P ARA VIVIR EL VIERNES SANTO Lecturas en la Vigilia Pascual

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La soledad de María
Madre y Señora nuestra,
que permaneciste firme en la fe,
unida a la Pasión de tu Hijo (...)
Ponemos en ti nuestra mirada y corazón.
Y aunque no somos dignos,
te acogemos en nuestra casa, como Juan,
y te recibimos como Madre nuestra.
Mañana de Sábado Santo
Te acompañamos en tu soledad
y te ofrecemos nuestra compañía
para seguir sosteniendo el dolor
de tantos hermanos nuestros
que completan en su carne
lo que falta a la pasión de Cristo,
por su cuerpo, que es la Iglesia.
Míralos con amor de madre,
enjuga sus lágrimas, sana sus heridas
y acrecienta su esperanza
para que experimenten siempre que la Cruz
es el camino hacia la gloria,
y la pasión, preludios de la resurrección.
Para situarnos en el Sábado Santo
El Sábado Santo es el gran día de la
esperanza. Jesús fue sepultado, pero él había dicho
que resucitaría, al estilo de Jonás (Mt 12,39-40).
María vive en esperanza, pero necesita vivir
la espera y la espera siempre se hace larga y dura.
La espera de la resurrección no es una certeza
matemática, ni en el cómo ni en el cuándo. El
«tercer día», expresión tomada de Oseas (6, 2), no
es un cómputo exacto, sino un espacio temporal.
María espera, es la Virgen de la esperanza.
La esperanza aliviará el dolor, pero no quita la
preocupación y la tensión. María espera con
intensidad la resurrección de su hijo. A mayor
deseo, mayor será la alegría pascual.
Te envitamos hoy, 10 de la noche, a la
CELEBRCIÓN DE LA RESURRECCIÓN
El Señor descansa. Bien lo tiene
merecido. Toda la paz de Dios sobre ti, Jesús.
Cada uno de tus miembros quedó marcado por
el dolor. Asumiste todo el dolor del mundo.
La Virgen se quedó sola. Ya empezaste
a sentir la soledad cuando Jesús se separó de ti
para recorrer los caminos de Galilea y
Palestina. Te llegaban noticias de él; mas no lo
veías, ni podías darle un beso; pero tú sabías
que él estaba ahí. Las noticias te alegraban o te
preocupaban. ¿Cuántas veces te acordarías de
la espada que te profetizó Simeón? Tú
confiabas y ofrecías.
Ahora él ya no está. Todo se ha
consumado de manera terrible. Ahora todo es
silencio. ¿Qué cabe hacer, Señora? Ahora es el
tiempo de llorar y de esperar.
Es verdad que estás en casa de Juan, el
excelente, el discípulo amado. Juan es el
creyente. Él está a tu servicio, puedes confiar
en él. Pero Juan no es Jesús. Es la diferencia
entre el sol y una candela.
Yo también quiero ser Juan, ten, Madre,
las llaves de mi casa.
Enséñanos a decir AMÉN
Pistas para el día
MADRE DE TODOS LOS HOMBRES,
ENSÉÑANOS A DECIR AMÉN..
- Dialoga en familia sobre la vida.
- Contempla los signos de vida a tu alrededor.
- Mira aun niño o una flor como signo de vida.
- Defiende ante otros lo positivo de la vida
- Comparte esperanza e ilusión con alguien.
- Felicita de corazón la Pascua.
- Cuando la noche se acerca y se oscurece la fe.
- Cuando el dolor nos oprime y la ilusión
ya no brilla.
- Cuando nos llegue la muerte y Tú nos lleves
al cielo.
SALMO
Quiero sentir, quiero cantar, quiero rezarte.
Quiero decirte: Padre.
Señor y Padre nuestro,
no estés callado, en silencio e inmóvil.
Tú eres un Dios activo.
Te he visto actuar
desde la energía omnipotente de la creación,
cuidando a diario a tu pueblo
y haciéndote presente en la tierra
con el soplo del Espíritu.
Tú fuiste nube y columna de fuego,
tú fuiste viento y tempestad,
tú abriste mares y derrumbaste muros,
tú ungiste a reyes y gobernaste naciones,
tú inspiraste la virtud,
tú eras el mayor poder del mundo,
humanos lo reconocían con reverente temor.
Ocupa el lugar que te pertenece
en el mundo que has creado
y en nuestro corazón,
que llora ahora
la ausencia de tu Hijo.
Rompe el silencio, y que el mundo vea
que sigues estando aquí
y tu amor sigue actuando.
Quiero sentir, quiero cantar, quiero rezarte.
Quiero decirte: Padre.
LA VOZ DEL EVANGELIO Juan 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre,
la hermana de su madre, María la mujer de
Cleofás y María Magdalena. Jesús, al ver a su
madre y junto a ella al discípulo a quien tanto
quería, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Después dijo al discípulo: Ahí tienes a tu
madre. y desde aquel momento, el discípulo la
recibió como suya.
Silencio meditativo
Quiero sentir, quiero cantar, quiero rezarte.
Quiero decirte: Padre.
En cambio ahora, por el contrario,
estás callado. ¿Por qué callas?
Nuestros gritos llenaron la noche,
pero tú permaneces sordo y mudo.
Despierta, Padre nuestro.
Danos una señal, siquiera una, de que vives,
de que nos amas, de que estás aquí, ahora,
con nosotros.
Mira que el miedo y la noche
rondan como fieras, y solo
nos quedas tú como única defensa.
A ti acudimos, Padre, no queremos
otra defensa,
sabemos que tu amor es firme
y que tu protección llega más lejos
que los dardos encendidos de la mentira
humana.
Quiero sentir, quiero cantar, quiero rezarte.
Quiero decirte: Padre.
Vuelve a hablar, Dios nuestro,
Vuelve a ser alguien real y tangible.
Peticiones espontáneas
Ruega por nosotros, Madre de Dios.
Canto de María
* Yo canto al Señor porque es grande,
me alegro en el Dios que me salva;
feliz me dirán las naciones,
en mí descansó su mirada.
Unidos a todos los pueblos
cantamos al Dios que nos salva.
- El hizo en mí obras grandes,
su amor es más fuerte que el tiempo,
triunfó sobre el mal de este mundo,
derriba a los hombres soberbios.
- No quiere el poder de unos pocos. Del polvo a
los pobres levanta. Dio pan a los hombres
hambrientos, dejando a los ricos sin nada.
- Libera a todos los hombres, cumpliendo la
eterna promesa, que hizo en favor de su pueblo:
los pueblos de toda la tierra.
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