Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Roja . ¿Y por qué se llamaba Caperucita Roja? Porque su abuela le había regalado por su cumpleaños un abrigito rojo que le llegaba hasta las rodillas. Y como lo llevaba tan a menudo, la gente empezó a llamarla Caperucita Roja. Un día esa misma abuelita que le había regalado el abrigito se puso malita, así que su madre la envió para que ayudara a su abuela y también para que la diera un poco de comida. Le hizo una cestita y en esta cestita puso queso, una botella de vino, un pastel bien rico que estaba y además pan y miel. Que no se nos olvide la miel. Caperucita Roja cogió su cestita debajo del brazo y se fue por el bosque, pero antes su mamá le dijo: -Caperucita, vete siempre por el sendero por la derecha, el más corto. No te separes nunca de este sendero. No te vayas por el largo, Caperucita, ¿me oyes? -Sí, mamá, no me voy a ir por el largo, me voy a ir siempre por el corto. Caperucita cogió su cestita y cantando se fue por el sendero más corto, como le había dicho su mamá. -Tra la la , tra la la , tra la la . Iba tan contenta que no se dio cuenta de que unos ojos negros la observaban. -Tra la la , tra la la , tra la la . ¡Ah! El lobo salió. -Hola, señor Lobo - Caperucita entonces le dijo: Hola, señor Lobo, soy Caperucita. -Hm, ya lo sé que eres Caperucita y ¿dónde vas, Caperucita? -Voy a ver a mi abuelita. -Yhm. Y ¿dónde vive tu abuelita, Caperucita? -Por aquí, por este sendero. En el fondo del bosque. -Hm, y ¿por qué, Caperucita, en vez de irte por este sendero que es muy feo, no te vas por este camino más largo, donde hay un montón de pájaros y ardillas y flores. Así podrías recoger unas florecitas para tu abuela. -Es que mi mamá, mi mamá me ha dicho que no, que me tengo que ir todo el rato por este senderito que es el más corto. -Las madres siempre dicen tonterías, vete por el largo, vete por el largo que es mucho más interesante y verás… -Bueno, pues a lo mejor tiene razón, le podría coger a mi abuelita unas florecitas, estaría muy contenta,¿ no? -Claro que sí, Caperucita, claro que sí. Vete por este sendero que es más largo. Así que Caperucita tan contenta se fue por el sendero más largo y empezó a coger flores de todos los colores y había pájaros y había ardillas como había dicho el lobo y Caperucita pensó: - que majo el lobo, de verdad. Y el lobo entonces cogió el camino más corto y corrió, corrió, corrió, corrió hasta la casa de la abuelita, llamó a la puerta: toc, toc, toc. ¿Quién es? - dijo la abuelita. El lobo puso una voz finita, finita, finita. -Soy yo, Caperucita Roja. -Pasa hija, pasa que no puedo abrir la puerta que estoy malita. Y entonces el lobo abrió la puerta, se lanzó sobre la cama y se comió a la abuela. Se puso un camisón que encontró y se metió en la cama, tapándose bien hasta aquí. Se metió en la cama y un poco más tarde: toc, toc, toc. -¿Quién es? - dijo el lobo intentando imitar a la abuela. -Soy yo, Caperucita. -Abre, hija, que estoy muy malita y no puedo levantarme. -Vale, abuela y Caperucita abrió la puerta y pensó que había algo raro. La abuela estaba muy mala, seguro que estaba muy mala la abuela, porque tenía un aspecto raro. Se acercó y le preguntó: -Abuela, fijate que tienes unos ojos muy raros y muy grandes. -Sí, hija, es para verte mejor. -Hm, abuela, de verdad, de verdad, de verdad, de verdad que te veo unas manos como muy grandes. -Sí, hija, es para tocarte mejor. -Hm, abuela y esa boca que te asoma por entre las sábanas con esos dientes tan grandes. -Es para comerte mejor. Y se la comió. Se la comió de un trago, sin masticar. Y el lobo se sintió tan pesado porque se había comido a la abuela, después de postre a la nieta y tenía un barrigón enorme y le entró un sueño que decidió irse a acostar. Y se durmió. Y entonces la abuela y Caperucita que estaban en la barriga enorme del lobo empezaron a gritar: -Socorro, Socorro, Socorro! Y gritaron tan fuerte que un leñador que pasaba por allí con su hacha lo oyó. Así que se acercó a la puerta de la abuela y de un hachazo, la rompió y entró y entonces vio el lobo, le cortó el cuello de un hachazo y con unas tijeras abrió el barrigón y la abuela y Caperucita saltaron todas contentas y le dieron gracias por haberle salvado la vida. Y después los tres juntos se comieron la cestita con el queso, el vino, el pan y los pasteles. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.