Índice de diapositivas

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Índice de diapositivas
1 - Rapto de Europa.
Pintura pompeyana. Siglo I d. C. Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
2 - Rapto de Europa.
Botero. Siglo XX. Plaza de Europa, Aeropuerto de Barajas – Madrid.
3 - Júpiter e Io.
Corregio. Siglo XVI. Kunsthistorisches Museum de Viena.
4 - Rapto de Ganimedes.
Escultura romana. Siglo II d. C. Museo del Prado – Madrid.
5 - Dánae recibiendo la lluvia de oro.
Tiziano. Siglo XVI. Museo del Prado - Madrid.
6 - Júpiter y Sémele.
P.P. Rubens. Siglos XVI –XVII. Museo de Bellas Artes – Bruselas.
7 - El juicio de Paris.
P.P. Rubens. Siglos XVI – XVII. Museo del Prado – Madrid.
8 - El nacimiento de la vía Láctea
P.P. Rubens; siglos XVI – XVII. Museo del Prado – Madrid.
9 - El nacimiento de Venus.
Boticelli. Siglo XV. Galería de los Ufizzi – Florencia.
10 – Marte.
Velásquez. Siglos XVI – XVII. Museo del Prado – Madrid.
11 - Venus y Marte.
Boticelli. Siglo XV. National Gallery – Londres.
12 - Nacimiento de Atenea.
Cerámica griega. Siglo VI. Museo del Louvre – París.
13 - Las hilanderas o la fábula de Aracne.
Velásquez. Siglos XVI – XVII. Museo del Prado – Madrid.
14 - Fuente de Neptuno.
Ventura Rodríguez. Siglo XVIII. Plaza de Neptuno – Madrid.
15 – Mercurio.
P.P. Rubens. Siglos XVI – XVII. Museo del Prado – Madrid.
16 - Juno y Argos.
P.P. Rubens. Siglos XVI – XVII. Museo Wallraf-Richartz – Colonia.
17 - Fuente de las Cuatro estaciones o de Apolo.
Ventura Rodríguez. Siglo XVIII. Paseo del Prado – Madrid.
18 - Apolo persiguiendo a Dafne.
Cornelio de Vos. Siglo XVI. Museo del Prado – Madrid.
19 - Diana de Versalles.
Copia romana de un original griego del siglo IV a.C. Museo del Louvre – París.
20- Baco.
Caravaggio. Siglos XVI – XVII. Galería de los Uffizi – Florencia.
21 - El rapto de Proserpina.
P.P. Rubens. Siglos XVI – XVII. Museo del Prado – Madrid.
22 - El rapto de Proserpina.
Bernini. Siglo XVII. Villa Borghese – Roma.
23 - La fragua de Vulcano.
Velásquez. Siglos XVI – XVII. Museo del Prado – Madrid.
24 - Venus en la fragua de Vulcano.
Le Nain. Siglos XVII – XVIII. Museo Saint-Denis – Reims.
25 – Laocoonte.
Atenodoro, Hagesandro y Polidoro. Siglo II a. C.. Museos vaticanos – Roma.
26 - Eneas huye de Troya.
F. Barocci. Siglo XVI. Galería Borghese – Roma.
27 - La conducción del caballo hacia Troya.
Tiepolo. Siglo XVIII. National Gallery – Londres.
28 - Eneas relata a Dido sus aventuras.
P. N. Guérin. Siglo XVIII. Museo del Louvre – París.
29 - Rómulo y Remo.
P.P. Rubens. Siglos XVI – XVII. Museos Capitolinos – Roma.
30 - El rapto de las Sabinas.
David. Siglos XVIII – XIX. Museo del Louvre – París.
31 - La muerte de Lucrecia.
Tiziano. Siglo XVI. Fitzwilliam Museum – Cambridge.
1 – RAPTO DE EUROPA.
Pintura pompeyana
Siglo I d. C.
Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Júpiter (Zeus) es un incansable conquistador y sus amores con diosas, ninfas y
mortales llenan una amplia página de la mitología. En el mito que nos ocupa Júpiter ha
puesto sus ojos en una bella joven asiática, hija de Agénor, rey de Tiro, en Fenicia, en la
cuenca oriental del Mediterráneo (actual Líbano). El nombre de la muchacha es
Europa. La etimología de su nombre (ευρυ- ‘ancho’ o ‘amplio’ + οπ- ‘ojo(s)’ o ‘cara’)
se ha comparado con el epíteto γλαυκώπις glaukopis atribuido a Atenea.
Pide ayuda a su hijo Mercurio (Hermes) para la preparación del encuentro y
posterior rapto que va a ser de los más historiados porque el dios ha decidido
metamorfosearse en un bello toro. Mercurio va a ser el encargado de conducir al rebaño
de bueyes del rey desde los altos prados hasta la playa cercana donde Júpiter (Zeus)
sabía que Europa y otras doncellas de Tiro acudían a pasar la jornada de diversión y
asueto.
Júpiter (Zeus) toma la forma de un toro blanquísimo, corpulento y de facciones
nobles, que no infunde miedo y se aproxima saliendo del rebaño hasta el grupo de las
jóvenes. Éstas se asustan al principio, pero poco a poco van cogiendo confianza con el
manso toro que acepta sus caricias y las guirnaldas de flores que las muchachas trenzan
para colocarlas entre los cuernos. Europa llega a sentarse encima del animal, tan
confiada y ajena a lo que le espera. El toro besa los pies de la joven, mientras sus
amigas la adornan, y se dispone a continuar su plan.
El animal se incorpora y sin demora se lanza al mar con la ansiada carga en su
grupa. Las amigas se quedan en la costa, sorprendidas, levantando las manos en gesto
de sorpresa, y el grupo se introduce en mar abierto donde los Vientos ayudan a avanzar
y donde grupos de divinidades marinas surgirán como cortejo.
Llegan a las costas de la isla europea de Creta. Entonces el dios le revela su
auténtica identidad. El acto amoroso tuvo lugar bajo un plátano, árbol que según la
mitología debe el que sus hojas sean perennes a este acontecimiento. Europa se
convirtió en la primera reina de Creta.
Europa dará a luz a tres hijos, Minos, Sarpedón y Radamantis dejando así la
estirpe divina en la isla de Creta. Asterión, rey de Creta, se casó con ella y adoptó a sus
hijos.
Y, para que quedara eterno testimonio de aquel amor, Júpiter (Zeus) colocó en el
firmamento unas cuantas estrellas dispuestas en forma de toro: la constelación de Tauro.
La etimología de su nombre (ευρυ- ‘ancho’ o ‘amplio’ + οπ- ‘ojo(s)’ o ‘cara’) se
ha comparado con el epíteto γλαυκώπις glaukopis atribuido a Atenea.
Europa terminaría dando su nombre al continente europeo. En el momento en
que nace este mito, Europa era Grecia y poco más. Herodoto y Eratóstenes extendieron
el nombre de Europa a todo el continente. El mundo se dividía en dos zonas: aquella
donde nacía el sol (Asia), y aquella donde se ponía (Europa). Luego añadieron una
tercera región, también ilimitada: Libia, a la que luego llamaron África.
2 – RAPTO DE EUROPA.
Fernando Botero.
Siglo XX.
Plaza de Europa, Aeropuerto de Barajas. Madrid.
(El mismo comentario de la lámina anterior.)
3 – JÚPITER E ÍO.
Antonio Allegri da Correggio.
Siglo XVI.
Kunsthistorisches Museum. Viena.
En la mitología griega, Ío era la doncella de Argos, hija de Ínaco, sacerdotisa de
Hera (Juno), que fue amada por Zeus (Júpiter).
El dios Júpiter se le presentaba en sueños incitándola a que le entregara su
virginidad en el lago de Lerna. Cuando la joven le contó esto a su padre, Ínaco fue a
consultar al oráculo, que le aconsejó que la expulsara de su casa o Júpiter aniquilaría
con su rayo a toda su estirpe. Ínaco obedeció y fingió no saber nada de su hija, pero al
poco tiempo se arrepintió y mandó sucesivamente a dos emisarios para que la buscaran,
pero no la encontraron.
Mientras tanto, Ío se había entregado a Júpiter, pero fueron sorprendidos por
Juno, que vigilaba a su marido carcomida por los celos. El dios, para salvar a la joven,
la convirtió en una ternera blanca. Juno le exigió al esposo que se la entregase y ordenó
al gigante de cien ojos Argos Panoptes que la vigilara.
Pero Júpiter encargó a Mercurio que rescatase a su amada. Lo guió transformado
en pájaro hasta el árbol donde Argos la tenía atada y Mercurio durmió al guardián con
su flauta, matándolo con una piedra afilada cuando se cerraron todos sus ojos. En
recompensa por sus servicios Juno puso los ojos de su servidor en la cola del pavo real,
su pájaro favorito, y clamó venganza. Ató a los cuernos de la ternera un tábano que la
picaba sin cesar y que obligó a Ío a huir corriendo por el mundo sin rumbo fijo. Así
atormentada atravesó el mar Jónico, que recibió de ella su nombre, recorrió Iliria, Tracia
y el Cáucaso, donde encontró a Prometeo encadenado, y prosiguió por África,
topándose con las grayas y las gorgonas.
El final del viaje fue Egipto, donde encontró descanso y fue devuelta a la
condición de mujer por las caricias de Júpiter. De ambos nació Épafo, a orillas del Nilo.
Entonces Juno ordenó a los curetes que le trajeran al recién nacido. Habiéndolo
conseguido, fueron castigados por Júpiter, que los aniquiló por cumplir las crueles
órdenes de su esposa. Entonces comenzó la segunda peregrinación de Ío, esta vez en
busca de su hijo. Lo encontró por fin en Siria, donde lo amamantaba Astarté o Saosis, la
esposa del rey Malcandro de Biblos.
Ya con su hijo en brazos, regresó a Egipto, donde se casó con Telégono, que
gobernaba entonces esa región. Por esto Épafo llegó a heredar la corona del país del
Nilo, siendo según el mito el fundador de la ciudad de Menfis y el ancestro común de
los libios, los etíopes, y de gran parte de los reinos griegos.
También Ío era la ascendiente de la estirpe de los bizantinos, a través de
Ceróesa, la hija que tuvo de Júpiter.
Ío construyó una estatua de la diosa Deméter, que en Egipto era llamada Isis.
Con el tiempo ella misma recibió ese nombre, y terminó siendo deificada por su amante
Júpiter. Se le atribuía un gran conocimiento de las hierbas medicinales, incluida la de la
inmortalidad.
Correggio nos muestra a la joven y bella princesa desnuda, sobre un paño blanco
que contrasta con los tonos grises de la niebla, que toma forma humana para abrazar y
besar a Io. La figura de la joven resalta por sus atractivas proporciones, destacando
gracias al potente foco de luz con el que ha sido bañada por el maestro.
4 – RAPTO DE GANIMEDES.
Escultura romana.
Siglo II d. C.
Museo del Prado. Madrid.
Ganimedes era un hermoso príncipe troyano, un héroe divino originario de la
Tróade. Ganimedes fue secuestrado por Júpiter (Zeus) en el monte Ida de Frigia, lugar
de más de una leyenda sobre la historia mítica de Troya. Ganimedes pasaba allí el
tiempo de exilio al que muchos héroes se sometían en su juventud, cuidando un rebaño
de ovejas. Júpiter le vio, se enamoró de él casi instantáneamente, y enviando un águila o
transformándose él mismo en una lo llevó al monte Olimpo.
Ganimedes era de origen troyano y no griego. Platón opinaba en su Timeo que el
mito de Ganimedes había sido inventado por los cretenses —la Creta minoica era un
centro de poder de la cultura prehelénica— para justificar sus inclinaciones
homosexuales, que más tarde fueron importadas por Grecia, en lo que coinciden los
autores griegos. Homero no se preocupa por el aspecto erótico del rapto de Ganimedes,
pero es ciertamente en un contexto erótico en el que la diosa se refiere a la rubia belleza
del troyano en el Himno homérico a Afrodita, mencionando el amor de Zeus por el
muchacho como parte de su atracción por el troyano Anquises.
El poeta romano Ovidio añade vívidos detalles y veladas ironías dirigidas contra
los críticos del amor entre hombres: tutores maduros esforzándose por recuperarlo, y los
perros de Ganimedes ladrando inútilmente al cielo.
En el Olimpo, Júpiter hizo a Ganimedes su amante y copero, suplantando a
Hebe. Todos los dioses se llenaron de gozo al ver al joven, salvo Hera, la esposa de
Júpiter, que lo despreció. Su odio por el muchacho fue usado por los mitógrafos para
justificar su rencor por los troyanos (junto al hecho de no habérsele concedido el premio
de belleza en el juicio de Paris y a la infidelidad de Júpiter con la pléyade Electra, de
cuya unión nació Dárdano, ascendiente de los reyes troyanos).
El padre de Ganimedes echaba de menos a su hijo. Comprensivo, Júpiter envió a
Mercurio con dos caballos tan veloces que podían correr sobre el agua. Mercurio
también aseguró al padre de Ganimedes que el muchacho era ahora inmortal y que sería
el copero de los dioses, un puesto de mucha distinción. El tema del padre se repite en
muchos de los primeros mitos griegos de amor entre hombres, sugiriendo que las
relaciones homosexuales simbolizadas por estas historias tenían lugar con el
consentimiento del padre.
Más tarde Júpiter ascendió a Ganimedes al cielo como la constelación Aquarius,
que todavía hoy está relacionada con Aquila, la del águila.
En la poesía, Ganimedes era un símbolo del joven idealmente bello y también
del amor homosexual, a veces en contraste con Helena de Troya en el papel de símbolo
del amor hacia las mujeres.
En Roma el objeto pasivo de deseo homosexual de un hombre era un catamitus.
La palabra es una corrupción del griego ganymedes.
5 – DÁNAE RECIBIENDO LA LLUVIA DE ORO.
Tiziano.
Siglo XVI.
Museo del Prado. Madrid.
En la mitología griega, Dánae (en griego Δανάη, ‘sediento’) era una hija de
Acrisio, rey de Argos, y Eurídice, hija de Lacedemón. Fue madre de Perseo con Zeus. A
veces se le acreditaba la fundación de la ciudad de Ardea en el Lacio.
Decepcionado por carecer de herederos varones, Acrisio pidió un oráculo para
saber si esto cambiaría. El oráculo le dijo Dánae tendría un hijo que le daría muerte.
Para que esta no tuviese hijos, Acrisio la encerró en una prsión subterránea o en una
torre de bronce. Pero Zeus la alcanzó transformado en ducha o lluvia de oro y la dejó
embarazada. Poco después nació su hijo Perseo.
Enfadado pero sin querer provocar la ira de los dioses matando al descendiente
de Zeus, Acrisio arrojó a Dánae y Perseo al mar en un cofre o arca de madera. El mar
fue calmado por Poseidón a petición de Zeus y ambos sobrevivieron tras cuarenta días y
cuarenta noches a merced del mar. Alcanzaron la costa de la isla de Serifos, donde
fueron recogidos por Dictis, hermano del rey de la isla, Polidectes, quien crió a Perseo.
Más tarde, después de que Perseo matase a la Medusa y rescatase a Andrómeda,
la profecía del oráculo se hizo realidad.
Partió hacia Argos, pero como conocía la profecía marchó antes a Larisa, donde
se celebraban unos juegos atléticos. Acrisio estaba allí por casualidad, y Perseo le
golpeó accidentalmente con su jabalina o su disco, cumpliendo la profecía. Demasiado
avergonzado para regresar a Argos, dio entonces el reino a su sobrino Megapentes y
conquistó el reino de Tirinto, fundando también Micenas y Midea allí.
6 – JÚPITER Y SÉMELE.
Pedro Pablo Rubens.
Siglos XVI –XVII.
Museo de Bellas Artes. Bruselas.
Sémele (en la mitología romana era la diosa Stimula) era hija de Cadmo, rey de
Tebas y Harmonía; y se la conoce por ser la madre de Baco o Dioniso.
Sémele recibía a Júpiter secretamente en sus habitaciones. Recelosa, Juno,
esposa de Júpiter, tomó forma de la vieja Béroe, nodriza de Sémele, y acudió junto a
ella. Intentó convencerla de que abandonara su relación con Júpiter, pero al no
conseguirlo decidió castigar a la atrevida amante de su esposo. Para ello empezó a
decirle que su amante no era Júpiter, sino un hombre corriente que se aprovechaba de su
ingenuidad, que le pidiera alguna prueba de su divinidad, que se uniera con toda la
grandeza y todos los atributos con que solía unirse a su esposa Juno.
Convencida por fin, Sémele pidió a Júpiter que le demostrara su poder, y éste,
encantado porque Sémele iba a darle un hijo, le prometió concederle cuanto le pidiera;
Ella, aleccionada por Juno, le pidió que se le apareciera con todo su esplendor. Aunque
Júpiter intentó convencerla de que pidiera otra cosa, ella no quiso y Júpiter tuvo que
cumplir. Al aparecer en todo su esplendor de dios, los rayos que despedía abrasaron a
Sémele.
Mercurio arrancó del vientre de Sémele al hijo nonato y lo cosió al muslo de
Júpiter. Varios meses después nació el niño, llamado Dioniso (‘dos veces nacido’) y
también Diméter (‘el de dos madres’). Es el dios Baco de la mitología romana.
Se dice que más tarde, Dioniso logró rescatarla del Hades, y la hizo inmortal
dándole el nombre de Tione, (‘la ardiente’), hoy adorada como diosa del matrimonio. El
nombre lo acordó Baco con Júpiter para evitar el enojo de Juno y los celos de otras
almas. Una parte de la constelación llamada Corona Australis o Carcaj de Sagitario
tiene el nombre de Trenza de Tione, en honor a la nueva diosa.
7 – EL JUICIO DE PARIS.
Pedro Pablo Rubens.
Siglos XVI – XVII.
Museo del Prado. Madrid.
El Juicio de Paris es una historia de la mitología griega en la cual se encuentra
el origen legendario de la Guerra de Troya.
El mito comienza con las bodas de Tetis y Peleo.
Eris o Eride, la diosa de la Discordia, molesta por no haber sido invitada a las
bodas de Peleo, a la que habían sido convidados todos los dioses, urdió un modo de
vengarse sembrando la discordia entre los invitados: se presentó en el sitio donde estaba
teniendo lugar el banquete, y arrojó sobre la mesa una manzana de oro, que habría de
ser para la más hermosa de las damas presentes. Tres diosas (Atenea, Afrodita y Hera /
Minerva, Venus y Juno) se disputaron la manzana produciéndose una gran confusión y
disputa, que hubo de intervenir el padre de todos los dioses, Zeus (Júpiter en la
mitología romana).
Zeus (Júpoiter) decidió encomendar la elección a un joven mortal llamado Paris,
que era hijo del rey de Troya. El dios mensajero, Hermes (Mercurio), fue enviado a
buscarlo con el encargo del Juicio que se le pedía; localizó al príncipe-pastor y le
mostró la manzana de la que tendría que hacer entrega a la diosa que considerara más
hermosa. Precisamente por eso lo había elegido Júpiter; por haber vivido alejado y
separado del mundo y de las pasiones humanas. Así, se esperaba de él que su juicio
fuera absolutamente imparcial.
Cada una de las diosas pretendió convencer al improvisado juez, intentando
incluso sobornarlo. La diosa Juno, esposa de Júpiter, le ofreció todo el poder que
pudiera desear, o, también, el título de Emperador de Asia; Minerva, diosa de la
inteligencia, además de serlo de la guerra, le ofreció la sabiduría o, según otras
versiones, la posibilidad de vencer todas las batallas a las que se presentase; Venus, le
ofreció el amor de la más bella mujer del mundo. Se distinguen varias versiones sobre la
desnudez o no de las diosas: una primera que indica que todas se desnudaron para
mostrar así su belleza al mortal; una segunda que indica que únicamente lo realizó
Venus para demostrar así su belleza y por ello ganó; y una última que niega esta
posibilidad del desnudo de las diosas.
Paris se decidió finalmente por Venus, y su decisión hubo de traer graves
consecuencias para su pueblo, ya que la hermosa mujer por la que Venus hizo crecer el
amor en el pecho de Paris, era Helena, la esposa del rey de Esparta, Menelao; en
ocasión del paso de Paris por las tierras de este rey, y después de haber estado una
noche en su palacio, Paris raptó a la bella Helena y se la llevó a Troya.
Esto enfureció a Menelao y éste convocó a los reyes aqueos como Agamenón, su
hermano, que fue nombrado comandante en jefe; Odiseo (Ulises), que, inspirado por
Atenea / Minerva, fue el que ideó el caballo de madera con el que la expedición aquea
pudo por fin tomar Troya y Aquiles, entre muchos otros, para ir a recuperar a Helena o,
si fuese necesario, pelear por ella en Troya, hecho que glosa Homero en la “Ilíada”.
8 – EL NACIMIENTO DE LA VÍA LÁCTEA.
Pedro Pablo Rubens.
Siglos XVI – XVII.
Museo del Prado. Madrid.
Como muchas de las civilizaciones antiguas, los griegos fueron grandes
astrónomos. Pasaban mucho tiempo estudiando el cielo, nombrando estrellas y
constelaciones y relacionándolas con sus mitos y leyendas. Así le adjudicaron a la diosa
Hera / Juno, esposa de Zeus / Júpiter, la creación de la Vía Láctea, la galaxia del
Sistema Solar y nuestro planeta.
¿Pero por qué se la nombró Vía Láctea? El mito tiene dos versiones pero ambas
están relacionadas con otro famoso personaje mitológico: Hércules (Heracles). Cuenta
la leyenda que Zeus siempre tuvo muchas aventuras amorosas con otras divinidades y
con mortales. Una de sus conquistas engañosas fue Alcmena, hija del rey Electrión de
Mecenas y esposa de Anfitrión. Zeus aprovechó que su esposo estaba ausente para
tomar su forma y así unirse a Alcmena.
Cuando Anfitrión regresó, también pasó la noche con ella y de esa forma,
Alcmena quedó embarazada de ambos. De su unión con Zeus nació Heracles, y de
Anfitrión, Ificles. Antes de nace, el poderoso dios se sentía orgulloso de su hijo y hasta
lo consideró su favorito, lo que despertó una gran ira y recelo en su esposa Hera, quien,
lógicamente, no soportaba que otra mujer (una simple mortal) fuera a dar a luz a un hijo
de su esposo.
Hera quiso complicar el nacimiento de Heracles, quien permaneció diez meses
en el vientre de su madre. Cuando Hécules era aún un bebé, la enfurecida diosa le envió
dos terribles serpientes para asesinarlo mientras dormía en su cuna, pero el niño, al ser
un semidios, estranguló una serpiente con cada mano gracias a su fuerza sobrenatural.
Aún así, Hércules era mortal y sólo lograría la inmortalidad si mamaba del seno de
Hera, lo cual era prácticamente imposible.
Aquí es donde aparecen las dos versiones sobre el origen de la Vía Láctea. La
primera nos dice que el dios Mercurio (Hermes), mensajero de los dioses, llevó al niño a
donde Hera mientras ella dormía y lo puso en su pecho para que se amamantara de su
leche divina, pero al despertar y descubrió a Hércules, la diosa lo retiró bruscamente y
la leche siguió manando, esparciéndose por el universo y dando origen así a la Vía
Láctea.
La segunda versión cuenta que Hera y Atenea paseaban por el campo cuando
vieron a un hermoso niño que descansaba sobre la fresca hierba. Enternecida, Atenea
convenció a Hera de que lo amamantara y ésta accedió, si saber que se trataba de
Hércules. El niño chupó la leche con tanta fuerza que hirió a la diosa y esta lo apartó
vigorosamente, mientras la leche siguió fluyendo hasta formar la Vía Láctea.
9 – EL NACIMIENTO DE VENUS.
Sandro Boticelli.
Siglo XV.
Galería de los Ufizzi. Florencia.
Venus (cuya equivalente griega es la diosa Afrodita) es la diosa del amor, la
lujuria, la belleza, la prostitución y la reproducción. Aunque a menudo se alude a ella en
la cultura moderna como «la diosa del amor», es importante señalar que no era el amor
en el sentido cristiano o romántico, sino específicamente Eros (atracción física o
sexual).
La ‘surgida de la espuma’ Venus nació de la espuma del mar cerca de Pafos
(Chipre) después de que Crono cortase durante la Titanomaquia los genitales a Urano
con una hoz adamantina y los arrojase tras él al mar. En su Teogonía, Hesíodo cuenta
que los genitales «fueron luego llevados por el piélago durante mucho tiempo. A su
alrededor surgía del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una
doncella» ya adulta. Este mito de Venus (el nombre romano de Afrodita) nacida adulta,
Venus Anadiómena (‘Venus saliendo del mar’).
El principal centro de adoración a Afrodita permaneció en Pafos, al suroeste de
la costa de Chipre, donde la diosa del deseo había sido adorada desde mucho tiempo
atrás como Ishtar y Astarté.
Venus no tuvo infancia: en todas las imágenes y referencias nació adulta, núbil e
infinitamente deseable. En muchos de los mitos menores tardíos en los que participa se
la presenta vanidosa, malhumorada y susceptible. Aunque es uno de los pocos dioses
del panteón griego realmente casados, le es infiel a su marido con frecuencia. Hefesto
(Vulcano) es una de las deidades helénicas más ecuánimes; en el relato recogido en la
Odisea Afrodita parece preferir a Ares (Marte), el voluble dios de la guerra. Es uno de
los pocos personajes que desempeñó un papel importante en la causa original de la
propia Guerra de Troya: no sólo ofreció a Helena de Esparta a Paris, sino que el rapto se
llevó a cabo cuando éste, al ver a Helena por primera vez, se vio abrumado por el deseo
de poseerla, lo que corresponde a la esfera de Venus.
10 – MARTE.
Diego Velázquez.
Siglos XVI – XVII.
Museo del Prado. Madrid.
En la mitología romana, Marte, en latín Mars, era el dios de la guerra, hijo de
Júpiter en forma de flor y de Juno. Se le representaba como a un guerrero con armadura
y con un yelmo encrestado. Fue amado por Venus, con quien tuvo varios hijos: Fuga,
Timor, Harmonía.
Como dios de la guerra, es más bien la personificación de la fuerza bruta y la
violencia, así como del tumulto, confusión y horrores de las batallas. Es bruto, feroz,
sanguinario, sañudo, torpe y sin inteligencia, lo que le lleva a hacer el ridículo en varios
combates. En contraposición, su hermanastra Minerva (Atenea) representa la
meditación y sabiduría en los asuntos de la guerra y protege a los hombres y sus
habitaciones de sus estragos.
Su lugar de nacimiento y auténtico hogar estaba situado lejos, entre los bárbaros
y belicosos tracios, y a él huyó cuando fue descubierto acostándose con Venus.
Los helenos siempre desconfiaron de Ares, quizá porque ni siquiera estaba
influenciado por el espíritu de pertenecer a un bando, sino que a veces ayudaba a una
parte y a veces a la otra, según le dictaban sus inclinaciones. Su mano destructiva se
veía incluso tras los estragos provocados por plagas y epidemias. Este carácter salvaje y
sanguinario de Ares le hacía ser odiado por otros dioses, incluidos sus propios padres.
Marte tenía una cuadriga tirada por cuatro sementales inmortales con bridas de
oro que respiraban fuego. Entre los demás dioses, Ares era reconocido por su armadura
de bronce y por la lanza que blandía en batalla. Y así se le representaba: como a un
guerrero con armadura y con un yelmo encrestado. Sus pájaros sagrados eran las
lechuzas, los pájaros carpinteros y especialmente los buitres. Los pájaros de Marte eran
una bandada de pájaros cuyas plumas podían lanzar como dardos y que guardaban el
altar que las amazonas dedicaron al dios en una isla del Mar Negro. Sus animales
favoritos eran el perro y el lobo.
11 – VENUS Y MARTE.
Sandro Boticelli.
Siglo XV.
National Gallery. Londres.
Júpiter casó a Venus con Vulcano, el dios cojo de Lemnos, y ella le fue
continuamente infiel, sobre todo con Marte, el dios de la guerra.
Según Homero, los dos amantes fueron sorprendidos de madrugada por el Sol,
que todo lo ve, y se lo contó a Vulcano. Éste, hastiado de los engaños de Venus y con el
fin de ridiculizar a los amantes ante los dioses, preparó una trampa secreta, una red
mágica, que él sólo podía accionar. Y logró su propósito. Cuando una noche los vio en
el lecho, activó la red y llamó a todos los demás dioses del Olimpo para que lo vieran.
El espectáculo estaba asegurado y todos se rieron de los dos amantes. Venus,
avergonzada, se marchó hacia Chipre. De los amores de Venus y Marte nacieron Eros y
Anteros, Deimo, Fobo y Harmonía.
La pintura muestra a Venus descansando contenta. Pequeños sátiros tocan las
cornetas y juegan alrededor de Marte, mientras él duerme sin darse cuenta.
12 – NACIMIENTO DE ATENEA.
Cerámica griega.
Siglo VI.
Museo del Louvre. París.
En la mitología griega, Atenea o Atena es la diosa de la sabiduría y de la guerra.
Fue considerada una mentora de héroes y adorada desde muy antiguo como patrona de
Atenas, donde se construyó el Partenón para adorarla. En los mitos clásicos nunca tuvo
consorte o amante, y por ello a menudo era conocida como Atenea Partenos (‘virgen’).
Fue asociada por los romanos con Minerva.
En el panteón olímpico Atenea aparece como la hija favorita de Zeus, nacida de
su frente completamente armada después de que éste se tragase a su madre, Metis. La
historia de su nacimiento aparece en varias versiones.
Homero llama a Atenea hija de Zeus, sin alusión alguna a su madre o a la forma
en la que llegó a existir, mientras la mayoría de las tradiciones posteriores coinciden al
afirmar que nació de la cabeza del dios. Ya en Hesíodo la madre de Atenea era la
oceánide Metis, la primera esposa de Zeus. Tras yacer con ella, Zeus temió
inmediatamente las consecuencias, pues había sido profetizado que Metis alumbraría
hijos más poderosos que él. Para impedir tan graves consecuencias, siguió el consejo de
Gea y Urano y «la encerró en su vientre», pero Metis ya había concebido una hija,
Atenea, que brotaría de su cabeza.
Píndaro añade que Hefesto abrió la cabeza de Zeus con su hacha minoica de
doble hoja, el labrys, y que Atenea saltó de la cabeza completamente adulta «y llamó al
ancho cielo con su claro grito de guerra. Y Urano tembló al oírlo, y la Madre Gea...»
Otros cuentan que Prometeo, Hermes o Palemón ayudaron a Zeus en el nacimiento de
Atenea y mencionan al río Tritón como el lugar donde tuvo lugar el suceso. Otras
tradiciones cuentan incluso que Atenea salió de la cabeza de Zeus completamente
armada.
Los mitos clásicos posteriores señalaban que Hera se molestó tanto de que Zeus
tuviese un hijo, aparentemente por sí mismo, que ella hizo lo propio con Hefesto. Tras
la aparición de esta versión se empezó a afirmar que Metis no tuvo más hijos y que Zeus
perduró como rey del Olimpo.
Entre los atributos que caracterizan a la diosa están:



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El casco, que suele llevar en la cabeza, bien elevado sobre la frente para revelar
su cara con gesto de saludo pacífico, pero en unos pocos casos lleva en la mano.
Suele estar adornado de la forma más bella con grifos, cabezas de corderos,
caballos y esfinges.
La égida, una coraza de piel de cabra que en mitos posteriores se decía le fue
dada por su padre, Zeus.
El escudo redondo argólico en cuyo centro aparece el gorgoneion, la cabeza de
la gorgona Medusa. Más tarde se decía que su escudo era un regalo votivo de
Perseo.
Objetos a ella consagrados, como la rama de olivo, la serpiente, el mochuelo, el
gallo y la lanza.
Su atuendo suele ser la túnica espartana sin mangas, sobre la que viste una túnica, el
peplo o, aunque raramente, la clámide. La expresión general de su figura es
meditabunda y seria, su cara es más ovalada que redonda, su pelo es rico y
generalmente peinado hacia atrás sobre las sienes, flotando libremente por detrás. La
figura completa es majestuosa, y más fuerte que esbelta: las caderas son pequeñas y los
hombros anchos, de forma que en conjunto recuerda de algún modo una figura
masculina.
13 – LAS HILANDERAS O LA FÁBULA DE ARACNE.
Diego Velázquez.
Siglos XVI – XVII.
Museo del Prado. Madrid.
Aracne era la hija de Idmón de Colofón, un tintorero famoso por teñir la lana de
púrpura de Tiro. Era famosa en Lidia, donde tenía su taller, por su gran habilidad para el
tejido y el bordado.
Las alabanzas que recibía se le terminaron subiendo a la cabeza y terminó tan
engreída de su presteza como tejedora que empezó a afirmar que sus habilidades eran
superiores a las de Minerva (Atenea), la diosa de la sabiduría y la guerra además de la
artesanía. La diosa se enfadó, pero dio a Aracne una oportunidad de redimirse.
Adoptando la forma de una anciana, advirtió a Aracne que no ofendiera a los dioses. La
joven se burló y deseó un concurso de tejido, donde pudiera demostrar su superioridad.
Minerva se quitó el disfraz y el concurso comenzó.
Minerva tejió la escena de su victoria sobre Neptuno, que inspiró a los
ciudadanos de Atenas a bautizar la ciudad en su honor. Según el relato latino de Ovidio,
el tapiz de Aracne representaba veintidós episodios de infidelidades de los dioses,
disfrazados de animales: Júpiter siendo infiel con Leda, con Europa, con Dánae,
etcétera.
Incluso Minerva admitió que la obra de Aracne era perfecta, pero se enfadó tanto
por la irrespetuosa elección del motivo. Perdiendo finalmente los estribos, destruyó el
tapiz y el telar de Aracne, golpeándolos con su lanzadera, y también a la joven en la
cabeza. Aracne advirtió su insensatez y quedó embargada por la vergüenza. Huyó y se
ahorcó.
Minerva se apiadó de Aracne. Rociándola con jugo de acónito, aflojó la soga,
que se convirtió en una telaraña, transformándose la propia Aracne en una araña. La
historia sugiere que el origen del arte de tejer es una imitación de las arañas y que se
consideraba que fue perfeccionado primero en Asia Menor.
14 – FUENTE DE NEPTUNO.
Ventura Rodríguez.
Siglo XVIII.
Plaza de Neptuno. Madrid.
Neptuno (Poseidón en la mitología griega) es el hijo mayor de los dioses Saturno
y Rea (Ops), y hermano de Júpiter y Plutón. Neptuno gobierna todas las aguas y mares,
en cuyas profundidades habita. Cabalga las olas sobre caballos blancos. Todos los
habitantes de las aguas deben obedecerlo.
Tras la derrota de Cronos, su padre, los tres hermanos se dividieron el mundo en
tres partes. Júpiter eligió el cielo para gobernar, Neptuno el mar y Plutón el inframundo.
Neptuno eligió el mar como morada y en sus profundidades existe un reino de castillos
dorados. Con su poderoso tridente agita las olas, hace brotar fuentes y manantiales
donde quiera y encauza su ira provocando los temibles seísmos o terremotos.
Este dios es un rey inseparable de sus caballos. Por esta y más razones, se le
simboliza con un caballo. Neptuno no viste con ropajes suntuosos, ya que su aspecto es
suficiente para demostrar su poderío. Es representado con una larga barba, portando
siempre el tridente en la mano. Su cabeza está coronada de juncos. Su carro le forma de
una concha tirada por dos caballos marinos o por tritones. Se le consagraban por
víctimas el toro y el caballo.
El dios de los mares es un muy peligroso e inestable elemento, con sus
emociones puede provocar desde terribles tormentas y tempestades hasta olas tranquilas
y pacíficas, por lo que nunca nadie intenta provocarlo sin un importante motivo.
Neptuno, aparte de sus caballos, tuvo siempre a su lado a los delfines como
cabalgaduras y compañeros.
Era el dios que sostenía el planeta en el que vivimos, porque el océano rodeaba
la Tierra y era evidente que él, desde los mares, soportaba el peso de la tierra firme.
Además, Neptuno había dado forma a las costas, había arrancado trozos de montañas
para formar los acantilados o había pasado la mano por el litoral para dejar suaves
playas y abrigadas bahías en las que los barcos encontraban refugio. Por eso, aparte de
tener a su lado sirenas traidoras, a las nereidas inigualables, a las oceánides hermosas y
a los tritones poderosos, Neptuno era señor de las ninfas, ondinas y náyades de los
lagos, de los ríos, de las fuentes, todas ellas eran parte de su corte y a él le debían
pleitesía y obediencia por ser parte del mundo acuático.
Aunque no fue un amante ni tan afamado ni tan divertido como su hermano
Júpiter, Neptuno tuvo su línea de amoríos apasionados y pasajeros. Su esposa principal
fue Anfítrite, una Nereida que le dio como hijos a los tritones, monstruos marinos con
rostros humanos barbados y colas como las de los delfines, y que conducían el carro del
dios. Los cabellos son algas, tienen agallas tras las orejas y manos que parecen conchas.
Se enamoró de Anfitrite tras verla bailar cerca de la isla de Naxos. Le pidió que se
casara con el, pero ella se negó. Lejos de desanimarse, Poseidón insistió, enviando a un
delfín para que la buscara y la convenciera de su amor por ella. Como recompensa por
haberla encontrado y haberla convencido, su amo lo inmortalizó ubicándolo en el cielo.
Originalmente, Neptuno es el dios romano de las nubes y la lluvia, y así se mantiene
hasta el año 399 a. C., cuando se decide la importación del culto a Neptuno desde las
colonias griegas de Sicilia y se traslada entonces la divinidad de las aguas aéreas a todas
la aguas, pero con predominio de las marinas, de ese cuyas orillas se va edificando el
grandioso imperio.
15 – MERCURIO.
Pedro Pablo Rubens.
Siglos XVI – XVII.
Museo del Prado. Madrid.
Mercurio (en latín Mercurius) era un importante dios del comercio, hijo de
Júpiter y de Maia Maiestas. Maia misma era una de las Pléyades, quienes eran las hijas
del titán Atlas. Su nombre está relacionado con la palabra latina merx (‘mercancía’). La
mayoría de sus características y mitología fue tomada prestada del dios griego análogo
Hermes.
Mercurio era el dios mensajero de Júpiter y de los dioses en general. Nació en
una cueva del monte Cilene de Arcadia, con el caduceo o vara de oro, el pétaso o
sombrero, y alas en los pies o sobre los hombros como atributos. Dios elocuente y
astuto, es el inventor de las palabras y de las lenguas, de la lira, el fuego y el caramillo.
Era hábil en toda clase de hurtos y engaños, por lo que protegía a los ladrones y
mentirosos. Era también el conductor de las almas al Infierno (por ello porta una varita
en la que están enroscadas dos serpientes que utiliza para acompañar a los Infiernos a
las almas de los muertos), y era el dios de los juegos, del negocio, y de las historias.
16 – JUNO Y ARGOS.
Pedro Pablo Rubens.
Siglos XVI – XVII.
Museo Wallraf-Richartz. Colonia.
Argos Panoptes (Άργος Πανοπτης, Argos ‘de todos los ojos’) era un gigante con
cien ojos. Era por tanto un guardián muy efectivo, pues sólo algunos de sus ojos
dormían en cada momento, habiendo siempre varios otros aún despiertos.
Era un fiel sirviente de Juno (Hera). Su gran servicio al panteón olímpico fue
matar al monstruo con cola de serpiente Equidna cuando ésta dormía en su cueva.
El último trabajo de Argos para Juno fue guardar de su marido Júpiter una ternera
blanca. «Ata esta vaca con cuidado a un olivo en Nemea», le encargó. Juno sabía que la
ternera era en realidad Ío, una de las muchas ninfas con las que Júpiter se estaba
apareando para establecer el nuevo orden. Para liberarla, Júpiter mandó a Mercurio
(Hermes) que matase a Argos. Mercurio lo logró disfrazándose de pastor y haciendo que
todos los ojos de Argos cayesen dormidos con historias aburridas.
Para conmemorar a su fiel guardián, Juno hizo que los cien ojos de Argos fuesen
preservados para siempre en las colas de los pavos reales.
17 – FUENTE DE LAS CUATRO ESTACIONES O DE APOLO.
Ventura Rodríguez.
Siglo XVIII.
Paseo del Prado. Madrid.
Habitualmente representado como joven de rara belleza, con la cabeza ceñida de
luz, Apolo guía el carro del Sol, que atraviesa el cielo cada día arrastrado por cuatro
caballos. El arco, la flecha, la aljaba, la lira y el laurel son los principales atributos del
dios.
Apolo, hijo de Júpiter y Latona, hermano gemelo de Diana, es una de las doce
divinidades olímpicas. Es el dios del sol y de la belleza, del orden moral, de los oráculos
y profecías, así como de la música y la poesía.
Todavía niño mató a la serpiente Pitón que devastaba la región en las cercanías
de Delfos. El lugar se convirtió así en sede del santuario y del culto de Apolo, donde el
dios comunica los oráculos a los dioses y a los hombres.
Apolo puede ser belicoso y funesto, provocando pestilencias y muertes
repentinas. Es el dios que durante la guerra de Troya propagó la peste en el campamento
griego. Pero, además de peligroso, también ayuda a los seres humanos y, como padre de
Esculapio, dios de la medicina, aleja el mal. En fin, Apolo es el inventor de la música y
alegra a los dioses con su cítara durante los convites. Como guía del coro de las Musas
se le llama Musagete.
A Apolo se le representa generalmente desnudo, con una corona de laurel en
torno a la cabeza. En calidad de músico viste una larga túnica y toca la lira. A veces
acompaña a Apolo un curioso monstruo de tres cabezas (de perro, de lobo y de león)
con cuerpo de serpiente, figura mítica que proviene del círculo del dios egipcio Serapis,
que los mitógrafos renacentistas atribuían al dios Sol.
18 – APOLO PERSIGUIENDO A DAFNE.
Cornelio de Vos.
Siglo XVI.
Museo del Prado. Madrid.
Dafne (en griego Δάφνη, ‘laurel’) era una dríade (ninfa de los árboles), hija del
dios río Peneo de Tesalia con Creúsa, una ninfa de las aguas que además era sacerdotisa
de Gea.
Apolo, tras haber matado a flechazos a la serpiente Pitón (que tenía amedrentada
a la región griega de Tesalia), se jactaba de sus hazañas. Habiéndose encontrado un día
con Cupido (Eros), bromea y se burla de las habilidades del dios de amor como arquero.
Para vengarse de Apolo, Cupido se valió del arma que mejor conocía: el amor.
Lanzó dos flechas: una de oro y otra de plomo. La de oro, que provocaba el nacimiento
del amor, fue lanzada contra el corazón de Apolo; la de plomo, que provocaba rechazo,
desprecio y desdén, se clavó en el corazón de Dafne.
Perdidamente enamorado Apolo de Dafne y viéndose despreciado por ella,
Apolo la persigue tras huir ella de sus requerimientos. Durante la persecución y dándose
cuenta Dafne de que Apolo está a punto de alcanzarla, aquélla imploró la ayuda del dios
río Peneo, su padre, quien la transformó en laurel, árbol que desde ese momento se
convirtió en sagrado para Apolo. De él colgó su cítara y su aljaba y decidió convertir
aquel árbol en un símbolo de gloria, así que dispuso que las hojas de laurel sirvieran
para coronar a los generales victoriosos y para honrar a los grandes poetas.
19 – DIANA DE VERSALLES.
Copia romana de un original griego del siglo IV a.C.
Museo del Louvre. París.
En la mitología romana, Diana era la diosa virgen de la caza y protectora de la
naturaleza. Su diosa griega equivalente en la literatura es Artemisa.
Diana fue originalmente una diosa de la caza, relacionada con los animales y las
tierras salvajes. Más tarde pasó a ser una diosa de la luna, suplantando a Luna y siendo
también un emblema de la castidad. Los robledos le estaban especialmente consagrados.
Era loada en la poesía por su fuerza, gracia atlética, belleza y habilidades en la caza.
En la práctica formaba una trinidad con otras dos deidades romanas: Egeria, la
ninfa acuática, su sirviente y ayudante comadrona, y Virbio, el dios de los bosques.
Nacida poco antes que su hermano gemelo Apolo en la isla de Ortigia (luego
llamada Delos), Diana era hija de Júpiter y Latona. Siendo testigo de los dolores del
parto de su madre, concibió tal aversión hacia el matrimonio que pidió y obtuvo de su
padre la gracia de guardar perpetua virginidad, como su hermana Minerva. Por esta
razón estas dos diosas recibieron del oráculo de Apolo el nombre de «vírgenes blancas».
El propio Júpiter la armó con arco y flechas y la hizo reina de los bosques. Le
dio para comitiva de hermosas ninfas que debían hacer votos de castidad. Con esta
numerosa comitiva se dedicaba a la caza, su ocupación favorita.
Diana es grave, severa, cruel e incluso vengativa. Prevalece sin piedad contra
todos los que ganan su resentimiento: no vacila en destruir sus cosechas, devastar sus
manadas, sembrar epidemias a su alrededor, humillarles e incluso matar a sus hijos. Así,
exigió el sacrificio de Ifigenia, aunque en el momento clave fue sustituida por un ciervo.
A instancias de Latona se unió a Apolo para matar con sus flechas a todos los hijos de la
infeliz Níobe, que había presumido de su más numerosa prole. Trata a sus ninfas con el
mismo rigor, si olvidan su deber: transformó a Calisto en osa y la expulsó de su cortejo
por quedar embarazada.
También fue la perdición del pastor Acteón, que la vio bañándose desnuda junto
a sus ninfas, por lo que Diana lo transformó en venado e hizo que sus propios perros de
caza le devorasen.
Se enamoró, aunque sólo platónicamente, del pastor Endimión, a quien besaba
cuando dormía tan suavemente que no se despertaba. Este nieto de Júpiter había logrado
del amo del Olimpo el singular favor del sueño eterno. Siempre joven, sin envejecer ni
morir, dormía en una gruta del monte Latmos, en Caria.
20- BACO.
Caravaggio.
Siglos XVI – XVII.
Galería de los Uffizi. Florencia.
El dios Baco (Dioniso) es fruto de los amores de Júpiter con Sémele (hija de
Cadmo y Harmonía). Sémele muere antes del nacimiento de Baco, pues Juno (la esposa
de Júpiter), llena de celos, pone una trampa a Sémele: la diosa toma la apariencia de la
nodriza de Sémele, Béroe, y la convence para que pida a Júpiter que se presente con
todos sus atributos divinos y, aunque Júpiter intenta disuadirla, no lo consigue y cumple
la petición de Sémele, la cual muere abrasada al presentarse Júpiter tronando y lanzando
rayos.
Antes de ser consumida por el fuego Sémele, Júpiter le extrae del vientre al hijo
inmaduro que lleva (de unos seis o siete meses), y se lo cose al muslo, de donde lo saca
tras cumplirse los nueve meses de gestación. De ahí que algunos de los epítetos de Baco
sean “el de las dos madres”, “el dos veces nacido”, “cosido en el muslo”, “nacido del
fuego”.
Una vez nacido, Júpiter entrega el niño a Mercurio, que a su vez lo lleva a Ino,
casada con Atamante, para que lo críe como una niña; así lo hacen, aunque al parecer
por poco tiempo. Por este servicio, Juno concebirá un gran odio hacia Ino y Atamante, a
los que la diosa hará enloquecer.
Tras enloquecer, Júpiter transforma al niño Baco en un cabrito para sustraerlo a
la cólera de Juno, y lo entrega a Mercurio, quien lo deja al cuidado de las ninfas de Nisa.
Criado Baco, inventa la vid. Juno lo persigue enloqueciéndolo, y en ese estado
recorre Egipto y Siria, y llega a Frigia donde es purificado por Cibeles, que le enseña
los rituales orgiásticos y le proporciona los instrumentos apropiados para celebrarlos:
flauta, tambor, platillos, castañuelas y el tirso.
Tras ello marcha a la conquista de la India.Vuelve a Grecia para instaurar las
orgías. Primero se dirige a Tracia, donde el rey Licurgo lo maltrata y expulsa, y llega a
hacer prisioneros a los Sátiros y a las Bacantes. Baco libera a las Bacantes, y Licurgo
enloquece. Una esterilidad se abate sobre el país, que sólo se solucionará si se da muerte
a Licurgo. El pueblo lo lleva a monte Pangeo, donde el rey morirá despedazado por
caballos.
Baco se dirige después a Tebas, donde obliga a las mujeres a marchar al monte
Citerón y celebrar allí las Bacanales. Entre los ritos se encontraba el despedazamiento
de animales vivos, seguida de la ingestión de su carne cruda. Penteo, rey de Tebas,
aparece y trata de impedir la celebración. Las mujeres creen, en su locura, que se trata
de un animal salvaje, y se arrojan sobre él y lo despedazan.
Como hombre joven, Baco era excepcionalmente atractivo. Una vez, disfrazado
como un mortal sentado junto a la orilla del mar, fue visto por unos pocos marineros,
que creyeron que era un príncipe. Intentaron secuestrarle y llevarle lejos para venderlo
como esclavo o pedir un rescate. Probaron a atarle con cuerdas, pero ninguna podía
sujetarlo. Baco se convirtió en un fiero león y soltó un oso a bordo, matando a todos los
que entraron en contacto con él. Los que saltaron por la borda fueron transformados
compasivamente en delfines. El único superviviente fue Acetes, el timonel, que
reconoció al dios e intentó detener a sus marineros desde el principio. En una historia
parecida, Baco deseaba navegar desde Icaria hasta Naxos, así que alquiló un barco
pirata. Pero cuando el dios estuvo a bordo, no navegaron hacia Naxos sino hasta Asia,
con la intención de venderlo como esclavo. Por esto Baco transformó el mástil y los
remos en serpientes, y llenó la nave de hiedra y del sonido de flautas, de forma que los
marineros enloquecieron y saltaron al mar, donde fueron transformados en delfines.
Relacionada con Baco se encuentra la historia del rey Midas. Una vez Baco
halló que su antiguo profesor y padre adoptivo, Sileno, había desaparecido. El anciano
había estado bebiendo, se había marchado ebrio y se encontró con algunos campesinos,
que lo llevaron ante el rey Midas. Midas lo reconoció y lo trató hospitalariamente,
entreteniéndole durante diez días y noches educadamente, mientras Sileno divertía al
rey y sus amigos con historias y canciones. Al undécimo día Midas llevó a Sileno de
vuelta con Baco. Éste ofreció a Midas que eligiera la recompensa que deseara. Midas
pidió que todo lo que tocase se transformara en oro. Baco accedió, aunque lamentó que
no hubiese hecho una elección mejor. Midas se regocijó en su nuevo poder, que se
apresuró en poner a prueba, tocando y convirtiendo en oro una rama de roble y una
piedra. Deleitado, tan pronto como llegó a casa ordenó a los sirvientes que dispusieran
un festín en la mesa. Entonces halló que su pan, su carne, su hija y su vino se convertían
en oro. Rezó a Baco, rogando ser librado de su hambre. El dios lo oyó y consintió,
diciendo a Midas que se bañase en el río Pactolo. Midas así lo hizo, y cuando tocó las
aguas el poder pasó a éstas, y las arenas del río se convirtieron en oro.
Por último, y antes de su definitiva ascensión al cielo, Baco desciende al Hades
para llevarse consigo a su madre Sémele. Fue guiado por Prosimio o Polimno, quien
pidió como recompensa ser su amante. Prosimno murió antes de que Dioniso pudiese
acceder a esta petición, así que satisfacer a su fantasma, Dioniso fabricó un falo con una
rama de olivo o higuera y lo clavó en la tumba de Prosimno. Llega al Hades y rescaa a
su madre. Y desde entonces ambos residen en el Olimpo.
21 – EL RAPTO DE PROSERPINA.
Pedro Pablo Rubens.
Siglos XVI – XVII.
Museo del Prado. Madrid.
Ceres (Deméter), diosa de la agricultura y de la tierra, tenía una hija llamada
Proserpina.Un día en el que Proserpina se paseaba y recogía flores, su tío Plutón (Hades)
la raptó y se la llevo al inframundo. Ceres se llevó tal disgusto que empezó a descuidar
la tierra y todas las plantas se secaron.
Júpiter (Zeus), el rey de los dioses y hermano de Ceres y Plutón, obligó a éste a
que le devolviera a su hija, para que Ceres volviese a cuidar de la tierra.
Plutón aceptó con la condición que Proserpina comiera un grano de granada, el alimento
de los muertos. Eso haría que Proserpina se viese obligada a volver cada año.
Así llegaron las estaciones de año, cuando Proserpina regresaba al lado de su
madre, la tierra florecía y se llenaba de vitalidad, es decir, llegaba la primavera. Pero
cuando Proserpina volvía al lado de Plutón, la tierra se marchitaba de nuevo, se moría la
vegetación, llegaba el invierno.
22 – EL RAPTO DE PROSERPINA.
Bernini.
Siglo XVII
Villa Borghese. Roma.
(El mismo comentario de la lámina anterior.)
23 – LA FRAGUA DE VULCANO.
Diego Velázquez.
Siglos XVI – XVII.
Museo del Prado. Madrid.
Vulcano (Hefesto en la mitología griega) es considerado tradicionalmente el dios del
fuego y de los herreros. Su origen, personalidad y atributos nos da interpretaciones
diferentes. La más aceptada es aquella que hace al dios hijo de Zeus y de su esposa Hera.
Sin embargo, según cuenta la leyenda, el fruto de esta unión no contribuyó al mejor
entendimiento entre ambos desembocando sus discusiones en auténticos
enfrentamientos. Se dice que la cojera de Hefesto le sobrevino, precisamente, por tomar
partido a favor de su madre Hera en una de estas ocasiones violentas. Zeus, ciego de ira
por lo que pensaba una confabulación familiar contra él, habría arrojado del Olimpo a
su propio hijo, haciéndole caer en la lejana isla de Lemmos. A consecuencia de ello,
Hefesto se romperá las piernas; por lo que, desde entonces, sería conocido como el
“ilustre cojo de ambos pies”. Otros autores, acusan a Hera de esta expulsión y posterior
caída, no a esta isla sino al Océano siendo recogido por dos oceanídes: Eurínome y
Tetis, las cuales lo cuidan durante nueve años instalándole la fragua, lugar de trabajo y
creación de éste.
En ocasiones, los dioses del Olimpo se burlaban del Hefesto a causa de su cojera y
de su desagradable aspecto. Tullido y feo, era objeto de continua mofa.
La tradición popular, no obstante, asocia la mítica Fragua de Vulcano con el
volcán Stromboli, muy activo y en continua erupción siempre. De su cráter salían tales
llamas que un pedazo de hierro que se dejara por la noche en sus aledaños, aparecería
por la mañana ya forjado. En las entrañas de la mítica montaña se trabajaba duro; no
sólo se forjaba el hierro, sino que también, el nutrido grupo de operarios, los cíclopes, al
mando de Hefesto/Vulcano, mantenía obsesiva actividad en torno a la construcción con
materiales nobles de diversos objetos. Y, así, pronto cumplimentarán encargos que
pasarán a la historia como verdaderas obras de arte. Recordemos por ello, el más
hermoso de los escudos que imaginarse pueda. Fue fabricado por encargo de
Afrodita/Venus para defensa y orgullo del héroe Eneas. Todo él era de oro y sus relieves
hacían alusión a un idílico tiempo futuro que no pudo cumplirse nunca. Contra él nada
podían flechas ni dardos enemigos.
Otras de las obras que salieron de la mítica fragua de Vulcano, fue el radiante y
ostentoso carro que conducía el hijo del titán Hiperión, es decir Helio- personificación
del Sol, que tenia por hermanas a la Aurora y a Selene/la Luna-, el cual llevaba
aparejados cuatro hermosos caballos que tiraban de él con fuerte brío, y cuyos nombres
hacían alusión al fuego, a la radiante luz, al calor y a la claridad: “Ardiente”,
“Resplandeciente”, “Brillante” y “Amanecer”.
El gran cantor de mitos que fue Homero no habla en la “Ilíada”, de la cojera de
Hefesto, en términos que difieren de lo establecido hasta entonces. En ella se describe
la desazón de Hera ante la imagen de un hijo suyo que, apenas recién nacido, presenta
rasgos físicos tan deformes. Había sido engendrado en tiempo de ira y discordia, cuando
el egregio matrimonio del Olimpo protagonizaba violentas y continuas discusiones.
Presa de un arrebato, del que se arrepentirá después, la esposa del poderoso Zeus arroja
al indefenso Hefesto al abismo del Cosmos. Después de caer durante un día y una noche,
llegó hasta el gran océano. Allí lo recogieron las criaturas que en él habitaban, la
oceánides, cuidándolo con mimo. Construyeron una cueva en las profundidades abisales
del mar y, dentro de ésta, instalaron la fragua con útiles varios para que éste trabajara.
Cuentan las crónicas que, durante más de nueve años, “el ilustre cojo de ambos
pies”, permaneció en tan afamado lugar dedicado a la tarea exclusiva de satisfacer todos
los deseos de sus salvadoras. Las regaló con gran variedad de presentes salidos de
propia manos y realizó joyas de exclusivo diseño e incalculable valor. Sin embargo, no
tuvo los mismos sentimientos hacia su madre Hera, a la cual jamás le perdonó su acción.
Durante mucho tiempo buscó la forma de vengarse de ella y, por fin, dio con el
instrumento adecuado de castigo: un trono.
Pero, con anterioridad a estos hechos, encontramos el denominado episodio de
Aquiles. Muy agradecido a sus protectoras, las ninfas del mar, Hefesto aceptó
gustosamente el encargo de Tetis de realizar un escudo para su hijo Aquiles. Ésta había
acudido al hogar del “ilustre cojo de ambos pies” para hacerle participe de su pena y
para rogarle que fabricara ese encargo. A sus palabras, acompañaba Tetis aflicción y
llanto incontenibles. Hefesto la tranquilizar y, al momento, se dispone a trabajar.
Hefesto forjó el escudo con maravillosos relieves jamás creados. Después que construyó
el grande y fuerte escudo, hizo para Aquiles una coraza más reluciente que el resplandor
del fuego; un sólido casco, labrado, con la cimera de oro que se adaptara a las sienes del
héroe... En cuanto Hefesto le entregó las armas a Tetis ésta saltó, como un gavilán,
llevando la reluciente armadura que éste había construido. Y así, llegó hasta el lugar en
el que su hijo velaba al compañero muerto. Con gesto complaciente, le entregó la
preciada carga. Las armas labradas produjeron un ruido metálico que asustó a todos los
presentes; excepto al valiente héroe que, ensimismado, se dispuso a contemplar la
reluciente armadura.
Retomando la venganza de Hefesto a su madre, éste construyó un hermoso trono
reluciente, y tan cómodo, que incitaba a sentarse a todo aquel que lo mirara. Se lo envió
como regalo a su propia madre y, ésta, al momento se sintió atraída por tan singular
sillón. Se sentó plácidamente, notando sus efectos relajantes. Cuando se dispuso a
levantarse del mullido asiento, experimentó una tirantez que la impedía todo
movimiento. Al punto comprobó que unas, hasta entonces invisibles, cadenas la cubrían
por doquier y formaban como una especie de tupida red que la aprisionaba con sus
mallas de metal noble. Hera ensayó todo tipo de tretas y artimañas para librarse de los
efectos de semejante invento. Más de nada le sirvieron; todo su saber resultaba inútil y
vano ante tan insólita situación. Ya estaba pensando en resignarse, mientras pedía ayuda
a los demás dioses del Olimpo, cuando se percató que el único autor que sólo podía
realizar semejante obra era Hefesto, suplicando al resto de deidades que intercedieran
ante éste para liberarla de tan apretadas ataduras.
Todos los intentos de las deidades fueron inútiles, ni siquiera el poderoso rayo de
Zeus lograba mellar las cadenas. Nadie conocía la aleación de los metales empleados, ni
las proporciones de la mezcla. Después de reunirse durante largo tiempo, los dioses del
Olimpo decidieron pedir a Hefesto que regresara a la montaña idílica, de la cual había
sido expulsado tiempo atrás. Pero Hefesto no aceptó la invitación de las deidades
olímpicas, pues consideraba que no actuaban por propio convencimiento, sino
coaccionados por la magnitud de los hechos y por el poder sobre todos ejercía el
protagonista principal. Por lo demás, él sabía de las risas de éstos por su aspecto externo,
por su cojera. Entonces, éstos, maquinaron un plan que alcanzaría los resultados
esperados. Decidieron encargar su ejecución a Baco (Dionisos), dios del vino, quien fue
a visitar a Hefesto a su colosal fragua. Este a causa del calor que allí dentro hacía,
aceptó la bebida que su acompañante le ofrecía, saboreándole con fruición. Embriagado
por tan delicioso liquido, acompañó en un asno a Dionisos, el cual le dirigió al lugar
donde se encontraba Hera encadenada. Soltó todas las cadenas, la diosa quedó libre de
la red quedando la cadenas amontonadas en el suelo. Madre e hijo vivieron, desde
entonces, reconciliados y en armonía.
Pero Hefesto/Vulcano tuvo otras experiencias, también dolorosas para él,
relacionadas con hermosas mujeres. Había sido Zeus, el rey del Olimpo, quien le había
dado a Afrodita/Venus por esposa y aunque ésta, en un principio no había aceptado de
buen grado la decisión, debido a la fealdad y la cojera de su futuro marido, no por ello
veía con malos ojos a Hefesto, una vez que ya lo había conocido y tratado.
La belleza de Afrodita no pasaba inadvertida para el resto de los dioses y, una y
otra vez, era asediada por pretendientes sucesivos. Afrodita no oponía excesiva
resistencia, destacando el caso de su relación con Ares/Marte, el cual decidió hacerla su
amante. Según nos lo cuenta Ovidio en sus “Metamorfosis”, Hefesto supo enseguida el
engaño de que era objeto por parte de su bella esposa, “El Sol, que todo lo ve, había
descubierto los amores adulterinos de Venus, mujer de Vulcano, y el apuesto Marte. Sin
aguardar mucho tiempo, Febo puso en antecedentes de la deshonra al desgraciado
marido”. Decidió comprobar por sí mismo hasta donde llegaba el encandilamiento, y si
éste era pasajero o, por el contrario, tenía trazas de perpetuarse con el tiempo. Fue de
este modo como llegó a sorprenderlos, y, así, ya desde una perspectiva objetiva,
concluyó que les daría escarmiento. La dificultad residía en no poder enfrentarse
físicamente al dios de la guerra, por lo fue su ingenio su arma más mortífera. Decidió
mezclar metales de diversas propiedades y procedencia, con ellos logró fabricar una red
de textura invisible que tenía, no obstante, el poder de inmovilizar a quienes cayeran
atrapados bajo sus imperceptibles y finas mallas.
Cuando “estuvo acabada, la tendió alrededor del lecho de su mujer de manera tan
sutil como los cazadores hacen con las suyas. Con la noche llegaron los amantes, se
acostaron y... la red se cerró en torno a ellos. Vulcano llama a todos los dioses para
que contemplen a los adúlteros; y los dioses pasan unos momentos de regocijo con los
cuernos de Vulcano y la facha innoble que en el lecho tienen los amantes.”
24 – VENUS EN LA FRAGUA DE VULCANO.
Le Nain
Siglos XVII – XVIII.
Museo Saint-Denis. Reims.
Vulcano forjó el más hermoso de los escudos que imaginarse pueda. Fue
fabricado por encargo de Afrodita/Venus para defensa y orgullo del héroe Eneas. Todo
él era de oro y sus relieves hacían alusión a un idílico tiempo futuro que no pudo
cumplirse nunca. Contra él nada podían flechas ni dardos enemigos.
Zeus, el rey del Olimpo, le dio a Afrodita/Venus por esposa y aunque ésta, en un
principio no había aceptado de buen grado la decisión, debido a la fealdad y la cojera de
su futuro marido, no por ello veía con malos ojos a Hefesto, una vez que ya lo había
conocido y tratado.
25 – LAOCOONTE.
Atenodoro, Hagesandro y Polidoro.
Siglo II a. C.
Museos Vaticanos. Roma.
Laocoonte era el sacerdote de Apolo Timbreo en Troya, casado con Antiopa y
padre de dos hijos. Después de que los sitiadores aqueos hubieran simulado una
retirada, los troyanos encontraron un caballo construido de madera en las puertas de
Ilión. Es entonces cuando pronuncia la famosa frase "Timeo Danaos et dona ferentes"
(“Desconfío de los griegos incluso cuando traen regalos”).
Laocoonte advirtió de que dentro del caballo podía haber tropas aqueas y sugirió
quemarlo. Pero las tropas troyanas no le hicieron caso, igual que tampoco hicieron caso
de las advertencias de Casandra. En su osadía lanzó palos en llamas con el propósito de
quemar el caballo de madera. Pero cuando los troyanos estaban a punto de destruir el
caballo, los soldados troyanos trajeron a Sinón, quien con las mentiras ideadas por
Ulises logró convencer a Príamo de que se trataba de una imagen sagrada de Atenea.
Laocoonte pidió que se sacrificara un toro a Neptuno con el fin de ver si tenía o no
razón.
En el instante que se disponía a sacrificar al toro, dos grandes serpientes
emergen de las aguas y devoran a sus hijos. Perplejo, se lanza en lucha contra las
serpientes donde también resulta devorado.
Estas serpientes, según los mitos griegos, fueron enviadas por Apolo, Neptuno, o
Atenea (Minerva).
La tradición de Virgilio muestra las serpientes como un castigo divino por haber
intentado destruir el caballo. Los troyanos interpretaron el episodio como una muestra
de que el caballo era un objeto sagrado y de que Sinón había dicho la verdad.
Hay otra versión del mito que explica que se trató de un castigo de Apolo porque
Laocoonte se había casado con Antiopa y engendrado hijos, consumando el hecho ante
la estatua del dios, hecho que constituía un sacrilegio, ya que había realizado voto de
celibato. Príamo pensó que la muerte de Laocoonte se trataba de un castigo por haber
intentado destruir el caballo, en lugar de por haber faltado al respeto de Apolo. Sin
embargo, las diferentes versiones del mito llegan a contar que sólo murió uno de los
hijos, o que el mismo Laocoonte llegó a salvarse.
De la tradición de Virgilio se desprende, que el castigo de Laocoonte se debe a
la profanación de haber tratado de destruir el regalo a su deidad, razón por la cual nadie
le creyó. Otra tradición nos dice que Laocoonte había roto la prohibición de Apolo al
casarse y tener hijos. Otra fuente señala que Laocoonte había profanado la imagen de
Febo, cuando se unieron en himeneo delante de la imagen. De haberle creído a
Laocoonte, la treta de Odiseo hubiese sido un rotundo fracaso, cambiando el curso de la
guerra de Troya.
26 – ENEAS HUYE DE TROYA.
Federico Barocci.
Siglo XVI
Galería Borghese. Roma.
Dentro de la familia real troyana no reinante, Capis y Temiste tuvieron a
Anquises.
Cierto día en que Anquises pastoreaba unas vacas en el monte Ida, Venus
(Afrodita) bajo al forma de una hija de Otreo, se unió al mancebo. Finalmente la diosa
le reveló su identidad y le comunicó que tendría un hijo suyo. También le advirtió que
no divulgase quien era la madre del infante. El niño fue llamado Eneas.
Tiempo después, bajo la influencia del alcohol, Anquises se jactó de sus amores
con la diosa. Enterado Júpiter, lanzó un rayo que habría matado a Anquises, si Venus no
hubiese interpuesto su cinturón. Aun así, la diosa no pudo evitar que su amante quedase
cojo, o según otras versiones ciego.
Aunque, Eneas el hijo de Anquises y Venus, pertenece a la familia real troyana,
no desciende de rama reinante. Sin embargo este héroe está destinado a reinar sobre los
troyanos.
Según una versión, Eneas vivió en el monte Ida hasta la edad viril, siendo
cuidado por Ninfas y educado por el Centauro Quirón.
La participación de Eneas en la guerra de Troya, comienza cuando en una
incursión, Aquiles intenta arrebatarle los rebaños que tenía a su cargo. Tuvo el héroe, en
esta ocasión, que huir refugiándose en Lirneso, donde se puso bajo la protección de
Júpiter. A partir de este momento, Eneas se incorpora a las fuerzas troyanas y participa
en la defensa de la ciudad. Durante la guerra se ganó el respeto de sus compatriotas,
luchando con valentía y arrojo. Aunque en ocasiones, salvase la vida solo gracias a la
oportuna intervención de los dioses. Durante su enfrentamiento con Diomedes, Venus
es herida al acudir en su auxilio y es Apolo finalmente, quien salva al héroe
envolviéndolo en una nube. En otra ocasión, es salvado por Neptuno de las iras de
Aquiles.
Durante el saqueo de Troya, Eneas huye de la ciudad con su hijo Ascanio en
brazos y su padre Anquises sobre los hombros. Créusa, su esposa, murió o desapareció
durante la fuga. Se dice, que además, Eneas consiguió sacar de la moribunda ciudad, el
Paladio y las diosas Penates. En su camino hasta el monte Ida, los troyanos que
pudieron escapar de los aqueos, fueron uniéndose a él.
A partir de aquí, comienza el éxodo de los troyanos en busca de una nueva patria:
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Desde el monte Ida, los supervivientes de Troya parten haciendo una escala
en Tracia. Mientras Eneas corta leña, observa como uno de los troncos
partidos sangra. Suena la voz de Polidoro, el ánima le relata como fue
asesinado en ese lugar por su tío Polimestos, que ambicionaba los tesoros del
muchacho. Polidoro le indica que se marchen y tras celebrar exequias
fúnebres en su honor, los troyanos retoman su camino.
En Delos el oráculo les comunicó que debían dirigirse a la tierra de sus
antepasados.
Pensando que el oráculo se refería a Creta, por ser la patria de su antepasado
Dárdano, dirigen sus pasos hacia allí. Pero en Creta se desató una peste que
les obliga a trasladarse. Antes de partir, a Eneas le es revelado que la patria
de sus antepasados es Italia. En aquellos momentos los territorios del
Mediterráneo occidental eran denominados Hesperia.
De camino hacia Italia pierden el rumbo y llegan a las islas Estrófades, donde
moraban la Harpías. Los troyanos desembarcan y se preparan para comer.
Pero aparecen las Harpías que estropean la comida con sus excrementos. Esta
operación se repite varias veces. Por fin Eneas ordena que persigan a los
engendros espada en mano. Solo la Harpía Celeno no huye y les predice que
padecerán tanta hambre, que se comerán sus propias mesas antes de que
levanten una nueva ciudad.
Siguen su camino pasando por Citera, Laconia, Arcadia, Léucade, Zacinto y
Epiro. Este ultimo era el feudo de Neoptólemo, tras su muerte heredaron el
reino Héleno y Andrómaca. Héleno les indica que deberán asentarse allí
donde encuentren una cerda blanca con treinta lechones. también les
comunica que en Cumas la Sibila les proporcionará más información.
Eneas rodea Sicilia para evitar a Escila y a Caribdis, que habitaban en el
estrecho de Mesina.
Hacen escala en Drépano donde muere Anquises.
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Al reanudar el viaje una tormenta los arrastra hasta Cartago. La reina Dido
les ofrece su hospitalidad, pero se enamora de Eneas e intenta retenerlo. Los
dioses le recuerdan al héroe que debe partir y el héroe se marcha sin
despedirse de Dido. La soberana al enterarse, se suicida.
Una nueva tormenta desvía su camino hasta Sicilia, donde son recibidos por
Acestes. Allí celebran unos juegos fúnebres en honor de Anquises. Hera
induce en las troyanas el deseo de quedarse, por lo que incendian las naves.
Zeus envía una tormenta que apaga el incendio. Anquises se aparece en
sueños a su hijo y le pide que vaya a verlo a Cumas. Eneas funda la ciudad de
Acesta, para los que no desean proseguir viaje y pone camino hacia Cumas.
Durante el trayecto a Cumas muere Palinuro, el piloto de Eneas. Una vez en
Cumas, con ayuda de la Sibila, Eneas penetra en el Infierno. Allí se encuentra
con Palinuro, con Dido y con Deífobo. Por fin en los Campos Elíseos se
reencuentra con su padre. Anquises le relata las dificultades que habrá de
enfrentar, así como la gloria que habrá de venir y le aconseja el modo de
afrontar los contratiempos.
Muere Cayeta, la nodriza de Eneas. En el lugar donde la entierran
posteriormente se alzaría la ciudad de Cayeta. Los navegantes esquivan la
isla de Eea, para evitar a la maga Circe, que habitaba en ella.
Finalmente llegan a la tierra que se les ha destinado. Latino, rey de Lacio,
acoge hospitalariamente a los troyanos. Como un oráculo le había
comunicado que debía entregar su hija a un extranjero, ofrece la mano de
Lavinia a Eneas. Pero Lavinia ya estaba comprometida con Turno, rey de los
Rútulos. Ofendido por el desaire, el soberano se levanta en armas. Eneas alía
con Evandro y su hijo Palante, que habitaban el lugar donde en un futuro se
elevaría Roma. En ausencia de Eneas, Turno ataca el campamento de los
troyanos. Palante y Turno se enfrentan, muriendo en el combate el primero.
Regresa Eneas, desafía a Turno y lo mata.
Eneas fundó la ciudad de Lavinio. Se casó con Lavinia. Pudieron ser hijos suyos
Silvio, Romo, Ilía y Emilia. Las noticias sobre este héroe desparecen durante una
tempestad. En ocasiones se le atribuye la paternidad de Ascanio el fundador de Alba
Longa, metrópoli de Roma. Tiempo después Rómulo, un descendiente de Eneas,
fundará Roma.
Existen leyendas que hacen de Eneas el fundador directo de Roma, pero no son
las versiones más aceptadas.
27 – LA CONDUCCIÓN DEL CABALLO HACIA TROYA.
Tiepolo.
Siglo XVIII.
National Gallery. Londres.
Homero, en la “Odisea”, indica brevemente el episodio de la construcción del
caballo de madera y de la posterior toma de Troya. Virgilio recupera el tema y lo cuenta
detalladamente en la “Eneida”.
Después de muchos años de guerra, los aqueos comprenden que no lograrán
tomar Troya. Ulises, pensando en conquistar la ciudad con engaños, propone a Epeo,
uno de los jefes griegos, ayudado por Minerva, la construcción de un gigantesco caballo
de madera y esconde en el interior del vientre a los guerreros más valerosos. Tras dejar
anunciado que el caballo es una ofrenda a Minerva, los griegos se alejan de la costa
simulando haber desistido del asedio, y atracan en una isla cercana.
Los troyanos, aconsejados por Sinón, un griego infiltrado, y pese a las
advertencias de la adivina Casandra, hija del rey Príamo de Troya, deciden llevar el
caballo al interior de la ciudad, y debido a las imponentes dimensiones de la figura de
madera, que no puede pasar a través de las puertas, abaten parte de los muros. Cuanta
Homero que el caballo fue transportado a la ciudad gracias a auxilio de ruedas o rodillos
construidos por los troyanos (como se observa en la lámina).
Troya será tomada y arrasada esa misma noche. El rey Príamo muere a manos de
los griegos.
28 – ENEAS RELATA A DIDO SUS AVENTURAS.
Pierre Narcisse Guérin.
Siglo XVIII.
Museo del Louvre. París.
Tras la Guerra de Troya, y en la búsqueda de los troyanos de una nueva patria,
Eneas desembarca cerca de Cartago. La ciudad de Cartago tenía un enorme puerto y
grandes edificios. Era una ciudad muy populosa y allí tenía sus dominios la reina Dido.
Juno, siempre atenta para perjudicar a Eneas, lo hizo llegar hasta allí con el
propósito de que la reina Dido se enamorase de él y lo convirtiera en rey de Cartago. De
esa manera Juno, aseguraba que Eneas perdiera el rumbo que su vida debía llevar.
Venus, la madre de Eneas, se percató de la trampa que Juno estaba tramando y
fue directamente al monte Olimpo a suplicarle ayuda al dios de los dioses, Júpiter. Éste,
conmocionado por la sinceridad y el dolor de Venus, consintió en ayudarla.
Cupido, su hijo, le dijo que Eneas y Dido se amarían profundamente, pero que
esa pasión solo duraría un tiempo. De este modo, Eneas podía cumplir su glorioso
destino de ser el fundador de una nueva raza que dominaría el mundo.
Cuando Eneas, con un grupo de amigos, se aventuró a explorar la zona, vieron a
una amable cazadora que les dio las explicaciones necesarias para llegar a Cartago sin
problemas y les dijo que la reina Dido los ayudaría. Eneas reconoció que la cazadora era
su hermosa madre, la diosa Venus. Antes de despedirse, Venus los envolvió en una
nube de espesa niebla y los acompañó hasta el centro mismo de la ciudad. De este modo
atravesaron las puertas sin llamar la atención.
Los visitantes, pudieron apreciar el tamaño descomunal de los edificios y el
poderío comercial. En el centro de la ciudad vieron que se estaba construyendo un gran
templo, dedicado a la diosa Juno con escenas pintadas que representaban la guerra de
Troya. Eneas pensó que esas imágenes mostraban la clase de gente que habitaba ese
lugar: sensibles y comprensivos de los sentimientos de los mortales.
Distraído en sus pensamientos, no reparó en que la reina Dido y toda su comitiva
real se había instalado en el trono del templo y desde allí dictaba leyes para que
cumplieran sus súbditos.
Venus, descorrió el velo de niebla que cubría a los hombres que acompañaban a
Eneas y tuvieron que presentarse ante la reina, relatando sus desventuras. Cuando Dido
preguntó por Eneas, que todavía se mantenía invisible por la niebla, la diosa Venus,
descorrió la niebla que lo envolvía y también se presentó ante Dido.
Nadie conocía mejor que la reina Dido las penurias que padecieron estos
visitantes. Dido era viuda. Su esposo había sido rey de Fenicia, y un usurpador del trono
lo mató. Ella tuvo que huir con un grupo de seguidores para salvarse de la muerte
navegando por el mar Mediterráneo hasta llegar a Cartago, donde fue recibida como si
fuera su propia casa.
Dido, entonces, los agasajó con un gran banquete y procuró que no les faltara
nada.
Eneas, relató todas las peripecias sufridas y pronto Dido cayó enamorada ante la
valentía de Eneas
Al día siguiente, Dido organizó una cacería en honor de los visitantes. Todos
estaban muy entretenidos, hasta que Juno, envió una sorpresiva tormenta. Dido y Eneas
se refugiaron juntos en una cueva solitaria y allí se entregaron apasionadamente al amor.
Dido volvió a sentirse amada y Eneas disfrutó de la buena vida que la reina le ofrecía
hasta que Dido pensó en casarse.
Un antiguo pretendiente de Dido se enfureció ya que había sido rechazado por la
reina en varias oportunidades y pidió ayuda a Júpiter. El dios supremo recordó entonces
la promesa que le había hecho a Venus y decidió ponerle fin al amorío enviando a su
mensajero, Mercurio para reprenderlo, preguntándole si había olvidado que su destino
era fundar un reino lejos de esas tierras.
Al escuchar a Mercurio, Eneas tomó conciencia de su error. Había sido elegido
para fundar un reino en Italia y se había entretenido en Cartago con la reina Dido. Buscó
rápidamente a sus hombres y les ordenó que hicieran los preparativos necesarios para
embarcarse cuanto antes.
Cuando Dido vio que su amado Eneas estaba preparando todo para irse y se
sintió traicionada. Llorando lo increpó, hablándole del amor que le había dado. Pero
Eneas le contestó diciéndole que su misión estaba en otro lugar, y ésa era la voluntad de
los dioses.
Dido, no podía comprender las razones y se encerró en el palacio para llorar su
amargura.
En silencio, Eneas y sus hombres partieron apenas se puso el sol. Desde el mar
podía ver la ciudad y los destellos de unas llamas.
Dido había echado al fuego todas las pertenencias de Eneas y en un rapto de
locura, luego se arrojó ella misma mientras imploraba a los dioses que la vengaran de
semejante traición.
29 – RÓMULO Y REMO.
Pedro Pablo Rubens.
Siglos XVI – XVII.
Museos Capitolinos. Roma.
Según la tradición romana, Rómulo (771 a. C.– 717 a. C.) y su hermano gemelo
Remo (771 a. C. – 753 a. C.) fueron los encargados de fundar Roma. Finalmente sería
solo Rómulo quien la fundaría, constituyéndose en su primer rey. La historiografía
actual considera falsa esta tradición, fijando el origen de la ciudad a finales del siglo
VII a. C.
Numitor era el rey de una ciudad de Lacio llamada Alba Longa. Fue destronado
por su hermano Amulio, quien lo expulsó de la ciudad, y procedió a matar a todos sus
hijos varones excepto a su única hija Rea Silvia. Como no quería que Rea Silvia tuviera
hijos, la obligó a dedicarse al culto de Vesta asegurándose de esta forma de que no iba a
tener hijos. Sigue narrando la leyenda, que Rea Silvia se encontraba durmiendo en la
orilla de un río y el dios Marte se quedó prendado de ella, la poseyó y la dejó
embarazada. Como consecuencia de esta unión, Rea Silvia tuvo gemelos a los que
posteriormente llamó Rómulo y Remo. Antes de que el rey Amulio se enterara del
suceso, colocó a sus hijos en una cesta en el río Tíber para que no sufrieran el mismo
camino que sus tíos. La cesta embarrancó. Los pequeños fueron amamantados por una
loba, Luperca, y más tarde recogidos por el pastor Fáustulo y cuidados por su mujer,
Aca Larentia. Se decía que habían sido educados en Gabio, centro cultural del Lacio;
más tarde se dedicaron al bandolerismo.
Cuando crecieron descubrieron su origen, por lo que regresaron a Alba Longa,
mataron a Amulio y repusieron a su abuelo Numitor en el trono. Éste les entregó
territorios al noroeste del Lacio. En el 753 a. C. los dos hermanos decidieron fundar una
ciudad, según el rito etrusco, en ese territorio, en una llanura del río Tíber en el preciso
lugar en donde embarrancó la cesta.
No hubo acuerdo entre ellos, ya que Remo entendió que los augurios de seis
aves en el cielo, señalaban fundarla sobre el Aventino. En tanto Rómulo, al ver doce
aves volando sobre el monte Palatino, decidió que en ese lugar debía levantarse la nueva
urbe. Rómulo demarcó con un arado lo que serían los límites de la ciudad. A la vez juró
matar a todo aquel que traspasara los límites sin permiso.
Remo, hallándose en estado de ebriedad desafió a su hermano, ya que no sería el
nuevo rey. Burlándose de Rómulo saltó sobre el surco del arado, mas cumpliendo el
juramento, Rómulo lo mató. Más tarde, lleno de arrepentimiento, lo sepultó en la cima
del Palatino y le dio su nombre a la nueva ciudad.
La ciudad se levantó en el pomoerium palatino, y Rómulo quedó como único
soberano. Creó el senado, compuesto por cien miembros (patres) cuyos descendientes
fueron llamados patricios y dividió la población en 30 curias (congregaciones). Para
poblar la ciudad, Rómulo aceptó todo tipo de gente (asylum): refugiados, libertos,
esclavos, prófugos, etc.
Sin embargo, con este método la población era eminentemente masculina.
Organizó unas pruebas deportivas a las que invitó a una población vecina y que
aprovechó para raptar a sus mujeres (el rapto de las sabinas). Todo acabó
amigablemente, pues las mujeres intercedieron por sus nuevos maridos, los romanos, y
Rómulo formó con el rey sabino, Tito Tacio, una diarquía que duró poco, hasta la
muerte del sabino. Queda Rómulo sólo como rey, que realizará diferentes y victoriosas
empresas bélicas.
Moriría en el 717 a. C. Existen varias versiones de la muerte de Rómulo, bien
arrebatado por los cielos en medio de una tempestad provocada por su padre Marte o
bien asesinado por unos senadores conspiradores. En honor a la fecha de su
desaparición se celebraban las fiestas Nonas Caprotinas. Acabará adorado y divinizado
bajo la advocación de Quirino.
Tras su muerte se producirá un año de interregnum hasta que el senado elige
como rey a Numa Pompilio.
En la cronología actual la fecha de la fundación de Roma se fijó el 21 de abril de
753 a. C. Esta fecha era el año 0 para el Imperio romano, ya que se la tomaba como
punto de referencia para fechar eventos en el mundo romano. Se lo aludía como el
Nacimiento de Roma (200 aUC: Anno 200 ab Urbe Condita: «En el año 200 desde la
Fundación de la Urbe o del Nacimiento de Roma»).
Recientemente, en noviembre de 2007, se produjo el hallazgo de la cueva que en
la antigüedad era reverenciada como el lugar donde se creía que habían sido
amamantados los gemelos Rómulo y Remo.
30 – EL RAPTO DE LAS SABINAS.
David.
Siglos XVIII – XIX.
Museo del Louvre. París.
El rapto de las sabinas es un episodio mitológico que describe el secuestro de
mujeres de la tribu de los sabinos por los fundadores de Roma.
Según la leyenda, en la Roma de los primeros tiempos la población era
eminentemente masculina. Para solucionar esto, Rómulo, su fundador y primer rey,
organizó unas pruebas deportivas en honor del dios Neptuno a las que invitó a los
pueblos vecinos. Acudieron varios de ellos, pero los de una población, la Sabinia,
fueron especialmente voluntariosos y acudieron a Roma con sus mujeres e hijos y
precedidos por su rey.
Comenzó el espectáculo de los juegos y, a una señal, cada romano raptó a una
mujer, y luego echaron a los hombres. Los romanos intentaron aplacar a las mujeres
convenciéndolas de que sólo lo hicieron porque querían que fuesen sus esposas, y que
ellas no podían menos que sentirse orgullosas de pasar a formar parte de un pueblo que
había sido elegido por los dioses. Las sabinas pusieron un requisito a la hora de contraer
matrimonio: en el hogar ellas solo se ocuparían del telar, sin verse obligadas a realizar
otros trabajos domésticos, y se erigirían como las que gobernaban en la casa.
Los sabinos, enfadados por el doble ultraje de traición y de rapto de sus mujeres,
atacaron a los romanos, a los que fueron acorralando en el Capitolio. Para lograr
penetrar en esta zona, contaron con la traición de una sabina, Tarpeya, que les franqueó
la entrada a cambio de 'aquello que llevasen en los brazos', refiriéndose a los brazaletes.
Deplorando la traición de la mujer, aceptaron el trato, pero, en lugar de joyas, le
presentaron sus pesados escudos, con los que la hicieron morir aplastada. La zona
donde, según la leyenda, tuvo lugar tal asesinato, recibió el nombre de Roca de Tarpeya,
desde la cual se arrojaba a los convictos de traición, al menos en tiempos primitivos.
Cuando se iban a enfrentar en lo que parecía ser la batalla final, las sabinas se
interpusieron entre ambos combatientes para que dejasen de matarse porque, razonaron,
si ganaban los romanos perdían a sus padres y hermanos, y si ganaban los sabinos
perdían a sus maridos e hijos. Las sabinas lograron hacerlos entrar en razón y
finalmente se celebró un banquete para festejar la reconciliación. El rey de Sabinia, Tito
Tacio, y Rómulo formaron una diarquía en Roma hasta la muerte de Tito.
31 – LA MUERTE DE LUCRECIA.
Tiziano.
Siglo XVI.
Fitzwilliam Museum. Cambridge.
Lucrecia, en latín Lucretia, es un personaje perteneciente a la historia de la
antigua Roma, coetánea del último rey romano Lucio Tarquinio el Soberbio (534510 a. C.). Hija del Ilustre Romano Spurio Lucrecio Triciptino, contrajo matrimonio
con Colatino. Fue víctima de una violación por parte del hijo de Lucio Tarquinio. Este
ultraje y el posterior suicidio de Lucrecia, influyeron en la caída de la monarquía y en el
establecimiento de la República.
Según la narración de Tito Livio, aceptada sin graves reparos por los
historiadores posteriores, tenía fama de mujer hacendosa, honesta y hermosa. Se sabe
que su belleza y honestidad impresionaron vivamente a Sexto Tarquino, hijo del Rey
Lucio Tarquinio el Soberbio.
Éste, para satisfacer los frenéticos deseos que sentía por ella, pidió hospitalidad a
Lucrecia cuando su esposo se hallaba ausente. Aprovechando la oscuridad de la noche,
se introdujo en la habitación de Lucrecia y la violó, sin que ella se resistiese ni gritara,
creyéndole su marido.
Según la moderna referencia del episodio, Lucrecia despertó sobresaltada y
reconoció a Sexto; quien temeroso de que su víctima gritase, le dijo: "¡Silencio,
Lucrecia; Sexto Tarquino Soy, si lanzas un grito, si profieres una palabra, te mato!".
Como Lucrecia no pudo responder ya que tenía la punta de una espada colocada sobre
su pecho, Sexto Tarquino prosiguió: "Escucha: yo te amo. Sé que eres fiel, y que me
resistirás, prefiriendo morir antes de rendirte. Mas con todo, óyeme. No es la muerte la
mayor amenaza para ti, sino la deshonra pública. Si no accedes a mi pasión y me veo
obligado a matarte, mataré en seguida al más joven y bello de tus esclavos, pondré su
desnudo cadáver entre tus brazos y proclamaré que habiéndote sorprendido en
adulterio, he castigado a ambos con la muerte, vengando así el honor de Colatino, mi
deudo y amigo.” En vano Lucrecia rogó, imploró, se revolvió desesperada, Sexto
Tarquino le hizo comprender con evidencia que resistirse era morir y quedar para
siempre deshonrada en la memoria de Roma y de su esposo.
Al día siguiente Lucrecia llamó a su padre y a su esposo, y les refirió el ultraje
recibido. Les pidió venganza contra Sexto Tarquino y se hundió un puñal en el pecho
luego de pronunciar la frase: «¡Ninguna mujer quedará autorizada con el ejemplo de
Lucrecia para sobrevivir a su deshonor!»
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