2ª Sesión (26/02): Los antecedentes de la filosofía medieval: San

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2ª Sesión (26/02): Los antecedentes de la filosofía medieval: De los
apologistas a San Gregorio de Nisa
[Texto 1: W. Jaeger, Los apologistas; en: “Cristianismo primitivo y
paideia griega 1961]
(44) «Es evidente que [estos apologistas] no podían dar por supuesto aquello que iban a
defender. Esto es lo que distingue su situación de la de la literatura cristiana anterior
(…) tienen que encontrar alguna base común con la gente a la que se dirigen a fin de
entablar una verdadera discusión. La mayor parte de ellos escogieron una forma
didáctica de discurso … pero la situación misma llevó a revivir una forma dialogada
(…) Hablan a los pocos que poseen cultura , entre ellos los gobernantes del Imperio
Romano»
- Respecto de la afinidad entre la religión cristina y la filosofía:
(47) «Cuando los griegos se toparon por primera vez con la religión judía en Alejandría,
poco después de la aventura de Alejandro Magno —siglo III c. C.—, los autores griegos
que refieren sus primeras impresiones del encuentro con el pueblo judío —entre ellos,
Hecateo de Abdera, Megástenes, Clearco de Soli…—, llaman invariablemente a los
judíos “la raza filosófica”»
- Respecto a la opinión de los paganos en relación a los cristianos:
(51-52) «Para Tácito, los cristianos eran aún un grupo de políticos fanáticos dentro del
pueblo judío, que se habían revelado contra sus señores romanos (…) Marco Aurelio
habla todavía de los mártires cristianos como de fanáticos religiosos , cuyo valor y
constancia admiraría si no los despreciara como función teatral forzada (…) pero otro
contemporáneo famoso, Galeno, el médico y filósofo pagano, habla de judíos y
cristianos como de filósofos … al hablar de la filosofía de los cristianos, Galeno critica
su confianza en la “fe”, que para él representa sólo una evidencia subjetiva e indica una
falta de base epistemológica suficiente en su sistema»
(60-61) «Los humanistas modernos tienden a ver la herencia griega como un cultura
autosuficiente y esencialmente antropocéntrica, y les resulta difícil entender que, al
parecer, ya no lo era (si es que alguna vez lo fue), por la época en que el cristianismo
ofreció su propio concepto del hombre y de la vida humana a las generaciones
posteriores de la civilización ‘griega’. Olvida con demasiada facilidad que la ciudad de
Atenas —en la que San Pablo al pasear por las calles se encontraba a cada paso las
señales de un pueblo sobremanera religioso— había sido descrita, casi con estas mismas
palabras, en el Edipo en Colono de Sófocles; en tal ciudad el sentimiento religiosos
tenía profundas raíces. Las ideas monoteístas se habían introducido ya subrepticiamente
en la antigua fe [politeísta] por medio de una discusión filosófica que, por la época de
San Pablo, tenía ya siglos de existencia [Jenófanes→Diógenes de
Apolonia→Platón→Cleantes el estoico→primera época imperial de Roma] y había
llegado ya a oídos del hombre común (…) En realidad, los ideales culturales griegos y
la fe cristiana se mezclaron, por muy ansiosos que estemos de conservar inmaculados
unos y otra»
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»
[Texto 2: Habermas, Israel o Atenas: ¿A quién le pertenece la razón
anamnética? Johan Baptist Metz y la unidad en la pluralidad multicultural;
en: Fragmentos filosófico-teológicos, Ed. Trotta, Madrid 1999]
(92)«[Nuestra] tradición filosófica ... no se reduce al platonismo, sino que a lo largo
de su historia ha adoptado contenidos esenciales de la tradición judeo-cristiana ... Sin
duda, el idealismo filosófico —desde san Agustín hasta Hegel, pasando por santo
Tomás— ha producido aquella síntesis por la que el Dios con el que Job se ve
confrontado se trasmutó en el Dios de los filósofos. Pero la historia de la filosofía no
es sólo la historia del platonismo, sino también la de la protesta contra él. Estas
protestas, tanto si se llevan a cabo bajo el signo del nominalismo o del empirismo,
como del individualismo o el existencialismo, del negativismo o del materialismo
histórico, pueden concebirse como otros tantos intentos de recuperar el potencial
semántico del pensamiento soteriológico en el universo del discurso fundamentador.
Con ello han irrumpido en la filosofía intuiciones prácticas que de suyo son ajenas al
pensamiento ontológico y a sus transformaciones en términos epistemológicos y de
filosofía del lenguaje.
Metz reúne estos motivos no griegos en el foco único de la rememoración.
Entiende la fuerza del recuerdo en el sentido freudiano, como la fuerza analítica del
“hacer consciente”, pero sobre todo en el sentido benjaminiano, como la fuerza
mística de una reconciliación retroactiva. El pensar rememorativo salva... Este
concepto religioso de salvación sobrepasa [... las pretensiones] del pensamiento
postmetafício [.../...] Es más bien la idea de una Alianza, que promete al pueblo de
Dios y a cada uno de sus miembros una justicia que se impone a su historia de
sufrimiento..., que ensambla libertad y solidaridad en el horizonte de una
intersubjetividad incólume, la que ha desplegado toda su fuerza también dentro de la
filosofía y ha hecho posible que la razón argumentativa sea receptiva a las
experiencias prácticas de la amenazada identidad de seres que existen históricamente.
Sin esta infiltración del pensamiento de origen genuinamente judío y cristiano
en la metafísica griega no hubiéramos podido configurar aquel entramado de
conceptos específicamente modernos que convergen en un concepto de razón a la
vez comunicativa e históricamente situada. Pienso en el concepto de libertad
subjetiva y en el imperativo de igual respeto para todos, incluso y precisamente
para el que resulta extraño en virtud de su particularidad y carácter diferenciado.
Pienso en el concepto de autonomía, de una autovinculación de la voluntad por
convicción moral que depende de relaciones de reconocimiento recíproco. Pienso en
el concepto de sujeto socializado que se individualiza en su trayectoria biográfica, y
como individuo insustituible, es simultáneamente miembro de una comunidad, esto
es, sólo puede llevar a cabo una auténtica vida propia en convivencia solidaria con
otros. Pienso en el concepto de liberación en su doble acepción de emancipación de
relaciones humillantes y de proyecto utópico de una forma de vida lograda. La
irrupción del pensamiento histórico en filosofía, que, en definitiva propició la
comprensión el carácter ‘emplazado’ del tiempo vital, nos ha hecho conscientes de la
estructura narrativa de la historia en la que nos encontramos envueltos y del carácter
acaecido de los sucesos que nos sobrevienen. A ello hay que añadir también la
conciencia de la falibilidad de la mente humana, de la contingencia de las
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condiciones bajo las cuales está, con todo, sigue formulando pretensiones
incondicionadas»
[Texto 3: San Justino, Diálogo con el judío Trifón]
[Se trata de un diálogo figurado de San Justino con Trifón, un hebreo helenizado]
«—(J.) ¿Y cómo pudieras tú sacar tanto provecho de la filosofía [Atenas], cuanto de
tu propio legislador y de los profetas [Jerusalén].
—(T.) ¿Pues qué, no tratan de Dios los filósofos en todos sus discursos y no versan
sus disputas siempre sobre su unidad y providencia? ¿O no es objeto de la filosofía el
investigar acerca de Dios?
—(J.) Ciertamente, y esa es también mi opinión; pero la mayoría de los filósofos ni
se plantean siquiera el problema de si hay un solo Dios o hay muchos, ni si tienen o
no providencia de cada uno de nosotros, pues opinan que semejante conocimiento no
contribuye para nada a nuestra felicidad. Es más, intentan persuadirnos que del
universo en general y hasta de los géneros y especies se cuida Dios, pero ya no ni de
mí ni de ti ni de las cosas particulares; pues de cuidarse, no le estaríamos suplicando
día y noche. Ahora, no es difícil comprender el blanco a que tiran esas teorías. Los
que así opinan aspiran a la inmunidad, a la libertad de palabra y de obra, a hacer y
decir lo que les de la gana, sin temer castigo ni esperar premio alguno de parte de
Dios. ¿Cómo, en efecto, lo esperan quienes afirman que yo y tú hemos de volver a
vivir vida igual a la presente sin que nos hayamos hecho ni mejores ni peores? Otros,
dando por supuesto que el alama es inmortal e incorpórea, opinan que ni aun obrando
el mal han de sufrir castigo alguno, como quiera que lo incorpóreo es impasible, y
que, pues el alma es inmortal, no necesita ya para nada de Dios.
—(T.) Y tú, ¿qué opinas de esto, qué idea tienes de Dios y cual es tu filosofía?
—(J.) La filosofía es el mayor de los bienes, y el más precioso ante Dios, al cual ella
es la única que nos conduce y recomienda. Y santos, a la verdad, son aquellos que a
la filosofía consagran su inteligencia. Ahora, qué sea la filosofía y por qué les fue
enviada a los hombres, cosa es que se le escapa al vulgo, pues en otro caso, siendo
como es ella ciencia una, no habría platónicos, ni estoicos, ni peripatéticos, ni
teóricos, ni pitagóricos. Quiero explicaros por qué ha venido a tener muchas cabezas
[la razón que da es por el ‘escolasticismo’: limitarse a repetir lo dicho por el maestro,
único que investigó realmente la verdad. Y cuenta, como San Agustín, su periplo
personal por las diversas escuelas, así como su decepción. La filosofía le defrauda,
no satisface su ansia de verdad y de vida feliz, y así, nos relata:…] Con esta
disposición de ánimo, determiné un día henchirme de abundante soledad y evitar
toda huella de hombres… [en este paraje solitario, sin embargo, se encontró con un
anciano, con el que entra en diálogo. Después de contarle su periplo vital por las
filosofías, el diálogo es este:]
—(Anciano) ¿Luego tú eres un amigo de la idea y no de la acción y de la verdad?
¿Cómo no tratas de ser más bien hombre práctico y no sofista?
—(J) ¿Y qué obra mayor cabe realizar que la de mostrar cómo la idea lo dirige todo,
y concebida en nosotros y dejándonos por ella conducir, contemplar el extravío de
los otros y que nada en sus ocupaciones hay sano ni grato a Dios? Porque sin la
filosofía y la recta razón no es posible que haya prudencia. De ahí que sea preciso
que todos los hombres se den a la filosofía… sólo la filosofía produce felicidad…
—(Anciano) Pues dime...qué es la filosofía…
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— Es la ciencia del ser y el conocimiento de la verdad , y la felicidad es la
recompensa de esta ciencia…
—(Anciano) ¿Y Dios? ¿A qué llamas tú Dios? …
—(J.) LO que siempre se ha del mismo modo e invariablemente y es causa del ser de
todo lo demás…
[En este momento del diálogo el Anciano hace una disquisición sobre la definición
de la filosofía de Justino y su diferencia respecto de otras ciencias, y después trata
del conocimiento que los filósofos tienen de Dios, puesto que hablan de él. La
cuestión es ¿cómo pueden los filósofos hablar de Dios, si no han tenido ‘visión
directa de Él’
Justino replica, siguiendo a Platón, que Dios es invisible a los sentidos, pero no
al nous: “el ojo de la inteligencia (… que ve) aquello mismo que es y que es causa
de todo lo inteligible…, el ser mismo más allá de toda esencia”. El diálogo continúa:]
—(Anciano) ¿Cuál es nuestro parentesco con Dios? [el anciano postula,
Parafraseando a los filósofos, que se trata del alma, que será en cada ser vivo una
participación del único alma divina. Pero, entonces, ¿Cuál es la especificidad del
alma humana?] “¿También ‘verán’ a Dios los caballos, los asnos…”? pregunta
irónico el anciano? [el diálogo toma la forma de un cuestionamiento por parte del
anciano de la filosofía platónica al uso en aquél momento]. Hay una ironía crítica
sobre la disociación platónica alma-cuerpo, sobre la anamnesis, sobre la
transmigración…]
—(Anciano) Entonces, ¿qué provecho han sacado de verlo? [se refiere el anciano a
los seres humanos que al morir han y separarse su alma del cuerpo, han ascendido al
cosmos uranós, pudiendo ver a Dios mismo, pero que luego, tal y como se describe
en el Fedro, vuelven inexorablemente a caer en otro cuerpo olvidando todo cuanto de
lo divino contemplaron] ¿O qué ventaja tiene el que vio sobre el que no vio, cuando
de ello no queda ni recuerdo?
—(J.) No sé qué responderte
—(Anciano) ¿Y qué pena sufren las que son indignas de esta vida? [la del hombre
encarnado, se entiende]
—(J.) Viven encarcelados en cuerpos de bestias, y esto constituye su castigo
—(Anciano) ¿Saben ellas que por esta causa viven en tales cuerpos, en castigo de
algún pecado?
—(J.) No lo creo
—(Anciano) Luego tampoco éstas sacan provecho alguno de su castigo, y aun diría
yo que ni castigo sufren, desde el momento en que no tienen conciencia de ser
castigadas
[Las consecuencias absurdas de la teoría de Platón le llevan al anciano a rechazarlas
de plano, salvo que los hombres “son capaces de entender que existe Dios y que la
justicia y la piedad son un bien” Lo que ocurre es que, efectivamente, San Justino
ataca el elemento más ‘mitológico’ del pensamiento de Platón, no su verdadero
núcleo. A continuación, el anciano —en verdad San Justino— se ocupa de atacar la
tesis platónica de la eternidad del alma y del mundo y expone la doctrina cristiana al
respecto:]
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—(Anciano) cuanto después de Dios es o ha de ser jamás, todo tiene naturaleza
corruptible y capaz de desaparecer y dejar de existir. Sólo Dios es increado e
incorruptible y por eso es Dios; pero todo lo demás fuera de Dios es creado y
corruptible. Por esta razón mueren y son castigadas las almas. Porque si fueran
increada, ni pecarían ni estarían llenas de insensatez (…) Lo increado, en efecto, es
semejante a lo increado, sin que sea posible que uno sobrepase a otro en poder ni en
honor. De donde se sigue, en efecto, que no puede haber dos seres increados. Porque
si en ellos hubiera alguna diferencia, jamás pudiéramos dar con la causa de ella, sino
que remontándonos con el pensamiento hasta lo infinito, tendríamos que parar,
rendidos, en un solo increado y decir que él es la causa de todo lo demás (…) El
alma, o es vida o tiene vida. Ahora bien, si es vida, tendrá que hacer vivir a otra cosa,
no a sí misma, al modo que el movimiento mueve a otra cosa más bien que a sí
mismo [esto es, es accidente] … el alma vive porque participa de la vida, y si
participa de la vida, s porque Dios quiere que viva. Luego, de la misma manera
dejará de participar un día, cuando Dios quiera que no viva [es decir, al no ser ‘la’
vida, tendrá que recibirla de la vida. La vida será, pues, causa, y por lo tanto superior
(Dios)]. Porque no es el vivir propio de ella como lo es de Dios [el alma vivifica al
cuerpo y Dios al alma. Si el alma se aparta del cuerpo, éste perece; si Dios —el
“Espíritu vivificante”—‘se aparta’ del alma, ésta perece, “ya no existe, sino que va
nuevamente allí de donde fue tomada¿?]”
—(J.) Entonces, ¿a quien vamos a tomar por maestro…?
—(Anciano) Existieron hace mucho tiempo unos hombres más antiguos que estos
[se refiere a los filósofos griegos], hombres bienaventurados, justos y amigos de
Dios, los cuales hablaron inspirados del espíritu divino, y divinamente inspirados
predijeron lo porvenir, aquello justamente que se está cumpliendo ahora, son los que
se llaman profetas (… ) Sus escritos se conservan todavía [… y contienen] todo lo
que un filósofo debe saber. Porque no compusieron jamás sus discursos con
demostración, como quiera que ellos son testigos fidedignos de la verdad por encima
de toda demostración; y por lo demás, los sucesos pasados y los actuales nos obligan
a adherirnos a sus palabras. También por los milagros que hacían (…) Por tu parte,
ruega que se te abran las puertas de la luz…
—(J.) … sentí que se encendía un fuego en mi alma y se apoderaba de mí el amor a
los profetas y a aquellos hombres que son amigos de Cristo… hallé que ésta sola es
la filosofía segura y provechosa…»
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