Meter la pata Confieso que pocas veces calculo las cosas que digo o pregunto. Procuro ser lo más espontáneo y fiel a mi mismo a la hora de vincularme con las personas. Muchas veces, de atropellado, he metido la pata. ¿A quién no le ha pasado? Una pregunta fuera de lugar, un comentario a destiempo o un gesto en el momento menos indicado son situaciones cotidianas que pasan y que, luego que suceden, se pueden transformar en un boomerang que nos hace arrepentir de haber actuado de esa manera, sin maldad, pero sí una equivocación. Es lo que conocemos por “meter la pata”. Al cantante mexicano Cristian Castro se le preguntó quiénes eran sus héroes favoritos del bicentenario y su respuesta debería haber sido el silencio, porque por contestar, su respuesta fue una monumental metida de pata. Castro contestó que sus héroes del bicentenario eran el escritor Octavio Paz (1914-1998) y "esta chica de la Cruz" (sic). En realidad quiso mencionar a Sor Juana Inés de la Cruz, que nada tiene que ver con la independencia ya que ella fue una religiosa católica, poetisa y dramaturga mexicana que vivió de 1651 a 1695. Otro caso: hace poco el presidente de Chile, Sebastián Piñera, se disculpó por la frase de un himno alemán de la época nazi que significaba la glorificación de la raza superior germana y su afán de expansión territorial, que escribió en el libro de oro de los visitantes ilustres a la sede del gobierno alemán, sin saber que actualmente esta frase está prohibida y hasta penada por ser considerada como apología de la época de Hitler. Piñera reconoció públicamente su metida de pata. El ex presidente de Argentina, Carlos Menem, confesó en una Feria del Libro de Buenos Aires, haber leído “todas las novelas de Jorge Luis Borges”, cuando el escritor jamás escribió una novela, sino cuentos, poesía y ensayos. Fue una monumental metida de pata. Durante una entrevista a un antropólogo que hablaba del acervo prehistórico de un museo, la actriz Susana Giménez preguntó si los dinosaurios estaban vivos. Pero no lo miremos como algo ajeno. ¿Quién no ha preguntado por la marcha de un matrimonio sin saber que se pelearon duramente y todo terminó en escandaloso divorcio? ¿Cuántas veces enviamos saludos a alguien que ha fallecido? Meter la pata es equivocarse y todos hemos metido la pata. Por lo menos hay dos malos momentos en una metida de pata: el de la equivocación misma y el de la supuesta corrección o aclaración. Ahí, el que metió la pata, se siente derrotado, es cuando aparece esa frase hecha que no por repetida deja de ser verdad “tierra tragame”, “quién me mandó a estar aquí o a decir esto” Uno siente su autoestima herida tras haberse equivocado severamente. Aunque muchas veces se pretenda quitar trascendencia, quien metió la pata no se conforma con el consuelo del aludido. Es horrible preguntarle a una mujer cómo va su embarazo cuando en realidad ha engordado en forma desmedida. Recuerdo una vez, en una rueda de compañeras y compañeros de trabajo, estaban hablando de una ex compañera, destrozándola con comentarios de todo tipo. Hasta que llegó alguien y yo, por querer participarlo de la reunión, de educado que pretendí ser, le dije en lo que estábamos. Resulta que la víctima de los comentarios maliciosos había sido su pareja durante años, dato que yo desconocía. No sabía dónde meterme yo. Lo tomé como una lección de cuánto conviene callarse la boca en determinados momentos. La palabra “pata” es polisémica, es decir, posee varios significados y connotaciones y es el origen a diversas frases o expresiones con significados y aplicaciones. Además de ser el femenino de pato, pata es sinónimo de pie, como aplicación específica a las extremidades de los animales. Por extensión, en lenguaje coloquial y, a veces, con tono despectivo, se les dice patas también a los pies de las personas. También están las frases expresivas, generalmente de uso coloquial y con intenciones varias: irónica, sarcástica, burlesca, satírica, ente tantas. Sobre el punto, el investigador Alexis Márquez escribió que “la más común y frecuente es meter la pata, que se usaba mucho antes para referirse a la muchacha que se acostaba con el novio o salía embarazada antes de casarse. Aunque no era inusual que se aplicase también a alguna solterona que hacía lo mismo, pero más tardíamente: “Dígame Fulana, que metió la pata después de vieja…”. Pero se puede meter la pata de muchas maneras y en las más diversas circunstancias: “Ese tipo cada vez que habla en público mete la pata”; “Fulano es muy bruto: no hay día que no meta la pata”; “El ministro Fulano metió la pata, pero lo premiaron con una embajada”, etc. Como se ve, se puede meter la pata al sólo hablar, o al realizar cualquier tipo de actividad.” Hay otro tipo de metidas de pata, que no tienen que ver con el lenguaje que tienen que ver con ciertas torpezas físicas: atorarse con las puertas giratorias, pretender atender un celular cargado de cosas y todas caigan al suelo, ir por las góndolas de un supermercado recogiendo productos y que no nos den las manos y terminar desparramados nosotros junto a las latas de palmitos o desconocer esa puerta de vidrio y darnos de brucen contra ella. En fin…. Momentos duros que todos hemos padecidos que, con el tiempo, se pueden tomar con humor, pero que en el momento suelen complicarnos bastante la existencia. Contanos tu mayor metida de pata o momento de ridiculez.