análisis literario de rodríguez de francisco espínola

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ANÁLISIS LITERARIO DE RODRÍGUEZ DE FRANCISCO ESPÍNOLA
El cuento Rodríguez es un cuento que pertenece al género narrativo porque en el mismo se cuenta
una historia donde participan uno o más personajes en un tiempo y espacio determinado.
El título de este cuento es epónimo porque el mismo hace referencia a uno de los personajes que
intervienen en la historia, en este caso Rodríguez.
El mismo está narrado en tercera persona, posee un narrador omnisciente, que sabe todo lo que
sucede en la historia, pero que posee una particularidad: narra desde el punto de vista de Rodríguez
(personaje), manifestado a través de la expresión “lo vio”: “Como aquella luna había puesto todo igual, igual
que de día, ya desde el medio del Paso, con el agua al estribo, lo vio Rodríguez hecho estatua entre los sauces
de la barranca opuesta”.
Los hechos de este cuento se desarrollan en un paso, en una noche de luna llena, ambos datos se
deducen a través de la expresión: “Como aquella luna había puesto todo igual, igual que de día, ya desde el
medio del Paso…”.
Los personajes que intervienen en la historia son Rodríguez y “el otro”. Rodríguez es un paisano
desconfiado, auténtico, indiferente y de pocas palabras: “Sin dejar de avanzar, bajo el poncho la mano en la
pistola por cualquier evento, él fue observando la negra cabalgadura, el respectivo poncho más que colorado”,
“[…] la vista en su zaino, fija.”
, “[…] para ver si a silencio, aburría al cargoso”, que en ese momento de la noche iba cabalgando por
el paso al percibir la presencia del extraño.
“El otro”, es el personaje secundario, que se relaciona con Rodríguez pero que no desempeña un
papel protagónico en la historia. Este era confianzudo, cargoso y hablaba con parloteo (rasgos psicológicos del
personaje, etopeya): “Lo que son las cosas, parece mentira!...¡Te vi caer al paso, mirá …y simpaticé enseguida”, “Muy
fastidiado por el parloteo…”, “[…] para ver si a silencio, aburría al cargoso”.
Pero las características de este personaje particular no son solamente psicológicas, sino que además son
físicas, porque el narrador lo describe de la siguiente manera: “Desmirriado era el desconocido y muy, muy alto”, “La
barba aguda, renegrida”, “A los costados de la cara, retorcidos esmeradísimamente, largos mostachos le sobresalían”. A
este tipo de recurso, que consiste en la descripción de las características físicas se le denomina grafopeya.
De Rodríguez, no se describen cualidades físicas. Este es además, el personaje primario de la historia porque
es el que no cae en las tentaciones de “el otro”, que en este cuento se interpreta como el diablo. ¿Por qué? Porque sabe
el nombre de su víctima, sin que esta se haya presentado, en este caso Rodríguez, y posee el poder de transformar lo que
quiera.
Este cuento se divide en cuatro momentos, donde cada uno de los mismos, se corresponde con el inicio, el
nudo y el desenlace.
En el momento I, se plantea la situación. O sea, se nos ubica a los personajes en las coordenadas espaciotemporales, el encuentro de ambos y las características ya sea físicas o psicológicas de ambos.
Estos personajes se encuentran en el paso, Rodríguez en un comienzo se siente incomodo por la presencia de
el otro, al punto de que coloca su mano en la mano en la pistola: “A Rodríguez le chocó aquel no darse cuenta el
hombre de que, con lo flaco que estaba y lo entecado del semblante, tamaña atención a los bigotes no le
sentaba”, “Sin dejar de avanzar, bajo el poncho la mano en la pistola por cualquier evento, él le fue
observando la negra cabalgadura, el respectivo poncho más que colorado”.
Al mismo tiempo “el otro” le dirige “una mirada que era un punta”, o sea, una mirada desafiante.
Este tipo de expresión la clasificamos de metáfora, porque en la misma se está expresando como era la mirada
de “el otro”. La metáfora es un recurso de estilo (tropo), en el cual una palabra toma el sentido de otra
completamente distinta.
Pero, luego la mirada de este se convierte en una expresión inocente, tierna al ser comparada con la
mirada de un cordero: “[…] y de golpe, quedó cual la del cordero”. Esta expresión conforma una
comparación, en donde se compararan dos términos: la mirada (comparante) y el cordero (comparado) unidos
mediante el nexo “cual”.
En el segundo momento del cuento, tenemos los ofrecimientos que “el otro” le hace a Rodríguez.
“El otro” decide ir derecho al grano, sin rodeos, y le plantea a Rodríguez que puede ofrecerle lo que
el quiera: mujer, oro y poder: “¿Te gusta la mujer?... Decí, Rodríguez, ¿te gusta?”, “¿Te gusta el oro?...
Agenciate latas, Rodríguez, y botijos, y te los lleno toditos. ¿Te gusta el poder, que también es lindo? Al
momento, sin apearte del zaino, quedarás hecho comisario o jefe político o coronel. General, no, Rodríguez,
porque esos puestos los tengo reservados. Pero de ahí para abajo... no tenés más que elegir”.
Rodríguez se muestra indiferente frente a dichas ofertas: “Brusco escozor le hizo componer el pecho
a Rodríguez, mas se quedó sin respuesta el indiscreto. Y como la desazón le removió su fastidio, Rodríguez
volvió a carraspear, esta vez con mayor dureza. Tanto que, inclinándose a un lado del zaino, escupió”. Pero
Rodríguez no termina aquí, decide optar por el silencio, manteniendo su vista hacia delante: “Muy fastidiado
por el parloteo, seguía mudo, siempre, siempre sosteniendo la mirada hacia adelante, Rodríguez”.
En el tercer momento “el otro” realiza pruebas para impresionar a Rodríguez. En este momento es
donde el personaje muestras sus poderes, manifestándose como un ser que no pertenece al mundo terrenal, en
este momento el otro a través de las demostraciones y transformaciones se muestra como el diablo.
Rodríguez sigue con sus actos de su vida cotidiana, se pone a liar, pero “el otro” no se conforma con
dicha actitud y le dice: “-¿Dudás, Rodríguez? ¡Fijate, en mi negro viejo!”.
Transforma a su caballo negro en un tordillo como leche: “Y siguió cabalgando en un tordillo como
leche”. Dicha comparación sirve para darnos cuenta de la blancura del caballo.
Luego transforma una rama en víbora: “La rama se hizo víbora, se debatió brillando en la noche al
querer librarse de la tan flaca mano que la oprimía por el medio y, cuando con altanería el forastero la arrojó
lejos, ella se perdió a los silbidos entre los pastos”.
Después de sus dedos brota una llamita, con la cual prende el cigarrillo de Rodríguez: “¡No te molestés!
¡Servite fuego, Rodríguez!
Frotó la yema del índice con la del dedo gordo. Al punto una azulada llamita brotó entre ellos.
Corrióla entonces hacia la uña del pulgar y, así, allí paradita, la presentó como en palmatoria.
Ya el cigarro en la boca, al fuego la acercó Rodríguez inclinando la cabeza, y aspiró.”
Rodríguez en este momento del cuento se da cuenta de las intenciones del “otro”, a lo cual le dice: “Esas son pruebas -murmuró entre la amplia humada Rodríguez, siempre pensando qué hacer para sacarse de
encima al pegajoso”, ridiculizando y desprestigiando los esfuerzos del “otro”.
“El otro” primeramente se siente sorprendido, luego empieza a enfurecerse y de a poco vamos
observando como pierde la paciencia: “Sobre el ánimo del jinete del oscuro la expresión fue un baldazo de
agua fría. Cuando consiguió recobrarse, pudo seguir, con creciente ahínco, la mente hecha un volcán”. La
sorpresa se visualiza a través de la metáfora: “la expresión fue un baldazo de agua fría”. Y el enojo a través de
la metáfora: “[…] la mente hecha un volcán”.
Pero este no desiste, y decide realizar los últimos intentos: -¿Ah, sí? ¿Con que pruebas, no? ¿Y esto?
Ahora miró de lleno Rodríguez, y afirmó en las riendas al zaino, temeroso de que se le abrieran de una
cornada. Porque el importuno andaba a los corcovos en un toro cimarrón, presentado con tanto fuego en los
ojos que milagro parecía no le estuviera ya echando humo el cuero”. Transforma al caballo en toro, y luego al
toro en bagre:” -¿Y esto otro? ¡Mirá qué aletas, Rodríguez! -se prolongó, casi hecho imploración, en la noche.
Ya no era toro lo que montaba el seductor, era bagre. Sujetándolo de los bigotes un instante, y
espoleándolo asimismo hasta hacerlo bufar, su jinete lo lanzó como luz a dar vueltas en torno a Rodríguez”.
Es de destacar de estas expresiones, la utilización de imágenes visuales y la inserción de elementos fantásticos
que no suelen ocurrir en la vida cotidiana. No olvidemos que dichas transformaciones, podrían ser creíbles y
formaban parte del contexto de la época, ya que en los pueblos rurales, existen creencias de que los paisanos
podrían encontrarse en su camino con espíritus de seres muertos, las denominadas “luces malas”, creencias
que están arraigadas en las costumbres y raíces de nuestro pueblo.
Rodríguez se muestra totalmente incrédulo ante dichas pruebas. Esta conducta puede ser la causa de
dos motivos: primeramente porque Rodríguez pudo haberse dado cuenta de que era el diablo y en segundo
lugar, porque ya en el siglo XX, la gente que vivía en el campo inmigraba a la ciudad, por lo tanto, se iban
perdiendo de a poco dichas creencias pasándose a obtener los valores de la vida de la cuidad.
En el último momento del cuento (denominado derrota de “el otro”), “el otro” realiza una última
tentativa: le ruega a Rodríguez que le preste atención, pedido al cual este no accede: “-Hablame, Rodríguez,
¿y esto?... ¡por favor, fijate bien!... ¿Eh?... ¡Fijate!”. Rodríguez simplemente le responde: “-¿Eso? Mágica,
eso”, desprestigiando complemente a “el otro” y a todo lo que lo rodea.
Ante semejante respuesta “el otro” pierde completamente la paciencia y emite el insulto vulgar que le
da un toque de humor a la narración: “-¡Te vas a la puta que te parió!”.
Ya “el otro” ha perdido ante Rodríguez, su orgullo ha sido herido y se siente derrotado y decide
volver al paso nuevamente en busca de nuevas víctimas, volviéndose de esta manera a la situación que se
había planteado en un comienzo. De ahí que el cuento posea un final cíclico: “Y mientras el zainito -hasta
donde no llegó la exclamación por haber surgido entre un ahogo- seguía muy campante bajo la blanca, tan
blanca luna tomando distancia, el otra vez oscuro, al sentir enterrársele las espuelas, giró en dos patas
enseñando los dientes, para volver a apostar a su jinete entre los sauces del Paso”.
Prof: Carina Loyarte
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