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ESPECIAL PARA SUSCRIPTORES
Domingo 10 de agosto de 2003
Venezuela: 2.219 kilómetros de alta tensión
Ecuador: El eslabón más débil
Panamá: La segunda separación
Perú:
Brasil:
Análisis: Entre el abandono y el conflicto
Viaje a otra Colombia
Un enigma en la frontera
En los confines
de Colombia
Durante 49 días, un equipo de
14 periodistas de EL TIEMPO
viajó para contar cómo vive
la gente y qué está pasando
en las fronteras.
Frente a Perú, en el
poblado fronterizo de
Marandúa (Amazonas),
inundado por el río
Putumayo, Jaime Gómez
iza la bandera colombiana
que acaba de lavar.
2
E S P E C I A L En los confines de Colombia
EL TIEMPO en los
confines de Colombia
Fueron, sumados todos los trayectos, 49 días de viaje. El resultado
es este especial de EL TIEMPO, con la historia de cómo vive la gente
y qué está pasando en los puntos más remotos del país.
Se voló en un DC-3 de 1943 que va a Taraira, un pueblo minero
junto a Brasil, y de Leticia a Iquitos en el hidroplano de un ex
misionero evangélico norteamericano. Se navegó por el Pacífico y el
golfo de Urabá, por el Orinoco y los ríos de la Amazonia. Con un
guía wayúu se recorrieron las trochas secretas del contrabando en
la Alta Guajira. Se viajó a pueblos venezolanos donde la gente vive
tan atemorizada por los grupos armados colombianos como en los
manglares y las selvas de la frontera con Ecuador.
Se llegó a lugares que no han visto un ministro en medio siglo y
sólo tienen electricidad unas horas al día, y donde la venenosa
riqueza de la coca o la formidable inventiva del rebusque son la
única modernidad. Hay regiones exóticas e intactas, donde el
conflicto armado parece cosa de otro mundo, y zonas en las que
gobierna la violencia.
A ese país, de una belleza y una riqueza humana incomparables,
después de un abandono de décadas, la guerra lo está sacando a
empujones del olvido. Pero es también otra Colombia, de la que
Bogotá está muy lejos y donde hacen patria gentes como el paisa que
llevó el Viagra al río Putumayo, o la enfermera de Capurganá, que
usa el microscopio solo cuando hay sol pues hace mucho se le fundió
el bombillo.
Sus historias y las de muchos otros acompañan crónicas de viaje,
análisis, mapas e información socio-económica e histórica
producidos por un equipo de ocho periodistas, seis fotógrafos y
personal de apoyo en Bogotá cuyo resultado es el viaje a los confines
de Colombia que usted, lector, tiene hoy en sus manos.
Álvaro Sierra
Director del proyecto
Luz María
Sierra
Édgar
Dominguez
PANAMÁ
• La segunda separación
de Colombia . . . . . . . . . . .págs. 14 a 18
• Un ron para Antolino . . . . . . . .pág. 19
ECUADOR
• En jaque por el conflicto . .págs. 20 a 24
• El eslabón más débil . . . . . . . . . .pág. 25
PERÚ
• El enigma de la muerte
de Euclides Mendieta . . .págs. 26 a 30
• ¿Estrategia coja? . . . . . . . . . . .pág. 31
BRASIL
• Viaje a otra Colombia . . .págs. 32 a 36
• Dos muros en la selva . . . . . . .pág. 37
ANÁLISIS
• El cordón sanitario . . . . . . . . . . .pág. 38
• Indígenas y refugiados,
los más desvalidos . . . . . . . . . .pág. 39
PERÚ
Camilo
George
Andrés
Mompotes
Martín
García
VENEZUELA
LA GUAJIRA
Ginna
Zárate
TÁCHIRA
Alfonso
Cervantes
ARAUCA
Ismael
Medina
Jorge
Mahecha
ORINOCO
Carlos Julio
Martínez
Sergio
Ocampo
Claudia
Rubio
BRASIL
LA GUAJIRA
Castilletes
Maicao
Ruta de
EL TIEMPO
Montelara
Paraguachón
CESAR
Pto. Obaldía La Miel
Sapzurro
Turbo
Capurganá
La Gabarra
PANAMÁ
Cúcuta
NORTE DE
SANTANDER
La Fría
La Grita
San Cristóbal
El Amparo
VENEZUELA
Arauca
ARAUCA
Pto. Carreño
Álvaro
Sierra
BOYACÁ
CHOCÓ
Sumario
VENEZUELA
• Orinoco: la frontera remota . . .pág. 4
• Las trochas wayúu . . . . . . . . . .pág. 8
• El calor de La Fría . . . . . . . . . . .pág. 9
• Un pueblo al otro lado . . . . . . .pág. 10
• Puerta giratoria para la
gasolina y el conflicto . . . . .págs.12-13
EDITORIAL
ECUADOR
PANAMÁ
Luis Alberto
Miño
Domingo 10 de agosto de 2003
VICHADA
Pto. Ayacucho
Pto. Inírida San Fernando
de Atabapo
COLOMBIA
GUAINÍA
Cabo Tumaco
Manglares
NARIÑO
Llorente
Candelilla
de la Mar
San Lorenzo Puerto Asís
San Miguel
PUTUMAYO
Lago
Agrio
Quito
VAUPÉS
Bocas del
Querarí
Mitú
Taraira
La Pedrera
ECUADOR
BRASIL
AMAZONAS
PERÚ
Marandúa
Estrecho
Isla del Tigre
Leticia
Iquitos
Tabatinga
Vea la versión multimedia
de este especial en:
www.eltiempo.com
Envíe sus comentarios a:
[email protected]
Andrés Garibello
REPORTERÍA
Claudia Díaz, Beiman Pinilla y Adrián Espinosa
DISEÑO EDITORIAL EL TIEMPO
“COPYRIGHTS C 2001 CASA EDITORIAL EL TIEMPO S.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved”.
ANÁLISIS
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
3
Lejos de todo y cerca de nada
El Estado recién
empieza a mirar
a las fronteras,
abandonadas
desde siempre.
“Esta universidad del Vaupés es
muy grande”, dice Miguel Arcángel
Cruz, quien, en el magisterio desde
hace 22 años, con una licenciatura
en filosofía, una maestría en investigación educativa y una vieja cámara Canon oxidada, lleva a cabo
una insólita labor.
Es supervisor de educación y
viaja en lancha durante semanas
por caños remotos inspeccionando
escuelas por el departamento. Pero
ese no es sino su trabajo oficial.
Su equipaje está lleno de cartillas: biografías de los capitanes indígenas; monografías de la vida,
creencias y alimentos de cada comunidad; un estudio de plantas me- Gledys Ruiz iza la bandera en el consulado colombiano de Puerto Obaldía (Panamá), donde trabaja.
dicinales; la colección ‘Los viejos
nos cuentan’, dedicada a la historia de cada
tribu; un proyecto de currículum para niLos índices de desarrollo 2001
ños indígenas; planes para futuros estudios
Departamento Esperanza Población Índice de
sobre flores, delfines y hasta cachiveras
de vida analfabeta Desarrollo
(años)
(%)
Humano
(los rápidos de los ríos), y va en el tercer
capítulo de una novela costumbrista.
Boyacá
70,7
9,92
0,739
Esa es la verdadera pasión de este homCesar
70,8
14,8
0,722
bre que hizo en la selva su maestría princiChocó
66,6
18,6
0,680
pal. Diseña proyectos, organiza grupos de
Guajira
72,9
15,7
0,760
indígenas para realizarlos, se sienta por
Nariño
70,1
10,0
0,707
horas a hablar con los ancianos y, pagando
N. de Sant.
70,7
9,9
0,725
todo de su bolsillo y editando en su compuNuevos Deptos. 67,4
10,2 *
0,755
tador en Mitú, convierte esas investigacioBogotá
72,9
2,0
0,817
nes en cartillas bilingües, en español y en
País
71,9
7,5
0,771
la lengua de la comunidad, ilustradas con
(*)Año 2000.
El supervisor de educación Miguel Arcángel
sus fotos, para repartir a los niños indígeFuentes: Diez años de desarrollo humano en Colombia. PNUD-DNP, 2003
Cruz, en Bocas del Taraira (Vaupés).
nas una memoria escrita de su cultura, y a
los profesores material apropiado para dictarles clase.
de Desarrollo Territorial de Planeación, cumento Conpes, de 1986, pero solo a par“Todo es con las uñas. Uno pide tinta y las necesidades básicas insatisfechas son tir de la Constitución del 91 el tema se popapel en la Secretaría de Educación, y no casi el doble de la media nacional, y en sicionó, y apenas con el documento
hay”, dice. Mientras el Estado colombiano muchos municipios llegan al 100 por cien- Conpes 3155, de enero del 2002, se está enrecién empieza a volver sus ojos a las zonas to. Casi una tercera parte de los hogares carando con sistematicidad.
de frontera, quijotes como Miguel Arcán- en situación de miseria del país está en
“El problema de las fronteras ha sido
gel Cruz lo reemplazan, enfrentando lo que las fronteras.
tratado como una favela (tugurio)”, acepmás abunda en ellas: abandono.
Situación que no es de extrañar. Si las ta Fabio Torrijos, jefe de la Dirección de
La situación de los 12 departamentos cinco fronteras terrestres de Colombia Integración y Desarrollo Fronterizos de
son jóvenes, pues todos los tratados que la Cancillería. Empero, él y otros analisfronterizos es de las más precarias del
país. Su PIB per cápita promedio es 23 por las delimitan se firmaron entre 1907 y tas consultados afirman que, si bien con
ciento inferior al nacional. Casi todos 1941, la política estatal está, literalmente, resultados aún modestos, desde hace
unos años hay un claro viraje.
exhiben índices de desarrollo menores a en su infancia.
la media, y tasas de analfabetismo supeLa ley de fronteras es de 1995, y el orDicen que ese último Conpes fue el
riores. En el 2001, más de la mitad de los ganismo rector de política –la Comisión primer intento de trazar políticas coordi64 municipios fronterizos tenía déficit Intersectorial de Integración y Desarrollo nadas a nivel nacional. El Ministerio de
presupuestal.
Fronterizo (Ciidef)–, de abril del 2001. Educación prometió un aumento de más
Según Colombia y sus fronteras, un do- Había un Estatuto de Fronteras y la de 150.000 nuevos cupos en el 2002 y el
cumento de julio del 2001 de la Dirección Secretaría de Fronteras, de 1983, y un do- 2003; el Invías, invertir 34 mil millones de
pesos en el 2002; el programa Vías
para la paz, otros 45 mil millones;
Compartel, instalar unos 150 teléfonos satelitales. Se constituyeron
en cada departamento comités territoriales fronterizos. “Se ha dado el primer gran paso – afirma
una evaluación de la Ciidef, de octubre– para que cada entidad nacional comience a incluir acciones concretas para las zonas fronterizas”.
Veintidós foros realizados por
la Cancillería, Planeación y la
Escuela
Superior
de
Administración Pública, en el
2001 y el 2002, en 11 departamentos
fronterizos, con más de 3.000 asistentes, dejaron un interminable
inventario de problemas: corrupción a todos los niveles, incapacidad de planificación, quejas por el
centralismo, por el cierre de oficinas de la banca privada, por costos de salud exorbitantes, demanda para que la educación atienda
las particularidades locales, sensación de abandono.
Con los cinco países vecinos funcionan,
a ritmos muy desiguales, Comisiones de
Vecindad. Se trabaja con Ecuador y Perú
en las llamadas Zonas de Integración Fronteriza, que deben desarrollar áreas de producción binacionales. Con la excepción del
Grupo Académico Binacional ColombiaVenezuela, las fronteras están poco estudiadas. Hay muchos proyectos comunes a
nivel andino pero marchan lentamente.
“La política andina es buena: intenta la
articulación de proyectos de desarrollo,
concibe las fronteras como lugares de encuentro. Y el país andino que más esfuerzos ha hecho para traducir eso en políticas
es Colombia”, afirma la internacionalista
colombiana Socorro Ramírez.
El abogado Ricardo Zuluaga, en un estudio reciente (Régimen jurídico de las entidades territoriales de frontera), es más
escéptico: “La gran mayoría de las medidas han sido adoptadas sin que haya mediado ningún tipo de consulta o concertación con las regiones destinatarias, (y)
es notoria la ausencia de un órgano en el
que tengan asiento permanente las regiones”, dice, afirmando que “los desarrollos han sido muy precarios y apuntan
más a convertirse en una frustración que
en una fuente de construcción de una sociedad más democrática y pluralista”.
Mientras académicos y políticos en Bogotá discuten, gente como Miguel Arcángel
Cruz sigue haciendo patria como siempre:
lejos de todo y cerca de nada.
Álvaro Sierra
4
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Todos los días desde Ayacucho (Venezuela) cruza casi un centenar de escolares que
va a estudiar en Casuarito (Vichada).
Domingo 10 de agosto de 2003
VENEZUELA
En pleno invierno, el Orinoco, en la boca del río Meta, alcanza a tener tres kilómetros de ancho
en algunos puntos. En verano, el cauce se puede reducir a la mitad.
Orinoco: la frontera remota con
Venezuela
En un palo delgado del que cuelga una
descolorida bandera tricolor, raída por el
viento y el olvido, arranca la frontera colombiana en el Orinoco. Es un palo clavado
a medias en el suelo de un pueblito triste
que se llama Amanavén.
La sensación inicial al bajarse en este
minúsculo puerto de Vichada, aparte del
calor agresivo, es la de estar muy lejos de
cualquier punto que recuerde la memoria. Y va mezclada con la certeza de que
Colombia definitivamente no ha conseguido llegar hasta aquí. “Sabemos que somos colombianos de tercera, pero ya no
nos duele; nos acostumbramos”, dice un
viejo colono de Boyacá que arribó a estas
tierras hace 30 años.
Son 35 ranchos devorados por la pobreza, donde viven unas 200 personas que no
conocen la energía eléctrica a ninguna hora, beben del agua del río, no tienen médico ni Policía, y están condenados a ver telenovelas venezolanas en las 10 viviendas
con planta de luz propia, pues la señal colombiana no llega.
Para ir a Amanavén, hay que pasar primero por Puerto Inírida, la capital de Guainía, una ciudad paradójica, amodorrada en
su pobreza pero al mismo tiempo rebuscadora y cambalachera.
Allí la energía eléctrica solo llega 8 horas al día, y a veces ni siquiera llega. No tiene agua potable, emisora de radio ni Casa
de la Cultura. Sin embargo, a las 8 de la ma-
Por: Sergio Ocampo Madrid
Fotos: Claudia Rubio
Pese a tener la guerra lejos y el control del comercio,
los colombianos miran con envidia la otra orilla.
ñana la avenida principal es un mercado
enorme en ebullición, con veinte tiendas
de ropa, diez misceláneas y perfumerías y
siete cacharrerías listas para vender a todos los venezolanos que lleguen.
Aunque esta capital no es un pueblo limítrofe, es como si lo fuera por el gran influjo comercial que irradia sobre un buen
pedazo de la raya fronteriza, que además
está a escasos 50 minutos en voladora (lancha rápida).
Ir de Inírida a Amanavén es una experiencia geográfica de ríos grandes que van
desaguando en otros más grandes. Luego
de embarcar en el oscuro cauce del Inírida,
un par de zarandeadas a los tres minutos
indican que se llegó al torrentoso Guaviare; tres cuartos de hora después, la lejanía
de las orillas anuncia que este se mezcló
con el ancho Atabapo.
Desde ese momento, la margen izquierda es Amanavén (Colombia) y la otra, San
Fernando de Atabapo (Venezuela). Un minuto más, y ese aluvión de aguas fusionadas termina entrando en el Orinoco.
San Fernando es el pueblo de donde
vienen casi todos los compradores de
Inírida. Está al frente de Amanavén, pero lo único que comparte con el caserío
colombiano son las miles de libélulas verdes que revolotean bajo el sofoco vespertino, que aparecen con los primeros aguaceros del invierno.
Atabapo tiene luz las 24 horas, aeropuerto y acueducto. Hay Policía, hospital,
y una base del Ejército. Aunque Caracas
está lejos, y el pueblo siente algo de olvido
centralista, es un abandono mucho más llevadero.
“Aquí todos compartimos necesidades y
nos ayudamos –dice el alcalde, Melvin Silva–. Ustedes necesitan de nuestra gasolina
barata, y nosotros de la ropa y las cositas
que venden en Inírida. La única queja que
yo tengo de los colombianos es que se metan a explotar el oro a este lado. Eso nos
trae muchos inconvenientes”.
Esa parece ser la gran protesta del país
vecino desde Amanavén hasta Puerto Carreño (Vichada), a lo largo de los 291 kilómetros en los que el Orinoco sirve de frontera. Según la Guardia Nacional, diaria-
mente se cuelan alrededor de 40 colombianos por varias trochas ubicadas entre el
puerto de Samariapo y San Fernando. Es
un tramo de no más de 60 kilómetros de
bosque tupido, impenetrable, por donde colombianos, varados en su mayoría, trashuman en busca del sueño del oro.
Van a ‘miniar’, como le dicen ellos a esta aventura de meterse dos días por caños
del Amazonas venezolano hasta llegar a los
yacimientos auríferos de Capanacana.
Orinoco arriba, lo único que cambia
drásticamente es el paisaje, ya que la selva
cerrada de la Amazonia empieza a hacerse
más baja, menos densa, hasta terminar desapareciendo del todo en la sabana orinoquense.
Tomando otra voladora en San Fernando de Atabapo se llega en hora y media al
puerto de Samariapo, también en la orilla
venezolana. Allí se inician los raudales del
Orinoco: un estrechamiento del cauce conjugado con la aparición de piedras enormes que lo vuelven un espectáculo asombroso de cascadas y rápidos, por donde no
se puede navegar.
Como por el río no se puede viajar, cualquiera que quiera ir a Puerto Carreño, a
Garcitas o a Casuarito, Orinoco abajo, obligatoriamente tiene que tomar un bus en
Venezuela. Y para eso se requiere de un
permiso firmado por el cónsul venezolano
en Inírida.
Luego de 45 minutos de viaje por la ex-
V E N E Z U E L A E S P E C I A L En los confines de Colombia
Colombia - Venezuela
Área
detallada
POLICÍA
ELN
Gustavo Ojeda
Luciano Ariza
EJÉRCITO
BATALLÓN
ARTILLERÍA No 2
COMANDO
OPERATIVO No 7
Maicao
Montelara
Wiwua
Barrancas
Fonseca
FARC
Frente 59
PELOTÓN
4a COMPAÑÍA
Wayuu
Paraguachón
Paraguaipoa
Moján
CABALLERÍA
San Juan del Cesar
MARACAIBO
Villanueva El Molino Paraujano
El Diluvio
DESTACAMENTO
Arhuaco
Urumita
Nº 35
Petrolea
VALLEDUPAR
Manaure
Robles
LAGO DE
Yukpa
Agustín Codazzi
C E S A R
Becerril
ELN
Luciano Ariza
MARACAIBO
La Novedad
Machiques DESTACAMENTO DE
COMANDOS RURALES Nº 39
La Jagua de Ibirico
Chiriguaná
Algunos hitos
POLICÍA
Castilletes
L A
G U A J I R A
RIOHACHA
AUC
Contrainsurgencia
Wayuu
GUARDACOSTAS
DEL CARIBE
EJÉRCITO
BASE FLOR
DE LA GUAJIRA
POLICÍA
EJÉRCITO
BASE JOSÉ
ANTONIO GALÁN
O C É A N O
A T L Á N T I C O
Punta
Espada
5
Domingo 10 de agosto de 2003
DESTACAMENTO
DE APOYO Nº 30
Nº 31
1941, abril 5. Tratado de delimitación terrestre y de navegación de
ríos comunes.
1952, noviembre 22. El gobierno
colombiano la soberanía venezolana sobre el Archipiélago de Los
Monjes.
1987, agosto 11. Incidente de la
corbeta Caldas lleva al borde de la
guerra.
1989, 20 junio. Se crea la Comisión
de vecindad Colombo-Venezolana.
1991, mayo 18. Acuerdo de cielos
abiertos. Comisión mixta para el
control del tráfico de estupefacientes.
1994. Se crea la Comisión binacional de Fronteras (Combifron),
para intercambio de inteligencia
militar, actualmente congelada
por el presidente Chávez.
1995, febrero 25. El Eln ataca el
puesto fluvial venezolano de Cararabo, mata a ocho infantes de marina y deja heridos a 12.
1998, abril 31. El ELN se toma la
población venezolana de Ragonvalia y el Ejército colombiano entra
con autorización del presidente
Rafael Caldera.
2000, mayo-junio. Camioneros
venezolanos cierran la frontera,
aduciendo falta de seguridad para
ellos en Colombia.
Marzo 21. Cuatro helicópteros y
dos aviones venezolanos bombardean una parte de la selva fronteriza del Catatumbo.
Abril 23. Acuerdo de entendimiento sobre desplazamiento.
Río Magdalena
Bari Z U L I A
Longitud: 2.219 kilómetros.
AUC
Bloque
Población
DESTACAMENTO
Norte
Colombia: 4'751.759 personas.
Río de Oro
Nº 32
Curumaní
Venezuela: 6'114.689 personas.
Puerto Barco
Casigua
Departamentos
ELN
FARC
Juan F. Porras
Colombia: 7
Frente 33
Carlos Cacua
La
Gabarra
CENTRO DEL
y 29 de
Venezuela: 5
El Carmen
Las Cruces
Mayo
TEATRO DE OPERACIONES
Municipios
Nº 2
Tibú
Colombia: 43
Teorama
Boca de Grita
DESTACAMENTO
Venezuela: 20
EJÉRCITO
CENTRO DEL
DE FRONTERA Nº 13
Pto. Santander
N O R T E D E
BATALLÓN
Comercio (miles US$)
TEATRO DE OPERACIONES
La Fría
DEL
CATATUMBO
DESTACAMENTOS:
Exportaciones: 1'122.152
Nº 1
S A N T A N D E R
La Grita
DE
FRONTERA
Nº
12
Importaciones: 777.720
ELN
DE APOYO Nº 10
San
Juan
de
Colón
Carlos
COMANDOS RURALES
AUC CÚCUTA
Fuentes: Dane, Ministerio de Comercio
Velazco
T Á C H I R A
Bloque
Nº 19
Exterior, 2002.
Villa
Norte
Rosario
SAN CRISTÓBAL
DESTACAMENTO
EJÉRCITO
Ragonvalía
DE FRONTERA Nº 17
GRUPO MAZA Chinácota
Uzcátegui Guasdualito
No 5
FARC
Toledo
DESTACAMENTOS:
Páez
Frente 45
El Amparo
DE FRONTERA Nº 63
Guhaibo
ca
u
Flujo
de
ra
A
Y Nº 69
ío
R
Grupos
Ruta de
Río Arauca
Samoré
desplazados
Elorza
indígenas
EL TIEMPO
ARAUCA
Arauquita
Cubará Saravena
y refugiados
Puerto Colombia
EJÉRCITO
ARMADA
ELN
BRIGADA 18
BAFLIM 40
Contrabando
FARC
Cultivos
Tráfico de
Domingo Laín
A P U R E
Columna
gasolina
ilícitos
drogas y armas
Móvil
Uwa
Yarura
EJÉRCITO
A R A U C A Alfonso
FARC
Castellanos
COMANDO ESPECÍFICO
Frente 10
B O Y A C Á
Río Casanare
El Porvenir
DEL ORIENTE
Río Meta
Límites
Bari
PUERTO CARREÑO
Puerto Murillo
B O L Í V A R
Capital departamental
Internacional
Nueva Antioquia
DESTACAMENTOS:
AUTODEFENSAS
Departamental
Población
APOYO AÉREO Nº 9
DE CASANARE
Nº 90
0
50
Kms.
Y
VICHADA
Municipal
Casuarito
PUERTO BRIGADA FLUVIAL
Marandúa
Sikuani
AYACUCHO
V E N E Z U E L A
A las 50 familias de Castilletes
(La Guajira), el
agua les llega cada 15 días en un
carrotanque desde Uribia. El puesto de Policía no
tiene radio ni televisión y el teléfono está dañado.
Al frente, el
Castilletes venezolano tiene 21 agentes
de la Guardia y 5 funcionarios más, todos
con su paga al día. Sus policías tienen televisión por cable, tenis de mesa, y hasta
regalan agua a los colombianos.
Además de ser comandante del primer puesto de Policía de Colombia, si se
cuenta desde el norte, José Reinaldo
Cuéllar es también el primer profesor. El
comandante de Policía de Castilletes todos los días camina 35 minutos bajo el
sol ardiente para dictar clase.
“A esos niños los que les enseñamos
el himno y la bandera de Colombia
fuimos nosotros;
pensaban que sus
símbolos eran los
de Venezuela”. En
eso, por lo menos,
le ha sacado ventaja al vecino país.
Así lo dice un venezolano: “Que
me perdone Chávez, pero mis hijos, en la escuela de
Taporí no aprendieron a hacer la O ni con
pocillo. Por eso, los pasé a la escuela colombiana, donde enseña la Policía”.
Cuéllar tiene otro consuelo: desde que
la ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, visitó Castilletes, el pasado 17 de
febrero, la estación se está remodelando.
Mientras se cumplen sus tres meses de
servicio, él y sus hombres juegan dominó en el primer hito fronterizo de Colombia con un nuevo compañero: el albañil
encargado del trabajo.
mo
Río To
Saliba
Puerto Nariño
V I C H A D A
Samariapo
DESTACAMENTO
DE VIGILANCIA
COSTERA Nº 914
Morganito
Boca Vichada
Piaroa
Garcitas
da
ha
Vic Curripaco
ô
R
Amanaven
FARC
Frente 16
Río Guaviare
PUERTO INÍRIDA
ARMADA
BAFLIM 50
Barrancominas
Puinave
FARC
Frente 16
a
írid
o In
Rí
Victorino
DESTACAMENTO
DE FRONTERA Nº 94
San Fernando
de Atabapo
Piapoco
Medano
Baltazar A M A Z O N A S
Bocas de
Guasacavi
Puerto
Colombia
Curripaco
Warequena
G U A I N Í A
Curripaco
Río G
uainí
a
C O L O M B I A
EL PRIMER PUESTO DE POLICÍA DEL PAÍS
BASE DEL
EJÉRCITO
Baniva
San Carlos de Rionegro
San Felipe
FARC
Frente 16
B R A S I L
Bare
Guadalupe
BASE DEL
EJÉRCITO
6
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
VENEZUELA
El sembrador
de marañones
Amanavén, con 35 casas que sobreviven sin luz a ninguna hora a 40 grados de temperatura, es uno de los sitios más pobres de toda la frontera.
Desde 1983, Luis Eleno Matta, santandereano de El Socorro, de 68 años, padre de 10 hijos, con segundo de primaria,
casado con Inés, y que llegó a Puerto Carreño hace 35 años, tiene la convicción
profunda de que el marañón (la famosa
castaña de los españoles o el cashew nut
de los ingleses) puede ser la redención de
la Orinoquia.
Con su piel cetrina, cuarteada y lustrosa, que contrasta con el pelo blanco cenizo, parece un habitante del norte de la India. Luis Eleno tiene la paciencia milenaria que lo hace insistir en su proyecto de
sembrar marañones por todo Vichada.
Esa obsesión le comenzó en Bogotá en
1978 cuando alguien le regaló un estudio
sobre la nuez, una de las más exóticas y
costosas del mundo, que tiene la particularidad casi mítica de expeler un ácido corrosivo al partirla, que quema las manos
a los hombres, pero a las mujeres no.
Desde 1982, Luis Eleno tiene sembradas 50 hectáreas que no han podido pa-
Los venezolanos adoran los bocadillos y los masmelos colombianos que se venden en Casuarito.
Venezuela
Superficie (km2)
Población (personas)
Indígenas (personas)
Homicidios* (personas)
Zulia
Táchira
Apure
Bolívar
63.100
3'209.628
58.800
864
11.100
1'031.156
n.d.
150
76.500
466.931
76.500
67
240.528
1'306.650
21.000
358
Amazonas
178.095
100.324
29.400
n.d.
Fuente: Instituto Nacional de estadística de Venezuela (INE), año 2000. *Incluye suicidios.
Colombia
Superficie km2
Población (personas)
Indígenas (personas)
PIB (millones de pesos, 2000)
Índice NBI* (%)
Cobertura escolar (%)
Homicidios (a mayo 31, 2003)
Cultivos ilícitos (coca/amapola-has. 2002)
Desplazados (expulsión, 2002)
La Guajira
Cesar
20.848
508.650
156.046
2'014.262
64,9
88,3
169
354
2.596
22.905
1'015.889
17.874
2'752.065
56,4
80,4
288
n.d./454
4.454
N. de Santander
21.658
1'435.237
14.331
3'212.949
41,4
80,4
628
8.041
15.343
Boyacá
Arauca
Vichada
Guainía
23.189
1'394.952
4.725
4'347.849
38,8
77,1
131
118/11
4
23.818
264.888
3.591
1'679.836
53,3
81,5
225
2.214
1.954
100.242
91.357
19.731
141.316
89,8
58,4
0
4.910
225
72.238
40.786
14.331
62.317
100,0
48,9
1
749
76
Fuentes: Dane, Ministerio de Protección Social, Ministerio de Educación Nacional (2001), Codhes (2002), Dijín, Simci. *Necesidades Básicas Insatisfechas.
sar de ahí porque, aunque ha hablado con
ministros, presidentes y expertos (ninguno se salva del tema al caer en Carreño),
nadie le ha comprado la idea del todo.
Las fronteras con Venezuela, Panamá, Ecuador, Perú,
y Brasil tienen una longitud total de 6.301 kms.
Protagonistas de novela, ni de que
Pedro el Escamoso se quedó finalmente
con su doctora Paula.
De Casuarito sale un bote, todos los
días a las 7 de la mañana, que va a Puerto
Carreño en una hora y 20 minutos. En la
capital de Vichada ya ha desaparecido todo vestigio de selva, y empieza el imperio
de la llanura.
Carreño, un municipio de 18 mil habitantes, es el único lugar en todo este recorrido por la frontera que puede mirar con
algún desdén hacia el otro lado, pues el
pueblo que tiene al frente, Puerto Páez
Y a pesar de la obsesión que representan los marañones para él, ninguno de
sus diez hijos le ha seguido el cuento. “Es
que yo no quiero que se queden aquí. Que
estudien y se vayan lejos de esta tierra
que no da nada”, dice él.
V E N E Z U E L A E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
7
Quince
años corriendo
San Fernando de Atabapo (Venezuela) es la estación de gasolina más grande en 200 kilómetros a la redonda. Los colombianos se abastecen allí.
Los policías de Casuarito hacen controles sobre toda persona que entra a Colombia por el río.
sectores, y durante 6 horas.
Negro, donde Guainía tiene un apéndice
En esta ciudad, además, es fácil notar largo que se cuela en Brasil y Venezuela,
que el abandono no es responsabilidad y que los lugareños llaman ‘el pipí de Coexclusiva del centralismo. “Tenemos lombia’.
unos dirigentes políticos pésimos aquí”,
Allí la guerrilla tiene tanto control que
dice el comerciante Israel Novoa.
ejerce soberanía. En los 150 kilómetros de
Bogotá no es propiamente una madre orilla colombiana sobre ese río, la única
presencia oficial que se recuerde fue la de
tacaña con estos hijos de la periferia. Así,
mientras los 1,8 millones de habitantes una estación de policía en San Felipe, con
del departamento de Atlántico tienen un seis uniformados que vivían entre el depresupuesto de 265 mil millones de pesos samparo y el miedo, y a veces el hambre.
para este año, los casi 30 mil de Vichada Hace 4 años, tras amenazas de la guerrigozan de uno de 87 mil millones. A los pri- lla, los hombres fueron retirados del sitio.
meros, pues, la Nación les gira 147 mil pe“Desde entonces son las Farc las que
sos per cápita, mientras que para los se- custodian la frontera –cuenta Henry Melgundos ese monto asciende a 2,9 millo- garejo, corregidor de San Felipe–; inclunes.
sive son ellos los que devuelven los mojo“Aquí no falta plata; lo que falta es ges- nes a sus sitios cuando la Guardia venetión”, remata contundente Novoa.
zolana los corre hacia acá, y exigen que
Una de las cosas que llama la atención todo barco colombiano lleve izada la banen los 340 kilómetros trasegados (inclu- dera nacional. Su misión no es agresiva”.
yendo los 50 de Inírida a la frontera) es
Si la presencia guerrillera es escasa soque no se ve un solo guerrillero o para- bre el Orinoco y poco belicosa en el río
militar.
Negro, no ocurre lo mismo en las tierras
En Inírida dijeron que en Amanavén medias de Guainía y Vichada, donde es
tan feroz su accionar que
bastaba preguntar por el
los efectos alcanzan a sencomandante ‘Chaqueto’ o
‘En
San
Felipe,
tirse hasta la frontera.
por ‘El Cadete’, de las Farc.
las Farc
Pero allí nadie los conocía,
Muchos analistas consiy más bien recomendaron
devuelven los deran que el verdadero coir a Puerto Nariño. En este
de las Farc se halla
mojones a su razón
sitio tampoco se apareció
ahí, en los dominios del faninguno. “Vaya a Casuarimoso ‘Negro Acacio’, el
sitio cuando
to, que allá de pronto”, diguerrillero colomlos corren los primer
jeron.
biano pedido en extradivenezolanos’. ción por Estados Unidos.
Las palabras del obispo
La razón: en estos dos dede Inírida, monseñor Antonio Bayter Abud, resultaron premoni- partamentos, junto con el norte de Guatorias: “Por el Orinoco no son muchos. viare y el sur de Meta, se halla el 80 por
Pero adéntrese en Vichada y Guainía y se ciento de la producción de cocaína en el
país, su fuente principal de financiación.
los encuentra a todos”.
A partir de febrero del 2002, la operaLa realidad del conflicto armado aquí
es más o menos benigna. La presencia di- ción ‘Gatonegro’ del Ejército colombiano
recta de las Farc es escasa, a diferencia de cambió totalmente la ecuación de guerra
lo que se aprecia más abajo, sobre el río que vivía la zona. Con el ingreso a los do-
minios del ‘Negro Acacio’, en Barrancominas, uno de los centros del tráfico de
narcóticos y armas de las Farc en el centro de Vichada, y la captura del capo brasileño Fernandinho, los insurgentes se
desperdigaron río Guaviare abajo para
defender a muerte ese caudal, que es el
eje más importante de entrada y movilización de casi todos los precursores para
fabricar la droga.
Desde entonces, los hostigamientos de
ese grupo contra la población se dispararon. El Vicariato de Inírida ha denunciado asesinatos, reclutamientos forzosos y
desapariciones de decenas
de muchachos en el último
año.
Para repeler esa acometida, lo único que tiene por
ahora el Estado colombiano
son dos batallones fluviales,
uno en Inírida, con 576 hombres, y otro en Carreño, con
653, los cuales están encargados de cubrir casi 1.500 kilómetros de los ríos fronterizos
Meta, Arauca y Orinoco, sin
contar los cauces interiores.
Aunque algunos cadáveres mutilados han empezado
a bajar desde el alto Guaviare, el Orinoco aún tiene el
privilegio de ser uno de los
pocos sitios de Colombia
donde la gente se preocupa
más por la falta de televisión que por evitar que la maten.
El temor a que llegue la guerra es tan
grande, de todos modos, que si el precio
para que Colombia empiece a mirar hacia acá es tener que perder la tranquilidad de las noches de verbenas a punta de
vela, y el placer de salir a pescar de madrugada, muchos prefieren seguir siendo
la frontera del olvido. ❙
A lo largo de las cinco fronteras terrestres de Colombia,
hay un total de 67 municipios y 12 departamentos.
La historia de Ismael Antonio Rivera, un tolimense de 53 años que llegó
hace 8 como desplazado a Puerto Carreño (Vichada), es la de un campesino al que la violencia no lo ha dejado
arraigar en ningún lado. En los años
70 lo enrolaron en el Ejército por no tener libreta militar, y acabó en Arauca,
donde se quedó al terminar el servicio. Allí montó un negocito de cerveza,
con gallera incluida, pero en el 79 el
río creció más que nunca y se le llevó
todo.
Sin un peso, se fue a Tame (Arauca). Su llegada coincidió con las primeras colonizaciones de las Farc en la
zona. “Por envidias empezaron a decir
que yo era guerrillo también; a los meses el Ejército me mandó decir que me
daba 36 horas para que me fuera”.
En el 93 terminó parando en Puerto
Rondón, también Arauca. De allí quien
lo sacó fue la guerrilla.
“Dijeron que yo era un sapo del
Ejército, y me tocó irme para Tame”.
Allí la suerte lejos de cambiar, lo
golpeó más duro. “No sé quién montó
el chisme de que yo era ‘paraguayo’
(paramilitar) y las Farc me terminaron
matando a dos de mis pelaos: a José
Humberto, de 19 años, y a Henry, de
14.
En el 95 llegó a Carreño, donde vive desde entonces, con 10 miembros
de su familia, en un rancho de bahareque y tejas de zinc a la orilla del río
Meta. “A mí que me maten aquí –dice
mientras se espanta los moscos de la
nariz–; ya estoy aburrido de salir corriendo de todas partes. Además, de
aquí para adelante solo queda Venezuela, y yo para allá no cojo ni de fundas”.
8
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
VENEZUELA
El
‘binacional’
Por la ‘salineta’, como llaman a la desértica planicie de La Guajira, circulan los ‘termotabla’, camiones que llevan pasajeros,
contrabando y combustible de un lado a otro de la frontera entre Colombia y Venezuela.
LA GUAJIRA
Las trochas wayúu
Por: Ginna Zárate
Fotos: Alfonso Cervantes
O C É A N O
Punta Espada
A T L Á N T I C O
C O L O M B I A
Jose Rodríguez lleva cinco años conduciendo su Ford destartalado por la trocha de Maicao a Montelara con una de
las cargas más especiales del país: Jose es
contrabandista de gente.
Además de toda clase de encomiendas
y pasajeros con menudos contrabandos
que viajan por los cientos de caminos del
desierto que unen la frontera entre ambos países, el tímido y amable barranquillero transporta ‘caliches’.
Así les dicen en este desierto remoto
–habitado por 200.000 indígenas wayúu
que son los únicos que pueden cruzar libremente la raya fronteriza– a los pobres
colombianos ‘alijunas’ (no wayúu) que,
como no tienen ni la cuenta bancaria con
800.000 pesos que es requisito para sacar
la visa venezolana, ni los 100.000 pesos
que cuesta, desde hace más de 40 años
usan estas trochas para pasar de un país
al otro.
Jose cobra 8.000 bolívares (casi lo mismo en pesos, al cambio actual) por pasajero, si este simplemente quiere cruzar la
raya sin que lo pare la Guardia venezolana. Pero si el viaje es para conseguirle
trabajo en cualquiera de las grandes fincas binacionales, que tienen tierra a ambos lados, vale 80.000. Y son muchos los
colombianos que se la rebuscan de esta
forma.
La frontera entre Colombia y Venezuela está surcada por cientos de trochas
de tierra dura, polvorientas y azotadas
L A
RIOHACHA
Castilletes
G U A J I R A
V E N E Z U E L A
Maicao
Montelara
Paraguachón
Paraguaipoa
Moján
por un sol implacable. Señaladas solo por
las huellas de otras camionetas y sembradas de bandidos (según Irma Caldera,
presidenta de la asociación de transportadores CoopGuajira, cuatro de cada diez
camiones son asaltados), son las rutas secretas del contrabando.
Por aquí, además de los ‘caliches’ de
Jose, viajan de un país a otro sin pagar
impuestos níspero, melón, coco y pacas
de cerveza Polar venezolanos, y chivos,
arroz, plátano, yuca, ñame y ajo colombianos. Pasan whisky y chocolatinas y
muchos otros artículos de contrabando.
Y se transportan, en camiones a los que
todos llaman ‘termotablas’ (sarcástica remembranza de los Termoking, los autobuses de aire acondicionado que surcan
la costa Atlántica), miles de indígenas
wayúu que tienen en común una curiosa
característica: todos adoran a Hugo Chávez.
Montelara, donde termina la trocha, es
un caserío a 7 minutos de la frontera, en
el lado colombiano. Sus 50 viviendas de
ladrillo y techos de zinc, habitadas por
cordobeses y sucreños, solo disponen del
agua impotable que una vez por semana
les trae un camión desde Maicao. “Cada
mes me toca salir corriendo con los niños
en el carro de Jose para que les curen la
diarrea en Maicao, la cabecera municipal”, se queja una mujer que se niega a
dar su nombre. Pero una cosa no falta en
cada patio: una cisterna para almacenar
combustible.
Lo traen desde Venezuela los wayúu.
Además de transitar con toda libertad a
lado y lado de la frontera, legalmente, por
ser indígenas, están autorizados a comprar en ese país la ‘pimpina’ de gasolina de 25 litros
a 4.000 bolívares (menos de
700 pesos colombianos por
galón). No bien cruzan la
raya, la pimpina vale 6.000
pesos. Y en Riohacha,
10.000. Pingüe negocio del
que viven todo Montelara y
6.000 familias en el departamento. Y gracias al cual, si
se pudiera presentar, el polémico presidente venezolano ganaría cualquier
elección entre los indígenas guajiros.
No solo ellos viven de la
gasolina. En el Divino Niño, una de esas grandes fincas binacionales, no lejos de Montelara,
una veintena de carrotanques se parquea
al atardecer. Esperan la mañana para
cargar la gasolina y llevarla a la única
planta autorizada para comprar –y revender en los 15 municipios de La Guajira– el millón de galones de combustible
que entra mensualmente desde Venezuela (negocio regulado por el decreto 1762
Los municipios fronterizos tienen 3’659.337 habitantes y ocupan
una superficie de 203.890 kilómetros cuadrados.
Fuente: Dane. (Proyecciones de población al 2003).
Hace 35 años, Rúgero Monroy trabaja de día en Venezuela y duerme de
noche en Colombia, como si viviera en
dos barrios.
Desde que llegó a Paraguachón (Colombia) se fue ganando a los guardias
venezolanos y pasa como Pedro por su
casa a su tenderete en el Paraguachón
venezolano en el que se alinean, junto
a muchas otras mercancías, chocolates suizos, café y detergentes del interior y chicles de los “Estados Juntos”,
como él dice.
Víctima de la inexorable caída del
bolívar, que ya está casi a la par con el
peso, recuerda con nostalgia la época
dorada, del 81 al 83, cuando el ‘bolo’
llegó a 17 pesos.
–¿Cuánto valen los cigarrillos? –le
pregunta una venezolana, bajándose
de un carro.
–Valen mil bolívares o mil pesos; da
lo mismo, cariño.
–Desgraciado. A eso los consigo yo
en Maracaibo –le contesta ella subiéndose al vehículo con un portazo.
La escena se repite. De 30 compradores, solo 5 llevan algo. El bolívar ya
no rinde, y Rúgero, que llegó a hacer ladrillos para las dos primeras aulas de
la Aduana, después de todos estos
años está pensando en irse.
¿Adónde? “Adónde más: a Venezuela”. Un amigo le propuso irse a una hacienda de un ex capitán de la Guardia
venezolana. Ese, tirar machete, fue el
primer trabajo de su vida, cuando a los
13 años se ganaba el jornal de un
hombre en Cascajal (Bolívar).
Con 60 años bien vividos, conseguir
un trabajo mejor para ayudar a su nieto
Déimer, de 11 años, y una novia, son
sus primeras preocupaciones. “Colombiana o venezolana”, dice. Como con el
bolívar o el peso, ahora lo mismo le da.
V E N E Z U E L A E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
9
Vida de
ganadero
En aulas al aire libre, en Paraguachón, aprenden a leer niños
wayúu y ‘arijunas’ (no indígenas).
del 2003). Los otros dos millones de galones, necesarios según la Unidad de Planeación Minero-Energética para abastecer las 18 estaciones y los 800 ‘pimpineros’ que viven de la venta particular de
gasolina en el departamento, entran por
estas trochas.
Frente a la planta, en las afueras de
Maicao, la fila de carrotanques es interminable. Allí se compra la ‘pimpina’ a
6.000 pesos y se revende a 8.000. Los camioneros que la traen ganan 80.000 pesos
por viaje. Hombres de uniforme negro y
pistola y radio de comunicaciones al cinto, vigilan.
En las rancherías de la Alta Guajira los viajeros se detienen
por las noches, temerosos de los frecuentes asaltos.
Son idénticos a los que, al iniciar la
trocha hacia Montelara, reclaman a cada
conductor un ‘impuesto de seguridad’.
Según Álvaro Ordóñez, quien se presenta
como “asesor” de la planta, pertenecen a
una cooperativa de vigilancia.
Hasta el pasado 18 de junio, la ‘pimpina’ de gasolina se compraba en la planta
a 12.000 pesos. Ese día, en un operativo de
los cuerpos de seguridad colombianos, 18
de esos vigilantes y una auxiliar de cocina fueron detenidos. Se les decomisaron
botas y chalecos privativos del Ejército y
armas y radios sin licencia. El precio de
la ‘pimpina’ se desplomó a 6.000 pesos.
Según el Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía, los 6.000 pesos de
más eran el impuesto que los ‘paras’ del
Bloque Contrainsurgencia Wayúu cobraban por la ‘vigilancia’.
La investigación está en curso. Entretando, la gasolina fluye. La planta y sus
vigilantes siguen trabajando. El ‘impuesto de seguridad’ en el camino a Montelara se cobra sin falta. Y Jose, siempre amable y callado, sigue llevando sus ‘caliches’
por las trochas wayúu, los caminos secretos del contrabando de gasolina, cosas
y gente en la desértica frontera de Colombia y Venezuela. ❙
TÁCHIRA
Amigos de toda la vida, mayores
de 50 y ganaderos de La Fría
(Venezuela), estos dos hombres que
solo accedieron a dejarse fotografiar
de espaldas y pidieron no citar sus
nombres tienen en común algo lamentable: ambos afirman haber sido
secuestrados por colombianos.
Al primero, según cuenta, se lo llevaron siete paramilitares. “Cada uno
de nosotros hace por 12, repetían a
cada rato, y se reían”, dice.
“Estuve 23 días en su poder, en 8
sitios distintos. La mayoría de los
días me dieron una sola comida, con
carne de monte. En la noche, caminábamos entre cuatro y siete horas.
Me amarraban las manos y los pies.
Pasamos varias veces por la carretera, sin encontrar nunca un soldado”.
El otro solo estuvo en dos lugares,
y los primeros cuatro días no recibió
nada de comer.
“Dijeron que eran del Eln, y siempre se tapaban la cara. Me amarraron a una cama con cadena y candado y me dejaron este recuerdo”, dice, enseñando una cicatriz en el tobillo. “Conmigo estaba siempre un
carajo muy joven, que decía que quería salirse porque hacía seis meses
no lo dejaban ir a visitar a su mujer
El calor de La Fría
Por: Ismael Medina
La Gabarra
Las Cruces
Tibú
Llegaron la primera semana de marzo,
de civil y con botas pantaneras. Los había
antecedido el primer muerto, un ‘malandro’, según la gente, que hasta hoy no ha
sido identificado. En el mes que siguió
asesinaron a 20 personas, cuya identidad
solo ha sido parcialmente establecida.
“Casi todos los muertos no eran del
pueblo”, dice la poca gente que se atreve
a hablar. En mayo, reunieron a ganaderos y comerciantes. “Vinimos a limpiar
esto de guerrilleros y secuestradores”, les
dijeron con un inequívoco acento colombiano. Desde entonces no han aparecido
más muertos, pero La Fría vive todavía
en medio del terror.
Rutinaria historia del conflicto colombiano. Con una diferencia sustancial: La
Fría, donde tuvieron lugar estos asesinatos, queda en el Táchira, en Venezuela.
Boca de Grita
Pto. Santander
La Fría
La Grita
NORTE DE
S A N TA N D E R
CÚCUTA
V E N E Z U E L A
T Á C H I R A
San Cristóbal
Ragonvalía
Uzcátegui
Toledo
Chinácota
C O L O M B I A
Río Arauca
A P U R E
Guasdualito
Cubará
ARAUCA
Que al otro lado, casi enfrente, para ir
de Cúcuta a La Gabarra haya que pasar
por media docena de retenes paramilitares y que buena parte de la población esté
compuesta por desplazados de las veredas que han huido de la guerra por la coca entre ‘paras’ y guerrilleros del frente
33 de las Farc y del Eln, es normal.
Pero que aquí, a una hora de San Cristóbal por una carretera pavimentada interrumpida solo por los minuciosos retenes de la Guardia Nacional venezolana,
imperen los mismos miedos
y las mismas reglas que en
Colombia, es toda una sorpresa.
Todo se parece. En La Fría
hace calor y en invierno los
aguaceros son torrenciales.
Los panaderos se quejan por
las malas ventas y los desempleados matan el tiempo en
el par de billares del pueblo.
En el camino, uniformados
como el recluta Fernández,
de la Guardia, esculcan los equipajes en
busca de drogas, armas y precursores
químicos. La gente teme hablar.
Los dueños de las fincas han dejado de
visitar sus propiedades. Según la Asociación de Ganaderos del Norte, que agrupa
a los dueños de tierras locales, en la región es secuestrada una persona cada 10
días. Hoy, en total, hay 29 en esa situación.
Con 47 municipios y 2’593.501 habitantes, la frontera de
Colombia con Venezuela es la más poblada.
Fuente: Dane, proyecciones al 2003.
y su hijo. Yo estuve 51 días y es lo
peor que me ha pasado”.
A ambos se los llevaron entrando a
sus fincas, en La Fría. Los dos pagaron
rescates y, aunque para la media colombiana sus secuestros fueron breves, sostienen que es la peor experiencia de sus vidas.
Dicen que sus captores tenían información de sus bancos, deudas y hasta
de los colombianos que habían empleado.
“Eran colombianos”, afirman los
dos.
10
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
VENEZUELA
El artesano
zapatero
De pie en un bote, un niño mira hacia la orilla venezolana a través del río Arauca que une y separa a Colombia y Venezuela
a lo largo de varios cientos de kilómetros, en una de las zonas más conflictivas de la frontera común.
“Se los llevan a La Grita”, dicen, afirmando que los secuestradores son colombianos, miembros de los grupos de guerrilla y autodefensas, y que ha aparecido
un grupo local, las Fuerzas Bolivarianas
de Liberación, según la gente, entrenado
por el Eln y antiguos integrantes del Epl.
“La persecución en Colombia trajo la
guerrilla para Venezuela, y detrás están
llegando paramilitares, droga y violencia”, dice un profesor de ese villorrio, una
hora más allá de La Fría por una sinuosa
carretera de montaña. Como en Colombia, lo primero que pide es no mencionar
su nombre.
“Hace un mes, guerrilleros del Eln
asaltaron una de las tres farmacias de El
Guayabo, a media hora de La Fría, y se
llevaron todas las medicinas”, cuenta
una líder comunitaria. Orlando Reina, director de la Alcaldía de La Fría, habla de
sicarios y ajusticiamientos, y expone el
trabajo coordinado de los organismos de
seguridad venezolanos para enfrentar la
situación, que describe, ahora, como de
normalidad.
Las interpretaciones son tan polarizadas como en Colombia. Reina asegura
que se trata de “una alianza macabra entre poderosos (comerciantes y ganaderos)
con irregulares colombianos que tratan
de tumbar al presidente Chávez”. La gen-
te, temerosa y en voz baja, habla de guerrilleros que secuestran y atribuye los 20
muertos a paramilitares colombianos.
Presuntos campamentos de los primeros
son denunciados casi a diario en la prensa opositora al presidente venezolano.
Nadie confirma su ubicación, aunque todos la dan por cierta.
En La Fría hace mucho calor. Pero,
después de los secuestros de ganaderos y
de la macabra visita de los ‘paras’ en marzo y abril, a nadie le parece un simple
asunto meteorológico. Colombia, dicen
todos, es la responsable de que esta región de Venezuela se haya vuelto una de
las más calientes de la frontera. ❙
A John Jairo Zapata le gusta cumplir el adagio que dice que “antioqueño que se respete no se vara”.
En 1996, fue despedido de la empresa Riotex en Rionegro (Antioquia),
y decidió entonces andar por el mundo en busca de mejor fortuna.
Viajó a Cartagena donde comenzó
a vender las artesanías que aprendió
a elaborar en sus ratos libres en
Rionegro. Meses después un cuñado
lo llamó desde El Amparo para pedirle que lo ayudara con un almacén
de víveres. Más se demoró su familiar en colgar el teléfono que John en
coger un bus y viajar hasta
Venezuela. Sin embargo las cosas no
salieron como esperaba.
Decidido a no salir derrotado de
Venezuela, construyó con sus propias manos una caseta y la instaló
en la plaza Fermín Toro. Allí comenzó a arreglar zapatos, oficio que también había aprendido en sus tiempos
libres y que ahora representa su principal sustento.
Claro que no deja de lado sus artesanías (manillas, rompecabezas,
corazones de alambre) que atraen a
propios y extraños y que se han convertido en un souvenir para aquellos
que visitan este poblado fronterizo.
Él y su hijo David, de 12 años, viven con 25 mil bolívares diarios. Dice
EL AMPARO
Un pueblo al otro lado
Por: Jorge Mahecha
Fotos: Carlos Julio Martínez
Es sábado y el muelle de El Amparo
(Venezuela) parece un hormiguero. Una
decena de embarcaciones cruzan el río
hacia Arauca (Colombia) con cientos de
personas que llevan cajas de cerveza Polar, gallinas, Harinapan, licores y carne.
En una de esas canoas, madruga Luis Gutiérrez, un araucano que cruza todos los
días la frontera para abrir su carnicería
en El Amparo.
En febrero decidió cerrar su negocio en
Colombia y trabajar en Venezuela. “Desde que el bolívar bajó, la gente de Arauca
se viene para Venezuela a comprar más
barato. Nos sale a mejor precio la carne
aquí porque al otro lado a los ganaderos
los sacó corriendo la guerrilla”, dice.
TE DE
La Fría
La Grita
ANDER
CÚCUTA
V E N E Z U E L A
T Á C H I R A
San Cristóbal
Ragonvalía
Uzcátegui
Toledo
Río Arauca
Cubará
B O YA C Á
Guasdualito
El Amparo
A P U R E
Saravena Arauquita
ARAUCA
ARAUCA
C O L O M B I A
Mientras una libra en Colombia vale
entre 3.000 y 4.000 pesos, en El Amparo
se consigue por 2.000.
Las tiendas de víveres no dan abasto
para atender la demanda colombiana. Andrea Molina, la administradora de La Navidad, la más grande del poblado, dice que
desde principios de julio contrató tres cajeras más y aumentó los pedidos.
Al otro lado, Amparo Sánchez, subge-
rente de Almacenes Zulia,
uno de los supermercados
de Arauca, despidió a 16 de
sus 52 trabajadores. Tiene
20 bicicletas en la bodega
hace un año, que nadie
quiere comprar. Los taxistas de Arauca tanquean todos los días en la estación
internacional
de
El
Amparo. Un galón de gasolina vale cerca de mil pesos; en Colombia, 3.500.
Ante la crisis venezolana, los negocios de El Amparo reciben bolívares y
pesos por igual, perjudicando así a los
cambistas del otro lado. Miguel
Acevedo, de la Casa Diner’s, dice que el
año pasado realizaba transacciones por
2 y 3 millones de pesos diarios. Hoy no
alcanza los 500 mil.
En Colombia, en la frontera con Venezuela se
cometieron 2.970 homicidios durante el 2002.
Fuente: Instituto de Medicina Legal.
que no se arrepiente de haber llegado a El Amparo y explica que la crisis es para los triunfadores, por lo
que espera sacar pronto la cédula venezolana para viajar hasta Caracas
vendiendo sus artesanías y arreglando zapatos.
“Acá se vive de milagro pero yo no
ambiciono dinero. Desde que consiga la comida, la vida me sonríe”.
V E N E Z U E L A E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
11
El hombre de
la ‘Zoodiacal’
Una lancha Piraña de la Armada hace una demostración circulando a toda velocidad por el río Arauca frente a la orilla venezolana, donde está la parroquia (corregimiento) de El Amparo.
La relación entre estas dos poblacio- Comercio de Arauca, hablando de la
nes fronterizas es una balanza que se in- presión de los grupos armados.
clina de acuerdo con las condiciones
“Aquí uno no grita para que no lo
económicas, sociales y de orden públi- crean loco”, sentencia, filosófico,
co en cada orilla del río Arauca. Hace Carlos Fernández, un caleño de 45 años
casi 20 años, una crisis cambiaria en que llegó a Arauca hace 6 buscando traVenezuela provocó la migración de los bajo en las petroleras y que hoy admicompradores colombianos al país veci- nistra el bar Para qué Más, en el centro
no. Ahora, los mismos empresarios co- de Arauca, desierto y cerrado con vallas
lombianos que están mal por la caída por la Policía desde las seis de la tarde.
del bolívar, aceptan que el paro emprePor la puerta giratoria de la frontera,
sarial que vivió el vecino país a princiesa
violencia y sus protagonistas se han
pio de este año les trajo sustanciales gapasado
también a El Amparo.
nancias.
En el 2002, 55 personas fueron asesiArauca y El Amparo no sólo comparten los vaivenes del bolívar. nadas en esta parroquia (corregimienCuarenta por ciento de los 8.000 habi- to). Las muertes se atribuyen todas a
tantes de El Amparo son colombianos. ajustes de cuentas entre guerrilleros y
Solo 2.300 están registrados en el con- paramilitares. La mayoría de las víctisulado colombiano. Como dice un con- mas eran colombianas, casi todos taductor de buseta que viaja entre las dos xistas, acusados de ser auxiliadores de
naciones, “aquí el que no tiene cédula uno u otro grupo.
venezolana no es araucano”.
También murieron dos agentes del
Casi 400 de los 1.200 alumnos que es- DAS que tomaban cerveza en una tientudian en los dos colegios
da del lugar. Desde entonde El Amparo son colomces, ningún miembro de la
Grafittis en
bianos. Viven al frente, en
Fuerza Pública colombiaEl Amparo
Arauca, pero aprovechan
na
puede
pasar
a
que la educación en
Venezuela. Este año los
a
t
e
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g
u
a
n
l
a
Venezuela es gratuita.
homicidios han disminuipresencia de
do. Van siete, pero solo en
El conflicto armado,
uno de los casos se manepor su parte, tampoco ve
las ‘Fuerzas
ja la hipótesis del robo.
obstáculo en el perezoso
B
o
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v
a
r
i
a
n
a
s
Los demás parecen seguir
río de aguas cafés que divide a los dos países.
de Liberación’. ligados al conflicto al otro
lado del río.
La ‘zona rosa’ de
Arauca, donde funcionaban seis tabernas y cuatro restaurantes, se acabó, y
no exactamente por vaivenes comerciales. “A unos dueños les prohibieron
atender a guerrilleros; a otros a paramilitares. Y, como no sabían quién era
quién, pues prefirieron cerrar”, dice
con nostalgia Jorge Ibarra, jefe de promoción y desarrollo de la Cámara de
Édgar Sosa, comisionado del gobernador de Apure, sostiene que varios ganaderos venezolanos han denunciado
que la guerrilla les está exigiendo ‘vacunas’ como a sus colegas colombianos.
Carlos Julio Álvarez, coordinador de
los Círculos Bolivarianos (grupos cívicos que apoyan el gobierno de Hugo
Chávez), dice que, desde que nació, ha-
ce 37 años, siempre ha visto a los guerrilleros colombianos en su país, pero
que en los últimos dos años “la cosa está más caliente”.
A esto se suman las versiones sobre
las Fuerzas Bolivarianas de Liberación
(Fbl) un grupo armado que apoyaría al
gobierno Chávez, pero cuya existencia
ha sido categóricamente negada en
Caracas. Grafittis pintados en casas
abandonadas de El Amparo atestiguan
su presencia en la zona. Y fuentes de las
autoridades del pueblo le atribuyen
5.000 hombres repartidos en 16 frentes
que operan a lo largo de la frontera con
Colombia, al mando de un tal
‘Jerónimo’. Quién los entrena, cómo
aparecieron y si tienen o no nexos con
las Farc o el Eln al otro lado, son preguntas, por ahora, sin respuesta.
Pese a todo esto, algunos
habitantes de El Amparo,
como Raúl Sereno, rector
del Liceo, opinan que la
mala fama del corregimiento es culpa de los medios de comunicación.
“Dicen que la guerrilla se
la pasa armada por acá y
que vive matando gente.
Aquí se vive muy tranquilo. Matan más personas en
Caracas”, sostiene.
Y ese es el mismo pensamiento que tienen muchos de los que
viven en este sector de la frontera colombo-venezolana. Para ellos la crisis
económica o la violencia no son un problema de naciones; son algo cotidiano
que han aprendido a soportar y casi ignorar. Como sentencia Carlos Julio
Álvarez: “Somos un pueblo al que solo
lo separa un río”. ❙
En el 2000, la frontera más rica era la de Venezuela,
con un PIB departamental per cápita de 3’146.535 pesos.
Fuente: Cálculo con datos del Dane.
Hace 11 años Freddy Peña se vino
de La Calera (Cundinamarca) a buscar
fortuna a Casuarito, en el Orinoco.
En 1994 abrió la perfumería Zoodiacal, una tienda de lociones, bisutería y muñecos de felpa chinos que le
ha dado para vivir, construir casa, organizarse y hasta para mandar algo de
platica a la familia en La Calera. Eso,
en los buenos tiempos, cuando Venezuela era rica y el bolívar era fuerte,
cuando, frente a cualquier precio los
venezolanos respondían: “Ta’ barato,
chico dame do”.
“Yo llegué a vender hasta medio millón diario. Pero de tres años para acá
esto se perrió. Hoy, por ejemplo, no he
bajado bandera todavía y ya son las 4
de la tarde”.
Casuarito tiene una particularidad:
se trata de una larga calle paralela al
río repleta de negocios, la mitad de los
cuales tienen a Colombia en el nombre. Tiene dos desembarcaderos (la
palabra es excesiva para dos montones de tierra con unos listones de madera encima), uno en cada punta de la
larga calle del comercio. La llegada y
salida de los botes a Puerto Ayacucho
se hace un día por una punta y el siguiente por la otra.
“Es que el día en que la gente desembarca por el lado de allá, nosotros,
los de este lado, no vendemos casi
nada; pero el día después nos va bien.
Los venecos no caminan mucho y se
quedan en los primeros almacenes
que ven”.
Desde hace cinco años, este comerciante de perfumes es papá. Tuvo
un hijo que nació en el hospital de
Puerto Ayacucho, o sea que es venezolano. “Esa es una de las vainas que
más nos duele aquí; todos nuestros
pelaos tienen que ir a nacer al otro lado porque en el puesto de salud nuestro no hay con qué hacer una sutura”.
12
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Montelara es una ranchería de La Guajira cuyos habitantes, en su mayoría de Córdoba
y Sucre, viven del comercio de gasolina.
asi tan vital como el agua, en zonas
donde a menudo el transporte es fluvial y la electricidad la proveen plantas de Acpm, el combustible, en los
2.219 kilómetros de frontera de La Guajira a
Guainía, es un negocio que alimenta a miles de
familias, nutre la guerra y es insumo para la
industria de la coca.
Mientras Colombia apenas cuenta con 1.632
millones de barriles de reservas petroleras,
Venezuela tiene 77 mil millones. De ese lado,
un galón de gasolina no vale más de mil pesos;
de este, entre 3.500 y 7.000. Esa exagerada plusvalía hace que el contrabando florezca a lo largo de toda la línea limítrofe, en un negocio ilegal que cambia de región a región tanto como
sus protagonistas.
Alrededor de 100 mil familias, en La Guajira,
Cesar, Norte de Santander, Santander y
Arauca, viven de un negocio que en el 2002 implicó la entrada ilegal de 15 mil barriles de gasolina y 3 mil de Acpm desde Venezuela, y que
dejó pérdidas para la economía nacional de 90
millones de dólares, según datos de Ecopetrol.
Cuando el precioso líquido escasea allá, la
cosa se pone fea aquí. Marta Vargas, presidente de la asociación local de comerciantes de
Puerto Inírida (Guainía) cuenta cómo subieron
los precios durante el paro general que la oposición lanzó contra el presidente Chávez en
Venezuela: “La escasez obligó a Terpel a enviar
gasolina a Puerto Inírida a 7 mil pesos el galón.
Antes, dos aviones cisterna particulares alcanzaron a vender el galón a 25 mil pesos”. En
Puerto Carreño (Vichada), cuyas plantas dependen del Acpm venezolano, no hubo luz a lo
largo de un mes.
En diciembre el Gobierno colombiano expidió el decreto 1762, que regularizó la venta de
gasolina extranjera en las regiones de frontera
y concedió la distribución a firmas específicas
en cada departamento, dándoles libertad para
fijar los precios. Además, determinó en 20 galones la ‘dosis personal’ que se puede comprar
al otro lado, a partir de la cual se considera contrabando, con pena de cárcel de hasta 5 años.
Sin embargo, controles y regulaciones no
han logrado impedir que paramilitares y guerrillas hayan terminado manejando el grueso
C
Domingo 10 de agosto de 2003
La ‘dosis personal’ de gasolina que un colombiano puede comprar en Venezuela, sin
pagar impuestos, es de 20 galones. De ahí en adelante es contrabando.
Un tema
que arde
Barato en
Venezuela
y más que
precioso en
Colombia, el
combustible
gobierna la
frontera.
ANÁLISIS
del negocio en la frontera, en una distribución
geográfica casi equitativa.
El dominio de las Autodefensas es evidente
en La Guajira y en el Catatumbo. Casi mil kilómetros al sur, en Arauca, de esta industria,
viven unas 1.300 personas que introducen alrededor de un millón de galones mensuales, según estimativos de la Brigada 18. En el departamento hay 50 estaciones de gasolina, de las
cuales solo 10 pueden expender fluido venezolano. Pero 340 negocios satélites, siempre según datos de la Brigada 18, que se mimetizan
hasta en casas de familia y tiendas, la venden
ilegalmente.
El combustible se trae casi todo por el río
Arauca, cuyos 335 kilómetros de línea divisoria son muy difíciles de controlar. En las noches, cuando los venezolanos cierran su frontera es fácil ver botes cargados de hasta 12 tambores de gasolina (con 55 galones cada uno)
arribar a la orilla colombiana. Hace unos años,
cuando el dominio de las Farc era absoluto, podía verse una manguera en la isla del Charo,
(Saravena), que cruzaba este río fronterizo, como un oleoducto artesanal. Hoy, las Farc utilizan tramos del río para pasar gasolina.
En Guainía y Vichada el problema es otro,
debido a que el 80 por ciento de los laboratorios
de coca colombiana están en estos departamentos y en los contiguos Meta y Guaviare. Los
cientos de caños que conectan el río Vichada
con el Tomo y el Guaviare, tributarios del
Orinoco, que forman una cuenca de unos 200
mil kilómetros cuadrados, permiten que ‘gabarras’ (remolcadores) con 180 tambores o más se
adentren en las selvas colombianas sin que
pueda ejercerse mayor control.
Hace tres años, el periódico Tal Cual, de
Caracas, publicó un informe basado en cifras
de Pdvsa, la empresa estatal petrolera venezolana, según el cual de los 5 millones de litros
que le distribuyen al estado de Amazonas (colindante con Guainía y Vichada), 1,2 millones
se consumían internamente, otro tanto se vendía a los habitantes de Colombia en la frontera, y el resto, 2,6 millones, se iba a la industria
del narcotráfico. Y situaba a San Fernando de
Atabapo como el punto de donde salía la mayoría de ese combustible.
Tal vez por esa relación perniciosa entre gasolina venezolana y narcotráfico colombiano,
el tema del combustible se ha convertido en un
tabú. Nadie quiere hablar oficialmente de eso,
y mucho menos en Venezuela.
“Ustedes no pueden acusar a Atabapo, un
pueblito de 8 mil habitantes, de los males de 40
millones de colombianos que comenzaron
cuando la oligarquía bogotana asesinó a
Gaitán en el 48”, dice airado el comandante de
la Guardia Nacional venezolana en ese pueblo,
teniente coronel Américo Villegas.
En Colombia preguntar por el asunto produce una reacción en cadena de responsabilidades que se les van endilgando a otros.
“Tengo 7 elementos de combate (28 lanchas
Piraña artilladas) para custodiar 270 kilómetros de río Meta, 291 de Orinoco y 335 de río
Arauca. Hacemos lo que podemos”, dice el comandante de la Armada en Puerto Carreño, coronel Jorge Castañeda.
El teniente César Ospina, jefe de Policía de
Casuarito (Vichada), afirma: “Con los 30 hombres bajo mi responsabilidad es imposible vigilar el contrabando de precursores para la
droga. Además, la lancha rápida en la que nos
movíamos tiene el motor dañado desde noviembre del 2001, cuando las Farc lo averiaron”.
Y Patricia Pinzón, directora de la Dian en
Carreño, asegura: “En teoría, eso me compete,
por tratarse de un asunto de contrabando.
Pero, por Dios, tengo solo tres funcionarios, y
¿qué nos vamos a meter en Guaviare o en el alto Vichada a controlar el ingreso de esa gasolina, si allí no entra ni siquiera el Ejército?”.
Sergio Ocampo Madrid
ANÁLISIS
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Bajo el sol calcinante, un soldado custodia la raya fronteriza entre Colombia y
Venezuela, cerca a Castilletes (La Guajira).
Domingo 10 de agosto de 2003
El sol poniente lanza sus últimos rayos sobre el lejano poblado de Amanavén, a orillas del río Orinoco, en la parte más oriental de la frontera con Venezuela.
Todo un lío
a frontera con Venezuela es sin duda la
más viva y dinámica de todas las fronteras colombianas. Así lo reconoce el propio Ministerio de Relaciones Exteriores
en un documento de recopilación de 10 reuniones
fronterizas llevadas a cabo a lo largo del 2002 para
auscultar los principales problemas, potencialidades y soluciones de las cinco fronteras terrestres
del país.
Tal vez ese gran dinamismo ha sido el factor
primordial para crear una relación absoluta de interdependencia y complementariedad, sobre todo
comercial, social y cultural que va, de lejos y sin
retóricas, mucho más adelante que las integraciones políticas y económicas sobre las que discuten
largamente las dirigencias en las capitales de ambos países.
Independientemente de la caída en picada en el
comercio binacional registrada este año, que mostró un decrecimiento del 66 por ciento en el primer
trimestre, la relación macroeconómica entre las
dos naciones convierte a cada una en el segundo
socio comercial más importante para la otra, después de Estados Unidos. En el 2002, por ejemplo,
Colombia le vendió a Venezuela 1.123 millones de
dólares y le compró 777 millones.
En el plano microeconómico (el que efectúan
diariamente las zonas limítrofes entre ellas) es evidente que los siete departamentos colombianos, a
lo largo de los 2.219 kilómetros de borde compartido, dependen del combustible de allá, y que los cinco estados venezolanos necesitan de la industria
textil, manufacturera, de alimentos procesados y
hasta de los electrodomésticos de este lado.
La circunstancia de que Venezuela dependa de
los productos industriales y agroindustriales de su
vecino genera, paradójicamente, una situación de
vulnerabilidad para Colombia, en la cual ciudades
y pueblos fronterizos deben casi todo su crecimiento y desarrollo a la capacidad adquisitiva venezolana. Por ello, la debacle económica de ese
país en los últimos tres años ha llevado a la quiebra a sitios como Cúcuta y Maicao.
L
La más
larga y
compleja de
todas las
fronteras,
es un dolor
de cabeza
en ambos
lados.
13
En esta última ciudad, de 1.418 locales comerciales que existían en el 2000, apenas quedan
abiertos 156. En Cúcuta, según Carlos Gaitán, presidente de Fenalco Norte de Santander, en el primer semestre de este año el movimiento comercial
en su ciudad cayó en un 50 por ciento.
Si bien la zona limítrofe con Venezuela es la
más dinámica de todas, también es la más problemática. Un factor que dificulta muchísimo el control de los estados centrales es su enorme extensión: representa más de la tercera parte de los 6.342
kilómetros de fronteras terrestres colombianas.
Algo que complica aún más la situación es que,
en términos de presencia estatal, Venezuela ha
conseguido llegar mucho más a sus áreas periféricas de lo que ha logrado Colombia. Eso se comprueba al comparar las 9 unidades, entre bases,
brigadas y batallones, que tiene este último país a
lo largo de la raya limítrofe, con las 17 que se encuentran en territorio venezolano.
El año pasado, el vicepresidente José Vicente
Rangel atizó duramente la discusión de la seguridad cuando afirmó que mientras su país tenía 20
mil hombres guarneciendo la frontera, Colombia
solo contaba con 4 mil. “Y eso que ellos están en
guerra”, dijo.
La declaración de Rangel fue una respuesta a
una acusación directa del general colombiano
Martín Orlando Carreño sobre presencia permanente de las Farc en ese país con apoyo, o tolerancia, de la Fuerza Pública.
El rumor de la guerrilla como fuerza asentada
al otro lado de la frontera, con posibles bases y
campos de entrenamiento, viene creciendo desde
hace tres años. Voces como las del senador Enrique Gómez o del general Carreño aseguran abiertamente que se trata de un hecho cumplido. La
oposición venezolana ha tomado el tema como
punta de lanza para atacar al Gobierno de Hugo
Chávez. Este, a través de su canciller Roy Chadertton, lo niega de modo sistemático.
Hasta el momento no existe ninguna comprobación contundente de que así sea. Lo cierto es que
de este lado las Farc tienen una presencia estable
con cinco frentes en los siete departamentos, siendo muy fuertes en Arauca, y relativamente importantes en Vichada y Guainía. El Eln tiene cinco
frentes; uno de ellos, el Domingo Laín, en Arauca,
es la columna vertebral de su estructura militar.
Esa fortaleza en una frontera que los expertos
califican como particularmente porosa (por su
geografía compleja, por falta de vigilancia, por el
gran dinamismo y movilidad de gentes y mercancías) hacen que la guerrilla entre con gran facilidad y se mueva al otro lado.
En respuesta al poderío insurgente, los paramilitares empezaron a colonizar espacios fronterizos
en La Guajira, Cesar y el Catatumbo, donde hoy
son muy fuertes, e iniciaron su llegada a Arauca y
al norte de Vichada desde hace dos años y medio.
La presencia de los actores armados ha llegado
conjuntamente con la expansión de los cultivos de
coca, actividad de la cual devengan recursos para
financiar la guerra. Según el reporte del Sistema
Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), del 2000 al 2002 las plantaciones ilegales pasaron en Arauca de 978 a 2.214 hectáreas; en Norte de
Santander subieron de 6.280 a 8.041, y en Vichada
se mantuvieron estables, de 4.935 a 4.910.
La guerra también ha llevado un número indeterminado de migrantes hacia Venezuela. Según
la Ong Codhes, hoy hay alrededor de 6.000 refugiados colombianos que viven trashumando entre los
dos países. “Lo malo –asegura su director, Harvey
Suárez– es que no son refugiados, no son desplazados, y casi ni son ciudadanos pues nadie responde
por ellos, y muchos, sobre todo los niños, no tienen
ni cédula. Es lo que se llama ciudadanía cero”.
Todo este panorama tan complejo que se mueve en la paradoja de un gran vigor macroeconómico (al menos hasta el año pasado) versus una problemática social y humana muy deteriorada, ha
venido complicándose aún más desde hace tres
años, con la llegada al poder de Hugo Chávez y su
proyecto de revolución bolivariana de izquierda.
La incertidumbre por el futuro es hoy el signo
de la relación colombo-venezolana. Una relación
que por décadas se movió en la calma estable de la
buena vecindad y del intercambio comercial exitoso (con algunas escaramuzas limítrofes) es hoy
un mar de desconfianza, de libretos encubiertos y
de razones ocultas.
S.O.M.
14
E S P E C I A L En los confines de Colombia
El capitán Libardo Hidalgo, comandante de la Policía colombiana en Sapzurro,
encabeza el grupo que sube al puesto de la frontera.
Domingo 10 de agosto de 2003
PA N A M Á
Maryoli Martínez, de 5 años, asiste a la escuela de Sapzurro, donde estudia con niños panameños
que vienen del poblado de La Miel.
La segunda separación de
Panamá
Cuando los policías colombianos escalaron hace tres meses el cerro, en cabo Tiburón, por donde pasa la frontera invisible
con Panamá se dieron cuenta de que se les
habían adelantado.
La guardia panameña llevaba cuatro
años en el alto y hasta izaba la bandera de
Colombia todos los días, en las astas del hito de cemento, levantado en 1937. Los uniformados vecinos habían construido un
puesto de tablas y paja, que empieza en Panamá y termina 30 centímetros dentro del
territorio colombiano, custodiado por una
trinchera y alambre de púas.
“Sun Tzu, el gran maestro chino del Arte de la guerra decía que el que se toma los
puntos altos gana la batalla”, argumenta el
capitán panameño Javier Rodríguez, que
mantiene la posición en la cima, desde donde se divisa hasta el fin el océano Atlántico.
La policía colombiana no tuvo otra opción, mientras construye su puesto fronterizo, que pedir posada en el panameño.
Desde entonces, dos uniformados de cada
país pasan los días calurosos y las noches
de cantos de rana trabajando literalmente
hombro a hombro.
En el cerro, a 77 metros sobre el nivel del
mar, pasar de un país a otro, es cuestión de
dar un paso. Hacia el sur, en Colombia, está Sapzurro, el último pueblo de Chocó, y
un poco más allá, Capurganá, ambos corregimientos del municipio de Acandí. Y al
norte está La Miel, el primer pueblo de Pa-
Por: Luis Alberto Miño Rueda
Fotos: Édgar Domínguez
A una frontera que nunca existió
hoy la gente la llama ‘el muro’.
namá, y, kilómetros más adelante, Puerto
Obaldía.
Las relaciones entre los dos países son
estrechas en este cerro, que une a ambos
por una trocha. Cuando pasa algo sospechoso en el lado panameño, el capitán Rodríguez, que duerme en La Miel, le avisa
por radio al centinela del puesto y este le
cuenta al oído al centinela colombiano, el
cual avisa por radio al capitán de Sapzurro.
Gracias a este sistema de correo de voz,
el capitán Libardo Hidalgo, comandante de
la policía en Sapzurro, se enteró el viernes
6 de junio de que aviones norteamericanos
perseguían a una lancha sospechosa de llevar droga por el Atlántico y el domingo siguiente supo que por la fuerte lluvia se cancelaba por segunda vez el partido de fútbol,
en el que sus hombres se iban a enfrentar a
la ‘artillería’ panameña.
Este sitio, como los 265,6 kilómetros de
frontera, desde cabo Tiburón hasta Punta
Ardita, en el Pacífico, demarcados por 15
hitos, solo existían en los libros de los tratados.
Pese a que Panamá se separó de Colombia hace un siglo, motivada por los intereses estadounidenses de construir el canal
interoceánico, los 330 habitantes de Sapzurro y los 100 de La Miel, atados por el camino de barro como por un cordón umbilical,
vivían como si estuvieran en un país propio.
Antes de que llegaran las dos policías al
límite, ambos poblados, fundados a comienzos del siglo XX por familias que salieron en embarcaciones de vela de la isla
de Bocachica, frente a Cartagena, no tenían diferencias.
Pese al cerro, las vidas de estos pueblos
han estado tan unidas que Ignacio Meza
tiene una mujer en Colombia y otra en Panamá. Pasa una semana en un lado y luego
se va para su otro hogar.
Viven tan cerca que los gallos de La Miel
son capaces de levantar a los habitantes de
Sapzurro; a todos les llega el cable de televisión colombiana; escuchan las mismas
emisoras de vallenatos; se enteran de los
mismos chismes y el 20 de julio se celebra
en los dos lados.
Pese a que había algunos policías panameños, nadie los paraba en el límite. “Uno
iba a bailar allá y volvía en la noche y no
pasaba nada”, dice doña Águeda Zúñiga,
que nació en Sapzurro hace 93 años y apenas vino a sentir que había una frontera a
finales de los años 90.
La raya limítrofe comenzó a hacerse visible el 20 de abril de 1999, cuando los pobladores de La Miel vieron a un grupo de
las Farc, al mando de ‘Víctor’. Para esa fecha ninguna de las dos policías estaba en el
alto.
A las 6:30 de la tarde, los habitantes de
La Miel se escondieron como cangrejos
cuando los vieron tomar el camino a Sapzurro con linternas y ristras de balas en el
pecho.
“Pasaron a Colombia por el muro (como
llaman ahora al cerro) y luego se sintió un
polvoreo. Nosotros solo habíamos visto la
guerra del país en televisión”, dice Félix
Pereira, que tiene una tienda en La Miel,
donde vende Seco, el trago tradicional panameño, y aguardiente Antioqueño.
En Sapzurro, la sorpresa fue mayor.
“Cuando sentimos el primer tiro, dijimos,
qué cosa tan rara, un tiro; cuando sentimos
el otro corrimos pa‘ dentro. Semejante balacera desde las 7 de la noche hasta las 3 la
mañana”, dice doña Águeda.
Mientras unos disparaban, otros saqueaban las tiendas. Cuando los policías se
E S P E C I A L En los confines de Colombia
PA N A M Á
Domingo 10 de agosto de 2003
Colombia - Panamá
Longitud: 225 kilómetros.
Población
Colombia: 411.844 personas
Panamá: 97.214 personas
Departamentos
Colombia: 1
Panamá: 2
Municipios
Colombia: 3
Panamá: 4
Comercio (miles US$)
Exportaciones: 214.697
Importaciones: 455.021
S A N
Algunos hitos
O C É A N O
B L A S
A T L Á N T I C O
FUERZA PÚBLICA
DE PANAMÁ
FUERZA PÚBLICA
DE PANAMÁ
Puerto Obaldía
POLICÍA
Malagüita
La Miel
Sapzurro
POLICÍA
Kuna
Capurganá
GOLFO
DE
URABÁ
POLICÍA
ACANDÍ
Fuentes: Dane, Ministerio de Comercio
Exterior, 2002.
ARMADA
INSPECCIÓN MÓVIL
DE GUARDACOSTAS
DE TURBO
Se
rra
nía
de
P A N A M Á
lD
Tanela
ari
Desde
Turbo
én
AUC
Bloque
Élmer Cárdenas
Santa María
FUERZA PÚBLICA
DE PANAMÁ
Tipana
Yaviza
Ruta de
EL TIEMPO
Grupos
indígenas
Tráfico de
drogas y armas
Flujo de
desplazados
y refugiados
POLICÍA
UNGUÍA
FUERZA PÚBLICA
DE PANAMÁ
AUC
Farc
Goya
Tanela
AUC
Kuna
Embera
Waunana
Capital municipal
Población
12 Kms.
0
R ío
FUERZA PÚBLICA
DE PANAMÁ
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Paya
Bijao
D A R I É N
ANTIOQUIA
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Municipal
Casita
Boca de Cupe
Límites
Internacional
Departamental
Pto. Piña
FUERZA PÚBLICA
DE PANAMÁ
R ío
Ma
Kuna
Río Atrato
PA C Í F I C O
FUERZA PÚBLICA
DE PANAMÁ
as
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FARC
Frente 57
Jaqué
Mangle
El Cruce
RIOSUCIO
ío
la
Salaquí
Sa
qu
í
Embera
ó
Área
detallada
El Pacífico
C O L O M B I A
Punta Ardita
POLICÍA
JURADÓ
ARMADA
BAFLIM 6
Río T
ru a n d
Águeda Zúñiga, a sus 93 años,
recuerda desde el nombre de la
primera profesora de Sapzurro
hasta la primera poesía que le enseñó.
“Se llamaba Cristina Castañeda
y me enseñó una recitación: ‘esa
mañana nardos y rosas, mueve la
brisa primaveral y en los jardines
las mariposas vienen y van, vuelven y van’”, recuerda.
La mujer, que se dedicó toda su
vida a sembrar yuca, coco, arroz,
plátano y ñame, en un terreno que
colinda con la frontera, vive en
una casa frente al mar. La historia
de Sapzurro es la historia de su vida.
“Acá vivían los kunas y después
llegaron navegando a vela unos
hombres de Bocachica, cerquitica
a Cartagena. Ellos sacaron a los
indios con brujería, se dividieron
por Sapzurro, La Miel y Capurganá
Aspavé
R
LA MEMORIA
DE SAPZURRO
15
C H O C Ó
y se dedicaron a la tagua. En esos
tiempos había una cosa pavorosa
que llamaban el Gritón, decían que
era el diablo, que gritaba y movía
la tierra.
“Mi papá era indio y me gustaba de niña navegar con él en cayuco, a pura vela. En esos tiempos
había solo lámparas de queroseno
y velas, hasta que un señor de Medellín regaló la primera planta de
Acpm.
“Por aquí no había peligros. En
un tiempo hubo tigres, pero no
atacaban a la gente, y los tiburones venían a la playa, pero no mordían.
“Esto siempre fue tranquilo. En
el pueblo nunca hubo bares con
mujeres porque una vez quiso meterse uno y la gente se opuso.
Tampoco se hizo aeropuerto porque la gente dijo que venían después cosas malas. Cuando llegó el
primer avión acuático muchos indios salieron corriendo del susto.
“Acá se vive muy sabroso. Hay
años en que no hay un muerto”.
1903, noviembre 13. Panamá
se separa de Colombia.
1914, abril 6.. Tratado Urrutia–Thompson. Colombia reconoce la independencia de
Panamá. Estados Unidos se
compromete a pagarle 10
cuotas de 250.000 dólares.
1924, agosto 20. Tratado Vélez-Victoria, delimita la frontera terrestre.
1976, noviembre 20. Tratado
Liévano-Boyd, sobre límites
marítimos.
1992, febrero 10. Panamá reconoce a los refugiados la figura de ‘protegido humanitario’ temporal.
Marzo. Se crea la Comisión
de vecindad Colombo-Panameña.
1997, abril 1. Las Farc matan
a cuatro personas en La Bonga y Titiná (Panamá).
1997, noviembre 15. Las Farc
matan a un policía en Boca
de Cupe.
1998, noviembre 19. Acuerdo
de asistencia mutua sobre
tráfico de estupefacientes.
1999, abril 20. Las Farc atacan Sapzurro.
Noviembre. Paramilitares
hostigan a la Policía panameña en el hito fronterizo.
Diciembre 12. Cruenta toma
de las Farc a Juradó provoca
un masivo éxodo de civiles a
Jaqué (Panamá).
2000, octubre. Las Farc atacan La Darienita de Nazaret
(Panamá).
Septiembre-octubre. Descubren en Panamá varios arsenales destinados a Colombia.
2002, diciembre 18. Los presidentes de ambos países
acuerdan reiniciar reuniones
bilaterales.
2003, enero 18. Paramilitares asesinan a cuatro autoridades indígenas kuna, en las
aldeas fronterizas de Paya y
Pucurú.
Abril 11. Se firman la directiva y el manual de procedimiento operativo de la Comisión Binacional Fronteriza
(Combifron), entre militares
de ambos países, y el Tratado de Cooperación Policial.
Abril 21. 109 desplazados colombianos son deportados
de Panamá.
16
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
PA N A M Á
El cónsul de
Puerto Obaldía
Rodeado de alambres de púas, en la montaña que une a Sapzurro y La Miel –llamada ahora por los pobladores ‘el muro’–, un policía
colombiano monta guardia entre Colombia y Panamá.
Panamá
Colombia
Comarca de San Blas
Superficie (km2)
Población (personas)
Indígenas (personas)
2.357
38.726
34.000 kunas
Probabilidad pobreza
Analfabetismo
0,98
38,5
16.671
58.488
11.434 emberas
2.605 waunana
0,83
23,0
Fuentes: Dirección de Censos y Estadística de Panamá, 2000. Ministerio de Economía y Finanzas, 1999. Contraloría General de la República
de Panamá, 2000. Ministerio de Gobierno y Justicia de Panamá, 1996-1997.
rindieron, mataron al comandante del
puesto para quitarle el arma.
“Hasta ese año aquí nunca se vio derramar una gota de sangre. El cura decía
que el único pueblo que en Colombia no
estaba manchado de sangre era Sapzurro”, recuerda la señora.
Al amanecer, los pobladores de Sapzurro vieron a los guerrilleros embarcar a
los policías heridos en una lancha hacia
Capurganá. Luego desaparecieron por la
trocha hacia La Miel, bebiendo cerveza y
whisky.
“Nosotros estuvimos con ellos como
ocho días, nos dijeron que nos iban a cuidar, pero todo el pueblo se fue para Sapzurro y Puerto Obaldía por miedo. No
quedó nadie, los perros se conseguían
muertos de hambre por ahí”, dice Pereira, de 57 años, con cinco hijos y 17 nietos.
“Se quedaron aquí sabrosón, esperando
al Ejército y a los paramilitares”.
Los únicos que los visitaron fueron
unos periodistas, que llevaron la noticia a
Ciudad de Panamá y se armó el escándalo en ese país. El gobierno panameño envió un mes después más policía al pueblo.
Entonces, volvieron los desplazados.
Algunos, como doña Águeda, que se
fue para donde unos familiares en Colón
(Panamá), prefirieron irse para calmar
los nervios que les dejaron los tiros.
Chocó
Darién
Ese año las balas sacudieron los poblados de la línea fronteriza. El 12 de diciembrem, Capurganá y Juradó también fueron atacados por las Farc. Y mientras la
policía panameña llegó a su territorio, los
habitantes de Sapzurro se quedaron solos, con su miedo, pues la colombiana no
volvió a las ruinas de la estación.
La policía panameña, enviada a La
Miel, tomó posiciones en el cerro, hasta
donde le llegó también un día la guerra.
Una mañana de noviembre de 1999,
unos hombres de las Autodefensas les dispararon tres cohetes al puesto de madera
que tenían, pero ninguno lo impactó. Fueron 30 minutos de fuego cruzado que obligaron finalmente a los ‘paras’ a dispersarse y a los habitantes de Sapzurro a sacar banderas blancas.
“Fue que a los ‘paras’ se les escapó un
disparo y se salvaron, porque iban a acabar a la policía panameña, por lo que pasó en La Miel”, dice un poblador que prefirió no dar su nombre.
“Somos objetivo militar de Autodefensas y guerrilleros”, dice el capitán Rodríguez, que se gana 1.100 dólares mensuales, 100 de ellos por estar en zona de orden
público. “Nos atacaron y no podemos bajar la guardia”.
Los ‘paras’ han acusado a la policía de
permitir, por 20 años, que la guerrilla pe-
Superficie (km2)
Población (personas)
Indígenas (personas)
PIB (millones de pesos, 2000)
Índice NBI* (%)
Mortalidad (x cada 100.000 habs.)
Vacunación niños (%)
Cobertura escolar (%)
Homicidios (a mayo 31, 2003)
Cultivos ilícitos (hectáreas, 2002)
Desplazados (expulsión, 2002)
*Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuentes: Dane. Ministerio de Protección
Social. Ministerio de Educación Nacional. Codhes. Dijín. Simci.
netre en su territorio. Carlos Castaño
hasta envió una carta a la presidente panameña, Mireya Moscoso,
exigiéndole “mayor seguridad en la frontera”.
“La guerrilla pasaba a
Panamá a buscar comida y
armas. Uno veía solo camuflados en la playa de Malaguita. Les compraban el
pescado a los pobladores
–dice un lanchero–. Hasta
allá tocaba ir a para pagar
los rescates de los secuestros. Se bañaban tranquilamente en el mar, como si
estuvieran de vacaciones.
La última vez que los vi fue
hace dos meses”.
Las autodefensas al
mando de ‘El Alemán’ cruzaban la frontera para perseguir a las Farc, a las que habían sacado corriendo de Urabá. Más que
una venganza sin límites, iban por la conquista de los corredores de abastecimiento de armas y drogas.
Fue así como Panamá conoció en su
tierra la guerra. Los ‘paras’ hicieron la
El Índice de Desarrollo Humano para los departamentos
fronterizos (0,72) está por debajo del promedio nacional (0,77).
Fuente: Departamento Nacional de Planeación-Pnud (2001).
46.532
411.844
36.766
673.937
81,5
232,2
61,3
91,2
41
n.d.
4.338
El cónsul Álvaro Márquez duerme
con un palo en su casa azul en Puerto
Obaldía. En los dos años y medio que
lleva como representante del gobierno
colombiano en este pueblo panameño
se ha podido acostumbrar a estar sin
teléfono por semanas, a no comer frijol por meses, a todo, menos a las ratas.
Apenas las oye, las persigue con el
palo por toda la casa, a tientas entre
la oscuridad. “Siempre duermo en
guardia”, dice el funcionario. Pero las
ratas no son el principal problema de
Márquez, que duerme en una casa
azul, en la calle principal de este pueblo, donde viven 284 colombianos.
“Los compatriotas que viven aquí
casi no recurren a mí cuando pasa algo, ellos tratan de arreglar sus problemas directamente con las autoridades
panameñas”, comenta el cónsul, que
se entera de lo que pasa en Colombia
gracias a que tiene televisión satelital.
“Cuando yo llegué había mucho problema por la negativa de ingreso a
ciertas personas que no tenían el tiquete internacional para ir a ciudad de
Panamá, que exigen las autoridades
de este país. Pronto los residentes de
la frontera van a ser exonerados del tiquete”, dice Márquez, que tiene que ir
en lancha a Sapzurro a llamar a su familia en Bogotá, por los continuos cortes que sufren los teléfonos.
A cambio de quejas de sus compatriotas, el cónsul recibe extranjeros
que pasan por ese territorio hacia Colombia.
“Vienen franceses, ingleses, suizos, mexicanos. En lo que llevo aquí
han pasado unos 40 extranjeros a
nuestro territorio. Yo les pongo un sello para que se reporten al puesto de
migración, pues el más cercano es el
de Turbo, a dos horas en lancha”.
PA N A M Á
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
17
La enfermera
de Capurganá
Si el día está nublado en
Capurganá,
Trinidad
Zapatero
Buendía no puede mirar las bacterias, ni los glóbulos rojos a través
del microscopio.
El bombillo del aparato se dañó y
la enfermera solo puede revisar las
muestras de sangre y orina de este
pueblo cuando el sol es intenso.
El capitán panameño de La Miel, Javier Rodríguez, descansa en el hito fronterizo, donde las dos policías comparten el puesto.
primera incursión en 1997, al caserío de
La Bonga, cerca de Puerto Obaldía, y mataron a tres colombianos, acusándolos de
cultivar para la guerrilla. La guerrilla, a
su vez, se metió a Nazaret, provincia del
Darién, en el 2001, y mató a una niña y dejó a 12 personas heridas.
Este año, los ‘paras’ volvieron en enero y mataron a cuatro indígenas kunas
en Paya y Púcuro, en la provincia del
Darién.
Estos ataques fueron convirtiendo el
cerro de la frontera en un muro para los
colombianos que viven en este rincón
del país.
En Puerto Obaldía los visitantes colombianos tienen que ir al puesto de
Policía panameño, donde un funcionario de inteligencia los interroga y decide si pueden entrar. Nadie puede evadir
el control.
Josefa Pertú, de 93 años, es trasladada en Sapzurro
para ir, en lancha, al hospital de Acandí, a una hora.
que comenzaron a sentir que vivían en
dos países diferentes, desde que la Policía
panameña llegó al cerro.
Si un colombiano pasa diez veces por
el camino hacia Panamá, las diez veces le
piden la cédula. Hasta apuntan en un libro el paso de los 15 niños que van camino al colegio todos los días a Sapzurro.
Mientras los panameños pasan solo con
el saludo.
“Panamá se ha puesto mortificado en
estos años. Hasta a mí, que he vivido toda
la vida aquí y tengo familia allá, me ha tocado presentar la cédula para pasar la
montaña”, dice doña Águeda.
La frontera comenzó a cerrarse a las 6
de la tarde. “Ya uno no puede emborracharse porque si se va a ir a tomar en La
Miel tiene que amanecer allá”, dice Ausberto López, de 67 años.
Se llega al extremo de realizar controles a la aftosa. De Sapzurro no se puede
pasar a La Miel ni un pollo, ni una libra
de carne, ni un pedazo de queso, ni una
bolsa de leche, ni un huevo, porque los panameños
Se dice que
creen que les pueden llelos panameños var la enfermedad, pese a
que en la región no hay ni
prohíben a
una sola vaca.
“Desde que se alborotaron la guerrilla
y los ‘paras’ esto está pesao por acá”, dice
el viejo Antolino Ayarza, de 93 años, habitante de este poblado.
Los colombianos son
sospechosos para la policía vecina. El cónsul de
Colombia en Puerto Obaldía, Álvaro Márquez, dice
una muchacha
Lo único que continúa
que están estigmatizados.
visitar a su
siendo igual en estos pue“Creen que están hacienblos del límite, que viven
do inteligencia. A veces
novio en
del turismo, la pesca y el
no dejan entrar a alguien
Capurganá.
comercio de los cocos, es
y se guardan las razones”,
la pobreza y el olvido.
dice.
En el pueblo se rumora que la Policía
Toda la vida entra a estos pueblos por
panameña le tiene prohibida a una mu- barco, desde las estatuas de los santos de
chacha la visita de su novio de Capurga- la iglesia hasta la yuca y el tomate, que
ná, porque dicen que es paramilitar. Hay tienen que mandar a pedir a Turbo y Carhermanos que solo se pueden ver tres tagena, ya que no existe carretera y solo
días.
llegan a Capurganá dos avionetas a la seLos controles en la raya han cambiado
mana desde Medellín, y otras dos a Puerla cotidianidad de Sapzurro y La Miel, to Obaldía, desde Ciudad de Panamá.
En Sapzurro un bulto de cemento
cuesta 25 mil pesos; el galón de Acpm,
6.400 pesos; un litro de aceite, 4.200 pesos;
una gaseosa, 1.000 pesos; una cerveza,
1.500 pesos; una libra de azúcar, 950 pesos, y un huevo, 300 pesos. “Cada vez que
sube la gasolina aquí se disparan los precios porque a los barcos se les sube el costo para venir hasta acá”, dice doña Marta, dueña de una de las tres tiendas.
El poblado tuvo en junio racionamiento de luz en la madrugada porque el barco que lleva todos los meses el Acpm de
Cartagena a la planta de Capurganá, de
donde les envían por cables la energía, no
trajo suficiente.
Ya se han acostumbrado a vivir sin luz
durante el día, pues solo prenden la planta en las noches, para sofocar el calor con
los ventiladores. Para ver
los partidos de Colombia y
las carreras de Montoya
que ocurran en el día tienen que buscar silla en los
pocos hoteles que tienen
planta propia.
El agua se recoge de una
quebrada con cañerías y
tienen que pagarle a un poblador para que quite las
hojas que taponan la bocatoma cuando llueve fuerte.
Apenas tienen tres teléfonos, donde cobran la llamada mínima a 2.500 pesos, y
están esperando que les
aprueben 30 líneas que les
prometió Telecom antes de que se anunciara su liquidación.
Enfermarse es un problema. Tienen
un puesto de salud abandonado, la enfermera más cercana está en Capurganá y el
médico, en Acandí, a hora y media en
lancha, dependiendo del brío de las olas.
Aunque abren la iglesia todos los días,
Los municipios fronterizos tienen un tasa de 98,3 homicidios por
cien mil habitantes, en tanto que la tasa nacional es de 65.
Fuente: Cálculos propios, con datos del Instituto de Medicina Legal (2002). No hay datos para 15 municipios.
Al puesto de salud no solo le falta el bombillo sino el médico, la bacterióloga y el odontólogo, que no volvieron después del ataque de la guerrilla del 12 de diciembre de 1999.
Ese día, Trinidad evitó que un subversivo que entró con una granada al
puesto provocara una tragedia.
“¿Qué van a hacer con eso?, ustedes no pueden volar esto, esto es
de la comunidad”, les dijo con temor.
Los guerrilleros la miraron, se llevaron algunas drogas y se fueron nuevamente al monte.
Trinidad es la jefa del puesto desde entonces y atiende no solo a los
pobladores y turistas de Capurganá
sino a los de Sapzurro, que no tienen enfermera.
“Tenemos equipo de órganos, rayos X y hasta una incubadora, pero
hacen falta los profesionales –dice
la mujer–. Atendemos como podemos, pero cuando alguien se complica toca mandarlo en panga a
Acandí. Gracias a Dios aquí no hay
heridas graves”.
“Trabajo de día y de noche. Si hay
una urgencia me llaman a la casa y
salgo a atenderlos”, dice Trinidad,
que lleva 17 años lidiando con el paludismo, las virosis que traen los turistas, enseñándoles a los varones
a ponerse el condón y recibiendo a
todos los niños del pueblo, que ya
crecidos hasta la piropean.
18
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
PA N A M Á
Un profesor
binacional
Dos niñas, hijas de colombianos, que viven en Puerto Obaldía (Panamá),
sonríen luego de salir del colegio.
nunca han tenido sacerdote y al último
corregidor lo sacaron por recorte administrativo.
Al otro lado, los problemas son calcados. En Puerto Obaldía hay postes de luz
con bombillos en las calles, pero no funcionan; los teléfonos duran dañados meses.
En La Miel, pese a que la Policía panameña les regala la luz todas las noches,
no tienen escuela porque los profesores
se fueron cuando aparecieron los guerrilleros; para ir al médico van a Puerto
Obaldía o cruzan la frontera a Colombia.
Los dos teléfonos que tienen se quedan
sin tono cada vez que llueve y, cuando
sus habitantes necesitan llamar a Colombia, tienen que cruzar la frontera porque
de su pueblo les salen las llamadas con tarifa internacional.
Estos pueblos están tan lejos del mundo actual, que las únicas motos que han
rodado por Sapzurro fueron dos Harley
Ismael Medrano, de 81 años, hace la siesta en su
casa de Puerto Obaldía.
Davison que llevaron en barco unos argentinos que estaban dándole la vuelta al
mundo.
Luego de estar por cerca de cuatro
años a la deriva, después de la toma de las
Farc a Sapzurro, la presencia del Ejército
y de 30 hombres de la Policía animó a los
pobladores.
Los dueños de los hoteles, las señoras
que lavan ropa, los lancheros, las cocineras hacen cuentas con los turistas que
vendrán por la seguridad en vacaciones,
pues dicen que no se murieron de hambre cuando la cosa se puso fea por la toma
porque en el mar había mucho pargo.
Los de las tiendas tienen páginas en
blanco en sus cuadernos para las cuentas
de sus nuevos vecinos, los cerca de cien
policías que van a vivir en el puesto que
se va a construir. “Aquí sobrevivimos
fiándoles a los policías, pues ellos tienen
que comer en el pueblo”, dice Marta.
El capitán de la Policía colombiana di-
ce que además de seguridad van a traer
progreso, pues necesitarán mano de obra
para levantar el puesto nuevo, una planta de luz más grande, un buen alcantarillado, un buen acueducto y más líneas telefónicas.
Aunque esperan que algún día atraque el barco del progreso en el pueblo y
no sea necesario gastar un galón de
Acpm para ver los partidos de Colombia,
para ellos su mejor riqueza es poder sentarse todas las noches a conversar en la
puerta en una mecedora en paz.
“Los panameños están equivocados,
ellos deben buscar sus raíces, como los
árboles. En el fondo ellos son colombianos –dice doña Águeda, que asegura que nunca se irá de Sapzurro–. Aquí tuve 11 hijos y me
quedaré. Duré seis meses en Medellín y extrañaba las olas pegar
frente a mi casa y el aire tan sabroso del mar”. ❙
El profesor Manuel María Mosquera Palacio no ha podido explicarles a
los niños de Sapzurro qué es un computador porque el que le llegó hace
tres años en barco se dañó un día
con una tormenta.
Lo tiene guardado en un escaparate, pensando en que algún día otro
barco lleve a este pueblo uno nuevo.
Cuando salió de la Universidad
Tecnológica de Quibdó, Manuel María
solo encontró puesto en Sapzurro y
se fue sin pensarlo. Ya lleva 17 años
en el pueblo, donde se casó y aprendió a enseñar con las uñas.
En la escuela, los mapas de Colombia son de hace más de diez
años, un salón de clases se quedó
sin techo porque le cayó un árbol y a
los inodoros les faltan las tazas.
Manuel María es un profesor internacional. Entre los 80 alumnos, que
pagan 5.000 pesos de matrícula, con
los que se compran escobas y traperos, hay 12 niños de La Miel, donde
no hay maestros porque se fueron
hace cuatro años, cuando la guerrilla
se tomó el pueblo.
“Los niños de Panamá tienen
que venir con el uniforme en el maletín para no embarrarse cuando
crucen la loma del límite”, dice el
SAPZURRO
Así llegó la televisión
Cansados de caminar a Capurganá
para ver los partidos del mundial de
Italia 90, en un hotel que tenía parabólica, los pobladores de Sapzurro decidieron conseguir una antena para su
pueblo.
Compraron en Medellín una ‘espina
de pescado’, la más potente. En avión y
en lancha la trajeron a Sapzurro.
Cortaron una guadua como de 20 metros, amarraron la antena y la ubicaron
en los sitios más altos a la espera de la
señal, pero nada. La subieron al Cristo
de la iglesia, y tampoco. Luego de dos
días de ensayos se resignaron.
Un día, un paisa le regaló al pueblo
una parabólica, que un técnico armó
junto a la cancha de fútbol. Tardaron un
día instalándola, buscando con una brújula la señal. Solo entraban canales peruanos, pero se pusieron felices. Hasta
que vieron que el cable solo servía para
un televisor.
Por las noches, al prender la planta,
el pueblo, sentado ante la parabólica,
votaba para ver qué película ponía.
Así duraron un mes, hasta
que el técnico volvió e instaló
cables para todas las casas, que
compraron televisores último
modelo.
No se cambiaban por nada. Hasta
que, hace cinco años, los canales fueron
codificados, y el pueblo se quedó otra
vez con televisores y sin señal.
Ahora, desde que hoteles y restaurantes compraron señal satelital, todo
Sapzurro se sienta frente a sus establecimientos a ver televisión.
En el 2000, la frontera más pobre era la de Panamá, con un PIB departamental
per cápita de 1’654.828 de pesos, menos de la mitad del nacional.
Fuente: Cálculo con datos del Dane.
‘profe’, que les recomienda que
cuando llueva no vayan a clase porque se pueden caer bajando la ladera.
Una de las cosas que más le
duele a Manuel María es que sus
alumnos brillantes se quedan en el
pueblo, pescando en las mañanas
y tomando el sol por las tardes.
“Solo unos cinco, de unos 20 muchachos, pueden ir a estudiar bachillerato al colegio de Acandí, a
una hora en lancha”.
ANÁLISIS
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Aunque el contrabando ya no pasa por este pueblo en decadencia, una lancha de la Policía
Panameña permanece amarrada al muelle de Puerto Obaldía.
Domingo 10 de agosto de 2003
Antolino Ayarza, de 93 años, ante la bandera del consulado colombiano en
Puerto Obaldía (Panamá).
Un ron para Antolino
ntolino Ayarza dice que ya no va a
Colombia porque dejó el ron hace
diez años. El viejo aventurero de 93
años, que vive en Puerto Obaldía,
donde fue policía y corregidor, navegaba en su
juventud a parrandear a Cartagena. Ya con
bastón, añora los viejos tiempos en que el dinero, las putas y el whisky sobraban en este
pueblo, adonde llegaban diariamente 30 aviones con mercancías de los barcos que cruzaban el canal de Panamá y eran enviadas a
Colombia.
El pueblo era próspero. Un ruso y un chino
tenían tiendas donde vendían plantas eléctricas, vajillas y trago. En las cinco casas de cita
bailaban hasta 25 prostitutas colombianas,
que frecuentaban los gringos que manejaban
el canal.
A
Ayarza dice que el pueblo se arruinó. “Ya qué
vienen a buscar; el negocio era con los colombianos. Esto va pa’ atrás, como el cangrejo”.
Puerto Obaldía se murió, pero el contrabando sigue pasando hacia Colombia, por
puertos más grandes. A mediados y a finales
de los 90, el proveniente de Panamá fue anualmente, en promedio, de 1.400 millones de dólares, según un estudio de la Dian, que reportó este año la incautación de 5.418 millones de
pesos en máquinas por el Caribe y 4.757 millones de textiles y manufacturas por el
Pacífico.
Pero lo que más le preocupa a Ayarza no es
solo que ya no aterrizan aviones sino que la
guerra llegó a su pueblo. “Eso se puso muy feo
por acá”, dice.
El conflicto entre el bloque Élmer Cárdenas
de las Autodefensas, con unos 110 hombres, y
el frente 57 de las Farc, con unos 170, se volvió
desde primera página de los periódicos y agenda de los dos gobiernos, hasta tema de conversaciones en las tiendas de la frontera.
Pacífica y
exótica por
décadas, esta
frontera,
desde hace
unos años,
‘va como el
cangrejo’.
19
Pese a que los mismos panameños admiten
que la guerrilla ha pisado las comarcas de
Darién y San Blas desde hace 20 años y que
desde 1997 se están registrando incursiones
armadas, el ataque de enero del 2003 de los ‘paras’ a los pueblos kunas de Paya y Púcuro,
donde fueron asesinados 4 indígenas, rebosó
la copa.
A los pocos días, el Gobierno colombiano
anunció la reinstalación de 15 puestos de policía en las poblaciones fronterizas, abandonados tras ataques de guerrilla. Y la Policía de
Panamá volvió a montar sus bases en los caseríos indígenas atacados. El 11 de abril, en
Bogotá, se firmó un acuerdo entre los gobiernos para compartir información de seguridad
entre mandos medios en la frontera.
Para Colombia, según miembros de organismos de seguridad, esta frontera es clave
pues ambos grupos ilegales la usan para abastecerse de armas, que canjean por coca.
Muestra de esto es la incautación, el pasado 15 de marzo, de 50 kilos de coca en una avioneta que aterrizó de emergencia en
Capurganá y el decomiso de 7,5 toneladas del
alcaloide por la Policía panameña el año pasado. Por esta zona también pasó el Oterloo,
una embarcación que en el 2001 introdujo al
puerto de Turbo 3.000 fusiles AK-47 del ejército nicaragüense, destinados a los ‘paras’.
“Es muy difícil controlar el tráfico por las
300 trochas que existen en el tapón del
Darién”, admite una fuente militar, que asegura que ante eso la estrategia del Ejército colombiano no es montar bases fijas sino móviles.
Al otro lado la preocupación se centra en la
capacidad para resguardar la frontera, pues
Panamá no cuenta con Ejército desde 1994.
Actualmente, la Policía panameña tiene unos
14 mil hombres, de los cuales unos 1.500 están
en la frontera. Colombia, por su parte, tiene
unos 200 policías en Sapzurro, Capurganá,
Acandí y Juradó (donde además hay
Infantería de Marina); cerca de 300 soldados
profesionales de tres compañías móviles en la
frontera y tres batallones, cada uno con unos
700 hombres, en el golfo de Urabá, donde también hay una base de Infantería de Marina, para patrullar el océano y el río Atrato.
“Esta es un área sumamente aislada, con
pocas vías de comunicación, que influyen en
la seguridad”, dice el profesor panameño
Francisco Álvarez, quien ha trabajado con la
Fuerza Pública de Panamá en poblaciones limítrofes.
Jorge Aníbal Aparicio, analista panameño
de conflictos militares internacionales, cree
que la Policía de su país no tiene los suficientes niveles tecnológicos en sus armamentos
para contrarrestar a ‘paras’ y guerrilleros.
“Creo que sería la perfecta excusa para que
vuelvan los estadounidenses”, dice.
Para Aparicio, Panamá es vista como una
quinta frontera de Estados Unidos y el canal
es fundamental para su economía. “Están preparando un retorno rápido, ya no al canal sino a la frontera. La estrategia antisubversiva
es utilizar a Panamá como un portaaviones,
para que tenga el papel geopolítico que jugó
Kuwait en la pasada guerra contra Irak”, asegura.
El experto teme que el conflicto se anide en
su país. “El 35 por ciento de la sociedad vive
en extrema pobreza y han aparecido últimamente contradicciones políticas graves que
hacen pensar que, si en los próximos dos años
no enrumbamos el país, podría crearse una especie de insurgencia armada que cuestione
ese orden. Me parece que esto lo tienen claro
los Estados Unidos; ellos intuyen que el conflicto colombiano puede desestabilizar toda el
área”.
Vaticinios académicos que no impiden que
el viejo Ayarza, a sus 93 años, no pierda la esperanza de estar vivo cuando la guerra en
Colombia termine. Si eso pasa, tal vez vuelva
a Cartagena a tomarse un ron. “Pa’ celebrar”,
pese a que lo dejó hace diez años.
20
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Doña Gabriela Cuero de Rodríguez tiene 75 años, nació en Cabo Manglares, como
sus padres y sus abuelos. Ahora vive al frente, en Milagro. Su oficio: vender sal.
Domingo 10 de agosto de 2003
ECUADOR
Milagro, el caserío a donde se han tenido que trastear muchos de los antiguos habitantes de
Cabo Manglares, es el punto más distante de la Colombia continental sobre el Pacífico.
Jaque al
Ecuador
Nidia tenía 9 años cuando llegó a Lago
Agrio (Ecuador) con un hombro despedazado por una bala y el vestido cubierto con
la sangre que se había secado en los dos
días de camino por la selva.
Venía con su mamá, Rosa Castillo, y su
hermanita, Teresa, de 5 años. Al papá y a
sus dos hermanos, Carlos y John Jairo, los
habían matado en su casa cerca de La Dorada, una vereda de Putumayo (Colombia).
“Y ustedes –les dijeron los ‘paras’– tienen cinco minutos para desaparecer”. Nidia intentó acercarse a su papá y le dispararon.
Llegó prácticamente muerta, dice el médico que la atendió 30 minutos después de
cruzar la frontera. Pero se salvó y ahora vive en una finca Ecuador adentro.
Ella no fue la única que saltó espantada
de un país al otro huyendo de la pavorosa
guerra de Putumayo. Los archivos oficiales hablan de 2.300 personas –los no oficiales, de 10.000– que hicieron lo mismo en los
últimos tres meses de ese cruento año 2000.
Pero más allá del drama, la historia de la
pequeña, vista hoy en la distancia, pareciera ser la de un ángel bueno que llegó a
anunciarles a los ecuatorianos las plagas
que estaban por caerles de su vecino.
Desde entonces, la violencia de Colombia con toda su tragedia se ha derramado
sin compasión por los 586 kilómetros de esta frontera, como por ninguna otra.
“Nos cogieron pálidos a todos. Apenas
estábamos olfateando la idea, cuando nos
Por: Luz María Sierra
Fotos: Camilo George
De los manglares a la selva, el conflicto
colombiano se desborda hacia el vecino.
cayó la gente huyendo por la montaña”, recuerda un hombre de 40 años.
Al Ecuador le tocó en suerte compartir
límites con Putumayo, la región, para esa
época, más ardiente del país, con 40,9 por
ciento de los cultivos de coca.
Los paramilitares llegaron de Urabá.
Los guerrilleros se parapetaron para defender su retaguardia estratégica. Los narcos se alinearon a uno y otro lado. Y
Washington giró 500 millones de dólares en
glifosato, helicópteros artillados y pólvora.
Todo eso hizo ¡bum! y las réplicas se hicieron sentir, con fuerza, entre los desvalidos ecuatorianos.
Con el Plan Colombia, la coca se fugó del
Putumayo y, para desdicha del país vecino,
fue a depositar su furia en el otro extremo
de la misma frontera, en Nariño. Y ahí, el
Estado colombiano está repitiendo entonces la dosis con el patrocinio de Estados
Unidos: desde el año pasado y particularmente en el primer semestre del 2003, trata
de fumigar, otra vez, el problema.
A las Farc y a los narcos los han corrido
unos 65 kilómetros de la costa Pacífica hacia el interior, y desde el norte y el occiden-
te también los acosan, encerrándolos en
una especie de círculo, dentro del cual quedan los pueblos de Guayacana, El Diviso y
Llorente. Pero ese círculo tiene un boquete
que justo da a la frontera y deja escapar los
ingredientes del caos hacia Ecuador.
Un alto vocero militar colombiano en
Bogotá ilustró lo que ocurre con una figura
muy elocuente: “Nosotros estamos corriendo la arruga. Ellos verán si la paran”.
De hecho, por cualquier parte que se
cruce la frontera Pacífica, sobre todo por el
continente, no hay mucho chance de encontrar un agente estatal colombiano.
Si se cruza por el mar, la historia es parecida. Y es ahí donde comienza este viaje.
Cabo Manglares, famoso en las cartillas
de geografía por ser el punto más distante
de Colombia continental sobre el Océano
Pacífico, está a punto de desaparecer. El
mar y los piratas lo quieren borrar, literalmente, del mapa.
Doña Gabriela Cuero nació en el propio
Cabo, y hoy, a sus 75 años y con el rostro repleto de arrugas, mira en la distancia lo
que eran las playas de su infancia.
“Era un pueblo bien bonito, con árboles
de mango y coco. Pero el río lo combatió”,
dice haciendo referencia al caudal del Mira
que hace tenaza con el océano y ha dejado
en pie apenas unas 10 casitas de madera.
“Nos vinimos para acá cuando el mar
inauguró esta playa”, recuerda, sin precisar el año en el que se trastearon a Milagro,
que es como decir la calzada del frente, luego de cruzar un ancho brazo del mar.
Pero en Milagro también las olas están
azotando sin piedad a sus cerca de 100 habitantes. Hace cinco meses, una “puja
grande” –estado más alto de la marea–
echó a tierra la escuela que quedaba al pie
del faro. Hace dos meses, piratas se les robaron 14 motores en los alrededores. Y desde 1998, un derrame de petróleo ecuatoriano ha mermado los pescados y las conchas
de los que vive la gente de la región.
“Antes del derrame entre todos hacíamos hasta 500 kilos de pescadilla. Ahora no
se hace ni para la gasolina”, cuenta Miller
Aurelio Nazareno, un muchacho de no
más de 20 años, que vaga con su amigo Oel
Valencia por ese pedazo de playa sin brillo.
Esa misma queja se repite en cúmulos
de casitas que, de camino hacia el sur, se
acomodan en la playa. Como La Barca, que
parece un botecito a la deriva, con 40 viviendas apeñuscadas por el agobio de la
marea. O como Candelilla de la Mar, la que
le sigue, donde 417 personas viven bajo el
‘gobierno de facto’ de Felipe Landázuri.
En todo el recorrido, que no se toma más
de 90 minutos por un mar picado desde Tu-
E S P E C I A L En los confines de Colombia
ECUADOR
21
Domingo 10 de agosto de 2003
Colombia - Ecuador
Área
detallada
O C É A N O
P A C Í F I C O
Longitud:
586 kilómetros.
Población
Colombia: 2'079.152 personas.
Ecuador: 677.157 personas.
Departamentos
Colombia: 2
Ecuador: 3
Municipios
Colombia: 13
Ecuador: 20
Comercio (miles US$)
Exportaciones: 811.633
Importaciones: 356.739
La Chorrera
Río P
ARMADA
BAFIM 9
atía
Tumaco
Trapiche
AUC
Libertadores
del Sur
Terán Milagro
Llorente
Cabo Candelilla
de
La
mar
Manglares
San Lorenzo
FARC
Frente 29
Mataje
Azúcar
R
ELN
Comuneros
del Sur
Límites
Ricaurte
MOCOA
Larandia
Amazónica
Puerto Limón
Ju
an
Alto Tambo
AUC
Numbí
Bloque
GRUPO
Awa
Sur
MECANIZADO
Mayasquer
CABAL
Cumbal
Ipiales
Maldonado
Córdoba
Potosí
E S M E R A L D A S
Río San Miguel
FARC
Frente 2
FARC
Frente 48
C A R C H I
La Bonita
Santa Ana
Puerto Asís
EJÉRCITO
Shushufindí
FUERZAS ESPECIALES
DISTRITO FRONTERIZO
DE POLICÍA
JEFATURA ANTINARCÓTICOS
DOS GRUPOS DE
COMBATE Y TRANSPORTE
P U T U M A Y O
ué
s
Ag
uar
ico
2 GRUPOS
COMBINADOS
Sionas
Puerto Ospina
Pueblo Nuevo
Cofan
uetá
C O L O M B I A
Río
Pu
San Miguel tuma
yo
LAGO AGRIO
Coca
EJÉRCITO
BASE
BRIGADA
CONTRA EL
NARCOTRÁFICO
am
Santa Rosa
de Sucumbios
UNIDAD
HELITRANSPORTADA
Río Caq
Puerto Rápido
Río
Gu
Cofan
San Miguel
Algunos hitos
1916, julio 15. Tratado Suárez – Vernaza que fija límites terrestres y marítimos.
1989, junio 20. Declaración Barco-Borja para
crear la Comisión de Vecindad e Integración.
1990, abril 18. Convenio sobre tránsito de personas, vehículos y embarcaciones.
1996, noviembre 22. Se crea Comisión Binacional de Fronteras (Combrifron) para el intercambio de información e inteligencia militar.
1998. Se crea Comité binacional de control,
seguridad y vigilancia fronteriza.
1998, noviembre. Acuerdo sobre derechos humanos, asentamientos en frontera y asuntos
laborales y migratorios.
1999, febrero 18. Paramilitares asesinan en
Ecuador al diputado de izquierda, Jaime Hurtado, invitado por las Farc al Caguán.
Septiembre 11. Un grupo armado secuestra en
la provincia ecuatoriana de Sucumbíos a 12
europeos. Al ser acusadas, las Farc niegan su
autoría.
2001, enero 11. Enfrentamiento armado entre
militares ecuatorianos y guerrilleros colombianos, en Puerto El Carmen (Sucumbíos).
Enero 25. Las Farc atacan por cuarta vez el
Oleoducto Transecuatoriano en la vía Lago
Agrio-Balao.
Febrero 23. Capturan un guerrillero de las Farc
intentando comprar armas en Quito.
2002, noviembre 2. Desmantelan un campamento guerrillero en Bermejal (Ecuador).
Noviembre 19. Captura en Ecuador de una
banda que va de Colombia con 2,4 toneladas
de coca, incluido un coronel ecuatoriano.
Puerto Caicedo
La Hormiga
Quichua
VI DIVISIÓN
DEL EJÉRCITO
AUC
Bloque
Sur
Orito
TULCÁN
E C U A D O R
BASE
MILITAR
Tres Esquinas
BATALLÓN
PLAN ESPECIAL
2 BRIGADAS DE
FUERZAS ESPECIALES
QUITO
Municipal
Sibundoy
an
S
Awa
Capital departamental
Población
0
25 Kms.
Internacional
Departamental
EJÉRCITO
BRIGADA 27
Colón
PASTO
ío
Concepción
AUC
Farc
Eln
N A R I Ñ O
BRIGADAS MÓVILES
ANTINARCÓTICOS
Tráfico de
drogas, armas
y explosivos
Cultivos
ilícitos
Fuentes: Dane, Ministerio de Comercio
Exterior, 2002.
El Diviso
Río Mira
POLICÍA
Barbacoas
La Guayacana
Flujo de
desplazados
y refugiados
Grupos
indígenas
Ruta de
EL TIEMPO
Pto. El Cármen
del Putumayo
Concepción
EJÉRCITO
FARC
Frente 48
Hacha
Inga
La Reforma
S U C U M B I O S
Cuyabeno
Sionas y
Secoyas
P E R Ú
CABO MANGLARES
El punto más extremo de Colombia
continental sobre el Pacífico, Cabo
Manglares, es en realidad una de las
tres aldeas que ocupan ese famoso accidente geográfico. Las otras dos son
Terán y Milagro.
Como las pujas (estado más alto de
la marea) y las quiebras (estado más
bajo) han sido inclementes a lo largo
de los años con sus pequeñas construcciones y sus playas, los habitantes
se van acomodando, en uno o en otro,
según lo vaya dictando el capricho del
océano.
La mayoría de los que viven allí son
nativos del Cabo, que además, por el
número de niños que juegan en la playa,
se podría decir que están dedicados a
garantizar que la especie no se extinga.
Viven en un espacio de unos 150 metros de largo por 50 metros de ancho,
un pedazo de playa que se pelean el
mar y la selva.
El pueblo –en Cabo Manglares unos
30 habitantes; en Milagro, unos 100, y
en Terán, 40 más– se levanta antes de
las 5 de la mañana y en canoas hechas
a mano se lanza a la pesca. A las 8 vuelve a tierra firme y hace las cuentas.
Por cada kilo de pescadilla les pagan
1.000 pesos; si es corvina, pargo, bagre
o róbalo, la tarifa sube a 2.500, y el más
costoso es el de camarón tití, por el que
les dan 3.000.
Ramón Araújo es uno de los mayoristas gracias a que “tiene varios motores”
que le permiten recoger los pescados
de las barquitas e irlos a vender a Tumaco. Los demás no solo no tienen el
motor sino que no les alcanza para pa-
gar 12.000 pesos que vale la barra de
hielo y 5.000 de cada galón de gasolina.
Hay quienes a veces, cuando no
tienen para los 20.000 pesos que les
cuesta el pasaje hasta Tumaco, le dan
al remo. “Si sale a las 6 de la mañana, según la carga, llega a las 5 de la
tarde”, cuenta Pablo Díaz un hombre
que llegó hace seis años de Bocas de
Satinga.
Y luego se van a dormir. Temprano,
porque hace un año y medio se les dañó la planta eléctrica.
22
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
ECUADOR
El ‘jefe’ de
Candelilla
En el puente que comunica a El Morro con Tumaco, los tumaqueños matan el tiempo por las tardes pescando lisas.
maco, se insinuaba, en cierta prevención
exagerada de la gente, que por allí ya se
estaba imponiendo la ley del silencio. Al
frente de Candelilla, a cinco minutos en
lancha, está Ecuador.
San Lorenzo es la primera ciudad con
la que uno se encuentra en Ecuador. Tiene el aire de un macondo en la era del narco: puerto sobre el Pacífico, 13.000 habitantes (25.000 si se suman los flotantes),
mucha venta de mercancía en la calle,
grandes almacenes de abastos, 80 de 200
escuelas sin profesores, 76 por ciento de
indigencia, sin agua potable suficiente y
con calles a manera de venas abiertas.
Descubrieron el terror en agosto del
2001 cuando desaparecieron el teniente
político (corregidor) de Mataje y cuatro familiares. Días después aparecieron sus
cadáveres cerca de Tumaco. A su hija de
14 años la encontraron con tétricos signos
de tortura. La Presidencia de Ecuador dijo que eran ajustes del narcotráfico.
Nadie sabe si los que aterrizan allí son
‘narcos’, guerrilleros o paramilitares. El
ambiente ha llegado a estar tan pesado,
que a pesar de los poderosos lazos centenarios que unen a las comunidades indígenas (Awa, Cofán, Siona, Quechua, y
Kanza) y afroamericanas, se han despertado brotes de xenofobia entre los colonos.
A tal punto, que el año pasado la Alcaldía
de San Lorenzo decidió dictar un curso de
tolerancia a los dirigentes.
Frente a los guerrilleros, se siente como si temieran despertar a un león dormido. “Ellos no vienen con un letrero que
los identifique”, dice el vicealcalde Gonzalo Jhayya. Llegan como cualquier otro,
pagan hoteles y alimentos y no tienen orden judicial para detenerlos, alegan.
Ese mismo miedo que en San Lorenzo
(zona Pacífica) apenas se insinúa, en Lago
Agrio (zona Amazónica) da tajada.
Unos 320 kilómetros de cordón de frontera los separan, pero no hay carretera o
Los niños de Palma Real, el primer caserío ecuatoriano del Pacífico, preparan bidones para el agua.
Ecuador
Superficie (km2)
Población (personas)
Tasa de analfabetismo (%)
Mortalidad materna (x cada 100.000 habs.)
Sucumbios
Carchi
Esmeraldas
18.372
128.995
8,1
403,7
3.699
152.939
6,6
316,3
15.216
385.223
11,0
196,0
Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censos (Inec), de Ecuador.
Colombia
Superficie (km2)
Población (personas)
Indígenas (personas)
PIB (millones de pesos, 2002)
Mortalidad (x cada 100.000 habs.)
Índice NBI* (%)
Vacunación niños (%)
Cobertura escolar (%)
Homicidios (a mayo 31, 2003)
Cultivos ilícitos (coca/amapola-has. 2002)
Desplazados (expulsión, 2002)
Putumayo
Nariño
24.885
359.990
24.391
1'344.656
312,2
79,5
56,4
88,4
183
13.725/1.230
6.426
33.268
1'719.162
87.304
2'921.204
275,0
56,1
50,7
78,3
193
15.131
2.241
*Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuentes: Dane, Ministerio de Protección Social. Ministerio de Educación Nacional. Codhes. Dijín, Simci.
río alguno que los una. Toca desviarse
muy al sur desde la provincia de Esmeraldas –vecina de Nariño– hasta Quito y
luego tomar camino al norte, a la provincia de Sucumbíos –vecina del Putumayo–.
(Entre San Lorenzo y Lago Agrio, queda Tulcán, vecina de Ipiales, que es la tercera frontera entre Colombia y Ecuador,
frontera andina, la del gran comercio).
Como en las viejas películas del oeste,
cuando la cámara registra al villano que
camina lento mientras recorre la calle
polvorienta del pueblo, así son escrutados
los periodistas por los pobladores a lado y
lado de la calle principal de Lago Agrio.
Cualquiera puede ser un espía. Y una
libreta de apuntes y una cámara de fotografía les parecen armas letales.
Pocos, al principio, sostienen la mirada
o la conversación más de 20 segundos. Aún no se recuperan
de la racha de sicariato que les
cayó el año pasado: 120 muertos para 30.000 habitantes.
“De octubre del 2002 a febrero, hubo más de cinco matanzas. Ya no nos levantábamos diciendo qué hora es sino
a cuántos mataron anoche”,
dice un lugareño que pide no
publicar su nombre. “Aunque
de todas maneras ya me vieron con ustedes”, reflexiona.
El miedo provocó incluso que
se cerraran universidades y colegios nocturnos. Aún ahora, cuando la marea ha
bajado, no los abren.
Vendettas entre ‘narcos’, es la hipótesis
La esperanza de vida para los departamentos fronterizos
es de 70,5 años, por debajo del promedio nacional que es de 71,5.
Fuente: Departamento Nacional de Planeación-Pnud (2000).
Felipe Landázuri hacía de utilero para espectáculos de currulao en Tumaco y de
pronto –hace cinco años– se convirtió en el
monarca de Candelilla de la Mar, un pedazo de tierra en el extremo sur de Colombia,
en el límite exacto con Ecuador. Como
buen gobernante, tan pronto escucha un
motor acercarse por el mar Pacífico a su
reino, corre a recibir a los visitantes.
Con un protocolo poco común por esta
comarca, un deje amanerado en su voz y
una candonga en la oreja izquierda, se presenta como promotor de salud.
Más tarde, con orgullo pero sin jactancia, enumera sus demás títulos: bachiller
en contabilidad, formación en primeros auxilios, curso de mecanografía y presidente
de la Corporación de Concheras, el gremio
más importante del lugar.
Al preguntarle por el número de habitantes responde sin titubear: 417 personas y
87 familias. Los reúne cada mes, para discutir los asuntos críticos del caserío.
Por ejemplo, en junio no les había aún
llegado el subsidio de los últimos tres meses para comprar el combustible de la
planta eléctrica. Y tuvo entonces que tomar
dos medidas drástricas: recortar las horas
de utilización de la planta y echar mano de
los recursos del comité de impuestos comunales, que recoge todos los sábados
10 centavos de dólar por familia para este
tipo de emergencias (en Milagro, como en
Ecuador, esa es la moneda).
Este comité es uno de los 11 que ha
creado Felipe para garantizar el buen funcionamiento de Candelilla de la Mar. Sus
nombres los tiene pulcramente escritos
con marcador azul sobre una cartelera en
un pliego de papel.
Su joya de la corona es una escuela reluciente, que donó el gobierno de Japón gracias, entre otras, a las gestiones de Felipe.
Todavía no sabe si bautizarla ‘Escuela
16 de julio’ –por la primera inauguración
que hicieron el año pasado la ex primera
dama Nora Puyana y el embajador de Japón– o ‘Escuela 14 de marzo’ –en honor a
la segunda, en la cual estuvieron además
las ministras de Defensa y Relaciones Exteriores–.
ECUADOR
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
23
La hermanita
de Lago Agrio
Por el puente internacional sobre el río San Miguel, en los últimos tres años, han huido de la violencia más de 20.000 colombianos.
En Lago Agrio (Ecuador) sorprende la cantidad de clínicas y consultorios médicos.
más recurrida. Pero también hay quie- fugiados en Lago Agrio. Cuenta la hernes sacan a relucir un rumor más secre- mana Carmen Rosa Pérez, de Pastoral Soto: “Dicen que la guerrilla mandó acá a cial, que al principio, al verlos llegar flaalgunos de los suyos para la guerra con cos, sucios y andrajosos, mucha gente les
los ‘paras’ y los ‘narcos’, pero que se que- abrió las puertas de sus casas.
daron haciendo sicariato y por eso man“Yo les decía ‘no me muestren, que no
dó a otros para que los acabaran”.
puedo dormir’. Pero ellos necesitaban deLa avalancha colombiana les ha deja- sahogarse. Un joven se subía la camiseta
do nuevos términos a los ecuatorianos, y me mostraba huecos como hechos con
broca en la espalda. Otro, asustado porcomo ‘sicario’, ‘torcido’ y ‘lo quebraron’.
que se sentía enloquecer, me contaba que
“También el vallenato de Jorge Celedón y
y corridos prohibidos, como ese que dice: se subía a unos árboles cerca del río y
‘cuando me muera, no quiero que me lle- veía como destrozaban personas con moven flores sino que me hagan una cruz de tosierras”, relata su compañera, Irene
marihuana’”, cuenta un joven que ha sa- Delgado, una santandereana bonachona.
lido y entrado tres veces por amenazas.
“Otro contaba que se había ido a venA los guerrilleros, aunque no llegan der neveras y que cuando volvió, por Picon uniformes ni con armas, los recono- ñuña Negro, encontró en un charco de
cen. Un taxista sabe bien cuándo lleva a sangre a su esposa y a su hija”. Y esas son
un comandante del frente 48. Una señora apenas algunas de las tragedias que están
señala el restaurante y el bar que más les por contarse en Ecuador sobre lo que ha
gusta, uno al lado del otro sobre la vía sido ese capítulo negro del Putumayo.
principal. “Los comandantes tienen caAhora, tres años después de que cosas, caserones, hoteles”, dice uno más.
menzó el éxodo, “ha crecido la xenofobia”, dice Carmen Rosa. “El
En los prostíbulos, reina
colombiano es aprovechado
la imagen del Che. Y hasta
En los
para vender. El ecuatoriaque alguien la apagó en diprostíbulos
no es conformista y el chociembre, se sintonizaba
que genera rechazo”, anota.
‘La voz de la insurgencia’,
de Lago
de las Farc, en el 99,5 de la
En los últimos meses las
Agrio reina
FM. “No narraban los parmuertes han mermado sigtidos del América de Cali,
la imagen
nificativamente. “Bajaron
sino los del Pelotón A conde 73 entre enero y mayo
del ‘Che
tra el Pelotón B del frente
del 2002 a 20, entre enero y
Guevara’.
48. Pasaban entrevistas
mayo del 2003”, informa el
con ‘paras’ que cogían. Las
comandante de la Policía,
cuñas decían ‘Unete a la subversión’, y, a coronel Milton Borja. En San Lorenzo y
veces, le mandaban saludos a Lago en Tumaco, también dicen que se ha temAgrio”.
perado el clima de violencia.
Otra cosa que impacta –además del
Nadie se atreve con hipótesis, pero ha
miedo ambiente– es la cantidad de cen- coincidido el aumento de fumigaciones y
tros de salud. En varias calles de la vía de operaciones militares en Colombia,
principal se cuentan hasta tres y cuatro.
con el hecho de que Ecuador, después de
La generosidad de los ecuatorianos se un ‘jalón de orejas’ de Estados Unidos y
ha visto en todo su esplendor con los re- de importantes giros en dólares para
equipo, vehículos y tropa, parece haberse
pellizcado.
De Lago Agrio se llega en 30 minutos a
Colombia, por carretera pavimentada, al
puente de San Miguel, el que han inaugurado cuatro veces. La última, en septiembre del 2000. Los entonces presidentes
Pastrana y Noboa le dieron la bendición,
mientras a escasos 30 kilómetros de allí,
en La Hormiga y La Dorada, en Putumayo, entraba en calor el histórico paro armado de las Farc que marcó el comienzo
de la sangrienta guerra con los ‘paras’.
El puente estaba desde 1995 pero los indígenas cofanes (1.143 en Colombia y un
tanto menos en Ecuador) dieron una batalla por motivos ambientales
que culminó con la creación
de cuatro resguardos.
Desde cuando se pisa tierra
colombiana se aparecen pelotones de contraguerrilla. Al
colectivo, solo lo paran una
vez. Uno de los jefes, con cara
de listo y buenos modales, pregunta por la caja más sospechosa. El dueño responde seguro y no le toca abrirla.
Las seculas del efecto globo
de la coca y la violencia –que
se desinfló en Putumayo y se
fue para Nariño– se ven en el
camino. La terminal de buses
de La Hormiga que en un domingo como
este, a las 9 de la mañana, solía hervir de
gente, ya más parece la estación de un
pueblito olvidado. En La Dorada, de donde es Nidia, la niña del hombro destrozado, la deserción escolar ha obligado a la
Secretaría de Educación a buscar casa
por casa a niños para llenar las escuelas.
Muchos de los que se fugaron a Ecuador ni han vuelto ni piensan volver. Detrás de la aparente calma, intuyen tal vez,
que los demonios siguen al acecho. ❙
La frontera con Venezuela, con una tasa de 113,7 homicidios por
100 mil habitantes es la más violenta de todas.
Fuente: Cálculos propios, con datos de Medicina Legal (2002).
La hermana Carmen Rosa Pérez nació
hace 50 años en La Uvita (Boyacá) y hoy
es el nombre más mencionado cuando alguien pregunta por los refugiados en Lago Agrio (Ecuador).
Terminó involucrada en el tema por
azar. En 1994 estaba haciendo trabajo
pastoral en el Chocó, pero su comunidad,
las Hermanas de Santa Ana, decidióß
aceptar una invitación de Isamis (Iglesia
de San Miguel de Sucumbíos) y la mandaron a Ecuador.
A pesar de que su misión se circunscribía estrictamente a “cuidar los fieles”,
cuando en el año 2000 comenzaron a vislumbrar la llegada de familias enteras
desplazadas desde Colombia decidieron
ampliar su tarea.
“Hemos sido cuestionadores del Plan
Colombia y por eso hemos aceptado el
desafío de atender a las víctimas”, explica ella con el temple que la caracteriza.
Entonces le tocó, con su compañera
Irene, con la Acnur y organizaciones ecuatorianas, comenzar de cero. Desde estar
pendiente “de que no nos devuelvan a nadie” de la frontera –como le iba a pasar a
seis familias que venían de Doncello (Caquetá)–, hasta administrar el principal albergue de refugiados –Apafano–, pasando por la coordinación con organismos internacionales que aportan recursos para
tratar de mitigar el drama.
“En un momento dado se volvieron
moda los refugiados, se hicieron planes
de emergencia de dos años y luego algunas agencias salieron corriendo cuando
el problema se fue agravando”, dice.
Carmen Rosa vive en una casita de un
barrio periférico de Lago Agrio, con otras
dos hermanas y con una gata también
desplazada de Colombia, que su compañera Irene decidió adoptar.
A pesar de todo el esfuerzo, sus palabras expresan desazón. “Sentimos el deterioro de la gente, sentimos más retroceso que progreso. Es una pobreza alarmante”, concluye.
24
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
ECUADOR
Las concheras
del Pacífico
Saili Estefani, de 6 años, levanta a su hermanito Moisés, de 2, camino a la guardería, en San Lorenzo.
Dela y Juliet Anaí viven en Palmareal (Ecuador) y tienen, entre otras comodidades, nevera.
LLORENTE
El nuevo Putumayo
La noticia era de gran calibre. En una
operación que obligó a desalojar toda una
vereda, un comando del Ejército les había
dado el golpe de gracia a las Farc en el pacífico de Nariño.
Seis tanques urutú y helicópteros acabaron, en ese día de fines de mayo, según
aseguraba un habitante, con la vida del
segundo comandante del frente 29.
“Me dicen que los guerrillos tuvieron
que pasarse a Ecuador. Si eso fue así, si
les quitaron Llorente, ¡los quebraron!”,
decía alguien que se atrevía a hablar del
tema en Tumaco.
Pocos lo sabían, es cierto. La mayoría
de los 110.000 habitantes del puerto, resignados a un estado de sitio virtual desde
que les cayó la guerra con toda su artillería en el 2001, prefieren no arriesgar su
pellejo Colombia adentro.
Este se había enterado porque alguien
de la zona lo llamó a contarle. De ser cierto, se trataba de sacar a las Farc de una zona estratégica, pues los ríos Mira y Mataje depositan en el Pacífico, directo o vía
Ecuador, las dosis que llegarán a las narices de los norteamericanos.
Para comprobarlo había que ir hasta
Llorente. El problema no era la distancia
–en una hora y media y por 5.000 pesos un
colectivo lo lleva a uno al sitio– sino lo
‘minados’ que podían estar esos 76 kilómetros de camino.
“Los de su color si pueden ir por allá”,
decía un morenazo que en su taxi trataba
de aplacar el “uyy” que le provocó una
pregunta sobre el mismo Llorente.
En el colectivo predominaban las mujeres negras y grandes con hijos diminu-
tos colgados de sus brazos y trabajadores
que se desgranaban en la medida en que
pasábamos por las 20.000 hectáreas de palma de aceite de reconocidas familias de
empresarios del Valle del Cauca.
Desde que plantamos el pie en Llorente, nos quedó ‘asignado’, sin mediar palabra y a manera de escolta, un miliciano
fortachón, silencioso y con cara de bravo.
La guerrilla, dicen, es implacable con
cualquier visitante con rasgos de espía.
Hace cuatro meses llegó un vendedor de
Bon Ice y no pasó el examen. Ni tampoco
quienes llegaron diciendo que eran su patrón y su hermano.
“Después de que los mataron, se quedaron tres días ahí tirados”, cuenta alguien señalando a metro y medio de una
tienda en la calle principal. Nadie los podía recoger. Sólo cuando el pueblo imploró que los restos se estaban convirtiendo
en un problema de salud pública pudieron sacarlos de la vía.
“Aquí hay un solo embolador, y si viene otro lo matan”, complementa.
Llorente es un caserío que si bien todavía no es reconocido como corregimiento
tiene un comercio de más de 100 negocios,
aunque mermados en los últimos meses,
“desde que llegó la fumiga”, y una población –4.500 dicen unos, 15.000 dicen otros–
que se envidiaría cualquier municipio.
Los raspachines, que se vinieron de
Putumayo cuando los cultivos allá se acabaron, ganan de 3.500 a 4.000 pesos por
arroba recogida, y hay quienes recogen
hasta 20 por día.
La historia del pueblo cambió cuando
llegó Hélmer ‘Pacho’ Herrera, el extinto
narcotraficante, y montó una finca que
“era como un pedazo de ciudad en plena
selva. Con piscina olímpica, teatro y conciertos de grandes artistas”, cuentan.
A la hora de preguntarles sobre el supuesto golpe a las Farc en la vereda a una
hora de allí (Pulgandé) se limitaban a mirar. El manual de supervivencia –que todo indica han sabido utilizar– les prohíbe
pronunciar palabras como guerrilla y paramilitares. Además cada que pasa por
allí el Ejército se guardan, no vaya a ser
que cuando las tropas se marchen tengan
que cargar con las retaliaciones de los milicianos.
Oficiales de la Brigada Antinarcóticos ratificaron haber
sostenido fuertes combates tratando de penetrar en esa zona.
Un desertor del frente 29 les había dicho: “Los sembrados que
quedan están para el Nulpe,
una finca como de 15 hectáreas
(...) La mercancía se les compra
a los civiles que vienen a venderla, en los Chongos, ya cristalizada (...) Semanalmente
compran 80 o 100 kilos. Cada
kilo a dos millones y medio de
pesos”.
Dos oficiales antinarcóticos cuentan
que “aseguraron la zona” durante dos
días: “Se replegaron 200 de ellos y luego
entramos”. En ese proceso perdieron tres
militares. Pero nada sabían del hombre
fuerte de las Farc. Lo que todos daban por
cierto es que se pasaron para Ecuador.
¿Qué tan lejos está? “Pues nada. Unos 3 kilómetros. Lo único es pasar el río”.
En 21 de los 67 municipios fronterizos hay un total de 23.599
hectáreas de coca cultivadas, un 23,12% del total Nacional.
Fuente: Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), 2002.
Las concheras son mujeres que tienen
que estar pendientes de los caprichos del
mar para poder hacer su trabajo. Él es
quien les va poniendo los turnos.
Si amanece alta la marea, no hay forma, les toca esperar con paciencia. Y
cuando comienza a bajar, emprenden el
camino hacia los esteros, para llegar justo
cuando el mar ha salido y poder trabajar
durante el lapso que dure su ausencia.
Por tres o cuatro horas permanecen con
la cintura doblada, van metiendo con cierto ritmo la mano entre el fango espeso, y a
punta de tacto atrapan las conchas que el
mar en su partida dejó allí atrapadas.
Antes solo hacían ‘concheo’ las mujeres, pero ahora también hay hombres, porque la recolección de este tipo de molusco
ha resultado ser el único medio de subsistencia para comunidades enteras del Pacífico colombiano.
En poblados como Chontal, La Barca o
Candelilla de la Mar, 95 de cada 100 habitantes se dedican a este oficio. Por cada
50 conchas les pagan un dólar y la que
más recoge saca unas 300 al día. Aunque
una mamá con dos hijitos pueden completar 1.000.
Hay quienes no ‘conchean’ por miedo.
Como Agripina Palacio a quien le tocó ver
a una vecina morir por la picadura de un
pez sapo en el pantano. Y ese no es el único riesgo: también les da reumatismo, son
más propensos a la malaria y a los dolores
de cabeza y les da “un grano con alergia
que les pudre por dentro de la piel”.
Tienen entonces un ‘kit’ de trabajo. Ya
casi todos utilizan un guante de cocina para evitar las mordeduras entre el fango y
una lamparita que despide humo para espantar a los zancudos. Para la alergia mantienen pronixolona, para la rasquiña Benzoato de Benalico y “para la debilidad cerebral Efortil”.
Lo curioso es que estas conchas únicamente las compran los ecuatorianos. En
Colombia poco o nada se conocen. Son
una especie de mejillones pero con un difícil sabor a tierra.
ANÁLISIS
E S P E C I A L En los confines de Colombia
En Lago Agrio (Ecuador), la tensión y el miedo por los efectos del conflicto colombiano son tan
grandes que los refugiados, que llenan el pueblo, no dan la cara.
cuador se estaba convirtiendo, para Estados Unidos y los militares colombianos, en una especie de vecino alcahueta
y por eso desde Washington le dieron un
fuerte jalón de orejas.
En un informe en marzo del 2002, el Departamento de Estado lo criticó por tener “fronteras porosas”, por no reprimir la emigración y por su
“reputación” de “ser un corredor estratégico para
armas, municiones y explosivos destinados a los
grupos terroristas colombianos”.
Un año después, una organización que monitorea conflictos, el International Crisis Group
(ICG), insistió en el tema: “la Policía y el Ejército
ecuatorianos han establecido un peligroso modus
vivendi tanto con guerrilla como con paramilitares (...) No los confrontan cuando se quedan en
Ecuador durante períodos breves para ‘descansar
y recuperarse’ o cuando están huyendo de las
Fuerzas Armadas colombianas”.
Klaus Nyholm, jefe de la Oficina de Crimen y
Drogas de la ONU para los dos países, dijo hace un
mes que el 40 por ciento de la cocaína que produce
Colombia sale por Ecuador. Y según el mismo
ICG, el 50 por ciento de armas y explosivos que
utilizan los grupos ilegales colombianos entran
por ese camino.
Sin embargo, el panorama puede cambiar si las
medidas que los dos países están tomando para
‘endurecer’ la frontera, con un entusiasta E.U. como telón de fondo, funcionan.
El pasado 11 de julio, llegaron a Ecuador, donados por Washington, 149 vehículos militares (100
todo terreno Humvees y 49 camiones) para apoyar
la lucha contra el narcotráfico en toda la frontera
con Colombia. Es decir, un promedio de un carro
militar por cada cuatro kilómetros de cordón
fronterizo, que tal vez sea lo más parecido a una
operación de blindaje. Sobre todo si se tiene en
cuenta la facilidad que hoy hay para pasar de un
lado a otro: en la zona andina, la que tiene como
epicentro Ipiales en Colombia y Tulcán en Ecuador, los dos países acaban de hacer un examen detenido a 23 pasos ilegales.
La organización Wola (Washington Office for
Latin America) dice que “por presiones de Estados Unidos y de la política interna, los militares
ecuatorianos han transferido tropas del interior a
unos recién construidos puestos en el borde nor-
E
Domingo 10 de agosto de 2003
En el puente que une a Tumaco con El Morro, una niña espera el paso de una
de las lanchas de pasajeros que recorren las costas cercanas.
El eslabón
más débil
Ecuador,
con la
frontera
asediada
por la guerra
y la coca,
enfrenta
horas
decisivas.
25
te, con 100 o 250 tropas estacionadas en cada uno”.
Algunos de estos, sin embargo, según se pudo corroborar en el sitio, apenas están en proceso de
construcción y de adecuación.
Hace referencia al Plan de Defensa Interna de
Ecuador que, entre otros, comprende ubicar
10.000 efectivos y una unidad helitransportada a
menos de 100 kilómetros de la frontera. Para ello,
E.U. también donó 18 helicópteros en el marco de
la Iniciativa Andina, versión ampliada del Plan
Colombia que abarca a los países andinos.
Del lado colombiano, entretanto, no interesa
tanto blindar a los vecinos como deshacerse del
problema. Los pocos destacamentos que había en
la frontera –un pelotón en Candelilla de la Mar, en
el Pacífico, y otro en Puerto Ospina, sobre el río
Putumayo– fueron retirados.
Ataques de las Farc contra guarniciones como
Las Delicias y Coreguaje (Putumayo) y Puerres
(Nariño), llevaron a los militares a cambiar de táctica. “No queremos tener bases fijas. Están revaluadas. Nuestro sistema operativo es móvil”, dice
el general Carlos Alberto Fracica, comandante de
Inteligencia del Ejército.
El sistema parece haber logrado algún control
gracias, en particular, a que los batallones móviles antinarcóticos del Plan Colombia han estado
operando en la zona durante lo que va corrido del
año.
Hay cifras preliminares positivas como la baja
de los índices de criminalidad en las ciudades
fronterizas ecuatorianas, el decomiso de unas 20
toneladas de coca en la costa pacífica colombiana
y la destrucción en los últimos ocho meses de por
lo menos cinco campamentos de la guerrilla en territorio ecuatoriano, uno de ellos, según el co-
mandante de la Cuarta División del Ejército Ecuatoriano, con capacidad para albergar a 400 hombres y con sistemas de comunicación satelitales.
Sin embargo, la fórmula está lejos de ser perfecta. Entre otras, por la desconfianza que existe
entre las fuerzas de ambas naciones. A pesar de
que la Combifron con Ecuador –esquema de cooperación militar– fue la primera en entrar en funcionamiento, uniformados colombianos aseguran
que no ha tenido mayor fluidez e incluso hay
quienes, de este lado, dudan en compartir información por los escándalos en los que se han visto
envueltos algunos militares ecuatorianos por presunto tráfico de armas y municiones para las
Farc.
La relación entre los dos países pasa por tiempos azarosos. El cierre por horas del puente Rumichaca, el pedido de mantener una faja de frontera de 10 kilómetros en la que no se fumiguen
cultivos ilícitos, la incomodidad por los desplazados colombianos copando las calles y los brotes de
xenofobia son síntomas de descontento entre los
ecuatorianos.
Pero hay también factores que han contribuido
a amortiguar esos efectos de la guerra: un intercambio comercial de casi 1.200 millones de dólares anuales (que hace de Ecuador el tercer socio
de Colombia), unos férreos vínculos históricos entre las poblaciones indígenas y negras de ambas
naciones y una relación de fraternidad entre los
habitantes de la frontera.
Según la Cancillería colombiana, es en esa
frontera donde la tarea de integración está más
avanzada. A diferencia de lo que no se ha logrado
con los otros vecinos, ya se dio la largada para el
Plan de Desarrollo Binacional –establecido por
canje de notas diplomáticas– que debe llevar a
una legislación común en cuanto al uso de todo tipo de bienes y servicios y a la convalidación de estudios, entre otras.
Allá en el sur, en los 586 kilómetros de frontera,
algo se está transformando aceleradamente.
Cuando terminen de asentarse los nuevos soldados ecuatorianos y sus equipos, habrá que revisar
entonces si la presión de Estados Unidos y la colaboración de Colombia y Ecuador logran cambiarle la cara a la frontera y darle un giro al que hasta
ahora es considerado el eslabón más débil del vecindario.
26
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Las palmeras de Marandúa se convierten en
improvisados postes de amarre para los botes.
Domingo 10 de agosto de 2003
PERÚ
Los militares peruanos celebran el día de su bandera y exhiben su armamento en El Estrecho (Loreto), donde hay más de 300 hombres de la Fuerza Pública de ese país.
Enigma en límites con el
En un balde de agua con detergente renovaron el orgullo de sentirse colombianos. Bajo la espuma, los habitantes de Marandúa restregaron la bandera de Colombia, le quitaron las manchas y la dejaron
lista para un sábado en el que este caserío
de colonos, situado en la frontera con Perú,
enfrentó con dignidad las desgracias del olvido.
A los peruanos les pareció extraño. Cerca de las 4 de la tarde, una bandera colombiana recién lavada, pero con un borde de
tela deshilachado por el viento, empezó a
elevarse por encima de una población que
no tenía motivos para celebrar.
A esa hora, Marandúa era una triste hilera de 24 casas inundadas por el río Putumayo, donde los adultos espantaban la plaga de mosquitos y se preparaban para conmemorar el primer mes de un crimen que
sacudió sus vidas.
La misa de esa tarde fue en memoria de
Euclides Mendieta. La verdad sobre lo que
le pasó se la tragó la selva. El hallazgo de su
cadáver con seis tiros de arma de fuego desató una telaraña de versiones, tan enredada como las relaciones que se tejen en gran
parte de esta frontera de 1.626 kilómetros,
donde los cultivos de coca empiezan a germinar en las selvas de las dos naciones, las
Farc mantienen una presencia histórica, y
los ejércitos de Colombia y Perú, con diversas tácticas, intentan contener ambos
fenómenos.
En medio de ese cóctel de riesgos y de la
ausencia del Estado, los rumores en torno
al enigma de quién mato a Euclides crecen
sin límite. Uno de ellos, abonado en El Estrecho, la localidad situada en la orilla peruana del río, dice que a este hombre de 41
Perú
Por: Andrés Mompotes Lemos
Fotos: Martín García
No por azar, la muerte de Euclides Mendieta aún
conmueve a dos remotos pueblos fronterizos.
años lo mataron por andar metido con narcotraficantes.
En Marandúa esa versión es más incómoda que las inundaciones y los mosquitos. Sus habitantes intentan diariamente lavarse el estigma que les dejó el comercio de
la pasta de coca, entre 1994 y 1999.
“Nos siguen culpando de un negocio que
también benefició a los peruanos”, dice un
colombiano que no se atreve a decir su
nombre y que no parece intuir que si los
cultivos de coca siguen desplazándose hacia esta zona su lucha por derrotar el estigma será inútil.
En la época de la bonanza ilegal, recuerda este habitante, Marandúa vio surgir las
primeras viviendas de cemento, símbolo
del lujo en este paraíso de las maderas. Así
como la fiebre por el caucho y la quina jalonaron la llegada de los primeros colonos entre 1900 y 1940, el boom de la coca provocó
una oleada de migrantes que cambió la cara de casi toda la frontera.
Marandúa, que nació en 1980 con la llegada de un comerciante bogotano que vendía azúcar y arroz, se convirtió en eje del
mercado de la coca por estar situada a mitad de camino entre los extensos cultivos
del departamento de Putumayo y los centros de acopio de los ‘narcos’ de Brasil.
Una nueva estirpe de comerciantes armados llegó en masa a Marandúa e hizo vivir una edad de oro a los bares y billares de
El Estrecho. En medio de esa bonanza, Euclides Mendieta, que llegó de Chiquinquirá,
ganó fama como mecánico de motores de
lancha.
“Su pecado fue trabajar para cualquiera
sin preguntar si era ‘narco’ o no”, cuenta
otro colono.
Pero así como creció como espuma, la
bonanza del comercio de la pasta de coca
desapareció de un momento a otro hace
cuatro años ahuyentada por el aumento del
pie de fuerza peruano y por las acciones de
las autoridades colombianas.
Los ‘narcos’ recogieron sus cosas y se
mudaron. Sin embargo, les dejaron su mala fama a Euclides y a los demás. Paradójicamente, el narcotráfico, que aprovechó el
abandono estatal y ayudó a los colonos en
su aventura de poblar la frontera, es hoy
una carga para quienes desean vivir en esta selva sin sentirse bajo sospecha.
Su tragedia está aún por ser analizada,
pues como señala un ensayo de Virgilio Becerra, profesor de la Universidad Nacional,
poco se sabe de la singular colonización de
esta región en los últimos 15 años.
Pero quizá lo que necesita más estudio
es la amenaza que viene bajando otra vez
por el río. A medida que el Plan Colombia
combate los cultivos ilícitos en el departamento de Putumayo (entre el 2000 y el 2002
las hectáreas sembradas se redujeron de
60.000 a 14.000, según los censos satelitales),
la coca desciende hacia las selvas despobladas de los departamentos de Amazonas (Colombia) y de Loreto (Perú).
“El surgimiento de estas áreas sembradas, que hasta hace unos años no existían,
se debe principalmente a la influencia de
personas de Colombia que promueven el
narcotráfico”, dice Joaquín Plazas, prefecto de Policía de Loreto, en su amplia oficina
de Iquitos, la húmeda y calurosa capital de
la selva peruana.
Su tono de preocupación aumenta cuando señala que las comunidades nativas se
están dejando seducir por el dinero fácil
que les ofrece la guerrilla. “Las Farc les están pagando a nuestros indígenas para que
trabajen en esos cultivos”, indica.
El contralmirante Fernando Román, jefe
operativo de la Armada de Colombia, también admite el traslado de esos cultivos a
Perú, aunque señala que por ahora son pocos.
En todo caso, la frontera está amenazada. Según el último reporte del Sistema Integral de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de
E S P E C I A L En los confines de Colombia
PERÚ
27
Domingo 10 de agosto de 2003
Colombia - Perú
FARC
Frente 48
Río
P U T U M A Y O
Pu
tum
Las Delicias
ay
o
Concepción
EC U A D OR
Puerto Libertad
POLICÍA
Puerto Leguízamo
Inga
Yarinal
Tambo Nuevo
Puerto Colombia
Soplín Vargas
Pucacuro
San Sebastián
San Antonio
POLICÍA
EJÉRCITO
Cuira
Puerto Espinoza
POLICÍA
Angusilla
Yabuyarés
Argelia
Internacional
Departamental
Municipal
Capital departamental
Población
0
50 Kms.
C O L O M B I A
BASE MILITAR
EL ENCANTO
POLICÍA
EJÉRCITO
Providencia
Witoto
El Encanto
o
Rí
po
Na
Puerto Arturo Santa María
L O R E T O
San Antonio
Flor de Augusto
POLICÍA
EJÉRCITO
PATRULLAS
FLUVIALES
DE LA ARMADA
Santa Julia
POLICÍA
EJÉRCITO
Eré
1922, marzo 22. Se firma el tratado Lozano-Salomón, sobre límites y navegación.
1978, julio 3. Se firma el tratado de Cooperación
Amazónica entre Perú, Brasil y Colombia.
1993, julio 12. Se crea la Comisión Binacional de
Vecindad Colombo-Peruana, dirigida a estrategias de desarrollo.
1994. Se crea la Comisión Binacional Fronteriza
(Combifron), para intercambio de información e
inteligencia militar. A pedido de Perú, se redenomina como “Rondas de Conversaciones”.
Febrero 3. Convenio de reconocimiento mutuo de
certificados, títulos y grados académicos de educación superior.
Abril 23. Convenio sobre Promoción y Protección
recíproca de inversiones.
1996, diciembre 18. Se realiza en la frontera la
operación conjunta “Amistad”, contra el tráfico
de drogas.
1999, febrero 3. El presidente peruano Fujimori
anuncia la militarización de la frontera, aduciendo que desde 1993 se han presentado 17 ataques
en localidades peruanas y puestos de vigilancia.
Agosto 23. Estalla un escándalo contra Fujimori
y su asesor, Vladimiro Montesinos, por su participación en la compra de 10.000 fusiles jordanos
que fueron a parar a manos de las Farc.
Diciembre 22. Se inician las fumigaciones aéreas
en Putumayo.
2001, abril 20. El programa de interdicción aérea
entre Estados Unidos y las naciones andinas es
suspendido, a raíz del derribo, por parte de la
aviación peruana, de una avioneta en la que se
transportaban misioneros estadounidenses.
2002, diciembre 11. Se firma el Acuerdo de Cooperación Policial contra terrorismo y narcotráfico.
Farc
La Pedrera
Calderón
Santa Mercedes
Algunos hitos
Cultivos
ilícitos
Límites
FARC
Frente
Amazónico
POLICÍA
San Martín
Tráfico de
drogas y armas
Fuentes: Dane, Ministerio de Comercio
Exterior, 2002.
Witoto
Puerto Tolosa
Yabuyano
Grupos
indígenas
Ruta de
EL TIEMPO
Longitud: 1.626 kilómetros.
Población
Colombia: 436.371 personas.
Perú: 919.505 personas.
Departamentos
Colombia: 2
Perú: 1
Municipios
Colombia: 3
Perú: 2
Comercio (miles US$)
Exportaciones: 347.314
Importaciones: 208.407
Área
detallada
FUERZA NAVAL
DEL SUR BAFLIM 16
POLICÍA
La María
La Reforma
Boyacá
Mediodía
AUC
Río Caquetá
FARC
Frente
Amazónico
A M A Z O N A S
Arica
Puerto Alfonso
POLICÍA
Teniente
Bergerie
Puerto
Barranquilla
La Esperanza El Remanso Corbata
EJÉRCITO
POLICÍA
POLICÍA
Lagarto Cocha
El Porvenir
Río
EJÉRCITO
ARMADA
Pu
tum
Puerto Alegría
ay
o
Characá
Tarapacá
Santa
Lucía
Marandúa
Pto. Limón
El Estrecho
DISTRITO
MILITAR
ARMADA
POLICÍA
POLICÍA
EJÉRCITO
Santa Rosa
s
Peras
na
o
az
QUINTA
ZONA NAVAL
UNIDAD
ANTINARCÓTICOS
Buenos Aires
m
oA
Ticuna
Witoto
Rí
POLICÍA
IQUITOS
P E R Ú
POLICÍA
Comunidad
7 de Agosto Puerto Nariño
Atacuarí
Santa Sofía
Isla El Tigre
EJÉRCITO
Puerto Lorena
POLICÍA
POLICÍA
ARMADA
Puerto Rico
BRIGADA 26 DE SELVA
POLICÍA
ARMADA
Santa Rosa LETICIA
ír Caballo-Cocha
a
ío
POLICÍA
R
EL CURACA SIN TELÉFONO
La voz de la comunidad indígena del
Siete de Agosto, situada en la punta izquierda del trapecio amazónico, casi se
queda muda por culpa del teléfono satelital instalado para comunicarlos con el
mundo. Carlos Velásquez, el curaca de
este asentamiento cocama, siente que se
queda sin palabras cada vez que relata la
última llamada que recibieron.
El aparato, instalado por el programa
Compartel, sonó hace dos meses. Un habitante contestó: “Aló, aquí comunidad
Siete de Agosto”.
“Estamos llamando para informarle
que, como no han venido a comprar las
tarjetas prepago a Leticia, el sistema dejará de funcionar”, le dijo una voz. Después de eso, el teléfono se murió y su antena tipo platillo volador se convirtió en
el hogar de una araña de monte.
El curaca, máxima autoridad indígena
y única voz oficial en esta comunidad de
318 personas, se siente impotente.
Leticia, la capital, queda a unas tres
v
Ya
horas en lancha por el Amazonas, pero su
comunidad no se puede dar el lujo de estar pagando combustible para la embarcación oficial cada vez que falla algo.
“Por lo menos, tenemos cinco
maestros, y con frecuencia llegan brigadas de salud del Gobierno”, dice el curaca.
Él y sus vecinos viven de la
pesca y de la agricultura de yuca
y plátano. Los pesos no le hacen
mucha falta. La tranquilidad le
sobra. Y a sus 28 años, todos lo
respetan porque fomenta la convivencia, porque promueve la
cultura de instalar tanques para
recoger aguas lluvias y, sobre todo, porque no mandó a la basura
el rústico radioteléfono de frecuencias ruidosas el día que les
trajeron el teléfono satelital y les
dijeron que acababan de entrar a
la moderna era de las telecomunicaciones.
B R A S I L
28
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
PERÚ
El reparador
de amores
A orillas del Amazonas, en la localidad de Santa Sofía, la Policía colombiana controla constantemente el paso de las embarcaciones.
El Putumayo es más que la columna vertebral de la frontera. Es también el mejor ‘amigo’ de juegos de los niños.
Colombia
Perú
Superficie (km2)
Población (personas)
Indígenas (personas)
PIB (millones de pesos, 2002)
Mortalidad (x cada 100.000 habs.)
Índice NBI* (%)
Vacunación niños (%)
Cobertura escolar (%)
Homicidios (a mayo 31, 2003)
Cultivos ilícitos (hectáreas, 2002)
Desplazados (expulsión, 2002)
Putumayo
Amazonas
24.885
359.990
24.391
1'344.656
312,2
79,5
56,4
88,4
183
13.725
6.426
109.665
76.381
20.250
11.936
195,4
73,4
43,7
34,3
6
784
13
*Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuentes: Dane. Ministerio de Protección Social. Ministerio de Educación Nacional. Codhes. Dijín, Simci.
Colombia (Simci), es notable la aparición
de 740 hectáreas de coca en Amazonas.
Además, hace unas semanas el Ejército
encontró 140 hectáreas de la mata en
Puerto Limón, una zona donde no se tenían antecedentes de esa actividad.
En ese puerto, situado río abajo, a tres
horas en lancha de Marandúa, también
fue visto con vida por última vez Euclides
Mendieta. El pasado 12 de mayo, viajó a
ese lugar para reparar un motor. Durante el trayecto dos hombres vestidos de civil lo interceptaron y se lo llevaron. Al día
siguiente, su cadáver apareció flotando
en el río.
“Dicen que a Euclides lo mató la guerrilla porque les daba información a los
paramilitares”. Esta segunda versión es
de un peruano que aprendió de sus vecinos colombianos a hablar sin revelar la
identidad. Esa es una de las leyes de supervivencia en el río.
Euclides tampoco hablaba mucho. Su
viuda aprendió esa lección. Por eso se niega a decir cualquier palabra a los extraños que llegan a Marandúa. “No confía ni
siquiera en los que dicen que son periodistas”, explica Gonzalo Guerra, uno de
los dos maestros de Marandúa.
Guerra, un indígena que solo conoce
por fotos la Colombia de edificios y carreteras, intenta enseñarles a más de 30
alumnos una noción de patria que no concuerda con su vida cotidiana.
Aunque tienen el privilegio de no hacer parte de la estadística del Dane que señala que más de 8.000 niños en Amazonas
se quedan sin educación, los alumnos de
Guerra tienen que turnarse los libros para aprender el idioma y la historia de su
país. Sin embargo, la mejor cátedra de
identidad se las da la televisión. Todo gracias a que sus padres y Euclides lograron
hace unos cuatro años el milagro de instalar una antena de TV satelital.
Esta les ha permitido reconocerse como ciudadanos durante los partidos de la
selección Colombia y las carreras de
Juan Pablo Montoya.
Para saber de la guerrilla, no necesitan
de la televisión. El Frente Amazónico de
las Farc se mueve con relativa facilidad
ante sus ojos, en cada curva del río, aunque el Ministerio de Defensa sostiene que
solo se trata de unos pocos hombres con
lanchas haciendo “ruido”.
En todo caso, nada ha podido evitar
que las Farc cobren peaje a las embarca-
Superficie (km2)
Población (personas)
Índice NBI* (%)
Acciones subversivas (2001)
Detenidos por tráfico
ilícito de drogas (2001)
368.852
919.505
57,7
28
98
*Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuente: Instituto Nacional
de Estadística e Informática (Inei), Policía Nacional del Perú (PNP).
ciones. “Hay que pagarles 30.000 pesos
por cada tonelada de mercancía”, dice el
capitán de un bote que está de paso por
Marandúa.
El impuesto es clave para las Farc.
Más allá de los dividendos económicos, la
guerrilla demuestra con este cobro que
hace presencia sobre la columna vertebral de la frontera. Sabe que el
cauce del Putumayo es la
principal vía de comunicación, el camino del comercio y
el puente de la integración. De
allí que la Armada emprendiera, hace poco, una vasta
operación por el río.
Lo que no se mueve por el
agua se tiene que mover por
aire. Pero a El Estrecho solo
viajan la hidroavioneta de un
ex misionero estadounidense
y un avión militar peruano
con víveres para los hombres
que vigilan el lugar.
La situación es más complicada en el lado colombiano,
donde Satena dejó de volar por rentabilidad a La Chorrera y El Encanto. Hoy, solo la Fuerza Aérea viaja a esos sitios, pero
sin fecha fija. Pero incluso si se reanudan
los vuelos comerciales, el desplazamiento
posterior a Marandúa, donde no hay pista de aterrizaje, seguirá siendo una osada
travesía.
El Producto Interno Bruto de los 12 departamentos
fronterizos es un 10,8% del total nacional.
Fuente: Departamento Nacional de Planeación (1997).
Loreto
El más reciente negocio de Tirso Sinisterra depende de la salud de los amores
en la selva.
A este comerciante paisa, que navega
el río Putumayo, se le ocurrió hace unas
semanas diversificar su negocio de víveres y llevar a los rincones más olvidados
de la frontera la primera caja de pastillas
de Viagra para salvar matrimonios desahuciados.
La primera pastilla se la vendió a un
colono de 80 años en Tarapacá, al que tuvo que leerle las instrucciones de la caja
antes de tomar rumbo hacia otra localidad. A su regreso, el anciano lo esperaba
a la orilla del Putumayo con un puñado de
billetes en el bolsillo y una sonrisa de novio recién casado.
El negocio superó sus expectativas.
Las 100 pastillas que llevaba desaparecieron en medio de rapiñas de hombres
desesperados. “Apenas vuelva al interior
voy a traer más porque este mercado sí
que está productivo”, dice Tirso, que hace 18 años tiene como base de su negocio a Marandúa.
A este sitio llegó atraído por la aventura del comercio y se quedó por el calor de
la gente. Su familia vive en Bogotá, una
ciudad donde su espíritu de aventura no
encuentra calma. Las ganancias son para que ellos vivan cómodos, mientras él
prefiere andar de sandalias y pantaloneta
en medio de la humedad de la selva.
Le encanta hablar de más y vender de
todo. “Pero lo que más me gusta es encontrar colombianos en los sitios más re-
cónditos”, señala y luego hace un recuento de los comerciantes colombianos
asentados en la frontera.
Él representa ese prototipo del colono
que aún siente que le falta mucho por
descubrir. Hace una década se perdió entre la vegetación en busca de una mina
de oro, pero regresó a la civilización, quebrado y convertido en “un costal de huesos”. Hoy, cree que halló en la mina de
los amores defectuosos el secreto para
ser el rey del comercio en la selva.
PERÚ
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
29
El hermano
del aire
Sobre los rústicos caminos que atraviesan el abandono de Marandúa caminan con optimismo los hijos de los colonos colombianos.
El Estrecho fue uno de los pueblos donde, en 1999, el
presidente Fujimori reforzó el pie de fuerza.
Desde El Encanto el viaje puede durar
Pero los ‘paras’ se fueron cuando el neun día por río, bajo la advertencia de que gocio ilegal se fue al piso. Por eso, la verel que se atreva a navegar de noche está sión que pone a Euclides a morir a manos
buscando ganarse una bala, en tanto que de las Farc por ser colaborador de los padesde La Chorrera el trayecto es práctica- ramilitares no es convincente. Sin emmente imposible porque el proyecto de bargo, “nada se puede descartar”, dice el
carretera se extravió bajo la espesa vege- coronel Eduardo Murillo, jefe de Estado
tación.
Mayor de la Brigada 26 de Selva, con sede
“Para llegar acá desde La Chorrera en Leticia, el único que viajó a Marandúa
hay que venirse en danta”, dice soltando a averiguar lo sucedido.
una risotada Trinidad Lugo, una nativa
El rumor de moda que recibió a Muriconvencida de que solo ese animal conoce llo, que llegó a El Estrecho en un avión
los laberintos de la selva.
militar, señalaba que a Euclides lo mataCuando se trata de navegar hasta ron por ser auxiliador de las Farc. Esa hiLeticia, las cosas son más demoradas. pótesis fue retomada por el diario La RePara llegar a esa ciudad hay que reco- gión, de Loreto, que se enteró del crimen
rrer el Putumayo hasta su desemboca- un mes después de sucedido.
dura en el río Amazonas, en Brasil, y
El diario se atrevió incluso a menluego remontar ese río para entrar a cionar que militares peruanos podrían
Colombia. El periplo puede durar hasta estar vinculados, lo que fue descartado
tres días en una lancha rápida y 20 días tajantemente por las autoridades. El
en un bote de carga.
contralmirante Eduardo Dacourt, coPara los peruanos es peor. Si quieren mandante de la Quinta Zona Naval de
viajar a su capital departamental, Iquitos, Perú, envió un oficio a las autoridades
no tienen más remedio que tomar esta colombianas para señalar que “desmiente las versiones de
misma ruta y agregarle
complicidad
de
los
un día más de viaje en
El
viaje
de
miembros
de
la
lancha rápida, o una seMarandúa
Infantería de Marina”.
mana en bote de carga.
Sin embargo, el transCon tantas versiones,
a Leticia
porte de mercancías por
tal vez nunca se sabrá lo
puede durar
el río sigue siendo más
que pasó. Euclides fue sehasta 20 días
económico. Por eso, los
pultado en Sabaloyacu, el
botes bajan y suben por el
cementerio de Marandúa,
en
un
bote
Putumayo con familias
a una hora río abajo. No
de carga.
de navegantes que cuelhubo levantamiento legal
gan sus ropas en las
del cadáver y visitar su
proas y duermen junto a cajas de gaseo- tumba no fue recomendable durante las
sas y bultos de comida.
semanas siguientes a su sepelio. “La gueDe ese tráfico fluvial vivió Euclides. rrilla estaba muy alterada por la presenEn su casa guardaba repuestos de todo ti- cia del Ejército y por eso lo mejor era no
po para revivir los motores cansados. Así ir por allá”, explica un habitante.
Sin haber dilucidado si los asesinos
como reparó botes a los ‘narcos’, también
hizo lo mismo para los paramilitares que fueron las Farc, los ‘paras’ o los ‘narcos’,
lo que en su rápida visita sí comprobó
llegaron durante la bonanza de la coca.
con certeza el coronel Murillo fueron las
diferencias entre El Estrecho y Marandúa. Su paso de un país a otro, tan normal
como cambiar de acera en una calle, fue
también el paso de una localidad peruana
de 3.000 habitantes dotada con hospital,
acueducto, puesto de Policía, base del
Ejército y muelle de la Armada, a otra sin
Fuerza Pública, sin acueducto y sin puesto de salud, pero rebosante de colonos que
no renuncian a ser colombianos.
Uno de ellos es Jaime Gómez, un antioqueño que le saca provecho al transporte
aéreo que encarece las mercancías en el
lado peruano y que convierte la gaseosa
Inca Kola en un lujo de dos dólares.
Las habitaciones de su casa sirven para almacenar bolsas de café y latas de gaseosas, que por su bajo costo compiten
con facilidad con los productos peruanos.
“La plata que me hago aquí
no la consigo en ninguna otra
parte”, dice.
Su empuje lo comparte
también Rubén Castillo, un
bogotano que intercambia
con sus paisanos la información sobre las necesidades
de El Estrecho. “Si nos enteramos de que los peruanos
se van a quedar sin papa,
contactamos a los botes que
vienen bajando, les compramos todo de antemano y
cuando llegan aquí, el que
quiera papa tiene que comprarles a los colombianos”,
cuenta.
El comercio de víveres es la tabla de
salvación para estos colonos que esquivan el negocio de la coca y confían en que
la frontera seguirá atrayendo a más pobladores aunque las estadísticas digan
que las necesidades básicas insatisfechas
superan el 70 por ciento para el caso de
La densidad de población de los municipios fronterizos es de
20 personas por km2 frente a un promedio nacional de 39.
Fuente: Departamento Nacional de Planeación
Llegó a las selvas del Amazonas a ganar almas para Jesucristo y terminó convertido en un dios del cielo para los habitantes de la frontera.
Este estadounidense de cabello blanco, quien pide que lo llamen Richard, es
el piloto de la única hidroavioneta civil que
transporta pasajeros sobre el río Putumayo. “Soy un tonto si sigo creyendo que
voy a triunfar con este oficio”, se dice a sí
mismo con su español enredado.
Su plan de vuelo siempre está trazado
sobre la cercanía de los ríos. “Si la hidroavioneta falla puedo acuatizar en cualquiera de ellos”, explica.
Su hangar está en uno de los brazos
del Amazonas, en Iquitos, la capital peruana de la selva. Cerca de su aeronave
permanece otra, que nunca volverá a volar: la avioneta en la que el 20 de abril del
2001 viajaban tres civiles norteamericanos cuando fueron derribados por la Fuerza Aérea peruana.
El error provocó la muerte de una estadounidense y su hija, dejó al piloto sin
su pie derecho y paralizó el convenio de
interdicción aérea entre Estados Unidos y
la región andina.
Las víctimas eran misioneros evangélicos, el mismo oficio que trajo a Richard a
la Amazonia hace 20 años, dispuesto a
cambiar el mundo. Pero la selva lo cambió a él. Dejó de evangelizar, se casó y optó por ayudar al prójimo desde el aire.
Se metió a un curso de piloto y compró
la hidroavioneta. Luego, adquirió radiote-
léfonos y los instaló en varios pueblos
fronterizos, donde los indígenas se convierten en improvisados controladores de
vuelo. “Ellos me dicen cómo está el clima
y eso me sirve para saber si suspendo o
no un viaje”, explica.
Sus siete empleados y sus clientes le
dicen el “hermano”. Un apelativo que hace honor a su pasado de monje y a su
sueño de convertir su modesta empresa
en una bendición de las alturas para los
pueblos olvidados.
30
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
PERÚ
El pescador
sin límite
Las misteriosas islas del Amazonas aparecen y desaparecen bajo el agua
dependiendo de la fuerza del invierno y la crudeza de los veranos.
Amazonas y el 55 por ciento para el caso
de Loreto.
El optimismo de Rubén es binacional.
Su esposa es peruana y sus dos hijos están
registrados a ambos lados. Ellos hacen
parte de los 129.561 habitantes de la frontera del río, de los cuales un 60 por ciento
son peruanos y el 40 por ciento, colombianos, según un documento de la Cancillería de Perú.
También los puestos de la Fuerza Pública de Perú representan la mayoría. Ese
país tiene 25 bases de vigilancia en la línea de frontera. Colombia solo tiene seis:
Lanchas como esta recorren los puertos fluviales en
busca de pasajeros y mercancías.
tres en el río Putumayo y tres en el río
Amazonas.
Esa cifra permite entender por qué el
capitán Rafael Galdo, comandante de la
Policía de El Estrecho, cree que a Colombia aún le falta mucho por hacer para reforzar su presencia en la zona. Los militares colombianos alegan que no pueden
instalar puestos de 30 hombres, como los
de Perú, para dejárselos de carne de cañón a la guerrilla. Su estrategia es tener
unidades móviles en la selva.
Bajo esa táctica las naves de la Armada
se aparecieron en Marandúa tras la muer-
te de Euclides. Aunque la presencia de los
militares duró poco, los pobladores confían en que su paso no solo ayude a resolver el enigma de la muerte de Euclides, sino a responder el interrogante sobre si la
coca seguirá avanzando a ambos lados del
río que los une y los separa.
Esperan las respuestas con paciencia.
No tienen afán. Creen que el Estado finalmente tendrá que acordarse de ellos. Por
eso, aguardan con resignación anclados a
las alegrías y tristezas del río, y aferrados
a una bandera que ondea con un pedazo
de su franja roja rasgado por el viento. ❙
AMAZONAS
A Julio Perea nada le incomoda
más que le pregunten su nacionalidad. “Soy simplemente un pescador
del río Amazonas”, prefiere responder.
A veces su respuesta depende del
tono de la conversación. Si se lo preguntan con acento colombiano, Julio
da el número de su cédula; si le hablan con acento peruano, él recita su
número único de identificación.
Tiene doble nacionalidad, pero cree
que eso no sirve para nada en una comunidad de pescadores que convirtieron el límite del río en su punto de
encuentro y que nunca se han preocupado por las rayas invisibles que
parten en dos unas aguas que no se
dejan demarcar.
Julio vive en la isla Campiña Serra,
en medio de uno de los imponentes
brazos del Amazonas, más cerca de
la orilla peruana. Nació en ese lado
hace 86 años, pero a los 20 ya tenía
claro que su única patria es el río.
El Amazonas le brinda pescados
espléndidos. De allí ha sacado sábalos, pintaditos, corvinas y pirarucús
de tamaños generosos y sabores incomparables, que se venden a precio
de huevo en cualquier mercado de la
zona.
Diferendos flotantes
Solo la naturaleza empaña, a veces, la
cooperación de las autoridades de Colombia y Perú en la frontera.
“Eso siempre ha sido así. Lo principal
es evitar que eso afecte nuestras buenas
relaciones”, dice el sargento colombiano
as
on
az
Am
Como los esquivos delfines rosados,
que aparecen y desaparecen en la superficie, las islas del Amazonas son pedazos
de tierra que aumentan y disminuyen de
tamaño según la intensidad de los inviernos y los veranos, y que se alejan o se
acercan a la orilla de uno de los dos países de acuerdo con los caprichosos cambios de caudal del río.
A M A Z O N A S
Buenos Aires
o
Rí
Aquí las banderas suelen perderse
con facilidad, especialmente si están en
la mitad del río. Los peruanos bajan los
pabellones de Colombia cuando los ven
ondeando en islas que consideran de su
territorio. Los colombianos hacen lo
mismo.
L O R E T O
P E R Ú
C O L O M B I A
Atacuarí
I. El Tigre
I. Patrulleros
I. Vamos
I. Corea
I. Campiña LETICIA
Serra
Guillevardo Rubio, comandante de la Policía de Santa Sofía.
Rubio tiene claro que el tema no es como para iniciar una guerra, como la que
hubo hace 72 años y que culminó con la
confirmación de un tratado de límites
que se firmó cuando muchas de estas islas no existían. Pero sabe también que la
isla Corea, situada frente a su puesto, es
colombiana y que debe cuidar la bandera
que allí ondea.
Corea es de Colombia porque así lo de-
terminó una comisión binacional creada para ponerles límite a estos ‘diferendos’ cotidianos. Esa comisión también
inició en 1999 la realización de
un estudio para delimitar las
islas Patrulleros, Vamos y
Nueva.
“Solo queremos saber dónde podemos construir un rancho”, dice Luisa Calope, una
peruana que asegura tener
identificada una isla, aún sin
dueño, que no se inunda con facilidad y
que permite sembrar hortalizas.
Ella espera que la comisión siga poniéndoles nacionalidad a esas esquivas
porciones de tierra, únicas desavenencias que, de cuando en cuando, surgen
entre Perú y Colombia, aunque nadie sabe si el río permitirá que algunas de estas
islas duren lo suficiente como para aparecer en los mapas.
En los 18.446 km2 de los municipios fronterizos con Perú viven 80.785
personas, diez veces menos que en el departamento de Sucre.
Fuente: Dane, proyecciones al 2003.
“Me conformo con que dejen alguna ganancia para vivir”, dice Julio con
la tristeza del pescador que está a
punto de jubilarse porque sus brazos
arrugados y su espalda cansada ya no
pueden competir contra los jóvenes.
Sus hijos regados a lado y lado de
la frontera le ofrecen lugares para
descansar. Él analiza las ofertas con
tranquilidad. Su hogar no está en ninguna orilla. Su hogar está en la mitad
del río, en el centro de una patria sin
límites.
ANÁLISIS
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Los niños witotos del Perú conservan sus tradiciones y participan con sus atuendos en las celebraciones
patrias de ese país.
Domingo 10 de agosto de 2003
Hacen falta asientos en la escuela de la comunidad del Siete de Agosto, en
Amazonas, pero sobran las ganas de aprender.
¿Estrategia coja?
a primera vez que Colombia y Perú se
comprometieron a aplicar una política
binacional de desarrollo en su frontera
fue en 1978, con la suscripción del Tratado de Cooperación Amazónica. Pero la promesa quedó en suspenso hasta 1988, cuando nació el
Plan para el Desarrollo Integral de la Cuenca del
río Putumayo (Ppcp). Sin embargo, de los diez
proyectos del Ppcp solo tres han sido ejecutados
hasta el momento.
El balance parece una ironía en momentos en
que ambas naciones predican que uno de los antídotos para blindar la frontera contra el narcotráfico y los cultivos ilícitos consiste en llevar salud, educación, empleo e infraestructura de comunicación.
En noviembre pasado se creó la Zona de Integración Fronteriza, y en ambas cancillerías se labora aceleradamente en la misión de recopilar todos los datos sobre las condiciones actuales de la
frontera. Su afán ha aumentado a medida que
crece el temor de que el conflicto colombiano
contagie de nuevo a un país que confía en haber
derrotado al terrorismo y a los grandes cultivos
de coca.
Perú, que en la década del 80 fue escenario de
una dura lucha entre el Estado y el grupo guerrillero Sendero Luminoso, la cual dejó unos 25.000
muertos, y que fue, por encima de Colombia, el
mayor productor de hoja de coca en el mundo, se
enfrenta hoy al fantasma de que esos fenómenos,
que superó con una estrategia de mano dura,
puedan resurgir con la fuerza de antes.
La aparición de reductos de Sendero Luminoso en Ayacucho y Junín, en el sur de Perú, prendieron las alarmas en las últimas semanas. Una
investigación realizada por el diario La República, de Lima, señala que narcotraficantes de Colombia, México y Bolivia les estarían pagando a
los ‘senderistas’ para que garanticen que los campesinos cultiven la coca en algunas zonas.
La firma Análisis e Inteligencia, que elabora
L
‘Perú, aliado
clave’, dicen
los militares
colombianos.
‘El desarrollo
social está
relegado’,
señalan
analistas.
31
documentos de geopolítica, indica: “Sendero Luminoso alimenta su resurgimiento copiando la
fórmula de financiamiento de las Farc y puede
estar explotando el auge que vive la industria del
cultivo de coca en el Perú, algo que sería producto del éxito del programa para erradicar los cultivos ilegales en Bolivia y Colombia”.
Aunque no hay estudios que permitan determinar cuánto han crecido los cultivos ilícitos en
la frontera, como consecuencia del desplazamiento de los sembrados de coca del Putumayo, y
aunque tampoco existen reportes sobre la presencia de senderistas en esa área, sí es evidente
que esta zona contiene todos los ingredientes de
debilidad del Estado para favorecer una eventual
alianza binacional de guerrillas y narcotraficantes.
El problema ha sido afrontado hasta ahora con
una lógica militar que intenta contener el problema en la raya limítrofe. El ex presidente peruano Alberto Fujimori envió unos 3.000 hombres a la frontera durante 1999, en un movimiento de fuerzas que no se veía desde la guerra de
Perú y Colombia (1932-1933).
Pese a que él y su asesor, Vladimiro Montesinos, fueron acusados posteriormente de enviar
10.000 fusiles jordanos a las Farc, su filosofía de
seguridad fronteriza ha seguido vigente.
“Hoy, Perú es el vecino que mejor comprende
las necesidades de Colombia. En materia de cooperación militar los peruanos son los que más colaboran,” dice un coronel colombiano de inteligencia del Ministerio de Defensa, quien considera al gobierno de Alejandro Toledo como el aliado clave de Uribe en la región. Ambos presidentes revitalizaron tres mecanismos de cooperación en seguridad: el de alto nivel, integrado por
los vicecancilleres, las rondas de altos mandos
militares, que se reúnen varias veces al año, y el
de interdicción aérea y fluvial, mediante el cual
se intercambian información.
Ante ese enfoque militar la otra estrategia, la
que consiste en buscar el desarrollo integral para
evitar que la región sea caldo de cultivo para actividades ilícitas, luce empantanada.
La internacionalista Martha Ardila dice: “La
frontera ha sido vista con el concepto de seguridad territorial y los países han acudido a su militarización bajo una tendencia que ha dejado relegado el desarrollo social”.
Sin embargo, la oficina de Integración Fronteriza de la Cancillería colombiana sostiene que la
estrategia del desarrollo social siempre ha estado
a la misma altura de la estrategia de seguridad
militar.
Su reto será demostrar que los nuevos proyectos que diseñe tendrán el mismo respaldo de recursos que las iniciativas militares. Los antecedentes no son alentadores. Desde 1995, la mayoría de las iniciativas del plan Ppcp, que fueron
concertadas para impulsar el desarrollo, duermen en los archivos oficiales esperando financiación.
Uno de esos proyectos busca impulsar el intercambio comercial en la cuenca fronteriza del Putumayo. Entre sus objetivos están “la creación de
una oficina de promoción de comercio e inversión” y la puesta en marcha de un “sistema de
promoción del ecoturismo y la realización de un
estudio de factibilidad para una zona franca en
Leticia”.
Otra iniciativa fue diseñada para mejorar el
servicio de salud mediante el suministro de medicamentos esenciales, la capacitación anual de
3.600 trabajadores de la salud y la donación de 22
botes con motores fuera de borda para trasladar
enfermos.
Estos proyectos hacen cola detrás de otros dos
que los gobiernos quieren sacar del ‘congelador’
mediante la búsqueda de cooperación extranjera:
el proyecto de saneamiento ambiental, que beneficiaría a 35.000 personas, y el de atención a las
comunidades indígenas.
Para concretar estos anhelos atrasados hace
falta mucho más que buena voluntad. Hace falta
también, como señala un funcionario diplomático colombiano, la participación de la clase política y del sector privado, que no han sabido interpretar las potencialidades de una zona generosa
en recursos naturales.
32
E S P E C I A L En los confines de Colombia
En el puerto más al sur de Colombia, en Leticia, las dos patrulleras de la Armada, ARC Jaime Gómez y ARC Juan Peña, reposan, fondeadas ante la inmensidad del río Amazonas.
Domingo 10 de agosto de 2003
BRASIL
Juan Bautista Acevedo, tuyuca del centro del Vaupés, vive ahora en Bocas del Taraira, donde trabaja como motorista y promotor de salud.
Otra Colombia, frente a
Entre Mitú y Leticia hay 600 kilómetros
de junglas casi vírgenes en las que vive
desperdigado un puñado de colombianos
de todas las etnias y todos los departamentos, en el abandono más completo y en una
paz interrumpida solo por lejanos fantasmas de la guerra. En medio, hay un pueblito de 300 habitantes. Se llama Taraira y su
nombre es una leyenda del oro de la selva.
Ir de Mitú a Leticia, pasando por Taraira,
es viajar a otra Colombia.
* * *
Desde el cerro en Bocas del Querarí, el
primer caserío donde el río Vaupés se vuelve frontera con Brasil, se ven dos paisajes.
Del lado colombiano, una bandera ondea en una antena roja sobre varias casitas
de tabla. Las 23 familias cuneas, waunanas
y tupíes que cambian la bandera cada vez
que se pudre, dicen que la torre la dejó inconclusa Telecom. “Mire la belleza de fronteras que tiene Colombia”, se queja Luz
Delfina Neiva, maestra del internado, mostrando sanitarios y lavamanos enmohecidos, pues el pozo séptico se cayó recién
construido. Miguel Lima, el enfermero cuyuca, enseña una camilla destartalada y un
hormiguero en su puesto de salud.
Al otro lado del río se alinean las cuidadas construcciones café y verde del puesto
de frontera brasileño. La pista de cemento
en la que aterrizan regularmente aviones
Búfalo es la misma que, en 1998, recibió por
sorpresa los Hércules del ejército colom-
Brasil
Texto y fotos: Álvaro Sierra
Un viaje por los ríos de una de las fronteras
más remotas y desconocidas del país.
biano que reaccionaron a la toma de Mitú
por las Farc, pues no tenían –y siguen sin
tener– dónde más aterrizar. La comunidad
tiene educación hasta noveno grado, y los
militares le dan luz las 24 horas, dentista,
medicina, agua potable, provisiones y
transporte. Los enfermos colombianos van
a curarse al Querarí brasileño.
Sin lancha de motor y con un radio de
comunicaciones sintonizado en la frecuencia del hospital de Mitú, Luis Gómez, el ‘capitán’ indígena, y César Julián Gómez, inspector de Policía, no pueden más que dejar
en manos de los soldados del batallón de
selva brasileño la soberanía sobre esta esquina perdida.
Una cosa compensa el abandono. En la
niebla que se levanta en las mañanas sobre
la vegetación exuberante se respira una
constatación asombrosa: Bocas del Querarí vive en paz. “Esto es tan pobre que no
hay ni guerrilla”, dicen todos.
* * *
“¿Quiere ir a Querarí? Pague la gasolina
y la remesa, y yo le presto el motor y a Peranquive”, había dicho dos días antes Gus-
tavo Puga, en Mitú, mientras tres indígenas armaban dos grandes balsas y calafateaban una canoa grande. Frente al que él
preparaba, el viaje que me llevó a Querarí
gracias a su ayuda, parecía juego de niños.
Con Hernando Peranquive, uno de los
mejores motoristas de la selva, 15 indígenas y dos cocineras, Puga, contratado por
la Gobernación, iba a llevar, a lo largo de
300 kilómetros de ríos erizados de rápidos
enfurecidos, 27 toneladas de baterías sanitarias (y una tonelada y media de comida
para el grupo) a las comunidades indígenas fronterizas del Vaupés y el Papurí.
Defendidos de la colonización a gran escala por temibles cachiveras (rápidos), los
ríos de Guainía, Vaupés y Amazonas, los
tres departamentos colindantes con Brasil,
convierten el transporte en una odisea a la
que solo se le miden Ulises del rebusque.
El sistema es simple: las dos balsas y la
gran canoa cargadas navegan hasta Tatú,
la primera cachivera. Allí, las 28 toneladas
y media son descargadas y transportadas a
hombro por los indígenas, a lo largo de un
varadero, un camino en la orilla. Las bal-
sas pasan por el agua; la canoa de una tonelada se arrastra. Al otro lado, se cargan y
prosigue la navegación. Así, una y otra vez,
en las 14 cachiveras del Vaupés y la media
docena del Papurí.
Entregada la carga, Puga planeaba seguir Vaupés abajo hasta San Gabriel de Cachoeira, en Brasil. En barco por el río Negro y el Amazonas, iría a Manaos, para volver al cabo de dos semanas con una tonelada de chanclas de caucho. Con Peranquive
y la canoa haría el camino de regreso a Mitú, hasta depositar en su almacén del malecón, tres meses después de haber partido,
las chanclas, que vende por el doble.
Comparado con el de Puga, el viaje de
dos días que hice hasta Querarí con su motorista Peranquive, en una voladora liviana y sin más carga que la comida, lució como un juego de niños. Pero fue el primer
atisbo a una frontera donde otra Colombia
vive menos preocupada por la guerra que
por el tenaz rebusque de la colonización.
* * *
Cada mes, Eliécer Pérez trae de Villavicencio, por contrato con la Gobernación,
17.640 galones de Acpm para que la planta
de Mitú genere sus cuatro horas de energía
diaria. “El galón en Villavicencio vale 3.010
pesos, pesa 3,23 kilos, y el avión cobra 1.500
pesos por kilo”, dice, explicando por qué
un galón de combustible vale 9.600 pesos.
El avión de Satena, único lazo de Mitú
E S P E C I A L En los confines de Colombia
BRASIL
Domingo 10 de agosto de 2003
FARC
Frente 16
Colombia - Brasil
Algunos hitos
Desano
Naquén
Curipaco
G U A I N Í A
Río
Iníri
Ticuna
da
Papunaua
San Felipe
Venado Isana
Boca del Yarí
Tucutibapo
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POLICÍA
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Frente Amazónico
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POLICÍA FEDERAL
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POLICÍA FEDERAL
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POLICÍA FEDERAL
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EJÉRCITO
POLICÍA FEDERAL
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Tráfico de
drogas y armas
EJÉRCITO
BRIGADA 26
DE SELVA
POLICÍA
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Tarapacá
EJÉRCITO
BRIGADA 26
DE SELVA
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EJÉRCITO
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Puerto Nariño
Capital departamental
Población
Internacional
Departamental
Municipal
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EJÉRCITO
BRIGADA 26 DE SELVA
50 Kms.
POLICÍA
ARMADA
Km. 18
Km. 6
LETICIA
Hacia Manaos
BASE ANZOL
EJÉRCITO
POLICÍA FEDERAL
ARMADA
AVIACIÓN
Rí
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ar
ar
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Tabatinga
EL REY DE LAS CACHIVERAS
“Mi Diosito hizo el peligro, pero hizo
el huequito”, dice Hernando Peranquive,
recitando de memoria los nombres de
las 14 cachiveras, los traicioneros rápidos del Vaupés, que vuelven una odisea
los cuatro días de navegación de Mitú a
Yavaraté, donde el río se va para Brasil.
“Catorce, en invierno, porque en verano son 72”. Con la filosofía de que toda
cachivera tiene su paso, Peranquive deja carga y pasajeros en la orilla y, en cada comunidad indígena ribereña, embarca, a cambio de dos paquetes de Pielroja, a su ‘práctico’, un lugareño que conoce de memoria las peñas ocultas bajo
las aguas rugientes y, con sus indicaciones, pilotea la canoa, sana y salva, hacia
el “huequito” dejado por Dios en esas
correntadas que se han tragado hombres, motores y cargas incontables.
Vivo de milagro después de una apendicitis, según él mal diagnosticada, que
terminó en la extirpación de un riñón y le
dejó una cicatriz de 20 centímetros en el
estómago, este casanareño de 41 años
saluda por el nombre a cada indígena en
su ruta; cambia jabón por pescado ‘muquiado’ (ahumado) y ‘farinha’ (harina de
yuca brava), y cuenta con humor inagotable docenas de historias del río.
1971, junio. Acuerdo para la excención de doble tributación a
favor de empresas marítimas y
aéreas.
1978, julio 3. Brasil, Colombia
y Perú firman Tratado de
Cooperación Amazónica, para desarrollar la colaboración
en investigación científica y
tecnológica.
1991. Se inicia en Brasil el Proyecto Cuenca Norte de militarización de la frontera amazónica brasileña.
1998, abril 1. Aeronaves militares colombianas aterrizan en la
pista brasileña de Querarí como apoyo a sus operaciones
militares contra las Farc que
habían atacado horas antes la
ciudad colombiana de Mitú.
Ipiranga
az
Río
1928, noviembre 15. Tratado
García Ortiz-Mangabeira fija límites marítimos y fluviales.
Abril. Militares brasileños ametrallan, en el río Taraira, una
lancha con soldados colombianos, los detienen y luego los liberan, sin provocar muertos.
Alegría
Cultivos
ilícitos
1907, abril 24. Tratado Vásquez
Cobo–Martins fija límites terrestres de la frontera y estipula libre navegación por el Amazonas y otros ríos compartidos.
Febrero 26. Las Farc atacan un
destacamento del ejército brasileño en el que murieron tres
soldados y dos mineros colombianos. Brasil cierra el paso por
el río Taraira.
EJÉRCITO
POLICÍA FEDERAL
La Pedrera
Witoto
Rí
Grupos
indígenas
Miriti Paraná
La Playa
Puerto Caimán
Fuentes: Dane, Ministerio de Comercio
Exterior, 2002.
Ruta de
EL TIEMPO
Bocas del
Taraira
Villa Bittencourt
urá
Jap
Río
Longitud:
1.645 kilómetros.
Población
Colombia: 149.042 personas.
Brasil: 2'812.557 personas.
Departamentos
Colombia: 3
Brasil: 1
Municipios
Colombia: 5
Brasil: 5
Comercio (miles US$)
Exportaciones: 107.823
Importaciones: 511.487
33
En la selva,
donde la vida depende de esas
venas de agua,
todo está en manos de motoristas como Peranquive. Diestro entre los diestros
en esas aguas
con las que lidia
hace 22 años, sólo teme una cosa: que el motor se le apague en mitad de una cachivera y se ‘alague’ (inunde) la canoa.
1999, junio 4. Brasil lanza la
‘Operación Tabatinga’ destinada a identificar y detener traficantes de droga.
Agosto. Brasil lanza ‘Operación
Intimidación’ para evitar incursiones de la guerrilla colombiana en su territorio.
2001. Se crea Comisión Binacional Fronteriza, conformada
por las Fuerzas Armadas de cada país para intercambio de información e inteligencia.
2003, junio 20. Convenio de
Cooperación en Defensa.
Junio. Memorando de entendimiento para la lucha contra terrorismo y tráfico de armas y
drogas.
Junio. Brasil lanza ‘Operación
Timbó’ para mantener el control de la frontera.
34
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
BRASIL
El inspector
solitario
“Todos hemos dejado la juventud aquí”, dice, Marta, dueña del billar de Taraira.
Brasil
Ramiro Meneses, de Villa Fátima, en el río Vaupés, deja que su hija Mónica se ocupe
de las picaduras de zancudo mientras el pequeño Jair vigila la trampa para sardinas.
Colombia
Amazonas
Superficie (km2)
Población (personas)
Tasa de
analfabetismo (%)
PIB (millones de reales*)
PIB per cápita (reales)
1'570.946
2’812.557
15,3
15.398
(151.516'320.000
de pesos)
5.577
(5'487.768 pesos)
*Con tasa de cambio de julio del 2003. Fuente: Instituto Brasileño
de Geografía y Estadística (Ibge).
Superficie (km2)
Población (personas)
Indígenas (personas)
PIB (millones de pesos, 2000)
Mortalidad (x cada 100.000 habs.)
Índice NBI* (%)
Vacunación niños (%)
Cobertura escolar (%)
Homicidios (a mayo 31, 2003)
Cultivos ilícitos (hectáreas, 2002)
Desplazados (expulsión, 2002)
Amazonas
Vaupés
Guainía
109.665
76.381
20.521
11.936
195,4
73,4
43,7
34,3
6
784
13
65.268
31.875
21.504
92.259
283,3
100,0
29,8
74,6
0
1.485
36
72.238
40.786
14.331
62.317
230,8
100,0
44,0
74,6
1
749
76
*Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuentes: Dane. Ministerio de Protección Social. Ministerio de Educación Nacional. Codhes. Dijín, Simci.
con Colombia, multiplica fantásticamente el costo de todo. Un bulto de cemento, que en Bogotá vale 18.000 pesos,
aquí cuesta 83.000. Vaupés ha pedido declarar los municipios de la frontera zonas de régimen aduanero especial, para
traer productos brasileños, más baratos. “El impacto es tan poco, y el beneficio sería tan grande...”, dice el gobernador, Harold León.
Por Mitú han pasado todas las bonanzas. “Me alcanzaba para jugar, tomar, mercar y quedaba plata”, recuerda Libardo González la del caucho, que
se acabó en 1972. Siguieron las pieles. Y
la coca. “Había cuatro burdeles y 11 discotecas. A los compradores los recibía el
jefe de la Policía”, dice un hombre que
llegó en el 82.
Hoy, pasadas todas esas bonanzas,
sin acueducto ni alcantarillado, con el
hospital en paro porque a sus 263 trabajadores les deben prestaciones desde
septiembre, Mitú construye un polideportivo y pavimenta el malecón. Se han
gastado 8 mil millones de pesos en una
minicentral hidroeléctrica, una de cuyas turbinas reposa, según el
Gobernador, hace tiempo, en Bogotá.
“Aquí los chanchullos administrativos
son miedosos”, afirma monseñor
Gustavo Ángel, el obispo.
Mitú ilustra los desafíos de la política
de control del territorio del presidente
Uribe. Una base del Ejército y un búnker
de la Policía han convertido las cinco calles de este pueblo de 7.200 habitantes en
una fortaleza. En el aeropuerto hay que
registrarse. Todo forastero es interrogado. En el puerto se controlan vituallas y
combustible. Río abajo, hacia la frontera,
no hay un solo guerrillero. Pero 15 minutos río arriba empiezan los vastos dominios del frente primero de las Farc, que
llegan hasta Guaviare y Caquetá.
Mitú vive una paz fortificada, pero
buena parte del resto del Vaupés está en
manos de las Farc. Por eso, muchos
anunciaban que, 300 kilómetros al sur,
en Taraira, iba a encontrar otra cosa.
“Allá lo recibe la guerrilla”, decían las
autoridades.
* * *
Cuando “Capitán Alejito”, la Cessna205, aterrizó una mañana en Taraira, no
había un solo guerrillero. En su lugar, en
la pista, se apiñaba un pueblo insólito.
La serranía de Taraira fue célebre en
los ochenta, cuando su nombre, sinónimo
del oro de la selva, la convirtió en un típico pueblo minero de colonización, con bares estridentes como el Santo
Cachón y prostitutas legendarias como ‘la Pingüina’, una
caleña que cobraba 12 gramos
de oro por 15 minutos y terminó engañada por un teniente
mujeriego. La bonanza se acabó y 12.000 aventureros se fueron como llegaron. Hoy, en las
dos calles toscamente empedradas de Taraira, quedan 300
hombres y mujeres, hechizados sin remedio por el oro.
“Somos una gran familia”,
dice Marta, dueña del único
billar. El pueblo se reúne para
las decisiones. En la semana, trabaja 14
horas en los túneles de las tres minas –Cerro Rojo, Peladero y Garimpo–. Los viernes, desde mediodía, se junta en las tiendas a ingerir cerveza y ver Sky Tv. El sábado, limpia las calles. El domingo, juega
microfútbol. Cuando alguien tiene dificultades graves, reúne dinero. Un extra-
El índice de pobreza humana de los departamentos
fronterizos (14,74) es superior al índice nacional (10,6).
Fuente: Departamento Nacional de Planeación-Pnud (2000).
“Mi misión es velar por el orden”, dice César Julián Gómez, presentándose:
“soy el inspector de Policía de Bocas del
Querarí”.
Este joven cubeo de 22 años, bachiller
de la Normal de Mitú, es el único representante del Estado en muchos kilómetros
a la redonda. Su sede: su propia casa, donde vive con su mujer y dos hijos, en una islita frente a la comunidad indígena que da
nombre a la inspección, justo donde el río
Vaupés se vuelve la raya fronteriza entre
Colombia y Brasil.
Comparte la isla con ‘Yanyán’, un mestizo brasileño que lleva 12 años midiendo la
pluviometría para el Ideam.
Gómez no tiene lancha ni motor; tan sólo una canoa, en la que sale remando a las
cinco de la tarde, a dejar mallas y anzuelos
que, en las mañanas, cuando está de suerte, recoge con pescados. Cultiva, como las
23 familias de la ribera, una chagra con yuca, plátano y piña. Tiene un viejo radio, sintonizado en la frecuencia del hospital de
Mitú. En la comunidad hay un teléfono satelital del sistema Compartel cuyas tarjetas
se venden en la capital, a un día de viaje
por el río. Hace seis meses instalaron baterías solares y ahora, en la noche, hay luz.
Ni siquiera tiene una bandera de
Colombia para izar en el asta desnuda
frente a su casa.
“Por aquí no han venido autoridades
de ninguna clase, nunca, ni ningún periodista. Pero esto es tranquilo; una que
otra pelea, a veces, en la comunidad, es
lo más grave”.
Se gana 320 mil pesos al mes y sólo va
a Mitú si lo llevan gratis. “El viaje de ida
son 8 o 10 galones de gasolina; y, con el
galón a 9.000 pesos, no hay viáticos que
alcancen”.
Al frente, la base militar brasileña, construida con todas las de ley, junto a un poblado indígena que tiene electricidad, servicio de salud y avión regular, parece recordarle todos los días a este solitario representante del Gobierno colombiano lo que sí
es la presencia del Estado.
BRASIL
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
35
Los mineros
de la selva
Uno de los personajes más importantes de la selva es el DC-3 de 1943 de
Alejandro Fonseca, que vuela a Taraira (Vaupés) y La Pedrera (Amazonas).
Tuyucas de Bocas del Taraira (Amazonas), celebran
un dabucurí, (fiesta) en honor del fruto del mirití.
ño, cinco minutos después de llegar, está pueblo, amarraban a los borrachos, y potomando cerveza y oyendo fantásticas nían a rozar los bordes de la pista al que
historias del oro de la selva.
cometía una falta.
Con alivio los vieron irse hace cinco
De los 300 habitantes, 146 estudian en
el internado con los únicos computadores meses. No han vuelto, pero le dejaron el
en cientos de kilómetros, que solo funcio- estigma de pueblo guerrillero a uno de
los sitios más tranquilos de Colombia, cunan cuando se enciende la planta para la
clase de sistemas; 76 son mineros, y 71 yo último muerto fue Henry Orozco, que
mujeres están en el Comité de Madres. hace cuatro años se colgó de pura soledad
En el resto del municipio viven 700 indí- en su casa de Cerro Rojo.
genas sobre el Apaporis y el Taraira, el
* * *
único río de toda la Amazonia colombiaDe Taraira a La Pedrera, el primer
na que corre de norte a sur, a lo largo de pueblo del departamento del Amazonas,
la frontera.
hay un día y medio de viaje por un río
El DC-3 de Alejandro Fonseca viene, primigenio que serpentea como una culeuna o dos veces por mes, desde Villavi- bra perezosa entre la selva.
cencio, y cobra 700.000 pesos por el pasaje
En la cachivera de Golondrinas hay
de ida y vuelta y 3.500 por el kilo de carga. que subir un cerro con la voladora de 130
Así, una libra de tomates o de papas vale kilos al hombro y bajarla por un varade6.000 pesos. Virgilio Beltrán, el panadero, ro con el pantano a las rodillas. El resto
vende en 3.000 pesos la bolsa de tres pa- del tiempo, el sólido muro vegetal de las
nes. “El horno pesa 320 kilos. Como todo, orillas, duplicado por su reflejo en el
llegó en el avión, a 3.500 el kilo”, dice.
agua, desfila interrumpido por graciosas
El puñado de mineros que sigue escar- palmas asaí. El ruido del motor de la lanbando las entrañas de la serranía vive a cha, que parece flotar sobre el negro escrédito. Los potentados del lugar son los
pejo del río, es la sola memoria de civilicomerciantes, que comzación. El sol achicharra
pran el gramo de oro a
hasta que cae un chapaEn Taraira,
22.000 pesos (en Bogotá varrón bíblico. Escampa, y
la gasolina
le 30.000) y fían los dos
el viento de proa seca la
combustibles esenciales:
ropa puesta. El cuerpo
vale 12.000
la gasolina, a 12.000 pesos
empieza a calentarse, y
pesos el
el galón, y la cerveza, a
vuelve a llover.
2.500 pesos por lata.
galón y la
Cuando el río sale al
Hoy, la única señal visivasto Apaporis, aparece
cerveza,
2.500
ble de las Farc es que TaBocas del Taraira, una copesos la lata.
raira no tiene alcalde. Comunidad de 40 indígenas
mandados por ‘Arles’, cintuyucas y piratapuyos. El
co guerrilleros aparecieron en el pueblo puesto de salud de Juan Bautista Aceveen el 2002. Se quedaron un año, durante el
do sin droga; el profesor Félix Londoño,
cual expulsaron a Eliécer Cabrera, que que no sale hace dos años porque no hay
despacha en Mitú, y quemaron en dos plata para la avioneta; el inspector Beocasiones las urnas electorales. No co- nigno Perilla, con las baterías del radio a
braron impuestos por el oro. Impusieron punto de descargarse, y la aldea sin dineel ‘cívico’, el día sábado para limpiar el ro para el combustible de la planta de
energía recién adquirida se combinaban,
como en Querarí, cientos de kilómetros
al norte, con la afirmación de que por
aquí no se ven guerrilleros.
La cosecha de mirití, un fruto de ácida
pulpa amarilla, recién recolectada, yacía
en canastos de palma. Totumas de chicha
circularon desde la mañana para un dabucurí, una fiesta en honor de la fruta,
que congregó a la tribu dentro de la gran
maloca cuadrada y que estaba en su apogeo cuando salimos hacia La Pedrera.
* * *
A dos horas de esa aldea olvidada, en
la confluencia del Apaporis y el Caquetá,
Villa Bittencourt es un enclave del moderno Estado brasileño.
La base colombiana de la isla Guillermina, frente a la Villa, se cerró hace años.
Los brasileños, con acuerdo de los militares colombianos, detienen todas las lanchas, revisan, interrogan y no dejan pasar gasolina ni cemento sin los permisos
oficiales de La Pedrera. Desde
un incidente en enero en el
que, presuntamente, tres guerrilleros intentaron pasar un
bote con armas por el río, la Villa está cerrada para los colombianos.
Una hora río arriba, una
cancha de fútbol pantanosa,
una iglesia, varios almacenes y
un puñado de casas de tabla se
estiraban a lo largo del río Caquetá crecido por el invierno.
Vallenatos atronadores salían
de un billar. Esa noche, tres estudiantes
borrachos le rompieron la cara a un profesor. Estábamos en La Pedrera, el primer pueblo del departamento del Amazonas y el único desde Mitú con base del
Ejército y cuartel de Policía.
Bordeando los cincuenta, nacido en
Guainía, Vaupés y Amazonas, los tres departamentos fronterizos
con Brasil, son los más pobres, con un índice NBI de 91,1%.
Fuente: Datos del Ministerio de Protección Social; (NBI: Necesidades Basicas Insatisfechas).
La primera vez que Alfonso Castañeda
llegó a Cerro Rojo, en 1985, había caminado 29 días por la selva desde Mitú.
Iba tras la pista de un indígena que llegaba a veces con oro. La gente lo seguía,
para averiguar de dónde lo traía, pero él se
perdía en la selva. Hasta que se supo que
venía del río Taraira. “No había mapas, y
uno llegaba a ojo, y todavía había caníbales
en el río Pirá”, cuenta.
Cuando se descubrió el punto preciso,
en Cerro Rojo, a seis horas a pie del río, en
la serranía de Taraira, vino una avalancha.
“Llegó a haber 15 o 20 mil personas buscando oro. Era fácil; uno arrancaba un árbol
y debajo estaban las pepas”.
Todo se pagaba en oro. Una botella de
trago, en los tiempos en que la guerrilla lo
tenía prohibido, llegó a valer 12 gramos de
oro. En esa época, era ‘Don Alfonso‘, dueño de una mina próspera, una casa en el
Cerro y del ‘Santo Cachón’, la mejor discoteca de Taraira.
El oro, como llegaba, se iba. Hoy la mina
apenas si da para la remesa semanal, a la
espera de que la nueva tecnología instalada logre resultados. Está sin titular y al borde de que el Gobierno, que reclama haber
invertido en ella, la ponga en licitación.
Alfonso tiene señal de Sky en la casa,
pero está cortada por no pago. “Y, a
12.000 pesos por galón, la luz sale carísima”. Por ahora, oye Radio Netherlands, en
un pequeño transmisor de pilas.
Estuvo diez años en Muzo, pero lo espantó la matazón. Trabaja, con su hermano
y dos ayudantes, de 5 de la mañana a 8 de
la noche. Tiene seis hernias discales. Por
las noches, escribe cuentos, que le manda
a su hija, que vive con su mujer en Bogotá
hace tres años.
Hoy, mirando desde esa casa, que domina el túnel que les ha costado casi diez
años de su vida a él y a su hermano, José
Luis, Alfonso ya no cuenta los millones enterrados, en trabajo y maquinaria, en Cerro
Rojo, y sólo espera una cosa: oro.
36
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
BRASIL
El taxista
de Leticia
Navegar en los ríos de la Amazonia supone, cada vez que se encuentra un rápido, la tremenda labor de pasar la canoa a hombros por ‘varaderos’ en la selva.
Jorge Ahuanario y su familia, sentados ante su
casa, justo en el límite entre Leticia y Tabatinga.
Iquitos (Perú), Orlando Canchala recuer- mor lejano. “Es la ciudad con el más bajo
da sus tiempos de comerciante en las dra- índice de delincuencia –dice el coronel
gas brasileñas que vaciaron de oro el río Román Peláez, comandante de Policía–.
Puré en los años 95 y 96. “Compraba cosas En este año van seis asesinatos”. Dos mil
en San Andresito, en Bogotá. Una vez tra- quinientos hombres de la Armada, la
je chaquetas de cuero, a 70.000 pesos. Me Fuerza Aérea y el Ejército, agrupados en
dieron 15 gramos de oro por cada una”.
la Brigada 26 de selva, cuidan los 116 kilóEl centro de salud está cerrado hace metros colombianos del río Amazonas, y
la frontera con Brasil y Perú. Aunque las
una semana. “Nos quedan nueve sueros
antiofídicos y dos ampollas de morfina; Farc están Amazonas adentro y la Regishay atraso en la entrega de medicamen- traduría teme inscribir cédulas en las catos básicos”, dice el doctor Jesús Galdino. beceras, la ciudad vive tranquila junto al
Con el curso superior del Caquetá y el gran río, salpicada de mansiones consApaporis bajo la égida del frente amazó- truidas, 15 años atrás, durante la bonanza
nico de las Farc, el control de alimentos y del narcotráfico.
Leticia exhibe un comercio tan dináde combustible en La Pedrera es dracomico
que Segundo Elí Lizarazo, adminisniano. Los tripulantes de la lancha que
trador de la Distribuidora Guevara, dice
me trajo desde Taraira pasaron dos días
pidiendo faxes a Mitú para que el mayor orgulloso: “Mi prima (la dueña) a veces
Sandoval, del Batallón 50, les firmara el trae un vuelo fletado desde Panamá, lleno
permiso por 100 galones, para llevar a un de mercancía”. Insinuando que, tras las
delegado de la Registraduría a inscribir mansiones y el gran movimiento comercial, hay una economía por investigar, un
cédulas en las comunidades indígenas.
Desde que Satena clausuró sus vuelos, militar colombiano se pregunta: “¿De
de la Pedrera sólo se puede ir a Leticia en dónde sale la plata si aquí el único emaviones militares que llevan gente cuan- pleador es el Estado?”.
Tabatinga, con dos colegios y una
do pueden o en el barco de Marleny Canuniversidad nuevos y juchala, que hace una vez al
gosas inversiones estataLeticia vive
mes el largo desvío fluvial
les, desplaza poco a poco
por Brasil. Tosiendo desde
tranquila
junto
a Leticia. Y empieza a fiel cielo, la solución apareal Amazonas, gurar en informes de la
ció al cabo de tres días: el
Policía como punto de paDC-3 de Alejandro Fonsecon sus
so y de negocios para el
ca. En ese aparato de 1943,
mansiones
narcotráfico.
sin presurización y con
rendijas, cargado con tres
Los militares de ambos
de tiempos
toneladas y media de sábalados ven en la frontera
pasados.
los congelados que a 11 mil
un vasto espacio para el
pies de altura lo conviertráfico de armas y narcótiten en un frigorífico volador, llegué, al ca- cos. En Tabatinga, en Ipiranga, al norte, y
bo de tres horas de vuelo, a la capital del en el Amazonas se han hecho algunos deMeta. Allí tomé un taxi a Bogotá y, días comisos. “El narcotráfico es diario, gradespués, un avión comercial hasta el final neado, en ‘peque-peque’ (motor de hélice
del viaje.
brasileño)”, dice un oficial.
En Leticia también la guerra es un ruA Luis Eduardo Acosta, coordinador
del Sinchi, el Instituto de Investigaciones
Amazónicas, le preocupan otras cosas:
“En Colombia, Perú y Brasil se pescan
12.000 toneladas de grandes bagres al año,
que se comercializan a través de Leticia;
2.000 toneladas de vísceras, aletas y cabezas se echan al río. Estamos trabajando
para hacer con ellas concentrados para
animales”.
El Sinchi tiene un herbario de la Amazonía, con 50.000 ejemplares; un sistema
de información geográfica, para monitorear los recursos naturales;
un estudio de plantas útiles
de la Amazonía, que busca alternativas rentables frente al
negocio maderero que cada
año deforesta entre 6.000 y
7.000 hectáreas de bosque, y
hasta una encuesta que mostró que la corrupción, con 972
puntos sobre 1.000, es percibida como el principal problema del departamento, muy lejos del desempleo, con 228.
* * *
Sentado ante su rancho de
tabla binacional, Jorge Ahuanario es el último colombiano
en la frontera entre Colombia y Brasil.
Con su mujer y cuatro hijos, vive hace
diez años entre los dos hitos que marcan
el límite de Leticia y Tabatinga, en un pequeño barrio de invasión levantado 18
años atrás, cuyas casas sin registrar reciben la televisión de Colombia y la electricidad de Brasil y están llenas de gente con
hijos de las tres naciones de esta frontera
que incluye a Perú. “Cada año esto se
inunda y nos llevan a unas carpas”, dice,
con la misma seriedad con la que el solitario inspector de Policía, César Julián
Gómez, había declarado dos semanas y
600 kilómetros antes, en Bocas del Querarí: “Mi misión es velar por el orden”. ❙
Con 0,19 personas por km2, Taraira (Vaupés)
es el municipio de menor densidad poblacional del país.
Fuente: Dane.
“Nací en guerra y me voy a morir en
guerra”, dice Jesús Pinto en su casa del
Kilómetro Seis, cerca a Leticia, junto a su
hijita Danitsa, de 3 años.
En Ataco (Tolima), de niño, salía corriendo de la casa a esconderse cuando
llegaba la chusma. De joven, fue mayordomo en una finca ganadera en Santo Domingo (Ecuador), barman en Guayaquil y
administrador de pollerías en Riobamba y
Quito, donde se casó y tuvo dos hijos,
que se fueron con su ex esposa a Estados Unidos. “Les perdí la pista en Carolina del Norte”.
Cuenta que a los 27 años, sembró 10
hectáreas de coca en Remolinos del Caguán. “En el primer descalce, como en el
92, me quedaron 5 millones libres”. En
una operación militar, lo perdió todo.
Después de trabajar como soldador y
comprar casa en Neiva arrancó para Tarapacá (Amazonas), y montó una tienda, esperando que construyeran el aeropuerto.
“Igual que con esta carretera”, dice,
parado en el kilómetro 13 de la vía Leticia-Tarapacá, donde el ahuecado pavimento se convierte en un fangal. “En Bogotá ya figura como entregada, pero hay
sólo 18 kilómetros construidos”, remata,
filosófico, hablando del que es, a su juicio, el principal mal del país: los “ladrones de corbata blanca”.
Se fumaba dos paquetes y medio de
cigarrillos al día, y dejó el cigarrillo. Y,
después de una borrachera memorable,
con un obispo y varios amigos, resolvió
dejar el trago.
Hace siete años vive en Leticia, con su
esposa Irene, maestra, y la pequeña Danitsa. Fue ecónomo de la cárcel y administrador de un internado. Ahora conduce
un Chevette modelo 80. “Vérmelho”, le
dice, en portugués, por su color rojo.
Y, aunque aquí se vive en completa
paz, oyendo las noticias del resto de Colombia no puede dejar de pensar en su
Ataco natal en tiempos de la Violencia.
Por eso dice que se va a morir como nació: en guerra.
BRASIL
E S P E C I A L En los confines de Colombia
En uno de los tramos tranquilos del río Vaupés, a unas horas de Mitú, un solitario parche de la colonización interrumpe la selva al atardecer.
ara Mauro Spósito, delegado de la Policía
Federal de Brasil, la Amazonía colombobrasileña sólo tiene un nombre: ‘Cobra’,
el de la operación ‘Colombia-Brasil’, lanzada hace casi tres años por su gobierno contra el
tráfico de coca, armas y recursos naturales, que él
dirige desde Tabatinga.
Para él, esta selva son rutas. Un inmenso espacio vacío por el que circulan, en la segunda flota
de avionetas privadas del mundo –la brasileña–
drogas prohibidas de Colombia a las Guyanas, Surinam o la frontera con Paraguay, y de allí a Europa o Sudáfrica, y armas y, sobre todo, municiones
hacia nuestro país (“Montesinos –con los 10.000 fusiles jordanos– se encargó de resolver el problema
de armamento a las Farc”, dice; “su problema ahora es de munición”).
“Por la ruta del Atlántico sale mínimo el 40 por
ciento y por la del Caribe 25 por ciento de la cocaína colombiana”, dice, enseñando, en su amplia sala de operaciones en Tabatinga, la ciudad brasileña vecina a Leticia, los mapas que muestran esas
vías y los seis grandes complejos de laboratorios,
que, según sus datos, hay en Meta y Caquetá y al
interior de Vaupés, Guaviare, Guainía y Vichada.
En el límite mismo, Colombia sólo tiene presencia militar en Leticia. Dos bases, en Taraira y
en la isla Guillermina, en la confluencia del Apaporis y el Caquetá, fueron cerradas hace años. En
Mitú (Vaupés) y La Pedrera y Tarapacá (Amazonas) hay Ejército y Policía. Pero esos pueblos no
están sobre la frontera. La Fuerza Naval del Sur,
en Puerto Leguízamo (Putumayo) y el Comando
Aéreo de Combate 6, en Tres Esquinas (Caquetá),
están a más de 700 kilómetros de la frontera.
“El aumento del dispositivo ya ha sido bien importante”, dice la ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, aduciendo la creación de la Sexta División y de la Brigada 26 de Selva, con sede en Leticia. Y el Gobierno anuncia la próxima instalación de puestos de Policía en pueblos como Taraira o Carurú, en Vaupés.
Pese a que su frontera con nuestro país es apenas una décima parte de los 16.886 kilómetros que
lo separan de sus diez vecinos, Brasil ha hecho todo lo contrario: levantar, como dice un oficial colombiano, un “muro de contención”.
Diez bases, y, según algunos estimativos, 22.000
hombres, están a lo largo de los 1.644 kilómetros
P
Domingo 10 de agosto de 2003
El delegado de la Policía Federal brasileña y jefe de la ‘Operación Cobra’ (Colombia-Brasil), Mauro Spósito, en su base en Tabatinga.
Dos muros
en la selva
Por el agua
y desde el
espacio,
Brasil trata
de impedir
que el
explosivo
cóctel
colombiano
cruce la
frontera.
37
que van de la Piedra del Cocuy a Leticia. El Comando Militar Amazónico, con centro en Manaos,
tiene cuatro brigadas de infantería de selva, un
grupo de ingenieros, un comando naval y dos aéreos. Sin contar la Policía Federal.
El diseño es simple: como todos los ríos colombianos aquí corren al este, hacia el Amazonas y
sus afluentes, esas bases están ubicadas de tal manera que salir del país por vía fluvial hacia Brasil
es casi imposible, sin que un puesto fronterizo, un
radar o un avión de vigilancia se den cuenta. Con
la venia colombiana –como lo confirmaron oficiales de ambos países– soldados y policías brasileños requisan sin contemplaciones a toda embarcación –sea cual sea su bandera y así vaya por el
lado colombiano del río–, piden documentos e interrogan a la tripulación.
Semejante despliegue tiene dos causas, una inmediata y otra que se hunde en los tiempos de la
colonización portuguesa.
‘Cobra’ empezó en septiembre del 2000, como
respuesta al Plan Colombia, que Brasil recibió temeroso de que la presión en Colombia contra el
narcotráfico llevara a un desbordamiento a través
de cientos de miles de kilómetros cuadrados de
selva sin control.
Desde entonces, los decomisos de pasta y cocaína por los ríos han disminuido de 800 a entre 150 y
250 kilos al año. Señal de que las únicas vías de la
selva, las fluviales, están blindadas, afirma Spósito. Sin embargo, los decomisos totales en su país
han aumentado (8,1 toneladas en el 2002). La razón, de acuerdo al ministro de Defensa brasileño,
Jose Viegas Filho: la casi totalidad de la cocaína
que entra a Brasil lo hace por vía aérea.
El dispositivo brasileño (desde septiembre, se
extenderá a Venezuela y Perú, con las operaciones
‘Vebra’ y ‘Pebra’) está a punto de recibir un complemento sustancial. A un costo de 1.500 millones
de dólares, radares y satélites del Sistema de Vigilancia Amazónico ‘Sivam/Sipam’, están entrando
en su fase operativa. Spósito enseña en su base de
Tabatinga un edificio nuevo, casi listo para recibir
las imágenes de todo lo que pasa en los cielos y las
tierras del Amazonas.
Pero si ‘Cobra’ responde a las urgencias del
Plan Colombia, las bases en la selva no son nuevas
en Brasil. A diferencia de los españoles, que se valían de sus misioneros, desde el siglo XVI los portugueses, además de cazar indios para venderlos
como esclavos, adelantaron la colonización manu
militari, fundando guarniciones en la selva.
“La idea es marcar territorio. Se ponen los militares y la Policía y se prestan servicios sociales a
la comunidad”, dice su embajadora en Bogotá,
Maria Celina de Azevedo, más de cuatro siglos
después, exponiendo la política que gobierna la colonización amazónica en el Brasil moderno. En
Colombia, en cambio, internados indígenas y poblados a la vera de los ríos en los que la máxima
autoridad es un curita, testimonian hasta hoy que
la principal –y a menudo única– presencia del lejano Estado andino es la Iglesia.
La colaboración en seguridad es estrecha. “Las
relaciones son excelentes”, dice el general Ricardo
Rubianogroot, comandante de la Brigada 26 de
selva en Leticia. “Les entrenamos gente en tácticas contra-guerrilla y ellos a nosotros en técnicas
de selva“. Hay acuerdos para control de explosivos, material de guerra y narcotráfico, y comunicación directa entre los comandantes de algunas
bases. Los ministros de Defensa firmaron en Bogotá un amplio convenio a fines de junio, y enseguida se reunieron de nuevo en Leticia.
Hay iniciativas comunes en otras áreas. Pero,
en los ríos amazónicos, es evidente que la preocupación fundamental de Brasil es impedir que cruce la frontera el explosivo cóctel colombiano de
grupos armados, narcotráfico y ausencia de Estado. Ya tendió en tierra el más sólido muro de contención de todos los vecinos. Cuando, en menos de
dos meses, Spósito empiece a recibir en tiempo
real, en su nuevo edificio de Tabatinga, las imágenes satelitales de Sivam/Sipam, las vastas soledades de la Amazonía oriental estarán defendidas,
además, por un muro en el cielo.
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E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
ANÁLISIS
El cordón sanitario
ta a fenómenos de fondo: Venezuela está catalogado por la DEA como el principal centro de lavado de dinero en la
región; en la década pasada, casi 2.000
mulas de ese país fueron capturadas en
Europa y Estados Unidos; insumos para la industria de la coca vienen de allí
en grandes cantidades; la serranía bi“Estamos corriendo la arruga del tanacional de Perijá ha sido un centro de
pete” –resume sin ambages, en una ficultivos ilícitos desde los años 70.
gura elocuente, la actual combinación
El caso venezolano ha sido caractede política represiva antinarcóticos,
rístico de las recriminaciones que, a
aumento del pie de fuerza y búsqueda
juicio de los analistas, la nueva situade control del territorio, un alto militar
ción del conflicto ha puesto a la orden
colombiano–. Allá ellos (los vecinos) si
del día entre los gobiernos. Actitud rela paran”.
activa y desconfianza mutua son la
norma, señalan especialistas como la
Uno de los primeros efectos de esa
internacionalista Socorro Ramírez, y
labor es que las fronteras, largo tiempo
estudios como el del ICG, que coinci“poco más que líneas en un mapa, deden en la necesidad de diseñar e imbido a la geografía, a la falta de volunplementar una política de seguridad retad política y a la limitada capacidad
gional.
gubernamental” –como las caracteriza
El especialista en seguridad, Alfredo
un informe de abril pasado del InternaRangel, señalando que las relaciones
tional Crisis Group (ICG, una Ong que
están marcadas por la desconfianza
analiza situaciones de crisis, con oficiSoldados peruanos, que hacen parte del destacamento de 300 hombres del poblado de El Estreque el Plan Colombia inspira en los
nas en 35 países)–, se han convertido en
cho (Loreto), desfilan en una revista militar.
países vecinos, puntualiza: “si bien las
un asunto de seguridad. Los vecinos,
dimensiones regionales del conflicto
cada uno a la medida de sus prevencioson con frecuencia exageradas, su dinámica ha llevado al
nes y sus capacidades, están levantando un verdadero coraumento de las tensiones producidas por los actores armadón sanitario en torno a Colombia.
dos en las fronteras y sus poblaciones”, dice en el libro Una
Hay evidencia cierta de presencia ocasional paramilitar
fuerza
preventiva de la Onu: opción para Colombia, que
o guerrillera colombiana al otro lado de las fronteras con
acaba
de
publicar la recién fundada Fundación Seguridad
Panamá, Venezuela y Ecuador, y, más débil, en Perú. Ar&
Democracia,
que él dirige.
mas desde los dos primeros y explosivos desde el segundo,
“Sigue
existiendo
una especie de exageración de la
alimentan el conflicto, e informaciones de inteligencia seamenaza.
El
Gobierno
de Uribe dice que esto es peor que
ñalan que, vía aérea, hay un activo tráfico de cocaína en la
Irak;
a
los
paramilitares
y la guerrilla les conviene exagezona amazónica hacia Brasil y Venezuela, y por el Pacífirar, y los vecinos, que también exageran, olvidan a veces
co. Se insinúa una tendencia, aún muy incipiente, a que
la parte de responsabilidad que tienen”, dice Ramírez, llacultivos de coca migren hacia Ecuador, Venezuela y Perú.
mando a que nuestro país, en la medida en que es el que
Los grupos armados colombianos usan el otro lado para
más problemas genera, tome el liderazgo y construya una
hacer incursiones punitivas (como los paramilitares o las
política de fronteras “que vaya más allá de la seguridad”.
Farc en Panamá) o rentísticas (los secuestros en el TáchiRangel parece convencido de que lo hay que hacer es exra venezolano); como refugio (Ecuador y Venezuela), y patremar la ‘securitización’ de la cuestión fronteriza: su prora sacar drogas ilícitas o introducir vituallas, armamento,
puesta de traer cascos azules de la ONU para cuidar las
munición y explosivos (a través de todas las fronteras). En
fronteras tiene como objetivo declarado cortar las rutas de
el caso de la frontera ecuatoriana con el Putumayo, han
suministro a la guerrilla (y de paso poner a la ONU a ayutrasladado ajustes de cuentas y violencia al otro lado.
Un solitario policía vigila el mar en Sapzurro (Chocó), uno
dar al gobierno colombiano a ganar la guerra).
Se han destruido algunos campamentos de las Farc en
de los confines de Colombia.
Los militares colombianos, por su parte, parecen mela zona selvática ecuatoriana, en Venezuela, y uno más en
nos opcupados con la soberanía que en el combate a la
Perú. Se habla de vínculos entre las Farc y un renaciente
ciativa Regional Andina, el programa norteamericano guerrilla, privilegiando una “táctica móvil”, en lugar de
Sendero Luminoso o las recién creadas Fuerzas Bolivaria- complementario del Plan Colombia. Con los cinco países, poner pequeñas bases que sirvan de fácil presa, como en el
nas de Liberación, un grupo armado chavista. Pero no hay
Colombia ha hecho las llamadas Combifron (Comisiones pasado. Insisten, como lo dijo un alto responsable de inteevidencia concluyente, tampoco, de que grupos irregulares binacionales de frontera), dedicadas solo al asunto de se- ligencia, en la necesidad de una ley de seguridad de frontecolombianos utilicen la zona fronteriza de los países veci- guridad. A juicio de los militares colombianos, la más flui- ras. Y el ministerio de Defensa está poniendo en pie el denos para grandes bases permanentes de entrenamiento y da es la que se tiene con Perú. Brasil se ha blindado por su nominado Plan de Soberanía Social en Fronteras, que lledescanso o para lanzar ofensivas, ni que tengan interés en cuenta y está estrechando la cooperación. Venezuela es ca- vó a la Ministra y varias de sus colegas, este año, a lugares
trasladar el conflicto al vecindario. “Su presencia tiene so aparte.
como Candelilla de la Mar (Nariño), Juradó (Chocó) y Casfundamentalmente razones logísticas, económicas y mili“Esa frontera es un cordón de impunidad –dice el alto tilletes (La Guajira), en el marco de acciones cívico-militatares-operacionales”, asevera el ICG.
militar colombiano–; a diferencia de las otras, allí no hay res.
Puede debatirse qué tan grande es la amenaza que el
Completa el cuadro de los efectos del conflicto la trage- colaboración”. Aunque no hay pruebas categóricas, las
dia de los refugiados, cuya magnitud, objeto de diversas es- afirmaciones sobre complicidad de las autoridades vene- conflicto colombiano representa para la región. Pero una
timaciones, es, en cualquier caso, notable y creciente y zolanas con las Farc –populares entre la oposición venezo- cosa parece fuera de toda duda. Pobres fronteras: después
puede generar peligrosos procesos de xenofobia (ver nota).
lana y sus amigos colombianos– planean sobre las relacio- de casi un siglo de abandono, hoy es, paradójicamente, la
La respuesta ha sido un aumento notable en el pie de nes. Un estudio de Andrés López y Miguel Ángel Hernán- guerra la que las está sacando del olvido.
fuerza fronterizo del vecindario, en parte gracias a la Ini- dez, publicado por el Grupo Académico Binacional, apunÁlvaro Sierra
¿Qué tan seria es la
amenaza del conflicto
colombiano para
el vecindario?
ANÁLISIS
E S P E C I A L En los confines de Colombia
Domingo 10 de agosto de 2003
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Olvidados entre los olvidados
La mitad de los indígenas colombianos
sigue esperando, en las fronteras, que el
Estado se acuerde de ellos.
Sacar a Alba Matapé de La Playa con un tumor le tomó
a Octavio Tanimuca cuatro días de lancha por el Apaporis.
Cuando llegó a La Pedrera, el pasado 16 de junio, el centro
de salud, por falta de medicamentos, solo atendía urgencias vitales. Para devolverse, no tenía los 120 galones de gasolina necesarios, ni quién le pagara los más de 700.000 pesos que valen, pues, según él, la EPS que atiende a su comunidad no cubre el tramo por río para traerlos hasta allí.
Tanimuca es promotor de salud de una de las comunidades del resguardo Mirití-Paraná, donde viven 1.242 indígenas como él, en un territorio de 1,6 millones de hectáreas, cercano a los límites de Colombia con Brasil.
A Mariápolis, la comunidad miraña de Darío Perea, sobre el río Caquetá, hace tres años no viene una brigada de
salud. Hace dos, llegaron las Farc.
“Nos reunimos, discutimos y les dijimos que la sola autoridad somos los indígenas”, dice.
Hace un mes, llegó el Ejército, en una operación para retomar el pueblo de Araracuara de manos de las Farc.
“Uno tiene su casa y su río. Cualquiera se arrima, y después dicen que uno es informante. Eso no es así”, cuenta
que dijo a un capitán.
Como Tanimuca y Perea, con la guerra respirándoles en
la nuca o, cuando tienen suerte, sencillamente abandonados, viven los 410.000 indígenas que pueblan las zonas de
frontera de Colombia. Son la mitad de todos los indígenas
del país, representan 74 de las 90 etnias, y habitan 334 de los
638 resguardos. Y son un notable lunar en la joven política
de fronteras del Estado colombiano.
Más de un tercio (168.000 wayúu) vive en La Guajira;
otros más, en pequeños grupos, en las fronteras con Pana-
Ramiro Valencia, de la comunidad macú de Puerto Alegría, en el río Taraira (Vaupés).
má, Venezuela y Ecuador, y el resto, en inmensos territorios en la frontera con Brasil y Perú. En Leticia, Mitú,
Puerto Carreño hay barrios enteros de indígenas urbanos.
Pese a contar con menos del 6 por ciento de la población
de los 12 departamentos fronterizos, los territorios indígenas ocupan casi la mitad de su superficie. Tres resguardos
–Predio Putumayo, Parte Oriental del Vaupés y YaigojéApaporis– suman casi 11 millones de hectáreas y tienen
apenas 27.600 habitantes. El primero es más de la mitad de
la frontera con Perú; los otros dos, un tercio de la de Brasil.
Desde la constitución del 91, el país ha avanzado mucho
en una legislación en favor de las minorías étnicas. En los
últimos 35 años el Estado ha destinado 234 mil millones de
pesos a adquisición y mejora de tierras indígenas. La ley
715 del 2001 determina entregar a los resguardos el 0,52 por
ciento de las transferencias. En el 2002, se les giraron casi
57.300 millones de pesos.
Pero, como lo acepta Planeación Nacional, en Los pueblos indígenas de Colombia (2002), el estudio más reciente
y completo sobre la cuestión, “las políticas públicas en materia de indígenas no suelen considerar a los que viven en
las zonas de frontera”.
Se ha ampliado la cobertura en educación primaria, pero la pobreza es tal que la deserción es muy alta, y hay quejas porque la educación no toma en cuenta las particularidades indígenas. Hay puestos y promotores de salud, a menudo destartalados y sin droga. Se hacen brigadas de salud
periódicas, pero a muchos sitios no llegan.
Con el 70 por ciento en forma de selvas y sabanas intactas, los territorios indígenas fronterizos ocupan, según
constata Planeación, “el mayor remanente de ecosistema
originario y de biodiversidad”. Sujeto a presiones colosales. Buscadores de oro en el Guainía, petróleo en Putumayo y Arauca, tala de madera en Chocó y Amazonas, vastos
frentes cocaleros que avanzan desde Guaviare y Caquetá
hacia Vichada y Vaupés, se combinan con abusos de los
grupos armados, reclutamiento, desplazamiento y una miseria y un abandono inmemoriales.
Quienes, en Bogotá, discuten de soberanía, están en mora de prestar atención a esos habitantes de los confines de
Colombia, los más olvidados entre los olvidados del país.
A.S.
‘Ciudadanía cero’
Entre el 2000 y el 2002, unos 100.000 colombianos habrían buscado refugio en algún momento en un país vecinos, huyendo de la violencia.
La cifra –citada en La crisis humanitaria colombiana, el
último reporte del International Crisis Group, una organización que monitorea conflictos armados en 35 países– es
mucho más alta que las que manejan otras organizaciones.
Pero es un nuevo campanazo de alarma sobre el drama humano más grave de las fronteras.
La oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que tiene cinco oficinas en Colombia, tres puntos de recibimiento en Ecuador y otros
tantos en Venezuela, daba cuenta, en un mapa de enero pasado, de 20.000 colombianos “de interés” para esa agencia,
es decir, en posible situación de refugiados en esos tres
países. Un estudio de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes), principal Ong colombiana sobre el tema, afirma que solo el año pasado
30.000 colombianos cruzaron las fronteras.
Aun comparados con las cifras más modestas, los 5.013
refugiados colombianos registrados en Panamá, Ecuador
y Venezuela, hasta marzo del 2003, son una suma ridícula.
Solo en Ecuador, según su ministerio de Relaciones Exte-
riores, las solicitudes de refugio pasaserranía de Perijá y el Catatumbo, sóColombianos refugiados
ron de 3.500 en todo el 2002 a 12.000 en lo
lo hace unos meses aprobó una ley so4.003
Ecuador
que va de este año.
bre el tema, y unos días atrás creó la
Panamá
Las solas cifras muestran la difiComisión Nacional de Refugiados.
3.304
Venezuela
cultad de medir a una población que
Aunque desde febrero de 1998
se encuentra en condición de ‘ciudaPanamá acepta la existencia de ‘prodanía cero’, como la han llamado: sin
tegidos humanitarios’, ha oscilado en1.614
reconocimiento legal, desvalida ante
tre atender a quienes huyen de
989
989
881
un Estado extranjero que puede deColombia o, en una actitud que ha
711
portarla o ponerla en prisión, a meprovocado indignación internacio362
21
21
21
nudo no se registra, se devuelve, o innal, deportarlos. Ecuador, que cuenta
50
2000
2001
2002
Al 31 de
tenta mimetizarse en un nuevo medio
con puntos de recibimiento de Acnur
Marzo
no pocas veces hostil.
es donde mejor les ha ido a los code 2003
Después de una primera huida malombianos, aunque una ola de xenoFuente: Population Data Unit, UNHCR
siva de habitantes de Juradó (Chocó) al
fobia parece tomar fuerza.
Darién panameño, en 1997, el fenómeno creció poco a poco,
El Gobierno colombiano ha adelantado conversacioy dio un salto a partir del 2000. ICG sostiene que el ritmo nes y tiene acuerdos con los tres países en materia de
mensual de solicitudes de asilo creció en 318% entre el 2001
atención de refugiados. Pero está ante el desafío de diy el 2003. Con legislaciones que no lo preveían, y casi nula señar políticas que, además de prevenir el fenómeno, foinfraestructura de atención, los tres Estados vecinos más menten y garanticen el retorno. A los desplazados les
afectados por el fenómeno (hacia Brasil y Perú el éxodo ha
queda, al menos, su nacionalidad. Los refugiados no tiesido mínimo) han reaccionado de modo muy distinto.
nen ni siquiera eso.
Venezuela, que ha sufrido masivos influjos desde la
Andrés Garibello
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