En los años 1820 la discusión intelectual sobre la realidad que

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En los años 1820 la discusión intelectual sobre la realidad que había creado el liberalismo,
dio lugar al concepto de socialismo. Entroncados, al igual que los liberales, en la familia ideológica
descendiente del humanismo y de la ilustración, los socialistas del primer período se diferenciaban
de los liberales en los siguientes puntos:
El denominador común de todo el socialismo y anarquismo fue la hostilidad declarada al
liberalismo económico como teoría y a la propiedad privada como institución.
- Rompían con la creencia liberal en una sociedad creada por la simple suma de los
individuos, cuya fuerza residía en su propio interés y en la libre competencia entre ellos. Frente a
esta concepción de la sociedad proponían que tenía una naturaleza comunal, y pensaban que antes
del nacimiento de la sociedad clasista y la propiedad, los hombres habían conocido la armonía.
- La crítica a la libertad económica se convirtió en el centro de las reflexiones de los
primeros socialistas, preconizando la transformación progresiva de las instituciones económicas.
1. Socialismo Utópico
En lo que se refiere a cómo llevar a cabo la transformación de la sociedad, los socialistas
utópicos estaban firmemente convencidos de que la verdad sólo tenía que ser proclamada para que
las élites ilustradas lo adoptaran. El voluntarismo no exento de cierto espiritualismo y la creencia en
la reforma social eran los puntos básicos en los que se fundaba la estrategia de los socialistas
utópicos. De ahí que surgieran la creación de plantas piloto de tipo socialista, como la "Nueva
Armonía" de Owen o los "Falansterios" de Furier, que no pasaron de experiencias que fracasaron.
Además, las diferencias en la concepción de los cambios que había que realizar, sobre la forma de
organizarse y sobre el papel del Estado, marcaron diferentes caminos a seguir, como fueron el
productivismo, el asociacionismo o el anarquismo.
2. Anarquismo
En realidad, el conde ruso Mijail Alexandrovich Bakunin (1814-1876) no hace sino
sistematizar, dar coherencia y eficacia política al pensamiento de Proudhon. El anarquismo no es
sino "el proudhonismo ampliamente desarrollado
Su ideario vuelve a evocar intensamente el planteamiento ilustrado, del que parte. Lo que en
definitiva preconiza es un individualismo radical, con la única pero decisiva diferencia respecto a la
ilustración de que ni siquiera acepta la acción tutelar del Estado como mal menor.
Pero esto no significa que enfrentasen libertad individual a sociedad, pues parten de la
sociabilidad natural del ser humano. De hecho, su concepción de sociedad no es la de un conjunto de
reglas escritas, sino el medio natural en el que se desenvuelve el hombre. La cooperación entre las
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distintas individualidades se conseguiría de modo voluntario sin necesidad de autoritarismo.
Defienden también la igualdad, en especial la económica.
El Estado, para él, es siempre un instrumento coactivo. Y es, además, innecesario en una
comunidad económica bien organizada.
Por tal entiende aquella que se articula de abajo arriba: tanto en cuanto comunidad como en
cuanto economía. En el primer aspecto, concibe el sindicato como "organización natural de las
masas", y el gobierno social, como el resultado de la federación de los sindicatos. En lo económico,
la célula ha de ser la empresa autogestora (sin propiedad privada). Y la economía ha de ser
planificada por la federación de empresas autogestoras.
Los miembros del sindicato son firmes partidarios de la destrucción del Estado, pues éste
coacciona la libertad individual e impide que el individuo desarrolle sus capacidades y recoja el
producto de su trabajo. Estos sindicatos se federarán en pequeñas comunidades, con capacidad de
decisión propia.
Importa advertir que, como medio fundamental para imponer tal articulación, Bakunin
preconiza la insurrección y la huelga general (no el terrorismo, cuya relación con el ideario ácrata se
da en el período posterior, 1870-1914, y al margen del activista ruso).
Bakunin se caracterizaba sobre todo por su confianza en que bastaría que un puñado de
hombres decididos iniciara la revolución violenta para que las masas oprimidas se alzaran en armas.
Tras el triunfo revolucionario, la destrucción de las instituciones que oprimían a los hombres haría
aflorar inmediatamente las cualidades naturales de estos. A diferencia de Marx, que confiaba en el
proletariado industrial de los países más desarrollados, Bakunin consideraba superior el potencial
revolucionario de los campesinos de países atrasados como Italia, España, o su Rusia natal. Sus
ideas apenas tuvieron repercusión en Gran Bretaña o Alemania, alcanzando una cierta influencia
entre núcleos de jóvenes revolucionarios y militantes obreros de Italia, Suiza y España.
La educación de las masas es otro de los puntales básicos de este pensamiento: sólo se es
verdaderamente libre cuando se puede razonar libremente, y por ello, es necesaria la cultura.
Para finalizar hay que distinguir entre el anarco-colectivismo bakuniano, que aboga por el
control de los medios de producción (tierras y capitales), pero dejando libertad a que después el
individuo domine los "frutos" de los mismos, y el comunismo libertario, defendido por Kropotkin,
en el que el control ha de ser total, incluyendo dichos "frutos".
Otras ideas son: libertad para los dos sexos, por lo que la igualdad entre ellos es premisa
fundamental. Como hemos dicho antes, está en contra de todo sistema de poder establecido y
especialmente en contra del Estado y de la Iglesia como institución. La causa es que todo poder
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corrompe siempre, porque la autoridad supone la primacía de un hombre sobre el resto, que, al
imponer esta autoridad, elimina parte de la libertad del gobernado. Por tanto, es imprescindible
destruir y eliminar cualquier tipo de poder. Son partidarios de la eliminación de las clases sociales y,
en su mayoría, de la herencia. Por otra parte, están en contra de los llamados votos irrevocables,
como pueden ser el matrimonio y el sacerdocio, ya que, al ser compromisos que atan para toda la
vida, eliminan parte de la libertad humana.
La postura de los anarquistas es contraria a cualquier participación política en el marco del
"Estado burgués".
La actuación política se reduce a la propaganda. En este aspecto hay grandes diferencias
entre los que defienden una vía pacífica y los defensores del terrorismo (propaganda del hecho). A
final de siglo se produce una gran cantidad de atentados a personajes importantes de todo el mundo,
la mayoría de los cuales resultan mortales. Hay también una tendencia a la actuación mediante el
sindicato: es el llamado anarco-sindicalismo.
3. Marxismo
Hay un contraste esencial entre los idearios expuestos hasta aquí y el pensamiento de Carlos
Marx (1818-1883). Mientras aquellos socialismos no pasan en ningún momento de ser
interpretaciones sociológicas, Marx parte de una problemática metafísica (la de los Hegelianos)
aunque sea para negarla y reducirla a dinámica social.
Hijo de un abogado judío de religión protestante, estudia derecho en la Universidad de Bonn
y Filosofía en la de Berlín.
Conoce a otro pensador Friedrich Engels, su colaborador en adelante, hijo de ricos
industriales del sector textil alemán.
El Manifiesto Comunista (1848) de Carlos Marx y Federico Engels va a tener una enorme
influencia en el futuro de la Humanidad. Sus ideas se basaban en tres grandes experiencias que
habían acontecido en tres naciones europeas:
a) La Revolución francesa: un precedente formidable que permitía creer en la posibilidad de
que bastaría una revolución violenta para cambiar de raíz la Historia de la humanidad.
b) La Revolución industrial inglesa, que podía entenderse a la vez como la prueba de que la
Humanidad contaba con unos instrumentos técnicos que podrían llevarla al reino de la abundancia, y
de que en el marco de la sociedad capitalista tales instrumentos sólo servían para perpetuar la
miseria del proletariado.
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c) La filosofía alemana, especialmente la de Hegel, a la luz de la cual parecía posible
comprender el sentido lógico de la historia, y en la que Marx se apoyó para desarrollar su propio
pensamiento, el materialismo dialéctico.
El punto de partida es la concepción de la realidad que responde al dictado de Materialismo
dialéctico.
Se denomina materialismo porque sostiene que la materia es anterior al espíritu y lo
condiciona, y dialéctico porque todo está en evolución, en cambio dialéctico: dentro de cada
elemento vivo (tesis) existe una contradicción su opuesto (antítesis), ambos están en perpetua lucha
y hacen nacer un elemento nuevo (síntesis) que supera a los anteriores. Aplicada esta teoría a la
historia, recibe el nombre de Materialismo histórico.
Marx, al hacer el estudio de la historia, parte de que en toda sociedad o "estructura social"
existe una infraestructura material, que es la economía. Sobre ella se apoya la sociedad y lo que ésta
piensa y cree (el derecho, la religión, la ciencia, el arte, etc.), a lo que llama superestructura. Según
sea la infraestructura así será la superestructura, y cualquier cambio en aquélla, producirá un cambio
en ésta y viceversa.
Esta interpretación histórica implica que los hombres pueden acelerar la evolución, pero no
pueden elegir su dirección la cual está determinada.
Lo importante de una sociedad es, por tanto, lo económico, sus relaciones con los medios de
producción, que sólo pueden ser de propietario y no propietario. De ahí que la sociedad se divida en
dos clases o grupos: propietarios de medios de producción (patronos o burgueses) y no propietarios
de los mismos (siervos, obreros o proletarios). Entre ambas clases hay un enfrentamiento dialéctico
que desemboca en una síntesis nueva.
El capitalismo entra en crisis según las siguientes leyes: leyes de acumulación creciente del
capital, de concentración de las empresas, de empobrecimiento progresivo del proletariado, de
debilitación progresiva también de las clases medias, de ahondamiento de las crisis de
superproducción, es decir, por la acumulación de bienes que el pueblo no podía comprar. De ahí que
cayese, periódicamente, en crisis y depresiones, y se viese obligado también a una constante
expansión en busca de nuevos mercados.
El capitalismo está abocado a la crisis autodestructora que pondrá los medios de producción
en manos del productor. Pero, a partir de este momento, dejará de existir la posibilidad del conflicto
dialéctico.
En el caso de la sociedad capitalista, la burguesía es la tesis (a su vez fue antítesis de la
sociedad feudal) que engendra a su propio enemigo, el proletariado (antítesis). De la lucha de
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ambos, lucha de clases, surgirá una síntesis (la sociedad socialista). El triunfo de los proletarios en
esta lucha o revolución social llevará a esta clase al poder y producirá el establecimiento de una
dictadura (transitoria), la dictadura del proletariado.
En el futuro surgirá, por tanto, una nueva sociedad socialista en la que no habrá clases, ni
Estado.
Otros conceptos importantes en la teoría de Marx son los siguientes:
- La necesidad de participar mediante partidos políticos en la democracia burguesa,
consecuencia, en gran medida, de lo expuesto anteriormente. A la creación de estos partidos
dedicará Marx gran parte de su labor.
- El valor: un objeto tiene el valor del trabajo que haya costado producirlo, lo mismo que el
de su materia prima. La forma de medirlo es evaluar la cantidad de "tiempo de trabajo necesario".
- La plusvalía o exceso de valor: el obrero recibe un salario que es lo que cuesta producir
aquello que necesita para vivir. Pero realmente, el obrero trabaja una serie de horas de más, por las
que no recibe salario alguno. Esta cantidad de trabajo no pagado al obrero, que queda en beneficio
del patrono y con el que se enriquece, es la plusvalía.
- La Dictadura del proletariado: es, para Marx transitoria. El proletariado debe conquistar por
la fuerza revolucionaria el Estado, para poder atacar al capitalismo en su punto neurálgico: se trata
de controlar al Estado, una vez conseguido éste, el proletariado debería abandonar esta dictadura
hasta llegar a la sociedad sin clases, que es el fin del ciclo histórico. En dicha sociedad comunista,
después de haberse producido la socialización de los medios de producción, y en la que habrán
desaparecido las tensiones, el Estado tenderá a su desaparición.
La victoria del proletariado supondría el fin de la propiedad privada y, en consecuencia, el
fin de las clases sociales y por tanto del Estado que, según Marx, sólo servía para defender a la clase
dominante.
La sociedad comunista futura estaba, en todo caso, lejos. A corto plazo, el Manifiesto
Comunista era una llamada a la revolución: los obreros de todos los países debían unirse para la
conquista revolucionaria del poder que iba a permitir la expropiación de la burguesía. A tal fin, lo
más contraproducente sería que el movimiento obrero tomara el camino pacífico de la lucha por
pequeñas mejoras que Engels había observado en Inglaterra. Las creencias religiosas, el patriotismo,
la confianza en las leyes y en los parlamentos, eran para Marx supersticiones de las que el
proletariado debía prescindir si quería afrontar con éxito la necesaria batalla final contra sus
explotadores. El radicalismo de tal llamamiento a la lucha hacía difícil que fuera asumido por las
masas trabajadoras pero, por otra parte, el marxismo tenía un fuerte atractivo para quien lo abrazaba.
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Proporcionaba una explicación para todos los obvios males de la sociedad. Pretendía ser
estrictamente científico, negando de paso toda validez a las demás creencias, religiosas, morales o
políticas, a las que acusaba de ser puras máscaras que encubrían la defensa de los intereses
burgueses. Proponía una causa que presentaba no sólo como justa, sino destinada a triunfar en virtud
de las leyes de la Historia. En definitiva, tanto por su devoción a un ideal como por su fanatismo,
recordaba a muchos movimientos religiosos que en el pasado habían arrastrado a millones de
personas, pero en una época de secularización adoptó una forma estrictamente laica. Al igual que
otros profetas del pasado, Marx hubo de esperar mucho antes de que su mensaje fuera escuchado,
pero a su muerte, en 1883, el marxismo era ya la doctrina más difundida en el seno del movimiento
obrero europeo.
4. LA DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA
La preocupación por las condiciones de vida de los obreros se había iniciado ya a mediados
del siglo XIX por parte de algunos eclesiásticos que intentan inculcar las ideas cristianas, crear
cooperativas obreras, y reclaman la intervención del Estado para regular cuestiones concretas, como
el trabajo de los niños, los salarios, etc. Pero el Vaticano aún no se pronuncia al respecto.
Va a ser el Papa León XIII quien en 1891, aborde esta cuestión, influido por la presión de
ciertos grupos católicos y la gran expansión de las ideas marxistas. En su encíclica Rerum
Novarum expone las ideas oficiales de la Iglesia al respecto. Critica la situación de miseria del
obrero, consecuencia de la monopolización del trabajo y de "una usura voraz, que se practica por
hombres ávidos de ganancia y de una insaciable ambición". Critica igualmente el socialismo por
materialista y erróneo y, por tanto, la lucha de clases por contraria al amor cristiano.
La Iglesia católica aporta como soluciones:
- La reconciliación de las clases sociales en cumplimiento de sus deberes cristianos mutuos,
que para el patrón serían entre otros "no tratar al obrero como esclavo. Respetar en él la dignidad del
hombre realzada por la de cristiano", "dar a cada uno el salario que conviene", etc.
- La aceptación de la propiedad privada, pero marcando ya una cierta función social, para lo
que sería posible una intervención estatal. Se apoya en dos principios para defender la propiedad
privada:
a) Porque el hombre necesita prever su futuro para sí y para su familia.
b) Porque la propiedad privada es el fruto del trabajo.
- El asociacionismo obrero para la defensa no violenta de sus intereses.
- La restauración de la fe religiosa, que provocaría que cada hombre cumpliera sus
obligaciones sin sobrepasarse en sus derechos.
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- Otro de los puntos más fundamentales es el concepto de trabajo. La Iglesia entiende que el
trabajo es, a la vez desarrollo personal y contribución al bien común. El trabajo es co-creación de
Dios ya que mediante el trabajo el hombre continúa y perfecciona la obra creadora de Dios
cumpliendo su mandato. Por ello el deber moral de trabajar afecta a todos los hombres, aunque no
tuviera necesidad de hacerlo para ganarse la vida. Esta teoría del trabajo tiene dos consecuencias
prácticas:
a) El hombre tiene derecho al trabajo.
b) El hombre ha de recibir un salario justo.
La Iglesia considera en contra del socialismo decimonónico, que el Estado no es el primero
que está obligado de una forma directa e inmediata a facilitar un puesto de trabajo a cada persona
que lo pida. Su función es subsidiaria y por lo tanto comienza donde acaban las posibilidades
particulares (empresarios, cooperativas, sindicatos...).
Pero en contra del liberalismo decimonónico, considera que el Estado debe garantizar el
ejercicio de la justicia distributiva y debe perfeccionar continuamente una legislación garantizando
un trabajo a los ciudadanos. También en contra del liberalismo decimonónico, según el cual el
trabajo es una mercancía sujeta a oferta y a demanda, opone la teoría del salario justo: "el salario
debe estar sobre el límite vital y familiar, ya que la justicia natural está por encima del mero contrato
entre trabajadores y empresarios" (León XIII).
Ahora bien, la Iglesia no pretende dar una teoría económica, sino que aporta su doctrina
como un cuerpo de principios y directrices aptos para proporcionar una explicación más completa de
los males, y para orientar en la búsqueda de soluciones. Por tanto la Iglesia afirma que todo hombre
tiene, por naturaleza, el derecho fundamental de usar los bienes de la tierra, aunque queda para la
voluntad humana y las formas jurídicas de los pueblos el regular en detalle la realización práctica de
este derecho.
Todas estas ideas, y en especial la función social de la propiedad, serán profundizadas y
ampliadas por el Papa Pío XI, en su encíclica Cuadragesimum Anno, de 1931.
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