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RASGOS CARISMÁTICOS
DEL P. COSME
A TRAVÉS DE SU EPISTOLARIO
El tema que se me encargó para compartir con ustedes en este Congreso, lejos de ser un
tema de “investigación científica”, es un tema de vivencia teologal, es decir, para hablar de los
rasgos carismáticos de nuestro Fundador, Cosme Muñoz, es obligado remitirnos a la acción de
Dios en su vida y a como él fue dando respuesta a esa acción y presencia de Dios que fue
marcando su vida y lo convirtió en un “Don para su Iglesia”, y aquí aparece y se sustenta el tema
que nos ocupa. Sus rasgos carismáticos, es decir, sus dones específicos que él concretó en su
existencia, los puso al servicio de la Iglesia y a su vez fueron transmitidos en el tiempo y siguen
siendo de actualidad profética.
Recordemos la definición de Carisma: “Don del espíritu a su Iglesia para responder a los
signos y retos de su tiempo, profundizando en una faceta concreta de la existencia histórica de
Cristo, con perseverancia en la historia, compartido y continuado por hermanos/as que
experimentan la misma llamada en su seguimiento de Cristo.”
A lo largo de esta reflexión hecha especialmente de forma cordial (desde el corazón),
quiero plantear algunos rasgos carismáticos que encajan en esta definición, temiendo como base
sus escritos.
De nuestro Fundador, no podemos presentar una colección de escritos abundantes…apenas
un puñado de cartas sencillas, insignificantes a simple vista y en las que prácticamente nada nos
expresa de sí mismo, ya que estas cartas están motivadas, como bien sabemos, por su ausencia
de Córdoba para seguir “a pie de obra” en Granada el pleito en el que se ventilaban ante los
tribunales los derechos del Colegio de Ntra Sra de la Piedad frente a las pretensiones de Doña
Isabel de Valdivieso, sobrina del señor Obispo Mardones. Pero pese a este silencio de escritos
con alusiones personales y precisamente por esto, hace que lo escrito expresamente y lo intuido
entre líneas en estas cartas nos den a conocer mucho de su personalidad y vivencia espiritual:
hombre de acción incansable, pero que pone todo el resultado de la misma en manos de Dios y
que experimenta de forma real que el buen término de ella sólo es posible si Dios las conduce,
de ahí que repetidamente encontramos en las cartas la petición que hace en los conventos de
Vida contemplativa a que oren incesantemente por el pleito que él ve con claridad “es la causa
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de Dios”, “encarguen este negocio a las monjas” (carta 6/); por otra parte se nos presenta como
luchador infatigable cuando se trata de defender y buscar la justicia, imparable ante las
dificultades y tenaz en poner todos los medios necesarios para “que no nos quite el mundo lo que
Ntro. Señor les dio” (carta 13), que es lo mismo que decir que los interese egoístas de unos
pocos no prevalezcan sobre las necesidades de otros, que el poder y la ambición no estén por
encima de los intereses de aquellos que no poseen nada ni cuenta para nadie.
En las cartas se manifiesta ese olvido de sí mismo para centrarse en su “obsesión”, en el
origen y meta de su misión apostólica: sus niñas “sus angelitos” (cf. Cartas 1, 6, 8, 10, 14...) por
quienes sufre todos los sinsabores, incomprensiones y trabajos que las circunstancias de su
estancia en Granada le proporcionan.
Pero no podemos olvidar que el motor de
su impulso apostólico y donde él va
“recargando” día a día la energía y fortaleza que necesita para seguir en su camino, es el Amor
a Dios y a su Madre, a la que se entregaría desde su conversión como esclavo, con una esclavitud
filial, encadenado sólo por amor, la Madre de Dios a la que Cosme experimentaría como “Su
Señora y Madre desbordante de Piedad”, está presente en todo el vivir y el quehacer del P.
Cosme y por eso aparece continuamente nombrada en manifestaciones espontáneas a lo largo
de las cartas.
Otro de los temas que nos encontraremos como hilo conductor de estos escritos es la
hondura y la totalidad de vivir su sacerdocio como servicio, disponibilidad de su ser y hacer para
la gloria de Dios (y su Señora Madre) en la entrega a quienes el Padre pone en su camino, en sus
manos y... en su corazón. (Cartas 5, 7, 9, 13...)
También, considero de gran significación y actualidad, el gran número de personas, amigos
y conocidos de todos los estamentos sociales con los que el P. Cosme se relaciona y a los que
implica en su obra apostólica, lo mismo sacerdotes que laicos. Esto nos confirma la actualidad
de su misión compartida, que es uno de los retos con los que nos enfrentamos actualmente en
la Vida Religiosa.
Aunque estos rasgos están entremezclados a lo largo de las Cartas, para dar una visión
más clara de ellos, vamos a ir exponiéndolos de forma individual, sin perder de vista la visión
de conjunto.
Considero que los rasgos carismáticos que sobresalen en el P. Cosme y que son su legado
a lo largo de estos 400 años de Historia, los podemos señalar como en varios círculos
concéntricos, vividos por él de forma apasionada y plenamente unificadas en su vida:
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1.
El cuidado y desvelo por la educación y promoción de las ni as
huérfanas y pobres (“sus angelitos”)
2.
El amor a su se ora de la Piedad
3.
La vivencia de su sacerdocio.
4.
Oración
5.
Vivencia eclesial y misión compartida
Vamos a ir profundizando, de forma sencilla en cada uno de esos rasgos con las
características que se presentan en estos escritos:
1. El cuidado y desvelo por la educación y promoción de las niñas huérfanas y pobres (“sus
angelitos”).
Desde el comienzo de la primera Carta, destaca el eje que motiva su existencia, por el que
no duda sufrir cualquier dificultad y batallar ante cualquier pleito que pudiera ir en contra de sus
“angelitos”. En esta carta podemos vislumbrar el estado en que se encuentra el P. Cosme lejos
de su Colegio, él mismo afirma que “está muriendo en este purgatorio”…Podemos comprender
en esta sentida expresión que para él su vida está allí donde está su misión apostólica, donde
están sus esfuerzos e ilusiones, donde él vive y se desvive por el bien de sus angelitos”…y a la
vez se encuentra en un “purgatorio”, es decir, lejos de su cielo, de su Santa Casa. Al P. Juan
Bautista, encargado del colegio en su ausencia, lo anima al esfuerzo por el “bien de esos
angelitos y honra de esa Santa Casa”…la honra de la casa, la gloria de Dios es que las niñas
vivan y vivan dignamente…todo esto nos recuerda la raíz más genuina de nuestra fe : “La gloria
de Dios es que el hombre viva” (S. Ireneo, obispo de Lyón, s.II).
El último párrafo de la carta está dedicado a informar una vez más sobre el pleito,
indicando claramente que las dilaciones del mismo son por causa de las “sinrazones y las
injusticias” de la parte contraria. No tiene ningún reparo en señalar abiertamente y denunciar
aquello que hace que no triunfe la verdad. No teme la fuerza de la parte contraria pues está
seguro que “quien lo remediará será nuestro Señor” ya que son los intereses de su obra por lo
que está luchando.
Cosme está convencido de que la causa por la que lucha es la causa de Dios, pues es “para
remedio de pobres huérfanas de esa ciudad y remedio de males de ella” (Carta 3ª) y por lo tanto,
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no duda en continuar hacia adelante con la entereza que lo caracteriza y la confianza de que
“Dios lo sacará bien del mismo” pero a la vez no teme hablar con claridad y “denunciar” “las
malas mañas”, las injusticias... en descubrir a aquellos cuyos intereses económicos son la causa
directas del sufrimiento de los pobres... y no podemos olvidar que entonces como ahora, estás
personas suelen ser las más influyentes socialmente, pues son las que mueven los hilos de la
historia humana cuyo motor se alimenta del dinero, las influencias y el poder... pero, no por ello,
Cosme deja de luchar para que siga adelante la “otra historia”: la de los pequeños, la de los
débiles, la de aquellos que sólo tienen puesta su confianza en el Señor. Y aquí podemos recordar
el precioso texto de la oración de Ester, antes de presentarse ante el rey Arquelao: “...Acude a
mi socorro que estoy sola, y a nadie tengo, sino a Ti, Señor” (Est.1,4-17), y en esa Historia sí
habita Dios, ésta es la Historia de la Salvación, una Historia llena de contrastes pero en la que
sabemos que la Vida vence a la Muerte y los “hambrientos son colmados de bienes, mientras los
ricos se despiden vacíos”, “la mujer estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos
queda baldía” y esta “otra historia” es la que Come vive con una actitud valiente y confiada,
seguro de que Dios “lo librará de sus contrarios” porque “si el afligido acude al Señor Él lo
escucha” como nos recuerda el Salmista (Ps 33)
Otro aspecto que encontramos en la 2ª Carta y que para Cosme es fundamental es: la
preocupación y el cuidado por el buen funcionamiento del Colegio, tanto en los aspectos
materiales como espirituales.
Desde el inicio de la carta anima a todos aquellos que se encuentran dedicados al bienestar
del Colegio a que “no se cansen de escribirme ni de avisarme de lo que pasa, ni se cansen de
los cuidados de la casa de Ntra. Señora”. Él es consciente de que su ausencia puede provocar
un debilitamiento en su obra, por lo que quiere estar presente aunque sea a través del
conocimiento de todo lo que ocurre en la misma por las cartas y el recuerdo continuo hacia todos
aquellos que trabajan por su sostenimiento, y les quiere dar fortaleza para que aunque “otros
falten no desmayen, porque cada uno acudirá según el Espíritu que le hubiere dado”, aquí toma
como referencia a los distintos dones que cada uno posee y en virtud de esos dones tiene que
actuar, ya que éstos están dados gratuitamente a cada uno según el Espíritu (cf. 1Cor 12,4-7) y
están dados para el bien común. El que otros se cansen o no respondan al don recibido no es
motivo ni excusa para dejar de hacer el bien y multiplicar los dones que hemos recibido.
A continuación hace alusión a un bienhechor de la casa que ha pedido entrada para una
niña. Destaco varios aspectos que me llaman especialmente la atención en el modo de actuar de
nuestro Fundador: por una parte, pone la decisión final a la consideración del Padre Juan
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Bautista Gómez, que es el que está encargado del colegio en su ausencia, “véalo V.M. luego
envíelo a llamar...”, tiene en cuenta que la decisión y la comunicación la haga la persona que
en ese momento está al frente y a la que considera la responsable directa en este asunto y, por
otra parte, le da el criterio que él considera clave para la admisión “siendo huérfana y pobre...
la haga V.M. recibir” Esta es la razón de ser de su obra: acoger de forma preferencial a los seres
más desvalidos de su época, a la mujer que carece de cualquier recurso, lo mismo desde el punto
de vista afectivo y emocional “huérfana”, que desde el punto de vista de carencias y recursos
humanos, “pobres”. Estas son las personas privilegiadas para vivir en la Casa Santa de Ntra.
Señora de la Piedad, porque ellas son las que necesitan con urgencia del amor y dedicación de
una Madre que ha tomado como intermediario suyo a Cosme, el cual lejos en el cuerpo, pero
unido en el recuerdo y en el espíritu, sigue señalando cual es la finalidad para la cual fue
fundado su colegio.
A lo largo de la carta 3ª también irá describiendo el ambiente como quiere que se viva en
su Colegio, por lo que desea que en él no falte "el recogimiento y la virtud con que siempre se
ha conservado mediante la “Divina Gracia", directamente
expone
que desea no haya
intromisiones por parte de otras personas para atender a Dª Beatriz (incluso si el Obispo diera
la licencia) para así no perturbar la paz y la armonía que debe reinar en el Colegio y el
espíritu austero y sencillo con el que se ha de vivir.
Es muy significativo el interés que manifiesta en que esté pendiente de “que los domingos
de Adviento, predique (el Lcdo. Antonio del Castillo), no les falte doctrina”. Aquí muestra su
preocupación por una sólida formación cristiana, basada en la Sagrada Escritura y en sintonía
con los Tiempos Litúrgicos para así profundizar en el significado de los mismos.(carta 7).
En la Carta nº 9, cuyo tema central y contexto se encuadra dentro de la problemática vivida
por nuestro Fundador, en su estancia de Granada, sobresale con fuerza una frase que, a mi
parecer, resume el objetivo por el que lucha, trabaja, pide incansablemente, no desmaya ante las
dificultades, permanece firme ante las injusticias y se siente consolado en las incomprensiones
de muchas personas; porque “no busca para sí, sino para Dios y para sus pobres”. Por esto, no
tiene ningún respeto humano para pedir a amigos, conocidos e incluso desconocidos y personas
que no lo aceptan, de puerta en puerta, “para Dios y para sus pobres”.
Estos pobres, para el P. Cosme, tienen unos rostros muy concretos: “sus niñas”, “sus
angelitos”; aquellas que dependen directamente de él, de la obra que ha fundado bajo el amor
y la piedad de su Señora y con la ayuda, el cariño y la dedicación total de las Madres de la
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Piedad y de tantas personas, colaboradores y amigos laicos, que apoyan su Colegio con sus
recursos y oraciones, y sin los cuales no hubiera sido posible verse realizado su sueño.
De nuevo nos encontramos en la Carta nº 10 con la preocupación que domina en estos
momentos el pensamiento y la vida de nuestro Fundador y la causa de su estancia en Granada,
que tan dolorosa le está resultando: sus niñas huérfanas...”sus Ángeles”. Así se dirige al P. Juan
Bautista y una vez más le suplica: ”le pido favorezca a las huérfanas y me las visita”; en esta
expresión y utilizando el pronombre personal “me”, nos da a entender que todo lo que se les
hace a las huérfanas directamente lo percibe el P. Cosme como hecho a su misma persona... Él
lejos físicamente de ellas, experimenta, sin embargo, su cercanía, la preocupación que lo domina
en todo momento es la certeza de su bienestar, de ahí que no deje de recomendar su cuidado a
todos sus bienhechores y amigos, dándoles a entender que es a él mismo a quien se lo están
haciendo, remontándose de su persona a Aquel que tiene como Maestro y Redentor, cuyas
palabras son el eco de su obra: “Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños,
a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40)
2. El amor a su Señora de la Piedad
El título que por excelencia pone Cosme en sus labios para hablar de María, y que se irá
repitiendo a lo largo de todas sus cartas es el de “Ntra. Señora”... Cosme es su esclavo, un
esclavo de amor que ve concretado el cariño y ternura que siente por su Señora en la dedicación
a las niñas y a su Colegio que es la “Santa Casa” de Ntra. Señora de la Piedad.(Carta nº1).
A su vez, a lo largo de la carta aparece un estribillo constante: "Espero en mi Señora de
la Piedad (Carta nº 3), esta es la música interior de fondo que hace de la vida del P. Cosme una
vida serena y confiada, pues siempre está sostenido por el Amor y la Ayuda continua de la
Madre experimentando su protección constante. El vive esta relación filial no sólo en las grandes
dificultades y problemas con los que se irá enfrentando a lo largo de toda su vida sino también
es las situaciones normales que nos va deparando la vida diaria: contratiempos, enfermedades,
cambios de planes...en todo ellos Cosme "esperará siempre en su Señora de la Piedad.
A pesar de las dificultades que continúan surgiendo en la resolución del pleito y de ver
cómo se va prolongando, él se sigue mostrando confiado y expresa que “presto me llevará
Nuestro Señor a Córdoba a servirle”, para él su servicio a Dios está en conexión total con el
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“servicio a sus huérfanas”, aunque la lejanía física que vive es consecuencia de buscar para ellas
el bienestar que les corresponde y luchar por sus intereses, sin embargo, el P. Cosme siente como
su servicio a Dios y a Nuestra Señora pasa por la entrega diaria, continua, cercana y de
presencia asidua al pie de la obra en la que vio concretada su vocación y en la que derrochó
ilusiones, energía y todas sus fuerzas físicas y espirituales. Desde el instante de su conversión
y su vuelta radical a Dios donde prometió a María que desde ese momento su vida corriera por
su cuenta, todos sus pasos le condujeron al espacio físico donde concretó su servicio: su Colegio
de Nuestra Señora de la Piedad y desde él irradiar las gracias que como hijo y esclavo de María
había experimentado.
Por todo esto el P. Cosme siente también la urgencia de “hacerlos muy devotos de
Nuestra Señora” y para fortalecer esta devoción y convertirse el Colegio en un foco de
espiritualidad y de formación cristiana da recomendaciones muy precisas para buscar a
sacerdotes que puedan “ir de mañana para decir Misa...predique los domingos, las tardes y el día
de la Concepción si es posible...esté Nuestro Señor descubierto con mucho aseo...avisar a la
gente por la mañana, pedir a los señores confesores vengan...”Está pendiente de todos los
detalles y parece como si realmente él estuviera presente, pero de nuevo de forma “machacona”
vuelve a reiterar su único gran deseo:”...será Dios servido que yo le ayude y mi Señora alce el
destierro”, así se siente desterrado de donde él considera su verdadero hogar; su tierra
cordobesa. Quien no conociera su biografía no podría imaginar su procedencia soriana, él ha
experimentado un nuevo nacimiento con todas sus consecuencias y por lo tanto tiene una nueva
familia: sus niñas huérfanas, que son sus hijas, donde él ha depositado todo su cariño; las
Madres de la Piedad, sus más estrechas colaboradoras y tantos amigos cercanos sacerdotes y
laicos que viven los lazos del amor fraterno y son partícipes directos de la misión a él
encomendada, gracias a los cuales esta misión se verá continuada a lo largo del tiempo y será
un nuevo Carisma con que el Espíritu enriquecerá a su Iglesia.
Por último, nos encontramos en la Carta nº 11, como el P. Cosme, pone de manifiesto una
vez más cuales son sus fortalezas: el amor a Nuestra Señora y a Jesús Sacramentado y cuáles los
medios para apoyar su petición: la oración insistente y el ayuno. Lejos físicamente de su Madre
de la Piedad, sigue recurriendo a Ella en otra advocación e imagen que hay en el lugar donde
se encuentra: Ntra Señora de la Antigua de la ciudad de Granada, ante Ella volverá una vez más
a poner su confianza filial de hijo y su amor de esclavo, sabiendo que será escuchado;
experimentando su protección y amparo de madre desbordante de Piedad, que sostiene su obra
y lo fortalece para llevar adelante la causa de Dios.
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3. La vivencia de su sacerdocio
Su ser sacerdotal es expresión de su modo concreto de realizarse como cristiano. Toda su
misión tiene como un entramado donde su sacerdocio unifica y da sentido al proceso interior que
a lo largo de su vida ha ido experimentando. Las alusiones a su vivencia sacerdotal y al ejercicio
de su ministerio son muy frecuentes a lo largo de sus cartas así como a las relaciones que
mantiene con los compañeros de su ministerio (Cartas 2, 3, 5, 8, 9, 10, 12).
Entre su ministerio destaca la honda preocupación que siente porque sus feligreses puedan
participar en el Sacramento Eucarístico y para ello el haber tenido una preparación adecuada
para el mismo a través del sacramento de la Penitencia. Esta preocupación la hace extensiva a
sus niñas, ya que para ellas busca el mayor bien espiritual; esto lo refleja en las recomendaciones
concretas que hace “importa mucho la asistencia y puntualidad de los confesores”, a este
ejercicio le da gran importancia y él mismo se ofrece a realizarlo “cuando los Sres. Curas
descansen”. El poder celebrar el sacramento de la Reconciliación es para él motivo de
satisfacción por las gracias que a través de éste reciben las personas que se acercan a él y de
estas gracias no quiere ver privadas a sus niñas, a través de una profunda vida sacramental,
aparece de nuevo confirmado en la Carta 10: “Para el Día de Reyes confíenselas a todas y
comulguen las capaces y descubran el Stmo Sacramento”. Este cuidado de la Vida Sacramental
y de devoción por la Eucaristía tan característico de nuestro fundador es un aspecto de nuestro
carisma en el que tenemos que profundizar y actualizar, precisamente en este Año Eucarístico
donde el Papa nos subraya que nuestra vida cristiana tiene su raíz y fortaleza en la Eucaristía;
así en la carta Encíclica Eclesia de Eucharistia nos recuerda: “Todo compromiso de santidad,
toda acción orientada a realizar la misión de la Iglesia, toda puesta en práctica de planes
pastorales, ha de sacar del Misterio Eucarístico la fuerza necesaria y se ha de ordenar a él como
a su culmen. En la Eucaristía tenemos a Jesús, tenemos su sacrificio redentor, tenemos su
resurrección, tenemos el don del Espíritu Santo, tenemos la adoración, la obediencia y el amor
al Padre. Si descuidáramos la Eucaristía, ¿cómo podríamos remediar nuestra indigencia?”.
Esto lo experimentó y vivió con fuerza nuestro Fundador, siendo para todos sus
contemporáneos un ejemplo concreto de lo que significa encontrar en el alimento del Cuerpo
de Cristo y en su presencia eucarística la fortaleza para su misión y el gozo de poder
experimentar el “amor del Huésped que tenía en su alma” , por lo que nos relata su biógrafo que
“no hubo ocasión, en que pudiese aumentar la devoción que tenía a este Santísimo Sacramento,
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que por dificultosa la dejase de emprender” (Biogr. parte segunda, cap.I,) y a continuación nos
relata ejemplos concretos de esta vivencia.
Otro rasgo que sobresale en el P. Cosme es su confianza en la oración y en el apoyo moral
de los sacerdotes a los que se siente unidos por lazos de amistad y por una profunda solidaridad
apostólica "en la causa de Dios" (Carta nº 3), pidiendo para todos la fidelidad en el ministerio
confiado. Su ministerio sacerdotal será para el P. Cosme uno de los dones con los que se sentirá
más fuertemente agraciado y que constituirá la fuerza para desarrollar plenamente lo que en
su vida siempre buscó “la mayor gloria de Dios, en todo lo que obraba" (Biografía, p. 47).
El P. Cosme se muestra como el amigo cercano y entrañable, conocedor de las gracias que
estos viven y experimentan en su trato con el Señor…el Amigo de sus amigos. A su interlocutor,
el P. Juan Bautista le anima a que tenga un corazón agradecido…¿no es este realmente la
muestra de quien se sabe agraciado con el mayor don como es el conocimiento del Señor?, así
lo expresa en la Carta nº 5: “agradézcaselo mucho que todo lo demás engaño y mentira es sin
otra verdad...”, la única verdad es el conocimiento de Cristo Jesús… aquí nos resuenan las
palabras de Pablo: ”Todo lo considero pérdida comparado con el conocimiento de Cristo Jesús,
mi Señor…”.
Cuando continúa en la carta narrando su encuentro con el P. Diego Granados y expresa que
en su despedida éste le comenta que volverían a verse para tratar “lo que más importaba”, nos
salta la pregunta ¿qué asuntos serían esos? Y la respuesta que nos da en su carta, una vez más
nos muestra cuáles son sus únicos deseos y anhelos, cuáles han de ser las cosas que realmente
han de importar a aquellos que han dedicado su vida al servicio de Dios: “lo que importa a un
sacerdote es tratar de la salvación de sí y de sus prójimos”. Esta salvación concreta que pasa, por
una parte en cumplir la misión que tienen encomendada sin importar los trabajos, sufrimientos
y privaciones que para ello se van a ver envueltos a lo largo de toda su vida. En la carta vemos
plasmada también la realización concreta de esta misión: “Dios se sirva que se acaben los pleitos
y veamos construida esa Santa Casa y Colegio como Dios Nuestro Señor sea muy glorificado
y los prójimos muy aprovechados y que como buenos ministros sepamos hacer la causa de Dios
abrazando los trabajos, ganando y aprovechando nuestros prójimos”. Esa Santa Casa y Colegio
fueron construidos y en ellos a lo largo de los cuatro siglos que lleva de existencia se ha ido
cumpliendo el deseo de nuestro Fundador: lugar donde Dios ha sido y es glorificado y los
prójimos (huérfanas, niños, jóvenes y adultos) se han ido aprovechando de la cultura y formación
cristiana que a lo largo de los años de forma silenciosa, constante y cuidada se ha impartido a
pesar de los avatares que ha ido viviendo el Colegio a lo largo de la Historia, porque como ya
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profetizaba el P. Cosme “ahora (como siempre) es Ella, su Señora de la Piedad, la que ya se ha
ido encargando de que su obra vaya perviviendo y dando frutos a lo largo del tiempo porque
estaba cimentada sobre la fe y la unión de tantas personas con las que el P. Cosme contaba para
que a través de sus oraciones la verdad triunfara y se hiciera verdadera justicia.
En esta misma carta encontramos una clara alusión a la gran importancia que el P.
Cosme daba a todo lo referente del Culto Divino, su preocupación para que no se escatimara
para nada en este, ya que a través de él se daría “mayor consuelo a los fieles“ y se “honraría y
glorificaría a Dios”: De nuevo el Amor concreto y práctico: el Amor a Dios pasando
evangélicamente por el amor a los hermanos y para completar todo esto su entrega personal
incondicional hasta el extremo: “que para esto, si es menester vender a este esclavo de Nuestra
Señora, lo hagan y yo obedeceré y se lo agradeceré…”
La preocupación porque el lugar sagrado donde la presencia de Dios se manifiesta más
expresamente y la participación de los fieles en la vida litúrgica es una nota característica de
nuestro Fundador, aspecto resaltado en la actualidad por la Iglesia como nos lo recordaba el
Vaticano II en la Constitución “Sacrosantum Concilium”, sobre la Sagrada Liturgia : “ Para
realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia sobre todo en la acción
litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, ofreciéndole
ahora por ministerios de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz, sea sobre
todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su virtud en los sacramentos. Está presente
en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla. Está
presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: “Donde
están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (S.C.nº 7).
Otra característica en el ministerio de su sacerdocio la encontramos en la carta nº 8:
radicalidad y entrega total en el cuidado de todos los fieles que tiene encomendados, Cosme da
por seguro que Dios en su providencia tiene un cuido especial por sus ministros y lo que El más
estima son las almas. En el inicio de esta carta nos sorprende el P. Cosme con una petición que
a la vez da ya por segura, pues expresa en ella su confianza y su conocimiento de cómo es Dios
y de “cuáles son sus gustos”. Pide en primer lugar que “Dios nuestro Señor lo guarde y pague
el cuidado que tiene de la Iglesia de Nuestra Señora y del bien de las almas en ella” y él mismo
se responde diciendo “que sí pagará, pues lo mejor que Dios tiene es el cuidarnos y lo que más
estima son las almas”, por lo tanto anima a su amigo diciéndole que no se canse, pues será gran
suerte morir por las almas ya que éstas son lo que tanto Dios estima y quiere.
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Las relaciones que el P. Cosme mantiene con el Sr. Obispo aparece expresada en la Carta
nº 9 y al referirse a él, utiliza uno de los títulos más hermosos que se le puede dar a un Pastor
de la Iglesia: “Padre de pobres” y precisamente por estar inclinado especialmente por sus hijos
más débiles es por lo que el P. Cosme le pide sus oraciones ya que éstas “valdrán mucho con
Ntro. Señor” por lo que “le suplica pida a su Divina Majestad, le ayude, para que más presto le
vaya a servir”. Toda su vida la encuadra dentro de su ministerio sacerdotal, y no olvida nunca
que es hijo de la Iglesia Católica, motivo para él de gran agradecimiento a Dios, como, lo
expresa su biógrafo: “¿Qué daré yo al Señor en retorno de haberme hecho católico? “ (obra
citada, cap.XIII); y que por lo tanto, la mediación cualificada que Dios le ha puesto, en la
persona del Obispo, para él, es motivo de amor y de respeto; expresado por el gran deseo de
ir pronto de nuevo en su servicio, como sacerdote, en la diócesis cordobesa a la que pertenece.
4. Oración
En la oración, sigue encontrando el P. Cosme, el único camino para la resolución
del pleito, una oración constante, confiada y compartida: “hemos menester hacer mucha
oración y pedirla a las personas que Vuestra Merced sabe y en todos los conventos y se
notará...porque no nos quiten en la Revista lo que nos dieron en la Vista y triunfe el mundo
saliendo con su interés contra esos Ángeles”. (Carta nº 10). Los “intereses del mundo” que van
en contra de “sus Ángeles” son aquellos basados en la injusticia y el egoísmo, intereses que en
muchas ocasiones ayer como hoy parecen prevalecer y que son motivos para que el justo clame
a Dios como nos encontramos en el libro de Job: ¿por qué triunfan los malvados?. Sin embargo,
estos no arredran ni desaniman a nuestro Fundador, él sigue confiando en que a pesar de todo
y de que en muchas ocasiones la salida de la justicia no parece ver la luz, sigue firme en confiar
en que el mundo no triunfará contra su Colegio de la Piedad y que aquellas por las que ha
entregado su vida, por las que está desgastando sus fuerzas, por las que se ha hecho mendigo y
esclavo, podrán seguir contando con un hogar y una familia y tendrán asegurado, no sólo el
presente sino el futuro de sus vidas, consiguiendo para ellas lo que les pertenece para su
sostenimiento.
La fortaleza y el ánimo para continuar en el trabajo comenzado y confiar que al final todas
las dificultades serán superadas y todos los esfuerzos se verán recompensados, los encuentra
nuestro Fundador en el poder de la oración y especialmente en que ésta será ofrecida al Señor,
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no a título individual sino en comunión con muchas personas que desde el principio ha
corresponsabilizado en ella y de manera “machacona” e insistente ha comprometido para que
el buen término del “negocio” que está haciendo sea obra de la fe de todos y de la confianza
puesta en Dios y no de un trabajo personal llevado a cabo como obra suya.
Así en la Carta nº 13 inicia con la siguiente recomendación: “Ahora es tiempo de
encomendar a Nuestro Señor este negocio, pedir oraciones, confesiones y comuniones y otros
ejercicios para inclinar a Nuestro Señor a que favorezca esta causa, como hasta ahora lo ha
hecho su Divina Majestad, y así pido lo haga mi Padre Juan Bautista y encargue a todos mis
amigos”.
A continuación expresa con claridad su fe inquebrantable en que toda esta situación de
injusticia en que está viviendo va a servir de telón de fondo para que “resplandezca la gloria de
Dios”.
Exhorta a sus amigos, cercanos en todo tiempo y que le han apoyado incondicionalmente,
que al “igual que ven la contradicción, vean la gloria que Nuestro Señor pretende sacar de esta
obra”, en esta frase podemos ver la actitud con que el P. Cosme enfrenta las circunstancias de
su vida: él descubre en los acontecimientos que Dios actúa en la historia y que aunque a veces
las apariencias nos demuestran que el triunfo puede estar en la fuerza o el poder, El sigue
apostando por los débiles y humildes, como lo cantó la joven de Nazaret en su Magnificat;
también es muy significativo que en el recorrido de todas estas cartas siempre haya repetido
insistentemente que Dios va a favorecer su obra y no haya caído en la tentación del desaliento
o el desánimo, muy al contrario, cuando el tiempo se ha ido alargando y el final se veía lejano,
él continuaba firme en su propósito sabiendo que “Dios no va a permitir que el mundo triunfe
contra el Colegio de su Señora de la Piedad, y contra sus niñas y doncellas, y que le quite el
mundo lo que el Señor les dio”. El “mundo” al que se refiere el P. Cosme, son las fuerzas del
mal, las fuerzas de la mentira y la injusticia que no les importa pisotear los derechos de los
pobres y aunque estas fuerzas son poderosas, él no se doblega ante ellas, pues experimenta que
podrá vencerlas con las armas de la oración, la verdad y la fe; estas armas junto con el recuerdo
y el cariño que experimenta de sus “niñas y doncellas” y de sus amigos, son los que les han dado
fortaleza y lo han sostenido durante su estancia en Granada.
Por último quiero resaltar una frase de la carta nº 13 que merece especial atención, pues
resume su deseo constante y la base donde se asienta su entrega radical a Dios y a sus hermanos,
poniendo como intercesora a la gran Doctora de la Iglesia, Teresa de Jesús, que supo conjugar
una intensa vida de oración con una actividad apostólica incansable: “Pida V. Merced a su
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Señoría si quiere dar la Imagen de Santa Teresa, que nos alcance de Dios ser hombre interiores
y de oración.
Este deseo de nuestro Fundador es un reclamo para nosotros y un compromiso serio de
ser hombres y mujeres de vida interior que sepamos transmitir la Presencia de Dios en medio
de nuestro mundo sediento de Trascendencia.
5. Vivencia eclesial y misión compartida
Llama la atención desde el primer momento, al leer las cartas, el grupo tan numeroso de
amigos y conocidos que aparecen en ellas. Prueba del espíritu abierto y entrañable del P. Cosme
que contaba en su haber con numerosas personas queridas a las que transmitía también el amor
a su obra y los animaba a la solidaridad apostólica a través de la acción y de las oraciones que
continuamente les pide para que se resuelva el pleito, que él ve con claridad que es en beneficio
de su Colegio, y por lo tanto es necesaria la unión de todos para que llegue a buen término:
“me encomienda ahí a todos los vecinos”.
Resalta su sensibilidad ante cualquier muestra de afecto y su reconocimiento a todas las
personas que se interesan por su causa.
Desde el inicio de la carta nº6, brotan en el P. Cosme su sensibilidad y cercanía hacia sus
amigos, muchos de ellos nombrados a lo largo de la carta, especialmente tiene en cuenta y
encomienda a su interlocutor, el P. Juan Bautista por el que pide al Señor “le guarde ese corazón
y dé abundancia de su amor”, todo esto es una prueba clara de su recuerdo ante el Amigo que
los ha unido y a la vez expresa el deseo de cuanto antes poder ir a servirlos pues en este servicio
es consciente que el destinatario directo del mismo es Dios.
Llama la atención, como en medio de las pruebas, dificultades y trabajos que está
sufriendo para llevar adelante la misión encomendada y conseguir que se haga justicia para
favorecer a “sus Angelitos”, no olvida los acontecimientos que viven sus amigos y está pendiente
de las noticias alegres o tristes que recibe de ellos, en esta ocasión nos habla de un nacimiento:
“dad el parabién de una hija que le ha parido mi señora D. Mencia”, estos detalles y pruebas de
afecto son una muestra más de su humanidad y trato familiar y afectuoso que mantiene con
muchos de sus contemporáneos, lo mismo clérigos que laicos. Su apertura y el gran número de
amistades y relaciones sociales que mantiene es un testimonio de quien ha ido sembrando a lo
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largo de su vida un amor desinteresado que hace que se multiplique en gestos concretos de
confianza y amistad sencilla y profunda. En sus labios podríamos poner aquella expresión: “Al
final de mi vida me preguntarán si he amado y yo mostraré mis manos vacías y mi corazón lleno
de nombres”. Efectivamente su corazón a lo largo de su vida se va modelando desde la
universalidad y sus manos vaciándose continuamente en un derroche de generosidad y entrega
no sólo de sus bienes materiales sino de sí mismo. Una vez más, son nombrados en la carta los
conventos de clausura del Corpus Christi y de Santa Ana, pidiendo que las hermanas tengan
presente especialmente el pleito que le retiene en Granada. De nuevo aparece el sentido eclesial
y la confianza en la fuerza de la oración que une a todos los creyentes, y la vivencia de ser parte
del cuerpo Místico donde todos los miembros son responsables del bien de la comunidad, aquí
se encarna la imagen auténtica de la Iglesia: todos los fieles, dentro de su vocación especifica,
sacerdotes, vida consagrada y laicos, unidos por un mismo fin: la caridad, buscando hacer el bien
a las huérfanas que necesitan la ayuda de todos, cada uno desde el lugar concreto en el que están
sirviendo a la Iglesia. Un nuevo toque de atención para fortalecer nuestra relaciones eclesiales
y la misión compartida.
En la carta nº 14 también se explicita el gran número de amigos de todas las clases sociales
con los que cuenta y el afecto y el cariño con el que se dirige a ellos; nos encontramos también
con la mención a una de sus ahijadas (de las muchas que tiene), según consta en numerosas
partidas de Bautismo encontradas en varias parroquias de Córdoba, donde él aparece como
padrino. De ella habla con profundo cariño y le dirige estas palabras: “es linda criatura,
entendida, de natural Ángel, pacífica y amable”.
Todos estos datos nos dibujan también la cara humana y entrañable de nuestro Fundador,
su corazón sensible y tierno que ha sabido crear a su alrededor círculos cada vez más amplios,
donde irradiar el amor misericordioso de Dios y la entrañable piedad de su Madre, amor
experimentado y vivido por él y del que fue canal abierto para todos los hombres y mujeres con
los que se encontró en su camino y que sigue siendo impulso y testimonio después de 400 años
para todas las que las que nos hemos sentido llamadas por el Señor a seguir haciendo presentes
en la sociedad sus rasgos carismáticos y continuar la misión que él recibió, con una fidelidad
creativa, atentas como él siempre lo estuvo, a las necesidades y sufrimientos de las personas
más desfavorecidas, especialmente “a tantos angelitos” que siguen buscando el rostro materno
de Dios en cada uno de nosotros.
El ambiente de oración que vive el Colegio pendiente todo él de los resultados del pleito
lo encontramos reflejado en la carta nº 11, es muy significativo pensar que durante todo el
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tiempo que permanece el P. Cosme en Granada, con sacrificio y esfuerzo, está continuamente
sostenido por el recuerdo, el cariño y la oración insistente de toda su “gente, chicas y grandes”;
de todos sus amigos, de los conventos vecinos, de los sacerdotes amigos, de la bendición de su
Obispo...aquí vemos reflejada de manera concreta la imagen de la Iglesia-comunión creada a
partir de un objetivo común: que resplandezca la verdad, que se haga justicia y que realmente
las beneficiarias de este pleito (las niñas huérfanas) no se vean desposeídas de lo que les
pertenece. Se han creado unos lazos misteriosos de unión y amor en torno al Colegio de Ntra
Señora de la Piedad, donde cada vez más personas sustentan y hacen posible la obra del P.
Cosme, él nunca se sentirá solo en su misión pues ha sabido compartir sus preocupaciones,
delegar responsabilidades, contar con los demás y pedir ayuda ... En fin, saber construir
Comunidad e Iglesia, consciente de que, para que su obra no termine en él, sino que tenga
permanencia en el tiempo, ha de ser sólida de recursos materiales y sobre todo de recursos
humanos, por lo que va formando y dejando tras de sí personas enamoradas y comprometidas
también con su proyecto... Gracias a esta intuición y a su enorme capacidad de rodearse de
amigos y bienhechores laicos y religiosos, su Colegio permaneció y se consolidó en el tiempo
y podemos celebrar su IV Centenario.
Hay otro aspecto importante que se expresa en la carta nº12 : las relaciones cercanas y
fraternas que tiene con el clero de Granada y con los jesuitas (“Padres de la Compañía”) ,
relaciones fortalecidas por la misión compartida con ellos ¿no es éste uno de los retos planteados
para la Iglesia en la actualidad?, el anuncio del evangelio es la misión única a la que hemos sido
llamados todos los bautizados, de ahí que cada uno de nosotros, dentro de nuestra vocación
específica lo realicemos con un estilo de vida diferente pero que concurre todo en el mismo fin:
Que Jesucristo sea conocido y que “todos los hombres y mujeres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad” (1Tm.3,4); este anuncio del Evangelio puede asumir diferentes
formas y precisamente, para los que hemos sido llamados con una vocación apostólica
particular, nuestro reto es grande de asumir esta evangelización desde una apuesta clara por la
unión y la apertura a otros hermanos nuestros que desde su carisma específico también
comparten una llamada concreta al anuncio del Reino.
El Padre Cosme se siente contento y agradecido porque los clérigos y los Padres de la
Compañía “escribieron al Sr. Cardenal que él les ayudaba y que le diese la licencia para los
casos reservados “, la respuesta del Cardenal fue “que la daba de muy buena gana”; todo esto
nos muestra su entrega constante como sacerdote a la evangelización y cuidado de las almas, con
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independencia del lugar donde se encontrara y de la buena fama que gozaba entre las personas
que lo trataban, confiando desde el primer momento en él y en su buen hacer.
Y para concluir considero que es de justicia resaltar la figura de su interlocutor el P. Juan
Bautista Gómez, gracias al cual podemos disfrutar de estas cartas autógrafas de nuestro
Fundador y de que a pesar de su brevedad y de la repetición “casi obsesiva” de sus temas, ellas
nos van mostrando las experiencias personales vividas a lo largo de un periodo significativo y
doloroso de su vida, en el que mostró como nunca su carácter tenaz, persistente e incluso
“tozudo” para conseguir que se aclarara la verdad y que se hiciera justicia a sus “angelitos”. El
P. Juan Bautista Gómez, con su contestación puntual y su cercanía fue el que hizo
indirectamente posible estos escritos, además de ser motivo de fortaleza y consuelo para nuestro
Fundador, como él mismo lo expresa en esta carta: ”Padre mío, mucho me consuelo con su
carta”.
Esta relación de amistad y correspondencia entre ambos, nos muestra la gran confianza
que, para todos los asuntos relacionados con el Colegio, tiene puesta en él el P. Cosme, contando
siempre con su apoyo incondicional y su buen hacer, influyendo directa e indirectamente en la
marcha del mismo. También le encomienda siga de cerca el que se continúen consiguiendo las
ayudas tan necesarias para que el bienestar de sus niñas esté asegurado, así como el que no se
olviden de seguir haciendo “confesiones, comuniones y oraciones por este negocio y por su
brevedad”, incluso la correspondencia que el P. Cosme mantiene con otras personas, las hará
llegar a través de él.
En todas las cartas existe un tono afectuoso y cercano: “Guarde Dios ese corazón, a todos
los amigos me encomiende, pida me encomienden a Nuestro Señor este negocio. Dios guarde
esa alma” (Carta nº 7). Lo humano y lo divino unidos, la confianza y el cariño a los amigos como
consecuencia de la confianza y el amor inquebrantable a Ntro. Señor que es al que le pide la
“guarda” de ellos y a los que siempre se los encomienda.
Recordando a Kierkegaar el cual nos decía que: “La vida se vive hacia delante pero
encontramos su sentido mirando hacia atrás”, hemos hecho una mirada retrospectiva para
encontrarnos con nuestros orígenes y confirmar el sentido de nuestra Historia y los rasgos
carismáticos que nos definen, y ahora es el momento de vivir hacia delante, actualizando ese
carisma hoy.
Un carisma que se ha ido renovando a lo largo del tiempo sin perder su núcleo originario:
“Formación y liberación de la mujer” ampliándose a otros sectores e impulsado por los grandes
retos de nuestro tiempo, pero su respuesta sigue pasando por la educación y promoción humano-16-
cristiana de las generaciones del futuro para poder construir una sociedad como la que Cosme
soñó donde la dignidad de la persona y su liberación sean la consecuencia de ser personas
formadas que las haga capaces de ir creando un mundo globalizado desde la solidaridad y la
práctica de los Derechos Humanos
Quiero terminar citando a Nietzsche el cual nos decía que “cuando se tiene una razón para
vivir importa poco cualquier como”... Nosotros tenemos todos muchas razones para vivir, una
fundamental es nuestra profesión que va más allá del trabajo: SOMOS EDUCADORES, el
material con el que trabajamos es el más valioso “las personas”, agradezcamos ese don recibido
y el sentirnos parte de esa inmensa cadena de colaboradores del P. Cosme que desde el silencio
y el trabajo bien hecho, en medio a veces de incomprensiones y dificultades somos partícipes
de la causa de Cosme: la causa de Dios que es la dignidad de la persona descubierta y fortalecida
por una educación integral en conocimientos y valores.
Pongamos estos deseos en el corazón de Nuestra Madre: Ntra. Señora de la Piedad,
experimentemos como lo hizo Cosme su desborde de amor y ternura y seamos nosotros puentes,
canales donde este amor se exprese en la entrega diaria a nuestra misión educativa.
Antonia García Navarro
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