MODERNISMO El calificativo de “modernismo” se usa para caracterizar un movimiento artístico determinado y local, sino el arte occidental de toda una época, la que media entre el impresionismo y la eclosión de las primeras vanguardias del s. XX. Más que un estilo habría que decir que es una actitud hacia la creación artística; actitud que, siguiendo a Juan Ramón Jiménez, se puede definir como un impulso hacia la belleza. Este impulso trae consigo una libertad y un despegue de los modelos clásicos de la tradición artística, de ahí que en la órbita alemana se le llamara “secesionismo”. El modernismo, como dice también Juan Ramón Jiménez, se le puede considerar, en su impulso hacia la belleza, como un nuevo renacimiento; pero mientras que éste aspiraba a la resurrección de los modelos clásicos de la cultura grecorromana, el modernismo tiene su inspiración, sobre todo en sus comienzos, en lo gótico, lo medieval, constituyendo así una tendencia anticlásica. Esta búsqueda de la belleza implica una libertad – hasta entonces insospechada – de las técnicas artísticas tradicionales, pero el modernismo no llegó a rechazarlas. Los artistas del modernismo eran unos maestros consumados en la técnica, produciendo obras de gran calidad formal. Más que negarlas, parece como si maximizaran las técnicas tradicionales con el fin de alcanzar la belleza deseada: no desaprovechan ninguno de los recursos que la técnica académica les pone en sus manos. En esto, evidentemente, se diferencian de las vanguardias cuyo rechazo de la destreza técnica nos lleva a una especie de punto cero, a una nueva edad de piedra del arte. El camino de las técnicas académicas no podía ser explorado mucho más allá después del cenit de maestría que supone el modernismo. En este artículo voy a intentar aclarar el itinerario recorrido por el modernismo en ese impulso hacia la belleza a través de tres movimientos: Arts & Crafts, el simbolismo y el Art Nouveau. Veremos cómo los tres pretenden recuperar para la Vida ese ámbito de Belleza negado, olvidado o despreciado por la razón burguesa-capitalista o razón estratégica. Arts&Crafts El movimiento Arts&Crafts se define más bien por su ideología que por su estilo estrictamente estético. Este carácter ideológico lo diferencia del más estilístico y frívolo Art Nouveau. Arts&Crafts pretende luchar contra la inundación de objetos feos y vulgares en nuestra vida cotidiana. Esta fealdad es producida por la industria a través de la mecanización en el proceso artístico. Esta mecanización tiene como efecto la desaparición de la imaginación del artista en la producción de la obra de arte, ya que los diseños son en su mayor parte copiados de obras anteriores y calcados por dibujantes de la fábrica. El trabajador se transforma así de artesano a simple mecánico o copista. Esto provoca, como afirma Morris, una ruptura entre trabajo (el ámbito del interés) y la creatividad (el ámbito de la belleza). Y esta ruptura no es lo peor; lo grave es que el ámbito del interés ha suprimido el ámbito de la belleza. La solución de Arts&Crafts es hacer desaparecer la frontera entre lo utilitario y lo bello. Para conseguir esto, eliminan la frontera entre Arte con mayúscula y artesanía. Su lema podría ser: convirtamos a nuestros artistas en artesanos y a los artesanos en artistas. Esto es, pretenden introducir el arte “elevado” en la producción de objetos cotidianos, sacándolo de la creación de objetos excepcionales destinados a unos especialistas. De esta manera, contra la inhumanidad de la revolución industrial, intentan recuperar una actitud un tanto medieval, quizá romántica o idealizada, donde cada persona podía ser un artesano creativo. El elemento revolucionario de Wagner contra el arte “moda” entronca muy bien con estos movimientos socialistas, lo cual nos hace ver que la revolución del arte en su obra no es un elemento decorativo aislado, sino que bebe de una situación histórico-social muy concreta, que no es otra que la irrupción del capitalismo en el arte, esto es, de la conversión de la obra de arte en mercancía. Wagner tratará de sacar a la obra de arte de ese estado de postración en que, según él, vivía en el s. XIX a manos de un público aborregado, unos empresarios sin otro interés que el monetario, y unos artistas que dan al público lo que éste quiere. Recordemos que él vivió en sus carnes, en París, la división entre lo que hemos llamado “trabajo” y “creatividad”. La posición de Wagner se podría interpretar como de inversión, esto es, que intenta poner la creatividad sobre el trabajo. Ésta fue la interpretación corriente de muchos modernistas y simbolistas. Sin embargo, partiendo de sus propias obras escritas, su “obra de arte del futuro” se acerca mucho más a las posiciones de Morris, pudiéndose considerar como uno de los primeros “antiartistas”. Pero éste es un tema para otro artículo. El simbolismo Así como Arts&Crafts intentaba recuperar el ámbito de la creatividad y del trabajo imaginario frente al ámbito puramente útil y económico de la industrialización, el simbolismo pretendía recuperar el ámbito inconsciente y espiritual frente a la racionalidad omniabarcante y materialista de la civilización burguesa. Se trata, siguiendo a Nietzsche, de volver otra vez al arte dionisíaco frente al arte apolíneo, claro y consciente. Como el simbolismo lo voy a tratar en otro artículo, no lo voy a tratar aquí en profundidad. Baste destacar la aproximación a la música que gracias a él se produce en el modernismo. La música no trata con los conceptos, sino con la sensibilidad y los sentimientos. Es el arte de la Vida, de la seducción y de la sensualidad cuyo máximo exponente es Wagner. La música nos retrotrae a un estadio prehumano, irracional, incorpóreo y espiritual. El Art Nouveau basará su estilo decorativo en ritmos musicales “wagnerianos”, huyendo de la simetría y la proporción con procesos ondulados y sinuosos. Esta añoranza por la parte animal y prehumana se concreta en criaturas híbridas, tales como ninfas, faunos y sirenas, mitad seres humanos y mitad animales. Son personificaciones del instinto, de la lascivia y el desenfreno erótico, así como imágenes simbólicas del enigma, del misterio y de la perdición. Está claro que, según hemos visto, tanto el Arts&Crafts como el simbolismo pretenden recuperar el “hombre completo” que ha sido reducido o bien a la utilidad económica o bien a la dimensión de su razón consciente. El modernismo puede así ser considerado como un enfrentamiento a la razón estratégica de la cultura occidental. El Art Nouveau El nuevo vocabulario del simbolismo, unido a la reevaluación de las llamadas artes decorativas impulsada por Arts&Crafts, provocó la eclosión de un nuevo estilo decorativo que se llamó “Art Nouveau”. Frente a los puristas de Arts&Crafts que rechazaban la idea de un estilo consciente para hacer de su movimiento algo más bien ideológico y revolucionario, el objeto manifiesto de los diseñadores y arquitectos del Art Nouveau era descubrir un nuevo estilo para el s. XX. Era un estilo decorativo que divulgaba e incluso vulgarizaba el vocabulario del simbolismo (sus ninfas, sirenas, cisnes, lirios, etc) y lo imponía en las artes aplicadas de fin de siglo. A pesar de su filiación con Arts&Crafts y el simbolismo, su propósito no era recuperar el trabajo imaginativo ni el ámbito espiritual del hombre, sino simplemente la capacidad de goce en la vida cotidiana frente al sufrimiento y fastidio del trabajo. De ahí que el Art Nouveau se volviera a las artes aplicadas, como ya hizo Arts&Crafts, de manera que el artista era multidisciplinar, no un especialista: diseñaba desde el edificio hasta sillas y jarrones. Ya Morris había definido el arte como trabajo feliz. Los artistas del Art Nouveau entendieron que esa felicidad se podía conseguir de una manera menos ideológica y revolucionaria recurriendo simplemente a la solución psicológica. En vez de transformar el proceso industrial en proceso artesano por la incorporación del arte “elevado” en la creación de objetos cotidianos, los artistas del Art Nouveau se dedicaron a llenar los espacios cotidianos de objetos bellos, o bien a decorar los objetos utilitarios para hacerlos bellos. Un ejemplo de esto lo tenemos en las entradas del metro de París de H. Guimard, que convierte un medio de transporte frío y mecánico en algo agradable y elegante a través de un estilo floreal. Frente a la degradación de la ciudad y de nuestro entorno cotidiano por obra de la industrialización, el Art Nouveau quiere convertir estos espacios en el lugar de la Vida, con lo que la tarea del arte es hacerlos modernos, divertidos, festivos, elegantes. Todos los elementos decorativos del Art Nouveau huyen del pragmatismo mecánico, ofreciendo así una solución psicológica al problema de vivir en una sociedad industrial. Así, por ejemplo, en las casas se huye del bloque, se quieren las líneas y las superficies onduladas, grandes espacios abiertos, miradores y balcones salientes, luminosidad y ventilación. Lo ornamental, lo decorativo, es lo que determina el estilo del Art Nouveau. Lo ornamental ya no es algo secundario y superficial, sino que pasa a ser lo esencial de la obra de arte, el principio de su construcción. El Art Nouveau tiende a conformar su objeto como ornamento, que pasa a ser una simple superestructura a estructura. Así pues, lo ornamental es la respuesta del Art Nouveau a la razón estratégica-industrial, y lo que une el ámbito imaginativo de Arts&Crafts y el ámbito espiritual del simbolismo. Se pretende añadir un elemento bello (hedonístico) a un objeto útil, cumpliendo el designio de Arts & Crafts al identificarse la funcionalidad (lo útil) con el ornamento (lo bello), y cumpliendo también el del simbolismo, puesto que mantiene que sólo más allá de lo útil puede aparecer un valor espiritual Lo decorativo u ornamental permite explicar esta integración de las artes efectuada por el Art Nouveau. Veíamos que en el simbolismo la fusión de las artes se debía a entender el arte como lenguaje: de esta manera, la unión de varios medios estéticos ayudaría a la transmisión del mensaje de un modo más perfecto y completo. En el caso del Art Nouveau, la razón de la fusión no puede ser ésta, ya que no pretende comunicar contenido alguno – o al menos no es esto lo primordial -; es su carácter ornamental lo que fusiona las artes. Las figuras decorativas recorren la pintura, la escultura y la arquitectura: así las obras de arte se convierten en ornamentos pictóricos, escultóricos y arquitectónicos. Así como el carácter de ser medios de expresión era lo común que permitía fusionar las artes en el simbolismo, en el Art Nouveau es el carácter común de ser ornamento lo que les permite fusionarse: el todo fusionado no es más que un gran conjunto ornamentado. En este sentido, estos artistas no conciben sus construcciones únicamente como viviendas, ni las destinan a un uso puramente práctico, sino que las entienden como magnas realizaciones artísticas (entiéndase “decorativas”) en las que creaciones plásticas de todo tipo se integran en el conjunto. En estas grandes realizaciones lo floral y lo fantástico estallan con exuberancia colorista, lejos de cualquier normativa clásica y deshaciendo los límites de la contención habitual entre las distintas artes. Así, gran parte de la escultura de esta época está destinada a integrarse en la arquitectura. Esto no es exclusivo, por supuesto, del Art Nouveau, sino que ha sido muy frecuente desde siempre en los grandes edificios. Lo que es nuevo es el grado de integración. Antes era más bien una yuxtaposición que una auténtica integración: el arquitecto solía reservar en su edificios peanas y hornacinas en las que el escultor colocaba sus estatuas; sin embargo, en el Art Nouveau la escultura se funde literalmente con los muros de los edificios. Es evidente que esta fusión de las artes consigue el ideal de Belleza – y de goce que trae consigo – realizado en la Vida. Los individuos viven en un entorno todo él dominado por el ornamento, desde una lámpara hasta la cama, desde los muebles hasta las paredes. Pero el ornamento significa mucho más que belleza hedonística: el ornamento es lo móvil en el modernismo. Los ornamentos se realizan por medio de líneas curvas y sinuosas, rompiendo la asimetría y faltando al orden. Por ello el movimiento significa también vitalidad. Las líneas representan movimientos musculares y tensión de tendones. Este dinamismo y vitalismo se representa por medio de la riqueza de la vida orgánica. Esta vida se expresa mediante los elementos, entendidos como fuerzas orgánicas primigenias: el fuego llameante, el viento y, sobre todo, el agua ondulantes; se expresa también mediante formas orgánicas propiamente tales, como piel de tigre o de cebra, plumas de pavo real y alas de mariposas; las paredes de las habitaciones parecen estar sostenidas por un bosquecillo de tallos vegetales que crecen hacia arriba; e incluso los jarrones se diseñan como moluscos. Las casas y cúpulas de Gaudí presentan irisadas pieles de reptiles de escamas de cerámica; las construcciones de Victor Horta se desarrollan como flexibles tallos de flores, creciendo hacia arriba, como telas de araña y alas de libélula; los accesos al metro de París de H. Guimard, ya mencionados, no hacen pensar que se trate de entradas para un medio técnico de transporte de masas, sino más bien en un jardín, con sus lámparas en forma de orquídea. Dentro de los temas orgánicos y biológicos del Art Nouveau se prefieren las flores y los pájaros, sobre todo el cisne y el lirio, que tienen en común el blanco puro y cierta nostalgia. A los cisne les corresponde en Inglaterra los pavos reales, otro animal muy decorativo. Es curioso que una de las “pruebas” contra la teoría de la evolución, interpretada de forma utilitarista como la supervivencia del más fuerte, es la presencia de la bella cola de este ave, que sería un estorbo para su supervivencia. Este vitalismo y organicismo no lo considero gratuito. Lo interpreto como una reacción contra la racionalidad analítica y mecánica, reacción que ya sucedió en el romanticismo, por lo que se puede considerar al modernismo como un arte post-romántico, aunque Juan Ramón Jiménez lo califique como el arte del s. XX. El modelo de racionalidad en el s. XVIII era la racionalidad científica de corte newtoniano. Este modelo era mecánico: partía de átomos o elementos básicos que se unían en moléculas y cuerpos mediante unas leyes mecánicas. Todo fenómeno natural sería así el resultado o la “suma” de diversos elementos, de ahí la importancia del análisis. La mente humana también era concebida siguiendo este modelo: existirían unos elementos básicos (las percepciones y las ideas simples) que se unirían mediante leyes de asociación formando las ideas complejas, es decir, los fenómenos mentales complejos. El modelo mecanicista fue sustituido a principios del s. XIX por el modelo biologicista, gracias al avance de la biología. Las realidades biológicas no eran simples máquinas compuestas de piezas que se podían montar y desmontar: se pueden juntar todas las partes de un organismo y no por ello cobrará vida. La vida es, pues, algo más que lo dado por la mera conjunción de las partes. Y tampoco es analizable, ya que en el momento de analizarla, desaparece: si diseccionas un animal en sus partes buscando qué parte le da la vida, ésta se extingue en el momento de introducir el bisturí. La noción de vida se transforma en epistemología en las nociones de intuición o sentimiento, mientras que la racionalidad mecánica se concretó en la noción de entendimiento o razón. En palabras de Wagner, el entendimiento es un órgano analítico, es decir, “combinatorio, disolvente, divisor y separador”, mientras que el sentimiento es un órgano sintético y conjuntivo. El entendimiento es un órgano que une y separa los conceptos – los átomos de la mente – y sería sólo aplicable a la realidad física, mientras que el sentimiento sería un órgano que va más allá de los conceptos, acercándonos o bien al Absoluto o bien a la realidad en sí, yendo por tanto más allá o más acá del mundo físico (es lo que afirma el simbolismo) También se puede establecer la siguiente distinción: mientras que el entendimiento es un órgano abstracto, en tanto que los conceptos expresan lo común entre varios individuos, el sentimiento es un órgano concreto, a la manera de la intuición sensible, y por ello es lo único que “comprende y comunica la unidad de lo real”, y esta unidad expresa lo acabado, lo concluido, lo manifestado de manera precisa. Esta abstractividad de lo racional hace que el entendimiento sea estratégico: establece los medios para cumplir unos objetivos (racionalidad burocrática), puesto que puede quitar y poner piezas en el engranaje según la función que se desee que cumplan, sin importar la individualidad de esas piezas y su relación con el Todo. El sentimiento no es estratégico, en cuanto que se atiene a la unidad concreta de la realidad, lo que le hace descubrir la individualidad única e intransferible de los seres y su relación con el Todo (Uno en Todo, y Todo en Uno) Todo el modernismo se puede situar dentro de esta corriente romántica en lucha contra el entendimiento. Arts & Crafts lo hace contra la racionalidad económica, el simbolismo reclama ese ámbito del sentimiento y la intuición que nos lleva más allá o más acá de la conciencia, y el Art Nouveau propone la decoración como estructura y principio de lo funcional. De esta manera podemos entender mejor la fusión de las artes efectuada por el modernismo: cada forma artística no está cerrada en sí, como una máquina dentro del engranaje, sino que es como un órgano relacionado con todos los demás miembros del cuerpo y con el cuerpo en su totalidad. Debido a esta relación, a modo de nervios y venas, los cuadros tienden a salirse de sus marcos, las esculturas se fusionan con sus pedestales y tensionalmente se esparcen por las paredes. Creo que estamos en condiciones de entender mejor lo afirmado al comienzo de este artículo: que el modernismo es una aspiración hacia la realización de la Belleza. Esta Belleza ha de entenderse, según lo expuesto, dentro del ámbito de la intuición o el sentimiento, enfrentándose a la verdad pragmática o instrumentalista, fruto del entendimiento o razón. Como dice Baudelaire: “La poesía no puede, bajo pena de muerte o de mutilación, asimilarse a la ciencia o a la moral; no tiene a la verdad como objetivo, sólo se tiene a sí misma. Las formas de demostrar la verdad son otras y están en otras partes. La verdad no tiene qué hacer con las canciones. Todo aquello que constituye el encanto, la gracia, la irresistibilidad de una canción, quitaría a la verdad su autoridad y su poder. El humor de la demostración es frío, sereno, impasible y rechaza los diamantes y las flores de la Musa; es, pues, exactamente lo inverso del humor poético” La Belleza se definiría, negativamente, como desinterés; y positivamente no de una manera unívoca, como creatividad (Arts & Crafts), espiritualidad (el simbolismo) y goce (el Art Nouveau). Esta Belleza sería aniquilada por la verdad utilitaria, reduciendo unidimensionalmente al ser humano. El modernismo intentaría restituir ese ámbito de belleza, de la cual, según Morris, el hombre tendría un instinto en todas las épocas. En principio, ese intento de conseguir ese hombre completo en contra del reduccionismo de la cultura burguesa es un compromiso entre funcionalidad y belleza: se trataría de hacer un útil que sea a la vez bello. Sin embargo, el énfasis puesto a la decoración llevaría no a conseguir una síntesis, sino simplemente a dar la vuelta a la situación. Cierto Art Nouveau extremo puede atenerse a la frase: “bello y, si es necesario, también útil”. En ese intento de recuperar la parte fagocitada por la sociedad industrial, el modernismo coincidiría con las vanguardias: también éstas se oponen a la sociedad establecida y quieren recuperar un hombre más auténtico. Sin embargo, modernismo y vanguardias no coinciden en el cómo. Como hemos visto, el modernismo se puede considerar como un sucesor del modernismo, al que lleva a su máximo esplendor y exuberancia. De él recoge su vocabulario, pasado por el tamiz del simbolismo, y su atracción por lo exótico y arrebatador. Las vanguardias tratarán de recuperar ese hombre auténtico no a través de suntuosos faunos y ninfas, ni a través de estilemas recogidos de refinadas culturas orientales como la japonesa, sino a partir del primitivismo del arte de los pueblos salvajes, como el africano. De ahí su rechazo a la técnica académica, cosa que no podía hacer el modernismo, puesto que su vocabulario formal requería una gran destreza técnica.