Características del hombre LIGHT y Los jóvenes ante lamovida

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CARACTERÍSTICAS DEL HOMBRE LIGHT
No se comprometen:
Ni con los hijos, ni
como amigos, ni con
los hijos, ni con el
trabajo. Son Hombres
a los que les cuesta
comprometerse
espiritualmente.
• No tienen
convicciones: Sus
opiniones van
cambiando minuto a
minuto porque no
tienen creencias
firmes.
• Son opinólogos:
Parecen expertos.
Siempre tienen una
respuesta para cada
situación.
• Viven bajo la ley del
mínimo esfuerzo: Se
lavan las manos en
cualquier
oportunidad.
• Son hombres
superficiales : Sólo
reciben información
de la televisión. Por ejemplo, si en una reunión se está tratando un tema
profundo, él sale con un chiste para distraer la atención, ya que no
puede opinar por la falta de información.
Su objetivo es que : Nadie lo moleste, nadie lo exija porque busca la
comodidad.
Su pensamiento es negativo : Piensan… ‘Si todo está mal; ¿qué sentido
tiene que yo haga algo?'
Son faltos de motivación : Mucha lamentación pero poco esfuerzo.
Tienen una existencia vacía : Son hombres que no tienen proyectos.
Son hombres mediocres.
Estos hombres no tuvieron un modelo de identificación; no se han
identificado con ningún hombre, no han buscado mentores, ni un hombre
a quien imitar.
Generalmente este tipo de hombres han tenido padres depresivos,
ausentes, o violentos.
Como no tiene con quién identificarse, tiene una vida sin destino.
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Los jóvenes ante la 'movida': una propuesta de trabajo
La movida juvenil, entendida como reunión masiva de jóvenes en la calle
desde y hasta altas horas de la noche, que gira en torno a un pretexto
fundamental, que es el alcohol, aporta elementos nuevos a las formas de
diversión/ocio conocidas hasta ahora.
LA movida juvenil, entendida como reunión masiva de jóvenes en la calle
desde y hasta altas horas de la noche, que gira en torno a un pretexto
fundamental, que es el alcohol, aporta elementos nuevos a las formas de
diversión/ocio conocidas hasta ahora.
De estos elementos nuevos, el fundamental es el lugar de reunión: la calle. A
partir de esta novedad fundamental se originan una serie de problemas de
convivencia que se concretan en exceso de ruidos, exceso de suciedad,
salubridad y, en general, molestias a los vecinos de la zona de la movida, que
hacen realmente difícil la convivencia y originan conflictos graves entre los
protagonistas de la movida y los vecinos.
Es cierto, no obstante, que existen otros problemas que se asocian
generalmente a la movida. Hablamos del consumo de alcohol y otras drogas,
accidentes de tráfico y violencia. En cualquier caso, aunque graves e
importantes, no debemos caer en el error de vincularlos exclusivamente a la
movida ni a la condición de joven, ni entender éstos como elementos sine qua
non de esos problemas. Hay que recordar que tanto la violencia, incluida la que
tiene resultado de muerte (por ejemplo el maltrato conyugal), como los
accidentes de tráfico, que constituyen la causa más frecuente de muerte en
este siglo, o el alcoholismo, han sido una constante en nuestra sociedad a lo
largo de los siglos. De hecho se puede comprobar cómo estas estadísticas
bajan con la incorporación de nuevos contingentes, gente joven, que hace bajar
la media existente.
La generalización de estos escenarios y hechos puntuales ha propiciado que
se instaure una concepción mayoritaria que ve al joven, como categoría, como
responsable de todo lo que ocurre alrededor de la movida, esté vinculado
directamente con ella o no, sea o no puntual, convirtiéndolo en una figura poco
menos que perversa, si no demoniaca. En este sentido, manifestaciones como
las del arzobispo de Granada, en las que amonestaba a los jóvenes que van a
la movida diciéndoles que no se «dejasen llevar por el mal», entiendo que
viene a bendecir la creencia de algunos que siempre hemos hecho
equivalentes. Movida, como manifestación cultural de masas y con una
incuestionable implantación en la sociedad actual, con otras manifestaciones,
también de masas e igualmente aceptadas como, por ejemplo, las fiestas de
Don Carnal o la Semana Santa.
Dejando aparte el mundo de lo divino y lo demoniaco, y en la búsqueda
coherente de una solución al problema y una perspectiva lo suficientemente
amplia e integradora, es ineludible la aceptación de una serie de afirmaciones,
ya apuntadas anteriormente.
La primera consistiría en la aceptación de la movida como un hecho cultural
con incuestionable implantación. La movida sólo puede desaparecer de la
misma manera que ha llegado hasta estos días: muy lentamente y en
respuesta a estímulos del mismo carácter pero de signo contrario a los que la
promovieron.
Y en este punto hemos de hacer un breve alto para apuntar, al menos, las
causas principales de este fenómeno social, partiendo en todo caso del hecho
de su multiplicidad y diversidad. Como principales detectamos, por un lado, la
evidente escasez de recursos económicos del joven para seguir manteniendo
un consumo tradicional, es decir, en establecimientos y en parámetros más o
menos socialmente aceptados, aunque siempre abusivos, y por otro, unos
determinados usos asociados a las bebidas alcohólicas, entendidos éstos
como un importante elemento de socialización de los jóvenes actuales y de los
menos jóvenes y la evidente preferencia en esta tierra por los lugares abiertos.
Todo ello se concreta en la necesidad de un nuevo espacio de consumo del
alcohol y con ello de socialización. En la búsqueda de ese espacio se llega a
los espacios abiertos, con un palpable carácter de solución residual, en horas
intempestivas, es decir, cuando nadie los usa...
En este punto es cuando puede surgir el conflicto, si ese espacio no reúne las
necesarias condiciones de salubridad y servicios públicos y constituye o no una
agresión a la convivencia con los que comparten, en todo o en parte, el mismo
espacio físico.
Planteado así el problema, y somos muchos los que creemos que esta es la
línea correcta, las soluciones, siempre partiendo de una perspectiva lo
suficientemente amplia e integradora, prácticamente vienen dadas, al menos a
corto plazo, y se concretarían en, entre otras, las siguientes:
-Alternativas a las actuales propuestas de espacios adecuados que permitan
esta nueva forma de ocio sin poner en peligro la convivencia. Es
probablemente lo más importante, e igual de importante, que se dote de los
mecanismos y atractivos necesarios que lo despojen de cualquier carácter
marginal o de exclusión.
-Alternativas de ocio, que han de partir de las preferencias y necesidades del
joven y que, evidentemente, no se circunscriben únicamente al consumo de
alcohol.
-Presencia policial preventiva que haga patente y refuerce las condiciones y
sensación de seguridad en la movida. En la encuesta realizada por el Instituto
Andaluz de la Juventud, a raíz de la muerte de un joven en los jardines de
Murillo (Sevilla), en la primavera pasada, era esclarecedor cómo más del
noventa por ciento de los encuestados (todos jóvenes en zonas de movida)
pedían mayor presencia de los Cuerpos de Seguridad. En este punto la
referencia a otros hechos culturales de masas, por ejemplo en feria, me parece
igual de acertada.
-Refuerzo de los servicios de limpieza en las zonas de movida, a semejanza de
lo que ocurre en determinadas épocas como el Carnaval, ferias o
acontecimientos culturales y de masas parecidos.
-Instalación del mobiliario urbano necesario, especialmente papeleras,
contenedores y servicios públicos.
-Aplicación rigurosa de las ordenanzas municipales en materia de medio
ambiente, ruidos e insonorización de locales, consumo y control de calidad del
producto que se adquiere, densidad de establecimientos hosteleros,
condiciones higiénico-sanitarias...
Todas ellas de responsabilidad municipal y algunas con evidente riesgo para la
salud.
Básicamente y en lo sustancial entiendo que lo expuesto constituye las claves
para comenzar a dar soluciones a los efectos secundarios perjudiciales de la
llamada movida juvenil. No obstante, igual que su actual conformación no es de
ayer, sino que responde a proceso que se desarrolla desde principios de esta
década e incluso antes, su desaparición está ligada a los elementos o factores
estructurales que la promovieron. Entiendo que hay que proceder a una
reformulación de las políticas de juventud, haciendo especial énfasis en las
políticas de empleo, vivienda y formación.
No sólo hay que profundizar en la mejora de la situación y condición del joven
en los referidos ámbitos, elevando su estatus socio-económico y posibilidades
de realización personal, sino que, en otros, como el consumo hay que cambiar
radicalmente el concepto actual. Hay que valorar y fomentar el consumo
saludable, inteligente, la decisión critica respecto al consumo o al uso, frente a
los mensajes irreflexivos publicitarios y a la sociedad capitalista y consumista
en la que vivimos. En materia educativa habría que recuperar la educación en
valores, tristemente desterrada tras la reforma de la señora Aguirre, y acentuar
su carácter instrumental respecto de ámbitos como la calidad de vida, la paz, la
convivencia, el medio ambiente...
Todo ello supone, en opinión del que suscribe, un trabajo y un esfuerzo cuyo
resultado no se va a percibir de forma inmediata y, por tanto, susceptible de
diluirse y de ser aprendida por otros, en lo que a rentabilidad política se refiere.
Sin embargo, entiendo que es de justicia y que esta sociedad que hemos
construido, al margen del fenómeno más o menos puntual de la movida, tiene
una deuda pendiente con los jóvenes.
JUAN A. DE LOS REYES VILASECO
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