PedroArrupeylavidareligiosa de la Compañía de Jesús Manuel Alcalá1 En la mañana del sábado, 25 de mayo de 1965, los 230 delegados de la XXXI Congregación General de la Compañía de Jesús [CG.XXXI] elegían prepósito general al español Pedro Arrupe, provincial del Japón. Sucedía al belga Juan B. Janssens (1946-64) que había gobernado la orden durante 16 años: los doce últimos, de Pio XII (1939-58); los casi cinco, de Juan XXIII (1958-62) y apenas el primer bienio, de Pablo VI (1963-78). El estilo de gobierno de aquel canonista flamenco había sido análogo, pero menos personalista, que el de W. Ledochowski, su predecesor polaco. Fomentó las misiones, la educación y la pastoral social en clave centralista. Al morir, la orden creció llamativamente hasta rebasar 35.000 compañeros, Con todo, el esplendor cuantitativo disimulaba serios problemas. La secularización del primer mundo seguía silenciosa y arrolladora, alejando la fe de la cultura. Intentos aislados de acercarlas fueron considerados peligrosos y abortados por el papa Pacelli. El comunismo del segundo mundo que había disuelto o martirizado la vida religiosa, parecía consolidado. El tercer mundo se retorcía por la endémica injusticia social. La evangelización eclesial 1 Teólogo jesuita, historiador, periodista de Sevilla, España. PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 67 seguía con jerarquías foráneas, resabios coloniales y liturgia latina. La convocatoria conciliar del papa Roncal¡¡ fue una sorpresa que, suspendida a su muerte (1963), fue retomada por el papa Montini (1964). Elección de Arrupe y Concilio Ecuménico El nuevo general Arrupe fue elegido a la tercera votación. Aun conocido en persona por muchos electores en sus viajes para ayudar la misión nipona, su gobierno había sido discutido. En la provincia del Japón se le valoraba más como maestro espiritual que como gobernante. Se le tenía más por un soñador, lleno de iniciativas, que por realista. Se le valoraba como religioso intachable de irradiación personal, pero desacertado en la elección de algunos colaboradores cercanos y algo ingenuo en sus relaciones públicas. Las quejas sobre su gobierno, viceprovincial (1954-58) y provincial (1958-65), habían sido recurrentes y el anterior general había enviado un visitador para informar de la situación. Por eso, en los días preelectorales, su nombre bailó con los de otros dos o tres "candidatos" de pasado más curial y gobierno menos discutido. Con todo, su elección fue bien recibida. Era hombre de toque profético. Su actuación en la primera parte de la CG.XXXI, fue ágil y entusiasta, a pesar de los serios problemas tratados, eco de los eclesiales. Pablo VI animó a los congregados a la fidelidad institucional (17.V11). Poco después, Arrupe envió su primera carta oficial a la Compañía (31.V11.1965) en un lenguaje nuevo, enérgico, humilde y audaz, ante exigencias de Dios, la Iglesia y la Compañía. Tales serían las claves de su gobierno2. El nuevo general vascongado, hechura del fundador Ignacio, surgía en un momento peculiar de la Iglesia. Para otoño de 1965, el Vaticano II afrontaba, su cuarta y última fase, tras graves tensiones de las dos anteriores. La crítica de algunos jesuitas sobre la IIIª etapa (1964) había sido tan dura que podían amenazar la buena relación de la orden y Pablo VI. 2 AR XIV. 1966, 643-648. N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 68 MANUEL ALCALÁ, SJ. Se explica que el entonces vicario general J. L. Swain, por la enfermedad de J. B. Janssens, escribiese a la Compañía, pidiendo no se hablase del papa, al evaluar al concilio3. En el aula conciliar la mayoría renovadora era frenada por una minoría refractaria a los cambios. Un subgrupo integrista de ésta pidió al papa portavoces de ambas tendencias para mejor igualdad de oportunidades. Pablo VI se negó a concesiones parlamentarias, ya bastante preocupado por la tensión provocada por la "nota explicativa praevia" de la Lumen Gentium, escrita por un jesuita; la discusión del decreto Unitatis Redintegratio, los duros debates sobre la futura constitución Dei Verbum y la declaración Dignitatis humanae. El papa temía un cisma que llegó sin remedio en el siguiente pontificado (1988) con el obispo francés, Marcel Lefebvre MsSp y sus secuaces integristas. Por todo esto, el pontífice decidió acabar el concilio con su IV etapa (1965) y expresó su deseo de que los últimos esquemas obtuvieran mayorías rotundas. Así la Iglesia aparecería unida ante la opinión mundial. Es claro que esto sólo podía lograrse mediante concesiones mutuas entre ambas tendencias en la elaboración de los textos con el riesgo inevitable de una doble y ambigua exégesis, como ocurriría de hecho en el postconcilio. Los textos sobre la Vida Religiosa La prisa papal afectó especialmente al esquema sobre la vida religiosa, en HP fase de elaboración. Arrupe, nuevo padre conciliar (15.V11965), afrontaba un problema difícil. En la comisión específica recibía el legado de J. B. Janssens, lleno de alertas y frenos. De otra, un esquema alternante. 3 AR. XIV. 1964, 522. Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002 PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 69 El primer texto genérico Cuestiones sobre los religiosos (1960), pasó a ser el esquema Sobre el estado para lograr la perfección (1962). Luego volvió a un enfoque más general, Los religiosos (1963), para acabar siendo la Acomodada renovación de la vida religiosa (1965). Tales cambios reflejaban gran diversidad de planteamientos. El sesgo jurídico de los primeros proyectos se desplazó ante otro, teológico y bíblico, pero falto de suficiente unidad interna y de enfoques y sugerencias concretas de renovación. No era extraño que el esquema hubiera tenido unas 14.000 enmiendas. Finalmente, el secretariado conciliar, agobiado por la prisa pontificia, recomendó acortar drásticamente el texto, dejar sus aspectos canónicos a la reforma futura del Código y ceder el paso a otros esquemas de aparente mayor calado. Hubo concesiones mutuas y eso explicaría la abrumadora votación final del texto (28.X.1965): 2.321 votos a favor y 4 en contra. Con todo, no desaparecieron las ambigüedades del nuevo decreto Perfectae Caritatis. Aunque se habían acercado los talantes ascéticos y apostólicos; los temples de rechazo o fermento del mundo y los enfoques más verticales y más horizontales de la vida comunitaria, faltaban perspectivas y métodos para el "aggiornamento". El documento era ecléctico y no convencía a nadie. A pesar de tal contratiempo y sin haber apenas intervenido en sus debates, Arrupe acogió cordialmente el decreto. Aunque había vivido desde muy lejos las tres fases anteriores del Vaticano II, recibió el acontecimiento con gran confianza en Dios y se convirtió a él de corazón. Intuía una etapa profética y comentó con alegría la frase de Pablo VI a los padres generales, en audiencia colectiva "la vida religiosa tiene razón de ser, como testimonio de santidad. Por eso, no caben en ella las mediocridades". Su postura religiosa podía adivinarse en su anterior conferencia de prensa (14.V1.65) tras la primera fase de la CG.XXXI, al responder ala pregunta sobre el equilibrio acción-contemplación que "la mayor concentración contemplativa de Dios conduce a Su mayor expansión real". De otra parte, dando muestras de rápida decisión, al informar a toda la Compañía (31.V11.65) sobre el acontecimiento, dijo que sus prioridades para el futuro eran "insistencia en la vida espiritual N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 70 MANUEL ALCALÁ, SJ. apostólica y fidelidad a sus tradiciones, en un momento de tránsito y de acomodación al tiempo presente". Tres meses después (9.X.65), encargó hacer un estudio sociológico de la orden para tener una base fiable para su "acomodación" futura4 y emprendió su primer viaje para visitar a los compañeros del Medio Oriente. Inauguraba un estilo de gobierno, basado en contacto personal y conocimiento directo que, hasta entonces, se hacían por informes escritos o visitadores. Aquellas medidas, junto al nombramiento de provinciales de nueva generación, causaron reserva en los jesuitas que esperaban continuidad de la línea Janssens-Ledochowski. Este mismo talante se confirmó en las dos intervenciones del nuevo general, como padre conciliar. La primera, acerca del encargo papal a la orden sobre el ateísmo (27.1X.65). La segunda, acerca de la inculturación misionera (12.X.65) Ambas lo situaron como un potencial "progresista" ante el sector de freno conciliar, donde figuraba la mayoría de obispos españoles y, por supuesto, algunos jesuitas peninsulares, afines a ellos5. Entre tanto, comenzaba la fermentación en la Iglesia universal. El cardenal Alfredo Ottaviani, prohombre de la línea restrictiva conciliar y prefecto de la Congregación de la fe, envió a todas las conferencias episcopales (24.V11.1966) un informe alarmante sobre abusos y falsas exégesis del Vaticano II. Nada se decía sobre la vida religiosa, pero se insinuaban desviaciones de algunos teólogos que eran religiosos. El texto se envió también a los padres generales y Arrupe lo trasmitió a los provinciales con el sigilo recomendado. Varios historiadores consideran tal documento como claro síntoma de freno posconciliar6. Algo después, el "motu proprio" Ecclesiae Sanctae (6.V111.66) pedía a los institutos religiosos, capítulos generales extraordinarios para aplicar el decreto 4 5 6 AR. XIV. 1965.643-648 y 656-657. Arrupe, IHF. 125-128; 161-165 AR. XIV. 1966, 694-697 y 742-743. Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002 PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 71 Perfectae Caritatis. La Compañía se dispuso a proseguir en Roma (8.1X), la segunda parte de la CG.XXXI, interrumpida ante tal previsión. Tres semanas antes de su reapertura, surgió la primera chispa de una "resistencia colectiva" contra el enfoque de la vida religiosa, promovida por Arrupe. Fue en el Congreso internacional de Ejercicios Espirituales (16-27.V111.66), inicialmente planeado por J. B. Janssens en México y celebrado en Loyola, junto a la casa-castillo del fundador. Asistían casi 45 especialistas, presididos por el ex-vicario J. L. Swain, uno de los cuatro asistentes, recién elegidos "para la providencia de la Compañía". Unos seis españoles a sabiendas de Clemente Espinosa, coordinador del congreso, y a espaldas del presidente, se reunieron y redactaron una declaración sobre los detrimentos de la orden. La creían legítima, como destinada a la CG.XXXI. Con cierta retórica añadían que estaban "dispuestos a cualquier sacrificio para que nuestra Compañía vuelva de lleno a lo que gloriosamente ha sido y siempre debe ser". Presuponían, pues, que en 15 meses de nuevo gobierno, la orden había desmerecido de su "ínclito pasado"7 Aquel golpe, por entonces poco difundido, produjo efectos perniciosos. Ante todo, una erosión de autoridad. El nuevo general tendría que actuar, superando una división local que iba a agravar un futuro, previsiblemente difícil. También se originó un vacío de prototipos. Quienes podrían ser enlace histórico en la nueva época, lejos de colaborar con su general legítimo, lo abandonaban en la empresa. Además, minaban las relaciones de la curia romana y la jesuítica. Finalmente, amenazaban la sintonía de Pablo VI con Arrupe. En su discurso final a la CG.XXXI (16.X1.1966), el papa aludió a "rumores" que le llegaban y alertó sobre el futuro de la orden8. Días después, en su conferencia internacional de prensa, otra novedad, Arrupe leyó una declaración a 150 periodistas, sobre el acontecimiento. Reconoció que la nueva fase posconciliar tenía éxitos y 7 M. Alcalá. Pedro Arrupe. Gozo y martirio en España. 1986, 65-101. Los españoles eran J. Ayerra, J. R. Bidagor, L. González, José María Granero, I. Iparraguirre, M. Nicolau, M. Prieto, J. Solano. También S. Azcona, ex-asistente de España. 8 AR. XIV.1966.1000-1005. N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 72 MANUEL ALCALÁ, SJ. fracasos y que, a veces, la audacia superaba a la prudencia. Y añadió: "No queremos defender nuestras equivocaciones, pero tampoco cometer la mayor de todas: ‘cruzarnos de brazos en vana actitud de espera, por miedo a errar en la acción'. Reconoció la seriedad del discurso papal, pero añadió: "Quien lo ha oído en persona... ha sentido sin duda que tenía delante de sí a un padre, no a un juez"9 Algunos veteranos jesuitas consideraron arrogantes aquellas declaraciones y, al presentir sus futuras ausencias en las congregaciones provinciales nuevas, hablaron de cambios ilegítimos, siguiendo en rebeldía interna. Por su parte, el general, desde horizonte más amplio, inicia (12.X11), el tema "fe y justicia" en su carta sobre los "Centros de Investigación y acción social", en Latinoamérica10. El impacto secularista de la época dificultó la aplicación del decreto conciliar dentro y fuera de la Compañía. El texto presuponía en los institutos una gran madurez media; estabilidad del crecimiento demográfico preconciliar y métodos prudentes en la aplicación de las experiencias. Al no cumplirse tales condiciones, empezó la crisis. Arrupe intuyó la situación y escribió a toda la orden (2.1.1967), una carta donde esboza, como solución, la respuesta honrada a la CG.XXXI. Con entusiasmo afirma que apunta una nueva edad “más sincera, dilatada, profunda, ignaciana y me atrevería a decir, más divina”; citando explícitamente las alocuciones papales a sus congregados11. Por otra parte, sigue siendo intensa su comunicación escrita y personal con todos. En sus cartas trata tanto de los aspectos espirituales de la Compañía (oración, obediencia, castidad, pobreza), como de su proyección apostólica. De ahí, su preocupación con la nueva crisis eclesial, acelerada con la encíclica de Pablo VI sobre El celibato sacerdotal (24.VI.1967), tema vetado en el concilio. Al confirmar 9 AR. XIV, 1966, 761-762. AR. XVI.1966, 972-973. Arrupe. IHF.281-290 11 AR. XV.1968.23-32. 10 Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002 PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 73 la ley de la Iglesia latina, junto a una mayor facilidad en procesos de secularización, empezaron los abandonos ministeriales. De su parte, España entraba en fase histórica delicada. La dictadura se agotaba, al debilitarse su apoyo eclesiástico por las consignas de Pablo VI al nuevo nuncio L. Dadaglio, patentes en ¡os nombramientos de nuevos obispos más jóvenes y de línea conciliar. Presidencia de la USG e Icono Público Pedro Arrupe fue pronto figura de referencia en la actualización de la vida religiosa. Días después de la citada encíclica, era elegido, por 43 de 75 votos, Presidente de la Unión de Superiores Generales (USG) (27.V1.67). Sería reelegido cinco veces hasta su enfermedad, es decir: hasta el fin del papado de Pablo VI e inicio del de Juan Pablo II. Su programa para la Compañía que se reflejaría también en otros institutos era el siguiente: Sentido de inspiración y creatividad, en clima de una mística entusiástica. Intima conexión entre contemplación y acción, amor de Dios y servicio al mundo Fidelidad al carisma original del instituto en el proceso de acomodación actual. Compresión de la vocación y la comunidad como sendas proyecciones apostólicas. Profundo sentido espiritual del discernimiento, ante los signos de un mundo nuevo. Conexión entre carácter profético, respeto ala autoridad y obediencia al papa. Arrupe siguió tal programa con su vida, su palabra y sus escritos. Sin duda que se equivocó al presuponer que la mayoría de sus compañeros tenían temple como el suyo. Pronto supo los fallos religiosos de toda la Compañía y de otras congregaciones, pero no se desanimó, ni bajó la exigencia espiritual. En aquella situación, sin embargo, el prepósito general incide en una sobre-exposición mediática arriesgada. Se prodiga mucho, quizá demasiado, a los medios de comunicación. Los informadores descubren tal afición y provocan un rápido proceso de iconización de su imagen que apunta hacia el prototipo de actitud eclesial avanzada, divergente N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 74 MANUEL ALCALÁ, SJ. de la papal, más de freno y conservación. Aunque avisado por algunos de sus colaboradores, no fue debidamente alertado de los riesgos innecesarios que corría durante el papado de¡ poco mediático G. B. Montini y, más aún, de K. Wojtyla, mediático por excelencia. Ahí pueden arrancar ciertas comparaciones y distonías que enturbiaron las relaciones mutuas. En la I.ª Asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos (27.IX29.X,1967), el nuevo presidente de la USG dijo: “la tensión posconciliares fecunda, pero peligrosa; la renovación debe realizarse sin confusión, conectando fe y autoridad, como base de unidad eclesial”. Pidió a los teólogos actuación libre y equilibrada entre investigación y exposición. Sobre la renovación eclesial, insistió en la prudencia y en evaluar metódicamente las experiencias, evitando la espiral de experimentalismos"12 Poco después de aquel acontecimiento, Arrupe, preocupado por los disturbios raciales, escribe a los jesuitas norteamericanos (1.X1.1967), pidiéndoles una nueva visión de los derechos humanos, de la justicia y de una caridad que acabe con toda discriminación, real o posible, mediante el apostolado interracial. Más tarde responde con toda energía a posibles corruptelas de la castidad religiosa, rechazando decidida y rotundamente cualquier aceptación de la llamada "tercera vía" El año terminó con una carta a la Compañía (25.X11.1967) sobre la formación e imagen del jesuita, en un momento de renovación. Pablo VI la alabó mucho al conocerla. Algún crítico dice que podría estar firmada por S. Ignacio13. 12 M. Alcalá, Historia del Sínodo de los obispos. Madrid, 1996, 3-37. G. Caprile. II primo Sínodo del Vescovi, Roma, 1968, 198-200, 307. 13 AR. XV.1968,103-133; 166-177; 179-180. Arrupe IHF. 291-301. Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002 PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 75 Fidelidad en las crisis El año 1968, fue muy agitado. A la tensión eclesial del primer mundo, se unió la ruptura comunista de la "primavera de Praga" y el endurecimiento ulterior en el segundo mundo. En el tercero, proliferaron teologías de la liberación, animadas, a veces, por los religiosos. Además, empezaron los fallos de las adaptaciones postconciliares en la Orden, debido a inmadurez, prisas y falta de liderazgos provinciales. Siguieron los abandonos de personas decepcionadas y, sobre todo, la sequía de vocaciones que tanto preocupaba a Arrupe. La crisis de autoridad aumentó al publicarse el Credo de Pablo VI, una reformulación extensa de la fe, no bien acogida por algunos teólogos. Arrupe en nombre de la Compañía lo recibió con actitud religiosa ejemplar, algo que el papa supo agradecer debidamente14. Sin embargo, la crisis tocó su punto culminante con la encíclica Humanae Vitae (25.V11.68) y sus orientaciones sobre la fecundidad responsable y los métodos de regulación que el mismo papa se había reservado en el concilio. La reacción ante el documento reflejó la división de su comisión redactora, donde había cuatro jesuitas, y causó gran desolación al papa. Numerosos teólogos y bastantes conferencias episcopales interpretaron restrictivamente el texto oficial. Además, infinidad de católicos practicantes, no aceptaron sus normas. La reacción de Arrupe fue, otra vez, ejemplar. En carta a la Compañía (15.V111) recuerda, la "obediencia filial, pronta, rápida, abierta y creadora, aunque no siempre fácil ni cómoda, respecto al vicario de Cristo". Al mismo ¡lempo, exhorta a todos a estudiar los problemas para lograr un sentido más pleno del documento pontificio. Reconoce que los tiempos difíciles son propios de la Compañía, no para obtener triunfos propios, sino para fidelidad eclesial. Días después, envía a los escritores reunidos en Munich una carta autógrafa de Pablo VI (31.V111. 68), donde les recuerda la importancia de su apostolado"15. 14 AR. XV. 1968, 211-212. 15 AR. XV. 1968. 217-219; 319-320 y 377-378. Arrupe. IJ. 314-316. N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 76 MANUEL ALCALÁ, SJ. El papa Montini expresó su miedo al cisma formal en el colegio nombrado de Roma (7.X11.68). Dijo que la iglesia se encontraba en "una hora de inquietud, de autocrítica y hasta de autodestrucción... sacudida por agitación interior, impensable antes del Vaticano II. El mismo papa es tenido por algunos, como signo de contradicción"16 Su recurso fue convocar la Asamblea extraordinaria del Sínodo de los obispos, para 1969. A comienzos del año (6.1), la Congregación de religiosos e Institutos Seculares publicó la instrucción Renovationis-causam, sobre la aplicación a la vida religiosa del Vaticano II. Ya se veía el influjo de la USG, pero el documento llegaba tarde. En España el grupo rebelde jesuítico ampliado a unos 30, se reunía (9.1.69) en Madrid. Con permiso del provincial L. González, aunque "vetando" su presencia. Luego se pidió al papa (29.11) la novedad de comunidades de estilo preconciliar con superiores afines, dependientes sólo del general, no de los provinciales. Era un atentado en contra del Instituto. Entre tanto, Arrupe visita a sus compañeros de Asia y Australia (24.1117.111.69). Vuelto a Roma, se reune con superiores para estudiar el gobierno y asiste con ellos a la audiencia papal (21.IV.69).Pablo VI alude al momento histórico, una "situación donde se juega el vigor espiritual e histórico de la Iglesia". Luego pidió ayuda a la Compañía por la fidelidad a la CG.XXXI, a los Ejercicios Espirituales, al equilibrio de tradición y modernidad y, sobre todo, a la intensa amistad con el Señor. Más tarde, al felicitarle la pascua, animó a Arrupe en sus fatigas "sostenidas por la gloria de Dios y servicio a la Iglesia"17. Días después de aquella alocución (29.IV.69), el papa Montini repetía una muestra de aprecio a la Compañía, eligiendo a siete jesuitas de sendas nacionalidades, entre los 30 estudiosos que formaron la 16 17 L' Osservatore Romano, 8.X11.1968. '6 AR. XV. 1969, 397-403 AR. XV, 1969, 397-403. Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002 PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 77 18 primera Comisión Teológica Internacional" . Aquellos nombramientos apaciguaron ciertas tensiones. El papa atendía a la petición de la Asamblea Sinodal de 1967 y "rehabilitaba" a varios teólogos, acosados por Roma antes del Concilio. Honradez en el discernimiento histórico Arrupe insistió siempre en evaluar las experiencias eclesiales a plazo fijo. Por esto, pasados tres años del concilio y de la CG XXXI, (27.1X), escribe a la Compañía sobre el estado de la orden. Reconoce que, junto a un gran dinamismo, han aparecido errores y abusos, como contagio del mundo actual. Hay muchos abandonos y pocas vocaciones. Sin excluir responsabilidad en los formadores, señala como causas de las salidas, dejadez de la oración, actitudes secularistas y profesionalismos. La falta de vocaciones radica en la crisis familiar, el auge del apostolado laical y los ministerios no suficientemente renovados. La renovación debe ser espiritual. Ante todo, por la entrega a Cristo y a una Compañía apostólica al servicio de la humanidad; la sincera conversión y distinguir el trigo de la cizaña en las experiencias. El general reconoce la dificultad de responder a las diversas necesidades locales con documentos genéricos. Urge su cumplimiento y fomenta la mayor comunicación de los provinciales. Rechaza aceptar hechos consumados y "carismatismos" personales. Para prescindir de instituciones y estructuras no esenciales debe hacerse un serio discernimiento espiritual. "Hemos confiado demasiado en elementos humanos. No hemos estado, en igual medida, abiertos al mundo y a Cristo". Acaba pidiendo el servir a Dios y a la Iglesia, bajo el romano pontífice19. Después, en la I.ª Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos (11-28.X.69) Arrupe tuvo 2 actuaciones. La primera, sobre el contacto personal y la transparencia, para el buen gobierno. Tras 18 H. de Lubac (73 años), F. Lakner (69), I.A. Khalifé (67), K. Rahner (65), W. Burghart (55), P. Nemeshegy (45) y B. Lonergan (43). LA. Khalifé, fue luego obispo auxiliar del Patriarca maronita del Líbano. H. de Lubac, cardenal de Juan Pablo II. 19 AR. XV.1969,457-462. N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 78 MANUEL ALCALÁ, SJ. defender al papa ante la prensa sensacionalista, aludió con discreción a la falta de claridad de la curia romana. No se lo perdonarían. La segunda intervención (24.X1) fue en nombre de la USG. Entregó a la secretaría un texto teológico sobre los carismas, la misión y la exención. En el aula pidió más y mejor coordinación pastoral, según la índole del instituto e insistió en el afecto de comunión mutua. Terminó ofreciendo a la Iglesia la colaboración de religiosos y religiosas en una hora crítica20. Después de la asamblea sinodal, Arrupe pide a los provinciales evaluar la aplicación de la Renovationis causam, insistiendo en pasar de las teorías a la práctica eficaz y pidiendo a los superiores que fueran norma viva de la renovación (8.X11). Por aquellos días, el arzobispo Casimiro Morcillo (Madrid), presidente de la Conferencia episcopal española, comunicó a su Asamblea Plenaria (6.X11.69) el deseo de Roma de tener su opinión sobre la crisis local de la Compañía de Jesús y modo de solventarla. No quedó claro quién hacía la petición: el Papa, la Congregación de Religiosos o la secretaría de Estado, cuyo titular el cardenal Jean Villot mostraba especial reserva con Arrupe más allá de la diplomacia. Renovador de las estructuras de gobierno Aquel recrudecimiento de la crisis española sorprendió a Arrupe en medio de varias reestructuraciones de la orden, como en Italia (10.X11.69) y España (13.1.70). Para mayor operatividad, potenció las obras interprovinciales y creó provinciales coordinadores. Muchos estudiantes fueron trasladados a grandes ciudades y a pequeñas comunidades El primer provincial de España, Urbano Valero, debió organizar la visita del general a las provincias de españolas, cuando sus provinciales ponían sus cargos a disposición del general, en protesta ante la consulta romana. Entre tales decisiones, Arrupe tomó la muy 20 Arrupe, NVC, 75-79. IHF. 303-309. G. Caprile, II Sinodo dei Vescovi. Roma, 1970, 190204. M. Alcalá, o.c. 42-70. Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002 PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 79 desacertada de elegir como secretario personal (19.111.70) a Cándido Gaviña, ex-asistente de Suramérica, ignorando que estaba muy cercano al grupo disidente hispano. Desde su oficina recibían los disidentes documentos y noticias generalmente desagradables, antes que los mismos provinciales. Algo análogo ocurría en la curia de la provincia de Toledo. El general, muy por encima de aquella situación, seguía desplegando gran energía en sus contactos con maestros de novicios, instructores y hermanos no sacerdotes. Con ellos estudiaba sus problemas y les acompañaba a las audiencias papales. Por primera vez, se decidió a escribir a los jesuitas españoles (27.111.70), reconociendo públicamente el proyecto cismático. Les relató la respuesta del papa. La solución del problema no eran las dimisiones, sino amor a Cristo, unión, fidelidad a la obediencia y a la CG.XXXI21.Poco después, celebradas las congregaciones provinciales según el nuevo método y con mínima presencia de rebeldes, Arrupe visita a sus compañeros españoles (2-19.V). Hubo gran cordialidad en la gran mayoría y ciertas reservas en dos grupos de disidentes: el doctrinal, de los veteranos, y el político, de algunos jóvenes que desaprobaban su visita a Franco. Arrupe mostró su magnanimidad con ambos, mientras que, en sus encuentros, tocaba los aspectos de la acomodación de la Compañía al mundo de hoy22. A su regreso a Roma, confiere con el papa la situación. Pablo VI recibió en audiencia a los provinciales de España, expresándoles su cercanía y animándoles a la fidelidad al Vaticano II y a la CG.XXXI. Era la desautorización práctica del cisma. Días después, Arrupe envía una carta ejemplar a los jesuitas españoles (29.V1). Reconoce la búsqueda inquieta y la voluntad de servicio a la Iglesia, pero también incomprensión y distanciamientos. Proliferan las comunidades pequeñas, apuntan los nacionalismos introvertidos y cierto profesionalismo, efecto de movimientos pendulares. Pide renovación espiritual, contacto con Dios en la oración, vida comunitaria en Cristo, unión y mejor comunicación interpersonal, estudio de la legislación de la 21 22 AR. XV.1970.662-665 Arrupe. EE. Madrid 1972. N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 80 MANUEL ALCALÁ, SJ. orden, atención a los problemas universales, pobreza evangélica y seria formación23. Aquel año terminó en consuelo para Arrupe. La Congregación de procuradores de la orden (27.1X-6.X.70) decidió por gran mayoría no convocar nueva CG. Lo mismo habían opinado casi todas las congregaciones provinciales. Era el voto de confianza de la representación legítima de la Compañía a su gobierno. No obstante, el general aludió a la probable convocatoria de la CG extraordinaria ante los problemas postconciliares24. Humildad y fortaleza en el conflicto Fue entonces cuando Arrupe dio a la Compañía un gran ejemplo de obediencia y fidelidad eclesial. Tras consultar a sus asistentes y peritos, pidió a los superiores realizar discernimientos en comunidad sobre cuatro puntos: Experiencia de Dios; Misión por el mundo; Unión habitual con Cristo y Participación comunitaria25. Recibidas las respuestas comunicó en persona a Pablo VI, en la Pascua siguiente (2.IV.1972), su intención de convocar, a medio plazo, la Congregación General extraordinaria y las razones que a ello le movían. Lo hizo no por obligación, sino en señal de reverencia y fidelidad al pontífice. La noticia se filtró al grupo disidente que arreció sus denuncias a la Curia romana. Quince días después (18.IV.72), el citado J. Villot, aún secretario de Estado, escribió una carta a Arrupe, donde en medio de alabanzas, añade textualmente que el papa espera "que en la composición de la Congregación General estén representadas equitativamente las varias tendencias, incluso la de quienes invocan, la 23 AR. XV. 1970, 514-515; 666-673. AR. XV. 1970. 613-615: 618-623. 25 AR. XV, 1971. 732-740. 24 Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002 PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 81 fidelidad al espíritu y ala misión propia de la Compañía, en una forma más tradicional". En el sutil lenguaje galo-curial aquello era una llamada de atención. Fue recibida con asombro. De ahí, que el mismo cardenal precisara, en segunda misiva (23.VI), que no se pretendía sugerir cambios de método en la elección de delegados. Sólo que la próxima CG integrara personas de diversa “procedencia propensión y mentalidad... estrechamente unidos en la caridad de Cristo para superar la diversidad con espíritu verdaderamente ignaciano". Estaba claro que tales cartas de la secretaría de Estado, se relacionaban con el grupo disidente español que buscaba apoyo en Iberoamérica. Arrupe interpretó con benevolencia aquel obscuro presagio y convocó la CG.XXXII (8.1X.1973) para fines de 1974 o inicios de 197526. Una semana después (15.1X), recibía una carta autógrafa de Pablo VI, que le aludía a una hora "decisiva para la misma Compañía de Jesús, su suerte futura y su misión en la Iglesia" y le animaba a conservar la tradición apoyada en Cristo, la Iglesia, S. Ignacio y las virtudes fundamentales. Al fin, manifestaba su deseo explícito de que "la Compañía de tal modo acomode su vida y su apostolado a las situaciones y necesidades de este tiempo, que quede claramente confirmada su índole de Orden religiosa, apostólica, sacerdotal, unida por un vínculo de amor y de servicio al Romano Pontífice, como establece la Fórmula del Instituto"27. Poco después Arrupe visitó Iberoamérica. Reunido con los provinciales en Lima, les dirigió una excelente exhortación sobre la liberación cristiana que tuvo un amplio eco. Algo parecido ocurrió a su paso por España en sus discursos al Congreso de antiguos alumnos en Valencia que provocaron reacciones extremosas del sector conservador y de antiguos amigos suyos. Arrupe no se casaba con nadie28. En el primer semestre de 1974 se celebraron las CC.PP., para elegir a 147 delegados Casi todos eran moderadamente abiertos con algún que otro radical, en varios sentidos. Lo mismo se diga de los 62 26 AR. XV, 1972, 827-829, 903. XVI, 1973, 109-115. AR. XVI, 1973, 11-15. 28 Ver textos de Lima y Valencia en IHF, 59-75. y 347-380. 27 N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 82 MANUEL ALCALÁ, SJ. provinciales que asistirían por cargo, de otros 20 oficiales de la curia y de siete designados por el general. En total, serían 236 los congregados29. En octubre de aquel año tuvo lugar la III Asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Evangelización. El presidente de la USG habló en el aula sobre el radicalismo del Evangelio y presentó cinco importantes intervenciones por escrito: Ciencia-educación-democracia; Opinión pública e Información en la Iglesia; Ortodoxia-Ortopraxis; Ciencia-arte-evangelización y, por fin, Jerarquía de verdades en la evangelización. En ellas supo conectar la evangelización con la promoción y la liberación del mundo30. Cuando Arrupe tuvo en su poder las peticiones de las provincias a la CG, expuso su contenido al papa (21.X1.74). Unas 37 congregaciones provinciales (58%) pedían que todos los jesuitas, incluso los no sacerdotes, hicieran la profesión solemne de cuatro votos. Como aquello tocaba la esencia del instituto y podía afectar su carácter sacerdotal, Pablo VI pidió más información de las motivaciones. Su respuesta fue doble. Genérica, en su discurso inaugural a la CG.XXXII (3.X11), donde hizo serias recomendaciones de fidelidad al instituto. La segunda, específica, por otra carta del cardenal J. Villot al General, que decía: "tal innovación, a la luz de atento examen, parece presentar graves dificultades que impedirían la necesaria aprobación por parte de la Santa Sede"31. Arrupe, durante la CG. primero entre iguales, se vió acosado por dos tensiones. Ante todo, por el deseo explícito del papa. Luego, por los congregados que se decidieron, no para cambiar (carecían de 29 Estarían presentes cuatro futuros cardenales de Juan Pablo II, C. M.á Martini, P. Dezza J. Bergoglio y R.Tucci, el futuro general P. H. Kolvenbach y el discutido Anthony de Mello. 30 Arrupe, IHF, 207-222; 223-227 y 229-233. 31 AR. XVI.1974, 431-445 y 446. Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002 PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 83 jurisdicción), sino para debatir indicativamente, interpretando que no lesionaban la obediencia al papa. Fue un error por el que se produjo una delicada situación. Al saber Pablo VI lo tratado en el aula, escribió una durísima carta al general (15.11.75) y le recibió días después (20.11), en audiencia. Su asistente acompañante, V. O'Keefe, no fue autorizado a entrar en la sala. Mons. G. Benelli hizo al general en presencia del papa serios reproches. Pablo VI, como custodio del Instituto, estaba dolido de que la Compañía no respondiese a sus espectativas; de que los congregados no hubiesen sabido interpretar su prohibición; de que las actas y las noticias reflejasen tendencias de despego de la Santa Sede y del Sumo Pontítice; de falta de ejecución a sus orientaciones y de polarizaciones sobre la vinculación fe, justicia, secularización. El papa, añadió:" pediría de rodillas a los buenísimos padres de la CG. que reflexionen cómo permanecer fieles a S. Ignacio y a sí mismos. Es una ocasión de ayudar a la Iglesia en este tiempo tan sometido a desviaciones y donde la Compañía tiene aún la inmensa tarea de realizar grandes cosas". Finalmente, se mostró dispuesto a seguir dialogando y a conceder audiencia siempre que se le pidiere. Aquella tarde, Arrupe informó detenidamente a los congregados sobre la audiencia papal y terminó con estas palabras "Espero que con la ayuda de Dios, esta Audiencia, aunque rebosante de dolor, sea fuente de conversión y de renovación no sólo de la CG sino de toda la Compañía y, al mismo tiempo, ocasión de hacer más firme nuestra relación filial y obediente con el Sumo Pontífice"32. El aula rubricó con una ovación las palabras del general y algunos pensaron que la crisis estaba superada, pero no hubo discurso final a los congregados, sino sólo al general y asistentes (7.111.75). Pablo VI aludió delicadamente a lo ocurrido, mostró su amor a la orden, explicó su conducta y añadió que no dudaría en volver a intervenir, cuando lo juzgase oportuno. Por fin, exhortó a marchar adelante en el nombre del Señor33. Más tarde (2.V.75), el cardenal J. Villot devolvió al general los textos redactados, indicando que no se había logrado el resultado global esperado por el papa y haciendo 5 observaciones, relacionadas con la fidelidad a la 32 33 Tomado de las notas de un delegado. AR. XVI. 1974. 452-454. N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 84 MANUEL ALCALÁ, SJ. Iglesia local en el ámbito fe-justicia; con las reglas para sentir con la Iglesia, en las relaciones con el magisterio eclesial y papal; a la tradición eclesial en la formación filosófico-teológica y a la pobreza comunitaria, especialmente en los ministerios gratuitos. Finalmente recomendaba el estudio de la voz pasiva de jesuitas no formados en las nuevas congregaciones provinciales. El general urgió a toda la Compañía la aplicación de tales observaciones, enviando a los superiores (15.1X.75) puntos de reflexión y pidiéndoles información de su cumplimiento. Al final del año (31.X11), envía a la Compañía un Sumario de la Vida Religiosa del Jesuita, de acuerdo con las CC.GG.XXXI y XXXII. Era un encargo que se le había hecho y al que responde con celeridad. El texto es un admirable resumen, teórico y práctico, del espíritu de la Compañía y de la postura de Arrupe ante la vida religiosa del compañero de Jesús34. El impacto de aquella CG, fue importante en toda la Compañía y condicionó con su estilo otros ámbitos de la vida religiosa. En Iberoamérica alentó a ciertas corrientes de las Teologías de la Liberación. Los episcopados locales estaban muy divididos ante unas corrientes teológicas que cuestionaban muchas conductas. Los jesuitas españoles, por su parte, vivían con tensión y diversos talantes el final de la dictadura y tránsito a la democracia. En toda la orden, la novedad de la conexión fe-justicia exigió un lento proceso de asimilación, en un momento de ocaso de pontificado y de típica centralización curial. Arrupe siguió atentamente tales cambios, procurando que los compañeros españoles cumpliesen fielmente las indicaciones eclesiales, al distinguir entre los compromisos, social y político. Subraya la incompatibilidad del compromiso de los votos religiosos con el de un partido político y que las actuaciones públicas de los jesuitas son, de 34 33 AR. XVI, 1975, 504-505; 552-556; 634-675. Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002 PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 85 alguna manera, corporativas. Finalmente, al distinguir partidos de tendencias, anima a su discernimiento35. Mas tarde envió a la Compañía (14.V.78), un documento de trabajo sobre la inculturación en el apostolado que refleja talante abierto. Tras censurar diversas actitudes de inmovilismo, admite la tensión entre fe universal y culturas contingentes; propia identidad y proceso de purificación; unidad y pluralismo; centralismo y subsidiariedad, paternalismo e igualdad de derechos"36 Esa actitud de aceleración apostólica contrastaba con la desaceleración y centralismo de las instituciones eclesiales, en el ocaso del enfermo y octogenario Pablo VI. Tras la crisis relatada, la relación personal de Arrupe con el anciano pontífice, fue excelente. Así lo reconoció en carta a toda la orden (7.V111.78) al día siguiente del fallecimiento del papa Montini 37 y, más tarde, a los delegados de la Compañía, presentes en la Congregación de procuradores que, institucionalmente, revisa de forma periódica el gobierno (27.1X-5.X.78).). En sus discursos inaugural y final expuso las luces y sombras de la situación de la Orden y terminó diciendo: "La Compañía va superando los vaivenes que la han sacudido, al igual que a la misma Iglesia y va caminando con paso cada vez más firme por el nuevo camino"38. Recién comenzada tal congregación, ocurrió la muerte inesperada del recién elegido Juan Pablo I (28.1X) con 33 días de pontificado. Albino Luciani era muy amigo de la Compañía. El general quedó muy afectado de su muerte, pues al día siguiente estaba concertada la audiencia papal a los procuradores (30.1X) y ya estaban preparados los discursos. El de Arrupe era muy cordial A los pocos días (3.X), se pidió a la Secretaría de Estado el texto de la alocución frustrada del papa. Se le remitió (13.X1) al mes de la elección de Juan Pablo II (16.X) que la hizo también suya. Arrupe la trasmitió fielmente39. 35 AR. XVII, 1977, 186-188. Ver también Arrupe IJ, 614-615. AR. XVII, 1978, 229-255. 37 AR. XVII. 1978, 341. 38 AR. XVII. 1978, 422-450 y 518-539. Arrupe, IJ, 371-390. 39 AR XVII, 1978, 208-212, 346-347; 834-846. 36 N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 86 MANUEL ALCALÁ, SJ. Juan Pablo II y la Vida Religiosa La elección de Karol Wojtyla y su primer discurso público fueron acogidos con satisfacción por el general jesuita que esperaba un nuevo impulso eclesial. Personalmente había conocido al cardenal de Cracovia durante la última fase del Vaticano II, en una visita a su archidiócesis y también en varias asambleas del Sínodo de los Obispos. Con todo, surgió un incidente, cuando el nuevo papa concedió audiencia a la USG. Arrupe, como presidente, le fue presentando a los padres generales. Al terminar el protocolo, Juan Pablo II preguntó espontáneamente "si pensaban que la vida religiosa tenía futuro en la Iglesia". La cuestión turbó a los presentes. Arrupe contestó: "Santidad, no estaríamos en su presencia si pensásemos asi"40. Fue un momento embarazoso y significativo. Las atenciones del nuevo papa irían más por movimientos eclesiales seculares. El conocía y estimaba mucho la vida contemplativa, arraigada en la tradición eslava, pero desconocía la vida religiosa apostólica, frenada y acosada en su país por el régimen comunista. Incluso había mostrado cierta reserva ante ella y pedido al Vaticano II la fiscalización de los religiosos por las conferencias de obispos41. A lo largo de aquel 1978 había tenido lugar la preparación de la III Asamblea del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) que, por el retraso a la muerte de Pablo VI, se celebraría el año siguiente en Puebla de los Angeles (México). El nuevo secretario de la institución A. López Trujillo, entonces obispo de Medellín, hizo todo lo posible para que Arrupe no asistiese al acontecimiento, aunque participarían en él 10 obispos y otros tantos peritos jesuitas. La razón de tal inquina era considerarle un apoyo a las Teologías de la Liberación. Al hacerse pública casualmente aquella burda actuación, surgió tal reacción contra 40 41 Arrupe había tocado ya el Futuro de la vida religiosa (30.V.74). Ver IHF, 647-665 M. Alcalá, Karol Wojtyla y el Vaticano II, "Razón y Fe", n. 1002, Nov. 1981, 458-459. Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002 PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 87 el secretario, que el mismo general escribió a los provinciales de Latinoamérica, para serenar los ánimos y exhortar ala unidad eclesia”l42. El año de1979 es clave en la vida del P. Arrupe. A su inicio (18.1) tuvo en el "Curso ignaciano de espiritualidad" una importante conferencia sobre El modo nuestro de proceder. Con libertad de espíritu se planteó seriamente en ella la tensión latente en la Compañía entre las dos directrices conciliares: vuelta a las fuentes antiguas y adaptación al tiempo nuevo. Es uno de los documentos más importantes para el tema que nos interesa. A partir de Ignacio y sus primeros compañeros, llegó hasta los cambios de la hora presente. Censuró los tipos posibles de jesuitas carentes de tal modo de proceder. Así el contradictor por principio, el profesionalista, el activista político y el tradicionalista a ultranza. Contrapone a ellos los iconos ejemplares: el cristocéntrico, el disponible, el hombre de gratuidad, el universalista, el que tiene sentido de cuerpo institucional y de sensibilidad humana, el que actúa con rigor y calidad, el servidor discreto de todos, el que discierne espiritualmente y el de fina castidad. Estos son quienes tienen sentido de Compañía de Jesús. Arrupe no fue jamás un hagiógráfo de su orden, sino un analista intuitivo de la crisis histórica que atravesaban él y sus compañeros bajo su gobierno43. Poco después de aquel gran mensaje, Arrupe asistió como invitado del Vaticano a la Conferencia de Puebla, antes citada. Allí coincidió con el papa Juan Pablo II que hacía su primer viaje apostólico y allí tuvo que defender a la Compañía de las acusaciones de marxismo que le hacía cierta prensa polarizada. Poco después (29.V11-6.V111) fue a Lima para comentar con los provinciales latinoamericanos el documento final de Puebla44. Nuevas Tensiones Otro origen de tensiones fueron las nuevas reacciones aisladas o colectivas de jesuitas sobre el tema de la ordenación sacerdotal de la mujer. Ya habían surgido en el papado de Pablo VI con la publicación 42 AR. XVII, 1978. 600. AR. XV11,1979. 653-690. Arrupe IJ. 49-82. 44 M. Alcalá, Pedro Arrupe y las teologías de la liberación. "Manresa", 62 (1990) 151164. Arrupe: IJ. 358-368. 43 N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 88 MANUEL ALCALÁ, SJ. de la Declaración Inter insigniores (27.1.77), pero con Juan Pablo II el tema se haría mucho más conflictivo. Arrupe pidió respeto al magisterio en carta significativa a una facultad norteamericana de California (5.V11.79)"45 Sin embargo, el acontecimiento quizá más trascendental del año fue la IV consulta que Arrupe y sus consejeros hicieron con los presidentes de conferencias de provinciales (17-21.1X). El tema por tratar era doble: criterios pastorales de las relaciones obispos-religiosos, según el texto conjunto de las Congregaciones vaticanas respectivas, junto al discurso escrito de Juan Pablo I, ya citado. Como de costumbre, se pidió audiencia al papa que tuvo lugar al final del encuentro. En su breve alocución Juan Pablo II reiteró su benevolencia con la Compañía, pero añadió: "la crisis que en estos últimos tiempos ha sufrido y sufre la vida religiosa, ha afectado también a vuestra Compañía, causando desorientación en el pueblo cristiano, preocupaciones a la Iglesia, la jerarquía y también personalmente al papa que os habla". Recomendó luego poner remedio con firmeza "a las deplorables deficiencias, de modo que toda la Compañía viva y actúe animada siempre por el genuino espíritu ignaciano". Terminó repitiendo las recomendaciones de Pablo VI y Juan Pablo I e insistió en el cuidado especial en la formación de los jóvenes. El temple duro de aquel discurso parecía una implícita desautorización del gobierno general, Tendría sus consecuencias. Arrupe escribió a los superiores mayores de la Compañía (19.X.79) sobre aquella alocución. Subraya sus puntos-clave y añade: "no quiero descargar sobre otros la responsabilidad. Al tener, como general "toda autoridad sobre la Compañía para su edificación", sobre mí recae en primer lugar la responsabilidad del cumplimiento de esos deseos del papa", pues "una llamada de atención reiterada por tres pontífices no deja lugar a dudas de que es el mismo Señor quien con todo amor, pero también con todo apremio, espera de nosotros algo 45 AR. XVII, 1979, 1106-1108. Ver M. Alcalá, Mujer, Iglesia, Sacerdocio. Bilbao, 1995. Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002 PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 89 mejor". Finalmente, encarga se examinen y cumplan los puntos señalados"46 Algo análogo indicó (5.X1) en su carta a los provinciales latinoamericanos sobre la reunión de Puebla. Reconoció con sinceridad la diversidad de relaciones de la Compañía, excelentes y deficitarias, con la jerarquía episcopal. Pidió examinar los propios errores para quitar todo justo motivo de queja, aplicando el espíritu ignaciano en las "Reglas para sentir con la Iglesia". Al final prometió un documento especial sobre el análisis marxista, tema que había tocado en la Asamblea sinodal sobre la catequesis (1977), última de Pablo VI. Cumpliría su promesa al año siguiente (8.X11.80) con un documento excelente que agradó a Juan Pablo II47. Pero ya había estallado la nueva crisis. EL holocausto El año 1980 (6.1) se inició con la ordenación en el Vaticano de Carlo Mª. Martini, como arzobispo de Milán. Su posterior nombramiento cardenalicio inauguró la serie de doce cardenales jesuitas, la más nutrida de la historia en un sólo pontificado. Juan Pablo II ha sido el papa que ha dispensado a más jesuitas de un punto esencial de sus Constituciones. Poco después (8.11) Arrupe tuvo en el Curso de espiritualidad ignaciana, un discurso titulado Inspiración trinitaria del carisma ignaciano. Es un comentario libre inspirado en la Contemplación de amor de los Ejercicios Espirituales, al hilo de la vida del fundador que terminaba con un examen del carisma ignaciano y una invocación a la Trinidad"48 A comienzos de marzo de 1980, Arrupe volvió a consultar con sus cuatro asistentes: su eventual renuncia al generalato49. No era la primera vez que lo hacía pero, hasta entonces sus consejeros no lo creían oportuno, Ahora sí. Al parecer, jugó un papel decisivo el último discurso papal, ya recordado. El general que ya tenía 72 años, presentía que su misión estaba cumplida. Dio, entonces, el segundo 46 AR. XVII, 1979, 641-642; 829-832. AR. XVIII, 1980, 331-338. Ver Arrupe IHF, 235-239; IJ. 678-680. 48 AR. XVIII, 1980, 67-114. Arrupe IJ. 391-435 49 Jean. Y. Calvez (F), Parmananda Divarkar (Ind), Cecil. McGarry (Irl) y V. O'Keefe (USA). 47 N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 90 MANUEL ALCALÁ, SJ. paso preceptivo: la consulta del voto secreto de los provinciales. Votaron a favor setenta y cuatro (94%) y en contra, cinco (6%). Consolado por aquella respuesta, a principios de abril, redactó la convocatoria de la nueva Congregación General, a la pensaba presentar su dimisión. Luego, por iniciativa personal de respeto al papa, solicitó su audiencia. Como no le llegaba la respuesta, recurrió a los buenos oficios de un intermediario polaco, indicándole que se trataba de un asunto de conciencia. Sólo entonces Juan Pablo II accedió a recibirlo. El encuentro (18.IV.80) duró diez minutos. El general expuso al papa sintéticamente su intención y los pasos emprendidos. El papa estupefacto, sólo le interrumpió con dos breves preguntas personales. La primera fue: "¿qué puedo yo hacer?".Contestó Arrupe: "Lo que le parezca, pues es nuestro superior". La segunda, algo más incisiva, fue "¿me obedecerá la Compañía?". El general respondió: "Por supuesto, Santidad, que le va a obedece". La audiencia acabó sin respuesta concreta50. El papa respondió por carta, 12 días después (1.V), rechazando el proyecto de Arrupe. Sin embargo, aquella suspensión era un asunto complicado. Al año siguiente (1981), las Congregaciones provinciales y la de todos los Provinciales, debían votar la convocatoria o no de una Congregación General. Los asistentes informaron del problema a Agostino Casaroli, nuevo cardenal secretario de Estado. Inmediatamente Juan Pablo II suspendió también todas las Congregaciones (30.VI). El gobierno ordinario de la Compañía quedaba impedido. Al día siguiente, Arrupe escribió una carta a todos los superiores (1.VII), aprobada previamente por la Sede Apostólica, cuyo párrafo central dice así. "En los meses pasados, oído el parecer de los asistentes generales y de los prepósitos provinciales, había dado los primeros pasos para presentar, según la norma de nuestro derecho (nn.489 y 493) mi renuncia al oficio de Propósito general, por motivo de mi edad avanzada y de las consecuencias que de ella se derivan. Antes de todo, dado el vínculo especial que liga la Compañía al Sumo Pontífice, le expuse mi proyecto. El Santo Padre tras haber examinado el asunto, me ha pedido no dar, de momento, los pasos ulteriores previstos en el instituto para la 50 Entrevista personal con el P. Arrupe en Roma, en octubre de 1980. Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002 PEDRO ARRUPE Y LA VIDA RELIGIOSA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 91 convocatoria de una Congregación General que no sería hoy oportuna para el bien de la Compañía y de la Iglesia"51. Esta carta se hizo pública pocas semanas después (1.VIII), junto a un comunicado de la oficina de prensa de la Compañía que "peinaba" algo el tema, cara a la opinión pública. Entre tanto, Arrupe sin más comentarios, continuó su gobierno ordinario y sus visitas, en este caso a Cuba, donde se entrevistó con Fidel Castro, y a los Estados Unidos (13-26.V). No hubo desbandada de jesuitas, ni dimisiones de provinciales, como algunos temían y otros quizá deseaban, pero era evidente la crisis Con todo, Arrupe no expresó la menor distonía, ni a la orden ni a la USG que seguía presidiendo, sino que siguió preparando la V.ª Asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos, sobre la familia cristiana en el mundo actual. Lo más llamativo de sus 3 intervenciones personales sería atender alas familias en crisis con comprensión, discreción, humanidad y gradualidad; insistencia en el valor de la virginidad y la atención a los problemas de la droga. En nombre de la USG rechazó la acusación de algunos obispos sobre el "magisterio paralelo" de los religiosos, aun reconociendo que había habido algún que otro caso aislado, pero nunca generalizado52. A comienzos de 1981 (17.1) el general jesuita tuvo una audiencia personal con el papa sobre el tema de la dimisión, de la que no trascendió nada. Algo después (6.11) clausuró el Curso ignaciano con una importante conferencia titulada Arraigados y cimentados en la caridad. Es una profunda reflexión teológica sobre el tema que culmina en el Corazón de Cristo, resumen y símbolo del amor. Fue otra de sus grandes “obsesiones” espirituales53. El general continuó su ritmo ordinario y emprendió posteriormente dos viajes. El primero (28. V- 5. VII. 81), a África para un encuentro con el Simposio de CC.EE. africanas y malgache. El segundo (26.VII-7.VIII.81), a Filipinas e Indonesia, para celebrar el IV centenario de la llegada de los jesuitas al archipiélago y asistir a la reunión de la Confederación de Congregaciones religiosas de Asia Oriental. A regresar de éste último, en el aniversario de la explosión atómica de Hiroshima (7.VIII.81) que le había transformado en hombre del más allá, tuvo el episodio cerebral del que no llegó nunca a recuperarse. Había llegado la 51 AR. XV111,1980, 224. La expresión "de momento" fue la única introducida por el papa. M. Alcalá., Historia del Sínodo de los obispos. 207-236. 53 AR. XVIII, 1981, 431-471. IHF 727-765. Sobre el Sagrado Corazón, ver antología SE. 52 N° 103 Septiembre 2002 Revista Diakonia 92 MANUEL ALCALÁ, SJ. hora de mostrar con la pasión y el vía crucis todo su programa de acomodación de la vida religiosa en la hora presente. La larga enfermedad de Arrupe provocó una palpable distensión en los ambientes eclesiásticos romanos. Desaparecieron como por ensalmo todas las celotipias, envidias y demás insidias clericales. Lo verdaderamente curioso es que también se esfumaron las críticas sobre la Compañía, a pesar de que la orden seguía su ritmo histórico sin grandes cambios. Ello indica, al menos, parte del origen de los conflictos que se disipaban como por ensalmo en la medida en que el general empeoraba. El 5.X.1981, el cardenal secretario de Estado, Agostino Casaroli, visitó al inválido P. Arrupe. Tras indicar al consejero y vicario, V. O’Keefe que se quedara en la puerta del cuarto, intentó hacer lo mismo con el enfermero Rafael Bandera. Este se negó a salir. El cardenal, aunque no quería testigos, cedió. Entonces leyó al enfermo la carta del papa, donde se le comunicaban las designaciones de los PP. Paulo Dezza y Guiseppe Pittau, como delegado pontificio personal y sustituto, respectivamente. El primero gobernaría la Compañía, hasta nueva orden, con más atribuciones que el mismo general. Este permanecía en el cargo, aunque simplemente “honoris causa” 54. Al regresar O’Keefe al cuarto del enfermo tras acompañar al cardenal a la portería, lo encontró llorando. El rostro de la vida religiosa del enfermo hasta el día de su muerte (5.II.1991) fue un testamento espiritual de fina calidad. Tras un generalato alterado por vaivenes eclesiales externos e internos, frenado en su impulso por divisiones, enfrentamientos e intervenciones eclesiásticas de todo tipo, Pedro Arrupe va a quedar en la historia, a pesar de todas sus carencias, como un jesuita ejemplar. Fue un auténtico compañero de Jesús que supo comer con él el pan de las alegrías y las penas, del apostolado, del martirio y su gloria. Esa fue quizá el fruto más evidente de la renovación y puesta la día de la Vida Religiosa que él quiso para la Compañía de Jesús. [Tomado de: Manresa. Madrid. -- Vol. 73, N° 288 (Julio-Septiembre 2001), pp. 253-27] 54 AR. XVIII, 1981, 399-400. Revista Diakonia N° 103 Septiembre 2002