Tatuaje: La marca de una mancha

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Tatuaje: La marca de una mancha
A partir de una multiplicidad y dispersión de fenómenos que se observan
encarnados en los cuerpos de aquellos que los sostienen y los muestran, me interrogué
acerca de la irrupción de los mismos en el sujeto hablante, o por lo menos, en algunos de
ellos.
Aquel observador no avezado dirá de estos fenómenos como lo son los tatuajes, las
escarificaciones, los piercing, las perforaciones, que son el emergente de lo que socialmente
se conoce como “La Moda”. Agregará también lo siguiente: “repentinamente irrumpen en
el mercado de la sociedad capitalista objetos que constituyen un modelo de identificación,
sobre todo, en lo referente a la vestimenta, al semblante, a la mascara, a aquello que recubre
el cuerpo. En esa identificación algo se gana, algo se obtiene, un “ser como”, “un ser...”,
lleno de significado y sentido para aquel que haga uso de la misma.”
En referencia a los dichos de este observador creo conveniente señalar ciertos
aspectos que quizás se han pasado por alto: los fenómenos a los que aquí hago mención no
son un mero objeto, digámoslo más simplemente, una tela que constituye una vestimenta
que se coloca, se ubica sobre el cuerpo, sobre la superficie del mismo, un objeto que se
busca pues no se tiene, que se adquiere o no, y que podrá ser reemplazado por otro.
Estos fenómenos se dan, operan en el cuerpo y con el cuerpo. El cuerpo debe
ser pinchado, manchado, agujereado, cortado, quemado, perforado; es decir, dichos
fenómenos no existen sin el cuerpo.
Las técnicas utilizadas para tatuarse, para atravesar el cuerpo, son, y han sido
variadas: puntura, escarificación o quemadura. Como instrumentos se han utilizado agujas
hechas con huesos afilados, espinas de pescado, dientes de tiburón, conchillas, caparazones
de tortuga, piedras de pedernal, metales.
Siguiendo esta línea investigativa ubiqué diferentes puntos desde los cuales abordar
dicha exploración. Es, a mi juicio, una vía interesante para indagar el surgimiento de estos
fenómenos, hacer un breve recorrido sobre los datos históricos existentes y señalar una nota
clave que orientará nuestra mirada acerca de cómo interpretarlos y que permitirá establecer
ciertas diferencias con el fenómeno en su modalidad actual.
Debido a las formalidades de presentación del trabajo y a la necesidad de ajustarme
a los requerimientos solicitados solo haré mención y me explayaré en unos pocos datos
históricos siendo el material recogido mucho más rico.
La historia que conocemos se remonta a la edad de piedra. En 1991 se encontró en
un glaciar a un cazador de la era Neolítica; tenía la espalda y las rodillas tatuadas. Antes de
que fuera descubierta la momia del cazador, la persona tatuada más antigua era la
sacerdotisa egipcia adoradora de Hathor, diosa del amor y la fertilidad. Vivió en Tebas
alrededor del 2000 a.C. En Egipto era un ritual realizado casi exclusivamente por mujeres,
un proceso doloroso que la mayoría de las veces se usaba para demostrar valentía o
confirmar madurez, en la misma forma que todavía se puede observar en los rituales de
tribus de Nueva Zelanda.
Es la Polinesia el lugar que tiene la reputación del tatuaje más artístico en el mundo
antiguo, caracterizado por figuras geométricas. De hecho el término tatuaje, “tatoo” en
Inglés, pronunciado tatú, tiene un origen polinesio. Más concretamente en la palabra
polinesia “Ta” que significa golpear, o en la expresión “tau-tau” utilizada para hablar del
choque entre dos huesos.
El estilo Moko Maorí de Nueva Zelanda, por ejemplo, era un tatuaje tribal que
identificaba a cada individuo y su estatus dentro de un grupo. Hacía a la persona única e
inconfundible. Cuanto más complicado era el diseño del tatuaje mayor era el ascenso en su
rango social. Se tatuaban de la cabeza a los pies, comenzaban a los 8 años y era un proceso
lento y doloroso; los tatuajes se embellecían y renovaban durante toda la vida.
En sus espirales tatuados pensaban los maoríes que podían atrapar la energía
cósmica. Si el difunto no tenía tatuajes protectores la hechicera se comería los globos
oculares, el alma quedaría ciega y no podría hallar el camino a la inmortalidad. Los
Maories creían que un espíritu iba a reconocer sus elaborados tatuajes faciales para
después de la muerte darles la visión para encontrar el próximo mundo. Por eso, si alguien
moría sin tatuaje, los maoríes tatuaban el cadáver. Mediante los tatuajes lograban espantar a
sus enemigos, conseguían también, gracias a esta costumbre, sus nombres, derivados de
raíces celtas y latinas con significados vinculados al tatuaje.
Las tribus Kayak de Borneo creían que los tatuajes de sus manos iluminarían la
oscuridad después de la vida mientras el alma busca el Río de los Muertos Maligang, el
espíritu guardián del río, buscaría este tatuaje, que da a las almas el derecho de cruzarlo.
Esto es muy similar a la tradición Lakota, que enseña que el alma de los muertos
comienza su viaje al otro mundo en el camino estrellado de los espíritus (la vía Lactea). En
el camino se encuentran con la mujer Búho, que inspecciona buscando el tatuaje y si no
logra encontrarlo, no permite que el alma siga camino.
En otras culturas es creído que la muerte cambia drásticamente la apariencia de una
persona, por lo cual los tatuajes serían la única forma de identificación.
Muchas culturas usaban los tatuajes como amuletos protectores y estas aplicaciones
mágicas están relacionadas con creencias religiosas. Las mujeres Ainu de Japón, se tatúan
con la imagen de su Diosa, que repele espíritus malignos y protege de la enfermedad.
Para el clan serpiente de Pakokku, Burma, han hecho una ciencia la protección de
los tatuajes. Por siglos estos manejadores de serpientes budistas han tatuado sus cuerpos
para protegerse de las víboras y cobras con las que comparten su ciudad. Ellos tienen una
alta estima por las serpientes: una leyenda budista dice que una cobra gigante dio refugio a
Dios Buda durante una tormenta. La ciudad también recuerda a la serpiente como dios de la
fertilidad. Ningún miembro de este clan ha sido mordido por una serpiente y el secreto es el
tatuaje. Todos los miembros son tatuados todas las semanas en un ritual que incluye rezos,
una aguja metálica muy larga y tinta negra mezclada con veneno de víboras. El veneno,
recogido de víboras que encuentran en el pueblo a las que usualmente recogen y alejan de
la ciudad, actúa como un inoculador contra la mordedura de serpiente. Todo el cuerpo y la
cara son tatuados con símbolos budistas, todos ellos fueron tatuados con tinta y veneno para
ayudar al cuerpo a construir anticuerpos.
En las Islas Marquesas "un cuerpo sin tatuar era un cuerpo estúpido". Tenía un
profundo Significado Erótico Sexual. Las mujeres se tatuaban los dedos de las manos y las
orejas con finísimos dibujos y sobre la vulva símbolos obscenos. Los hombres se tatuaban
todo el cuerpo, la nariz, los parpados, la lengua y el cuero cabelludo. Pero también tenía un
Significado Mágico Religioso porque para ellos la piel tatuada era una armadura de
protección física y espiritual. Cuando uno de estos hombres moría, sus mujeres le quitaban
la piel, pues al guardián del paraíso le desagradaban los tatuajes. Sin trazas de tatuaje,
volvía al estado de pureza, podía ser enterrado en tierra sagrada y su espíritu podía elevarse
al paraíso.
En Myanmar, antigua Birmania, las mujeres se tatuaban su rostro. Sobre este acto se
alude en una leyenda de su cultura: cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, un Rey
birmano viajaba por su reino cuando se encontró con una bella joven que pertenecía a la
etnia Chin. El rey la cortejó y poco tiempo después la dejó abandonada. El resto de las
mujeres al enterarse de lo ocurrido, asustadas de correr la misma suerte, pintaron sus caras
de negro utilizando carbón. El truco del negro maquillaje duraba poco y con el tiempo se
vieron obligadas a fijar el color negro en su piel de forma permanente mediante dibujos
tatuados. Así, las mujeres Chin eligieron ocultar para siempre su belleza sin garantizar del
todo con eso el rechazo del cruel Rey. Esta tradición se ha mantenido viva durante siglos.
Hasta la ocupación japonesa, el pueblo indígena de Taiwán, Taroko, había tenido la
costumbre de hacerse tatuajes faciales al llegar a la adultez. Una vez que las jóvenes
aprendían a tejer y los jóvenes aprendían a cazar, se hacían tatuajes en el rostro. Se creía
que solamente aquellos que llevaran tatuajes faciales serían autorizados a cruzar el Puente
del Arco Iris hacia el cielo después de la muerte.
El tatuaje llegó a Oriente allá por el 1000 a. C., llegando a las altas esferas cuando
en el 500 d. C. el emperador de Japón lo utilizó como elemento decorativo. En esa región se
usaba normalmente para marcar a los criminales. De esta manera podían ser reconocidos,
identificados, separados de sus familias y aislados de la sociedad.
En América del Norte se aplicaba la decoración corporal en los ritos de paso,
cuando los jóvenes llegaban a la pubertad. Se les dibujaban motivos en el cuerpo para
proteger al alma que iba camino a la muerte. Más al Sur en América Central, los guerreros
se tatuaban para conmemorar las victorias bélicas y honrar a los dioses.
El tatuaje en otras partes se usaba como castigo. Las personas acusadas de sacrilegio
debían de ser tatuadas. Al extenderse el cristianismo, en el Imperio Romano se abandono
lentamente el tatuaje de esclavos y criminales. Los cristianos eran hostiles al tatuaje, ya que
creían que si Dios había creado al hombre era a su imagen y semejanza y, por lo tanto, era
pecaminoso que el hombre tratara de alterar su imagen, por eso el emperador Constantino
primer emperador de Roma, emitió un decreto en contra de la actividad del tatuaje. Esta
posición ha sido adoptada por varias religiones hasta nuestros días.
Los nazis, en sus campos de exterminio, tatuaban a los prisioneros con un doble
significado: Identificación y Humillación, porque la ley judía prohibía las marcas en el
cuerpo. Eran los propios deportados los que tatuaban a los prisioneros pero, sólo, a los
“protegidos” los demás morían sin identificar.
El tatuaje se difundió en Occidente gracias a los exploradores de los siglos XVIII y
XIX. Uno de ellos, el capitán Cook describió en sus libros el proceso antiguo del tatuaje al
entrar en contacto con indígenas de las Islas Marquesas y con los maoríes: "Manchan sus
cuerpos pinchando la piel con los instrumentos pequeños hechos del hueso, que estampan o
mezclan el humo de una tuerca aceitosa [...] En esta operación, que es llamada por los
naturales "tattaw", las hojas dejan una marca indeleble en la piel. Se realiza generalmente
cuando tienen cerca de diez o doce años de la edad y en diversas partes del cuerpo." Ellos
descubrieron a los marineros el arte del grabado corporal y les enseñaron a tatuar mediante
diversas técnicas. Estos hombres intrépidos instalaron estudios de tatuaje en los puertos y
lo hicieron popular entre las clases trabajadoras, los marineros y los criminales.
En América donde había existido desde siglos atrás, solo tuvo eco masivo y un
gran auge, durante el conflicto de la guerra civil. Las ferias mostraban sus freaks
tatuados.
Es muy notable lo que se aprecia al observar las imágenes de los tatuajes de las
distintas culturas recién mencionadas, y específicamente si se hace referencia al dibujo del
tatuaje y sus características. En cada una de estas culturas, en cada grupo y en cada clan, el
diseño del tatuaje entre sus integrantes es el mismo, variando ciertas características que
hacen al trazo, las líneas, al estilo. De esta manera, si tomamos como ejemplo a la cultura
Maorí, en los cuerpos de todos aquellos miembros tatuados se observarán espirales, figuras
geométricas tatuadas, y en cada cuerpo en particular esos espirales revestirán características
diferenciales, pero seguirán siendo espirales. Es decir los integrantes de un clan presentarán
siempre el mismo diseño más allá de las particularidades.
Cabría preguntarse: ¿Por qué es así? Una primera aproximación que solo
mencionaré al pasar, ya que más adelante desarrollaré, es la que todos los miembros del
conjunto de una cultura que se tatúa “cree” en algo, las características de la marca responde
a una creencia.
En el mundo occidental actual no se observa esta característica, más bien aparecen
múltiples diseños, estilos, trazos, líneas, dibujos, marcas, tantos como sujetos se tatúan; y
en la mayoría de los casos en que se realicen mas de un tatuaje, los diseños no estarán
relacionados entre si. Ahora bien, en estos últimos casos, en el acto de tatuarse ¿en ellos
hay alguna referencia a una creencia? A la manera de adelanto se podría indicar a modo de
presunción que si es que hay una creencia es una creencia personal, individual, no externa,
y por lo tanto, y si es personal habría múltiples, variadas creencias, esto se verá más
adelante. Por lo pronto, si señalaré cual, a mi entender, sería el mecanismo por el cual se
produce el tatuaje: parece una multiplicación por contigüidad, una mancha que se pasa de
uno a otro, un contagio, parecería un mecanismo de identificación imaginaria, de
identificación a un rasgo del otro.
Como vemos en las diferentes culturas irrumpe el fenómeno del tatuaje, mi
inquietud en esta modalidad de investigación fue indagar acerca de la similitud de esta
marca en el cuerpo en las diferentes culturas mencionadas en contraposición con las de la
actualidad.
Para acercar una posible respuesta a este interrogante me gustaría indicar lo que se
escucha en los distintos sujetos que actualmente se someten a la operación del tatuaje, y
digo someten porque hay algo del orden del dolor, de masoquismo, ellos dirán: “para mi
significa tal cosa”, “para mi tiene tal sentido”, apareciendo tantos sentidos y significados
como sujetos se hallan tatuado (o no apareciendo ningún sentido).
Por todo lo anteriormente mencionado es dable fundar la nota clave que permitirá
hacer una relectura de los datos históricos vertidos a la luz del saber psicoanalítico. Lo que
emerge de modo repetitivo en la lectura de estos datos son los términos creencia e
identificación. La creencia hará alusión al concepto de “Gran Otro” y la identificación al
de “identificación simbólica”. Esta nota clave permitirá, como ya lo indique, hacer la
siguiente lectura: en las culturas sugeridas, aquellas que en los textos se describe esta
manifestación, y que practicaban el tatuaje, la marca, en los cuerpos de sus integrantes,
habría una clara referencia a un Gran Otro, Otro que aparece plasmado, tomando forma en
la creencia, otro consistente. De esta forma se nombrarán distintos dioses, o se mencionaran
leyendas que se sostienen a lo largo del tiempo. Allí, en un tiempo lógico específico, en ese
acto de atravesarse el cuerpo, ese Otro consistente será el dador, a condición que se lo
sostenga, que se crea en él, de una identificación simbólica, es decir, un “ser adulto”, “ser
maduro”, “ser hombre”, “ser mujer”, “ser el elegido de los dioses”, “ser...”
Por lo tanto, y expresado en otros términos, “si y solo si” “se cree en” (un gran
Otro) se obtendrá una identificación.
Freud en su obra titulada “El Malestar en la Cultura”, y en relación con lo ya
planteado, dice lo siguiente: “Bástenos, pues, con repetir que la palabra “cultura” designa
toda la suma de operaciones y normas que distancian nuestra vida de la de nuestros
antepasados animales, y que sirven a dos fines: la protección del ser humano frente a la
naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres”, dirá además “La
cultura tiene que movilizarlo todo para poner límites a las pulsiones agresivas de los seres
humanos, para sofrenar mediante formaciones psíquicas reactivas sus exteriorizaciones. De
ahí el recurso a métodos destinados a impulsarlos hacia identificaciones y vínculos
amorosos de meta inhibida...”
Ahora bien, el bagaje psicoanalítico, y haciendo referencia a la metáfora energética,
nos ha revelado que justamente en la medida en que un sujeto hablante disponga de
elementos simbólicos, de identificaciones simbólicas, y pueda hacer uso de ellas, la pulsión
deberá seguir el camino largo para su descarga que estará mediatizado por estas
identificaciones, lo que permitirá que la pulsión no se descargue de manera directa. Dichas
identificaciones funcionarán como reguladores transformando y reduciendo la descarga de
la pulsión. Esto podría metaforizarse de la siguiente manera: si la pulsión fuese una usina
eléctrica (un goce absoluto) que genera energía y la entrega en alta tensión no seria
conveniente que esa energía llegue a los domicilios a tan alta tensión ya que las
instalaciones están preparadas para 220 volts, si dicho valor se superara se verían afectados
todos los artefactos eléctricos. Para lograr que la energía llegue con el valor de tensión
adecuado se intercalan entre la usina y los domicilios subestaciones eléctricas que mediante
transformadores van produciendo la reducción del valor de tensión que resulte necesario.
Al igual que estas subestaciones eléctricas o transformadores funcionarían las
identificaciones simbólicas, provocando que la pulsión no se descargue de manera directa.
Como ya sabemos el gran Otro sería el dador de esas identificaciones, surge una nueva
pregunta: ¿qué sucedería ante la ausencia de lo simbólico, de las identificaciones
simbólicas, por una falla en la operancia del gran Otro?
La respuesta a esta pregunta se desprende del recorrido histórico que he hecho y su
comparación con el tatuaje en su modalidad actual: en la actualidad el Otro de los Ideales
aparece como inconsistente, en los sujetos hablantes de la actualidad no hay creencia, como
se lee de los textos que mencionan la marca en las culturas de antaño.
Jean Baudrillard en su texto “La transparencia del mal” dice lo siguiente: “Nada (ni
siquiera Dios) desaparece ya por su final o por su muerte, sino por su proliferación,
contaminación, saturación...Ya no un modo fatal de desaparición, sino un modo fractal de
dispersión... Cuando las cosas, los signos y las acciones están liberadas de su idea, de su
concepto, de su esencia, de su valor, de su referencia, de su origen y de su final, entran en
una autorreproducción al infinito... Una cosa que ha perdido su idea es como el hombre que
ha perdido su sombra; cae en un delirio en el que se pierde...Aquí comienza el orden, o el
desorden metastásico, de desmultiplicación por contigüidad, de proliferación cancerosa...
Tiempo atrás, el cuerpo fue la metáfora del alma, después fue la metáfora del sexo, hoy ya
no es la metáfora de nada, es el lugar de la metástasis, del encadenamiento maquinal de
todos sus procesos, de una programación al infinito sin organización simbólica, sin
objetivo trascendente, en la pura promiscuidad por sí misma...” Si tomamos las palabras de
Baudrillard se podría reinterpretar que el Otro cae por multiplicación, habría una
pluralización de pequeños Otros y, si agregamos a esto lo postulado por Lacan en
referencia a los tres registros, se podría pensar que al caer el Otro como Simbólico , algo se
desanuda, lo Imaginario emergerá desregulado, multiplicándose, en un desorden
metastásico, produciéndose un desarreglo del goce. Esto es lo que se apreciaría al escuchar
a aquellos que se tatúan: no una creencia, sino múltiples creencias, múltiples sentidos.
Y si no hay creencia o si hay múltiples creencias podría pensarse que algo no
operó y ¿de donde se obtienen las identificaciones simbólicas que permitirán que la pulsión
no se descargue de manera directa? Y más aún, en ausencia de lo simbólico cuya función es
la regulación, ¿cúal es el mecanismo que se implementa, que aparece y que permite
localizar la pulsión, su descarga? Esta nueva pregunta requiere hacer referencia a un texto
de Sigmund Freud. El autor en “Más allá del principio del placer” mencionaba los casos de
neurosis traumática y neurosis de guerra. Sobre estas neurosis decía lo siguiente: “...el
centro de gravedad de la causación parece situarse en el factor sorpresa, en el terror, y que
un simultaneo daño físico o herida contrarresta en la mayoría de los casos la producción
de la neurosis”. Y yo agrego, en estos últimos casos en los que se contrarresta la producción
de la neurosis parecería que algo allí habría operado, y eso pareciera ser el corte, la herida
en el cuerpo. Allí, en esa marca, se habría coagulado la pulsión. La libido esta acumulada
en ese corte sin mediación de lo simbólico, de ninguna identificación simbólica, es decir, en
estos casos se producía un tratamiento de la pulsión. Retomando lo dicho en referencia al
ingreso del tatuaje en la modernidad, en el continente Americano se ve con claridad que
ingresa como fenómeno al momento de producirse la Guerra Civil en EE.UU, es decir, aquí
habría una caída del Gran Otro, una conmoción enorme a nivel social, que pondría a los
sujetos en contacto con la muerte y, justamente como emergente irrumpe el tatuaje como un
modo de tratamiento de lo real.
¿Acaso no es este el mecanismo que aparece y que se mediatiza bajo el nombre de
tatuaje, de marca, que no es sino otra cosa que una herida, un corte en lo real del
cuerpo, y que aparece en la actualidad ante la inconsistencia del Gran Otro como una
forma de tratar lo real y que nada reviste de similar con las marcas de antaño?
Bibliografía:
Freud, Sigmund: “El Malestar en la Cultura”, Amorrortu editores, Tomo XXI, páginas
88, 89 y 109.
Freud, Sigmund: “Más allá del principio de placer”, Amorrortu editores, TomoXVIII,
página 12.
Baudrillard, Jean: “La transparencia del mal”. Anagrama editores, páginas 10, 12 y 13.
Hawthorne, Mark: “The Tale of Tattoos”
Gilbert, Steve: “Tattoo History: A Source Book”
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