Amparo López Pascual

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Amparo López Pascual
Psicóloga. Orientadora del C. P. San Pedro Apóstol (GUADALAJARA)
DESTINO
Es tremendo nacer sabiendo que estás en peligro permanente, que
has venido a la vida sólo a sufrir y estas expuesto a desaparecer en
un instante por puro capricho. Temes todo, el egoísmo de las
personas que no tienen consideración, los juegos arrolladores de
los niños que no distinguen lo valioso de la morralla, los animales a
los que no se les pone nada por delante y se tragan cuanto
encuentran. Temes al brillo excesivo del sol y a la lluvia, pues te
hacen crecer por encima de los demás y ponerte en evidencia, y
temes a tus propios congéneres que se burlan a diario de tu
aspecto. Pero sobre todo tienes miedo del instante en el que vas a
ser descubierto. Siempre estás alterado esperando unos ojos que te
miren fijamente sin creerse lo que ven.
Es tremendo oír a tu madre cuando naces: “¡Oh, qué mala suerte,
es uno con cuatro hojas!”
Cuando le vio los ojos al niño, al niño ausente que no era,
y miró hacia otro lado por no responder con una lágrima
y vio a otros niños iguales por fuera al suyo que no era
y, sobre todo, escuchó las palabras que nunca su hijo le diría,
el mundo le pareció el peor lugar del mundo y quiso una estrella
estampada contra el suelo o que estallara un volcán dormido,
alguna catástrofe definitiva que evitara tomar la siguiente decisión,
coger al niño en brazos y seguir ofreciéndole la vida. 1
1
Este poema de Amparo López Pascual forma parte de tres (Duelo) premiados en un concurso de poesía
de Alcázar de San Juan.
LETRAS
Parece fácil la O, redonda y firme, con su principio y su fin tan
precisos, pero a Damián el lapicero le hace curvas y picos que no
vienen a cuento y no hay modo de parar, y le sale una letra
inexistente. Esto durante muchos días, por más que su profesora
empieza la primera curva a la izquierda de la O, con una pintura roja
gruesa y le marca unos puntitos para que no se olvide del camino.
Los otros chicos de la mesa hacen muchas filas de letras
iguales, las nombran mientras las escriben, las colorean. Damián se
enfada y arruga el papel con el aborto de la O grande como un sol
en medio de un cielo blanco. Se enfada y raya la mesa y le salen
nubes como eses y emes y zetas involuntarias; luego también tira la
pintura que parece que tiene vida propia para llevar el trazo por
donde quiera.
Y un día Damián, chupándose el labio de arriba y fijándose
mucho en los puntos de ayuda, cumple su deseo de cerrar el
misterio de la letra redonda. No ha sido fácil y a lo mejor no le sale
nunca más, pero hoy entrega su O perfecta y la profesora la incluye
en la exposición de los mejores trabajos. Así que todo el mundo ve
un enorme redondel rojo en el corcho expositor, y dicen que es una
cereza o una pelota o una sandía, pero es la O de Damián, la
primera y gorda O de su larga vida.
Se ríe mucho Damián cuando la mira colgada, su letra, la más
grande de todas las que han colgado, se ríe mucho hasta que
vuelve a la mesa y arruga la frente porque ahora, en la hoja nueva,
le han puesto un rabito extraño a su conocida.
–Es la a –dice la profesora mientras empieza otra vez la
primera curva con un lápiz azul
Y a él no le gusta nada que las cosas cambien y se
compliquen en tan poco tiempo. 2
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Relato finalista en el Concurso de CIVILA Todos iguales todos diferentes 2003.
DE OTRO MODO
El hombre que suele dar con frecuencia malas noticias se ha
acercado y ha dicho:
–Todo confirmado. (Todo era su sospecha, su acierto; la
primera vez que nos miró a los ojos lo dijo: yo miro a los padres no
a los niños, los padres lo saben siempre)
Está acostumbrado a realizar este trabajo, observar, preguntar
y decidir. Antes de él, un poco de esperanza; después, nada. Su
misión es encontrar el hilito para tirar y deshacer el enigma; su
objetivo, dejar la verdad al descubierto, usar las llaves correctas con
las que abrir. Y mostrar, para que viéramos: esto es lo que hay,
empiecen a creérselo ahora mismo.
Dice:
–Este es el nombre de lo que ocurre, pero el nombre no es
nada, las palabras no son nada, sirven de modo muy general y
traen más confusión que otra cosa. El mundo es lo que es por tanto
exceso de palabras. Lo que importa es decirnos las cosas como
sea, de cualquier modo. Empiecen por aquí.
Y ha puesto su mano grandísima sobre la nuestra y la nuestra
sobre la del niño y nos hemos sentido dentro de la misma historia.
Está acostumbrado a algunas lágrimas el primer día, pero
nosotros no lloramos porque no nos creemos aún todo lo que él
dice, por muy experto y muy observador, nosotros no vamos a parar
aquí, iremos al fin del mundo hasta ver con exactitud lo que es todo
esto que empieza a molestar la tranquilidad de nuestra vida.
Adiós. No hemos hablado de nada en todo el viaje. Tampoco
hemos puesto música como otras veces. En silencio los sesenta
kilómetros, nadie necesita decir nada ni oír nada.
–La mejor medicina es la paciencia –se me ocurre decir
mientras abro la puerta de casa. (Digo eso para que tú me
contestes de otro modo, pero veo que no me escuchas, digo eso
porque creo que si esperamos un poco todo será correcto otra vez,
estoy segura, y quiero que tú lo confirmes; pero entras en casa con
el mismo silencio).
Pienso en el hombre de las malas noticias, mal oficio ese de
agrietar vidas ajenas, parece fácil hacerlo, decir con precisión el
nombre de lo que está pasando y luego volver a sus asuntos, caso
siguiente. Pienso en él acostándose a estas horas libre de los malos
sueños que provoca, haciendo un resumen a su mujer de lo que ha
encontrado en la consulta esa tarde, leyendo un folleto de
vacaciones invernales, esquí, montañas, frío. Se duerme
rápidamente.
Nosotros no podemos dormir ahora, demasiada realidad en
pocas horas, seguramente los dos pensamos en lo mismo, en no
hacer caso al experto recomendado, aunque haya hablado con
tanta claridad, no hacerle caso y vivir como hasta ahora, esperando
con paciencia el regreso de los días anteriores. Porque el niño va a
hablar, aunque él diga que eso no es lo importante, va a usar
palabras como todo el mundo, va a entendernos como hacen todos
los niños. Sólo hace falta un poco de paciencia. Nos hemos
precipitado por esa insistencia de la guardería, porque no digan que
somos unos negligentes, pero no hay nada por lo que preocuparse,
seguro.
No dormimos, tampoco importa ahora. Cuando él era más
pequeño pasaba esto, yo no dormía, me extrañaba tanto silencio a
su alrededor y sus ojos abiertos esperando algo que yo no sabía
dar. (¿Cómo dicen otras madres que saben interpretarlo todo, que
notas cuando quiere esto o quiere lo otro, que te necesita tanto?)
Comprendo que lo que quiero con todo esto es escaparme.
Así que me armo de valor y te digo:
–Creo que el especialista lo ha explicado bien. (Y te has
movido en la cama inquieto, sin responder, esperando la siguiente
frase.) Creo que él sabe mejor que nosotros (otra vez te has
movido), creo que tendríamos que hacer algo, por si acaso (y me
parece que llorabas en ese momento, no estoy segura), creo que es
mejor creérselo. Lo sé.
Me recuerdas cómo tu hermano se salvó de algo peor con
poca esperanza, mucha gente lista se equivoca. Pero no voy a
hacerte caso, voy a ponerme del otro lado y a insistir. Si no hago
caso nos estrellaremos.
–Podemos decirlo, podemos decir en voz alta el nombre, no
pasa nada, explicar a todo el mundo y responder a sus preguntas.
(Tú te has dado la vuelta y ése ha sido el último mensaje, no quiero
hablar contigo, es verdad que las palabras son una trampa y lo que
mostramos dice más de nosotros que lo que decimos)
Me pregunto cómo se puede vivir sin saber que hay escondido
en los próximos meses, cuánto miedo, qué ganas de olvidar; cómo
se puede vivir sin tenerlo todo bien atado, sin saber. Luego
recuerdo los buenos tiempos, una canción de alguien que decía que
todo puede dar la vuelta en un segundo. Es eso, aunque ya lo
supiéramos, hoy ha sido el día, el segundo que ha dado la vuelta a
todo. Y no hago nada en la cama preguntándome.
Me levanto. Esta noche la casa además de fría es negra, pero
yo a tientas sé dónde está todo con precisión, llego hasta el cuarto
de estar y toco el peluche de algunos muñecos, completamente a
oscuras, completamente sorda, completamente sola. Distingo el oso
y el pingüino aun sin ver, sus orejas, sus barrigas blanditas, su
rostro. Luego el niño comienza a llorar. Voy repitiendo su nombre en
voz baja hasta que llego a su nido y acaricio la manta que sé que es
azul de cuadros de lana finísima. La mano que calma sobre su
pecho es la mía, comprendo entonces que mi mano sirve, que mi
roce cura. Ni una sola palabra es verdad. Mi mano toca ahora la
suya y quedan enganchadas como dos eslabones perfectos que
necesitan exactamente ese hueco.
Paso un dedo por su barbilla muchas veces, muchas veces,
hasta que noto su respiración calmada señal otra vez del sueño.
Las manos aún se quedarán un rato por si acaso, el peso de la
mano que asegura un amor inquebrantable. Esta es la forma más
humana, pienso, la más primitiva y la más natural: tocarlo todo para
saber qué es. Toco los barrotes de la cuna, la pared picoteada de
pintura, la puerta de su cuarto y sigo así todo el trayecto hasta el
dormitorio, no había conocido nunca de este modo.
Te toco.
–Qué haces por la casa (me preguntas como si no supieras
por qué ando a oscuras moviéndome tan despacio), ¿te duele algo?
(me preguntas y sabes lo que me duele pero es mejor asegurarse)
–Lloraba, lloraba (te digo esto para que hables de una vez de
lo que nos importa, de lo que tenemos ahora)
–¿Quién lloraba?
Es mi oportunidad así que te digo que lloramos los tres, que
éste es el momento antes de la primera luz de llorar un poco y luego
vestirnos y empezar a ver por dónde, llamar a este teléfono que nos
han dado, buscar en todas nuestras enciclopedias algo más sobre
esto, porque hay que empezar a tener planes.
Te levantas, vas dando todas las luces hasta la cocina y traes
enseguida dos cafés, enchufas el ordenador, pones una silla junto a
la tuya y empezamos a iluminarnos la cara con la luz azul de la
pantalla, un fantasma que viene del más allá a contarnos.
Las manos calientes sobre la taza caliente, hay que ver cómo
cualquier cosa las traspasa. Ahí está la página que buscabas. Y
leemos, es exactamente eso, leemos, leemos, amanece, leemos,
una mano sobre otra. Es como ahí dice, todas nuestras sorpresas
correctamente explicadas. Incluidas las explicaciones mágicas, los
sueños, las mentiras pequeñas que consuelan alguna vez.
El día completo de luz, en el cuarto de al lado alguien
despierto no nos llama, no nos aguarda, no espera algo que aún no
sabemos cómo darle pero encontraremos el modo, como en el
juego de las mil llaves dónde uno va probando y probando hasta
que da con la cerradura adecuada. Así que todo tiene que consistir
en encontrar otro acceso.
A las diez dices:
–Ya no llegas al trabajo (como si tu no pensaras ir, tu hora no
fuera tu hora, hoy no fuera jueves, volcado en otro tiempo con otro
misterio que no puede esperar a resolverse)
Hay mucho sol aunque es noviembre. Esto es lo que quiero
decir, que en noviembre hay días de mucho sol, que nos lo
tomemos todo.
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