TEMA: EL RESPETO. MATERIA: ÉTICA. INTRODUCCIÓN:

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TEMA: EL RESPETO.
MATERIA: ÉTICA.
FECHA : 18 de Noviembre de 2002
INTRODUCCIÓN:
Quiero comenzar recordando una gran frase de un gran hombre Entre los hombre así como entre, las
naciones, El respeto al derecho ajeno es la paz, estas palabras fueron dichas por Benito Juárez hace ya
tiempo, pero no podría existir mas verdad dentro de ellas. Cabe también mencionar que el respeto va de la
mano con otro valor la Tolerancia ya que ninguno podría subsistir sin el otro.
En el trabajo que se presenta a continuación se trata de dar a conocer algunas aplicaciones del valor
RESPETO en la vida cotidiana de las personas así como artículos acerca del mismo.
Se tomaron en cuenta diferentes puntos de vista así como también diversos temas para darle una mayor
amplitud y mostrar la diversidad de situaciones en donde se puede utilizar.
Al realizar el trabajo, nos dimos cuenta que el respeto lo aplicamos de manera cotidiana y en todo momento,
se puede decir que es uno de los valores más importantes ya que sin el creo que todos entraríamos en
conflicto.
DEFINICIÓN:
RESPETO Significa valorar a los demás, acatar su autoridad y considerar su dignidad. El respeto se acoge
siempre a la verdad; no tolera bajo ninguna circunstancia la mentira, y repugna la calumnia y el engaño.
El respeto exige un trato amable y cortes; el respeto es la esencia de las relaciones humanas, de la vida en
comunidad, del trabajo en equipo, de la vida conyugal, de cualquier relación interpersonal. El respeto es
garantía de transparencia.
El respeto crea un ambiente de seguridad y cordialidad; permite la aceptación de las limitaciones ajenas y el
reconocimiento de las virtudes de los demás. Evita las ofensas y las ironías; no deja que la violencia se
convierta en el medio para imponer criterios. El respeto conoce la autonomía de cada ser humano y acepta
complacido el derecho a ser diferente.
El respeto a las personas es una aceptación y valoración positiva del otro por ser persona. Lleva consigo una
aceptación incondicional de la persona tal y como es. Es decir, una aceptación sincera de sus cualidades,
actitudes y opiniones; una comprensión de sus defectos. En el plano humano, el respeto a las personas implica
no considerarse superior a nadie.
Todos sentimos que tenemos el derecho a ser respetados por los demás en nuestro modo de ser, de actuar y de
expresarnos. Esto exige de nosotros el deber de respetar igualmente a todas las personas.
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El respeto a las cosas es una actividad de valoración de todos los seres animados o inanimados, naturales o
elaborados por el hombre, como medios necesarios para la vida y la realización personal de los seres
humanos, en diversos niveles. En efecto, el hombre necesita de las cosas para cubrir todas las necesidades
vitales, desde las necesidades más primarias y básicas (comida, vestido, alojamiento) hasta las necesidades
más elevadas (desarrollo intelectual, contemplación y creatividad artística, etc.).
En concreto el respeto a las cosas lleva consigo actitudes de:
• Admiración y aprecio de la belleza de las cosas y de su utilidad.
Delicadeza en el uso y colaboración en el mantenimiento de las cosas que existen para el servicio y disfrute de
todos.
IRRESPETUOSIDAD: (antivalor)
Es la carencia del respeto
La flexibilidad
El valor de la flexibilidad permite al hombre acomodarse fácilmente al dictamen , a las exigencias de las
circunstancias, a los requerimientos de nuevas situaciones o a condiciones laborales, sociales o personales
diferentes.
La flexibilidad debe ser permanente en el ser humano, por cuanto en las vida todo está marcado con el sello
del cambio. Todo cambia , excepto esta verdad. Por tanto, la intransigencia se halla en clara y total contraía
con el devenir de la existencia.
La persona flexible gana amigos en todas partes y sabe conservarlos; siempre está dispuesto a convivir con
las realidades concretas, aunque su imaginación sea dueña de mil fantasías diferentes. Los contratiempos no
se toman sino como nuevas experiencias.
Proyección y opción
El hombre tiene la facultad de elegir u programar su vida, planear su futuro y visualizar el mañana. El futuro
hombre tiene en sus manos la capacidad de crear su propio destino y trabajar por el.
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El hombre es totalmente libre de escoger la clase de vida que desea llevar. Su opción puede ser el triunfo o el
fracaso; su opción puede ser lo grande o lo pequeño; su opción puede ser lo bueno o lo malo. Si embargo, su
satisfacción, felicidad, realización personal solo serán ocasionadas por el éxito, por lo grande y lo optimo. El
libertinaje, en cambio, jamás será causa de crecimiento humano, sino de autodestrucción.
Por su mismo origen, el hombre necesita mirar hacia lo alto, aspirar a lo infinito, fijar su vista en el cielo. El
hombre necesita alimentar su espíritu de ideales, aspiraciones, deseos, anhelos y sueños. Vivir es caminar en
por de un ideal; comienza a morir quien pierde la esperanza de llegar.
La grandeza de la existencia se puede medir por la calidad de las metas y objetivos personales. En la medida
en que se tengan claros los ideales y trabaje por ellos. La existencia tendrá significación plena, sino
simplemente será vegetativa. Es la importancia de los ideales lo que hace grande o pequeña la existencia, por
que ella también define los caminos por seguir.
Y a las grandes metas se llega por caminos fáciles, generalmente, son senderos con espinas. La meta que
ocasiona mayor placer cuando se alcanza, es precisamente aquella que exigió mayores esfuerzos y sacrificios.
Autodominio y voluntad
Tampoco pueden negarse los obstáculos y las adversidades, pero estos pierden toda su importancia cuando se
comparan con el poder de la voluntad, capaz de sobreponerse a todo. Si es cierto que las adversidades pueden
ocasionar desaliento y desanimo, también es verdad que el hombre tiene capacidad para dominarlas,
superarlas y continuar adelante con sus objetivos, propósitos y metas.
La facultad de autodominio permite al hombre, ser dueño de sus deseos, de sus emociones, de sus actitudes,
de su voluntad. Cuando el ser humano pierde el autodominio se convierte en un barco a la deriva, siempre
distante a la orilla.
La voluntad es, entonces, una facultad que conviene ejercitar constantemente para acrecentar fuerza, para
orientar su recitad y para hacerla inquebrantable. Ninguna meta es posible sin las dudas, las vacilaciones y
los temores anidan en la mente o en el corazón; una voluntad inquebrantable del logro de las metas.
La capacidad para dominar el miedo y el desanimo, la capacidad para dominar la ira y la rabia, la capacidad
para dominar la patía y la pereza, la capacidad para persistir en la búsqueda de metas, por difíciles que
parezca, hacen del ser humano una fortaleza sin par. Pero la voluntad y el autodominio necesitan apoyarse en
la sensibilidad humana para no sucumbir entre el laberinto del egoísmo.
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PUNTO DE VISTA RELIGIOSO
El respeto a la dignidad humana
es el camino de la paz
En la iglesia arzobispal castrense se ha celebrado una Eucarístía por la paz, en memoria de las víctimas del
terrorismo, presidida por el cardenal Rouco, con quien concelebraron monseñor Yanes, Presidente de la
Conferencia Episcopal, y monseñor José Manuel Estepa, arzobispo castrense, así como numerosos capellanes
castrenses. Asistieron los ministros de Interior y Defensa, señores Mayor Oreja y Serra, junto con miembros
de la Asociación Víctimas del terrorismo y numerosos miembros de las Fuerzas Armadas con sus familias.
El arzobispo castrense se dirigió a los fieles y, con visible emoción, recordó a los que sin culpa sufrieron en su
carne el terrorismo. Comentó el papel insustituible del Evangelio, que nos obliga a vivir y movernos en una
lógica de particular fraternidad con los que han sufrido y sufren las consecuencias de tan crueles heridas.
Deseamos −añadió− orar por las víctimas que perdieron la vida, y confortar con nuestro abrazo a tantas
otras víctimas y familiares que aún padecen secuelas de unos actos inhumanos y sin sentido. Recordó que el
ámbito de la celebración no era político, sino el de la plegaria de la Iglesia católica y el de la reflexión
cristiana de sus miembros, el ámbito propio de la invocación a Dios que reconoce la incapacidad por parte del
hombre de encontrar una solución verdaderamente radical a los problemas que le afectan. Los miembros de la
Iglesia −dijo− ni podemos ni hemos querido nunca conscientemente pasar de largo ante tanto sufrimiento,
pues el ejercicio prioritario de nuestra caridad pastoral estriba en la cercanía a los que más inocentemente
han sufrido.
En la homilía, monseñor Elías Yanes pidió a Dios la gracia de la mutua reconciliación y de la paz. Los
derechos humanos −recordó− no se fundamentan en pactos, ni en el consenso social, ni en el apoyo de la
opinión pública, ni en ninguna decisión del Parlamento o de los partidos políticos; son derechos inherentes a
todo ser humano, derechos inalienables, incondicionales.
Durante la oración de los fieles se pidió a Dios expresamente por las víctimas del terrorismo: Para que
nuestra oración alivie las heridas inferidas durante largos años en la carne de los numerosos miembros de
nuestra sociedad, y conforte a los familiares que aún padecen las secuelas de aquellos actos.
El cardenal Rouco Varela recordó la importancia del momento que vive nuestro país, al contar con la
esperanza de que cesen las actividades terroristas definitivamente. Y añadió: ¡Que la esperanza no se pierda!
Ahora bien, el camino de la paz es claro: el reconocimiento neto y nítido de la dignidad de toda persona
humana y de sus derechos fundamentales, sobre todo el de la vida.
EJEMPLOS ACTUALES
El Respeto
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Hay dos formas de respetarse.
Una de ellas existe, pero no es:
La agencia respeta al anunciante porque es un cliente.
Le respeta tanto que es capaz de darle la razón en todo, de bajar su servicio a la categoría de servicial, de
callarse los consejos y las opiniones profesionales, de morderse la lengua, de actuar al dictado de "la voz de su
amo".
Ya que, de hecho, en ocasiones hay una relación de amo−siervo entre el anunciante y la agencia.
¿Y eso por qué se consiente?.
"La pela". Es la pela.
Por otro lado el anunciante respeta a la agencia porque la necesita. Necesita la publicidad y necesita
confiar en quien se la haga.
Pero como la relación de amo y siervo funciona en ambas direcciones y es siempre falsa, no confía en que
la agencia trabaje para hacer bien las cosas, sinó para cumplimentar sus órdenes. "Ordena y manda".
Conclusión: ni el anunciante consigue confiar, ni la agencia consigue hacer un buen trabajo.
No, esta forma de respeto no es respeto.
¿Hay de verdad motivos para que exista un verdadero respeto?
Empezaré de nuevo:
De entrada, el anunciante es respetable y la agencia lo sabe.
El anunciante no es un cualquiera: es una empresa que lucha por vivir y crecer, y lo consigue. Tiene
fuerza, tiene poder, tiene lo que hay que tener en este mundo combativo y cambiante en que nos encontramos.
En el que hay que saber sortear los nuevos desafíos y ataques que surgen inesperadamente todos los días.
El anunciante es una respetable empresa, y son unas respetables personas.
Esas personas, con las que trata la agencia, no han surgido de la nada. Tienen una sólida formación
profesional y un talento, un prestigio, una experiencia, una imaginación y una valentía que les ha llevado a ser
seleccionados para ocupar los importantes cargo que ocupan, y las arriesgadas responabilidades que afrontan.
Por esto, aunque solamente fuera por esto, que es muchísimo, estas personas ya son respetables, y así tiene
que verlos la agencia, de todo corazón y sin reservas.
Si la agencia cae en el error de juzgar a sus interlocutores anunciantes por lo que aquellos saben de
publicidad, se equivoca.
Si aquellas personas valiosas y preparadas para sus negocios supieran tanto de publicidad como las
agencias, no llamarían a las agencias.
Precisamente por esto tienen la visión de llamar a unos especialistas en publicidad, para administrar bien y
sacarle el máximo provecho, pongamos por caso, al millón de euros que van a invertir este año en publicidad;
del mismo modo que llaman a un arquitecto, no para decirle qué ancho deben tener y donde deben estar las
vigas del nuevo almacén que necesitan construir y en el que invierten cien mil euros.
Y del mismo modo que buscan al mejor cirujano, no para decire por dónde debe cortar para abrirles el
tórax en una operación de diez mil euros. Buscan al especialista de mayor confianza para cada cosa, y eligen
al que realmente puedan respetar.
Así es como se supone que es, por lógica.
Y, ¿por qué respetan a la agencia?
De entrada, porque saben que la publicidad es muy importante para su empresa y para sus proyectos. Y es
difícil. Si no fuera difícil no habría tantos fiascos de campañas. Saben que es una especialidad.
Saben que la publicidad es una especialidad. No, no es una especialidad: son varias.
El respeto a la debilidad
Se ha dicho que el elemento más fecundo y positivo, tanto del progreso de la ciudad como de la educación de
cada ser humano, consiste en comprender que los débiles son importantes. Asistimos hoy a un rápido
deterioro de cosas y valores que ha costado tanto tiempo conquistar, y que costará otro tanto recuperar. En
Medicina, en muchas partes, los débiles están llevando las de perder. Se ha dado marcha atrás al reloj de la
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Historia y, en algunos aspectos, estamos regresando a una Medicina precristiana, donde la inutilidad
terapéutica condicionaba la abstención médica. Platón resume, en La República, la actitud de los médicos
griegos con estas palabras: Esculapio enseñó que la medicina era para los de naturaleza saludable pero que
estaban sufriendo una enfermedad curable. Él les libraba de su mal y les ordenaba vivir con normalidad.
Pero a aquellos, sin embargo, cuyos cuerpos están siempre en un estado interno enfermizo, nunca les
prescribía un régimen que pudiera hacer de su vida una miseria más prolongada. La medicina no era para
ellos.
Tuvo que venir la caridad cristiana para añadir el arte médico al arte caritativo. El hospital nace con la
cristiandad como el marco en que la enfermedad es pacientemente sobrellevada, donde la desgracia es
convertida en ocasión dichosa, donde la compasión del cristiano es puesta a prueba en el sufrimiento del
prójimo. Ser débil es, en la tradición deontológica cristiana, título suficiente para hacerse acreedor a un
respeto máximo, a una protección privilegiada. Ahora, en los ambientes dominados por actitudes
individualistas y de eficiencia económica, la fragilidad avanzada viene a ser la marca para el abandono.
Muchos médicos, traicionando su vocación de protectores de la vida humana, tratan de racionalizar la
marginación de los débiles. Pretenden que la Medicina regrese a tiempos precristianos. Y, al mismo tiempo,
asignan a la nueva Medicina el proyecto nuevo del acrecentamiento de la salud, la maximación del bienestar,
el sobrerrendimiento físico, el poderío psiconeurológico, la estética corporal.
La nueva tendencia sustituye la noción de sacralidad de la vida humana por la de calidad de vida. Exige que la
vida de cada individuo alcance un nivel crítico, por debajo del cual la vida carece de dignidad. Resulta así una
Medicina para los fuertes y bien dotados, pero de corazón duro. Es ilusorio pensar que el eslogan Salud para
todos pueda cambiar la condición esencialmente débil y vulnerable del hombre, pues ser hombre equivale a
recibir cada uno su lote de dolor e incapacidad. La vida de cada hombre incluye la capacidad de sufrir y la
aceptación de la limitación. Aquí radica el núcleo humano de la Medicina: no triunfar absolutamente sobre el
dolor o la muerte. Tan exigente de ciencia y de competencia es la operación de aplicar las terapéuticas más
modernas, casi milagrosas en su eficacia, como la de administrar cuidados paliativos, que requieren muchos
conocimientos y el dominio de lo que yo creo que es lo más difícil del arte médico: decir al enfermo que el
hombre está hecho para soportar las heridas que, en su cuerpo y en su espíritu, abre la enfermedad y el paso de
los años, y que la aceptación de esas limitaciones es parte del proceso de humanización.
No se es verdaderamente humano si no se acepta un cierto grado de flaqueza en uno mismo y en los demás.
Eso se nos exige como parte de cumplir con el deber de ser hombre. Pero ésta no es una idea popular. Algún
día se echarán las cuentas de lo que ha supuesto nuestro tiempo para el respeto de la debilidad. Vistas las
cosas en correcta ética cristiana, cada acto de servicio a los débiles y pequeños, vale más que secuenciar el
genoma de una bacteria. Tanto para Dios valen los débiles.
Respeto a la vida, ¿por qué?
Vidas humanas expuestas a toda suerte de manipulaciones
En el mismo ADN un embrión humano está ya presente toda la constitución de la persona: sistema nervioso,
brazos, piernas, incluso el color de sus ojos. Y en el momento en que está compuesto sólo de tres células,
inmediatamente después de la fecundación, el individuo es ya único, rigurosamente diferente de cualquier
otro. Nunca se ha dado antes y no se dará de nuevo nunca más; es una novedad absoluta. Como ha escrito
Jérome Lejeune,
El embrión es un ser vivo;
y procede del hombre;
por tanto, el embrión es un ser humano.
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De ahí deduce que
no puede considerarse propiedad de nadie.
Sin embargo, en los últimos años se ha desarrollado toda una industria basada en los embriones humanos. Y
aunque muchas veces −no todas− se busque con ello fines más o menos dignos de elogio, se trata de una
práctica éticamente reprobable, por varias razones, todas de bastante peso.
Quizá una primera podría ser que, en el intervalo que va desde la fecundación en la probeta hasta el
transplante, el hijo queda privado de la protección natural de la madre y, por tanto, expuesto a toda suerte de
manipulaciones, gran tentación a la que el hombre no se resistirá (no se ha resistido) mucho tiempo.
Por otra parte, para conseguir un implante válido se necesitan varios embriones. Los que no hayan sido
utilizados, serán congelados y conservados en ese estado intermedio entre la vida y la muerte, en espera de
que alguien se quiera quedar con ellos, o bien hasta ser destruidos después de un tiempo, a menos de que sean
ofrecidos a la investigación como cualquier animal de laboratorio. ¿Es esto congruente con la dignidad
humana?
En este último supuesto, entramos en lo desconocido y en el horror. ¿A qué tipo de manipulaciones
genéticas pueden llegar a ser sometidos? ¿Quién lo podrá evitar?
Una cuestión inexcusable
Algunos reconocen que el embrión es un adulto en potencia, necesitado de cierto respeto, sí, pero apenas
hacen nada por protegerlo. Utilizan la expresión en potencia como una curiosa pirueta del lenguaje, puesto
que manipular un ser humano en potencia es manipular un ser humano, de la misma manera que manipular un
bebé −es un adulto en potencia− es también manipular a un ser humano.
El hecho de que un ser humano esté aún en proceso de formación no atenúa un ápice la responsabilidad de
eventuales manipulaciones, sino más bien lo contrario: tiene el agravante de ser la violación de un indefenso.
Para llegar a unas normas éticas serias
sobre la vida humana,
es necesario precisar
qué es el hombre.
Y ahí acaba siempre por plantearse una cuestión inexcusable: una de dos, o el hombre es digno del máximo
respeto −y más cuando está comenzando a existir bajo la forma misteriosa y frágil de un embrión−, o no es
más que un conglomerado de partículas, en cuyo caso no hay objeción alguna a que se manipule para un
supuesto provecho y mejoramiento de la especie, como se hace con los animales o las plantas.
Quizá corresponda a la presente generación, por el momento histórico actual, pronunciarse con vigor sobre
la esencia misma del hombre. Defender aquello que lo hace diferente de los animales. Condenar las prácticas
que pretenden manipularlo desde su concepción, o incluso antes, actuando sobre sus células reproductivas.
No se trata de ciencia−ficción ni de pesadillas apocalípticas. La programación de abortos para trasplantes
de células fetales mediante vivisección, el alquiler de vientres maternos, la utilización industrial de embriones,
la clonación, la implantación de embriones humanos en animales para la gestación, la creación de híbridos de
células animales y humanas, etc., son problemas hoy muy reales, como reales son las serias consecuencias que
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tienen y pueden tener más adelante para el hombre.
Quizá se acuse a las normas éticas de que limitan la investigación y entorpecen el progreso de la ciencia.
Pero nunca esa justificación será excusa para dejar campo libre a que una multitud de manipuladores se
entregue a las experiencias más degradantes.
De la clonación al fascismo científico
La aplicación a embriones humanos de técnicas empleadas para conseguir clones de animales, ha levantado
en los últimos años una gran polémica en torno a las prácticas con embriones.
Se argumenta, con razón, que la clonación humana puede degenerar fácilmente en aberraciones
asombrosas:
• Los niños pueden ser elaborados en la probeta y luego congelados, hasta que a los padres −a la madre
o al padre− les venga bien.
• Se puede fabricar un solo niño, o varios en serie, lo cual proporciona indudablemente una mayor
seguridad, puesto que así siempre se pueden tener niños de repuesto para el caso de que el primero
elegido sufra algún lamentable accidente (o por si hacen falta piezas de repuesto, si el hijo resulta
tener algún fallo de fábrica).
• Evidentemente, los niños que en su desarrollo embrionario manifiesten algún defecto, son
inmediatamente eliminados (la calidad es lo que cuenta).
• Se puede elegir el sexo, y quizá dentro de poco, la estatura, el color del pelo o de los ojos, y hasta el
coeficiente intelectual. Se podrían crear personas que carecieran genéticamente de algunas
características, o que tuvieran otras: por ejemplo, una raza de personas dóciles, que se dedicaran a las
tareas más desagradables de la sociedad.
Algunos aseguran que mediante este tipo de técnicas se podría conducir a la raza humana a un tipo de
perfección previamente programada. Pero los riesgos de semejantes manipulaciones son imprevisibles, sobre
todo pensando en lo diversas que pueden ser en esos programadores las ideas particulares de lo que es la
perfección.
En todos estos procesos se vulnera un derecho humano fundamental: el derecho que cada uno tiene a su
propio y original patrimonio genético, sin interferencias que puedan perjudicar su integridad.
Todos esos groseros pragmatismos son insensibles al valor dignificante de ser uno mismo, diferente de los
demás. Cada ser humano tiene derecho a una unidad genética no compartida con otro, tiene derecho a no venir
al mundo con un código genético programado por los deseos o expectativas de sus padres o de la sociedad.
En el niño a la carta, la voluntad de los progenitores −o de los productores, puesto que no siempre serán
encargados por los progenitores− suplanta el legítimo interés de todo ser humano de ser él mismo, y de
autodescubrirse en su propio proceso de desarrollo personal.
Sobre la existencia de las personas nadie tiene derecho alguno, pues entonces serían cosas y no personas.
La técnica puede lograr muchas cosas,
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pero no todo lo que mediante ella
se puede alcanzar es bueno.
No se debe hacer todo lo que se puede hacer.
Buscando garantías para la dignidad humana
La noción de derechos humanos implica que hay una dignidad natural inherente al hombre, que se impone a
todos, hasta tal punto que los hombres no pueden, arbitrariamente, negarle la humanidad a uno de sus
semejantes, ni privarle de ninguno de esos derechos.
Conviene reflexionar acerca de esa singular dignidad. El hombre es irrepetible, es un fin en sí mismo y no
un medio, y nunca puede considerarse un simple elemento de una especie. ¿Por qué el hombre es de una
condición distinta a la de los animales? ¿Por qué tiene esos derechos inalienables? ¿Por qué no puede tener
precio?
Se han dado a esta pregunta muchas respuestas, pero pienso que el único fundamento inquebrantable de los
derechos humanos está en el hecho de que Dios ha conferido al hombre esa dignidad.
Pero esa referencia que haces a Dios supone creer en Dios, y no todos los hombres son creyentes.
No pido a nadie que crea si no quiere o no puede creer. Simplemente doy una posible respuesta desde la fe.
No es necesario creer, pero creer permite proteger mucho mejor el enunciado de estos derechos: el creyente
−si es coherente con su fe− espera descubrir en todo ser humano a un semejante, o más bien a un hermano,
precisamente por tener un padre común.
Es una respuesta desde la fe que, por otra parte −y afortunadamente−, está en las raíces de nuestra
civilización y de cuanto concedemos a la dignidad de las personas. Echando una mirada a la historia, da la
impresión de que muchos aspectos de la naturaleza humana estarían probablemente sumidos en la penumbra
si la tradición cristiana no los hubiera proclamado.
Siempre habrá más respeto al hombre desde una concepción trascendente que cuando se ve la vida como un
simple suceso en el tiempo que se disuelve un día con la muerte.
Si el hombre no es más que un animal extraordinariamente desarrollado, ¿qué razón de peso habrá para no
llegar a convertirlo un día en un animal de laboratorio? ¿Qué impedirá considerarlo como un conglomerado de
moléculas, modificable al capricho de los manipuladores, que se creerán dueños de su futuro?
Una referencia trascendente
es decisiva
para dotar al hombre de inviolabilidad.
¿Y no es demasiado estricta la Iglesia católica en estas cuestiones relativas a la manipulación genética?
Podría decirse, estableciendo una sencilla comparación, que en este punto nos encontramos ahora como las
naciones europeas del siglo XIX en el campo social del trabajo y de la condición obrera frente al
descubrimiento de la herramienta industrial.
El precio que en su día se pagó por el progreso técnico y económico, hasta que los mecanismos racionales
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lograron controlar algunos de sus excesos, fue enorme y de muy dolorosas consecuencias.
Los extraordinarios poderes actuales de la ciencia sobre la vida y la procreación humana hacen necesaria
una seria reflexión para que el coste humano no acabe siendo tan terrible como en su día lo fue el de la
revolución industrial.
Como ha señalado Jean−Marie Lustiger, los actuales avisos de la Iglesia católica pueden parecer a las
generaciones contemporáneas tan arcaicos como parecieron las advertencias de los hombres de la Iglesia
europeos a comienzos de aquel desarrollo industrial.
Hay que insistir en que los valores morales deben presidir este nuevo poder que el hombre adquiere sobre la
vida, sobre su propio cuerpo y sobre su sexualidad. La vida −derecho fundamental de todo individuo, base de
todos los demás derechos− no puede ser tratada como una mercancía que se puede organizar, comercializar y
manipular a gusto personal.
Es deber de la Iglesia poner a la sociedad en guardia frente a algunos peligros, pidiendo que la técnica se
subordine al hombre y a su vocación. Se trata de una tarea de capital importancia, aunque su voz no siempre
sea bien escuchada o comprendida.
"CONCLUSIONES DEL EQUIPO."
Nosotros concluimos que para tener respeto hacia las demás personas, hay que comenzar respetándonos a
nosotros mismos.
Además, el respeto hacia las cosas debe ser de manera constante hasta que se vuelva parte de nuestras vidas
cotidianas, así proponemos que se lleven a cabo las siguientes acciones (como sugerencia):
Acción 1.− Reforzar o consumar los hábitos y actitudes de respeto a las cosas privadas, de uso común y de
medio ambiente.
• Describir actuaciones colectivas de gamberrismo, que producen desorden o suciedad (batallas de tizas
o de papeles, pintadas en las mesas o paredes, etc.) A continuación, en grupos reducidos, analizar las
consecuencias del exceso de trabajo que supone para el personal de limpieza o mantenimiento del
Colegio, y sobre todo el aspecto de desconsideración o de falta de respeto al trabajo de esas personas.
• Cada alumno, en grupos de tres o cuatro, presenta a los otros sus libros, cuadernos, bolígrafos, etc. Se
califica de 1 a 10 según el grado de deterioro.
• Campaña de murales y dibujos: "Por una escuela más limpia".
• Reflexionando sobre las repercusiones de un incendio forestal, pedir a los alumnos una lista de
perjuicios e inconvenientes que ocasionan los incendios, e indirectamente acerca de las ventajas de los
bosques y repoblaciones forestales.
Acción 2.− Perfeccionar los hábitos relativos a evitar la violencia verbal o física hacia las personas.
• Encuesta de opinión, para captar las principales faltas de respeto a las personas en el Centro, causas y
soluciones. Ejemplos de preguntas: ¿Cuáles crees que son las tres principales faltas de respeto a los
compañeros de clase? Idem respecto a los profesores/as. Indica algunas causas por las que se vienen
produciendo estas faltas. ¿Qué deberían hacer los profesores/as para que mejorase el respeto a las
personas en el Centro? ¿Qué deberían hacer los alumnos/as para lograr el mismo objetivo?. De entre
tus compañeros/as, ¿ a quién se respeta más/menos y por qué?.
• Realizar un debate sobre estos artículos de los "Derechos Humanos": "Todos los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos"."Nadie estará sometido a la esclavitud y servidumbre"."Toda
persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión"
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• Confeccionar un decálogo de los principales "pecados capitales" contra el civismo familiar, escolar o
social.
Acción 3.− Conocer y respetar a las minorías
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