El acompañamiento espiritual al enfermo Temas de Formación CAMPAÑA DEL ENFERMO 2006 “No me molesta llegar tarde, me duele llegar solo.” H.S. Una noche un hombre tuvo un sueño. Soñó que iba paseando por una playa. A medida que caminaba, se iba proyectando en su mente la película de su vida. Se dio cuenta de que en cada escena de la película de su vida existían dos pares de huellas en la arena: las suyas y las de Dios. Cuando la última escena de su vida apareció ante él, volvió a mirar retrospectivamente las huellas sobre la arena de la playa. Entonces notó que muchas veces a lo largo de su vida había tan sólo un par de huellas... Comprobó que ocurría en los momentos más difíciles de su existencia. Llego a preocuparse en gran manera por este hecho, y preguntó a su Dios: —“Señor, tú me dijiste una vez que si decidía seguirte, caminarías siempre conmigo... Sin embargo he notado que durante los momentos de mi vida en que tenía más dificultades y problemas tan solo existía un par de huellas. No comprendo por qué cuando más te necesitaba más me abandonabas”. Su Dios respondió: —“Hijo, te quiero y nunca te he abandonado. En los momentos de angustia y sufrimiento, cuando tú has contemplado tan sólo un par de huellas, eran los momentos en que yo te transportaba en mis brazos”. (Anónimo brasileno) “Realmente, el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía.” Gen 28,16 2 Presentación En el mundo de la salud y la enfermedad, allí donde los hombres y mujeres se perciben vulnerables, sufren la enfermedad, la fragilidad y la muerte, son lugares donde las personas humanas viven las experiencias más radicales y determinantes de sus vidas. Dichas experiencias ponen al descubierto a quien las vive, le plantean interrogantes, la introducen en un mundo desconocido y misterioso, la colocan habitualmente en situación de necesidad y de dependencia, de inseguridad e incertidumbre. Cuando el ser humano está en circunstancias difíciles, en momentos de intensa fragilidad, se experimenta más que nunca el deseo de ser cuidado, el anhelo de ser dignamente acompañado. Sentirse acompañado en la enfermedad en el nombre del Señor y de la comunidad cristiana constituye un alivio y una fuente de consuelo y salud global para la persona. * En estos Temas de Formación intentamos, en primer lugar, aclarar conceptos básicos: qué significa acompañar, en qué consiste la dimensión espiritual, cuáles son las necesidades espirituales del enfermo. * En segundo lugar, señalamos algunas claves, que facilitan ese acompañamiento: la presencia acogedora, la escucha que sana, el diálogo, la empatía. Para acompañar con competencia no basta la buena voluntad. * En tercer lugar, acompañar en nombre del Señor y de la Iglesia supone tener de fondo, o mejor como modelo de Acompañamiento a Jesús, el Señor, por ello se añaden cuatro “Iconos Bíblicos del Acompañamiento” que pueden servir de trasfondo y reflexión para nuestra tarea pastoral. 3 Icono bíblico del «Buen Pastor»1 Un análisis de los contenidos de la imagen del «Buen Pastor» nos ayudará a descubrir formas concretas de encarnar el espíritu de la misericordia al lado de quien sufre. El modelo del «Buen Pastor» La imagen .del pastor aparece muchas veces en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. El significado de este icono es que Dios se comporta con su pueblo corno un pastor con su rebaño. Son muchos los verbos que describen la acción de Dios pastor, entre ellos: apacentar, conducir, guiar, buscar, conoce cuidar, custodiar, reunir, protege hacer salir, hacer entrar... Un texto del Antiguo Testamento especialmente denso de significado es Ezequiel 34,125. Un pasaje del Nuevo Testamento que ilustra la identidad y las actitudes del buen pastor lo tenemos en el evangelio de Juan 10,11-16. Analicemos este último texto sacando a luz las características del buen pastor que el agente de pas toral está llamado a encarnar en su actividad. «Yo soy el buen pastor» Jesús se define con el adjetivo «bueno», porque la bondad es el ingrediente esencial de quien quiere cuidar un rebaño. Esta virtud interior contrasta con la actitud del mercenario, el cual, como no ama a las ovejas, las abandona apenas sobreviene el peligro La bondad brota del corazón y se transmite con gestos de benevolencia. La oración divulgada por la Iglesia con motivo de la V Jornada Mundial del Enfermo reclama la necesidad de esta virtud en quien se acerca al que sufre: «Bendice las mentes, las manos y los corazones de quienes se acercan a nuestras enfermedades; haz que no nos consideren como un caso de estudio, un órgano que curar o un trámite que despachar, sino que vean nuestro rostro, comprendan nuestras ansiedades y hagan brotar nuestros recursos interiores. Haz que descubran que la sabiduría habita en Ja humildad y que la curación camina en compañía de la bondad». La bondad es ofrecer la ternura de Dios a quien se encuentra afligido. «El buen pastor da la vida por sus ovejas» Es fácil entender que el rebaño debe ser guiado, reunido y defendido. Pero parece paradójico e ilógico que el pastor sea capaz de dar su vida por las ovejas. Lo normal es que el rebaño sea para provecho del pastor, y no al revés. El ofrecimiento que el pastor hace de su vida nos trae a la memoria el amor incondicional de Dios por su pueblo «Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que tuviéramos vida por él» (1 Jn 4,9); «Nadie tiene amor tan grande como éste: dar la vida 11 Arnaldo Pangrazzi, Girasoles junto a sauces; Ed. Sal Terrae, Santander 2000 pgs. 15-21 4 por los amigos» (Jn 15,13); «En esto hemos conocido el amor: en que Él dio su vida por nosotros, y por eso también nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). Ofrecer la vida implica desprenderse de la propia seguridad para dedicarse humildemente al enfermo, dedicar nuestro tiempo y nuestras energías a confortar a quien está solo, acompañar en silencio a quien está agotado, estar en vela junto al agonizante. Ofrecer y dar la vida es el tiempo dedicado al amor. «Yo conozco a mis ovejas» Cristo tiene la capacidad de leer dentro de las personas, de conocer las intenciones y las necesidades. Intuye la vanidad y la hipocresía de los fariseos (Mt 23,1-21); la búsqueda que subyace a la curiosidad de Zaqueo (Lc 19,1-10); el drama de la viuda de Naím (Lc 7,11-15); los sentimientos que esconde la mujer que le seca los pies con sus cabellos (Lc 7,37-38)... El conocimiento que tiene de sus interlocutores le lleva a acogerlos, curarlos y consolarlos, según las circunstancias. Como los océanos retrayéndose permitieron que emergieran los continentes, así sucede también en la relación de ayuda: en la medida en que el agente se retira para dejar sitio y protagonismo al enfermo, éste se siente libre para manifestarse tal como es. La pastoral no puede reducirse a leves apariciones en momentos determinados o a intervenciones limitadas al ámbito litúrgico o sacramental. Requiere tiempo para entrar en el corazón de las personas, y no tener la presunción de interpretar sus necesidades sugiriendo recetas fáciles o usando frases hechas, que pueden herir más que curar. «...y mis ovejas me conocen a mí» Jesús se deja conocer por lo que es y por lo que hace. Cuando el ciego Bartimeo oye que pasa (Lc 18,35-43), le suplica a gritos: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»; Jairo, que sabe de su fama, le pide que vaya a su casa y cure a su hija moribunda (Lc 8,41-42; 49-56); las hermanas de Lázaro, conscientes de la profunda amistad que tiene con su hermano, le envían un mensaje: «Señor, tu amigo está enfermo» (Jn 11,3). Jesús deja que le vayan conociendo a través de sus parábolas y milagros, y uno le llama «profeta», otro «mesías», éste «maestro», aquél «hijo de David», el de más acá «hijo de María y de José», y el de más allá «hijo de Dios». Tampoco el agente de pastoral puede pretender que los demás se abran a él si él mismo no se muestra dispuesto a dejarse conocer, a compartir su propia humanidad. Si se mantiene cerrado en una función o se esconde detrás de la máscara de la profesionalidad, no deja que se transparente su propio ser, con las riquezas e imperfecciones que le componen. Cuanto más huma no sea en su acción, tanto mejor instrumento del Espíritu será. «Tengo otras ovejas que no son de este rebaño» El proyecto de salvación de Jesús quiere llegar a todos los hombres; no sólo a los hebreos, sino a todos. Los destinatarios de la buena noticia son los justos y los pecadores, los sanos y los enfermos, los pobres y los ricos. Su misericordia se dirige de manera especial a los lejanos, a los excluidos de la sociedad, a los que necesitan ayuda también el sábado, día sagrado para los hebreos. Dando precedencia absoluta al amor, entra en conflicto con los jefes del pueblo, con los doctores de la ley y de la cultura de su tiempo. 5 El amor como valor supremo se manifiesta en su contacto con los leprosos (Lc 5,12-14), en su acogida de los pecadores (Lc 7,37-49), en las curaciones que realiza en sábado (Lc 13,10-16), en el perdón que ofrece a la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,3-1 1), en la promesa del paraíso al ladrón arrepentido (Lc 23,40-43). La pastoral es abrir los brazos para acoger a todos, sin tener en cuenta para nada su raza, su pertenencia religiosa o su extracción social. El hospital se ha convertido en una encrucijada de la humanidad: en la misma habitación pueden encontrarse el religioso y el ateo, el joven y el anciano, el pudiente y el vagabundo, el que ha recibido gratificaciones en la vida y el que sólo ha encontrado desilusiones, el que vive de recuerdos y el que está lleno de proyectos, el musulmán y el budista, el que protesta continuamente y el que transmite serenidad, el que acoge y el que rechaza... El agente de pastoral está llamado a ser instrumento de misericordia especialmente para con quien se siente más abandonado, conforme al espíritu de la oración de Raoul Follerau: «Señor, enséñanos a amar no sólo a los nuestros; enséñanos a pensar en los otros, a amar, ante todo y sobre todo, a los que nadie ama... No nos permitas, Señor, vivir felices solos. Haznos sentir la angustia de la miseria universal y líbranos de nosotros mismos». «Oirán mi voz» Al encarnarse, el Hijo de Dios entra en nuestra historia humana. Sabe qué necesita realmente el corazón de los seres humanos, y conoce también sus resistencias. Su venida y su mensaje le han convertido en la figura central de la historia a lo largo de los últimos dos mil años. Muchos creyentes se han sentido atraídos por Él, porque se hizo vulnerable y se inclinó constantemente sobre la debilidad humana. La condición de vulnerabilidad hace al enfermo sediento de palabras que le animen y consuelen. Su corazón herido no necesita reproches, sino caricias. El mundo del sufrimiento reclama un lenguaje no abstracto, filosófico o racional, sino encarnado, concreto y participativo. En su mensaje, el agente de pastoral no debe apresurarse a defender a Dios ni entregarse a tonos piadosos o de fácil consuelo, sino valorar la aflicción interior de los que le escuchan y explorar con ellos itinerarios constructivos para afrontar mejor su dolor. El fruto de este anuncio, corno decía san Agustín, es que «quien escucha crea; creyendo, consiga esperanza; y esperando, ame». «Serán un solo rebaño y un solo pastor» La misión de Cristo consiste en agrupar a todos en la unidad, guiando a los hombres hacia Dios. La unidad se consigue amalgamando la originalidad de cada persona con la diversidad de los demás en sus respectivas culturas y tradiciones. La unidad no significa eliminar las diferencias, sino conseguir que las criaturas, en la diversidad de sus itinerarios, puedan afirmar la centralidad de Dios en la historia humana. La salvación no es un proyecto individual, sino comunitario. Toda la historia de la salvación, desde la llamada del pueblo de Israel hasta la elección de los doce apóstoles, 6 es un proyecto hacia la unidad. «Que todos sean una sola cosa; como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean una sola cosa en nosotros […]Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en la unidad» (Jn 17,21-23). Se colabora en el proyecto tratando de construir comunidad, actuando en unidad de intenciones con cuantos se sienten motivados a promover el Reino de Dios en el mundo de la salud. La meta de la unidad exige el compromiso de armonizar creativamente los dones de cada uno para ponerlos al servicio de Dios y del bien común. El agente de pastoral que hace suyas las, actitudes de Cristo, modeló de buen pastor, y las pp práctica, se convierte en icono viviente de la compasión 7 TEMA 1. EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL Uno de los temas más complejos de abordar en las sociedades contemporáneas es el del acompañamiento espiritual a las personas. En ocasiones, tenemos la sensación de que no disponemos de las condiciones idóneas para realizar dicho acompañamiento, que el entorno y la celeridad de la vida cotidiana hacen prácticamente imposible el ejercicio de acompañar y, sin embargo, el acompañamiento es una necesidad, máxime cuando uno atraviesa circunstancias difíciles, momentos de intensa fragilidad vital. Acompañar Acompañar viene del latín cum-panis Su significado tiene relación simbólica con lo que podríamos expresar así: “comer pan juntos”. En el Diccionario de uso del español de María Moliner leemos: “es también una de las distintas palabras derivadas del latín vulgar companio, onis y compania, las cuales proceden de panis-is, pan; con el significado de comer el pan juntos. Es también válido definirlo como “ir con alguien” Entre las acepciones del Diccionario de la Real Academia de la Lengua sobre el significado de “acompañar” podíamos fijarnos en dos de ellas: acompañar significa “estar o ir en compañía de otro”, también “participar en los sentimientos de otro”, intercambiar sentimientos, deseos, preocupaciones, esperanzas. El acompañamiento espiritual Es acompañar a las personas en el camino de sus vidas ayudándolas a descubrir en ellas la presencia de Dios. Es pues un servicio de misericordia y esperanza, de acogida y animación que realiza la Iglesia, como expresión de su misión. Por tanto lo que se plantea en el acompañamiento es el itinerario que precisa seguir el ser humano creyente para que se encuentre con Jesús de Nazaret y se ponga en actitud de continuar su misión. Lograr que la vida de un cristiano se configure con Cristo. Tradicionalmente al referirse al acompañamiento, se ha hablado de dirección espiritual. A lo largo de la historia se fue abriendo el concepto y se habló de psicoespìritual o acompañamiento espiritual en el que se tenía en cuenta la dimensión psicológica. Una posterior evolución toma en consideración la historia de la persona, su dimensión biográfica, pues en ella tiene lugar el encuentro con el Dios de Jesucristo. Al acoger y acompañar todo lo que acontece en la persona seremos capaces de ir construyendo una historia nueva. El acompañamiento espiritual al enfermo Hay algo que hace que el acompañamiento tenga aquí un matiz especial. Se trata de acompañar al ser humano en su caminar, pero marcado por la enfermedad y en situación de necesidad, en un mundo secularizado y a una persona no necesariamente creyente. Desde el plano espiritual entendemos que el fin del acompañamiento consiste en detectar las necesidades e intentar caminar con la persona en la satisfacción de las mismas. Se trata de intentar eliminar el sufrimiento innecesario, luchar contra el sufrimiento injusto y evitable, mitigar en lo posible el sufrimiento inevitable, asumir el sufrimiento que no se puede superar en actitud sana. Es decir, se trata de acompañar al enfermar a vivir de manera apropiada –no expropiada por el ayudante–, es decir, en clave de relación sana consigo mismo, con los demás, con el mundo y –para el creyente– con Dios, manteniendo en todo lo posible el protagonismo y la responsabilidad. 8 No se trata, pues, de lo que tradicionalmente se conoce como “dirección espiritual”, sino de acogen cuanto de espiritual se da cita en el acompañamiento al enfermo. El Acompañamiento espiritual al enfermo consiste, pues, en el ace4rcamiento al sufriente realizado “en el nombre del Señor” (Hch 3,6, 4,10; 16,18) Todo ello supone presencia acogedora, escucha, diálogo, empatía. Acompañar en los sentimientos y esperanzas del otro pasa entonces por hacer un camino con el otro, en nuestro caso, con el enfermo, yendo a su ritmo. Algunas tendencias a evitar Acompañar significa disponerse a entrar en la tierra sagrada del enfermo “descalzos”, libres de algunas tendencias más o menos arraigadas como: - la de moralizar sobre lo que el enfermo dice, siente, hace, etc.; - la de responder con frases hechas y consuelos baratos: “otros están peor”, “hay que animarse”, “con el tiempo todo se cura”, etc.; - la tendenia a investigar o a llenar la visita de preguntas; - la tendencia a decir al otro lo que tiene que hacer, sentir o pensar: “no te preocupes”, “no estés triste”, “no te desanimes”, “tienes que…”, etc; - la tendencia a decir aquello que uno mismo no cree: “todo irá bien”, etc. Algunas metas a conseguir Acompañar al enfermo entraña algunas características importantes, que son, también, metas a conseguir. Supone: asumir, “hacerse cargo” de la experiencia ajena acoger en uno mismo el sufrimiento del prójimo preocuparse por todo sin preocupar; conmoverse ante el otro sin compadecer; aguantar sus rarezas sin incomodarse; hacerle el bien sin crear dependencias; infundir ánimo, fuerza y esperanza; estar disponible sin disponer; recorrer el incierto camino espiritual de cada persona, con la confianza de que la compañía sana (que significa también “saber no estar”), ayuda a superar la soledad, genera comunión y salud en el sentido global, integral. mostrarle cercanía, confianza y amor. El que acompaña no dirige, sino que camina al lado; no impone, sino que insinúa; no aconseja, sino que discierne en común. Quien sabe acompañar genera salud. Consigue, con su discreta presencia, un mayor bienestar, una mayor estabilidad emocional, una compañía para compartir las preguntas por el sentido, las inquietudes y malos momentos que conlleva la enfermedad. Quien sabe acompañar mata la soledad con su delicada presencia, se pone junto al prójimo, se acomoda a su perspectiva con todos los sentidos en clave de servicio. Para pensar La vida se parece a un viaje que hacemos entusiasmados o dubitativos, solos o en compañía. El paso puede de pronto volverse lento y necesitamos que alguien esté a 9 nuestro lado y nos coja de la mano, sobre todo que nos dé la seguridad de una presencia. La enfermedad, con el sufrimienro que la acompaña y los miedos que evoca, es con frecuencia una experiencia de desconcierto y soledad. Sin haberlo planeado, nos sentimos extraños a nosotros mismos, sin referencias, inseguros. La presencia de los que nos quieren o de quien, por diversas razones, nos asiste y nos cura puede ser signo de una adhesión que creíamos haber perdido, de una relación que armoniza las partes de nuestro cuerpo y los fragmentos de nuestra vida, de un apoyo a nuestra esperanza a lo largo de nuestro caminar. Quien nos quiere o se interesa por nosotros puede estar a nuestro lado, a nuestra disposición, para evitar que nos ahoguemos o para ofrecernos el precioso tesoro de una proximidad que cura, que ama, que consuela. A veces no sucede así. Quien debería estar junto a nosotros se aleja y quien se acerca tal vez provoca una gran distancia con su relación. Tal vez porque el mismo se siente reflejado en nosotros y rechaza, en nuestro dolor y en nuestra enfermedad, su propio dolor y su vulnerabilidad. Quizá porque tiene miedo. Tal vez porque quisiera ayudarnos y no sabe cómo. […] Al lado del enfermo nos descubriremos mutuamente como excelentes compañeros de viaje. Y al despedirnos nos daremos cuenta de lo estupendos que han sido nuestro diálogo, el tiempo que nos hemos dedicado y nuestro caminar juntos. Luciano Sandrin Sandrín Luciano; Compañeros de viaje. El enfermo y su cuidador; San Pablo 2001 Cuestionario - Reflexionar sobre las características principales del acompañamiento realizado con los enfermos. ¿Está centrado en sus necesidades o, a veces, en las del que acompaña? - En qué medida al acompañar a los enfermos nos “hacemos cargo” de sus sufrimientos? ¿Hasta dónde ese “hacerse cargo” es saludable para el que sufre y para el acompañante? - El estilo no directivo de acompañamiento comporta evitar dar consejos en tono paternalista. ¿Es así nuestro estilo de acompañamiento? Compromiso Para orar BIENAVENTURANZAS DEL QUE ACOMPAÑA AL ENFERMO Bienaventurado el que con su silencio Sabe llegar al enfermo. Bienaventurado el que hace de la amabilidad la mejor de sus técnicas. 10 Bienaventurado el que sabe gastar su tiempo con los que sufren Bienaventurado el que comunica al enfermo gozo y esperanza. Bienaventurado el que permanece junto al enfermo compartiendo su fe, su esperanza y su amor. Bienaventurado el que defiende los derechos justos de los que no tienen voz. Bienaventurado el que ante el sufrimiento es capaz de irradiar serenidad. 11 TEMA 2. La dimensión espiritual “Cuando se habla de espiritualidad, hay quienes tienden a considerarla como sinónimo de pertenencia a una determinada religión. Aunque es verdad que para muchos la espiritualidad está directamente relacionada con su propia tradición religiosa, para otros no es así. Actualmente las religiones tradicionales están perdiendo influjo y dominio, mientras que crece el interés por la espiritualidad y por la búsqueda de la transcendencia. Hay un elevado número de personas que no conocen ni frecuentan la iglesia, el templo, la mezquita o la pagoda, pero que poseen una rica espiritualidad”. (A. Pangrazzi) Fácilmente identificamos la dimensión espiritual con la dimensión religiosa. La dimensión espiritual es lo más específicamente humano. De ella no podemos renegar, mientras que sí podemos optar por declararnos no creyentes, no “re-ligarnos” a ningún tipo de fe. Nos proponemos comprender el significado de la dimensión espiritual para acompañar a las personas en esta dimensión de la vida durante la enfermedad. Aproximación al termino espiritual El termino presenta hoy una gran ambigüedad y aparece como una palabra extraordinariamente polisémica. “No es una casualidad que la decadencia de la sociedad materialista tenga como correlato el deseo de espiritualidad”. (R. Inglehardt). Vivimos una emergencia de lo espiritual en un claro tono sincrético, y a lo sumo en un tono interreligioso o ecuménico. Es decir, hay una apertura a lo espiritual, pero desde el sincretismo, desde la unión de tradiciones espirituales distintas. En las grandes antropologías de corte judeo-cristiano, se contempla el reconocimiento de una dimensión espiritual en el ser humano que se puede cifrar de maneras muy distintas. En esta sociedad materialista, aparece, frecuentemente, como una moda que es siempre frecuente en contextos muy caóticos. El ciudadano de un mundo invertebrado parece tener necesidad de recogimiento y de reencuentro consigo mismo. La emergencia de lo espiritual tiene que ver con la crisis del pensamiento utópico y la percepción del mundo como un todo caótico. En nuestra cultura occidental, el espíritu se define como “ser inmaterial y dotado de razón” y también como “alma racional”. En la antigüedad el filósofo Aristóteles lo entendía así: “Aquello por lo que nosotros vivimos, sentimos y ante todo pensamos” (Del alma, 414 a,12). En la Biblia, al igual que el alma, el espíritu del hombre designa a la persona en su más secreta intimidad o en su totalidad. A diferencia del animal, el hombre es creado “a imagen de Dios” (Gn 1,27); tiene una dimensión material y una dimensión espiritual: “Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y le infundió aliento de vida, y fue así el hombre ser animado” (Gn 2,7). Dimensión específicamente humana El ser humano está dotado de una dimensión espiritual que lo diferencia de los otros seres de la creación y lo abre a la trascendencia . La dimensión espiritual es algo específicamente humano, seamos creyentes o no. La experiencia de la enfermedad hace que surjan preguntas sobre el sentido de la vida, del sufrimiento y de la muerte, y que el mundo de los valores sea interpelado. 12 La OMS dice que la dimensión espiritual “se refiere a aquellos aspectos de la vida humana que tienen que ver con experiencias que trascienden los fenómenos sensoriales. No es lo mismo que religioso, aunque para muchos la dimensión espiritual incluye un componente religioso; se percibe vinculado con el significado y el propósito y, al final de la vida con la necesidad de perdón, reconciliación o afirmación de los valores”. Para Cecily Saunders la dimensión espiritual “es todo el campo del pensamiento que concierne a los valores morales a lo largo de toda la vida. Recuerdos, sentimientos de culpa, búsqueda de lo prioritario, apetencia de lo verdadero y valioso, rencor por lo injusto, sentimiento de vacío… pueden ser el negativo de la foto espiritual”. De esta manera, el positivo, el núcleo de lo espiritual se experimentaría en forma de paz, de bien, de valor, de verdad, de justicia, de plenitud… P.W. Speck, por su parte, entiende la espiritualidad desde tres dimensiones: la capacidad de trascender lo material, el mundo de los fines y valores últimos y el significado existencial que todo ser humano busca. La dimensión espiritual y la dimensión religiosa, íntimamente relacionadas e incluyentes, no son necesariamente coincidentes entre sí. Son diferentes, pero siempre complementarias. La dimensión espiritual es más vasta. Abarca, como elementos fundamentales, el mundo de los valores, la pregunta por el sentido último de las cosas, las opciones fundamentales de la vida y las experiencias. Cuando los valores, las opciones fundamentales, las preguntas por el sentido, cristalizan en una relación con Dios, dentro del grupo al que pertenece como creyente y en sintonía con modos concretos de expresar la fe y las relaciones, entonces hablamos de dimensión religiosa. Algunas pistas La dimensión espiritual es, pues, más amplia que la religiosa. En el acompañamiento al enfermo, esta dimensión tiene gran importancia. Veamos algunas pistas para cultivar la dimensión espiritual de la persona enferma: Nos define y nos une por encima de las creencias. Nos hace reconocernos deseosos de trascendencia, buscadores de sentido, buscadores del bien y de la hondura de nuestra condición. La experiencia de la enfermedad hace que surjan preguntas sobre el sentido de la vida, del sufrimiento, de la muerte…Hace que el mundo de los valores sea interpelado. La dimensión espiritual incluye todo el campo del pensamiento que concierne a los valores morales a lo largo de toda la vida: recuerdos, sentimientos de culpa, búsqueda de lo prioritario, apetencia de lo verdadero y valioso, reacción contra lo injusto, sentimiento de vacío. El núcleo de lo espiritual se experimentaría en forma de paz, de bien, de valor, de verdad, de justicia, de plenitud, en la capacidad de trascender lo material, en el mundo de los fines y valores últimos y en el significado existencial que todo ser humano busca. Estamos en el corazón de la dimensión espiritual del ser humano, en el ámbito de lo no tangible, de lo que supera la dimensión intelectual, de lo que es objeto de experiencia, de lo que tiene que ver con el misterio de la vida. 13 Se puede encontrar cierta dificultad a la hora de nombrar las necesidades espirituales, cayendo, con cierta frecuencia, en las necesidades que otros calificarían de psicológicas o religiosas. La identificación de las específicamente espirituales refleja un modo de considerar al hombre y comprender a la persona: una visión global, donde se presta atención al cuerpo, a la dimensión intelectual, a la dimensión emotiva, a la dimensión relacional o social y a la dimensión espiritual y religiosa. No todo es reductible al ámbito de la psicología. El misterio de la persona, el mundo de los valores, el sentido último… reclaman una dimensión específica: la espiritual. Para pensar La dimensión espiritual2 En lo íntimo de cada hombre hay un misterioso y profundo anhelo de relacionarse con Dios y de comprender su presencia en el mundo y en los acontecimientos de la vida. Pero la fe puede salir herida del impacto con el dolor, y Dios puede terminar en el banquillo de los acusados. De este modo, el tiempo de la enfermedad se transforma en una ocasión de búsqueda de la presencia de Dios, del significado de la vida, del dolor y de la muerte. Cada persona recorre itinerarios de búsqueda personales y echa mano de recursos diferentes. Uno encuentra alivio en los recuerdos, y otro en el afecto de los familiares-, uno en el abandono en manos de la Providencia, y otro en los sacramentos; uno en las palabras, y otro en el silencio; uno en la protesta, y otro e» la aceptación. El sufrimiento es un laberinto, cuyo centro o salida debe encontrar cada persona. La apertura a Dios y a la trascendencia reconcilia con la propia creaturidad y produce espacios para invocar la ayuda y la protección divinas en el camino de cada día. La persona camina hacia la plenitud en la medida en que sabe desarrollar e integrar las diversas dimensiones de su propio ser. De ahí que la relación de ayuda sea sanadora en la medida en que quien la practica esté atento a la globalidad, es decir, en la medida en que sea sensible a Ías xozoBras o a los sufrimientos de] cuerpo, acoja las preocupaciones de la mente y las necesidades del corazón y valore las responsabilidades sociales y los recursos espirituales del enfermo. Cuestionario 2 - Releer las definiciones de “espiritualidad” y reflexionar sobre ellas individualmente o en grupo: ¿Qué nos aportan para la reflexión sobre el acompañamiento a las personas enfermas y dependientes? - ¿Cómo vivimos la dimensión espiritual: de manera encarnada, desencarnada, próxima a la experiencia de la cotidianidad de la vida o distante de ella? - Algunas pistas para cultivar la dimensión espiritual de la persona enferma. PANGRAZZI,A.: “Girasoles junto a sauces”. En diálogo con los enfermos, Santander, Sal Terrae, 2000. pg. 206-214 14 Compromiso Para orar MIEDOS, DUDAS, TEMORES Señor, te ofrezco mis miedos, mis dudas, mis angustias, mi depresión, mis problemas morales, mis dudas existenciales. Que tu Espíritu me ilumine. Señor, te presento mis preocupaciones de cada día, a las que doy mil vueltas cuando apago la luz y me acuesto. Que tu Espíritu disipe mi mente de tantas preocupaciones que no tienen importancia. Que tu Espíritu me haga salir de este mundo deprimente de mis sueños, de mis miedos, temores y dudas. Necesito valor, Señor. Necesito tu ayuda. Necesito oirte decir: “Soy yo. No temas”. Necesito que alguien iluminado por tu Espíritu, guiado por tu amor, salga a mi camino, me acompañe y se solidarice conmigo y me ilumine con tu Verdad y me de paz. 15 TEMA 3. Necesidades espirituales en la enfermedad Necesidad, es un termino ambiguo. Normalmente, un objeto cuya ausencia o no satisfacción lleva consigo un sufrimiento, y puede que una amenaza vital. Ejp.: carencia de comida, bebida.... Si se satisface la necesidad cesa el sufrimiento. La enfermedad, que afecta a la persona en su totalidad, suscita la experiencia de la propia limitación y fragilidad y marca y moldea siempre su vida, modifica su mundo relacional y le convierte en un ser necesitado, biológica, psicológica, social y espiritualmente. Desde el plano espiritual, entendemos que el fin del acompañamiento consiste en detectar las necesidades e intentar favorecer con la persona su satisfacción. Se trata de intentar eliminar el sufrimiento innecesario, luchar contra el sufrimiento injusto y evitable, mitigar en lo posible el sufrimiento inevitable, asumir el sufrimiento que no se puede superar en actitud sana. Es decir, se trata de acompañar a vivir la propia limitación de manera apropiada -no expropiada por el ayudante-, es decir, en clave de relación sana consigo mismo, con los demás, con el mundo y -para el creyente- con Dios, manteniendo en todo lo posible el protagonismo. No es fácil hacer una clasificación de las necesidades del ser humano. Una de las clasificaciones más conocidas es la pirámide de Maslow. J.H. Thieffrey hace una clasificación sobre las Necesidades espirituales del Enfermo Terminal. F. Torralba enumera doce necesidades de tipo espiritual. 1. Necesidad de ser reconocido como persona La enfermedad impone su ley a través de una serie de síntomas –fiebre, fatiga, entumecimiento...– y resquebraja la unidad y la identidad de la persona. El yo no se reconoce ante el espejo y busca en la mirada del otro la seguridad de ser reconocido. Si ha de ingresar en el hospital fácilmente puede experimentar el sentimiento de estar despersonalizado. En el exterior era alguien, en el hospital se siente un numero por su enfermedad, su forma de vestir, su planta... Está privado de sus valores sociales, de sus responsabilidades y de sus compromisos. Siente, pues, amenazada su identidad y avivada su soledad. Ser reconocido como persona es sentir que no hay dos personas iguales, que a pesar de la enfermedad, es único, y necesita ser nombrado y valorado por lo que ha sido su vida, ser mirado con aprecio, vigilando la estética de un cuerpo que se degrada, para testimoniar el respeto que se le da es una buena forma de luchar contra el desprecio que el enfermo podría tener, lo cual estimula y apoya el deseo de vivir. Se trata, por tanto, de poder ser uno mismo, sin reprobación, de encontrar la libertad de expresar sus actitudes, sus aprehensiones, su pena, su miedo, sus dificultades. El enfermo se verá reconocido como persona cuando es llamado por su nombre, amado en sus diferencias y respetado en sus decisiones. 2. Necesidades de releer la propia vida 16 La enfermedad coloca a la persona delante de su propia vida cuestionándola y necesita volver a leer la vida. Esta relectura tiene su ritmo, será cuestión de horas, semanas o meses, pero el enfermo tiende de nuevo a vivir su vida, a volvérsela a apropiar en todo. Es un pensamiento que puede ser desechado por algunos, pero para otros, este relato tiene una función clarificadora encadenando los acontecimientos de la vida; procura mirar su pasado con un trayecto, trata de redescubrirse como sujeto a través de cierta continuidad y coherencia de los diferentes momentos y actividades de su vida. Siente la necesidad de que su palabra sea escuchada, atendida. Martine Douillet, recuerda la necesidad de hablar de su vida pasada, de lo positivo realizado y del deseo de ser reconocido en lo mejor de sí mismo. 3. La búsqueda de sentido Sentir la vida amenazada pone a cada uno frente a lo esencial en un intento de encontrar sentido a la propia existencia, a la historia personal. Ante la pregunta por el sentido de la propia existencia, no se trata de buscar culpables, o sentirse culpables. “Para afrontar las cosas de forma más constructiva habrá que seguir un camino diferente e intentar, en primer lugar, reafirmar, confirmar las opciones fundamentales que han guiado moralmente una vida humana”. Se trata de encontrar actitudes que nos den seguridad. Encontrar con serenidad la unidad de la vida, evita ese “sufrimiento apagado” que hace del paciente persona resentida con un malestar indefinible a causa de la incomprensión de lo que ha sido su vida. 4. Liberarse de la culpabilidad Hay un sentimiento de culpabilidad que es doble. Por una parte, se intenta dar una explicación al mal, una respuesta a tanto “por qué” como una expiación de su vida pasada, aun cuando en ella no haya ningún comportamiento que pueda desencadenar tal castigo, o al menos no haya sido identificado: ¿qué he hecho yo para merecer esto? Esta actitud puede engendrar lo que E. Kübler-Ross llama el regateo. Por otra parte, cuando la vida ha estado fuertemente vinculada a un ideal, se da el sentimiento de no haber sido fiel a ese ideal, es el aspecto negativo de una adhesión a valores, a reglas morales que mantenemos a pesar de que nos juzguen. “En el momento mismo que nuestra culpabilidad nos descalifica, la adhesión a valores nos revaloriza al mismo tiempo que nos juzga”. El enfermo necesita volver a confiar en sí mismo, abrirse al perdón para mantener la esperanza, ser capaz de afirmar que el hombre es mucho más de lo que hace y que la culpabilidad no puede envolver en hipocresía una opción fundamental. Aún hay tiempo para retomar la vida en positivo. 5. Deseo de reconciliación No se trata de rumiar las penas, sino de mirar al pasado y abrirse a la posibilidad de verlo con ojos nuevos, de vivir la experiencia de decirse a sí mismos lo que vivieron, mal o bien. Es la necesidad de experimentar el perdón recibido y ofrecido, pues, “nunca es demasiado tarde para rechazar, negar o alejar de nosotros el mal que hemos hecho. Para ello hay que creer en la posibilidad del bien, y por tanto, beneficiarse del perdón de alguna parte, de una confianza que no puede venir más que de los demás”. Se necesita una experiencia reconciliadora: reconciliado consigo mismo, agradecido a la vida, en paz con sus seres queridos, en paz con Dios... Hay miradas, sonrisas, manos colocadas 17 con ternura sobre la frente o una palabra serena que caerán como bálsamo en la herida y el enfermo los sentirá como la fuente de cierta reaceptación de sí mismo. 6. Necesidad de continuidad El hombre nace y vive con sed de eternidad y en la fragilidad de la vida siente la necesidad de saber cómo va a poder sobrevivirse a sí mismo y a prolongarse en los demás. Puede que sea una necesidad que aparece con distintas manifestaciones, pero con ese denominador común de continuidad. Quien intuye que va a encontrarse solo, mastica ya la soledad y se plantea dónde queda todo lo que ha hecho. Su conducta puede ser desconcertante, pues mientras a él se le para la vida, los otros siguen viviendo. Se siente aislado de ese todo que continúa, y se plantea, si aislado en el espacio, lo estará también en el tiempo, como si su vida no hubiese sido más que un paréntesis en un periodo histórico al que él hubiera quedado totalmente ajeno. Encontrar sentido a la solidaridad. El sentimiento de estar en comunión, de ser parte de un todo, de un grupo, le abre a una dimensión más amplia; todos los planes que él no puede realizar, otros los realizan ante sus ojos de paciente; no sentirá envidia de los otros, sino que se alegrará con ellos y gozará en ellos ante tantas cosas buenas que hacen y que él ya no puede realizar. La vida se le va, pero la historia sigue y aunque los cambios son rápidos y profundos, necesita saber que otros van a continuar la realización de aquellos valores por los que él ha luchado en la vida: la fraternidad, la solidaridad, la justicia, el respeto a los demás... Se trata de asegurar una presencia capaz de recoger el relevo de su vida, la palabra pronunciada desde su interioridad como un legado de su experiencia y hacernos depositarios y portadores de toda su riqueza humana para un futuro que él espera mejor. Es un sentimiento de solidaridad que va más allá de los límites familiares y, aunque la familia siempre puede ser, debe ser o es, punto de apoyo y fuente de recursos, nos lleva a tener una perspectiva con horizontes más amplios, como el grupo de amigos, un partido político, círculos de discusión, una Iglesia... Se trata de encontrar un “nosotros” sólido que resista a la misma muerte, pues en el planteamiento de la continuidad, si este se encuentra, el paciente vive cierta serenidad. Dominar la pena de la separación de las personas cercanas. Junto al sentimiento de solidaridad y continuidad de la historia humana, se encuentra el dominar la pena de la separación de las personas cercanas. Pena de dejar a los que se ama y miedo por la pena y tristeza que tendrán cuando ya no esté con ellos. El sufrimiento por la ruptura afectiva es sentido tanto por el que se va como por los que quedan. Aquí tendría toda su importancia la elaboración del duelo –dolor– y del luto –llanto–, comprendiendo que son el precio a pagar por el amor vivido. Se trata de la calidad de la relación, del amor y de la amistad que allí se está viviendo; enfrentarse a la posibilidad de reunir todas las experiencias y separaciones vividas y más o menos superadas y conseguir cierta autonomía afectiva, para que sea plenamente él mismo quien se enfrenta a la muerte y se intuya una superación de la pena, pues en ellos se da una relación amorosa que comunica la riqueza de cada uno con toda su verdad para construir la fuerza que haga frente a la separación. 18 Creer en la continuidad de la historia humana y en el más allá como apertura a la trascendencia. Este deseo de continuidad, por último, reclama la necesidad de colocar su vida en un más allá de sí mismo, en el deseo de que haya algo después de la muerte, y lo cierto es que suele estar acompañado de muchas dudas, incluso entre los creyentes, en cuanto a la realidad de esa vida en el más allá. Es el deseo de una vida eterna que todos buscamos, creyentes o no” , pues “el deseo de eternidad es simplemente la consciencia de nuestra naturaleza espiritual liberada de todo cuanto la ocultaba”. Para pensar "Hay preguntas que no se plantean para ser contestadas, sino para que ellas interroguen a la persona que las plantea. Le alertarán sobre incertidumbres, incógnitas y misterios que -acompañantes inseparables y huéspedes familiares de la vida de cada día- alberga oficiosamente en su casa. Versan sobre realidades normales y sabidas, como la salud y la enfermedad, el bienestar y el sufrimiento, la satisfacción y la decepción, la esperanza y la desesperanza, el bien y el mal, la vida y la muerte. El hombre va zigzagueando por la vida entre esas polaridades, intentando encontrar el equilibrio sobre la "y" en que ambas se dan la mano. (...) Las preguntas existenciales, vitales y trascendentes no son para ser contestadas, sino para ser vividas. Una respuesta objetiva, universal, definitiva, nadie puede esperarla: sería pretenciosa y vulgar, vana y deshumanizadora. La duda y la pregunta, la incógnita y el misterio, el temor y la esperanza son ingredientes irrenunciables de la vida humana. (...) Nos interesa su arte de plantearlas, su talante para asumirlas, su sabiduría para vivirlas con temor y respeto. Es quizá el modo mejor de humanizarlas y de que ellas nos humanicen".3 El poeta Rocki escribía: "Sé paciente con todo lo que queda sin resolver en tu corazón. Trata de amar tus mismas preguntas. No busques las respuestas que no se pueden dar, porque no serás capaz de vivirlas. Vive tus preguntas porque tal vez, sin notarlo, estás elaborando gradualmente las respuestas".4 Cuestionario - - Las necesidades espirituales del enfermo se pueden expresar de diferente manera. A la vista de cuanto leído sobre esto, hacer una lista de necesidades formuladas con frases cortas. Reflexionar sobre cómo experimentan las personas no creyentes las necesidades espirituales en el tiempo de la enfermedad. Identificar las necesidades espirituales más frecuentemente detectadas en la relación con los enfermos y las más difíciles de acompañar, así como algunas posibles claves para mejorar el acompañamiento. 3 GONZALEZ NUÑEZ A., "Antes que el cántaro se rompa. Sobre la salud, la enfermedad, la muerte y la vida", Madrid, San Pablo, 1993, p. 9-11. 4 Citado por PANGRAZZI A., "La pérdida de un ser querido", Madrid, Paulinas, 1993, p. 107. 19 Compromiso Para orar NO PASES DE LEJOS Señor, no quiero pasar de lejos ante el hombre herido en el camino de la vida. Quiero acercarme y contagiarme de compasión para expresar tu ternura, para ofrecerle el aceite que cura las heridas y da salud integral, la salvación. Ven, Buen Samaritano, y haz que tenga tus mismos sentimientos y comportamientos. Que sea libre en todo momento en mi trabajo pastoral en el mundo de la salud y de la enfermedad. Que me entregue como Tú. Que sirva como Tú. Que sea fiel como Tú a la misión que me has confiado en este mundo de la salud y de la enfermedad. Que ore en todo momento como Tú, Buen Samaritano. Amén. 20 Icono bíblico del «Buen Samaritano» (Lc 10, 30-37) A dos mil años de distancia, esta parábola mantiene su actualidad y fuerza inspiradora. Recorramos la relación de ayuda realizada por el Buen Samaritano delineando seis connotaciones trazadas por él que nos sirven como referencias concretas para la actividad pastoral. – Primera connotación: el ser conscientes, “al verle” Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vió y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó a él y al verle tuvo compasión. Los tres protagonistas de la narración “ven” al desventurado, pero cada uno lo mira con ojos y corazones diferentes. El sacerdote y el levita, condicionados por el papel religioso de una concepción vertical de la relacional con Dios, por las prescripciones de la ley y de las expectativas culturales “dieron un rodeo”, mientras que el Samaritano se detiene, guiado por las razones del corazón. – Segunda connotación: la compasión, “tuvo compasión” El Samaritano conjuga la convicción externa del ver con una respuesta interior, se deja conmover e interrogar por lo que ve. La compasión, del latín “cum pasión” = sufrir con, no es hecha ni de piedad ni de superioridad, sino que es un dejarse tocar por las heridas de los demás. La relacional de una ayuda eficaz se basa en el desarrollo de actitudes interiores como la compasión, la sensibilidad y la estimulación para orientar e inspirar la acción. – Tercera connotación: la cercanía, “llegó a él” No es suficiente advertir el estremecimiento del corazón ante las imágenes que turban e interrogan; la sensibilidad interior sin la acción externa permanece estéril y mortificada. Acercarse significa romper las barreras geográficas o culturales para hacerse prójimo; acercarse es algo particularmente critico frente a aquellas personas con patologías que, a veces, provocan fastidio o rechazo en los agentes sanitarios, como: los drogadictos, los enfermos mentales, seropositivos y los afectos de SIDA, los moribundos. – Cuarta connotación: el cuidado, “vendó sus heridas echando en ellas aceite y vino” El Samaritano no llega a la escena con las manos vacías, sino lleva consigo los recursos que la prudencia y el buen sentido le sugieren. Vendar las heridas, hoy, significa ofrecer acogida a quien está en el dolor, a través de la gentileza y de gestos que encarnan la bondad; echar el aceite de la esperanza y el vino 21 de la consolación, simbolizan el acto de curar las llagas físicas y morales de los que sufren. – Quinta connotación: el acompañamiento, “y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de el” Después de haber interrumpido su viaje para socorrer al desventurado, el Samaritano enfrenta la situación de emergencia, lo acompaña a una posada y vela junto a él toda la noche. Acompañar es recorrer un trecho de camino con quien se siente solo y descorazonado, con quien está tentado de rendirse porque está cansado y exasperado. Es hacer propio este mensaje: “No camines frente a mí, no te podría seguir; no camines detrás de mí, no podría verte; camina junto a mí y sé amigo mío”. – Sexta connotación: la colaboración, “Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: 'Cuida de él y si gastas algo más, te lo pagaré, cuando vuelva”. Después de haber pagado personalmente los gastos, el Samaritano no pretende hacer todo por si solo, sino involucra al posadero, en el proyecto de asistencia. Este es el campo vital en el que obra la pastoral actual. A 20 siglos de distancia, es el aspecto de la parábola que ha gozado el mayor desarrollo. La posada ha sido sustituida por millares de estructuras sanitarias: hospitales, centros de emergencia y de rehabilitación, casas para ancianos, etc. y el posadero ofrece cirujanos, radiólogos, anestesistas, cardiólogos, enfermeros, técnicos, auxiliares, cada uno con una competencia específica. La tragedia del desventurado se repropone a nosotros, hoy, a través de miles de acontecimientos diferentes y las actitudes del Buen Samaritano encuentran eco en los gestos de quien se hace próximo del que sufre. Sigamos ahora. Un encuentro que, por un lado, ilustra los sentimientos y las preocupaciones de una anciana hospitalizada a raíz de un accidente y, por otro, el aporte de una voluntaria que le ofrece consolación estando junto a ella. Diálogo: E.: Elsa (voluntaria) R.: Rita (paciente) La visita es hecha a una señora de 75 años, viuda, atropellada por un automóvil mientras atravesaba la calle. Me han informado que el chofer, después de haberla atropellado, por el miedo había escapado. La señora tiene un fémur roto, algunos moretones en la parte derecha del rostro y del brazo; además, se le ve turbada. El encuentro tiene lugar en la mañana luego de su hospitalización. E. 1: Buenos días señora, me llamo Elsa y soy voluntaria en este pabellón. He venido para saludarla, para desearle que se recupere pronto. ¿Cómo se llama? R. 1: Teresa (después de un momento de pausa). Me escuche, no he dormido toda la noche. Incluso el más pequeño movimiento me causaba dolor (con una mueca) ...; cada vez que he llamado a los enfermeros he tenido que esperar antes de que se presentaran 22 (cerrando los ojos). ¡Por nada esperaba que me sucediera también esto! (con una expresión de tristeza), ¡Cómo es feo este mundo, ya no se puede más! E. 1: Creo entender que lo que ha sucedido le ha turbado y está triste por todo lo que le está ocurriendo. R.3: ¡Sí! Más pasa el tiempo y es más difícil vivir. Hace ocho años murió mi esposo y me quedé sola..., no pudimos tener hijos y ahora mi única compañía son mis gatos. Estoy preocupada porque no hay nadie en casa que les dé de comer. (Después de una breve pausa)... ¡Ay de ese maldito chofer! Ese desgraciado, ¡nunca lo perdonaré! ¿Cómo se puede atropellar y dejar en el suelo a una anciana como yo? Gente como esta sería necesario encerrarla en la cárcel. E. 3: Señora Teresa, su resentimiento hacia quien le ha provocado tanto dolor es comprensible y ciertamente no se puede perdonar cuando la herida es tan fresca... R. 3: Perdonar... ¿estamos jugando? A esta clase de gente vienen ganas de matarla. Ahora lo poco que me queda para vivir llevará las consecuencias de este accidente, (hace un pequeño movimiento y gime por el dolor). Ah, Dios mío, Dios mío... (suspirando). Me parece tener espinas plantadas en los costados. (Luego, tratando de relajarse)... ¡Pobres mis gatos...! E. 4: Veo que está preocupada por sus gatos, pero ¿no hay nadie que pueda ocuparse de ellos mientras usted está aquí? R. 4: Vivo en un condominio y con los vecinos apenas nos vemos. Cada uno vive en su mundo y está preocupado por sus cosas... nos saludamos a la escapada. Alguien me ha dejado entender que está fastidiado por la presencia de mis gatos. La única persona con quien tengo un poco de amistad es otra viuda del piso inferior. De vez en cuando nos encontramos para charlar un poco, cuando ella no va a ver a sus hijos y nietos. E. 5: Pues bien, si lo considera oportuno y tiene su número, de teléfono, podría contactarla para informarle de lo que le ha sucedido. Quizás ella pueda darle de comer a sus gatitos y quizás podría traerle de casa algo que usted necesite... R.5: Sí, quizás es una buena idea. Si usted pudiera, me haga el favor de pasar más tarde porque primero quisiera hablar con el médico y entender cuánto tiempo permaneceré aquí, para regularme sobre lo que hay que hacer. E. 6. Sí, está bien. Dentro de poco pasarán los médicos para visitarle y valorarán sus condiciones. Yo pasaré más tarde, así me dirá si desea que contacte a su vecina de casa. R. A De acuerdo, señorita, le agradezco por su amabilidad. E. 7: De nada. Hasta luego. Breve análisis La señora Rita, al igual que el desventurado de Jericó, ha sufrido una experiencia violenta y de abandono. Del diálogo trasluce el dolor y la amargura incluso por otras pérdidas vividas: la muerte del esposo, la falta de hijos, el clima de anonimato que se respira en el condominio. La única compañía son sus gatos que de alguna manera compensan el vacío afectivo que la circunda. Su preocupación, incluso en la desventura, se dirige a ellos para que no sufran el hambre y no la priven en el futuro de su preciosa compañía. Un rayo de luz 23 proviene de la relación existente con la viuda del piso inferior, unida con ella por la experiencia de una pérdida. La voluntaria se acerca con sensibilidad a este acontecimiento humano haciendo suyas algunas actitudes del Buen Samaritano: se detiene y echa el aceite de la comprensión y de la empatía en las heridas de la paciente transmitiéndole cercanía. No juzga, sino se pone en sintonía con sus sentimientos, sobre todo con el resentimiento ante quien, con su imprudencia le ha complicado el presente y el futuro. No le hace sentirse culpable por no saber perdonar, pero le da la posibilidad para desahogar la amargura y la cólera en la convicción que el perdón, fruto de la gracia de Dios y de la colaboración humana, tiene necesidad de tiempo para madurar y realizarse. Ante el desaliento manifestado por Rita, la voluntaria representa una presencia humana y humanizante. Presencia que sirve de puente, como el Buen Samaritano con el posadero, con otros recursos comunitarios representados por la vecina de casa, que puede aliviar la preocupación de Rita ocupándose de los gatos y volviéndose en anillo de solidaridad. En su conjunto, la visita de la voluntaria, caracterizada por la escucha y por la sencillez, es vivida como momento positivo de parte de Rita. Dolentium Hominum, nº 39 (1998, p. 20ss) 24 TEMA 4. LA RELACION PASTORAL DE AYUDA La relación concretada en la comunicación interpersonal, es uno de los recursos privilegiados de los que disponemos para acompañarnos unos a otros en los momentos de vulnerabilidad. Lo mismo que utilizamos fármacos y tecnología material, también la relación es tecnología que ayuda si es bien utilizada. Hecha en el nombre del Señor y de la comunidad cristiana como servicio, la llamamos relación pastoral de ayuda. La relación de ayuda tiene entre otras dos características propias que nos interesa conocer para entender bien su función y finalidad: a. Su origen pastoral. La relación de ayuda nació en las primeras décadas de este siglo a la sombra de los servidos de asistencia religiosa cristiana —protestante y católica— en los hospitales norteamericanos, con el fin de prestar atención y ayuda preferente a la persona del enfermo. Para ello parte del modelo cristiano de asistencia, y lo enriquece y complementa con los hallazgos de la psicoterapia moderna. b. Su método. Es una forma de terapia centrada en el enfermo, en el sentido no sólo de que él sea el objeto de todos los cuidados que se le imparten, sino sobre todo en el afán de que sea él mismo quien actúe como terapeuta sobre sí mimo. Por eso la relación de ayuda recibe en los países anglosajones el nombre de pastoral care and counseling, algo así como asistencia pastoral basada en el consejo. El proceso de la relación de ayuda Partiendo de la premisa incuestionable de que cada ser humano —sano o enfermo— es único e irrepetible, y que posee una intimidad a la que sólo es posible acceder en la medida en que él consiente en desvelarla ante sí mismo y ante los demás, la relación de ayuda se basa en la convicción de que no es posible ayudar sin conocer, ni conocer sin prestar la máxima atención a toda la persona, sobre todo a las manifestaciones exteriores de su interioridad. El proceso de ayuda, por tanto, deberá consistir en tres etapas a la inversa: a. Prestar al enfermo la mayor atención para conocerle. b. Llegar a conocerle bien, para poder ayudarle. c. Ayudarle a que aprenda a ayudarse a sí mismo. No es posible ayudar a nadie en su intimidad sin conocerle. No se puede conocer a nadie sin prestar la máxima atención a toda su persona a través de las manifestaciones exteriores de dicha intimidad. Cualidades y actitudes que requiere la práctica de relación de ayuda: 1. La atención. Es una cualidad que no se improvisa, pues es la disciplina adquirida por un corazón educado y se expresa sobre todo personalizando una relación humana. En una sociedad, como la nuestra, donde hay inflación de anonimato y de actitudes vacías, la atención se dirige al reconocimiento y a la valoración del otro. 25 Se manifiesta en la presentación de los interlocutores y en el esfuerzo por poner al enfermo en el centro del diálogo. La atención se cultiva a través del arte de la observación. Quien aprende a observar el ambiente del enfermo, sus expresiones y comportamientos, sus actitudes verbales y no verbales, puede recoger detalles e informaciones que llevan a conocerle mejor. Por ejemplo, sobre la mesilla de noche puede haber un plato con fruta, una fotografía, un periódico, la Biblia, un rosario; cada uno de estos objetos representa un camino de valores, un exponente de los intereses de la persona. 2. El calor humano. Amar y ser amado constituyen dos necesidades absolutas del ser humano. El calor humano es la energía afectiva que dirigimos hacia el otro y que recibimos de él. El cauce de esta transmisión es nuestro cuerpo: nuestro rostro, nuestros ojos, nuestras manos, etc. En determinadas situaciones las palabras no sirven; al contrario, si se pronuncian, molestan. Tal ocurre, por ejemplo, cuando una persona ha recibido un diagnóstico desfavorable o está afligida por un violento dolor físico, o vive una pérdida imprevista. Son momentos cargados de dramatismo. El sufrimiento exige respeto, no sermones. Una presencia silenciosa, un gesto de apoyo o de afecto pueden expresar más que cualquier palabra. 3. La escucha. Escuchar significa ofrecer acogida a las vivencias del otro, dar espacio a su individualidad e historia personal. El arte de escuchar es difícil: solemos ser más dados a juzgar las actitudes y estados de ánimo de los demás, que a aceptarlos y ofrecerles hospitalidad. La necesidad de protagonismo personal es muy sentida y se puede manifestar en la tendencia a minimizar las preocupaciones del enfermo, proponer soluciones fáciles, impacientamos con él, dirigirle mensajes religiosos indiscriminados, o culpabilizarle. 4. La comprensión. La escucha es la llave con que el acompañante abre la puerta a la comprensión del que sufre: sus penas, sus esperas y esperanzas, sus sentimientos, sus riquezas. La comprensión proporciona al cuidador la capacidad de ver la vida desde la perspectiva del otro, porque ha logrado captar su óptica. Se transmite a través del lenguaje verbal y no verbal. 5. La discreción. En el mundo del sufrimiento no se entra avasallando, sino con delicadeza. La presencia se ofrece, no se impone. Hay quien agradece su visita, y quien prefiere estar solo. Quien sabe moverse con tacto y desenvoltura, aprende a discernir cuáles son las situaciones propicias para acercarse al enfermo, a ser sensible sin entrometerse, a no divulgar las confidencias recibidas y, con todo ello, a hacer crecer la confianza del enfermo en su relación con él. 6. La humildad. Está basada en un sano realismo que parte de la conciencia de la propia limitación en el esfuerzo por poner al enfermo en el centro de su atención y en la convicción de que su contacto con él puede enseñarle gratuitamente muchas y muy importantes verdades. 7. No nos creeremos indispensables, ni con el deber de resolverle sus problemas, sino de convertirnos en compañero de su camino, confortarlo en su espera y ser portador de alimento y consuelo en los momentos de dolor. 8. La interioridad. Es un espacio escondido en el que fraguan los ideales, el espíritu personal y de la trascendencia. El impacto del sufrimiento puede descubrir 26 aspectos espirituales que la gente expresa en sus preguntas: ¿Por qué a mi? o en la búsqueda de Alguien a quien uno trata de dirigirse en medio de su incertidumbre. Nos acercamos y acompañamos, no para explicar a Dios o defenderle, sino para estimular la fe de quien busca en el tiempo de la prueba. 9. El respeto. Hoy, más que nunca, el camino de la paz pasa por la aceptación de lo diverso. El respeto hacia cada persona con la que uno se encuentra es una actitud que hay que cultivar: es la capacidad de considerar a cada ser humano como una persona creada a imagen de Dios, con su dignidad y unidad.. 10. Tener paciencia es un modo de amar y de curar. A veces corremos el riesgo de pretender que caminen a nuestro paso, en lugar de adaptarnos al suyo. Si se lamentan nos molestan, si están tristes nos turban, si repiten la misma historia varias veces nos irritan. Ayudar a alguien significa tener paciencia con él. 11. La perseverancia. Cada día tiene su repertorio de obstáculos, decepciones, contratiempos. No se puede crecer sin sufrir. Quien acepta el desafío de la solidaridad, antes o después se encuentra en situaciones que le ponen a prueba. La perseverancia requiere coraje, disciplina y buen humor: coraje para superar cualquier dificultad transitoria, disciplina para mantener la fidelidad al propio empeño, y buen humor para saber relativizar y desmitificar lo que previamente nos ha llevado a dramatizar. La relación de ayuda pastoral es, por tanto, un ministerio. Lejos de concebirla como un servicio personal, individual, separado de la comunidad, hemos de enmarcarlo en la iglesia como verdadero servicio. Podríamos decir que es un ministerio de la comunidad creyente que tiene como fin la curación, la liberación, la reconciliación y el crecimiento espiritual de la persona. Mediante la comunicación, mediante el diálogo, es como el agente de pastoral se hace instrumento del Espíritu para realizar un adecuado acompañamiento. La especificidad del ministerio de la relación pastoral de ayuda viene dada, pues, por diversos elementos: por sus efectos (el resultado debe ser un crecimiento en las relaciones interpersonales y con Dios), por su filosofía (reconoce a Dios como último agente del proceso de curación), por sus instrumentos (se desarrolla en un contexto de ágape), por sus fuentes (se inspira en la tradición cristiana), por sus agentes (agentes de pastoral que desarrollan su ministerio en el nombre del Señor y como miembros de la Iglesia), por su finalidad última (tiende a profundizar la relación con la persona de Dios). Para pensar Cuento: Las quejas del mercader En un país muy lejano vivía un mercader lleno de celo por la causa de Dios. Tanto era su celo que había vendido toda su hacienda y había comprado a cambio centenares de libros que le prometían enseñarle a negociar en beneficio de esa causa. Los fue leyendo uno a uno y se llenó de ideas hermosísimas que consiguió vertebrar en una poderosa síntesis doctrinal. Elaboró un plan de pastoral y se lanzó a la brecha. Montó su puesto en un parque público y, subido sobre una silla, se puso a hablar a la gente: "Hermanos: ha llegado la hora de abandonar toda impostación dialéctica que nos dificulte el acceso al keriygma. No nos dejemos arredrar por la problemática del círculo 27 hermenéutico: tenemos con nosotros al Paráclito como don escatológico, y él puede guiarnos hacia una exégesis verdaderamente eclesial y ecuménica..." "¿Mande?, dijo un jubilado poniéndose la mano en la oreja en forma de pantalla, porque estaba un poco sordo. "¿De qué habla?", se interesó una joven madre que mecía a su hijo en el cochecito. "Debe de ser de los del Hare-Krishna, pero es raro, porque no lleva pandero...", comentó un guarda del parque que estaba acostumbrado a ver de todo. Una mujer de mediana edad, que venía de la compra, le miró con benevolencia: "Parece buen chico", pensó. "Lástima que no se entienda lo que dice...", y se alejó arrastrando su carrito. Se pararon dos chavales con zapatillas y bolsas de deporte. "Mira", dijo uno, "ése va de religión". "Passando a tope, colega", dijo el otro. Y siguieron andando. El mercader lleno de celo por la causa de Dios estaba desanimado: las cosas no estaban saliendo como habían sido previstas en el plan de pastoral. De modo que acudió al Señor: "La gente no compra nada", se quejó. "Cada cual va a lo suyo, y a nadie le interesan tus cosas, Dios mío..." "Hace tiempo que están convencidos de que las ideas no les sirven para mucho", les disculpó el Señor. "Pero de verdad que están agobiados y con sed de agua viva..." El mercader creyó comprender. Vendió los libros y puso un herbolario. Ofreció tónicos de frutos espirituales, infusiones de moralina, germen de maná liofilizado, pan bendito integral y parches Sor Virginia. La gente compraba, pero se hacía un lío con las mezclas de hierbas y no acertaba a saber muy bien para qué servía cada cosa. Por eso acudía constantemente al mercader a pedir nuevas recetas. El mercader se impacientó y fue a quejarse al Señor: "La gente sigue sin comprender, Señor, y yo no puedo pasarme la vida solucionando sus dudas...". "No han tenido muchas oportunidades de estudiar, ¿sabes?", le dijo el Señor. "Además, trabajan mucho y tienen poco tiempo para ponerse a descifrar el lenguaje de tus recetas. Si intentaras..." El mercader lleno de celo por la causa de Dios le dejó con la palabra en la boca: había tenido una iluminación repentina. ¡El lenguaje! ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Traspasó el herbolario y decidió dar un nuevo giro a su negocio. Mercaderes de Oriente le vendieron varitas de incienso, taburetes para meditar, tapices y "cassettes" de relajación. Mercaderes de Occidente le vendieron montajes audiovisuales, "vídeos", cadenas de sonido, amplificadores, una batería electrónica y un ordenador. Al mercader ya no le faltaba ningún detalle para hacer triunfar la causa de Dios. Así que montó una gran carpa en medio del parque. La gente se agolpaba para entrar, y las gradas de la carpa estaban siempre llegas. Todos miraban con atención y escuchaban extasiados. A la salida felicitaban al mercader y se marchaban muy contentos, porque habían participado en un hermoso espectáculo. Pero el mercader lleno de celo por la causa de Dios no acababa de estar satisfecho. Había caído en la cuenta de que a su carpa apenas venían pecadores. Su clientela era gente buena, gente de toda la vida; pero pecadores, lo que se dice pecadores, venían poquísimos. Fue a quejarse al Señor, y el Señor le dijo: "Tendrás que salir a buscarlos. Recuerda el trabajo que me costó a mí encontrar la oveja que se me había perdido...." El mercader decidió salir en busca de los pecadores. Había muchísimos más de los que él creía, y al fin consiguió sentarse a comer con ellos. Sacó sus "cassettes": se 28 aburrían. Sacó un montaje: bostezaron. Puso en marcha la megafonía: hablaban entre ellos. "Son unos pecadores bastante empedernidos", pensó el mercader disgustado. Y se volvió a su casa abatido. En la oración de la noche se quejó al Señor: "He hecho lo que he podido, Dios mío; he seguido tu ejemplo y me he sentado a comer con ellos, pero me he fatigado en vano y he consumido inútilmente mi tiempo y mis energías..." El Señor esperó pacientemente a que el mercader acabara su letanía de quejas y, cuando hubo terminado, le dijo: "Hijo mío, todos esos hermanos tuyos estaban enfermos, pero tú estabas tan preocupado por mi causa que te has olvidado de preguntarles por sus heridas. Cuestionario ¿En qué sentido podemos entender la relación pastoral de ayuda como un ministerio? ¿Cuál de las habilidades de la relación pastoral de ayuda nos parece más importante potenciar en este momento para el acompañamiento espiritual al que sufre? Habitualmente es posible que pongamos la especificidad del acompañamiento pastoral en otras claves. ¿En cuáles? ¿Qué implicaciones tienen las claves que aquí se indican? Compromiso Para orar Acoger una vida cerrada «En el camino, tierra pisada, encontré una semilla rara, acerada cáscara brillante, cerrada sobre sí misma, hermética defensa, seguro el gesto, certera la palabra, todas sus costuras bien selladas. Para saber quien era Y hacer vida su secreto estéril, abandone la curiosidad del niño que revienta su juguete, o la del sabio bisturí que disecciona y aprende de la muerte, o la pregunta experta calculada como un lazo que atrapa el paso confiado. La enterré en el mejor rincón de mi jardín sin alambradas, la dejé abrazada por el misterio de la tierra, del cariño del sol alegre, 29 y del respeto de la noche. Y brotó su identidad más escondida. Verdes hojas primero, temblorosas, asomándose al borde de la tierra recién resquebrajada. Pero al fin se afianzó de vida esperanzada. Al verla toda ella, renacida al pleno sol, con su melena de hojas a todos los vientos desplegada supimos al fin quién era todo su secreto vivo, suyo y libre» (B. González Buelta) TEMA 5. LA ESCUCHA QUE SANA No se puede hacer un verdadero acompañamiento en el sufrimiento sin auténtica escucha. La escucha no es sólo una habilidad. Es un modo de ser y de estar en el mundo. Disponerse a escuchar es querer ser fieles a la realidad, a las necesidades del mundo, de las personas que encontramos, de nosotros mismos. La escucha es un arte y para escuchar de verdad es necesario comprender su significado y adiestrarse. “La opción de regalar escucha es una medida de la disponibilidad al servicio y al beneficio del encuentro.” Ninguna escuela enseña tanto al hombre, nada le hace tan humano como captar las expresiones de la vida del otro sin intermediarios, despojándose incluso de las buenas intenciones de consolar con palabras. Los documentos humanos revelan su secreto sólo a quienes escuchan y se ponen delante de ellos en silencio y con modestia. ¿Qué es la escucha? Escuchar es un arte y no es lo mismo que oír. Escuchar comporta prestar atención, centrarse en la persona del otro, en los significados que las experiencias que vive tienen para él, sin juzgarlas, sin pretender cambiarlas impulsivamente. Escuchar supone hacer silencio dentro de sí, interesándose realmente por el otro, intentando comprender el significado de las palabras y del lenguaje no verbal; poner entre paréntesis las comunicaciones intrapsíquicas que piden derecho de ciudadanía dentro de nosotros mismos; supone dejar a un lado nuestra tendencia a responder a todo, queriendo ofrecer soluciones. Supone respetar y soportar el silencio, acogiéndolo como un momento precioso de la comunicación; leyendo en él el mensaje que encierra. Angelo Brusco dice que la escucha es ciertamente una de las formas más eficaces de respeto..., es una de las “caricias positivas” más apreciadas por la gente. Cuando uno se siente escuchado, tiene la cálida percepción de tener valor a los ojos del interlocutor. 30 Cómo se escucha activamente Se escucha, en primer lugar, con toda la persona. Se escucha mediante el contacto corporal que, además de ser lenguaje privilegiado para comunicar ternura y fortaleza, expresa acogida e interés por cuanto el otro está viviendo y da intensidad a la conversación. Se escucha con la mirada. Nada tan potente y revelador como la mirada. Es capaz de reconstruir a una persona y es capaz de destruirla. Comunica interés y afecto si es transparente; hiere, ofende y destruye si es violenta, indiferente o forzada. Con frecuencia el primer bien precioso que se le puede ofrecer a una persona es una mirada distinta. Se escucha con los monosílabos o interjecciones (ah, si, uh...) que nos hacen estar presentes en el diálogo. Sin interrumpir la exposición del otro, respetándole y dejándole hablar, respetando incluso su silencio –hay silencios muy elocuentes– Respetar el silencio en el diálogo significa escucharle y ponerle en el centro del interés. Se escucha con los oídos atentos a los sentimientos. Permitir a una persona en crisis retomar momentáneamente trozos de su arqueología vital, verbalizar un problema, un conflicto, es ya dar un paso en la aclaración de la propia situación y conlleva en el ayudado la agradable sensación de acogida y hospitalidad. La conversación de ayuda supone un cierto hospedaje emotivo: el que sufre encuentra en el que escucha un hospedaje, un “templo”, alguien en el que vivir. La escucha significa ofrecer acogida a las vivencias del otro, dar espacio a su individualidad e historia personal. ¡Qué fácil nos resulta juzgar las actitudes y estados de ánimo de los demás y qué poco aceptamos y ofrecemos hospitalidad! Obstáculos para la escucha. Los propios del ambiente físico: ruidos, formas físicas, etc... Los del área emocional Los del área cognitiva o mental: prejuicios morales, primeras impresiones... El obstáculo de la ansiedad. Preocupado por si mismo: cómo me recibe; cómo respondo; el miedo a que el otro despierte en mi alguna zona capaz de sangrar por estar herida. El obstáculo de la superficialidad. Dificultad de pararse en el problema; se generaliza; se huye de temas comprometidos. La tendencia a juzgar e imponer. La impaciencia, la impulsividad: no dejamos que el otro hable o termine de hablar. “Tened paciencia mientras hablo, cuando haya hablado os podréis burlar” (Job 21,2) El obstáculo de la pasividad: dar siempre la razón. La tendencia a predicar, proponer pequeños sermones. “¿Hasta cuándo afligiréis mi alma y a palabras me acribillaréis?” (Job18,2) Vivir sin escuchar es vivir centrado en sí mismo, cerrado a la realidad del mundo, de nuestro prójimo, del corazón de quien tenemos delante. Vivir sin escuchar es cerrarse a la verdad, desencarnarse del mundo y del momento histórico de quien nos rodea. 31 Quien escucha ofrece un templo para que el otro habite y descanse, desahogue sus preocupaciones, las contemple y pueda discernir sobre ellas y afrontarlas con los recursos más indicados. Quien escucha puede tener la sensación de que su aportación es escasa, como si tuviéramos la obligación de “decir algo”, de solucionar los problemas ajenos o indicar al otro lo que tiene que hacer, que decir o que pensar para estar bien y superar sus dificultades. El que escucha de verdad, apuesta porque el otro encuentre dentro de sí su médico espiritual interior al hilo del “caminar juntos”. Cuando el otro se siente escuchado, cae en la cuenta de su propia realidad, la ve más clara, con más orden, con más posibilidad de intervenir sanamente sobre ella. Y escuchar sana. Cura la soledad radicalmente: la anula. Si la escucha es auténtica, cura la soledad interior, libera preocupaciones, conforta y desahoga, genera salud mental, relacional, emocional, espiritual y por qué no, salud física. No sólo; sino que el que escucha, en el fondo, se cura también a sí mismo. Se cura de centrarse en sí mismo; de creerse poseedor de la verdad, de las soluciones para los demás; se cura de creer que los propios problemas son los más grandes o los únicos; se cura del egoísmo o de la insolidaridad. Escuchar, en el fondo, sana al que escucha y al que es escuchado. Para pensar "Nos han sido dadas dos orejas, pero sólo una boca para que podamos oír más y hablar menos". (Zenón de Elea) "Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a darme consejos, no has hecho lo que te he pedido. Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a decirme por qué no tendría que sentirme así, no respetas mis sentimientos. Cuando te pido que me escuches y tú sientes el deber de hacer algo para resolver mi problema, no respondes a mis necesidades. ¡Escúchame! Todo lo que te pido es que me escuches, no que hables, o que hagas. Sólo que me escuches. Aconsejar es fácil. Pero yo no soy un incapaz. Quizás esté desanimado o en dificultad, pero no soy un inútil. Cuando tú haces por mí lo que yo mismo podría hacer y no necesito, no haces más que contribuir a mi inseguridad. Pero cuando aceptas, simplemente, que lo que siento me pertenece, aunque sea irracional, entonces no tengo que intentar hacértelo entender, sino empezar a descubrir lo que hay dentro de mí."5 Cuestionario - ¿En qué medida siento que escuchar sana y me sana? Escuchar requiere adiestramiento. ¿Cuáles creo que pueden ser las pistas más indicadas para aprender realmente este arte o mejorarlo en mí? 5 O'DONNEL R., "La escucha", en PANGRAZZI A., (Ed), "El mosaico de la misericordia", Santander, Sal Terrae, 1989, p. 43. 32 - A veces creemos que escuchar es poco, como si no prestáramos así ningún servicio, y entonces tendemos a… ¿Cuáles parecen las tendencias más habituales cuando nos cuesta escuchar? Compromiso Para Orar BENDICE, SEÑOR Señor, bendice nuestros oídos para que sepan oír tu voz y perciban claramente el grito de los afligidos; que sepan quedarse sordos al ruido inútil y la palabrería, pero no a las voces que llaman y piden que les oigan y comprendan aunque turben nuestra comodidad. Bendice, Señor, nuestra boca para que dé testimonio de ti y no diga nada que hiera o destruya; que sólo pronuncie palabras que alivian, que nunca traicione confidencias y secretos, que consiga despertar sonrisas. Señor, bendice nuestro corazón para que sea templo vivo de tu Espíritu y sepa dar calor y refugio; que sea generoso en perdonar y comprender y aprenda a compartir dolor y alegría con un gran amor. Sabine Naegeli TEMA 6. ALGO MAS QUE ESCUCHAR: LA EMPATIA La escucha es el primer elemento en el que se traduce la empatía. Esta palabra tan utilizada hoy popularmente, tiene un significado y un sentido bien preciso para el acompañamiento espiritual al que sufre. No es lo mismo que simpatía o que cordialidad o sencillamente buena relación o buen entendimiento recíproco. La empatía es la actitud que traduce en el acompañamiento el misterio de la Encarnación: Dios que entra en nuestra condición y nos despierta nuestra responsabilidad de construir el Reino. Es una de las actitudes sobre las que más se insiste hoy en el acompañamiento espiritual. El concepto de empatía. 33 La historia del concepto de empatía es relativamente breve tanto en psicología como en el ámbito pastoral. Cuando Titchener tradujo la noción de Einfühlung con empathy sirviéndose del griego empatheia quería subrayar una identificación profunda con otro ser que le llevara a comprender los sentimientos con los “músculos de la mente”. El desarrollo del concepto lleva a adquirir una importancia central en el ámbito de las relaciones de ayuda, de modo particular con C. Rogers. Como actitud (más que como mera técnica), la empatía lleva al ayudante a intentar comprender el mundo interior del ayudado, de sus emociones y de los significados que las experiencias adquieren para él. Los mensajes percibidos por el ayudante encuentran en su interior un eco o referente que facilita la comprensión, manteniendo la atención centrada en el ayudado. Por empatía entendemos, por tanto, la capacidad de comprender los pensamientos, emociones, significados, del otro. Pero no basta con comprender al otro si uno no es capaz de transmitírselo. Por consiguiente, hay dos momentos inseparables: un primer instante en el que el acompañante es capaz de interiorizar la situación emocional del paciente y un segundo instante en el que le da a entender al paciente esta comprensión. El paciente nos juzgará empáticos por lo que le diremos, pero más por lo que observe, pero aún más porque, en efecto seamos comprensivos y tolerantes. Comprender los puntos de vista de los demás nos permite el acceso a lo que puedan estar pensando, a cómo consideran y definen una situación, al significado que le dan, a lo que planean hacer al respecto. Esta clase de comprensión necesita tiempo para desarrollarse progresivamente y depende del propio nivel de crecimiento cognitivo y de maduración afectiva, así como también ayuda a lograrla el tener una amplia variedad de experiencias vitales. No es menos importante la capacidad de comunicar la comprensión de las necesidades, significados, sentimientos, de manera verbal y no verbal. Particular relevancia adquiere la reformulación, que, con la dosis de interpretación de la que inevitablemente irá añadida, constituye, junto con la escucha activa, el elemento esencial de la dimensión conductual de la empatía. Cada vez más se va matizando el concepto de empatía, subrayando la diferencia con la simpatía, con la que frecuentemente se confunde. El mismo Max Sheler distingue entre simpatía o “compasión en general”, identificación afectiva e identificación vital. Se distingue también entre empatía y simpatía o compasión y entre empatía e intuición. Simpatía sería sentir-con, consentir, mientras que empatía sería sentir-en, sentir-desde dentro. Fases de la empatía Fase de identificación. El ayudante penetra en el campo del otro. El otro lo acapara, lo conmueve y lo envuelve. Llega a identificarse con él. Es como decirse: “yo en su lugar tendría las mismas reacciones, obraría de la misma manera”. Es como “meterse en el pellejo del otro. Fase de incorporación y repercusión. Es la experiencia del “también yo” (incorporación) no sé qué decir, experimento ansiedad, “vibro con él”. Prácticamente la observación del otro se hace observación de uno mismo. Fase de separación. Es el momento de retirarse de la implicación en el plano de los sentimientos y de recurrir al plano de la razón y restablecer la distancia social y psíquica 34 con serenidad y entereza. Se trata de mantenerse en una distancia amorosa. Retirarse para no quemarse. Habrá que tener siempre en cuenta que empatía significa penetración en el mundo de los sentimientos ajenos permaneciendo uno mismo. Dificultades de la empatía Tener una actitud empática significa meterse en el mundo subjetivo del otro participando en su experiencia como si fuera la nuestra y transmitir al interlocutor la certeza de que ha sido comprendido. Esta es una actitud exigente que llega a ser espontánea solo mediante el adiestramiento, por ello las dificultades son muchas: Meterse en el punto de vista del otro poniendo entre paréntesis, momentáneamente, las propias opciones, creencias, gustos..., exige disciplina, sentido del límite, respeto de la diversidad. Va contra la inclinación natural de tranquilizar, dar consejos, proponer soluciones inmediatas. Es más fácil juzgar e interpretar, que comunicar comprensión. Lo que se hace muchas veces es defenderse de la implicación emotiva. Si se mete en el pellejo del otro la propia persona queda afectada, se encuentra con la propia vulnerabilidad. El mayor desafío de la empatía lo constituye el hecho de que hace vulnerables a los que la practican y susceptibles de verse heridos por la vivencia del interlocutor. No conseguir calibrar bien el grado de implicación emotiva, de modo que se pasa de comprender al otro como si fuera el otro, a la simpatía, es decir, a la identificación emocional. En el fondo, la empatía es la actitud que nos indica el grado de implicación emocional con el sufrimiento ajeno. Se trata de regular bien cuánto nos metemos “en el pellejo” del otro y cómo somos capaces de separarnos para no quemarnos (burn-out) en la relación. Los peligros residen tanto en la escasa implicación emocional como en el exceso de implicación. No implicarse impide la comprensión y no separarse impide la propia salud psicológica. Para pensar CUENTO: El viejo, maestro de empatía En una granja colectiva de un país lejano había un asno. Era ciertamente un asno especial, con largas orejas sedosas y grandes ojos brillantes, y todos los niños lo querían mucho. Por tanto, cuando un día desapareció, todos los niños se preocuparon. El asno había sido la atracción favorita de la granja infantil. Por las mañanas, los niños acostumbraban a llegar en grupos de dos o tres, o en grupos más numerosos acompañados por sus maestros para visitar al asno. Los más pequeños hasta efectuaban cortos paseos sobre él. Por las tardes, los niños acudían a verlo trayendo a sus padres, para que éstos también saludaran a Shlomo, el asno. Ahora, sin embargo, el asno no estaba y los niños se sentían abatidos. Como la tristeza es algo contagioso, antes de que terminara el día, todos los miembros 35 de la granja se habían congregado en el espacioso comedor y, con preocupación en todos los rostros, discutían tratando de decir qué hacer. Ya habían buscado por todas las partes Shlomo, el asno, que no aparecía por ningún lado. En esa misma graja vivía un viejo, padre de uno de los primeros fundadores. Ultimamente había empezado a dar muestras de senilidad y, a veces, los niños se burlaban de él abiertamente, aunque los adultos eran un poco más circunspectos. Pues bien, cuando toda la población de la granja estaba en el nuevo y espacioso salón-comedor preguntándose qué hacer, entró el viejo tirando de Shlomo, el asno, a sus espaldas. - Si el júbilo fue grande, el asombro fue todavía mayor. Mientras los niños rodeaban al asno, los adultos se congregaron alrededor del viejo. - ¿Cómo es -le preguntaron- que tú, entre todos, hayas encontrado al asno? ¿Cómo lo hiciste? Bien. El lector puede imaginarse la incomodidad del viejo, y su placer también, viendo que era el centro de la atención. Se rascó la calva coronilla, miró al techo y luego al piso, sonrió y al fin dijo: - Fue muy sencillo, simplemente me pregunté yo mismo: "Shlomo -porque el viejo también se llamaba así-, si tú fueras Shlomo, el asno, ¿adónde irías?" Entonces fui, lo encontré y lo traje de regreso. Cuestionario - La palabra “empatía”, clave del acompañamiento espiritual, es muy utilizada. ¿En qué sentido el uso popular se ajusta a su significado más genuino? - Hay quien tiene dificultad a entrar en el mundo del otro (escuchar) y quien tiene dificultad para separarse. Reflexionar sobre la propia dificultad experimentada más intensamente. - ¿En qué sentido puede relacionarse la empatía con el misterio de la Encarnación? Compromiso Para orar TU PUEDES ALENTAR AL QUE CAMINA POR LA ENFERMEDAD * Si te acercas a él con sinceridad y entras en su mundo * Si le acompañas y eres solidario en sus necesidades. * Si le escuchas y sintonizas con sus sentimientos. * Si evitas las palabras vacías y las frases hechas. * Si le permites desahogarse y manifestar sus sentimientos, sus rebeldías y sus cansancios. * Si le das ánimo y ganas de luchar 36 con la enfermedad. * Si rezas por él y con él cuando lo desea. Icono bíblico de «Emaús», el recorrido del desconcierto (Le 24: 13-35) El segundo viaje propone el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús. Se trata de un encuentro que, por un lado, ilustra la provisoriedad y la precariedad de las certezas humanas, puestas en evidencia por el desaliento de los discípulos ante la muerte de Jesús y, por el otro, la importancia de descubrir que no estamos solos en el dolor, sino que alguien camina a nuestro lado, si es que no somos ciegos o sordos a su presencia. Analicemos la narración bíblica para poner de relieve los reflejos pastorales. – La iniciativa de Jesús “Mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos”. La iniciativa de Jesús permite que la narración de Emaús pase a la historia. Si hubiese elegido no presentarse a los desconocidos, no habría sucedido nada, mientras que su acercarse se ha transformado en oportunidad de curación. También el agente de pastoral ofrece su presencia no requerida a los enfermos, consciente de que hay alguien a quien no le agrada o no tiene necesidad de este contacto, así como hay quien lo desea, u otro para quien un encuentro casual despierta la fe o hace nacer la esperanza o la necesidad de reconciliación. No hay la posibilidad de relación sin el ofrecimiento de una presencia y no hay ofrecimiento de presencia sin la capacidad de proponerse, dejando al interlocutor la libertad de elegir la actitud por asumir. – Entrar en la parte viva de la historia “El les dijo: ‘¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?’” Jesús debe haber captado la expresión turbada y consternada de los caminantes e inmediatamente trata de entrar en el meollo del tema y le hace una pregunta para sacar a la luz su historia interior. La pregunta es el medio para iniciar un coloquio, animar la reflexión y favorecer la apertura y la comunicación. El agente de pastoral a menudo inicia sus visitas con una pregunta: “¿Cómo está, señora?” “¿Cómo reacciona a la terapia?” “¿Ha recuperado un poco de energías durante la noche?”. 37 A veces existe el riesgo de preguntar demasiado y que el coloquio se transforme en interrogatorio o en curiosidad, en vez de un verdadero encuentro con el otro. Cuando la pregunta está en sintonía y trata de entender mejor el mundo interior del enfermo, se vuelve ocasión para una escucha más profunda y permite que el otro narre su historia. – Dar voz al dolor “Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás les respondió: ‘¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que en estos días han pasado en ella?’” Hay un sentimiento que predomina en esta fase de la narración y es la tristeza. Cleofás explica al desconocido los motivos de esta tristeza ligada al trágico destino de Jesús, clavado en una cruz, y a la caída de sus expectativas: “Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel”. Existe otro sentimiento que acompaña al trágico epílogo y es la perplejidad ante el testimonio de “algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de Ángeles, que decían que El vivía”. Esta sección es la parte más larga de la narración: incluye la pena de los discípulos, la narración del desarrollo dramático de los hechos, la contrariedad por las expectativas perdidas, la aprehensión ante particulares difíciles por descifrar. Les escucha un peregrino desconocido que les deja desahogarse, no interrumpe la narración, permite que den voz al dolor. El estilo de Jesús sirve como guía para quienes se acercan a los enfermos e invita a superar las diferentes tentaciones de juzgar lo que el otro dice o prueba, de dar fáciles consejos, de minimizar o hacer vano el dolor, de culpabilizar a quien se lamenta poniendo la atención sobre quienes cargan sufrimientos mucho más grandes de sí mismos, de interrumpir cada vez que el interlocutor toma aliento, de cambiar de tema llevando la conversación sobre cosas superficiales. La historia de cada uno, entretejida de expectativas y contratiempos, de ilusiones y desilusiones, tiene el derecho de ser escuchada. La escucha atenta permite al ayudante redimensionar su necesidad de colocarse en el centro para dejar que el otro se abra con su historia, sus límites y sus capacidades. – La confrontación realista “El les dijo: '¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?” A la atenta escucha sigue una confrontación honesta, porque los discípulos de Emaús son intérpretes de una visión parcial de la verdad, que contempla la espera gloriosa del Mesías pero se olvida de la vivencia dolorosa. La confrontación tiene como objetivo abrir la mente y el corazón a la verdad y ampliar el horizonte de la propia perspectiva para acoger el designio de Dios que salva al hombre a través de la suprema prueba del don total de sí. 38 Jesús no niega que la meta final sea la gloria y la resurrección, pero recupera el pasaje obligado que es la cruz. La actitud de los discípulos refleja la de muchos enfermos ilusionados de poder vivir relativamente tranquilos y no han puesto en su presupuesto sorpresas desagradables, como tener que enfrentarse al dolor. El impacto con el sufrimiento, con una diagnosis infausta o una muerte inminente provoca incredulidad, desconcierto y la sensación de haber sido traicionados: “¿Por qué justo a mí?” “¿Por qué Dios no se las agarra con los despachadores do droga o las prostitutas, en vez que con mi familia?” “¿Por qué Dios hace sufrir a los inocentes y no castiga a los malos?”. El agente de pastoral choca cotidianamente con una letanía de por qué que ponen a Dios en el banco de los incriminados. Muchos enfermos protestan porque se consideran víctimas de situaciones injustas y detrás de su grito existen expectativas que han sido mortificadas y traicionadas; otros, están turbados porque Dios está en silencio, porque no contesta, porque no interviene y su silencio provoca preocupación y consternación. Junto a muchas criaturas heridas que protestan, Dios nos envía para que lo representemos. No nos pide que lo defendamos, ni que entremos en elaboradas discusiones teológicas sobre el por qué del dolor, ya que estas no resolverían el sufrimiento de los protagonistas; lo que nos pide es permanecer al lado del que sufre, así como María estuvo presente a los pies de la Cruz. María, en su silencio, ha representado el amor que está presente. En cada tragedia humana no es tanto la criatura que interroga a Dios, sino el dolor que obliga a interrogarse al que sufre. Los momentos dolorosos de la vida ponen en claro la propia visión del mundo, las propias falsas certezas y la ingenuidad. En la confrontación sufrida con las verdades de la vida, el agente de pastoral no está allí para dar respuestas que no posee, sino para aliviar el dolor interior de los protagonistas. El por qué de tantas tragedias sigue siendo un misterio inescrutable. No hay mapas nítidos y claros que ayuden a entender los significados de las desdichas humanas; algunas son causadas por la irresponsabilidad, otras son fruto de la imperfección humana, pero muchas ocurren sin que se pueda identificar un hilo lógico que nos ayude para comprenderlas o para justificarlas. El agente de pastoral acompaña a los enfermos haciendo lo posible para que de esta confrontación se llegue a una reflexión más profunda sobre la vida y, un renovado camino de fe. Es consciente, asimismo, que la estación del dolor tiene necesidad de tiempo antes de que se transforme en estación de crecimiento y de esperanza, por esto acoge el camino de la confusión y del desconcierto como pasaje obligado para la consecución de la paz interior. – La catequesis “Y empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras”. Jesús pasa de la confrontación a la iluminación de la historia y guía a los discípulos para que sigan la Sagrada Escritura y comprendan mejor la identidad y la misión de aquel Jesús en quien habían depositado su fe. 39 El profundo conocimiento de las Escrituras manifestada por el misterioso acompañador ayuda a los viandantes para que contemplen bajo una nueva luz lo que ha sucedido. El aspecto educativo es vital en la interiorización de una fe, encarnada y pascual. La catequesis es un instrumento precioso, del que el agente de pastoral puede servirse para promover el crecimiento humano y espiritual de sus interlocutores. La catequesis consiste, a veces, en ayudar al enfermo a conocer a Dios y los misterios de la fe cristiana cuando le ha faltado una verdadera formación religiosa; a veces significa educarlo a descubrir el significado de la oración y de la Sagrada Escritura; en otras ocasiones significa prepararlo para recibir los sacramentos; en algunas circunstancias es buscar juntos el sentido del dolor o recurrir a las virtudes de la fe y de la esperanza. La enfermedad es, por su naturaleza, una ocasión fecunda para la reflexión. El enfermo, confinado en una cama, está obligado a mirar dentro de si, y gracias a este proceso de introspección, puede madurar convicciones e intuiciones que se sintetizan en estas expresiones: “Por primera vez me he dado cuenta de lo que es realmente el miedo”. “Ahora ya no me siento tan seguro como antes”. “Solo ahora me he dado cuenta de cuántas personas me quieren realmente”. “Después de tantos años he advertido la necesidad de orar y he pedido a Dios que me ayude”. “De ahora en adelante cambiaré mi vida, no puedo comportarme más como antes si quiero continuar viviendo”. “Estos días pasados en el hospital me han cambiado, ya no soy más la misma persona que ha entrado aquí hace diez días”. Para muchos la experiencia de hospitalización ayuda a humanizar, pone en discusión modelos de vida, hace discernir lo efímero de lo que realmente es importante, crea solidaridad con otros enfermos, obliga a responsabilizarse de la propia enfermedad y de la propia salud, nos hace humildes y, al mismo tiempo, más sabios. El agente de pastoral se hace presente en este proceso de introspección y, a través de la relación de ayuda, ilumina la experiencia de sus interlocutores, valora las intuiciones y los anima a llevar adelante los propósitos madurados. – La experiencia de comunión “Al acercarse al pueblo a donde iban, el hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: ‘Quedate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado’. Y entró a quedarse con ellos”. La escucha de su historia, la capacidad do penetrar en las mentes y en los corazones con su enseñanza, ha hecho nacer en los discípulos una corriente de confianza y de simpatía hacia el desconocido. Jesús ya no es un extranjero, sino un amigo. Ha entrado en su corazón, ha hecho caer sus defensas y su presencia sanante los ha transformado. El contacto inicial había partido de Jesús, ahora el deseo de profundizarlo nace de los discípulos de Emaús. Es en el crecimiento gradual de intimidad en que se pasa de un encuentro casual a una comunión autentica. A menudo, también los enfermos advierten la necesidad de una presencia sanante junto a ellos, particularmente cuando todo se vuelve oscuro y atardece en su vida, como en la espera de una intervención quirúrgica, en los momentos de soledad, en la agonía de la muerte. 40 Permanecer con alguien se traduce en una presencia marcada por el silencio más que por las palabras, por gestos de afecto o por una oración que infunde paz. La necesidad de comunión se siente mayormente cuando el camino se vuelve más difícil. El que está sumergido en el viernes santo tiene necesidad no tanto de alguien que le anuncie la resurrección, sino de alguien que esté dispuesto a velar con él en el dolor. Símbolo de resurrección es aquel que es capaz de caminar en el viernes santo. – La revelación “Cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron... Se dijeron uno a otro: ‘¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros, cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?’”. Es a través del rito de partir el pan cuando Jesús obra la transformación completa de los discípulos. El lenguaje simbólico tiene una fuerza que supera el lenguaje verbal. El gesto eucarístico de partir el pan y de la bendición recuerda a los discípulos otra cena y enfoca la verdadera identidad del huésped. Ahora las piezas del mosaico son claras; el pesar por la muerte de Jesús se transforma en regocijo por su resurrección; la tristeza se transforma en gozo. Ya no hay necesidad de la presencia física del Resucitado porque se han abierto sus ojos y se han transformado sus corazones. Cada encuentro del agente de pastoral es entrar en el espacio sagrado de la revelación. El enfermo se revela a través de los símbolos que le rodean: un periódico o un libro en el comodín hablan de sus intereses culturales; un ramo de flores o una fotografía, de sus afectos familiares; un libro de oraciones o un rosario, de sus sentimientos religiosos. El enfermo se revela también a través de la comunicación verbal: los mensajes que transmite, los sentimientos que participa, las esperanzas que lo habitan manifiestan su mundo interior. El agente de pastoral puede servirse de estos “indicadores” para entrar en el corazón de las personas y comprender su identidad. – El testimonio “Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once... Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en el partir el pan”. Pedro recuerda que debemos rendir cuenta de la esperanza que hay en nosotros (IP 3, 15); los discípulos de Emaús rinden cuenta de la esperanza y se convierten en portadores de esperanza y anunciadores de resurrección. También los enfermos que experimentan la curación física, psicológica o espiritual, están llamados para dar su testimonio de la esperanza. El sufrimiento vivido les convierte en evangelizadores creíbles; iluminados por el Espíritu, transforman sus heridas en compasión y ponen su sabiduría al servicio de los sanos. Cada día se repite el milagro del dolor que emana el amor, cuando enfermos de infarto, drogadictos, cancerosos, dializados, viudos y otros, en vez de cerrarse en sí mismos, se abren a los demás, crean grupos de ayuda reciproca, desarrollan iniciativas para irradiar la esperanza. 41 El agente de pastoral tiene el privilegio de palpar estas existencias cambiadas y, cuando es posible, trata de que el testimonio de estas personas llegue a quien está sano y contribuya para mejorar la sociedad. Dolentium Hominum, nº 39 (1998, p. 20ss) Bibliografía CABARRUS, Carlos Rafael; Cuaderno de Bitácora, para acompañar caminantes. Guía psico-histórico-espiritual,3ª edición. Desclé de Brouwer,2000. BRUSCO, Angelo; Madurez humana y espiritual; San Pablo, Madrid, 2002 GIORDANI, Bruno; Encuentro de ayuda espiritual; Soc. de Educación Atenas; Madrid 1992 SANDRIN, Luciano; Compañeros de viaje. El enfermo y su cuidador; San Pablo, Madrid, 2001 GARCIA SAN EMETERIO, Salvador A.; El acompañamiento. Un ministerio de ayuda; Ed. Paulinas, Madrid, 2001 SASTRE, Jesús; Acompañar, por los caminos del Espíritu; Ed. Monte Carmelo; Burgos, 2002 ARRIETA, Lola; Acoger la Vida, acompañar la Vida; Ed. Frontera, Vitoria, 2004 SÁNCHEZ MARTÍNEZ, José, O.H.; Luces y contenidos teológicos en el movimiento de cuidados paliaivos; Edita Archivo-Museo San Juan de Dios “Casa de los Pisa”; Granada 2004 LORA GONZÁLEZ, Rafael; En la atención integral: cuidemos los aspectos y necesidades espirituales; Hospital San Juan de Dios, Córdoba 2005 AA. VV.; Pastoral de la Salud. Acompañamiento humano y sacramental; Dossier CPL nº 60, Barcelona 1993 BERMEJO J.C., PETRILLO P., “Aspectos espirituales de los cuidados paliativos”, Santiago de Chile, Cáritas, 1999. TORRALBA F., “Lo ineludiblemente humano. Hacia una fundamentación de la ética del cuidar”, en: “Labor Hospitalaria”, 1999(3) n. 253. BARBERO J., “El apoyo espiritual en cuidados paliativos”: Labor Hospitalaria 263 (2002). 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