El cristianismo en Roma

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Trabajo Práctico Nº 3
EL IMPERIO UNIVERSAL ROMANO: El legado cristiano
1 y 2. Sintetice las características del culto romano. ¿ Qué relaciones puede establecerse con las
características de su organización política y social?
El pueblo romano, consagrado, en sus orígenes a la vida pastoril y a la agricultura, dio ante todo una
constitución sólida y tenaz a la familia de tipo patriarcal, organismo a un tiempo religioso, económico y
político. El jefe de la familia, el pater, era sacerdote del culto del hogar y de los antepasados y guardián de las
sagradas tradiciones domésticas. Era administrador del patrimonio familiar, que constituía como el órgano
material de la unidad de la familia, y contribuía a desarrollar poderosamente el sentido de la propiedad. Y era ,
en fin, absoluto dominador y juez, que ejercía dentro de los muros domésticos, sobre los miembros de la
familia, una autoridad (patria potestas) que implicaba hasta el derecho de vida y de muerte. En el seno de la
familia estaba la mulier, como colaboradora del marido en el culto doméstico, en la administración de la casa,
en el cuidado de la prole, como custodio del hogar; rodeada de respeto, gozaba de una dignidad muy superior
a la que tenía la mujer en Grecia. Así constituida, la familia era escuela de severa disciplina moral y cívica;
desarrollaba ese sentido del deber, ese espíritu tenaz e incondicionada devoción al interés de la comunidad,
que es el rasgo característico del romano antiguo y uno de los más poderosos factores de la fortuna política de
Roma.
En líneas generales, toda la cultura de este pueblo de agricultores, de guerreros, de conquistadores y
colonizadores lleva el más acentuado sello de la practicidad. El pueblo romano no tuvo ningún impulso
espontáneo a ninguna forma de actividad científica y artística, mientras su vida espiritual gravitaba, en
cambio, en torno a una severa conciencia de los derechos y de los deberes de cada uno en ralación con el
ordenamiento ético−jurídico de la sociedad.
De la polis helénica, el Estado romano conserva, en su forma primitiva, la compacta solidez interior; antes
bien, la acentúa. Severa disciplina política y militar; absoluta imperatividad del principio salus rei publicae
suprema lex esto; se siente profundamente el valor ético del vínculo que ata el individuo al Estado. Los patri
que están en el gobierno de la ciudad forman una aristocracia rural simple, tenaz y laboriosa, pegada a la tierra
que cultiva con sus propias manos; lista para cambiar el arado por la espada, cada vez que se cierna una
amenaza o que lo exija la necesidad de expansión; acostumbrada a cambiar la ropa de campesino por la toga
del ciudadano; devota de los dioses; fiel al mos maiorum; obediente a la ley en la plena subordinación de los
intereses privados al interés público.
La reverencia por los dioses custodios de la ciudad y de la familia y el respeto filial (pietas), la firmeza de
ánimo (constantia), y el serio sentido de la propia dignidad (gravitas) eran los elementos constitutivos del
ideal de vida. Un ideal que se reflejaba, como siempre, en la religión, que es, sobre todo, como un sistema de
prescripciones y ceremonias de culto, tendiente a regular y consagrar todas las relaciones de la vida individual
y social. En la Roma antigua sólo es permitida la religión oficial, expresión del interés colectivo. Estaba ésta
severamente disciplinada y regulada con las normas más minuciosas y con el formalismo jurídico más
riguroso, no por una casta sacerdotal, sino por un colegio de magistrados del Estado, como lo eran justamente
los pontífices.
La acción educativa queda confiada a la familia. Y así como la casa es habitada por todo un olimpo de
divinidades, modestas pero próximas y presentes en todo momento a la vida cotidiana y familiar (no se venera
solamente al dios del hogar, sino también a los otros dioses pequeños que constituyen el culto privado), así
también todos los momentos de la vida del niño son consagrados a un dios que lo tutela y lo disciplina en el
tiempo. El niño abre los ojos bajo la protección de la diosa Lucina, y cuando el padre, alzándolo en sus brazos,
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cumple el acto de reconocimiento, le asiste en este acto la diosa Levana; Cuba vela sus sueños; Eduna y
Potina le enseñan a comer y a beber; Saturinus lo sostiene en sus primeros pasos: Farinus le enseña a hablar,
y como el sacerdote de la religión doméstica es el padre, a su sagrada autoridad se le confía la educación de su
hijo. Apenas el niño sale de su infancia, el padre se hace compañero asiduo tanto en las funciones civiles y
militares (en el foro y en la curia, en las discusiones públicas; en el campo de marte, en los ejercicios con
armas o, más tarde, en los campos de batalla) como en sus ocupaciones familiares (agricultura y ceremonias
religiosas). En esta forma lo iniciaba y lo adiestraba en la vida del soldado y de hombre político, de cultivador
de campo y de administrador de los intereses domésticos, de partícipe en el culto familiar. La disciplina es
severa; los castigos son duros: desobedecer al padre significa desobedecer al dios personal que personifica.
Hasta aquí el período más antiguo de la historia romana, que llega hasta el siglo III a C. Roma, conquistada ya
Italia, se prepara ahora, a través de la guerra con Cartago, a la conquista del mundo. El Estado ciudadano se va
transformando ya en el Estado imperial; el orbe se hace urbe. La evolución constitucional interna está en
función continua de la política exterior de expansión militar, y se realiza en el sentido de la concentración del
poder en las manos de una minoría cada vez más restringida, que tiene su ciudadela en el Senado. Sus
miembros eran elegidos entre aquellos que habían demostrado y desarrollado, en el anterior ejercicio de
cargos electivos, capacidades políticas superiore. Es un continuo afluir de energías nuevas del pueblo a la
clase dirigente; Senatus populusque romanus, es la frase expresiva de esa recíproca compenetración de pueblo
y gobierno.
Las gentes conquistadas por Roma no son reducidas a la servidumbre, sino gradualmente asociadas a la
dominadora, en una comunidad de deberes y de derechos, siendo finalmente admitidas en la unidad de Estado
romano. Las características nacionales de cada uno de los pueblos serán conservadas sólo en cuanto no sean
un obstáculo para la formación de una más vasta vida estatal. Pero no pudo Roma llevar a cabo esta
asimilación de tantas gentes tan diversas entre sí, sin asimilar y absorber a su vez elementos de la cultura
característicos de los pueblos que incluía en la unidad de su organización estatal. Especialmente desde
comienzos del siglo II a. C., la fascinación ejercida por la civilización helénica se hace cada vez más profunda
entre los jóvenes, el cambio es irreversible.
A partir de este momento la familia no basta para suministrar la nueva educación; hace falta un maestro, que
ordinariamente es un esclavo o un liberto griego (litteratus o paedagogus). Así mismo surgen escuelas
privadas para aquellas familias menos pudientes, que no pueden tener a un esclavo. Estas escuelas son de dos
grados: escuelas elementales, en las que se enseñan a leer y a escribir (es la escuela del litterator), y escuelas
medias o de gramática, en las cuales el grammaticus enseña la lengua latina y griega, lee y comenta autores de
una y otra literatura, y en contacto con estos autores, hace conocer la historia, la filosofía, la elocuencia
griega. A estos dos órdenes de escuela se agrega luego un tercero, la escuela de retórica, especia de escuela
universitaria a la que el jóven tiene acceso hacia los dieciséis años (cuando se hallaba en vísperas de vestir la
toga viril), para prepararse al ejercicio de la carrera política.
Frente a esta helenización de la vida y de la educación romana no faltaban las protestas y las reacciones de los
más tenaces representantes del antiguo espíritu. Harto conocidos son los discursos de Catón, en los que
finaliza diciendo: Cartago delenda est.
Con Augusto se constituye en Roma el régimen personal, concebido por César, y se inicia un proceso político
que va de una posición −precisamente la posición de Augusto− en la que el jefe de Estado oculta su efectivo
poder personal −como de monarca− bajo el título de princeps, a ese sistema instaurado durante el siglo III, en
virtud de la cual el emperador es verdaderamente dominus, a la manera de los monarcas orientales, que afirma
su poder soberano sobre los súbditos.
El cosmopolitismo del imperio de Roma lleva a una universalización de las relaciones constitutivas de la
conciencia jurídica, y revela, cada vez más claramente, como centro de ella misma, a la personalidad humana
encuadrada en un poderoso sistema político. Mancomunando en una vasta organización estatal a los pueblos
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más diversos, la pax romana despierta el sentido de una humanidad común y crea la conciencia de una
solidaridad jurídica entre los pueblos, base de esta solidaridad moral y religiosa que debía ser el fruto de la
obra secular del cristianismo.
• Explique los valores fundamentales del cristianismo.
El cristianismo, que apareció en un momento de crisis o de agotamiento del pensamiento filosófico clásico
−excepción hecha del brote neoplatónico−, es, ante todo, una religión revelada por Dios en orden a la
redención de todos los hombres. Su fundamento es la fe en la revelación sobrenatural contenida en la Sagrada
Escritura y en la Tradición. Esta revelación sobrenatural, que exige una respuesta fiducial por parte del
hombre, contiene un número importante de verdades, unas de carácter estríctamente sobrenatural
(sobrenaturales en cuanto a la substancia), como es el caso del Misterio de la Santísima Trinidad o el Misterio
de la Unión hipostática; y otras verdades naturales, o sea verdades por sí mismas al alcance de la razón, que
por ser reveladas, son también sobrenaturales en cuanto al modo de su transmisión y conocimiento.
Entre estas últimas podemos destacar, a modo de ejemplo: a) que existe un único Dios; b) que este Dios único
es a la vez −y sin que ello suponga contradicción− uno, justo, misericordioso y providente; c) que Dios
trasciende el orden cosmológico; d) que Dios creó libremente el mundo de la nada; e) que el hombre tiene un
principio de vida incorpóreo, o sea, que es una unidad compuesta de alma y cuerpo; f) que el alma es inmortal
y, por tanto, subsiste cuando se separa del cuerpo; g) que el hombre es libre.
• ¿Qué aspectos de la cultura romana se vieron amenazados por estos principios?
Bajo el gobernador de la provincia de Siria, Judea pasó a ser súbdita de Roma. Pero los judíos conservaron la
libertad para mantener su religión y tuvieron sus propios gobernantes; desde el 37 a. C. a 4 a.C., gobernó el
judío idumeo Herodes. A pesar de sus ambiciosos proyectos de construcción −incluyendo un nuevo templo en
Jerusalén−, los judíos odiaron a Herodes el Grande, de nefasto recuerdo, por su tiranía y su crueldad. Este era
el escenario político cuando nació Jesús. Lucas recuerda que Jesús nació en tiempo del emperador romano
Augusto. A éste le sucedió Tiberio, el año 14 d. C. La orden de Herodes de dar muerte a los niños de Belén
concuerda por lo que sabemos de él por otros conductos. Cuando murió, el reino quedó dividido entre tres de
sus hijos. Uno de ellos gobernó tan mal que los romanos lo destituyeron y nombraron un prefectopara Judea.
Poncio Pilato, que dictó la sentencia de muerte de Jesús, fue prefecto en los años 26 al 36.
El consejo judío, el sanedrín, intentó conservar la paz con los romanos para proteger su propia posición.
Otros, como los odiados recaudadores de impuestos, se aprovecharon de la ocupación romana para llenar sus
bolsillos. Muchos esperaban el día en que serían liberados: como Simeón, que se encontraba en el templo
cuando sus padres fueron a presentar a su hijo, esperaban el consuelo de Israel. Por eso Jesús debía rechazar
cualquier pretensión de ser el mesías prometido, el liberador, a fin de no hacer concebir a la gente esperanzas
de que él habría de encabezar una rebelión contra los romanos.
Después de la muerte de Jesús, sus seguidores vieron claramente que el nuevo reino no era solamente para los
judíos, sino para cuantos creyeran en él. El dinamismo de este mensaje había de convulsionar el imperio y
cambiar el mundo. Esto se debía a que, en primer lugar, el cristianismo surge desde una provincia ocupada por
los romanos y que plantea la necesidad de convertirse, abandonar a los antiguos dioses y de creer en el
Evangelio. A partir de Augusto los emperadores romanos asumen un papel divino en la conducción del
Imperio. Este tipo de atributos se contradecía totalmente con la creencia cristiana y era visto como una actitud
subversiva. Además de esto el cristianismo surge en un momento muy ávido de nuevas creencias y
pensamientos filosóficos. Un caso ilustrativo es cuando San Pablo se encuentra en Atenas, en el ágora y
felicita a los atenienses por ser tan crédulos y por tener un altar al Dios desconocido. Esta permeabilidad a
nuevas creencias fue el caldo de cultivo para que el cristianismo se propagara tan fácilmente, pero también fue
causa de fuertes persecuciones desde el gobierno romano, pues éste pensaba que el cristianismo le restaba
autoridad y era foco de posibles sediciones.
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• ¿Cómo puede explicarse la adopción del cristianismo por los romanos?
En el mundo romano, durante el período imperial, se habían venido determinando factores positivos, más
aptos que cualesquiera otros para crear semejante atmósfera espiritual. Particularmente desde el mítico
Oriente se habían difundido rápidamente ritos y mitos, supersticiones y prácticas suficientes para satisfacer la
sed de sobrenatural que agitaba las conciencias. Los antiguos dioses de Grecia o Roma pasan a segunda línea
en la conciencia religiosa, o se transforman tomando prestados de las divinidades extranjeras atributos y
funciones nuevas. Una aureola de algo maravilloso los circunda a todos; y son las prácticas expiatorias y
purificadoras de los misterios las que ocupan el centro de la religiosidad de ésta época. El lugar del sabio
epicúreo o estoico lo toma ahora el inspirado o el santo, el hombre divino que resume en sí la acción de Dios y
la irradia en torno de él en obras taumatúrgicas, en prácticas mágicas.
En este ambiente y en esta época se producía el más grandioso advenimiento de la historia: el nacimiento de
Jesús, el Dios hecho hombre y muerto para la redención de la humanidad, con su fresca y fervorosa energía
tendiente a la conquista del porvenir merced a una organización más compleja y compacta de sus fieles en
iglesia y de sus intuiciones ideales en teología, y sobre todo, con su exclusivismo monoteísta, que no admitía
ningún compromiso con el paganismo, dotado de la más extraordinaria eficacia por su carácter de
universalidad supranacional. Especialmente este exclusivismo hizo que todos los cultos paganos vieran en él a
su enemigo mortal.
Resumiendo, podemos decir que diversos factores explican la amplia difusión del Cristianismo:
El descontento hacia los viejos credos, carentes de contenido espiritual y
basados sobre todo en obediencia a ritos y ceremonias religiosas.
La existencia de grupos judíos en todo el Imperio, en cuyo seno se
extiende en principio
El contenido humanitario de su doctrina, fuente de esperanzas para
millones de seres explotados por las duras condiciones de vida de la época
Las distintas vinculaciones entre las distintas regiones del mundo romano
La abnegación de la mayoría de los predicadores cristianos que
asombraron a las masas con su vocación de sacrificio.
• y 7.
Sintetice las etapas que atravesó el cristianismo hasta convertirse en la religión fundamental del
imperio. ¿Cómo se organizó la primitiva Iglesia Cristiana? ¿Dónde se manifestaron los principios
organizativos romanos?
Bajo la dirección de los apóstoles, la Iglesia se desarrolló al principio en Jerusalén, donde los judíos lapidaron
a Esteban y persiguieron a los cristianos. Los creyentes se dispersaron por toda Judea y Samaría, fundando en
ciudades y aldeas nuevos grupos de cristianos (Hch 8). Hacia el año 34 d. C. tuvieron lugar dos importantes
acontecimientos: Saulo el fariseo, adversario intransigente de la nueva secta, se convirtió cuando se dirigía a
detener a los creyentes en Damasco (Hch 9); y, en Cesarea, Pedro evangelizó al centurión romano Cornelio,
que fue el primer convertido no judío que se bautizó y entró en la iglesia.
En Antioquía, la capital de la provincia de Siria, los cristianos predicaron no sólo a los judíos de lengua griega
(helenístas), sino también a los no judíos (griegos), que no tenían relación ninguna con la religión judía.
Muchos creyeron y se les llamó, por primera vez, cristianos (Hch 11, 19−26). La iglesia de Antioquía envió a
los primeros misioneros: Pablo y Bernabé, que predicaron en Chipre y en varios lugares de la moderna
Turquía (Hch 13 − 14). Se hicieron cristianos lo mismo judíos que no judíos. Esto planteó un importante
problema; ¿podían los gentiles hacerse cristianos sin antes hacerse judíos?. El concilio celebrado en Jerusalén
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hacia el año 48 d. C. decidió la cuestión afirmativamente (Hch 15). Fue ese un paso decisivo hacia adelante.
La actividad misionera se intensificó. En su segundo viaje, Pablo llevó el evangelio a Europa (Hch 16), hacia
el año 50. Su tercer viaje terminó con su arresto; pero por fin llegó a Roma en el año 62 y, aunque estaba
prisionero, tenía la facultad de predicar libremente (Hch 28). Muchos otros se dedicaban a predicar el
Evangelio y a ayudar a las otras iglesias. Hacia el año 64, cuando termina la narración del libro de los Hechos,
había iglesias en casi todos los principales centros del imperios, y desde ellas se difundía el evangelio a las
zonas circunvecinas.
Durante el siglo II, y a medida que arreciaban las calumnias contra la primitiva iglesia (acusaciones de
comidas tiesteas y de reuniones edipeas), los creyentes sintieron la necesidad de defenderse con escritos
apologéticos. Estos textos del siglo II fueron redactados generalmente en forma de diálogo o discurso, según
las reglas de la retórica griega, y destinados a los paganos (muchas veces a los emperadores romanos). En
ellos rechazaban las acusaciones de ateísmo, y defendían el monoteísmo cristiano y el dogma de la
resurrección. Asimismo se afirmaba la fidelidad de los cristianos al Imperio romano y se hacía profesión
pública de vida moralmente intachable. Este grupo de escritores se los conoce por padres apologistas, pués sus
escritos eran defensas públicas de su credo.
Las comunidades cristianas, es decir, cada uno de los núcleos de asociación de los fieles, a partir del
apostolado de Pablo se venían multiplicando en todos los puntos del Imperio y poco a poco se transformaban
en Iglesias. En estas comunidades ya no había libres o esclavos, pobres o ricos, doctos o ignorantes, griegos o
bárbaros; no había más que hijos de Dios, mancomunados en una misma fe, en una misma esperanza.
Congregados en torno al anciano, presbyteros en griego, escuchaban de su palabra la vida y hechos de Jesús.
De esta escuela salían los mártires, aquellos que con la resistencia a los suplicios más atroces y con la
aceptación de la muerte, testimoniaban la verdad de su fe. El ideal ético−educativo de la salvación del alma
actúa entre las masas a través de estos núcleos de iglesias que van organizándose a la sombra de las
catacumbas.
El individuo es admitido en la comunidad de los fieles, en el acto de recibir el sacramento del bautismo; y sólo
quien ha recibido el bautismo, puede participar en el sacramento de la Eucaristía. El bautismo, por ser el sello
de la conversión interior, exigía una preparación moral e intelectual; esta preparación se daba en las primeras
escuelas conexas con las comunidades cristianas, escuelas que se llamaban precisamente de los catecúmenos.
En estas escuelas, una de las más importantes fue la de Alejandría, no sólo se enseñaban nociones doctrinales,
sino que también se impartían preceptos de vida, pues la educación cristiana de los primeros siglos tiende, en
general, a la constitución de ls llamada ciudad de Dios, contrapuesta a la ciudad terrena.
Junto a las escuelas de los catecúmenos surgieron escuelas superiores de teología destinadas a preparar a los
futuros sacerdotes, ya que, en las comunidades, se va constituyendo la jerarquía, cada comunidad tiene sus
sacerdotes, sus diáconos y sus obispos, a los cuales los fieles deben obediencia.
Desde el Edicto de Milán sobre la libertad religiosa en el Imperio Romano (313), y a partir de la sanción
conciliar del dogma de la consubstancialidad del Padre y del Hijo (Concilio de Nicea, 325) el pensamiento
cristiano se orientó cada vez más hacia la fundamentación positiva y especulativas de las cuestiones básicas
reveladas. Asi surgió la edad de oro de la Patrística.
Bibliografía
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• Bustinza, Juan Antonio : de la prehistoria al siglo XV. − Buenos Aires : A−Z, 1996.
• Barrow, R. H.. Los Romanos. − México : F.C.E., 1950.
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