LOS VALORES INTANGIBLES DEL PATRIMONIO, EL PATRIMONIO INTANGIBLE Pere de Manuel Vicepresidente de ICOMOS-España (SILBOARTE 2006, Seminario sobre Itinerarios Artísticos del Patrimonio Cultural en la Macaronesia) “La cultura es un discurso cuyos significantes definen realmente, es decir, delimitan, diferencian una cultura de cualquier otra. La cultura es la identidad del colectivo y es por lo único que a dicho colectivo se le identifica y, en consecuencia, se le reconoce, y por eso puede hablarse de la cultura como lo subjetivo, como el sujeto de un país, comarca o pueblo determinados. Nadie habla ya del ‘alma’ de un pueblo, que eso es un concepto idealista e ideológico, sino de su cultura.”Así se expresaba el siquiatra y escritor Carlos Castilla del Pino en unas jornadas sobre Patrimonio Cultural y Memoria. (1) Como ustedes saben, cultura empieza a definirse como concepto teórico a partir del siglo XVIII, y a entenderse no ya como “el cultivo de la tierra” sino como la característica más esencial de la persona humana, como la expresión colectiva de las experiencias y concepciones propias de cada colectivo humano en constante proceso de elaboración. Una característica, inherente a la persona humana como ser social y racional que es y que, a diferencia del resto de los seres vivos, le hace capaz de transmitir a generaciones sucesivas, gracias a su capacidad de aprendizaje y de comunicación, pautas mentales y de conducta y, al mismo tiempo, le permite crear y transformar, substituyendo o perfeccionándola, su propia cultura. Al entender la cultura como lo subjetivo, como aquello que envuelve, identifica y transciende las realizaciones humanas, individuales o colectivas, nos permite deducir la intima relación entre el objeto y el sujeto que lo realiza, entre patrimonio y cultura, entre lo material y lo inmaterial, lo tangible y lo intangible. De todo ello puede deducirse que el fruto de una cultura, de un pueblo, es lo que llamamos patrimonio cultural, que es el testimonio fehaciente de una manera de hacer y de comportarse, individual o colectivamente y la seña de identidad propia de la sociedad en la que se realiza. Generalmente se ha clasificado, y la UNESCO así lo reconoce, al patrimonio cultural como patrimonio tangible y patrimonio intangible. Sin embargo esta clasificación puede llevar a equívoco por cuanto con ella se puede presumir la posibilidad de contraponer el patrimonio material, tangible, al inmaterial, cuando, conceptualmente, todo el patrimonio cultural es fruto de la cultura y, por consiguiente, es no materia. Por otra parte, Máximo Giannini, en su ya clásico estudio sobre “I beni culturali”, de 1976, afirma que “el bien cultural tiene como soporte una cosa, pero no se identifica con la cosa misma, sino que, como bien, se adjetiva de aquel “valor cultural” inherente a la cosa. Por ello, la misma cosa es (o puede ser) elemento material de varios bienes jurídicos: en particular de un bien patrimonial y un bien cultural”. Según Marcos Vaquer, a partir de estas premisas, Giannini, califica el bien cultural como “inmaterial” porque “la cosa material es soporte del bien, pero no el bien en sí mismo; este se da en el valor cultural que es inmaterial”. Por otra parte, lo califica, en segundo lugar, como público “no en cuanto bien de propiedad, sino en cuanto a bien de fruición”. (2) De lo dicho podemos establecer que la distinción entre patrimonio tangible e intangible no es absoluta ya que las dos categorías son continuas y en ocasiones pueden solaparse y que existen unos valores intangibles subyacentes en los elementos materiales del patrimonio cultural y un patrimonio específicamente intangible. Si nos referimos al patrimonio cultural, en la Convención sobre la protección del Patrimonio mundial, cultural y natural, de 1972, se considera que los monumentos y los conjuntos, para incluirlos en la Lista del Patrimonio Mundial, han de tener un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia; y para los lugares ese valor excepcional debe considerarse desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico. Al mismo tiempo, en las Directrices para la aplicación de la Convención, se aprecia muy claramente el sentido del valor intangible, es decir cultural, como el factor prioritario para poder ser incluido un Bien en la mencionada en la Lista. Así, en los criterios de aplicación para la evaluación se establece, entre otros, que cada Bien: debe representar una obra de arte del genio creador human, o atestiguar un intercambio de influencias considerable, etc. Y, junto a estas expresiones y conceptos aparecen otras como: tradición cultural, civilización, historia humana, tradiciones, creencias, ideas… todas ellas referentes a conceptos y valores intangibles, que por estar embebidos en un elemento material permite que este alcance la categoría de patrimonio cultural y por ello ser considerado un bien público y que, en el caso de que esos valores sean excepcionales, será considerado un bien patrimonio no solo de una persona o comunidad propietaria, de una cultura o civilización, sino de toda la Humanidad. Si hablamos del patrimonio construido, los valores intangibles a que nos estamos refiriendo subyacen en los inmuebles, en sus espacios, en sus ambientes, en sus entornos, en su tipología y técnica constructiva, etc. fruto de la cultura secular impregnada en ellos y que, a su vez, dimana de ellos como un todo envolvente; valores, que son apreciados mediante el conocimiento y la sensibilidad personal y colectiva - de la sociedad o grupo en el que ha sido creado- y que se conservan y transmiten, como todo el patrimonio cultural, gracias a la memoria histórica, a la sensibilidad y a la formación cultural. Fruto de esos valores intangibles podremos hablar, de la peculiar personalidad histórica y cultural de un monumento o de un núcleo de población; de su identidad, que no consiste, como hemos dicho, únicamente en los elementos o testimonios físicos, sino también en el carácter, en el “sabor” y singular atmósfera que los envuelve y es inseparable de ellos y que, al ser valorados y aprehendidos por la sociedad, se hacen memoria, seña de identidad y símbolo, y, también, materia de estima para la población que los realizó y alberga. Las diferencias conceptuales y de criterios y en especial de sensibilidad de las diferentes culturas o civilización, motiva que el patrimonio arquitectónico en general y en particular sus valores intangibles, implícitos en él, puedan ser valorados de muy diferente forma o incluso pasar desapercibidos. Todo depende del grado de conocimiento histórico y cultural, de integración en la cultura que lo alberga y de la sensibilidad del individuo o grupo que lo habita, estudia o contempla. De aquí se deduce la importancia que para una buena conservación del patrimonio y para su comprensión tiene el conocimiento y el respeto de la cultura que lo realizó. Las diferentes sensibilidades en la definición y conocimiento de los diversos componentes que integran el patrimonio arquitectónico, se constató claramente en la Conferencia de Nara (Japón) al tratar sobre la “autenticidad” en el patrimonio arquitectónico. Para los japoneses, por ejemplo, y otros pueblos, a la hora de conservar ese patrimonio, prima ante todo la conservación del lugar, de la forma, del espacio construido, del concepto o idea, antes que los materiales. Así sucede, por ejemplo en el templo sintoísta de madera de Ise, Japón, donde cada veinte años, desde el siglo VII, se viene reconstruyendo exactamente en su mismo modelo. Esta manera de actuar, motivada por la poca perdurabilidad de los materiales de construcción y por la frecuencia de fenómenos naturales destructivos (terremotos, tornados) pero principalmente, en su concepción filosófica y/o religiosa de la vida, en la que asume una gran importancia la interioridad del ser y su íntima relación con el universo que le rodea. De ahí, que para esos pueblos, el elemento intangible, enraizado en la memoria histórica y colectiva, sea considerado como el factor principal perdurable y digno de conservación, en detrimento de la materia. En nuestra cultura occidental aún prima, en la consideración del patrimonio, el factor material pero cada día se es más consciente del valor de lo inmaterial. Ejemplos significativos de la presencia de los valores intangibles en el patrimonio tangible los tenemos en la declaración como Patrimonio de la Humanidad de los monasterios de San Millán de la Cogolla, en la Rioja, y del Camino de Santiago. Los monasterios riojanos no se declaran únicamente por los valores históricos y artísticos que poseen, que también, sino, fundamentalmente, por ser el lugar donde se escriben las primeras palabras del castellano y del vascuence. Es el lugar donde se materializa, si así puede decirse, algo tan etéreo, y tan presente, como el idioma; idioma que a la vez sirve de lazo de comunicación, entendimiento y unión entre las personas y entre los pueblos. Todos ellos, valores universales. Por lo que respecta al Camino de Santiago existe un trazado físico, unos monumentos que lo jalonan, unos espacios y unos paisajes ciertamente importantes, de singular valor pero, el Camino, ha sido, a lo largo de la historia y es, vía de comunicación y de intercambio de ideas, de arte, de cultura; senda de realización interior y personal del peregrino, germen de la unidad entre los pueblos de Europa; símbolo de la civilización cristiana europea, etc. todos ellos valores intangibles que le hacen excepcional. Son los valores intangibles ese “plus ultra” fuera del tiempo y del espacio pero en la memoria y sensibilidad de la persona humana que, por estar implícitos en los monumentos y en los sitios, los hace “ser” bienes culturales y en consecuencia patrimonio de la sociedad. A tenor de lo expuesto, se puede decir que un “valor intangible” es aquel que motiva y/o responde, por una parte, a los valores culturales propiamente dichos (historia, arte, ciencia, estética, etnología, etc.) y, por otra, a la inteligencia y a los factores no racionales, subjetivos, de la naturaleza humana: sentimientos, memoria, emociones, sensaciones, sensibilidades, evocaciones, espiritualidad, símbolos, etc. ... Entre estos otros factores podemos considerar a título de ejemplo, en el patrimonio construido o en los sitios históricos, los siguientes: - El poder de la imagen como seña y símbolo de identidad, evocadora, generadora de sentimientos y de recuerdos individuales y colectivos. Ejemplos: La ermita de un pueblo, la sinuosidad de una calle árabe, la montaña de Tindaya, el skai line de Manhatan, etc. - El valor documental, testimonial y de memoria histórica que nos transmite, de manera fehaciente, noticia de: historia, cultura, sociedad, economía, filosofía y forma de vida, idiosincrasia de la población, arte, tecnología constructiva, ambientes, etc. - El poder generador de sensibilidades: belleza, calma, paz, religiosidad, emociones. (Claustro de un monasterio, jardín, etc.) - El poder definidor como hito y la íntima relación (unidad) del monumento o conjunto histórico con su entorno, urbano o rural, definidor, por una parte de su imagen paisajística y, por otra, herramienta de comprensión histórica, cultural, económica y social de la época. - El poder generador de relaciones humanas y de vínculos culturales entre las personas y entre estas y el monumento, conjunto o sitio histórico, tanto de orden personal como colectivo (turismo, folclore, manifestaciones culturales y religiosas etc.) Cabe destacar la fuerza y el poder que como símbolo y seña de identidad tiene el patrimonio cultural. Unos valores inmateriales, insertos en el, capaces de elevar los sentimientos y la sensibilidad humana y que mueven a conservar la humilde ermita de un pueblo, a defender, ante un movimiento especulativo, un barrio histórico, o a reconstruir Varsovia o el Liceo de Barcelona, pero que, también, si no se vehicula en la buena dirección, lleva a la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York, de los Budas de Afganistán o de Dubrovnik. Esto debe hacernos reflexionar y señalar como la educación en la comprensión y el respeto a las culturas, y por ello a sus manifestaciones, es la base fundamental de toda buena política de conservación del Patrimonio. Pero vayamos a hablar ahora del patrimonio inmaterial. Una de las formas como ha sido definido lo sintetiza en el “conjunto de formas de cultura tradicional y popular o folclórica, es decir, las obras colectivas que emanan de una cultura y se basan en la tradición”. La UNESCO entiende también que “Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana”. El patrimonio inmaterial es un patrimonio vivo, practicado por personas reales, que engloba los aspectos más importantes de la cultura secular y, como tal, se manifiesta particularmente en las tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma como vehículo del patrimonio inmaterial; en las artes del espectáculo, usos sociales, rituales y actos festivos; en los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo y en las técnicas artesanales tradicionales. A diferencia del patrimonio material, en el que los valores intangibles actúan y forman parte del mismo, en el caso del patrimonio intangible el principal depositario es la mente humana, reservándose el cuerpo humano como contenedor o ejecutor si bien, en otros casos, puede servirse de productos y elementos materiales para realizarse y perpetuarse. Un ejemplo del primer caso de patrimonio intangible sería el silbo gomero y del segundo, las artes escénicas, interpretativas o musicales en el que, estas, se sirven de un conjunto de objetos y elementos tangibles propios (máscaras, decorados, instrumentos musicales, etc.) realizados generalmente por artesanos cuya técnica ha sido transmitida, al igual que el arte escénico, secularmente. El arte escénico, junto a la transmisión de las técnicas artesanales que le son propias forma, con ellas, un patrimonio cultural inmaterial pero éste es inseparable del soporte material, que le es necesarios para manifestarse, por lo que tanto lo uno como lo otro deben conservarse si se quiere preservar en toda su autenticidad e integridad. Ahora bien, conviene señalar que “autenticidad”, de acuerdo con la declaración de Yamato, no tiene la misma significación para el patrimonio material que para el inmaterial ya que este es un patrimonio vivo, dinámico, que suele evolucionar de acuerdo con la vida propia de las comunidades. Así como el patrimonio cultural material tiene un soporte físico, mediante el cual puede reconocerse y perpetuarse, siempre que se mantengan en su autenticidad e integridad, las obras del ingenio, la creación intelectual, etc., es decir, el patrimonio inmaterial, por su extrema fragilidad (olvido) necesita, para su salvaguardia, unos soportes, que en algunos casos pueden ser tangibles (documentación, catalogación, registro, archivo, etc.) y en otros, por la naturaleza del Bien, (una actividad, una tradición, en nuestro caso el silbo gomero) además de ser documentado, necesita ser mantenido vivo en su contexto original; es decir, cultivado y transmitido, por la persona humana o grupo social, en su espacio físico o natural y en su ambiente cultural. Es necesario, ustedes lo saben bien, conservar viva la memoria y fomentar el aprendizaje mediante actividades educativas avanzadas, desarrollar el conocimiento y la expresión, y todo ello, unido a acciones de reconocimiento, de difusión e incentivación. Solo así se podrá garantizar su preservación y transmisión a las generaciones futuras en las mejores condiciones. Es decir, en un contexto vivo, digno, contemporáneo y creativo, que evite su “momificación” o folclorización. Se permitirá así su disfrute, el reconocimiento de la identidad cultural propia y, al mismo tiempo, se fomentará el entendimiento de las culturas en la diversidad; entendimiento, al que todos aspiramos. Recordemos aquellas palabras del principio de esta charla: “La cultura es un discurso cuyos significantes definen realmente, es decir, delimitan, diferencian una cultura de cualquier otra. La cultura es la identidad del colectivo y es por lo único que a dicho colectivo se le identifica y, en consecuencia, se le reconoce” … NOTAS 1. CASTILLA DEL PINO, C. La memoria y la Piedra “Simposi Patrimoni: Memòria o malson ?” . Memòria del Servei del Patrimoni Arquitectònic Local 1990-1992. Servei del Patrimoni Arquitectònic Local. Diputació de Barcelona 1993 2. VAQUER CABALLERIA, M. La protección del Patrimonio Cultural Inmaterial. Museos.es:Revista de la Sbdirección General de Museos Estatales, ISSN 1698-1065, Nº 1, 2005, , pag. 89-99 BIBILOGRAFIA CONSULTADA AIKAWA, N. Patrimonio Cultural Intangible: nuevos plnteamientos respecto a su salvaguardia. http://www.crim.unam.mx/cultura/informe/informe%20mund2/PATRIMONIO.htm FERNÁNDEZ DE PAZ, E.. De tesoro ilustrado a recurso turístico: el cambiante significado del patrimonio cultural. Pasos. Revista de turismo y patrimonio cultural. Vol.4 , núm. 1, pag.1-12. 2006. www.pasoline.org KAWADA,U. 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