El mito de Benito Juárez en México

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1
Artículo publicado en “Palabra”, revista doctrinal e ideológica del
Partido Acción Nacional, Año 15, Nums. 60/61, abril-junio / julio-septiembre,
México 2002, pp. 127-144
El mito de Benito Juárez en México
Por Bernardo López Ríos
Es curioso, como lo señalaba Carlos Castillo Peraza, que el indigenismo oficial
haya tenido como uno de sus paradigmas al “indio Juárez”, precisamente el que
hizo todo para entregarle una buena parte del territorio mexicano a Washington.1
Además, es deshonroso para el “benemérito”, que hayan sido estadounidenses los
legisladores que resistieron los intentos de soborno perpetrados por el yerno de
Benito Juárez, con los que el gobierno de éste trató de lograr los votos necesarios
para, a cambio de dinero, ceder a los Estados Unidos el Istmo de Tehuantepec.2
Título inadecuado
Cabe señalar que el título de “benemérito de las Américas” es ilegítimo para
Benito Juárez, ya que la legislatura colombiana que así lo nombró, no tenía, ni
podía tener jurisdicción en las demás naciones del Continente Americano, ni
autoridad para otorgar un título que fuera reconocido por todas ellas. 3
Presidencia ilegítima
El 18 de enero de 1858 México tenía tres presidentes: Ignacio Comonfort, quien
renunciaría el día 21 del mismo mes, y los dos autonombrados, con dos
gobiernos: el del general Félix Zuloaga en México apoyado por el general Miguel
Miramón y los conservadores, y el de Juárez en Guanajuato apoyado por los
liberales. Ambos gobiernos eran revolucionarios y pronto estallaría la guerra de
tres años. La legalidad de Juárez como presidente ha sido puesta en duda por
numerosos historiadores, ya que Comonfort aún no renunciaba, y Juárez se
declaró presidente tres días antes de que aquél saliese. Además, Juárez no había
rendido la protesta requerida.4 Por si esto fuera poco, el 15 de abril de 1858
Juárez se embarcó para Panamá de donde pasó a Nueva Orleáns, perdiendo
con esto su carácter de Presidente, (si es que lo tenía), según lo establecía la
Constitución que él mismo decía defender.
1
Castillo Peraza, Carlos. México: de la frontera conflictiva a la construcción del mundo, en Palabra, revista
doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, Año 12, No. 48, abril-junio, México 1999, p. 22
2
Ibid., p. 21
3
Cf. García Gutiérrez, Jesús. Apuntes para una vida del Lic. Benito Juárez, México (s.f.).
4
Schlarman, Joseph H.L. México, Tierra de Volcanes, de Hernán Cortés a Miguel de la Madrid Hurtado,
Porrúa, México 1993, p. 357
2
El Tratado McLane-Ocampo
El gobierno de Zuloaga había sido reconocido por todas las potencias, inclusive
por el de Estados Unidos que tenía esperanzas en obtener lo que ya les había
prometido Comonfort: la cesión de una parte muy considerable del territorio
nacional y el paso a perpetuidad por el Istmo de Tehuantepec. Como John
Forsyth, ministro plenipotenciario de los Estados Unidos recibió una rotunda
negativa de Zuloaga para aceptar estas vergonzosas proposiciones, se apartó del
gobierno de Zuloaga y se dirigió al de Juárez. Forsyth llegó al extremo de tener en
su propia casa a los jefes de la revolución juarista para que conspiraran a
mansalva.
Francisco Bulnes (notable polemista liberal y autor de los famosos libros: “El
verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio” y “Juárez y las
revoluciones de Ayutla y de Reforma”; la publicación de estas obras entre 1904 y
1905 causó un gran revuelo a nivel nacional) señala que si las proposiciones de
los Estados Unidos hechas por Forsyth hubieran sido aceptadas por el gobierno
conservador, “la marina de guerra americana hubiera arrojado a Juárez de
Veracruz, el efecto de los 25 millones hubiera sido dar el triunfo a la reacción y el
Presidente Buchanan hubiera dado todo su apoyo material y moral a Miramón. Los
reaccionarios sacrificaron sus intereses de partido a su aversión por vender
territorio a los Estados Unidos”.5
En contraste, Juárez estaba dispuesto a vender a su propio país con el fin de
conseguir el reconocimiento de su gobierno por los Estados Unidos, junto con la
ayuda económica de todo género que esto implicaba. El 14 de diciembre de 1859
el gobierno juarista firmó el Tratado McLane-Ocampo, por el cual Juárez se
comprometió a conceder a los Estados Unidos: el derecho perpetuo de tránsito por
el Istmo de Tehuantepec, con la posibilidad de ser vigilado por tropas
estadounidenses en defecto de las mexicanas; el derecho de paso a las tropas
estadounidenses a través de territorio mexicano para proteger las vidas y
hacienda de sus ciudadanos y aun por cualesquiera otras causas; indemnización
por los gastos erogados por los Estados Unidos a consecuencia de su
intervención militar, aun con entrega de territorio. Por su parte, México tendría
derecho a solicitar la intervención armada de los Estados Unidos cuando peligrara
el gobierno de los liberales.6
El Tratado McLane-Ocampo no logró obtener la ratificación del Senado de los
Estados Unidos, porque los senadores del Norte consideraban la adquisición de
nuevos territorios de México como una pretendida expansión de tierras
esclavistas. La Carolina del Sur se apartó de la Unión el 20 de diciembre de 1860,
y pronto la siguieron otros Estados del Sur, y con eso estaba ya a punto de estallar
5
6
Ibid., p. 358
Cf. Márquez Montiel, Joaquín. Historia de México, segundo año, JUS, México 1969, p. 161
3
nuestra Guerra Civil; sin embargo, Juárez había logrado el reconocimiento de su
gobierno de parte del Presidente Buchanan, y eso era lo que importaba.7
Origen de la idea de vender territorio nacional
En 1847 Juárez se inició como aprendiz en la logia masónica Independencia
número 2. Desde el principio de su vida pública, Juárez se había unido al grupo
político de sus maestros en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca: los
liberales. La mayoría de ellos eran masones de las logias yorkinas establecidas en
México por Joel Roberts Poinsett (1779-1851). Poinsett era un agente del
imperialismo yanqui en México que apoyó con estusiasmo la Doctrina Monroe y
organizó en México a las logias masónicas yorkinas. Ya desde 1812 estaba en la
Nueva España como agente secreto de la poderosa nación vecina para procurar
insurreccionar al país, de manera que el movimiento insurgente favoreciera los
planes de extensión territorial que ya por entonces abrigaba su gobierno
(Francisco Azcárate reveló que Monroe, por conducto de Poinsett, pretendía que
México cediera a Estados Unidos parte de su territorio). Poinsett propuso a
Agustín de Iturbide la anexión a los Estados Unidos de la parte norte de México y
el establecimiento de una República Federal (contraria al Plan de Iguala y
semejante a la estadounidense), pero el Emperador Iturbide rechazó dignamente
estas traidoras proposiciones. Desde entonces Poinsett comenzó a calumniar a
Iturbide y a intrigar con todos los políticos descontentos, persuadiéndolos de que
lo que México necesitaba era la República Federal; Poinsett y otros liberales como
Ramos Arizpe, Michelena, etc., serían los responsables de la caída del Imperio de
Iturbide. “La tendencia mexicanista de Iturbide - afirma Vasconcelos - era sincera.
Del otro lado, en el liberalismo, se movía la influencia extranjera”. En 1825 el
presidente Adams envió a Poinsett a México como ministro plenipotenciario,
comisionado para gestionar la compra de Texas en cinco millones de dólares, pero
no lo logró; años más tarde los agentes de la anexión de Texas a Estados Unidos
encontraron en Poinsett un amigo proclive a esta maniobra.
Prácticamente, el territorio de Texas lo vendieron a Estados Unidos Gómez Farías,
Mejía y Zavala, a cambio de la protección de los esclavistas estadounidenses,
para reintegrarlos en el poder del que los privó Santa Anna. Al cubano Mejía se le
nombró jefe del ejército federal, reclutado en Louisiana y encargado de
revolucionar en México y tomar Tampico; a Zavala director de los colonos de
Texas que habían de insurreccionarse y separarse de México, ya que era uno de
los principales colonos; y a Gómez Farías – como supuesto Vicepresidente de
México – jefe intelectual del movimiento. Ni sólo aquellos traidores pactaron con
los masones de Nueva Orleáns la independencia de Texas, sino que se
comprometieron a seguir persiguiendo a la Iglesia, mediante una serie de reformas
a las leyes.8
7
8
Schlarman, op. cit., pp. 360-361
Márquez Montiel, Joaquín. Apuntes de Historia Genética Mexicana, JUS, México 1950, p. 79
4
En realidad, Gómez Farías, liberal masón, fue un gran traidor y mil veces traidor
porque dejaba morir de hambre al heroico ejército de Santa Anna que – al decir de
Pereyra – no podía sostenerse, pues le faltaba el alimento hasta para los heridos
(671); y en cambio, se solazaba a cada triunfo del invasor. Cuando los marinos
estadounidenses desembarcaban en la isla de Sacrificios gritó hecho un loco:
“quemen cohetes, repiquen, viva la libertad, esto está concluido” (Cuevas, p. 261).
Y como si esto fuera poco, numerosos oficiales del ejército mexicano, que eran de
filiación masónica, confraternizaban con sus “hermanos” del ejército enemigo,
como lo asegura un autor insospechable, el masón Mateos (Historia de la
masonería, pp. 106 y 111).9
En este sentido, Efraín González Luna escribía sobre el siglo XIX en México: Las
logias sembraban y cultivaban intensivamente; las ideologías tóxicas eran
fertilizantes activísimos: la ambición y el rencor reclutaban copiosamente
voluntarios de la fácil aventura del poder político, que lo era también de la riqueza,
de fanatismo sectario, del ensayo social a costa ajena y de la impunidad.10
El sitio de Veracruz
A principios de 1860 Miramón sitió a Veracruz para impedir que Juárez siguiera
legislando desde ahí bajo la égida estadounidense.
Cuando Juárez supo que los buques de Miramón iban a bloquear Veracruz, lanzó
una circular declarando piratas a los buques el 25 de febrero de 1860. Asimismo
se puso en comunicación con Mister Twyman, cónsul estadounidense en
Veracruz, y por su medio con el Capitán Turner, encargado de la flota
estadounidense, la cual se hallaba entonces en la bahía de Veracruz. Como
resultado de ello, tres buques de guerra estadounidenses, el Saratoga, el Wave y
el Indianola, llevando izada la bandera de los Estados Unidos, atacaron en aguas
de México y pusieron fuera de combate a los buques mexicanos de guerra (6 de
marzo de 1860) y éstos, con su cargamento de armas para Miramón, fueron
enviados a Nueva Orleáns, acusados de piratería. Allí las autoridades
estadounidenses rechazaron la acusación de piratería y censuraron a Turner por
su acción; pero ya Juárez se había salido con la suya, y Miramón, a consecuencia
de esa intromisión injustificada de los buques estadounidenses, tuvo que levantar
el sitio de la plaza.
Juárez, sin embargo, había invocado el poder del extranjero y sangre de
mexicanos había sido derramada por tropas extranjeras, de donde se ha deducido
y concedido generalmente que Juárez traicionó a su patria y violó su
independencia a manos de un enemigo benévolo para con él... La intervención
extranjera en los asuntos de México, era un hecho y Juárez la había provocado.
9
Ibid., pp. 89-90
González Luna, Efraín. Los católicos y la política en México, Condición política de los católicos
mexicanos, JUS, México 1988, p. 38
10
5
Cuando Miramón comenzó el sitio de Veracruz, prácticamente todo el país estaba
en manos de los conservadores, menos Morelia y Veracruz; pero con la
intervención de Turner, injustificable en Derecho Internacional, el aspecto de
las cosas cambió radicalmente. Perdidos sus buques, Miramón vio imposible la
captura de Veracruz, mientras que los juaristas, apoyados moral y
económicamente por los Estados Unidos y reforzados con hombres y armas
estadounidenses, salieron de sus escondites y renovaron sus ataques por todo el
interior.11
Daños económicos y sociales ocasionados por las leyes liberales
La Constitución liberal de 1857 estableció la independencia entre la Iglesia y el
Estado; sostenía la igualdad de todos los ciudadanos, declaró la enseñanza libre
en vez de la instrucción cristiana que se daba en las escuelas, no autorizó los
votos religiosos y quitó las restricciones de imprenta en favor de la religión
católica. En cuanto al derecho de propiedad, enfatizaba el derecho individual y
limitaba, sin suprimirlo, el derecho de propiedad de las corporaciones,
principalmente religiosas, por lo que privó a las corporaciones eclesiásticas de la
capacidad legal de adquirir o administrar bienes raíces, con la excepción de los
edificios destinados inmediata y directamente al servicio u objeto de sus
instituciones y facultó los poderes para ejercer en materias de culto la intervención
que dictaran las leyes.
Esta Constitución pretendía aliviar la presión de los grandes sectores de
campesinos sin tierra, con las tierras baldías y los latifundios de las corporaciones
civiles y religiosas. Por tanto, se suprimieron los ejidos, las tierras comunales, y las
tierras que tenía la Iglesia.
La Constitución de 57 – formada por una minoría radical, y aprobada casi sin
discusión por la mayoría de liberales moderados, según aseguran los mismos
constituyentes (Zarco) – no tuvo en cuenta el estudio del pueblo para quien iba a
legislar, sino que quiso reformarlo todo de un modo violento, y por eso en muchos
puntos quedó sin aplicación... Tantas aberraciones como contenía la Constitución
dieron lugar no solamente a que católicos como Zuloaga, o moderados como
Payno, se rebelasen contra ella, sino que rojos como Baz, y hasta su mismo
promulgador – Comonfort – la desconociesen.12 Esta Constitución contenía tales
despropósitos, aun en materia política, que era imposible gobernar con ella y así
llegaron a reconocerlo inclusive algunos liberales.
A la Constitución de 1857 se añadieron después las leyes de reforma
promulgadas por Benito Juárez en 1859, las cuales decretaban la supresión de
todas las Órdenes religiosas y la nacionalización de todos los bienes del clero
secular y regular. Además, se declaraba al matrimonio como un contrato
meramente civil, sujeto solamente a las autoridades civiles.
11
12
Márquez Montiel, Apuntes de Historia Genética Mexicana, pp. 362-363
Ibid., pp. 107-108
6
Juárez, encerrado en Veracruz bajo el amparo de los yanquis, se dedicaba a
promulgar sus famosas leyes de Reforma. Por ellas decretó no ya la separación
entre la Iglesia y el Estado, sino la subordinación de aquélla a éste... Esta ley...
aparte de ser injusta, fue inconstitucional, puesto que – como escribe D. Blas
Gutiérrez – “la Constitución reconociendo a la Iglesia no podía expropiarla porque
no pidió su consentimiento ni la indemnizó; ni podía confiscarla porque la
confiscación estaba prohibida por el artículo 22” (leyes de Reforma, pp. 2 y 38).
Así pues, esa ley, como todas las de Reforma, fue una adición que desgarraba
cada artículo de la ley fundamental a la cual Juárez tenía por bandera y reformaba
a cañonazos, que dijera Rabasa (La organización política de México, p. 162).13
Fue patente el despilfarro que se hizo de los bienes de la Iglesia y del saqueo de
que fueron víctimas algunos templos, como las catedrales de México, Morelia,
Zacatecas, y la Colegiata de Santa María de Guadalupe. Jamás gobierno alguno
del México independiente había tenido tantos recursos a su disposición
como el de Juárez en 1861, a consecuencia de la nacionalización de los bienes
eclesiásticos, que importaron más de 60 millones de pesos. Pero jamás tampoco
había habido el despilfarro que entonces. Los bienes se regalaban por casi
nada y en realidad sólo sirvieron para enriquecer a unos cuantos.
Según las leyes civiles, no podía venderse ninguna propiedad nacional si no era
en subasta pública y previo avalúo. Nada de esto se observó entonces. Las ventas
se verificaron por contratos secretos, los cuales desaparecieron cuando Juárez
marchó a San Luis Potosí. Como ejemplo de venta censurable se cita la del
Colegio de Puebla tasado en 200 mil pesos y vendido en cinco mil. 14
Con estas medidas se fortaleció el poder del Estado; sin embargo, la
desamortización de los bienes de las corporaciones, extendida a las propiedades
comunales de pueblos, de las comunidades indígenas, de congregaciones
religiosas, etc., despojaba a los menos preparados para vivir, perjudicando
también a los municipios a los que despojó de sus “propios” y provocó un aumento
de desheredados, además de favorecer el latifundismo al no poner traba alguna a
los poderosos.15 En este sentido, José Vasconcelos, el “Maestro de América”, se
refiere a su paisano oaxaqueño en estos términos:
“La Reforma, pues, proletarizó a las comunidades indígenas. Y es de una
ironía dolorosa considerar que fue Juárez, un indio, quien privó de sus
tierras a sus compatriotas que la ley española había elevado a la categoría
de propietarios”.16
13
Ibid., pp. 115-116
Gutiérrez Casillas, S.J., José. Historia de la Iglesia en México, editorial Porrúa, México 1984, p. 317
15
Cf. Conferencia del Lic. José González Torres. La Constitución, el pensamiento liberal y Acción Nacional,
en Romero Silva, Gabriel. Memorias del PAN (1957-1959), Tomo V, EPESSA, México 1993, pp. 23-26
16
Vasconcelos, José. Breve Historia de México, Colección Linterna Mágica, No. 30, editorial Trillas,
México 1998, p. 296
14
7
Al desamortizarse las tierras de la Iglesia, valuadas en aproximadamente una
vigésima quinta parte del valor total de las tierras del país en aquel entonces,
tierras productivas dedicadas al Bien Común (y de mala fe llamadas de “manos
muertas”), los campesinos, peones pobres respetuosos de las excomuniones de la
Iglesia, no pudieron comprar estas tierras. Los bienes de la Iglesia pasaron
entonces a unas “manos tan vivas”, que en diez años se desaparecieron.
Por otra parte, en una época en la prácticamente no había bancos, la principal
fuente de crédito había sido la Iglesia, la cual prestaba entonces su capital al
módico interés de 6% anual, por lo que la Iglesia Católica en México, más que una
mano muerta que poseía esos capitales era una mano bienhechora, pues
prestaba dinero por más de lo que valían las fincas, además de prestar sus tierras
a los campesinos a una módica renta. En cambio, con las nuevas leyes, quienes
contrataban créditos hipotecarios después de la desamortización, tuvieron que
hacerlo con particulares que cobraban el 2% mensual cuando menos, ya que otra
ley había permitido la libertad ilimitada en el tipo de interés, por lo cual, los pobres
cayeron en poder de usureros sin entrañas. Además, millares de niños y de
enfermos se quedaron sin instrucción y sin auxilios, es decir, el gobierno los dejó
en la miseria y en el desamparo.
Al repartirse las tierras desamortizadas de la Iglesia con las tierras de
comunidades y de ejidos, se formaron los latifundios, pues las tierras quedaron en
manos de unos cuantos extranjeros, criollos y mestizos que sí tenían capital y no
temían las leyes de la Iglesia en la que no creían.
Eso resultó ser un gran bocado para los ricos sin escrúpulos, golosos de tierras...
A esos ricos los llama Molina Enríquez “Nuevos Criollos”, en cuyas venas ni
siquiera corría siempre sangre española.17
Gobierno en bancarrota
No pasó mucho tiempo sin que el despilfarrado gobierno de Juárez se encontrase
otra vez en estrecheces económicas, al grado de resolver (ley del 27 de julio de
1861) la suspensión del pago de la deuda exterior por dos años. Tal decisión hizo
que España e Inglaterra sospechasen una insolvencia del gobierno.18
En efecto, tan pésima fue la administración del gobierno juarista, que en poco
tiempo se encontraba en bancarrota y tenía que pedir un préstamo forzoso y
ordenar, por medio del Congreso “que se faculta al gobierno para que se
proporcione recursos de cualquiera manera que sea con el fin de destruir a la
reacción” (Cuevas). Por su parte los Estados Unidos por conducto de su
representante Mr. Corwin, ofrecieron a Juárez un préstamo con hipoteca de
terrenos baldíos en varios Estados del norte, pagaderos en seis años so
pena de perder México esos terrenos baldíos. Juárez aceptó el convenio, no
17
18
Schlarman, op. cit., p. 444
Ibid., p. 367
8
así el Senado norteamericano. Además, Juárez consintió, por medio del
convenio “Wike-Zamacona” que los agentes consulares ingleses cobrasen
directamente de las aduanas, o más bien, de los importadores, las asignaciones
para los tenedores de bonos, autorizándolos para examinar los libros. El liberal
Vigil confiesa que este convenio “hubiera equivalido a perder nuestra soberanía
sin disparar un cañonazo, incompatible absolutamente con el honor y la
independencia de la República”.19
No sabe qué hacer con el ejército
Una vez concluida la intervención francesa en 1867, Juárez no supo resolver el
problema de la integración de los militares a la vida civil.
Al tiempo de la toma de Querétaro y de la capital, había unos 90,000 hombres
sobre las armas, lo cual creaba el difícil problema de volver a encauzarlos en la
vida civil. Para el modo iluso de ver que tenía Juárez, los soldados no habían
hecho más que cumplir con un deber patriótico y con eso terminaban las
responsabilidades del gobierno para con ellos, según aquel dicho de que: “El Moro
ha prestado su servicio, ya puede irse el Moro”. Como el erario público estaba casi
vacío después de tantos años de guerra, Juárez desechó la idea de otorgar
pensiones militares, por falta de dinero, una vez agotados y vergonzosamente
disipados los recursos que su gobierno había obtenido de la desamortización de
los bienes del Clero. Así pues, reteniendo un ejército de 20,000 hombres, despidió
a los demás a sus casas, sin más preliminares, pero dejando amargados a los
soldados, quienes al retirarse decían de Juárez que era “ingrato e
inhumano”... Los 70,000 soldados que Juárez había licenciado, sin otra
recompensa que un “gracias”, se convirtieron en una amenaza social, y aunque
muchos volvieron a la vida civil ordinaria, otros muchos, en cambio, no quisieron o
no pudieron hacerlo, y la sangre les hervía en las venas, puesto que lo único que
sabían de México eran las conmociones políticas y revolucionarias de que éste
había sido escenario en los últimos cincuenta y tantos años. La educación, como
resultado de las restricciones impuestas por la Constitución de 1857 y las leyes
penales de Juárez había sucumbido por completo. Las florecientes escuelas
religiosas habían dejado de existir, pero ninguna otra había venido a
reemplazarlas. En vez de libros, se habían repartido machetes, rifles y espadas, y
en vez de aprender el cultivo de la tierra, habían aprendido a matar.
El mismo Juárez les había enseñado el modo de confiscar, destrozar y saquear,
así que, una vez suprimida la sanción oficial, se dejaron llevar de su propia
iniciativa, y a consecuencia fue que bandas de salteadores, ladrones y asesinos,
merodeaban por los caminos e infestaban el país. Su herencia era el desorden y la
violencia, y aun hubo antiguos generales que se hicieron jefes de bandoleros. Con
frecuencia había secuestros de personas para exigir rescate. Los historiadores
llegan a llamar a este periodo “la época de los plagios”. Juárez se alarmó
19
Márquez Montiel, Historia de México, op. cit, pp. 167-168
9
seriamente, y logró por fin que se dieran leyes para poner dique a los males del
bandidaje.20
Porfirio Díaz aprovechó hábilmente la impopularidad de Juárez entre los soldados
y más tarde surgiría el partido político de los porfiristas.
Por temor al poder político de los porfiristas, Juárez le ofreció a Porfirio Díaz el
puesto de Presidente de la Suprema Corte de Justicia, aunque era evidente su
incapacidad legal y su falta de preparación para el cargo, el cual requería de un
jurisconsulto. De todos modos, el general Díaz no aceptó la oferta, aunque había
estudiado algo de leyes.
Otra vez compromete la integridad del territorio nacional
El gobierno de Juárez se encontró, al triunfo del partido liberal, con una situación
por demás dolorosa. Los capitales habían huido al extranjero; la industria se
encontraba en bancarrota; las personas de verdadero valer habían emigrado o se
habían retirado de la política; el bandolerismo se hallaba en su apogeo y, para
colmo de desgracias, el gobierno, con sus reformas legales a la Constitución y su
persecución religiosa contribuyó a aumentar el caos y la anarquía.
El gobierno juarista... celebró dos contratos con poderosas compañías
yanquis hipotecando terrenos de Tamaulipas y de San Luis Potosí y
comprometiendo la integridad territorial de la Baja California. Se reformó la
Constitución sin los requisitos establecidos por ella.21
Otras incongruencias
En las elecciones presidenciales de 1871 Juárez, Lerdo y Díaz se presentaron
como candidatos, resultando ganador Benito Juárez, aunque con evidentes
fraudes electorales. Porfirio Díaz se levantó en armas con el Plan de la Noria
para arrojar del poder a Juárez, pero fracasó.
Juárez gobernó durante 15 años, más del doble que Antonio López de Santa
Anna, quien apenas pudo sumar unos seis años de gobierno. Santa Anna,
ambicioso y petulante, astuto y despótico, fue más que nada, Santaannista, y si es
verdad que reprimiendo el vandalismo hizo bien al país, con todo, su dictadura,
particularmente la de 1853-1855, hizo gemir de dolor al pueblo. Y sin embargo,
debe advertirse que esta última vez, para evitar la anarquía que se extendió sobre
la nación después de la infame guerra que nos hizo Estados Unidos, fueron los
mismos yorkinos los que lo reinstalaron en el poder, ya que yorkinos fueron
Gregorio Dávila y Benito Juárez que lo llamaron a la presidencia, y yorkinos
también Basabre y Miguel Lerdo de Tejada, que fueron a traerlo hasta su destierro
20
21
Schlarman, op. cit., pp. 445-448
Márquez Montiel, Historia de México, op. cit., pp. 202-203
10
de Colombia, como lo asienta el masón José M. Mateos en su “Historia de la
masonería en México” (cap. XVII, p. 124).22
A Juárez se le ha cuestionado por no haber mostrado magnanimidad con
Maximiliano, quien era como él un liberal, cuando éste fue derrotado por las tropas
juaristas y fusilado en el cerro de las Campanas en 1867.
Casi todas las acusaciones que se hicieron a Maximiliano, podían con igual
derecho hacérselas a sí mismos Juárez y sus secuaces; pero a Juárez le
importaba tremendamente la sentencia de muerte del Emperador... Hasta supo
desentenderse de la súplica que le envió Seward pidiendo clemencia... No era
Juárez para tomar a Lincoln como dechado.23
Además de esto, no hay que olvidar que la mayor parte de los liberales se adhirió,
con todo el pueblo, a la intervención y al Imperio. Risa da, pues, la estúpida ley del
25 de mayo de 1862, promulgada por Juárez, en que se declara traidores a los
intervencionistas y monarquistas porque – como lo apunta Pereyra – “declaraba
prácticamente culpables a todos los mexicanos, puesto que la autoridad de
Maximiliano fue reconocida por la gran mayoría del pueblo”... Los mismos liberales
no pudieron menos de servir a quien les ayudaba a vivir en orden y tranquilidad,
porque para ellos el Imperio – como dice Bulnes – “fue la verdadera gloria, la
verdadera Patria, la verdadera doctrina política” (463). En vista de esto no es de
extrañar que Payno haya encontrado – después del Imperio – ciento cuatro mil
solicitudes de empleo al gobierno de Maximiliano, hechas por los liberales,
por lo que Lerdo de Tejada le dijo: “si publica usted la lista nos quedamos sin
partido liberal” (Bulnes, 577). Pero, qué más: el mismo Juárez pidió desde el
Paso, Texas, donde vivía, a su apoderado en México, que revalidara los bienes
eclesiásticos que se adjudicó, reconociendo por ese hecho la autoridad del
Emperador...
Maximiliano, por su parte, - frívolo y versátil en extremo – no resultó el gobernante
que se esperaba, porque gobernó con las injustas y aborrecidas leyes liberales de
Juárez y con un ministerio por entero liberal... Se rodeó de liberales, él que era
liberal, y los liberales fueron minando su trono; y cuando se vio sin el apoyo de las
bayonetas francesas y sin el auxilio de los liberales que lo abandonaban, entonces
y sólo entonces se echó en brazos del partido conservador a quien había
despreciado y hasta tratado de disolver; partido que, dando una muestra de suma
lealtad, lo protegió hasta que pudo.24
La Nación oprimida por el liberalismo
Efraín González Luna se refiere a la opresión de la Nación en estos términos: La
época que se cierra en Querétaro con el fusilamiento de Maximiliano y sus
22
Márquez Montiel, Apuntes de Historia Genética Mexicana, op. cit., pp. 98-99
Schlarman, op. cit., p. 433
24
Márquez Montiel, Apuntes de Historia Genética Mexicana, op. cit., pp. 125, 131y 133
23
11
principales generales, en 1867, aseguró no sólo un triunfo episódico del “partido
liberal”, sino su predominio absoluto por mucho tiempo, la consolidación de la
reforma secularizada y anti-religiosa...
La nueva época que se inicia al consumarse la ruina del Segundo Imperio no ha
sido tampoco de ingreso a la normalidad política, de organización real y
funcionamiento práctico de instituciones en que tuviera cumplimiento el ideario que
selló su triunfo en Querétaro. El Estado mexicano siguió sometido a régimen
faccioso y subsistió la tensión patológica que tiene que ser la tónica de la vida
pública cuando se basa en una antinomia radical, en un conflicto no liquidado: la
antinomia entre una realidad social que se afirma incesantemente y un molde
oficial que la repudia y en el que es metida por la fuerza; el conflicto entre un
pueblo despojado del derecho de representación, a pesar de los textos legales y
de la propaganda, y el gobierno faccioso que se le impone.25
La gestación de un gran estallido social: la revolución
La desamortización, de la que ya hemos hablado, aumentó el número de los
desheredados y preparó la reivindicación que tarde o temprano habría de venir: la
Revolución Mexicana, tal como se presentó y con sus sangrientos caracteres en la
segunda década del siglo XX.
Es así como la Constitución de 1857, en lo positivo que tiene de legalidad
social, como en sus deficiencias y en sus violaciones posteriores, preparó el
movimiento revolucionario que formó la Constitución de 1917, en que
aparece ya una concepción nueva del Estado, con ingerencia en la
economía, más directa y orientada para el bien de todos.26
25
González Luna, Los católicos y la política en México, op. cit., pp. 44 y 46. Para comprender cómo fue
posible que una minoría anticlerical, antirreligiosa, a veces fanáticamente antirreligiosa, lograra tomar el
poder y fuera capaz de imponer contenidos doctrinarios, así como una Constitución que no estaban de acuerdo
con las convicciones de la gran mayoría del pueblo mexicano, puede leerse el interesante y esclarecedor
estudio de psicología social del doctor Juan Auping Birch (México y la modernización: la autoimagen
compleja del mexicano en el cambio, en México en el Cambio, Fundación Konrad Adenauer, México 1992,
pp. 34-44), quien explica cómo a raíz del trauma del mestizaje se cristalizaron conductas desordenadas
durante una evolución cultural de siglos, que hasta cierto punto fueron causa de rezagos económicos y
políticos de México.
26
Loza Macías, Dr. Manuel. El Pensamiento Económico y la Constitución de 1857, editorial Revista
Milicia, A.C. (Congregaciones Marianas), México 1984, pp. 280-281. (Primera edición, editorial JUS, 1959).
Previamente doctorado en economía por la Universidad Católica de Milán, el autor presentó esta tesis con la
que obtuvo el doctorado en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Cabe mencionar que
el expresidente Miguel de la Madrid realizó su tesis de licenciatura en derecho con similar título: “El
pensamiento económico en la Constitución mexicana de 1857”, en la que poco aborda temas económicos y sí
bastante más cuestiones de orden jurídico. La política económica de tendencia neoliberal (de la MadridSalinas de Gortari-Zedillo) se inicia en el sexenio de Miguel de la Madrid, el cual estuvo marcado por una
galopante inflación, controlada al final de su mandato por un pacto de “solidaridad” económica con control de
precios y bajos salarios. Fue en dicho sexenio cuando los comerciantes comenzaron a poner rejas al interior
de sus negocios debido al aumento de robos.
12
Carlos Castillo Peraza señala que en el Congreso de 1931 de la Unión Nacional
de Estudiantes Católicos (UNEC), en el que se abordaron diversos problemas de
México, se afirmó, en relación con la cuestión agraria que:
Los abusos de los liberales... trajeron como consecuencia un malestar social
que fue uno de los factores más importantes de la Revolución de 1910.27
En efecto, hacia 1909 las estadísticas mostraban que el 97 % de la superficie rural
de la República mexicana estaba en manos de 830 terratenientes, el 2 %
pertenecía a pequeños propietarios y el 1 % a los pueblos.
El eje del sistema hacendario eran el terrateniente y el administrador, quienes sólo
se preocupaban de recibir su parte en las cosechas; no se modernizó la técnica
agrícola ni se formó una amplia clase media mercantil.
- Grandes extensiones de tierra se dejaban sin cultivar
- Los salarios eran muy bajos, y en muchas ocasiones se pagaba en especie
- En las tiendas de raya, los peones de la hacienda se endeudaban heredando las
deudas a sus hijos
- La hacienda era autosuficiente: policías, jueces, prisiones, arrieros, carpinteros,
etc., le eran propios
- Con la protección a la industria, no se apoyó el mejoramiento del nivel del
pueblo, como mercado interno
- Los inversionistas mexicanos fueron aceleradamente desplazados por la
afluencia de capitales extranjeros. Los estadounidenses, al fin del porfirismo,
poseían más que todos los mexicanos juntos
- El desprecio del sujeto de la economía: el pueblo
- El analfabetismo era del 73.9 %, 78 % eran escuelas públicas y 22 % privadas,
pero sólo el 28 % de la población escolar era atendida; más del 50 % de las
viviendas, según el censo de 1910, eran “chozas”; más de 13 mil familias no
tenían hogar; 100 mil personas dormían a campo raso y 25 mil en dormitorios o
mesones
27
Castillo Peraza, Carlos. La primera oficialidad, en Palabra, revista doctrinal e ideológica del Partido
Acción Nacional, Año 3, No. 10, octubre-diciembre, México 1989, pp. 106-107. Castillo Peraza también
señala que se ... puede cotejar los de la generación fundadora de Acción Nacional con los de quienes dieron
vida, empuje y alma a una organización ejemplar: la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, la célebre
UNEC. Las coincidencias son notables y bien puede afirmarse que la primera oficialidad – “mandos
intermedios” o “cuadros”, diríamos ahora – que tuvo el PAN, estuvo mayoritariamente constituida, en
calidad y en cantidad, por unésicos. P. 104
13
- La deficiente higiene y la mala salud pública, como resultado de la mala
alimentación y deficiente vivienda, propiciaba epidemias como el tifo. Para quienes
ganaban de 10 a 15 centavos diarios, comprar un jabón significaba el 25 % de sus
ingresos. Había gran escasez de agua
- La servidumbre de los pobres, con las consecuentes humillaciones, castigos
desproporcionados, jornadas inhumanas y la insalubridad laboral en el campo y en
la ciudad.28
Con toda razón Efraín González Luna señaló de manera contundente:
fue el liberalismo quien comprometió la suerte de la libertad, donde
realmente se aplicó. En México dejó en libertad a una minoría y oprimió a la
Nación.29
Juárez frente a Manuel Gamio y a José Bravo Ugarte
Manuel Gamio, antropólogo que influyó considerablemente en el impulso
indigenista de la Revolución, escribió el libro Forjando patria (1916), en el cual
puso en duda la aptitud de Juárez como símbolo nacional. Gamio arguyó que la
consagración de Juárez como héroe era el resultado de los esfuerzos de una
minoría de mexicanos que habían tenido siempre “voz y voto”. Para la mayoría de
los mexicanos, continuó diciendo Gamio, a Juárez le falta significado, pues
aunque miembro de la raza indígena, Juárez poseía una cultura europea. Además,
hizo poco por los indios.30
El destacado historiador José Bravo Ugarte afirma que: ... es de notar que el
hombre símbolo de la Constitución de 1857 violase tan manifiestamente, con el
plebiscito, su artículo 127, que reservaba toda reforma constitucional al Congreso
y a las Legislaturas. Salvo pequeñas interrupciones, Juárez usó siempre, aun
durante este Periodo Constitucional, de “facultades extraordinarias”, dándoles la
mayor amplitud posible: comenzó por prorrogarse las que se le habían concedido
para hacer frente a la Intervención Francesa, alegando que, no habiéndose
firmado la paz, subsistía el estado de guerra, aun cuando no hubiera ya un solo
soldado francés en nuestro territorio... La muerte encontró a Juárez en pleno y
amplísimo uso de facultades extraordinarias... el presidente de la Constitución de
57 “no gobernó nunca con la Constitución”, como dice Rabasa... Juárez había
perdido prestigio en el partido liberal por el anticonstitucional plebiscito con que
deseaba reformar la Constitución y por las reformas que hizo a la Ley Electoral (14
de agosto de 1867)...
28
Cf. Loza Macías, Manuel. México: ¿una Revolución malograda?, Cuadernos para hoy, No. 17,
Secretariado Social Mexicano, México 1967
29
El Estado en el cruce de los caminos, en González Luna, Efraín. La Economía contra el Hombre y otros
Ensayos, Obras de Efraín González Luna, Tomo I, editorial JUS, México 1974, p. 158
30
Weeks, Charles A. El mito de Juárez en México, JUS, México 1977, p. 123
14
Hoy es claro que no hubo segunda guerra de Independencia en el sentido que ha
querido dársele, sino una guerra civil en la que también lucharon dos
Intervenciones Extranjeras, respecto de las cuales Juárez “es el héroe máximo del
Panamericanismo o sujeción de Hispano América al Imperio Nórdico”. Es claro
también – y muy repetido por los juaristas y políticos posteriores -, que la
Constitución de 57 era una ley falsa o inadaptada al pueblo mexicano, que
alternativamente condujo por sí misma a la dictadura o a la revolución: por
consiguiente, no es mérito sino demérito, habérsela impuesto al país.
Juárez, además, inició el periodo no decente de nuestra Historia, haciendo gala de
ser el hombre de la Ley, mientras burlaba el sufragio y la Ley, gobernaba
tiránicamente e impedía la educación política del pueblo. Y, por sugerir el principio
constantemente latente en su vocabulario de que es “Ley lo que se promulga” (por
impopular, injusto e irracional que sea), resulta nuestro primer gran falsificador
en el orden jurídico, responsable de que en México, a partir de entonces y contra
lo que exige un deber primordial, no se mire con respeto ni a la Ley ni a las
autoridades, que tan frecuentemente han sido meras falsificaciones. Juárez fue,
finalmente, uno de los principales destructores de nuestro rico patrimonio artístico
y bibliográfico.31
La promoción del mito de Juárez
Charles A. Weeks, acucioso investigador de los usos políticos e ideológicos de
Juárez, revisó los periódicos, revistas, libros y folletos publicados en México en un
periodo de cien años, desde 1872 hasta 1972, y es autor del libro El mito de
Juárez en México, en el cual afirma que:
Comenzando 1887, el gobierno trató de unir sus programas con los de Juárez por
medio de una manipulación oficial del mito de Juárez que consistía en
celebraciones, estudios laudatorios y libros de texto... Juárez existe principalmente
como un mito en México... El mito de Juárez consiste de tres elementos
principales: el hombre ligado a una realidad histórica, los significados asociados al
nombre (formando, en conjunto, el símbolo) y finalmente el grupo, institución o
individuo específico que crea y emplea el símbolo. Este mito ha sido parte integral
de la historia mexicana desde 1867... Las conmemoraciones en honor de Juárez,
en la ciudad de México, a menudo se convirtieron en demostraciones de elogio de
los ocupantes de la silla presidencial... Los representantes del PRI tomaron
siempre parte y a menudo hicieron discursos... Organizaciones estudiantiles y
laborales, formadas generalmente por empleados gubernamentales con el día
libre, formaban las necesarias “masas”... Las publicaciones del gobierno ayudaron
a los presidentes de la República en su esfuerzo para aprovechar y elaborar el
mito de Juárez... En 1959 un decreto estableció una Comisión de Libros de Texto
Gratuitos... El patrocinio gubernamental de los centenarios de Juárez culminó con
la proclamación de 1972 como “Año de Juárez” en México... Ya en 1972 los
31
Bravo Ugarte, José. Historia de México, México I, Independencia, caracterización política e integración
social, Tomo Tercero, JUS, México 1962, pp. 349-350 y 353
15
gobiernos mexicanos tal vez se habían convertido en los agentes más importantes
en el desarrollo y perpetuación del mito de Juárez en México.32
El 19 de diciembre de 1948, en un mitin de los Sinarquistas en el Hemiciclo a
Juárez de la Ciudad de México, se cubrió su estatua con una capucha negra
“porque no queremos mirar a este bandido ni queremos que él nos mire a
nosotros”. Este acontecimiento motivó que liberales y masones lanzaran
consignas y protestas. Los juaristas pidieron la disolución de la Unión Nacional
Sinarquista y la proscripción legal de su brazo político, el Partido Fuerza Popular.
Se canceló el registro del partido y en desagravio al “benemérito”, se declaró al 21
de marzo, fecha del natalicio de Juárez, como día feriado.33
Acción Nacional vs. el mito de Juárez
Weeks afirma que el Partido Acción Nacional trató a Juárez como una creación
“oficial”, algo diferente del hombre real, y de importancia para los que lo alababan
sólo como medio de afianzar sus intereses. Por ejemplo, el periódico (la revista)
del PAN, “La Nación”, reaccionó ante la celebración del 21 de marzo de 1953 y
dijo que fue un asunto en el que los participantes usaron a Juárez sólo como un
medio para promover su causa.34
“La Nación” caracterizó la conmemoración de 1959 como una reunión de “la
familia”. Todos los que asistieron - dijo “La Nación” -, estaban vinculados con la
maquinaria oficial. “El verdadero sentido de la presencia de obreros y burócratas
en los lugares de homenaje – comentó La Nación – lo sintetizó un cartel que fue
colocado en el Instituto Psicopedagógico, dependiente de la Secretaría de
Educación:
Los que asistan a la ceremonia de
Aniversario del Benemérito – decía –
podrán tomar sus vacaciones
desde el lunes.35
“La Nación” atacó lo que consideraba la corrupción del gobierno de Alemán, por
medio de una referencia a Juárez: “Si – dijo La Nación – de acuerdo con la frase
de sus mismos partidarios, Juárez guardó – sin aplicar – la Constitución para
salvarla, las cosas se ponían más fáciles. Y el general Sánchez Taboada se siente
32
Weeks, op. cit., pp. 34, 169, 137, 138, 142 y 143
Cf. López Ríos, Bernardo. El Partido Acción Nacional en la Historia de México (1939-1988), con
antecedentes y contexto internacional, Centro de Formación Política del Comité Directivo Regional del PAN
del D.F., México 2000
34
Cf. 21 de marzo, en revista La Nación, 29 de marzo, México 1953, p. 4
35
Cf. La familia en el monumento: con sus acarreados, en revista La Nación, 29 de marzo, México 1959, pp.
3-4; Ver también: El finado don Benito, en revista La Nación, 26 de julio, México 1947, pp. 3-4
33
16
dispuesto a ‘salvar’ la Constitución y hasta la democracia, mientras no falten los
regalitos a cargo del presupuesto”.36
En 1971 “La Nación” señaló que los seguidores de Echeverría, el candidato del
PRI, emplearon la celebración del nacimiento de Benito Juárez con el fin de atraer
apoyo para su candidato,37 reseñó Weeks.38
Juárez frente a Gómez Morín
Si se me pregunta qué pienso de Juárez, autor de los primeros fraudes
electorales, y de los más constantes, puedo decir que fue un mexicano típico del
partido oficial.39
36
18 de julio. Cómo fue el anti-constitucional juramento de la Constitución, en revista La Nación, 24 de
julio, México 1950, p. 24
37
Cf. Revista La Nación, 1º de abril, México 1971, p. 8
38
Weeks, op. cit., pp. 154-155.
39
Wilkie, James W., y Monzón de Wilkie, Edna. México visto en el siglo XX: entrevistas con Manuel
Gómez Morín, JUS, México 1989, p. 115
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