4. Formación de la conciencia

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FORMACIÓN DE LA
CONCIENCIA
Objetivo
Valorar la importancia que tiene la formación
de la conciencia en los hijos y proporcionar los
elementos esenciales para ayudar a los padres
en esta formación.
FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA
Preguntas iniciales
1. ¿Qué entendemos por "Conciencia”?
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2. ¿Cuáles son los principios morales en los que creemos? ¿Cómo se los
transmitimos a nuestros hijos?
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3. En una escala del 1 (baja) al 10 (alta), ¿cómo se calificarían Uds. en
los siguientes rubros?:
Él
Ella
Sinceridad conmigo mismo
Sinceridad con los demás
Justicia con mis empleados
Fidelidad con mi cónyuge
Oración
Sacramento de la Reconciliación
Sacramento de la Eucaristía
Lectura de la Biblia
4. ¿Cuál es la misión o propósito trascendente que tenemos como
familia? ¿Para qué fin estamos como familia?
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FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA
Definiciones
Podemos encontrar diferentes definiciones para la «conciencia», a
saber:
a) Conciencia Metafísica: Es la propiedad del espíritu humano de
reconocerse en sus atributos; aquélla mediante la cual la persona
es capaz de volverse sobre sí misma y verse como ser inteligente,
libre, espiritual y a la vez material.
b) Conciencia Psicológica: Aquélla por la que la persona percibe su
propio yo, sea como objeto actual de su conocimiento, sea como
sujeto de toda acción que realiza en el mundo.
c) Conciencia Moral: La capacidad de percibir el bien y el mal, y de
inclinar nuestra voluntad a hacer el bien y a evitar el mal.
Naturaleza de la Conciencia
Es a esta última a la que nos referiremos de aquí en adelante, la
Conciencia Moral, que se expresa a través del juicio de conciencia que
indica: Bonum faciendum, malum vero vitandum, Hay que hacer el bien
y evitar el mal. A este juicio solemos llamar "voz de la conciencia". Tal
juicio, aparentemente simple, es de importancia trascendental, pues de
él depende la moralidad de nuestros actos y nuestro valor como
personas humanas.
1. La Educación de la Inteligencia. Siendo la inteligencia la facultad de
"aprender y razonar", reviste una importancia casi sin discusión su
vigilancia y desarrollo. Los niños están llenos de una curiosidad
innata y es necesario que como padres sepamos aprovechar esta
tendencia para encauzarla en la búsqueda de información válida y
correcta sobre cuestiones vitales.
2. La Formación de la Conciencia. La adquisición de conocimientos no
es el único fin de la inteligencia, porque su manifestación más
importante es en realidad la conciencia moral. Es decir, la recta
razón que nos dicta lo que tenemos que hacer cuando, en pleno goce
de nuestra libertad, nos encontramos ante una elección.
La
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conciencia moral no es innata, se forma y ésta es obligación de
nosotros los padres.
3. La Recta Conciencia. La conciencia es recta si el juicio que formula
acerca de la bondad o maldad de mi acto es conforme con la ley o
norma moral objetiva. La conciencia es el elemento subjetivo del
comportamiento humano, no es una facultad que está a merced del
capricho de la persona, sino que ha de seguir la norma que le marca
la ley objetiva.
4. El Acto Moral. Es el acto humano considerado bueno o malo. Para
poder emitir un juicio sobre un acto humano existen 3 elementos:
a) Objeto del Acto, desde el punto de vista moral. Por ejemplo,
hablar.
b) Circunstancias (qué, a quién se dirige, dónde, con qué medios,
premeditación, alevosía, ventaja, traición, etc.).
Habrá que
comenzar por uno mismo, analizando las consecuencias de los
actos.
c) La Finalidad o Intencionalidad del acto. La semilla de la pasión
dominante de nuestros hijos es la intencionalidad con la que
hacen -y después harán- las cosas en la vida.
5. La Ley y la Moralidad. Por lo tanto, si la conciencia es el elemento
subjetivo y formal de la moralidad del acto humano, la ley, natural o
revelada, es el elemento objetivo y material. No puede darse lo uno
sin lo otro: quien exagera el cumplimiento exclusivo de la ley,
descuidando la conciencia, cae en el ritualismo, en el formalismo y en
el fariseísmo; quien afirma exclusivamente la conciencia termina en
el subjetivismo o en el relativismo.
Sin embargo, el fijarse sólo en un aspecto o el pretender contraponer los
dos como términos irreconciliables es no darse cuenta de que uno
mismo es su autor y que, por lo tanto, se complementan mutuamente:
tras la ley está la esencia divina, idéntica a Dios, y tras la conciencia
está la voluntad divina, creando al hombre a su imagen y semejanza.
En el Nuevo Testamento la ley nueva es la ley del amor, la cual, en la
conciencia del cristianismo, es a la vez ley y gracia por el Espíritu Santo
que habita en su corazón. Cuando se vive con autenticidad, la ley
alcanza el punto perfecto de interiorización y la conciencia es llevada a
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cumplir cuanto aquélla prescribe. Así, armonizadas y complementadas
mutuamente, ley y conciencia, nos libramos tanto del legalismo como
del subjetivismo.
Deformaciones de la Conciencia
La recta conciencia no es algo adquirido de una vez por todas: como
todo lo que está ligado a la vida humana, nace, crece, se desarrolla, se
modela o se deforma, se renueva o se apaga y envejece con la misma
persona, según el cuidado que ésta le dedique. Es un hábito y una
actitud que hay que estar formando y revisando toda la vida.
1. Las Máscaras de la Conciencia. Existe una divergencia entre lo que
uno es y lo que uno aparenta, y surge cuando damos la espalda a la
verdad, a la propia verdad de nuestro ser, cuando a éste le
impedimos irradiar, desde el centro íntimo de nuestro corazón, hasta
el entorno social de nuestra actividad humana.
2. Conciencia Indelicada. Empezamos a deformar la conciencia cuando
admitimos a sabiendas pequeñas transgresiones a los deberes de
nuestra vida cotidiana, a nuestros compromisos con Dios y con el
prójimo. Por ejemplo: la falta de esfuerzo habitual en los actos de
piedad, sobre todo, en la misa o en la oración; el ambiente de
disipación interior que pone sordina a la voz del Espíritu Santo en el
alma; la falta de laboriosidad en el trabajo o en el estudio; los
pequeños engaños; las pequeñas concesiones a nuestras pasiones de
pereza y comodidad; la falta de control de las pasiones irascibles, etc.
3. Conciencia Adormecida. Es cuando nuestra conciencia no responde a
estímulos, sea emitiendo juicios acerca de la maldad o bondad de
nuestros actos, sea urgiendo a actuar o dejar de actuar, según la
voluntad de Dios. Puede ser por tibieza espiritual, por irreflexión o
insensibilidad. La pereza y vida de sentidos o el torbellino de la
actividad no deja espacio para la mirada y el oído interior. O
también, porque se le ha aplicado "un calmante espiritual" bajo la
forma de un propósito o principio moral falseado: "hay que tomar las
cosas con calma", "no hay que ser exagerado", "hay que obrar con
recta intención", aunque lo que hagamos no siempre coincida con la
voluntad o con las exigencias objetivas de nuestra condición de
cristiano.
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4. Conciencia Domesticada. La conciencia también se puede domesticar
y recortar a una medida cómoda. Tenemos entonces una conciencia
mansa, que nos presenta los grandes principios morales suavizados,
que nos ahorra sobresaltos, remordimientos y angustias. Ante las
faltas, sabe encontrar justificantes: "estás muy cansado", "todos lo
hacen", "obraste con recta intención, lo hiciste por un buen fin", "es
de sentido común", etc.
5. Conciencia Falsa o Deformada. Se presenta cuando la conciencia
emite un juicio que no concuerda con la norma objetiva de la ley. La
persona es responsable de ello cuando, debiendo hacerlo, desconoce
las implicaciones de la ley o cuando su depravación moral debilita su
capacidad de discernimiento ético. Sin embargo, cabe la posibilidad
de que la persona juzgue u obre al margen de la ley moral, creyendo
de buena fe que dicha ley no existe o creyendo interpretarla
adecuadamente.
Puede haber deformaciones por defecto o por exceso. Si la conciencia
exagera el papel de la ley hasta hacerla opresiva y angustiante, tenemos
la conciencia escrupulosa; si lo disminuye hasta hacerla casi
desaparecer, tenemos la conciencia laxa, que exagera la licitud de los
actos y admite excusas donde no las hay. Un caso típico de conciencia
deformada lo constituye la conciencia farisaica, es decir, el afán de
aparentar exteriormente rectitud moral, estando llenos por dentro de
rapiñas y codicia.
La Formación de la Conciencia
Para formar una recta y sana conciencia en nuestros hijos habremos de
obrar primordialmente con el ejemplo.
Así pues, todo lo que a
continuación se sugiera hacer con ellos, tendremos que vivirlo
personalmente primero nosotros, modelarlo con nuestro cónyuge
después, y hasta entonces pensar en exigir una actitud o respuesta a
nuestros hijos. Habremos de ser deseables de imitar por nuestros hijos.
a) Vigilancia Continua. La conciencia no es una facultad estática, exige
una formación continua, que empieza con la vigilancia. Como padres
de familia debemos estar atentos y analizar qué es lo que guía
nuestra conciencia, si nuestro egoísmo, o las sugerencias del
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demonio y los criterios del mundo o la voluntad de Dios, el Evangelio,
la ley de Dios y de la Iglesia, los deberes paternos, etc.
b) Balance. Se sugiere un balance diario de nuestra conciencia, así
como una gran sinceridad con nosotros mismos para ver cómo vamos
con relación a nuestro deber paterno.
c) Orientación Moral. Una guía espiritual es una forma muy adecuada
de formar nuestra conciencia. El orientador moral analiza junto con
nosotros nuestra situación personal, con sus logros y proyectos, con
sus conflictos y posibilidades; repasa con nosotros el plan de Dios y a
la luz del Evangelio.
d) Sacramento de la Penitencia. Para ir a la raíz misma del mal que
deforma nuestra conciencia, hay que acudir al sacramento de la
penitencia, que hace desaparecer nuestros pecados actuales y nos
comunica la gracia divina.
e) Sacramento de la Eucaristía. Gracias a la Eucaristía, la conciencia
moral del discípulo de Cristo llega a la vivencia radical de sus
exigencias profundas. En la celebración eucarística el hombre se
incorpora a Cristo de modo más consciente y pleno; en adelante, la
voz de su conciencia será no ya una voz vacilante y ansiosa, sino la
palabra de Dios, encarnada en nuestros corazones.
f) Apertura al Espíritu Santo. Para que haya connaturalidad entre la
voluntad divina y la conciencia, el primer requisito es, pues, el estado
de gracia. Para el alma en estado de gracia, la voz de la conciencia
viene a ser la voz del Espíritu Santo.
Cualidades de los padres
Para conquistar a los hijos en el modelaje ante ellos, los padres tenemos
que vigilar ciertas cualidades en el ser, en el hacer, en el tener y al
relacionarnos:
Cualidades en el Ser:
- Naturalidad: decir las cosas por su nombre y en la debida
proporción
- Serenidad: controlar los impulsos
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Optimismo: sacar o ver el lado bueno a lo malo
Buen humor: aún consigo mismos, no tomarse demasiado en
serio.
Cualidades en el Hacer:
- Orden
- Puntualidad
- Logros
- Trabajo bien hecho
- Coherencia.
Cualidades en el Tener:
- Desprendimiento
- Generosidad
- Señorío: "tener" las cosas, no ser "tenido" por ellas
- Sobriedad.
Cualidades al Relacionarnos:
- Prudencia
- Respeto
- Fidelidad
- Paciencia
- Amistad
- Amor.
Ideas para formar la Conciencia de los hijos
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Estudiar y dar a conocer la base objetiva (Catecismo, Evangelio,
etc.).
Reflexionar siempre antes de actuar.
Vida de oración. Hay que buscar el lugar para que hable Dios, el
mejor formador de la conciencia.
Vida de Sacramentos. Hay que darles el ejemplo. La Confesión, por
ejemplo, forma la conciencia. También se sugiere pedir ayuda y
consejo, mediante un guía espiritual, un confesor, etc.
Obrar siempre de cara a Dios.
Pedir ayuda constantemente al Espíritu Santo para que nos ilumine la
conciencia.
No desanimarse ante los fallos y aprender de las caídas.
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Formar hábitos. Por ejemplo: programar el tiempo, no desperdiciar
los tiempos libres, buscar el orden, la disciplina, etc.
Enfatizar las cualidades y virtudes de los hijos, pero sin "negar" los
errores o los defectos.
Aspectos prácticos para lograr el éxito en la formación
de la Conciencia
Reglas de la Conciencia:
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Nunca está permitido hacer un mal para hacer un bien. El fin no
justifica los medios.
La "Regla de Oro": "Todo cuanto queráis que os hagan los
hombres, hacédselo también vosotros primero" (Mt 7,12).
La caridad debe actuar siempre con respeto hacia el prójimo y su
conciencia.
Las lecciones de valores no habrán de enfocarse sólo en lo
negativo, sino también en la abundante cantidad de cualidades
positivas, como por ejemolo: prestar cosas o ayuda, apoyar al que
lo necesite (al débil, al pobre, al anciano), tener valor de decir la
verdad, etc.
Señalar a la gente honesta y valiosa con la que nos cruzamos
todos los días, e inspirarles un profundo amor y respeto por esta
gente.
Alabarlos siempre que sean amables, generosos, desprendidos,
etc.
Enseñarles a los hijos que eviten las cualidades negativas como:
mentiras, trampas, apodos, burlas, egoísmo, etc.
Infundirles un profundo amor y respeto por la Iglesia, el Papa, la
Virgen, Cristo, los sacerdotes, así como una gran estima por sus
enseñanzas.
Lecturas recomendadas
Catecismo de la Iglesia Católica - Tercera Parte “La Vida en Cristo”, Art.
6, números del 1776 a 1794.
Toma la Vida en tus Manos
Caesar Atuire
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Catholic.net
¿Cómo Soy?
Pilar B. de Camargo
Catholic.net
Tareas para la semana
Leer del Catecismo de la Iglesia Católica del 1776 al 1794 y comentarlos
entre los esposos.
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Reflexión en Grupo
Objetivo: Proporcionar a los padres de familia los elementos
fundamentales que los ayuden en la formación de la conciencia propia y
de sus hijos.
Instrucciones
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Dedicar 5 minutos para comentar las “Tareas para la semana” de la
sesión anterior.
Dedicar 20 minutos a contestar, por matrimonio, las preguntas
indicadas posteriormente.
Comentar las respuestas en grupo durante los siguientes 20 minutos
(3 minutos por pregunta, aprox.).
Hacer un resumen con los comentarios aportados.
Llenar la evaluación.
Acción de gracias.
Puntos para Reflexión
A continuación se presenta una serie de preguntas para discutirse al
interior del grupo de trabajo.
1. ¿Qué pasos iniciales hay que dar para comenzar un plan concreto
para formar la conciencia de nuestros hijos?
2. ¿Qué cambios sustanciales tenemos que dar como matrimonio en la
formación de la conciencia de nuestros hijos? ¿Qué necesitamos
hacer o dejar de hacer?
3. Si la vida de gracia y la oración son imprescindibles para el
"mantenimiento" de una sana conciencia, ¿qué proponemos para que
estos medios sean atractivos y constantes en nuestra vida?
4. ¿A qué nos comprometemos como grupo para dar un seguimiento
efectivo a nuestra búsqueda común por una conciencia recta?
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