La consulta de Plinio y la respuesta de Trajano

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La consulta de Plinio
y la respuesta de Trajano
Cayo Plinio Cecilio Secundo (h. 61 - h. 113), sobrino e hijo adoptivo de Plinio el Viejo,
alumno de Quintiliano y amigo de Tácito, de Suetonio y de Trajano, se crió y vivió en los
círculos sociales y culturales más selectos y refinados de Roma a finales del siglo I y
comienzos del II. Autor de varias obras hoy perdidas, hasta nosotros han llegado el
Panegírico de Trajano y las Cartas, divididas en diez libros. El libro X incluye la
correspondencia oficial entre Plinio y el emperador Trajano, tras su nombramiento como
gobernador de Bitinia-Ponto en el año 110.
Después de un cursus honorum completo en Roma, fue enviado por Trajano a reorganizar
las convulsionadas provincias de Bitinia y Ponto, con el título de legatus Augusti pro
praetore, y, por lo tanto, con pleno imperium judicial, incluyendo la facultad de pronunciar
la pena de muerte. Ejerció el cargo entre 111 y 113.
Carecemos de noticias concretas acerca de la provincia de Bitinia-Ponto (Asia Menor,
región privilegiada del apostolado de Pablo), pero la misma correspondencia de Plinio
acredita que había en la zona diversas comunidades cristianas. Por su descripción podemos
colegir que se trataba de una iglesia puramente gentil cuyos miembros observaban una
conducta correcta y cantaban himnos a Cristo como a Dios.
José Montserrat torrents describe el cristianismo de Asia Menor, caracterizándolo como
inclinado a la apocalíptica, al profetismo y al encratismo.
Plinio recibió denuncias respecto a un buen número de cristianos (sin tal instigación la
maquinaria judicial romana no solía moverse) y escribió a Trajano para resolver las dudas
que le planteó la situación.
La consulta de Plinio
Cayo Plinio a Trajano emperador.
Es costumbre en mí. señor, darte cuenta de todo asunto que me ofrece dudas. ¿Quién, en
efecto, puede mejor dirigirme en mis vacilaciones o instruirme en mi ignorancia? Nunca he
asistido a procesos de cristianos.
 De ahí que ignore qué sea costumbre o hasta qué grado castigar o investigar
en tales casos.
 Ni fue tampoco mediana mi perplejidad sobre si debe hacerse alguna
diferencia de las edades, o nada tenga que ver tratarse de muchachos de
tierna edad o de gentes más robustas:
 si se puede perdonar al que se arrepiente, o nada le valga a quien en
absoluto fue cristiano haber dejado de serlo;
 si hay, en fin, que castigar el nombre mismo, aun cuando ningún hecho
vergonzoso lo acompaña, o sólo los crímenes que pueden ir anejo al nombre.
Por de pronto, respecto a los que me eran delatados como cristianos, he seguido el
procedimiento siguiente: empecé por interrogarles a ello mismos.
Si confesaban ser cristianos, los volvía a interrogar por segunda y tercera vez con amenaza
de suplicio. A los que persistían, los mandé ejecutar. Pues fuera lo que fuere lo que
confesaban, lo que no ofrecía duda es que su pertinacia y su obstinación inflexible tenía que
ser castigada.
Otros hubo, atacados de semejante locura, de los que, por ser ciudadanos romanos, tomé
nota para ser remitidos a la Urbe.
Luego, a lo largo del proceso, como suele suceder, al complicarse la causa, se presentaron
varios casos particulares. Se me presentó un memorial. sin firma, con una larga lista de
nombres. A los que negaban ser o haber sido cristianos, y lo probaban invocando, con
fórmula por mi propuesta, a los dioses, y ofrecían incienso y vino a tu estatua, que para
este fin mandé traer al tribunal con las imágenes de las divinidades, y maldiciendo por
último a Cristo -cosas todas que se dice ser imposible forzar a hacer a los que son de
verdad cristianos-, juzgué que debían ser puestos en libertad.
Otros, incluidos en las listas del delator, dijeron sí ser cristianos, pero inmediatamente lo
negaron; es decir, que lo habían sido, pero habían dejado de serlo, unos desde hacía tres
años, otros desde más, y aun hubo quien desde veinte. Éstos también, todos, adoraron tu
estatua y las de los dioses y blasfemaron de Cristo.
Ahora bien, afirmaban éstos que, en suma, su crimen o, si se quiere, su error, se había
reducido a haber tenido por costumbre, en días señalados, reunirse antes de rayar el sol y
cantar, alternando entre entre sí a coro, un himno a Cristo como a Dios, y obligarse con
solemne juramento no a crimen alguno. sino a no cometer hurtos ni latrocinios ni adulterios,
a no faltar a la palabra dada, a no negar, al reclamárseles, el deposito confiado. Terminado
todo esto, decían que la costumbre era retirarse cada uno a su casa y reunirse nuevamente,
para tomar una comida, ordinaria empero, e inofensiva; y aun eso mismo lo habían dejado de
hacer después de mi edicto por el que, conforme a tu mandato, había prohibido las
asociaciones secretas.
Con estos informes me pareció todavía más necesario inquirir qué hubiera en todo ello de
verdad, aun por la aplicación del tormento a dos esclavas que se decían ministras. Ninguna
cosa hallé, sino una superstición perversa y desmedida. Por ello, suspendido los procesos, he
acudido a consultarte. El asunto, efectivamente, me ha parecido que valía la pena de ser
consultado, atendido sobre todo el número de los que están acusados. Porque es el caso que
muchos, de toda edad, de toda condición, de uno y otro sexo, son todavía llamados en
justicia, y lo serán en adelante. Y es que el contagio de esta superstición ha invadido no sólo
las ciudades, sino hasta las aldeas y los campos; mas, al parecer, aún puede detenerse y
remediarse. Lo cierto es que, como puede fácilmente comprobarse, los templos antes ya
casi desolados, han empezado a frecuentarse, y las solemnidades sagradas, por largo
tiempo interrumpidas, nuevamente se celebran, y que, en fin, las carnes de las víctimas,
para las que no se hallaba antes sino un rarísimo comprador, tienen ahora excelente
mercado. De ahí puede conjeturarse qué muchedumbre de hombres pudiera enmendarse
con sólo dar lugar al arrepentimiento
C. PLINIUS TRAIANO IMPERATORI
(1) Sollemne est mihi, domine, omnia de quibus dubito ad te referre. Quis enim potest
melius uel cunctationem meam regere uel ignorantiam instruere? Cognitionibus de
Christianis inter uinumquam: ideo nescio quid et quatenus aut puniri soleat aut quaeri.
(2)Nec mediocriter haesitaui, sit ne aliquod discrimen aetatum, an quamlibet teneri nihil
a robustioribus differant; detur paenitentiae uenia,an ei, qui omnino Christianus fuit,
desisse non prosit; nomen ipsum, si flagitiis careat, an flagitia cohaerentia nomini
puniantur. Interim, <in>iis qui ad me tamquam Christiani deferebantur, hunc sum
secutus modum.
(3) Interrogaui ipsos an essent Christiani. Confitentes iterum ac tertio interrogaui
supplicium minatus; perseuerantes duci iussi. Neque enim dubitabam, qualecumque
esset quod faterentur, pertinaciam certe et inflexibilem obstinationem debere puniri.
(4) Fuerunt alii similis amentiae, quos, quia ciues Romani erant, adnotaui in urbem
remittendos. Mox ipso tractatu, ut fieri solet, diffundente se crimine plures species
inciderunt.
(5) Propositus est libellus sine auctore multorum nomina continens. Qui negabant esse
se Christianos aut fuisse, cum praeeunte me deos appellarent et imagini tuae, quam
propter hoc iusseram cum simulacris numinum afferri, ture ac uino supplicarent,
praeterea male dicerent Christo, quorum nihil cogi posse dicuntur qui sunt re uera
Christiani, dimittendos putaui.
(6) Alii ab indice nominati esse se Christianos dixerunt et mox negauerunt; fuisse
quidem seddesisse, quidam ante triennium, quidam ante plures annos, non nemo etiam
ante uiginti. <Hi>quoque omnes et imaginem tuam deorumque simulacra uenerati sunt
et Christo male dixerunt.
(7) Affirmabant autem hanc fuisse summam uel culpae suae uel erroris, quod essent
soliti stato die ante lucem conuenire, carmenque Christo quasi deo dicere secum
inuicem seque sacramento non in scelus aliquod obstringere, sed ne furta ne latrocinia
ne adulteria committerent, ne fidem fallerent, ne depositum appellati abnegarent.
Quibus peractis morem sibi discedendi fuisse rursusque coeundi ad capiendum cibum,
promiscuum tamen et innoxium; quod ipsum facere desisse post edictum meum, quo
secundum mandata tua hetaerias esse uetueram.
(8) Quo magis necessarium credidi ex duabus ancillis, quae ministrae dicebantur, quid
esset ueri, et per tormenta quaerere. Nihil aliud inueni quam superstitionem prauam et
immodicam.
(9) Ideo dilata cognitione ad consulendum te decucurri. Visa est enim mihi res digna
consultatione, maxime propter periclitantium numerum. Multi enim omnis aetatis,
omnis ordinis, utriusque sexus etiam uocantur in periculum et uocabuntur. Neque
ciuitates tantum,sed uicos etiam atque agros superstitionis istius contagio peruagata est;
quae uidetur sisti etcorrigi posse.
(10) Certe satis constat prope iam desolata templa coepisse celebrari, et sacra sollemnia
diu intermissa repeti passimque uenire uictimas, cuius adhuc rarissimus emptor
inueniebatur. Ex quo facile est opinari, quae turba hominum emendari possit, si sit
paenitentiae locus.
Respuesta de Trajano (o rescripto)
Trajano a Plinio.
Has seguido, Segundo mío, el procedimiento que debiste en el despacho de las causas de los
cristianos que te han sido delatados. Efectivamente, no puede establecerse una norma
general, que haya de tener como una forma fija.
 No se los debe buscar.
 Si son delatados, y quedan convictos, deben ser castigados; de modo, sin
embargo, que quien negare ser cristiano y lo ponga de manifiesto por obra,
es decir, rindiendo culto a nuestros dioses, por más que ofrezca sospechas
por lo pasado, debe alcanzar perdón en gracia a su arrepentimiento.
 Los memoriales, en cambio, que se presenten sin firma, no deben admitirse
en ningún género de acusación, pues es cosa de pésimo ejemplo e impropia
de nuestro tiempo.
TRAIANUS PLINIO
(1) Actum quem debuisti, mi Secunde, in excutiendis causis eorum, qui Christiani ad te
delati fuerant, secutus es. Neque enim in uniuersum aliquid, quod quasi certam formam
habeat,constitui potest.
(2) Conquirendi non sunt; si deferantur et arguantur, puniendi sunt, ita tamen ut, qui
negauerit se Christianum esse idque re ipsa manifestum fecerit, id est supplicando dis
nostris, quamuis suspectus in praeteritum, ueniam ex paenitentia impetret. Sine auctore
uero propositi libelli<in> nullo crimine locum habere debent. Nam et pessimi exempli
nec nostri saeculi est.
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