuera del país, contribuir a que ningún miembro de la pareja se quede atrás en este campo, figuran entre los proyectos de hombres y mujeres. En el otro polo, donde las mujeres vuelven a la crianza lo que aparece es la resignificación de este papel y lugar. La casa y la crianza es un trabajo tan importante como otro dicen los hombres. Al indagar en la organización del cotidiano se hace visible el papel central que tienen estas madres en instalar a sus hijos en la sociedad (presencia en los colegios, vigilancia de las amistades). Estas mujeres se consideran “modernas” puesto que si bien gobiernan el orden doméstico, generalmente están fuera de la casa: con las amigas, o en los spa, o en actividades vinculadas a los colegios de sus hijos. Están preocupadas por el cuerpo y la figura frente a los fantasmas que pueblan el mundo laboral y social de sus maridos. Para ellas, el mercado sexual y matrimonial es amenazante y hay que estar “en forma”. Sus parejas suelen estar muy ocupados en su trabajo, actividades políticas y deportivas. Y sin embargo, siempre están vigilantes a lo que ocurre en la casa y con los hijos, en especial con respecto de la transmisión de principios religiosos (Las familias con muchos hijos (7) pertenecen al Opus Dei). En ambas orientaciones, a los hijos se les debe cercanía, comunicación y afectos. En la orientación donde las madres están de retorno al gobierno del hogar lo fundamental es vigilarlos y conducirlos para lograr el mantenimiento del status de sus padres. Esto se extiende a la observancia y mantención de ritos religiosos mientras en la orientación igualitaria, se trata de enseñarlos a ser libres y responsables. En este grupo el sujeto se configura buscando el desarrollo de proyectos personales. Sin embargo, el proyecto de las mujeres que han vuelto al gobierno del hogar gira en torno a la familia y los hijos lo que se sostiene bajo la dependencia económica del marido. La dignidad de status de madre en la casa bajo la cual se interpreta este retorno a la familia no evita que las relaciones de pareja estén marcadas por disimetrías. Además el ejercicio de la maternidad está sometido a la vigilancia masculina. Estos hombres si bien siempre están trabajando, cultivando relaciones sociales o haciendo deportes con sus pares hombres tienen la mirada puesta en el devenir de sus hijos. 2. Los sectores de ingresos medios La residencia está más diversificada en la ciudad, tienen estudios superiores y técnicos, ambos trabajan. Hay parejas casadas, convivientes, unidos en segundas nupcias. Los casados han elegido todos los regímenes matrimoniales existentes: sociedad conyugal, separación de bienes y gananciales. Tienen entre 1 y 3 hijos. Lo que prima es la diversidad. Se encontró tres tipos de orientación. La primera corresponde a un tipo de familia convencional en que destaca la importancia que asume el tener una “familia bien constituida” que se entiende como un requisito para superarse y progresar. Más que un refugio, la familia es el lugar que asegura la instalación en la sociedad y la movilidad social. El trabajo de las mujeres está vinculado a satisfacer necesidades económicas o acceder a mayor consumo y aparece desvinculado del desarrollo profesional y la afirmación personal aunque a veces hay un deseo de separación de la experiencia que vivieron las madres que estaban sometidas y constreñidas a la dependencia de sus maridos. Hay una voluntad de diferenciarse. Esta orientación va unida a la observancia católica o evangélica de los padres lo que generalmente se reproduce en esta generación. Otra de las orientaciones presentes en las capas medias identifica a la familia actual en el polo moderno e igualitario lo que se muestra como señal de des-pertenencia y ruptura con la familia de origen. No asignan importancia alguna al matrimonio pero si a la pareja, no se vinculan con religión alguna. El sujeto aparece bien diseñado junto a un buen grado de libertad. A este tipo corresponden quienes han tenido experiencias multiculturales, han vivido en otros países lo que lleva a suponer, como en los grupos de mayores ingresos, que este un elemento gatillador de cambios. Al medio de estas dos orientaciones se encuentras los que han efectuado rupturas con los principios organizadores de sus familias de origen pero se encuentran atrapados entre las tensiones por lograr la igualdad y los deberes de la maternidad. En estos casos como en el anterior, se prefigura la idea de co-responsabilidad parental y doméstica pero también se busca resguardar la “normalidad” y distanciarse de las situaciones “anormales”, es decir, hay un profundo deseo por no salir de los esquemas dados. Las jóvenes mujeres, profesionales, bien instaladas en el mercado de trabajo tienden a colocar a sus madres en la casa como vigilantes del orden doméstico y al cuidado de hijos pequeños; tienden además a dificultar la entrada del padre en la crianza y el mantenimiento de la casa: “ellos no saben hacerlo”, lo que frena cualquier cambio. Lo encontrado en lo que podríamos llamar clases medias es un estallido de la homogeneidad y a la vez un peso mayor de tensiones dadas por el ejercicio de la maternidad, la paternidad y el trabajo con ingresos que no permiten como en el grupo de altos ingresos cubrir con holgura y depositando en terceros estas tareas y responsabilidades. Hay malestar en las mujeres y la idea en los hombres que ellos son muy diferentes a sus padres lo que no coincide con la opinión de sus parejas. Sin embargo mientras ellas esperan más de ellos, ellos se sienten plenamente incorporados como padres y parejas que ayudan en los requerimientos que impone la crianza y el manejo de la casa. La vida sexual es erráticamente satisfactoria salvo en el segmento que busca separar la conyugalidad de la parentalidad. Como en todos los sectores sociales, los hijos, su educación y cuidado ocupan un lugar central. 2. Los ingresos inferiores: el medio popular Como en el resto de los grupos socio-económicos, se observan rupturas con los patrones familiares de la generación mayor. No obstante aquí aparece de manera nítida el autoritarismo, el machismo y con frecuencia la violencia conyugal y paterna en la familia de origen. Este tipo de experiencia conduce a que en esta generación tenga un fuerte rechazo a toda forma de autoridad unilateral y violenta. En estos casos los ingresos por el trabajo de las mujeres son sustantivos a la reproducción familiar lo que contribuye a proteger de parte de la pareja masculina el trabajo de su pareja, ayudando en la casa, haciéndose cargo de los hijos, en suma contribuyendo a que este salario que ingresa, permanezca. Estas parejas suelen formarse a causa de embarazos no planificados a edades tempranas y es el embarazo el que funda la pareja. Esto da lugar a la fundación de lazos conyugales “sobre la marcha” colocando como centro de este vínculos a los hijos. Las carencias económicas y afectivas vividas en la infancia y adolescencia por ambos padres, los hacen colocar en un lugar central a sus hijos a los cuales se les procura todo lo que deseen, lo que implica otorgarles lo que ellos no tuvieron. En términos de conyugalidad, hay reclamos por parte de los hombres de una vida sexual insatisfactoria mientras ellas expresan ser presa del cansancio. En términos de entretenciones, la TV es lo más cercano y asequible y a veces logran salir al espacio público, frecuentar algún lugar de esparcimiento. 4. Familia y trabajo precario. Por ultimo, sintetizamos algunos de los hallazgos encontrados entre los temporeros de la agricultura en las regiones de Atacama y Maule25. Lo que observamos, es un agudo proceso de desarticulación de la familia convencional. Los hombres abandonan a su prole y pareja pero muy a menudo son las mujeres las que los “licencian” del hogar ya sea por irresponsables, flojos o infieles. Se aburren del maltrato y de la irresponsabilidad y se quedan solas a cargo de los hijos. Nos enfrentamos a un proceso 25 FONDECYT 1095007 Familia y trabajo en la economía de exportación: incidencia de los regímenes laborales excepcionales en familias vinculadas a la minería, fruticultura y salmonicultura (2009-2012. de “emancipación precaria” en la medida que esto implica grandes costos para las mujeres pero al igual una fuerte valoración de las capacidades propias. Pueden eximirse de los hombres no obstante la contratara de este salto a la autonomía, independencia y libertad suele ser una cadena de endeudamiento e intensificación del trabajo. Las migraciones estacionales no son ajenas a los arreglos laborales de estas mujeres lo que reposa en la red de parentesco para el cuidado de los hijos (Atacama). Son las abuelas las que suplen sus ausencias mientras las más jóvenes y sin hijos se aventuran en largas jornadas de trabajo o recorridos estacionales por distintos valles para dotarse de salario. En las primeras abundan las representaciones sacrificiales aunque no siempre; en las segundas, un imaginario centrado en la libertad. En este sector laboral precarizado las parejas más jóvenes suelen convivir con alguno de los padres, verdadero soporte a los bajos y erráticos ingresos y garantes de sistemas de protección social anclados en el sistema de parentesco (Atacama y Maule). Ellas trabajan ciertos meses al año, desplazando la maternidad a la generación mayor y a veces al sistema público de cuidado infantil. No obstante, las relaciones conyugales suelen darse en el marco de lo tradicional: son ellos los soportes de la familia y en quienes se deposita el sustento y autoridad. A modo de conclusión La información siendo parcial y disímil, permite aventurarse en algunas hipótesis tentativas. En primer lugar, una matriz cultural muy distante a los principios de igualdad permanece a la hora de definir las representaciones sobre la familia y las distintas formas de innovar o mantener en materia de relaciones de género en el mundo privado. Sin embargo, nada es igual a lo que ocurría en las generaciones mayores, pero los cambios tocan algunas dimensiones y no otras. La noción de pragmatismo cobra sentido al constatar que no se muevan dimensiones claves para hacer emerger al sujeto autónomo no inscrito en la visión totalizante de la familia. Este refugio y este lugar donde se constituye la identidad se muestra sobre valorado pero al parecer en estrecha dependencia del capital económico y cultural, salvo entre quienes tienen adscripción religiosa. La pugna entre discursos de la igualdad con los discursos de la tradición toman cuerpo no sólo en las representaciones de familia sino en las formas de hacer familia y construir la pareja y la parentalidad. Es bastante plausible sostener la hipótesis que la tradición siga ganando terreno sobre el principio de la igualdad tanto en las representaciones como en las prácticas sociales. Sin embargo, este rasgo convive con la apertura e instalación de nuevas formas de vida y nuevos marcos referenciales adscritos de preferencia a los grupos sociales de mayor capital cultural y menor edad, no religiosos, en los cuales la afirmación del sujeto, los proyectos individuales, la libertad, responsabilidades paritarias en la crianza, figuran como nuevos atributos de la vida en pareja. No obstante la emergencia de nuevos modelos, ello coexiste con una pluralidad de formas en que se entrecruzan elementos nuevos con una cierta nostalgia por el pasado desde reproducir lo conocido a incorporar cambios, en particular el trabajo de las mujeres que puede darse sin que nada cambie lo que atraviesa a todas las clases sociales. Dentro de esta pluralidad de maneras de vivir en común, el factor clase social y tipo de incorporación al trabajo de las mujeres muestran otro tipo de situación que podríamos llamar “desarticulación de la familia” convencional que obedece fundamentalmente a la extensión del trabajo precario, horarios de trabajo y deslocalización de los lugares de trabajo y familia. En este contexto de cambios, resistencias y nostalgias, no es inadecuado aplicar a nuestra sociedad nociones aplicadas a otras sociedades como “familia en desorden”26, “familia incierta”27 ni tampoco “familia democrática o la pareja a dúo”28 , la familia que 26 Elizabeth Roudinesco (2002) La familia en desorden. FCE, Buenos Aires. Louis Roussel (1999) La famille incertaine. Editions Emile Jacob, Paris. 28 Irene Théry (1998) Couple, filiation et parenté aujourd’hui. Le droit face aux mutations de la famille et de la vie privée. Editions Odile Jacob, Paris ; Théry (2005) Dynamique g’égalité de sexe et transformation de la parenté. En : Femmes, genre et sociétés. La Découverte, Paris.. 27 tiene por horizonte la libertad29 pero lo que singulariza a nuestro modo de ver la metamorfosis de la familia en Chile en cuanto relaciones de género, orientaciones y representaciones, es el profundo significado identitario de la familia que convive con la fragilidad del lazo conyugal, con la emergencia de nuevas orientaciones, con resistencias a modificar lo conocido y una cierta cuota de nostalgia por las bondades y seguridades de antaño, contrarias a establecer relaciones igualitarias. Se observan cambios sin duda pero además otros elementos no menos importantes que nos hacen hipotetizar que hoy nuestra sociedad está sumergida en una situación de doble signo: mira al futuro afirmándose un sujeto femenino ya no inscrito bajo ese manto totalizante de la familia pero igualmente teme dejar la matriz familiar legada por la sociedad industrial que proporciona seguridad frente a las inseguridades de distinto tenor (societales, afectivas, económicas, laborales). Eso dependerá tanto de la clase social como de los capitales culturales en juego pero además de una buena cantidad de efectos prácticos y simbólicos que emanan de los discursos sobre igualdades de género que parecen haber sido apropiados y han sido útiles a las mujeres para colocar freno al sometimiento, la dependencia y los malestares domésticos incluidos la deserción masculina en las responsabilidades económicas y de crianza así como múltiples manifestaciones de violencia y maltrato presentes en la vida conyugal. Sin embargo, otra cara de este fenómeno es una suerte de consentimiento al marco de funcionamiento de la familia tradicional en términos de la permanencia de desequilibrios sexuales en la vida privada que parecieran, si interrogamos lo que las mujeres hacen y sus desempeños en el mundo público, corresponder con la anuencia hacia la matriz tradicional de familia de separación de esferas aunque eso haya sufrido de desplazamientos hacia la mayor presencia de las mujeres en el mundo laboral: con ello quiero decir, que todo cambia por fuera pero poco cambia por dentro. Sin embargo, nadie -ni hombres ni mujeres- se reconocen manteniendo las mismas formas de vida que sus padres. Han establecido rupturas. Los hombres expresan 29 Francois de Singly (2000) Libres ensemble. L’individualisme dans la vie commune. Nathan, Paris. rechazo a la figura paterna tal cual ellos la conocieron: distante, autoritaria y ausente y la voluntad por establecer una línea de demarcación entre ambas generaciones dotando el ejercicio de su propia paternidad de nuevos atributos: cercanía, expresión de afecto, comunicación y juego, lo que atraviesa a diferentes grupos sociales. A diferencia de la generalidad de las mujeres de la generación mayor, hoy una buena parte de las mujeres trabaja. Sin embargo, predominan y perviven similares desempeños como madres y encargadas del orden doméstico. Si bien ellos están más presentes, no lo están necesariamente en las responsabilidades de crianza y gestión doméstica. Están más presentes pero están en sus cosas y en actividades lúdicas: manejando el aparato para la TV, en su computador o en actividades recreativas con los hijos. Las percepciones de hombres y mujeres respecto de la crianza y los asuntos domésticos son muy distintas pero la infancia ocupa un lugar central en la vida familiar. Eso nos hace pensar si no es acaso el nuevo lugar de la infancia (derechos de los niños, etc.) lo que ha contribuido –también- a gatillar los cambios familiares abriéndose un nuevo lugar al padre pese a lo “retórico”30 que pueda ser muy a menudo el discurso sobre los nuevos padres. Constituye un problema el hecho que ellos se sientan muy participativos mientras ellas expresan malestar por su poca participación en el contexto de superposición del trabajo fuera y dentro de la casa. Este malestar se da en lo fundamental en la clase media. Con respecto de la crianza, debemos agregar, hay sin embargo una fuerte resistencia en las mujeres a desprenderse de ella “porque los hombres no saben hacerlo”, lo que impide a los padres ocupar nuevos lugares. Una buena cantidad de mujeres incluyen a sus madres en los cuidados de sus hijos –ante la carencia o el costo de sistemas de cuidado infantil- y en la vigilancia de la casa mientras ellas trabajan. Esto les facilita el cuidado y mantener el orden doméstico, vigilancia de nanas, etc. 30 Según lo expresa Ulrich Beck (1998) en La sociedad en riesgo. Hacia una nueva modernidad. PAIDOS, Barcelona. pero es un elemento que contribuye a reproducir la sobre-responsabilización femenina, esta vez repartida entre mujeres. En general es débil la separación entre vida conyugal y ejercicio de la parentalidad. La vida sexual, la vida de pareja cuando ambos trabajan está sujeta a la tensión de los tiempos domésticos y de crianza dejando poco lugar a la construcción de la pareja, particularmente en parte de la clase media y los sectores populares. Escapan a esta situación quienes tienen alto capital cultural, periodos de vida en otros países y donde la pareja se maneja con criterios de igualdad sobre la base de la centralidad de los proyectos individuales. En los casos de altos ingresos económicos el trabajo de la pareja masculina suele ser la tónica que comanda el uso del tiempo dejando poco lugar a la vida conyugal. Esto se acentúa en los sectores populares donde el nacimiento del primer hijo suele coincidir con el inicio de la vida de pareja donde ambos reparten su tiempo entre el trabajo, los hijos, la TV y las tareas domésticas. Con menos nitidez se expresó distancia entre madres e hijas en el ejercicio de la maternidad aunque está presente la crítica a la obediencia y dependencia femenina, a relaciones muy disimétricas entre sus padres incluida la violencia conyugal y el consentimiento de las madres a ella. Habiéndose incorporado el trabajo en la vida de estas mujeres, el ejercicio de la maternidad en ambas generaciones no muestra grandes cambios aunque los padres jueguen con sus hijos, los saquen a pasear, hablen con ellos, los lleven al supermercado, al estadio u a otras actividades recreativas e incursionen en la cocina. Independientemente de la clase social y capital escolar, ellas piensan que ellos dimiten de los asuntos privados pero a la vez muchos de ellos piensan que no están facturados ni como sus padres y abuelos, que están presentes en la crianza y las rutinarias responsabilidades hogareñas. Ellas muestran malestar mientras ellos están muy contentos de armarse de atributos ausentes en sus propios padres. Aunque la edad y el capital cultural interfieren en estas opiniones dicotómicas siendo las parejas más jóvenes más porosas a democratizar la vida privada y las con menor capital cultural a apoyarse en el sistema de parentesco y en sus propias madres para palear algo que no cambia hacia dentro aunque ellas trabajen, muchos elementos híbridos conviven a la hora de mirar los interiores de la casa. Más abajo en la escala social, ellas no esperan nada de ellos y suelen reproducir las prácticas de sus madres mientras muchos de ellos no sólo dimiten sino simplemente no están. Ellas en cambio, cuando ya no esperan nada y están solas, o muestran un discurso sacrificial por el padre ausente y la mujer obligada a mantener sola a los suyos o bien están satisfechas de estar solas y gozar de su libertad, de tomar decisiones inconsultas, de moverse en un mundo que aunque precario en retribuciones salariales no obliga a la obediencia cotidiana. *** Tras esta revisión de fuentes secundarias y estudios empíricos, se podría hipotetizar que tanto los discursos institucionales y públicos, como las representaciones de la población seguirán organizándose bajo el peso de una matriz tradicional que cohabita con nuevas visiones de mundo orientadas por la modernidad y la igualdad. Sin embargo, lo que nos muestran los datos demográficos es que no sólo estamos frente a una policultura de modelos de familia y a la fractura de la familia institución asentada en el matrimonio, lo que ya pone de manifiesto una gran distancia con la hegemonía y extensión que tuvo el modelo de familia industrial durante la segunda mitad del siglo pasado. Frente a la cuestión de la familia y el tipo de relaciones que cobija, nos situamos más bien en los grises. Yo nombraría el carácter original de este proceso de transformación/conservación como “tradición selectiva”, noción usada para dar nombre a fenómenos que se dan en procesos de modernización rápida o compulsiva donde se recogen los elementos de la tradición que no molestan ni interfieren a la modernización. Si bien este es el rasgo más extendido, no cabe duda que una franja de la población que hasta hoy se ve como minoritaria, construye otras formas de vida en común más democráticas e igualitarias. No obstante, ambas orientaciones coexisten con un proceso más subterráneo y de otra naturaleza marcado por la desarticulación de la familia donde el alejamiento de las fórmulas convencionales legadas por la sociedad salarial está fuertemente marcada por la incertidumbre31, la precarización y vulnerabilidad social y débiles sino ausentes sistemas de protección social públicos. Muchos de los fenómenos actuales en este medio social que comprende a asalariados sometidos a regímenes laborales excepcionales caracterizados por largos horarios de trabajo y sistemas de turnos, nos hacen recordar la sociedad decimonónica plagada de madres solas, movimientos migratorios, aguda separación entre el lugar de la vida familiar y aquel de la vida laboral lo que obliga a mirar cómo las nuevas formas de organización del trabajo están construyendo a la familia contemporánea a diferencia de la sociedad salarial donde el peso del Estado en la construcción de un determinado modelo de familia fue gravitante. Al preguntarnos cómo estos cambios, resistencias y nostalgias presentes en el nivel de los imaginarios colectivos y en las formas de construir la familia y sus relaciones internas se moverán en el nuevo escenario de orientaciones políticas y culturales en que se cruza el liberalismo económico con los principios morales tradicionales, podríamos hipotetizar que pese a la entrada de los pulpitos e iconos religiosos a algunas oficinas públicas, pese a discursos disciplinarios en materia sexual dirigidos a los jóvenes, pese a la probable disminución de los dispositivos dirigidos al cuidado infantil y otras de estas manifestaciones como la probable “maternización” de las políticas públicas y un visible desplazamiento del lugar que ocupó la mujer por el de la infancia y la juventud (Véase por ejemplo Plan de Seguridad Pública (2010) entre otros32, los comportamientos sociales seguirán su curso abriéndose a nuevas orientaciones y apegándose a las antiguas, dependiendo de la situación de los individuos en la estructura social y el mundo del trabajo. Los agudos déficit sociales en franjas importantes de la población avisoran un importante papel de la familia y el sistema de parentesco como reemplazo a un sistema de protección social públicos de 31 Robert Castel (2009) La montée des incertitudes. Travail, Protections, Status des individus. SEUIL, Paris. 32 Plan de Seguridad Pública (2010) Ministerio del Interior, División de Seguridad Pública, Santiago. apoyo a familias hoy diversas. Esto nos hace pensar en las afirmaciones de Souza dos Santos33 según las cuales el presente ha reemplazado el retiro del Estado de Bienestar por la “sociedad de bienestar”. Frente a las transformaciones de la familia de la sociedad salarial que afirmó a la familia conyugal separándola de los linajes familiares y los sistemas de parentesco a decir de Théry34 y Godelier35, nos situamos en las franjas de la población más desprotegidas frente a una vuelta bajo la sociedad posindustrial a la inscripción de la familia conyugal, y cada vez con mayor fuerza de la familia monoparental, en referentes centrados en el parentesco (recurso a las abuelas en las clases medias, cohabitación de núcleos familiares mono y biparentales junto a las generaciones mayores en los sectores populares asalariados). Por último, debemos considerar que los cambios culturales tienen tiempos de larga duración aunque sin duda los discursos de la igualdad han contribuido a desencadenar y legitimar nuevos sentidos. Si atendemos a la incidencia que podrían tener los discursos actuales pro-familia, pro maternidad, pro infancia, pro matrimonio sin atender a otros factores como las políticas de protección social y las políticas laborales ¿No es de esperar que los comportamientos sociales sigan su curso con independencia del ‘habla oficial’ toda vez que el discurso de la igualdad está instalado y el de la tradición incorporado? Sin embargo, en estas materias podríamos recordar a Norbert Elias36 según quien las transformaciones en las relaciones de poder en la familia no son lineales y podríamos enfrentarnos a ciertos retrocesos. 33 Boaventura Souza dos Santos (1998) De la mano de Alicia. Lo social y lo político en la posmodernidad. Ediciones UNIANDES, Bogotá. p 310 donde sostiene que la degradación general de la relación salarial a lo que se suma la degradación de los salarios indirectos y de las prestaciones y servicios del EstadoProvidencia con el retroceso de las políticas sociales han contribuido a “la movilización de la familia y de las redes de interconocimiento y de ayuda mutua –lo que en general podemos designar como sociedad de providencia- para el desempeño de funciones de seguridad social hasta ahora desempeñadas por el Estado”. 34 Irene Théry (2005).Dynamique d’égalité de sexe et transformation de la parenté. En Femmes, genre et sociétés. L’état des savoirs (dir. M. Maruani) La Découverte, Paris. Pp.159-175. 35 Maurice Godelier (2004). Métamorphoses de la parenté. Fayard, Paris. 36 Norbert Elias (1998) El cambiante equilibrio de poder entre los sexos: un estudio sociológico procedual. El ejemplo del antiguo estado romano. En: La civilización de los padres y otros ensayos. Editorial Norma, Bogotá. Pp. 199-248.