El nacionalismo vasco: un siglo de historia; José Luís de la Granja Sainz

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EL NACIONALISMO VASCO: UN SIGLO DE HISTORIA
JOSÉ LUIS DE LA GRANJA SAINZ
(RESUMEN)
INTRODUCCIÓN
El historiador José Luis de la Granja Sainz proporciona en esta obra una visión general de la historia del
nacionalismo vasco desde sus orígenes hasta prácticamente la actualidad, centrándose en el primer siglo de
evolución del Partido Nacionalista Vasco.
Pretende así mostrar al lector que las teorías de Sabino Arana, fundador de este partido en 1895 perviven casi
íntegramente en la actualidad. Existe en sus páginas un cierto aire de crítica (que el autor refleja ya en el
prólogo de la obra) hacia esta tendencia del PNV de no haber revisado y corregido cuando ha sido necesario la
ideología de su fundador.
El nacionalismo vasco tiene su primera manifestación política con Sabino Arana, quien le dota de una
ideología, una prensa y un partido político. Sin embargo, el origen histórico de estas manifestaciones
nacionalistas lo encontramos en la literatura, en escritores como Poza o Garibay, que escribieron, hace ya
cuatro siglos, mitos que trataban de legitimar históricamente las teorías que luego influirían en Sabino Arana.
Esta literatura fuerista con cierto aire romántico es analizada por De la Granja Sainz como una de las causas
del nacimiento del nacionalismo vasco junto a la revolución industrial de Vizcaya y a las guerras carlistas.
Respecto a éstas destaca que País Vasco y Navarra juegan papeles destacados por ser los escenarios
principales de las operaciones bélicas y por posicionarse la mayoría de su población del lado del carlismo.
Cabe aquí explicar que durante el siglo XIX se desarrolla la polémica foral en España, derivada del hecho de
que el País Vasco fuera la única provincia española que conservaba sus instituciones forales. Nace entonces
una literatura fuerista que refleja este antagonismo al desvirtuar la historia vasca. Se trata de sustituir la
historia por leyendas que crean una conciencia de particularidad en el pueblo vasco. Se prepara así el camino
que luego seguirá Arana.
El autor destaca la importancia de su actuación dedicándole un extenso apartado en esta obra para resumir su
trayectoria política, la cual está marcada por su prematura muerte en 1903, a los 38 años, ocho años después
de haber fundado el partido político definitivo.
Arana consideraba que la Constitución española y los fueros vascos eran incompatibles, por lo que
reivindicaba la derogación de la ley de 1839 que hacía que éstos últimos estuvieran subordinados a la ley
nacional. En sus primeros discursos la historia de convierte en recurso fundamental para reivindicar la
independencia del País Vasco. Se trata de sus posturas más radicales en las que explica sus planteamientos
marcadamente anti−españolistas. Se trata de un nacionalismo clerical y antiliberal. Por ello la Euskadi
independiente que reivindicaba Arana excluía a los inmigrantes y a los vascos de ideología liberal,
republicana o socialista. El autor del libro resume esta idea en una frase: la Euskadi sabiniana no era sinónimo
de País Vasco.
En esta primera etapa Arana se muestra claramente anticapitalista e idealiza el mundo rural vasco del caserío.
Sin embargo, en su segunda etapa abandona esta postura y pasa a apoyar la industrialización por considerarla
un factor de diferenciación vasco. Es cuando aspira a conseguir una autonomía lo más radical posible dentro
de la unidad del estado español.
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Tras su muerte, la figura de Sabino Arana llegó a ser mitificada por sus seguidores, que decidieron no hacer
ningún cambio importante en su legado. A partir de entonces comienza la evolución y desarrollo del
nacionalismo vasco para cuyo estudio se centra José Luis de la Granja Sainz en el PNV.
SABINO ARANA: LA INVENCIÓN DE LA HISTORIA VASCA
En la historia de los nacionalismos es frecuente encontrarse con la invención de la tradición como dotadora de
legitimidad política. Se trata de tergiversar la verdadera historia para adecuarla a unos postulados políticos
determinados.
Sabino Arana es la culminación de este proceso en el nacionalismo vasco. Él acude a la literatura del siglo
XV, y sobre todo a las obras influenciadas por el romanticismo. Este tipo de literatura es característico del
fuerismo, donde cabe citar la figura de Arturo Campión como político, escritor e historiador. Con estas
leyendas se conseguía más fácilmente el apoyo popular. Por todos estos motivos Arana tenía una opinión muy
negativa de la verdadera historiografía vasca y por ello evitaba siempre referencias a ella. Ni siquiera aceptaba
la historia escrita por autores carlistas o fueristas. Para él escribir historia era una forma más de hacer política,
en la medida que le servía como argumento en sus objetivos políticos.
Según Arana la nación vasca se compone de cinco elementos: raza, lengua, gobierno y leyes, carácter y
costumbres, y personalidad histórica. Su trayectoria comienza con artículos periodísticos donde plasma la
teoría de necesidad de recuperar una independencia que creía perdida.
Su lema político se resume en Jaun−Goikua eta Lagi−Zara, es decir, Dios y Ley vieja.
La población vasca pronto aceptó la nueva visión histórica que proporcionaba Arana. Éste conocía la novedad
que implicaba su proyecto, pues reconocía en sus escritos que los territorios vascos habían sido siempre
independientes entre sí. Incluso fue el diseñador de la nueva bandera que representa su unión: la ikurriña. Su
intención era mostrar la soberanía histórica de Vizcaya para despertar así la conciencia nacional de sus
habitantes.
Queda probado, pues, que Arana no fue propiamente un historiador, pues rechazó la verdadera historia ya
escrita para elaborar una nueva visión de ésta que le permitiera apoyar sus argumentos políticos. Al haber sido
esta visión aceptada por muchos historiadores vascos e incluso por ideólogos del PNV ha tenido continuidad a
lo largo de la historia.
Sin embargo esta visión de la historia convirtió a Euskal Herria en una especie de isla al romper todos sus
vínculos anteriores con España. Por ello, ya a principios de este siglo, intelectuales como Pío Baroja y más
tarde su sobrino clamaron contra el falseamiento de la historia por parte de los nacionalistas vascos.
EL NACIONALISMO VASCO ENTRE LA AUTONOMÍA
Y LA INDEPENDENCIA
Históricamente el movimiento nacionalista vasco ha abogado siempre por la autonomía de Euskadi, sin
embargo, esto era considerado un paso hacia la independencia plena. El Estatuto vasco ha sido también una
reivindicación básica dentro de este movimiento.
En este aspecto Sabino Arana evolucionó desde el radicalismo hacia la moderación, es decir, del
independentismo al autonomismo. Renunció a la independencia por imposible y consideraba, por otro lado,
que el autonomismo era también beneficioso para Euskadi. Toda la evolución del nacionalismo vasco estará
marcada por esta doble visión de su fundador, aunque la opción independentista será la más adoptada.
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Otra opción dentro del nacionalismo es la de la autonomía integral, que plantean, por ejemplo, Sarría y
Landeta. Sarría aboga por una Confederación de Estados nacionales dentro de España, y una autonomía plena
para el País Vasco. Esta visión será la más cercana a la de la izquierda nacionalista de los años treinta y
precisaba de una democratización de del nacionalismo vasco al tener que formar parte de la España federal.
Landeta consideraba imprescindible la autonomía de Euskadi y renunciaba a la independencia. Criticaba a los
políticos españoles por no dar importancia al problema vasco y renunciaba en su doctrina además al aranismo.
Tras la dictadura de Rivera el Acta de Bergara es la prueba del estancamiento de los postulados del PNV,
donde pervive la dualidad autonomía−independencia. Sigue siendo un partido antiliberal y clerical, llegándose
a aliar con el carlismo en 1931. Subsiste además la ortodoxia aranista, que les hace abogar por la soberanía
plena o la restauración foral.
Otro pensador de esta época es Eguileor, que sostiene que la independencia política es la mejor opción para el
País Vasco. La novedad de sus ideas es que apoya los procedimientos de fuerza para conseguirla.
En los años siguientes el PNV adopta una política de no−colaboración con España, por considerarla un
opresor y el obstáculo para conseguir sus objetivos. Sin embargo, en la consecución de estos era
imprescindible el pacto con el gobierno central, apareciendo así cierta controversia.
Durante la República, el PNV es el mayor impulsor del proceso autonómico de Euskadi. Sin embargo, el
Estatuto de las Gestoras de 1932, que él apoyó, fracasó en Navarra, lo que la dejó fuera del proceso
autonómico vasco.
Su política autonomista le llevó a evolucionar desde la derecha (1931), al centro (1933−34), y a la izquierda
(1936). Acabó pactando con el frente Popular por ser el único modo de alcanzar el anhelado Estatuto de
autonomía que servirá de paso a la independencia.
Este programa genera constantes frustraciones entre sus firmantes pues es una planteamiento casi utópico,
pudiendo derivar en radicalismo o violencia.
Durante la guerra civil se culminó el proceso del Estatuto que fue ratificado por el Parlamento y convirtió al
País Vasco en un Estado semi−independiente hasta su derogación en 1937 a causa de la caída de Bilbao.
Durante la guerra civil continuó la reivindicación independentista y separó aún más las ideologías autonómica
e independentista.
Esta ambigüedad ha continuado en el PNV hasta nuestros días y su programa político sigue hoy día abogando
por la consecución de un Estado vasco soberano. Por ello, y siendo el principal partido en el gobierno vasco,
ha llegado en ocasiones a cuestionar el marco constitucional y estatutario español.
EL PNV: DEL INTEGRISMO HACIA LA
DEMOCRACIA CRISTIANA
En el segundo bienio republicano el PNV adoptó planteamientos reformistas y cristianos que le diferenciaban
de las derechas y las izquierdas ya existentes en Euskadi. Al pasar los años esta decisión le acercará a la
derecha en su intención de atraerse a los votantes católicos independientes. El PNV cambió sus postulados
religiosos. Pasó de una posición claramente tradicionalista a otra cercana a la democracia cristiana.
A su vez, la cuestión autonomista le acercaba a las izquierdas, por lo que aparecía una dualidad palpable.
Desde 1921 el PNV estaba dividido en la Comunión nacionalista Vasca (moderada) y el Partido Nacionalista
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Vasco propiamente dicho, también llamado Aberri. En 1930 se reunificaron conservando la doctrina aranista
(Asamblea de Bergara) y demostrando su anti−evolucionismo. Por ello, el sector más evolucionista se
escindió dando lugar a la Acción Nacionalista Vasca.
En la disyuntiva de Monarquía o República de 1931 se mostró neutral, pero mostró su adhesión al régimen
elegido.
Fue entonces cuando, junto a los carlistas, el PNV redactó un nuevo Estatuto de autonomía que confería al
País Vasco autonomía religiosa. Se trata del Estatuto de Estella, aprobado en junio de ese año. Euskadi
aparecía así como una especie de oasis clerical dentro de la España laicista predominante. La evolución del
partido continuó hasta una nueva ruptura con el carlismo y hasta una aceptación de la autonomía vasca dentro
del marco constitucional republicano.
En el segundo bienio de la República el PNV llevó a cabo su cambio hacia el centro. El Estatuto de Estella
sufrió continuos ataques en las Cortes hasta quedar paralizado. El PNV sufrió entonces una represión
gubernamental que derivó en una crisis en su seno aumentada por el hecho de que no había renovado sus
postulados tradicionales. Por todo ello este bienio fue bautizado como bienio negro por las izquierdas.
Las elecciones de 1936 mostraron que los partidos principales seguían siendo el PNV, el bloque
Contrarrevolucionario y el Frente Popular. Se reforzó en aquellos años el centrismo político del PNV, que
quedaba posicionado entre las otras dos fuerzas. Sin embargo, en los meses siguientes llevó a cabo una
entente cordial con las izquierdas.
La guerra civil dividió al País Vasco en dos partes, significando una lucha entre nacionalistas y carlistas así
como entre nacionalistas vascos y españoles. El PNV abogaba entonces por una doctrina socialcristiana como
tercera vía entre el capitalismo explotador y el comunismo colectivista.
Para concluir cabe resaltar que el PNV no era equiparable a ningún otro partido de la época. Su evolución
democrática puede deberse a que prestó mucha atención a la cuestión social durante la Restauración y a que
antepuso la cuestión autonómica a la religiosa. Esta evolución fue mayormente política, pues su ideología
conservaba principios de la ortodoxia aranista.
El nacionalismo español es difícilmente compatible con el vasco por el que aboga el PNV, por lo que el
entendimiento con otros partidos ha sido difícil para el partido vasco a lo largo de toda su historia.
UN MODELO DE PARTIDO−COMUNIDAD EN EL SIGLO XX:
EL PARTIDO NACIONALISTA VASCO
En su siglo de existencia, el PNV ha sido mucho más que un partido político clásico. Se trata de un
partido−comunidad, un movimiento político y social de masas que aspira a crear un Estado. El proyecto
irrealizable del PNV es su identificación con el País Vasco propiamente dicho. Ha sido siempre el principal
partido, y de él han surgido varias fuerzas políticas e incluso un sindicato. Ha ejercido siempre mayor
influencia social que peso electoral.
Desde siempre el PNV ha encuadrado muchas actividades complementarias a la política, a través de
organismos anexos a él. Ha construido así a su alrededor una comunidad nacionalista vasca.
Cuando se convirtió por primera vez en un partido de masas fue en los años que transcurrieron entre la muerte
de Arana y la dictadura de Primo de Rivera. Durante ésta se refugió en actividades deportivas, folclóricas y
culturales, alcanzando su máximo desarrollo histórico durante la II República. En 1936 alcanzó un Estatuto de
autonomía que le llevó a la creación de organismos administrativos, pero la derrota en la guerra le hizo perder
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su semi−independencia. Durante la dictadura franquista subsistió a pesar de la represión.
La estructura interna del PNV se asemeja mucho a la de un país propiamente dicho, con una imitación de los
tres poderes clásicos. Sus estatutos se asemejan más a la Constitución de un partido independiente. Los que
aprobó en 1977 continúan con el modelo tradicional del partido, teniendo cada provincia el mismo número de
representantes pese a tener distinto número de habitantes.
La mitificación de la figura de Sabino Arana ha hecho que su doctrina y sus ideas hayan sido intocables,
manteniendo el catolicismo confesional. Los símbolos creados por su fundador, como la ikurriña, han pasado
a ser de dominio público. El antisocialismo y el antiespañolismo también han continuado vigentes en las filas
peneuvistas, un partido que ha mostrado además su gran poder de movilización de masas. La prensa ha sido el
medio más utilizado para extender su ideología.
Como manifestaciones sociales del PNV cabe destacar: los batzokis, centros de reunión social creados por
Sabino Arana, las Juventudes Vascas, cantera principal del partido, los mendigozales, grupos de montañeros
que llevaban la doctrina por los pueblos, las emakumes, grupos de mujeres, y el teatro, que junto con la prensa
eran los vehículos de las ideas.
El PNV sobrevivió a la dictadura franquista, recuperando su condición de primer partido en Euskadi. Había
mantenido encendida la llama nacionalista a través de abundantes instituciones y prensa en el exilio. Irrumpió
abiertamente durante la segunda etapa del franquismo, pero dejó de ser fuerza independiente con la aparición
de ETA y HB, que le apoyaba.
HB y PNV han estado siempre enfrentados, pero mantienen un objetivo común, la creación de un estado
vasco al margen del español, dentro de la comunidad europea.
LOS ESTUDIOS SOBRE EL NACIONALISMO VASCO:
DE LA HAGIOGRAFÍA A LA HISTORIOGRAFÍA
En la actualidad los movimientos nacionalistas están de actualidad en Europa, y por ello ha proliferado la
bibliografía sobre ese tema. La historia del nacionalismo vasco se empezó a escribir con auténtico rigor
histórico a partir de la década de 1970. Sabino Arana también trabajó con la historia, pero él la usó como
medio para transmitir su ideología nacionalista. Pese a no ser historiador proporcionó una nueva visión del
pasado del pueblo vasco, que carece de base histórica científica.
En la II República se asiste a una reafirmación de la doctrina aranista, lo que lleva a la publicación de una
antología de textos suyos, surgiendo así la literatura histórica nacionalista propiamente dicha.
Jemein y Aranzadi son dos historiadores que han dado visiones diferentes sobre el nacionalismo vasco en
general. El primero de ellos, discípulo de Arana, redactó su biografía oficial, que sería luego superada por dos
nuevas publicaciones que pretendían dar a conocer la personalidad, el pensamiento y la trayectoria política de
Sabino Arana. Sus autores fueron Manuel Eguileor y Pedro Basaldua, cuyas obras no fueron superadas hasta
la historiografía de los años 70.
Tras la dictadura de Franco, la literatura histórica nacionalista continuó apareciendo, con obras más de
divulgación que de interpretación.
A partir de 1970 aparecen obras que reflejan la visión histórica de los ideólogos de la izquierda abertzale, con
abundantes estudios sobre ETA.
Para rebatir estos dos tipos de literatura, autores como Víctor Pradera resaltan en sus obras la vinculación de
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España y del País Vasco. Se encuadra en este grupo Sierra Bustamante, que describe la vida de Sabino Arana
en tono peyorativo.
Una de las obras más importantes de la época es Historia del nacionalismo vasco de Maximiliano García
Venero, donde dejaba patente su finalidad españolista y antiseparatista. Tuvo importancia por ser la primera
historia general del nacionalismo vasco y la primera historia política del País vasco contemporánea.
Es a partir de 1970 cuando se produce la renovación de la historiografía vasca, escrita en buena medida a
través de tesis doctorales, como las de Javier Tusell o José Carlos Mainer. En 1978 se publica Ideologías del
nacionalismo vasco 1876−1937, escrita por Antonio Elorza, que representará un salto en cuanto a calidad de
refiere.
La historia escrita del nacionalismo vasco ha estado siempre marcada por el estudio de la vida de Sabino
Arana y por su realización por ideólogos del propio PNV o por periodistas.
El balance general de la historiografía reciente sobre el País vasco es positivo, aunque quedan muchos
aspectos en los que profundizar, como la base social, la estructura interna, las manifestaciones culturales y las
relaciones internacionales.
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