La Leyenda de Cahuachi y las Líneas de Nasca

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La Leyenda de Cahuachi y Las Líneas de Nazca (Ica)
CAHUACHI: El Príncipe Volador
Un raro ser
Era una noche de plenilunio en un lugar muy cerca de la mar, los fuertes vientos
mezclados con arenilla golpeaban el rostro de un viejo rey que acompañado de sus
súbditos realizaban un peregrinaje en los templos piramidales y desde la sumidad
contemplaban extasiados la luna llena que con su fulgor de plata bañaba todos los
rincones de los areniscos, los añejos guarangales orlados con nidos de cuculíes y de
rojos piturrines. De vez en cuando se veía a lo lejos el brillo de los ojos de nocturnos
animales que como brazas de fuego calentaban la fría noche.
Lineas de Nazca (Ica - Perú)
El cielo estrellado y el rey dotado de una gran industria, observaba minucioso el
firmamento tratando de hallar sentido en el misterioso paso de los astros y la manera
como se agrupaban entre sí, que como nebulosas formaban caprichosamente figuras
de seres que habitaban en la tierra.
Nanaska, el gran monarca, estaba junto a su hijo Cahuachi, un sacerdote-guerrero,
mozo fuerte y valiente, futuro heredero del reino, muy atento aprendía las sabias
lecciones de astronomía del padre.
- Hijo, tú que pronto heredarás los destinos de la nación, es importante que conozcas el
paso de los grandes ojos de fuego. En ellas – prosiguió – verás el triunfo o la derrota, la
abundancia de agua o las sequías, la prosperidad o la decadencia, la vida o la muerte,
pues, cuando una estrella cae en la tierra, es señal de una vida se apaga.
De pronto un gran vocerío se escuchó de todas partes, interrumpiendo al rey. Todos
miraban asustados al infinito. Una pequeña, una tenue lucecita se diría a una
extraordinaria velocidad a la tierra, agigantándose más su tamaño cada vez que se
acercaba y su color brillante se hacía más intenso e incesante, resplandeciendo tal que
se podía ver los asustados rostros de los súbditos del rey.
- No teman, es una bola de fuego de los cabellos de oro. Dijo el monarca,
confundiéndolo con un cometa.
La fría noche daba la sensación que se convertía en día cuando la intensa luz
fulgurante irradió a los sorprendidos hombres. A los terrenos de arena, las viviendas de
piedra y barro con techos de carrizos y paja. Se pudo mirar los verdes guarangales de
donde salieron despavoridas las aves que dormitaban en sus fuertes ramas. La
inmensa y pedregosa pampa sembradas de naturales calatos. Se vio las altas y bajas
colinas, a los zorrillos y serpientes furtivos cazadores de la noche que asustados
buscaban refugio en sus madrigueras. El suelo estéril y cuarteado por la sequedad,
donde se observaba chamuscados maticos por el fuerte sol en el día y los ladridos de
los perros rompían el silencio de la noche. Entonces la bola de luz cayó en la tierra en
una gran pampa, dejándose escuchar ensordecedor sonido y el eco horrorizó más a la
gente.
Después volvió el silencio y la oscuridad.
El rey, príncipe y guerreros se dirigieron raudos al lugar que se había precipitado la
extraña luz, y acortando distancias, salvando escollos, subiendo y bajando pequeñas
colinas, recorriendo largas planicies, muy pronto con la velocidad que llevaban llegaron
al sitio, donde aún se podía ver restos oscilantes luces y un fino humo que se levantaba
perdiéndose en la oscuridad de la noche.
Cahuachi, mostrando vacilación y curiosidad llegó al objeto volador en forma temeraria.
Allí pudo observar un gran móvil de metal con la forma de un platillo, con muchas luces
y pequeñas ventanas. El valiente príncipe abrió la puerta principal y del interior del
objeto volador pudo salir un raro ser nunca visto por los ojos humanos. Acompañado a
este ser, otra criatura cubierto de un extraordinario pelaje. Sus pequeñas orejas se
mantenían siempre erguidas. No tenia ojos, estaba provisto de dos extremidades que le
servía como mano-pies llevaba cuatro dedos que usaba para caminar y en la otra
mano-pies tenía cinco dedos con la que cogía objetos. La misteriosa criatura lanzaba
amenazas por su boca pequeña escondida por las pelusas, emitiendo raros sonidos:
¡Akú, akú, akú!
En cambio, el fabuloso ser, no era muy prodigioso de tamaño y no se distinguía sus
formas, porque estaba protegido de por una vestimenta especial. En una de sus partes
superiores tenía dos ovalados lentes y tras de ellos observaban sus grandes ojos que
asustados miraban al príncipe Cahuachi.
Pero la criatura muy debilitada se desvaneció, quedando tendido en el suelo a merced
de los guerreros que intentaron golpearlo con sus makanas. Pero el otro se, no dejaba
que se le acercaran, haciendo mucho ruido. Entonces todos comprendieron que la cosa
era como un fiel perro que cuidaba de los grandes peligros a su amo.
Desde entonces le dieron el nombre de Makú y el raro ser desvanecido fue llevado en
parihuela al pueblo.
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