Los Duendecillos de Colores María José González Catalinete 1 Para mi nieta Lucía 2 Los Duendecillos de Colores Lucía era una niña que amaba la naturaleza. Vivía en un pueblecito a orillas del mar. Un día fue al espigón del pequeño puerto pesquero, a observar como corrían los cangrejos por entre las rocas, y de repente se encontró a un pez medio asfixiado que daba coletazos contra una piedra. Al fijarse bien, se dio cuenta de que estaba atrapado en un círculo de plástico para latas de refresco. Con mucho cuidado lo soltó; y el pez, sintiéndose libre, se fue rápidamente mar adentro. Entonces, Lucía escuchó una música muy bonita y muy suave, como de campanillas. Y apareció a su lado un duendecillo de color azul. Lucía, muy sorprendida, le preguntó: - ¿Quién eres? - Soy el Duende del Mar, y por tu buena acción ayudando al pez te voy a conceder un deseo. - ¿Lo que yo quiera?, ¿cualquier cosa? - Sí, lo que tú quieras. - Pues... ya sé. Me gustaría poder entender el idioma de los animales. El duendecillo la miró sorprendido por la elección de su deseo y dijo: “Por la luna y las estrellas, por el sol y por el mar, por la playa y la montaña, que tu deseo se cumpla ya” Entenderás y hablarás con los animales durante tres días. - Y dicho esto, el duendecillo desapareció. 3 Lucía pensó que estaba soñando, o que de tanto sol en la cabeza veía visiones, y decidió volver a casa. Pero por el camino oyó a un pajarillo que le preguntaba a otro: - ¿Qué te parece si volamos hasta la torre de la iglesia? El otro le contestó: - Venga, te echo una carrera, ¡a ver quién llega antes! Lucía no podía creerlo, ¡entendía el idioma de los pájaros! Sin apenas tiempo para asimilarlo, se tropezó con un perro. - Hola - Le dijo para ver si le contestaba ¡Y lo increíble es que el perro le contestó! - Hola, ¿cómo te llamas? - Yo me llamo Lucía, ¿y tú? - Mis amos me llamaban Rufo, pero a mi no me gusta. - ¿Por qué no te gusta? - Porque me recuerda lo mal que se portaron conmigo. - ¿Qué te hicieron? - Me abandonaron en una gasolinera cuando se iban de vacaciones. - Tienes razón, no se merecen que te acuerdes de ellos. - Estoy muy triste y no tengo a donde ir. - No te preocupes, seguro que a mis padres no les importará que te quedes a vivir en el jardín de mi casa. Yo te daré comida y agua todos los días, y 4 saldremos juntos a pasear ¡Verás que bien lo pasaremos! A partir de ahora te llamarás Colín. - ¿Te gusta? - Sí, me gusta mucho. Gracias Lucía - ¡Pues en marcha! ¡Corre, Colín, corre, vamos a casa! A la mañana siguiente, cuando Lucía aún no se había despertado del todo, escuchó de nuevo la dulce y suave música como de campanillas. Y apareció otro duendecillo, esta vez de color verde. - ¿Y tú quién eres? - Soy el Duende de la Tierra, y por la buena acción que hiciste ayer ayudando al perro te concedo otro deseo. - ¿Lo que quiera?, ¿cualquier cosa? - Sí, lo que quieras. - Um... ¡Ya lo tengo!, ¡me gustaría poder volar! El duendecillo dijo: ¿Volar? Interesante deseo, y pronunció la frase mágica. “Por la luna y las estrellas, por el sol y por el mar, por la playa y la montaña: que tu deseo se cumpla ya.” Podrás volar durante tres días –añadió-. Y sin más, desapareció. Lucía no se lo podía creer, pensó en salir a la ventana y probar, pero no se atrevía ¡Menudo coscorrón si se caía desde tan alto! 5 Salió al jardín y se subió a una tapia que no era muy alta, por si acaso. Respiró hondo y comenzó a mover los brazos. El perro Colín se acercó y le dijo: - No tengas miedo, ¡verás qué fácil es! intenta llegar hasta ese árbol. Era maravilloso, ¡podía volar! Enseguida cogió confianza, voló y voló… Primero sobre la playa y por encima del ancho mar. El pececillo que había liberado dio unos saltos a su paso agradecido. Después sobrevoló las montañas y los valles, y Colín le seguía contento ladrando desde el suelo. Era precioso el paisaje visto desde arriba. De pronto le deslumbró un destello que venía de un claro entre los pinos. Decidió dirigirse allí a ver de qué se trataba. Se quedó boquiabierta. Era el cristal de una botella que alguien había tirado. Pero lo peor de todo era que los potentes rayos del sol hacían que el cristal de la botella se convirtiera en una lupa, que estaba provocando un incendio. Menos mal que de momento sólo era un poco de humo. Rápidamente, Lucía recogió el cristal y pisó con fuerza la hierba seca que empezaba a arder alrededor. En ese preciso instante, volvió a oír la dulce música de campanillas. Y esta vez apareció un duendecillo de color amarillo. 6 - ¿Quién eres? - Soy el Duende del Aire. Y por tu buena acción al evitar el incendio te concedo un deseo. Lucía se lo pensó un poco y al final dijo: - ¡Ya está! Esta vez, quiero poder hacerme invisible. El duendecillo pensó que Lucía era muy inteligente por los deseos que pedía y dijo: “Por la luna y las estrellas, por el sol y por el mar, por la playa y la montaña, que tu deseo se cumpla ya” Te podrás hacer invisible durante tres días con solo decir la palabra “aire”. Lucía volaba feliz. Cuando pasaba por encima de casas o personas decía “aire” y se volvía invisible para que no la vieran. De vez en cuando hablaba con una gaviota... con un conejo... con un caballo... ¡Era increíble! *** 7 Pero también gracias a sus nuevos poderes Lucía se enteró de cosas tristes. Los animales le contaron algunas que no le gustaron, y siendo invisible escuchó a personas que planeaban maldades. Así se enteró de que el Rey que gobernaba aquellas tierras era cruel y avaricioso. Quería conseguir todo el oro que había en una mina para ser todavía más rico. Y para conseguirlo, tenía que destruir bosques, plantas y animales con una gran bomba que habían inventado sus perversos genios ¡No le importaba arrasarlo todo! Lucía se enteró también de que el Rey estaba muy furioso porque todavía le faltaba un ingrediente secreto para poder fabricar su bomba. Necesitaba los colores de los duendes. Los colores de los duendes son mágicos y muy poderosos, pero como se sabe, sirven lo mismo para hacer el bien como para hacer el mal, dependiendo de si los utilizan personas buenas o malas. El Rey quería los colores mágicos para acabar su bomba, así que envió a sus genios malvados para que se los robaran a los duendes. Cuando Lucía volaba por encima de unos campos de girasoles, un halcón se puso a su lado y le dijo: - Soy el halcón del Rey y vengo a decirte que los duendecillos están en apuros. El Rey les ha robado sus colores, y ahora no tienen poderes para proteger a la naturaleza. 8 Lucía se puso muy triste. - ¿Y yo que puedo hacer? - Puedes ir volando al castillo, hacerte invisible y quitarle los colores al Rey, antes de que sea demasiado tarde. - ¡Pues ya puedo darme prisa! Se están cumpliendo los tres días de mis deseos y si me quedo sin poderes no podré conseguirlo! Sin pensarlo dos veces, Lucía dijo “aire”. Voló hacia el palacio y buscó los colores que estaban en una sala fuertemente custodiada por soldados. Abrió una ventana, y mientras los soldados y el Rey se quedaban boquiabiertos pensando que se había abierto sola, Lucía cogió los colores y salió volando rápidamente por ella. El Rey dijo: - Por las barbas de mi abuela, y las balas de mi rifle ¡Esto es inaudito! ¡Esto es increíble! ¿Cómo han podido recuperar los colores esos Duendes? ¡Si los deje sin poderes! Y comenzó a estirarse de la barba y a patalear tirado por el suelo de rabia ¡Daba risa verlo! 9 Lucía volvió al bosque con los colores y no tardó en ver a los duendes que le hacían señales desde un claro. Se los devolvió y ellos se pusieron muy contentos y no paraban de darle las gracias. Para celebrarlo hicieron que cayera una blanca y suave nevada, que dejó un paisaje que parecía encantado... ¡Lucía estaba maravillada! En su país no nevaba nunca… Corría en círculos con los brazos extendidos, daba volteretas, se reía, hacía bolas de nieve que lanzaba lejos, y Colín las iba a buscar corriendo y brincando. Los duendecillos también reían y saltaban… Era tanta la alegría ¡que hasta las ranas cantaban! Y Colorín Colorado, este cuento se ha acabado. ¿Te ha gustado? FIN Yaya 25-07-04 10