radio martí, el nuevo herald y la ética

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RADIO MARTÍ, EL NUEVO HERALD Y LA ÉTICA
Por Juan Alborna Salado
En junio de 1984 llegué a Washington DC para trabajar en Radio Martí. Iba con una gran carga
emocional de sueños luego de laborar en Miami varios años en una emisora FM primero y después en
Unión Radio además de escribir artículos para el entonces El Miami Herald en Español y otras
publicaciones. Incluso, ya había ganado premio en concurso periodístico José Martí otorgado por el
Colegio de Periodistas de Cuba en exilio por mi ensayo “Martí: Poder de Convocatoria”. No había
cumplido aún cinco años de estar en Miami después de llegar de Cuba en un vuelo de exprisioneros
políticos a fines de 1979.
Era otra experiencia más en mi larga carrera con la pluma y que había comenzado a los 12 años en la
Escuela No. 4 de Regla, en La Habana, escribiendo la columna deportiva de una publicación escolar de
6to grado que los alumnos y el Dr. Medina, maestro de 5to y 6to grados habíamos titulado “Triunfo”.
Al llegar a Radio Martí me integré a un salón sucio y viejo, que sería después Redacción o División de
Noticias, lleno de computadoras antiguas que iban a reemplazar, y junto a otros comencé a redactar
noticias en esta etapa inicial que llamaban “simulación” o “entrenamiento”.
Llegaba lleno de sueños en una jornada de idealismo revolucionario que había comenzado en épocas de
la autocracia de Batista cuando comencé a luchar con la espada y con la pluma por una sociedad
democrática, justa y de verdadero contenido social y político de progreso. Al traicionar Fidel Castro esos
postulados, y conducir a Cuba hacia el totalitarismo, retomé la pluma y la espada en la búsqueda otra
vez de esa meta, inaccesible en la Cuba de hoy. Romanticismo político que me ha costado estar dos
veces en la clandestinidad, tres arrestos, una cárcel de nueve años y dos exilios diferentes: en 1958 y
ahora. Aún sueño con una Cuba democrática donde se respeten las ideas y que las diferencias se puedan
dilucidar con el instrumento pacífico de las ideas y no con el lenguaje de la violencia y de la represión.
En Radio Martí hubo varios directores desde mucho antes de salir al aire. El primero fue un periodista
radial cubano de nombre Emilio Milián a quien en Miami le volaron el carro en un atentado terrorista y
le cercenaron las piernas, que por cierto, junto a personal de Radio Europa Libre, fue el que me tomó el
examen periodístico en Miami cuando solicité trabajar en Radio Martí. Pero Milián renunció antes de
salir al aire porque entonces las regulaciones de la USIA o Agencia de Información de los Estados
Unidos no le permitían moverse en el aire como él deseaba. Cuando llegué a la emisora había un
director angloamericano que poco después se fue. Otro fue destituido por el mismo Charles Wick, en ese
momento Director General de la USIA, en una reunión con el personal que ya nos habíamos incorporado
a la emisora.
A continuación llegó Ricardo Araujo, una especie de interventor general de la VOA o Voz de América
con poder de vida y hacienda. Se inició utilizando ese poder para expulsar a un locutor miamense por
una oscura razón nunca aclarada del todo. Y comenzó a dar cargos a su antojo a protegidos que muchas
veces ni tenían entrenamiento como periodistas ni habían estudiado periodismo ni sabían de Radio. Yo
decía que en Radio Martí imperaba el genio por decreto. Araujo expulsó a algunos “rebeldes” que él
suponía eran contrarios a sus nombramientos. Y lo hizo en presencia y con aprobación de los jefes de
departamento como Bruce Boy y Ernesto Betancurt. Por suerte, este personaje siniestro de Ricardo
Araujo regresó a Voz de América.
En la simulación o entrenamiento estábamos cuando un exlocutor de Tampa, que tenía el cargo de
coordinador de noticias, me fue a buscar para hacerme editor y así fui nombrado primer editor real de la
División de Noticias de Radio Martí. Luego nombraron otros editores.
Ya había pasado el otoño de 1984, cuyo paisaje en la capital y en Arlington donde yo vivía me había
parecido una de esas postales de navidad donde contrastan los brillantes colores salientes del verano con
la tímida acuarela pastel cuasi blanca de la temporada de los sobretodos ya con nosotros.
En estas condiciones designaron a Ernesto Betancurt como Director General de Radio Martí. Éste, no
era periodista ni escritor ni tenía experiencia alguna en Radio. Había solicitado tal posición desde la
jefatura del Depto de Research and Policy (Investigaciones y Políticas) de la misma emisora. Antes,
había trabajado como 30 años en un puesto burocrático de contabilidad en el BID o en la OEA y entró
en Radio Martí después de retirarse. Como en el gobierno federal no saben que en esas organizaciones
latinas trabajan, además de empleados honestos, toda clase de cifarreros, vividores, paracomunistas, y
semi-analfabetos, cuando Betancurt solicitó empleo en Radio Martí y dijo que había tenido un cargo en
una de ellas lo aceptaron. Sé lo que son esas organizaciones, porque viví más de 10 años en Washington
DC y la que fue mi esposa 20 años trabajaba en la Organización Panamericana de la Salud (PAHO) y
antes trabajó en el BID.
Bajo estas condiciones “éticas” salimos al aire el 20 de mayo de 1985. Recientemente leí un panfleto
que escribió Ernesto Betancurt renunciando como escribidor de El Nuevo Herald por no estar de
acuerdo con las razones que utilizaba el periódico para despedir a varios periodistas. No sé por qué se
queja si cuando era Director de Radio Martí aplicaba los en aquel momento rígidos “guidelines” u
ordenanzas de la USIA muy similares a los de El Nuevo Herald.
Como a los dos o tres años se abrió una plaza de Senior Editor en Radio Martí. Solicité la posición
porque como primer editor tenía la antigüedad requerida, y como comencé en el periodismo a los 12
años y había sido desde corresponsal hasta artículista, director de periódicos clandestinos en las cárceles
castristas, reportero y jefe de información en una emisora de Miami, y editor en Radio Martí, tenía la
experiencia necesaria. Además, era graduado en Comunicaciones, Periodismo Radial y Radiodifusión,
Ciencias Políticas, y hacía mi Maestría en Literatura, pues desbordaba los requerimientos. Y según ellos
mismos, yo era el mejor editor de Radio Martí en esa época hasta con un premio dado por la estación.
Pero me negaron el cargo con el tecnicismo de que me faltaban diez días para el juramento a la
ciudadanía de EUA aún cuando ya había aprobado el examen. Entonces, le envié mi renuncia en una
carta a Ernesto Betancurt con un empleado de apellido Granados. El ahora ultraético jamás me llamó
para discutir mi renuncia que era tanto ética como real.
Helga Silva, entonces segunda jefa de la División de Noticias no tuvo ninguna participación en esta
maniobra. A ella la despidieron o se fue por un escándalo de una reportera llamada Annete López
Muñoz. En 1987 López Muñoz era reportera en la Casa Blanca y “el día de autos” la jefa de los
reporteros, cuyo esposo trabajaba en el Departamento de Estado, le dijo que se vistiera de rojo y le
preguntara al presidente Reagan si romperían relaciones con Nicaragua. Sucedía esto luego de ascender
al poder el sandinismo. El Consejo de Seguridad Nacional quería romper con Nicaragua y el Depto de
Estado no. Annette López Muñoz se vistió de rojo llameante, Reagan la señaló, y ella le hizo la fatídica
pregunta al presidente… que respondió NO… zanjando la polémica. Las TVs de la capital lo estaban
cubriendo. Esa noche, entró una llamada en Redacción y yo levanté el teléfono. Era alguien del Consejo
de Seguridad que con voz desafiante preguntaba quién había autorizado a la reportera a hacerle tal
pregunta a Reagan. Le pasé el instrumento al director de noticias Jay Mallin que estaba cerca de mí en el
salón y a poco el rostro se le tornó amarillo y comenzó a tartamudear. Luego, las cadenas noticiosas en
inglés unas tras otra entrevistaron a Annette que locuazmente se convirtió en reina por un día. El
escándalo fue capital y le costó el puesto a Helga Silva. A Annette la desaparecieron en un rincón tan
oscuro de Voz de América que nunca más apareció. Ernesto Betancurt era el Director de Radio Martí.
Recientemente, octubre de 2006, vi un programa de la TV de Miami llamado A Mano Limpia en que se
dilucidaban las razones éticas de El Nuevo Herald para expulsar a varios periodistas que según este
diario recibían paga del gobierno de Estados Unidos por haber colaborado con comentarios y/o
presencia crítica en Radio Martí. Estaban: Alberto Muller, viejo compañero mío del presidio político
castrista y colega periodista; Helen Aguirre, directora de las páginas de opinión de Diario Las Américas;
otro periodista; y el conductor Oscar Haza.
Primerísimamente, los argumentos del Herald eran contradictorios. Aducían conflicto de intereses.
¿Cuál conflicto? Ambos son medios periodísticos. Ni Radio Martí ni El Nuevo Herald pertenecen a
ejército anticastrista alguno ni tienen secretas agendas estratégicas de derrocamiento del gobierno de
Fidel Castro. Radio Martí se concibió para llenar el vacío noticioso que en Cuba existe. Se dudaba de la
integridad periodística de Radio Martí. Sin embargo, ni cuando yo era editor ni ahora, se ha obligado a
ningún periodista o empleado a escribir en determinada dirección y sentido para favorecer intereses
ocultos o evidentes. Si así hubiere sido, hubieren violado la ética personal y periodística y hasta la moral
de la entidad. Nunca ha sucedido tal cosa. Por tanto, como decía Helen Aguirre en el programa de TV,
lo que decide en última instancia es el contenido del discurso periodístico de los participantes y a
ninguno le impusieron dirección y sentido a sus palabras. La razón del despido “era oscura y olía a
queso”.
Radio Martí es pagada por el gobierno de Estados Unidos pero no es una estación del gobierno de
Estados Unidos. El contenido de su programación podrá ser un desastre pero es total y completamente
independiente. O sea, no responde a políticas gubernamentales estadounidenses ni su contenido se ajusta
a la filosofía de partido alguno y ni siquiera a la creencia personal de los jefes del buró de dirección de
Radio y Televisión Martí. Lo que cada cual escribe o dice es de su absoluta responsabilidad aún cuando
sea un enfoque noticioso. En mi época se buscaba comprobación de la noticia por varias fuentes.
Tratábamos de mantener la pureza periodística.
Sentí mucho lo sucedido a los periodistas de El Nuevo Herald. No creí fuera justo. En definitiva en un
país democrático como EUA el trabajo se paga. Y es práctica común y diaria de cualquier medio de
prensa el pagar por artículo o presencia. ¿Cuántos periodistas no escriben para varios medios a la vez?
Me alegró sobremanera la reposición de esos centuriones del teclado. El presidente del medio Jesús Díaz
Jr tuvo que renunciar por este affaire.. ¿Cuándo lo va a hacer el director Humberto Castelló?
Y como Ética es la parte de la filosofía que trata de los fundamentos y normas de la conducta humana,
va a serle difícil de ahora en adelante a El Nuevo Herald, o a otro medio periodístico miamense, intentar
la aplicación de tal concepto a un empleado para despedirlo. Van a tener que contratar a un filósofo
social.
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