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Capítulo 1:
AQUILES Y PATROCLO
pareja paradigmática
de la cultura griega
1
Creo no exagerado afirmar que Aquiles y Patroclo fueron para la
cultura griega, a partir de Homero y hasta, por lo menos, el s. II d.C., una
pareja paradigmática, es decir, un claro ejemplo de amor, fidelidad y
entrega, causa de victoria para los aqueos y clara contrapartida de Paris y
Helena.
Deberíamos partir del mismo Homero, o mejor, de aquel poema
monumental elaborado a lo largo de siglos por grupos de poetas y que hoy
conocemos como la Ilíada. Se trata, con la Odisea, de una obra fundante
de todo lo que puede entenderse por cultura como sabiduría de vida entre
los pueblos que se reconocían helénicos por lo menos desde el s.VIII a.C.1
Tenemos dos caminos por recorrer, que al final deberían encontrarse
en el mismo punto: el análisis de los textos de la Ilíada por una parte, y la
interpretación que la misma tradición griega dio a estos textos en los siglos
siguientes, convirtiéndolos en un referente. Comenzaremos por este
segundo itinerario.
1
Sobre la trabajosa elaboración de estos poemas, tengo en cuenta las etapas indicadas por Kirk, G.S. Los
poemas de Homero, Paidós, Buenos Aires, 1985. Para el sentido educador de Homero, Jaeger, Werner.
Paideia. Los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica, México, 1967. Este autor, aunque no
hace referencia explícita al tema que tratamos, bien dice: “Los mitos y las leyendas heroicas constituyen el
tesoro inextinguible de ejemplos y modelos de la nación. De ellos saca su pensamiento, los ideales y normas
2
1. Aquiles y Patroclo en la tradición post-homérica
Que Aquiles y Patroclo fuesen una pareja erótica, en el sentido de tener
una relación de amante y amado o de erasta y erómeno2, para decirlo
en términos griegos en los que se resalta el uso del verbo “erao”3, no cabe
la menor duda, a partir por lo menos de Esquilo (525-456). La relación de
este gran trágico con Homero nos es casi proverbial, ya que en una de sus
biografías aparece una frase que solía decir de sus obras, considerándolas
migajas del banquete de Homero. De una de sus tragedias perdidas, Los
Mirmidones, correspondiente al ciclo troyano, quedan algunos fragmentos
que son interesantes desde el punto de vista de Aquiles y Patroclo como
pareja. Plutarco (50-120 d.C.) en el diálogo Erotikón, conocido también
por el nombre latino Amatorius, cita los dos fragmentos4 que siguen:
“¡No respetaste la pureza maravillosa
de tus muslos, oh cruel, a pesar de nuestros besos...!”
“... (amante) que tanto ama la juventud en flor de los jóvenes,
deseando la dulzura de los muslos y de los labios...”
Los textos que acabamos de citar nos permiten apreciar la fuerza
erótica de los parlamentos de Aquiles, referidos a su amante Patroclo;
descubrimientos posteriores5 de más treinta versos han permitido ampliar
de vida” (p.53). Esto se puede afirmar, en modo casi contundente, de Aquiles y Patroclo antes que nada, si se
tiene en cuenta, inicialmente. el espacio que el mismo poema les otorga.
2
s y s, participios activo y pasivo del verbo erao, como se verá en la nota
siguiente. Determinaban un rol de poder y dignidad en la pareja.
3
 significa “amar con deseo”, en contraposición a , fileo, “amar con aprecio”.
4
Frag. 228 b y 25.
5
Papiros de Oxirrinco, 1932.
3
la visión de la obra, seguramente en el prólogo, aunque no añaden nada al
tema que estamos tratando.
Más conocida es la posición de Platón (427-347) quien se refiere a la
relación de Aquiles y Patroclo en su Simposio6. El autor pone en boca de
Fedro, uno de los invitados, la siguiente apreciación sobre la pareja
homérica:
“No así por el contrario fue lo que sucedió con Aquiles, el hijo de Tetis,
a quien (los dioses) honraron y enviaron a la Isla de los
Bienaventurados porque, a pesar de saber por su madre
que moriría si mataba a Héctor, y que, si no lo hacía,
volvería a su casa y moriría viejo, tuvo la osadía de preferir,
al socorrer y vengar a su amante Patroclo, no sólo morir por su causa,
sino también morir, una vez muerto ya éste. De aquí también
que los dioses, profundamente admirados, le honraron sobremanera,
porque en tanta estima tuvo a su amante”7.
Aunque la opinión de uno solo de los personajes, como es el caso de
Fedro que dice el primer discurso, no compromete la opinión misma de
Platón, reflejada en las palabras de su maestro Sócrates (que a su vez
aprende de Diotima), está claro que en la Atenas del s.IV esta referencia a
Aquiles y Patroclo era tan común como el asunto mismo que se podía
ventilar libremente y era tema de las conversaciones más elevadas sobre la
esencia del amor.
La prueba de esta libertad de expresión y de la motivación al diálogo
la
tenemos
en
el
debate
que
provoca
Jenofonte
(428-354),
un
contemporáneo de Platón. Este escritor presenta una postura más cerrada
El “Banquete” o más propiamente “Simposio” fue escrito alrededor del año 380 a.C. El autor ubica la acción
en el año 416, cuando el poeta trágico Agatón, dueño de casa, hace una fiesta por el triunfo obtenido en las
Fiestas Leneas.
6
4
con respecto a la pederastia, institucionalizada en algunas ciudades.
Precisamente en el diálogo que lleva el mismo nombre de Banquete, se
suma a la discusión afirmando:
“Homero representa a Aquiles vengando de manera muy gloriosa a
Patroclo, no como objeto de su pasión, sino como compañero de
armas”8.
De acuerdo al encuadre general de la obra y del capítulo en
particular9, Jenofonte no parecería negar que Patroclo haya sido amante
de Aquiles; sólo afirma que no fue vengado por ese motivo.
Esquines (428-354), orador ateniense, rival de Demóstenes porque
se había puesto de parte de los macedonios, dominadores de todo el
territorio helénico, en su Discurso contra Timarco (del 345 a.C.), toca
públicamente este tema sin ningún tipo de inhibición. Explica que, a su
parecer, la relación de Aquiles y Patroclo es de amante y amado, ya que
aquel pensaba confiarle a su hijo Neoptolemo para que lo llevara a Ptía, su
tierra10. Y esto se hacía con un socio o compañero11 sólo en el caso de que
fuera erómeno o amado.
7
Banquete, 179 de.
Jenofonte, Banquete, VIII.31.
9
Jenofonte nos habla en este capítulo de las condiciones que debe darse en el amor de un erasta y un
erómeno. En todo caso son ejemplo de ello Calias y Autólico. De Calias dice Sócrates, protagonista del
diálogo: “Por mi parte he sentido siempre admiración por tu manera de ser, pero ahora te admiro mucho
más al ver que estás enamorado no de una persona afeminada por la molicie ni amanerada por una vida
blenda, sino de alguien que ha demostrado a todos su fortaleza y resistencia, su valentía y su discreción.
Estar enamorado de tales cualidades es una prueba de la buena naturaleza del enamorado” (VIII, 8).
10
Ilíada XIX, 315-333. Más adelante transcribimos el texto completo.
11
Therapon, ”servidor”. Se trataba de un compañero que estaba al servicio de otro,
por motivos de jerarquía, dignidad o respeto.
8
5
Por todo lo dicho hasta el momento, podría parecer que el tema está
reducido al ámbito de Atenas o, si se quiere, del Ática, y en una época muy
delimitada entre el s.V y IV a.C. Sin embargo, mucho tiempo después, en
la época del Emperador Adriano, un autor, a quien no conocemos más que
por una colección de epigramas pederásticos de corte neoalejandrino,
vuelve sobre el tema. Se trata de Estratón de Sardes que escribió
alrededor del 135 d.C. el epigrama siguiente:
Te atraen las cosas del ejército siendo todavía un muchacho
inexperto y delicado. ¿Qué estás haciendo? Olvídate de todo
/eso.
¿Quién te convenció que tomaras una lanza y te pusieras
un escudo en el brazo? ¿A quién se le ocurrió que cubrieras tu
/cabeza con un yelmo?
¡Mil veces feliz el que un día, como si se tratara de un nuevo
/Aquiles,
12
goce bajo su tienda de este Patroclo!
La forma popular del epigrama nos permite ver que su autor da por
entendido el carácter sexual de la relación de Aquiles y Patroclo, como si
se tratara de algo proverbial.
Llegados a este punto, es hora ya de preguntarnos qué es lo que la
Ilíada misma nos dice sobre la relación de los dos héroes argivos, como
para que estos autores (y lectores) de siglos posteriores hayan entendido
en forma casi permanente y unánime la relación de Aquiles y Patroclo en
sentido erótico.
6
2. Patroclo, el “otro yo” de Aquiles
En ningún momento la Ilíada utiliza los términos amante y amado
(“erasta” y “erómeno”) para referirse a los dos héroes aqueos. Pero sin
embargo, por todo lo dicho hasta ahora, en el poema de Homero hay
elementos suficientes como para considerarlos tales. Es fundamental
descubrir las pistas que el texto nos deja y que analizamos a continuación.
a) El trato particular de Aquiles a Patroclo.
Aquiles, y el texto del poema se va haciendo eco de ello, trata a Patroclo
con una consideración especial, que se refleja en las cualificaciones
usadas. Las más significativas son: “el más querido de los compañeros”, “el
buen servidor” y “mi propia cabeza”.

“Compañero”13 es la expresión corriente para llamarse en el ejército.
Aunque adquirirá con el tiempo también un sentido sexual14. No es
entonces de extrañar que aparezca esta cualificación desde el principio
para indicarnos la referencia de ambos:
“Así dijo (Aquiles) y Patroclo obedeció a su querido compañero
y sacando de la tienda a la hermosa Briseida,
la entregó para que se la llevaran”15
El adjetivo querido se hace superlativo en algunos momentos
culminantes, como después de la muerte de Patroclo, indicando la
exclusividad de esta relación con respecto a otros compañeros:
12
Antología Palatina XII, 217. Este libro se lo suele conocer con el nombre de Musa de los muchachos o
Musa paidiké (.
13
Hetairos, s. Las prostitutas eran llamadas hetairas o heteras.
14
Con el yambógrafo Simónides de Amorgos y con Aristófanes en la “Asamblea de las Mujeres”, v.912.
7
“...entonces todavía no le había dicho el gran mal acaecido
su madre, que su compañero más querido había muerto”16.
Y los otros aqueos utilizarán la misma expresión para referirse a
Patroclo, como es el caso de Áyax al sugerir a Menelao que vaya a avisarle
a Aquiles “que su compañero más querido había muerto”17.

“Buen servidor”18 estaría indicando, en cambio, dependencia, y no nos
debe llamar la atención que Patroclo sea caracterizado también así. La
jerarquía en esa sociedad micénica regida por señores soberanos es
incluso un aspecto que tiene su sentido en la particular relación de los
dos héroes. Néstor se lo va a recordar a Patroclo al pedirle que
intervenga ante su compañero para que deponga la ira y pelee contra
los troyanos: aunque Aquiles esté por encima de él, aunque sea más
fuerte, por el hecho de tener Patroclo más edad le corresponde hacerlo
razonar, aconsejarlo y dirigirlo; eso es lo que su padre Menetio le
recomendó al dejarlo en Ptía en manos del anciano Peleo19. Es
interesante el análisis de este parlamento ya que se puede percibir una
ética especial de las corresponsabilidades entre el señor y su servidor y
compañero. “Buena es la exhortación de un compañero” (verso 793) es el
dicho que queda flotando y que, más tarde, lo repetirá el mismo
Patroclo a Eurípilo20.
15
Ilíada I, 345-347.
Ilíada XVII, 410-411.
17
Ilíada XVII, 655.
18
Ilíada XVII, 388: Después de la muerte de Patroclo se entabla una durísima lucha “alrededor del buen
servidor del Eácida de pies ligeros” para apoderarse de su cadáver.
19
Ilíada XI, 765-802.
20
Ilíada XV, 404.
16
8
Será sobre todo en el canto IX, durante la embajada de Ulises y Fénix a
Aquiles, que se puede llegar a apreciar la intimidad que significaba para
ambos este papel de servidor. Vemos a Patroclo obediente y solícito ante
las indicaciones de su compañero (v. 205-220). Sin embargo con él
comparte el canto (v. 190) y a la noche se acuesta en el otro extremo de la
tienda del mismo Aquiles con Ifis, la mujer que éste le regalara (v. 666668). Esta intimidad llega al punto de ser el único que pueda usar las
armas de Aquiles con su autorización21 y por sugerencia del mismo
Néstor22.

“Mi propia cabeza” es la cualificación más fuerte y exclusiva de
Patroclo y aparece en los momentos culminantes. Precisamente cuando
Aquiles se entera que su compañero ha muerto, lanza un terrible
gemido que llega hasta su madre Tetis, y a ella le expresa su queja:
“Pero qué gozo puede haber para mí, si ha muerto mi querido
/compañero,
Patroclo, al que yo (estimaba) entre todos mis compañeros,
igual a mi propia cabeza.”23
En estos pocos versos se encuentran algunas de las expresiones más
características, culminando en la identificación, “su propia cabeza”,
manera coloquial de expresar lo que hoy diríamos con la frase “su otro yo”.
Y más adelante vuelve a repetir la misma expresión, ya tomando la
21
Ilíada XVI, 64-65.
Ilíada XI, 798.
23
Ilíada XVIII, 80-82.
22
9
resolución de la venganza: “Y ahora salgo a buscar al destructor de mi
amada cabeza, a Héctor...”24
b) El llanto de Aquiles a la muerte de Patroclo.

Recibida la noticia de la muerte de Patroclo, y estamos en el comienzo
del canto XVIII, son impresionantes los gestos de desesperación, el
llanto y las lamentaciones de Aquiles, según costumbres de la época
conocidas también en otras culturas25, pero que denotaban un especial
aprecio y una particular relación con la persona fallecida. Escuchemos
la narración del mismo poeta:
“Así dijo (Antíloco hijo de Néstor), y una negra nube lo cubrió
y tomando con ambas manos ceniza del fogón,
se la echó sobre la cabeza, ensució su hermoso rostro
y la ceniza oscura manchó su túnica divina.
Él mismo estirándose todo sobre las cenizas
se acostó, y se desfiguraba arrancándose el pelo con las amadas
manos”26.
24
Ilíada XVIII, 114-115.
Nos viene enseguida a la memoria la elegía de David a la muerte de Saúl y su hijo Jonatán (Samuel II, 1727), sobre todo en su final dedicado a éste último: “ ¡Jonatán! Por tu muerte estoy herido, por ti me he
llenado de angustia, hermano mío, Jonatán, en extremo querido, más agradable ha sido tu amor que el amor
de las mujeres”. Y no nos olvidamos tampoco del Cantar de Gilgamesh ya que el mismo Gilgamesh
descubre a Enkidu como su otro yo; así lo había visto en sueños (“...cuando alguien como un campeón del
dios Anu, cayó sobre mí. Quise levantarme y era demasiado su peso... Entonces lo abracé como se abraza a
una esposa...” relata el héroe a su madre Nin-Sun, quien le explica, “Aquel que abrazaste como a una esposa
no te abandonará jamás; he aquí la explicación de tu sueño”); por eso, a su muerte, lanza gemidos
asoladores: “Pero Enkidu no abre los ojos; Gigamesh toca el corazón que no late, y entonces rodea a su
amigo con los brazos, como se hace con una esposa. Gigamesh ruge de dolor como un león, como una leona
a la que robaron los cachorros, derrama lágrimas, sus vestiduras desgarra, se despoja de sus ornamentos”
(Cantar de Gigamesh. Editorial Galerna, Buenos Aires, 1977. Traducción de Gastón Blanco).
26
Ilíada XVIII, 22-27.
25
10

Muchas veces llora Aquiles la pérdida de su compañero. Se dice que
hasta siete veces27. En el mismo canto XVIII, a continuación de los
gestos de luto, retumba su primer lamento: “Lanzó un lamento terrible.
Lo escuchó su augusta madre”28. Las nereidas se agolpan asustadas
alrededor de Tetis, quien desde el fondo del mar pregunta, preocupada,
a su hijo: “Hijo, ¿por qué lloras? ¿qué aflicción traspasa tu alma?” 29. A lo
que Aquiles responde con estas dolorosas palabras:
“ ¡Madre mía! De verdad el Olímpico ha cumplido mi pedido30
Pero qué placer me queda si ha muerto mi querido compañero,
Patroclo, a quien yo (consideraba) entre todos mis compañeros
igual a mi cabeza; lo perdí, y Héctor de las armas
prodigiosas lo despojo quitándoselas, admirables de verse,
hermosas, las que los dioses habían dado a Peleo como regalo
/espléndido
el día en que te hicieron entrar en el lecho de un varón mortal.
¡Ojalá te hubieras quedado allí con las diosas inmortales marinas
a vivir, mientras por su lado Peleo tomaba como esposa a una mortal!
Ahora en cambio, para que la pena en tu alma sea incontable
al morirse tu hijo, a quien no recibirás otra vez
en tu casa al volver, puesto que mi alma no me mueve
a vivir ni a permanecer entre los hombres, mientras Héctor,
antes que nadie, atravesado por mi propia lanza no perezca
y pague la expoliación de Patroclo Menetíada”31.
Y cuando enseguida la madre le revela que su vida será breve, Aquiles se
lamenta con desesperación: “Que ahora mismo me muera, ya que a mi
compañero / que se estaba muriendo no logré defender...”32
27
En realidad siete son los parlamentos que acompañan a momentos de llanto personal o colectivo y que
interesan como expresión de lo que Patroclo significa para Aquiles. Los textos son: XVIII, 79-93; XVIII, 324342; XIX, 315-337; XXIII, 12-23; XXIII; 35-108; XXIII, 138-152; XXIII, 161-225. Algunos de estos
parlamentos los presentaremos a continuación.
28
Ilíada XVIII, 35.
29
Ilíada XVIII, 73.
30
En el canto I (versos 393-412) Aquiles había pedido a su madre Tetis que intercediera ante Zeus a fin de
que diera la victoria a los troyanos, vengando así el mal trato que Agamenón, jefe aqueo, le había propinado.
31
Ilíada XVIII, 78-93.
11

Más tarde vemos que Aquiles no interviene todavía, pero se aparece
repentinamente en medio de la refriega y grita por tres veces, asustando
a los troyanos. Por ser de noche se suspende la lucha y todos se
retiran. Héctor sigue mostrando su jactancia, sin embargo, y desoye el
consejo de Polidamas. Tampoco Aquiles duerme, y en medio del duelo
colectivo hace ante los mirmidones un solemne juramento de venganza.
De este modo, el llanto se transforma casi en una arenga a sí mismo
para volver a la lucha y en un vaticinio sobre su destino. Desafiante,
habla de los dioses, mientras promete venganza a Patroclo:
“Oh dioses, vana fue la palabra lanzada aquel día
al valiente héroe Menetio en su palacio;
le aseguré que volvería a llevar a Opunte a su ínclito hijo,
después de haber destruido a Ilión y repartido a suerte el botín.
Pero Zeus no da cumplimiento a todos los proyectos de los hombres;
ha establecido, en efecto, que ambos tiñamos de rojo la misma tierra
en Troya, por lo que a mí, al no regresar,
no podrá recibirme en su palacio el anciano jinete Peleo,
ni Tetis, mi madre, sino que esta misma tierra me guardará.
Ahora, entonces, Patroclo, puesto que después de ti estaré bajo tierra,
no te rendiré los honores fúnebres antes de traerte de Héctor
las armas y la cabeza, tu asesino grandioso.
Junto a la pira decapitaré a doce
hijos ilustres de Troya, encolerizado por tu muerte.
Y mientras reposes aquí, junto a las naves curvas,
en tu derredor las troyanas y las dárdanas de pechos abundantes
gemirán noche y día y derramarán lágrimas
esas que nosotros mismos conquistamos con valentía y grandes
/lanzas
33
devastando ricas ciudades de hombres prósperos”
32
33
Ilíada XVIII, 98-99.
Ilíada XVIII, 324-342.
12

Pero seguramente no hay una lamentación más imponente como la que
se lee en el canto XIX. Rodeado de los grandes protagonistas del poema,
Agamenón y Menelao, Ulises, Néstor, Idomeneo y su antiguo maestro
Fénix, a la vista del cadáver de Patroclo, Aquiles exclama:
“¡Ay de mi! En otro tiempo, desdichado, el más querido de mis
/compañeros,
tú mismo en mi propia tienda me traías la comida gustosa
enseguida y con diligencia, mientras se apuraban los aqueos
por llevar a los troyanos, domadores de caballos, la dolorosa guerra.
Y ahora yaces atravesado, mientras mi corazón
se priva de comida y bebida, que han quedado guardados,
por tu pérdida. No sufriría nada peor
ni que supiera que mi padre ha muerto,
quien tal vez ahora en Ptía derrama tiernas lágrimas
por la ausencia de su hijo que, en un país extranjero,
por culpa de la funesta Helena lucha con los troyanos;
ni que (hubiese muerto) mi querido hijo que se cría en Esciro,
si todavía vive, Neoptolemo igual a un dios.
Antes por el contrario mi espíritu guardaba en el pecho la esperanza
de que yo moriría lejos de Argos, rica en caballos,
aquí en Troya, y que tú navegarías hacia Ptía,
y a mi hijo en una veloz nave negra
lo conducirías de Esciro y le mostrarías cada una de mis cosas,
mis posesiones y criadas, y mi gran casa de alto techo”34.
No encontraremos en toda la Ilíada un llanto tan conmovedor que se
le parezca, si no es el de las mujeres, en especial Andrómaca, en la
despedida de Héctor en el final del canto VI35. Y esto es importante
recalcarlo36, ya que el poeta nos está dando pautas con las que debemos
34
Ilíada XIX, 315-333.
Ilíada VI, 390-502. Es un texto que vale la pena leer una y otra vez por su fuerza dramática y poética.
36
Lo hace en su estudio Bernard Sergent, La homosexualidad en la mitología griega. Editorial Alta Fulla,
Barcelona, 1986. Refiriéndose a un artículo de W.M. Clarke en Hermes (n° 106, 1978), escribe:“Exceptuando
a la pareja Aquiles-Patroclo, observa el mismo autor, Homero sólo utiliza términos sentimentales al referirse
a las mujeres” (p. 270).
35
13
comprender el poema. Así es como lo entendió Esquines, según hemos
comentado más arriba.
3. Aquiles y Patroclo, antítesis de Paris y Helena
Y ya que hablamos de la expresión de sentimientos puesta a la par
entre hombres y mujeres, quisiera añadir un breve comentario a la
referencia que el mismo Aquiles, en el texto citado anteriomente hace
sobre la “funesta Helena”.
Helena y Paris tienen un lugar destacado en la primera parte de la
Ilíada, y esto no nos debe pasar inadvertido a la hora de analizar la
contrapartida de Aquiles y Patroclo en la segunda parte del poema. En el
canto III aparece por vez primera Alejandro o Paris enfrentándose en un
duelo personal con su adversario Menelao, marido de Helena, reto que no
se llevará a cabo gracias a la intervención de Afrodita que se lo lleva
envuelto en niebla. La escena termina en el tálamo con un reproche de
Helena por la cobardía demostrada.
“En tanto Helena, hija de Zeus que lleva la égida, se sentó
y volviendo los ojos hacia atrás, reprendió al marido con estas
/palabras:
‘Te has ido de la lucha, cuando tú mismo debías morir
vencido por ese hombre fuerte que fue mi primer esposo.
¿No te gloriabas antes de ser más fuerte
que Menelao, amado por Ares, en el vigor, en las manos y en la lanza?
Pues bien, ve ahora a llamar a Menelao, amado por Ares,
para luchar otra vez como antes. Pero yo te
aconsejo que desistas, no sea que afrontando una lucha
desigual con el rubio Menelao o combatiendo
irreflexivamente, perezcas de inmediato bajo su lanza’.
Paris, contestándole con estas palabras, dijo:
‘Mujer, no reproches mi actitud con duras palabras;
14
Menelao venció ahora con la ayuda de Atenea;
otra vez lo venceré yo, ya que hay dioses también que están a favor
/nuestro.
Pero vayamos al lecho para hacer el amor.
Nunca como antes el deseo me envolvió el espíritu como ahora
ni cuando, al raptarte de la amable Lacedemonia,
navegamos en las naves que surcan el mar,
y en la isla de Cranae me uní a ti en el amor y en el lecho.
Nunca te amé como ahora que el dulce deseo me domina”37.
Por un lado, tenemos delante una clara imagen de la cobardía que
tendrá su contrapartida en Héctor, que se atreve a combatir contra
Patroclo a pesar de que usa las armaduras de Aquiles, y de éste, que
enfrenta a su rival troyano para vengar a su “amada cabeza”. Por otro lado
aparece con claridad el deseo erótico.
4. Unidos para siempre en la muerte
Podemos aplicar este mecanismo de la sugerencia a un último
elemento con el que se cierra nuestro análisis. En la Ilíada no vemos a
Aquiles y Patroclo juntos en el lecho, como se nos ha mostrado a Paris y
Helena. Sin embargo el poeta no deja de apuntar una indicación final
absolutamente eficaz en este sentido: Patroclo quiere unirse a su
compañero para siempre en la muerte pidiendo ser enterrado en la misma
urna; se lo dice a Aquiles en un sueño narrado en el canto XXIII:
“Otra cosa te pido ahora y lo digo por si te convences:
que mis huesos no estén separados de los tuyos, Aquiles,
sino juntos, como crecimos en tu casa
desde que, siendo pequeño, Menetio desde Opunte
me condujo a la casa de ustedes por aquel deplorable asesinato
el día en que maté al hijo de Anfidamas
37
Ilíada III, 426-446.
15
estúpidamente, sin quererlo, mientras jugábamos a los dados.
Entonces, recibiéndome Peleo el jinete en su casa,
me crió con ternura y me puso como tu servidor.
Que sea la misma urna la que guarde nuestros huesos,
la de oro de dos asas que te dio tu venerable madre”38.
Sin duda el pedido es fuerte por su significación, y no es difícil
considerarlo como inspiración de los amantes del “Escuadrón Sagrado”
de Tebas39 que pedían lo mismo. Precisamente Jenofonte y Platón, a
quienes nos hemos referido anteriormente, hablan de las escuadras de
tebanos y eolios en sus respectivos Banquetes, y en ese contexto aparece
la obligada referencia a Patroclo y Aquiles40.
Para concluir, deberíamos añadir que la Odisea, que de alguna
forma trata de emular a la Ilíada, se preocupa de cerrar este tema desde la
perspectiva de Aquiles. En el canto XXIV Agamenón cuenta a Aquiles en el
Hades lo que sucedió a su muerte y las honras fúnebres que recibió; su
misma madre, la diosa Tetis, salió del mar para participar en ellas y
entregó una urna funeraria. Agamenón sigue hablando:
“... entregó tu madre
un ánfora de oro; regalo de Dioniso
dijo que era, obra del ínclito Hefesto,
en la que descansan tus huesos blancos, preclaro Aquiles,
mezclados con los del difunto Patroclo Menetíada,
y separadamente los de Antíloco, a quien apreciaste como el mejor
38
Ilíada XXIII, 82-92.
Es Plutarco que nos habla en sus Vidas, concretamente en “Pelópidas”, 18 sobre este “Escuadrón Sagrado”
o Ierós Lojos, s s. Epaminondas, según cuenta el autor, se hace enterrar con su
amante.
40
Platón en Banquete 178e-179a prepara la presentación del ejemplo de Aquiles y Patroclo hablando de la
posibilidad del ejército de amantes y amados, y hace decir a Fedro: “Y si hombres como esos combatieran
uno al lado del otro, vencerían, aún siendo pocos, por así decirlo, a todo el mundo. Un hombre enamorado,
en efecto, soportaría sin duda menos ser visto por su amado abandonando la formación o arrojando lejos las
armas, que si lo fuera por todos los demás, y antes de eso preferiría morir mil veces”. A su vez, en el
Banquete de Jenofonte (VIII, 32-33) Sócrates habla sobre el mismo asunto, trayendo esa opinión como si
fuera de Pausanias, el amante del poeta Agatón.
39
16
entre los demás compañeros después del difunto Patroclo”41.
La identificación de estos dos hombres, guerreros llenos de
atrevimiento, héroes de una causa personal y social, llega a su punto
máximo en la muerte que los une y los “mezcla”, como dice el poeta, en la
memoria de la humanidad, ya que siempre se los ha seguido cantando
inseparablemente unidos.
41
Odisea XXIV, 73-79.
17
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