EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO

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EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
Viktor Frankl escribe este libro, más que como experiencia autobiográfica, como estudio psicológico del
hombre ante las atrocidades en las que se vio inmerso durante los tiempos de los campos de
concentración nazis. (de hecho es el informe del prisionero nº 119104, de un simple número, nunca de
un individuo único y personal) Así Frankl divide dicho análisis en tres partes. A modo de resumen y
para no extender demasiado lo que más tarde se va a comentar, he seleccionado varias ideas sin
desarrollar:
INTERNAMIENTO EN EL CAMPO: shock; horror; ilusión del indulto; abandonarse sin resistencia al
curso de los acontecimientos; borrar de la conciencia toda vida anterior(la existencia desnuda); un
variante frío y macabro de la curiosidad; perdías el miedo a la muerte; ante una situación anormal, la
reacción anormal constituye una conducta normal.
LA VIDA EN EL CAMPO: (incluso las ideas sueltas rescatadas de esta parte del relato siguen una
clara evolución, comenzando por la mutilación del sentir que se va convirtiendo poco a poco en un
aprender a vivir...): plomiza apatía, anestesia emocional, vaga sensación de que a uno ya no le
importará nunca nada; humillación e indignación provocadas por la injusticia; todos los esfuerzos se
concentraban en una única tarea: conservar nuestra vida y la vida de los camaradas amigos; cuando los
prisioneros sentían inquietudes religiosas, éstas brotaban de lo más íntimo y sincero que cabe imaginar;
intensificación vida interior (et lux in tenebris lucet); un extraño sentido del humor, dominar el arte de
vivir; el corazón endurecido; juguete del destino; íntima paz, libertad interior; el sentimiento que se
convierte en sufrimiento, deja de serlo cuando nos formamos una idea clara y precisa del mismo
(Spinoza); aquel que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo; en realidad no
importa que no esperemos nada de la vida, sino que la vida espere algo de nosotros; todo lo que no
acaba conmigo me hace más fuerte Para terminar con esta fase, Frankl recuerda a los guardias del
campamento, en esta parte llama la atención la serenidad con la que es capaz de analizar al hombre, a
ese mismo que, como él dice inventó las cámaras de gas, pero también entró en ellas con paso firme y
musitando una oración
DESPUÉS DE LA LIBERACIÓN: Se presenta un ex−prisionero que analiza la vuelta a casa, a una casa
que muchas veces estaba ya vacía; la vuelta a una vida que, como la casa, carecía ya de todo lo que el
hombre creía recordar que la llenaba; una vuelta difícil en la que valores como el perdón, el sentido de
la vida y el rechazo absoluto al mal ayudan al individuo a luchar contra la instintiva venganza, a la vez
que lograr la fortaleza interior suficiente para VIVIR: habíamos perdido la capacidad de alegrarnos y
lentamente teníamos que volver a aprenderla; después de soportar aquellos increíbles sufrimientos, uno
ya no tenía nada que temer, salvo a su Dios
*************
Hay varios detalles que me gustaría señalar, que me han hecho parar, y me han dado bastante en qué
pensar. Aunque, puestos a comentar, tendría una barbaridad de anécdotas, he seleccionado tres escenas
especialmente significativas para mí: la primera de ellas, un fragmento de lo titulado por Frankl como
la última voluntad aprendida de memoria; me ha sorprendido la ternura de las palabras que el
psicólogo dedica a su mujer; es una despedida breve, directa y sincera, no repara en frases bonitas sino
en contenido certero.
El segundo aspecto, al que calificaría de conmovedor, es la comparación que Frankl hace en el humor
en el campo referente a la cámara de gas y el tamaño del sentimiento, el cual (según explica en este
texto) se expande por el alma entera del hombre, ya sea grande o pequeño, la ocupa por completo y
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regularmente. Resulta, cuanto menos, impactante.
Por último quería resaltar unas ideas que expone el autor en la pregunta por el sentido de la vida; con
sinceridad, estas líneas me han llevado más tiempo que cualquier otra del libro ya que creo que son las
más duras de todo el relato (sobre todo difíciles de asimilar), quizás porque sean también las que más
cerca puedan sentirse; no hace falta estar en un campo de concentración para ser consciente del
sufrimiento humano... En ellas, Frankl lleva al extremo aquello de que es la vida la que espera algo de
nosotros; y es que − dice − en caso de que, en un momento, el destino de un hombre sea sufrir, éste debe
aceptarlo con dignidad, ya que es el sufrimiento su única y peculiar tarea, el que le otorga el carácter de
persona única e irrepetible y el que, paradójicamente, da sentido a su vida. Termina este fragmento
diciendo: Nuestro sentido de la vida abarcaba los amplios círculos de la vida y la muerte, del sufrir y el
morir. Ahí se entablaba nuestra lucha. El psicólogo utiliza aquí el imperfecto de indicativo, lo que
parece tranquilizar... pero ¿acaso nuestro sentido de la vida hoy no abarca todos estos campos?¿ Puede
hablar Frankl de aceptar el sufrimiento como tarea, como vida, en un carácter (el humano) que se
afana por cercenar todo tipo de dolor? Es cierto que afirma y reafirma que el sufrimiento no es, en
absoluto, necesario y que éste puede dejar de ser, en cierto modo, doloroso si le encontramos una razón,
pero aún así... ¿No da miedo entender al autor en esta idea de sumisión al destino en la que expone que
podemos, en un determinado momento, llegar a un sufrimiento que le otorgue a nuestra existencia todo
su sentido?
EL SENTIDO DE LA VIDA
Creo que el título del libro es un tributo a aquello que le salvó, el sentido que le encontró a su vida, por
el que no se lanzó contra las alambradas, por el que no dejó de luchar, por el que siguió afeitándose y
caminando derecho para parecer fuerte y capaz de seguir viviendo en aquellas condiciones.
Es, a mi modo de ver, tremendamente contradictorio (y es justo en la contradicción donde reside su
fuerza) que sea en un campo de concentración, donde se convive día a día con la muerte, el mismo sitio
en el que alguien no sólo encuentre sentido a su vida sino que se esfuerce porque los demás también lo
encuentren.
Frankl expone el sentido de la vida como aquello que la vida espera de cada persona, la responsabilidad
de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la existencia nos plantea, cumplir con las
obligaciones que la vida nos asigna a cada uno en cada instante particular o admitir y abrazar la
singularidad que diferencia a cada individuo y se fundamenta en su trabajo creador y en su capacidad
de amar. Nosotros debemos encontrar ese sentido, sin olvidarnos nunca de que, como él explica, es la
propia vida quien nos ha encontrado antes y espera algo de nosotros.
LA EXISTENCIA DESNUDA
La existencia desnuda es la experiencia del sentimiento profundo del ser, del ser despojado de tiempo,
de espacio, de todo lo que le rodeaba en el pasado. Es el hecho de tenerse a sí mismo, al verdadero yo, al
que se le ha usurpado todo, menos aquello ya vivido; porque, como señala casi al final del libro, haber
sido es también una forma de ser, quizás la forma más segura de ser.
La existencia desnuda es, de otra forma, un Siddhartha forzado, torturado y oprimido, un individuo
que conserva los tres tesoros de los que no nos pueden despojar nunca: su presente, su pasado y su
profundo ser, donde reside su capacidad de elección y libertad interior.
Los prisioneros desnudos se muestran tal y como son, con todo lo que esto acarrea; cierto instinto de
supervivencia y efímera felicidad provocada por pequeños y básicos placeres (pag.74) a la vez que un
compañerismo capaz de poder con el hambre de dos días y una profunda religiosidad. En conclusión, la
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contradicción en estado puro, el torbellino de valores(pag76), el hombre desnudo.
CONTRA LAS ALAMBRADAS
En la primera fase del internamiento, cuenta Frankl, que compañeros suyos optaban por el suicidio
tirándose a las alambradas. No temían a la muerte, si no se mataban ellos, los matarían los otros... La
vida no tenía sentido... ; para ellos la única razón para vivir era salvarse, su vida pendía del fino hilo de
azar tejido en el campo de concentración, por eso, su vida no merecía la pena ser vivida
SÍNTOMAS Y SENTIMIENTOS DE CADA FASE
En la fase de internamiento en el campo los prisioneros comienzan con un shock intenso que se
acompaña de horror y de un infundamentado optimismo. La ilusión del indulto, así es como se designa
en psiquiatría, consiste en mantener una esperanza que no se apoya en ningún dato presente ni real
para así, amortiguar, de algún modo, el sufrimiento. El prisionero se abandona al destino, al tiempo que
el dolor cubre sus recuerdos con una capa que, tras la liberación, se verá obligado a retirar. Poco a
poco, las ilusiones se desvanecen y aparece una singular curiosidad, por el futuro inmediato y sus
consecuencias. Aparece en algunos prisioneros la idea del suicidio como resultado de esa pérdida de
esperanza.
En la fase de la vida en el campo predomina la apatía, la indiferencia; ya no hay horror, no se siente
miedo, ya todo resulta normal a los ojos de los prisioneros. (lo que Frankl llama anestesia emocional).
Lo que no les abandona jamás es un profundo espíritu del compañerismo que hace que se despierte
indignación ante la humillación, los insultos y el trato lacerante por parte de los kapos. Muy relacionado
con esta hiriente ofensa a la vida está el complejo de inferioridad que se creaba en el prisionero.
Otro aspecto importante en la psique de los hombres internos en el campo es el tema de los sueños, en
ellos se manifestaban todos los deseos y aspiraciones que se truncaban durante el cautiverio. También
en esta fase, la religión y la dimensión espiritual del hombre se desarrollan especialmente; de esta
forma, el prisionero es capaz de sumergirse en un mundo de riqueza interior y libertad de espíritu,
escapando de la dureza y crueldad de la vida en el lager. En el equipaje de esta huida de la realidad
están los recuerdos de cada individuo y el amor hacia las personas que, un día, entrando en su
memoria, los crearon. Se forma la idea de una existencia provisional, no es motivo de preocupación el
futuro (es el pasado el que ocupa la mente del prisionero) y existe una extraña percepción del tiempo.
En cualquier caso, y ya para terminar con esta fase, he de decir que, tal como explica Frankl, es el
hombre el que decide, el que siempre conserva, si lo desea, un reducto de libertad espiritual. Así, su
estado de ánimo y, en definitiva su propia persona, dependen, en última instancia, de sus decisiones; De
esta manera, podríamos señalar tres tipos de conductas en el lager: El hombre que, libremente y por
propia decisión, perdía la fe en el futuro. Estaba condenado... Le faltaban las fuerzas espirituales para
seguir luchando por aquello que la vida esperaba de él. Otro tipo de visión era la de aquellos que
basaban su vida en salvarse, en salir del campo; muchos de éstos morían de desengaño al ver que la
fecha de la liberación, además de incierta, se presentaba cada día más agobiante e ilusoria. La tercera
variante de espíritu, sería el de gente como Frankl (o como los que tuvieron la suerte de saberle
escuchar), aquellos que se preocupaban por encontrar el sentido de su vida, que guardaban en su
interior una tremenda esperanza que podía con todas las adversidades vividas en el campo y que les
salvó de una muerte en él.
Durante la última fase que distingue este análisis, el prisionero comienza inseguro de ser libre.¿Estaban
de verdad libres o era la repetición de aquel sueño que todos los días se desvanecía?¿ Existía la felicidad
o, por el contrario, el tiempo pasado en el lager había hecho que, para ellos, esta dimensión ya no fuera
real? Tras este misterio se producía una reacción psicológica en el ex−cautivo: el desahogo, donde, en
algunos casos, la brutalidad hacía estragos convirtiendo al oprimido en opresor, opresor que poco a
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poco, y con ayuda, se daría cuenta de que a nadie le está permitido hacer el mal, ni aún cuando la
injusticia se haya cebado con él. Siguiendo este camino − no exento de baches − que debía recorrer el
individuo después de su liberación, encontramos un profundo desencanto producido por la vuelta a
casa. Aquí el hombre descubre que todo lo que le había hecho continuar luchando en el lager, o buena
parte de ello, es ya un simple sueño. Ilusiones , como abrazar el énfasis de los recibimientos,
reencontrarse con sus seres queridos o, sencillamente, no seguir palpando la infelicidad, se
desplomaban ante ligeros encogimientos de hombros y frases estereotipadas como bienvenidas, ante
casas vacías y ante la terrible sensación de que el sufrimiento no tiene límites y se podía sufrir, aún tras
la experiencia del campo, más y más intensamente.
Finalmente, y pasado el tiempo, el ex−prisionero vuelve la vista hacia atrás; es así como realmente
supera las atrocidades a las que se vio sometido durante el tiempo de internamiento, ahora ya lejanas
pesadillas recordadas por su espíritu fuerte; un espíritu que endurecido por tanto sufrimiento, ya no
teme sentirlo.
LA RELIGIÓN DENTRO DEL CAMPO
Los sentimientos religiosos conformaban para el prisionero (como para todo hombre) un aspecto
importante en la continuidad de su lucha. Es un soporte de su sentido de la vida. Según Feuerbach, Dios
es una proyección de todo lo que el hombre desea y no puede alcanzar; Aunque esto es sólo una visión,
siguiendo este razonamiento, Dios(el concepto de Feuerbach) está mucho más cerca del hombre en el
campo, ya que éste posee más ilusiones que hechos satisfactorios.
Por otro lado (para analizar la religión desde un punto de vista ateo y otro religioso), no muy lejos de la
opción de Feuerbach, y en contra de lo que pudiera parecer, se encuentra la teología actual; ésta
reconoce que la idea de Dios es también un producto de las latencias y potencias del hombre, sin
embargo, no es accidental sino que pertenece esencialmente a lo más íntimo de su ser. Así que, desde
este planteamiento llegamos a la misma conclusión que desde Feuerbach, el hombre, en el lager, está
más cerca de Dios, ya que partimos de que es dueño solamente de su existencia desnuda, de su íntimo
yo, que está estrechamente y en su esencia, unido a Él. De hecho, así lo afirma Frankl en el libro:
cuando los prisioneros sentían inquietudes religiosas, éstas brotaban de lo más íntimo y sincero que
cabe imaginar.
LIBERTAD Y HUMOR
El humor existe como paliativo del dolor, es una ayuda más para seguir, para evadirse por unos
momentos de aquella degradante situación que, por ser, podía ser de todo menos cómica.
Además, teniendo presente la comparación de la cámara de gas con la capacidad del alma, cualquier
sentimiento, alegre o triste, fuerte o débil, ocupa el interior del individuo por completo; por esto una
simple broma podía expandirse por su conciencia, robando así, y momentáneamente, espacio al
sufrimiento que la ocupaba.
El humor es un aspecto más de lo que Frankl llama el arte de vivir, el reírse de todo lo posible, el saber
distanciarse del horror y sobreponerse a él. No se trata de que el humor pueda existir sino que tiene la
obligación de hacerlo, como arma humana contra el sufrimiento.
La libertad forma parte de lo substancial del hombre, por lo tanto existe donde exista él, o su más
profundo interior; En el lager ese íntimo ser existe, es más, es lo único que existe; ahí está la libertad.
Es ella, la libertad, la que lucha por y para un camino, contra el sentimiento de creerse un juguete del
destino. Ella quien permite al prisionero decidir continuar o rendirse. Ella, quien da la oportunidad de
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dotar de sentido a la vida, de conservar su valor y dignidad o, por el contrario, de olvidar estos dos
aspectos de la misma, tirarse al vacío de la existencia y comportarse como un ser irracional y carente de
toda espiritualidad.
AMOR Y SUFRIMIENTO
El amor −a la vida, a la esperanza de algo mejor, a la libertad, a la felicidad, al hombre, a Dios − es la
meta ultima y más alta a la que puede aspirar el hombre. Es, por lo tanto, y en última instancia, donde
reside su sentido de la vida. Esta es la visión que da Frankl en el libro. Él se aferra a la imagen de su
mujer; es lo que le empuja a continuar, a luchar; es lo que otorga a su vida una meta.
Sin saber si su liberación dejará algún día de ser simplemente un sueño y, en el caso de que esto ocurra,
si su mujer estará aún en este mundo en dicho momento, al prisionero nº119.104 (como él mismo se
presenta) le merece la pena seguir viviendo porque tiene una meta, un sentido, que es el amor.
La salvación del hombre es posible sólo en el amor y a través del amor; un hombre despojado de todo
puede sentir la felicidad si siente el amor. Y amando, es amado, es feliz, VIVE.
El sufrimiento es otra cara consustancial de la vida y sin éste, la existencia no sería completa. En
ocasiones, afirma Frankl, es el dolor el que regala el sentido a nuestra vida, aquello que nos toca vivir y
debemos aceptar con la dignidad y el valor que nuestra existencia humana nos ofrece a nosotros.
Además, añadiría la siguiente cita que introduce el autor en homenaje a Spinoza: El sentimiento que se
convierte en sufrimiento, deja de serlo en cuanto nos formamos una idea clara y precisa del mismo. Por
lo tanto, la dimensión del sufrimiento, como de la felicidad, reside en la libertad de la que hablábamos
antes. Es el hombre el que decide sufrir o no ser feliz en contraposición a formarse la idea mencionada
por Spinoza y disfrutar, en la medida de lo posible, de su particular y única dicha.
Ambos, sufrimiento y amor, conforman las dos caras de la moneda de la vida, ambos son innatos al
hombre; lo que no significa que le quiten a éste, sabiéndose digno y valioso como humano que es, su
capacidad de elección para amar, sufrir, ser feliz o darse por vencido.
LOGOTERAPIA
La logoterapia o Tercera Escuela Vienesa de Psicoterapia es una teoría que se centra en el sentido de la
existencia humana y en la búsqueda de ese sentido por parte del hombre; de acuerdo a ésta, la primera
fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrarle esa razón de ser a su propia vida, la voluntad
de sentido, en contraste con la voluntad de placer de Freud y la voluntad de poder de Adler.
Según Frankl − y a diferencia de Sartre − nosotros no inventamos nuestro sentido, nos limitamos a
descubrirlo. Cuando el individuo malogra esa voluntad de sentido, hablamos, en logoterapia, de
frustración existencial, que puede llevar a una neurosis noógena, aquella que no nace de los conflictos
entre impulsos e instintos, sino más bien de los conflictos morales, espirituales o existenciales. También
es cierto que no todos los conflictos conforman un perfil de neurosis, ya que, según afirma Frankl,
cierta dosis de tensión (entre lo que somos y lo que deseamos ser, entre lo logrado y lo que queda por
conseguir) es necesaria en el espíritu del hombre para despertar el estado de latencia de su voluntad de
sentido, ese inequilibrio espiritual es lo que él designa como noodinámica.
Cuando se carece totalmente de sentido para vivir hablamos de vacío existencial. El individuo, al no
tener razones propias para su vida, se aferra al conformismo (hago lo que los otros hacen) o el
totalitarismo (hago lo que los otros quieren que haga).
Ahora, una pequeña diferencia entre no saber lo que la vida espera de ti y modificar la idea sobre esta
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tarea que la existencia te pide. El sentido de la vida cambia continuamente, pero nunca deja de existir. Se
puede descubrir este sentido de tres modos diferentes:
• Realizando una acción
• Acogiendo las donaciones de la existencia; el amor, es el único camino para arribar a lo más
profundo de la personalidad de un hombre. Sin amar no se conoce su esencia.
• Por el sufrimiento. El valor no reside en el mero sufrimiento sino en nuestra actitud para
afrontarlo, sólo siendo éste inevitablemente necesario. EL sentido de la vida es posible sin el
sufrimiento o a pesar de él.
EL suprasentido es otro termino de la logoterapia, es el contexto que sobrepasa la limitación humana.
La transitoriedad de la vida, desde la logoterapia, hace que la muerte se vea desde un punto de vista
optimista en la medida en que estar consciente de la finitud del hombre nos orienta a la responsabilidad
y, por ello, a encontrar sentido.
En la logoterapia como técnica, Frankl se centra en el aspecto del placer, del que dice que es un efecto y
no un fin. Y con esto deriva a lo que el llama intención paradójica. Para explicarlo parte del problema
humano: el miedo provoca lo que uno teme y la intención excesiva (hiperintención) paraliza la
consecución de aquello que se desea con todas las fuerzas. Ante este conflicto plantea una solución, que
empieza por reírse de uno mismo, de las fobias o de las fijaciones de cada uno, engañando a su propia
psique para lograr el efecto que quiere lograr (y que ha fingido ante sí mismo detestarlo)
Frankl en este pequeño apéndice sobre la logoterapia, critica al psicoanálisis por su pandeterminismo,
por creer que el paciente no es nada más que una máquina cerebral dañada. El autor de la logoterapia
defiende, en contraste, que el hombre, aunque pierda su capacidad para resultar útil, siempre conserva la
dignidad de ser humano. Así crea la psiquiatría rehumanizada, aquella que, detrás de la enfermedad, ve
al ser humano que la padece.
VALORACIÓN PERSONAL
Creo que es uno de los libros que más me ha hecho pensar. El trato que hace del interior del hombre me
ha hecho plantearme aspectos que nunca me había preguntado. Además, ha reforzado mi idea de
estudiar psiquiatría; aunque no lo tengo como única y segura opción es un campo que me apasiona, por
lo que he disfrutado mucho leyéndolo.
El enfoque que Frankl da a su particular experiencia personal me parece interesante y digno de
reconocimiento ya no por la calidad del escrito, que me parece maravillosa, sino por su capacidad para
el distanciamiento
Me ha llamado la atención su comprensión hacia el hombre (aspecto nada fácil en cualquier
coordenada de tiempo y espacio, cuanto más en sus circunstancias) palpable en detalles como la
serenidad con la que habla casi al final del libro de aquellos que se cebaron con su sufrimiento y el de
sus compañeros o las aclaraciones sobre los prisioneros que salían del campo con sentimientos de
venganza y el cariño con el que los recuerda.
Frankl es capaz de hacer que se sienta la ternura a través de las páginas del libro sin llegar al
sentimentalismo, relatar las brutalidades del campo sin sensacionalismos ni muestra de expresionismo
alguno. Capaz de compartir su más íntima sensación sin caer en una simple biografía. Capaz, también,
de hacer llegar al lector, mediante sencillas palabras y frases cercanas, sentimientos tremendamente
profundos. Capaz de dotar de sentido su existencia, la de la gente que tuvo la suerte de cruzarse con él y
ya, también, la de todos los que hemos leído este magnífico manual para la VIDA.
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