4.877 “Racciatti, Luis Alberto y otros c/Gobierno de la Pcia. de Buenos Aires y otro/a s/Pretensión indemnizatoria”. General San Martín, 30 de Noviembre de 2011. AUTOS Y VISTOS: I.- Que se presentan los Sres. Luis Alberto Racciati, Silvana Soldati y Martín Racciati, con el patrocinio letrado del Dr. Guillermo Gabriel Andersch, promoviendo demanda contra la Provincia de Buenos Aires por los daños y perjuicios que habrían sufrido a raíz del hecho acaecido el día 3 de julio de 2003. Relatan que ese día, aproximadamente a las 18.15 horas, mientras Martín –hijo de Luis Racciati y Silvana Soldati- se encontraba en el hogar, sito en la calle Dr. Cánepa 1750 Planta Alta de la localidad de Santos Lugares, repentinamente y forma totalmente imprevista, varios funcionarios policiales destruyen la puerta de acceso a la misma con una orden de allanamiento librada por el Juzgado de Garantías nº 1 del Departamento Judicial de San Isidro, a cargo del Dr. Osvaldo Fernández Gannon. Explican que dicho allanamiento se originó a raíz de una “anónima, dudosa y misteriosa” denuncia ante el Oficial Subinspector Pablo Callejas, dependiente de la DDI de San Martín, quien a su vez la remitió a la U.F.I nº 12, y es así que el Dr. Ganno libró una orden de allanamiento a su domicilio particular y comercial. Reseñan que de la causa penal nº 305.740, radicada en la referida U.F.I, surge que el delito denunciado supuestamente había sido cometido con fecha 26 de junio de 2003, alrededor de las 20.30 horas, cuando el denunciante, anónimo, que circulaba por la calle Cánepa vio a una persona con rasgos orientales que amenazaba a otra con un arma de fuego. Asimismo, tal denunciante habría manifestado que al día siguiente volvió a aquel lugar, aproximadamente a las 19.30 horas, y observó como cuatro NN masculinos con rasgos orientales descargaban de un rodado marca Fiat Ducato color blanco, una serie de cajas marrones, bastante deterioradas, pudiendo ver que las mismas contenían armas largas y cargadores de armas de fuego, y que dichas cajas eran ingresadas al domicilio de la calle Cánepa 1725 de Santos Lugares. Prosiguen relatando que luego de un seguimiento realizado por el Oficial Callejas, el Agente Fiscal Dr. Miguel Gragnoli solicita al Juez de Garantías el libramiento de una orden de allanamiento a los fines de corroborar la veracidad de los dichos y que el juez interviniente ordenó, que en forma inmediata, es decir el 3 de julio, se realizara el allanamiento en su domicilio para constatar la existencia del supuesto delito. Que según exponen, la orden de allanamiento y requisa de los moradores, debía llevarse a cabo, de acuerdo el auto que lo ordenaba, en el horario desde que sale el sol hasta que se pone (conf.art.223 CP) y con las formalidades de los arts. 117 y 118 del Código Penal, y facultaba al auxilio de la fuerza pública solo en el supuesto de ser necesario. Entienden que dicho allanamiento debía haber cumplido con lo dispuesto en los arts. 219, 220 y 221 del CPP, y que los funcionarios policiales debieron haber notificado a habitantes y/o moradores de la propiedad o a cualquier persona mayor que allí se hallare, invitando al notificado a presenciar el registro. Sin embargo, alegan que los funcionarios policiales que realizaron la diligencia en el domicilio de la calle Cánepa 1750 (Oficial Principal Daniel García, Sargento Primero Juan Leguizamon, Cabo Primero Enzo Cantón y el Grupo Halcón a cargo del Oficial Inspector Cristian Vázquez) transgredieron todas las normas rituales de los artículos mencionados, en una franca violación a lo que dispone el Código Procesal Penal, puesto que al iniciarse el procedimiento, los policías en ningún momento mostraron una orden escrita, e incluso ni siquiera se anunciaron a los fines de notificar a los moradores de su diligencia, negando de esta forma la posibilidad de una oposición. De esta manera, explican que los funcionarios a cargo del allanamiento directamente derribaron la puerta de acceso a su domicilio, entrando en forma intempestiva y ejerciendo coacción sobre los habitantes del mismo y rompiendo todo lo que se encontraba en su camino, puertas, ventanas, muebles, camas, quedando todo destruido a su paso. Indican que además, faltaron de su hogar alhajeros, joyas y dinero. Esgrimen que aparte del daño material, los policías nunca se acreditaron como tales, provocando de esta forma un gran impacto en sus hijos al escuchar estos una serie de golpes que destruyeron la puerta de entrada y gritos de personas sin identificar. Incluso señalan que uno de sus hijos supuso en ese momento que eran delincuentes tratando de entrar a su casa a fin de cometer delitos. Agregan que los actos ilícitos cometidos por los uniformados fueron creciendo a medida que se encontraban armas de fuego en su propiedad y aclaran que dichas armas se encuentran registradas a su nombre en el RENAR ya que las colecciona como un hobby. Consideran que la responsabilidad del Estado ante este hecho, es directa y objetiva, encontrándola comprendida en lo prescripto por el art.1112 del Código Civil, ya que no sería discutido que sólo pueden garantizarse los derechos del individuo afectado por una falta, en la medida en que sea el propio Estado quien responda por ella. Entienden que además correspondería también la condena al Estado a resarcir el daño causado, aun sin la verificación de un factor de atribución subjetivo a un agente en particular pues, si bien la “falta” de servicio presupone necesariamente la existencia de algún tipo de “culpa” o “dolo”, no altera dicha conclusión que la culpa sea anónima o colectiva, ya que no se requiere por parte del particular la individualización del culpable y la prueba de la culpa. Aluden a que de esta manera entra en juego la responsabilidad extracontractual del Estado, que se compromete en forma directa, ya que la actividad de sus órganos realizada para el desenvolvimiento de sus fines ha de ser considerada propia de aquel, que debe responder de modo principal y directo por las consecuencias dañosas que son causadas por su actividad. Expresan que de la investigación penal surgiría el cumplimiento irregular de la función policial, y que el mismo se comprueba desde el momento en que en dos oportunidades el fiscal, por falta de prueba suficiente que permita afirma la existencia de un ilícito, ordena el archivo de la causa. Estiman que con los hechos y omisiones expresadas se demuestra la falta de servicio en la que incurrió el personal policial, ya sea por el incumplimiento de normas que establecen un determinado actuar o por la omisión de medidas inherentes a la función policial; todo lo cual habría producido una lesión a una situación jurídica protegida, como es la propiedad y la integridad psíquica de las personas. Ofrecen prueba y solicitan la reparación de los daños materiales que alegan haber sufrido, como así también el daño psicológico y moral. II.- Que a fs.47 el suscripto acepta la competencia en las presentes actuaciones, en atención a la declaración de incompetencia realizada por la titular del juzgado civil y comercial nº 4 Deptal, en razón de entender que estas resultan ser materia propia del fuero contencioso administrativo. III.- Que a fs.71/83 se presenta la Dra. Luciana Soledad Cañete, apoderada de Fiscalía de Estado de la Pcia. de Buenos Aires, y contesta demanda. Luego de realizar una negativa de los hechos invocados en la demanda, manifiesta que el allanamiento nunca puede tacharse de ilegítimo, atento que existió una orden judicial emanada de un juez competente –en el marco de una investigación penal preparatoriay la actuación fue regular y, eventualmente, su supuesta deficiencia o ilegitimidad debió haber sido articulada dentro del proceso criminal en el cual el procedimiento policial tuvo su génesis. Rechaza que quepa algún tipo de responsabilidad al Estado Provincial, por pretender la actora que la causa de los daños sufridos deba buscarse en un inadecuado funcionamiento del Servicio de Policía, y si así fuera, entiende esta parte que la acción prescribió, puesto que debió haber sido planteado en el proceso penal correspondiente. Entiende que la parte actora fue objeto de una diligencia procesal en el marco de una causa penal, que la misma fue ordenada por autoridad competente y que no hay daño injusto que pueda atribuirse a algún dependiente del Estado Provincial, pues el proceso en cuyo marco estuvo ordenada dicha medida no ha sido declarado ilegítimo. De todas maneras, deja sentado que en su caso, los funcionarios policiales que llevaron a cabo el allanamiento no han actuado como agentes de seguridad, sino en su calidad de auxiliares y delegados del juez interviniente y tal carácter han recibido del mismo directas instrucciones. Por lo cual, opina que si se pretende responsabilizar al Estado, se deberá intentar fundar la demanda en la existencia de una inadecuada prestación del servicio jurisdiccional, porque ha sido un acto judicial (orden de allanamiento) el que, en todo caso, habría causado los perjuicios demandados. Por ello, sostiene que el caso no caería bajo la orbita del actuar policial, sino que se ubica dentro de la responsabilidad estatal por sus actos jurisdiccionales, considerando por tanto inviable la presente demanda, siendo que tal responsabilidad debe ser interpretada restrictivamente. Esgrime que en el caso de marras no existe tal responsabilidad, ya que no se configuran sus requisitos indispensables, y en razón de haberse realizado la instrucción penal conforme a derecho. Agrega que el allanamiento cuestionado no se fundó en una “denuncia anónima”, sino bajo el instituto de la reserva de identidad, lo cual se encuentra contemplado en el Código de Procedimiento Penal y la ley 12.061 del Ministerio Publico, que establece como obligación la de velar por la seguridad de las personas. Alude además que la orden de allanamiento no fue impugnada por los actores, y que siendo un instrumento público debió ser redargüido en los términos del art. 393 del C.P.C.C. Considera que el no haber encontrado elementos de prueba en el lugar allanado no convierte en ilegitima la referida medida judicial y que es preciso remover la presunción de licitud que surge de una decisión judicial para intentar la acción indemnizatoria por los daños que ella causare. IV.- Que a fs.91 luce acta de audiencia fijada en los términos del art.41 del Código Contencioso Administrativo y a fs.92/93 se provee la prueba ofrecida. A fs.255/256 obra certificación de prueba y se dispone la clausura del período probatorio, colocándose los autos para alegar. Que a fs.267/268 se observa alegato presentado por la parte actora y a fs.269 se llama autos para sentencia. CONSIDERANDO: I.- Primeramente, he de decir que tengo por probado la ocurrencia del allanamiento cuestionado en autos, toda vez que dicho hecho no se encuentra controvertido por ninguna de las partes, y a su vez es ratificado por las declaraciones de los testigos y surge de la causa penal oportunamente remitida. Por ello, corresponde entonces analizar la forma en que ese allanamiento se llevo a cabo. Para eso tomaré en cuenta la prueba producida en autos, a efectos de contrastarla con los argumentos planteados por la actora en su demanda. No obstante, he de recordar que los magistrados no se encuentran obligados a dar tratamiento a todos y cada uno de los argumentos expuestos por las partes, ni analizar las pruebas producidas en su totalidad, sino tan sólo aquellos elementos que son conducentes para la correcta decisión de la cuestión planteada (art. 384 Cód. Proc.; C.S.J.N., RED 18-780; CNCiv., Sala D. RED. 20-B-1040; CNCiv., Sala F, R. 172.752 del 25/4/96, entre otros). Sentado ello, comenzaré por analizar el argumento que sostiene que, al momento del procedimiento señalado, los funcionarios a cargo del allanamiento derribaron la puerta directamente, entraron en forma intempestiva y ejercieron coacción sobre los habitantes de la vivienda, rompiendo todo lo que se encontraba en su camino -puertas, ventanas, muebles, camas- quedando todo destruido a su paso. Ante ello, debo recurrir a las declaraciones testimoniales, entre las que destaco la del Sr. Miguel Angel Leguizamon (Ver acta de fs.124), quien resultara ser testigo presencial del allanamiento, conforme surge del informe realizado en virtud de la IPP nº 305.740 recibida, en donde se hace mención que el mismo fue designado en calidad de testigo para presenciar dicho procedimiento (Ver informe realizado a fs.156/159). Es así que el Sr. Leguizamon (ver fs.124) expresó que: “vi dos personas golpeando la puerta con un fusil y no pudieron abrir entonces llego uno de los muchachos que estaban ahí y dijo “deja que vamos a traer el petiso” y trajeron una madera de mas o menos un metro y medio de largo, redonda, cuatro pulgadas y con dos argollas en la punta y con eso golpearon contra la puerta, hicieron tres golpes y tiraron la puerta abajo…”. Asimismo, al ser interrogado sobre si vio a las personas que derrumbaron la puerta, previamente llamar a la misma o tocar timbre, contestó: “vi que el timbre no andaba y golpearon a la puerta de abajo mas suave después aumentando los golpes hasta que ahí dijeron “vamos a darle con el petiso”. Por otra parte, se cuenta con los testimonios de la Sra. Susana Beatriz Racciatii (quien manifestó ser la hermana del aquí actor, Sr. Luis Racciatti), y de los Sres. Leonel Sebastian Lazcano y Matías Andrés Lazcano (quienes dijeron ser sobrinos de dicho actor), por lo que sus declaraciones deberán ser tomadas en cuenta con un criterio más restrictivo. Ellos manifiestan que: “…escuchamos gritos que venían de un galpón debajo de la casa y entonces empezaron a golpear la puerta de casa que es la puerta que compartimos con mi hermano”, “…a los minutos empiezan a golpear la puerta y enseguida subieron tres personas todas vestidas de negro…”, “a que se refiere cuando dice “golpear la puerta”: eran golpes fuertes, al no saber quienes eran, nos parecía que estaban golpeando con algo contundente como para romper la puerta y no como un llamado”, “no existió ningún llamado, nosotros escuchamos gritos de los que habían alquilado el galpón…” (Declaración de la testigo Susana Beatriz Racciatti que luce a fs.124/125); “…en ese momento siento un griterío en el galpón que hay debajo de mi casa, y al poco tiempo siento que la puerta de acceso a la escalera la golpean como queriendo abrirla a la fuerza…” (Testimonio del Sr. Matías Andrés Lazcano obrante a fs.133/134). Es así, que ambos testigos manifestaron haber escuchado golpes, pero consideraron que no parecían destinados a llamar a la puerta, sino a derribarla. Sin embargo, no puedo afirmar fehacientemente que los agentes, previo a tumbar la puerta no hubieran llamado, máxime cuando el testigo Leguizamón que se encontraba junto con los efectivos policiales en aquel momento, dio cuenta de tal llamado en su declaración. Es por ello, que respecto de la acusación de la parte actora en lo que respecta a que los agentes policiales habían ingresado intempestivamente y sin golpear a la puerta previamente, entiendo que la misma no resulta procedente, toda vez que el testigo Leguizamon, quien se encontraba presente en ese instante, declaró que el timbre no andaba y que previo a derrumbar la puerta, habían golpeado a la misma. Por otra parte, se ha esgrimido en la demanda que los agentes de seguridad se habían comportado de manera irregular, manejándose con violencia, rompiendo todo aquello que se encontraba a su paso. Sin embargo, de los testimonios se desprende que “…para que diga si aparte de la puerta rompieron algo más: la puerta de entrada y la del medio nada más”, “vi la puerta de los placares rotos y todo en el piso” (declaración de Miguel Angel Leguizamón, ver fs.124); “rompieron la puerta de abajo, subieron las escaleras, rompieron la puerta de mi casa y la puerta de la casa de mi hermano…”, "en mi casa estaba todo revuelto, dieron vuelta los colchones, muebles, buscando algo pero dejaron todo desordenado. En la de mi hermano rompieron la puerta. Tambien revisaron las habitaciones y dejaron todo desordenado..." (testimonio de Susana Beatriz Racciatti, ver fs.124 vta./125); "...entraron y rompieron la puerta y entraron corriendo, gritando y armados, apuntándonos y diciendonos que nos tiraramos al piso...", "para que diga el testigo si aparte de la puertra que rompieron hicieron otro daño: si, la puerta de la pieza de mi hermanmo arriba donde estaba mi pieza rompieron el colchón y mi cama, despues que recuerde, mas nada", "...si sabe si rompieron algo en la casa de su tio: si, la puerta de entrada..." (declaración de Leonel Sebastian Lazcano de fs.132/132 vta.) y "...la gente de la brigada entra con un testigo a revisar mi casa y tambien los acompaño yo a revisar. Revisan todo, no se llevan nada...", "en el tercer piso, rompen un colchón, lo tajean y despues los elementos de la casa, los dejan bastante desordenados. Rompieron la primer puerta de entrada y la puerta del pasillo tambien. En la casa de mi tio rompieron la puerta del pasillo...", "(la conducta) era bastante violenta a nivel no fìsico, sino intimidatorio, al no responder lo que le preguntabas y apuntándote constantemente..." (declaración de Matias Andres Lazcano obrante a fs.133/134). De lo expuesto, a mi parecer, se desprende que no hubo una manifiesta arbitrariedad o negligencia en el obrar policial, toda vez que las actitudes de los efectivos considero que resultan las esperables en el marco de todo allanamiento, siendo que se había ordenado judicialmente la entrada y registro de la vivienda allanada (a fin de proceder al secuestro de armas de fuego y municiones), como así tambien la requisa de sus moradores. Por lo que resulta lógico pensar que en cumplimiento de dicha orden, debían revisar minuciosamente las pertenencias, objetos y muebles de la casa, como así también violentar la puerta en caso de ser necesario. Lo mismo opino respecto del tratamiento otorgado a los moradores, ya que debido a la requisa dispuesta, los policias debieron dirigirse a los mismos de manera preventiva, por su propia seguridad y compelerlos a que se arrojaran la piso, al no saber que esperar de ellos, siendo que hasta ese momento el allanamiento no había arrojado resultado alguno, que hiciera pausible el soslayar esos recaudos para con los allanados (y hasta ese entonces, investigados por un posible delito). Desde ya que tal obrar, pudo haber ocasionado un hondo pesar en la familiar que padecio tal allanamiento y de seguro que no era lo deseable para ellos, pero no por eso puede sostenerse que el actuar de la policia resulto desproporcionado de acuerdo a la función de seguridad que estaban llevabando a cabo. Es así que de las constancias de autos, no encuentro un indicio que me haga sostener lo contrario, entendiendo que los agentes actuaron correctamente (sin perjuicio del grado de intimidación que, por la situación vivida, pudieron sufrir los actores), sumado al proceder en cuanto a la busqueda de los elementos sospechados y que motivaron a revisar la vivienda. Lo unico que encuentro cuestionable, es el hecho de no haber los agentes que llevaron a cabo el allanamiento procedido a identificarse en forma oportuna (tal como expresan los diversos testimonios de las presentes, que dan cuenta de una identificación tardía, al menos medio hora despues del ingreso a la morada), no obstante si bien ello configura un obrar descuidado, en vista del temor que pudieron haber causado a los allanados sin brindar explicaciones a tiempo, no resulta menos cierto que de todas formas finalmente se identificaron y dieron cuenta del procedimiento a realizar, y que además tal cumplimiento tardío no puede por sí sólo teñir de ilegitimidad todo el allanamiento. Por estas razones, concluyo que no encuentro pruebas contundentes para sostener que el procedimiento cuestionado fue realizado con violencia o en abuso de las ordenes impartidas. En consecuencia, siendo que el allanamiento cuestionado tuvo su basamento en una orden judicial y fue desarrollado en forma correcta (tal como fue expuesto precedentemente), considero que la actividad realizada por el Estado resulta lícita. II.- Ahora bien, no obstante las consideraciones hasta aquí desarrolladas, no puedo tampoco desconocer que los actores fueron pasibles de un allanamiento y debieron soportar el ingreso de personal policial a su vivienda, como así también de ciertos daños materiales (a juzgar por la pericia arquitectónica efectuada, la cual luego se analizará) Cierto es que no puede alegarse que no debieron haber soportado el procedimiento antedicho (ya que cualquier ciudadano podría ser objeto de un allanamiento, en el marco de una investigación penal y en pos del resguardo de la seguridad y protección de la sociedad), ya que el mismo constituye una legítima facultad del Estado. Sin embargo, tampoco parece justo que, no comprobada luego en el marco de la I.P.P, la materialidad ilícita investigada respecto de los allanados, los accionantes deban soportar por si solos los daños ocasionados a su propiedad, como así también los provocados a su persona por tal situación traumática. Ello así, porque si bien no se discute la licitud del procedimiento efectuado, ni tampoco se ha demostrado cabalmente un cumplimiento de funciones erróneo por parte del personal policial; no puede soslayarse tampoco que los actores han sufrido un daño que no debían soportar, y habiendo sido causante de tal daño la demandada, el mismo debe ser reparado basandose en razones de equidad. Es de esta manera, que entiendo que nos encontramos ante un caso de responsabilidad del Estado por su actividad lícita. De este modo, cabe significar que “…aún cuando los órganos Estatales cuando actúan lícitamente dentro de sus atribuciones y límites legales pueden ser responsables cuando perjudican y producen un "sacrifico especial" a un ciudadano; la responsabilidad del Estado existe con prescindencia de la licitud o ilicitud de la actividad o comportamiento. La actividad lícita de las funciones ejecutiva, legislativa y jurisdiccional, aunque inspirada en propósitos de bien común, puede constituir un perjuicio para los particulares y ahí es cuando esos daños merecen y deben ser atendidos y reparados” (Juan Gouvert, “Apuntes sobre responsabilidad del Estado por acto lícito”, Ponencia presentada en el Segundo Congreso de Derecho Publico y Procesal Administrativo bonaerense, celebrado los días 2 y 3 de diciembre de 2005 en la Ciudades de Mercedes y Luján, publicado en “La Ley Online”) Es dable señalar que la reparación de los daños causado por actividad lícita no encuentra su fundamento en el perjuicio mismo, sino en aquel "sacrificio especial" que los particulares debieron padecer. Porque si bien es cierto, como sostuve anteriormente, que se encuentran obligados a soportar dicha carga, no así los daños que dicho sacrificio generó. Ello toma su fundamento del principio de igualdad (el cual se encuentra consagrado en el art.16 de la Constitución Nacional), como así también en el derecho de propiedad (art.17 C.N). Resulta de esta manera, por razones de justicia y equidad, ya que tal igualdad se vería vulnerada si el afectado debiera soportar el hecho dañoso de manera desproporcionada respecto del resto de los administrados. Es así que, “el fundamento constitucional de la responsabilidad del Estado (…) aparecen tanto el principio de igualdad frente a las cargas públicas –que proclama el artículo 16 de la Constitución Nacional (…) como la garantía de la propiedad que obliga a indemnizar sacrificios patrimoniales impuestos por razones de utilidad pública” (Juan Carlos Cassagne, “Los principios que fundamentan la responsabilidad extracontractual del Estado y el alcance de la reparación”, Páginas 45/65, "Responsabilidad del Estado", Ed. Rubinzal-Culzoni, 2008). Por lo cual, “… la obligación de reparar, entonces, tiene como fundamento el principio de la corrección del desequilibrio que provoca el daño (…) si el cumplimiento de una conducta impuesta por el ordenamiento genera un riesgo potencial que se actualiza en daño a un tercero, es de toda justicia que resulten obligados a reparar ese daño quienes resultan beneficiarios de ese accionar, Vgr. la comunidad toda como destinataria del servicio de seguridad que presta el Estado a través de la actuación policial (…) siendo el Estado, como forma institucional de esa comunidad y sujeto de derecho en que ella se plasma (art. 33, inc. 1, Cód. Civ.), quien habrá de hacerse cargo de esa reparación (arts. 43 y 1112 Cód. Civ.). Se trata, por lo demás, de un principio reconocido por el derecho constitucional argentino, que estatuye que la igualdad es la base de las cargas públicas (Art. 16) y la inviolabilidad de la propiedad (Art. 17)...” (Juan Gouvert, “Apuntes sobre responsabilidad del Estado por acto lícito”). Para que este tipo de responsabilidad se configure (la cual es de tipo objetivo, no siendo necesario la acreditación del factor de atribución culposo), debe materializarse un "sacrificio especial" por parte del administrado, es decir, debe haberse producido un daño que no estaba obligado a soportar y existir relación de causalidad entre aquel y el obrar de la administración, que aunque lícito, redundó en un perjuicio. Todo ello lo encuentro configurado en el caso de marras, ya que, si bien el tener que ser pasivos de un allanamiento policial resultaba una carga a soportar por parte de los actores, no lo era el padecer los daños que en virtud de tal procedimiento se ocasionaron. No obstante que el haberse producido roturas en puertas, colchones o marcos, puede resultar habitual en tales intervenciones policiales a los fines de llevar adelante la investigación, su reparación no tiene porque ser tolerada patrimonialmente por los allanados, máxime cuando no se encontró acreditada ilicitud alguna en la conducta de estos en la causa penal. De igual manera, es entendible el daño en su psiquis y espíritu que le pudo haber provocado a esta familia tal interrupción de los agentes en su morada, sin perjuicio de que el accionar policial se encontraba conducida a verificar la ocurrencia o no de un delito, en beneficio de la comunidad. En este mismo sentido, la jurisprudencia se ha expedido, expresando que “tiene dicho la Corte Suprema de Justicia de la Nación que el reconocimiento de responsabilidad estatal por su actividad lícita exige para su procedencia el cumplimiento de ciertos requisitos imprescindibles, entre los que se encuentran la existencia de un daño cierto, la relación de causalidad entre el accionar del Estado y el perjuicio, la posibilidad de imputar jurídicamente esos daños a la demandada, la necesaria verificación de la existencia de un sacrificio especial en el afectado y la ausencia de un deber jurídico a su cargo de soportar el daño” (SCBA, B 55544 S 28-9-2005 , Juez SORIA (OP) “Suartyc S.A. c/ Municipalidad de Villa Gesell s/ Demanda contencioso administrativa”), “Cuando la actividad estatal, aunque inspirada en propósitos de interés colectivo, es causa de un perjuicio para los particulares, esos daños deben ser resarcidos en el campo de la responsabilidad del Estado por su obrar lícito. En efecto, si en el ejercicio del poder de policía de seguridad se crea un riesgo cierto y éste se manifiesta en un daño, es justo que sea toda la comunidad, en cuyo beneficio se haya organizado el servicio, la que contribuya a su reparación, y no el sujeto sobre el que recae el perjuicio que no tiene el deber jurídico de soportar” (SCBA, C 83727 S 14-4-2010 , Juez HITTERS (OP), “Dahn, Abelardo O. c/ Policía de la Provincia de Buenos Aires s/ Daños y perjuicios”). III.- En otro orden de ideas, destaco que no puedo tener por acreditados los dichos de los actores en su demanda respecto del supuesto robo sufrido a ciertas pertenencias de la hija de la familia, toda vez que dicha situación no fue debidamente probada ni en los presentes autos, ni tampoco en la instancia penal correspondiente. IV.- Sentado el deber de indemnizar los daños por parte de la parte demandada, corresponde entonces analizar la procedencia de los rubros peticionados, a saber: daños materiales, daño psíquico y daño moral. a) En relación al daño material, debo tener en cuenta la pericial arquitectonica realizada (la cual obra a fs.164/165 de autos y las explicaciones brindadas, a fs.181). Allí se determinó que fueron observados daños en las aberturas que concuerdan con las fotografias glosadas en estas actuaciones (ver fs.12/14 y 16/18) y que las puertas de acceso a la vivienda y la entrada del baño del quincho sufrieron daños reparables. Asimismo, se expresó que el presupuesto de reparación adjuntado por la actora, de la firma Enard, resulta correcto, siendo este por la suma de $ 3.799,40 (pesos tres mil setecientos noventa y nueve con cuarenta) para las aberturas de acceso, materiales, accesorios y mano de obra necesaria a tal efecto. Se afirma que la reparación de la puerta del quincho importará la suma de $600 (pesos seiscientos). Por lo cual, el costo total de reparaciones asciende (teniendo en cuenta además la discriminación del valor de cada refacción a realizar, consignada por el perito a fs.181/181 vta.) a la suma de $ 4.399,40 (pesos cuatro mil trescientos noventa y nueve con cuarenta centavos). También se destaca que la vivienda no está diseñada con madera teca de la India, sino que sólo algunas aberturas resultan de dicha madera, habiendo sido ya considerado su valor de reposición en la suma total antedicha. Además, no observa el perito que se hubiera producido una desvalorización significativa en la morada. Por todo lo expuesto, corresponde hacer lugar a la suma de cuatro mil trescientos noventa y nueve pesos con cuarenta centavos ($ 4.399,40) en concepto de daños materiales. b) Respecto del daño psíquico invocado, consideraré la pericia psicológica efectuada, obrante a fs.216/225 (y explicaciones dadas a fs.238). En tal dictamen, la profesional determinó en los actores Luis Alberto Racciatti y Silvana Emilia Soldati una incapacidad psicológica de aproximadamente el 5 % (cinco por ciento), mientras que en el coactor Martín Racciatti la estimó en el 15 % (quince por ciento). Además, recomendó la realización de un tratamiento psicológico individual para cada uno de ellos, con el fin de propender a la elaboración psíquica del trauma sufrido y evitar su posible agravamiento en el caso de los Sres. Luis Alberto Racciatti y Silvana Emilia Soldati, considerando necesario para ellos una duración aproximada de seis meses de tratamiento y respecto de Martín Racciatti recomendó un año de atención (con el propósito de asistir aspectos limitativos intrapsicológicos post-motivo de autos), con una frecuencia semanal para todos los casos (estableciendo que el costo promedio de la sesión es de $100). Por lo reseñado anteriormente, resuelvo declarar procedente el rubro de daño psicológico, no existiendo elementos que permitan apartarme de la pericia realizada, fijando el mismo en la suma de pesos tres mil quinientos ($3.500) respecto del Sr. Luis Alberto Racciatti, pesos tres mil quinientos ($3.500) a la Sra. Silvana Emilia Soldati y pesos siete mil ($ 7.000) en relación al Sr. Martín Racciatti, con más las sumas de pesos dos mil cuatrocientos ($ 2.400), pesos dos mil cuatrocientos ($ 2.400) y pesos cinco mil doscientos ($ 5.200) en concepto de tratamiento psicológico para cada uno de los actores respectivamente. Se destaca que en este rubro se encuentran comprendidas también las sumas por los gastos del tratamiento psíquico recomendado por el perito, toda vez que no ha sido solicitado como un rubro autónomo. c) Sobre el daño moral solicitado, cabe significar que en términos generales se encuentra constituido por aquella categoría de agravio consistente en la violación de los derechos inherentes a la personalidad, es decir, de derechos subjetivos que protegen como bien jurídico las facultades o presupuestos del ser humano: la paz, la tranquilidad de espíritu, la libertad individual y la integridad física (todo lo cual conforma el concepto de "seguridad personal“) y el honor, honra, sagrados afectos, etc., en una palabra, "las afecciones legítimas“ (art. 1078, Código Civil, antes de la reforma de 1968) (Roberto H. Brebbia, "El Daño moral“, Pág. 166/167, nº 79 y Pedro Cazeaux y Félix A. Trigo Represas "Derecho de las Obligaciones“, Tº 4, 1976, Pág. 241). En el caso de marras, es lógico esperar que los hechos vivenciados por los aquí actores debieron haber causado una gran afección en su espíritu y sentimientos, como así tambien una sensación de vulnerabilidad y violación a sus pertenencias, hogar y familia. Por consiguiente, concluyó que resulta procedente el reconocimiento del rubro peticionado, sin perjuicio de que el suscripto considera que el monto pretendido por el actor resulta elevado, por lo que propongo establecer la indemnización en concepto de daño moral a los actores en su conjunto, en la suma de pesos quince mil ($15.000). A todos estos montos deberá adicionarse la tasa de interés que pague el Banco de la Provincia de Buenos Aires por depósitos a treinta días, desde la fecha en que el hecho tuvo lugar (3/07/2003) hasta su efectivo pago (art. 622 CC y arts. 7 y 10 Ley 23.928, modif. por Ley 25.561 y 5 de la ley 25.561), a excepción de las sumas en concepto de tratamiento psicológico, los que correran desde la fecha en que quede firme la presente. V.- Atento la cuestión a que se arriba, las costas serán impuestas en el orden causado (Art. 51 inciso1º del C.C.A.) toda vez que no surge de autos que se hubieren presentado las excepciones a que refiere el inciso 2º apartado b) del citado artículo. VI.- Por las consideraciones realizadas precedentemente RESUELVO: 1) Hacer lugar a la demanda de daños y perjuicios incoada por los Sres. Luis Alberto Racciatti, Silvana Soldati y Martín Racciatti contra la Provincia de Buenos Aires por los motivos expuestos en los considerandos precedentes, condenándola a abonar a los actores en concepto de daño material la suma de pesos cuatro mil trescientos noventa y nueve con cuarenta centavos ($ 4.399,40), a abonar en concepto de daño psicológico la suma de pesos tres mil quinientos ($3.500) al Sr. Luis Alberto Racciatti, pesos tres mil quinientos ($3.500) a la Sra. Silvana Emilia Soldati y pesos siete mil ($ 7.000) al Sr. Martín Racciatti, con más las sumas de pesos dos mil cuatrocientos ($ 2.400), pesos dos mil cuatrocientos ($ 2.400) y pesos cinco mil doscientos ($ 5.200) respectivamente en concepto de tratamiento psicológico y asimismo a abonar la suma de pesos quince mil ($ 15.000) por daño moral a los actores en su conjunto. A dichos montos deberá adicionarse la tasa de interés que pague el Banco de la Provincia de Buenos Aires por depósitos a treinta días, desde la fecha en que el hecho tuvo lugar (3/07/2003) hasta su efectivo pago (art. 622 CC y arts. 7 y 10 Ley 23.928, modif. por Ley 25.561 y 5 de la ley 25.561), a excepción de las sumas en concepto de tratamiento psicológico, los que correran desde la fecha en que quede firme la presente. 2) Disponer que la sentencia deberá ser cumplida en el plazo de sesenta (60) días contados a partir de la fecha en que quede firme el auto de aprobación de la liquidación (arts. 63 CCA y 163 Const. Prov.). 3) Imponer las costas del proceso en el orden causado (art 51 inc 1 CCA), 4) Diferir la regulación de honorarios hasta la aprobación de la liquidación a practicarse (Art. 51 Ley 8.904).5) REGISTRESE. NOTIFIQUESE por Secretaría.