LA NUEVA IMAGEN DEL MUNDO EN EL RENACIMIENTO

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LA NUEVA IMAGEN DEL MUNDO EN EL RENACIMIENTO
El renacimiento es un periodo de transición entre dos momentos históricos: el
medievo y la modernidad.
Es un periodo difícil de analizar en su totalidad, pues se puede hablar del
Renacimiento Artístico, Cultural, Religioso, Social, Político, Científico, etc. Incluso en
cualquiera de estos campos determinados, es difícil una clasificación en líneas
coherentes, pues el individualismo es la característica más sobresaliente de la época.
Corrientemente se entiende que el renacimiento comprende los siglos XV y
XVI. Para conseguir una visión más explicativa de la historia lo vamos a considerar su
periodo más amplio: desde finales de Edad Media (S. XIV), hasta el primer tercio del
siglo XVII. En este periodo el pensamiento europeo se transforma, dando como
resultado la Modernidad. Tres son las fuentes culturales que, como veremos, concurren
en este cambio: el Humanismo cultural, la Reforma religiosa y el desarrollo de la
Ciencia Moderna. Esta última fue, a largo plazo, la fuente más decisiva y poderosa de
las tres: en la primera década del siglo XVII asistiremos definitivamente al nacimiento
de la Ciencia Moderna (Galileo) y al inicio de la Filosofía Moderna (Descartes) fundada
sobre aquella.
El Concilio de Florencia-Ferrara ( 1438 ), en el que se pretendía la unificación
de las Iglesias Romanas y Bizantinas, permitió a los europeos entrar en contacto con los
teólogos bizantinos (J. Gemisto o Pletón, Besarión, etc.) conocedores de la lengua
griega y expertos en filosofía clásica. Cuando en 1453 Bizancio cae en manos de los
turcos, muchos sabios bizantinos huyen a Italia, llevando consigo la tradición de la
cultura clásica. Esta fue la chispa que encendió el Renacimiento Humanista.
Los hombres de esta época tenían conciencia de cerrar una época y estar
comenzando un tiempo nuevo de cultura y mentalidad que resucitaba el antiguo
esplendor del mundo grecolatino (Renacimiento es un termino alusivo al volver a nacer
a la cultura clásica). En realidad el Renacimiento no entronca directamente con la
cultura clásica, sino que, ciertos fenómenos característicos del periodo renacentista, no
son más que desarrollo de elementos originados en la última etapa de la Edad Media
(Ej. Los estados nacionales; el individualismo burgués; el humanismo, ya presente en
Petrarca; los estudios de los clásicos griegos, iniciados ya en el siglo XIII; la ciencia, ya
modificada desde el siglo XIV, etc.)
Genéricamente el Renacimiento se puede entender como el paso de una visión
teocrática del mundo, a una visión antropocéntrica y naturalista. Este cambio ya había
iniciado su germinación antes; el siglo XV y XVI son la toma de conciencia de él.
Este paso supone la negación de la continuidad ontológica entre Dios y las
criaturas, y la ruptura de la unitariedad cósmica medieval en muchas esferas
independientes, cada una con sus propias leyes. El conocimiento, meced a la obra de los
nominalistas, deja de ser “esencial” y comienza a ser “simbólico”. Esto permitirá el
auge de las matemáticas y física empírica moderna. Libres de todo perjuicio
especulativo, los hombres del Renacimiento viven con entusiasmo la posibilidad del
conocimiento total del Universo; cuando en el siglo XVIII tomen conciencia del
simbolismo de su conocimiento, aparecerá una gran decepción y desconfianza en el
conocimiento que, unido al total alejamiento de Dios respecto del hombre, impuesto por
el deísmo de la época, aumentará la inseguridad vital del hombre.
El renacimiento rompe el equilibrio razón-fe. La razón es propia del hombre;
Dios está por encima de toda razón. Ello conlleva un fideísmo religioso (núcleo de la
reforma luterana) y una filosofía “empirista” (origen de la “ciencia moderna”).
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En el campo moral encontramos un imperativo voluntarista: el humanismo exige
fundamentar la conducta en lo más propiamente humano: la razón. No es admisible una
moral teológica o trascendental metafísica, pues Dios es algo tras-racional imposible de
conocer para el hombre. La conciencia personal es el criterio moral. Aún creyendo ser
moralmente “racionales”, puesto que confunden “conciencia” con “razón”, puesto que
cada cual tiene sus “razones” personales, vemos claramente su voluntarismo moral.
Este voluntarismo está también presente en el campo político: mientras en la
Edad Media la “cristiandad” era regida por la ley eterna que administraba una autoridad
política puesta por Dios, por lo cual el mundo y la sociedad eran vividos como algo
familiar y connatural; para el hombre moderno el poder es un instinto de dominio que es
preciso organizar racionalmente. Las diversas “razones” populares darán lugar a la
ruptura de la Cristiandad europea, apareciendo los nacionalismos.
Ya hemos dicho que el humanismo cultural, la reforma religiosa y la ciencia
Moderna son las principales fuentes de los cambios aportados por el Renacimiento.
Veamos ahora de qué forma intervinieron cada una de estas fuentes, y cómo se
interrelacionan.
1. EL HUMANISMO
En el renacimiento no encontramos una filosofía propia, sino actividad
filosófico-literaria. El interés por las humanidades clásicas hizo que en algunos casos se
desembocase en discusiones filosóficas. La originalidad de los filósofos renacentistas no
está en los sistemas que profesan (pues los sacan los clásicos), sino en la actitud que
adoptan ante el hombre (“antropocentrismo”, motivado por el deseo de encontrar un
modelo de humanidad distinto del medieval), y la naturaleza (“naturalismo”, exaltación
de la Naturaleza, de su fuerza y valor intrínsecos, que le hacen digna de consideración y
estudio por sí misma, y no como algo creado cuyo estudio fuera simplemente medio
para elevarse a su Creador. Este “naturalismo” referido al hombre, olvida y minusvalora
la dimensión y destino sobrenaturales tan insistentemente afirmados por el cristianismo
medieval). Esta actitud es lo que ha dado en llamarse Humanismo Renacentista, que
consiste en el total desarrollo del hombre alimentado en los clásicos greco-latinos.
El Humanismo Renacentista defendió la tesis de que el hombre es naturalmente
bueno, adoptando una actitud naturalista difícilmente compatible con el Cristianismo.
2. LA REFORMA RELIGIOSA
La reforma luterana defendió la tesis de que el hombre es naturalmente malo,
exagerando una idea central de la antropología cristiana. El hombre, totalmente viciado
en su naturaleza por el pecado original, se salvaba por la fe, dada graciosamente por
Dios (las obras quedan sin ninguna importancia para la salvación). Por lo tanto, el orden
externo es moralmente indiferente; lo que importa es la intención subjetiva. La
comunidad humana queda sometida al Estado, y la fe religiosa queda cerrada en la
intimidad de cada cual.
La iglesia, como reacción al cisma luterano, y al posterior cisma anglicano, tomó
algunas medidas: restauración del Tribunal de la Inquisición, constitución de la
Congregación del Índice, convocación del Concilio de Trento, etc.
En el concilio tuvo gran importancia una orden de reciente creación: la
Compañía de Jesús, que será el apoyo más directo a la dogmática conciliar de la
Reforma Romana.
3. LA NUEVA CIENCIA
El interés por las humanidades trajo, como hemos visto, el resurgimiento de los
sistemas filosóficos griegos: el platonismo de la Academia Florentina; el aristotelismo:
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ya cristiano, averroísta o alejandrino; el estoicismo; el epicureismo; el escepticismo.
Estos filósofos humanistas viven de espaldas a la actividad científica de su época, que
culminará en la constitución de la Ciencia Moderna (verdadero generador de la Filosofía
Moderna). Pueden considerarse como excepciones: N. de Cusa, G. Bruno y F. Bacon.
La revolución científica tuvo su campo de batalla en el ámbito de la astronomía:
al eliminar la concepción geocéntrica del Universo (concepción aristotélica y elaborada
por Claudio Ptolomeo en el siglo II d.C.), sustituyéndola por el heliocentrismo,
quedaban socavados fundamentos y principios básicos de la Física de Aristóteles, lo
cual ponía en entredicho toda la metafísica. Ni Copérnico (1473 – 1543), ni Kepler
(1571 – 1630), ni Galileo (1564 – 1642) –figuras clave para la aparición de la Nueva
Ciencia- son filósofos, pero sus aportaciones científicas, que falsean la imagen
aristotélica del Universo, al poner en entredicho su metafísica, apuntan hacia otras
concepciones metafísicas.
La filosofía aristotélico-tomista se preguntaba por “el porqué” de las cosas
(ontología sustancialista). La física nueva (física matemática), se pregunta sólo por
“cómo” ocurren los fenómenos: el conocimiento de los físicos griegos les hace tomar
una actitud platónico-pitagórica ante la realidad, que pretende encontrar una estructura
matemática de lo real; por ese motivo, se describen los movimientos y se buscan las
leyes - patrones matemáticos que siguen los movimientos- que los rigen. La ciencia ha
dejado de ser contemplativa y especulativa para hacerse experimental y empírica. Esta
“Nueva Ciencia” (que ajusta matemáticamente la observación), surgirá como tal en
Galileo.
Nicolás de Cusa (1401 – 1464) con su concepción del universo como infinito,
sin limites; y Giordano Bruno (1548 – 1600), recogiendo la misma idea; colaboraron al
desmantelamiento del universo limitado y geocéntrico.
Francis Bacon (1561 – 1626), presentó un método de investigación para la
ciencia natural que contemplaba el método exclusivamente deductivo del Organon
aristotélico. Aunque este método puramente empírico no es el método de la nueva
ciencia, puso de manifiesto la importancia de la observación objetiva de la realidad, así
como de la ordenación de las observaciones.
4. LA ESCOLÁSTICA DEL SIGLO XVI
En el siglo XVI, al margen del Humanismo, asistimos a una revitalización de la
escolástica. Este proceso se llevará a cabo fundamentalmente en la Península Ibérica.
Debido a los cambios político-sociales de esta época, la nueva escolástica va a centrarse
en un nuevo campo de investigación: el derecho. El progreso del poder real gesta teorías
absolutistas: la unidad religión-política queda rota. Se estudian las formas en que se
transmite el poder al gobernante legítimo, así como el Derecho Internacional que regula
las relaciones entre los hombres de los nacientes estados soberanos. Además, el
descubrimiento de América obliga a reflexionar sobre las consecuencias morales y
jurídicas de la colonización. Son figuras destacadas: Francisco de Vitoria, +1546, y
Francisco Suárez +1617.
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