Documento 2623235

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PRESENTAN
Luis y el Señor Kandinsky
Ilustraciones de
Òscar Julve
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Es viernes. A la salida del colegio, Luis se despide de su mejor amigo, Javier.
—Me voy corriendo —dice Javi. Su abuelo le espera en la puerta—. Quiero llegar
a tiempo de ver el capítulo de TremensMan.
Luis arruga la nariz. Qué suerte irse a ver la tele. Él, en cambio, se queda a hacer
una actividad extraescolar de atletismo. El profe ya está en un rincón del patio
preparándolo todo para la clase.
—No te preocupes —le dice su amigo al ver su cara, antes de salir a toda prisa—,
el lunes te cuento lo que pase en el episodio de hoy.
—¡Adiós! ¡Hasta el lunes! —contesta Luis, y se va corriendo hacia donde están el
profe y sus compañeros de atletismo.
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Toca practicar la carrera de obstáculos y Luis no da una. Sale tarde, le cuesta
saltar las vallas y se cae más de una vez. Lo sigue intentando, pero está
despistado y durante toda la hora no hace más que pensar en las aventuras de
TremensMan, el Superhéroe Tremendo, que se debe de estar perdiendo.
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Al llegar a casa, tampoco puede ver la tele. Se ha hecho tarde y su padre espera
que él y su hermana Paula le ayuden en la cocina. Mientras están preparando la
cena, hablan de las cosas del día y, poco a poco, se le olvida el mal humor. Además
su padre siempre les dice que, al cocinar, para que salga bien, no hay que olvidar
el ingrediente secreto: LA ILUSIÓN.
Preparan una coca de sardinas. Su padre trae las verduras de un huerto urbano
del barrio. El domingo se celebrará un concurso de cocina y él va a participar con
esa receta. Por eso lleva ensayándola varios días. Quiere que le salga perfecta.
—No me gusta ir a atletismo —se queja Luis, mientras lava las verduras—.
Soy m uy malo, y ¡no sirve para nada!
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Su hermana Paula se ríe de él.
—Sí, eres muy malo.
—No es verdad —interviene su padre—. Y claro que sirve hacer deporte. Si no,
pregúntaselo a tu hermana.
A Paula le encanta patinar. Es de un equipo de hockey. Y siempre que puede lleva
los patines puestos. Incluso por casa. Incluso hoy. Incluso ahora.
—¡Ya lo creo que sirve! A ver quién pone la mesa más deprisa —le reta, y sale
patinando por el pasillo a toda velocidad con tres platos en la mano.
—¡Cuidado! —grita su padre, asomando la cabeza por la puerta.
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—¿Qué? ¿Qué os parece? —pregunta su padre cuando ya están a la mesa.
Luis y Paula se miran sin saber qué contestar. La verdad es que la coca de
sardinas de su padre está buenísima, pero les da miedo decírselo y que ya nunca
más vayan a hacer otra cosa para cenar.
Así que para cambiar de tema, Paula les pregunta si creen que a su madre
le gustará el regalo que tienen para ella. Al día siguiente por la mañana irán a
recoger a su madre al aeropuerto. Lleva una semana fuera, por trabajo, en
Bélgica. Últimamente tiene que ir mucho a Bruselas, pero es la primera vez
que pasan tantos días sin ella en casa. Aunque lo han pasado bien, todos tienen
muchas ganas de que vuelva. Por eso, para decirle de alguna manera cuánto la
han echado de menos, tienen algo especial para ella.
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Ahora su regalo da vueltas debajo de la mesa, entre los pies de Luis, de Paula y
de su padre. Es pequeño y de pelo claro, con unas orejas grandes y suaves, y una
cola que no para de mover.
Cuando intentaron pensar qué podían regalarle a su madre, Paula dijo que unos
patines y Luis, que un cuadro. Un cuadro de Kandinsky. Hacía poco, mientras
estaban en una librería ojeando libros de arte, había oído a su madre decir que
Kandinsky era un pintor fabuloso. Pero su hermana casi se muere de la risa con
la idea.
—Creo que los cuadros de Kandinsky no están a nuestro alcance —dijo su padre.
Y fue entonces cuando se les ocurrió lo del cachorro. Al menos cuando lo
adoptaron en el refugio de animales enseguida supieron cómo llamarlo: Señor
Kandinsky.
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