La experiencia de Sarah en una comunidad

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La experiencia de Sarah Casssidy
en la Comunidad La Estrella
Cuando menciono que he sido
voluntaria en Argentina, la gente
se sorprende de escuchar que
pase el tiempo con una comunidad
indígena, lejos de la noción
argentina de ciudad cosmopolita,
de la América del Sur
desarrollada.
Antes de llegar a la comunidad, fui informada por Redes
Solidarias sobre la situación del poblado. Sabía que no tenían
electricidad, ni agua corriente, ni teléfonos y la mayor parte
de mi preparación mental fue como me iba a acomodar a la
ausencia de estas comodidades. Sin embargo, cuando llegué
a la comunidad, fue más un reto acostumbrarme a su cultura
y a sus valores y a través de esto, hacer amigos con unas
personas tan espirituales. Cuanto más me adentraba más
apreciaba la importancia de la solidaridad de Redes Solidarias,
y el trabajo benéfico que hacen allí.
Habiendo vivido un mes en Buenos Aires, sentí que me había
acostumbrado a la forma de vivir de argentina. Amé el modo
de vida cosmopolita y bohemio que ofrece Buenos Aires y
concluí que amaba Argentina. Sin embargo, cuanto más se
alejaba el colectivo destartalado de Tartagal y más se
adentraba en el árido paisaje del Chaco, me di cuenta que
estaba en una Argentina que contrastaba con todo lo que
había experimentado antes. Cuando estábamos llegando a La
Estrella, jóvenes caritas sonrientes aparecían por todas partes
y perseguían el colectivo por el pueblo. Había visto fotos y
escuchado historias sobre la comunidad y su forma de vida,
pero no me podía imaginar como sería el choque cultural
cuando llegase por primera vez.
El pueblo era árido y entre los árboles dispersos había
tradicionales sombreros de paja. De ellos surgían mujeres
indígenas vestidas con faldas de colores brillantes, llevando
bebés dentro de una tela atravesada al frente. Con ellas
venían los hombres del pueblo y gran cantidad de niños
hermosos. Sonreían y se fascinaban por cualquier movimiento
mío mientras hablaban entre ellos en su lengua tradicional.
Nunca había conocido gente tan diferente a mí y ellos nunca
se habían encontrado con alguien con ojos azules y piel tan
clara. Fue increíble darse cuenta que estos indígenas eran de
la misma nacionalidad que los elegantes porteños que había
visto hace unos días. Esta era la verdadera Argentina.
Llegar con Mercedes por
solidaridad significó que la gente
inmediatamente confió en mí y,
aunque tímidos, estaban ansiosos
por darme la bienvenida a su
comunidad. Estaban muy
encariñados con Mercedes,
agradecidos por toda su ayuda y
apoyo brindado por ella y otros
trabajadores solidarios. Redes Solidarias apunta a mejorar la
calidad de vida de las tribus indígenas aisladas como La
Estrella, y la comunidad estaba orgullosa de mostrarme las
variadas maneras en las que Redes Solidarias ha logrado
esto. En educación, le han proporcionado una escuela,
jardines de infantes y materiales; en cuanto a salud le han
dado una bomba de agua que les brinda agua potable y mejor
equipamiento medico; en agricultura han permitido la
producción de páprika y eso significa un ingreso para la
comunidad; y pronto esperan completar un taller que le
permita a las mujeres producir y vender sus tejidos. Mi rol
como voluntaria fue crear actividades para los chicos de La
Estrella. Desde el comienzo, Mercedes aclaró podía hacer
cualquier tarea que considerara necesaria, y realmente
aprecié la libertad para hacer cosas como ayudar a los
médicos, crear torneos de voley y otros trabajos esporádicos.
En las mañanas ayudaba en el jardín de infantes como
asistente de la clase. Los niños viven en chozas y son libres
de explorar el pueblo y sus alrededores, de ésta manera, el
mayor reto reunir dieciocho niños de tres a cinco años en una
clase. Principalmente participaba en actividades artísticas, y
también me gustaba ver a los chicos desarrollar su
conocimiento y su castellano. En el almuerzo Redes
Solidarias provee a la comunidad de comida, después de la
cual hacía una actividad con los niños. Mercedes y los
ancianos habían mencionado que mientras la comunidad se
desarrollaba, era importante que los chicos mantengan su
cultura y tradiciones. Por ésta razón, trataba de planear
actividades que incorporaban historias locales o usaba
materiales naturales como arena, arcilla y hojas. Sin
embargo, los niños adoraban dibujar y por eso, sobre el fin
de mi estadía tuvimos una competición de creación de
máscaras que fue un gran éxito. A pesar de vivir vidas
simples, los chicos de La Estrella están consistentemente
felices y con mucha personalidad. Tiene muy poco para hacer
en la comunidad y disfrutan mucho tener actividades con las
que pasar el tiempo. Fue un placer para mí ayudarlos a
dibujar y crear, tanto como verlos hablar, reír y cantar en su
lengua local.
En las tardes, pasaba mi tiempo con una chica llamada
Maricia y sus amigas. Maricia sólo tenía catorce años, tenía un
embarazo de cinco meses y era muy madura y cariñosa. Me
ayudó a adaptarme a la forma de vida de la comunidad y me
enseño como las mujeres se higienizan, cocinan y hacen
fuego. Era menos tímida que el resto de las mujeres de la
comunidad y me acompañaría todas las noches al lado del
fuego donde cambiamos historias sobre nuestras culturas.
Maricia me ayudo a sentirme mas relajada e implicada en la
comunidad pero había inevitablemente momentos en los que
me sentía exterior a la comunidad y a la gente. Algunas veces
tenía que ver con la práctica, como tener que cocinar con
fuego, no poder dormir por los animales o estar sucia por no
poder higienizarme apropiadamente. En otras ocasiones era
difícil vivir en una comunidad tan unida donde había muy
poco sentido de la privacidad, y a veces tenía que aceptar que
había limites culturales y perspectivas que no podía entender.
No siempre era fácil vivir en La Estrella y había tiempos que
me sentía abrumada por mis circunstancias, sin embargo en
retrospectiva palidecían en comparación con los increíbles
recuerdos, cultura y gente de la que había sido parte
brevemente.
En mi última noche en La Estrella,
Maricia y yo nos sentamos al lado
del fuego y hablamos sobre las
estrellas. En una comunidad sin
electricidad ni contaminación
parecen extenderse por todo el
cielo y dominar toda la
comunidad. Le explique que en mi
cultura estamos tan ocupados
mirando hacia delante, que raramente paramos para pensar
en las estrellas, los ríos o el viento. Me sentí tan afortunada
de haber pasado un mes viendo y trabajando en una
comunidad tan única y haberme introducido en su cultura, y
por consiguiente en la mía. Aunque era triste decir adiós, me
sentí que me iba con mucho más de cómo había llegado. Los
chicos habían disfrutado las actividades que compartimos
durante el mes pasado, igualmente, algunos de los mas viejos
habían mejorado su confianza en hablarme y ayudarme, y
gente como Maricia se había beneficiado aprendiendo sobre la
perspectiva de una persona ajena a la comunidad de La
Estrella
Más que nunca me di cuenta de lo agradecida que estaba la
comunidad por la gran ayuda brindada por Redes Solidarias.
Sentí mucho respeto por La Estrella y por Redes Solidarias
que refuerza el vínculo entre la Argentina desarrollada y las
comunidades indígenas del norte. Han mejorado
drásticamente el nivel de vida de comunidades como La
Estrella y a partir de esto han mejorado cultural y
espiritualmente la vida de los afortunados como yo,
aprendiendo y experimentando de su cultura indígena.
Sarah Cassidy
2007
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