ESPECIAL PARA SUSCRIPTORES Domingo 10 de agosto de 2003 Venezuela: 2.219 kilómetros de alta tensión Ecuador: El eslabón más débil Panamá: La segunda separación Perú: Brasil: Análisis: Entre el abandono y el conflicto Viaje a otra Colombia Un enigma en la frontera En los confines de Colombia Durante 49 días, un equipo de 14 periodistas de EL TIEMPO viajó para contar cómo vive la gente y qué está pasando en las fronteras. Frente a Perú, en el poblado fronterizo de Marandúa (Amazonas), inundado por el río Putumayo, Jaime Gómez iza la bandera colombiana que acaba de lavar. 2 E S P E C I A L En los confines de Colombia EL TIEMPO en los confines de Colombia Fueron, sumados todos los trayectos, 49 días de viaje. El resultado es este especial de EL TIEMPO, con la historia de cómo vive la gente y qué está pasando en los puntos más remotos del país. Se voló en un DC-3 de 1943 que va a Taraira, un pueblo minero junto a Brasil, y de Leticia a Iquitos en el hidroplano de un ex misionero evangélico norteamericano. Se navegó por el Pacífico y el golfo de Urabá, por el Orinoco y los ríos de la Amazonia. Con un guía wayúu se recorrieron las trochas secretas del contrabando en la Alta Guajira. Se viajó a pueblos venezolanos donde la gente vive tan atemorizada por los grupos armados colombianos como en los manglares y las selvas de la frontera con Ecuador. Se llegó a lugares que no han visto un ministro en medio siglo y sólo tienen electricidad unas horas al día, y donde la venenosa riqueza de la coca o la formidable inventiva del rebusque son la única modernidad. Hay regiones exóticas e intactas, donde el conflicto armado parece cosa de otro mundo, y zonas en las que gobierna la violencia. A ese país, de una belleza y una riqueza humana incomparables, después de un abandono de décadas, la guerra lo está sacando a empujones del olvido. Pero es también otra Colombia, de la que Bogotá está muy lejos y donde hacen patria gentes como el paisa que llevó el Viagra al río Putumayo, o la enfermera de Capurganá, que usa el microscopio solo cuando hay sol pues hace mucho se le fundió el bombillo. Sus historias y las de muchos otros acompañan crónicas de viaje, análisis, mapas e información socio-económica e histórica producidos por un equipo de ocho periodistas, seis fotógrafos y personal de apoyo en Bogotá cuyo resultado es el viaje a los confines de Colombia que usted, lector, tiene hoy en sus manos. Álvaro Sierra Director del proyecto Luz María Sierra Édgar Dominguez PANAMÁ • La segunda separación de Colombia . . . . . . . . . . .págs. 14 a 18 • Un ron para Antolino . . . . . . . .pág. 19 ECUADOR • En jaque por el conflicto . .págs. 20 a 24 • El eslabón más débil . . . . . . . . . .pág. 25 PERÚ • El enigma de la muerte de Euclides Mendieta . . .págs. 26 a 30 • ¿Estrategia coja? . . . . . . . . . . .pág. 31 BRASIL • Viaje a otra Colombia . . .págs. 32 a 36 • Dos muros en la selva . . . . . . .pág. 37 ANÁLISIS • El cordón sanitario . . . . . . . . . . .pág. 38 • Indígenas y refugiados, los más desvalidos . . . . . . . . . .pág. 39 PERÚ Camilo George Andrés Mompotes Martín García VENEZUELA LA GUAJIRA Ginna Zárate TÁCHIRA Alfonso Cervantes ARAUCA Ismael Medina Jorge Mahecha ORINOCO Carlos Julio Martínez Sergio Ocampo Claudia Rubio BRASIL LA GUAJIRA Castilletes Maicao Ruta de EL TIEMPO Montelara Paraguachón CESAR Pto. Obaldía La Miel Sapzurro Turbo Capurganá La Gabarra PANAMÁ Cúcuta NORTE DE SANTANDER La Fría La Grita San Cristóbal El Amparo VENEZUELA Arauca ARAUCA Pto. Carreño Álvaro Sierra BOYACÁ CHOCÓ Sumario VENEZUELA • Orinoco: la frontera remota . . .pág. 4 • Las trochas wayúu . . . . . . . . . .pág. 8 • El calor de La Fría . . . . . . . . . . .pág. 9 • Un pueblo al otro lado . . . . . . .pág. 10 • Puerta giratoria para la gasolina y el conflicto . . . . .págs.12-13 EDITORIAL ECUADOR PANAMÁ Luis Alberto Miño Domingo 10 de agosto de 2003 VICHADA Pto. Ayacucho Pto. Inírida San Fernando de Atabapo COLOMBIA GUAINÍA Cabo Tumaco Manglares NARIÑO Llorente Candelilla de la Mar San Lorenzo Puerto Asís San Miguel PUTUMAYO Lago Agrio Quito VAUPÉS Bocas del Querarí Mitú Taraira La Pedrera ECUADOR BRASIL AMAZONAS PERÚ Marandúa Estrecho Isla del Tigre Leticia Iquitos Tabatinga Vea la versión multimedia de este especial en: www.eltiempo.com Envíe sus comentarios a: [email protected] Andrés Garibello REPORTERÍA Claudia Díaz, Beiman Pinilla y Adrián Espinosa DISEÑO EDITORIAL EL TIEMPO “COPYRIGHTS C 2001 CASA EDITORIAL EL TIEMPO S.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved”. ANÁLISIS E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 3 Lejos de todo y cerca de nada El Estado recién empieza a mirar a las fronteras, abandonadas desde siempre. “Esta universidad del Vaupés es muy grande”, dice Miguel Arcángel Cruz, quien, en el magisterio desde hace 22 años, con una licenciatura en filosofía, una maestría en investigación educativa y una vieja cámara Canon oxidada, lleva a cabo una insólita labor. Es supervisor de educación y viaja en lancha durante semanas por caños remotos inspeccionando escuelas por el departamento. Pero ese no es sino su trabajo oficial. Su equipaje está lleno de cartillas: biografías de los capitanes indígenas; monografías de la vida, creencias y alimentos de cada comunidad; un estudio de plantas me- Gledys Ruiz iza la bandera en el consulado colombiano de Puerto Obaldía (Panamá), donde trabaja. dicinales; la colección ‘Los viejos nos cuentan’, dedicada a la historia de cada tribu; un proyecto de currículum para niLos índices de desarrollo 2001 ños indígenas; planes para futuros estudios Departamento Esperanza Población Índice de sobre flores, delfines y hasta cachiveras de vida analfabeta Desarrollo (años) (%) Humano (los rápidos de los ríos), y va en el tercer capítulo de una novela costumbrista. Boyacá 70,7 9,92 0,739 Esa es la verdadera pasión de este homCesar 70,8 14,8 0,722 bre que hizo en la selva su maestría princiChocó 66,6 18,6 0,680 pal. Diseña proyectos, organiza grupos de Guajira 72,9 15,7 0,760 indígenas para realizarlos, se sienta por Nariño 70,1 10,0 0,707 horas a hablar con los ancianos y, pagando N. de Sant. 70,7 9,9 0,725 todo de su bolsillo y editando en su compuNuevos Deptos. 67,4 10,2 * 0,755 tador en Mitú, convierte esas investigacioBogotá 72,9 2,0 0,817 nes en cartillas bilingües, en español y en País 71,9 7,5 0,771 la lengua de la comunidad, ilustradas con (*)Año 2000. El supervisor de educación Miguel Arcángel sus fotos, para repartir a los niños indígeFuentes: Diez años de desarrollo humano en Colombia. PNUD-DNP, 2003 Cruz, en Bocas del Taraira (Vaupés). nas una memoria escrita de su cultura, y a los profesores material apropiado para dictarles clase. de Desarrollo Territorial de Planeación, cumento Conpes, de 1986, pero solo a par“Todo es con las uñas. Uno pide tinta y las necesidades básicas insatisfechas son tir de la Constitución del 91 el tema se popapel en la Secretaría de Educación, y no casi el doble de la media nacional, y en sicionó, y apenas con el documento hay”, dice. Mientras el Estado colombiano muchos municipios llegan al 100 por cien- Conpes 3155, de enero del 2002, se está enrecién empieza a volver sus ojos a las zonas to. Casi una tercera parte de los hogares carando con sistematicidad. de frontera, quijotes como Miguel Arcán- en situación de miseria del país está en “El problema de las fronteras ha sido gel Cruz lo reemplazan, enfrentando lo que las fronteras. tratado como una favela (tugurio)”, acepmás abunda en ellas: abandono. Situación que no es de extrañar. Si las ta Fabio Torrijos, jefe de la Dirección de La situación de los 12 departamentos cinco fronteras terrestres de Colombia Integración y Desarrollo Fronterizos de son jóvenes, pues todos los tratados que la Cancillería. Empero, él y otros analisfronterizos es de las más precarias del país. Su PIB per cápita promedio es 23 por las delimitan se firmaron entre 1907 y tas consultados afirman que, si bien con ciento inferior al nacional. Casi todos 1941, la política estatal está, literalmente, resultados aún modestos, desde hace unos años hay un claro viraje. exhiben índices de desarrollo menores a en su infancia. la media, y tasas de analfabetismo supeLa ley de fronteras es de 1995, y el orDicen que ese último Conpes fue el riores. En el 2001, más de la mitad de los ganismo rector de política –la Comisión primer intento de trazar políticas coordi64 municipios fronterizos tenía déficit Intersectorial de Integración y Desarrollo nadas a nivel nacional. El Ministerio de presupuestal. Fronterizo (Ciidef)–, de abril del 2001. Educación prometió un aumento de más Según Colombia y sus fronteras, un do- Había un Estatuto de Fronteras y la de 150.000 nuevos cupos en el 2002 y el cumento de julio del 2001 de la Dirección Secretaría de Fronteras, de 1983, y un do- 2003; el Invías, invertir 34 mil millones de pesos en el 2002; el programa Vías para la paz, otros 45 mil millones; Compartel, instalar unos 150 teléfonos satelitales. Se constituyeron en cada departamento comités territoriales fronterizos. “Se ha dado el primer gran paso – afirma una evaluación de la Ciidef, de octubre– para que cada entidad nacional comience a incluir acciones concretas para las zonas fronterizas”. Veintidós foros realizados por la Cancillería, Planeación y la Escuela Superior de Administración Pública, en el 2001 y el 2002, en 11 departamentos fronterizos, con más de 3.000 asistentes, dejaron un interminable inventario de problemas: corrupción a todos los niveles, incapacidad de planificación, quejas por el centralismo, por el cierre de oficinas de la banca privada, por costos de salud exorbitantes, demanda para que la educación atienda las particularidades locales, sensación de abandono. Con los cinco países vecinos funcionan, a ritmos muy desiguales, Comisiones de Vecindad. Se trabaja con Ecuador y Perú en las llamadas Zonas de Integración Fronteriza, que deben desarrollar áreas de producción binacionales. Con la excepción del Grupo Académico Binacional ColombiaVenezuela, las fronteras están poco estudiadas. Hay muchos proyectos comunes a nivel andino pero marchan lentamente. “La política andina es buena: intenta la articulación de proyectos de desarrollo, concibe las fronteras como lugares de encuentro. Y el país andino que más esfuerzos ha hecho para traducir eso en políticas es Colombia”, afirma la internacionalista colombiana Socorro Ramírez. El abogado Ricardo Zuluaga, en un estudio reciente (Régimen jurídico de las entidades territoriales de frontera), es más escéptico: “La gran mayoría de las medidas han sido adoptadas sin que haya mediado ningún tipo de consulta o concertación con las regiones destinatarias, (y) es notoria la ausencia de un órgano en el que tengan asiento permanente las regiones”, dice, afirmando que “los desarrollos han sido muy precarios y apuntan más a convertirse en una frustración que en una fuente de construcción de una sociedad más democrática y pluralista”. Mientras académicos y políticos en Bogotá discuten, gente como Miguel Arcángel Cruz sigue haciendo patria como siempre: lejos de todo y cerca de nada. Álvaro Sierra 4 E S P E C I A L En los confines de Colombia Todos los días desde Ayacucho (Venezuela) cruza casi un centenar de escolares que va a estudiar en Casuarito (Vichada). Domingo 10 de agosto de 2003 VENEZUELA En pleno invierno, el Orinoco, en la boca del río Meta, alcanza a tener tres kilómetros de ancho en algunos puntos. En verano, el cauce se puede reducir a la mitad. Orinoco: la frontera remota con Venezuela En un palo delgado del que cuelga una descolorida bandera tricolor, raída por el viento y el olvido, arranca la frontera colombiana en el Orinoco. Es un palo clavado a medias en el suelo de un pueblito triste que se llama Amanavén. La sensación inicial al bajarse en este minúsculo puerto de Vichada, aparte del calor agresivo, es la de estar muy lejos de cualquier punto que recuerde la memoria. Y va mezclada con la certeza de que Colombia definitivamente no ha conseguido llegar hasta aquí. “Sabemos que somos colombianos de tercera, pero ya no nos duele; nos acostumbramos”, dice un viejo colono de Boyacá que arribó a estas tierras hace 30 años. Son 35 ranchos devorados por la pobreza, donde viven unas 200 personas que no conocen la energía eléctrica a ninguna hora, beben del agua del río, no tienen médico ni Policía, y están condenados a ver telenovelas venezolanas en las 10 viviendas con planta de luz propia, pues la señal colombiana no llega. Para ir a Amanavén, hay que pasar primero por Puerto Inírida, la capital de Guainía, una ciudad paradójica, amodorrada en su pobreza pero al mismo tiempo rebuscadora y cambalachera. Allí la energía eléctrica solo llega 8 horas al día, y a veces ni siquiera llega. No tiene agua potable, emisora de radio ni Casa de la Cultura. Sin embargo, a las 8 de la ma- Por: Sergio Ocampo Madrid Fotos: Claudia Rubio Pese a tener la guerra lejos y el control del comercio, los colombianos miran con envidia la otra orilla. ñana la avenida principal es un mercado enorme en ebullición, con veinte tiendas de ropa, diez misceláneas y perfumerías y siete cacharrerías listas para vender a todos los venezolanos que lleguen. Aunque esta capital no es un pueblo limítrofe, es como si lo fuera por el gran influjo comercial que irradia sobre un buen pedazo de la raya fronteriza, que además está a escasos 50 minutos en voladora (lancha rápida). Ir de Inírida a Amanavén es una experiencia geográfica de ríos grandes que van desaguando en otros más grandes. Luego de embarcar en el oscuro cauce del Inírida, un par de zarandeadas a los tres minutos indican que se llegó al torrentoso Guaviare; tres cuartos de hora después, la lejanía de las orillas anuncia que este se mezcló con el ancho Atabapo. Desde ese momento, la margen izquierda es Amanavén (Colombia) y la otra, San Fernando de Atabapo (Venezuela). Un minuto más, y ese aluvión de aguas fusionadas termina entrando en el Orinoco. San Fernando es el pueblo de donde vienen casi todos los compradores de Inírida. Está al frente de Amanavén, pero lo único que comparte con el caserío colombiano son las miles de libélulas verdes que revolotean bajo el sofoco vespertino, que aparecen con los primeros aguaceros del invierno. Atabapo tiene luz las 24 horas, aeropuerto y acueducto. Hay Policía, hospital, y una base del Ejército. Aunque Caracas está lejos, y el pueblo siente algo de olvido centralista, es un abandono mucho más llevadero. “Aquí todos compartimos necesidades y nos ayudamos –dice el alcalde, Melvin Silva–. Ustedes necesitan de nuestra gasolina barata, y nosotros de la ropa y las cositas que venden en Inírida. La única queja que yo tengo de los colombianos es que se metan a explotar el oro a este lado. Eso nos trae muchos inconvenientes”. Esa parece ser la gran protesta del país vecino desde Amanavén hasta Puerto Carreño (Vichada), a lo largo de los 291 kilómetros en los que el Orinoco sirve de frontera. Según la Guardia Nacional, diaria- mente se cuelan alrededor de 40 colombianos por varias trochas ubicadas entre el puerto de Samariapo y San Fernando. Es un tramo de no más de 60 kilómetros de bosque tupido, impenetrable, por donde colombianos, varados en su mayoría, trashuman en busca del sueño del oro. Van a ‘miniar’, como le dicen ellos a esta aventura de meterse dos días por caños del Amazonas venezolano hasta llegar a los yacimientos auríferos de Capanacana. Orinoco arriba, lo único que cambia drásticamente es el paisaje, ya que la selva cerrada de la Amazonia empieza a hacerse más baja, menos densa, hasta terminar desapareciendo del todo en la sabana orinoquense. Tomando otra voladora en San Fernando de Atabapo se llega en hora y media al puerto de Samariapo, también en la orilla venezolana. Allí se inician los raudales del Orinoco: un estrechamiento del cauce conjugado con la aparición de piedras enormes que lo vuelven un espectáculo asombroso de cascadas y rápidos, por donde no se puede navegar. Como por el río no se puede viajar, cualquiera que quiera ir a Puerto Carreño, a Garcitas o a Casuarito, Orinoco abajo, obligatoriamente tiene que tomar un bus en Venezuela. Y para eso se requiere de un permiso firmado por el cónsul venezolano en Inírida. Luego de 45 minutos de viaje por la ex- V E N E Z U E L A E S P E C I A L En los confines de Colombia Colombia - Venezuela Área detallada POLICÍA ELN Gustavo Ojeda Luciano Ariza EJÉRCITO BATALLÓN ARTILLERÍA No 2 COMANDO OPERATIVO No 7 Maicao Montelara Wiwua Barrancas Fonseca FARC Frente 59 PELOTÓN 4a COMPAÑÍA Wayuu Paraguachón Paraguaipoa Moján CABALLERÍA San Juan del Cesar MARACAIBO Villanueva El Molino Paraujano El Diluvio DESTACAMENTO Arhuaco Urumita Nº 35 Petrolea VALLEDUPAR Manaure Robles LAGO DE Yukpa Agustín Codazzi C E S A R Becerril ELN Luciano Ariza MARACAIBO La Novedad Machiques DESTACAMENTO DE COMANDOS RURALES Nº 39 La Jagua de Ibirico Chiriguaná Algunos hitos POLICÍA Castilletes L A G U A J I R A RIOHACHA AUC Contrainsurgencia Wayuu GUARDACOSTAS DEL CARIBE EJÉRCITO BASE FLOR DE LA GUAJIRA POLICÍA EJÉRCITO BASE JOSÉ ANTONIO GALÁN O C É A N O A T L Á N T I C O Punta Espada 5 Domingo 10 de agosto de 2003 DESTACAMENTO DE APOYO Nº 30 Nº 31 1941, abril 5. Tratado de delimitación terrestre y de navegación de ríos comunes. 1952, noviembre 22. El gobierno colombiano la soberanía venezolana sobre el Archipiélago de Los Monjes. 1987, agosto 11. Incidente de la corbeta Caldas lleva al borde de la guerra. 1989, 20 junio. Se crea la Comisión de vecindad Colombo-Venezolana. 1991, mayo 18. Acuerdo de cielos abiertos. Comisión mixta para el control del tráfico de estupefacientes. 1994. Se crea la Comisión binacional de Fronteras (Combifron), para intercambio de inteligencia militar, actualmente congelada por el presidente Chávez. 1995, febrero 25. El Eln ataca el puesto fluvial venezolano de Cararabo, mata a ocho infantes de marina y deja heridos a 12. 1998, abril 31. El ELN se toma la población venezolana de Ragonvalia y el Ejército colombiano entra con autorización del presidente Rafael Caldera. 2000, mayo-junio. Camioneros venezolanos cierran la frontera, aduciendo falta de seguridad para ellos en Colombia. Marzo 21. Cuatro helicópteros y dos aviones venezolanos bombardean una parte de la selva fronteriza del Catatumbo. Abril 23. Acuerdo de entendimiento sobre desplazamiento. Río Magdalena Bari Z U L I A Longitud: 2.219 kilómetros. AUC Bloque Población DESTACAMENTO Norte Colombia: 4'751.759 personas. Río de Oro Nº 32 Curumaní Venezuela: 6'114.689 personas. Puerto Barco Casigua Departamentos ELN FARC Juan F. Porras Colombia: 7 Frente 33 Carlos Cacua La Gabarra CENTRO DEL y 29 de Venezuela: 5 El Carmen Las Cruces Mayo TEATRO DE OPERACIONES Municipios Nº 2 Tibú Colombia: 43 Teorama Boca de Grita DESTACAMENTO Venezuela: 20 EJÉRCITO CENTRO DEL DE FRONTERA Nº 13 Pto. Santander N O R T E D E BATALLÓN Comercio (miles US$) TEATRO DE OPERACIONES La Fría DEL CATATUMBO DESTACAMENTOS: Exportaciones: 1'122.152 Nº 1 S A N T A N D E R La Grita DE FRONTERA Nº 12 Importaciones: 777.720 ELN DE APOYO Nº 10 San Juan de Colón Carlos COMANDOS RURALES AUC CÚCUTA Fuentes: Dane, Ministerio de Comercio Velazco T Á C H I R A Bloque Nº 19 Exterior, 2002. Villa Norte Rosario SAN CRISTÓBAL DESTACAMENTO EJÉRCITO Ragonvalía DE FRONTERA Nº 17 GRUPO MAZA Chinácota Uzcátegui Guasdualito No 5 FARC Toledo DESTACAMENTOS: Páez Frente 45 El Amparo DE FRONTERA Nº 63 Guhaibo ca u Flujo de ra A Y Nº 69 ío R Grupos Ruta de Río Arauca Samoré desplazados Elorza indígenas EL TIEMPO ARAUCA Arauquita Cubará Saravena y refugiados Puerto Colombia EJÉRCITO ARMADA ELN BRIGADA 18 BAFLIM 40 Contrabando FARC Cultivos Tráfico de Domingo Laín A P U R E Columna gasolina ilícitos drogas y armas Móvil Uwa Yarura EJÉRCITO A R A U C A Alfonso FARC Castellanos COMANDO ESPECÍFICO Frente 10 B O Y A C Á Río Casanare El Porvenir DEL ORIENTE Río Meta Límites Bari PUERTO CARREÑO Puerto Murillo B O L Í V A R Capital departamental Internacional Nueva Antioquia DESTACAMENTOS: AUTODEFENSAS Departamental Población APOYO AÉREO Nº 9 DE CASANARE Nº 90 0 50 Kms. Y VICHADA Municipal Casuarito PUERTO BRIGADA FLUVIAL Marandúa Sikuani AYACUCHO V E N E Z U E L A A las 50 familias de Castilletes (La Guajira), el agua les llega cada 15 días en un carrotanque desde Uribia. El puesto de Policía no tiene radio ni televisión y el teléfono está dañado. Al frente, el Castilletes venezolano tiene 21 agentes de la Guardia y 5 funcionarios más, todos con su paga al día. Sus policías tienen televisión por cable, tenis de mesa, y hasta regalan agua a los colombianos. Además de ser comandante del primer puesto de Policía de Colombia, si se cuenta desde el norte, José Reinaldo Cuéllar es también el primer profesor. El comandante de Policía de Castilletes todos los días camina 35 minutos bajo el sol ardiente para dictar clase. “A esos niños los que les enseñamos el himno y la bandera de Colombia fuimos nosotros; pensaban que sus símbolos eran los de Venezuela”. En eso, por lo menos, le ha sacado ventaja al vecino país. Así lo dice un venezolano: “Que me perdone Chávez, pero mis hijos, en la escuela de Taporí no aprendieron a hacer la O ni con pocillo. Por eso, los pasé a la escuela colombiana, donde enseña la Policía”. Cuéllar tiene otro consuelo: desde que la ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, visitó Castilletes, el pasado 17 de febrero, la estación se está remodelando. Mientras se cumplen sus tres meses de servicio, él y sus hombres juegan dominó en el primer hito fronterizo de Colombia con un nuevo compañero: el albañil encargado del trabajo. mo Río To Saliba Puerto Nariño V I C H A D A Samariapo DESTACAMENTO DE VIGILANCIA COSTERA Nº 914 Morganito Boca Vichada Piaroa Garcitas da ha Vic Curripaco ô R Amanaven FARC Frente 16 Río Guaviare PUERTO INÍRIDA ARMADA BAFLIM 50 Barrancominas Puinave FARC Frente 16 a írid o In Rí Victorino DESTACAMENTO DE FRONTERA Nº 94 San Fernando de Atabapo Piapoco Medano Baltazar A M A Z O N A S Bocas de Guasacavi Puerto Colombia Curripaco Warequena G U A I N Í A Curripaco Río G uainí a C O L O M B I A EL PRIMER PUESTO DE POLICÍA DEL PAÍS BASE DEL EJÉRCITO Baniva San Carlos de Rionegro San Felipe FARC Frente 16 B R A S I L Bare Guadalupe BASE DEL EJÉRCITO 6 E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 VENEZUELA El sembrador de marañones Amanavén, con 35 casas que sobreviven sin luz a ninguna hora a 40 grados de temperatura, es uno de los sitios más pobres de toda la frontera. Desde 1983, Luis Eleno Matta, santandereano de El Socorro, de 68 años, padre de 10 hijos, con segundo de primaria, casado con Inés, y que llegó a Puerto Carreño hace 35 años, tiene la convicción profunda de que el marañón (la famosa castaña de los españoles o el cashew nut de los ingleses) puede ser la redención de la Orinoquia. Con su piel cetrina, cuarteada y lustrosa, que contrasta con el pelo blanco cenizo, parece un habitante del norte de la India. Luis Eleno tiene la paciencia milenaria que lo hace insistir en su proyecto de sembrar marañones por todo Vichada. Esa obsesión le comenzó en Bogotá en 1978 cuando alguien le regaló un estudio sobre la nuez, una de las más exóticas y costosas del mundo, que tiene la particularidad casi mítica de expeler un ácido corrosivo al partirla, que quema las manos a los hombres, pero a las mujeres no. Desde 1982, Luis Eleno tiene sembradas 50 hectáreas que no han podido pa- Los venezolanos adoran los bocadillos y los masmelos colombianos que se venden en Casuarito. Venezuela Superficie (km2) Población (personas) Indígenas (personas) Homicidios* (personas) Zulia Táchira Apure Bolívar 63.100 3'209.628 58.800 864 11.100 1'031.156 n.d. 150 76.500 466.931 76.500 67 240.528 1'306.650 21.000 358 Amazonas 178.095 100.324 29.400 n.d. Fuente: Instituto Nacional de estadística de Venezuela (INE), año 2000. *Incluye suicidios. Colombia Superficie km2 Población (personas) Indígenas (personas) PIB (millones de pesos, 2000) Índice NBI* (%) Cobertura escolar (%) Homicidios (a mayo 31, 2003) Cultivos ilícitos (coca/amapola-has. 2002) Desplazados (expulsión, 2002) La Guajira Cesar 20.848 508.650 156.046 2'014.262 64,9 88,3 169 354 2.596 22.905 1'015.889 17.874 2'752.065 56,4 80,4 288 n.d./454 4.454 N. de Santander 21.658 1'435.237 14.331 3'212.949 41,4 80,4 628 8.041 15.343 Boyacá Arauca Vichada Guainía 23.189 1'394.952 4.725 4'347.849 38,8 77,1 131 118/11 4 23.818 264.888 3.591 1'679.836 53,3 81,5 225 2.214 1.954 100.242 91.357 19.731 141.316 89,8 58,4 0 4.910 225 72.238 40.786 14.331 62.317 100,0 48,9 1 749 76 Fuentes: Dane, Ministerio de Protección Social, Ministerio de Educación Nacional (2001), Codhes (2002), Dijín, Simci. *Necesidades Básicas Insatisfechas. sar de ahí porque, aunque ha hablado con ministros, presidentes y expertos (ninguno se salva del tema al caer en Carreño), nadie le ha comprado la idea del todo. Las fronteras con Venezuela, Panamá, Ecuador, Perú, y Brasil tienen una longitud total de 6.301 kms. Protagonistas de novela, ni de que Pedro el Escamoso se quedó finalmente con su doctora Paula. De Casuarito sale un bote, todos los días a las 7 de la mañana, que va a Puerto Carreño en una hora y 20 minutos. En la capital de Vichada ya ha desaparecido todo vestigio de selva, y empieza el imperio de la llanura. Carreño, un municipio de 18 mil habitantes, es el único lugar en todo este recorrido por la frontera que puede mirar con algún desdén hacia el otro lado, pues el pueblo que tiene al frente, Puerto Páez Y a pesar de la obsesión que representan los marañones para él, ninguno de sus diez hijos le ha seguido el cuento. “Es que yo no quiero que se queden aquí. Que estudien y se vayan lejos de esta tierra que no da nada”, dice él. V E N E Z U E L A E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 7 Quince años corriendo San Fernando de Atabapo (Venezuela) es la estación de gasolina más grande en 200 kilómetros a la redonda. Los colombianos se abastecen allí. Los policías de Casuarito hacen controles sobre toda persona que entra a Colombia por el río. sectores, y durante 6 horas. Negro, donde Guainía tiene un apéndice En esta ciudad, además, es fácil notar largo que se cuela en Brasil y Venezuela, que el abandono no es responsabilidad y que los lugareños llaman ‘el pipí de Coexclusiva del centralismo. “Tenemos lombia’. unos dirigentes políticos pésimos aquí”, Allí la guerrilla tiene tanto control que dice el comerciante Israel Novoa. ejerce soberanía. En los 150 kilómetros de Bogotá no es propiamente una madre orilla colombiana sobre ese río, la única presencia oficial que se recuerde fue la de tacaña con estos hijos de la periferia. Así, mientras los 1,8 millones de habitantes una estación de policía en San Felipe, con del departamento de Atlántico tienen un seis uniformados que vivían entre el depresupuesto de 265 mil millones de pesos samparo y el miedo, y a veces el hambre. para este año, los casi 30 mil de Vichada Hace 4 años, tras amenazas de la guerrigozan de uno de 87 mil millones. A los pri- lla, los hombres fueron retirados del sitio. meros, pues, la Nación les gira 147 mil pe“Desde entonces son las Farc las que sos per cápita, mientras que para los se- custodian la frontera –cuenta Henry Melgundos ese monto asciende a 2,9 millo- garejo, corregidor de San Felipe–; inclunes. sive son ellos los que devuelven los mojo“Aquí no falta plata; lo que falta es ges- nes a sus sitios cuando la Guardia venetión”, remata contundente Novoa. zolana los corre hacia acá, y exigen que Una de las cosas que llama la atención todo barco colombiano lleve izada la banen los 340 kilómetros trasegados (inclu- dera nacional. Su misión no es agresiva”. yendo los 50 de Inírida a la frontera) es Si la presencia guerrillera es escasa soque no se ve un solo guerrillero o para- bre el Orinoco y poco belicosa en el río militar. Negro, no ocurre lo mismo en las tierras En Inírida dijeron que en Amanavén medias de Guainía y Vichada, donde es tan feroz su accionar que bastaba preguntar por el los efectos alcanzan a sencomandante ‘Chaqueto’ o ‘En San Felipe, tirse hasta la frontera. por ‘El Cadete’, de las Farc. las Farc Pero allí nadie los conocía, Muchos analistas consiy más bien recomendaron devuelven los deran que el verdadero coir a Puerto Nariño. En este de las Farc se halla mojones a su razón sitio tampoco se apareció ahí, en los dominios del faninguno. “Vaya a Casuarimoso ‘Negro Acacio’, el sitio cuando to, que allá de pronto”, diguerrillero colomlos corren los primer jeron. biano pedido en extradivenezolanos’. ción por Estados Unidos. Las palabras del obispo La razón: en estos dos dede Inírida, monseñor Antonio Bayter Abud, resultaron premoni- partamentos, junto con el norte de Guatorias: “Por el Orinoco no son muchos. viare y el sur de Meta, se halla el 80 por Pero adéntrese en Vichada y Guainía y se ciento de la producción de cocaína en el país, su fuente principal de financiación. los encuentra a todos”. A partir de febrero del 2002, la operaLa realidad del conflicto armado aquí es más o menos benigna. La presencia di- ción ‘Gatonegro’ del Ejército colombiano recta de las Farc es escasa, a diferencia de cambió totalmente la ecuación de guerra lo que se aprecia más abajo, sobre el río que vivía la zona. Con el ingreso a los do- minios del ‘Negro Acacio’, en Barrancominas, uno de los centros del tráfico de narcóticos y armas de las Farc en el centro de Vichada, y la captura del capo brasileño Fernandinho, los insurgentes se desperdigaron río Guaviare abajo para defender a muerte ese caudal, que es el eje más importante de entrada y movilización de casi todos los precursores para fabricar la droga. Desde entonces, los hostigamientos de ese grupo contra la población se dispararon. El Vicariato de Inírida ha denunciado asesinatos, reclutamientos forzosos y desapariciones de decenas de muchachos en el último año. Para repeler esa acometida, lo único que tiene por ahora el Estado colombiano son dos batallones fluviales, uno en Inírida, con 576 hombres, y otro en Carreño, con 653, los cuales están encargados de cubrir casi 1.500 kilómetros de los ríos fronterizos Meta, Arauca y Orinoco, sin contar los cauces interiores. Aunque algunos cadáveres mutilados han empezado a bajar desde el alto Guaviare, el Orinoco aún tiene el privilegio de ser uno de los pocos sitios de Colombia donde la gente se preocupa más por la falta de televisión que por evitar que la maten. El temor a que llegue la guerra es tan grande, de todos modos, que si el precio para que Colombia empiece a mirar hacia acá es tener que perder la tranquilidad de las noches de verbenas a punta de vela, y el placer de salir a pescar de madrugada, muchos prefieren seguir siendo la frontera del olvido. ❙ A lo largo de las cinco fronteras terrestres de Colombia, hay un total de 67 municipios y 12 departamentos. La historia de Ismael Antonio Rivera, un tolimense de 53 años que llegó hace 8 como desplazado a Puerto Carreño (Vichada), es la de un campesino al que la violencia no lo ha dejado arraigar en ningún lado. En los años 70 lo enrolaron en el Ejército por no tener libreta militar, y acabó en Arauca, donde se quedó al terminar el servicio. Allí montó un negocito de cerveza, con gallera incluida, pero en el 79 el río creció más que nunca y se le llevó todo. Sin un peso, se fue a Tame (Arauca). Su llegada coincidió con las primeras colonizaciones de las Farc en la zona. “Por envidias empezaron a decir que yo era guerrillo también; a los meses el Ejército me mandó decir que me daba 36 horas para que me fuera”. En el 93 terminó parando en Puerto Rondón, también Arauca. De allí quien lo sacó fue la guerrilla. “Dijeron que yo era un sapo del Ejército, y me tocó irme para Tame”. Allí la suerte lejos de cambiar, lo golpeó más duro. “No sé quién montó el chisme de que yo era ‘paraguayo’ (paramilitar) y las Farc me terminaron matando a dos de mis pelaos: a José Humberto, de 19 años, y a Henry, de 14. En el 95 llegó a Carreño, donde vive desde entonces, con 10 miembros de su familia, en un rancho de bahareque y tejas de zinc a la orilla del río Meta. “A mí que me maten aquí –dice mientras se espanta los moscos de la nariz–; ya estoy aburrido de salir corriendo de todas partes. Además, de aquí para adelante solo queda Venezuela, y yo para allá no cojo ni de fundas”. 8 E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 VENEZUELA El ‘binacional’ Por la ‘salineta’, como llaman a la desértica planicie de La Guajira, circulan los ‘termotabla’, camiones que llevan pasajeros, contrabando y combustible de un lado a otro de la frontera entre Colombia y Venezuela. LA GUAJIRA Las trochas wayúu Por: Ginna Zárate Fotos: Alfonso Cervantes O C É A N O Punta Espada A T L Á N T I C O C O L O M B I A Jose Rodríguez lleva cinco años conduciendo su Ford destartalado por la trocha de Maicao a Montelara con una de las cargas más especiales del país: Jose es contrabandista de gente. Además de toda clase de encomiendas y pasajeros con menudos contrabandos que viajan por los cientos de caminos del desierto que unen la frontera entre ambos países, el tímido y amable barranquillero transporta ‘caliches’. Así les dicen en este desierto remoto –habitado por 200.000 indígenas wayúu que son los únicos que pueden cruzar libremente la raya fronteriza– a los pobres colombianos ‘alijunas’ (no wayúu) que, como no tienen ni la cuenta bancaria con 800.000 pesos que es requisito para sacar la visa venezolana, ni los 100.000 pesos que cuesta, desde hace más de 40 años usan estas trochas para pasar de un país al otro. Jose cobra 8.000 bolívares (casi lo mismo en pesos, al cambio actual) por pasajero, si este simplemente quiere cruzar la raya sin que lo pare la Guardia venezolana. Pero si el viaje es para conseguirle trabajo en cualquiera de las grandes fincas binacionales, que tienen tierra a ambos lados, vale 80.000. Y son muchos los colombianos que se la rebuscan de esta forma. La frontera entre Colombia y Venezuela está surcada por cientos de trochas de tierra dura, polvorientas y azotadas L A RIOHACHA Castilletes G U A J I R A V E N E Z U E L A Maicao Montelara Paraguachón Paraguaipoa Moján por un sol implacable. Señaladas solo por las huellas de otras camionetas y sembradas de bandidos (según Irma Caldera, presidenta de la asociación de transportadores CoopGuajira, cuatro de cada diez camiones son asaltados), son las rutas secretas del contrabando. Por aquí, además de los ‘caliches’ de Jose, viajan de un país a otro sin pagar impuestos níspero, melón, coco y pacas de cerveza Polar venezolanos, y chivos, arroz, plátano, yuca, ñame y ajo colombianos. Pasan whisky y chocolatinas y muchos otros artículos de contrabando. Y se transportan, en camiones a los que todos llaman ‘termotablas’ (sarcástica remembranza de los Termoking, los autobuses de aire acondicionado que surcan la costa Atlántica), miles de indígenas wayúu que tienen en común una curiosa característica: todos adoran a Hugo Chávez. Montelara, donde termina la trocha, es un caserío a 7 minutos de la frontera, en el lado colombiano. Sus 50 viviendas de ladrillo y techos de zinc, habitadas por cordobeses y sucreños, solo disponen del agua impotable que una vez por semana les trae un camión desde Maicao. “Cada mes me toca salir corriendo con los niños en el carro de Jose para que les curen la diarrea en Maicao, la cabecera municipal”, se queja una mujer que se niega a dar su nombre. Pero una cosa no falta en cada patio: una cisterna para almacenar combustible. Lo traen desde Venezuela los wayúu. Además de transitar con toda libertad a lado y lado de la frontera, legalmente, por ser indígenas, están autorizados a comprar en ese país la ‘pimpina’ de gasolina de 25 litros a 4.000 bolívares (menos de 700 pesos colombianos por galón). No bien cruzan la raya, la pimpina vale 6.000 pesos. Y en Riohacha, 10.000. Pingüe negocio del que viven todo Montelara y 6.000 familias en el departamento. Y gracias al cual, si se pudiera presentar, el polémico presidente venezolano ganaría cualquier elección entre los indígenas guajiros. No solo ellos viven de la gasolina. En el Divino Niño, una de esas grandes fincas binacionales, no lejos de Montelara, una veintena de carrotanques se parquea al atardecer. Esperan la mañana para cargar la gasolina y llevarla a la única planta autorizada para comprar –y revender en los 15 municipios de La Guajira– el millón de galones de combustible que entra mensualmente desde Venezuela (negocio regulado por el decreto 1762 Los municipios fronterizos tienen 3’659.337 habitantes y ocupan una superficie de 203.890 kilómetros cuadrados. Fuente: Dane. (Proyecciones de población al 2003). Hace 35 años, Rúgero Monroy trabaja de día en Venezuela y duerme de noche en Colombia, como si viviera en dos barrios. Desde que llegó a Paraguachón (Colombia) se fue ganando a los guardias venezolanos y pasa como Pedro por su casa a su tenderete en el Paraguachón venezolano en el que se alinean, junto a muchas otras mercancías, chocolates suizos, café y detergentes del interior y chicles de los “Estados Juntos”, como él dice. Víctima de la inexorable caída del bolívar, que ya está casi a la par con el peso, recuerda con nostalgia la época dorada, del 81 al 83, cuando el ‘bolo’ llegó a 17 pesos. –¿Cuánto valen los cigarrillos? –le pregunta una venezolana, bajándose de un carro. –Valen mil bolívares o mil pesos; da lo mismo, cariño. –Desgraciado. A eso los consigo yo en Maracaibo –le contesta ella subiéndose al vehículo con un portazo. La escena se repite. De 30 compradores, solo 5 llevan algo. El bolívar ya no rinde, y Rúgero, que llegó a hacer ladrillos para las dos primeras aulas de la Aduana, después de todos estos años está pensando en irse. ¿Adónde? “Adónde más: a Venezuela”. Un amigo le propuso irse a una hacienda de un ex capitán de la Guardia venezolana. Ese, tirar machete, fue el primer trabajo de su vida, cuando a los 13 años se ganaba el jornal de un hombre en Cascajal (Bolívar). Con 60 años bien vividos, conseguir un trabajo mejor para ayudar a su nieto Déimer, de 11 años, y una novia, son sus primeras preocupaciones. “Colombiana o venezolana”, dice. Como con el bolívar o el peso, ahora lo mismo le da. V E N E Z U E L A E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 9 Vida de ganadero En aulas al aire libre, en Paraguachón, aprenden a leer niños wayúu y ‘arijunas’ (no indígenas). del 2003). Los otros dos millones de galones, necesarios según la Unidad de Planeación Minero-Energética para abastecer las 18 estaciones y los 800 ‘pimpineros’ que viven de la venta particular de gasolina en el departamento, entran por estas trochas. Frente a la planta, en las afueras de Maicao, la fila de carrotanques es interminable. Allí se compra la ‘pimpina’ a 6.000 pesos y se revende a 8.000. Los camioneros que la traen ganan 80.000 pesos por viaje. Hombres de uniforme negro y pistola y radio de comunicaciones al cinto, vigilan. En las rancherías de la Alta Guajira los viajeros se detienen por las noches, temerosos de los frecuentes asaltos. Son idénticos a los que, al iniciar la trocha hacia Montelara, reclaman a cada conductor un ‘impuesto de seguridad’. Según Álvaro Ordóñez, quien se presenta como “asesor” de la planta, pertenecen a una cooperativa de vigilancia. Hasta el pasado 18 de junio, la ‘pimpina’ de gasolina se compraba en la planta a 12.000 pesos. Ese día, en un operativo de los cuerpos de seguridad colombianos, 18 de esos vigilantes y una auxiliar de cocina fueron detenidos. Se les decomisaron botas y chalecos privativos del Ejército y armas y radios sin licencia. El precio de la ‘pimpina’ se desplomó a 6.000 pesos. Según el Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía, los 6.000 pesos de más eran el impuesto que los ‘paras’ del Bloque Contrainsurgencia Wayúu cobraban por la ‘vigilancia’. La investigación está en curso. Entretando, la gasolina fluye. La planta y sus vigilantes siguen trabajando. El ‘impuesto de seguridad’ en el camino a Montelara se cobra sin falta. Y Jose, siempre amable y callado, sigue llevando sus ‘caliches’ por las trochas wayúu, los caminos secretos del contrabando de gasolina, cosas y gente en la desértica frontera de Colombia y Venezuela. ❙ TÁCHIRA Amigos de toda la vida, mayores de 50 y ganaderos de La Fría (Venezuela), estos dos hombres que solo accedieron a dejarse fotografiar de espaldas y pidieron no citar sus nombres tienen en común algo lamentable: ambos afirman haber sido secuestrados por colombianos. Al primero, según cuenta, se lo llevaron siete paramilitares. “Cada uno de nosotros hace por 12, repetían a cada rato, y se reían”, dice. “Estuve 23 días en su poder, en 8 sitios distintos. La mayoría de los días me dieron una sola comida, con carne de monte. En la noche, caminábamos entre cuatro y siete horas. Me amarraban las manos y los pies. Pasamos varias veces por la carretera, sin encontrar nunca un soldado”. El otro solo estuvo en dos lugares, y los primeros cuatro días no recibió nada de comer. “Dijeron que eran del Eln, y siempre se tapaban la cara. Me amarraron a una cama con cadena y candado y me dejaron este recuerdo”, dice, enseñando una cicatriz en el tobillo. “Conmigo estaba siempre un carajo muy joven, que decía que quería salirse porque hacía seis meses no lo dejaban ir a visitar a su mujer El calor de La Fría Por: Ismael Medina La Gabarra Las Cruces Tibú Llegaron la primera semana de marzo, de civil y con botas pantaneras. Los había antecedido el primer muerto, un ‘malandro’, según la gente, que hasta hoy no ha sido identificado. En el mes que siguió asesinaron a 20 personas, cuya identidad solo ha sido parcialmente establecida. “Casi todos los muertos no eran del pueblo”, dice la poca gente que se atreve a hablar. En mayo, reunieron a ganaderos y comerciantes. “Vinimos a limpiar esto de guerrilleros y secuestradores”, les dijeron con un inequívoco acento colombiano. Desde entonces no han aparecido más muertos, pero La Fría vive todavía en medio del terror. Rutinaria historia del conflicto colombiano. Con una diferencia sustancial: La Fría, donde tuvieron lugar estos asesinatos, queda en el Táchira, en Venezuela. Boca de Grita Pto. Santander La Fría La Grita NORTE DE S A N TA N D E R CÚCUTA V E N E Z U E L A T Á C H I R A San Cristóbal Ragonvalía Uzcátegui Toledo Chinácota C O L O M B I A Río Arauca A P U R E Guasdualito Cubará ARAUCA Que al otro lado, casi enfrente, para ir de Cúcuta a La Gabarra haya que pasar por media docena de retenes paramilitares y que buena parte de la población esté compuesta por desplazados de las veredas que han huido de la guerra por la coca entre ‘paras’ y guerrilleros del frente 33 de las Farc y del Eln, es normal. Pero que aquí, a una hora de San Cristóbal por una carretera pavimentada interrumpida solo por los minuciosos retenes de la Guardia Nacional venezolana, imperen los mismos miedos y las mismas reglas que en Colombia, es toda una sorpresa. Todo se parece. En La Fría hace calor y en invierno los aguaceros son torrenciales. Los panaderos se quejan por las malas ventas y los desempleados matan el tiempo en el par de billares del pueblo. En el camino, uniformados como el recluta Fernández, de la Guardia, esculcan los equipajes en busca de drogas, armas y precursores químicos. La gente teme hablar. Los dueños de las fincas han dejado de visitar sus propiedades. Según la Asociación de Ganaderos del Norte, que agrupa a los dueños de tierras locales, en la región es secuestrada una persona cada 10 días. Hoy, en total, hay 29 en esa situación. Con 47 municipios y 2’593.501 habitantes, la frontera de Colombia con Venezuela es la más poblada. Fuente: Dane, proyecciones al 2003. y su hijo. Yo estuve 51 días y es lo peor que me ha pasado”. A ambos se los llevaron entrando a sus fincas, en La Fría. Los dos pagaron rescates y, aunque para la media colombiana sus secuestros fueron breves, sostienen que es la peor experiencia de sus vidas. Dicen que sus captores tenían información de sus bancos, deudas y hasta de los colombianos que habían empleado. “Eran colombianos”, afirman los dos. 10 E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 VENEZUELA El artesano zapatero De pie en un bote, un niño mira hacia la orilla venezolana a través del río Arauca que une y separa a Colombia y Venezuela a lo largo de varios cientos de kilómetros, en una de las zonas más conflictivas de la frontera común. “Se los llevan a La Grita”, dicen, afirmando que los secuestradores son colombianos, miembros de los grupos de guerrilla y autodefensas, y que ha aparecido un grupo local, las Fuerzas Bolivarianas de Liberación, según la gente, entrenado por el Eln y antiguos integrantes del Epl. “La persecución en Colombia trajo la guerrilla para Venezuela, y detrás están llegando paramilitares, droga y violencia”, dice un profesor de ese villorrio, una hora más allá de La Fría por una sinuosa carretera de montaña. Como en Colombia, lo primero que pide es no mencionar su nombre. “Hace un mes, guerrilleros del Eln asaltaron una de las tres farmacias de El Guayabo, a media hora de La Fría, y se llevaron todas las medicinas”, cuenta una líder comunitaria. Orlando Reina, director de la Alcaldía de La Fría, habla de sicarios y ajusticiamientos, y expone el trabajo coordinado de los organismos de seguridad venezolanos para enfrentar la situación, que describe, ahora, como de normalidad. Las interpretaciones son tan polarizadas como en Colombia. Reina asegura que se trata de “una alianza macabra entre poderosos (comerciantes y ganaderos) con irregulares colombianos que tratan de tumbar al presidente Chávez”. La gen- te, temerosa y en voz baja, habla de guerrilleros que secuestran y atribuye los 20 muertos a paramilitares colombianos. Presuntos campamentos de los primeros son denunciados casi a diario en la prensa opositora al presidente venezolano. Nadie confirma su ubicación, aunque todos la dan por cierta. En La Fría hace mucho calor. Pero, después de los secuestros de ganaderos y de la macabra visita de los ‘paras’ en marzo y abril, a nadie le parece un simple asunto meteorológico. Colombia, dicen todos, es la responsable de que esta región de Venezuela se haya vuelto una de las más calientes de la frontera. ❙ A John Jairo Zapata le gusta cumplir el adagio que dice que “antioqueño que se respete no se vara”. En 1996, fue despedido de la empresa Riotex en Rionegro (Antioquia), y decidió entonces andar por el mundo en busca de mejor fortuna. Viajó a Cartagena donde comenzó a vender las artesanías que aprendió a elaborar en sus ratos libres en Rionegro. Meses después un cuñado lo llamó desde El Amparo para pedirle que lo ayudara con un almacén de víveres. Más se demoró su familiar en colgar el teléfono que John en coger un bus y viajar hasta Venezuela. Sin embargo las cosas no salieron como esperaba. Decidido a no salir derrotado de Venezuela, construyó con sus propias manos una caseta y la instaló en la plaza Fermín Toro. Allí comenzó a arreglar zapatos, oficio que también había aprendido en sus tiempos libres y que ahora representa su principal sustento. Claro que no deja de lado sus artesanías (manillas, rompecabezas, corazones de alambre) que atraen a propios y extraños y que se han convertido en un souvenir para aquellos que visitan este poblado fronterizo. Él y su hijo David, de 12 años, viven con 25 mil bolívares diarios. Dice EL AMPARO Un pueblo al otro lado Por: Jorge Mahecha Fotos: Carlos Julio Martínez Es sábado y el muelle de El Amparo (Venezuela) parece un hormiguero. Una decena de embarcaciones cruzan el río hacia Arauca (Colombia) con cientos de personas que llevan cajas de cerveza Polar, gallinas, Harinapan, licores y carne. En una de esas canoas, madruga Luis Gutiérrez, un araucano que cruza todos los días la frontera para abrir su carnicería en El Amparo. En febrero decidió cerrar su negocio en Colombia y trabajar en Venezuela. “Desde que el bolívar bajó, la gente de Arauca se viene para Venezuela a comprar más barato. Nos sale a mejor precio la carne aquí porque al otro lado a los ganaderos los sacó corriendo la guerrilla”, dice. TE DE La Fría La Grita ANDER CÚCUTA V E N E Z U E L A T Á C H I R A San Cristóbal Ragonvalía Uzcátegui Toledo Río Arauca Cubará B O YA C Á Guasdualito El Amparo A P U R E Saravena Arauquita ARAUCA ARAUCA C O L O M B I A Mientras una libra en Colombia vale entre 3.000 y 4.000 pesos, en El Amparo se consigue por 2.000. Las tiendas de víveres no dan abasto para atender la demanda colombiana. Andrea Molina, la administradora de La Navidad, la más grande del poblado, dice que desde principios de julio contrató tres cajeras más y aumentó los pedidos. Al otro lado, Amparo Sánchez, subge- rente de Almacenes Zulia, uno de los supermercados de Arauca, despidió a 16 de sus 52 trabajadores. Tiene 20 bicicletas en la bodega hace un año, que nadie quiere comprar. Los taxistas de Arauca tanquean todos los días en la estación internacional de El Amparo. Un galón de gasolina vale cerca de mil pesos; en Colombia, 3.500. Ante la crisis venezolana, los negocios de El Amparo reciben bolívares y pesos por igual, perjudicando así a los cambistas del otro lado. Miguel Acevedo, de la Casa Diner’s, dice que el año pasado realizaba transacciones por 2 y 3 millones de pesos diarios. Hoy no alcanza los 500 mil. En Colombia, en la frontera con Venezuela se cometieron 2.970 homicidios durante el 2002. Fuente: Instituto de Medicina Legal. que no se arrepiente de haber llegado a El Amparo y explica que la crisis es para los triunfadores, por lo que espera sacar pronto la cédula venezolana para viajar hasta Caracas vendiendo sus artesanías y arreglando zapatos. “Acá se vive de milagro pero yo no ambiciono dinero. Desde que consiga la comida, la vida me sonríe”. V E N E Z U E L A E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 11 El hombre de la ‘Zoodiacal’ Una lancha Piraña de la Armada hace una demostración circulando a toda velocidad por el río Arauca frente a la orilla venezolana, donde está la parroquia (corregimiento) de El Amparo. La relación entre estas dos poblacio- Comercio de Arauca, hablando de la nes fronterizas es una balanza que se in- presión de los grupos armados. clina de acuerdo con las condiciones “Aquí uno no grita para que no lo económicas, sociales y de orden públi- crean loco”, sentencia, filosófico, co en cada orilla del río Arauca. Hace Carlos Fernández, un caleño de 45 años casi 20 años, una crisis cambiaria en que llegó a Arauca hace 6 buscando traVenezuela provocó la migración de los bajo en las petroleras y que hoy admicompradores colombianos al país veci- nistra el bar Para qué Más, en el centro no. Ahora, los mismos empresarios co- de Arauca, desierto y cerrado con vallas lombianos que están mal por la caída por la Policía desde las seis de la tarde. del bolívar, aceptan que el paro emprePor la puerta giratoria de la frontera, sarial que vivió el vecino país a princiesa violencia y sus protagonistas se han pio de este año les trajo sustanciales gapasado también a El Amparo. nancias. En el 2002, 55 personas fueron asesiArauca y El Amparo no sólo comparten los vaivenes del bolívar. nadas en esta parroquia (corregimienCuarenta por ciento de los 8.000 habi- to). Las muertes se atribuyen todas a tantes de El Amparo son colombianos. ajustes de cuentas entre guerrilleros y Solo 2.300 están registrados en el con- paramilitares. La mayoría de las víctisulado colombiano. Como dice un con- mas eran colombianas, casi todos taductor de buseta que viaja entre las dos xistas, acusados de ser auxiliadores de naciones, “aquí el que no tiene cédula uno u otro grupo. venezolana no es araucano”. También murieron dos agentes del Casi 400 de los 1.200 alumnos que es- DAS que tomaban cerveza en una tientudian en los dos colegios da del lugar. Desde entonde El Amparo son colomces, ningún miembro de la Grafittis en bianos. Viven al frente, en Fuerza Pública colombiaEl Amparo Arauca, pero aprovechan na puede pasar a que la educación en Venezuela. Este año los a t e s t i g u a n l a Venezuela es gratuita. homicidios han disminuipresencia de do. Van siete, pero solo en El conflicto armado, uno de los casos se manepor su parte, tampoco ve las ‘Fuerzas ja la hipótesis del robo. obstáculo en el perezoso B o l i v a r i a n a s Los demás parecen seguir río de aguas cafés que divide a los dos países. de Liberación’. ligados al conflicto al otro lado del río. La ‘zona rosa’ de Arauca, donde funcionaban seis tabernas y cuatro restaurantes, se acabó, y no exactamente por vaivenes comerciales. “A unos dueños les prohibieron atender a guerrilleros; a otros a paramilitares. Y, como no sabían quién era quién, pues prefirieron cerrar”, dice con nostalgia Jorge Ibarra, jefe de promoción y desarrollo de la Cámara de Édgar Sosa, comisionado del gobernador de Apure, sostiene que varios ganaderos venezolanos han denunciado que la guerrilla les está exigiendo ‘vacunas’ como a sus colegas colombianos. Carlos Julio Álvarez, coordinador de los Círculos Bolivarianos (grupos cívicos que apoyan el gobierno de Hugo Chávez), dice que, desde que nació, ha- ce 37 años, siempre ha visto a los guerrilleros colombianos en su país, pero que en los últimos dos años “la cosa está más caliente”. A esto se suman las versiones sobre las Fuerzas Bolivarianas de Liberación (Fbl) un grupo armado que apoyaría al gobierno Chávez, pero cuya existencia ha sido categóricamente negada en Caracas. Grafittis pintados en casas abandonadas de El Amparo atestiguan su presencia en la zona. Y fuentes de las autoridades del pueblo le atribuyen 5.000 hombres repartidos en 16 frentes que operan a lo largo de la frontera con Colombia, al mando de un tal ‘Jerónimo’. Quién los entrena, cómo aparecieron y si tienen o no nexos con las Farc o el Eln al otro lado, son preguntas, por ahora, sin respuesta. Pese a todo esto, algunos habitantes de El Amparo, como Raúl Sereno, rector del Liceo, opinan que la mala fama del corregimiento es culpa de los medios de comunicación. “Dicen que la guerrilla se la pasa armada por acá y que vive matando gente. Aquí se vive muy tranquilo. Matan más personas en Caracas”, sostiene. Y ese es el mismo pensamiento que tienen muchos de los que viven en este sector de la frontera colombo-venezolana. Para ellos la crisis económica o la violencia no son un problema de naciones; son algo cotidiano que han aprendido a soportar y casi ignorar. Como sentencia Carlos Julio Álvarez: “Somos un pueblo al que solo lo separa un río”. ❙ En el 2000, la frontera más rica era la de Venezuela, con un PIB departamental per cápita de 3’146.535 pesos. Fuente: Cálculo con datos del Dane. Hace 11 años Freddy Peña se vino de La Calera (Cundinamarca) a buscar fortuna a Casuarito, en el Orinoco. En 1994 abrió la perfumería Zoodiacal, una tienda de lociones, bisutería y muñecos de felpa chinos que le ha dado para vivir, construir casa, organizarse y hasta para mandar algo de platica a la familia en La Calera. Eso, en los buenos tiempos, cuando Venezuela era rica y el bolívar era fuerte, cuando, frente a cualquier precio los venezolanos respondían: “Ta’ barato, chico dame do”. “Yo llegué a vender hasta medio millón diario. Pero de tres años para acá esto se perrió. Hoy, por ejemplo, no he bajado bandera todavía y ya son las 4 de la tarde”. Casuarito tiene una particularidad: se trata de una larga calle paralela al río repleta de negocios, la mitad de los cuales tienen a Colombia en el nombre. Tiene dos desembarcaderos (la palabra es excesiva para dos montones de tierra con unos listones de madera encima), uno en cada punta de la larga calle del comercio. La llegada y salida de los botes a Puerto Ayacucho se hace un día por una punta y el siguiente por la otra. “Es que el día en que la gente desembarca por el lado de allá, nosotros, los de este lado, no vendemos casi nada; pero el día después nos va bien. Los venecos no caminan mucho y se quedan en los primeros almacenes que ven”. Desde hace cinco años, este comerciante de perfumes es papá. Tuvo un hijo que nació en el hospital de Puerto Ayacucho, o sea que es venezolano. “Esa es una de las vainas que más nos duele aquí; todos nuestros pelaos tienen que ir a nacer al otro lado porque en el puesto de salud nuestro no hay con qué hacer una sutura”. 12 E S P E C I A L En los confines de Colombia Montelara es una ranchería de La Guajira cuyos habitantes, en su mayoría de Córdoba y Sucre, viven del comercio de gasolina. asi tan vital como el agua, en zonas donde a menudo el transporte es fluvial y la electricidad la proveen plantas de Acpm, el combustible, en los 2.219 kilómetros de frontera de La Guajira a Guainía, es un negocio que alimenta a miles de familias, nutre la guerra y es insumo para la industria de la coca. Mientras Colombia apenas cuenta con 1.632 millones de barriles de reservas petroleras, Venezuela tiene 77 mil millones. De ese lado, un galón de gasolina no vale más de mil pesos; de este, entre 3.500 y 7.000. Esa exagerada plusvalía hace que el contrabando florezca a lo largo de toda la línea limítrofe, en un negocio ilegal que cambia de región a región tanto como sus protagonistas. Alrededor de 100 mil familias, en La Guajira, Cesar, Norte de Santander, Santander y Arauca, viven de un negocio que en el 2002 implicó la entrada ilegal de 15 mil barriles de gasolina y 3 mil de Acpm desde Venezuela, y que dejó pérdidas para la economía nacional de 90 millones de dólares, según datos de Ecopetrol. Cuando el precioso líquido escasea allá, la cosa se pone fea aquí. Marta Vargas, presidente de la asociación local de comerciantes de Puerto Inírida (Guainía) cuenta cómo subieron los precios durante el paro general que la oposición lanzó contra el presidente Chávez en Venezuela: “La escasez obligó a Terpel a enviar gasolina a Puerto Inírida a 7 mil pesos el galón. Antes, dos aviones cisterna particulares alcanzaron a vender el galón a 25 mil pesos”. En Puerto Carreño (Vichada), cuyas plantas dependen del Acpm venezolano, no hubo luz a lo largo de un mes. En diciembre el Gobierno colombiano expidió el decreto 1762, que regularizó la venta de gasolina extranjera en las regiones de frontera y concedió la distribución a firmas específicas en cada departamento, dándoles libertad para fijar los precios. Además, determinó en 20 galones la ‘dosis personal’ que se puede comprar al otro lado, a partir de la cual se considera contrabando, con pena de cárcel de hasta 5 años. Sin embargo, controles y regulaciones no han logrado impedir que paramilitares y guerrillas hayan terminado manejando el grueso C Domingo 10 de agosto de 2003 La ‘dosis personal’ de gasolina que un colombiano puede comprar en Venezuela, sin pagar impuestos, es de 20 galones. De ahí en adelante es contrabando. Un tema que arde Barato en Venezuela y más que precioso en Colombia, el combustible gobierna la frontera. ANÁLISIS del negocio en la frontera, en una distribución geográfica casi equitativa. El dominio de las Autodefensas es evidente en La Guajira y en el Catatumbo. Casi mil kilómetros al sur, en Arauca, de esta industria, viven unas 1.300 personas que introducen alrededor de un millón de galones mensuales, según estimativos de la Brigada 18. En el departamento hay 50 estaciones de gasolina, de las cuales solo 10 pueden expender fluido venezolano. Pero 340 negocios satélites, siempre según datos de la Brigada 18, que se mimetizan hasta en casas de familia y tiendas, la venden ilegalmente. El combustible se trae casi todo por el río Arauca, cuyos 335 kilómetros de línea divisoria son muy difíciles de controlar. En las noches, cuando los venezolanos cierran su frontera es fácil ver botes cargados de hasta 12 tambores de gasolina (con 55 galones cada uno) arribar a la orilla colombiana. Hace unos años, cuando el dominio de las Farc era absoluto, podía verse una manguera en la isla del Charo, (Saravena), que cruzaba este río fronterizo, como un oleoducto artesanal. Hoy, las Farc utilizan tramos del río para pasar gasolina. En Guainía y Vichada el problema es otro, debido a que el 80 por ciento de los laboratorios de coca colombiana están en estos departamentos y en los contiguos Meta y Guaviare. Los cientos de caños que conectan el río Vichada con el Tomo y el Guaviare, tributarios del Orinoco, que forman una cuenca de unos 200 mil kilómetros cuadrados, permiten que ‘gabarras’ (remolcadores) con 180 tambores o más se adentren en las selvas colombianas sin que pueda ejercerse mayor control. Hace tres años, el periódico Tal Cual, de Caracas, publicó un informe basado en cifras de Pdvsa, la empresa estatal petrolera venezolana, según el cual de los 5 millones de litros que le distribuyen al estado de Amazonas (colindante con Guainía y Vichada), 1,2 millones se consumían internamente, otro tanto se vendía a los habitantes de Colombia en la frontera, y el resto, 2,6 millones, se iba a la industria del narcotráfico. Y situaba a San Fernando de Atabapo como el punto de donde salía la mayoría de ese combustible. Tal vez por esa relación perniciosa entre gasolina venezolana y narcotráfico colombiano, el tema del combustible se ha convertido en un tabú. Nadie quiere hablar oficialmente de eso, y mucho menos en Venezuela. “Ustedes no pueden acusar a Atabapo, un pueblito de 8 mil habitantes, de los males de 40 millones de colombianos que comenzaron cuando la oligarquía bogotana asesinó a Gaitán en el 48”, dice airado el comandante de la Guardia Nacional venezolana en ese pueblo, teniente coronel Américo Villegas. En Colombia preguntar por el asunto produce una reacción en cadena de responsabilidades que se les van endilgando a otros. “Tengo 7 elementos de combate (28 lanchas Piraña artilladas) para custodiar 270 kilómetros de río Meta, 291 de Orinoco y 335 de río Arauca. Hacemos lo que podemos”, dice el comandante de la Armada en Puerto Carreño, coronel Jorge Castañeda. El teniente César Ospina, jefe de Policía de Casuarito (Vichada), afirma: “Con los 30 hombres bajo mi responsabilidad es imposible vigilar el contrabando de precursores para la droga. Además, la lancha rápida en la que nos movíamos tiene el motor dañado desde noviembre del 2001, cuando las Farc lo averiaron”. Y Patricia Pinzón, directora de la Dian en Carreño, asegura: “En teoría, eso me compete, por tratarse de un asunto de contrabando. Pero, por Dios, tengo solo tres funcionarios, y ¿qué nos vamos a meter en Guaviare o en el alto Vichada a controlar el ingreso de esa gasolina, si allí no entra ni siquiera el Ejército?”. Sergio Ocampo Madrid ANÁLISIS E S P E C I A L En los confines de Colombia Bajo el sol calcinante, un soldado custodia la raya fronteriza entre Colombia y Venezuela, cerca a Castilletes (La Guajira). Domingo 10 de agosto de 2003 El sol poniente lanza sus últimos rayos sobre el lejano poblado de Amanavén, a orillas del río Orinoco, en la parte más oriental de la frontera con Venezuela. Todo un lío a frontera con Venezuela es sin duda la más viva y dinámica de todas las fronteras colombianas. Así lo reconoce el propio Ministerio de Relaciones Exteriores en un documento de recopilación de 10 reuniones fronterizas llevadas a cabo a lo largo del 2002 para auscultar los principales problemas, potencialidades y soluciones de las cinco fronteras terrestres del país. Tal vez ese gran dinamismo ha sido el factor primordial para crear una relación absoluta de interdependencia y complementariedad, sobre todo comercial, social y cultural que va, de lejos y sin retóricas, mucho más adelante que las integraciones políticas y económicas sobre las que discuten largamente las dirigencias en las capitales de ambos países. Independientemente de la caída en picada en el comercio binacional registrada este año, que mostró un decrecimiento del 66 por ciento en el primer trimestre, la relación macroeconómica entre las dos naciones convierte a cada una en el segundo socio comercial más importante para la otra, después de Estados Unidos. En el 2002, por ejemplo, Colombia le vendió a Venezuela 1.123 millones de dólares y le compró 777 millones. En el plano microeconómico (el que efectúan diariamente las zonas limítrofes entre ellas) es evidente que los siete departamentos colombianos, a lo largo de los 2.219 kilómetros de borde compartido, dependen del combustible de allá, y que los cinco estados venezolanos necesitan de la industria textil, manufacturera, de alimentos procesados y hasta de los electrodomésticos de este lado. La circunstancia de que Venezuela dependa de los productos industriales y agroindustriales de su vecino genera, paradójicamente, una situación de vulnerabilidad para Colombia, en la cual ciudades y pueblos fronterizos deben casi todo su crecimiento y desarrollo a la capacidad adquisitiva venezolana. Por ello, la debacle económica de ese país en los últimos tres años ha llevado a la quiebra a sitios como Cúcuta y Maicao. L La más larga y compleja de todas las fronteras, es un dolor de cabeza en ambos lados. 13 En esta última ciudad, de 1.418 locales comerciales que existían en el 2000, apenas quedan abiertos 156. En Cúcuta, según Carlos Gaitán, presidente de Fenalco Norte de Santander, en el primer semestre de este año el movimiento comercial en su ciudad cayó en un 50 por ciento. Si bien la zona limítrofe con Venezuela es la más dinámica de todas, también es la más problemática. Un factor que dificulta muchísimo el control de los estados centrales es su enorme extensión: representa más de la tercera parte de los 6.342 kilómetros de fronteras terrestres colombianas. Algo que complica aún más la situación es que, en términos de presencia estatal, Venezuela ha conseguido llegar mucho más a sus áreas periféricas de lo que ha logrado Colombia. Eso se comprueba al comparar las 9 unidades, entre bases, brigadas y batallones, que tiene este último país a lo largo de la raya limítrofe, con las 17 que se encuentran en territorio venezolano. El año pasado, el vicepresidente José Vicente Rangel atizó duramente la discusión de la seguridad cuando afirmó que mientras su país tenía 20 mil hombres guarneciendo la frontera, Colombia solo contaba con 4 mil. “Y eso que ellos están en guerra”, dijo. La declaración de Rangel fue una respuesta a una acusación directa del general colombiano Martín Orlando Carreño sobre presencia permanente de las Farc en ese país con apoyo, o tolerancia, de la Fuerza Pública. El rumor de la guerrilla como fuerza asentada al otro lado de la frontera, con posibles bases y campos de entrenamiento, viene creciendo desde hace tres años. Voces como las del senador Enrique Gómez o del general Carreño aseguran abiertamente que se trata de un hecho cumplido. La oposición venezolana ha tomado el tema como punta de lanza para atacar al Gobierno de Hugo Chávez. Este, a través de su canciller Roy Chadertton, lo niega de modo sistemático. Hasta el momento no existe ninguna comprobación contundente de que así sea. Lo cierto es que de este lado las Farc tienen una presencia estable con cinco frentes en los siete departamentos, siendo muy fuertes en Arauca, y relativamente importantes en Vichada y Guainía. El Eln tiene cinco frentes; uno de ellos, el Domingo Laín, en Arauca, es la columna vertebral de su estructura militar. Esa fortaleza en una frontera que los expertos califican como particularmente porosa (por su geografía compleja, por falta de vigilancia, por el gran dinamismo y movilidad de gentes y mercancías) hacen que la guerrilla entre con gran facilidad y se mueva al otro lado. En respuesta al poderío insurgente, los paramilitares empezaron a colonizar espacios fronterizos en La Guajira, Cesar y el Catatumbo, donde hoy son muy fuertes, e iniciaron su llegada a Arauca y al norte de Vichada desde hace dos años y medio. La presencia de los actores armados ha llegado conjuntamente con la expansión de los cultivos de coca, actividad de la cual devengan recursos para financiar la guerra. Según el reporte del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), del 2000 al 2002 las plantaciones ilegales pasaron en Arauca de 978 a 2.214 hectáreas; en Norte de Santander subieron de 6.280 a 8.041, y en Vichada se mantuvieron estables, de 4.935 a 4.910. La guerra también ha llevado un número indeterminado de migrantes hacia Venezuela. Según la Ong Codhes, hoy hay alrededor de 6.000 refugiados colombianos que viven trashumando entre los dos países. “Lo malo –asegura su director, Harvey Suárez– es que no son refugiados, no son desplazados, y casi ni son ciudadanos pues nadie responde por ellos, y muchos, sobre todo los niños, no tienen ni cédula. Es lo que se llama ciudadanía cero”. Todo este panorama tan complejo que se mueve en la paradoja de un gran vigor macroeconómico (al menos hasta el año pasado) versus una problemática social y humana muy deteriorada, ha venido complicándose aún más desde hace tres años, con la llegada al poder de Hugo Chávez y su proyecto de revolución bolivariana de izquierda. La incertidumbre por el futuro es hoy el signo de la relación colombo-venezolana. Una relación que por décadas se movió en la calma estable de la buena vecindad y del intercambio comercial exitoso (con algunas escaramuzas limítrofes) es hoy un mar de desconfianza, de libretos encubiertos y de razones ocultas. S.O.M. 14 E S P E C I A L En los confines de Colombia El capitán Libardo Hidalgo, comandante de la Policía colombiana en Sapzurro, encabeza el grupo que sube al puesto de la frontera. Domingo 10 de agosto de 2003 PA N A M Á Maryoli Martínez, de 5 años, asiste a la escuela de Sapzurro, donde estudia con niños panameños que vienen del poblado de La Miel. La segunda separación de Panamá Cuando los policías colombianos escalaron hace tres meses el cerro, en cabo Tiburón, por donde pasa la frontera invisible con Panamá se dieron cuenta de que se les habían adelantado. La guardia panameña llevaba cuatro años en el alto y hasta izaba la bandera de Colombia todos los días, en las astas del hito de cemento, levantado en 1937. Los uniformados vecinos habían construido un puesto de tablas y paja, que empieza en Panamá y termina 30 centímetros dentro del territorio colombiano, custodiado por una trinchera y alambre de púas. “Sun Tzu, el gran maestro chino del Arte de la guerra decía que el que se toma los puntos altos gana la batalla”, argumenta el capitán panameño Javier Rodríguez, que mantiene la posición en la cima, desde donde se divisa hasta el fin el océano Atlántico. La policía colombiana no tuvo otra opción, mientras construye su puesto fronterizo, que pedir posada en el panameño. Desde entonces, dos uniformados de cada país pasan los días calurosos y las noches de cantos de rana trabajando literalmente hombro a hombro. En el cerro, a 77 metros sobre el nivel del mar, pasar de un país a otro, es cuestión de dar un paso. Hacia el sur, en Colombia, está Sapzurro, el último pueblo de Chocó, y un poco más allá, Capurganá, ambos corregimientos del municipio de Acandí. Y al norte está La Miel, el primer pueblo de Pa- Por: Luis Alberto Miño Rueda Fotos: Édgar Domínguez A una frontera que nunca existió hoy la gente la llama ‘el muro’. namá, y, kilómetros más adelante, Puerto Obaldía. Las relaciones entre los dos países son estrechas en este cerro, que une a ambos por una trocha. Cuando pasa algo sospechoso en el lado panameño, el capitán Rodríguez, que duerme en La Miel, le avisa por radio al centinela del puesto y este le cuenta al oído al centinela colombiano, el cual avisa por radio al capitán de Sapzurro. Gracias a este sistema de correo de voz, el capitán Libardo Hidalgo, comandante de la policía en Sapzurro, se enteró el viernes 6 de junio de que aviones norteamericanos perseguían a una lancha sospechosa de llevar droga por el Atlántico y el domingo siguiente supo que por la fuerte lluvia se cancelaba por segunda vez el partido de fútbol, en el que sus hombres se iban a enfrentar a la ‘artillería’ panameña. Este sitio, como los 265,6 kilómetros de frontera, desde cabo Tiburón hasta Punta Ardita, en el Pacífico, demarcados por 15 hitos, solo existían en los libros de los tratados. Pese a que Panamá se separó de Colombia hace un siglo, motivada por los intereses estadounidenses de construir el canal interoceánico, los 330 habitantes de Sapzurro y los 100 de La Miel, atados por el camino de barro como por un cordón umbilical, vivían como si estuvieran en un país propio. Antes de que llegaran las dos policías al límite, ambos poblados, fundados a comienzos del siglo XX por familias que salieron en embarcaciones de vela de la isla de Bocachica, frente a Cartagena, no tenían diferencias. Pese al cerro, las vidas de estos pueblos han estado tan unidas que Ignacio Meza tiene una mujer en Colombia y otra en Panamá. Pasa una semana en un lado y luego se va para su otro hogar. Viven tan cerca que los gallos de La Miel son capaces de levantar a los habitantes de Sapzurro; a todos les llega el cable de televisión colombiana; escuchan las mismas emisoras de vallenatos; se enteran de los mismos chismes y el 20 de julio se celebra en los dos lados. Pese a que había algunos policías panameños, nadie los paraba en el límite. “Uno iba a bailar allá y volvía en la noche y no pasaba nada”, dice doña Águeda Zúñiga, que nació en Sapzurro hace 93 años y apenas vino a sentir que había una frontera a finales de los años 90. La raya limítrofe comenzó a hacerse visible el 20 de abril de 1999, cuando los pobladores de La Miel vieron a un grupo de las Farc, al mando de ‘Víctor’. Para esa fecha ninguna de las dos policías estaba en el alto. A las 6:30 de la tarde, los habitantes de La Miel se escondieron como cangrejos cuando los vieron tomar el camino a Sapzurro con linternas y ristras de balas en el pecho. “Pasaron a Colombia por el muro (como llaman ahora al cerro) y luego se sintió un polvoreo. Nosotros solo habíamos visto la guerra del país en televisión”, dice Félix Pereira, que tiene una tienda en La Miel, donde vende Seco, el trago tradicional panameño, y aguardiente Antioqueño. En Sapzurro, la sorpresa fue mayor. “Cuando sentimos el primer tiro, dijimos, qué cosa tan rara, un tiro; cuando sentimos el otro corrimos pa‘ dentro. Semejante balacera desde las 7 de la noche hasta las 3 la mañana”, dice doña Águeda. Mientras unos disparaban, otros saqueaban las tiendas. Cuando los policías se E S P E C I A L En los confines de Colombia PA N A M Á Domingo 10 de agosto de 2003 Colombia - Panamá Longitud: 225 kilómetros. Población Colombia: 411.844 personas Panamá: 97.214 personas Departamentos Colombia: 1 Panamá: 2 Municipios Colombia: 3 Panamá: 4 Comercio (miles US$) Exportaciones: 214.697 Importaciones: 455.021 S A N Algunos hitos O C É A N O B L A S A T L Á N T I C O FUERZA PÚBLICA DE PANAMÁ FUERZA PÚBLICA DE PANAMÁ Puerto Obaldía POLICÍA Malagüita La Miel Sapzurro POLICÍA Kuna Capurganá GOLFO DE URABÁ POLICÍA ACANDÍ Fuentes: Dane, Ministerio de Comercio Exterior, 2002. ARMADA INSPECCIÓN MÓVIL DE GUARDACOSTAS DE TURBO Se rra nía de P A N A M Á lD Tanela ari Desde Turbo én AUC Bloque Élmer Cárdenas Santa María FUERZA PÚBLICA DE PANAMÁ Tipana Yaviza Ruta de EL TIEMPO Grupos indígenas Tráfico de drogas y armas Flujo de desplazados y refugiados POLICÍA UNGUÍA FUERZA PÚBLICA DE PANAMÁ AUC Farc Goya Tanela AUC Kuna Embera Waunana Capital municipal Población 12 Kms. 0 R ío FUERZA PÚBLICA DE PANAMÁ Pay a Paya Bijao D A R I É N ANTIOQUIA ng o Municipal Casita Boca de Cupe Límites Internacional Departamental Pto. Piña FUERZA PÚBLICA DE PANAMÁ R ío Ma Kuna Río Atrato PA C Í F I C O FUERZA PÚBLICA DE PANAMÁ as als oB Rí O C É A N O Kuna FARC Frente 57 Jaqué Mangle El Cruce RIOSUCIO ío la Salaquí Sa qu í Embera ó Área detallada El Pacífico C O L O M B I A Punta Ardita POLICÍA JURADÓ ARMADA BAFLIM 6 Río T ru a n d Águeda Zúñiga, a sus 93 años, recuerda desde el nombre de la primera profesora de Sapzurro hasta la primera poesía que le enseñó. “Se llamaba Cristina Castañeda y me enseñó una recitación: ‘esa mañana nardos y rosas, mueve la brisa primaveral y en los jardines las mariposas vienen y van, vuelven y van’”, recuerda. La mujer, que se dedicó toda su vida a sembrar yuca, coco, arroz, plátano y ñame, en un terreno que colinda con la frontera, vive en una casa frente al mar. La historia de Sapzurro es la historia de su vida. “Acá vivían los kunas y después llegaron navegando a vela unos hombres de Bocachica, cerquitica a Cartagena. Ellos sacaron a los indios con brujería, se dividieron por Sapzurro, La Miel y Capurganá Aspavé R LA MEMORIA DE SAPZURRO 15 C H O C Ó y se dedicaron a la tagua. En esos tiempos había una cosa pavorosa que llamaban el Gritón, decían que era el diablo, que gritaba y movía la tierra. “Mi papá era indio y me gustaba de niña navegar con él en cayuco, a pura vela. En esos tiempos había solo lámparas de queroseno y velas, hasta que un señor de Medellín regaló la primera planta de Acpm. “Por aquí no había peligros. En un tiempo hubo tigres, pero no atacaban a la gente, y los tiburones venían a la playa, pero no mordían. “Esto siempre fue tranquilo. En el pueblo nunca hubo bares con mujeres porque una vez quiso meterse uno y la gente se opuso. Tampoco se hizo aeropuerto porque la gente dijo que venían después cosas malas. Cuando llegó el primer avión acuático muchos indios salieron corriendo del susto. “Acá se vive muy sabroso. Hay años en que no hay un muerto”. 1903, noviembre 13. Panamá se separa de Colombia. 1914, abril 6.. Tratado Urrutia–Thompson. Colombia reconoce la independencia de Panamá. Estados Unidos se compromete a pagarle 10 cuotas de 250.000 dólares. 1924, agosto 20. Tratado Vélez-Victoria, delimita la frontera terrestre. 1976, noviembre 20. Tratado Liévano-Boyd, sobre límites marítimos. 1992, febrero 10. Panamá reconoce a los refugiados la figura de ‘protegido humanitario’ temporal. Marzo. Se crea la Comisión de vecindad Colombo-Panameña. 1997, abril 1. Las Farc matan a cuatro personas en La Bonga y Titiná (Panamá). 1997, noviembre 15. Las Farc matan a un policía en Boca de Cupe. 1998, noviembre 19. Acuerdo de asistencia mutua sobre tráfico de estupefacientes. 1999, abril 20. Las Farc atacan Sapzurro. Noviembre. Paramilitares hostigan a la Policía panameña en el hito fronterizo. Diciembre 12. Cruenta toma de las Farc a Juradó provoca un masivo éxodo de civiles a Jaqué (Panamá). 2000, octubre. Las Farc atacan La Darienita de Nazaret (Panamá). Septiembre-octubre. Descubren en Panamá varios arsenales destinados a Colombia. 2002, diciembre 18. Los presidentes de ambos países acuerdan reiniciar reuniones bilaterales. 2003, enero 18. Paramilitares asesinan a cuatro autoridades indígenas kuna, en las aldeas fronterizas de Paya y Pucurú. Abril 11. Se firman la directiva y el manual de procedimiento operativo de la Comisión Binacional Fronteriza (Combifron), entre militares de ambos países, y el Tratado de Cooperación Policial. Abril 21. 109 desplazados colombianos son deportados de Panamá. 16 E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 PA N A M Á El cónsul de Puerto Obaldía Rodeado de alambres de púas, en la montaña que une a Sapzurro y La Miel –llamada ahora por los pobladores ‘el muro’–, un policía colombiano monta guardia entre Colombia y Panamá. Panamá Colombia Comarca de San Blas Superficie (km2) Población (personas) Indígenas (personas) 2.357 38.726 34.000 kunas Probabilidad pobreza Analfabetismo 0,98 38,5 16.671 58.488 11.434 emberas 2.605 waunana 0,83 23,0 Fuentes: Dirección de Censos y Estadística de Panamá, 2000. Ministerio de Economía y Finanzas, 1999. Contraloría General de la República de Panamá, 2000. Ministerio de Gobierno y Justicia de Panamá, 1996-1997. rindieron, mataron al comandante del puesto para quitarle el arma. “Hasta ese año aquí nunca se vio derramar una gota de sangre. El cura decía que el único pueblo que en Colombia no estaba manchado de sangre era Sapzurro”, recuerda la señora. Al amanecer, los pobladores de Sapzurro vieron a los guerrilleros embarcar a los policías heridos en una lancha hacia Capurganá. Luego desaparecieron por la trocha hacia La Miel, bebiendo cerveza y whisky. “Nosotros estuvimos con ellos como ocho días, nos dijeron que nos iban a cuidar, pero todo el pueblo se fue para Sapzurro y Puerto Obaldía por miedo. No quedó nadie, los perros se conseguían muertos de hambre por ahí”, dice Pereira, de 57 años, con cinco hijos y 17 nietos. “Se quedaron aquí sabrosón, esperando al Ejército y a los paramilitares”. Los únicos que los visitaron fueron unos periodistas, que llevaron la noticia a Ciudad de Panamá y se armó el escándalo en ese país. El gobierno panameño envió un mes después más policía al pueblo. Entonces, volvieron los desplazados. Algunos, como doña Águeda, que se fue para donde unos familiares en Colón (Panamá), prefirieron irse para calmar los nervios que les dejaron los tiros. Chocó Darién Ese año las balas sacudieron los poblados de la línea fronteriza. El 12 de diciembrem, Capurganá y Juradó también fueron atacados por las Farc. Y mientras la policía panameña llegó a su territorio, los habitantes de Sapzurro se quedaron solos, con su miedo, pues la colombiana no volvió a las ruinas de la estación. La policía panameña, enviada a La Miel, tomó posiciones en el cerro, hasta donde le llegó también un día la guerra. Una mañana de noviembre de 1999, unos hombres de las Autodefensas les dispararon tres cohetes al puesto de madera que tenían, pero ninguno lo impactó. Fueron 30 minutos de fuego cruzado que obligaron finalmente a los ‘paras’ a dispersarse y a los habitantes de Sapzurro a sacar banderas blancas. “Fue que a los ‘paras’ se les escapó un disparo y se salvaron, porque iban a acabar a la policía panameña, por lo que pasó en La Miel”, dice un poblador que prefirió no dar su nombre. “Somos objetivo militar de Autodefensas y guerrilleros”, dice el capitán Rodríguez, que se gana 1.100 dólares mensuales, 100 de ellos por estar en zona de orden público. “Nos atacaron y no podemos bajar la guardia”. Los ‘paras’ han acusado a la policía de permitir, por 20 años, que la guerrilla pe- Superficie (km2) Población (personas) Indígenas (personas) PIB (millones de pesos, 2000) Índice NBI* (%) Mortalidad (x cada 100.000 habs.) Vacunación niños (%) Cobertura escolar (%) Homicidios (a mayo 31, 2003) Cultivos ilícitos (hectáreas, 2002) Desplazados (expulsión, 2002) *Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuentes: Dane. Ministerio de Protección Social. Ministerio de Educación Nacional. Codhes. Dijín. Simci. netre en su territorio. Carlos Castaño hasta envió una carta a la presidente panameña, Mireya Moscoso, exigiéndole “mayor seguridad en la frontera”. “La guerrilla pasaba a Panamá a buscar comida y armas. Uno veía solo camuflados en la playa de Malaguita. Les compraban el pescado a los pobladores –dice un lanchero–. Hasta allá tocaba ir a para pagar los rescates de los secuestros. Se bañaban tranquilamente en el mar, como si estuvieran de vacaciones. La última vez que los vi fue hace dos meses”. Las autodefensas al mando de ‘El Alemán’ cruzaban la frontera para perseguir a las Farc, a las que habían sacado corriendo de Urabá. Más que una venganza sin límites, iban por la conquista de los corredores de abastecimiento de armas y drogas. Fue así como Panamá conoció en su tierra la guerra. Los ‘paras’ hicieron la El Índice de Desarrollo Humano para los departamentos fronterizos (0,72) está por debajo del promedio nacional (0,77). Fuente: Departamento Nacional de Planeación-Pnud (2001). 46.532 411.844 36.766 673.937 81,5 232,2 61,3 91,2 41 n.d. 4.338 El cónsul Álvaro Márquez duerme con un palo en su casa azul en Puerto Obaldía. En los dos años y medio que lleva como representante del gobierno colombiano en este pueblo panameño se ha podido acostumbrar a estar sin teléfono por semanas, a no comer frijol por meses, a todo, menos a las ratas. Apenas las oye, las persigue con el palo por toda la casa, a tientas entre la oscuridad. “Siempre duermo en guardia”, dice el funcionario. Pero las ratas no son el principal problema de Márquez, que duerme en una casa azul, en la calle principal de este pueblo, donde viven 284 colombianos. “Los compatriotas que viven aquí casi no recurren a mí cuando pasa algo, ellos tratan de arreglar sus problemas directamente con las autoridades panameñas”, comenta el cónsul, que se entera de lo que pasa en Colombia gracias a que tiene televisión satelital. “Cuando yo llegué había mucho problema por la negativa de ingreso a ciertas personas que no tenían el tiquete internacional para ir a ciudad de Panamá, que exigen las autoridades de este país. Pronto los residentes de la frontera van a ser exonerados del tiquete”, dice Márquez, que tiene que ir en lancha a Sapzurro a llamar a su familia en Bogotá, por los continuos cortes que sufren los teléfonos. A cambio de quejas de sus compatriotas, el cónsul recibe extranjeros que pasan por ese territorio hacia Colombia. “Vienen franceses, ingleses, suizos, mexicanos. En lo que llevo aquí han pasado unos 40 extranjeros a nuestro territorio. Yo les pongo un sello para que se reporten al puesto de migración, pues el más cercano es el de Turbo, a dos horas en lancha”. PA N A M Á E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 17 La enfermera de Capurganá Si el día está nublado en Capurganá, Trinidad Zapatero Buendía no puede mirar las bacterias, ni los glóbulos rojos a través del microscopio. El bombillo del aparato se dañó y la enfermera solo puede revisar las muestras de sangre y orina de este pueblo cuando el sol es intenso. El capitán panameño de La Miel, Javier Rodríguez, descansa en el hito fronterizo, donde las dos policías comparten el puesto. primera incursión en 1997, al caserío de La Bonga, cerca de Puerto Obaldía, y mataron a tres colombianos, acusándolos de cultivar para la guerrilla. La guerrilla, a su vez, se metió a Nazaret, provincia del Darién, en el 2001, y mató a una niña y dejó a 12 personas heridas. Este año, los ‘paras’ volvieron en enero y mataron a cuatro indígenas kunas en Paya y Púcuro, en la provincia del Darién. Estos ataques fueron convirtiendo el cerro de la frontera en un muro para los colombianos que viven en este rincón del país. En Puerto Obaldía los visitantes colombianos tienen que ir al puesto de Policía panameño, donde un funcionario de inteligencia los interroga y decide si pueden entrar. Nadie puede evadir el control. Josefa Pertú, de 93 años, es trasladada en Sapzurro para ir, en lancha, al hospital de Acandí, a una hora. que comenzaron a sentir que vivían en dos países diferentes, desde que la Policía panameña llegó al cerro. Si un colombiano pasa diez veces por el camino hacia Panamá, las diez veces le piden la cédula. Hasta apuntan en un libro el paso de los 15 niños que van camino al colegio todos los días a Sapzurro. Mientras los panameños pasan solo con el saludo. “Panamá se ha puesto mortificado en estos años. Hasta a mí, que he vivido toda la vida aquí y tengo familia allá, me ha tocado presentar la cédula para pasar la montaña”, dice doña Águeda. La frontera comenzó a cerrarse a las 6 de la tarde. “Ya uno no puede emborracharse porque si se va a ir a tomar en La Miel tiene que amanecer allá”, dice Ausberto López, de 67 años. Se llega al extremo de realizar controles a la aftosa. De Sapzurro no se puede pasar a La Miel ni un pollo, ni una libra de carne, ni un pedazo de queso, ni una bolsa de leche, ni un huevo, porque los panameños Se dice que creen que les pueden llelos panameños var la enfermedad, pese a que en la región no hay ni prohíben a una sola vaca. “Desde que se alborotaron la guerrilla y los ‘paras’ esto está pesao por acá”, dice el viejo Antolino Ayarza, de 93 años, habitante de este poblado. Los colombianos son sospechosos para la policía vecina. El cónsul de Colombia en Puerto Obaldía, Álvaro Márquez, dice una muchacha Lo único que continúa que están estigmatizados. visitar a su siendo igual en estos pue“Creen que están hacienblos del límite, que viven do inteligencia. A veces novio en del turismo, la pesca y el no dejan entrar a alguien Capurganá. comercio de los cocos, es y se guardan las razones”, la pobreza y el olvido. dice. En el pueblo se rumora que la Policía Toda la vida entra a estos pueblos por panameña le tiene prohibida a una mu- barco, desde las estatuas de los santos de chacha la visita de su novio de Capurga- la iglesia hasta la yuca y el tomate, que ná, porque dicen que es paramilitar. Hay tienen que mandar a pedir a Turbo y Carhermanos que solo se pueden ver tres tagena, ya que no existe carretera y solo días. llegan a Capurganá dos avionetas a la seLos controles en la raya han cambiado mana desde Medellín, y otras dos a Puerla cotidianidad de Sapzurro y La Miel, to Obaldía, desde Ciudad de Panamá. En Sapzurro un bulto de cemento cuesta 25 mil pesos; el galón de Acpm, 6.400 pesos; un litro de aceite, 4.200 pesos; una gaseosa, 1.000 pesos; una cerveza, 1.500 pesos; una libra de azúcar, 950 pesos, y un huevo, 300 pesos. “Cada vez que sube la gasolina aquí se disparan los precios porque a los barcos se les sube el costo para venir hasta acá”, dice doña Marta, dueña de una de las tres tiendas. El poblado tuvo en junio racionamiento de luz en la madrugada porque el barco que lleva todos los meses el Acpm de Cartagena a la planta de Capurganá, de donde les envían por cables la energía, no trajo suficiente. Ya se han acostumbrado a vivir sin luz durante el día, pues solo prenden la planta en las noches, para sofocar el calor con los ventiladores. Para ver los partidos de Colombia y las carreras de Montoya que ocurran en el día tienen que buscar silla en los pocos hoteles que tienen planta propia. El agua se recoge de una quebrada con cañerías y tienen que pagarle a un poblador para que quite las hojas que taponan la bocatoma cuando llueve fuerte. Apenas tienen tres teléfonos, donde cobran la llamada mínima a 2.500 pesos, y están esperando que les aprueben 30 líneas que les prometió Telecom antes de que se anunciara su liquidación. Enfermarse es un problema. Tienen un puesto de salud abandonado, la enfermera más cercana está en Capurganá y el médico, en Acandí, a hora y media en lancha, dependiendo del brío de las olas. Aunque abren la iglesia todos los días, Los municipios fronterizos tienen un tasa de 98,3 homicidios por cien mil habitantes, en tanto que la tasa nacional es de 65. Fuente: Cálculos propios, con datos del Instituto de Medicina Legal (2002). No hay datos para 15 municipios. Al puesto de salud no solo le falta el bombillo sino el médico, la bacterióloga y el odontólogo, que no volvieron después del ataque de la guerrilla del 12 de diciembre de 1999. Ese día, Trinidad evitó que un subversivo que entró con una granada al puesto provocara una tragedia. “¿Qué van a hacer con eso?, ustedes no pueden volar esto, esto es de la comunidad”, les dijo con temor. Los guerrilleros la miraron, se llevaron algunas drogas y se fueron nuevamente al monte. Trinidad es la jefa del puesto desde entonces y atiende no solo a los pobladores y turistas de Capurganá sino a los de Sapzurro, que no tienen enfermera. “Tenemos equipo de órganos, rayos X y hasta una incubadora, pero hacen falta los profesionales –dice la mujer–. Atendemos como podemos, pero cuando alguien se complica toca mandarlo en panga a Acandí. Gracias a Dios aquí no hay heridas graves”. “Trabajo de día y de noche. Si hay una urgencia me llaman a la casa y salgo a atenderlos”, dice Trinidad, que lleva 17 años lidiando con el paludismo, las virosis que traen los turistas, enseñándoles a los varones a ponerse el condón y recibiendo a todos los niños del pueblo, que ya crecidos hasta la piropean. 18 E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 PA N A M Á Un profesor binacional Dos niñas, hijas de colombianos, que viven en Puerto Obaldía (Panamá), sonríen luego de salir del colegio. nunca han tenido sacerdote y al último corregidor lo sacaron por recorte administrativo. Al otro lado, los problemas son calcados. En Puerto Obaldía hay postes de luz con bombillos en las calles, pero no funcionan; los teléfonos duran dañados meses. En La Miel, pese a que la Policía panameña les regala la luz todas las noches, no tienen escuela porque los profesores se fueron cuando aparecieron los guerrilleros; para ir al médico van a Puerto Obaldía o cruzan la frontera a Colombia. Los dos teléfonos que tienen se quedan sin tono cada vez que llueve y, cuando sus habitantes necesitan llamar a Colombia, tienen que cruzar la frontera porque de su pueblo les salen las llamadas con tarifa internacional. Estos pueblos están tan lejos del mundo actual, que las únicas motos que han rodado por Sapzurro fueron dos Harley Ismael Medrano, de 81 años, hace la siesta en su casa de Puerto Obaldía. Davison que llevaron en barco unos argentinos que estaban dándole la vuelta al mundo. Luego de estar por cerca de cuatro años a la deriva, después de la toma de las Farc a Sapzurro, la presencia del Ejército y de 30 hombres de la Policía animó a los pobladores. Los dueños de los hoteles, las señoras que lavan ropa, los lancheros, las cocineras hacen cuentas con los turistas que vendrán por la seguridad en vacaciones, pues dicen que no se murieron de hambre cuando la cosa se puso fea por la toma porque en el mar había mucho pargo. Los de las tiendas tienen páginas en blanco en sus cuadernos para las cuentas de sus nuevos vecinos, los cerca de cien policías que van a vivir en el puesto que se va a construir. “Aquí sobrevivimos fiándoles a los policías, pues ellos tienen que comer en el pueblo”, dice Marta. El capitán de la Policía colombiana di- ce que además de seguridad van a traer progreso, pues necesitarán mano de obra para levantar el puesto nuevo, una planta de luz más grande, un buen alcantarillado, un buen acueducto y más líneas telefónicas. Aunque esperan que algún día atraque el barco del progreso en el pueblo y no sea necesario gastar un galón de Acpm para ver los partidos de Colombia, para ellos su mejor riqueza es poder sentarse todas las noches a conversar en la puerta en una mecedora en paz. “Los panameños están equivocados, ellos deben buscar sus raíces, como los árboles. En el fondo ellos son colombianos –dice doña Águeda, que asegura que nunca se irá de Sapzurro–. Aquí tuve 11 hijos y me quedaré. Duré seis meses en Medellín y extrañaba las olas pegar frente a mi casa y el aire tan sabroso del mar”. ❙ El profesor Manuel María Mosquera Palacio no ha podido explicarles a los niños de Sapzurro qué es un computador porque el que le llegó hace tres años en barco se dañó un día con una tormenta. Lo tiene guardado en un escaparate, pensando en que algún día otro barco lleve a este pueblo uno nuevo. Cuando salió de la Universidad Tecnológica de Quibdó, Manuel María solo encontró puesto en Sapzurro y se fue sin pensarlo. Ya lleva 17 años en el pueblo, donde se casó y aprendió a enseñar con las uñas. En la escuela, los mapas de Colombia son de hace más de diez años, un salón de clases se quedó sin techo porque le cayó un árbol y a los inodoros les faltan las tazas. Manuel María es un profesor internacional. Entre los 80 alumnos, que pagan 5.000 pesos de matrícula, con los que se compran escobas y traperos, hay 12 niños de La Miel, donde no hay maestros porque se fueron hace cuatro años, cuando la guerrilla se tomó el pueblo. “Los niños de Panamá tienen que venir con el uniforme en el maletín para no embarrarse cuando crucen la loma del límite”, dice el SAPZURRO Así llegó la televisión Cansados de caminar a Capurganá para ver los partidos del mundial de Italia 90, en un hotel que tenía parabólica, los pobladores de Sapzurro decidieron conseguir una antena para su pueblo. Compraron en Medellín una ‘espina de pescado’, la más potente. En avión y en lancha la trajeron a Sapzurro. Cortaron una guadua como de 20 metros, amarraron la antena y la ubicaron en los sitios más altos a la espera de la señal, pero nada. La subieron al Cristo de la iglesia, y tampoco. Luego de dos días de ensayos se resignaron. Un día, un paisa le regaló al pueblo una parabólica, que un técnico armó junto a la cancha de fútbol. Tardaron un día instalándola, buscando con una brújula la señal. Solo entraban canales peruanos, pero se pusieron felices. Hasta que vieron que el cable solo servía para un televisor. Por las noches, al prender la planta, el pueblo, sentado ante la parabólica, votaba para ver qué película ponía. Así duraron un mes, hasta que el técnico volvió e instaló cables para todas las casas, que compraron televisores último modelo. No se cambiaban por nada. Hasta que, hace cinco años, los canales fueron codificados, y el pueblo se quedó otra vez con televisores y sin señal. Ahora, desde que hoteles y restaurantes compraron señal satelital, todo Sapzurro se sienta frente a sus establecimientos a ver televisión. En el 2000, la frontera más pobre era la de Panamá, con un PIB departamental per cápita de 1’654.828 de pesos, menos de la mitad del nacional. Fuente: Cálculo con datos del Dane. ‘profe’, que les recomienda que cuando llueva no vayan a clase porque se pueden caer bajando la ladera. Una de las cosas que más le duele a Manuel María es que sus alumnos brillantes se quedan en el pueblo, pescando en las mañanas y tomando el sol por las tardes. “Solo unos cinco, de unos 20 muchachos, pueden ir a estudiar bachillerato al colegio de Acandí, a una hora en lancha”. ANÁLISIS E S P E C I A L En los confines de Colombia Aunque el contrabando ya no pasa por este pueblo en decadencia, una lancha de la Policía Panameña permanece amarrada al muelle de Puerto Obaldía. Domingo 10 de agosto de 2003 Antolino Ayarza, de 93 años, ante la bandera del consulado colombiano en Puerto Obaldía (Panamá). Un ron para Antolino ntolino Ayarza dice que ya no va a Colombia porque dejó el ron hace diez años. El viejo aventurero de 93 años, que vive en Puerto Obaldía, donde fue policía y corregidor, navegaba en su juventud a parrandear a Cartagena. Ya con bastón, añora los viejos tiempos en que el dinero, las putas y el whisky sobraban en este pueblo, adonde llegaban diariamente 30 aviones con mercancías de los barcos que cruzaban el canal de Panamá y eran enviadas a Colombia. El pueblo era próspero. Un ruso y un chino tenían tiendas donde vendían plantas eléctricas, vajillas y trago. En las cinco casas de cita bailaban hasta 25 prostitutas colombianas, que frecuentaban los gringos que manejaban el canal. A Ayarza dice que el pueblo se arruinó. “Ya qué vienen a buscar; el negocio era con los colombianos. Esto va pa’ atrás, como el cangrejo”. Puerto Obaldía se murió, pero el contrabando sigue pasando hacia Colombia, por puertos más grandes. A mediados y a finales de los 90, el proveniente de Panamá fue anualmente, en promedio, de 1.400 millones de dólares, según un estudio de la Dian, que reportó este año la incautación de 5.418 millones de pesos en máquinas por el Caribe y 4.757 millones de textiles y manufacturas por el Pacífico. Pero lo que más le preocupa a Ayarza no es solo que ya no aterrizan aviones sino que la guerra llegó a su pueblo. “Eso se puso muy feo por acá”, dice. El conflicto entre el bloque Élmer Cárdenas de las Autodefensas, con unos 110 hombres, y el frente 57 de las Farc, con unos 170, se volvió desde primera página de los periódicos y agenda de los dos gobiernos, hasta tema de conversaciones en las tiendas de la frontera. Pacífica y exótica por décadas, esta frontera, desde hace unos años, ‘va como el cangrejo’. 19 Pese a que los mismos panameños admiten que la guerrilla ha pisado las comarcas de Darién y San Blas desde hace 20 años y que desde 1997 se están registrando incursiones armadas, el ataque de enero del 2003 de los ‘paras’ a los pueblos kunas de Paya y Púcuro, donde fueron asesinados 4 indígenas, rebosó la copa. A los pocos días, el Gobierno colombiano anunció la reinstalación de 15 puestos de policía en las poblaciones fronterizas, abandonados tras ataques de guerrilla. Y la Policía de Panamá volvió a montar sus bases en los caseríos indígenas atacados. El 11 de abril, en Bogotá, se firmó un acuerdo entre los gobiernos para compartir información de seguridad entre mandos medios en la frontera. Para Colombia, según miembros de organismos de seguridad, esta frontera es clave pues ambos grupos ilegales la usan para abastecerse de armas, que canjean por coca. Muestra de esto es la incautación, el pasado 15 de marzo, de 50 kilos de coca en una avioneta que aterrizó de emergencia en Capurganá y el decomiso de 7,5 toneladas del alcaloide por la Policía panameña el año pasado. Por esta zona también pasó el Oterloo, una embarcación que en el 2001 introdujo al puerto de Turbo 3.000 fusiles AK-47 del ejército nicaragüense, destinados a los ‘paras’. “Es muy difícil controlar el tráfico por las 300 trochas que existen en el tapón del Darién”, admite una fuente militar, que asegura que ante eso la estrategia del Ejército colombiano no es montar bases fijas sino móviles. Al otro lado la preocupación se centra en la capacidad para resguardar la frontera, pues Panamá no cuenta con Ejército desde 1994. Actualmente, la Policía panameña tiene unos 14 mil hombres, de los cuales unos 1.500 están en la frontera. Colombia, por su parte, tiene unos 200 policías en Sapzurro, Capurganá, Acandí y Juradó (donde además hay Infantería de Marina); cerca de 300 soldados profesionales de tres compañías móviles en la frontera y tres batallones, cada uno con unos 700 hombres, en el golfo de Urabá, donde también hay una base de Infantería de Marina, para patrullar el océano y el río Atrato. “Esta es un área sumamente aislada, con pocas vías de comunicación, que influyen en la seguridad”, dice el profesor panameño Francisco Álvarez, quien ha trabajado con la Fuerza Pública de Panamá en poblaciones limítrofes. Jorge Aníbal Aparicio, analista panameño de conflictos militares internacionales, cree que la Policía de su país no tiene los suficientes niveles tecnológicos en sus armamentos para contrarrestar a ‘paras’ y guerrilleros. “Creo que sería la perfecta excusa para que vuelvan los estadounidenses”, dice. Para Aparicio, Panamá es vista como una quinta frontera de Estados Unidos y el canal es fundamental para su economía. “Están preparando un retorno rápido, ya no al canal sino a la frontera. La estrategia antisubversiva es utilizar a Panamá como un portaaviones, para que tenga el papel geopolítico que jugó Kuwait en la pasada guerra contra Irak”, asegura. El experto teme que el conflicto se anide en su país. “El 35 por ciento de la sociedad vive en extrema pobreza y han aparecido últimamente contradicciones políticas graves que hacen pensar que, si en los próximos dos años no enrumbamos el país, podría crearse una especie de insurgencia armada que cuestione ese orden. Me parece que esto lo tienen claro los Estados Unidos; ellos intuyen que el conflicto colombiano puede desestabilizar toda el área”. Vaticinios académicos que no impiden que el viejo Ayarza, a sus 93 años, no pierda la esperanza de estar vivo cuando la guerra en Colombia termine. Si eso pasa, tal vez vuelva a Cartagena a tomarse un ron. “Pa’ celebrar”, pese a que lo dejó hace diez años. 20 E S P E C I A L En los confines de Colombia Doña Gabriela Cuero de Rodríguez tiene 75 años, nació en Cabo Manglares, como sus padres y sus abuelos. Ahora vive al frente, en Milagro. Su oficio: vender sal. Domingo 10 de agosto de 2003 ECUADOR Milagro, el caserío a donde se han tenido que trastear muchos de los antiguos habitantes de Cabo Manglares, es el punto más distante de la Colombia continental sobre el Pacífico. Jaque al Ecuador Nidia tenía 9 años cuando llegó a Lago Agrio (Ecuador) con un hombro despedazado por una bala y el vestido cubierto con la sangre que se había secado en los dos días de camino por la selva. Venía con su mamá, Rosa Castillo, y su hermanita, Teresa, de 5 años. Al papá y a sus dos hermanos, Carlos y John Jairo, los habían matado en su casa cerca de La Dorada, una vereda de Putumayo (Colombia). “Y ustedes –les dijeron los ‘paras’– tienen cinco minutos para desaparecer”. Nidia intentó acercarse a su papá y le dispararon. Llegó prácticamente muerta, dice el médico que la atendió 30 minutos después de cruzar la frontera. Pero se salvó y ahora vive en una finca Ecuador adentro. Ella no fue la única que saltó espantada de un país al otro huyendo de la pavorosa guerra de Putumayo. Los archivos oficiales hablan de 2.300 personas –los no oficiales, de 10.000– que hicieron lo mismo en los últimos tres meses de ese cruento año 2000. Pero más allá del drama, la historia de la pequeña, vista hoy en la distancia, pareciera ser la de un ángel bueno que llegó a anunciarles a los ecuatorianos las plagas que estaban por caerles de su vecino. Desde entonces, la violencia de Colombia con toda su tragedia se ha derramado sin compasión por los 586 kilómetros de esta frontera, como por ninguna otra. “Nos cogieron pálidos a todos. Apenas estábamos olfateando la idea, cuando nos Por: Luz María Sierra Fotos: Camilo George De los manglares a la selva, el conflicto colombiano se desborda hacia el vecino. cayó la gente huyendo por la montaña”, recuerda un hombre de 40 años. Al Ecuador le tocó en suerte compartir límites con Putumayo, la región, para esa época, más ardiente del país, con 40,9 por ciento de los cultivos de coca. Los paramilitares llegaron de Urabá. Los guerrilleros se parapetaron para defender su retaguardia estratégica. Los narcos se alinearon a uno y otro lado. Y Washington giró 500 millones de dólares en glifosato, helicópteros artillados y pólvora. Todo eso hizo ¡bum! y las réplicas se hicieron sentir, con fuerza, entre los desvalidos ecuatorianos. Con el Plan Colombia, la coca se fugó del Putumayo y, para desdicha del país vecino, fue a depositar su furia en el otro extremo de la misma frontera, en Nariño. Y ahí, el Estado colombiano está repitiendo entonces la dosis con el patrocinio de Estados Unidos: desde el año pasado y particularmente en el primer semestre del 2003, trata de fumigar, otra vez, el problema. A las Farc y a los narcos los han corrido unos 65 kilómetros de la costa Pacífica hacia el interior, y desde el norte y el occiden- te también los acosan, encerrándolos en una especie de círculo, dentro del cual quedan los pueblos de Guayacana, El Diviso y Llorente. Pero ese círculo tiene un boquete que justo da a la frontera y deja escapar los ingredientes del caos hacia Ecuador. Un alto vocero militar colombiano en Bogotá ilustró lo que ocurre con una figura muy elocuente: “Nosotros estamos corriendo la arruga. Ellos verán si la paran”. De hecho, por cualquier parte que se cruce la frontera Pacífica, sobre todo por el continente, no hay mucho chance de encontrar un agente estatal colombiano. Si se cruza por el mar, la historia es parecida. Y es ahí donde comienza este viaje. Cabo Manglares, famoso en las cartillas de geografía por ser el punto más distante de Colombia continental sobre el Océano Pacífico, está a punto de desaparecer. El mar y los piratas lo quieren borrar, literalmente, del mapa. Doña Gabriela Cuero nació en el propio Cabo, y hoy, a sus 75 años y con el rostro repleto de arrugas, mira en la distancia lo que eran las playas de su infancia. “Era un pueblo bien bonito, con árboles de mango y coco. Pero el río lo combatió”, dice haciendo referencia al caudal del Mira que hace tenaza con el océano y ha dejado en pie apenas unas 10 casitas de madera. “Nos vinimos para acá cuando el mar inauguró esta playa”, recuerda, sin precisar el año en el que se trastearon a Milagro, que es como decir la calzada del frente, luego de cruzar un ancho brazo del mar. Pero en Milagro también las olas están azotando sin piedad a sus cerca de 100 habitantes. Hace cinco meses, una “puja grande” –estado más alto de la marea– echó a tierra la escuela que quedaba al pie del faro. Hace dos meses, piratas se les robaron 14 motores en los alrededores. Y desde 1998, un derrame de petróleo ecuatoriano ha mermado los pescados y las conchas de los que vive la gente de la región. “Antes del derrame entre todos hacíamos hasta 500 kilos de pescadilla. Ahora no se hace ni para la gasolina”, cuenta Miller Aurelio Nazareno, un muchacho de no más de 20 años, que vaga con su amigo Oel Valencia por ese pedazo de playa sin brillo. Esa misma queja se repite en cúmulos de casitas que, de camino hacia el sur, se acomodan en la playa. Como La Barca, que parece un botecito a la deriva, con 40 viviendas apeñuscadas por el agobio de la marea. O como Candelilla de la Mar, la que le sigue, donde 417 personas viven bajo el ‘gobierno de facto’ de Felipe Landázuri. En todo el recorrido, que no se toma más de 90 minutos por un mar picado desde Tu- E S P E C I A L En los confines de Colombia ECUADOR 21 Domingo 10 de agosto de 2003 Colombia - Ecuador Área detallada O C É A N O P A C Í F I C O Longitud: 586 kilómetros. Población Colombia: 2'079.152 personas. Ecuador: 677.157 personas. Departamentos Colombia: 2 Ecuador: 3 Municipios Colombia: 13 Ecuador: 20 Comercio (miles US$) Exportaciones: 811.633 Importaciones: 356.739 La Chorrera Río P ARMADA BAFIM 9 atía Tumaco Trapiche AUC Libertadores del Sur Terán Milagro Llorente Cabo Candelilla de La mar Manglares San Lorenzo FARC Frente 29 Mataje Azúcar R ELN Comuneros del Sur Límites Ricaurte MOCOA Larandia Amazónica Puerto Limón Ju an Alto Tambo AUC Numbí Bloque GRUPO Awa Sur MECANIZADO Mayasquer CABAL Cumbal Ipiales Maldonado Córdoba Potosí E S M E R A L D A S Río San Miguel FARC Frente 2 FARC Frente 48 C A R C H I La Bonita Santa Ana Puerto Asís EJÉRCITO Shushufindí FUERZAS ESPECIALES DISTRITO FRONTERIZO DE POLICÍA JEFATURA ANTINARCÓTICOS DOS GRUPOS DE COMBATE Y TRANSPORTE P U T U M A Y O ué s Ag uar ico 2 GRUPOS COMBINADOS Sionas Puerto Ospina Pueblo Nuevo Cofan uetá C O L O M B I A Río Pu San Miguel tuma yo LAGO AGRIO Coca EJÉRCITO BASE BRIGADA CONTRA EL NARCOTRÁFICO am Santa Rosa de Sucumbios UNIDAD HELITRANSPORTADA Río Caq Puerto Rápido Río Gu Cofan San Miguel Algunos hitos 1916, julio 15. Tratado Suárez – Vernaza que fija límites terrestres y marítimos. 1989, junio 20. Declaración Barco-Borja para crear la Comisión de Vecindad e Integración. 1990, abril 18. Convenio sobre tránsito de personas, vehículos y embarcaciones. 1996, noviembre 22. Se crea Comisión Binacional de Fronteras (Combrifron) para el intercambio de información e inteligencia militar. 1998. Se crea Comité binacional de control, seguridad y vigilancia fronteriza. 1998, noviembre. Acuerdo sobre derechos humanos, asentamientos en frontera y asuntos laborales y migratorios. 1999, febrero 18. Paramilitares asesinan en Ecuador al diputado de izquierda, Jaime Hurtado, invitado por las Farc al Caguán. Septiembre 11. Un grupo armado secuestra en la provincia ecuatoriana de Sucumbíos a 12 europeos. Al ser acusadas, las Farc niegan su autoría. 2001, enero 11. Enfrentamiento armado entre militares ecuatorianos y guerrilleros colombianos, en Puerto El Carmen (Sucumbíos). Enero 25. Las Farc atacan por cuarta vez el Oleoducto Transecuatoriano en la vía Lago Agrio-Balao. Febrero 23. Capturan un guerrillero de las Farc intentando comprar armas en Quito. 2002, noviembre 2. Desmantelan un campamento guerrillero en Bermejal (Ecuador). Noviembre 19. Captura en Ecuador de una banda que va de Colombia con 2,4 toneladas de coca, incluido un coronel ecuatoriano. Puerto Caicedo La Hormiga Quichua VI DIVISIÓN DEL EJÉRCITO AUC Bloque Sur Orito TULCÁN E C U A D O R BASE MILITAR Tres Esquinas BATALLÓN PLAN ESPECIAL 2 BRIGADAS DE FUERZAS ESPECIALES QUITO Municipal Sibundoy an S Awa Capital departamental Población 0 25 Kms. Internacional Departamental EJÉRCITO BRIGADA 27 Colón PASTO ío Concepción AUC Farc Eln N A R I Ñ O BRIGADAS MÓVILES ANTINARCÓTICOS Tráfico de drogas, armas y explosivos Cultivos ilícitos Fuentes: Dane, Ministerio de Comercio Exterior, 2002. El Diviso Río Mira POLICÍA Barbacoas La Guayacana Flujo de desplazados y refugiados Grupos indígenas Ruta de EL TIEMPO Pto. El Cármen del Putumayo Concepción EJÉRCITO FARC Frente 48 Hacha Inga La Reforma S U C U M B I O S Cuyabeno Sionas y Secoyas P E R Ú CABO MANGLARES El punto más extremo de Colombia continental sobre el Pacífico, Cabo Manglares, es en realidad una de las tres aldeas que ocupan ese famoso accidente geográfico. Las otras dos son Terán y Milagro. Como las pujas (estado más alto de la marea) y las quiebras (estado más bajo) han sido inclementes a lo largo de los años con sus pequeñas construcciones y sus playas, los habitantes se van acomodando, en uno o en otro, según lo vaya dictando el capricho del océano. La mayoría de los que viven allí son nativos del Cabo, que además, por el número de niños que juegan en la playa, se podría decir que están dedicados a garantizar que la especie no se extinga. Viven en un espacio de unos 150 metros de largo por 50 metros de ancho, un pedazo de playa que se pelean el mar y la selva. El pueblo –en Cabo Manglares unos 30 habitantes; en Milagro, unos 100, y en Terán, 40 más– se levanta antes de las 5 de la mañana y en canoas hechas a mano se lanza a la pesca. A las 8 vuelve a tierra firme y hace las cuentas. Por cada kilo de pescadilla les pagan 1.000 pesos; si es corvina, pargo, bagre o róbalo, la tarifa sube a 2.500, y el más costoso es el de camarón tití, por el que les dan 3.000. Ramón Araújo es uno de los mayoristas gracias a que “tiene varios motores” que le permiten recoger los pescados de las barquitas e irlos a vender a Tumaco. Los demás no solo no tienen el motor sino que no les alcanza para pa- gar 12.000 pesos que vale la barra de hielo y 5.000 de cada galón de gasolina. Hay quienes a veces, cuando no tienen para los 20.000 pesos que les cuesta el pasaje hasta Tumaco, le dan al remo. “Si sale a las 6 de la mañana, según la carga, llega a las 5 de la tarde”, cuenta Pablo Díaz un hombre que llegó hace seis años de Bocas de Satinga. Y luego se van a dormir. Temprano, porque hace un año y medio se les dañó la planta eléctrica. 22 E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 ECUADOR El ‘jefe’ de Candelilla En el puente que comunica a El Morro con Tumaco, los tumaqueños matan el tiempo por las tardes pescando lisas. maco, se insinuaba, en cierta prevención exagerada de la gente, que por allí ya se estaba imponiendo la ley del silencio. Al frente de Candelilla, a cinco minutos en lancha, está Ecuador. San Lorenzo es la primera ciudad con la que uno se encuentra en Ecuador. Tiene el aire de un macondo en la era del narco: puerto sobre el Pacífico, 13.000 habitantes (25.000 si se suman los flotantes), mucha venta de mercancía en la calle, grandes almacenes de abastos, 80 de 200 escuelas sin profesores, 76 por ciento de indigencia, sin agua potable suficiente y con calles a manera de venas abiertas. Descubrieron el terror en agosto del 2001 cuando desaparecieron el teniente político (corregidor) de Mataje y cuatro familiares. Días después aparecieron sus cadáveres cerca de Tumaco. A su hija de 14 años la encontraron con tétricos signos de tortura. La Presidencia de Ecuador dijo que eran ajustes del narcotráfico. Nadie sabe si los que aterrizan allí son ‘narcos’, guerrilleros o paramilitares. El ambiente ha llegado a estar tan pesado, que a pesar de los poderosos lazos centenarios que unen a las comunidades indígenas (Awa, Cofán, Siona, Quechua, y Kanza) y afroamericanas, se han despertado brotes de xenofobia entre los colonos. A tal punto, que el año pasado la Alcaldía de San Lorenzo decidió dictar un curso de tolerancia a los dirigentes. Frente a los guerrilleros, se siente como si temieran despertar a un león dormido. “Ellos no vienen con un letrero que los identifique”, dice el vicealcalde Gonzalo Jhayya. Llegan como cualquier otro, pagan hoteles y alimentos y no tienen orden judicial para detenerlos, alegan. Ese mismo miedo que en San Lorenzo (zona Pacífica) apenas se insinúa, en Lago Agrio (zona Amazónica) da tajada. Unos 320 kilómetros de cordón de frontera los separan, pero no hay carretera o Los niños de Palma Real, el primer caserío ecuatoriano del Pacífico, preparan bidones para el agua. Ecuador Superficie (km2) Población (personas) Tasa de analfabetismo (%) Mortalidad materna (x cada 100.000 habs.) Sucumbios Carchi Esmeraldas 18.372 128.995 8,1 403,7 3.699 152.939 6,6 316,3 15.216 385.223 11,0 196,0 Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censos (Inec), de Ecuador. Colombia Superficie (km2) Población (personas) Indígenas (personas) PIB (millones de pesos, 2002) Mortalidad (x cada 100.000 habs.) Índice NBI* (%) Vacunación niños (%) Cobertura escolar (%) Homicidios (a mayo 31, 2003) Cultivos ilícitos (coca/amapola-has. 2002) Desplazados (expulsión, 2002) Putumayo Nariño 24.885 359.990 24.391 1'344.656 312,2 79,5 56,4 88,4 183 13.725/1.230 6.426 33.268 1'719.162 87.304 2'921.204 275,0 56,1 50,7 78,3 193 15.131 2.241 *Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuentes: Dane, Ministerio de Protección Social. Ministerio de Educación Nacional. Codhes. Dijín, Simci. río alguno que los una. Toca desviarse muy al sur desde la provincia de Esmeraldas –vecina de Nariño– hasta Quito y luego tomar camino al norte, a la provincia de Sucumbíos –vecina del Putumayo–. (Entre San Lorenzo y Lago Agrio, queda Tulcán, vecina de Ipiales, que es la tercera frontera entre Colombia y Ecuador, frontera andina, la del gran comercio). Como en las viejas películas del oeste, cuando la cámara registra al villano que camina lento mientras recorre la calle polvorienta del pueblo, así son escrutados los periodistas por los pobladores a lado y lado de la calle principal de Lago Agrio. Cualquiera puede ser un espía. Y una libreta de apuntes y una cámara de fotografía les parecen armas letales. Pocos, al principio, sostienen la mirada o la conversación más de 20 segundos. Aún no se recuperan de la racha de sicariato que les cayó el año pasado: 120 muertos para 30.000 habitantes. “De octubre del 2002 a febrero, hubo más de cinco matanzas. Ya no nos levantábamos diciendo qué hora es sino a cuántos mataron anoche”, dice un lugareño que pide no publicar su nombre. “Aunque de todas maneras ya me vieron con ustedes”, reflexiona. El miedo provocó incluso que se cerraran universidades y colegios nocturnos. Aún ahora, cuando la marea ha bajado, no los abren. Vendettas entre ‘narcos’, es la hipótesis La esperanza de vida para los departamentos fronterizos es de 70,5 años, por debajo del promedio nacional que es de 71,5. Fuente: Departamento Nacional de Planeación-Pnud (2000). Felipe Landázuri hacía de utilero para espectáculos de currulao en Tumaco y de pronto –hace cinco años– se convirtió en el monarca de Candelilla de la Mar, un pedazo de tierra en el extremo sur de Colombia, en el límite exacto con Ecuador. Como buen gobernante, tan pronto escucha un motor acercarse por el mar Pacífico a su reino, corre a recibir a los visitantes. Con un protocolo poco común por esta comarca, un deje amanerado en su voz y una candonga en la oreja izquierda, se presenta como promotor de salud. Más tarde, con orgullo pero sin jactancia, enumera sus demás títulos: bachiller en contabilidad, formación en primeros auxilios, curso de mecanografía y presidente de la Corporación de Concheras, el gremio más importante del lugar. Al preguntarle por el número de habitantes responde sin titubear: 417 personas y 87 familias. Los reúne cada mes, para discutir los asuntos críticos del caserío. Por ejemplo, en junio no les había aún llegado el subsidio de los últimos tres meses para comprar el combustible de la planta eléctrica. Y tuvo entonces que tomar dos medidas drástricas: recortar las horas de utilización de la planta y echar mano de los recursos del comité de impuestos comunales, que recoge todos los sábados 10 centavos de dólar por familia para este tipo de emergencias (en Milagro, como en Ecuador, esa es la moneda). Este comité es uno de los 11 que ha creado Felipe para garantizar el buen funcionamiento de Candelilla de la Mar. Sus nombres los tiene pulcramente escritos con marcador azul sobre una cartelera en un pliego de papel. Su joya de la corona es una escuela reluciente, que donó el gobierno de Japón gracias, entre otras, a las gestiones de Felipe. Todavía no sabe si bautizarla ‘Escuela 16 de julio’ –por la primera inauguración que hicieron el año pasado la ex primera dama Nora Puyana y el embajador de Japón– o ‘Escuela 14 de marzo’ –en honor a la segunda, en la cual estuvieron además las ministras de Defensa y Relaciones Exteriores–. ECUADOR E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 23 La hermanita de Lago Agrio Por el puente internacional sobre el río San Miguel, en los últimos tres años, han huido de la violencia más de 20.000 colombianos. En Lago Agrio (Ecuador) sorprende la cantidad de clínicas y consultorios médicos. más recurrida. Pero también hay quie- fugiados en Lago Agrio. Cuenta la hernes sacan a relucir un rumor más secre- mana Carmen Rosa Pérez, de Pastoral Soto: “Dicen que la guerrilla mandó acá a cial, que al principio, al verlos llegar flaalgunos de los suyos para la guerra con cos, sucios y andrajosos, mucha gente les los ‘paras’ y los ‘narcos’, pero que se que- abrió las puertas de sus casas. daron haciendo sicariato y por eso man“Yo les decía ‘no me muestren, que no dó a otros para que los acabaran”. puedo dormir’. Pero ellos necesitaban deLa avalancha colombiana les ha deja- sahogarse. Un joven se subía la camiseta do nuevos términos a los ecuatorianos, y me mostraba huecos como hechos con broca en la espalda. Otro, asustado porcomo ‘sicario’, ‘torcido’ y ‘lo quebraron’. que se sentía enloquecer, me contaba que “También el vallenato de Jorge Celedón y y corridos prohibidos, como ese que dice: se subía a unos árboles cerca del río y ‘cuando me muera, no quiero que me lle- veía como destrozaban personas con moven flores sino que me hagan una cruz de tosierras”, relata su compañera, Irene marihuana’”, cuenta un joven que ha sa- Delgado, una santandereana bonachona. lido y entrado tres veces por amenazas. “Otro contaba que se había ido a venA los guerrilleros, aunque no llegan der neveras y que cuando volvió, por Picon uniformes ni con armas, los recono- ñuña Negro, encontró en un charco de cen. Un taxista sabe bien cuándo lleva a sangre a su esposa y a su hija”. Y esas son un comandante del frente 48. Una señora apenas algunas de las tragedias que están señala el restaurante y el bar que más les por contarse en Ecuador sobre lo que ha gusta, uno al lado del otro sobre la vía sido ese capítulo negro del Putumayo. principal. “Los comandantes tienen caAhora, tres años después de que cosas, caserones, hoteles”, dice uno más. menzó el éxodo, “ha crecido la xenofobia”, dice Carmen Rosa. “El En los prostíbulos, reina colombiano es aprovechado la imagen del Che. Y hasta En los para vender. El ecuatoriaque alguien la apagó en diprostíbulos no es conformista y el chociembre, se sintonizaba que genera rechazo”, anota. ‘La voz de la insurgencia’, de Lago de las Farc, en el 99,5 de la En los últimos meses las Agrio reina FM. “No narraban los parmuertes han mermado sigtidos del América de Cali, la imagen nificativamente. “Bajaron sino los del Pelotón A conde 73 entre enero y mayo del ‘Che tra el Pelotón B del frente del 2002 a 20, entre enero y Guevara’. 48. Pasaban entrevistas mayo del 2003”, informa el con ‘paras’ que cogían. Las comandante de la Policía, cuñas decían ‘Unete a la subversión’, y, a coronel Milton Borja. En San Lorenzo y veces, le mandaban saludos a Lago en Tumaco, también dicen que se ha temAgrio”. perado el clima de violencia. Otra cosa que impacta –además del Nadie se atreve con hipótesis, pero ha miedo ambiente– es la cantidad de cen- coincidido el aumento de fumigaciones y tros de salud. En varias calles de la vía de operaciones militares en Colombia, principal se cuentan hasta tres y cuatro. con el hecho de que Ecuador, después de La generosidad de los ecuatorianos se un ‘jalón de orejas’ de Estados Unidos y ha visto en todo su esplendor con los re- de importantes giros en dólares para equipo, vehículos y tropa, parece haberse pellizcado. De Lago Agrio se llega en 30 minutos a Colombia, por carretera pavimentada, al puente de San Miguel, el que han inaugurado cuatro veces. La última, en septiembre del 2000. Los entonces presidentes Pastrana y Noboa le dieron la bendición, mientras a escasos 30 kilómetros de allí, en La Hormiga y La Dorada, en Putumayo, entraba en calor el histórico paro armado de las Farc que marcó el comienzo de la sangrienta guerra con los ‘paras’. El puente estaba desde 1995 pero los indígenas cofanes (1.143 en Colombia y un tanto menos en Ecuador) dieron una batalla por motivos ambientales que culminó con la creación de cuatro resguardos. Desde cuando se pisa tierra colombiana se aparecen pelotones de contraguerrilla. Al colectivo, solo lo paran una vez. Uno de los jefes, con cara de listo y buenos modales, pregunta por la caja más sospechosa. El dueño responde seguro y no le toca abrirla. Las seculas del efecto globo de la coca y la violencia –que se desinfló en Putumayo y se fue para Nariño– se ven en el camino. La terminal de buses de La Hormiga que en un domingo como este, a las 9 de la mañana, solía hervir de gente, ya más parece la estación de un pueblito olvidado. En La Dorada, de donde es Nidia, la niña del hombro destrozado, la deserción escolar ha obligado a la Secretaría de Educación a buscar casa por casa a niños para llenar las escuelas. Muchos de los que se fugaron a Ecuador ni han vuelto ni piensan volver. Detrás de la aparente calma, intuyen tal vez, que los demonios siguen al acecho. ❙ La frontera con Venezuela, con una tasa de 113,7 homicidios por 100 mil habitantes es la más violenta de todas. Fuente: Cálculos propios, con datos de Medicina Legal (2002). La hermana Carmen Rosa Pérez nació hace 50 años en La Uvita (Boyacá) y hoy es el nombre más mencionado cuando alguien pregunta por los refugiados en Lago Agrio (Ecuador). Terminó involucrada en el tema por azar. En 1994 estaba haciendo trabajo pastoral en el Chocó, pero su comunidad, las Hermanas de Santa Ana, decidióß aceptar una invitación de Isamis (Iglesia de San Miguel de Sucumbíos) y la mandaron a Ecuador. A pesar de que su misión se circunscribía estrictamente a “cuidar los fieles”, cuando en el año 2000 comenzaron a vislumbrar la llegada de familias enteras desplazadas desde Colombia decidieron ampliar su tarea. “Hemos sido cuestionadores del Plan Colombia y por eso hemos aceptado el desafío de atender a las víctimas”, explica ella con el temple que la caracteriza. Entonces le tocó, con su compañera Irene, con la Acnur y organizaciones ecuatorianas, comenzar de cero. Desde estar pendiente “de que no nos devuelvan a nadie” de la frontera –como le iba a pasar a seis familias que venían de Doncello (Caquetá)–, hasta administrar el principal albergue de refugiados –Apafano–, pasando por la coordinación con organismos internacionales que aportan recursos para tratar de mitigar el drama. “En un momento dado se volvieron moda los refugiados, se hicieron planes de emergencia de dos años y luego algunas agencias salieron corriendo cuando el problema se fue agravando”, dice. Carmen Rosa vive en una casita de un barrio periférico de Lago Agrio, con otras dos hermanas y con una gata también desplazada de Colombia, que su compañera Irene decidió adoptar. A pesar de todo el esfuerzo, sus palabras expresan desazón. “Sentimos el deterioro de la gente, sentimos más retroceso que progreso. Es una pobreza alarmante”, concluye. 24 E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 ECUADOR Las concheras del Pacífico Saili Estefani, de 6 años, levanta a su hermanito Moisés, de 2, camino a la guardería, en San Lorenzo. Dela y Juliet Anaí viven en Palmareal (Ecuador) y tienen, entre otras comodidades, nevera. LLORENTE El nuevo Putumayo La noticia era de gran calibre. En una operación que obligó a desalojar toda una vereda, un comando del Ejército les había dado el golpe de gracia a las Farc en el pacífico de Nariño. Seis tanques urutú y helicópteros acabaron, en ese día de fines de mayo, según aseguraba un habitante, con la vida del segundo comandante del frente 29. “Me dicen que los guerrillos tuvieron que pasarse a Ecuador. Si eso fue así, si les quitaron Llorente, ¡los quebraron!”, decía alguien que se atrevía a hablar del tema en Tumaco. Pocos lo sabían, es cierto. La mayoría de los 110.000 habitantes del puerto, resignados a un estado de sitio virtual desde que les cayó la guerra con toda su artillería en el 2001, prefieren no arriesgar su pellejo Colombia adentro. Este se había enterado porque alguien de la zona lo llamó a contarle. De ser cierto, se trataba de sacar a las Farc de una zona estratégica, pues los ríos Mira y Mataje depositan en el Pacífico, directo o vía Ecuador, las dosis que llegarán a las narices de los norteamericanos. Para comprobarlo había que ir hasta Llorente. El problema no era la distancia –en una hora y media y por 5.000 pesos un colectivo lo lleva a uno al sitio– sino lo ‘minados’ que podían estar esos 76 kilómetros de camino. “Los de su color si pueden ir por allá”, decía un morenazo que en su taxi trataba de aplacar el “uyy” que le provocó una pregunta sobre el mismo Llorente. En el colectivo predominaban las mujeres negras y grandes con hijos diminu- tos colgados de sus brazos y trabajadores que se desgranaban en la medida en que pasábamos por las 20.000 hectáreas de palma de aceite de reconocidas familias de empresarios del Valle del Cauca. Desde que plantamos el pie en Llorente, nos quedó ‘asignado’, sin mediar palabra y a manera de escolta, un miliciano fortachón, silencioso y con cara de bravo. La guerrilla, dicen, es implacable con cualquier visitante con rasgos de espía. Hace cuatro meses llegó un vendedor de Bon Ice y no pasó el examen. Ni tampoco quienes llegaron diciendo que eran su patrón y su hermano. “Después de que los mataron, se quedaron tres días ahí tirados”, cuenta alguien señalando a metro y medio de una tienda en la calle principal. Nadie los podía recoger. Sólo cuando el pueblo imploró que los restos se estaban convirtiendo en un problema de salud pública pudieron sacarlos de la vía. “Aquí hay un solo embolador, y si viene otro lo matan”, complementa. Llorente es un caserío que si bien todavía no es reconocido como corregimiento tiene un comercio de más de 100 negocios, aunque mermados en los últimos meses, “desde que llegó la fumiga”, y una población –4.500 dicen unos, 15.000 dicen otros– que se envidiaría cualquier municipio. Los raspachines, que se vinieron de Putumayo cuando los cultivos allá se acabaron, ganan de 3.500 a 4.000 pesos por arroba recogida, y hay quienes recogen hasta 20 por día. La historia del pueblo cambió cuando llegó Hélmer ‘Pacho’ Herrera, el extinto narcotraficante, y montó una finca que “era como un pedazo de ciudad en plena selva. Con piscina olímpica, teatro y conciertos de grandes artistas”, cuentan. A la hora de preguntarles sobre el supuesto golpe a las Farc en la vereda a una hora de allí (Pulgandé) se limitaban a mirar. El manual de supervivencia –que todo indica han sabido utilizar– les prohíbe pronunciar palabras como guerrilla y paramilitares. Además cada que pasa por allí el Ejército se guardan, no vaya a ser que cuando las tropas se marchen tengan que cargar con las retaliaciones de los milicianos. Oficiales de la Brigada Antinarcóticos ratificaron haber sostenido fuertes combates tratando de penetrar en esa zona. Un desertor del frente 29 les había dicho: “Los sembrados que quedan están para el Nulpe, una finca como de 15 hectáreas (...) La mercancía se les compra a los civiles que vienen a venderla, en los Chongos, ya cristalizada (...) Semanalmente compran 80 o 100 kilos. Cada kilo a dos millones y medio de pesos”. Dos oficiales antinarcóticos cuentan que “aseguraron la zona” durante dos días: “Se replegaron 200 de ellos y luego entramos”. En ese proceso perdieron tres militares. Pero nada sabían del hombre fuerte de las Farc. Lo que todos daban por cierto es que se pasaron para Ecuador. ¿Qué tan lejos está? “Pues nada. Unos 3 kilómetros. Lo único es pasar el río”. En 21 de los 67 municipios fronterizos hay un total de 23.599 hectáreas de coca cultivadas, un 23,12% del total Nacional. Fuente: Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), 2002. Las concheras son mujeres que tienen que estar pendientes de los caprichos del mar para poder hacer su trabajo. Él es quien les va poniendo los turnos. Si amanece alta la marea, no hay forma, les toca esperar con paciencia. Y cuando comienza a bajar, emprenden el camino hacia los esteros, para llegar justo cuando el mar ha salido y poder trabajar durante el lapso que dure su ausencia. Por tres o cuatro horas permanecen con la cintura doblada, van metiendo con cierto ritmo la mano entre el fango espeso, y a punta de tacto atrapan las conchas que el mar en su partida dejó allí atrapadas. Antes solo hacían ‘concheo’ las mujeres, pero ahora también hay hombres, porque la recolección de este tipo de molusco ha resultado ser el único medio de subsistencia para comunidades enteras del Pacífico colombiano. En poblados como Chontal, La Barca o Candelilla de la Mar, 95 de cada 100 habitantes se dedican a este oficio. Por cada 50 conchas les pagan un dólar y la que más recoge saca unas 300 al día. Aunque una mamá con dos hijitos pueden completar 1.000. Hay quienes no ‘conchean’ por miedo. Como Agripina Palacio a quien le tocó ver a una vecina morir por la picadura de un pez sapo en el pantano. Y ese no es el único riesgo: también les da reumatismo, son más propensos a la malaria y a los dolores de cabeza y les da “un grano con alergia que les pudre por dentro de la piel”. Tienen entonces un ‘kit’ de trabajo. Ya casi todos utilizan un guante de cocina para evitar las mordeduras entre el fango y una lamparita que despide humo para espantar a los zancudos. Para la alergia mantienen pronixolona, para la rasquiña Benzoato de Benalico y “para la debilidad cerebral Efortil”. Lo curioso es que estas conchas únicamente las compran los ecuatorianos. En Colombia poco o nada se conocen. Son una especie de mejillones pero con un difícil sabor a tierra. ANÁLISIS E S P E C I A L En los confines de Colombia En Lago Agrio (Ecuador), la tensión y el miedo por los efectos del conflicto colombiano son tan grandes que los refugiados, que llenan el pueblo, no dan la cara. cuador se estaba convirtiendo, para Estados Unidos y los militares colombianos, en una especie de vecino alcahueta y por eso desde Washington le dieron un fuerte jalón de orejas. En un informe en marzo del 2002, el Departamento de Estado lo criticó por tener “fronteras porosas”, por no reprimir la emigración y por su “reputación” de “ser un corredor estratégico para armas, municiones y explosivos destinados a los grupos terroristas colombianos”. Un año después, una organización que monitorea conflictos, el International Crisis Group (ICG), insistió en el tema: “la Policía y el Ejército ecuatorianos han establecido un peligroso modus vivendi tanto con guerrilla como con paramilitares (...) No los confrontan cuando se quedan en Ecuador durante períodos breves para ‘descansar y recuperarse’ o cuando están huyendo de las Fuerzas Armadas colombianas”. Klaus Nyholm, jefe de la Oficina de Crimen y Drogas de la ONU para los dos países, dijo hace un mes que el 40 por ciento de la cocaína que produce Colombia sale por Ecuador. Y según el mismo ICG, el 50 por ciento de armas y explosivos que utilizan los grupos ilegales colombianos entran por ese camino. Sin embargo, el panorama puede cambiar si las medidas que los dos países están tomando para ‘endurecer’ la frontera, con un entusiasta E.U. como telón de fondo, funcionan. El pasado 11 de julio, llegaron a Ecuador, donados por Washington, 149 vehículos militares (100 todo terreno Humvees y 49 camiones) para apoyar la lucha contra el narcotráfico en toda la frontera con Colombia. Es decir, un promedio de un carro militar por cada cuatro kilómetros de cordón fronterizo, que tal vez sea lo más parecido a una operación de blindaje. Sobre todo si se tiene en cuenta la facilidad que hoy hay para pasar de un lado a otro: en la zona andina, la que tiene como epicentro Ipiales en Colombia y Tulcán en Ecuador, los dos países acaban de hacer un examen detenido a 23 pasos ilegales. La organización Wola (Washington Office for Latin America) dice que “por presiones de Estados Unidos y de la política interna, los militares ecuatorianos han transferido tropas del interior a unos recién construidos puestos en el borde nor- E Domingo 10 de agosto de 2003 En el puente que une a Tumaco con El Morro, una niña espera el paso de una de las lanchas de pasajeros que recorren las costas cercanas. El eslabón más débil Ecuador, con la frontera asediada por la guerra y la coca, enfrenta horas decisivas. 25 te, con 100 o 250 tropas estacionadas en cada uno”. Algunos de estos, sin embargo, según se pudo corroborar en el sitio, apenas están en proceso de construcción y de adecuación. Hace referencia al Plan de Defensa Interna de Ecuador que, entre otros, comprende ubicar 10.000 efectivos y una unidad helitransportada a menos de 100 kilómetros de la frontera. Para ello, E.U. también donó 18 helicópteros en el marco de la Iniciativa Andina, versión ampliada del Plan Colombia que abarca a los países andinos. Del lado colombiano, entretanto, no interesa tanto blindar a los vecinos como deshacerse del problema. Los pocos destacamentos que había en la frontera –un pelotón en Candelilla de la Mar, en el Pacífico, y otro en Puerto Ospina, sobre el río Putumayo– fueron retirados. Ataques de las Farc contra guarniciones como Las Delicias y Coreguaje (Putumayo) y Puerres (Nariño), llevaron a los militares a cambiar de táctica. “No queremos tener bases fijas. Están revaluadas. Nuestro sistema operativo es móvil”, dice el general Carlos Alberto Fracica, comandante de Inteligencia del Ejército. El sistema parece haber logrado algún control gracias, en particular, a que los batallones móviles antinarcóticos del Plan Colombia han estado operando en la zona durante lo que va corrido del año. Hay cifras preliminares positivas como la baja de los índices de criminalidad en las ciudades fronterizas ecuatorianas, el decomiso de unas 20 toneladas de coca en la costa pacífica colombiana y la destrucción en los últimos ocho meses de por lo menos cinco campamentos de la guerrilla en territorio ecuatoriano, uno de ellos, según el co- mandante de la Cuarta División del Ejército Ecuatoriano, con capacidad para albergar a 400 hombres y con sistemas de comunicación satelitales. Sin embargo, la fórmula está lejos de ser perfecta. Entre otras, por la desconfianza que existe entre las fuerzas de ambas naciones. A pesar de que la Combifron con Ecuador –esquema de cooperación militar– fue la primera en entrar en funcionamiento, uniformados colombianos aseguran que no ha tenido mayor fluidez e incluso hay quienes, de este lado, dudan en compartir información por los escándalos en los que se han visto envueltos algunos militares ecuatorianos por presunto tráfico de armas y municiones para las Farc. La relación entre los dos países pasa por tiempos azarosos. El cierre por horas del puente Rumichaca, el pedido de mantener una faja de frontera de 10 kilómetros en la que no se fumiguen cultivos ilícitos, la incomodidad por los desplazados colombianos copando las calles y los brotes de xenofobia son síntomas de descontento entre los ecuatorianos. Pero hay también factores que han contribuido a amortiguar esos efectos de la guerra: un intercambio comercial de casi 1.200 millones de dólares anuales (que hace de Ecuador el tercer socio de Colombia), unos férreos vínculos históricos entre las poblaciones indígenas y negras de ambas naciones y una relación de fraternidad entre los habitantes de la frontera. Según la Cancillería colombiana, es en esa frontera donde la tarea de integración está más avanzada. A diferencia de lo que no se ha logrado con los otros vecinos, ya se dio la largada para el Plan de Desarrollo Binacional –establecido por canje de notas diplomáticas– que debe llevar a una legislación común en cuanto al uso de todo tipo de bienes y servicios y a la convalidación de estudios, entre otras. Allá en el sur, en los 586 kilómetros de frontera, algo se está transformando aceleradamente. Cuando terminen de asentarse los nuevos soldados ecuatorianos y sus equipos, habrá que revisar entonces si la presión de Estados Unidos y la colaboración de Colombia y Ecuador logran cambiarle la cara a la frontera y darle un giro al que hasta ahora es considerado el eslabón más débil del vecindario. 26 E S P E C I A L En los confines de Colombia Las palmeras de Marandúa se convierten en improvisados postes de amarre para los botes. Domingo 10 de agosto de 2003 PERÚ Los militares peruanos celebran el día de su bandera y exhiben su armamento en El Estrecho (Loreto), donde hay más de 300 hombres de la Fuerza Pública de ese país. Enigma en límites con el En un balde de agua con detergente renovaron el orgullo de sentirse colombianos. Bajo la espuma, los habitantes de Marandúa restregaron la bandera de Colombia, le quitaron las manchas y la dejaron lista para un sábado en el que este caserío de colonos, situado en la frontera con Perú, enfrentó con dignidad las desgracias del olvido. A los peruanos les pareció extraño. Cerca de las 4 de la tarde, una bandera colombiana recién lavada, pero con un borde de tela deshilachado por el viento, empezó a elevarse por encima de una población que no tenía motivos para celebrar. A esa hora, Marandúa era una triste hilera de 24 casas inundadas por el río Putumayo, donde los adultos espantaban la plaga de mosquitos y se preparaban para conmemorar el primer mes de un crimen que sacudió sus vidas. La misa de esa tarde fue en memoria de Euclides Mendieta. La verdad sobre lo que le pasó se la tragó la selva. El hallazgo de su cadáver con seis tiros de arma de fuego desató una telaraña de versiones, tan enredada como las relaciones que se tejen en gran parte de esta frontera de 1.626 kilómetros, donde los cultivos de coca empiezan a germinar en las selvas de las dos naciones, las Farc mantienen una presencia histórica, y los ejércitos de Colombia y Perú, con diversas tácticas, intentan contener ambos fenómenos. En medio de ese cóctel de riesgos y de la ausencia del Estado, los rumores en torno al enigma de quién mato a Euclides crecen sin límite. Uno de ellos, abonado en El Estrecho, la localidad situada en la orilla peruana del río, dice que a este hombre de 41 Perú Por: Andrés Mompotes Lemos Fotos: Martín García No por azar, la muerte de Euclides Mendieta aún conmueve a dos remotos pueblos fronterizos. años lo mataron por andar metido con narcotraficantes. En Marandúa esa versión es más incómoda que las inundaciones y los mosquitos. Sus habitantes intentan diariamente lavarse el estigma que les dejó el comercio de la pasta de coca, entre 1994 y 1999. “Nos siguen culpando de un negocio que también benefició a los peruanos”, dice un colombiano que no se atreve a decir su nombre y que no parece intuir que si los cultivos de coca siguen desplazándose hacia esta zona su lucha por derrotar el estigma será inútil. En la época de la bonanza ilegal, recuerda este habitante, Marandúa vio surgir las primeras viviendas de cemento, símbolo del lujo en este paraíso de las maderas. Así como la fiebre por el caucho y la quina jalonaron la llegada de los primeros colonos entre 1900 y 1940, el boom de la coca provocó una oleada de migrantes que cambió la cara de casi toda la frontera. Marandúa, que nació en 1980 con la llegada de un comerciante bogotano que vendía azúcar y arroz, se convirtió en eje del mercado de la coca por estar situada a mitad de camino entre los extensos cultivos del departamento de Putumayo y los centros de acopio de los ‘narcos’ de Brasil. Una nueva estirpe de comerciantes armados llegó en masa a Marandúa e hizo vivir una edad de oro a los bares y billares de El Estrecho. En medio de esa bonanza, Euclides Mendieta, que llegó de Chiquinquirá, ganó fama como mecánico de motores de lancha. “Su pecado fue trabajar para cualquiera sin preguntar si era ‘narco’ o no”, cuenta otro colono. Pero así como creció como espuma, la bonanza del comercio de la pasta de coca desapareció de un momento a otro hace cuatro años ahuyentada por el aumento del pie de fuerza peruano y por las acciones de las autoridades colombianas. Los ‘narcos’ recogieron sus cosas y se mudaron. Sin embargo, les dejaron su mala fama a Euclides y a los demás. Paradójicamente, el narcotráfico, que aprovechó el abandono estatal y ayudó a los colonos en su aventura de poblar la frontera, es hoy una carga para quienes desean vivir en esta selva sin sentirse bajo sospecha. Su tragedia está aún por ser analizada, pues como señala un ensayo de Virgilio Becerra, profesor de la Universidad Nacional, poco se sabe de la singular colonización de esta región en los últimos 15 años. Pero quizá lo que necesita más estudio es la amenaza que viene bajando otra vez por el río. A medida que el Plan Colombia combate los cultivos ilícitos en el departamento de Putumayo (entre el 2000 y el 2002 las hectáreas sembradas se redujeron de 60.000 a 14.000, según los censos satelitales), la coca desciende hacia las selvas despobladas de los departamentos de Amazonas (Colombia) y de Loreto (Perú). “El surgimiento de estas áreas sembradas, que hasta hace unos años no existían, se debe principalmente a la influencia de personas de Colombia que promueven el narcotráfico”, dice Joaquín Plazas, prefecto de Policía de Loreto, en su amplia oficina de Iquitos, la húmeda y calurosa capital de la selva peruana. Su tono de preocupación aumenta cuando señala que las comunidades nativas se están dejando seducir por el dinero fácil que les ofrece la guerrilla. “Las Farc les están pagando a nuestros indígenas para que trabajen en esos cultivos”, indica. El contralmirante Fernando Román, jefe operativo de la Armada de Colombia, también admite el traslado de esos cultivos a Perú, aunque señala que por ahora son pocos. En todo caso, la frontera está amenazada. Según el último reporte del Sistema Integral de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de E S P E C I A L En los confines de Colombia PERÚ 27 Domingo 10 de agosto de 2003 Colombia - Perú FARC Frente 48 Río P U T U M A Y O Pu tum Las Delicias ay o Concepción EC U A D OR Puerto Libertad POLICÍA Puerto Leguízamo Inga Yarinal Tambo Nuevo Puerto Colombia Soplín Vargas Pucacuro San Sebastián San Antonio POLICÍA EJÉRCITO Cuira Puerto Espinoza POLICÍA Angusilla Yabuyarés Argelia Internacional Departamental Municipal Capital departamental Población 0 50 Kms. C O L O M B I A BASE MILITAR EL ENCANTO POLICÍA EJÉRCITO Providencia Witoto El Encanto o Rí po Na Puerto Arturo Santa María L O R E T O San Antonio Flor de Augusto POLICÍA EJÉRCITO PATRULLAS FLUVIALES DE LA ARMADA Santa Julia POLICÍA EJÉRCITO Eré 1922, marzo 22. Se firma el tratado Lozano-Salomón, sobre límites y navegación. 1978, julio 3. Se firma el tratado de Cooperación Amazónica entre Perú, Brasil y Colombia. 1993, julio 12. Se crea la Comisión Binacional de Vecindad Colombo-Peruana, dirigida a estrategias de desarrollo. 1994. Se crea la Comisión Binacional Fronteriza (Combifron), para intercambio de información e inteligencia militar. A pedido de Perú, se redenomina como “Rondas de Conversaciones”. Febrero 3. Convenio de reconocimiento mutuo de certificados, títulos y grados académicos de educación superior. Abril 23. Convenio sobre Promoción y Protección recíproca de inversiones. 1996, diciembre 18. Se realiza en la frontera la operación conjunta “Amistad”, contra el tráfico de drogas. 1999, febrero 3. El presidente peruano Fujimori anuncia la militarización de la frontera, aduciendo que desde 1993 se han presentado 17 ataques en localidades peruanas y puestos de vigilancia. Agosto 23. Estalla un escándalo contra Fujimori y su asesor, Vladimiro Montesinos, por su participación en la compra de 10.000 fusiles jordanos que fueron a parar a manos de las Farc. Diciembre 22. Se inician las fumigaciones aéreas en Putumayo. 2001, abril 20. El programa de interdicción aérea entre Estados Unidos y las naciones andinas es suspendido, a raíz del derribo, por parte de la aviación peruana, de una avioneta en la que se transportaban misioneros estadounidenses. 2002, diciembre 11. Se firma el Acuerdo de Cooperación Policial contra terrorismo y narcotráfico. Farc La Pedrera Calderón Santa Mercedes Algunos hitos Cultivos ilícitos Límites FARC Frente Amazónico POLICÍA San Martín Tráfico de drogas y armas Fuentes: Dane, Ministerio de Comercio Exterior, 2002. Witoto Puerto Tolosa Yabuyano Grupos indígenas Ruta de EL TIEMPO Longitud: 1.626 kilómetros. Población Colombia: 436.371 personas. Perú: 919.505 personas. Departamentos Colombia: 2 Perú: 1 Municipios Colombia: 3 Perú: 2 Comercio (miles US$) Exportaciones: 347.314 Importaciones: 208.407 Área detallada FUERZA NAVAL DEL SUR BAFLIM 16 POLICÍA La María La Reforma Boyacá Mediodía AUC Río Caquetá FARC Frente Amazónico A M A Z O N A S Arica Puerto Alfonso POLICÍA Teniente Bergerie Puerto Barranquilla La Esperanza El Remanso Corbata EJÉRCITO POLICÍA POLICÍA Lagarto Cocha El Porvenir Río EJÉRCITO ARMADA Pu tum Puerto Alegría ay o Characá Tarapacá Santa Lucía Marandúa Pto. Limón El Estrecho DISTRITO MILITAR ARMADA POLICÍA POLICÍA EJÉRCITO Santa Rosa s Peras na o az QUINTA ZONA NAVAL UNIDAD ANTINARCÓTICOS Buenos Aires m oA Ticuna Witoto Rí POLICÍA IQUITOS P E R Ú POLICÍA Comunidad 7 de Agosto Puerto Nariño Atacuarí Santa Sofía Isla El Tigre EJÉRCITO Puerto Lorena POLICÍA POLICÍA ARMADA Puerto Rico BRIGADA 26 DE SELVA POLICÍA ARMADA Santa Rosa LETICIA ír Caballo-Cocha a ío POLICÍA R EL CURACA SIN TELÉFONO La voz de la comunidad indígena del Siete de Agosto, situada en la punta izquierda del trapecio amazónico, casi se queda muda por culpa del teléfono satelital instalado para comunicarlos con el mundo. Carlos Velásquez, el curaca de este asentamiento cocama, siente que se queda sin palabras cada vez que relata la última llamada que recibieron. El aparato, instalado por el programa Compartel, sonó hace dos meses. Un habitante contestó: “Aló, aquí comunidad Siete de Agosto”. “Estamos llamando para informarle que, como no han venido a comprar las tarjetas prepago a Leticia, el sistema dejará de funcionar”, le dijo una voz. Después de eso, el teléfono se murió y su antena tipo platillo volador se convirtió en el hogar de una araña de monte. El curaca, máxima autoridad indígena y única voz oficial en esta comunidad de 318 personas, se siente impotente. Leticia, la capital, queda a unas tres v Ya horas en lancha por el Amazonas, pero su comunidad no se puede dar el lujo de estar pagando combustible para la embarcación oficial cada vez que falla algo. “Por lo menos, tenemos cinco maestros, y con frecuencia llegan brigadas de salud del Gobierno”, dice el curaca. Él y sus vecinos viven de la pesca y de la agricultura de yuca y plátano. Los pesos no le hacen mucha falta. La tranquilidad le sobra. Y a sus 28 años, todos lo respetan porque fomenta la convivencia, porque promueve la cultura de instalar tanques para recoger aguas lluvias y, sobre todo, porque no mandó a la basura el rústico radioteléfono de frecuencias ruidosas el día que les trajeron el teléfono satelital y les dijeron que acababan de entrar a la moderna era de las telecomunicaciones. B R A S I L 28 E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 PERÚ El reparador de amores A orillas del Amazonas, en la localidad de Santa Sofía, la Policía colombiana controla constantemente el paso de las embarcaciones. El Putumayo es más que la columna vertebral de la frontera. Es también el mejor ‘amigo’ de juegos de los niños. Colombia Perú Superficie (km2) Población (personas) Indígenas (personas) PIB (millones de pesos, 2002) Mortalidad (x cada 100.000 habs.) Índice NBI* (%) Vacunación niños (%) Cobertura escolar (%) Homicidios (a mayo 31, 2003) Cultivos ilícitos (hectáreas, 2002) Desplazados (expulsión, 2002) Putumayo Amazonas 24.885 359.990 24.391 1'344.656 312,2 79,5 56,4 88,4 183 13.725 6.426 109.665 76.381 20.250 11.936 195,4 73,4 43,7 34,3 6 784 13 *Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuentes: Dane. Ministerio de Protección Social. Ministerio de Educación Nacional. Codhes. Dijín, Simci. Colombia (Simci), es notable la aparición de 740 hectáreas de coca en Amazonas. Además, hace unas semanas el Ejército encontró 140 hectáreas de la mata en Puerto Limón, una zona donde no se tenían antecedentes de esa actividad. En ese puerto, situado río abajo, a tres horas en lancha de Marandúa, también fue visto con vida por última vez Euclides Mendieta. El pasado 12 de mayo, viajó a ese lugar para reparar un motor. Durante el trayecto dos hombres vestidos de civil lo interceptaron y se lo llevaron. Al día siguiente, su cadáver apareció flotando en el río. “Dicen que a Euclides lo mató la guerrilla porque les daba información a los paramilitares”. Esta segunda versión es de un peruano que aprendió de sus vecinos colombianos a hablar sin revelar la identidad. Esa es una de las leyes de supervivencia en el río. Euclides tampoco hablaba mucho. Su viuda aprendió esa lección. Por eso se niega a decir cualquier palabra a los extraños que llegan a Marandúa. “No confía ni siquiera en los que dicen que son periodistas”, explica Gonzalo Guerra, uno de los dos maestros de Marandúa. Guerra, un indígena que solo conoce por fotos la Colombia de edificios y carreteras, intenta enseñarles a más de 30 alumnos una noción de patria que no concuerda con su vida cotidiana. Aunque tienen el privilegio de no hacer parte de la estadística del Dane que señala que más de 8.000 niños en Amazonas se quedan sin educación, los alumnos de Guerra tienen que turnarse los libros para aprender el idioma y la historia de su país. Sin embargo, la mejor cátedra de identidad se las da la televisión. Todo gracias a que sus padres y Euclides lograron hace unos cuatro años el milagro de instalar una antena de TV satelital. Esta les ha permitido reconocerse como ciudadanos durante los partidos de la selección Colombia y las carreras de Juan Pablo Montoya. Para saber de la guerrilla, no necesitan de la televisión. El Frente Amazónico de las Farc se mueve con relativa facilidad ante sus ojos, en cada curva del río, aunque el Ministerio de Defensa sostiene que solo se trata de unos pocos hombres con lanchas haciendo “ruido”. En todo caso, nada ha podido evitar que las Farc cobren peaje a las embarca- Superficie (km2) Población (personas) Índice NBI* (%) Acciones subversivas (2001) Detenidos por tráfico ilícito de drogas (2001) 368.852 919.505 57,7 28 98 *Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuente: Instituto Nacional de Estadística e Informática (Inei), Policía Nacional del Perú (PNP). ciones. “Hay que pagarles 30.000 pesos por cada tonelada de mercancía”, dice el capitán de un bote que está de paso por Marandúa. El impuesto es clave para las Farc. Más allá de los dividendos económicos, la guerrilla demuestra con este cobro que hace presencia sobre la columna vertebral de la frontera. Sabe que el cauce del Putumayo es la principal vía de comunicación, el camino del comercio y el puente de la integración. De allí que la Armada emprendiera, hace poco, una vasta operación por el río. Lo que no se mueve por el agua se tiene que mover por aire. Pero a El Estrecho solo viajan la hidroavioneta de un ex misionero estadounidense y un avión militar peruano con víveres para los hombres que vigilan el lugar. La situación es más complicada en el lado colombiano, donde Satena dejó de volar por rentabilidad a La Chorrera y El Encanto. Hoy, solo la Fuerza Aérea viaja a esos sitios, pero sin fecha fija. Pero incluso si se reanudan los vuelos comerciales, el desplazamiento posterior a Marandúa, donde no hay pista de aterrizaje, seguirá siendo una osada travesía. El Producto Interno Bruto de los 12 departamentos fronterizos es un 10,8% del total nacional. Fuente: Departamento Nacional de Planeación (1997). Loreto El más reciente negocio de Tirso Sinisterra depende de la salud de los amores en la selva. A este comerciante paisa, que navega el río Putumayo, se le ocurrió hace unas semanas diversificar su negocio de víveres y llevar a los rincones más olvidados de la frontera la primera caja de pastillas de Viagra para salvar matrimonios desahuciados. La primera pastilla se la vendió a un colono de 80 años en Tarapacá, al que tuvo que leerle las instrucciones de la caja antes de tomar rumbo hacia otra localidad. A su regreso, el anciano lo esperaba a la orilla del Putumayo con un puñado de billetes en el bolsillo y una sonrisa de novio recién casado. El negocio superó sus expectativas. Las 100 pastillas que llevaba desaparecieron en medio de rapiñas de hombres desesperados. “Apenas vuelva al interior voy a traer más porque este mercado sí que está productivo”, dice Tirso, que hace 18 años tiene como base de su negocio a Marandúa. A este sitio llegó atraído por la aventura del comercio y se quedó por el calor de la gente. Su familia vive en Bogotá, una ciudad donde su espíritu de aventura no encuentra calma. Las ganancias son para que ellos vivan cómodos, mientras él prefiere andar de sandalias y pantaloneta en medio de la humedad de la selva. Le encanta hablar de más y vender de todo. “Pero lo que más me gusta es encontrar colombianos en los sitios más re- cónditos”, señala y luego hace un recuento de los comerciantes colombianos asentados en la frontera. Él representa ese prototipo del colono que aún siente que le falta mucho por descubrir. Hace una década se perdió entre la vegetación en busca de una mina de oro, pero regresó a la civilización, quebrado y convertido en “un costal de huesos”. Hoy, cree que halló en la mina de los amores defectuosos el secreto para ser el rey del comercio en la selva. PERÚ E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 29 El hermano del aire Sobre los rústicos caminos que atraviesan el abandono de Marandúa caminan con optimismo los hijos de los colonos colombianos. El Estrecho fue uno de los pueblos donde, en 1999, el presidente Fujimori reforzó el pie de fuerza. Desde El Encanto el viaje puede durar Pero los ‘paras’ se fueron cuando el neun día por río, bajo la advertencia de que gocio ilegal se fue al piso. Por eso, la verel que se atreva a navegar de noche está sión que pone a Euclides a morir a manos buscando ganarse una bala, en tanto que de las Farc por ser colaborador de los padesde La Chorrera el trayecto es práctica- ramilitares no es convincente. Sin emmente imposible porque el proyecto de bargo, “nada se puede descartar”, dice el carretera se extravió bajo la espesa vege- coronel Eduardo Murillo, jefe de Estado tación. Mayor de la Brigada 26 de Selva, con sede “Para llegar acá desde La Chorrera en Leticia, el único que viajó a Marandúa hay que venirse en danta”, dice soltando a averiguar lo sucedido. una risotada Trinidad Lugo, una nativa El rumor de moda que recibió a Muriconvencida de que solo ese animal conoce llo, que llegó a El Estrecho en un avión los laberintos de la selva. militar, señalaba que a Euclides lo mataCuando se trata de navegar hasta ron por ser auxiliador de las Farc. Esa hiLeticia, las cosas son más demoradas. pótesis fue retomada por el diario La RePara llegar a esa ciudad hay que reco- gión, de Loreto, que se enteró del crimen rrer el Putumayo hasta su desemboca- un mes después de sucedido. dura en el río Amazonas, en Brasil, y El diario se atrevió incluso a menluego remontar ese río para entrar a cionar que militares peruanos podrían Colombia. El periplo puede durar hasta estar vinculados, lo que fue descartado tres días en una lancha rápida y 20 días tajantemente por las autoridades. El en un bote de carga. contralmirante Eduardo Dacourt, coPara los peruanos es peor. Si quieren mandante de la Quinta Zona Naval de viajar a su capital departamental, Iquitos, Perú, envió un oficio a las autoridades no tienen más remedio que tomar esta colombianas para señalar que “desmiente las versiones de misma ruta y agregarle complicidad de los un día más de viaje en El viaje de miembros de la lancha rápida, o una seMarandúa Infantería de Marina”. mana en bote de carga. Sin embargo, el transCon tantas versiones, a Leticia porte de mercancías por tal vez nunca se sabrá lo puede durar el río sigue siendo más que pasó. Euclides fue sehasta 20 días económico. Por eso, los pultado en Sabaloyacu, el botes bajan y suben por el cementerio de Marandúa, en un bote Putumayo con familias a una hora río abajo. No de carga. de navegantes que cuelhubo levantamiento legal gan sus ropas en las del cadáver y visitar su proas y duermen junto a cajas de gaseo- tumba no fue recomendable durante las sas y bultos de comida. semanas siguientes a su sepelio. “La gueDe ese tráfico fluvial vivió Euclides. rrilla estaba muy alterada por la presenEn su casa guardaba repuestos de todo ti- cia del Ejército y por eso lo mejor era no po para revivir los motores cansados. Así ir por allá”, explica un habitante. Sin haber dilucidado si los asesinos como reparó botes a los ‘narcos’, también hizo lo mismo para los paramilitares que fueron las Farc, los ‘paras’ o los ‘narcos’, lo que en su rápida visita sí comprobó llegaron durante la bonanza de la coca. con certeza el coronel Murillo fueron las diferencias entre El Estrecho y Marandúa. Su paso de un país a otro, tan normal como cambiar de acera en una calle, fue también el paso de una localidad peruana de 3.000 habitantes dotada con hospital, acueducto, puesto de Policía, base del Ejército y muelle de la Armada, a otra sin Fuerza Pública, sin acueducto y sin puesto de salud, pero rebosante de colonos que no renuncian a ser colombianos. Uno de ellos es Jaime Gómez, un antioqueño que le saca provecho al transporte aéreo que encarece las mercancías en el lado peruano y que convierte la gaseosa Inca Kola en un lujo de dos dólares. Las habitaciones de su casa sirven para almacenar bolsas de café y latas de gaseosas, que por su bajo costo compiten con facilidad con los productos peruanos. “La plata que me hago aquí no la consigo en ninguna otra parte”, dice. Su empuje lo comparte también Rubén Castillo, un bogotano que intercambia con sus paisanos la información sobre las necesidades de El Estrecho. “Si nos enteramos de que los peruanos se van a quedar sin papa, contactamos a los botes que vienen bajando, les compramos todo de antemano y cuando llegan aquí, el que quiera papa tiene que comprarles a los colombianos”, cuenta. El comercio de víveres es la tabla de salvación para estos colonos que esquivan el negocio de la coca y confían en que la frontera seguirá atrayendo a más pobladores aunque las estadísticas digan que las necesidades básicas insatisfechas superan el 70 por ciento para el caso de La densidad de población de los municipios fronterizos es de 20 personas por km2 frente a un promedio nacional de 39. Fuente: Departamento Nacional de Planeación Llegó a las selvas del Amazonas a ganar almas para Jesucristo y terminó convertido en un dios del cielo para los habitantes de la frontera. Este estadounidense de cabello blanco, quien pide que lo llamen Richard, es el piloto de la única hidroavioneta civil que transporta pasajeros sobre el río Putumayo. “Soy un tonto si sigo creyendo que voy a triunfar con este oficio”, se dice a sí mismo con su español enredado. Su plan de vuelo siempre está trazado sobre la cercanía de los ríos. “Si la hidroavioneta falla puedo acuatizar en cualquiera de ellos”, explica. Su hangar está en uno de los brazos del Amazonas, en Iquitos, la capital peruana de la selva. Cerca de su aeronave permanece otra, que nunca volverá a volar: la avioneta en la que el 20 de abril del 2001 viajaban tres civiles norteamericanos cuando fueron derribados por la Fuerza Aérea peruana. El error provocó la muerte de una estadounidense y su hija, dejó al piloto sin su pie derecho y paralizó el convenio de interdicción aérea entre Estados Unidos y la región andina. Las víctimas eran misioneros evangélicos, el mismo oficio que trajo a Richard a la Amazonia hace 20 años, dispuesto a cambiar el mundo. Pero la selva lo cambió a él. Dejó de evangelizar, se casó y optó por ayudar al prójimo desde el aire. Se metió a un curso de piloto y compró la hidroavioneta. Luego, adquirió radiote- léfonos y los instaló en varios pueblos fronterizos, donde los indígenas se convierten en improvisados controladores de vuelo. “Ellos me dicen cómo está el clima y eso me sirve para saber si suspendo o no un viaje”, explica. Sus siete empleados y sus clientes le dicen el “hermano”. Un apelativo que hace honor a su pasado de monje y a su sueño de convertir su modesta empresa en una bendición de las alturas para los pueblos olvidados. 30 E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 PERÚ El pescador sin límite Las misteriosas islas del Amazonas aparecen y desaparecen bajo el agua dependiendo de la fuerza del invierno y la crudeza de los veranos. Amazonas y el 55 por ciento para el caso de Loreto. El optimismo de Rubén es binacional. Su esposa es peruana y sus dos hijos están registrados a ambos lados. Ellos hacen parte de los 129.561 habitantes de la frontera del río, de los cuales un 60 por ciento son peruanos y el 40 por ciento, colombianos, según un documento de la Cancillería de Perú. También los puestos de la Fuerza Pública de Perú representan la mayoría. Ese país tiene 25 bases de vigilancia en la línea de frontera. Colombia solo tiene seis: Lanchas como esta recorren los puertos fluviales en busca de pasajeros y mercancías. tres en el río Putumayo y tres en el río Amazonas. Esa cifra permite entender por qué el capitán Rafael Galdo, comandante de la Policía de El Estrecho, cree que a Colombia aún le falta mucho por hacer para reforzar su presencia en la zona. Los militares colombianos alegan que no pueden instalar puestos de 30 hombres, como los de Perú, para dejárselos de carne de cañón a la guerrilla. Su estrategia es tener unidades móviles en la selva. Bajo esa táctica las naves de la Armada se aparecieron en Marandúa tras la muer- te de Euclides. Aunque la presencia de los militares duró poco, los pobladores confían en que su paso no solo ayude a resolver el enigma de la muerte de Euclides, sino a responder el interrogante sobre si la coca seguirá avanzando a ambos lados del río que los une y los separa. Esperan las respuestas con paciencia. No tienen afán. Creen que el Estado finalmente tendrá que acordarse de ellos. Por eso, aguardan con resignación anclados a las alegrías y tristezas del río, y aferrados a una bandera que ondea con un pedazo de su franja roja rasgado por el viento. ❙ AMAZONAS A Julio Perea nada le incomoda más que le pregunten su nacionalidad. “Soy simplemente un pescador del río Amazonas”, prefiere responder. A veces su respuesta depende del tono de la conversación. Si se lo preguntan con acento colombiano, Julio da el número de su cédula; si le hablan con acento peruano, él recita su número único de identificación. Tiene doble nacionalidad, pero cree que eso no sirve para nada en una comunidad de pescadores que convirtieron el límite del río en su punto de encuentro y que nunca se han preocupado por las rayas invisibles que parten en dos unas aguas que no se dejan demarcar. Julio vive en la isla Campiña Serra, en medio de uno de los imponentes brazos del Amazonas, más cerca de la orilla peruana. Nació en ese lado hace 86 años, pero a los 20 ya tenía claro que su única patria es el río. El Amazonas le brinda pescados espléndidos. De allí ha sacado sábalos, pintaditos, corvinas y pirarucús de tamaños generosos y sabores incomparables, que se venden a precio de huevo en cualquier mercado de la zona. Diferendos flotantes Solo la naturaleza empaña, a veces, la cooperación de las autoridades de Colombia y Perú en la frontera. “Eso siempre ha sido así. Lo principal es evitar que eso afecte nuestras buenas relaciones”, dice el sargento colombiano as on az Am Como los esquivos delfines rosados, que aparecen y desaparecen en la superficie, las islas del Amazonas son pedazos de tierra que aumentan y disminuyen de tamaño según la intensidad de los inviernos y los veranos, y que se alejan o se acercan a la orilla de uno de los dos países de acuerdo con los caprichosos cambios de caudal del río. A M A Z O N A S Buenos Aires o Rí Aquí las banderas suelen perderse con facilidad, especialmente si están en la mitad del río. Los peruanos bajan los pabellones de Colombia cuando los ven ondeando en islas que consideran de su territorio. Los colombianos hacen lo mismo. L O R E T O P E R Ú C O L O M B I A Atacuarí I. El Tigre I. Patrulleros I. Vamos I. Corea I. Campiña LETICIA Serra Guillevardo Rubio, comandante de la Policía de Santa Sofía. Rubio tiene claro que el tema no es como para iniciar una guerra, como la que hubo hace 72 años y que culminó con la confirmación de un tratado de límites que se firmó cuando muchas de estas islas no existían. Pero sabe también que la isla Corea, situada frente a su puesto, es colombiana y que debe cuidar la bandera que allí ondea. Corea es de Colombia porque así lo de- terminó una comisión binacional creada para ponerles límite a estos ‘diferendos’ cotidianos. Esa comisión también inició en 1999 la realización de un estudio para delimitar las islas Patrulleros, Vamos y Nueva. “Solo queremos saber dónde podemos construir un rancho”, dice Luisa Calope, una peruana que asegura tener identificada una isla, aún sin dueño, que no se inunda con facilidad y que permite sembrar hortalizas. Ella espera que la comisión siga poniéndoles nacionalidad a esas esquivas porciones de tierra, únicas desavenencias que, de cuando en cuando, surgen entre Perú y Colombia, aunque nadie sabe si el río permitirá que algunas de estas islas duren lo suficiente como para aparecer en los mapas. En los 18.446 km2 de los municipios fronterizos con Perú viven 80.785 personas, diez veces menos que en el departamento de Sucre. Fuente: Dane, proyecciones al 2003. “Me conformo con que dejen alguna ganancia para vivir”, dice Julio con la tristeza del pescador que está a punto de jubilarse porque sus brazos arrugados y su espalda cansada ya no pueden competir contra los jóvenes. Sus hijos regados a lado y lado de la frontera le ofrecen lugares para descansar. Él analiza las ofertas con tranquilidad. Su hogar no está en ninguna orilla. Su hogar está en la mitad del río, en el centro de una patria sin límites. ANÁLISIS E S P E C I A L En los confines de Colombia Los niños witotos del Perú conservan sus tradiciones y participan con sus atuendos en las celebraciones patrias de ese país. Domingo 10 de agosto de 2003 Hacen falta asientos en la escuela de la comunidad del Siete de Agosto, en Amazonas, pero sobran las ganas de aprender. ¿Estrategia coja? a primera vez que Colombia y Perú se comprometieron a aplicar una política binacional de desarrollo en su frontera fue en 1978, con la suscripción del Tratado de Cooperación Amazónica. Pero la promesa quedó en suspenso hasta 1988, cuando nació el Plan para el Desarrollo Integral de la Cuenca del río Putumayo (Ppcp). Sin embargo, de los diez proyectos del Ppcp solo tres han sido ejecutados hasta el momento. El balance parece una ironía en momentos en que ambas naciones predican que uno de los antídotos para blindar la frontera contra el narcotráfico y los cultivos ilícitos consiste en llevar salud, educación, empleo e infraestructura de comunicación. En noviembre pasado se creó la Zona de Integración Fronteriza, y en ambas cancillerías se labora aceleradamente en la misión de recopilar todos los datos sobre las condiciones actuales de la frontera. Su afán ha aumentado a medida que crece el temor de que el conflicto colombiano contagie de nuevo a un país que confía en haber derrotado al terrorismo y a los grandes cultivos de coca. Perú, que en la década del 80 fue escenario de una dura lucha entre el Estado y el grupo guerrillero Sendero Luminoso, la cual dejó unos 25.000 muertos, y que fue, por encima de Colombia, el mayor productor de hoja de coca en el mundo, se enfrenta hoy al fantasma de que esos fenómenos, que superó con una estrategia de mano dura, puedan resurgir con la fuerza de antes. La aparición de reductos de Sendero Luminoso en Ayacucho y Junín, en el sur de Perú, prendieron las alarmas en las últimas semanas. Una investigación realizada por el diario La República, de Lima, señala que narcotraficantes de Colombia, México y Bolivia les estarían pagando a los ‘senderistas’ para que garanticen que los campesinos cultiven la coca en algunas zonas. La firma Análisis e Inteligencia, que elabora L ‘Perú, aliado clave’, dicen los militares colombianos. ‘El desarrollo social está relegado’, señalan analistas. 31 documentos de geopolítica, indica: “Sendero Luminoso alimenta su resurgimiento copiando la fórmula de financiamiento de las Farc y puede estar explotando el auge que vive la industria del cultivo de coca en el Perú, algo que sería producto del éxito del programa para erradicar los cultivos ilegales en Bolivia y Colombia”. Aunque no hay estudios que permitan determinar cuánto han crecido los cultivos ilícitos en la frontera, como consecuencia del desplazamiento de los sembrados de coca del Putumayo, y aunque tampoco existen reportes sobre la presencia de senderistas en esa área, sí es evidente que esta zona contiene todos los ingredientes de debilidad del Estado para favorecer una eventual alianza binacional de guerrillas y narcotraficantes. El problema ha sido afrontado hasta ahora con una lógica militar que intenta contener el problema en la raya limítrofe. El ex presidente peruano Alberto Fujimori envió unos 3.000 hombres a la frontera durante 1999, en un movimiento de fuerzas que no se veía desde la guerra de Perú y Colombia (1932-1933). Pese a que él y su asesor, Vladimiro Montesinos, fueron acusados posteriormente de enviar 10.000 fusiles jordanos a las Farc, su filosofía de seguridad fronteriza ha seguido vigente. “Hoy, Perú es el vecino que mejor comprende las necesidades de Colombia. En materia de cooperación militar los peruanos son los que más colaboran,” dice un coronel colombiano de inteligencia del Ministerio de Defensa, quien considera al gobierno de Alejandro Toledo como el aliado clave de Uribe en la región. Ambos presidentes revitalizaron tres mecanismos de cooperación en seguridad: el de alto nivel, integrado por los vicecancilleres, las rondas de altos mandos militares, que se reúnen varias veces al año, y el de interdicción aérea y fluvial, mediante el cual se intercambian información. Ante ese enfoque militar la otra estrategia, la que consiste en buscar el desarrollo integral para evitar que la región sea caldo de cultivo para actividades ilícitas, luce empantanada. La internacionalista Martha Ardila dice: “La frontera ha sido vista con el concepto de seguridad territorial y los países han acudido a su militarización bajo una tendencia que ha dejado relegado el desarrollo social”. Sin embargo, la oficina de Integración Fronteriza de la Cancillería colombiana sostiene que la estrategia del desarrollo social siempre ha estado a la misma altura de la estrategia de seguridad militar. Su reto será demostrar que los nuevos proyectos que diseñe tendrán el mismo respaldo de recursos que las iniciativas militares. Los antecedentes no son alentadores. Desde 1995, la mayoría de las iniciativas del plan Ppcp, que fueron concertadas para impulsar el desarrollo, duermen en los archivos oficiales esperando financiación. Uno de esos proyectos busca impulsar el intercambio comercial en la cuenca fronteriza del Putumayo. Entre sus objetivos están “la creación de una oficina de promoción de comercio e inversión” y la puesta en marcha de un “sistema de promoción del ecoturismo y la realización de un estudio de factibilidad para una zona franca en Leticia”. Otra iniciativa fue diseñada para mejorar el servicio de salud mediante el suministro de medicamentos esenciales, la capacitación anual de 3.600 trabajadores de la salud y la donación de 22 botes con motores fuera de borda para trasladar enfermos. Estos proyectos hacen cola detrás de otros dos que los gobiernos quieren sacar del ‘congelador’ mediante la búsqueda de cooperación extranjera: el proyecto de saneamiento ambiental, que beneficiaría a 35.000 personas, y el de atención a las comunidades indígenas. Para concretar estos anhelos atrasados hace falta mucho más que buena voluntad. Hace falta también, como señala un funcionario diplomático colombiano, la participación de la clase política y del sector privado, que no han sabido interpretar las potencialidades de una zona generosa en recursos naturales. 32 E S P E C I A L En los confines de Colombia En el puerto más al sur de Colombia, en Leticia, las dos patrulleras de la Armada, ARC Jaime Gómez y ARC Juan Peña, reposan, fondeadas ante la inmensidad del río Amazonas. Domingo 10 de agosto de 2003 BRASIL Juan Bautista Acevedo, tuyuca del centro del Vaupés, vive ahora en Bocas del Taraira, donde trabaja como motorista y promotor de salud. Otra Colombia, frente a Entre Mitú y Leticia hay 600 kilómetros de junglas casi vírgenes en las que vive desperdigado un puñado de colombianos de todas las etnias y todos los departamentos, en el abandono más completo y en una paz interrumpida solo por lejanos fantasmas de la guerra. En medio, hay un pueblito de 300 habitantes. Se llama Taraira y su nombre es una leyenda del oro de la selva. Ir de Mitú a Leticia, pasando por Taraira, es viajar a otra Colombia. * * * Desde el cerro en Bocas del Querarí, el primer caserío donde el río Vaupés se vuelve frontera con Brasil, se ven dos paisajes. Del lado colombiano, una bandera ondea en una antena roja sobre varias casitas de tabla. Las 23 familias cuneas, waunanas y tupíes que cambian la bandera cada vez que se pudre, dicen que la torre la dejó inconclusa Telecom. “Mire la belleza de fronteras que tiene Colombia”, se queja Luz Delfina Neiva, maestra del internado, mostrando sanitarios y lavamanos enmohecidos, pues el pozo séptico se cayó recién construido. Miguel Lima, el enfermero cuyuca, enseña una camilla destartalada y un hormiguero en su puesto de salud. Al otro lado del río se alinean las cuidadas construcciones café y verde del puesto de frontera brasileño. La pista de cemento en la que aterrizan regularmente aviones Búfalo es la misma que, en 1998, recibió por sorpresa los Hércules del ejército colom- Brasil Texto y fotos: Álvaro Sierra Un viaje por los ríos de una de las fronteras más remotas y desconocidas del país. biano que reaccionaron a la toma de Mitú por las Farc, pues no tenían –y siguen sin tener– dónde más aterrizar. La comunidad tiene educación hasta noveno grado, y los militares le dan luz las 24 horas, dentista, medicina, agua potable, provisiones y transporte. Los enfermos colombianos van a curarse al Querarí brasileño. Sin lancha de motor y con un radio de comunicaciones sintonizado en la frecuencia del hospital de Mitú, Luis Gómez, el ‘capitán’ indígena, y César Julián Gómez, inspector de Policía, no pueden más que dejar en manos de los soldados del batallón de selva brasileño la soberanía sobre esta esquina perdida. Una cosa compensa el abandono. En la niebla que se levanta en las mañanas sobre la vegetación exuberante se respira una constatación asombrosa: Bocas del Querarí vive en paz. “Esto es tan pobre que no hay ni guerrilla”, dicen todos. * * * “¿Quiere ir a Querarí? Pague la gasolina y la remesa, y yo le presto el motor y a Peranquive”, había dicho dos días antes Gus- tavo Puga, en Mitú, mientras tres indígenas armaban dos grandes balsas y calafateaban una canoa grande. Frente al que él preparaba, el viaje que me llevó a Querarí gracias a su ayuda, parecía juego de niños. Con Hernando Peranquive, uno de los mejores motoristas de la selva, 15 indígenas y dos cocineras, Puga, contratado por la Gobernación, iba a llevar, a lo largo de 300 kilómetros de ríos erizados de rápidos enfurecidos, 27 toneladas de baterías sanitarias (y una tonelada y media de comida para el grupo) a las comunidades indígenas fronterizas del Vaupés y el Papurí. Defendidos de la colonización a gran escala por temibles cachiveras (rápidos), los ríos de Guainía, Vaupés y Amazonas, los tres departamentos colindantes con Brasil, convierten el transporte en una odisea a la que solo se le miden Ulises del rebusque. El sistema es simple: las dos balsas y la gran canoa cargadas navegan hasta Tatú, la primera cachivera. Allí, las 28 toneladas y media son descargadas y transportadas a hombro por los indígenas, a lo largo de un varadero, un camino en la orilla. Las bal- sas pasan por el agua; la canoa de una tonelada se arrastra. Al otro lado, se cargan y prosigue la navegación. Así, una y otra vez, en las 14 cachiveras del Vaupés y la media docena del Papurí. Entregada la carga, Puga planeaba seguir Vaupés abajo hasta San Gabriel de Cachoeira, en Brasil. En barco por el río Negro y el Amazonas, iría a Manaos, para volver al cabo de dos semanas con una tonelada de chanclas de caucho. Con Peranquive y la canoa haría el camino de regreso a Mitú, hasta depositar en su almacén del malecón, tres meses después de haber partido, las chanclas, que vende por el doble. Comparado con el de Puga, el viaje de dos días que hice hasta Querarí con su motorista Peranquive, en una voladora liviana y sin más carga que la comida, lució como un juego de niños. Pero fue el primer atisbo a una frontera donde otra Colombia vive menos preocupada por la guerra que por el tenaz rebusque de la colonización. * * * Cada mes, Eliécer Pérez trae de Villavicencio, por contrato con la Gobernación, 17.640 galones de Acpm para que la planta de Mitú genere sus cuatro horas de energía diaria. “El galón en Villavicencio vale 3.010 pesos, pesa 3,23 kilos, y el avión cobra 1.500 pesos por kilo”, dice, explicando por qué un galón de combustible vale 9.600 pesos. El avión de Satena, único lazo de Mitú E S P E C I A L En los confines de Colombia BRASIL Domingo 10 de agosto de 2003 FARC Frente 16 Colombia - Brasil Algunos hitos Desano Naquén Curipaco G U A I N Í A Río Iníri Ticuna da Papunaua San Felipe Venado Isana Boca del Yarí Tucutibapo Río Isana Wasai Tunubi San Joaquín EJÉRCITO EJÉRCITO ro Neg Curipaco Tapunucuara Chimapana Carurú Rí oV aup EJÉRCITO és Cururu MITÚ Querarí EJÉRCITO POLICÍA FARC Frente 1 Nazareth Makú Yacaré Bocas Cuyubi del Querarí Tariana Yapú Rí o Pa purí A M A Z O N A S Hac Murutinga uyan as Río Vau p és Cubeo Pira Tucana Tacira Topurucú Pari Cachoeira FARC Frente Amazónico Mabé Sao Felipe EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL Río EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL a Yauacaua Melo Franco Pacoa Cucui Isan EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL Iauaraté Yavaraté Monfort V A U P É S Guadalupe Río ia G Siriano Área detallada EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL Río Apa poris Tiq u ié Makú Trovao Sao Gabriel de Cachoeira EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL Taraira C O L O M B I A B R A S I L Cubeo Rí oC aq ue tá Tráfico de drogas y armas EJÉRCITO BRIGADA 26 DE SELVA POLICÍA A M A Z O N A S oP utu ma yo Tarapacá EJÉRCITO BRIGADA 26 DE SELVA POLICÍA Farc Am EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL s ona P E R Ú s na Ticuna Witoto zo o Rí Límites a Am Puerto Nariño Capital departamental Población Internacional Departamental Municipal 0 EJÉRCITO BRIGADA 26 DE SELVA 50 Kms. POLICÍA ARMADA Km. 18 Km. 6 LETICIA Hacia Manaos BASE ANZOL EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL ARMADA AVIACIÓN Rí oY ar ar í Tabatinga EL REY DE LAS CACHIVERAS “Mi Diosito hizo el peligro, pero hizo el huequito”, dice Hernando Peranquive, recitando de memoria los nombres de las 14 cachiveras, los traicioneros rápidos del Vaupés, que vuelven una odisea los cuatro días de navegación de Mitú a Yavaraté, donde el río se va para Brasil. “Catorce, en invierno, porque en verano son 72”. Con la filosofía de que toda cachivera tiene su paso, Peranquive deja carga y pasajeros en la orilla y, en cada comunidad indígena ribereña, embarca, a cambio de dos paquetes de Pielroja, a su ‘práctico’, un lugareño que conoce de memoria las peñas ocultas bajo las aguas rugientes y, con sus indicaciones, pilotea la canoa, sana y salva, hacia el “huequito” dejado por Dios en esas correntadas que se han tragado hombres, motores y cargas incontables. Vivo de milagro después de una apendicitis, según él mal diagnosticada, que terminó en la extirpación de un riñón y le dejó una cicatriz de 20 centímetros en el estómago, este casanareño de 41 años saluda por el nombre a cada indígena en su ruta; cambia jabón por pescado ‘muquiado’ (ahumado) y ‘farinha’ (harina de yuca brava), y cuenta con humor inagotable docenas de historias del río. 1971, junio. Acuerdo para la excención de doble tributación a favor de empresas marítimas y aéreas. 1978, julio 3. Brasil, Colombia y Perú firman Tratado de Cooperación Amazónica, para desarrollar la colaboración en investigación científica y tecnológica. 1991. Se inicia en Brasil el Proyecto Cuenca Norte de militarización de la frontera amazónica brasileña. 1998, abril 1. Aeronaves militares colombianas aterrizan en la pista brasileña de Querarí como apoyo a sus operaciones militares contra las Farc que habían atacado horas antes la ciudad colombiana de Mitú. Ipiranga az Río 1928, noviembre 15. Tratado García Ortiz-Mangabeira fija límites marítimos y fluviales. Abril. Militares brasileños ametrallan, en el río Taraira, una lancha con soldados colombianos, los detienen y luego los liberan, sin provocar muertos. Alegría Cultivos ilícitos 1907, abril 24. Tratado Vásquez Cobo–Martins fija límites terrestres de la frontera y estipula libre navegación por el Amazonas y otros ríos compartidos. Febrero 26. Las Farc atacan un destacamento del ejército brasileño en el que murieron tres soldados y dos mineros colombianos. Brasil cierra el paso por el río Taraira. EJÉRCITO POLICÍA FEDERAL La Pedrera Witoto Rí Grupos indígenas Miriti Paraná La Playa Puerto Caimán Fuentes: Dane, Ministerio de Comercio Exterior, 2002. Ruta de EL TIEMPO Bocas del Taraira Villa Bittencourt urá Jap Río Longitud: 1.645 kilómetros. Población Colombia: 149.042 personas. Brasil: 2'812.557 personas. Departamentos Colombia: 3 Brasil: 1 Municipios Colombia: 5 Brasil: 5 Comercio (miles US$) Exportaciones: 107.823 Importaciones: 511.487 33 En la selva, donde la vida depende de esas venas de agua, todo está en manos de motoristas como Peranquive. Diestro entre los diestros en esas aguas con las que lidia hace 22 años, sólo teme una cosa: que el motor se le apague en mitad de una cachivera y se ‘alague’ (inunde) la canoa. 1999, junio 4. Brasil lanza la ‘Operación Tabatinga’ destinada a identificar y detener traficantes de droga. Agosto. Brasil lanza ‘Operación Intimidación’ para evitar incursiones de la guerrilla colombiana en su territorio. 2001. Se crea Comisión Binacional Fronteriza, conformada por las Fuerzas Armadas de cada país para intercambio de información e inteligencia. 2003, junio 20. Convenio de Cooperación en Defensa. Junio. Memorando de entendimiento para la lucha contra terrorismo y tráfico de armas y drogas. Junio. Brasil lanza ‘Operación Timbó’ para mantener el control de la frontera. 34 E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 BRASIL El inspector solitario “Todos hemos dejado la juventud aquí”, dice, Marta, dueña del billar de Taraira. Brasil Ramiro Meneses, de Villa Fátima, en el río Vaupés, deja que su hija Mónica se ocupe de las picaduras de zancudo mientras el pequeño Jair vigila la trampa para sardinas. Colombia Amazonas Superficie (km2) Población (personas) Tasa de analfabetismo (%) PIB (millones de reales*) PIB per cápita (reales) 1'570.946 2’812.557 15,3 15.398 (151.516'320.000 de pesos) 5.577 (5'487.768 pesos) *Con tasa de cambio de julio del 2003. Fuente: Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (Ibge). Superficie (km2) Población (personas) Indígenas (personas) PIB (millones de pesos, 2000) Mortalidad (x cada 100.000 habs.) Índice NBI* (%) Vacunación niños (%) Cobertura escolar (%) Homicidios (a mayo 31, 2003) Cultivos ilícitos (hectáreas, 2002) Desplazados (expulsión, 2002) Amazonas Vaupés Guainía 109.665 76.381 20.521 11.936 195,4 73,4 43,7 34,3 6 784 13 65.268 31.875 21.504 92.259 283,3 100,0 29,8 74,6 0 1.485 36 72.238 40.786 14.331 62.317 230,8 100,0 44,0 74,6 1 749 76 *Necesidades Básicas Insatisfechas. Fuentes: Dane. Ministerio de Protección Social. Ministerio de Educación Nacional. Codhes. Dijín, Simci. con Colombia, multiplica fantásticamente el costo de todo. Un bulto de cemento, que en Bogotá vale 18.000 pesos, aquí cuesta 83.000. Vaupés ha pedido declarar los municipios de la frontera zonas de régimen aduanero especial, para traer productos brasileños, más baratos. “El impacto es tan poco, y el beneficio sería tan grande...”, dice el gobernador, Harold León. Por Mitú han pasado todas las bonanzas. “Me alcanzaba para jugar, tomar, mercar y quedaba plata”, recuerda Libardo González la del caucho, que se acabó en 1972. Siguieron las pieles. Y la coca. “Había cuatro burdeles y 11 discotecas. A los compradores los recibía el jefe de la Policía”, dice un hombre que llegó en el 82. Hoy, pasadas todas esas bonanzas, sin acueducto ni alcantarillado, con el hospital en paro porque a sus 263 trabajadores les deben prestaciones desde septiembre, Mitú construye un polideportivo y pavimenta el malecón. Se han gastado 8 mil millones de pesos en una minicentral hidroeléctrica, una de cuyas turbinas reposa, según el Gobernador, hace tiempo, en Bogotá. “Aquí los chanchullos administrativos son miedosos”, afirma monseñor Gustavo Ángel, el obispo. Mitú ilustra los desafíos de la política de control del territorio del presidente Uribe. Una base del Ejército y un búnker de la Policía han convertido las cinco calles de este pueblo de 7.200 habitantes en una fortaleza. En el aeropuerto hay que registrarse. Todo forastero es interrogado. En el puerto se controlan vituallas y combustible. Río abajo, hacia la frontera, no hay un solo guerrillero. Pero 15 minutos río arriba empiezan los vastos dominios del frente primero de las Farc, que llegan hasta Guaviare y Caquetá. Mitú vive una paz fortificada, pero buena parte del resto del Vaupés está en manos de las Farc. Por eso, muchos anunciaban que, 300 kilómetros al sur, en Taraira, iba a encontrar otra cosa. “Allá lo recibe la guerrilla”, decían las autoridades. * * * Cuando “Capitán Alejito”, la Cessna205, aterrizó una mañana en Taraira, no había un solo guerrillero. En su lugar, en la pista, se apiñaba un pueblo insólito. La serranía de Taraira fue célebre en los ochenta, cuando su nombre, sinónimo del oro de la selva, la convirtió en un típico pueblo minero de colonización, con bares estridentes como el Santo Cachón y prostitutas legendarias como ‘la Pingüina’, una caleña que cobraba 12 gramos de oro por 15 minutos y terminó engañada por un teniente mujeriego. La bonanza se acabó y 12.000 aventureros se fueron como llegaron. Hoy, en las dos calles toscamente empedradas de Taraira, quedan 300 hombres y mujeres, hechizados sin remedio por el oro. “Somos una gran familia”, dice Marta, dueña del único billar. El pueblo se reúne para las decisiones. En la semana, trabaja 14 horas en los túneles de las tres minas –Cerro Rojo, Peladero y Garimpo–. Los viernes, desde mediodía, se junta en las tiendas a ingerir cerveza y ver Sky Tv. El sábado, limpia las calles. El domingo, juega microfútbol. Cuando alguien tiene dificultades graves, reúne dinero. Un extra- El índice de pobreza humana de los departamentos fronterizos (14,74) es superior al índice nacional (10,6). Fuente: Departamento Nacional de Planeación-Pnud (2000). “Mi misión es velar por el orden”, dice César Julián Gómez, presentándose: “soy el inspector de Policía de Bocas del Querarí”. Este joven cubeo de 22 años, bachiller de la Normal de Mitú, es el único representante del Estado en muchos kilómetros a la redonda. Su sede: su propia casa, donde vive con su mujer y dos hijos, en una islita frente a la comunidad indígena que da nombre a la inspección, justo donde el río Vaupés se vuelve la raya fronteriza entre Colombia y Brasil. Comparte la isla con ‘Yanyán’, un mestizo brasileño que lleva 12 años midiendo la pluviometría para el Ideam. Gómez no tiene lancha ni motor; tan sólo una canoa, en la que sale remando a las cinco de la tarde, a dejar mallas y anzuelos que, en las mañanas, cuando está de suerte, recoge con pescados. Cultiva, como las 23 familias de la ribera, una chagra con yuca, plátano y piña. Tiene un viejo radio, sintonizado en la frecuencia del hospital de Mitú. En la comunidad hay un teléfono satelital del sistema Compartel cuyas tarjetas se venden en la capital, a un día de viaje por el río. Hace seis meses instalaron baterías solares y ahora, en la noche, hay luz. Ni siquiera tiene una bandera de Colombia para izar en el asta desnuda frente a su casa. “Por aquí no han venido autoridades de ninguna clase, nunca, ni ningún periodista. Pero esto es tranquilo; una que otra pelea, a veces, en la comunidad, es lo más grave”. Se gana 320 mil pesos al mes y sólo va a Mitú si lo llevan gratis. “El viaje de ida son 8 o 10 galones de gasolina; y, con el galón a 9.000 pesos, no hay viáticos que alcancen”. Al frente, la base militar brasileña, construida con todas las de ley, junto a un poblado indígena que tiene electricidad, servicio de salud y avión regular, parece recordarle todos los días a este solitario representante del Gobierno colombiano lo que sí es la presencia del Estado. BRASIL E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 35 Los mineros de la selva Uno de los personajes más importantes de la selva es el DC-3 de 1943 de Alejandro Fonseca, que vuela a Taraira (Vaupés) y La Pedrera (Amazonas). Tuyucas de Bocas del Taraira (Amazonas), celebran un dabucurí, (fiesta) en honor del fruto del mirití. ño, cinco minutos después de llegar, está pueblo, amarraban a los borrachos, y potomando cerveza y oyendo fantásticas nían a rozar los bordes de la pista al que historias del oro de la selva. cometía una falta. Con alivio los vieron irse hace cinco De los 300 habitantes, 146 estudian en el internado con los únicos computadores meses. No han vuelto, pero le dejaron el en cientos de kilómetros, que solo funcio- estigma de pueblo guerrillero a uno de los sitios más tranquilos de Colombia, cunan cuando se enciende la planta para la clase de sistemas; 76 son mineros, y 71 yo último muerto fue Henry Orozco, que mujeres están en el Comité de Madres. hace cuatro años se colgó de pura soledad En el resto del municipio viven 700 indí- en su casa de Cerro Rojo. genas sobre el Apaporis y el Taraira, el * * * único río de toda la Amazonia colombiaDe Taraira a La Pedrera, el primer na que corre de norte a sur, a lo largo de pueblo del departamento del Amazonas, la frontera. hay un día y medio de viaje por un río El DC-3 de Alejandro Fonseca viene, primigenio que serpentea como una culeuna o dos veces por mes, desde Villavi- bra perezosa entre la selva. cencio, y cobra 700.000 pesos por el pasaje En la cachivera de Golondrinas hay de ida y vuelta y 3.500 por el kilo de carga. que subir un cerro con la voladora de 130 Así, una libra de tomates o de papas vale kilos al hombro y bajarla por un varade6.000 pesos. Virgilio Beltrán, el panadero, ro con el pantano a las rodillas. El resto vende en 3.000 pesos la bolsa de tres pa- del tiempo, el sólido muro vegetal de las nes. “El horno pesa 320 kilos. Como todo, orillas, duplicado por su reflejo en el llegó en el avión, a 3.500 el kilo”, dice. agua, desfila interrumpido por graciosas El puñado de mineros que sigue escar- palmas asaí. El ruido del motor de la lanbando las entrañas de la serranía vive a cha, que parece flotar sobre el negro escrédito. Los potentados del lugar son los pejo del río, es la sola memoria de civilicomerciantes, que comzación. El sol achicharra pran el gramo de oro a hasta que cae un chapaEn Taraira, 22.000 pesos (en Bogotá varrón bíblico. Escampa, y la gasolina le 30.000) y fían los dos el viento de proa seca la combustibles esenciales: ropa puesta. El cuerpo vale 12.000 la gasolina, a 12.000 pesos empieza a calentarse, y pesos el el galón, y la cerveza, a vuelve a llover. 2.500 pesos por lata. galón y la Cuando el río sale al Hoy, la única señal visivasto Apaporis, aparece cerveza, 2.500 ble de las Farc es que TaBocas del Taraira, una copesos la lata. raira no tiene alcalde. Comunidad de 40 indígenas mandados por ‘Arles’, cintuyucas y piratapuyos. El co guerrilleros aparecieron en el pueblo puesto de salud de Juan Bautista Aceveen el 2002. Se quedaron un año, durante el do sin droga; el profesor Félix Londoño, cual expulsaron a Eliécer Cabrera, que que no sale hace dos años porque no hay despacha en Mitú, y quemaron en dos plata para la avioneta; el inspector Beocasiones las urnas electorales. No co- nigno Perilla, con las baterías del radio a braron impuestos por el oro. Impusieron punto de descargarse, y la aldea sin dineel ‘cívico’, el día sábado para limpiar el ro para el combustible de la planta de energía recién adquirida se combinaban, como en Querarí, cientos de kilómetros al norte, con la afirmación de que por aquí no se ven guerrilleros. La cosecha de mirití, un fruto de ácida pulpa amarilla, recién recolectada, yacía en canastos de palma. Totumas de chicha circularon desde la mañana para un dabucurí, una fiesta en honor de la fruta, que congregó a la tribu dentro de la gran maloca cuadrada y que estaba en su apogeo cuando salimos hacia La Pedrera. * * * A dos horas de esa aldea olvidada, en la confluencia del Apaporis y el Caquetá, Villa Bittencourt es un enclave del moderno Estado brasileño. La base colombiana de la isla Guillermina, frente a la Villa, se cerró hace años. Los brasileños, con acuerdo de los militares colombianos, detienen todas las lanchas, revisan, interrogan y no dejan pasar gasolina ni cemento sin los permisos oficiales de La Pedrera. Desde un incidente en enero en el que, presuntamente, tres guerrilleros intentaron pasar un bote con armas por el río, la Villa está cerrada para los colombianos. Una hora río arriba, una cancha de fútbol pantanosa, una iglesia, varios almacenes y un puñado de casas de tabla se estiraban a lo largo del río Caquetá crecido por el invierno. Vallenatos atronadores salían de un billar. Esa noche, tres estudiantes borrachos le rompieron la cara a un profesor. Estábamos en La Pedrera, el primer pueblo del departamento del Amazonas y el único desde Mitú con base del Ejército y cuartel de Policía. Bordeando los cincuenta, nacido en Guainía, Vaupés y Amazonas, los tres departamentos fronterizos con Brasil, son los más pobres, con un índice NBI de 91,1%. Fuente: Datos del Ministerio de Protección Social; (NBI: Necesidades Basicas Insatisfechas). La primera vez que Alfonso Castañeda llegó a Cerro Rojo, en 1985, había caminado 29 días por la selva desde Mitú. Iba tras la pista de un indígena que llegaba a veces con oro. La gente lo seguía, para averiguar de dónde lo traía, pero él se perdía en la selva. Hasta que se supo que venía del río Taraira. “No había mapas, y uno llegaba a ojo, y todavía había caníbales en el río Pirá”, cuenta. Cuando se descubrió el punto preciso, en Cerro Rojo, a seis horas a pie del río, en la serranía de Taraira, vino una avalancha. “Llegó a haber 15 o 20 mil personas buscando oro. Era fácil; uno arrancaba un árbol y debajo estaban las pepas”. Todo se pagaba en oro. Una botella de trago, en los tiempos en que la guerrilla lo tenía prohibido, llegó a valer 12 gramos de oro. En esa época, era ‘Don Alfonso‘, dueño de una mina próspera, una casa en el Cerro y del ‘Santo Cachón’, la mejor discoteca de Taraira. El oro, como llegaba, se iba. Hoy la mina apenas si da para la remesa semanal, a la espera de que la nueva tecnología instalada logre resultados. Está sin titular y al borde de que el Gobierno, que reclama haber invertido en ella, la ponga en licitación. Alfonso tiene señal de Sky en la casa, pero está cortada por no pago. “Y, a 12.000 pesos por galón, la luz sale carísima”. Por ahora, oye Radio Netherlands, en un pequeño transmisor de pilas. Estuvo diez años en Muzo, pero lo espantó la matazón. Trabaja, con su hermano y dos ayudantes, de 5 de la mañana a 8 de la noche. Tiene seis hernias discales. Por las noches, escribe cuentos, que le manda a su hija, que vive con su mujer en Bogotá hace tres años. Hoy, mirando desde esa casa, que domina el túnel que les ha costado casi diez años de su vida a él y a su hermano, José Luis, Alfonso ya no cuenta los millones enterrados, en trabajo y maquinaria, en Cerro Rojo, y sólo espera una cosa: oro. 36 E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 BRASIL El taxista de Leticia Navegar en los ríos de la Amazonia supone, cada vez que se encuentra un rápido, la tremenda labor de pasar la canoa a hombros por ‘varaderos’ en la selva. Jorge Ahuanario y su familia, sentados ante su casa, justo en el límite entre Leticia y Tabatinga. Iquitos (Perú), Orlando Canchala recuer- mor lejano. “Es la ciudad con el más bajo da sus tiempos de comerciante en las dra- índice de delincuencia –dice el coronel gas brasileñas que vaciaron de oro el río Román Peláez, comandante de Policía–. Puré en los años 95 y 96. “Compraba cosas En este año van seis asesinatos”. Dos mil en San Andresito, en Bogotá. Una vez tra- quinientos hombres de la Armada, la je chaquetas de cuero, a 70.000 pesos. Me Fuerza Aérea y el Ejército, agrupados en dieron 15 gramos de oro por cada una”. la Brigada 26 de selva, cuidan los 116 kilóEl centro de salud está cerrado hace metros colombianos del río Amazonas, y la frontera con Brasil y Perú. Aunque las una semana. “Nos quedan nueve sueros antiofídicos y dos ampollas de morfina; Farc están Amazonas adentro y la Regishay atraso en la entrega de medicamen- traduría teme inscribir cédulas en las catos básicos”, dice el doctor Jesús Galdino. beceras, la ciudad vive tranquila junto al Con el curso superior del Caquetá y el gran río, salpicada de mansiones consApaporis bajo la égida del frente amazó- truidas, 15 años atrás, durante la bonanza nico de las Farc, el control de alimentos y del narcotráfico. Leticia exhibe un comercio tan dináde combustible en La Pedrera es dracomico que Segundo Elí Lizarazo, adminisniano. Los tripulantes de la lancha que trador de la Distribuidora Guevara, dice me trajo desde Taraira pasaron dos días pidiendo faxes a Mitú para que el mayor orgulloso: “Mi prima (la dueña) a veces Sandoval, del Batallón 50, les firmara el trae un vuelo fletado desde Panamá, lleno permiso por 100 galones, para llevar a un de mercancía”. Insinuando que, tras las delegado de la Registraduría a inscribir mansiones y el gran movimiento comercial, hay una economía por investigar, un cédulas en las comunidades indígenas. Desde que Satena clausuró sus vuelos, militar colombiano se pregunta: “¿De de la Pedrera sólo se puede ir a Leticia en dónde sale la plata si aquí el único emaviones militares que llevan gente cuan- pleador es el Estado?”. Tabatinga, con dos colegios y una do pueden o en el barco de Marleny Canuniversidad nuevos y juchala, que hace una vez al gosas inversiones estataLeticia vive mes el largo desvío fluvial les, desplaza poco a poco por Brasil. Tosiendo desde tranquila junto a Leticia. Y empieza a fiel cielo, la solución apareal Amazonas, gurar en informes de la ció al cabo de tres días: el Policía como punto de paDC-3 de Alejandro Fonsecon sus so y de negocios para el ca. En ese aparato de 1943, mansiones narcotráfico. sin presurización y con rendijas, cargado con tres Los militares de ambos de tiempos toneladas y media de sábalados ven en la frontera pasados. los congelados que a 11 mil un vasto espacio para el pies de altura lo conviertráfico de armas y narcótiten en un frigorífico volador, llegué, al ca- cos. En Tabatinga, en Ipiranga, al norte, y bo de tres horas de vuelo, a la capital del en el Amazonas se han hecho algunos deMeta. Allí tomé un taxi a Bogotá y, días comisos. “El narcotráfico es diario, gradespués, un avión comercial hasta el final neado, en ‘peque-peque’ (motor de hélice del viaje. brasileño)”, dice un oficial. En Leticia también la guerra es un ruA Luis Eduardo Acosta, coordinador del Sinchi, el Instituto de Investigaciones Amazónicas, le preocupan otras cosas: “En Colombia, Perú y Brasil se pescan 12.000 toneladas de grandes bagres al año, que se comercializan a través de Leticia; 2.000 toneladas de vísceras, aletas y cabezas se echan al río. Estamos trabajando para hacer con ellas concentrados para animales”. El Sinchi tiene un herbario de la Amazonía, con 50.000 ejemplares; un sistema de información geográfica, para monitorear los recursos naturales; un estudio de plantas útiles de la Amazonía, que busca alternativas rentables frente al negocio maderero que cada año deforesta entre 6.000 y 7.000 hectáreas de bosque, y hasta una encuesta que mostró que la corrupción, con 972 puntos sobre 1.000, es percibida como el principal problema del departamento, muy lejos del desempleo, con 228. * * * Sentado ante su rancho de tabla binacional, Jorge Ahuanario es el último colombiano en la frontera entre Colombia y Brasil. Con su mujer y cuatro hijos, vive hace diez años entre los dos hitos que marcan el límite de Leticia y Tabatinga, en un pequeño barrio de invasión levantado 18 años atrás, cuyas casas sin registrar reciben la televisión de Colombia y la electricidad de Brasil y están llenas de gente con hijos de las tres naciones de esta frontera que incluye a Perú. “Cada año esto se inunda y nos llevan a unas carpas”, dice, con la misma seriedad con la que el solitario inspector de Policía, César Julián Gómez, había declarado dos semanas y 600 kilómetros antes, en Bocas del Querarí: “Mi misión es velar por el orden”. ❙ Con 0,19 personas por km2, Taraira (Vaupés) es el municipio de menor densidad poblacional del país. Fuente: Dane. “Nací en guerra y me voy a morir en guerra”, dice Jesús Pinto en su casa del Kilómetro Seis, cerca a Leticia, junto a su hijita Danitsa, de 3 años. En Ataco (Tolima), de niño, salía corriendo de la casa a esconderse cuando llegaba la chusma. De joven, fue mayordomo en una finca ganadera en Santo Domingo (Ecuador), barman en Guayaquil y administrador de pollerías en Riobamba y Quito, donde se casó y tuvo dos hijos, que se fueron con su ex esposa a Estados Unidos. “Les perdí la pista en Carolina del Norte”. Cuenta que a los 27 años, sembró 10 hectáreas de coca en Remolinos del Caguán. “En el primer descalce, como en el 92, me quedaron 5 millones libres”. En una operación militar, lo perdió todo. Después de trabajar como soldador y comprar casa en Neiva arrancó para Tarapacá (Amazonas), y montó una tienda, esperando que construyeran el aeropuerto. “Igual que con esta carretera”, dice, parado en el kilómetro 13 de la vía Leticia-Tarapacá, donde el ahuecado pavimento se convierte en un fangal. “En Bogotá ya figura como entregada, pero hay sólo 18 kilómetros construidos”, remata, filosófico, hablando del que es, a su juicio, el principal mal del país: los “ladrones de corbata blanca”. Se fumaba dos paquetes y medio de cigarrillos al día, y dejó el cigarrillo. Y, después de una borrachera memorable, con un obispo y varios amigos, resolvió dejar el trago. Hace siete años vive en Leticia, con su esposa Irene, maestra, y la pequeña Danitsa. Fue ecónomo de la cárcel y administrador de un internado. Ahora conduce un Chevette modelo 80. “Vérmelho”, le dice, en portugués, por su color rojo. Y, aunque aquí se vive en completa paz, oyendo las noticias del resto de Colombia no puede dejar de pensar en su Ataco natal en tiempos de la Violencia. Por eso dice que se va a morir como nació: en guerra. BRASIL E S P E C I A L En los confines de Colombia En uno de los tramos tranquilos del río Vaupés, a unas horas de Mitú, un solitario parche de la colonización interrumpe la selva al atardecer. ara Mauro Spósito, delegado de la Policía Federal de Brasil, la Amazonía colombobrasileña sólo tiene un nombre: ‘Cobra’, el de la operación ‘Colombia-Brasil’, lanzada hace casi tres años por su gobierno contra el tráfico de coca, armas y recursos naturales, que él dirige desde Tabatinga. Para él, esta selva son rutas. Un inmenso espacio vacío por el que circulan, en la segunda flota de avionetas privadas del mundo –la brasileña– drogas prohibidas de Colombia a las Guyanas, Surinam o la frontera con Paraguay, y de allí a Europa o Sudáfrica, y armas y, sobre todo, municiones hacia nuestro país (“Montesinos –con los 10.000 fusiles jordanos– se encargó de resolver el problema de armamento a las Farc”, dice; “su problema ahora es de munición”). “Por la ruta del Atlántico sale mínimo el 40 por ciento y por la del Caribe 25 por ciento de la cocaína colombiana”, dice, enseñando, en su amplia sala de operaciones en Tabatinga, la ciudad brasileña vecina a Leticia, los mapas que muestran esas vías y los seis grandes complejos de laboratorios, que, según sus datos, hay en Meta y Caquetá y al interior de Vaupés, Guaviare, Guainía y Vichada. En el límite mismo, Colombia sólo tiene presencia militar en Leticia. Dos bases, en Taraira y en la isla Guillermina, en la confluencia del Apaporis y el Caquetá, fueron cerradas hace años. En Mitú (Vaupés) y La Pedrera y Tarapacá (Amazonas) hay Ejército y Policía. Pero esos pueblos no están sobre la frontera. La Fuerza Naval del Sur, en Puerto Leguízamo (Putumayo) y el Comando Aéreo de Combate 6, en Tres Esquinas (Caquetá), están a más de 700 kilómetros de la frontera. “El aumento del dispositivo ya ha sido bien importante”, dice la ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, aduciendo la creación de la Sexta División y de la Brigada 26 de Selva, con sede en Leticia. Y el Gobierno anuncia la próxima instalación de puestos de Policía en pueblos como Taraira o Carurú, en Vaupés. Pese a que su frontera con nuestro país es apenas una décima parte de los 16.886 kilómetros que lo separan de sus diez vecinos, Brasil ha hecho todo lo contrario: levantar, como dice un oficial colombiano, un “muro de contención”. Diez bases, y, según algunos estimativos, 22.000 hombres, están a lo largo de los 1.644 kilómetros P Domingo 10 de agosto de 2003 El delegado de la Policía Federal brasileña y jefe de la ‘Operación Cobra’ (Colombia-Brasil), Mauro Spósito, en su base en Tabatinga. Dos muros en la selva Por el agua y desde el espacio, Brasil trata de impedir que el explosivo cóctel colombiano cruce la frontera. 37 que van de la Piedra del Cocuy a Leticia. El Comando Militar Amazónico, con centro en Manaos, tiene cuatro brigadas de infantería de selva, un grupo de ingenieros, un comando naval y dos aéreos. Sin contar la Policía Federal. El diseño es simple: como todos los ríos colombianos aquí corren al este, hacia el Amazonas y sus afluentes, esas bases están ubicadas de tal manera que salir del país por vía fluvial hacia Brasil es casi imposible, sin que un puesto fronterizo, un radar o un avión de vigilancia se den cuenta. Con la venia colombiana –como lo confirmaron oficiales de ambos países– soldados y policías brasileños requisan sin contemplaciones a toda embarcación –sea cual sea su bandera y así vaya por el lado colombiano del río–, piden documentos e interrogan a la tripulación. Semejante despliegue tiene dos causas, una inmediata y otra que se hunde en los tiempos de la colonización portuguesa. ‘Cobra’ empezó en septiembre del 2000, como respuesta al Plan Colombia, que Brasil recibió temeroso de que la presión en Colombia contra el narcotráfico llevara a un desbordamiento a través de cientos de miles de kilómetros cuadrados de selva sin control. Desde entonces, los decomisos de pasta y cocaína por los ríos han disminuido de 800 a entre 150 y 250 kilos al año. Señal de que las únicas vías de la selva, las fluviales, están blindadas, afirma Spósito. Sin embargo, los decomisos totales en su país han aumentado (8,1 toneladas en el 2002). La razón, de acuerdo al ministro de Defensa brasileño, Jose Viegas Filho: la casi totalidad de la cocaína que entra a Brasil lo hace por vía aérea. El dispositivo brasileño (desde septiembre, se extenderá a Venezuela y Perú, con las operaciones ‘Vebra’ y ‘Pebra’) está a punto de recibir un complemento sustancial. A un costo de 1.500 millones de dólares, radares y satélites del Sistema de Vigilancia Amazónico ‘Sivam/Sipam’, están entrando en su fase operativa. Spósito enseña en su base de Tabatinga un edificio nuevo, casi listo para recibir las imágenes de todo lo que pasa en los cielos y las tierras del Amazonas. Pero si ‘Cobra’ responde a las urgencias del Plan Colombia, las bases en la selva no son nuevas en Brasil. A diferencia de los españoles, que se valían de sus misioneros, desde el siglo XVI los portugueses, además de cazar indios para venderlos como esclavos, adelantaron la colonización manu militari, fundando guarniciones en la selva. “La idea es marcar territorio. Se ponen los militares y la Policía y se prestan servicios sociales a la comunidad”, dice su embajadora en Bogotá, Maria Celina de Azevedo, más de cuatro siglos después, exponiendo la política que gobierna la colonización amazónica en el Brasil moderno. En Colombia, en cambio, internados indígenas y poblados a la vera de los ríos en los que la máxima autoridad es un curita, testimonian hasta hoy que la principal –y a menudo única– presencia del lejano Estado andino es la Iglesia. La colaboración en seguridad es estrecha. “Las relaciones son excelentes”, dice el general Ricardo Rubianogroot, comandante de la Brigada 26 de selva en Leticia. “Les entrenamos gente en tácticas contra-guerrilla y ellos a nosotros en técnicas de selva“. Hay acuerdos para control de explosivos, material de guerra y narcotráfico, y comunicación directa entre los comandantes de algunas bases. Los ministros de Defensa firmaron en Bogotá un amplio convenio a fines de junio, y enseguida se reunieron de nuevo en Leticia. Hay iniciativas comunes en otras áreas. Pero, en los ríos amazónicos, es evidente que la preocupación fundamental de Brasil es impedir que cruce la frontera el explosivo cóctel colombiano de grupos armados, narcotráfico y ausencia de Estado. Ya tendió en tierra el más sólido muro de contención de todos los vecinos. Cuando, en menos de dos meses, Spósito empiece a recibir en tiempo real, en su nuevo edificio de Tabatinga, las imágenes satelitales de Sivam/Sipam, las vastas soledades de la Amazonía oriental estarán defendidas, además, por un muro en el cielo. 38 E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 ANÁLISIS El cordón sanitario ta a fenómenos de fondo: Venezuela está catalogado por la DEA como el principal centro de lavado de dinero en la región; en la década pasada, casi 2.000 mulas de ese país fueron capturadas en Europa y Estados Unidos; insumos para la industria de la coca vienen de allí en grandes cantidades; la serranía bi“Estamos corriendo la arruga del tanacional de Perijá ha sido un centro de pete” –resume sin ambages, en una ficultivos ilícitos desde los años 70. gura elocuente, la actual combinación El caso venezolano ha sido caractede política represiva antinarcóticos, rístico de las recriminaciones que, a aumento del pie de fuerza y búsqueda juicio de los analistas, la nueva situade control del territorio, un alto militar ción del conflicto ha puesto a la orden colombiano–. Allá ellos (los vecinos) si del día entre los gobiernos. Actitud rela paran”. activa y desconfianza mutua son la norma, señalan especialistas como la Uno de los primeros efectos de esa internacionalista Socorro Ramírez, y labor es que las fronteras, largo tiempo estudios como el del ICG, que coinci“poco más que líneas en un mapa, deden en la necesidad de diseñar e imbido a la geografía, a la falta de volunplementar una política de seguridad retad política y a la limitada capacidad gional. gubernamental” –como las caracteriza El especialista en seguridad, Alfredo un informe de abril pasado del InternaRangel, señalando que las relaciones tional Crisis Group (ICG, una Ong que están marcadas por la desconfianza analiza situaciones de crisis, con oficiSoldados peruanos, que hacen parte del destacamento de 300 hombres del poblado de El Estreque el Plan Colombia inspira en los nas en 35 países)–, se han convertido en cho (Loreto), desfilan en una revista militar. países vecinos, puntualiza: “si bien las un asunto de seguridad. Los vecinos, dimensiones regionales del conflicto cada uno a la medida de sus prevencioson con frecuencia exageradas, su dinámica ha llevado al nes y sus capacidades, están levantando un verdadero coraumento de las tensiones producidas por los actores armadón sanitario en torno a Colombia. dos en las fronteras y sus poblaciones”, dice en el libro Una Hay evidencia cierta de presencia ocasional paramilitar fuerza preventiva de la Onu: opción para Colombia, que o guerrillera colombiana al otro lado de las fronteras con acaba de publicar la recién fundada Fundación Seguridad Panamá, Venezuela y Ecuador, y, más débil, en Perú. Ar& Democracia, que él dirige. mas desde los dos primeros y explosivos desde el segundo, “Sigue existiendo una especie de exageración de la alimentan el conflicto, e informaciones de inteligencia seamenaza. El Gobierno de Uribe dice que esto es peor que ñalan que, vía aérea, hay un activo tráfico de cocaína en la Irak; a los paramilitares y la guerrilla les conviene exagezona amazónica hacia Brasil y Venezuela, y por el Pacífirar, y los vecinos, que también exageran, olvidan a veces co. Se insinúa una tendencia, aún muy incipiente, a que la parte de responsabilidad que tienen”, dice Ramírez, llacultivos de coca migren hacia Ecuador, Venezuela y Perú. mando a que nuestro país, en la medida en que es el que Los grupos armados colombianos usan el otro lado para más problemas genera, tome el liderazgo y construya una hacer incursiones punitivas (como los paramilitares o las política de fronteras “que vaya más allá de la seguridad”. Farc en Panamá) o rentísticas (los secuestros en el TáchiRangel parece convencido de que lo hay que hacer es exra venezolano); como refugio (Ecuador y Venezuela), y patremar la ‘securitización’ de la cuestión fronteriza: su prora sacar drogas ilícitas o introducir vituallas, armamento, puesta de traer cascos azules de la ONU para cuidar las munición y explosivos (a través de todas las fronteras). En fronteras tiene como objetivo declarado cortar las rutas de el caso de la frontera ecuatoriana con el Putumayo, han suministro a la guerrilla (y de paso poner a la ONU a ayutrasladado ajustes de cuentas y violencia al otro lado. Un solitario policía vigila el mar en Sapzurro (Chocó), uno dar al gobierno colombiano a ganar la guerra). Se han destruido algunos campamentos de las Farc en de los confines de Colombia. Los militares colombianos, por su parte, parecen mela zona selvática ecuatoriana, en Venezuela, y uno más en nos opcupados con la soberanía que en el combate a la Perú. Se habla de vínculos entre las Farc y un renaciente ciativa Regional Andina, el programa norteamericano guerrilla, privilegiando una “táctica móvil”, en lugar de Sendero Luminoso o las recién creadas Fuerzas Bolivaria- complementario del Plan Colombia. Con los cinco países, poner pequeñas bases que sirvan de fácil presa, como en el nas de Liberación, un grupo armado chavista. Pero no hay Colombia ha hecho las llamadas Combifron (Comisiones pasado. Insisten, como lo dijo un alto responsable de inteevidencia concluyente, tampoco, de que grupos irregulares binacionales de frontera), dedicadas solo al asunto de se- ligencia, en la necesidad de una ley de seguridad de frontecolombianos utilicen la zona fronteriza de los países veci- guridad. A juicio de los militares colombianos, la más flui- ras. Y el ministerio de Defensa está poniendo en pie el denos para grandes bases permanentes de entrenamiento y da es la que se tiene con Perú. Brasil se ha blindado por su nominado Plan de Soberanía Social en Fronteras, que lledescanso o para lanzar ofensivas, ni que tengan interés en cuenta y está estrechando la cooperación. Venezuela es ca- vó a la Ministra y varias de sus colegas, este año, a lugares trasladar el conflicto al vecindario. “Su presencia tiene so aparte. como Candelilla de la Mar (Nariño), Juradó (Chocó) y Casfundamentalmente razones logísticas, económicas y mili“Esa frontera es un cordón de impunidad –dice el alto tilletes (La Guajira), en el marco de acciones cívico-militatares-operacionales”, asevera el ICG. militar colombiano–; a diferencia de las otras, allí no hay res. Puede debatirse qué tan grande es la amenaza que el Completa el cuadro de los efectos del conflicto la trage- colaboración”. Aunque no hay pruebas categóricas, las dia de los refugiados, cuya magnitud, objeto de diversas es- afirmaciones sobre complicidad de las autoridades vene- conflicto colombiano representa para la región. Pero una timaciones, es, en cualquier caso, notable y creciente y zolanas con las Farc –populares entre la oposición venezo- cosa parece fuera de toda duda. Pobres fronteras: después puede generar peligrosos procesos de xenofobia (ver nota). lana y sus amigos colombianos– planean sobre las relacio- de casi un siglo de abandono, hoy es, paradójicamente, la La respuesta ha sido un aumento notable en el pie de nes. Un estudio de Andrés López y Miguel Ángel Hernán- guerra la que las está sacando del olvido. fuerza fronterizo del vecindario, en parte gracias a la Ini- dez, publicado por el Grupo Académico Binacional, apunÁlvaro Sierra ¿Qué tan seria es la amenaza del conflicto colombiano para el vecindario? ANÁLISIS E S P E C I A L En los confines de Colombia Domingo 10 de agosto de 2003 39 Olvidados entre los olvidados La mitad de los indígenas colombianos sigue esperando, en las fronteras, que el Estado se acuerde de ellos. Sacar a Alba Matapé de La Playa con un tumor le tomó a Octavio Tanimuca cuatro días de lancha por el Apaporis. Cuando llegó a La Pedrera, el pasado 16 de junio, el centro de salud, por falta de medicamentos, solo atendía urgencias vitales. Para devolverse, no tenía los 120 galones de gasolina necesarios, ni quién le pagara los más de 700.000 pesos que valen, pues, según él, la EPS que atiende a su comunidad no cubre el tramo por río para traerlos hasta allí. Tanimuca es promotor de salud de una de las comunidades del resguardo Mirití-Paraná, donde viven 1.242 indígenas como él, en un territorio de 1,6 millones de hectáreas, cercano a los límites de Colombia con Brasil. A Mariápolis, la comunidad miraña de Darío Perea, sobre el río Caquetá, hace tres años no viene una brigada de salud. Hace dos, llegaron las Farc. “Nos reunimos, discutimos y les dijimos que la sola autoridad somos los indígenas”, dice. Hace un mes, llegó el Ejército, en una operación para retomar el pueblo de Araracuara de manos de las Farc. “Uno tiene su casa y su río. Cualquiera se arrima, y después dicen que uno es informante. Eso no es así”, cuenta que dijo a un capitán. Como Tanimuca y Perea, con la guerra respirándoles en la nuca o, cuando tienen suerte, sencillamente abandonados, viven los 410.000 indígenas que pueblan las zonas de frontera de Colombia. Son la mitad de todos los indígenas del país, representan 74 de las 90 etnias, y habitan 334 de los 638 resguardos. Y son un notable lunar en la joven política de fronteras del Estado colombiano. Más de un tercio (168.000 wayúu) vive en La Guajira; otros más, en pequeños grupos, en las fronteras con Pana- Ramiro Valencia, de la comunidad macú de Puerto Alegría, en el río Taraira (Vaupés). má, Venezuela y Ecuador, y el resto, en inmensos territorios en la frontera con Brasil y Perú. En Leticia, Mitú, Puerto Carreño hay barrios enteros de indígenas urbanos. Pese a contar con menos del 6 por ciento de la población de los 12 departamentos fronterizos, los territorios indígenas ocupan casi la mitad de su superficie. Tres resguardos –Predio Putumayo, Parte Oriental del Vaupés y YaigojéApaporis– suman casi 11 millones de hectáreas y tienen apenas 27.600 habitantes. El primero es más de la mitad de la frontera con Perú; los otros dos, un tercio de la de Brasil. Desde la constitución del 91, el país ha avanzado mucho en una legislación en favor de las minorías étnicas. En los últimos 35 años el Estado ha destinado 234 mil millones de pesos a adquisición y mejora de tierras indígenas. La ley 715 del 2001 determina entregar a los resguardos el 0,52 por ciento de las transferencias. En el 2002, se les giraron casi 57.300 millones de pesos. Pero, como lo acepta Planeación Nacional, en Los pueblos indígenas de Colombia (2002), el estudio más reciente y completo sobre la cuestión, “las políticas públicas en materia de indígenas no suelen considerar a los que viven en las zonas de frontera”. Se ha ampliado la cobertura en educación primaria, pero la pobreza es tal que la deserción es muy alta, y hay quejas porque la educación no toma en cuenta las particularidades indígenas. Hay puestos y promotores de salud, a menudo destartalados y sin droga. Se hacen brigadas de salud periódicas, pero a muchos sitios no llegan. Con el 70 por ciento en forma de selvas y sabanas intactas, los territorios indígenas fronterizos ocupan, según constata Planeación, “el mayor remanente de ecosistema originario y de biodiversidad”. Sujeto a presiones colosales. Buscadores de oro en el Guainía, petróleo en Putumayo y Arauca, tala de madera en Chocó y Amazonas, vastos frentes cocaleros que avanzan desde Guaviare y Caquetá hacia Vichada y Vaupés, se combinan con abusos de los grupos armados, reclutamiento, desplazamiento y una miseria y un abandono inmemoriales. Quienes, en Bogotá, discuten de soberanía, están en mora de prestar atención a esos habitantes de los confines de Colombia, los más olvidados entre los olvidados del país. A.S. ‘Ciudadanía cero’ Entre el 2000 y el 2002, unos 100.000 colombianos habrían buscado refugio en algún momento en un país vecinos, huyendo de la violencia. La cifra –citada en La crisis humanitaria colombiana, el último reporte del International Crisis Group, una organización que monitorea conflictos armados en 35 países– es mucho más alta que las que manejan otras organizaciones. Pero es un nuevo campanazo de alarma sobre el drama humano más grave de las fronteras. La oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que tiene cinco oficinas en Colombia, tres puntos de recibimiento en Ecuador y otros tantos en Venezuela, daba cuenta, en un mapa de enero pasado, de 20.000 colombianos “de interés” para esa agencia, es decir, en posible situación de refugiados en esos tres países. Un estudio de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes), principal Ong colombiana sobre el tema, afirma que solo el año pasado 30.000 colombianos cruzaron las fronteras. Aun comparados con las cifras más modestas, los 5.013 refugiados colombianos registrados en Panamá, Ecuador y Venezuela, hasta marzo del 2003, son una suma ridícula. Solo en Ecuador, según su ministerio de Relaciones Exte- riores, las solicitudes de refugio pasaserranía de Perijá y el Catatumbo, sóColombianos refugiados ron de 3.500 en todo el 2002 a 12.000 en lo lo hace unos meses aprobó una ley so4.003 Ecuador que va de este año. bre el tema, y unos días atrás creó la Panamá Las solas cifras muestran la difiComisión Nacional de Refugiados. 3.304 Venezuela cultad de medir a una población que Aunque desde febrero de 1998 se encuentra en condición de ‘ciudaPanamá acepta la existencia de ‘prodanía cero’, como la han llamado: sin tegidos humanitarios’, ha oscilado en1.614 reconocimiento legal, desvalida ante tre atender a quienes huyen de 989 989 881 un Estado extranjero que puede deColombia o, en una actitud que ha 711 portarla o ponerla en prisión, a meprovocado indignación internacio362 21 21 21 nudo no se registra, se devuelve, o innal, deportarlos. Ecuador, que cuenta 50 2000 2001 2002 Al 31 de tenta mimetizarse en un nuevo medio con puntos de recibimiento de Acnur Marzo no pocas veces hostil. es donde mejor les ha ido a los code 2003 Después de una primera huida malombianos, aunque una ola de xenoFuente: Population Data Unit, UNHCR siva de habitantes de Juradó (Chocó) al fobia parece tomar fuerza. Darién panameño, en 1997, el fenómeno creció poco a poco, El Gobierno colombiano ha adelantado conversacioy dio un salto a partir del 2000. ICG sostiene que el ritmo nes y tiene acuerdos con los tres países en materia de mensual de solicitudes de asilo creció en 318% entre el 2001 atención de refugiados. Pero está ante el desafío de diy el 2003. Con legislaciones que no lo preveían, y casi nula señar políticas que, además de prevenir el fenómeno, foinfraestructura de atención, los tres Estados vecinos más menten y garanticen el retorno. A los desplazados les afectados por el fenómeno (hacia Brasil y Perú el éxodo ha queda, al menos, su nacionalidad. Los refugiados no tiesido mínimo) han reaccionado de modo muy distinto. nen ni siquiera eso. Venezuela, que ha sufrido masivos influjos desde la Andrés Garibello