Los nuevos caminos de la televisión cultural

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Los nuevos caminos de la televisión cultural
Domingo 5 de agosto de 2007
Pedro Pablo Guerrero
Un innovador proyecto de comunicación para jóvenes en Bogotá se convirtió en un programa
de culto, que demuestra la calidad y dinamismo de la producción cultural colombiana.
Convocado por la Televisión Educativa Iberoamericana y la Fundación de Nuevo Periodismo
Iberoamericano, se desarrolló en la U. Diego Portales un encuentro en el que se discutieron los
desafíos que enfrenta el periodismo cultural con la llegada de la televisión digital.
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PEDRO PABLO GUERRERO
Científicos argentinos cambian el laboratorio por la cocina para explicar por qué razones de la
física (y no de la Ley de Murphy) las tostadas caen con el lado de la mantequilla hacia abajo;
Damien Hirst, el artista británico que puso un tiburón en un gigantesco recipiente con formol,
abre las puertas de su casa en el estado mexicano de Guerrero; el colombiano Emiliano Zuleta
recuerda cómo compuso el mundialmente famoso vallenato "La gota fría" a partir de un desafío
que perdió por walk over su retador.
Si hay algo que sacaron en limpio los asistentes al seminario de Periodismo Cultural en
Televisión, finalizado recientemente en Santiago, es que el género expande sus dominios al
mismo tiempo que su afán por captar nuevas audiencias. Búsqueda que se realiza en un
momento decisivo, cuando se espera en toda América Latina la llegada de la televisión digital y
varios países discuten la norma que la regirá. A nadie se le escapa que esta nueva tecnología
podría traducirse en una multiplicación sin precedentes de la oferta de contenidos, pero ¿qué
tan preparada está la televisión iberoamericana para enfrentar esta oportunidad?
Durante los tres días que duró el encuentro internacional de periodistas, productores culturales
y analistas, se hizo evidente que no todos los actores están en el mismo pie. Comparando con
casa, sin ir más lejos, sorprende la calidad de estaciones como canal 22, la emisora de
televisión del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes del Gobierno de México. Con 13
años de existencia, su actual director es el novelista Jorge Volpi (En busca de Klingsor). El
director de noticieros Juan Jacinto Silva estuvo presente en el seminario de Santiago, donde
realizó interesantes aportes sobre los criterios para acoger nuevos temas y formatos. Con el
mismo entusiasmo y ausencia de prejuicios, Silva acoge tanto la idea de entrevistar a un artista
de vanguardia (Hirst) como la de ofrecer un reportaje sobre las fiestas electrónicas mexicanas,
apelando a todos los anzuelos del lenguaje audiovisual: "Los hechos culturales no
necesariamente son noticia. El lanzamiento de un libro, una muestra de pintura o una obra de
teatro no tienen por qué serlo. Somos nosotros los que intervenimos en ese hecho cultural para
convertirlo en algo televisivo".
No todo es tan fácil, desde luego. Por muy público que sea un canal, el rating y el presupuesto
continúan siendo asuntos ineludibles para determinar la duración de los programas y el horario
que ocupan en la parrilla. Canal 22 sabe que no pueden competir en volumen de audiencias
con Televisa o TV Azteca.
Similar es la situación de la televisión brasileña, donde coexisten canales de servicio público (y
el Presidente Lula estudia la creación de una emisora estatal) junto a una televisión comercial
cuya máxima expresión es TV Globo, perteneciente a un gigante de las comunicaciones. TV
Cultura, del estado de Sao Paulo, trabaja con un presupuesto anual de 140 millones de reales
(más de 3.000 millones de pesos) contra los miles de TV Globo. Así y todo, el canal paulista se
las arregla para transmitir durante todo el día espacios dedicados al cine, la música, la literatura
y el arte brasileños, pero también programas misceláneos tan originales como el "Café
Filosófico", en el que a partir de un problema humano (la amistad, el suicidio, la traición...) se
muestra la forma en que lo han abordado distintos pensadores, ilustrando el tema con
fragmentos de películas y piezas musicales. El espacio tiene muy buena acogida en audiencias
populares, hecho que el presidente de TV Cultura, Jorge da Cunha Lima, atribuye a la
necesidad que tienen de profundizar sus conocimientos aquellos sectores que no recibieron
una formación cultural amplia en la escuela.
"Buscamos divulgar todos los productos creativos de una nación, de una identidad, no
exclusivamente aquellos consagrados", explica Da Cunha.
A pesar de este afán por identificarse con las expectativas del público, las mediciones de
sintonía no siempre son alentadoras, como lo demuestra la esmerada cobertura que hizo el
canal paulista del reciente festival literario de Parati. Incluso con Coetzee y el debate histórico
entre Nadine Gordimer y Amos Oz, las audiencias fueron modestas.
El escritor argentino Martín Caparrós sabe de esto por experiencia propia. Hace veinte años
incursionó en un programa cultural que se acabó porque no dio los resultados comerciales
esperados. Su opinión hoy es provocadora:
"Cada pueblo tiene la televisión que se merece. Es fácil -e hipócrita- postular que la mayoría de
las personas ven basura en televisión por la perfidia de los grandes empresarios. En Buenos
Aires, donde la mayoría tiene cable, casi nadie ve el History Channel o el National Geographic,
y millones ven a Tinelli".
Jorge Aulicino, editor general adjunto de revista Ñ, de Clarín, matiza los juicios de su
compatriota. Cree que el periodismo cultural debiera apuntar a una masa de intereses
cruzados: gente que ve realities y series como "Montecristo", pero que también lee diarios y va
a la Feria del Libro. A esa franja de público hay que ganarla con información, actualidad,
polémica y capacidad para contar historias. "Yo no haría un programa de televisión ni una
revista con un sillón y dos macetas con plantas", advierte.
Este concepto añejo y estático de la cultura fue cuestionado por la mayoría de los asistentes, al
igual que la tendencia suicida a convertirla en un producto de nichos. Como hizo ver el cronista
colombiano Alberto Salcedo, colaborador de Etiqueta Negra y El Malpensante, "La televisión
cultural debe ir más allá de ese concepto elitista de quienes la reducen a las artes. Debe
fortalecer la identidad y la memoria y procurar miradas plurales sobre la realidad. Aunque
suene rimbombante, debe ayudar a construir nación".
Después de todo, la televisión cultural no tiene por qué ser el patito feo del medio. Más aún,
con innovación tecnológica, creatividad y alianzas entre las televisiones públicas y comerciales,
puede llegar a tener tanto éxito como "Betty La fea", siempre que se atreva a quitarse anteojos
y frenillos.
Nuestra fragilidad televisiva
En algunos asistentes al seminario quedó la sensación de que la presencia chilena fue
sintomática de nuestro peso televisivo: entre los panelistas no había ningún integrante de los
programas culturales que se transmiten actualmente. Jaime Abello Banfi, director de la
Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, explica que hicieron una invitación pública a
periodistas culturales de televisión a través de su red, que llega a más de 40 mil suscriptores.
"La respuesta desde Chile a esta convocatoria y a las invitaciones fue muy baja. Tal vez no
llegamos a los que son...".
Destacó, en cambio, la participación de Antonio Skármeta. El conductor del desaparecido
"Show de los Libros" fue saludado con respeto por los participantes de los países donde se
transmitió el espacio. El autor disparó con sarcasmo: "Cincuenta años de televisión y la criatura
ha crecido poco. Se ve debilucha, moquillenta, obsesionada con los mismos juguetes gastados,
durmiendo todas las noches con el fetiche regalón. No ha aprobado el kindergarten, ni la
primaria, menos la secundaria, y jamás rendirá una prueba que le permita entrar a la
universidad. Como un punching-ball de gimnasio pobre cualquier aficionado entra y la golpea.
Habrá quien le dé uppercuts académicos y soporíferos, y no faltará un latigazo sexual de nalga,
silicona y pezón. Los que no la fustiguen con el puño lo harán con navajas, cuchillos, pistolas,
bombas atómicas. Todos los días el bedel tendrá que limpiar con el aburrimiento de Sísifo la
sangre salpicada, pues sabe que mañana volverá a chorrear tanto ketchup como aserrín en la
pista del circo".
En su análisis de los géneros culturales que dominan la pantalla abierta chilena, Valerio
Fuenzalida manifestó que la televisión digital brinda una oportunidad para diversificar la oferta:
"TVN debería operar en régimen de canal multioperador y ofrecer una señal pública cultural
con tecnología digital terrestre abierta y nacional. La emisión segmentada genera demanda por
producción de nuevos géneros culturales, y esa oferta genera públicos fidelizados. Esta
aspiración me gustaría verla encabezada por nuestro Ministerio de Cultura".
Sin embargo, Skármeta fue escéptico respecto del cambio tecnológico, acusando a la televisión
actual de separar el mundo en compartimentos cerrados (rockeros con rockeros, políticos con
políticos, futbolistas con futbolistas...). "¡Nunca se ponen en tensión elementos disímiles cuya
fricción haría saltar chispas! Aunque pasemos de un mundo analógico a un mundo digital, la
menguada fantasía que anima a los canales va a significar esto: se hace siempre televisión
como se ha hecho antes".
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