ESPIRITUALIDAD Hace más de treinta años había concretado en gran medida los sueños de la infancia y adolescencia que podemos resumir en la respuesta a la pregunta: ¿Que vas ser cuando seas grande? Ya era grande, y había concretado metas en lo profesional y en aspectos personales y sociales. De todos modos mi situación de aparente realización no coincidía con la ansiedad que me producía esa misma situación en lo profundo de mi ser. Poco a poco la ansiedad se convirtió en una nueva pregunta. ¿Por qué y para qué?. La respuesta no fue tan simple y ya llevo más de treinta años tratando de contestarla. He leído infinidad de libros, asistido a conferencias, consultado a maestros intentando entrar en el denominado mundo espiritual sin saber a ciencia cierta en qué consistía dicho espacio. Intuía que “lo espiritual“ al menos era lo contrapuesto a lo material y seguía estudiando el asunto sin mayores precisiones, aunque con la pasión de quien descubre una nueva dimensión absolutamente llena de matices y sin ningún limite en cuanto a su conocimiento. Al principio de mi búsqueda lo que me interesaba se incluía dentro de lo que algunos llamaban en ese momento ocultismo, siguiendo la tradición y el vocabulario del siglo diecinueve. El material era escaso y no tan simple de conseguir. Debo confesar que en aquellos años interesarse por las cuestiones “ocultas” daba alguna reputación. El sentirnos algo distinto por manejar conceptos y términos no muy conocidos, alentaba cierta arrogancia y lo peor de nuestro ego. Poco a poco de la mano de la globalización, el orientalismo, el yoga, la autoayuda, todo cambió y nuestro discurso “espiritual/oculto” se fue popularizando de tal modo que requirió de nuevas posturas al respecto. En esto, como en tantas otras cosas, el establishment, las editoriales y otros medios de comunicación popularizaron y/o banalizaron el lenguaje y las prácticas, apropiándose de lo que hace ochenta años era solo patrimonio de unos pocos. Conceptos como karma, reencarnación, visualización, energía, chacras etc. se han instalado en el vocabulario común de ciertas personas instruidas y acomodadas. El manejo más avanzado de los mencionados conceptos fue creando una nueva clase de “sacerdotes laicos”, consejeros, sanadores, videntes y maestros. No estoy abriendo juicio por ahora sobre lo ocurrido, solo intentando describir un fenómeno de la realidad Revistas, fascículos, CD relativos a temas espirituales abundan en librerías kioscos y supermercados. La pregunta que surge ahora es si la popularización y sobreabundancia de medios e información a la que nos referimos antes ha dado los resultados esperados o por el contrario distraen y confunden. Estoy persuadido que el éxito de estas nuevas formas de expresión de la espiritualidad se debe en gran medida a que su relato, o lo que las personas toman y arman como tal, es mucho mas tolerable que la cosmovisión judeocristiana que reinó por siglos en occidente. Obviamente el infierno, el purgatorio y otras calamidades son mas duras de aceptar que la idea que iremos mejorando en sucesivas reencarnaciones y que nuestros males provienen de vidas anteriores sobre las cuales reconocemos poca responsabilidad. Es preferible pensar en una nueva y próxima reencarnación con mayor experiencia que esperar y someternos al juicio final. Nada mejor que volver a ser un bebe, que esperar la resurrección de la carne, vaya uno a saber en que condiciones. Sin el menor empacho muchas personas se autodefinen como “espirituales” del mismo modo que antes se autoproclamaban católicos, judíos o evangelistas. Antes como ahora la pertenencia a determinado grupo religioso o filosófico, o adherir a ciertos principios metafísicos o ideológicos, no garantiza comportamientos similares. Precisamente dicha diversidad de interpretaciones y acciones consecuentes, tienden a confundir al observador poco avezado. Están aquellos que explican sus excesos en esta vida aduciendo que uno se encarna para adquirir experiencias terrenales y que todas ellas son entonces positivas. Otros por el contrario practican el ascetismo considerando que manteniéndose alejados de lo mundano se acercan a la verdadera forma de vivir este mundo. Mientras tanto las librerías, o las tiendas de música y video siguen ofreciendo todo tipo de material relacionado con lo espiritual. La variedad es enorme y la calidad de los contenidos oscila entre lo excelente a lo simplemente desechable. Cabe preguntarse ahora cuál es la intención de este trabajo. ¿Ofrecer más material al ya existente? ¿Confundir otro poco? ¿Suponer que ésta si es la verdad por sobre la de otros autores? Nada de eso. El primer motivo es simplemente la necesidad interior de escribir, algo así como materializar ideas para dejar espacio en la mente a nuevos pensamientos. El segundo es que en el caso de que estas reflexiones le lleguen al lector, este pueda encontrar en ellas algún provecho, tanto sea por coincidir o disentir con lo dicho. Cada día siento con más fuerza el mandato que me indica que no debo dar por cierta ninguna idea o circunstancia, salvo aquellas que han dejado de ser tales y pasaron a ser parte de mi. ¿Qué significa para mi que una idea un pensamiento, un sentimiento se incorporen a mi ser? Simplemente que no tenga opciones de reaccionar a un estimulo de un modo diferente al que lo hago. Tengo para mi que la única espiritualidad posible es aquella que además de ser leída o escuchada se prueba, se desecha o incorpora a nuestra vida diaria como un nivel de entendimiento, conciencia y /o actitud. Los demás son propósitos, ideas ajenas a las que adherimos, libros que leímos o maestros cuyo discurso nos parece atractivo. Existen seres poco ilustrados y sin instrucción que practican una envidiable espiritualidad y se nutren de ella simplemente en el contacto con lo natural, lo intuitivo, el amor por todo lo que los rodea, de la serena observación y aceptación de lo que ocurre. Otros acceden al mundo espiritual por la iluminación, revelación o después de un trauma. En lo personal, cada idea, pensamiento, sentimiento, fue cuestionado en mi interior durante años, luego pasaron a una etapa de maduración y recién después se hicieron parte de mi. Ese largo proceso que nunca puede darse del todo por concluido es el que valida de algún modo su contenido y vigencia y los pone a salvo de circunstanciales confusiones. Últimamente he observado un fenómeno nuevo para mi, algunos de mis pensamientos costumbres o actitudes cuyo origen y valor desconocía, se vieron reflejados en textos en donde se explicaba su sentido y demás características. ¿Qué es para mi entonces la llamada espiritualidad, cómo se manifiesta y se incorpora a nuestras vidas? Debo aclarar que el término espiritualidad lo utilizo de modo forzado para facilitar el entendimiento de lo que expongo, aunque de algún modo no me satisfacen los contenidos y consecuencias que muchos de mis semejantes le dan a la mencionada palabra., aprovechando su indiscutible prestigio. Sin abrir un juicio de valor se puede coincidir que existe materia y que también percibimos otros fenómenos inmateriales a los que podemos llamar alma o espíritu. Por lo general la materia la percibimos por alguno o varios e nuestros sentidos vista, oído, tacto u olfato. Al alma o al espíritu se lo percibe por no siempre reconocibles sensaciones de amor, piedad, compasión, agrado, culpa, orgullo, desagrado, incomodidad, duda, pena o alegría. Es decir que el mundo espiritual se manifiesta por una especial energía que el hombre tiene capacidad para percibir. La mayor o menor capacidad del hombre para percibir esas corrientes de energía que emana del mundo no material es lo que nos hace mas o menos espirituales. Podríamos ubicar a un gurú o un santo en lo más alto de la escala. Un psicópata o asesino serial estaría en lo mas bajo, ya que sus conductas parten precisamente de no tener ninguna capacidad de percepción de los fenómenos inmateriales antes citados. La definición de espiritualidad por oposición a materialidad resulta insuficiente y para indagar más allá debemos forzosamente pensar en La Creación. Será obra de Dios o simplemente de una combinación de fenómenos astrofísicos. En este último caso cabria preguntarse quien introdujo los elementos básicos para llegar al primer acto creador. El concepto de Dios ha sido y es utilizado de tantos modos inadecuados que prefiero aceptar que todo lo manifestado tiene un origen único proveniente de una mente universal. Consecuentemente debo concluir que la creación tiene un sentido, una razón de ser un motivo. Luego todo lo creado comparte esa condición. ¿Cuál es el sentido de la creación, de la vida, de lo manifestado? Es la pregunta y la búsqueda permanente de la espiritualidad. Puedo afirmar que para mi espiritualidad es igual a sentido, preguntarme en todo momento qué sentido, qué espíritu da fundamento a lo que la creación nos presenta materializado. ¿Cómo se completa la creación original? Simplemente por los hechos y actos de los hombres. Dios crea a través de sus criaturas. En el mismo orden de insoslayables deducciones tengo para mí, que todo lo creado, lo más sublime o lo más espantoso proviene de la acción o del “permiso” de la mente universal en función a lo que se denomina su plan divino. Aceptar todo lo manifestado y encontrarle un sentido es una de las más difíciles y a veces desagradables tareas de quien quiere introducirse en la espiritualidad. Peor aún es discernir qué posición y qué acciones debemos tomar frente a lo que se nos aparece como lo mas repugnante de la creación. Si aceptamos que Dios no actúa por si mismo sino por intermedio de los hombres cada uno de nuestros actos conlleva una enorme responsabilidad por la delegación creadora que significa. Por nuestra educación o por la entendible necesidad de trascendencia o redención nos resulta simple aceptar la posibilidad de una vida después de la muerte, sin embargo hizo falta la divulgación de cosmovisiones provenientes de oriente para comenzar a indagar sobre lo que se supone ocurre antes de nacer. El abordaje de cualquier tema espiritual lleva indefectiblemente a interesarse por el periodo anterior a la vida y posterior a ella Esta búsqueda no se origina en satisfacer curiosidades esotéricas tan de moda en estos tiempos, sino en la necesidad de entender del modo mas eficiente posible el sentido de la vida. La aceptación, convicción o creencia de que nuestros antepasados y nosotros luego de nuestra muerte transitaremos o permaneceremos en un ámbito no manifestado, incita a tratar de saber cómo es la “vida eterna” y su funcionamiento. El adentrarnos en la espiritualidad es transitar un camino sin retorno ni final. Una aparente conclusión nos lleva a otras preguntas y así hasta siempre. Obviamente la espiritualidad puede considerarse el opuesto al materialismo, término que suena al menos antipático aunque no por ello debe rechazarse sin más. El espíritu y la materia son dos caras de la misma moneda una es la razón de ser de la otra y viceversa. En este mundo no podríamos acceder al espíritu sino por medio de la materia que es el medio que nos propone la creación. Una hermosa flor, una bella joven, un manantial o la inmensidad del mar, un vacuno, una fruta son la materialidad por medio de la cual podremos acceder a conceptos espirituales como la belleza, la salud, la atracción, la alimentación, etc. Necesitamos de la materialidad de un piano o un violín para producir música y mediante ella excitación, calma, paz, ritmo, fenómenos que se inscriben sin duda en el ámbito del espíritu. Tenemos entonces que la materia es un indispensable vehiculo para acceder al espíritu ya que éste no puede manifestarse en sí mismo al menos para un hombre con un grado de desarrollo común. Sin embargo la condena al materialismo, a la que me sumo, no es otra cosa que la que refiere a la creación de bienes y servicios cuyo único objeto es generar dinero o placer sin importar cuales son los efectos que dichos bienes y servicios puedan ocasionar. Es decir cuando creamos materia, también la estamos dotando de espíritu que no es otra cosa que el sentido, el propósito, el beneficio o perjuicio que esa materia le ofrecerá u ocasionará al mundo. Bienvenida entonces toda materialización que conlleve un espíritu conducente a la mejora de nuestro mundo. No existe espiritualidad sin fe y este es un concepto que debe revisarse cuidadosamente. El término “espiritualidad” ha sido banalizado por distintas confesiones religiosas que llenaron el concepto “fe” con el de seguir ciegamente las enseñanzas que ellos mismos dictaban, amparados además, en el relato que esas enseñanzas eran la palabra y voluntad de Dios. Nada más alejado de la realidad. La fe, como yo la entiendo, es simplemente sentir que no estamos solos, que entidades espirituales nos guían y nos protegen, que el mundo no es un absurdo como nos parece sino una exigente escuela cuyas materias no siempre comprendemos y aceptamos. Tener fe es seguir un camino que no tiene señales a la vista, pero que cuando nos adentramos en el aparecen de lugares inesperados, claras referencias al rumbo elegido. Tener fe es amar, por el solo hecho de hacerlo, como una acción individual que no dependa del otro. Tener fe es confiar en nosotros mismos como co creadores. Tener fe es ser concientes de nuestros miedos e igual seguir adelante .Tener fe es esperar los tiempos indicados ya que los fenómenos deben manifestarse en el momento preciso y no el que nosotros quisiéramos .Tener fe es rehusar a la falsas seguridades y a las actitudes consecuentes. Desafortunadamente mi fe no fue una revelación, se construyo con años de lecturas, observaciones y escuchas. Fundamentalmente se nutrió de una constante apertura hacia fenómenos e ideas no siempre fáciles de asimilar. La espiritualidad puede ser uno de los caminos hacia la fe .Sin fe los conocimientos que provienen de la espiritualidad resultan insoportables. Los años han pasado y gran parte de los conocimientos adquiridos se han fundido e incorporado a mi ser, los he hecho propios. Esta situación no me hace sentir otra cosa que incomodidad en la vida diaria ya que casi siempre debo conducirme en el sentido contrario que lo que la mayoría espera. Como he dicho, desde el momento que las lecturas, escuchas y observaciones se hicieron parte de mí, he olvidado a los autores, los libros, los conferencistas. Sin embargo concluiré recordando tres frases que sintetizan todas mis convicciones y de las que si recuerdo sus autores. No hay espíritu sin materia y no hay materia sin espíritu. R Steiner Todo es bueno pero no todo es conveniente. San Pablo. Salta, la red aparecerá. Goethe Hay que tenerle fe a la fe. Oscar Fidanza