Ejecución forzosa

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TEMA 13.− LA EJECUCIÓN FORZOSA
NOCIONES GENERALES
1.− Concepto
El contenido de la potestad jurisdiccional no se agota con la sentencia, con la decisión definitiva del proceso,
declarando el derecho en el caso concreto. El juicio jurisdiccional, favorable o no a lo pretendido por el actor,
puede ser en algunas ocasiones insuficiente para dar cumplida satisfacción al derecho fundamental a la tutela
judicial efectiva que, encaminada a la defensa de sus derechos e intereses legÃ-timos, reconoce el art. 24.1 de
la Constitución a todas las personas.
Una verdadera efectividad de la tutela judicial precisa con frecuencia de la intervención de los órganos
judiciales tras la resolución del conflicto a fin de dar adecuado cumplimiento a lo declarado en la sentencia,
impidiendo que ésta se convierta en una mera declaración de intenciones o en un ejercicio jurÃ-dico más
o menos brillante; de otro modo, los derechos reconocidos por los tribunales carecerÃ-an de virtualidad, por
lo que, como ha reconocido el Tribunal Constitucional, la ejecución de las sentencias se integra en el derecho
fundamental a la tutela judicial efectiva, como necesario contenido del mismo.
El carácter coactivo de las normas jurÃ-dicas lleva aparejado como lógica consecuencia que el Estado
deba, llegado el caso, hacer uso de la fuerza para imponer el cumplimiento de las resoluciones dictadas por los
tribunales que él mismo ha instituido y a quines atribuye en exclusiva el ejercicio de la potestad
jurisdiccional.
Que el art. 117.3 de la Constitución disponga que el ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo de
procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a los Juzgados y Tribunales.
No todas las resoluciones judiciales son ejecutables. En primer lugar, no pueden ser objeto de ejecución las
sentencias desestimatorias de la demanda, o absolutorias del demandado, porque no reconocen derechos a
favor de ninguno de los litigantes ni delimitan situaciones jurÃ-dicas. En segundo lugar, tampoco son
ejecutables las sentencias estimatorias que acojan pretensiones mero declarativas (en cuyo caso, la tutela
judicial se consume precisamente con el dictado de la sentencia) o constitutivas (que, en cuanto crean,
modifican o extinguen un estado o situación jurÃ-dica, sólo podrán ser objeto de ejecución impropia)
(art. 521.1 LEC). Restan, finalmente, las sentencias declarativas de condena, que son las resoluciones
judiciales susceptibles de ejecución, cuando el condenado no haya cumplido voluntariamente la prestación,
el mandato contenido en la sentencia (en caso de cumplimiento voluntario, si bien nos encontramos ante una
verdadera ejecución de sentencia, no puede hablarse de ejecución procesal o de ejecución forzosa, porque
no existe la intervención de un tribunal).
AsÃ- pues, la actividad jurisdiccional, que no se agota en el juicio, se extiende a otros momentos para lograr
la efectividad de la tutela judicial, y que conforman lo que se denomina proceso de ejecución; es decir,
actuaciones que tienen como finalidad realizar por la fuerza lo ordenado en un tÃ-tulo, que contiene un
pronunciamiento de condena o una prestación, definitivo e irrevocable, y que sólo puede proceder de una
autoridad judicial o, en los casos permitidos por la ley, de un árbitro.
Cuando el condenado no cumple voluntariamente la prestación reconocida en la sentencia (o en el tÃ-tulo
extrajudicial que sirve de base a la ejecución), tiene lugar, a instancia de acreedor, la ejecución forzosa: la
actuación de un órgano judicial sustituyendo la conducta del ejecutado a fin de obtener la prestación que
resulta ya indiscutible, y cuya efectividad se persigue sin previa declaración. AsÃ- lo ha entendido la LEC,
que ordena iniciar el proceso de ejecución con una demanda ejecutiva, que dará lugar al despacho de
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ejecución por medio de auto (arts. 549 y 551 LEC).
2.− La efectividad de la tutela judicial en la ejecución
Puede decirse que la ejecución forzosa representa uno de los termómetros más significativos para medir la
eficacia de la Administración de Justicia de un paÃ-s. De nada le sirve al litigante que obtuvo una sentencia
favorable que la resolución judicial acogiera sus pretensiones, si a la postre fallan los mecanismos para
obtener su cumplimiento.
La falta de eficacia de la ejecución forzosa en el proceso civil debe analizarse desde una doble perspectiva:
de un lado, en las deficiencias funcionales de la Administración de Justicia española y, de otros, en las
posibles carencias en el plano normativo.
Desde el primer punto de vista, la ejecución de las sentencias ha sido un cometido que en nuestros Juzgados
ha sufrido por desgracia un generalizado abandono de la dirección del juez, encargado hasta el presente de
esas funciones, que en la práctica se encomiendan en su mayor medida al personal auxiliar de los órganos
judiciales. Los secretarios judiciales pueden desempeñar un papel capital en esta actividad de los tribunales,
la LO 19/2003, de modificación de la LOPJ, atribuye a estos funcionarios competencias en la ejecución,
salvo las que exceptúen las leyes por estar reservadas a jueces y magistrados, cuando asÃ- lo prevean las
leyes procesales (art. 456.3 a). LOPJ.
Desde la segunda perspectiva, la de los instrumentos normativos para lograr el cumplimiento de los tÃ-tulos
de ejecución, es lo cierto que el derecho a la tutela judicial efectiva del litigante vencedor en el proceso sólo
resulta satisfecha cuando obtiene aquello que se le concedió en la sentencia (o en el tÃ-tulo extrajudicial),
bien mediante cumplimiento voluntario del obligado, bien acudiendo a la intervención judicial. Por tal
motivo, el ordenamiento jurÃ-dico previene que las sentencias se ejecuten en sus propios términos, salvo
cuando la ejecución resultare imposible, en cuyo caso el órgano jurisdiccional adoptará las medidas
necesarias que aseguren la mayor efectividad de la ejecutoria, y fijará la indemnización que sea procedente
en la parte en que aquélla no pueda ser objeto de cumplimiento pleno (art. 18.2 LOPJ).
La LEC ha dado un paso muy importante en aras de la efectividad de la ejecución forzosa. De un lado,
estableciendo la obligación del deudor de hacer manifestación de su patrimonio en cuantÃ-a suficiente para
hacer frente a la condena pecuniaria (art. 589); de otra parte, permitiendo la investigación del patrimonio del
ejecutado (art. 590); además, estableciendo multas coercitivas en caso de incumplimiento de condenas a
hacer personalÃ-simo o a no hace, en este caso con apercibimiento de incurrir en el delito de desobediencia
(art. 709 y 710).
AsÃ- pues, para la efectividad de las ejecuciones pecuniarias, encontramos como instrumentos útiles la
manifestación de bienes y la investigación del patrimonio del ejecutado, de modo que el tribunal podrá
dirigirse a las entidades financieras, organismos y registros públicos y a las personas fÃ-sicas y jurÃ-dicas
que el ejecutado indique para que faciliten la relación de bienes o derechos de éste (art. 590).
Cuando se trate de ejecuciones de hacer o no hacer que sean personalÃ-simos, de modo que no pueda
sustituirse la acción u omisión del condenado, se permite al ejecutante optar entre pedir que la ejecución
siga adelante para recibir un equivalente pecuniaria (art. 1.161 y 1.166 CC para las condenas a hacer y art.
1.099 CC para las de no hacer ), o bien solicitar que se apremie al ejecutado con una multa por cada mes que
transcurra sin llevar a cabo su acción, o que deshaga lo mal hecho (arts. 709.1 y . y 710.1 LEC), porque el
cumplimiento especÃ-fico de lo ordenado en la sentencia, ante la negativa del obligado, sólo podrá pasar
por actos de constreñimiento o compulsión, forzando su voluntad para obtener dicho cumplimiento.
Por ello, la medida de los actos procesales de coacción para el cumplimiento especÃ-fico de la sentencia (el
art. 711 dispone que las multas coercitivas mensuales podrá ascender a un 20% del precio o valor y la multa
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única al 50% ), asÃ- como su sustitución por un equivalente en términos de dinero, producto de la
evaluación del resarcimiento de los daños, ha de encontrarse en la ponderación de los bienes jurÃ-dicos
en juego; por una parte, el derecho del ejecutante a que se lleve a efecto la sentencia en sus propios
términos y, por otra parte, el derecho a la libertad del ejecutado, siguiendo la máxima nemo praecise ad
factum cogi potes.
4.− Tipos de ejecución
La ejecución forzosa permite y exige actuaciones procesales dispares, teniendo en cuenta el tipo de
prestación que, según el tÃ-tulo, ha de satisfacerse al acreedor. Esto da lugar a diferentes modalidades, de
ejecución y, por consiguiente, a normas de procedimiento particulares, determinantes del cauce por donde ha
de discurrir la actividad ejecutiva.
Junto a la ejecución forzosa de los tÃ-tulos judiciales y arbitrales, considera la ley como tÃ-tulos de
ejecución ciertos documentos otorgados por particulares a los que parece anudar la misma fuerza que a los
primeros, cuando documenten deudas en dinero lÃ-quidas y exigibles.
• Ejecuciones dinerarias y no dinerarias
Suele distinguir la doctrina entre ejecución genérica y ejecución especÃ-fica, atendiendo al contenido de
la prestación a cuyo cumplimiento obliga el tÃ-tulo de ejecución. Sin embargo, utilizando un criterio
riguroso, la distinción no tiene excesiva virtualidad, y con ella lo que se hace es diferencias las ejecuciones
dinerarias de las que tienen por objeto una prestación de otro tipo.
Por ejecución especÃ-fica se entiende aquella modalidad de ejecución que persigue la obtención por el
acreedor precisamente de aquello que ordenó la sentencia, y en la forma establecida por ella. Se suele utilizar
esta denominación para referirse a la ejecución de condenas de hacer, de no hacer y a entregar cosas
determinadas (arts. 699 y ss. LEC).
Se entiende por ejecución genérica la que se refiere al cumplimiento de una prestación que consista en el
pago de una cantidad de dinero, bien se trate de cantidad lÃ-quida, bien sea precisa su previa liquidación.
Ahora bien, la obligación de entregar una suma de dinero puede venir exigida directamente asÃ- por el
tÃ-tulo de ejecución, o derivar como equivalente del incumplimiento de una condena a otro tipo de
prestación, y en concepto de resarcimiento de los daños e indemnización de los perjuicios irrogados al
acreedor.
De todos modos, debe considerarse como una ejecución especial dineraria que tiene como fina realizar una
garantÃ-a real que grava un determinado bien para hacer pago al acreedor con la realización forzosa de la
hipoteca o prenda. En estas ejecuciones se pasa directamente a las actuaciones ejecutivas sobre el bien de que
se trate previo requerimiento de pago.
• La denominada ejecución impropia
Por contraposición con la llamada ejecución propia (expresión con la que se quiere indicar la actividad
desarrollada por el tribunal para dar efectividad a una sentencia de condena u otro tÃ-tulo de ejecución,
producida por el incumplimiento del obligado), con la denominación de ejecución impropia se suelen
designar una serie de actividades que derivan fundamentalmente de sentencias constitutivas. Al crear,
modificar o extinguir estas resoluciones judiciales un estado o situación jurÃ-dica, suelen precisar en buen
número de ocasiones la constancia o publicidad del cambio producido, lo que no representa más que un
complemento de la sentencia, que por su firmeza satisface la pretensión de forma plena (arts. 521.2 y 522
LEC).
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5. Órganos de ejecución.
El órgano ejecutor será un tribunal de justicia, particularmente el juez, como titular del órgano, y el
secretario judicial, a quien se le encomendarán funciones y cometidos especÃ-ficos de importancia. Esto no
quita para que otros funcionarios o profesionales puedan intervenir también en la actividad ejecutiva,
cooperando al buen fin de la misma (el art. 591 LEC impone el deber de colaboración de todas las entidades
públicas y privadas en las actuaciones de ejecución, que se puede sancionar con multas coercitivas).
• Tribunal competente
La competencia para la ejecución de las resoluciones judiciales y de transacciones y acuerdos judicialmente
homologados o aprobados viene determinada por el criterio funcional, al haberse sustanciado un anterior
proceso, del que la actividad de ejecución es trasunto, atribuyéndose al órgano jurisdiccional que hubiera
conocido en primera instancia (art. 545.1 LEC).
Cuando el tÃ-tulo sea un laudo arbitral sea competente para su ejecución el Juzgado de Primera Instancia del
lugar en que se haya.
Las normas de competencia son imperativas, de modo que el tribunal deberá examinar de oficio su propia
competencia, tanto objetiva (cuando sea procedente) como territorial, y se abstendrá de despachar
ejecución si considera que no es competente, indicando el tribunal ante el que ha de presentar la demanda de
ejecución; pero una vez que la hubiera despachado, no podrá de oficio revisar su competencia territorial
(art. 546 LEC).
El ejecutado podrá impugnar la falta de competencia por medio de declinatoria, en los cinco dÃ-as
siguientes a aquel en que reciba la primera notificación de la ejecución (art. 547).
• El juez, el secretario y otros auxiliares y colaboradores
a) Dada la jurisdiccionalidad de la actividad ejecutiva, el protagonismo en la ejecución forzosa lo ostenta el
juez de la ejecución que, ha de dirigir todo el procedimiento. Al juez le corresponde el examen del tÃ-tulo de
ejecución presentado, su calificación y, siendo apto para ello, la ordenación de los actos ejecutivos que
resulten pertinentes, asÃ- como la resolución de las incidencias que puedan surgir.
b) El secretario judicial ostenta el poder de documentación y dación de fe pública, funciones
tradicionalmente atribuidas a él, pero a las que han de añadirse las de impulso formal del procedimiento,
mediante las diligencias de ordenación. La LOPJ encomienda también al secretario competencias en
materia de ejecución de carácter autónomo de las que son propias del juez.
c) Finalmente, entre el personal auxiliar de los órganos jurisdiccionales, adquiere singular importancia en las
actividades de ejecución forzosa los miembros del Cuerpo de Gestión Procesal y Administrativa, que
documentan embargos, lanzamientos y otros actos cuya naturaleza lo requiera, salvo que intervenga el
secretario judicial, y los funcionarios del Cuerpo de Auxilio Judicial.
d) Junto al personal de los órganos judiciales, puede ser precisa en muchos casos la intervención de otros
órganos públicos, funcionarios o profesionales, que actúan como elementos cooperadores en la actividad
ejecutiva, con cometidos muy heterogéneos. Entre ellos puede citarse, a tÃ-tulo de ejemplo, la policÃ-a,
que ha de actuar cuando sea requerida por el juez o, en caso de urgencia, por el funcionario correspondiente;
los registradores de la propiedad, que han de expedir certificación relativa a los bienes embargados, o los
peritos para el avalúo de los bienes que han de sacarse a pública subasta.
EL TITULO DE EJECUCION
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1.− Concepto.
El presupuesto básico para iniciar las actividades de ejecución forzosa es la existencia de un documento
donde resulte determinada una obligación o un deber, cuyo cumplimiento puede exigirse de una persona
(deudor o ejecutado), a favor de otra (acreedor o ejecutante) en esto consiste el tÃ-tulo de ejecución.
Según el concepto el tÃ-tulo de ejecución que se acaba de enunciar, tres son las notas fundamentales que lo
caracterizan.
a) En primer lugar, se trata de un documento que, por disposición expresa de la ley, se convierte
precisamente en tÃ-tulo de ejecución, constituyendo por sÃ- solo condición necesaria y suficiente para
despacharla, es decir, con independencia de que la obligación documentada sea exigible, de modo que se
requiere sólo su regularidad formal, que reúna los requisitos legales prevenidos para casa documento en
concreto.
b) En segundo lugar, el tÃ-tulo de ejecución documenta una obligación o, mas genéricamente, un deber
cuyo cumplimiento se persigue y que naturalmente puede consistir en dar, hacer o no hacer alguna cosa (art.
1.088 CC).
c) Finalmente, el tÃ-tulo de ejecución inicialmente determina cuáles han de ser las partes legÃ-timas en
dicho procedimiento; bien quienes figuren en él como acreedor y deudor de la prestación, bien quienes de
ellos traigan causa.
2.− Clases de tÃ-tulos
Teniendo en cuenta si el tÃ-tulo se ha obtenido tras una cognición más o menos amplia, o no, suele
distinguirse entre tÃ-tulos jurisdiccionales y no jurisdiccionales (o extrajurisdiccionales ).
• TÃ-tulos jurisdiccionales
Dentro de esta categorÃ-a es preciso diferencias los siguientes tÃ-tulos.
a) Sentencias firmes de condena (art. 517.2.1º LEC), puesto que las meramente declarativas y las
constitutivas no son ejecutables (el art. 559.1.3º LEC permite oponerse a la ejecución alegando que la
sentencia no contiene pronunciamientos de condena), dictadas bien en procesos plenarios de cognición bien
en procesos sumarios o de cognición limitada. El tÃ-tulo de ejecución lo constituye exclusivamente el fallo,
la parte dispositiva de la sentencia. Finalmente, son tÃ-tulo de ejecución tanto las sentencias firmes dictadas
por tribunales españoles, sin necesidad de requisito adicional alguno, como las sentencias dictadas por
tribunales extranjeros, pero procediéndose previamente en este caso a su homologación o reconocimiento
en España (arts. 523 LEC y 951 a 958 LEC de 1881).
b) Sentencias provisionalmente ejecutables; es decir, sentencias de condena que aún no han adquirido
firmeza, por haberse preparado o interpuesto contra ellas algún recuso, permitiendo sin embargo la ley su
ejecución 8art. 524 y 525 LEC).
c) Otras resoluciones judiciales. Entre ellas, el auto que acoja las pretensiones que fueron objeto de
allanamiento parcial (art. 21.2); las resoluciones aprobando la tasación de costas (arts. 242.1 y 246.3); la
indemnización al demandado por incomparecencia del actor en la vista del juicio verbal; la indemnización
de daños y perjuicios por alzamiento de medidas cautelares (art. 742 LEC), entre otras.
• TÃ-tulos extrajurisdiccionales
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Se engloban tanto los tÃ-tulos que se han formado fuera de la presencia judicial, a los que la ley concede el
acceso a la ejecución, como aquellos otros que se han formado en presencia judicial, pero en supuestos en
los que el órgano jurisdiccional no ha ejercido su potestad juzgadora.
a) Laudos arbitrales, ya sean dictados con sujeción a Derecho o en equidad.
b) Convenios logrados en conciliación, sea ésta intraprocesal 8como las transacciones judiciales y
acuerdos logrados en el proceso aprobados u homologados judicialmente, o preprocesal.
c) La transacción judicial cuando el acuerdo resulte permitido (art. 19.1 y 2 LEC)
d) TÃ-tulos de hipoteca (sea inmobiliaria, naval o mobiliaria) y prenda sin desplazamiento de la posesión; se
trata de tÃ-tulos contractuales, con cláusula de sometimiento a la ejecución, que dan lugar a
procedimientos especiales de ejecución.
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