HISTORIA DEL ARTE - Colegio Federico Froebel

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Arte
Arte es toda creación u obra que expresa sentimientos, con
patrones culturales de belleza y estética; utilizando formas,
colores, palabras, sonidos, movimientos u otros medios o
manifestaciones
Es una forma de la conciencia social que tiene por objeto satisfacer las necesidades
espirituales de los hombres haciendo uso de la materia, la imagen, el sonido, la expresión
corporal, etc.
El arte es también un juego con las apariencias sensibles, los colores, las formas, los
volúmenes, los sonidos, etc. Es un juego gratuito donde se crea de la nada o de poco más
que la nada una apariencia que no pretende otra cosa que engañarnos. Es un juego
placentero que satisface nuestras necesidades eternas de simetría, de ritmo o de sorpresa.
El término arte procede del latín ars(habilidad).
Arte es el sexto sentido del ser humano que lo posee y que le da la habilidad de ver más
allá de la simplicidad, de colores, figuras, siluetas, sonidos, olores...
Artista y Artesano
Es a finales del siglo XV, durante el Renacimiento italiano, cuando por primera vez se
hace la distinción entre artesanía y bellas artes y, equivalentemente, entre artesano
(productor de obras múltiples), y artista (creador de obras únicas). Es también en este
período cuando se elabora un lenguaje propio para diferenciar la forma exterior de la
representación formal, quedando clasificadas las artes liberales (las actuales bellas artes)
en tres oficios: arquitectos, escultores y pintores. O sea, el artista es la persona que hace
sus cosas con su propia imaginación, digamos obras suyas y el artesano es el que hace las
cosas que le dicen que haga pero no son su idea.
Las nueve artes reconocidas son:
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Las seis primeras son arquitectura, danza, escultura, música, pintura y poesía
(literatura).
El séptimo es la cinematografía.
La octava es la fotografía, aunque se alega que es una extensión de la pintura.
La novena es la historieta, aunque se alega que es un puente entre la pintura y el
cine.
Algunos consideran otras artes en la lista, como la televisión, la moda, la publicidad o los
videojuegos.
HISTORIA DEL ARTE
El nacimiento del arte
Reconocemos la existencia de un ser humano cuando encontramos
utensilios que nos hablan de su vida material, testimonio de su esfuerzo
por dominar la naturaleza. Con él comienza la historia del arte.
A lo largo de miles de años, las razas humanas trabajaron objetos de sílex: recogían
pequeñas piedras y las golpeaban hasta lograr la forma deseada. Por eso, ese período de
la historia de la humanidad se llama Paleolítico. Obtenían de ese modo hachas,
raspadores, punzones o puntas de flecha que revelan una voluntad de perfección técnica.
Eran, pues, objetos útiles, destinados en su mayor parte a tareas de subsistencia: la caza
era su forma de vida.
Para vivir aprovechaban las cuevas, donde se han encontrado muchos de sus restos.
También recogían materiales de formas y colores atractivos, como cristales, minerales,
fósiles, que llevaban a sus cuevas como amuletos, o, a veces, colocaban junto a sus
muertos. En esta manipulación, que en ocasiones incluye trazos incisos en huesos o
piedras, se reconoce una incipiente experiencia artística.
A la última fase del Paleolítico, entre el año 35000 a.C. y el 8500 a.C., que se llama
Paleolítico Superior, corresponden la industria y las manifestaciones artísticas más
avanzadas. Estas se pueden dividir en dos grandes grupos: por un lado, el arte portátil o
mobiliar, que comprende objetos transportables; por otro lado, el arte rupestre o parietal,
que se refiere a las representaciones sobre las paredes de las cuevas.
Los objetos más llamativos son estatuillas realizadas en piedra que representan mujeres,
en relieve o bulto redondo, de pequeño tamaño (entre 5 y 25 cm). En ellas destacan las
partes del cuerpo relacionadas con la procreación, es decir, pechos, nalgas, pubis y
caderas. La cabeza carece de rostro y las extremidades son muy reducidas o no existen.
Las más conocidas son las llamadas «venus» de Lespugue y de Willendorf. Se han
interpretado como exvotos para favorecer la fecundidad de la tribu. Son, pues, estatuassímbolo de la maternidad.
También nos han llegado esculturas de animales y piezas talladas en hueso o marfil,
cuchillos, colgantes o bastones, con dibujos labrados en su superficie, lo que hace pensar
en un sentido simbólico.
El arte rupestre o parietal se encuentra en varias cuevas de la cornisa cantábrica, como
las de Tito Bustillo en Asturias y Altamira en Cantabria, y del sur de Francia, como la de
Lascaux.
Para obtener los pigmentos se servían de óxido de manganeso, con el que conseguían
tonalidades violáceas; óxido de hierro, que produce una gama rojo-ocre; carbón y sangre;
empleaban como aglutinante grasa animal, que se absorbe en la roca, lo que explica su
inalterabilidad.
Como instrumento utilizaban sus propios dedos o rudimentarios pinceles; a veces
aplicaban la pintura por medio de un procedimiento, denominado impronta, se basa en la
imposición de una plantilla, por ejemplo una mano, sobre la roca, lo que permite
reproducir su silueta, bien en positivo o en negativo. En ocasiones, contorneaban la figura
con un buril.
Mientras las figuras humanas son muy esquemáticas, las de animales, mayoritariamente
bisontes y caballos, sorprenden por el uso que hacen de algunos recursos que demuestran
una voluntad naturalista, como el aprovechamiento del relieve para insinuar volumen o la
gradación de tonos de color para sugerir bulto. Aunque muchas veces se trata de
imágenes muy simples, conseguidas por el dibujo del perfil, hay otras más complejas,
como las que recurren a la llamada perspectiva torcida, basada en dos o más puntos de
vista simultáneos en la misma figura representada.
La interpretación de estas pinturas es todavía incierta. Se cree, mayoritariamente, que
formaban parte de un rito de magia simpática: la representación de un animal propiciaba
el éxito en la caza. Pero algunos investigadores han sugerido que los animales -caballo y
bisonte, en concreto- sean signos de dos conceptos opuestos, lo masculino y lo femenino:
las figuras formarían parte, pues, de un rito de fertilidad.
Al final del Paleolítico Superior, hace unos once mil años, la tierra comenzó a sufrir un
cambio climático, con una elevación de la temperatura. Ello supuso un cambio en la
vegetación, la fauna y las costumbres humanas. El período comprendido entre el
Paleolítico Superior y el Neolítico, entre el 8500 y el 5500 a.C. se denomina Mesolitico
Las pinturas de este período, algunas halladas en el este de la península Ibérica, son muy
esquemáticas y casi monocromáticas, realizadas en abrigos rocosos, abiertos al exterior.
Tienen un carácter narrativo: cuentan la vida de la tribu, con sus diferencias de género y
distintas actividades, como pueden ser la caza o la recogida de la miel.
Hacia el año 5000 a.C. la población peninsular y la de las islas Baleares, cuyos primeros
pobladores se habían asentado en ellas unos tres mil años antes, empezaron a beneficiarse
de la revolución neolítica, que había surgido en Oriente Próximo y se fue extendiendo por
toda Europa. Se ha denominado «revolución» neolítica porque, aunque los cambios se
sucedieron progresivamente, constituyeron una de las modificaciones más trascendentes
de la evolución humana. De esta forma, hicieron su aparición en la Península la
domesticación de animales, la agricultura y la fabricación de objetos de cerámica y
tejidos. La producción de alimentos y la población aumentaron. Surgieron núcleos más
estables, la división del trabajo, las jefaturas políticas y la propiedad privada de los
excedentes. En definitiva, el hombre por fin se hizo sedentario.
Estos factores, sin embargo, no se produjeron a la vez en el conjunto del territorio
peninsular. Por ejemplo, en la costa mediterránea y sus zonas de influencia se manifestó
el fenómeno con mayor prontitud.
Así, es en la Cueva de l'Or (Alicante) donde se han encontrado restos, fechados
aproximadamente en el 4500 a.C., que ilustran las más antiguas manifestaciones del
Neolítico peninsular. Se trata de objetos de cerámica denominada cardial o impresa por
su decoración, a la que se unen los primeros vestigios de cultivos de cereales y una
industria de hueso y de piedra pulimentada. En general, en todo levante y en Aragón se
han identificado los primeros asentamientos plenamente neolitizados.
La zona de Andalucía y el sur de Portugal tiene también vestigios muy antiguos de
neolitización. Uno de los yacimientos más importantes es la Cueva de la Carigüela
(Piñar, Granada), ya que es uno de los pocos en los que se ha hallado cerámica cardial, de
influencia levantina, pero más tardía. Destaca también la Cueva de los Murciélagos
(Córdoba), asentamiento ya claramente sedentario con vestigios de agricultura y
domesticación animal. Predomina fundamentalmente la cultura de las cuevas, pero
también existieron asentamientos al aire libre, como La Dehesa (Lucerna del Puerto,
Cádiz), El Judío (Almonte, Huelva), La Molaina (Pinos Puente, Granada) y Lebrija
(Sevilla), este último con importantes restos de estructuras y cerámica cardial.
Para el resto de la península Ibérica, los yacimientos son muy poco abundantes. En
general, el proceso de neolitización fue bastante tardío y dio lugar a comunidades basadas
en la agricultura y el pastoreo. Solo existen algunas evidencias de cerámica, como en la
Cueva de Les Pedroses (Asturias).
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