| ¿JUEGOS OLIMPICOS O PLUTONICOS

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¿JUEGOS OLIMPICOS O PLUTONICOS?
*Elena Bagi
Y llegamos a otra instancia de los Juegos Olímpicos, esta vez en Atenas, comprendida
dentro del territorio donde tuvieron su cuna. Aunque historiadores y arqueólogos
soñamos verlos algún día disputados en su territorio original: Olimpia.
Una vez más es imposible dejar de lado el origen de estos juegos puesto que
configuran su esencia, y su antiguo espíritu no deja de sobrevolar por el actual
certamen.
UN POCO DE HISTORIA, LOS CINCO AROS.
Las leyendas más antiguas vinculan estos juegos con el origen de los cinco aros. Para
ilustrarnos seguiremos el relato de Pausanias.
El semidios Hércules, muy conocido a través de la visión clásica, es, en realidad, el
producto de múltiples tradiciones heroicas que se fueron amalgamando hasta crear el
prototipo conocido.
Debemos remontarnos a una antiquísima tradición que se refiere al período en que
Zeus infante fue ocultado por su madre Rhea para que su padre Cronos no lo devorara.
A Cronos se le había vaticinado que si tenía un hijo varón, éste lo destronaría. Cada vez
que Rhea daba a luz a un hijo varón se producía el acto de canibalismo paterno.
En su afán de proteger a Zeus su madre lo ocultó en el Monte Ida (Creta) y la cabra
Amaltea lo amamantó. Mientras el pequeño crecía su cuidado quedó a cargo de los
Dactilos o Curetas, cinco guardianes y tutores. Protegieron con tanto celo al pequeño
Zeus que cuando éste berreaba, los Curetas hacían ruido con sus lanzas y escudos para
que el llanto del bebé no llegara a oídos de Cronos. Los nombres de estos cinco
hermanos que oficiaron como niñeros eran: Epimedes, Idas, Paionaios, Iasos y
Hércules, conocido en la mitografía como Hércules el mayor.
Cuando Zeus creció y pasó a ser la deidad principal, en agradecimiento a la lealtad y
al cuidado recibidos envió a los cinco guardianes de su infancia a iniciar los juegos que
inmortalizarían para siempre a estos personajes.
Cinco fueron los primeros competidores, cinco los días de la primera competencia,
cinco los juegos (pentatlon) iniciales, a saber: carrera, lucha, pugilato, carrera de carros,
jabalina y disco, éstos últimos están unificados. Desde ese momento los cinco aros
recordarían a estos cinco fieles héroes que protegieron a Zeus en su infancia. Cabe
señalar que los mitógrafos señalan variantes locales y temporales acerca de estas
leyendas.
A partir de la interpretación del Barón de Coubertin, en la reanudación de los juegos
en el siglo XIX de nuestra era, los cinco aros adoptarían un nuevo significado: los cinco
continentes. El poeta Píndaro remonta estos orígenes a juegos funerarios al pie de la
tumba de Pelops (héroe mítico del Peloponeso).
Otra variante de la leyenda, más moderna, nos trae al personaje de Hércules, hijo de
Zeus instaurando los juegos después de la victoria sobre Augias. Hércules estableció
las reglas de los juegos y plantó el olivo que daría sombra al Estadio de Olimpia y con
sus ramas se confeccionarían en el futuro las coronas de los vencedores.
EL LUGAR Y LA DURACION
Los primeros juegos olímpicos datan del año 776 A.C. y continuaron hasta el 393
d.C,; casi 1200 años de duración totalizando 293 juegos olímpicos. Fue tal la
trascendencia de este hecho que configuró la cronología de la Antigua Grecia. Los años
comenzaron a contarse a partir del 776 a.C. y se denominaría Olimpíada al período
transcurrido entre un certamen y el siguiente.
Caían en pleno verano y duraban 7 días tal cual lo relata el poeta Píndaro. El primero
y el último estaban consagrados únicamente a sacrificios, ceremonias religiosas y
formalidades. Se establecía la tregua sagrada (prohibición de conflictos bélicos) en el
mundo griego y era anunciada por heraldos sagrados que iban hasta los confines
avisando la fecha del comienzo y programando la tregua.
En realidad Olimpia no era exactamente una ciudad-estado. Era un vasto recinto
sagrado donde se aglomeraban los templos y los altares consagrados a diversos dioses.
Luego encontrábamos el Gimnasio, el Estadio para las carreras y saltos; el hipódromo,
las palestras. Estas últimas eran usadas para la lucha, pugilato y también depósito de
objetos. En realidad ambos espacios eran empleados para el entrenamiento.
En el Siglo VI A.C. todo el mundo helénico participaba encontrándose vencedores no
sólo en la Grecia del Egeo sino también de las lejanas colonias griegas fundadas a lo
largo del Mediterráneo, así como también las del Mar Negro.
Los jueces, “helanodikai,” eran 10 en el período clásico, mantenían el orden y la
observancia de los reglamentos.
COMPETIDORES Y ESPECTADORES
El espectáculo atraía multitudes: ricos comerciantes, curiosos, humildes, bárbaros y
esclavos, quienes también podían ser espectadores.
Las mujeres casadas no eran admitidas como espectadoras, pero en cambio las
doncellas sí podían asistir. Sin embargo, se cuenta que Pherénikè, hija de Diágoras de
Rodas y hermana de tres campeones se disfrazó ocultando su sexo y acompañó a su hijo
Peisirodos. Al escuchar el nombre de su hijo como vencedor de la prueba de pugilato se
precipitó a la arena con tan mala suerte que su vestido se rasgó quedando al descubierto
el engaño. Fue perdonada porque se tuvo en cuenta la ilustre línea de vencedores de su
familia.
La masa de visitantes acampaba en tiendas, excepto los dignatarios que eran
hospedados por los Sacerdotes.
Poetas e historiadores recitaban sus obras, los oradores peroraban, filósofos y sofistas
enseñaban y discurrían, los rapsodas declamaban sus cantos épicos. Sin embargo, en
esta instancia no estaba permitida la competencia poética o dramática como han
divulgado algunos medios informativos.
A lo largo de los caminos y de los muros los mercaderes extendían sus mercaderías y
los acróbatas maravillaban con sus habilidades.
Los atletas llegaban con sus entrenadores, parientes y amigos. Debían entrenar 30
días ante los ojos de los jueces y superar las pruebas previas que los habilitarían a la
competencia.
La violación de las reglas llevaba a la inmediata descalificación y multas
considerables incluso contra la ciudad original del atleta. El producto de estas multas
era destinado en parte a fundir estatuas de Zeus en bronce en la misma Olimpia.
Teniendo en cuenta al número de juegos olímpicos parece ser que la cantidad de
infractores fue mínimo.
Cuando Roma extienda su poderío se extendió la posibilidad de competir a todos los
ciudadanos romanos.
Les estaba vedada la participación a los condenados, sacrílegos, etc.
La prestación del juramento era ante el Consejo organizador y ante la estatua de Zeus
Horkios ( con rayos en ambas manos), y mientras crepitaban las carnes del jabalí
inmolado, los atletas juraban no emplear ninguna maniobra desleal para obtener la
victoria.
En cuanto a la condición socio-económica de los competidores éstos pertenecían
generalmente a la nobleza tradicional o eran personas acomodadas aunque algunas
veces la ciudad corría con los gastos de preparación de los atletas. La competencia
hípica era la que demandaba mayores gastos. No existía premio en numerario que
permitiera recuperarse. A veces había grupos que compartían gastos de la caballería y
también compartían los premios. Por ejemplo, en los concursos hípicos se podían
presentar colectivamente hasta una comunidad entera y no era el cochero o el jockey el
que era proclamado vencedor sino el propietario de los caballos. Esta competencia
permitió la participación femenina. Cuatro de estas damas pioneras lograron salir
triunfantes, (la Historia recuerda a Kynisca, hija de un rey espartano)
La famosísima estatua del Auriga de Delfos (cuya réplica se encuentra en el Museo
de Arte de la Intendencia de Montevideo) representa al cochero victorioso de Hierón de
Siracusa en los juegos No. 78 (468 a.C.)
PROGRAMA DE COMPETENCIAS
El primer día se dedicaba a sacrificios al Altar de Zeus y a los 6 altares dobles ligados
a la leyenda de Hércules.
También se realizaba un concurso de sonadores de trompetas y el de los Heraldos
aunque en este caso lo que entraba en juego era la fuerza de los pulmones.
Desde la noche anterior los espectadores ocupaban las gradas asegurándose el sitio.
El segundo día comenzaba con la carrera en el Estadio. Al principio los participantes
se cubrían con un paño. Pero a partir de los XV Juegos lo hacían totalmente desnudos.
El ganador era proclamado vencedor por el Heraldo que en su discurso unía su
nombre con el de su padre y el de su patria.
El juez coronaba al vencedor y le colocaba una palma en su mano derecha. Sobre su
cabeza lucía la corona de olivo salvaje cortado del árbol sagrado que según la leyenda
Hércules había traído del país de los Hiperbóreos. Las ramas debían ser cortadas por
un niño con una hoz de oro y se cortaba el mismo número de ramas que de deportes de
la competencia.
El tercer día era el de pentatlon: salto, disco, carrera, jabalina y lucha.
El cuarto día correspondía al pugilato y al pancracio. En el pugilato se competía con
guantes de tiras de cuero que protegían las manos y lastimaban mucho al adversario. En
esta justa se sorteaban a los contrincantes. En la lucha se trataba de tirar tres veces al
adversario.
El pancracio era una combinación de lucha y pugilato.
El quinto día los jovencitos de categoría menor corrían o participaban en la lucha y el
pugilato. La jornada finalizaba con la carrera armada en la cual se corría con escudos
de bronce. Ese día culminaban los juegos del estadio.
El sexto día se guardaba para los concursos hípicos en el hipódromo. Se inauguraba
con carreras de cuadrigas y éstas debían dar 12 vueltas en el óvalo. Un recorrido de 13
km.843 mts. En un principio existieron las bigas de mulas pero rápidamente fueron
sustituidas por caballos o potros.
El séptimo día era el de la clausura. El largo cortejo de vencedores, jueces,
embajadores y entrenadores se dirigía al Altar de Zeus para hacer los sacrificios.
Finalmente los magistrados daban un banquete en el Pritaneo, sede de los consejeros en
funciones.
RECOMPENSAS Y HONORES
El retorno del campeón a la ciudad llevaba al regocijo público y al privado. Los
“olymipionikes” recibían diversos privilegios y regalos que variaban de ciudad en
ciudad. Estos consistían en ser alimentados por el tesoro público, diversas donaciones,
o ser exonerados de prestaciones. Solón, legislador de Atenas fijó una gratificación de
500 dracmas. En cambio en la austera y belicosa Esparta el campeón tenía el privilegio,
en caso de guerra, de luchar cerca del Rey.
Algunos vencedores agradecían a los dioses al regresara su lugar de origen. P. Ej.
Xenofon consagró 50 hetairas (damas de compañía y/o placer) a Afrodita.
Se encargaba a los poetas odas o himnos especiales y aquí se destaca Píndaro el gran
poeta de los juegos.
La ciudad natal erigía monumentos en su honor y otras veces se encargaba de ello el
mismo competidor. Alcibíades se hizo pintar por el pintor Aglaophon entre la ninfa
Olympia y la ninfa Pythias que lo coronan. El cuadro quedó en la pinacoteca de los
Propileos en la Acrópolis de Atenas.
En las monedas y en las medallas figuraban los deportes, la figura de la Victoria en
acto de coronación y el nombre de los campeones. Al morir un “Olympionike” se le
erigían tumbas magníficas y a veces los caballos vencedores eran enterrados junto a sus
victoriosos dueños.
Pero lo curioso es que en la misma Olimpia se podía erigir la escultura. Los
monumentos tenían inscriptos el nombre del vencedor, padre, ciudad y también el del
escultor, esta inscripción se presentaba muchas veces versificada. Asimismo, se
representaban sus carros, caballos y jinetes.
También hay que tener en cuenta los homenajes de los vencedores a la principal
deidad. Estos iban desde pequeños ex-votos (amuletos) hasta los carros usados así
como también estatuas de oro. Nerón ofreció 4 coronas de oro al altar de Zeus.
EL ROL DE LOS JUEGOS Y SU FIN
Los juegos cumplieron en la antigüedad su papel de lazo nacionalista e identificatorio
del mundo griego. Se aprovechaba la oportunidad también para todo tipo de
intercambio de ideas y una vez que los concurrentes retornaban a sus lugares de origen
se repetían por mucho tiempo los entusiastas relatos del evento, afirmando el orgullo de
ser griego.
La tregua indicaba que no había enemigos y el Santuario del Dios Supremo acogía a
todos en indisoluble comunidad religiosa.
Se demostraba que el cuerpo no está solo; se une a la inteligencia y a la astucia
integrando una sabia combinación. Los escultores inmortalizaron estas actividades
creando paradigmas estéticos.
Bajo el dominio romano, en la época republicana, se desconfiaba de los juegos
olímpicos por temor a revueltas pero en la época imperial se les estimuló y se les
patrocinó y algunos de los emperadores llegaron a tomar parte en las competencias.
Roma, una vez más, respetó el legado griego y lo extendió a toda la ciudadanía, por lo
tanto los juegos olímpicos en la época romana fueron el primer ejemplo de
globalización deportiva.
Pero fue el Cristianismo triunfante el que le dio el golpe mortal. En la Olimpíada 293
(393 d.C.) Teodosio, primer emperador cristiano los prohibió por considerarlos formas
de paganismo pecaminoso y Teodosio II completó la obra incendiando los templos y las
estatuas. A partir de ese momento ruinas y un largo silencio enterraron el recuerdo de
los juegos hasta que a fines del siglo XIX se reiniciaron debido a la iniciativa del Barón
de Coubertin.
EL HORROROSO ERROR DE SIDNEY
Y llegamos a Sydney 2000 constatando en la difusión de imágenes un increíble error.
Este se produjo en el diseño del anverso de las medallas que debían ser entregadas
como premio a los vencedores. ¿Cómo pudo aparecer al lado de la Victoria la arcada
del Coliseo? ¿Qué tuvo que ver el Coliseo romano con los Juegos Olímpicos? ¿Cómo
llegó este diseño a acuñarse sin haber sido controlado? ¿Y cómo pudo el Comité
Olímpico aprobar esta situación sin revertirla?. Los medios de prensa nos informaron
del disgusto de Grecia ante tal situación. No señores, la ofensa no fue sólo para Grecia
sino para toda la civilización occidental. ¿Cómo se permitió tamaño error histórico y la
terrible falta de respeto a los orígenes de estos juegos?.
¿JUEGOS OLIMPICOS O PLUTONICOS?
La mitología cuenta que Zeus dejó ciego a Pluto, Dios de las riquezas, para que las
repartiera por doquier. Parece que esa ceguera la heredaron los hombres y las naciones
de ésta época que corren desaforadas detrás de las ganancias y dejan por el camino la
cultura, el pasado histórico que es el que nos da la esencia de nuestra identidad. Hoy, las
transnacionales que fabrican artículos deportivos esperan los resultados para ofrecer
fortunas a los campeones actuales para que usen o publiciten sus productos. Los países
disputan ferozmente la posibilidad de ser sedes de los juegos previendo las fabulosas
ganancias que obtendrán. ¿Qué vencedor olímpico se conformaría hoy con una corona
de olivo, estatuas, poemas y magras ganancias?
Y, sin embargo, aún percibimos sobrevolar el antiguo espíritu sobre las generaciones
actuales. La misma alegría, el entusiasmo, la sana competencia, el encuentro, la
fraternidad, la humanidad y la Paz. La prevalencia de estos valores depende de los
jóvenes de hoy. Pluto no tiene por qué desaparecer pero tampoco tiene por qué
prevalecer.
-----------------------------------------A continuación un poema de Píndaro dirigido a un campeón olímpico que nos aporta el
sentir de la época:
A DIÁGORAS DE RODAS
Cubre, Zeus, de gloria al que la gran victoria en Olimpia ganó,
púgil valiente.
Estima y reverencia entre la propia y extranjera gente
le dé tu omnipotencia;
que el rumbo sigue a la arrogancia opuesto,
enérgico y modesto:
y los ejemplos raros de su mayores claros
siempre su norma son.
¡Musa! No olvides que del buen Calianate
célebre en el combate, es nieto,
y de los nobles Eratides.
Rodas está de fiesta.
Su contento no venga a perturbar mudable viento.
El poema comienza con la evocación a Zeus olímpico, indicándonos luego la
especialidad del participante. El poeta clama consideración para este campeón. Luego
nos indica rasgos de su carácter. Después invoca a las musas para que señalen su
prosapia familiar.
Finalmente Rodas, la ciudad-estado festeja y el poeta clama para que ese festejo no sea
interrumpido.
*Elena Bagi, Profesora de Historia Antigua del Instituto de Profesores “Artigas”,
integrante de la Asociación Uruguaya de Estudios Clásicos y, actualmente, clasificando
las monedas de la antigüedad clásica existentes en el Museo Histórico Nacional.
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