Blog 2 El proceso docente como fuente de cultura política

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EL PROCESO DOCENTE EDUCATIVO COMO FUENTE
DE CULTURA POLÍTICA
Lic. Santiago Martín V.
INTRODUCCIÓN
La década de los ‘90 está signada, además de la corrupción, por el
autoritarismo totalizador de los grupos que detentaban el poder. Esta
característica se vio reflejada en el sistema educativo, profundizando aún más
este tipo de relaciones.
En el umbral del nuevo milenio, nos encontramos con gobiernos
democráticos que, si bien es cierto, muestran signos de cambio, resulta
insuficiente, ya que, a pesar de que estamos, históricamente hablando, ante
nuevos acontecimientos, gran parte de los problemas heredados por el
fujimorismo se mantienen enquistados en las instituciones políticas y, peor aún, en
la conciencia de los peruanos.
Este trabajo busca analizar esta etapa de nuestra historia, como diría
Hirschberger, “para comprender el hoy en función del ayer, no ya para aferrarse al
ayer, sino para liberarse de él...” y, además, que es necesario guardar en nuestra
memoria todo lo sucedido para que nunca más se vuelva a repetir.
¿De qué manera el sistema educativo debe influir en la democratización de la
sociedad? Aceptamos la tesis de Mariátegui: “... en una secuencia histórica, la
crisis de la educación es el reflejo de la crisis estructural de la sociedad”, pero
también creemos que la educación guarda una relación dialéctica con la economía
de la sociedad, pero no está totalmente condicionada; y es, sobre la base de ello,
que creemos e impulsamos propuestas para la transformación de la situación
problemática desde el proceso docente educativo, mas no descartamos que para
construir una sociedad democrática es necesario, también, por motivo de
eficiencia, una práctica paralela desde el movimiento social y político.
Esta investigación teórica está orientada a difundir y aportar conocimientos
genéricos que sirvan de instrumento para el abordaje de los problemas
mencionados de la práctica social, política y educativa. Es por ello que buscamos
reconocer la importancia de una cultura política para la construcción de una
sociedad democrática; fomentar la participación democrática como requisito para
la reconstitución del tejido social; valorar la importancia del desarrollo de una
actitud crítica, problematizadora, creativa y participativa en el proceso docente
educativo como base de una cultura política; examinar el proceso educativo, sus
componentes; y por último plantear algunas estrategias para que el proceso
docente educativo sirva de fuente para una cultura política.
En la sección I, haremos un análisis global de la crisis, delimitando en forma
más precisa el problema y la necesidad que surge de él; en la sección II, entramos
ya en la propuesta respecto del proceso educativo como fuente de una cultura
política en relación con la construcción de una sociedad democrática; en la
sección III, difundimos algunas estrategias para la democratización de la escuela.
DESARROLLO
SECCIÓN I
1.
Análisis global de la crisis
Sostenemos que en la actualidad nos encontramos ante una crisis,
entendemos el concepto crisis como ruptura, con una connotación de
transitoriedad. Desde la Marcha de los 4 suyos, en julio del 2000, y el 14 de
septiembre del 2000, fecha en la que se propaló un vídeo donde Montesinos
sobornaba a Alberto Kouri, hemos asistido a un progresivo desmoronamiento de la
Dictadura comandada por una cúpula de las FF. AA. y el fantoche ex Presidente
Fujimori para dar paso a gobiernos democráticos y elecciones limpias. Para un
mejor análisis de esa etapa identificaremos varios aspectos de la realidad.
1.1.
Aspecto Político
Desde el golpe del 5 de abril de 1992, hasta la fuga a Japón de Fujimori, la forma
de gobierno en el Perú fue una Dictadura Cívico Militar, que bajo el velo de
aparentes formas de democracia representativa (elecciones, libertad de prensa,
etc.), escondía la concentración del poder en el Ejecutivo, en coalición con la
cúpula de las FF. AA., el Congreso sumiso, nulo en su función fiscalizadora, y el
Poder Judicial controlado. Por lo tanto, un sistema político sin equilibrio de
poderes, un gobierno con un carácter netamente autoritario, cuyas decisiones se
tomaban al margen del pueblo, lo cual permitió, en una tendencia omnímoda,
copar todas las instituciones estatales e infiltrarse en las organizaciones no
estatales para de esta manera controlar los espacios y así evitar o reprimir fuerzas
contrarias y cuestionamientos al Régimen, lo que preparó las condiciones para
convertirse en un poder mafioso.
A través de intensas campañas psicosociales, chantaje, torturas y
matanzas, la Dictadura pretendió desprestigiar a los partidos políticos
“tradicionales”, calumniar a sus principales opositores, desmovilizar al pueblo con
la intención de resaltar al sistema político que ellos representaban como el único
capaz de lograr el progreso del país, allanando el camino para perpetuarse en el
poder.
Con el desmoronamiento acelerado de la Dictadura comprobamos que
cuando el sistema político se erige sobre la base de caudillos, de concentración
extrema de poder, de una marcada estructura de jerarquización vertical, los pilares
son frágiles y se desvanecen sin resistencia.
1.2.
Aspecto Económico
Desde el salvaje ajuste económico en agosto de 1990, en el Perú, se aplica
el modelo económico neoliberal que ha acentuado las diferencias económicas,
excluyendo a los sectores populares de la posibilidad de condiciones de vida
favorables para su pleno desarrollo como seres humanos, el 50% de la población
vive por debajo de la línea de pobreza durante 10 años; el consumo de calorías
per cápita es el más bajo de América Latina, junto con Haití (1850 calorías diarias,
cuando la FAO pide que el mínimo sea de 2400, para que un país tenga seguridad
alimentaria). Todo acentuado por las altas tasas de desempleo y subempleo.
En el Perú no ha cesado el esquema de crecimiento y acumulación económica
basado en la exportación de productos primarios, lo cual, con la liberalización del
mercado, ha perjudicado tremendamente a la industria nacional, conllevando a un
quiebra progresiva de la pequeña y mediana empresa. En el año 2000, 1700
empresas se declararon insolventes. Ahora sabemos que en países
subdesarrollados como el nuestro, el modelo económico neoliberal va de la mano
con la recesión.
Nuestro país se ha visto envuelto en un festejado proceso de globalización,
lo que significó la expansión de las relaciones económicas, políticas y culturales; lo
que ha producido la intensificación en el Perú del tutelaje del FMI, el BM y el BID,
y con ello, el dominio y la dependencia, con una deuda externa que cada día nos
hace ver con ojos ajenos.
1.3.
Aspecto Social
En el Perú, la sociedad se encuentra fragmentada, coincidimos con Agenda
Perú (1996:33-34) cuando afirman que “... existen serios problemas para la
participación en diversas formas de acción colectiva y para que las personas se
identifiquen con los movimientos sociales y con las instituciones que esta acción
podría, eventualmente, construir...”
El país se encuentra profundamente desarticulado. Las dificultades para
actuar en conjunto tienen su raíz en múltiples fracturas, de carácter étnico-social,
de género y cultural. Además, las reiteradas campañas promovidas por el
gobierno fujimorista han surtido efecto, se han generalizado prejuicios sobre la
política. A los que integran movimientos sociales, sindicatos o partidos que ansían
la justicia social, fueron tildados de violentistas y hasta terroristas, lo que fomentó
la desconfianza en la acción colectiva, contribuyendo al deshilachamiento del
tejido social, una muestra de lo expuesto es que para las elecciones de abril del
2001 eran 360 la agrupaciones políticas que recabaron sus planillones de
inscripción.
1.4
Aspecto Moral
Debo confesar, lo que más me preocupa del lastre fujimorista es el riesgo de que
los valores contrarios a la moral transmitidos a la población peruana como la
mentira, el chantaje, el robo, etc. se conviertan en habituales. A menudo se
escuchan frases en relación a la corrupción campeante durante el Régimen
Dictatorial como: “si todos los presidentes han robado, qué importa que Fujimori
también lo haya hecho, si construyó muchas obras.” Absalón Vásquez dijo: “Yo me
quedo con el Fujimori que realizó obras en bien del pueblo”, como si el ser
humano pudiera desligarse de algunas de sus dimensiones; estas frases son una
clara expresión de un relativismo moral, la convicción de que el fin justifica los
medios.
Bajo la falacia de que la naturaleza es antiigualitaria y, por lo tanto, somos
desiguales por naturaleza, los teóricos neoliberales anuncian sus tesis
individualistas, egoístas y antihumanistas.
1.4.
Aspecto de Cultura y Educación
En esta parte tomamos, como referencia, el ensayo Neoliberalismo y
Educación, cuyo autor es el Dr. Juan Rivera Palomino, quien hace un análisis de
la problemática educativa del país.
Existe una desarticulación histórico estructural entre el aparato productivo y
el sistema educativo, es más, ante la carencia de un Proyecto Nacional de
Desarrollo, no se precisa al sistema educativo qué habilidades, destrezas y
competencias exige la sociedad al egresado del servicio educativo.
La educación transmite la cultura urbana occidental, marginando a la cultura
rural amazónica, lo que genera frustraciones y sentimientos de
inferioridad en las clases populares, predominantemente de origen rural.
El centralismo y las relaciones antidemocráticas también son una
característica del sistema educativo peruano, ya que las reformas educativas se
han hecho a espaldas del magisterio y del pueblo. Con el Gobierno Transitorio se
logró que la Comisión de Consulta Nacional para la Educación elevara un informe
de consenso a nivel nacional; el Presidente Toledo, mediante sus ministros, busca
consensos con el SUTEP cuando ya se ha iniciado otra reforma educativa y
cuando los dirigentes del SUTEP denuncian que los acuerdos a los que se llegan
no son vinculantes, es decir, no se exige que se cumplan, y justamente no se
cumplen según sus denuncias.
Emilio Morillo (1994:72) nos dice: “La educación es un espacio de
relaciones jerárquicas y de dominación, tanto por la gestión vertical y burocrática
del servicio educativo, como por los métodos educativos coercitivos que
prevalecen en los procesos educativos.” Ésta es una tendencia generalizada con
escasas excepciones.
Es un hecho que la educación de calidad se oferta para la élite. Los
integrantes del Programa Tinkuy Tarea (1993:36) afirman que “... en una dinámica
absurda, los recursos materiales educativos se distribuyen contrariamente a los
requerimientos de los usuarios ... estas condiciones desfavorables nos están
demostrando la permanencia de condiciones antidemocráticas en la vida de las
escuelas en el país”, por lo tanto, este carácter excluyente es reproducido por y en
el sistema educativo.
Los medios de comunicación, contrariamente a su fin de fomentar cultura,
influyen negativamente en la niñez y en la juventud, malformando, deseducando,
cosificando y violentando las culturas regionales.
A partir del análisis de la sociedad peruana de los ‘90, nos damos cuenta
que uno de sus principales problemas es su exclusión, hermano siamés del
autoritarismo. No hace falta ser muy audaces para darse cuenta que la nuestra es
una sociedad profundamente antidemocrática.
Pero toda crisis implica un proceso de destrucción y construcción, es por
eso que nosotros apostamos por la instauración de una sociedad democrática.
¿Qué entendemos por democracia?, ¿qué modelo de democracia requerimos para
el Perú? Son preguntas que motivan una breve argumentación que precise
nuestro marco conceptual.
En cuanto a la conceptualización de democracia, coincidimos con Gurutz
Jáuregui (1994:13) cuando señala: “La democracia constituye un ideal cuyo
objetivo fundamental es la consecución de la plena libertad e igualdad de los seres
humnanos”. Dentro de este marco conceptual optamos por un modelo participativo
de la democracia. El origen de este modelo son los movimientos sociales de los
70’ en el mundo que se caracterizaron por un intento de forjar formas de
actuación política participativa, mediante la implicación en la política activa y la
intervención en los procesos de decisión del mayor número de ciudadanos
posible.
La participación implica una actitud tendiente a la actividad manifestada en
una serie de comportamientos ante la vida política. En cuanto a contenido y
alcance existe un doble carácter de la participación, pues, en primer lugar,
constituye un fin en sí mismo, como condición esencial, tanto para el logro de la
libertad como para el desarrollo de la igualdad y ahí radica el segundo carácter,
pues también es un medio para obtener los fines mencionados. “Si no se otorga a
los ciudadanos -dice Jáuregui (1994:114)- el derecho a participar en los asuntos
que le afectan, difícilmente podrán ser dueños de sí mismos, por lo tanto, la
participación constituye una expresión de la autonomía y, en definitiva, de la
libertad del ser humano”.
Es un hecho que la desigualdad social está intrínsecamente unida a la
escasa participación, por lo que se entiende que para que exista una sociedad
más equitativa, además de otros factores, resulta imprescindible un sistema
político más participativo.
Creemos que la democracia participativa no supone la participación directa
en el acto final de adopción de decisiones políticas, sino en la participación en los
procesos de decisión que conllevarán, posteriormente, a las decisiones definitivas,
para ello, los participantes deben poseer cultura política que los haga aptos para
desenvolverse en forma eficiente. De esto deducimos que, uno de los factores
para la construcción de una sociedad democrática es la formación de ciudadanos
con una cultura política básica, mediante un sistemático proceso docente
educativo.
Los integrantes de Agenda Perú concluyen que para lograr en el Perú,
gobernabilidad democrática y buen gobierno, uno de los procesos fundamentales
es el de igualación de las relaciones sociales, es decir, la democratización de la
sociedad; es por eso que trazan en su agenda, desafíos y responsabilidades,
dentro de los que se encuentra el desarrollo y difusión de valores democráticos. Si
bien es cierto, esta labor puede llevarse a cabo desde la familia y la comunidad, es
el proceso docente educativo el llamado a desarrollar y difundir con mejor
proyección los valores democráticos, que son parte de una cultura política, y en
los cuales se fundamentan los patrones de interacción social, algo imprescindible
para evitar que comportamientos autoritarios prevalezcan en el ejercicio del poder
y de la autoridad.
SECCIÓN II
2.
El proceso docente educativo como fuente de una cultura política
Según Jacqueline Peschard, cultura política son los valores, concepciones y
actitudes que se orientan hacia el ámbito específicamente político, es decir, el
conjunto de elementos que configuran la percepción objetiva que tiene la
población respecto del poder. Es evidente que un sistema democrático eficaz y
perdurable se apoya en instituciones y organizaciones políticas sólidas. Aquí surge
una pregunta: ¿de qué manera la cultura política influye tanto en la construcción
de las instituciones y las organizaciones de una sociedad, como el mantenimiento
de las mismas? Respondemos diciendo que la cultura política les brinda
consistencia, pues refuerza, en los que conforman las instituciones u organización
política, su sentido de pertenencia en torno a ideales, enfoques libremente
asumidos y experiencias colectivas, de lo contrario, sus lazos frágiles se
desvanecen ante la ausencia de un derrotero común, un claro ejemplo fue el
desmoronamiento del régimen fujimorista, pues no respondía a un norte colectivo,
sino sólo a apetitos personales.
Vemos entonces la importancia de que la población aprenda e interiorice
una cultura política mediante un agente de socialización y qué mejor que el
proceso docente educativo.
2.1.
Dimensiones del proceso docente educativo
Es preciso expresar que los conceptos que vamos a verter, se encuentran
dentro de la teoría didáctica del Dr. cubano Carlos Alvarez Zayas.
Un país desarrollado, o que aspire a serlo, tiene que plantearse el objetivo de que
todos sus miembros estén preparados para ejecutar un determinado papel, entre
las múltiples funciones que llevan a cabo en el seno de dicha sociedad. Para
satisfacer la necesidad de preparación de los ciudadanos de una sociedad, hace
falta formarlos. De esto se infiere que debe existir un proceso cuya función sea la
de preparar al hombre en todos los aspectos de su personalidad, este proceso de
formación es estudiado por la pedagogía.
El proceso formativo se clasifica en proceso formativo no escolar y en
proceso docente educativo, que es un proceso sistémico y posee las tres
dimensiones que a continuación exponemos.
El proceso formativo se proyecta en tres dimensiones, constituyendo una
unidad dialéctica, pues, si bien es cierto, la naturaleza del objeto de las tres es la
misma, las diferencian el fin que persiguen, es decir, su función. Estas tres
dimensiones son:
a)
Proceso educativo, cuya función es la de formar al hombre para la
vida, apropiándose de los valores y sentimientos propios del hombre como ser
social, por lo tanto, el proceso educativo posee una connotación valorativa.
b)
Proceso instructivo, cuya función consiste en formar a los hombres en
una rama del saber humano, de una profesión para vivir. Entonces el proceso
instructivo tiene una connotación cognitiva.
c)
Proceso desarrollador, cuya función es la de formar hombres en
plenitud de sus facultades, tanto espirituales como físicas; un aspecto de las
facultades a desarrollar es el actitudinal, por lo tanto, el proceso
desarrollador posee una connotación actitudinal.
La conceptualización hecha por Jacqueline Peschard sobre cultura política
posee estas tres connotaciones o dimensiones cuando afirma que cultura política
son los valores, concepciones y actitudes que se orientan hacia el ámbito
específicamente político.
Dentro de una cultura política, los valores que urge difundir son los valores
democráticos de libertad e igualdad, forjados en un ambiente que favorezcan, en
los estudiantes, la decisión y ejecución propia de sus acciones, el dominio sobre
sus facultades y su cuerpo, la independencia de su conducta, en pocas palabras diría Agusto Salazar Bondy- la libre disposición de su ser.
Asimismo, urge transmitir a los alumnos, mediante el proceso docente
educativo y como parte de su dimensión instructiva, las concepciones políticas, los
enfoques filosóficos e información básica sobre economía política. Al respecto
Alvarez (1994:98) afirma que “cada sujeto en su formación, y a partir de las
necesidades sociales, y de la asimilación socializada de la cultura, genera su
propia personalidad y concreta su indagación libre de la verdad, humanizando su
verdad, su enfoque, que sólo la práctica social lo va ubicando como proceso
histórico social”. En la escuela se deben gestar las ideas, conceptos básicos y
modelos que van conformando los criterios para una futura reforma social, en ese
sentido, la escuela participa activamente desde adentro en el desenvolvimiento
político de la sociedad. En consecuencia, la escuela se convierte política ya que
reflexiona acerca de las vías para que el hombre sea más pleno, más libre, más
autorrealizado. Asimismo contribuye a que el pueblo sea menos dependiente.
Rechazamos toda confusión en cuanto a convertir el proceso docente educativo
en un proceso de adoctrinamiento, donde se implante la ideología de un sector
político y/o social dominante.
Para que los usuarios del servicio educativo posean cultura política deben
desarrollar, también, una actitud crítica, problematizadora y participativa, actitudes
que se deben plasmar en la práctica, al respecto Alvarez (1994:99) señala que “la
participación consciente de los profesores y estudiantes en el análisis, valoración y
solución de los problemas inherentes a los procesos sociales se convierte en una
vía fundamental de la formación de ellos mismos. El ciudadano se forma en la
lucha cotidiana y se apoya en la comprensión esencial de la ciencia, todo lo cual
estimula la justicia social, la libertad, la democracia participativa y el desarrollo
humano”.
SECCIÓN III
3.
Estrategias de democratización en la escuela
En la escuela, el proceso de socialización de la cultura política va
estrechamente ligado a un proceso de democratización, para el cual los
integrantes del Programa Tinkuy Tarea plantean las estrategias que a mi parecer
son las más audaces.
Afirmar en el niño y los jóvenes los valores democráticos y así convertirlos
en actores de la democratización de la sociedad.
Esta afirmación parte del reconocimiento del carácter autoritario de la
relación maestro-alumno, que reduce al alumno a un segundo plano, a un rol
pasivo, como receptor de instrucciones y conocimientos ajenos a su experiencia
de vida cotidiana y, por lo tanto, surge la necesidad de replantear esta relación
sobre la base del reconocimiento del niño y del joven como sujetos. Para
conseguirlo es necesario:
a)
Reconocer al alumno como sujeto y plantear el aprendizaje a partir de
sus posibilidades antes que de sus carencias:
Reconocerlo como centro gravitante de la acción educativa al interior de la
escuela;
Conocer las características de su realidad como niño o adolescente y como
miembro de su comunidad;
Favorecer en todo momento la expresión de sus experiencias de vida y
opiniones.
b)
Plantear el aprendizaje y la educación en la democracia como
desarrollo de sus propias potencialidades:
Desarrollar integral e integradamente su inteligencia, su afectividad y
psicomotricidad.
Desarrollar especialmente su expresividad y su creatividad.
c)
Promover, especialmente, la autoestima del niño, como condición de
genuina participación. En una relación autoritaria, ésta presupone que el que se
someta él es afectado por una baja autoestima y actitud sumisa, por lo tanto, es
necesario que el alumno:
Desarrolle la convicción de que vale, que puede y que es capaz,
aceptándose a sí mismo, a su familia y a su comunidad.
Sienta que no es objeto, que es sujeto de derecho, que tiene derecho a sus
espacios de expresión, a la aceptación social.
Participe confiando en sus propias capacidades como persona y en la
posibilidad de aportar y ser respetado.
d)
Reconocerlos como protagonistas del proceso de aprendizaje y por lo
tanto:
Planificar y evaluar con ellos.
Determinar con ellos las normas de disciplina del grupo.
Afrontar colectivamente las tareas en el aula.
Promover para ello la organización real de los alumnos.
Dar criterios que favorezcan su capacidad de crítica y propuesta.
Para la construcción de un currículo que sirva a la democracia en la
escuela, se deben adecuar los criterios señalados.
Estamos convencidos de que si la educación llega a convertirse en fuente
de una cultura política básica se habrá dado un gran paso para la democratización
de la sociedad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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1997.
·
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MORILLO MIRANDA, Emilio. “Una luz apagada: Reforma Educativa
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Rivera Palomino, Juan. “Neoliberalismo y Educación”. Asociación de
Investigación y Tecnología Educativa ATEI. Mimeo. Lima,1999.
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