Cueva de Altamira - Universidad Ecotec

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Cueva de Altamira
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Cueva de Altamira y arte rupestre
paleolítico del norte de España1
Patrimonio de la Humanidad —
Unesco
Réplica del techo de Altamira
(Museo Arqueológico Nacional)
Coordenadas
43°22′57.1″N
4°06′58.2″O
País
Tipo
Cultural
Criterios
i, iii
N.°
identificación
310
Región2
Europa
Año de
inscripción
1985 (IX sesión)
Año de extensión 2008
1 Nombre oficial según Unesco
2 Clasificación según Unesco
La cueva de Altamira está situada dentro del territorio de Santillana del Mar, Cantabria
(España), cerca de la capital municipal. En ella se conserva uno de los ciclos pictóricos
más importantes de la Prehistoria. Pertenece a los períodos Magdaleniense y Solutrense,
dentro del Paleolítico Superior. Su estilo artístico constituye la denominada escuela
franco-cantábrica, caracterizada por el realismo de las figuras representadas. Fue
declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985.
Contenido
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1 Historia
2 Las pinturas de Altamira
3 Historia del descubrimiento de las pinturas de Altamira
4 Las visitas a la cueva
5 Impacto cultural
6 Notas
7 Bibliografía
8 Enlaces externos
Historia [editar]
Las pinturas de Altamira, descubiertas en 1879 por Marcelino Sanz de Sautuola,
suponen el primer conjunto pictórico prehistórico de gran extensión conocido en el
momento. Tal descubrimiento determina que el estudio de la cueva y su reconocimiento
levante toda una polémica respecto a los planteamientos aceptados en la ciencia
prehistórica del momento.
El realismo de sus escenas provocó, al principio, un debate en torno a su autenticidad.
Su reconocimiento como una obra artística realizada por hombres del Paleolítico supone
un largo proceso en el que, también, se van a ir definiendo los estudios sobre la
Prehistoria.
Su primer defensor fue el propio Marcelino Sanz de Sautuola, su descubridor. Su valor
será avalado por los frecuentes hallazgos de otras piezas de arte mueble similares en
numerosas cuevas europeas. A finales del siglo XIX, principalmente en Francia, se
descubrieron pinturas rupestres innegablemente asociadas a las estatuillas, relieves y
huesos grabados aparecidos en niveles arqueológicos paleolíticos, unidos a restos de
animales desaparecidos (mamut, reno, bisonte, etc.).
En ese reconocimiento, destacó muy positivamente Henri Breuil. Sus trabajos en torno
al tema «El arte parietal», presentados en el congreso de la Asociación Francesa para el
Avance de las Ciencias en 1902, provocaron cambios sustanciales en la mentalidad de
los investigadores de la época.
Émile Cartailhac fue uno de los más grandes opositores a la autenticidad de Altamira. El
descubrimiento de grabados y pinturas a partir de 1895 en las cuevas francesas de La
Mouthe, Combarelles y Font-de-Gaume, le hace reconsiderar su postura. Tras visitar las
cuevas, escribió en la revista L'Antropologie (1902) un artículo titulado La grotte d'
Altamira. Mea culpa d' un sceptique. Ese artículo conlleva el reconocimiento universal
del carácter paleolítico de las pinturas de Altamira.
Fijada la autenticidad de las pinturas, se inicia el debate sobre la propia obra. La
divergencia entre los investigadores se centra en torno a la precisión cronológica, la
misteriosa finalidad de las mismas y su valor artístico y arqueológico. Estas cuestiones
afectaron, no sólo a la cueva de Altamira, sino a todo el arte rupestre cuaternario
descubierto.
El método del carbono 14 llevó a los investigadores Laming y Leroi-Gurhan a proponer
para las pinturas de Altamira una datación entre 15.000 y 12.000 años a.C. Pertenecían,
por tanto, al período Magdaleniense III.
Las pinturas de Altamira [editar]
Gran sala de polícromos de Altamira, publicado por M. Sanz de Sautuola en 1880
Localización - Santillana del Mar (Cantabria)
Datación - Su realización data del año 12.000 a. C.
Pigmentos empleados
- La pintura está hecha con pigmentos minerales ocres, marrones, amarillentos y rojizos,
mezclados con aglutinantes como la grasa animal. El contorno de líneas negras de las
figuras se realizó con carbón vegetal. Se aplicaron con los dedos, con algún utensilio a
modo de pincel y en ocasiones soplando la pintura a modo de aerógrafo.
Tratamiento del volumen - Aprovechan el relieve natural de la roca y a veces la
modelan interiormente para dar un efecto de volumen y movilidad.
Tratamiento del movimiento - El relieve de la cueva y el raspado de ciertas zonas
aporta a las imágenes gran movilidad y expresividad.
Iconografía - Las representaciones rupestres de Altamira podrían ser imágenes de
significado religioso, ritos de fertilidad, ceremonias para propiciar la caza o puede
interpretarse como la batalla entre dos clanes representados por la cierva y el bisonte.
La cueva de Altamira es relativamente pequeña: sólo tiene 270 metros de longitud.
Presenta una estructura sencilla formada por una galería con escasas ramificaciones. Se
definen tres zonas: la primera está formada por un vestíbulo amplio, iluminado por la
luz natural y fue el lugar preferentemente habitado por generaciones desde comienzos
del Paleolítico Superior. La segunda es la gran sala de pinturas polícromas, apodada
«Capilla Sixtina del Arte Cuaternario». Finalmente, existen otras salas y corredores en
los que también hay manifestaciones artísticas de menor trascendencia.
Podría decirse que el auténtico descubridor de las cuevas de Altamira es Modesto
Cubillas, un aparcero que en ese momento estaba cazando con su perro. Vio la cueva y
avisó a Marcelino Sanz de Sautuola, para quien trabajaba. Éste se introdujo en ella con
su hija de ocho años, María, pero no le dio importancia a la caverna hasta que María le
llamó para que viera ciertos dibujos realizados en el techo de una galería lateral. A partir
de ese momento, las cuevas de Altamira se han estudiado atentamente para descubrir su
significado, su técnica, etc. Su bóveda sigue manteniendo los 18 metros de largo por los
9 de ancho, pero su altura originaria (entre 190 y 110 cm) se ha aumentado al rebajarse
el suelo para facilitar la cómoda contemplación de las pinturas.
El animal más representado es el bisonte. Hay 16 ejemplares de diversos tamaños,
posturas y técnicas pictóricas. Se observan junto a caballos, ciervos y signos
tectiformes. Los artistas de la cueva de Altamira dieron solución a varios de los
problemas técnicos que la representación plástica tuvo desde sus orígenes en el
Paleolítico. Tales fueron el realismo anatómico, el volumen, el movimiento y la
policromía.
La sensación de realismo se consigue mediante el aprovechamiento de los
abultamientos naturales de la roca que crean la ilusión de volumen, la viveza de los
colores que rellenan las superficies interiores (rojo, negro, amarillo, pardos) y la técnica
del dibujo y del grabado, que delimita los contornos de las figuras.
El Bisonte encogido es una de las pinturas más expresivas y admiradas de todo el
conjunto. Está pintado sobre un abultamiento de la bóveda. El artista ha sabido encajar
la figura del bisonte, encogiéndolo, plegando sus patas y forzando la posición de la
cabeza hacia abajo. Todo ello destaca el espíritu de observación naturalista de su
realizador y la enorme capacidad expresiva de la composición.
Asociación de animales en el gran panel de la Cueva de Altamira (Cantabria, España)
según el paradigma de Leroi-Gourhan
La gran cierva, la mayor de todas la figuras representadas, tiene 2,25 m. Manifiesta una
perfección técnica magistral. La estilización de las extremidades, la firmeza del trazo
grabado y el modelado cromático le dotan de un gran realismo. No obstante, acusa, en
su factura algo pesada, una cierta deformación. Seguramente originada por el cercano
punto de vista del autor. Debajo del cuello de la cierva aparece un pequeño bisonte en
trazo negro.
El caballo ocre, situado en uno de los extremos de la bóveda, fue interpretado por
Breuil como una de las figuras más antiguas del techo. Este tipo de póney debió de ser
frecuente en la cornisa cantábrica; pues también le vemos representado en la cueva de
Tito Bustillo, descubierta en el año 1968 en Ribadesella. Es muy posible que sea de la
misma tipología que el representado en la cueva alcarreña de Los Casares.
Historia del descubrimiento de las pinturas de
Altamira [editar]
La cueva de Altamira es descubierta en el año 1868 por un cazador, llamado Modesto
Cubillas. El cazador descubrió la entrada de la cueva al intentar liberar a su perro, que
estaba atrapado entre las grietas de unas rocas por perseguir a una pieza.
En aquel momento, la noticia del descubrimiento de una cueva no tuvo la menor
transcendencia entre el vecindario de la zona. Es un terreno kárstico, caracterizado por
poseer ya miles de grutas; así que una más, no supuso ninguna novedad.
Marcelino Sanz de Sautuola, erudito en paleontología, debió conocer la existencia de la
cueva directamente por boca del mismo Cubillas, aparcero en su finca. No obstante, no
la visitó hasta el año 1875. La recorrió en su totalidad y reconoció algunos signos
abstractos, como rayas negras repetidas, a las que no dio ninguna importancia, por no
considerarlas obra humana. Cuatro años después, en el verano de 1879, volvió Sautuola
por segunda vez a Altamira. En esta ocasión, acompañado por su hija María, de 9 años.
Tenía interés en excavar la entrada de la cueva con el objetivo de encontrar algunos
restos de huesos y sílex.
El descubrimiento lo realizó, en realidad, la niña. Mientras su padre permanecía en la
boca de la gruta, ella se adentró hasta llegar a una sala lateral. Allí vio unas pinturas en
el techo, y corrió a decírselo a su padre. Sautuola quedó sorprendido al contemplar el
grandioso conjunto de pinturas de aquellos extraños animales que cubrían la casi
totalidad de la bóveda.
Al año siguiente, 1880, Sautuola publica una breve opúsculo titulado Breves apuntes
sobre algunos objetos prehistóricos. En él sostenía el origen prehistórico de las pinturas
e incluía una reproducción gráfica. Expuso su tesis al catedrático de Geología de la
Universidad de Madrid, Juan Vilanova, que las acogió como propias. Pese a todo, la
opinión de Sautuola no fue aceptada por los franceses Cartailhac, Mortillet y Harlé, los
científicos más expertos en estudios prehistóricos y paleontológicos en Europa.
La novedad del descubrimiento era tan sorprendente que provoca la lógica desconfianza
de los estudiosos. Se llega a sugerir que el propio Sautuola debió de pintarlas entre las
dos visitas que realizó a la caverna, negando así su origen paleolítico.
Ni la ardiente defensa de Vilanova en el Congreso Internacional de Antropología y
Arqueología, celebrado en Lisboa, en 1880, ni el afán de Sautuola evitaron la
descalificación de Altamira.
La oposición se hizo cada vez más generalizada. En España, el 1 de diciembre de 1886,
el presidente de la Sociedad Española de Historia Natural dictaminaba diciendo que
(...)tales pinturas no tiene caracteres del arte de la Edad de Piedra, ni arcaico, ni asirio, ni
fenicio, y sólo la expresión que daría un mediano discípulo de la escuela moderna(...).
Sautuola y sus pocos seguidores lucharon contra esa sentencia. La muerte de Sautuola y
la de Vilanova parecían condenar definitivamente las pinturas de Altamira a ser un
fraude moderno.
La aceptación de las pinturas no se produjo hasta 1902.
Las visitas a la cueva [editar]
Durante los años 1960 y 1970, los numerosos visitantes que accedieron a la cueva
hicieron peligrar su microclima y la conservación de las pinturas. Se creó un debate
sobre la conveniencia de cerrar Altamira al público. En 1977 se clausuró la cueva al
público para finalmente en 1982 reabrirse y permitir el acceso a un restringido número
de visitantes por día.
Entrada al Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira.
El amplio número de personas que deseaba ver la cueva y el largo periodo de espera
para acceder a ella (más de un año) hizo plantearse la necesidad de construir una réplica.
Desde 2001, junto a la cueva se levanta el Museo Nacional y Centro de Investigación de
Altamira, obra del arquitecto Juan Navarro Baldeweg. Destaca en su interior la llamada
Neocueva de Altamira, la reproducción más fiel que existe de la original y muy similar
a como se conocía hace 15.000 años. En su interior se puede contemplar una
reproducción de las famosas pinturas del Gran Techo de la cueva, llevada a cabo por
Pedro Saura y Matilde Múzquiz, catedrático de fotografía y profesora titular de dibujo
de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. En esta
reproducción se utilizaron las mismas técnicas de dibujo, grabado y pintura que
utilizaron los pintores paleolíticos. La reproducción se llevó a tal extremo que durante el
estudio de las originales se descubrieron nuevas pinturas y grabados.
Existen otras reproducciones de las pinturas en una cueva artificial realizada en el jardín
del Museo Arqueológico Nacional de España, en el Deutsches Museum en Múnich y en
el Parque de España en Tokio. En el Parque de la Prehistoria de Teverga, Asturias,
existe una fiel reproducción parcial del Gran Techo. Las tres últimas reproducciones
mencionadas han sido hechas también por el equipo de la Universidad Complutense.
Impacto cultural [editar]
Varios pintores han sido influidos por las pinturas de la cueva de Altamira. Después de
una visita, Picasso exclamó: "Después de Altamira, todo parece decadente".
Algunas de las pinturas polícromas de la caverna son estampas bien conocidas dentro de
España. El logo utilizado por el gobierno autonómico de Cantabria está basado en uno
de los bisontes de la cueva como promoción turística, así como el logotipo de Caja
España. El bisonte también ha sido utilizado por la marca de cigarrillos Bisonte.
En 1965 fue creado el personaje Altamiro de la Cueva, que daba nombre al tebeo del
mismo nombre. La historia narraba las aventuras de un grupo de hombres prehistóricos
de las cavernas, mostrados como gente moderna pero vestidos en taparrabos.
La banda de rock Steely Dan compuso una canción titulada The Caves of Altamira en
su álbum The royal scam (1976).
Notas [editar]
Bibliografía [editar]

Madariaga de la Campa, Benito (2000). Sanz de Sautuola y el descubrimiento de
Altamira. Santander, Fundación Marcelino Botín. ISBN 84-95516-18-7.
Enlaces externos [editar]
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Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Cueva de
Altamira.
Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira
Cueva de Altamira
CUEVA de ALTAMIRA y arte paleolítico
Información de las cuevas de Altamira y su museo anexo
Altamira, un legado del Paleolítico español
«La Unesco cataloga como Patrimonio de la Humanidad nueve cuevas
cántabras», en El Diario Montañés
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Cueva_de_Altamira"
Categorías: Cuevas prehistóricas de España | Cuevas prehistóricas de Cantabria | Cueva
de Altamira y arte rupestre del norte de España | Bienes de interés cultural de Cantabria
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ARTE RUPESTRE FRANCO-CANTÁBRICO. PALEOLÍTICO SUPERIOR.
Hace 15.000 años. Zona norte de la Península Ibérica. En el interior de una caverna un artista
anónimo pinta un bisonte en el techo de una zona recóndita. A la entrada de la cueva, el clan hace
las tareas diarias al amor de una hoguera. Fuera, el frío es intenso, todo está cubierto de hielo,
estamos en la última glaciación.
Hace 13.000 años aproximadamente. Un desprendimiento de rocas cierra la entrada de la cueva
y la aísla totalmente del exterior. Las pinturas quedan sumidas en el silencio y la oscuridad por
siglos.
1.879. Marcelino Sanz de Sautuola, estudioso cántabro aficionado a la arqueología y descubridor
de otras cuevas, visita la cueva de Altamira con su hija María de 10 años. Mientras el padre excava
el suelo en busca de evidencias arqueológicas, la niña exclama: “¡¡ Mira papá, bueyes !!”. Marcelino
le responde: “no son bueyes, ¡son bisontes!”. Inmediatamente los relaciona con la prehistoria y el
hombre del cuaternario.
Éste fue uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de la historia. Sautuola dató las
pinturas en el Paleolítico Superior, periodo magdaleniense. La élite de prehistoriadores franceses se
le echó encima acusándole de falsario por decir que eran tan antiguas y le llegaron a acusar de
haberlas pintado recientemente . Emìle Cartailhac fue uno de estos prehistoriadores que criticó y
atacó con saña a Marcelino asegurando que el hombre prehistórico no tenía la técnica suficiente
para realizar unas pinturas tan perfectas como las de Altamira, además, el colorido no podía ser tan
nítido después de tantos años. Sólo un científico defendió la tesis de Marcelino sobre la antigüedad
de las pinturas, fue el geólogo español Juan Vilanova. Ambos sufrieron enormemente las burlas y
ataques de los científicos franceses y algunos españoles.
Veinte años después del descubrimiento de Altamira comienzan a sucederse los
descubrimientos de cuevas con pinturas rupestres similares en el sur de Francia. Ya no es posible
seguir negando lo evidente: los bisontes de Altamira son auténticos y fueron realizados por el
hombre prehistórico en el Paleolítico Superior. Pero para Marcelino ya era demasiado tarde, había
muerto hacía algún tiempo y el reconocimiento llegaba con retraso. Cartailhac publica “Mea culpa
de un escéptico” donde, de forma elegante y caballerosa, reconoce su error y honra la figura de
Marcelino Sanz de Sautuola.
LA TÉCNICA.
El artista de Altamira graba primero sobre la pared de la cueva la figura deseada con una piedra
afilada. Posteriormente pinta sobre lo grabado, marcando el contorno en negro con carbón vegetal.
El relleno va en ocre logrado a partir de óxido de hierro en polvo. Utiliza agua para diluir los
pigmentos y los aplica o con la mano o con un tampón de materia vegetal o bien por soplado
(aerografía) con un hueso hueco de ave y proyectándolos como si de una cerbatana se tratara. El
pintor se ilumina con lámparas de tuétano, que dan una luz intensa y limpia y no ennegrecen las
paredes. La humedad natural de la cueva fija y mantiene la frescura de los colores.
Los animales representados son bisontes, renos, mamuts, caballos, ciervos, cabras, etc. Algunos
ya están extinguidos de Europa pues eran propios de clima frío. En Altamira concretamente, los
bisontes son el animal más numeroso y aparecen de pie, mugiendo, echados, con la cabeza vuelta,
etc. Casi todos están concentrados en el espectacular techo de 18 x 9 metros. El artista los pinta
muy realistas, con muchos detalles (hocico, ojos, cuernos, pelaje, sexo, pezuñas, rabo, etc.), los
conoce muy bien en su anatomía y comportamiento ya que los caza para comérselos. En un alarde
de perfeccionismo, el pintor aprovecha los salientes naturales de la roca para pintar encima los
bisontes y obtener un realismo absoluto con la sensación de relieve que se produce. Además de los
bisontes, Altamira cuenta con caballos, jabalíes, cabras y una monumental cierva de 2,25 mts.
EL MISTERIO.
Desde siempre nos ha intrigado el sentido y el propósito de las pinturas rupestres paleolíticas.
Primero se pensó en el “arte por el arte”, las figuras decorarían las cuevas dónde vivían. No
obstante, las zonas pintadas son recónditas, de difícil acceso y contemplación. Más creíble parece
la hipótesis de la “Magia de Caza”, es decir, el artista pintaría los animales que después cazaría el
clan. Muchos bichos tienen armas clavadas o les faltan partes de sus cuerpos (en Altamira hay
bisontes sin cabeza); sería tal vez una especie de vudú para propiciar la caza, de cuyo éxito
dependía la supervivencia del clan.
Existen también signos misteriosos en las paredes de las cuevas cuyo significado
desconocemos, podrían ser trampas, laberintos o alusiones sexuales a la fertilidad y fecundidad.
Otro motivo pictórico son las manos en positivo o en negativo (poner la mano sobre la pared y pintar
encima, al quitarla queda el negativo). El techo de polícromos de la cueva de Altamira tenía
originalmente una altura de 1 metro sobre el suelo, el artista trabajaría por tanto en incómodas
posturas.
CARACTERÍSTICAS.
En el arte rupestre franco-cantábrico (sur de Francia y Cornisa Cantábrica española) las pinturas
son polícromas, no forman escenas sino que son animales independientes y a veces superpuestos.
Casi no aparece la figura humana. No se representa movimiento, las figuras son muy realistas y
cada cueva muestra cierta especialización en una determinada especie (Altamira bisontes). Las
figuras están en lugares apartados y recónditos. Todo indica que las cuevas eran como santuarios
dedicados a ritos mágicos para propiciar la caza. Probablemente el brujo era el propio pintor. Ante
estos prodigiosos bisontes, llenos de elegancia y de fuerza, fruto de una enorme maestría e
imaginación, cabe preguntarse si los hombres del paleolítico eran, como algunos piensan, brutos,
toscos y salvajes.
LA CUEVA HOY.
La visita de miles de personas altera el microclima de la cueva (humedad y temperatura) y
estropea las pinturas. Ha sido necesario limitar drásticamente las visitas para garantizar su
conservación. Se ha inaugurado recientemente la “neocueva”, réplica exacta de la original que
permite sumergirse en el Paleolítico sin comprometer la obra original. La “Capilla Sixtina del arte
cuaternario” queda así preservada. Picasso dijo: “después de Altamira todo es decadencia”
refiriéndose a la perfección técnica alcanzada en la cueva; Rafael Alberti, impresionado a su vez al
visitarla, le dedicó unos hermosos y sentidos versos. Otras cuevas con pinturas rupestres
paleolíticas son Tito Bustillo (Asturias), El Castillo (Cantabria), Santimamiñe (Vizcaya), Niaux,
Lascaux y Rouffignac (Francia).
Cuevas de Altamira
Lo que hace a las Cuevas de Altamira, en Cantabria al norte de España,
tan especiales, son los asombrosos dibujos que cubren las paredes y el
techo.
Se supone que estos dibujos, en su mayoría de bisontes, caballos y
ciervos, han sido realizados entre 16.500 y 14.000 años atrás. Son
increíbles debido al hábil uso del color y, en algunos sitios, el artista ha
usado los contornos naturales de la roca para dar una calidad 3-D a las
imágenes.
Los dibujos fueron descubiertos por un noble local y su hija en 1879 y
han atraído visitantes desde entonces. Pero en la actualidad, se deben
hacer reservaciones con una anticipación de dos o tres años para
verlos, ya que el acceso es restringido para preservar la calidad de los
dibujos.
Las cuevas fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la
UNESCO y actualmente hay un museo cercano que exhibe una
reproducción exacta.
El acceso a las Cuevas
de Altamira es
restringido ya que el
dióxido de carbono
exhalado por los
visitantes daña los
dibujos paleolíticos.
Las pinturas de la Cueva de Altamira, uno de los monumentos más impresionantes del
arte paleolítico, fueron descubiertas en 1879 por el estudioso cántabro Marcelino Sanz
de Sautuola.
En una época en la que la ciencia oficial no admitía la existencia del Arte en el periodo
paleolítico, la verdadera importancia de estas pinturas no fue apreciada sino hasta veinte
años más tarde, no sin provocar grandes controversias. Sin embargo, la tenacidad de
Sautuola y del profesor Vilanova y Piera acabó por vencer el escepticismo de los
críticos, que no concebían que los cazadores del Paleolítico pudieran tener un sentido de
"lo artístico".
La cueva fue habitada durante los periodos Solutrense y Magdaleniense inferior. Tiene
un recorrido complejo de 270 metros y un trazado irregular a través de varias salas,
todas ellas con pinturas y grabados paleolíticos, entre los que destaca el techo de los
polícromos, considerado por Breuil la Capilla Sixtina del Arte Paleolítico y donde se
localizan los famosos bisontes. Las pinturas fueron hechas hace unos 15.000 años, y
representan a bisontes, caballos, ciervas, toros, signos y máscaras zoomorfas.
Las pinturas están realizadas con pinturas ocres de origen natural, de color rojo sangre y
contornos en negro. En ocasiones, el artista utilizó los salientes de las paredes para dar a
las figuras sensación de relieve. En conjunto, se trata de 70 grabados realizados en la
roca y cerca de 100 figuras pintadas, en las que merece la pena atender al gran realismo
de las imágenes y al excelente uso de la policromía. En definitiva, se puede afirmar que
las pinturas de Altamira son el más importante logro de la Humanidad en el periodo
paleolítico.
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