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LAS LLAMADAS DEL ESPÍRITU EN EL CONTEXTO DEL AÑO DE LA
VIDA CONSAGRADA
INTRODUCCIÓN
Nos hemos sorprendido por el regalo de un año dedicado a la Vida Consagrada y
sentimos una inmensa gratitud con el Papa Francisco por esta iniciativa, por darnos la
oportunidad de celebrar y de dar a conocer la belleza de nuestra hermosa vocación.
Tenemos la seguridad de que será un “kairós”, un año de gracia y anhelamos que sea un
año que “prenda fuego” en el corazón de la vida religiosa de México, del continente, del
mundo entero.
Queremos vivir esta celebración no sólo como nuestra, sino en comunión con toda la
Iglesia y con el mundo entero, porque creemos que la vida consagrada es un don para la
humanidad, y sigue siendo una alternativa necesaria para vivir el seguimiento de Jesús
con más humanidad, ternura y alegría. Llevamos ya dos regalos antes de iniciar este año:
Las dos cartas de la CIVCSVA tituladas “¡Alégrense!” y “¡Escruten!”, como dos
imperativos que condensan las invitaciones y provocaciones que nos hace el Papa.
Dejémonos confrontar, animar, cuestionar, provocar por el Papa Francisco, por sus
palabras y gestos evangélicos. Dejémonos “despertar” por él a una vida consagrada más
viva y más consagrada.
El contexto de este año tiene mucho que ver con esta invitación: estamos por celebrar
los cincuenta años de la “Lumen Gentium” y la “Perfectae Caritatis”, dos constituciones
dogmáticas del Concilio Vaticano II que han impulsado con fuerza a la vida consagrada.
Así también, el Papa Francisco escribió recientemente la “Evangelii Gaudium”,
exhortación apostólica que nos ensancha el corazón y nos dispone a involucrarnos de
lleno en la Nueva Evangelización. Ha dirigido a la vida consagrada varias expresiones de
esas que se graban a fuego en el corazón, tanto en el encuentro con la presidencia de la
CLAR, como en la audiencia concedida primero a las superioras generales y después a los
superiores generales: “¡Abran puertas!”, “¡Despierten al mundo!”, “¡No renuncien a su
identidad profética!”, “¡Sean testimonio de un mundo distinto!”, “Ir a la periferia”, etc.
Cómo no referirnos al contexto de nuestro País, que contiene el grito de Ayotzinapa en
el corazón, el grito de “¡Los queremos vivos!”, que en el fondo está diciendo: “¡No más
muerte! ¡Queremos VIDA!”. Escuchemos por un momento, en silencio, este grito
expresado en múltiples expresiones:
 “Semos pobres, no podemos defendernos. Pero como todos los pobres tenemos
corazón y con ese corazón, duro vamos a luchar”
 “México huele a muerte”
 “Yo no quiero un futuro como este presente”
 “Ayotzinapa, cuna de la conciencia social”


#HastaEncontrarlos “¿Dónde estás, hijo? Me siento mutilada por dentro. No sé a
quién hablarle, en dónde buscarte. Todos los días me levanto y digo ¿ahora a
quién le pregunto? Siento un enorme vacío. En la casa se respira dolor, soledad.
Te queremos de vuelta, vivo”.
CIUDAD DE MÉXICO, 14 de noviembre.- Los restos de un misionero católico
aparecieron en una fosa común junto a 12 cadáveres en el estado de Guerrero. El
cuerpo del padre John Ssenyondo, de 55 años y nativo de Uganda, fueron
identificados gracias al historial dental proporcionado por su dentista, indicó
Víctor Aguilar, vicario general de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, en
Guerrero. Ssenyondo, perteneciente a los Misioneros Combonianos del Corazón
de Jesús, había sido secuestrado el 30 de abril cuando acudió en su vehículo a
celebrar una misa en Santa Cruz, una pequeña comunidad en el municipio de
Nejapa del que era párroco desde hace tres años. Al terminar la homilía "un
grupo de personas que iban en una camioneta lo detuvieron, lo bajaron del
coche y lo echaron a la cajuela", dijo Aguilar.
La invitación a celebrar este año nos lanza a despertar de nuestras distracciones, a mirar
contemplativamente y con intensidad tanto la situación actual de nuestro contexto
histórico, así como de la vida consagrada y su futuro; a asumir nuestra realidad
“minoritaria y envejecida”, pero con presencias más significativas y pobres, con menos
estructuras y una misión más desde el servicio que desde la mera administración;
sentimos la invitación a ver cómo estamos y con qué contamos; a seguir escuchando “a
Dios donde la vida clama”1 y dejarnos leer por la realidad2. A la vida religiosa le toca
despertar al mundo, porque está llamada a ser su conciencia profética.
El año de la vida consagrada es una invitación para convertirnos a lo esencial, a Jesús, a
su pasión de Reino, a su misión de contagiar la alegría del Evangelio. Es tiempo de
remover, de quitar las piedras de nuestros sepulcros que no dejan salir la vida y la
alegría.
En la medida del amor y la pasión por nuestra vocación y misión este año será fecundo
en todas y todos los consagrados. Me he topado varias veces en el aeropuerto con un
comercial que tiene como slogan: “Make it happen”, que puede traducirse como “hacer
que pase”. Y como normalmente hay que esperar buen rato a que salgan las maletas me
da tiempo para ponerme a pensar en lo que quisiera que pasara en la vida consagrada,
1
Lema de la CLAR
2
Cfr. REVISTA VIDA RELIGIOSA, Conocer la realidad y caminar con esperanza. Vida
Religiosa: “Despierta y Camina”, Monográfico 3/2014/Vol.116, pág. 8.
en el mundo, en mi propio corazón. ¡Sí! ¡Queremos “que pase algo” en nuestra vida, en
nuestros Institutos, en nuestras comunidades y en nuestra misión! Hay que ponernos de
modo para que el Espíritu nos lleve a “hacer que pase” lo que Él y nosotros queremos
que pase sobre todo con ocasión de este año de gracia.
El triple objetivo que se nos propone para esta celebración se condensa en este hermoso
lema3: “Mirar el pasado con gratitud, abrazar el futuro con esperanza y vivir el presente
con pasión”. Somos conscientes de la realidad en que vive la vida consagrada, de sus
luces y sombras, más, con todo y todo, está la disposición a responder a estas llamadas
que en el fondo nos está haciendo el Espíritu, quien no ha dejado de guiarnos con
suavidad y constancia a lo largo de la historia.
LAS LLAMADAS DEL ESPÍRITU
Hay que “hacer que pase” lo que el Espíritu quiere que pase. No se trata de
voluntarismo, sino de un “dejarse llevar”, de una indefectible docilidad a Él, de escuchar
sus llamadas. Hay que darle la razón al Espíritu: “En nuestra vida personal, en la vida
privada, el Espíritu nos lanza a tomar un camino más evangélico. No pongamos
resistencia al Espíritu Santo: esta es la gracia que quisiera que todos nosotros pidiéramos
al Señor; la docilidad al Espíritu Santo, a aquél Espíritu que viene a nosotros y nos hace
caminar hacia adelante por el camino de la santidad, de aquella santidad tan bella de la
Iglesia. La gracia de la docilidad al Espíritu Santo”4.
En este tiempo de desconcierto y desesperanzas, es necesario discernir las llamadas del
Espíritu. ¿Cuáles son esas llamadas? Las podemos descubrir en el interior de nuestro
corazón y en la vida cotidiana. ¿Hacia dónde tenemos que ir como Vida Religiosa?
¿Hacia dónde nos llama el Espíritu? Ojalá que pudiéramos colocar una luz de esperanza
y de consuelo en medio de esta realidad donde la vida clama. Hay que ser muy humildes
para enunciar las llamadas, pero también audaces. Lo hermoso es que son intuiciones en
las que parece que vamos coincidiendo las religiosas y religiosos de todas las latitudes,
por lo que se van confirmando como verdaderas y apasionantes llamadas del Espíritu.
3
CIVCSVA
4
PAPA FRANCISCO, Lo Spirito nos si addomestica, Meditación matutina en la capilla de
la Domus Sanctae Marthae, Roma (16 de abril de 2013), citado en la carta “Escruten” de la
CIVCSVA al final del No.1l
Algunas constataciones
Estamos viviendo una nueva época en la que la vida religiosa no parece tener mucho
reconocimiento. Pero es para agradecer a Dios el hecho de que hayamos llegado a este
tercer milenio con vida. Lo que hoy nos urge es que esta vida se revitalice bajo la acción
renovadora del Espíritu, porque nos habita una convicción: que la vida religiosa tiene
vida, y vida para rato y que es un regalo para la Iglesia y para la humanidad. Mas, como
dicen algunos, no toda forma de vida religiosa tiene futuro, sino aquella que se deja
renovar por el Espíritu. En estos últimos años no ha existido congregación que no haya
entrado en la etapa de refundación, pero tal vez cierto cansancio y desesperanza nos
han llevado más bien a “refundirnos”, encerrarnos, a ser muy “autorreferentes” como
dice el Papa Francisco.
Desde hace tiempo que nos hemos preguntado cómo devolverle a nuestra vida religiosa
su encanto, su belleza, su alegría. El tema de la alegría se impone, no sólo porque nos
motiva el Papa Francisco con la exhortación “Evangelii Gaudium”, sino también porque la
misma realidad que vivimos nos urge a recuperarla.
La vida consagrada no acaba de terminar su viaje por el famoso túnel que está
atravesando las entrañas más oscuras y duras de nuestra existencia; y el riesgo de este
viaje que parece interminable es el desgaste de la esperanza, el debilitamiento de la
alegría. Es posible también que en esta situación experimentemos la desolación ante un
contexto de crisis. La desolación, nos dice el discernimiento, es un estado espiritual, en
donde está más vulnerable que nunca nuestra debilidad humana, vulnerabilidad que
aprovecha el Enemigo para convencernos que no tenemos salida. Pero más presente
está Dios sosteniendo nuestra esperanza, desde la oración, el silencio y los anhelos más
profundos del alma5.
Una cosa también es cierta: constatamos que la vida consagrada está viviendo capítulos
apasionantes, en los que no importa tanto el “cuándo llegaremos” (aunque muchas
veces suspiremos por esa meta), sino el mismo camino andado. “Aquello que es
importante <no es que Elias haya encontrado al Señor>, sino <todo el camino para llegar
a la misión que el Señor le confía>”, expresa una de las provocaciones del Papa Francisco
en la carta “Escruten”6. Dice hermosamente san Agustín: “Canta y camina”, camina en la
alegría. La alegría corre peligro cuando se deja llevar por la inmediatez, por los
5
Cfr. REVISTA VIDA RELIGIOSA, “Centinela, ¿cuánto queda de noche?”, Artículo
encontrado en el número 1/vol.117, Enero 2014, Ed. Claretianas, Madrid, pág. 23.
6
CIVCSVA, Scrutate, Libreria Editrice Vaticana, Roma, 2014, No. 18, pág. 95.
resultados; cuando medimos cuantitativamente las cosas; mas se fortalece y se
acrecienta, cuando va haciendo camino, abriendo brecha, como punta de lanza, con la
confianza bien puesta en la promesa de Dios. Valorando el andar de estos últimos años,
podemos decir que tenemos muchas “razones para la alegría”, ya que hemos
intensificado nuestra búsqueda, nuestra reflexión, y sobre todo nuestra pasión, movida
por “la inquietud del amor”. Ya sería una razón fuerte para alegrarnos el darnos cuenta
que así como estamos hasta ahora la cosa no “funcionará”, que necesitamos de una
conversión profunda para dejar que el Espíritu nos lleve por esos caminos frescos,
renovados; más audaces y místicos; caminos sencillamente más humanos, auténticos,
coherentes y transparentes del Evangelio. Como generadora de algo nuevo, la vida
religiosa tendría que generar algo nuevo en nuestro País, en el continente, en el mundo
entero. ¿Cómo hacerlo? Desde la docilidad al Espíritu, Él que “hace nuevas todas las
cosas”.
Nos contaban que una encuesta reciente elaborada por el INDOSOC arrojó un dato que
nos alienta: la vida religiosa tiene un alto índice de credibilidad, la gente, nuestro pueblo,
todavía nos cree. Una hermana expresó que durante una de las marchas de estos
últimos días la gente le dio mucho gusto ver a algunas hermanas religiosas ahí presentes,
y alguien les dijo: “Con ustedes, ¡sí nos animamos a salir!” ¿Qué tal si salimos más? ¿Qué
tal si nos sumamos con más frecuencia y audacia a salir con nuestro pueblo para clamar
vida? ¡Qué profética y sencilla la convocatoria hecha por la CIRM a sumarnos a la
celebración ecuménica por Ayotzinapa! Nos sumamos cada quien desde nuestras
trincheras, y nos manifestamos desde una presencia sencilla, pero significativa, en el
Zócalo. La gente al vernos estar, orar y asumir consignas de vida se acercaba la mayor de
las veces a unirse a la oración y a expresar también sus enojos y desilusiones como si
encontrara en ese momento un espacio de escucha. Ayer en la reunión la Hna. Ceci nos
proponía hacer algún día una “campaña de escucha”, por ejemplo, en el Zócalo, como
una forma de salir al encuentro de los clamores y de ejercitar la ternura y el consuelo en
la que tanto nos ha insistido nuestro Papa Francisco. Un letrero en el metro dice:
“Porque 2 son + que 1. ¡Sumémonos!” Y al sumarnos, damos ánimo y esperanza a
nuestra gente.
Hoy constatamos también que la vida religiosa está volviendo a esencial: “(…) pareciera
renovarse y consolidarse desde la dinámica propia del evangelio, en consecuencia con la
lógica propia del reino: desde lo pequeño, lo secreto, lo silencioso y escondido”7. Es
como una “operación semilla” y de esas tipo “granito de mostaza”. En la medida que la
vida religiosa se centra en Jesús y en su Palabra emprende el camino de salida, de
7
Cfr. Martínez Morales, Víctor Manuel sj, Las Llamadas del Espíritu ¿Escuchamos todas
las llamadas?, REVISTA VIDA RELIGIOSA, Conocer la realidad y caminar con esperanza. Vida
Religiosa: “Despierta y Camina”, Monográfico 3/2014/Vol.116, pág. 35.
descentramiento. “Centrarse, concentrarse, descentrarse” parecen ser los tres verbos
que intentamos conjugar hoy, con un fuerte sentido evangélico.
Constatamos también que Dios sigue llamando. Por qué no agradecer también el que,
no obstante la disminución de vocaciones, las y los jóvenes siguen tocando a las puertas
de nuestras congregaciones por la fascinación que sienten ante Jesús y porque todavía
encuentran en nuestros espacios comunitarios y apostólicos signos de una vida distinta,
“parábola del Reino”.
En la primera carta de la CIVCSVA el Papa nos hace una invitación a la alegría:
“¡Alégrense!” El tiempo de la alegría llega en la medida que lo anticipamos en nuestros
rostros, en la cotidianidad vivida con fe, con amor, con esperanza. No sé si sea justo
retener nuestra alegría hasta que venga la luz y por fin se desvele el paradigma de esa
vida consagrada nueva. Dice bien Tagore que “si de noche lloras por el sol, nunca verás
las estrellas”. Cómo hablar de la alegría en medio de estas circunstancias de muerte y de
dolor; cómo vivir la alegría en medio de la noche y en la no claridad; cómo vivir la
alegría cuando se percibe tan poca luz en el horizonte. Nuestro presente, la misma vida
religiosa, con todo y sus noches y nubes, con sus incertidumbres y no claridades, están
cargados de razones para la alegría. Hay estrellas en la noche y es justo nombrarlas y
dejarnos orientar por ellas hacia nuestro Norte. Por eso, no es justo retener la alegría,
sino anticiparla, dejar que aflore desde el fondo.
Después de estas constataciones me atrevo a describir algunas llamadas. Las que
presento aquí no las agotan todas, desde luego, pero tal vez nos sirvan como punto de
partida para que el oído se nos afine y así escuchemos otras más. Las he agrupado
dentro de las tres dimensiones de nuestra vida religiosa: consagración (centrarnos),
comunión (concentrarnos) y misión (descentrarnos). Les llamo los “Tres Despertares”,
porque si bien es cierto que el Papa Francisco pidió, en la audiencia a los superiores
generales en Roma, que la vida religiosa despertara al mundo, antes tenemos que
despertarnos nosotras y nosotros de algunas somnolencias, despistes, distracciones. De
lo contrario en vez de ser despertadoras y despertadores vamos a ser, como dice la Hna.
Margarita Dibildox, “pasiflorinas” o una VR tipo “The Dalai, Dalai”.
1.
Despertar la Consagración – Centrarnos
a) Transparentar la belleza y la alegría de nuestra vocación
Estamos cansadas y cansados de tanta opacidad, de cuestiones no claras, de situaciones
turbias en las que la vida religiosa no ha estado exenta de verse involucrada. Pero el
Espíritu no se rinde y nos reclama transparencia, gime en nuestro interior por esta
transparencia. Un cuerpo es transparente en la medida que se deja atravesar por la luz y
puede verse a través de él8.
Transparentar la belleza y la alegría es dejar que a través de nuestra vida, de nuestros
rostros, gestos y actitudes, de nuestra vida fraterna y sororal, de la misión apostólica que
realizamos, se vea la belleza y la alegría que nos habita, como un tesoro que está en
“vasos de barro”. El don de la vocación se hace más transparente en la medida que
crezco en la conciencia de este amor que es “mi peso”9. ¿Cómo andan nuestros rostros,
los rostros de nuestras comunidades, de nuestras pastorales? ¿Reflejan alegría, ternura,
consuelo?
En la carta “Alegraos” se cita a Isaías 66, como invitación a superar un pasado de
crueldad por mediación de la ternura de Dios. Lo que estamos viviendo hoy en México,
dicen que es el crimen y la crisis más grande desde el 68’. ¿Qué significa en este contexto
la alegría? Enfrentar el luto y la atroz crueldad. Y ¿cómo? Tomando conciencia de la
alegría y el consuelo de Dios, para comunicar la ternura y el consuelo con que somos
consoladas y consolados por Dios.
La alegría desde luego que es un Don del Espíritu y se alimenta con la hoguera de la
experiencia del amor misericordioso y fiel de Dios y su llamado. Cuando hacemos
alusión a nuestra vocación, generalmente retomamos el pasado, y un pasado a veces ya
muy lejano. No consiste en mirar al pasado donde se dio aquél momento inicial cuando
escuchamos el llamado de Dios, sino que fundamentemos nuestro presente en el amor
que hoy nos sostiene y le da sentido a nuestra vida, a nuestros años, a nuestros
esfuerzos, a nuestros anhelos más evangélicos. La vocación se vive en el hoy, cada día;
no es algo que recibí ayer. La vocación es “gerundia”, es algo que “sigo recibiendo ¡hoy!”.
Si hay alegría en la vocación hay amor fiel, y hay fecundidad. La VR no se puede
entender sin fidelidad; sin fidelidad se corrompe. La fidelidad no es hacer lo de siempre,
sino estar donde se debe estar y moverse en dirección por donde nos lleve el Espíritu.
Sólo así será fidelidad creativa, “docilidad total e incondicional al Espíritu”. Y va de la
mano la alegría porque esta nace de la creatividad y del encuentro renovado; de una
vida auténtica de oración, de sentirnos amadas y amados, y que vive orientada por la
fidelidad. La fidelidad es “la conciencia del amor que nos orienta hacia el tú de Dios y
hacia cada persona, de modo constante y dinámico”. Y este dinamismo es el único que
produce inmensa y profunda alegría, porque nos centra en el amor y nos descentra de
nosotras y de nosotros mismos. La experiencia de la alegría por el amor incondicional y
8
Cfr.: http://definicion.de/transparencia/#ixzz3IzoFna00
9
San Agustín
fiel de Dios, es la experiencia de este Dios que consuela con ternura y que me envía a
comunicar a los demás esa misma ternura con la que soy consolada y consolado.
Una vez leí que realmente “nadie tiene vocación”, sino que es la vocación la que “nos
tiene”, la que nos conduce y llena de sentido nuestra vida. En realidad, la vocación
puede compararse con la “inquietud del amor” de la que habla el Papa Francisco, esa
inquietud que nos mueve, que no nos deja en paz, que nos pone a caminar hacia
adelante, nos proyecta hacia el futuro; que provoca sobresaltos, pero sobresaltos que
son de amor.
La alegría es como el nombre nuevo que nace de la experiencia de sabernos
profundamente amadas y amados por Dios. Una poesía sobre María la hace decir
después de la visita del ángel: “Si nos llamáramos de acuerdo a lo que experimentamos,
mi nombre sería “Alegría”. En la Biblia, todo nombre conlleva una misión. La misión
encerrada en el nombre alegría, nos lanza a enfrentar el presente de la vida consagrada
y de nuestra historia con la esperanza en las promesas de Dios, “porque la esperanza no
defrauda”. Vivir este nombre nuevo de la alegría evangélica nos hace recuperar la
belleza, el encanto de nuestra vocación y a comunicar a la humanidad entera, la ternura
con que Dios nos consuela: “Consolar con el consuelo con que somos consolados por
Dios”, y ese consuelo se llama alegría.
b) Conversión y dejarse reconciliar
Despertar a lo esencial: a la pasión por Cristo y por la Humanidad. Hay que remover los
obstáculos que nos impiden la alegría, porque “no tenemos otro deber que la alegría”10.
Nos conviene iniciar este año “desde lo hondo”, con la actitud humilde de quien se
reconoce con necesidad de conversión. Sentirnos así nos hace bien a todas y todos.
Reconocer que llevamos un “tesoro en vasijas de barro” al mismo tiempo que la
fidelidad misericordiosa de Dios. Más allá de no cumplir los votos o de vivir en
comunidades fracturadas, hay otros pecados que nos aquejan, como el no alimentar
nuestra fe, esperanza y caridad; sordera ante los clamores de las nuevas pobrezas e
injusticias; actitudes que atentan contra la comunión y a veces la rompen; el activismo
exacerbado; la distracción ante los signos de los tiempos; falta de audacia profética;
debilitamiento de la mística; poco interés por la fecundidad de nuestras congregaciones
concretamente en el trabajo vocacional; el no comprender que la revitalización supone
ir al fondo y no quedarnos sólo en cambios externos; la miopía que nos impide mirar
lejos, tener visión de futuro, proyectar alternativas de vida y de alegría; el rebajar la
calidad de la formación inicial y permanente.
10
Paul Claudel
A la raíz de todo esto reconocemos el individualismo personal e institucional, el no
sumarnos a la intercongregacionalidad y a todo lo “inter” que nos saca de nuestro
egocentrismo. El deseo de competir, brillar, ocupar el primer lugar. “El gran testimonio
para nuestro contexto es la búsqueda del <segundo puesto> desde una pertenencia
comunitaria”11, dice el P. Luis A. Gonzalo Díez. La poca centralidad evangélica que
obstaculiza la sencillez y la transparencia.
Necesitamos experimentar la misericordia de Dios, esa misericordia que nos devuelve la
más honda alegría.
c) Una espiritualidad centrada en Dios y en su Palabra que genera una “mística de
los ojos abiertos”
La vida consagrada “nace de la escucha de la Palabra de Dios y acoge el Evangelio como
su norma de vida”12. Una práctica que está alimentando sabrosamente nuestra oración
personal y comunitaria es la lectio divina, que aviva nuestra fe, amor y esperanza. Esta
Palabra nos hace salir a la misión, para ser vivida y compartida desde los gestos de
sencillez, compasión, solidaridad, ternura. “Ha llegado ya el momento en que yo tengo
que dejar el libro santo y vosotros tenéis que regresar cada uno a sus ocupaciones.
Hemos pasado un buen rato disfrutando de una luz común, nos hemos llenado de gozo y
alegría; pero, aunque nos separemos ahora unos de otros, procuremos no separarnos de
Él” escribía San Agustín. La Palabra de Dios es esa luz común que llena de gozo y alegría y
a través de la cual nos encontramos con el Señor de la Palabra.
Es necesario dejarnos llevar por el Espíritu a encontrar tiempos y espacios para estar con
Dios en la oración, en la Eucaristía, en los momentos en que discernimos su Voluntad. Se
trata de una oración que transforma y que nos enseña a discernir por dónde nos lleva el
Espíritu, cómo responder a sus llamadas, cómo afrontar lo que surge en lo cotidiano.
Saborear y discernir la Palabra de Dios, retomar la lectura espiritual así como el examen
diario, prestar atención a los movimientos interiores del Espíritu, dejarnos acompañar, es
una forma de responder al amor de Dios en el día a día.
Se trata en resumidas cuentas de vigilar el corazón: “Esta es una actitud cristiana: la
vigilancia. La vigilancia sobre sí mismo: ¿qué está sucediendo en mi corazón? Porque
donde está mi corazón está mi tesoro. ¿Qué pasa ahí? Dicen los Padres Orientales que se
11
Cfr.Díez, Luis A. Gonzalo, Una vida religiosa que está despierta… y camina, REVISTA
VIDA RELIGIOSA, Conocer la realidad y caminar con esperanza. Vida Religiosa: “Despierta y
Camina”, Monográfico 3/2014/Vol.116, pág. 11.
12
BENEDICTO XVI en la homilía del 2 de febrero del 2008.
debe conocer bien si mi corazón está en turbulencia o está tranquilo. (…) Después, ¿qué
hago? Trato de entender lo que sucede, pero siempre con paz. Entender en paz. ¿Qué ha
sucedido hoy en mi corazón? Y esto es vigilar. Vigilar no es ir a la sala de tortura, ¡no! Es
mirar el corazón. Debemos ser dueños de nuestro corazón. ¿Qué siente, qué busca?
¿Qué me ha hecho hoy feliz y qué no me ha hecho feliz?”13.
En respuesta a la llamada que el Espíritu hizo a la vida religiosa en la Perfectae Caritatis,
hemos ido haciendo un camino de espiritualidad, y al menos en lo más hondo de
nuestras conciencias, está en un primer plano. Es una espiritualidad integradora, que
toca toda nuestra vida y nuestro ser: “Ya sea que comamos, ya sea que durmamos,
somos del Señor”, dice San Pablo.
Hacer camino de espiritualidad puede significar intensificar una vida del Espíritu, con
Espíritu, desde el Espíritu. Una vida con “peso”, con rumbo, con sentido. Mejor aún, una
vida movida y guiada incesantemente por Él. “No hay mayor libertad que aquella de
dejarse llevar por el Espíritu, renunciando a calcular y controlar todo, y permitir que Él
nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos lance hacia donde Él quiera. Él sabe bien aquello
que necesitamos en cada época y en cada momento. Esto se llama ser misteriosamente
fecundos!”14.
Podemos confundir esto de intensificar la espiritualidad con el aumento de
celebraciones, de devociones, de prácticas de piedad que muchas veces nos aíslan de la
realidad. Pero la intensidad viene de “una vuelta al encuentro con Aquel que nos
explica, en cada instante, por qué y por quién hacemos las cosas”15. Se trata entonces,
de una vuelta al Encuentro.
Despertar la espiritualidad es caer en cuenta de que lo que necesita nuestro pueblo es
de la mistagogía de la vida religiosa, de facilitadoras y facilitadores para que las personas
puedan encontrarse con la experiencia del amor, la ternura y el consuelo de Dios, en
medio de realidades tan duras como las que estamos viviendo ahora en nuestro país.
13
PAPA FRANCISCO, Discorso ai Rettori e agli alunni dei Pontifici Collegi e Convitti di
Roma, Roma (12 maggio 2014).
14
EG No. 280.
15
Cfr.Díez, Luis A. Gonzalo, Una vida religiosa que está despierta… y camina, REVISTA
VIDA RELIGIOSA, Conocer la realidad y caminar con esperanza. Vida Religiosa: “Despierta y
Camina”, Monográfico 3/2014/Vol.116, pág. 14.
Es consolador y hermoso escuchar que el Papa Francisco no nos pide que seamos
grandes ascetas o grandes místicas y místicos, sino sencillamente más humanos, más
auténticos, más madres, más hermanas, más alegres, más evangélicos… Con una forma
de vida más coherente y transparente del Evangelio. La verdadera espiritualidad, y la
verdadera mística está aquí: ser hermanas y hermanos, compañeras y compañeros de
nuestro mundo, de nuestros pueblos, en el viaje por la vida.
En este sentido, la dimensión contemplativa de nuestra vida implica una vida religiosa
despierta, con los ojos bien abiertos y dispuesta a ir a las periferias existenciales, a
donde se sufre, donde hay carencia y necesidad. Una vida religiosa así, ¡contagia! Si no
hay esto, lo vocacional no va a resultar por más que tengamos páginas web o de
Facebook, por más que invirtamos tiempo, personas y esfuerzos en la pastoral
vocacional. De esto depende en gran parte la fecundidad de nuestras congregaciones.
2.
Despertar la Comunión – Concentrarnos
a) Pasar de una vida en común a una comunidad de vida
“La fidelidad del discipulado pasa por la experiencia de la fraternidad, lugar teológico en
el que estamos llamados a sostenernos en el sí gozoso al Evangelio”.
De aquí la llamada a humanizar nuestras comunidades. Pasar a la teología del cuidado:
cuando el Espíritu Santo está en medio de la comunidad es entonces cuando la vida de la
comunidad se torna ambiente sano, vivible, digamos que con clima verde. Aquí empieza
el compromiso ecológico, el cuidado de la creación. ¿Cómo están nuestros “ambientes”
comunitarios? ¿Cómo puedo definir “el clima” de mi comunidad? Es cierto que, como
en la naturaleza, las temperaturas en nuestras comunidades también varían. Y hay
acontecimientos que también nos golpean, como los huracanes que han azotado
últimamente nuestro país. Pero ¿cómo nos prevenimos, cómo nos hacemos solidarias y
solidarios entre nosotros cuando alguien pasa tiempos malos, cuando vive sus
tormentas, cuando tenemos personalmente las nuestras? Dicen que se da en la vida
religiosa el que haya hermanas o hermanos que les encantan las plantitas, los
animalitos, y empeñan su tiempo, sus desvelos y gran porción de ternura en ellos. Esto
es hermoso, sin duda, sobre todo para quienes cualquier planta se nos marchita con solo
verla; esto es hermoso pero cuando se da por desbordamiento de amor, y no como
único canal por donde me expreso. Cuántas veces tenemos descuidado el jardín de las
relaciones personales, del perdón sencillo y pronto, del cuidado y el detalle. El Papa nos
invita a vivir la vida de comunidad “siempre con un corazón grande”. Que en nuestras
comunidades no falte la ternura, que es el signo de la fraternidad; una ternura
eucarística, es decir que se parte, se comparte, se derrama en vida y entrega.
Comunidades así generan una ecología de verdad transformadora, un cambio sistémico
significativo. Porque el cambio sistémico comienza por una nueva forma de
encontrarnos con nosotros mismos, con Dios, con las y los demás y con la creación.
“Encontrarse es todo”. Estamos en la cultura del encuentro y de la comunión. La Trinidad
Divina nos invita a entrar en un movimiento relacional que al mismo tiempo dinamiza y
hace fecunda la misión.
Relacionarnos con calidad, lejos de ensimismarnos, nos empuja a salir a hacer el bien.
Sin embargo, el Papa Francisco expresa: “Me duele tanto comprobar cómo en algunas
comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas
de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las
propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una
implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?”
(EG 100).
Cuando no hay buenas relaciones el diálogo se bloquea al interno y fuera de la
comunidad. La comunidad tendría que ser un lugar donde gozáramos más y sufriéramos
menos. “Que el monasterio no sea un purgatorio, que sea una familia” (PF_A).
Despertar la paz en nuestras comunidades para que se conviertan en generadoras de
paz, de una paz desde dentro. Comunidades “semilleros de paz”, que van sanando en su
interior, que van siendo más humanas y proyectan paz, alegría y ternura.
Comunidades “en salida”, abiertas, que salen de la autorreferencialidad como dice el
Papa. Hay comunidades con sistemas tan cerrados en sí mismos, que no se comunican
con el exterior. “Como no tienen a quien cuidar, terminan cuidándose a sí mismas”.
Cuando una comunidad da el paso hacia fuera se previene del descontento y de la
amargura. En cambio hay otras comunidades que sólo se comunican con el exterior y no
se comunican entre ellas mismas. Y aquí entra el tema de las redes sociales. La
tecnología
En este tiempo de las comunicaciones, “la vida consagrada está llamada a ser signo de la
posibilidad de relaciones humanas acogedoras, transparentes, sinceras”16, a rescatar la
calidez del encuentro personal, de la amistad. En el libro del Principito le dice el zorro a
su amigo: “Si tú me dices que vendrás a las 4 mi corazón te estará esperando desde las
tres…” El inmediatismo le quita la poesía a nuestros encuentros; muchas veces nos
atrapa, nos cuesta tolerar las esperas, hay muchas impaciencias demandantes, mucho
deseo de control desenmascarado; además, cuántas horas muertas frente al computador
y siguiendo las redes sociales, como el Facebook, por dar un ejemplo. Y ahora con las
Wath’app, donde la comunicación se va empobreciendo y reduciendo a su mínima
16
CIVCSVA, Scrutate, Libreria Editrice Vaticana, Roma, 2014, No. 13, pág. 73.
expresión, donde me comunico con muchos ausentes y me alejo más y más de los
presentes… ¿Será que en el corazón de la vida religiosa este nuevo escenario esté
afectando también nuestras relaciones humanas, y no siempre de la manera más
positiva? ¡Qué nada nos robe la comunidad!, nos dice el Papa Francisco, y mucho menos
una computadora, una Tablet, ni siquiera un teléfono celular…
b) Una comunidad que discierne
La vida religiosa se encuentra delante de nuevos escenarios que piden un discernimiento
comunitario de manera que superemos los modelos y estilos repetidos que ya no
interactúan con las realidades actuales, que ya no son significativos ni son testimonio
evangélico.
“Estamos llamados a una obediencia común”17 al Espíritu, sin rigidez, abiertos siempre a
la voz de Dios que nos guía hacia el horizonte. El Espíritu “simplifica y evidencia las
prioridades y ofrece sugerencias para caminar hacia las metas hacia donde quiere
conducirnos”18.
Estamos llamadas y llamados a discernir proyectos evangélicos que sean visibles y
vitales: “Hombres y mujeres con fe fuerte, pero también con capacidad de empatía, de
cercanía, de espíritu creativo y creador, que no pueden limitar al espíritu y al carisma en
las estructuras rígidas y en el miedo de abandonarlas”19.
“Se trata de descubrir la responsabilidad de ser profecía como comunidad”20.
3. Despertar la Misión – Descentrarnos
a) ¡Despertar al mundo!
17
Ibidem, No. 11, pág. 64.
18
Ibidem, No. 12, pág. 69.
19
CIVCSVA, Scrutate, Libreria Editrice Vaticana, Roma, 2014, No. 13, pág. 70.
20
CIVCSVA, Scrutate, Libreria Editrice Vaticana, Roma, 2014, No. 13, pág. 70.
“¡Los religiosos tienen que ser hombres y mujeres capaces de despertar al mundo!”. Ésta
es la llamada del Espíritu que más resuena en este año de la vida consagrada:
“¡Despierten al mundo!”.
La vida religiosa está al servicio de Cristo y de la Iglesia, está llamada antes que nada a
despertar ella misma de su vivir adormecido, a desplazarse movida por la inquietud de la
búsqueda, la inquietud del amor, la inquietud del corazón… Está invitada a salir de sí
misma para dar a conocer a los demás el amor de Dios.
“No estamos en el centro, estamos, por así decirlo, ‘desplazados’”.
Despertar a la misión y descentrarnos implica vivir dando razón de nuestra alegría, ser
un testimonio luminoso, cercanía, compañía. Esta es la primera forma de evangelizar con
la vida. Como decía san Francisco: “Prediquen siempre el Evangelio y si fuera necesario
también con las palabras” (San Francisco)
La Misión necesita de nuestra osadía: “Osar decisiones evangélicas, con frutos fecundos
en la alegría”.
La vida cristiana y la vida religiosa vive en continua búsqueda; es una vida que se
formula con “verbos en movimiento”, incluso en la dimensión contemplativa claustral.
Al hablar de misión necesariamente nos referimos a la dimensión contemplativa de la
vida que debemos cultivar aún en medio de tareas muy absorbentes, porque, “para un
discípulo lo primero es estar con el Maestro, escucharle, aprender de él… Si en nuestros
corazones no está el calor de Dios, de su amor, de su ternura, ¿cómo podemos nosotros,
pobres pecadores, inflamar el corazón de los demás?”.
La contemplación abre a la aptitud profética. El profeta es el “que tiene ojos penetrantes
y que escucha y dice las palabras de Dios”.
Estar con Jesús nos forma una mirada contemplativa de la historia que sabe ver y
escuchar en todo la presencia del Espíritu. “Cuanto más les llame la misión a ir a las
periferias existenciales, más unido ha de estar su corazón a Cristo, lleno de misericordia
y de amor”.
b) Vida religiosa “en salida” para llevar el consuelo de Dios
La vida religiosa está invitada a salir “de la caverna de sus seguridades”21, a renovar su
éxodo hacia las periferias, hacia el mundo de los abandonados; a seguir acompañando a
nuestros pueblos en sus necesidades, aspiraciones, desesperanzas. Necesitaríamos
21
CIVCSVA, Scrutate, Libreria Editrice Vaticana, Roma, 2014, No. 10, pág. 62.
cambiar la geografía de la vida religiosa: repensar la nueva inculturación de nuestros
carismas.
En un mundo de desconfianza, desaliento, depresión y muerte somos llamadas y
llamados a llevar el abrazo de Dios, que busca siempre y sin descanso, el bien del otro.
“¡Despierta, despierta!”, nos dice también hoy el Espíritu. Despierta para que despiertes
a la gente que más que de palabras tiene necesidad de compañía, misericordia, ternura,
esperanza. ¡No nos perdamos de la alegría de llevar la consolación de Dios!
La vida religiosa quiere ser hacer presente el consuelo de Dios. Pero nos toca salir, para
buscar y encontrar. Salir de nuestros nidos y dirigirnos hacia las periferias existenciales
del corazón humano.
Éste es el amor solidario, que humaniza nuestro mundo. Por eso, queremos ser
servidoras y servidores de la comunión y de la cultura del encuentro. El salir supone
tratarnos bien, con respeto. (Alguien decía que la gente a la que somos enviadas no son
nuestros clientes, pero si al menos los tratáramos así ya haríamos mucho).
Para despertar al mundo la vida religiosa tiene que ser atractiva, pero con la atracción de
la cruz. “Cuando yo sea levantado en lo alto, atraeré a todos hacia mí”. La atracción de
la cruz no significa que tengamos un rostro de dolor todo el tiempo, sino un rostro de
entrega, de vida donada, solidaria, compasiva; un rostro de ternura que consuela y salva.
Este rostro sí que atrae. Tal vez nos hemos entretenido mucho en mejorar nuestra
“imagen” institucional, en certificarnos, en alcanzar estándares de prestigio, en todos los
ámbitos pastorales y ¡todo por la misión! Por todos lados se nos pide
institucionalizarnos. Nos acorralan por todas partes y no hay cómo no entrar por esos
caminos. Pero hagámoslo de un modo distinto, no como un fin, sino como un medio
para… Hay que despertar la “fantasía misionera”, que siempre se renueva, por ejemplo,
en el campo de la educación, la salud, la catequesis, en el acompañamiento constante a
las personas con sus necesidades, aspiraciones, desilusiones.
EL Espíritu nos llama a ser “testimonio de un modo distinto de hacer, de actuar, de vivir.
Es posible vivir de un modo distinto en este mundo”. El Papa Francisco dice, “por lo
tanto, esto que me espero es el testimonio”. La lógica de la cruz implica que tengamos el
valor de ir contracorriente. “Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la
cruz y cuando confesamos un Cristo sin Cruz, no somos discípulos del Señor: somos
mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor”.
La alegría del Evangelio que estamos llamadas y llamados a testimoniar es gozosa en la
lógica de la kénosis.
Y este consuelo de Dios hay que llevarlo sobre todo, como pobres y a los pobres.
Decíamos que “Ayotzinapa es la conciencia política de nuestra sociedad”. Podríamos
decir que la vida religiosa tendría que ser la conciencia evangélica de la Iglesia y del
mundo. “La profecía de la vida religiosa nos pide una nueva audacia y creatividad, un
despertar la conciencia evangélica para estar de parte de los pobres, de los últimos,
compartiendo sus gozos y sus angustias”. Es preciso salir de nuestros nidos, ir al
“encuentro solidario con los pobres que luchan por la vida”22.
Los pobres son el tesoro de la Iglesia, son nuestro tesoro. Ellos son la carne de Cristo; hay
que tocarla. Éste es el misterio de la Encarnación. En América Latina, dice el Papa
Francisco, “hay carne hasta pa’ventar pal techo”. Tal vez tengamos necesidad de
“despertar” también a esta teología de la Encarnación. “No estamos llamados a realizar
gestos épicos, … sino a testimoniar la alegría que proviene de la certeza de sentirnos
amados y de la confianza de ser salvados”.
c) Repensar las estructuras, los objetivos, nuestros métodos evangelizadores
No queremos que las cosas permanezcan como están. Y si alguien dice: “por mí no hay
problema, que todo siga igual”, tal vez sea un grave síntoma de adormilamiento o
sonambulismo satisfecho, o simplemente signo de cansancio o de rechazo a entrarle a
esta aventura nueva. El papel de la autoridad en la vida religiosa es clave para que las
cosas no permanezcan como están, para alentar a las personas, y para alejar “las
tentaciones de dejar pasar y considerar inútiles todos los esfuerzos por mejorar la
situación”. Podemos ser sólo “gestores de rutina, resignados a la mediocridad, inhibidos
para intervenir, sin coraje para indicar las metas de la auténtica vida consagrada y
corriendo el riesgo de debilitar el amor primero y el deseo de testimoniarlo”23.
Se necesita alguien que orientar “con claridad evangélica el camino que debemos
recorrer juntos… dentro de un presente frágil en donde se está gestando el futuro …”24.
Que el Señor nos regale la gracia de “saber orientar el camino fraterno y sororal hacia la
libertad según los ritmos y los tiempos de Dios”25. Pero no sólo corresponde esto a
quienes tienen el ministerio de la autoridad. En la medida en que nuestras comunidades
22
Ibidem, No. 6, pág. 43.
23
Ibidem, No. 12, pág. 67.
24
Ibidem, No. 12, pág. 66.
25
Ibidem, No. 12, pág. 68.
van siendo comunidades que disciernen, van impulsando la novedad del Espíritu en una
Congregación y van siendo propositivas de novedad y vida.
Es tiempo de tomar decisiones que generen camino, decisiones que tomen vida. Cuántas
veces compartimos nuestros anhelos y sueños respecto a la vida religiosa. Pongámosle
pies a estos anhelos y emprendamos la marcha. “Señor, ¡dales pies a mis anhelos! Si
coinciden con los tuyos, ¡haz que sean posibles!”. Cuidado con convertir la misión y la
reestructuración en “sueño imposible”26. Ciertamente no es fácil concretar lo necesario,
lo urgente y lo posible, pero tenemos al Espíritu que nos anima y guía suave y fielmente;
tenemos comunidades que disciernes y guías que nos muestran horizontes de Evangelio.
Se da el caso de que vivimos en este tiempo con estructuras de otro tiempo. Estamos en
tiempo de poda, pero que sin duda es necesario, pues hemos arrastrado elementos de
otro tiempo. Aquí entra el tema de la formación: ¿cómo estamos formando? ¿desde qué
realidad? ¿con qué estructuras? ¿para qué mundo y realidad? No vaya a ser que estemos
formando con estructuras del pasado que nada tienen qué ver con lo que está viviendo
nuestra gente en el presente. Y resulte que al salir de la formación inicial las nuevas
generaciones se topen con un mundo distinto, un “mundo raro”.
Nos asalta la tentación de la impotencia, del miedo a equivocarnos, a perder identidad,
pero es necesario entender “qué vida religiosa es la necesaria”27 para este hoy. Esta es
nuestra grave responsabilidad, y nuestra pasión más honda que mantiene viva nuestra
esperanza.
Diría que no hay que asustarnos, sino más bien agradecer. La esperanza no se edifica
sobre nuestras fuerzas y números, sino en los dones de Dios.
Hay que caminar al ritmo del Espíritu, hacia una tierra desconocida. Tenemos que
afrontar nuevas realidades, necesidades, nuevas periferias existenciales, incluidas las
fronteras del pensamiento y la cultura, enfrentar los nuevos rostros de pobreza.
26
Cfr.Díez, Luis A. Gonzalo, Una vida religiosa que está despierta… y camina, REVISTA VIDA
RELIGIOSA, Conocer la realidad y caminar con esperanza. Vida Religiosa: “Despierta y Camina”,
Monográfico 3/2014/Vol.116, pág. 7.
27
Cfr.Díez, Luis A. Gonzalo, Una vida religiosa que está despierta… y camina, REVISTA
VIDA RELIGIOSA, Conocer la realidad y caminar con esperanza. Vida Religiosa: “Despierta y
Camina”, Monográfico 3/2014/Vol.116, pág. 10.
Hay que volver la mirada a la intercongregacionalidad y a compartir vida y misión con los
laicos. A veces nos preocupa más nuestra fuerza, o mejor dicho, nuestra poca fuerza; nos
angustia la disminución. En ocasiones nuestra agilidad en la misión está condicionada
por “un cuerpo que se agota intentando sostener las obras por ella creadas, pero
incapacitado para la innovación, la creatividad y el diálogo”28. Pero podemos vivir la
misión de manera más entrelazada y coordinada con otras hermanas y hermanos con
quienes compartimos la misma pasión por Cristo y por la Humanidad. Para ello
necesitamos de la libertad del Reino para no tener miedo a dejar caer las estructuras
caducas. La Iglesia es libre. La lleva adelante el Espíritu Santo. Nos lo enseña Jesús en el
Evangelio: libertad de elegir odres nuevos para esta novedad. Nuestra fe no es una felaboratorio, sino una fe-camino, una fe histórica. ¡Hay que ser audaces!
Conclusión
La vida consagrada está llamada a evangelizar desde la alegría, y la alegría es expresión
de la experiencia viva del amor de Dios que ha mirado nuestra vida, como le sucedió a
María, y nos ha enviado a anunciar la alegría del Reino. El Papa nos invita “a una nueva
etapa evangelizadora marcada por esa alegría…”29.
“Miremos de qué madera hemos sido talladas y tallados”. Nuestros Fundadores fueron
hombres y mujeres audaces, con fuego y con rumbo. Resplandecieron como antorchas
en medio de la oscuridad, en medio de la historia que les tocó no sólo vivir sino también
hacer. La pasión por Cristo y por la Humanidad estaba en el centro de su corazón, de su
vida y tenían la capacidad de intuir las necesidades más urgentes para responder, en “su
hoy”, con creatividad y audacia desde el amor y el fuego que los habitaba. Su vida y
misión no fueron otra cosa más que testimonio de su alegría, de esa alegría
desbordante, misionera, llena de creatividad, fantasía posible, y entrañas de ternura y
consuelo. Nos toca hacer en “el hoy” de la vida religiosa lo equivalente.
Ellas y ellos, mujeres y hombres del Espíritu, vivieron centrados, concentrados y
descentrados, atravesados por el evangelio, por la profecía y por la esperanza. Que ahora
28
Cfr.Díez, Luis A. Gonzalo, Una vida religiosa que está despierta… y camina, REVISTA VIDA
RELIGIOSA, Conocer la realidad y caminar con esperanza. Vida Religiosa: “Despierta y Camina”,
Monográfico 3/2014/Vol.116, pág. 12.
29
PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (EG), No. 1.
que celebran este año de la vida consagrada desde el cielo, nos alcancen del Señor la
gracia inmensa de la alegría, para que despertemos al mundo con gestos de ternura,
consuelo y esperanza. “Estamos en el tiempo de las pequeñas cosas, de la humildad que
sabe ofrecer pocos panes y dos pescados”30. Dice el teólogo J. B. Metz:
Y cómo no hacer brevemente referencia, para terminar, al lema que la CLAR nos
propone para celebrar este año desde el Icono de Betania. Como vida religiosa
latinoamericana y caribeña, nos sentimos llamadas a quitar piedras, a salir como Lázaro,
fuera de nuestras cavernas, a desatar las vendas propias y de nuestro mundo para poder
andar al impulso del Espíritu Santo. ¡Queremos primerear, acompañar, incolucrarnos,
fructuficar y celebrar la alegría del Evangelio!
La vida religiosa continúa porque está en las manos de Dios. Y seguirá teniendo vida
gracias al Espíritu y a nuestra pasión enamorada y esperanzada.
¡Atrevámonos a testimoniar la alegría en este momento de nuestra historia! “La alegría
no es un adorno superfluo sino exigencia y fundamento de la vida humana”. Sólo la
verdadera alegría humaniza, construye paz, y la verdadera paz se expresa en alegría. Una
vida religiosa semillero de paz, constructora de paz, y por lo tanto, generadora de
alegría.
Ayer, una pequeñita, pronunció estas palabras en la inauguración de los juegos
centroamericanos y del caribe en Veracruz: “Me apresto al grito de guerra y me levanto
como soldado de paz. Levantándonos unidos conquistaremos al odio y seremos un solo
pueblo, una sola nación, un solo cuerpo y una sola alma. Por encima de la violencia, la
pobreza y el crimen, así llegaremos a nuestro destino de paz”.
Las invito, los invito, a que también nos levantemos ante la invitación del Papa Francisco:
¡Despierten al mundo!, pero poniéndonos de pie como constructores de la alegría y de
la paz. Por encima de la violencia, de la pobreza y el crimen, por encima de tantas
muertes, miedos e injusticias, por encima de todos los poderes del mal que nos aquejan
y aquejan sobre todo a tantas mujeres, niños y jóvenes de nuestro País, por encima de
todo cantemos el “¡canto firme de la alegría y de la paz!”.
Oración de San Francisco
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
30
Ibidem, No. 12, pág. 66.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
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