Abrir nuevos mundos; Fernando Flores, Charles Spinosa y Hubert Dreyfus

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UNIVERSIDAD LA REPUBLICA
FACULTAD DE INGENIERÍA
ABRIR NUEVOS MUNDOS
Iniciativa empresarial, acción democrática y solidaridad.
Primer semestre, 2000
SOBRE LOS AUTORES
Fernando Flores, Chileno, desempeñó en tres ocasiones el cargo de ministro de Estado con Salvador Allende.
En la actualidad es presidente de la Business Desing Associates (BDA). Experto en administración de
empresas, autor de cuatro libros, durante más de treinta años ha estudiado cómo trabaja y se entiende la gente
a través de la tecnología y el lenguaje, creando sistemas que han desarrollado en gran medida la comunicación
y la coordinación en el mundo de los negocios.
Charles Spinosa, doctor en Literatura Inglesa por la Universidad de Berkeley, se ha especializado en
innovación y en todos los ámbitos de la acción emprendedora.
Hubert L. Dreyfus, catedrático de la Universidad de Berkeley, es una autoridad internacionalmente reconocida
en Martín Heidegger y en la aplicación de su pensamiento a la técnica y la cibernética.
INTRODUCCIÓN
Este libro intenta desarrollar sensibilidades, no conocimientos. Estas son las primeras palabras del autor, el
que intenta entregarnos una perspectiva que permita desarrollar destrezas básicas para convertirse en un
emprendedor, un ciudadano comprometido y un cultivador de la solidaridad. Además adquirir la capacidad de
poder observarse y mirar el mundo como una experiencia diferente y nueva, con capacidad de asombro y
maravilla, con una capacidad para comprometerse con nuevos modos de ser.
El libro se escribió para tratar de dar un apoyo a los nuevos y viejos empresarios del mundo, el cual trata de
mostrar la penetración en territorio desconocido a través del empleo, al mismo tiempo, de la teoría y la
experiencia practica de sus autores.
El objetivo principal de este libro es mostrar cómo las prácticas emprendedoras, las de los ciudadanos
comprometidos y las del cultivo de la solidaridad se fundamentan y se integran, en definitiva, en una destreza
crucial para nuestra civilización que los seres humanos han poseído en occidente, al menos, durante 2500
años: el Hacer−Historia.
FORMAS DE HACER−HISTORIA
Hacer−Historia: Se le llama así al conjunto de destrezas especiales que están en el fondo de la acción
emprendedora de la acción ciudadana y del cultivo de la solidaridad. Así solo cuando algo cambia el modo en
que nos entendemos a nosotros mismos y nuestro vinculo con las cosas, surge el Hacer−Historia. Por esto no
afirmamos que el feminismo hizo−historia solo porque haya modificado los juicios reflexivos que
formulamos sobre las mujeres. Más importante es constatar que el feminismo cambió el modo en que
percibimos a las mujeres antes de nuestros juicios reflexivos. En esto consiste un cambio cultural, pues
modifica nuestras emociones fundamentales no reflexivas.
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A ese cambio se llega a través de un ciclo que se inicia a partir de una emoción no reflexiva que, luego, de
enfrenta a una serie de acciones, hechos y discusiones públicas y por fin, deriva en una nueva emoción no
reflexiva, que se internaliza en una nueva visión del mundo compartida por mucha gente. A este cambio
medular de percepción lo llamaremos Hacer−Historia.
Entre las destrezas occidentales para hacer historia, existe la articulación (Ayudar al pueblo a recuperar la
imagen de pioneros) y la apropiación cruzada (Procedimiento de atraer ciertas prácticas hacia contextos
donde no era probable que se generasen)
La historia como trasfondo
En este momento de la historia pocos se ven como hacedores de esta y pocos se ven desde la perspectiva de
llevar a cabo una gran misión. Así con grandes masas de ciudadanos no comprometidos, hay dos modos no
históricos de afrontar nuestras existencias: vivir como sujetos modernos que controlan un mundo objetivo o
transformándonos en sujetos posmodernos, situados en el fin de la historia.
Para comprender qué éramos como hacedores−de−historia y cómo podríamos seguir siéndolo, observamos
dos formas de escapar de la historia, una heredada del siglo XVII y otra que aún se está inventando.
La del siglo XVII es la que postula Galileo el cual no promueve una concepción no central del hombre,
apartado de las cosas, al explicar los fenómenos físicos en términos de leyes fundamentales que se cumplen de
modo ajeno a nosotros. Luego que Descartes tomo las enseñanzas de Galileo la gente aprendió a concentrarse
en las tareas productivas aumentando su importancia en las prácticas cotidianas, a través de métodos. Al
hábito de reflexión de Galileo, puesto en relieve por Descartes, lo llamaremos distanciamiento, un hábito que,
en última instancia, puede arrastrarnos a una actitud de abandono del compromiso. Este distanciamiento lleva
a quienes lo practican a buscar el mejor punto de vista que es el que se sitúa como espectador distanciado.
Este distanciamiento, también nos permite una visión más amplia, puesto que nos aparta de las presiones
inmediatas y podemos mirar lo que tenemos al frente en sus relaciones con otras materias.
El distanciamiento permite que nos sustraíamos de las pasiones del momento para tratar de alcanzar la
objetividad, es decir, para pensar y hablar al margen de las variaciones de nuestras disposiciones de animo,
propias de la vida cotidiana.
Nos distanciamos para recrear uno de esos momentos en que creemos estar pensando con mayor claridad. Esta
forma de distanciamiento se valora mucho en la actualidad ya que preferimos una evaluación distante y fría,
aunque sea torpe, a otra aguda en su tratamiento de hechos, pero que delata una visión apasionada.
El distanciamiento alcanza su máxima expresión cuando privilegiamos una visión instrumental, la que mira
las cosas con ojos de extraño, ver las cosas como si fuesen raras y singulares. Luego, distanciándonos de ellas
captamos con mucha claridad los aspectos que sirven a nuestro propósito.
La ultima forma de distanciamiento aparece cuando en nuestra investigación instrumental aislamos los
aspectos de las cosas y analizamos la interrelación de sus componentes. El cartesianismo nos orienta nuestro
deseo personal de tener siempre la razón, guía nuestra impresión de que aquello que se dice con vehemencia
es poco fiable. Lo espontáneo nos suena a imperfecto, así las instituciones refuerzan nuestro sentido de la
responsabilidad al exigirnos ordenados esquemas del mundo, además al hablar de la institución del poder nos
remite a visiones de elites que controlan lo que la gente hace en los negocios, en la vida pública, incluso en
sus actividades cotidianas.
En cualquier aspecto de nuestras vidas, tememos ser tratados, por esta elite, como objetos controlados por
algún sujeto que mueve unos hilos que, a su vez, nos mueve a nosotros. La noción de que exista una elite
semejante nace de la poderosa premisa cartesiana según la cual un dominio de actividad puede ser controlado
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por aquellos que comprenden sus aspectos básicos y las leyes que gobiernan sus interconexiones. La noción
cartesiana de control, que es adecuada para el manejo de las máquinas, se ha internalizado a tal punto que a
veces se olvida que se está trabajando con seres humanos. El temor que un ejecutivo o un político puedan
manipular los objetos de un dominio determinado, y controlarlos desde su ubicación de privilegio distante, es
la pesadilla paranoide que el cartesianismo nos dejó.
Las practicas cartesianas logran éxitos en la ciencia y establecen reglas para frenar a las elites de poder, pero
entorpecen la adaptación al cambio. Un cartesiano sólo puede adaptarse a éste mediante el desarrollo de una
explicación analítica de los nuevos dominios abiertos por las inversiones, que son parte de la acción histórica.
El tiempo torna obsoleta su teoría siempre inacabada aunque lo que verdaderamente cambia son los hechos,
más que las teorías. El cartesianismo actual provee una serie de técnicas recurrentes para compensar la
dificultad de adaptación de sus seguidores en la política, los negocios y la vida.
El cartesianismo no es el único conjunto de practicas que nos llevan a vivir de un modo no histórico. Esta
alternativa es la practica del posmodernismo, el que fomenta una identidad que considera el cambio como un
bien supremo. Por un lado, desarrollamos prácticas para gozar del cambio por el cambio, para sentir que
estamos viviendo en un flujo de acontecimientos, improvisando a cada paso, para utilizar con mayor ventaja
nuestras destrezas. Así también necesitamos una identidad estable para compensar los cambios.
Una descripción detallada de la penetración de Internet en nuestras vidas nos mostrará cómo en este cambio
histórico aparece la tercera destreza occidental para hacer historia, así surge la reconfiguración, que basada
en el mundo de la red donde se destaca la habilidad de Internet para cambiar la compresión común de la
identidad pues nos estimula a pensar en nosotros mismos como seres fluidos, emergentes, descentralizados,
múltiples, en proceso permanente, esto como un verdadero laboratorio social de experimentación en las
construcciones y reconstrucciones del yo que caracteriza la vida posmoderna. Sin embargo Internet, con su
creación de mundo de realidad descarnada, refleja y centraliza muchas practicas marginales de flexibilidad.
Teóricamente podemos adquirir innumerables identidades y ceder al sueño posmodernista de cambiar en
cualquier ámbito por el puro placer de cambiar. Aquí vemos como la transición de una practica marginal pasa
a ser central, y se puede dar lugar a otras practicas marginales, esto es reconfiguración. La red nos promete
crear nuevas formas de destreza y de supervivencia social, que nos faculten para trabajar intensamente en una
actividad determinada, con equipos humanos determinados, para trasladarnos mas tarde a otro tipo de trabajo
con otros compañeros. Una sociedad se caracterizaría por una enorme flexibilidad.
Otro objetivo presente en el libro es mostrar que todavía es posible hacer historia, esto graficado por que cada
generación se identifica consigo misma, quiere dejar su marca, dedicarnos a focalizar un estilo invasivo y
permeable es otro aspecto que hemos denominado articulación, el que también persiguen las generaciones.
No debemos olvidar que nos ocupamos de la reconfiguración, la apropiación cruzada y la articulación cuando
vivimos nuestras vidas con intensidad y compromiso. Por esto se nos plantea un dilema, nos decidimos por la
flexibilidad que nos arrastra o resucitamos nuestras destrezas históricas.
Centraremos nuestra atención en el modo de hacer historia en la vida cotidiana, actuando como
emprendedores, ciudadanos comprometidos y cultivadores de la solidaridad. Esperamos alentar la
recuperación, de las destrezas para hacer historia, demostrando que si vivimos nuestra vida personal y
familiar con intenso compromiso, estaremos ejerciendo nuestra capacidad de reconfiguración, apropiación
cruzada y articulación. Pues si vivimos con plenitud los negocios, la política y el cultivo de la solidaridad,
aún podemos (y debemos) hacer historia.
ESTRUCTURA ONTOLÓGICA DEL HACER−HISTORIA
En esta parte nos abocaremos a explicar las distinciones y categorías apropiadas que pueden permitirnos
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observar las actividades y destrezas del hacer−historia. Se puede sostener que nuestras vidas alcanzan mayor
intensidad y compromiso cuando las desarrollamos y actuamos de acuerdo a ellas. En tal sentido, estas
categorías y distinciones nos proporcionarán una visión de cómo nos moveremos en el mundo que
consideramos más acertado el que nos proporciona el cartesianismo o el posmodernismo emergente.
Como las prácticas cotidianas fundamentan
El Hacer−Historia.
Llamaremos espacio de apertura(disclosive space) al conjunto de prácticas que utilizamos para enfrentarnos
con nosotros mismos, a las personas y a las cosas, produciendo una red autónoma de significados.
Para adentrarnos en lo fundamental de un espacio de apertura, apelaremos al concepto de mundaneidad,
desarrollado por el filósofo Heidegger, el cual afirma que un mundo tiene tres características, en su totalidad
interrelacionada de pieza de equipamiento, cada una de las cuales se usa para llevar acabo una tarea
específica, como por ejemplo, clavar un clavo. Estas tareas se emprenden para lograr un cierto objetivo. En
definitiva esta actividad posibilita que quien la cumple adquiera una identidad, por ejemplo, la de carpintero.
Estas identidades son el significado y el objetivo para embarcarnos en estas actividades.
Llamamos estilo al modo en que, finalmente, se ajustan todas nuestras prácticas. Afirmamos que un estilo no
es un aspecto de las cosas, de las personas o sus actividades, sino aquello que las constituyen en lo que son.
Para entender la importancia que tiene el estilo en el espacio de apertura, dejaremos a un lado habitual con
que nos revelamos a nosotros mismos, a los otros y a las cosas, es decir, los términos de nuestra actividad
instrumental cotidiana, para observar, en cambio, como se coordinan nuestras habituales acciones, o ausencia
de acciones.
En un espacio de apertura distinguimos dos aspectos: su organización y su coordinación. Como hemos dicho,
un espacio de apertura se organiza como un conjunto interrelacionado de equipos y de roles que contribuye a
la realización de una actividad. Sin embargo, para que las cosas, las personas, y las identidades se revelen
como significativas (y no solo como eficaces), esta actividad requiere de un nivel adicional de organización, al
cual denominamos coordinación.
Estar coordinado es mas que estar simplemente interrelacionado. Si cambiamos las leyes del trafico y
exigimos que se conduzca por la izquierda, originaríamos una reorganización masiva de los automóviles y de
las prácticas de conducción, pero no cambiaría lo que significa ser un conductor. Si por el contrario, el cambio
implica una modificación en el estilo de conducir, en las actitudes de los automovilistas y en el modo en que
coordinan sus hábitos de conducción, si su impulso motivador dejase de ser la exhibición de sus reflejos más
violentos y competitivos y fuera sustituido por la cautela y la consideración hacia el prójimo, estaríamos ante
otro estilo de automovilista. Por otra parte, cuando la gente cambia sustancialmente sus prácticas, suele
hacerlo según el estilo que ya posee. El estilo actúa como base para los hábitos que se conservan y también,
para desarrollar nuevas prácticas.
El estilo constituye el fundamento de lo que le da sentido a la actividad human, y con la especial coordinación
de acciones que implica, abrir un espacio de apertura. Esto se produce de tres modos: (1) mediante la
coordinación de acciones; (2) determinando de qué manera las cosas y las personas nos importan; y (3)
transformándonos a nosotros mismos en algo que se transfiere de una situación a otra. Estas tres funciones del
estilo determinan el modo en que las cosas se nos revelan, y adquieren significación para nosotros.
El Fenómeno Del Descubrimiento Histórico.
La actividad de apertura cotidiana recién descrita la denominaremos descubrimiento habitual. Ahora
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abordaremos los distintos modos por los cuales esta última puede cambiar el estilo de un espacio de apertura
configurando lo que llamaremos descubrimiento histórico.
El descubrimiento histórico requiere tres destrezas: primero debemos ser capaces de intuir y concentrarnos en
las anomalías o desarmonías que surjan en la actividad individual; segundo, debemos ser capaces de cambiar
el espacio abierto a partir de las prácticas desarmónicas; y, tercero, construir en base a esa desarmonía. Estas
destrezas se ejercen con naturalidad cuando las personas actúan con un inmenso compromiso. Las
desarmonías son actividades en las que nos involucramos. Sin embargo, el sentido común nos induce a
pasarlas por alto, por no estar coordinadas con nuestras demás practicas. Debemos ser precavidos ante la
tendencia cartesiana de suponer que la destreza para percibir y para concentrarnos en una anomalía es algo
primordialmente intelectual, como si al observar que en nuestra vida existe un problema, intentáramos
analizarlo y resolverlo mentalmente.
La destreza para descubrir las tensiones entre las prácticas de sentido común, y lo que realmente hacemos,
supone una inmensa implicación práctica. La mejor manera de tratar con anomalías es hacerlo con una
experimentación comprometida y no a través de una reflexión distante. La destreza para tratar con anomalías
es más compleja que la destreza que se requiere para observarla y concentrarse en ella. Cuando percibimos
que las cosas que nos interesan parecen frustrarse, tenemos, al menos, tres modos de cambiar nuestro espacio
de apertura: la articulación, la apropiación cruzada y la reconfiguración.
Articulación
Articular es el tipo más habitual de cambio de estilo, este consiste en concentrarse en algo después de haber
experimentado la dispersión, por que a través de ella se revela el aspecto de las preocupaciones que orientan a
la familia y que se materializa en un modo de actuar particular, que es dominante, por encima de las demás
actividades familiares. Cuando articulamos un cambio, el estilo mantiene su identidad fundamental, pero se
torna más reconocible como estilo. Toda articulación hace explicito lo que es implícito. Si lo implícito es vago
o confuso, hablaremos de concentrarse a partir de la dispersión. Si fue importante en otro tiempo, y después
se perdió, lo denominamos recuperación. En ambos casos estamos ante distintas formas de articulación.
Reconfiguración
La reconfiguración es un modo más sustancial de cambio de estilo, en la que algunos aspectos marginales de
las prácticas coordinadas se vuelven dominantes. Se manifiesta cuando se produce un cambio a gran escala.
En general, en los casos de reconfiguración no se experimenta un mayor sentimiento de integridad, pero se
tiene el sentimiento de estar alcanzando horizontes más vastos.
Apropiación Cruzada
Es el tercer tipo de cambio, este sucede cuando un espacio de apertura se apodera de una práctica de otro, una
práctica que el primer espacio no podría haber generado por sí mismo, pero advierte que le es útil.
Estos tipos de cambios son históricos porque se presentan en continuidad con el pasado. Ahora podemos
introducir la noción de lo que significa la autopercepción de la búsqueda de apertura en nuestras propias
vidas: lo que ocurre cuando descubrimos que somos descubridores. Cuando nos comprometemos con las
actividades de hacer historia, lo hacemos con un cambio en la coordinación de prácticas de algún dominio que
nos es propio. Por lo tanto, nos percibimos a nosotros mismos como seres capaces de descubrir cosas, gente e
identidades, coordinados por sus respectivos estilos. Es cierto que podemos descubrirnos y enfrentarnos a
nosotros mismos en distintas maneras, pero es solo en el hacer−historia que conseguimos revelarnos como
descubridores y no como seres codificados o sujetos cartesianos dotados de naturaleza sustantiva.
Por Qué Hemos Olvidado Nuestra Capacidad De Descubrir.
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Existen tres razones posibles. Primero, hay algo en el modo en que opera el sentido común que tiende a
ocultar nuestro papel de descubridores. Segundo, hay una razón estructural de por qué no somos ampliamente
reconocidos como descubridores: tan pronto nos acostumbramos a un estilo, se nos hace invisible. Y tercero,
como nosotros no podemos manejar directamente nuestro estilo de cultura, de empresa o de generación, sino
que lo expresamos a través de nuestro quehacer cotidiano.
A través de esta tendencia tendemos a pasar por alto nuestro rol de descubridores, sin embargo, hay una
sensibilidad especial hacia las mismas en la médula de la acción emprendedora de la ciudadanía
comprometida y del cultivo de la solidaridad.
Cuestionamos las ontologías del poder de la derecha como de la izquierda, sin perder de vista lo genuino de
sus posiciones. Coincidimos con la derecha en que la vida se enfoca y es digna de vivirse sólo cuando se
definen claramente las identidades. Pero coincidimos con la izquierda en que los hábitos humanos están en
constante transformación y las configuraciones permanentes de estructuras de identidad bloquean la
sensibilidad respecto de lo que ocurre en situaciones locales específicas.
Intentaremos demostrar que las personas responden más a situaciones locales, en lugar de reaccionar en
relación al dictado de su identidad.
Una vida que carezca de algo por lo que valga la pena morir no es una vida por la que valga la pena vivir
ACCIÓN EMPRENDEDORA
LA DESTREZA DE LA INNOVACIÓN CULTURAL
La acción emprendedora empieza a ser considerada como una importante fuente de productividad en la
cultura occidental. Comenzaremos por resumir los tres enfoques que sustentan la mayoría de los estudios
acerca de la acción emprendedora.
Consideraciones Habituales Sobre Los Emprendedores
El efecto crucial de los emprendedores consiste en producir un radical cambio social. Pero, a partir de este
hecho, se extraen dos tipos de conclusiones muy diferentes.
• Escritores se orientan a una audiencia de negocios sostienen que se pueden describir los aspectos del
cambio emprendedor y que esto permite a los ejecutivos formar departamentos de investigación y
desarrollo que funcionan emprendedoramente.
• Otro grupo formado por economistas y sociólogos, estima que la producción del cambio cultural
implica transformaciones demasiado radicales como para ser descritas analíticamente.
En consecuencia, establecen modelos que pretenden captar las características de los emprendedores y los
efectos de la actividad que realizan.
Entre los escritores de negocios que analizan los cambios se dan tres modos muy usuales de concebir la acción
emprendedora.
Peter F. Drucker
Drucker es un moderno que acepta las revoluciones en todo excepto en las condiciones en que éstas ayudan a
darle sentido a las cosas. Drucker adopta el modelo cartesiano y, por lo tanto, busca una teoría de la acción
emprendedora. Los emprendedores necesitan buscar expresamente las fuentes de la innovación; los cambios y
aquellos síntomas que anuncian la oportunidad para realizar una innovación exitosa. De este modo, la acción
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emprendedora innovadora sería equivalente a una búsqueda disciplinada de los síntomas de cambio o de
oportunidad, seguida por una aplicación de principios a estos signos incipientes de cambio, destinados a
producir innovaciones efectivas. El perfil de la actividad emprendedora sería una búsqueda disciplinada y
sistemática de los síntomas, para seguir aplicando los principios de diagnostico y tratamiento curativo.
Drucker, también comete un error al ver al emprendedor como una persona que, básicamente, advierte los
cambios que se producen y les saca provecho. Esta manera de reflexionar esta obligada por que parten de
supuestos cartesianos.
Karl H. Vesper
Vesper ve a los humanos como seres prácticos, que adquieren destreza en las distintas actividades, no a través
de teorías abstractas, ni guiando sus acciones conforme a estas teorías, sino haciendo cosas, fracasando y
rehaciéndolas, hasta sensibilizarse a través del hábito sobre lo que vale la pena tomar en cuenta y lo que hay
que desestimar. Muchas personas pueden haber sido expuestas a las mismas necesidades u oportunidades de
negocios, pero lo que hace que los emprendedores sean tales es que ellos realizan acciones para hacer algo al
respecto: idean una solución para la necesidad y prosiguen hasta hacerla asequible a los demás
George Gilder
Gilder es uno de los más entusiastas propulsores de los emprendedores, quien comprende mejor que cualquier
otro especialista en esta materia, que la practica de la acción emprendedora no se fundamenta en le tipo de
destrezas que empleamos en nuestra vida cotidiana. El éxito del emprendedor consiste en realizar... una
arremetida que va más allá de los poderes y de los reinos del mundo establecido; en busca de las fuentes
trascendentes de la creación de la verdad. El emprendedor no tiene fe ni compromiso consigo mismo, sino con
una intuición o con una idea que lo ha impresionado, exigiéndole la entrada de sí mismo a cambio de una
nueva vida en un mundo nuevo que todos compartiremos.
Visualización De Un Emprendedor
Ahora enumeraremos los aspectos de las destrezas emprendedoras que estimamos cruciales:
• Innova concentrándose y comprometiéndose firmemente con alguna anomalía;
• Relaciona esta anomalía con las tareas de su vida;
• Mantiene claridad respecto a la relación de la anomalía con el resto de las cosas que hace y, puesto que
percibe un mundo en el cual la anomalía es central, debe encarnar, producir y comercializar su nueva
comprensión del espacio abierto en torno suyo;
• Debe resguardarla y evaluarla dirigiendo, por ejemplo, talleres o induciendo otro tipo de discusiones,
verificando cómo su intuición encaja con experiencias prácticas más amplias que las propias;
• Hemos sostenido (pero aún debemos demostrar) que el emprendedor debe tomar su nueva concepción y e
encarnarla de un modo tal que se preserve tanto su singularidad como la naturaleza misteriosa del cambio
que produce. Al hacer esto, se ocupa que su nueva interpretación guarde para los otros la misma legitimidad
que tiene para él, y conserve además, su capacidad de reconfigurar las cosas que ocurren en un dominio
particular;
• Finalmente enfoca todas las dimensiones de la actividad emprendedora, coordinándolas unas con otras, y
armonizándolas con la concepción a la que ha dado cuerpo, de manera que las distinciones críticas,
implícitas en la apreciación del producto, se manifiesten en el modo de vida de la empresa.
El emprendedor, además, encarna su innovación de manera que preserve su rareza. Este tipo de encarnación
permite a la innovación del emprendedor producir un cambio de mundo, o al menos un submundo, es decir, lo
que percibimos como un acto de hacer−historia.
En las economías de mercado, las empresas y los empresarios comunes existen para formar identidades que
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los demás reconocen como respetables debido a su utilidad o a su excelencia. Cuando decimos comunes
queremos decir empresarios y empresas que actúan, simplemente, de acuerdo con las prácticas de las
economías de mercado.
Los empresarios realmente exitosos no son muy distintos a los demás; al contrario, suelen estar conectados
con la cultura. Aquello que les otorga la habilidad de percibir las necesidades futuras de sus clientes no es una
misteriosa agilidad mental que enciende de pronto, sino su capacidad de leer las conversaciones de la
humanidad. Pueden percibir dónde se encuentran sus pares culturales, a qué valores adherirse, qué fines
perseguir qué cosas considerar hermosas y cuáles calificar de profanas.
Destreza Emprendedora
Hemos sostenido anteriormente que la actividad del emprendedor no es una actividad especializada, pues
tiene sus fundamentos en la vida cotidiana. Podemos mostrar esta conexión, observando que la atracción por
las desarmonías encaja con nuestra descripción de cómo se nos revelan las cosas dentro de la actividad
humana y el día a día. Al conducir un automóvil, por ejemplo, esta actividad consiste básicamente en un
ejercicio realizado de manera rutinaria pero que, al mismo tiempo, requiere de acciones particulares. La
estructura de esta actividad puede tomarse como base para describir la del proceso innovador de los
emprendedores, con la particularidad de que su acción se encuentra en mayor sintonía con la naturaleza de la
actividad humana. Responde con entusiasmo, cuando aparecen acontecimientos inesperados e importantes y,
precisamente, a su alrededor. Ser atraído por una desarmonía significa tomar plena conciencia de que la
comprensión de lo que teníamos de lo que debíamos hacer era una más limitada que laque ahora tenemos ante
nosotros, que se nos ha revelado con más actual y ajustada a la actualidad. Así, en lugar de responder con la
sensibilidad propia de la situación habitual que esperábamos, al surgir una sorpresa, podemos responder a ella
con una sensibilidad más intensa.
Los emprendedores están en sintonía con la naturaleza descubridora de la acción humana, en la que establecen
espacios de apertura que se mantienen ligados por estilos particulares. Por estar en este tipo de sintonía los
emprendedores contribuyen a reconfigurar las prácticas de su sociedad. Por lo tanto, cuando modifica el estilo
de submundos particulares o el estilo de la sociedad en general, el emprendedor induce el cambio social.
Existen, al menos, otras dos clases de seres humanos que comparten con el emprendedor la empresa de
transformar los espacios de apertura. Estos tres tipos son, fundamentalmente, de la misma índole, pero, para
admitir esta afirmación, hay que señalar algunas importantes diferencias que existen entre unos y otros. Los
emprendedores reconfiguran el estilo de un espacio de apertura al instalar, en el mismo, servicios, productos o
prácticas nuevas; el ciudadano comprometido usa el habla interpretativa para apropiarse cruzadamente de
otras prácticas; la figura cultural articula importantes prácticas que aún ignoramos.
Empleamos la denominación de ciudadano comprometido, aunque nos choca su básica redundancia. La
palabra ciudadano fue acuñada en tiempos de la Revolución Francesa para diferenciar a los súbditos reales de
los insurgentes de nuevo cuño. Estos ciudadanos que salieron con palos, picas, hambre y rabia a tomar La
Bastilla eran, desde luego, un ejemplo de compromiso. Del mismo modo que su grito de entonces, Igualdad,
libertad y fraternidad, fue sufriendo sutiles cambios, que en nuestro siglo tengamos que subrayar el
compromiso y decir ciudadano comprometido es, posiblemente, un signo de nuestros tiempos.
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