Llamaron a la puerta y mis padres miraron el pomo con desazón

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Llamaron a la puerta y mis padres miraron el pomo con desazón. Era Amelia, la vecina, que
trabajaba en casa de Suárez, el indiano.
« ¿Sabéis lo que está pasando? En Coruña, los militares han declarado el estado de guerra. Están
disparando contra el Gobierno Civil. »
«¡Santo Cielo ! », se persignó mi madre “ y aquí” , continuó Amalia en voz baja, como si las
paredes oyesen, « dicen que el alcalde llamó al capitán de carabineros, pero éste mandó decir que
estaba enfermo ».
Al día siguiente no me dejaron salir a la calle. Yo miraba por la ventana y todos los que pasaban me
parecían sombras encogidas (…) Llegaron tropas de la capital y ocuparon el ayuntamiento. Mamá
salió para ir a misa, y volvió pálida y entristecida, como si hubiese envejecido en media hora.
« Están pasando cosas terribles, Ramón », oí que le decía entre sollozos, a mi padre...
Manuel Rivas, ¿Qué me quieres, amor? 1995, Santillana
«Vete a tu habitación» me dijo mi padre. Me fui enseguida pero me quedé a la puerta de mi
dormitorio, y escuché lo que mis padres se decían, mirando por la cerradura. Mi madre se
echó en los brazos de mi padre y él le preguntó si se había enterado de algo en la iglesia.
«- El obispo dice que los franquistas tienen la orden de tomar como rehenes a algunos de
nosotros; dijo mi madre.
-¡Dios mío!
-Tengo miedo, Ramón.
-No te preocupes, estoy contigo.»
Estaba como pasmada y no dijo una palabra más en toda la tarde. Al día siguiente, los
compañeros Republicanos de mi padre se reunieron para hablar.
Mi padre se fue el bar de nuestro barrio por la tarde. Volvió por la noche y se acostó sin
hablar. Cuando me levanté, vi a mis padres que estaban hablando en la cocina. Hablaban de
escopetas y de ejército libre.
Durante el almuerzo, mi padre no decía nada, pero de repente, me explicó la situación. Mi
padre y sus amigos republicanos habían decidido combatir a los franquistas tomando las
armas. Me dijo que todavía tenía el fusil de caza de mi abuelo. Me afectaba mucho la decisión
de mi padre de ir a la guerra. Algunos días después, mi padre y sus amigos se reunieron con el
ejército oficial del partido republicano.
Tres días después cuando mi padre se fue al frente mi madre estaba a punto de llorar, no
estaba de acuerdo con él. Quería que su marido se quedara en casa pero él consideraba que
era su deber.
Durante una semana, mi madre y yo estuvimos sin noticias de mi padre, estábamos muy
preocupadas.
Mi tía nos escribió de Francia para saber como estábamos en España. Contestamos poco
tiempo después, pero mi madre no mandó la carta inmediatamente. Y cuando llegó otra carta
de mi tía, la leí. Mi tía escribía que podía acogerme y que había encontrado un trabajo para
mí. No comprendía, pues mostré la carta a mi madre. Me dijo que ella quería que yo me fuera
a Francia a vivir a casa de mi tía y a trabajar con ella. ¡Yo no estaba de acuerdo! No quería
dejar a mi madre solita. Mi madre me dijo que me explicaría algo al día siguiente.
Cuando me levanté, mi madre no estaba en casa. Volvió un cuarto de hora más tarde con un
periódico en la mano. Se sentó a la mesa y me dijo: « Mira, hija... los franquistas están
matando gente del partido de tu padre, sin motivo y delante de sus familias enteras. No
necesitas vivir esto, quiero que vayas a casa de tu tía durante la guerra y cuando todo acabe,
podrás volver a España. »
No pude decir ninguna palabra, mi madre siguió hablando: «Te irás mañana por la mañana,
deberías hacer tu maleta para tu estancia en Francia. »
Sabía que mi madre tenía razón, pero no quería dejarla sola. No me dio elección. Me fui a mi
habitación para preparar mi maleta.
Al día siguiente por la mañana, tomé el autobús para irme a Francia. Me acomodé al lado de
una mujer vieja que se llamaba Pilar. Empezamos a hablar, me dijo que se iba a Francia para
ver a su hijo. No le había visto desde hacía cinco años. Su hijo se había instalado en Francia
para trabajar en una gran universidad en París. Miré por la ventana, el paisaje era de campos
grandes con girasoles. El trayecto fue muy largo. Pasamos por la costa atlántica y juego
seguimos el río Loira antes de dirigirnos hacia París. Allí mi tía estaba esperándome, el
autobús llegó delante de la estación de Montparnasse y divisé a mi tía. Me bajé y le di un
beso. No la había visto desde hacía mucho tiempo y teníamos muchas cosas que decirnos.
Anduvimos hasta su casa. Era un gran edificio. Subimos la escalera, había muchos niveles,
por lo menos siete pisos. Llegamos a la habitación de mi tía, que vivía en un ático. Hacía
mucho calor y no había nada excepto su cama y una cómoda. En cada habitación de este piso
vivía una mujer quien trabajaba en casa de personas ricas quienes vivían en los pisos de abajo.
Me enseñó la mía y puse mi maleta. Empezó a hablarme : « Lourdes, vas a trabajar para un
gran jefe de empresa y su esposa que tienen una hija de 12 años y un hijo de 8 años, son muy
exigentes pero no te preocupes, todo va a salir bien. »
Estaba muy cansada por el viaje, pues fui dormir un poco porque mi tía me dijo que empezaba
el trabajo a las cinco de la mañana. Los franceses se levantaban más temprano que los
españoles y yo tenía que preparar el desayuno para toda la familia. Cuando me desperté estaba
muy nerviosa. Me vestí con la ropa que me había dado mi tía y bajé la escalera para ir a casa
de mi patrón. El padre no me saludó como su esposa y los hijos. Los niños se fueron a clase y
los padres al trabajo. Cuando estuve sola, empecé las tareas domésticas. Después de terminar
fui a misa, a las cuatro de la tarde.
Todas las criadas españolas iban a la misma iglesia. Pude hablar con ellas. Algunas
compraban periódicos franceses que hablaban de la guerra civil en España. Cosas terribles
estaban escritas y temíamos por nuestras familias que se habían quedado en España. Durante
cinco meses, pasaron los días, monótonos. La familia que me empleaba era muy exigente
conmigo. Y los niños eran diablillos.
Un día, estaba limpiando cuando recibí una carta de mi madre que me decía que los
Franquistas habían matado a mi padre. Al principio no pude creerlo. Mi tía conocía a una
mujer que tenía un teléfono. Llamamos a mi madre, estaba llorando. Entonces comprendí que
mi padre no ya era de este mundo. Lloré en brazos de mi tía. Mi tía dijo a mi madre que tenía
que venir a Francia.
Una semana después llegó mi madre. La abracé y le prometí que no volveríamos a España
mientras Franco estuviera en el poder.
Romane DEFFIS, Antoine FONTAN
Lycée Paul-Louis Courier, Tours (37)
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