Economía europea del siglo XX

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La economía española en el S.XX: una perspectiva histórica.
Capítulo 1
Etapas de la economía europea del S.XX
Cuando trabajamos con la historia económica del S.20 solemos contentarnos con partir de las interpretaciones
generalmente admitidas por políticos y por los economistas que los asesoran. Solemos vernos condenados, por
lo tanto, a la tarea de proporcionarles una confirmación de sus puntos de vista. Si aceptamos esos puntos de
vista, estos serán aceptados rápidamente sin pasar por la prueba de la crítica.
Para escribir historia válida se necesitan análisis más complejos. Para evitar los errores que pueden dar lugar
esos análisis más complejos, los historiadores se suelen escaquear, y no estudian el presente, sino que sólo
estudian el pasado, y encargan la tarea de estudiar el presente al economista. Pero éste estudia sobre todo el
corto plazo, lo que ha llevado a confundir muchas veces problemas coyunturales con estructurales, y a
proponer soluciones de ayer a problemas de hoy.
Durante muchos años se creyó que el modelo inglés era el bueno, y que el francés era el que no había que
hacer. Sin embargo el PNB per−cápita a mediados del S.20 (cuando se decía todo esto) es más grande en
Francia que en Gran Bretaña, y las industrias francesas estaban creciendo mucho más Si no se fijaran tanto en
ideas preconcebidas verían que en 1860−1929 la economía francesa crece más que la inglesa (estaban
explicando el atraso francés, que no existía).
Los historiadores no han aprendido de sus errores y ahora se dedican a mirar el Fracaso británico. Ahora se
cree que la revolución industrial en Gran Bretaña fue demasiado lenta (incluso que fue un auténtico desastre)
y que las correctas fueron las de los otros países.
Los errores de enfoque de los economistas e historiadores suelen estar asociados con la miopía de los
políticos. Cuando apoyamos su miopía, nos hacemos partícipes de sus errores.
Los políticos creían que en 1914, al final de la 1ª Guerra Mundial, volvería el patrón oro por el cauce natural,
por lo que no se preocuparon por reconstruir unas economías desarticuladas por el conflicto. Cuando se ve que
la normalidad no regresaba espontáneamente, intentan reconstruir el mundo del patrón oro, pero esto era un
ideal que no volvería jamás.
Inglaterra podía regular la paridad de su moneda y contener las huidas de oro al extranjero solo con el manejo
de los tipos de descuento. Intentaron copiar su sistema otros países, pero no les funcionó. A Inglaterra le
funcionaba porque era un país acreedor, por lo que podía recobrar rápidamente sus créditos a corto plazo para
reinvertir estos recursos en el interior. En Inglaterra el medio de pago fundamental no era el oro, sino los
cheques. El sistema dependía de la situación acreedora de Inglaterra frente a otros países (Este sistema no
servía para los países deudores). recuperaba créditos a C/P y los invertía en el interior, por lo que el sistema no
funciona en países acreedores.
Después de 1920:
♦ Gran Bretaña pierde su posición de acreedor mundial en favor de USA, pero USA no
compensa la balanza comercial (con déficit) con la de capital, por lo que se intentó restablecer
el patrón oro, como se creía que funcionó anteriormente (no como realmente funcionó), con
resultados desastrosos para la economía mundial.
♦ Mientras, Francia intenta reconstruir su economía (No dejaron que se restableciera por si
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misma, algo que no sienta bien al resto de los países). Francia consigue ser así, el primer país
que consigue restablecer su moneda.
A partir de esta experiencia se considera a la historia económica cómo una sucesión de grandes fases cíclicas.
Década de los 30:
La economía británica funciona bien (Logra recuperarse). Funciona exportando productos industriales e
importando materias primas y alimentos (contribuye esto a abaratar el coste de la vida). Se vuelve a tener un
programa de rearme, que provoca más puestos de trabajo y beneficia a otros sectores (Carbón, siderurgia). Se
invierte en rearme porque no se puede hacer en obras civiles y programas sociales (desacuerdo entre
empresarios que generaría una fuga de capital).
Francia también estaba rearmándose desde 1935, pero el rearme no reactiva la economía, ya que se hace
endeudándose y se debilita al franco (ocasiona que se convierta en un buen negocio la fuga de capitales y la
compra de dólares). Además este rearme no les va a servir para la guerra. Incluso, la derrota en la guerra fue
buena para su economía. Esta derrota fue rápida, por lo que no se destruye su aparato productivo, sino que lo
racionalizan y lo ponen al servicio de Alemania. No hubo muchos muertos (Había jóvenes para trabajar).
¿Qué es la economía fascista?
Italia:
Los empresarios controlan las condiciones de trabajo y se aplica el principio de subsidiariedad: El estado no
debe ocuparse de nada que puedan hacer empresas privadas.
Alemania:
♦ Hitler no era una marioneta que movían las grandes empresas industriales. Los grandes
industriales no financian el acceso de Hitler al Poder.
♦ El nazismo llegó al poder sin una línea de pensamiento económico propia, pero su necesidad
de asegurar una producción para la guerra les lleva a intervenir en la economía más allá del
principio de subsidiariedad arriba expuesto.
♦ De los análisis de estas dos economías se deduce que el tema debe estudiarse con distintos
ojos y mayor atención.
Postguerra.
♦ Al marchar bien las cosas en la postguerra se produce una oleada de confianza entre políticos
y economistas, lo que lleva a interpretar el pasado en términos de crecimiento, en lugar de
verlo como épocas de fluctuaciones. Se creía que ya no podía suceder una de las crisis
catastróficas del pasado.
Interpretaciones actuales de la postguerra en Francia.
♦ Francia se desenvuelve bien después de la guerra porque ha habido un cambio de mentalidad
de la población (Ahora son más trabajadores, menos revolucionarios y más prácticos). Sin
embargo estudios posteriores demuestran que los obreros estaban siendo más revolucionarios.
♦ En la época se hablaba de proyectos neoliberales, pero ahora se ve que esto está en
contradicción con una oleada de nacionalizaciones que hacen que el peso del estado sea cada
vez mayor.
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En la época se creía que el crecimiento que estaban observando iba a ser ininterrumpido, y luego se ve que fue
un fenómeno excepcional y que sucedió por un cúmulo de factores que no se tienen por qué repetir.
Conclusión:
Todas estas teorías fallan. No consiguen prever el futuro inmediato porque no consiguen entender el presente.
Se atribuye la expansión a factores secundarios. Entenderlo es importante, porque si no conseguimos saber las
causas del crecimiento de los 50 y 60, no sabremos cómo parar la crisis de los 70. Se debe estudiar todo esto,
incluyendo los factores extraeconómicos, por lo que también deben trabajar en ello los historiadores, no sólo
los economistas.
Capítulo 2
La industria fabril española en 1900: una aproximación
Tenemos un conocimiento incompleto de nuestra historia industrial (no nos podemos centrar sólo en el
algodón y la siderurgia). Debemos analizar todos los sectores y darles a cada uno el peso que debe tener
(ponderación).
La historia general es la suma de la de las industrias particulares, y para analizar cada una de ellas, debemos
ver el valor añadido que aportan. Pero no tenemos datos de la época para verlo, por lo que se mira su
contribución industrial, que nos dice además los aparatos utilizados en cada momento. Como objetivos,
tendremos 2:
Establecer el peso de los diferentes sectores a nivel de cada región.
Establecer la contribución de cada región en cada sector.
En el 1900 el textil y el alimenticio son los sectores más importantes (67%), seguidos por la industria
mecánica y química (13%).
Industria alimenticia.
La industria alimenticia representa en el 1850 el 80 % de la industria española, algo menos (67%) en el 1900 y
el 21% en 1973. Pasa al contrario con las industrias metálicas y químicas.
Molido:
En 1856 la mayoría de los molinos eran hidráulicos y de viento y trabajaban menos de 3 meses al año. El
molido se hacía en todas partes, organizado en empresas minúsculas (comunidades vecinales o domésticas).
La molienda tradicional trituraba el grano entero, es decir, se mezclaban la cáscara, la piel y la almendra (era
integral). Era el molido que predominaba en 1856, y ocasiona una mala alimentación. La molienda moderna
utiliza el método austrohúngaro. Separa los granos por medio de cilindros, y sólo utiliza la almendra. Se
introduce en el 1881 y predomina en el 1900. Las harinas hechas con este sistema son mejores y bastante más
caras. Estas nuevas harineras las montan empresas extranjeras.
En 1856 la fabricación de harinas de calidad era casi una exclusiva de Castilla la vieja, pero Cataluña en el
1900 se convierte en una potencia harinera gracias al método austrohúngaro. Tiene un puerto harinero por
excelencia, con el que consigue tomar el relevo de las exportaciones de harina de Santander. Utilizan en
Cataluña muchas máquinas de vapor para hacer la harina. Este boom harinero catalán coincide con la crisis
triguera castellana. Estas dos situaciones son provocadas por la importación de granos extranjeros. Sin
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embargo no se consigue la libre entrada de granos, por lo que en 1900 las harineras catalanas tocan techo.
Aceite:
♦ En la segunda mitad del siglo 19 aumentan las plantaciones, exportaciones y consumo
interno. Hubo mejoras técnicas en su tratamiento, como la energía de vapor para moler, lo que
provoca mejoras cuantitativas y cualitativas.
A partir de 1860 el aceite de oliva se utiliza sólo para la cocina. Los aceites andaluces eran, además,
demasiado fuertes, por lo que no se utilizaban en cocina. Los del noroeste español si que eran aptos para ello
(lo consiguen modernizando su equipo).
Hay una muy distinta concentración de empresas relacionadas con el aceite en España:
• En Andalucía prima más la cantidad que la calidad. Ese aceite se destina a las refinerías italianas.
• En el noroeste, sin embargo, se hacen aceites de calidad, muy competitivos en el exterior. Allí se
racionaliza su cultivo (Se utiliza más la prensa hidráulica).
Conservas:
En 1820 se conocían ya las técnicas para cerrar herméticamente los alimentos, pero en España se desarrolla
esta industria con retraso. En 1856 había todavía mucha salazón de pescado. Es más, en el 1900 seguían
siendo importantes las salazones.
La 1ª esterilización del pescado en España empieza en 1836, pero su aplicación a escala industrial no pudo
aplicarse hasta 1880. Esta industria necesita capital y mercados grandes. El capital se consigue cuando los
conserveros catalanes dirigen su capital fuera. Sin embargo esta evolución tiene trabas, ya que la hoja de lata,
necesaria para las conservas, sólo es asequible a partir de 1881, y el enlace ferroviario con Galicia no se hace
hasta 1883.
Compuestos:
Son alimentos que se obtienen de mezclar varios ingredientes.
La creación de pastas para sopa se concentraba en Cataluña, que tenía la mitad del equipo y de la producción.
En el 1900 esta producción estaba ya muy industrializada (mecanizada).
La galleta tradicional era un artículo de consumo suntuario, que exigía mecanización y envases metálicos, por
lo que hasta 1859 las galletas inglesas copan el mercado.
La fabricación de chocolate se mecaniza en el 1900, y se consigue con ello mejorar la cantidad y la calidad.
Barcelona era la ciudad más mecanizada en este sentido. En cuanto al consumo, se parece mucho al resto de
los países europeos.
La gaseosa era la bebida popular de la época. Se pasa de haber 10 calderas para su fabricación en el 56, a
haber 603 en el 1900, lo que prueba que se producía una cantidad importante.
Industrias textiles.
Conserva el peso que tenía durante el período 1856−1900.
En un sector muy dinámico. Lo prueba el aumento de la cifra absoluta de husos y telares. Se produce una
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masiva sustitución de telares manuales por mecánicos, y una concentración de empresas.
Pero a la vez tiene numerosas disparidades internas. La rama algodonera, que era muy importante, estaba muy
mecanizada; pero sin embargo la industria del cáñamo y el lino estaba obsoleta y sin hilatura, aunque era
bastante importante. La rama lanera tenía cierta entidad y estaba abierta a la mecanización y la rama sedera
era muy pequeña en comparación con las otras.
En el 1900 el sector algodonero cobra más ventaja al resto. Es en esta época cuando sucede el enorme declive
del lino y del cáñamo y de la seda. Solo la lana mantiene su posición relativa respecto al algodón.
Participaciones regionales.
La hegemonía algodonera refuerza al textil catalán. Es el algodón el que presenta una gran fuerza de arrastre
de otros sectores (gracias a él, el cáñamo, el lino y la seda abandonan sus técnicas).Sucede también un
retroceso de las regiones cañamero−lineras.
Algodón Cataluña
1856 Cáñamo − lino -- Andalucía
Seda Valencia
En 1900, sin embargo, Cataluña domina en todos los sectores. El resto de las regiones tienen pérdidas. El
ramo cañamero−linero se ve que tiene una insólita debilidad, y se ve también que la lana es el único subsector
capaz de aguantar el reto algodonero.
Resumen: Cáñamo−lino muy débiles
Réplica de la lana al algodón
Cáñamo−lino avasallado.
El éxito del algodón coincide con el hundimiento de la industria cañamera. Desde 1780 el lino gallego iba a
América, y esta expansión acentúa los rasgos domésticos de la manufactura.
Cuando cambia la estructura comercial, la especialidad se viene abajo (Hay un bloqueo por el entorno
socioeconómico precapitalista).
¿Por qué Cataluña dejó tan poco hueco para la rama linera − cañamera?
Porque es un material que se acomoda mal al trabajo mecánico, por lo que necesita máquinas más complejas,
más pesadas y con más mano de obra (con más energía para moverlas, cuando en España había una gran
carestía de la fuerza motriz). Por lo tanto, es el material el que obliga a permanecer con los métodos manuales.
El éxito lanero.
Para preservar su porcentaje respecto al algodón, el trabajo de la lana se ha tenido que intensificar y
transformar. La antigua pañería solía desplegarse bajo el sistema doméstico, pero las modernas fábricas
exigen inversión y concentración.
En Sabadell y Tarrasa hay una mayor proporción de telares destinados a lana accionados mecánicamente. Con
ellos se consigue producir más barato, con más calidad y variedad. Se sitúa allí esta industria lanera por:
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• Su situación geográfica.
• La capacidad de iniciativa de sus habitantes.
• La función de arrastre del sector algodonero.
Al mecanizar consiguen producir más barato, pero el éxito, además de por su baratura, se consigue por la
calidad y la variedad de las telas.
Las empresas se organizan bien para comprar la materia prima (El Banco de Sabadell les financia estas
compras)
Conclusión: para sostener la competencia, los laneros se han tenido que modernizar.
Valencia:
En 1856 la industria fabril se situaba sólo en Cataluña (con déficit en el sector alimentario) y Andalucía (en la
que el sector alimenticio era muy importante). En el 1900 Valencia toma el relevo a Andalucía (Cataluña
sigue siendo la fábrica de España y Andalucía se desindustrializa), mientras que el resto de las regiones
empeoran sus posiciones (Sobre todo Galicia).
Una primera interpretación que se da es que Valencia en la 2ª mitad del S.19 renuncia a la industrialización y
opta por la vía agraria (agricultura limitada a los cítricos). Pero esta interpretación peca de simple.
En el 1900 se ve que la única cuota fabril valenciana que no aumenta es la textil. Las que más aumentan son
las de las producciones relacionadas con la agricultura (química para los fertilizantes, metalurgia para las
bombas de agua y construcción,). El desarrollo agrícola ha sentado las bases de una industria moderna.
CAPÍTULO 3
De la crisis colonial a la guerra europea.
En este capítulo se intentará dar una primera descripción del conjunto de la economía española en los
primeros 20 años del siglo, aunque este análisis no tiene demasiadas garantías, ya que faltan los instrumentos
estadísticos necesarios para poder conseguir plenamente este objetivo.
POLÍTICA:
Etapa de marcado giro nacionalista, marcado por el reforzamiento del proteccionismo y del intervencionismo
económico estatal. Se trata de una política que se fija objetivos cada vez más señalados de autosuficiencia
nacional y ordenación administrativa de la producción y del mercado. Se aplican nuevos mecanismos del
proceso de industrialización, como revisiones arancelarias y supresión de franquicias a la importación y leyes
de estímulo directo a la industria, así como política de compras del estado. Como elemento específico del
período hay que destacar el esfuerzo gubernamental desde 1899−1900, tras la guerra colonial, de conseguir un
equilibrio presupuestario, a partir de la adopción de medidas estabilizadoras del ministro de hacienda
Fernández Villaverde (Menguó la carga de la deuda pública). Se producirá en la época un creciente
aislamiento exterior y una progresiva diversificación estructural, además de aparecer formas de mercado
distintas a la competencia (oligopolios). España marchará contra corriente del resto de Europa con respecto a
la política de sus colonias (las pierde) y respecto a la neutralidad en la 1ª Guerra Mundial.
El principal freno al crecimiento económico y a la industrialización se encontraba por el lado de la demanda:
incapacidad para competir en el exterior y débil demanda interna, condicionada por una agricultura pobre y
poco diversificada.
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Hay una involución de la trayectoria anterior de integración, que se venía realizando años atrás.
GRANDES TENDENCIAS.
La población aumentó en este período, aunque muy lentamente. Desciende la tasa de actividad de la población
por la escolarización, y porque la tasa de actividad femenina, ya baja de por sí, baja aún más.
Hay menos población activa en la agricultura y más en la industria y servicios, pero se hace este transvase de
población a un ritmo muy bajo.
Sólo Barcelona, Madrid y Sevilla reciben gente del resto de las provincias.
La producción y el ingreso nacional ascienden, aunque muy lentamente.
Se produce primero una gran estabilidad de los precios y luego una aguda inflación durante la 1ª Guerra
Mundial. Se produce por una ampliación de la demanda externa y por el alza de los precios del exterior.
AISLAMIENTO Y ACUMULACIÓN:
Si a lo largo de la 2ª mitad del S.19 se forzó un proceso de creciente apertura exterior, a partir del giro
proteccionista el país se orienta al aislamiento y a la autarquía (aunque en esta época se consigue cambiar de
signo la balanza comercial, repatriar capitales españoles).
Debilitamiento de los intercambios exteriores.
La importancia relativa del sector exterior, fuertemente creciente a lo largo del 19, experimentó una caída
apreciable (aislamiento) en los años anteriores a la 1ª Guerra Mundial, acompañada de una reducción dentro
de la renta nacional. Pero antes de la Guerra Mundial ya se reduce el tamaño relativo del sector exterior
español (aislamiento creciente). Durante la guerra hay una tendencia declinante de las exportaciones. Luego,
desaparece para dar lugar a un claro crecimiento por los efectos positivos de la neutralidad en el conflicto.
Pero la agricultura española de exportación no resultó favorecida por el conflicto, al disminuir las compras de
los países beligerantes.
A la debilidad de las ventas exteriores contribuyen claramente dos factores:
• La caída de las exportaciones de vinos, que supuso el fin del boom desarrollado entre 1875−1890
(cuando había filoxera en Francia)
• El hundimiento de las ventas peninsulares a las colonias recién emancipadas, que correspondía a
ciclos efímeros. No es así el declive de ventas de minerales metálicos, que corresponde a falta de
competitividad.
• La desaceleración de las ventas al exterior de minerales metálicos (Empiezan a caer bruscamente justo
antes de la guerra).
El aislamiento progresivo alejó, sin duda, a la economía española de la disciplina de costes a la que la hubiera
sometido una mayor competencia exterior; pero a la vez promovió la creación de nuevas industrias
sustitutivas de importaciones. Forzó la diversificación del aparato productivo con consecuencias como el
aumento del empleo o creación de capital humano. El problema principal quizá no fue la producción misma,
sino su reforzamiento, cuando sería más positiva su paulatina reducción.
LA NATURALIZACIÓN DEL CAPITAL.
Entre 1900 y 1913 hay más años con saldo (+) en la balanza comercial que años con saldo (−), por lo que el
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período se salda con superávit, siendo excepcionales los años de la guerra.
Al signo favorable de la balanza comercial se le debe sumar un saldo del mismo sentido en lo que se refiere a
las rentas del trabajo, tanto por retornos de rentas de emigrantes de temporada, que daban un flujo importante
a la balanza de transferencias, como por los que se quedaban definitivamente en el país de destino.
La entrada de capital extranjero privado se recupera en 1900−1913, con destino a las nuevas industrias
eléctrica y química y hacia servicios urbanos, y dejando destinos tradicionales, como ferrocarriles, minas y
banca. Todos estos capitales (sobre todos los repatriados) contribuyen a aumentar los depósitos bancarios y a
producir un giro en el sistema financiero. Así, la banca consigue un gran control sobre las actividades
productivas del país y a adquirir dimensiones nacionales.
El gran aumento del capital en el interior, impulsó hasta 1913 la inversión en agricultura y la diversificación
industrial. Con posterioridad, los capitales que surgen de la neutralidad en la guerra, son invertidos en el
rescate de empresas privadas españolas controladas por capital extranjero, y la nacionalización de empresas
foráneas. Esto favorece el creciente aislamiento exterior y el poder de la banca. El peso relativo de las
inversiones extranjeras se reduce drásticamente.
SALIDA DE LA CRISIS AGRARIA.
Durante el último cuarto del S.19 se produjo en todo el continente una fuerte depresión agraria, manifestada a
través de la caída de los precios, y condujo a una contracción de la producción de cereales, con especial
repercusión en España, ya que el sector primario estaba menos diversificado, reservando un peso relativo muy
alto a los cereales.
Se reduce la cabaña ganadera hay menos fertilizantes los campesinos tienen menos ingresos.
Además esto se complica con la recuperación francesa de la filoxera, la destrucción de nuestras cepas, y el
consiguiente descenso de las exportaciones de caldos.
Esta depresión agraria europea se relacionó con la llegada reciente de cereales y otros productos alimenticios a
bajo precio, fundamentalmente de los nuevos países ultramarinos gracias a los recortes en el gasto del
transporte. La respuesta a la crisis sería por el establecimiento de nuevas barreras arancelarias con el fin de
reservar mayores proporciones del mercado interior a los agricultores domésticos. Así, la recuperación agraria
adquiría un ritmo bastante vigoroso entre 1900−1920. Pese a ello, los progresos no deben confundirse con las
transformaciones profundas que la economía necesitaba para adentrarse en el camino del crecimiento
autosostenido. La baja productividad del sector primario y su tamaño relativo desmesurado eran, en 1920 los
obstáculos que bloqueaban la industrialización.
El sector del cereal representaba, antes de la 1ª Guerra Mundial el 40% del valor total del producto agrario.
Las mejores tierras estaban destinadas al cultivo de los cereales panificables. Desde los últimos años del 19 y
primeros del 20, se pusieron en cultivo las tierras abandonadas durante la crisis, aumentando la producción
por los rendimientos que surgen de un mayor empleo de abonos (en estrecha relación con la ampliación de la
cabaña ganadera), de fertilizantes químicos y de maquinaria agrícola. Tras la 1ª Guerra Mundial, el modelo de
desarrollo agrícola emite señales de agotamiento. Historiadores del GEHR dan una explicación en base a
factores de demanda. El campo español ha logrado romper con los mecanismos de los rendimientos
decrecientes que terminaban truncando catastróficamente los períodos de prosperidad, aunque se ve que de
1900 a 1920 la agricultura española seguía presentando bajos niveles de productividad y la población
destinada al sector primario va cayendo aceleradamente.
DIVERSIFICACIÓN INDUSTRIAL:
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Contrasta el dinamismo de la agricultura en el primer veintenio del S.20, con la fuerte desaceleración que
había experimentado el proceso de industrialización en el mismo período (Sobre todo el sector primario).
El comportamiento del sector industrial evoluciona en España bajo una fuerte influencia de la trayectoria de la
minería.
El declive y la nacionalización de la minería.
La desaceleración del proceso de industrialización, no es incompatible con un notable despliegue industrial de
indudable trascendencia. La explicación se encuentra en el comercio exterior (exportaciones) de productos
mineros. En el 1er veintenio, España deja la posición de gran potencia minera que adquirió en el último tercio
del 20. El hundimiento de las rentas de minerales no era coyuntural, sino irreversible. El aumento del
consumo interior de ningún modo pudo compensar la pérdida del mercado externo. El hundimiento de la
minería se debía a la pérdida de competitividad frente a otros países productores, a la disminución de la
productividad con el incremento de los costes de explotación, causado por el agotamiento de yacimientos de
mayor potencial o más accesibles, al incremento de los salarios, a los impuestos, etc
Aún así, esta trayectoria minera es vista como una ventaja, alentando a la nacionalización del sector, cuya
colonización extranjera venía suscitando escasos estímulos al desarrollo económico del país (estaban las
minas en manos extranjeras).
La minería del carbón presenta rasgos comparables y diferenciados, como la de ser un sector importador, no
exportador, tendencia que cambia en la 1ª Guerra Mundial, que alienta la sustitución de la hulla importada por
la propia. El fortísimo incremento de los precios permitió la expansión del sector hullero con yacimientos de
gran mediocridad (por haber empresas pequeñas con poco capital), lo que no permitirá la continuidad del
crecimiento una vez normalizado el mercado. Sólo se sostendrá por el proteccionismo, combinado con
exenciones fiscales y privilegios.
La segunda transición energética: La industria eléctrica.
La relativa lentitud del crecimiento de la oferta del carbón se relaciona con el cambio que supone la
electricidad en la producción y consumo de energía.
La producción eléctrica alcanza niveles significativos durante el 1er veintenio del siglo, tanto en una
proporción reducida como a gran escala (Se crean grandes saltos de agua lejos de las ciudades), suscitando la
posibilidad de crear empresas muy dotadas de capital, capaces de capaces de efectuar las inversiones
necesarias para la explotación a nivel regional. Casi todas las productoras y distribuidoras se hicieron con
capital nacional (más concretamente vasco).
Consecuencias de la electrificación:
Más cantidad de energía interna.
Reducción del precio de la energía.
La realización de grandes trabajos hidráulicos tuvo 2 consecuencias: Supuso un fuerte incremento de la
cantidad de energía primaria de origen interno. También, al abaratarse el material eléctrico y el cemento, se
consiguió una reducción importante en el precio de la energía final.
El desarrollo de la producción de la energía eléctrica en nuestro país, con base en la energía hidráulica, tuvo
lugar con relativa celeridad a causa de ser un bien sustitutivo del carbón. El fortísimo incremento del precio
del carbón entre 1914 y 1920 alentó la demanda de electricidad, que se abarata en esos años en un 35%. Su
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aplicación reduce costes y da pie a un período de energía barata, estimulando el crecimiento económico. El
aumento de la producción de energía, facilitado por la explotación de recursos hidráulicos, y el aumento de la
productividad de la industria, que provocó la electrificación, impulsaron el desarrollo económico, a lo que
contribuyó el descenso de los precios reales del fluido, con efectos intensos en los territorios con un tejido
industrial sólido (País Vasco y Cataluña), pero moderados en otros con recursos energéticos abundantes y
reducido número de empresarios e iniciativas, incluso contribuyendo a aumentar su atraso relativo.
LA MODERNIZACIÓN DE LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL.
Las nuevas pautas de consumo permiten en los 1os 20 años del siglo la expansión de viejas industrias
(papelera) y el nacimiento de otras (automovilística y aeronáutica). La urbanización impulsa actividades
diversas (construcción, material sanitario, eléctrico). La industria de fabricación de material eléctrico se ve
muy favorecida por las dificultades de importación durante los años de guerra. La estructura industrial del país
se había transformado, en el sentido de coger nuevos sectores y subsectores, pero la mayor parte sólo cogió
una dimensión mínima a causa del bajo nivel de la demanda interna, impedimento que no les permite competir
con industria de otros países.
Dada la escasa potencia del consumo, la primacía debía corresponder todavía a industrias de bienes de
consumo, sobre todo al textil. La industria algodonera, que concluye el siglo bajo la amenaza de crisis
estructural, sigue progresando lentamente hasta la guerra europea, que promueve un aumento de las
exportaciones. También la lanera consigue un sostenimiento en el inicio del siglo, alzándose en la guerra. Pero
los sectores no se ven respaldados por el mercado interior al no haber una renovación estructural (de utillaje).
Por ello, la ampliación de beneficios se relaciona con la ampliación de la fabricación, con la especialización,
por el incremento de precios de la materia prima. Al término de la guerra, los beneficios habrían financiado la
modernización de algunas fases del proceso textil (electrificación). Para entonces la competitividad del sector
se habría reducido frente a la industria de los nuevos países y las explotaciones cayeron por debajo del nivel
de preguerra.
Con el siglo comienza una nueva estructura en la industria siderúrgica. Las cifras del sector mantienen una
tendencia creciente, aunque irregular, para alcanzar los mayores niveles en el ciclo de la guerra y descender
por debajo de las cotas iniciales en la postguerra. Se desarrolla una nueva técnica del horno eléctrico. Una
serie de medidas adoptadas en 1890−1900 (aranceles y tratados) prepararon la consolidación de la industria
nacional de construcciones mecánicas. También empieza la construcción naval, eléctrica, cementera, química,
Las empresas de fabricación de material eléctrico no tenían la dimensión ni la capacidad para desarrollar
investigaciones para progresos técnicos, algo imprescindible para competir con empresas extranjeras.
Las hidroeléctricas y las obras públicas son las que le dan auge a la industria cementera.
GANÁNCIAS DE LA GUERRA.
Durante la guerra caen las remuneraciones del trabajo (salarios) en términos reales en favor de los beneficios,
lo que hace caer mucho más los alquileres urbanos. Esto se produjo en todos los países desarrollados. Por otra
parte, no todos los sectores conocieron beneficios de la misma magnitud. Las ganancias de la guerra se
distribuyen de manera muy desigual.
Dos fases en la evolución del salario.
Se tienen grandes dudas acerca de si antes de la guerra civil los trabajadores por cuenta propia se convierten
en asalariados, ya que no es normal el descenso de los salarios antes citado.
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Antes de la guerra, los salarios, así como los precios, se mantienen bastante estables. Durante la guerra, la
dinámica de los salarios fue alcista, igual que la de los precios, pero con menor intensidad (desciende en
términos reales). Los salarios en la agricultura no progresaron más que de manera lenta, sin llegar a alcanzar
en momento alguno el ritmo de aumento de los precios, experimentando una caída perceptible y duradera del
salario real agrario, lo que determinó la reducción de la parte de los ingresos generada por el trabajo en la
renta nacional. Todo esto es lo que produce la emigración rural de la década de 1920−1930.
Cambios en la composición de la parte de la propiedad.
Los alquileres se mantuvieron retrasados respecto a los precios durante el conflicto y , por lo tanto,
evolucionaron decididamente a la baja en términos reales hasta que hubo concluido el conflicto. La bajada de
los alquileres, que había empezado algo antes de la guerra, fue más profunda que la de los salarios. Sin
embargo, los ingresos de los propietarios agrícolas (lo que cobran por rentas de la tierra − alquileres)
aumentan una burrada.
Los beneficios de las empresas durante la guerra se mantienen en general estables, excepto el de algunas en
las que aumenta (banca, construcción naval)
En compensación, las participaciones de la renta de la tierra y de la renta de los empresarios y beneficios de
las sociedades se movieron en sentido contrario (por encima del aumento de los precios).
COSTES DE LA OPCIÓN NACIONALISTA.
El subdesarrollo agrario y la precariedad de la industria no podían potenciar un crecimiento económico
vigoroso. El capital humano era escaso (poca alfabetización). El estado no había contribuido de una manera
significativa a superar limitaciones, sino más bien a lo contrario. La espectacular expansión minera del último
tercio del siglo 19 tampoco aportó cambios, dados sus escasos vínculos con la economía. Los efectos de la
crisis agraria en las rentas de los agricultores habían aumentado las dificultades de la industria, limitada al
mercado interior y excluida, además, de sus escasos mercados exteriores (por aranceles en otros países y la
pérdida de las colonias).
En esas condiciones la política no podía orientarse de forma distinta a cómo lo hizo: reconstrucción de rentas
agrarias, sustitución de importaciones y reducción de las mismas al mínimo, así como reconstitución del
potencial del país mediante la creación de capital social fijo y capital humano. Esta opción nacionalista estaba
necesitada de aumento de la inversión privada y de mayor protagonismo del sector público, de la primera
cubierta por repatriación de capitales, remesas de emigrantes, beneficios de la guerra, etc Sin embargo, la
acción del estado no fue tan eficaz como convenía por un bajo ritmo de aumento de sus recursos y de la falta
de decisión política.
Probablemente no había alternativa a la opción nacionalista, pero los costes fueron demasiado elevados (se
podía haber hecho más rápido y con menos esfuerzo). Los grandes sectores, instalados en la protección,
impusieron una dinámica de conservadurismo que alejó más al mercado exterior. No se liberan capacidades de
compra (que crearían más demanda interna). El sistema fiscal era injusto y limitaba los recursos del estado.
Por todo ello en los 2 primeros decenios del siglo se aprovecha insuficientemente el potencial de crecimiento
y el proceso de industrialización se lleva con poco vigor.
Capítulo 4
La economía española en el período de entreguerras.
INTRODUCCIÓN.
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Entre 1914 y 1919 en España afloró una prosperidad en los negocios, sobre todo en algunos relacionados con
el exterior, pero cuando finalizó la guerra, la economía española volvió a evidenciar sus ineficacias y
problemas tradicionales, también acrecentados por los desajustes en la producción y en la distribución de la
renta generados por la 1ª Guerra Mundial.
Las décadas de 1920 y 1930 constituyeron una continuación de las pautas económicas surgidas desde finales
del S.19. En ese sentido, puede mantenerse que la política económica de la dictadura de Primo de Rivera
acentuó las tendencias nacionalistas e intervencionistas propias, y que la segunda república, aunque pretendió
ser más liberal y reformista no suprimió los mecanismos intervencionistas del estado.
¿Dónde se encuentra la guita para hacer la industrialización?
En el período de entreguerras se reafirmó el lento proceso de industrialización de la economía española según
el patrón propio de las industrializaciones tardías. Así entre 1919 y 1935 continuó la diversificación industrial
en España, con el desarrollo de nuevos sectores, concentración de empresas y mercados, y el creciente apoyo
del estado y la banca a sectores básicos de la industrialización. Pero en el período de entreguerras, la banca
dedicaba la mitad de su cartera a financiar el sector público, a invertir más en efectos comerciales y valores
públicos que en valores industriales. Por eso no fue tan amplia su participación industrial (el apoyo de la
banca a la industria española aún era pequeño). Eso ocasiona que haya autores que digan que la industria
básica se convierta en muy dependiente de la demanda pública, aunque vamos a ver que en realidad no
dependía tanto del estado. La banca contribuyó sólo a partir de la 1ª Guerra Mundial a financiar a la industria
española, aunque los valores industriales en ella, sólo alcanzaban el 25% (dedicaban la mitad de su cartera a
financiar el sector público).
Relaciones con otros países.
En la década de los 20 no se nacionalizan bienes españoles en manos extranjeras, pero sí que entra capital de
fuera (extranjero) El nacionalismo es sólo de palabra.
En las décadas de 1920−1930, la economía española no se encontró tan aislada del comercio mundial como se
ha sostenido. En los años de la dictadura de Primo de Rivera, aumentaron las relaciones con el exterior, lo que
estimuló el crecimiento económico español, mientras que, por el contrario, la crisis del comercio internacional
en la década de 1930 afectó negativamente a la economía española, debido a la apertura de 1920. Pero Palafox
cree que la economía española se cerró más en la década de los 20, por lo que la evolución de la coyuntura
internacional no tuvo repercusiones de importancia en España. Además, la balanza comercial fue positiva en
esa década.
El sector público todavía influye poco.
Sin despreciar la creciente influencia económica del estado en España desde principios del S.20 a través de los
distintos mecanismos interventores, parece incuestionable que los ciclos económicos ocurridos entre 1919 y
1935 aún dependían más de decisiones del sector privado que de la economía pública. Este sector privado
abarcaba en torno al 85% de la economía española del período 1919−1935. Para su análisis se dividirá en
secciones: Macromagnitudes económicas, agricultura, industria, sector exterior y distribución de la renta.
MACROMAGNITUDES ECONÓMICAS.
España experimentó una evolución económica similar (aunque menos acentuada) a la de otros países europeos
en el período de entreguerras. Pero sin embargo todo indica (la amplitud de los ciclos económicos españoles)
que éramos un país atrasado. La diferencia más llamativa es que en España esa etapa fue más corta porque
hubo la Guerra Civil. La modernización económica aún no se había logrado en 1930, aunque habían ocurrido
algunos avances que fueron detenidos por el conflicto civil iniciado en 1936. El formidable peso de la
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agricultura es una prueba del atraso (en 1923 el 51% de la renta nacional procedía de la agricultura).
En el período de entreguerras, la economía española se estaba modernizando: la agricultura perdía
importancia y la ganaban la industria y el comercio. Con todo, la agricultura seguía representando casi la
mitad de la producción económica española en 1935. La transición demográfica que se inició en este período
de entreguerras puede señalar esa transformación de la economía. Pero ni la modernización económica ni la
transición demográfica se completaron antes de 1935.
• 1919−24 Estancamiento.
• 1924−30 Crecimiento notable.
• 1930−35 Estancamiento.
Etapas (crecimiento, crisis).
Con respecto al crecimiento económico de la dictadura de Primo de Rivera, hay acuerdo general de un rápido
crecimiento que podría haber sido mayor, de no ser por el intervencionismo y proteccionismo estatal, que
impidió aprovechar totalmente el ciclo expansivo exterior. También, en relación con la crisis de los 30, existe
el convencimiento que más que de crisis, sería preciso hablar de estancamiento, o de que, al menos, la
economía española no sufrió una crisis de la intensidad de la de otros países europeos. En el período de
entreguerras, los ciclos económicos españoles a medio plazo fueron más suaves que los de las economías
europeas. En los países avanzados, quienes más crecieron en la década de 1920, más sufrieron la crisis de la
década de 1930. De todas las formas, los ciclos menos marcados pueden ser característica de los países
atrasados. Entre 1926 y 1930, la ligazón hasta entonces existente entre cosecha y Gasto Nacional Bruto
pareció debilitarse, lo que indica un mayor protagonismo de la industria, los servicios, el sector exterior y el
estado, y una posibilidad de que se manifestase un movimiento cíclico de país más avanzado.
Inversión privada y pública.
El crecimiento económico de un país depende de la cuantía del producto que se destine a la inversión. La
aportación de la inversión al gasto nacional creció entre 1919 y 1929, y fue particularmente elevada entre
1925 y 1930. En la república el nivel de inversión volvió a los niveles de antes de 1925. La inversión pública
era una parte pequeña de la inversión total, e influyó en el aumento de ésta entre 1927 y 1929, y en la caída de
1930. Pero el considerable descenso de la inversión en España de 1931 a 1933 se debió a la caída de la
inversión privada, ya que en esos años la inversión pública aumentó.
Relación entre los sectores económicos (efecto multiplicador).
Una característica de las economías atrasadas es la escasa relación existente entre los sectores económicos,
debido a la dependencia que todos ellos tienen con el sector agrario atrasado. Este no ejerce una demanda de
bienes de consumo superiores agrarios, ni de artículos industriales, lo que lleva a que los subsectores que los
producen, busquen mercados en el exterior, en el estado, o se resignen al estancamiento o a un lento
crecimiento. Eso ocurría en la economía española del período de entreguerras. La exigua interacción entre los
sectores no−agrarios conducía a que cuando un sector distinto del agrícola sufría una crisis, el resto de la
economía apenas se veía afectado. Al propio tiempo, cuando esos sectores crecían, sus efectos multiplicadores
sobre el total de la economía tenían que ser pequeños, dado su pequeño tamaño (no arrastraban a otras
empresas consigo).
AGRICULTURA:
El GEHR pone de manifiesto que la agricultura española no permaneció estancada en el primer tercio del 20.
El sector primario contribuyó a la modernización económica en las primeras décadas de 20, pero los cambios
agrarios no fueron lo suficientemente profundos como para impulsar la industrialización.
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La producción agraria apenas creció en la dictadura de Primo de Rivera con respecto a la fase previa, pero sí
lo hizo en la república. Eso contribuye a explicar por qué no hubo crisis en la década de 1930 y por qué no se
creció más en la de 1920, a pesar de las coyunturas internacionales más intensas. No fueron sólo el
proteccionismo exterior y la depreciación de la peseta los factores que defendieron a la economía española de
la crisis mundial, sino también la supeditación al sector primario.
En definitiva, la agricultura española no experimentó cambios profundos entre 1922 y 1935. Hay que destacar,
sin embargo, un progreso moderado, evidenciado por las mejoras en el cultivo del sistema cereal, con una
disminución del barbecho, un mayor abonado y una mejora en la maquinaria agrícola que se inició a finales
del 19, y el aumento de la producción relativa de algunos aprovechamientos, como raíces, tubérculos, etc. y
particularmente de los productos ganaderos. Eso tuvo su origen en el surgimiento de una demanda urbana. A
pesar de esa mejora de la agricultura intensiva, el ritmo de producción agrícola seguía marcado por los
cereales. Esa circunstancia puede ocultar que los sectores agrícolas dinámicos dedicados a la exportación,
vieron caer el valor de su producción en la década de los 30, debido a la caída de las exportaciones de
productos agrícolas, ocasionadas por la depresión mundial.
Como indicador del progreso agrario hay que mencionar la creciente utilización de abonos entre 1919 y 1935,
y los más altos rendimientos de cereales y leguminosas en la década de 1930. 2/3 de los abonos minerales eran
de producción nacional (Baluarte más firme de la industria química española).
INDUSTRIA:
Según Carreras, el proceso de ralentización de la industrialización española, que se había iniciado hacia 1890,
continuó entre 1913 y 1935. Se pueden distinguir, sin embargo, 3 fases industriales en período de
entreguerras.
De 1919 a 1922. La producción industrial española se estancó, pero no puede hablarse de crisis postbélica, ya
que no hay caída alguna del índice industrial.
De 1922 a 1930. Ocurrió un notable crecimiento industrial. Salvo el estancamiento de 1929, el auge fue
ininterrumpido.
Entre 1930 y 1935. La producción industrial cayó ligeramente.
El crecimiento industrial de la década de 1920 era desconocido desde el arranque industrializador de
1855−1874. Entre 1919 y 1930 el índice de producción industrial española creció ininterrumpidamente. En
1931 ocurrió la caída principal en la producción española. La recuperación de 1934 y 1935 fue más lenta en
España que en otros países europeos, pero en el último año ya casi se había alcanzado el nivel de producción
industrial de 1929.
Las industrias intermedias (siderurgia, metalurgia, cementos, química) fueron las que más se desarrollaron
entre 1926 y 1929, pero también fueron las que más cayeron entre 1929 y 1934. Las obras públicas del
Directorio Civil impulsaron esas industrias moderadamente, pero el origen de su crecimiento venía de antes.
Esas industrias intermedias caerán más que el conjunto de industrias básicas en la década de 1930, pudiendo
hablarse de crisis (pero sólo eran 1/3 de la producción industrial española).
Cambio de política presupuestaria en 1930
El estado empieza a restringir la demanda pública, y esto se nota especialmente en la industria del ferrocarril,
que experimentó un gran auge entre 1924 y 1928, pero luego (desde 1929), por la acción del estado empieza a
caer fuertemente (descenso de la demanda pública). Sin embargo las industrias directamente favorecidas por
el sector público eran pocas, y su crisis pasa inadvertida por el resto de la economía. A pesar del descenso en
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la producción de bienes de equipo, toda la producción industrial apenas cayó en 1930 (influenciado, en parte,
por no haber crecido casi nada en la década de los 20).
Puede decirse que la industria española había avanzado en la dictadura, pero que había retrocedido en su
diversificación con la segunda república, cuando las industrias de bienes de consumo volvieron a ganar peso.
SECTOR EXTERIOR.
La finalización de la 1ª Guerra Mundial devolvió la normalidad a la economía española, lo que ocasionó una
crisis económica por el descenso de las exportaciones y el aumento de las importaciones de bienes y servicios.
Los aranceles y la dictadura de Primo de Rivera vendrían a solucionar esa crisis.
En las épocas de crecimiento económico (los 20) creció la importancia relativa del comercio exterior. En la
crisis de los 30 ocurrió lo contrario.
No puede discutirse la buena andadura del comercio exterior español en la década de 1920, ni su caída en la
de los 30. En esta caída tuvo que influir la crisis económica mundial (por el descenso de fletes, caída de las
exportaciones, de turismo, remesas de emigrantes) aunque no sabemos bien en qué medida. El descenso de las
exportaciones ocasiona que haya una escasez de medios de pago que tuvo que dificultar el funcionamiento de
otros sectores.
Durante todo el período de entreguerras tuvimos saldos comerciales con el exterior negativos, aunque esto
empeora en la década de los 30, ya que las exportaciones españolas cayeron por el peor contexto económico
internacional, mientras que las importaciones sólo disminuyeron ligeramente debido al mantenimiento de la
renta española y no se protegió el mercado con rigor.
Evolución de las exportaciones. Evolución de las importaciones.
1919−1922 Cayeron 1919−1924 Crecen
1922−1925 Crecieron 1925−27 Caen
1925−1927 Se estancan 1928−1930 Aumentan
1928−1930 Crecen 1930−1933 Caen
1931−1935 Caen violentamente
La agricultura española no permaneció estacionaria con la crisis de los 30, y ello lo prueba su ganancia de
peso frente a la producción mineral.
Todo esto lo podemos resumir en 2 puntos:
Entre 1919 y 1935 apenas varió la estructura del comercio exterior, salvo la pérdida de minerales y el avance
de los productos agrícolas en las exportaciones.
Las exportaciones pudieron impulsar el crecimiento en los 20 y el estancamiento en 1919−22 y de 1931−34.
LA DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA.
La 2ª República y la dictadura mejoraron la situación de los trabajadores, la dictadura a través de los mejores
servicios sociales y el pleno empleo (compensaron así el descenso de los salarios), y la 2ª República con el
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aumento de los salarios reales y el alivio de las condiciones de trabajo, a costa de un aumento del paro.
Los beneficios empresariales fueron mayores en la dictadura. En la República caen. Se suele decir que la
dictadura favoreció a los empresarios y la república a los asalariados.
El ligero aumento de los salarios en la dictadura fue debido al desarrollo industrial, ya que lo frenan el
corporativismo y la prohibición de huelgas. En la república se elevan por la política laboral del primer bienio
(libertades sindicales), aunque hubo algunas medidas que hicieron subir los costes de las empresas (seguros
sociales pagados por las empresas). A partir de 1934 caen los salarios.
Se ha dicho que el aumento de los salarios en la 2ª República impulsó a las industrias de bienes de consumo,
pero eso es falso (se estancan estas industrias en este período, e incluso caen sus beneficios). De hecho, el
sector empresarial pasó apuros entre 1930 y 1934. La realidad económica era mala, pero las expectativas eran
aún peores, y ello explica el descenso de la inversión privada desde 1931.
El paro que había en la España de la década de los 30 (el 50% de los parados eran del sector agrario) era
propio de una economía atrasada, y por lo tanto más estructural o clásico que coyuntural. Sin embargo el paro
era del 12'8% (En Cataluña había pleno empleo), por lo que era más bajo que el de otros países europeos.
Estos datos (Poca crisis industrial, precios estables, pocas quiebras, poco paro y radicado en la agricultura)
hacen pensar en un país atrasado.
La recuperación económica que va a haber en 1934−35 hay que relacionarla con la internacional, con los
mecanismos internos del propio ciclo económico y con la gran cosecha de 1934.
CONCLUSIONES.
Nos faltan muchos datos de esta época, así que no podemos dar conclusiones exactas.
Las fluctuaciones de la época estudiada no pueden estar ocasionadas ni única ni principalmente por el
comportamiento presupuestario del estado, ni por sus posibles secuelas en la política monetaria. Aunque el
sector público alcanzaba un tamaño mayor en la economía española que en etapas previas, y a pesar de que la
inversión pública era mayor en la dictadura y en la república que antes de la 1ª Guerra Mundial, el tamaño
relativo de estas variables públicas no tenían aún la entidad suficiente para alterar el ciclo económico.
En las décadas de 1920 y 1930 España era un país atrasado cuyas macromagnitudes económicas dependían
mucho de las fluctuaciones de la producción agraria. En el período de entreguerras la agricultura se modernizó
un poquito y eso pudo impulsar el crecimiento industrial a través de la demanda de productos manufacturados
y de abonos. El peso de la agricultura contribuyó a mitigar las crisis industriales, particularmente las de la
década de 1930. Sin embargo la evolución industrial en esos años ya no dependía sólo de la agricultura, ya
que la industria y los servicios ganaron importancia durante aquellos años.
No hay que olvidar el proteccionismo español ni la depreciación de la peseta para entender por qué las
producciones españolas no cayeron tanto como las de otros países europeos en 1929.
Al aumentar la demanda y los beneficios empresariales en esa época, se produce un ciclo inversor. Pero en
1930 se producen menos beneficios y una menor demanda, por lo que se detiene este ciclo, influenciado
también por las pésimas expectativas.
En las décadas de los 20 y 30 se produce un fuerte fenómeno proteccionista (reforzado por la dictadura y la
escasa inversión exterior o entrada de capitales). La crisis internacional repercutió notablemente en España
(reduce mucho sus exportaciones, las entradas de remesas de emigrantes, turismo, y ya no entra casi nada de
capital extranjero).
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A todo esto se une el hecho de que el estado podía hacer muy poco a favor o en contra de la coyuntura
económica, ya que tenía un tamaño muy pequeño, por lo que lo único que regularon con eficacia fueron los
aranceles, con los que consiguen crear el mercado más protegido de toda Europa.
Con todo ello, la economía española no era una excepción en el período 1919−1935. El proteccionismo, la
intervención del estado, el corporativismo o la existencia de monopolios no son rasgos exclusivos de la
economía y política económica españolas del período de entreguerras.
Capítulo 5
La economía española y la guerra civil.
Este capítulo se estructura de la siguiente manera:
El papel de los factores económicos en el inicio de la guerra.
La economía española durante la guerra civil.
Las consecuencias económicas de la guerra civil.
EL PAPEL DE LOS FACTORES ECONÓMICOS EN EL INICIO DE LA GUERRA CIVIL.
La Guerra Civil no estalló simplemente por factores económicos, sino también por factores extraeconómicos
(religiosos, políticos), aunque los factores económicos y sociales eran probablemente los más importantes al
inicio de la Guerra. En la década de los 30 una gran parte de la población española carecía de lo más básico
para vivir (alimentación, servicios hospitalarios), y en ese sentido se puede decir que la guerra civil española
estalla sobre todo por razones socioeconómicas.
La característica fundamental de la economía española es haber sido una economía atrasada e injusta, pero al
mismo tiempo lo bastante diversificada como para que grandes sectores de la población quisieran mantener su
posición, no corriendo el riesgo de que les sacrificaran sus propiedades. Este sistema económico tuvo un
fuerte apoyo en sectores importantes de la población. Por ese motivo no se produjo una revolución, sino una
Guerra Civil.
Esto ocasionaba que sectores obreros y campesinos, e incluso de las clases medias, quisieran europeizarse, es
decir, hacer una clase de capitalismo en torno al resto de Europa (que no fuera tan brutal ni tuviera rasgos de
feudalismo).
El problema del mercado español de la época no era el temor a la competencia internacional, sino la creación
de un mercado interno donde vender los productos nacionales.
Si la revolución burguesa que representó la llegada de la república en 1931 hubiera tenido éxito,
probablemente hubiéramos presenciado una evolución más rápida hacia el europeísmo y el capitalismo liberal,
pero llegó el bienio negro, que mató la esperanza que había suscitado el primer bienio de la república. Es
cuando se enfrentan 3 visiones de cómo se quiere hacer el nuevo estado: La liberal (capitalista), la socialista
(Marxista) y la libertaria (Comunista).
No sabemos lo que hubiera pasado de no haber el levantamiento. Posiblemente se hubiera hecho la reforma
agraria que ya estaba en trámite antes del levantamiento, pero terminaría habiendo otras clases de reformas.
Organización de los recursos:
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Una vez planteado el enfrentamiento, surgió la cuestión de cómo se podían movilizar los recursos económicos
existentes en ambas zonas a fin de ganar la guerra. Esta situación afectó naturalmente a ambos bandos, pero
provocó una reacción social en el bando republicano que introdujo un interrogante adicional: Qué clase de
economía se construiría. En el bando nacional el objetivo era, por el contrario, solamente la producción
industrial y económica con vistas a la guerra.
El bando republicano.
Al inicio de la guerra muchos consideraban que las ventajas republicanas eran tan aplastantes que el
levantamiento no podía durar mucho. Las ventajas se fundaban en que:
Todo el oro del país estaba en manos de la república.
Tenían el 60% de la población.
Tenían la mayor parte de la capacidad industrial del país
Tenían gran parte del producto agrícola exportable.
Tenían el gobierno legítimo de España, lo que les permitía mantener abiertos los canales económicos
internacionales.
Controlaban las ciudades más dinámicas y vitales.
Sin embargo muchas de estas ventajas resultaron engañosas:
No pudieron contar con las ventajas internacionales de un gobierno legítimo (ni comprar ni obtener créditos),
por lo que no pudo obtener bienes por encima de sus recursos. Lo hicieron las clases capitalistas
internacionales por miedo a que desembocara en una república bolchevique y por el hecho de empezar a
perder la guerra desde los 1os días.
No pudieron contar con la capacidad técnica ni económica de las élites financieras, o bien porque los mataron
en la Revolución Social, o bien porque se marcharon a trabajar al otro bando. La república no pudo contar con
la lealtad de estas élites.
Otro aspecto negativo fue el tener que abastecer a las grandes ciudades, que no producían sus propios
alimentos, porque aún teniendo la agricultura más sofisticada de exportación, eran relativamente escasas las
zonas productivas de alimentos básicos, por lo que el hambre era cotidiana en la zona republicana.
Otra desventaja fue la partición geográfica de su zona, que le impidió utilizar sus recursos económicos de
manera eficaz.
Toda guerra moderna exige un sistema sólido y eficaz de colaboración entre gobierno y economía. Esto no
pudo existir en la zona republicana, porque no estaba claro qué representaba el gobierno ni cuales eran los
límites de su actuación, lo que produjo continuos conflictos entre el gobierno central y los gobiernos
regionales.
El factor más crucial será la revolución social y las versiones antagónicas de cómo se tenía que organizar la
economía. Esto afectó a la operatividad de todos los gobiernos republicanos (central y autonómicos).
La diferencia de la producción agraria en los dos bandos al acabar la guerra se debía, en parte, por el
reclutamiento militar llevado a cabo por la república, y por las ejecuciones llevadas a cabo por Franco. Pero
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no fue la caída de la producción agrícola la causa de la derrota republicana. Los republicanos estaban
hambrientos al final, pero no había inanición. Lo grave para este bando fue la escasez de material militar por
la falta de crédito fuera de su país, pero no podían organizarse para producirlo dentro de su propio territorio.
Hay que hacer hincapié en que la revolución social contribuyó mucho a la caída de la producción, pero ésta no
fue la única causa.
El bando nacional.
Más o menos a finales del 38 − comienzos del 39 sobraba comida en la zona nacional. También, Franco
contaba con la ventaja de unos canales de crédito económicos con el resto del mundo, en parte por afinidades
ideológicas, y en parte porque estaba ganando la guerra.
En esta zona las clases técnicas eran partidarias de Franco, y no había gobiernos que se disputaran el poder.
Durante la guerra el gobierno nacional no hizo milagros, pero tampoco fue nefasto. Su intervención en la
economía no alcanzó una nota brillante, pero fue adecuada a sus objetivos. Actuó de manera decisiva e
inmediata.
Aunque el control que ejercía Franco en sus territorios en gran medida dependía del terror, esa misma
intervención estatal fue un factor importante para ganarse la aceptación de la población, debido a la
estabilidad económica y el aumento del nivel de vida que la acompañaron. Es interesante la atención que se le
prestó a la producción de bienes de consumo e industriales que propiciaban el contento de la población
(cerveza, tabaco y ropa). La actuación industrial del franquismo fue bastante superior a la republicana. En
cuanto a las industrias militares, el bando nacional no hizo milagros hasta que conquistó el norte. La gran
parte de sus necesidades bélicas eran satisfechas por los suministros alemanes e italianos y las compras a
crédito. Produjeron más material bélico que los nacionales.
CONSECUENCIAS.
No hubo una gran destrucción de capital físico porque ninguna ciudad fue tomada por la fuerza de las armas,
así que no hubo una gran destrucción de fábricas. La destrucción física se centró más en medios de transporte.
Fue grande la pérdida en capital circulante, si tomamos en consideración el oro que había poseído España. La
pérdida más grande fue la de capital humano (por bajas, exilios, ).
Hay que mencionar la estúpida política autárquica que se impuso y que trató de satisfacer las necesidades
internas del país con medios absolutamente antieconómicos. También hay que añadir el sufrimiento y el
hambre de la década de los 40. España tuvo que llegar a la década de los 50 para volver a llegar a lo que había
sido en 1935. Es a partir de ahí cuando resurge económicamente España, no tanto por los méritos de Franco,
sino por el gran cambio económico mundial del que pudo beneficiarse.
Capítulo 6
Industrialización y desarrollo económico durante el franquismo
Se producen 3 etapas de evolución económica durante el franquismo:
desde 1939 hasta el final de la década de los 40.
desde 1950 hasta 1959.
desde los 60 hasta la muerte de Franco.
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LOS AÑOS 40.
A partir de 1938 ya se comienzan a fijar las bases normativas e institucionales de la política económica más
característica que se fijará después (se bloquean transferencias de capital al extranjero, se interviene en el
sector triguero y se ponen limitaciones a la libertad de industria).
La primera referencia ha de hacerse obligadamente al negativo balance económico que arroja esta primera
etapa del franquismo. Los IPIS de Carreras nos muestran el signo adverso que en la industrialización española
tiene el decenio de 1940. La recuperación que se apunta hacia 1934−1935 de superar los niveles conseguidos
anteriormente, se corta con el inicio de la Guerra Civil, y da paso a una prolongada depresión que se extiende
durante 3 lustros.
En España hubo menos devastación en general que en los países afectados por la 2ª Guerra Mundial, pero la
fase de recuperación hasta los niveles de pre−guerra en España se alarga mucho más. Los países
mediterráneos duplican sus IPIS ente 1946−1950, pero España apenas consigue multiplicarlo por 1'1. El
período comprendido entre el 36 y el 50 ya no es de estancamiento, sino de una verdadera depresión.
El ritmo de crecimiento económico que ofrece la 1ª etapa del franquismo supone el final del proceso de
crecimiento moderado pero mantenido que hay en España en el final del S.19 y comienzos del 20. Esta
expansión implicaba notorios cambios estructurales, demográficos, productivos e institucionales. Además, la
depresión implicaba el ensanchamiento de la brecha que separa la trayectoria de España respecto a la de otros
países europeos.
El período 1935−1950 es el único que puede explicar satisfactoriamente el atraso industrial de España. Hay en
este período un marcado descenso del consumo privado, y el mantenimiento, hasta 1945, del índice de la
inversión por debajo de los niveles alcanzados en los años 30. Se produce en esta época un intervencionismo
extremo, al servicio del aislacionismo del primer franquismo. Se trata de un intervencionismo
tradicionalizante (intervención y autarquía). El intervencionismo no era temporal, sino permanente para un
estado imperial militar. La otra cara del intervencionismo será el mercado negro, y una extensa gama de
soluciones evasivas de la gran reglamentación, además de empezar un auge de prácticas monopolísticas.
Los efectos más negativos a largo plazo de esa política serán la rigidez de leyes, que actuarán como un factor
limitativo de la gestión empresarial, y por otra parte la intervención extrema y el aislamiento exterior, que
genera actuaciones desviadas (tráfico ilegal) muy difíciles de corregir luego.
EL DECENIO BISAGRA (LOS 50).
La economía española tendrá un crecimiento muy interesante en la década de los 50, ya que se produce,
además del crecimiento, un cambio en la orientación fundamental de la política económica.
El mayor dinamismo productivo corresponde ahora al sector industrial, por el reequipamiento y la
importación de materias primas. Lo más importante es que, a diferencia de los años precedentes, España sigue
de manera muy uniforme la pauta de otros países europeos, muy particularmente los del sur de Europa. Habrá
un comportamiento similar de los países mediterráneos (entre ellos España), en los que, por encima de las
diferencias institucionales, ya se apunta en la década de los 50 el papel vital que juega el conjunto de las
relaciones exteriores (transacciones comerciales, remesas de emigrantes, turismo). La comparación con otros
países pone de manifiesto la marcadísima sensibilidad de la economía española a todo influjo exterior, así
como su vocación mediterránea en el marco de la industrialización europea, dada la similitud de las tasas de
expansión y de los factores determinantes de la misma.
Los pasos aperturistas de la política económica española durante el decenio de 1950 (liberalización de
intercambios), son siempre pasos cortos, repletos de cautelas, lo que pone de manifiesto la capacidad de
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aprovechamiento de los reclamos exteriores por parte de la economía española, por encima de las barreras que
recorten su total potencial de crecimiento.
Esta política tiene 2 aspectos:
Tiene un carácter de atenuación de la rigidez anterior. La trascendencia de la liberalización no es por lo que
hizo, sino por lo que dejó de hacer (se eliminaron obstáculos). Se elimina la autarquía en una Europa que
apostaba por un sistema de relaciones de librecambio y no discriminación. Tenían que quitar tanto
intervencionismo para recibir ayudas del plan Marshall.
Esta política tiene un carácter gradual. Se van quitando poco a poco los frenos que mediatizan los sucesivos
intentos de apertura económica. Este forcejeo alcanza sus momentos estelares en el 51, 57 y 59, cuando se
consigue un mayor ensamblaje de España con el mercado internacional.
Lo que ocurrió más allá de las fronteras españolas fue el determinante de los cambios interiores. Fueron los
acontecimientos internacionales, y no la legislación de Franco lo que provocó la entrada de España en el
concierto de las naciones. Los dos hechos que resumen esta conjunción de factores son, en julio del 51, el
cambio de gobierno, y en el 53 la firma de acuerdos entre España y USA. El cambio de gobierno elimina las
trabas que entorpecían al proceso productivo (protección e intervencionismo). Los acuerdos con USA fueron
el 1er paso para romper la política de aislamiento prevaleciente desde 1939. Con él se consiguen importar
bienes de consumo, inversión y materias primas indispensables que permiten modernizar la industria.
También se regulan el mercado interior y la política agraria, que desde la guerra civil se había reducido a una
mera política de suministros.
Todo ello mejora las expectativas empresariales, lo que hace aumentar las inversiones tras largos años de
atonía, y se dinamiza el proceso productivo interno a través de un aumento de las importaciones. Pero el
aumento de la demanda interna se traduce en un aumento de las importaciones, que se enfrentan a la poca
capacidad de cobertura que dan unas exportaciones reducidas, que soportan un tipo de cambio arbitrario de la
peseta, y que propician un endeudamiento con el resto del mundo. Por eso, a finales del 53, se cuestiona ya la
virtualidad del modelo autárquico.
El decisivo paso que ha de dar la política económica española será el plan de estabilización y liberalización
económica de 1959, a fin de alinear la economía española con la de los países del mundo occidental, y
liberarla de intervenciones que no corresponden a las necesidades de la situación actual. Se intenta marcar un
rumbo diferente para la economía española (Con el plan se reconoce que el país no podía avanzar más con el
esquema de autarquía).
Conclusión:
En esta época no sólo se dará el crecimiento industrial, sino toda una serie de concatenaciones, como el fin de
la sumisión de la industria a las fluctuaciones agrarias; se sustituyen importaciones industriales; se incrementa
y modifica la composición de la demanda energética; se produce el auge de la emigración rural (paralelamente
al proceso de urbanización); la mujer se incorpora al mercado del trabajo; modernización demográfica;
ampliación de la burguesía industrial y financiera, que apuesta contra el mantenimiento de una política de
industrialización autárquica.
LOS AÑOS 60 Y PRIMEROS 70.
Esta etapa desemboca en el final del ciclo de prosperidad de los países desarrollados y en la última crisis de la
dictadura franquista.
21
La economía española, tras las medidas del 59, muestra otra vez su gran capacidad de aprovechamiento de las
condiciones favorables del mercado internacional, que en los 60 se traduce en la ganancia de importantísimos
márgenes de productividad, antes desaprovechados por el aislamiento autárquico y la rigidez intervencionista
(se recuperan oportunidades anteriormente perdidas). Ello permite poder realizar importaciones de productos
económicamente estratégicos, lo que hace modificar la función de producción de la economía española, por el
cambio de intensidad en el uso de los factores, y transforma radicalmente los hábitos de consumo y
comportamiento. Aún así, esos resultados pudieron haber sido mejores, de no haberse bloqueado después del
1er tercio de los 60 la política de flexibilización y liberalización acometida con vigor notable en el 59.
Las medidas liberalizadoras, en vez de progresar en los 60, se reducen y se frenan.
¿Por qué se frenan en los 60 las medidas liberalizadoras de los 50?
Por los propios resultados positivos del Plan de Estabilización. La reforma fue perdiendo fuerza a medida que
se paliaba la deuda pública. Lo que había provocado los cambios anteriores fue el temor a la insolvencia
exterior. Cuando no lo hubo, se volvió a la situación de antes.
El plan era incompatible con las características del régimen.
El plan será pues un paréntesis anómalo dentro de la política económica del franquismo. El régimen, desde la
mitad de los 60, sufre una esclerosis institucional, en contraste con el dinamismo social que favorece un
crecimiento económico, que se produce con independencia y a pesar de las medidas de la política económica
del franquismo.
La transcendencia de esta etapa en la historia económica española se tiene que valorar por la amplitud y la
irreversibilidad de las transformaciones estructurales que va a haber entre los tres lustros que van desde el
Plan de Estabilización y los últimos compases del franquismo. Estas transformaciones son sinónimo de
reequipamiento y modernización.
El sector industrial va a actuar como motor central de la expansión, y tendrá un crecimiento medio muy
intenso, además de acompañarse de profundas variaciones de la estructura interindustrial. Frente a la imagen
de fragilidad y de escasa capacidad competitiva que ofrecía el sector en la década de 1950, la industria se
asoma a la de 1970 con una intensificación del grado de utilización del capital, un fuerte incremento de la
productividad del trabajo y un cierto proceso de especialización productiva.
El sector agrario tiene las más bajas tasas de crecimiento durante la etapa considerada. Se ve que la clave de la
evolución de la economía española en los 60 es el desequilibrio entre desarrollo industrial y agrícola. Se
produce una crisis de la agricultura tradicional, que se basaba en la superabundancia de la fuerza de trabajo,
dentro de un mercado de una escasa capacidad adquisitiva. La crisis la desencadenan las nuevas oportunidades
de empleo (emigración interior y a Europa) y los cambios en la cuantía y composición de la demanda de
productos alimenticios.
En los 60 se produce un considerable avance del sector terciario, llegándose a situar a la cabeza de la
distribución del PIB y del reparto por sectores de la población activa.
En esta época el sector exterior alcanza una gran importancia, especialmente las exportaciones. Aumenta el
peso de las exportaciones de bienes de equipo y manufacturas. Desde mediados del 20 han sido la sustitución
de productos y la sustitución de mercados, más que el aumento de la competitividad general, los factores que
han explicado preferentemente la dinámica de las exportaciones españolas.
Con las crisis de los 60−70 quedan al descubierto fragilidades de la estructura productiva, como una
dependencia energética española de aprovisionamientos exteriores, la vulnerabilidad de algunos sectores ante
22
los ataques de los nuevos países industriales, el elevado endeudamiento de la empresa española, la
insuficiencia y debilidad del sector público, el mantenimiento de rigideces (sobre todo en el mercado de
trabajo grandes costes de despido).
En el umbral de los acontecimientos que se precipitan en el mercado internacional desde el final de 1973, la
economía española, que ya había alcanzado una interdependencia intensa, creciente e irreversible con el
exterior, presentaba así pues, muchos flancos débiles, a pesar de su fuerte expansión precedente. Junto con la
descomposición del franquismo y el cambio de régimen, agravará la situación la mayor virulencia en España
de la crisis sufrida.
La evolución económica mostrará muchos núcleos de ineficacia legados por un régimen que temía a la
libertad.
Capítulo 7
La crisis de la economía española, 1973−1984
Hablar de la evolución de nuestra economía en este período es hablar de unos impactos recibidos del exterior
y de un contexto internacional que han condicionado profundamente el funcionamiento de una economía de
dimensión modesta. Es hablar también de unos rasgos económicos heredados del período anterior y que
condicionan y modulan los problemas planteados y las respuestas a esos problemas. Por último, es hablar de
las limitaciones impuestas al tratamiento de los problemas por las circunstancias de la transición política.
PROBLEMAS DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA Y EUROPEA.
La economía española muestra en ese período una gran sincronía con la europea, por lo que nuestras
dificultades son inseparables de las europeas. Esas dificultades han tenido 3 orígenes:
El fuerte encarecimiento de numerosos alimentos y materias primas (petróleo) en el 73−74, que generaron
inflación y depresiones en las economías europeas. Ello hace que se pierda el nivel de renta (ganan nivel de
renta los países exportadores de petróleo).
Hay una competencia nueva y creciente de los países de nueva industrialización en ramas tradicionales de la
industria europea
Se producen perturbaciones procedentes de la política económica estadounidense (intensas fluctuaciones del
dólar, altos tipos de interés).
Los países europeos se esforzaron por construir sistemas de bienestar y de concertación de rigideces, que
implicaban la introducción de crecientes elementos de rigidez en sus economías (estados del bienestar).
SOLUCIONES A ESOS PROBLEMAS.
La respuesta a los impactos registrados exigía una contención de la demanda de bienes y servicios y una
adaptación de los salarios, por el empeoramiento de la relación real de intercambio. También imponía
cambios en la estructura productiva ante las modificaciones en la estructura de la demanda, además de buscar
las técnicas eficientes de producción.
Estas adaptaciones tenían importantes costes sociales, pero eran ineludibles si las economías querían
restablecer sus ritmos de crecimiento y de creación de empleo en un período razonable. Pero la mayoría de los
países tendieron a eludir los ajustes en los 70 y se esforzaron por suavizar y diluir en el tiempo las
perturbaciones recibidas. Los países europeos llegaron al final de la década con altas tasas de inflación,
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frecuentes desequilibrios en las cuentas exteriores, gran déficit público y tasas de paro en ascenso.
Se va a optar entonces por nuevas políticas económicas, que se vieron además favorecidas por el segundo
encarecimiento del petróleo (1979−80) y por la adopción de medidas antiinflacionistas en USA (79). Con ello,
las políticas económicas europeas, inspiradas por Alemania, renuncian a políticas de expansión de demanda a
corto plazo, y reducen la inflación, tipos de interés y desequilibrios exteriores, y además mejoran los
excedentes empresariales, iniciando un proceso lento, pero firme, de recuperación, estimulada primero por la
recuperación de USA, y posteriormente por su propia demanda interna.
EL CASO DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA.
La evolución de la economía española desde el 73 ha tenido algunos rasgos diferenciados. El efecto de las
perturbaciones exteriores fue más intenso por tener una base energética débil. Los sectores más afectados
tenían una gran importancia en nuestro esquema productivo. Las rigideces acumuladas en el período anterior
eran especialmente fuertes en España. Además, la política de saneamiento y ajuste (subida de los precios del
petróleo) ha sido menos estricta en España que en el resto de los países europeos. Por todo esto, la evolución
española en este período fue más adversa que en la mayoría de los países europeos.
LA CRISIS DEL PETRÓLEO.
La elevación de los precios del petróleo impuso un brusco fin al proceso de expansión que la economía
española había vivido desde 1960, culminando con un fortísimo auge inflacionista en 1971−73, el cual no
podía durar, ya que los gobiernos habían comenzado a tomar medidas para contener la inflación, pero la crisis
del petróleo precipitó los acontecimientos. Sumió a las economías industriales en una contracción inmediata,
acompañada de una fuerte inflación y de desequilibrios en los pagos.
La tasa de crecimiento española en el período 74−84 fue similar a la del conjunto europeo, pero la tasa de
inflación será más alta, la inversión y el empleo retroceden más intensamente, y la tasa de paro se sitúa a la
cabeza de las europeas.
¿CÓMO AFRONTA LA CRISIS ESPAÑA?
Primera etapa: 1973−1977
En esta etapa se acumulan problemas, de origen interior y exterior, y en ella apenas se esboza una política
económica orientada a abordar o, simplemente, contener esos problemas.
Las autoridades económicas trataron de frenar, sin éxito, la contracción de la demanda absteniéndose de
repercutir plenamente los más altos costes del petróleo sobre los precios energéticos interiores; y no pudieron
contener la oleada de crecimientos muy fuertes de los salarios.
Segunda etapa: Verano del 77
El gobierno surgido en el 77 comenzó a atacar los problemas con una devaluación de la peseta apoyada en un
proceso de restricción monetaria. También intentó parar el proceso de crecimiento de los salarios mediante
acuerdos con las organizaciones sindicales, y así poner coto a las expectativas de aceleración inflacionista.
Ahora se va a intentar forzar los ajustes, pero gradualmente, con un consenso social que facilitase el avance de
las adaptaciones necesarias.
La política de saneamiento, iniciada tarde, y frente a unos problemas más graves que los del resto de Europa,
se encontró con nuevas dificultades: el segundo encarecimiento del petróleo y el endurecimiento de las
políticas europeas.
24
La nueva subida del precio del petróleo hizo meditar la medida tomada en la primera subida (repercusión
gradual de los mayores costes), porque ésta había hecho aumentar la demanda final de energía. También hizo
meditar la gran tasa de paro que teníamos. Pero el desplazamiento europeo hacia políticas económicas más
estrictas no llevó a las autoridades españolas a reforzar el proceso de corrección de los desequilibrios.
El esfuerzo por acentuar el ritmo de los ajustes fue el contenido central de la política económica iniciada por
el Partido Socialista. A partir de aquí mejora la economía de USA y empieza una lenta mejoría de la situación
europea.
CONCLUSIÓN
En esta época parece que España ha practicado medidas de ajuste tardías y muy graduales.
Del 79 al 85 han descendido los costes laborales y aumentado los excedentes empresariales, pero el alto tipo
de interés hace que no se traduzca en un 1er momento en una recuperación de la inversión productiva
(Aunque en el 85 sí se recupera).
La demanda interior tomó relevo de las exportaciones como impulsor de la recuperación, aunque el paulatino
avance de la demanda interna aparece respaldado por una situación muy saneada del sector exterior.
Sin embargo, la situación española es desfavorable en otros puntos: hay una tasa de inflación alta, gran tasa de
paro, un retraso en el saneamiento de las estructuras productivas, déficit público, que impulsa el crecimiento
de la deuda pública en circulación, lo que incide negativamente sobre la financiación del sector privado.
Desde la perspectiva de 1985, España, a punto de ingresar definitivamente en la CEE, aparece como una
economía que, a lo largo de los 12 últimos años, ha registrado problemas de una intensidad relativa muy
importante, y ha aplicado unas políticas de ajuste tardías en su aplicación, y que se han encontrado, además,
unas resistencias e inflexibilidades superiores a las que han caracterizado a la mayor parte de los países
europeos (rigidez en los contratos laborales, dificultades para contratar temporalmente, lo que ocasiona
aumento del paro, mucho déficit público). Por ello, la economía española, a pesar del mayor ritmo de
adaptación de los 3 últimos años, se encuentra con dificultades importantes que la separan de la situación
media de los países del área europea, donde va a iniciar su integración.
Capítulo 8
La modernización demográfica de la
sociedad española.
REFERENCIAS AL NÚMERO DE HABITANTES.
En apenas 80 años la población española ha pasado de ser casi del antiguo régimen a ser plenamente moderna.
Si una revolución es un cambio radical en un tiempo breve, en la España del S.20 ha habido una revolución
demográfica.
En los 80 primeros años del siglo se duplica la población (esto antes llevaba varios siglos). Se ha modificado
la estructura de la población por edades, disminuyendo el porcentaje de jóvenes y más que duplicándose el de
personas mayores de 65 años (la población se ha envejecido en el transcurso del siglo). España ha pasado
también de ser eminentemente rural, a que la población viva en las ciudades (disminuyen los habitantes del
campo y aumentan los de las ciudades). Finalmente, se reduce drásticamente el nº de personas empleadas en el
sector primario, aumentando las del secundario, y aún más las del sector servicios.
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El modelo de población española de comienzos del S.20 no era de antiguo régimen, pero tenía más en común
con las de los S.17 o 18 que con las de la actualidad.
NATALIDAD.
Si comparamos a España con los países del resto de Europa a principios de siglo, vemos que tenemos una
natalidad un poco más alta y una mortalidad mucho más alta Nuestro ritmo de crecimiento era de los más
lentos de Europa. Además no había movilidad de la población, ni siquiera hacia dentro de su propio país.
Los rasgos de la población española a principios del 20 eran, sin embargo, distintos a los actuales países en
vías de desarrollo. La natalidad era más baja que estos países y la mortalidad más alta, lo que ocasiona que la
población española crezca lentamente, en relación con los países en vías de desarrollo contemporáneos.
A diferencia de lo que ha ocurrido en gran parte del mundo, en la España contemporánea no ha habido algo
comparable a una explosión demográfica: no ha habido ningún período en que la población haya crecido a un
ritmo verdaderamente acelerado y sostenido. Ha habido, ciertamente, crecimiento acumulativo, sobre todo
durante el S.20, y ya se sabe que toda población que crece a una tasa constante, aunque esta sea reducida,
termina por aumentar considerablemente sus efectivos. Sin embargo, aunque moderado, el crecimiento en
España en el S.20 ha sido más fuerte que en centurias anteriores.
MORTALIDAD.
La acusada gradualidad del crecimiento demográfico español se ha debido a la reducida distancia que separa
en todo momento los niveles de natalidad de los de mortalidad.
La mortalidad era alta a principios de siglo, y va bajando hasta la gripe del 18, que consigue estabilizar las
cifras (será la última gran crisis de mortalidad epidémica de la historia). En los 20, en que hay esfuerzos
institucionales por mejorar la higiene, sanidad y construcción de viviendas, vuelve a descender.
En la España del 1er tercio del 20 la mayor parte del descenso de la mortalidad es imputable a la desaparición
o atenuación de las enfermedades infectocontagiosas. Lo mismo ocurrió en el resto del mundo. Las
enfermedades transmitidas por el agua y los alimentos destacaban, sobre todo las gastrointestinales, que
producían hasta la cuarta parte de los fallecimientos. Se le atribuye un papel destacado de este descenso a la
mejora en la higiene y sanidad, sobre todo a las nuevas infraestructuras urbanas de las décadas de 1920 y
1930. La mejor alimentación contribuyó al descenso de las enfermedades transmitidas por el aire.
La Guerra Civil causó otra crisis de mortalidad. En esta guerra y en la postguerra, se produjo una acusada
sobremortalidad masculina.
A partir de 1943−1944, después de la epidemia gripal de 1918 y de la Guerra Civil, la tendencia normal del
curso de la mortalidad ha sido el descenso (pronunciado y sostenido), hasta alcanzar en la actualidad niveles
muy bajos. En nuestros días la esperanza de vida de los españoles al nacer es semejante a la de los países más
desarrollados. La tasa bruta de mortalidad es notoriamente baja, lo que refleja una estructura de la población
relativamente joven en comparación con la de la mayoría de los países industrializados. A lo largo del S.20, la
mortalidad infantil se ha reducido en un 90%, disminuyendo, sobre todo, las muertes infantiles por
desnutrición, enfermedades, y algo menos las relacionadas con el parto.
El descenso de la mortalidad en el S.20 ha ido acompañado de un descenso relativamente paralelo de los
niveles de natalidad, lo que nos hace ver que nunca ha habido explosión demográfica, sino que se produce una
transición demográfica sin más. La población no creció tan rápidamente en esta transición demográfica como
en el resto de Europa, ya que las tasas de mortalidad y natalidad bajan paralelas. El descenso de la natalidad se
acelera según va avanzando el siglo, y se detiene momentáneamente en la 1ª Guerra Mundial. Del 50 al 64 se
26
produce el Baby Boom, aunque muy pequeño, si lo comparamos con otros países de Europa. Desde el 77 la
natalidad cae a un ritmo muy superior al de Europa. A partir de 1980, las españolas no tienen el suficiente
número de hijos como para garantizar el reemplazo de la población. La edad a la que se suelen tener los hijos
es cada vez más joven, por lo que se supone que entran en juego los métodos anticonceptivos.
Al final de la década de 1930 y en toda la de 1940, la edad de nupcialidad aumenta, lo que se va a dejar sentir
en la natalidad.
Lo que va a contribuir más en el envejecimiento de la población va a ser la tasa de natalidad, no la de
mortalidad. Durante todo el siglo va a disminuir el nº de personas de menos de 14 años. La población activa
no va a variar sustancialmente, pero se va a doblar el nº de personas de más de 65 años.
MIGRACIONES.
La movilidad social también varía radicalmente (aumenta). Es necesario buscar alivio a la superpoblación del
campo. La movilidad social fue muy reducida hasta la década de 1880. La crisis agrícola finisecular hizo más
acuciante la necesidad de abandonar el campo. Ya que dentro de España no había dónde ir (a no ser Madrid o
Barcelona), la emigración tuvo que ser fundamentalmente ultramarina. La situación varía con la 1ª Guerra
Mundial. El retorno de muchos emigrantes hizo que el volumen de desplazamientos interregionales superara
con mucho a las migraciones internacionales. Para algunas áreas la guerra trajo consigo una repentina oleada
de prosperidad, que se tradujo en un marcado aumento de la demanda de trabajo. Para otras, sin embargo,
significó la caída de los precios de determinados productos, que se tradujo en una reducción en el volumen de
sus exportaciones, lo que conllevó el descenso de los ingresos y la elevación de la tasa de desempleo, y por
ende, una mayor necesidad de buscar alivio en la emigración.
Después de esta llegada de emigrantes se produce una salida hacia Francia. Sin embargo, durante todo 1920,
las migraciones internas primaron mucho más que las externas. Las áreas que reciben población son:
El complejo urbano−industrial de Barcelona.
Con igual volumen, la zona de Madrid.
El norte de Castilla la vieja.
Andalucía occidental (Sevilla), aunque con baja intensidad migratoria.
La fachada atlántica de Galicia, con tasas emigratorias muy elevadas.
La 2ª gran migración de la historia se produce entre el fin de la 2ª Guerra Mundial y la crisis del petróleo.
Tiene 2 fases:
Emigración a América en los 50.
Emigración a los países industrializados de Europa entre el 60−75. Fue más importante que la anterior.
La exportación de amplios contingentes de trabajo excedentes, junto con sus contrapartidas, como las remesas
de ahorro enviadas por los emigrantes, contribuyó a poner en marcha o a reforzar una cadena de
transformaciones que elevaría de manera decisiva el grado de desarrollo económico de los países de origen
(España), y modificaría sustancialmente la estructura de sus economías.
Capítulo 9
27
La agricultura española durante el 1er tercio del S.20: un sector en transformación.
El producto agrario se multiplicó por 2 entre 1900 y 1931, por lo que este crecimiento superó en intensidad al
de los otros 2 sectores (industria y servicios). Este proceso no fue meramente extensivo, sino que se produjo
un aumento de la productividad (intensivo). El ritmo de crecimiento obtenido fue importante a nivel
internacional.
Con esto no queremos decir que nos encontremos ante un despegue frenético de nuestro sector agrario, sino
que España era un país atrasado que durante aquellos años hace verdaderos esfuerzos por acortar distancias.
UN USO MÁS INTENSIVO DEL TERRAZGO CEREALISTA: LA REDUCCIÓN DE LOS
BARBECHOS.
La superficie dedicada al cultivo de cereales no comenzó a descender desde 1868 hasta fin de siglo, sino que,
al menos, entre 1879 y el inicio de la depresión finisecular aumentó.
La disminución la provoca la crisis finisecular como respuesta lógica a la caída de los precios y a las
importaciones de cereal. Se desmiente también que fuera la caída de los rendimientos por la inclusión de las
tierras marginales la responsable de los abandonos.
Tras la crisis, se inicia la reocupación de las tierras excluidas del cultivo por las dificultades; pero a pesar del
alto ritmo de recuperación, durante el decenio de 1903−1912 aún no se había logrado igualar el umbral de
1886−1890.
A partir de 1903−1912 y hasta 1930−1935, la superficie cultivada de cereales gana un 10% respecto al citado
umbral máximo de 1886−1890. Durante el 1er tercio del S.20 el sistema cereal se expandió hasta límites
nunca alcanzados hasta entonces.
En lo que atañe a la nación en su conjunto, desde antes de 1903−1912 ya se había iniciado un proceso de
reducción relativa del conjunto de barbechos y eriales temporales respecto de la superficie cultivada total.
Pero en los tramos finales de este período la tónica se acentúa. Evidentemente, nos hallamos ante un caso
claro de intensificación de los secanos, a pesar de la expansión de los cultivos que ya tuvimos la ocasión de
comprobar.
Se constata, pues, un doble proceso: expansivo y de intensificación.
EL AUMENTO DE LOS RENDIMIENTOS.
El progreso no se limitó al aprovechamiento más intensivo de una superficie dedicada a cereales y
leguminosas (que nunca en la historia de España había alcanzado límites tan amplios), sino que, además, los
labradores consiguieron elevar los rendimientos por unidad de superficie cultivada y sembrada.
Vamos a ver las etapas por las que pasan los rendimientos del sistema cereal en España.
Entre 1891−1900 se hace plenamente ostensible el impacto de la depresión. Un stock importante de tierras se
ha excluido del cultivo (las peores), y sin embargo los rendimientos son mínimos.
La salida de la adversidad se produce entre 1901 y 1910. Se reocupan las tierras abandonadas al cultivo,
aunque casi sin intensificación del uso de la superficie cultivada (no se reducen los barbechos). La fuerte
protección arancelaria devuelve la confianza a los cultivadores; necesariamente han tenido que producirse
cambios técnicos y un aumento significativo de la inversión.
28
Entre 1911 y 1930 parece que los rendimientos permanecen estables. Sin embargo, fueron justamente estos
años los que conocieron una expansión notable de la superficie cultivada paralela a una intensificación
superior aún del terrazgo cerealista en su conjunto. Parece dudoso que se pudieran mantener los rendimientos
sin llevar a cabo cambios técnicos. Durante este período se consigue el ajuste entre la oferta y la demanda de
alimentos de origen cereal en el mercado interior
El período final es breve y complejo. Decrece el ritmo de ampliación de la tierra cultivada, aunque no el
proceso de intensificación de los secanos. Los rendimientos aumentan de un salto. Contribuyen a todo esto las
buenas cosechas.
EL CONSUMO DE ABONOS QUÍMICOS EN ESPAÑA ENTRE FINES DEL 19 Y 1935.
En la imagen más divulgada de la revolución verde, habitualmente se asocian cuatro elementos
fundamentales:
Selección o hibridación de las especies cultivadas.
Sustitución parcial o total de la energía animal en los procesos productivos.
Mecanización.
Incorporación de abonos de origen químico.
Veamos ahora la evolución y la fases que hubo en España:
1880−1896: Es un período de dificultades, en el que se usan muy pocos abonos químicos, que en su inmensa
mayoría proceden de la importación.
1897−1911: Presenciamos una expansión. Hay una recuperación tras la crisis, sospechosamente concordante
con el comportamiento de los rendimientos y con la reocupación de las tierras que las dificultades pusieron
fuera de cultivo.
A partir de 1912 las dificultades empiezan a aparecer, acelerándose con el estallido de la 1ª Guerra Mundial.
Las importaciones se derrumban y con ellas el consumo. Sin embargo, por vez primera, la producción interior
de abonos químicos supera a las importaciones. La industria química abastecedora se consolida en el sector de
los superfosfatos.
Desde la guerra hasta 1928 hay una nueva etapa de expansión. El salto inicial está apoyado en buena medida
en las importaciones, pero con el tiempo el ritmo de crecimiento se atempera, y la brecha entre producción
doméstica e importaciones se amplía.
De 1929 a 1935: La crisis frenó las importaciones, disparó las exportaciones, y mientras, el consumo se
deprime. La química dedicada al sector busca fuera de España la demanda que no le da el interior.
Al comienzo, el comportamiento español se ajusta a la imagen de un país poco desarrollado y netamente
dependiente del exterior; situación que se rompe en la 1ª Guerra Mundial, y se refuerza el control sobre el
producto con la implantación de una estructura industrial en desarrollo. Aún persiste la dependencia del
exterior respecto a los fosfatos y a los abonos nitrogenados.
No hay que olvidar que las disponibilidades de estiércol aumentaron también gracias a la recuperación de la
cabaña ganadera. El consumo de las dos clases de abonos, conjuntamente, resultaba muy adecuado para la
tierra, por lo que ambos explican, en buena medida, el aumento de los rendimientos.
29
EL PROGRESO TÉCNICO DE LA AGRICULTURA EN EL CONTEXTO DE LA ECONOMÍA
ESPAÑOLA.
Entre 1870 y 1885, se detecta una tónica general expansiva, pero los niveles de partida eran ínfimos.
En 1886−1898 el paisaje es mucho más sombrío. A partir de 1892 la crisis golpea con fuerza sobre la
economía española y sobre el sector agrario. Cae la inversión.
El período de salida de la crisis es entre 1898 y 1914 (Es el período de la vía nacionalista del capitalismo
español).Se produce la emigración ultramarina y un salto adelante de la agricultura, aunque no se invierte.
La 1ª Guerra Mundial interrumpe el proceso de modernización bruscamente, y también se resiente la
inversión. Al vender los empresarios todo lo que tenían a unos países que ahora sólo fabricaban armas,
desabastecían el mercado interior, disparaban la inflación y generaban hambre.
Con la paz, el ahorro se tradujo en inversión hasta los 30
A lo largo del período estudiado tuvo lugar una tremenda transformación técnica de nuestra agricultura, que
permitió poner más tierras en cultivo, exportar más intensamente y diversificar la producción para satisfacer la
demanda interior y exterior. Con ello, la función de producción se alteró, el factor capital cobró un mayor
peso relativo en el conjunto, y el sector agrario se convirtió en un mercado cada vez más prometedor para la
industria.
Como etapas clave fueron la primera década del siglo, en que se sale de la crisis, y la de 1920, que permite dar
destino remunerado a lo acumulado durante la 1ª Guerra Mundial y durante los tiempos que la precedieron. El
férreo marco político y represivo durante la dictadura, así como su política económica devolvieron la
confianza al inversor.
En materia de maquinaria agrícola, el protagonista fue el pequeño y modesto arado de vertedera.
ALGUNAS REFLEXIONES CONCLUSIVAS.
Durante el 1er tercio del S.20, España es un país relativamente atrasado que se esfuerza por acortar distancias
con las economías más adelantadas y más ricas. En esa carrera el sector agrario mantiene un comportamiento
dinámico, incluso a veces más dinámico que los restantes sectores, contribuyendo de esta suerte, y de manera
destacada, al desarrollo económico general del país.
Grupo de Estudios de Historia Rural
Grupo de estudios de historia rural
Que va a utilizar sus IPIS (Indices de producción industrial)
Liberal−capitalista, estatista−nacionalizante y libertaria
Crecimiento negativo (Depresión)
Debido a los avances médicos actuales.
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